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DE NOTORIOS LADRONES A BENÉFICOS ARTESANOS:

DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD Y TRABAJO PENADO.


CIUDAD DE MÉXICO (1800 -1835)

POR
ANDRÉS DAVID MUÑOZ COGARÍA

TESIS PARA OPTAR AL TÍTULO DE


DOCTOR EN HUMANIDADES
(ÁREA DE CONCENTRACIÓN EN HISTORIA)

DIRECTORA:
DRA. SONIA PÉREZ TOLEDO
SINODALES:
DRA. GEORGINA LÓPEZ GONZÁLEZ (UAM-I)
DRA. MARÍA LEONILA MATILDE LUNA ARGUDÍN (UAM-A)
DRA. MARIANA TERÁN FUENTES (UAZ)

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA - UNIDAD IZTAPALAPA


DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA
POSGRADO EN HUMANIDADES
2020
A México

2
AGRADECIMIENTOS

En primer lugar, y como es menester, quiero agradecer al Consejo Nacional de Ciencia y


Tecnología de los Estados Unidos Mexicanos (CONACyT) por el otorgamiento de la
generosa beca que me permitió llevar a buen puerto la presente investigación, que aspiro sea
un ladrillo más en la enorme pirámide de la historiografía mexicanista. Así mismo, gracias
a todo el personal académico y administrativo de la Universidad Autónoma Metropolitana
Unidad Iztapalapa, así como a los funcionarios del Archivo General de la Nación de México
y del Archivo Histórico del Distrito Federal, quienes atendieron mis demandas con la mayor
cordialidad y eficiencia.

Agradezco a mis padres Clara Isabel y Diego Luis por su respaldo incondicional a la
opción académica y de vida que he escogido, así como a todas las decisiones personales que
he adoptado de manera soberana hasta el día de hoy.

De antemano ruego se me excuse cualquier omisión que pueda cometer dado el corto
espacio del que dispongo. Agradezco sinceramente a la Dra. Sonia Pérez Toledo, quien no
sólo creyó en mí, sino que me respaldó y me esperó con enorme paciencia, así como a las
integrantes de mi comité sinodal, la Dra. Georgina López González, Dra. María Luna
Argudín y Dra. Mariana Terán Fuentes. De igual manera, mi más profundo agradecimiento
al Dr. Aimer Granados García, quien me recibió durante mis primeros días de estancia en
Ciudad de México con una benevolencia y generosidad que no podré pagar jamás. Mi
respeto, admiración y agradecimiento por idénticos motivos a Fernanda Muñoz, Catalina
Garrido, Wilson Martínez y Yezid Sequeda. No pueden quedar por fuera mis amigos,
colegas y compañeros de la Universidad Autónoma Metropolitana: Sergio Paolo Solano,
Juan Luis Ríos, Juan Carlos Squitieri, Juan Gerardo Escamilla, Andrés Abraham Gutiérrez,
Carlos Carranza, Ramiro Villasana, Miriam Moreno, Cecilia Lozano, Claudia Ortiz y Mayra
Borbón, así como a los adscritos a otras universidades y centros de investigación como
Graciela Flores Flores, Delia Domínguez, Abel Martínez, Tomás Gómez y Jorge Alejandro
Aguirre.

3
Mil gracias por su hospitalidad y generosidad a los amigos y colegas colombianos
esparcidos por la geografía mexicana: Anderson Paul Gil y Maureen Cardona en Culiacán
Sinaloa, Luisinho Salas y Jorge Sará en Zacatecas capital, Julieth Batero en Xalapa Veracruz
y Carolina Abadía en Zamora Michoacán. Gracias por su amistad y por enseñarme México
a Patricia Martínez y Ebert Ramírez, Silvia de la Rosa y familia, Marcos Ramírez y familia,
Mónica Ginez y familia, y a todos aquellos que me acompañaron en mis periplos por
dieciséis Estados de la República. A la gata Roma Acolotitla, fiel compañera de vida en los
cerros de Tlalpan, que sigue todavía a mi lado. Y a Luisa María por sus palabras de aliento.

Mención especial a los profesores, amigos, compañeros y colegas de mi querida y


siempre recordada Alma Mater, la Universidad del Valle sede Cali, en especial a quienes
nunca se olvidaron de mi existencia y siempre estuvieron pendientes de mi destino. Ellos
saben perfectamente quiénes son.

Montañas de Colombia, junio de 2020.

4
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN .................................................................................................................................................................... 8
ESTADO DE LA CUESTIÓN: EL CAMINO HACIA LA SUPERACIÓN DE LA HISTORIA DEL
DERECHO ...........................................................................................................................................................................19
LA MODERNA HISTORIOGRAFÍA DEL DELITO, LA JUSTICIA Y EL CASTIGO EN MÉXICO ........33
CRÍTICA DE FUENTES ..................................................................................................................................................46
CAPÍTULO I: “VINO NUEVO EN ODRES VIEJOS”. CONTINUIDAD JURÍDICA Y LEGAL EN NUEVA
ESPAÑA - MÉXICO ...............................................................................................................................................................53
LOS DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD: ROBO, HURTO Y ABIGEATO ................................................56
CONTINUIDAD JURÍDICA E INNOVACIÓN LIMITADA ................................................................................67
CAPÍTULO II: “HOMBRES DE MALA VIDA Y PEORES COSTUMBRES”. LOS LADRONES DE CIUDAD
DE MÉXICO EN UNA ÉPOCA DE CRISIS ....................................................................................................................81
LA CRISIS POLÍTICA, ECONÓMICA Y SOCIAL A INICIOS DEL SIGLO XIX ............................................84
LOS DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD EN CIUDAD DE MÉXICO .........................................................89
PROFESIONALES DEL CRIMEN O ARTESANOS DEL HAMBRE. LOS LADRONES GANZUEROS
DE LA CIUDAD DE MÉXICO ................................................................................................................................... 108
INSTRUMENTOS ...................................................................................................................................................... 115
OFICIOS U OCUPACIONES ................................................................................................................................. 121
ESTILO DE VIDA ..................................................................................................................................................... 133
ASOCIACIONES DELICTIVAS Y REDES SOCIOECONÓMICAS ........................................................... 139
CAPÍTULO III: “Y QUE DEBIENDO AL MISMO TIEMPO SACARSE DE TALES INDIVIDUOS LA
POSIBLE UTILIDAD”. EL TRABAJO PENADO COMO CASTIGO PARA LOS LADRONES
CAPITALINOS...................................................................................................................................................................... 158
LOS LADRONES ANTE EL TRABAJO PENADO ............................................................................................... 167
LEYES, BANDOS Y REGLAMENTOS EN TORNO A LOS PRESIDIOS ..................................................... 178
LAS SENTENCIAS A TRABAJOS EN LOS PRESIDIOS ..................................................................................... 195
LAS SENTENCIAS A TRABAJOS EN LAS OBRAS PÚBLICAS ........................................................................ 214
CONCLUSIONES ................................................................................................................................................................ 233
ANEXO 1: RELACIÓN DE LAS CAUSAS POR DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD EN CIUDAD DE
MÉXICO, 1800-1835 ....................................................................................................................................................... 238
ANEXO 2: IMÁGENES DE ALGUNOS INSTRUMENTOS EMPLEADOS POR LOS LADRONES EN
CIUDAD DE MÉXICO, 1800-1835 ............................................................................................................................. 287
IMAGEN 1: VENTURA DÍAZ Y NICOLÁS SERRANO, 1803. ..................................................................... 287
IMAGEN 2: JOSÉ FRANCISCO MORENO, DOMINGO CASASOLA, GERVASIO PICHARDO,
TERESA RANGEL Y JULIANA GONZÁLEZ, 1809. ...................................................................................... 288
IMAGEN 3: CRISTÓBAL DOMINGO GARCÍA (ALIAS EL GRILLO) Y BERNARDO RUBÍN DE
CELIS (ALIAS EL GRINGO), 1809. ....................................................................................................................... 289

5
IMAGEN 4: JOSÉ MATÍAS PÉREZ Y JOSÉ MANUEL SALCEDO (ALIAS ANGELITO), 1810. ....... 290
IMAGEN 5: JOSÉ ANTONIO CERVANTES, PEDRO JOSÉ CORTÉS, PÁNFILO LÓPEZ, MARÍA
DOLORES RAMÍREZ, MARÍA GUADALUPE ESPINO Y MARÍA GUADALUPE RIVERA, 1811. . 291
IMAGEN 6: LUIS LÓPEZ, JOSÉ CAMILO LÓPEZ, JOSÉ GONZÁLEZ Y MARÍA MÁXIMA CAMPOS,
1811. ................................................................................................................................................................................ 292
IMAGEN 7: CRISTÓBAL DOMINGO GARCÍA (ALIAS EL GRILLO), 1811. ......................................... 293
IMAGEN 8: CRISTÓBAL DOMINGO GARCÍA (ALIAS EL GRILLO), 1811. ......................................... 294
IMAGEN 9: CARLOS GONZÁLEZ (ALIAS JOSÉ MARÍA FALCÓN) Y MARIANO FRAGOSO
(ALIAS EL RATÓN), 1811. ...................................................................................................................................... 295
IMAGEN 10: MÁXIMO JULIÁN, JOSÉ DIEGO ROSAS, JOSÉ BRÍGIDO ROSAS, PABLO JOSÉ
ESTRADA Y JOSÉ MARIANO ZÚÑIGA (ALIAS MAMACHILE), 1812................................................... 296
IMAGEN 11: JOSÉ MARÍA BERRÍO Y AGUSTÍN BAQUERA, 1813. ........................................................ 297
IMAGEN 12: JOSÉ VENTURA HUIDOBRO, 1816.......................................................................................... 298
IMAGEN 13: JOSÉ VENTURA HUIDOBRO, 1816.......................................................................................... 299
IMAGEN 14: ANTONIO CORONA, 1827. ......................................................................................................... 300
IMAGEN 15: LUIS LINDO (ALIAS LUIS VARGAS), 1833. .......................................................................... 301
ANEXO 3: DETALLE DE LOS CUARTELES DE CIUDAD DE MÉXICO, 1830 ........................................ 302
MAPA 1: CUARTEL MAYOR NÚMERO 1 ......................................................................................................... 302
MAPA 2: CUARTEL MAYOR NÚMERO 2 ......................................................................................................... 303
MAPA 3: CUARTEL MAYOR NÚMERO 3 ......................................................................................................... 304
MAPA 4: CUARTEL MAYOR NÚMERO 4 ......................................................................................................... 305
MAPA 5: CUARTEL MAYOR NÚMERO 5 ......................................................................................................... 306
MAPA 6: CUARTEL MAYOR NÚMERO 6 ......................................................................................................... 307
MAPA 7: CUARTEL MAYOR NÚMERO 7 ......................................................................................................... 308
MAPA 8: CUARTEL MAYOR NÚMERO 8 ......................................................................................................... 309
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................................................................................... 310
FUENTES PRIMARIAS MANUSCRITAS ................................................................................................................ 310
FUENTES PRIMARIAS IMPRESAS .......................................................................................................................... 310
FUENTES SECUNDARIAS ......................................................................................................................................... 311

6
ÍNDICE DE TABLAS

TABLA 1: OFICIOS U OCUPACIONES DE LOS ENCAUSADOS POR DELITOS CONTRA LA


PROPIEDAD EN CIUDAD DE MÉXICO POR RAMA PRODUCTIVA, 1800-1835 ...........................................97
TABLA 2: PERSONAS E INSTITUCIONES VÍCTIMAS DE DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD EN
CIUDAD DE MÉXICO POR QUINQUENIOS, 1800-1835 ...................................................................................... 101
TABLA 3: TIPOS DE BIENES ROBADOS EN CIUDAD DE MÉXICO POR QUINQUENIOS, ................. 103
TABLA 4: LADRONES GANZUEROS EN CIUDAD DE MÉXICO, 1800-1835 ................................................ 121
TABLA 5: RELACIÓN DE LOS HURTOS COMETIDOS POR PEDRO TRUJILLO Y JOSÉ MARIANO
LEÓN EN CIUDAD DE MÉXICO, 1810 ..................................................................................................................... 153
TABLA 6: RELACIÓN DE SENTENCIAS CONTRA LOS LADRONES EN CIUDAD DE MÉXICO POR
QUINQUENIOS, 1800-1835 .............................................................................................................................................. 168
TABLA 7: COMPARACIÓN ENTRE SENTENCIAS ASCENDENTES Y DESCENDENTES CONTRA LOS
LADRONES EN CIUDAD DE MÉXICO, 1822-1832 ................................................................................................. 172
TABLA 8: DURACIÓN DE LAS SENTENCIAS A PRESIDIO POR QUINQUENIOS, 1800-1835 ............... 200
TABLA 9: DURACIÓN DE LAS SENTENCIAS A OBRAS PÚBLICAS POR QUINQUENIOS, 1800-1835 217

7
INTRODUCCIÓN

El Derecho es aplicación más que norma. Cuidado con inmovilizarlo en un


mandato, más aún si el mandato encuentra su propia inmovilización en un texto;
cuidado con la regla jurídica que deviene y queda en texto impreso. El riesgo
probable está en su alejamiento de la vida. El Derecho es, en primer lugar,
ordenamiento; con lo que se quiere subrayar, más allá del cambio terminológico, que
su autoridad está en los contenidos que compone y que propone, está en ser lectura
objetiva de la realidad, intento de racionalización de la realidad.1

El universo que configura la historia de la justicia como un quehacer historiográfico tiene que
nutrirse de elementos doctrinarios y del Derecho, pero también y sobre todo de un mundo
menos explorado que los otros, cual es el de la dimensión práctica de la justicia
–esto es, de la experiencia judicial.2

El presente trabajo tiene como principal objetivo estudiar la práctica criminal y judicial en
la Ciudad de México entre 1800 y 1835, tomando como ejemplo los delitos contra la
propiedad desde la perspectiva de la Historia sociocultural del delito, la justicia y el castigo.
Busca comprender las motivaciones que tenían los hombres y mujeres de la época para
participar en actos considerados ilegales como la comisión del robo en sus distintas
variantes, así como las políticas del entramado judicial de la época para sentenciar a los
hallados ladrones. Mientras muchos trabajadores eran presa de la sobreoferta laboral que
volvía el trabajo escaso o muy mal pagado y se veían abocados a robar para poder sobrevivir,
los gobiernos hacían uso de esta mano de obra “sobrante” para destinarla a las obras públicas
y los presidios, pues resultaba más rentable financieramente emplear en tales menesteres a
reos de cortos delitos que a trabajadores libres.

La periodización escogida obedece a consideraciones de índole tanto metodológica


como teórica. Con el fin de efectuar los análisis cuantitativos propios de la investigación, se
ha optado por un periodo de treinta y cinco años para analizar la evolución de los delitos y

1
Paolo GROSSI, Derecho, sociedad, Estado. Zamora: El Colegio de Michoacán - Escuela Libre de
Derecho - Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2004, p. XVIII.
2
Darío Gabriel BARRIERA, “La Historia de la justicia y las otras historias” en Historia regional:
enfoques y articulaciones para complejizar una historia nacional, coords. Rodolfo RICHARD-JORBA y Marta
BONAUDO. La Plata: Universidad Nacional de La Plata, 2014, p. 23.

8
de los castigos, dividiéndolo en siete quinquenios. Como punto de partida se ha tomado el
año de 1800, el primero de los “últimos años del Virreinato” en palabras de Enrique
FLORESCANO,3 y como hito de cierre el final de la Primera República Federal.

La elección de la Ciudad de México obedece a la riqueza y complejidad de su vida


social, al ser hábitat de múltiples grupos sociales en permanente adaptación y conflicto.
Timothy ANNA destaca que hacia 1811, la capital de la Nueva España debía albergar
alrededor de 168.811 habitantes, cifra que la convertía en la urbe más importante del
continente americano4 y en la segunda más populosa del imperio hispánico, sólo después de
Madrid.5 Manuel MIÑO GRIJALVA, por su parte, asegura que la Ciudad de México se
encontraba por entonces “en continuo crecimiento y auge, pues atraía, como pocas en el
continente iberoamericano, a una población creciente y numerosa fruto de un intenso proceso
de migración”, cuya población debía de estar comprendida entre los 100.000 y los 300.000
habitantes,6 fruto de un crecimiento demográfico asociado con el así llamado “esplendor
borbónico”.7 Los gobernantes contemporáneos, entretanto, fijaron mediante un decreto
promulgado en 1826 el número de habitantes en un estimado de 168.000 personas.8

3
Enrique FLORESCANO, “El problema agrario en los últimos años del Virreinato (1800-1821)”.
Historia Mexicana XX-4 (1971), pp. 477-510.
4
La magnitud de la Ciudad de México en el contexto hispanoamericano resulta más patente aún si la
comparamos con una ciudad como Santafé de Bogotá, cabeza de Audiencia capital del Virreinato del Nuevo
Reino de Granada, cuya población, si bien aumentó cerca de un 35 % entre 1780 y 1800, contaba apenas con
unos 20.000 habitantes en los albores del siglo XIX. Nicolás Alejandro GONZÁLEZ QUINTERO, “Se evita que
de vagos pasen a delincuentes: Santafé como una ciudad peligrosa (1750-1808)”. Anuario Colombiano de
Historia Social y de la Cultura XXXVII-2 (2010), p. 24.
5
Timothy ANNA, “La independencia de México y América Central” en Historia de América Latina
5: La independencia, ed. Leslie BETHELL. Barcelona: Crítica, 1991, p. 41.
6
Manuel MIÑO GRIJALVA, “Introducción” en La población de la Ciudad de México en 1790.
Estructura social, alimentación y vivienda, coords. Manuel MIÑO GRIJALVA y Sonia PÉREZ TOLEDO. México:
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa – El Colegio de México – Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología, 2004, p. 10.
7
Carlos MARICHAL, “La economía de la época borbónica al México independiente (1760-1850)” en
Historia Económica General de México. De la Colonia a nuestros días, coord. Sandra KUNTZ FICKER. México:
El Colegio de México – Secretaría de Economía, 2015, p. 174.
8
“Decreto dado el 16 de agosto de 1826”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 37.

9
Siguiendo a Sonia PÉREZ TOLEDO, tales fuentes demográficas se caracterizan por su
poca fiabilidad, aunque se puede asumir que la ciudad “experimentó un aumento de
población durante los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX por la existencia
de corrientes migratorias hacia los centros urbanos”.9 En otro trabajo, PÉREZ TOLEDO
imprime un matiz a dicha aseveración afirmando que si bien hacia 1842 “la Ciudad de
México contaba con una población poco mayor a 120.000 habitantes [...] entre los últimos
años del siglo XVIII y hasta mediados del siglo XIX el espacio urbano no tuvo un
crecimiento social importante, sino que su población se mantuvo prácticamente en las
mismas proporciones que en las últimas décadas del periodo colonial”.10 No obstante lo
anterior, Graciela FLORES FLORES dice que “aunque el crecimiento poblacional de la capital
no fue significativo debido a la inestabilidad política y a las crisis sociales y de salud, la
criminalidad parece que se desarrolló, en contraste, de manera constante y ascendente”.11

Bien sea que los estudiosos se decantasen por estimaciones conservadoras o


arriesgadas con respecto a lo demográfico, lo cierto es que para la época las cifras al respecto
resultan de considerable magnitud, brindando la imagen de una ciudad en cuyo espacio vital
convergían lo urbano y lo rural,12 la opulencia y la miseria, y en la que descollaba “esa gran
masa de individuos que pululaban por la ciudad”, haciendo honor a las voces que hablaban
con frecuencia de la capital como refugio de los tipos humanos más peligrosos para sus
congéneres y lesivos para el orden social.

Las visiones que la hacían atractiva contrastaban con aquellas que la veían como
semillero del mal, una ciudad criminosa, llena de ladronzuelos, malentretenidos,

9
Sonia PÉREZ TOLEDO, Los hijos del trabajo. Los artesanos de la Ciudad de México (1780-1853).
México: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa – El Colegio de México, 2005, p. 41.
10
Sonia PÉREZ TOLEDO y Herbert KLEIN, Población y estructura social de la Ciudad de México (1790-
1842). México: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa – Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología, 2004, p. 123.
11
Graciela FLORES FLORES, “La ciudad judicial y la ciudad criminal: una aproximación estadístico-
cartográfica a la impartición de justicia (Ciudad de México, 1824-1846)”. Relaciones XL-158 (2019), p. 82.
12
Sonia PÉREZ TOLEDO y Herbert KLEIN, “Perfil demográfico y social de la Ciudad de México en
1790”. Evaluación de tres zonas contrastantes” en La población de la Ciudad de México en 1790. Estructura
social, alimentación y vivienda, coords. Manuel MIÑO GRIJALVA y Sonia PÉREZ TOLEDO. México: Universidad
Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa – El Colegio de México – Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología, 2004, p. 108.

10
parias, léperos y prostitutas, con calles lodosas donde proliferaban los basureros y en
las que no alcanzaba a llegar la mano del “buen gobierno”. Se trataba de “una ciudad
de los palacios sin luz nocturna ni pavimento, con un área central de muy buen ver y
barrios nauseabundos”. También una capital con una numerosa población empleada
en diversas actividades productivas; toda una urbe de contrastes, con características
propias pues no poseyó los mismos rasgos al norte que al sur, o en su zona céntrica
o la periférica.13

Dentro de toda la gama delictiva de la Ciudad de México, los delitos contra la


propiedad en específico son cualitativamente distintos de otras tipificaciones como el
homicidio, el adulterio o las injurias, que solían tener móviles de índole privada y particular,
si bien las justicias sostenían que afectaban de igual manera al cuerpo social. Genéricamente
denominados como “robo” y en algunas ocasiones como “hurto”, eran conductas criminales
que estaban estrechamente ligados a los avatares económicos del momento, pues
actualmente es sabido que delitos de estas características suelen incrementarse durante
coyunturas críticas como la que sirve de telón de fondo para esta pesquisa. Por tanto, el robo
resulta ser un fenómeno que funge como una ventana a través de la cual el historiador puede
ver más allá de lo meramente individual y anecdótico para hacer un análisis del contexto
social en su sentido más amplio, interés agudizado en una época que no ha gozado de
demasiada atención por parte de los estudiosos de la Historia del delito, la justicia y el
castigo.

Convengo en que el Derecho criminal sólo resulta de un interés primordial para la


disciplina histórica cuando se hace “desde abajo, con materiales de archivo, y no únicamente
con textos normativos” y la mera doctrina y literatura jurídicas,14 puesto que “sólo así

13
Graciela FLORES FLORES, La ciudad judicial: una aproximación a los lugares de y para la justicia
criminal en la Ciudad de México (1824- 1846). México: Universidad Nacional Autónoma de México, en
prensa, p. 18.
14
Aquellos historiadores del Derecho, “amantes de los paradigmas y de construcciones ideales” han
sido denominados por algunos estudiosos como “historiadores de despacho”, es decir, aquellos que no se
manchan “con el polvo y la grasa de los documentos de la sala de máquinas, que es, en definitiva, donde se
cuece la historia”. José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Fondos del Archivo General de la Nación de la Ciudad
de México: los “libros de reos” y las “cuerdas de reos” como fuentes para el estudio de la criminalidad en la
Nueva España a fines del periodo colonial”. Clío & Crimen 10 (2013), p. 157.

11
podremos hacer una Historia del Derecho con visos de cientificidad”,15 incorporando nuevas
variables de análisis a problemas historiográficos relativamente nuevos. Con el propósito de
cerrar el círculo que comienza a trazarse con las definiciones que la ley otorgaba a los
ladrones, pretendo estudiar a continuación las maneras de actuar de los ladrones, así como
los mecanismos de punición que se hallaban en el centro de la administración de justicia
penal. A este respecto, se plantea que durante las primeras décadas del siglo XIX se
desarrolló una praxis penal que otorgó prelación a las sentencias de orden utilitarista contra
los ladrones, en un afán gubernamental de tornar en “benéficos artesanos” –metáfora que
abarcaba toda una gama de trabajos penados- a los otrora “notorios ladrones”, susceptibles
de ser empleados con provecho económico tras ser insertados en la ética del trabajo útil y
productivo.16

José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL afirma que “es en el nivel de aplicación del Derecho
en donde éste adquiere su dimensión más real; en donde el individuo entra en contacto con
la norma y ésta, a su vez, cumple con la función armonizadora de intereses en conflicto y
restauradora del orden social”,17 presupuesto teórico y metodológico afín a la Historia “desde
abajo”, variante de la Historia social que acerca “los límites de la Historia a los de las
personas corrientes [...] para devolverles su dignidad humana”18 y que representa a su vez
una vía de apertura hacia los enfoques microhistóricos, debido a su declarado propósito de
reconstruir la experiencia vital de lo que E. P. THOMPSON en su momento denominó
“personas corrientes”, quienes en este caso concreto están representadas por un tipo
específico de criminales.19 Pero la intentona de rescatar sujetos sólo adquiere su verdadera

15
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”. Cuadernos de Historia
del Derecho 8 (2001), p. 43.
16
Marco Antonio LEÓN LEÓN, “De la compulsión a la educación para el trabajo. Ocio, utilidad y
productividad en el tránsito del Chile colonial al republicano (1750-1850)”. Historia Crítica 41 (2010), p. 166.
17
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 44.
18
Amanda CAICEDO e Iván ESPINOSA, “Públicos ladrones en la Gobernación de Popayán (1771-
1810)”. Historia y Espacio 16 (2000), p. 92.
19
El concepto de “Historia desde abajo” está inspirado en los desarrollos teóricos del mismo E. P.
THOMPSON. Sharon ROJAS YACAMÁN, “Dilemas de la Historia de los subalternos: reflexiones sobre el quehacer
del historiador”. Quirón V-9/10 (2019), p. 97.

12
relevancia historiográfica en la medida en que permite construir problemas de investigación
en Historia social ligados a procesos y debates nacionales e internacionales.

En consecuencia, propongo un análisis de los delitos contra la propiedad a nivel


micro o “a ras de suelo” efectuado a partir de las causas criminales donde se hacen presentes
los ladrones de la Ciudad de México. Hablar desde esta perspectiva es abrir la posibilidad
de marcar las diferencias y similitudes entre los actores sociales, analizar los conflictos que
envolvían sus vidas, observar las yuxtaposiciones entre los diversos estamentos, pero
también sus formas de convivencia y de integración en el espacio, detalles que las miradas
generalizadoras “a vuelo de pájaro” difícilmente verían.

Por tal motivo, practicantes del quehacer microhistórico como Emmanuel LE ROY
LADURIE, Carlo GINZBURG o Giovanni LEVI sacaron partido de lo que antropólogos
culturalistas denominaron “descripción densa”, método que pretende dejar hablar a las
fuentes:

Elaborar la fuente y establecer un diálogo que permita vislumbrar lo que está tras las
voces; en este caso resultó útil la etnografía en el archivo: comprendida como la
búsqueda de “hechos pequeños pero de contextura muy densa” y de “ciertos mínimos
indicios [que] han sido asumidos una y otra vez como elementos reveladores de
fenómenos más generales”. El rastreo de estos hechos e indicios lo hice a través de
la transcripción completa de los procesos judiciales, para luego emprender una
lectura etnográfica, (es decir, para hacer una “observación” de las interacciones y los
elementos que componen cada caso) que apuntó a generar una descripción densa de
cada proceso, en la cual pude rastrear cómo los aspectos aparentemente pequeños y
mínimos (como los guiños en GEERTZ y las formas de las orejas y las uñas en las que
se fijaban Morelli y Sherlock Holmes, en lo descrito por GINZBURG), develaban
condiciones particulares de cada infanticidio, que a la vez me permitieron
comprender problemas más amplios como la construcción del honor, la reputación y
la fama y la relación con otros delitos como el incesto, el adulterio y el concubinato.20

20
Laura Alejandra BUENAVENTURA GÓMEZ, Tentativas del “enemigo malo”. Relaciones ilícitas e
infanticidios en la provincia de Antioquia, Nueva Granada (1765-1803). Tesis de pregrado en Historia, dir.
Adriana María ALZATE ECHEVERRY. Bogotá: Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario,
2015, pp. 12-13.

13
Según Anaclet PONS y Justo SERNA, la reducción de la escala de observación y la
penetración en los detalles de un caso particular para obtener un conocimiento profundo de
éste, sólo cobra sentido en tanto el caso goce de representatividad: “siempre que el caso
pueda generalizar o servir de ilustración de una tónica general, entonces su pertinencia
estaría fuera de toda duda”; advirtiendo que “el conocimiento local no es averiguarlo todo
de la aldea para no trascenderla, de modo que el resultado sólo interese a los lugareños; pero
tampoco es tomarla como emblema, metáfora o espejo de una totalidad, de manera que la
conclusión sólo confirme el proceso previamente conocido”.21 En la misma línea, Jim
SHARPE problematiza la mencionada adopción de dichas “técnicas” propias de la
Microhistoria, frente a las pretensiones de la Historia social clásica:

Los historiadores sociales conocerán, sin duda, el problema intelectual planteado por
tales técnicas: cómo situar un acontecimiento social en su circunstancia cultural plena
de modo que pueda describirse en un plano más bien analítico que meramente
descriptivo. Pero, como es obvio, este proceso puede invertirse y, una vez lograda
una comprensión de la sociedad de la que se trate, el acontecimiento social o
individual aislado [...] puede servir para proporcionar un sendero que lleve a una
comprensión más profunda de esa sociedad.22

Una concepción “amplia” o estructural de la historia, como era defendida por los
practicantes de la Historia social clásica, podía llegar a ser, no obstante, difícilmente
conciliable con enfoques que hicieran énfasis en las experiencias de individuos particulares
comunes y corrientes. SHARPE advierte que “el tratamiento microhistórico propiciado por
los modelos antropológicos puede oscurecer fácilmente el problema más general de la
situación del poder en la sociedad en conjunto y la naturaleza de su actuación”.23 Además,
el término mismo “desde abajo” implica el reconocimiento de una subordinación jerárquica
de clase, la que “al tener en cuenta aspectos explícitamente políticos de su experiencia pasada
[hace que] la historia de “la gente corriente” no pueda divorciarse de la consideración más

21
Anaclet PONS y Justo SERNA, “Nota sobre la Microhistoria. ¿No habrá llegado el momento de
parar?”. Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea 3 (2004), p. 13.
22
Jim SHARPE, “Historia desde abajo” en Formas de hacer Historia, ed. Peter BURKE. Madrid:
Alianza, 1996, p. 54.
23
Jim SHARPE, “Historia desde abajo”, p. 50.

14
amplia de la estructura y el poder social”.24 Sin embargo, ambos enfoques metodológicos, el
macro-social y el micro-cultural, pueden imbricarse enriqueciendo el análisis de
determinados procesos y fenómenos históricos, dando la debida importancia a las
singularidades de los actores y permitiendo observar los matices propios de los factores
condicionantes, posibilitantes y limitantes de la acción social.25

Las consideraciones precedentes vienen a sustentar la idea de que para desarrollar


una investigación enmarcada en la Historia sociocultural del delito, debe comprenderse tal
fenómeno no sólo como una acción ilícita transgresora de la ley formal, sino también como
una amalgama de complejos mecanismos sociales e institucionales: “Los actores sociales,
especialmente las llamadas clases criminales o peligrosas (proscritos, marginados,
desviados), el aparato de justicia, las instituciones totales, de poder o de control social, el
pensamiento criminológico, la moral pública y social y también el fenómeno de la violencia
vinculado de manera estrecha al delito mismo”.26 Estas palabras de Jorge Alberto TRUJILLO
BRETÓN expresan claramente la apertura temática de las últimas décadas, así como de la
irremediable necesidad de mirar al Derecho (los “derechos” en sentido plural) y a la justicia
desde una óptica diferente a la del estricto estudio de la ley y de la doctrina jurídica,27
variables necesarias pero no suficientes para la cabal comprensión de lo social.

24
Jim SHARPE, “Historia desde abajo”, p. 51.
25
Intensos debates sobre las interacciones entre la Historia social clásica y la Historia cultural,
asimilada esta última a ciertas modalidades del posmodernismo ligadas al giro lingüístico, están presentes en
Patrick JOYCE, “¿El final de la Historia social?”. Historia Social 50 (2004), pp. 25-46; William SEWELL, “Por
una reformulación de lo social”. Ayer 62 (2006), pp. 51-72; Christopher SCHMIDT-NOWARA, “Las plantillas
rotas de la Historia: ¿qué viene después del giro lingüístico?”. Historia Social 63 (2009), pp. 169-173; Geoff
ELEY, “El mundo profano e imperfecto de la Historiografía”, en “Dossier. De la Historia cultural a la Historia
social”. Historia Social 69 (2011), pp. 129-142; William SEWELL, “Líneas torcidas”, en “Dossier. De la
Historia cultural a la Historia social”. Historia Social 69 (2011), pp. 93-106; Gabrielle SPIEGEL, “Comentario
sobre Una línea torcida”, en “Dossier. De la Historia cultural a la Historia social”. Historia Social 69 (2011),
pp. 107-118; Manu GOSWAMI, “Recordando el futuro”, en “Dossier. De la Historia cultural a la Historia social”.
Historia Social 69 (2011), pp. 119-127.
26
Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN, “Por una historia socio-cultural del delito”. Takwá. Revista de
Historia 11-12 (2007), pp. 14-15.
27
Elisa SPECKMAN GUERRA, “Horrorosísimos crímenes y ejemplares castigos: contexto
historiográfico, temas enfoques y aportaciones” en Horrorosísimos crímenes y ejemplares castigos. Una
Historia sociocultural del crimen, la justicia y el castigo (México, siglos XIX y XX), coord. Elisa SPECKMAN
GUERRA. San Luis Potosí: El Colegio de San Luis, 2018, p. 10.

15
Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN propone la Historia socio-cultural del delito, una
concepción amplia que aborda “todo lo que puede estar presente dentro de lo que se
origina en los conflictos privados o colectivos y en los que el Estado y sus
instituciones quedan como mediadores de la ley y el castigo”. Es decir, no hacer
solamente la reconstrucción del delito en términos jurídicos (como se hizo ya desde
una Historia tradicional del Derecho) sino tomar en cuenta que alrededor de estas
prácticas hay hombres [y mujeres], contextos, pulsiones, imaginarios, privilegios,
que inciden y abonan hacia explicaciones más complejas.28

Los ladrones capitalinos de comienzos del siglo XIX eran actores que puestos ante
la lupa de la administración de justicia, solían ser retratados como poseedores de una
naturaleza viciosa, propia de individuos cuyos destinos sólo podían ser la corrección y
regeneración por medio del trabajo, o la muerte. Es por ello que cerrar el círculo de las
trayectorias vitales de los ladrones ocasionales y profesionales, implica la valoración de los
significados que para la administración de justicia tenían las penas basadas en el trabajo útil
y productivo.

La fuente privilegiada que posibilitará transitar dichas trayectorias son los


expedientes criminales, que como se verá, posibilitan hacer estimaciones de índole tanto
cualitativa (analítica-descriptiva) como cuantitativa. En alusión al enfoque cuantitativista, E.
P. THOMPSON lanzó en su momento una advertencia metodológica, cuando afirmó que “las
cifras son estimaciones impresionistas” y que tan sólo revelan al investigador “la mentalidad
de las clases propietarias”,29 ayudando a construir, además, la imagen del pobre, ocioso,
vago y malentretenido propenso al delito. Ello podría explicarse en el hecho de que las clases
privilegiadas daban por sentado que todos aquellos individuos carentes tanto de trabajo como
de propiedades habrían de recurrir a medios ilegales para sostenerse; es decir, bien fuese por
elección o por extrema necesidad, el pobre estaba abocado fatalmente a una vida delictiva.
Varios años más tarde, THOMPSON refinó esta idea acerca de lo cuantitativo:

28
Sebastián Porfirio HERRERA GUEVARA, Ladrones infames y su accionar delictivo. El robo en
caminos, domicilios y poblaciones en Jalisco (1846-1861). Tesis de Doctorado en Historia, dir. Luis Alberto
ARRIOJA DÍAZ-VIRUELL. Zamora: El Colegio de Michoacán, 2017, pp. 15-16.
29
Edward Palmer THOMPSON, La formación de la clase obrera en Inglaterra. Madrid: Capitán Swing,
2012, p.78.

16
En la Inglaterra del siglo XVIII, la ley proporciona el teatro de control más
formidable; y Tyburn y otros lugares de ejecución, las ocasiones más dramáticas. Se
puede señalar aquí un contraste entre los métodos cuantitativos y cualitativos en el
análisis del delito, o “violencia”, y su represión. Aquellos historiadores que se han
adentrado en este campo empleando las técnicas cuantitativas estadísticas apropiadas
para la Historia económica, han concentrado sus esfuerzos en contar delitos,
infractores, etc. Se han hecho incluso extensos trabajos dedicados a contar las
cantidades, un tanto dudosas, de “violencia” o “disturbios”. Aquí se plantean
problemas muy graves; por ejemplo, a medida que cambian las categorías legales del
“delito” o a medida que la eficiencia de la policía mejora. Los mejores investigadores
son conscientes, obviamente, de estos problemas y desarrollan técnicas para tener en
cuenta estas variables [...] la importancia simbólica de la violencia -ya sea la
violencia del estado y de la ley o la violencia de la protesta- puede no tener una
correlación directa con las cantidades.30

El afamado historiador y activista británico, apoyó varias de sus elucubraciones en


las cifras que tenía a su disposición: en Los orígenes de la Ley Negra, calculó el lumpen de
Londres (prostitutas, taberneros, ladrones, receptores de propiedad privada, falsificadores de
moneda, jugadores, camorristas, etc.) a finales del siglo XVIII; los delitos formales de los
negros del bosque de Windsor, o las ocupaciones de los negros del bosque de Hampshire
alrededor de 1723, año en que fue aprobado por el Parlamento inglés la llamada Ley Negra
(Black Act), y podría citar otros ejemplos que redundarían en lo ya señalado. Pretendo
apoyarme en las posturas de E. P. THOMPSON para el presente ejercicio, apropiándome de
las precauciones metodológicas que en su momento realizó, previas al análisis de las cifras
y datos en bruto.

Cifras y porcentajes han sido socorridos por los investigadores en Historia social a
causa de que los números son herramientas de análisis, pues a partir de ellos puede surgir
una idea aproximada de la magnitud y de la recurrencia de los delitos contra la propiedad, si
bien es cierto que en las sociedades preindustriales “la inexistencia de estadísticas judiciales
originales del periodo inhiben hacer hipótesis sobre esta información. Por otra parte no

30
Edward Palmer THOMPSON, “Historia y Antropología” en Agenda para una Historia radical.
Barcelona: Crítica, 2000, p. 27.

17
parece que debamos confiar mucho en las estadísticas que genera una sociedad pre-
estadística”.31

Ejemplo de una confianza excesiva en las cifras es la de José SÁNCHEZ-ARCILLA


BERNAL, quien se ha detenido pormenorizadamente en el estudio del robo, siendo sólo una
piedra más de sus amplias investigaciones. El autor se sitúa desde la moderna Historia del
Derecho al estilo de la practicada por sus connacionales Pedro ORTEGO GIL y José María
PUYOL MONTERO, donde el componente social queda un poco sepultado bajo la avalancha
de cifras y porcentajes que su rigor suele traer a colación: “con bases a estas cifras, la
consecuencia inmediata es que el robo / hurto no era, precisamente, el delito que más
problemas ocasionaba a las autoridades dentro del casco urbano de la Ciudad de México”.32
No obstante, y siguiendo un poco esta senda, habremos de pecar de optimismo en lo que
atañe a los alcances de una historia con elementos cuantitativos:

Que el conocimiento histórico implique la construcción de series documentales, es


obvio. Menos obvio es el tipo de actitud que el historiador debe adoptar ante las
anomalías surgidas en la documentación. FURET proponía omitirlas, observando que
el “hápax” (lo que es documentalmente único)33 no es utilizable desde una
perspectiva serial. Pero el “hápax”, con rigor, no existe. Cada documento, incluso el
más anómalo, puede insertarse en una serie; es más, puede servir, si se analiza
adecuadamente, para sacar a la luz una serie documental más amplia.34

El Capítulo I, “Vino nuevo en odres viejos. Continuidad jurídica y legal en Nueva


España – México” tiene como objetivo mostrar que los cambios legales y jurídicos acaecidos
en las primeras décadas del siglo XIX fueron bastante más pausados que los cambios
políticos. Se defiende la idea de una continuidad jurídica y legal en el tránsito entre
Virreinato y República, pues los proyectos de reforma surgidos tras la independencia, al
menos en los delitos contra la propiedad, tuvieron muy poca concreción en la realidad
judicial, pese a las innovaciones de carácter institucional que los gobernantes republicanos

31
Darío Gabriel BARRIERA, “La Historia de la justicia”, p. 24.
32
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 48.
33
“En lexicografía o en crítica textual, una voz registrada una sola vez en una lengua, en un autor o
en un texto”. https://dle.rae.es/hápax
34
Carlo GINZBURG, “Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella”. Manuscrits 12 (1994), p. 27.

18
se esforzaron por implantar, por lo que cabe hablar de una situación de “innovación limitada”
en cuanto a la praxis judicial en general y penal en particular.

El Capítulo II, “Hombres de mala vida y peores costumbres. Los ladrones de Ciudad
de México en una época de crisis”, propone un acercamiento a ras de suelo al fenómeno de
los delitos contra la propiedad en el ámbito capitalino, tomando como ejemplo señero el de
los ladrones ganzueros. Esta elección heurística tiene como objetivo caracterizar con mayor
fidelidad a los ladrones a partir de un grupo particular, pues su estudio pormenorizado
permite conocer quiénes eran estos individuos, qué robaban, por qué lo hacían, qué
beneficios materiales obtenían con ello. Implica acercarnos a la cotidianidad de personas
habituadas a vivir en las delgadas márgenes de lo legal y lo subrepticio, en una constante
búsqueda de beneficios materiales que otras labores no les procuraban. Todo ello los torna
en tipos ideales del ladrón urbano y en un grupo alternativo a los trabajados por la
historiografía social más tradicional.

El Capítulo III, “Y que debiendo al mismo tiempo sacarse de tales individuos la


posible utilidad. El trabajo penado como castigo para los ladrones capitalinos”, tiene como
objetivo poner en perspectiva una praxis judicial que daba prelación a castigos de índole
utilitaria sobre estos condenados, enfocándose en las penas más socorridas, como lo eran las
variantes del presidio y los servicios en las obras públicas. Dichas políticas punitivas
virreinales no sólo fueron prolongadas, sino también incrementadas en el periodo
republicano; es decir, este ideal de corte ilustrado fue continuado y reforzado por unas
autoridades acicateadas por la prolongación de la crisis económica, social y política,
consolidando el régimen punitivo economicista con raíces en los siglos precedentes.

ESTADO DE LA CUESTIÓN: EL CAMINO HACIA LA SUPERACIÓN DE LA


HISTORIA DEL DERECHO

La última década del siglo XX constituyó, según numerosos estudiosos y especialistas, el


periodo donde se consolidó la investigación histórica sobre el crimen, la justicia y el castigo.
La producción intelectual relativa a dichas temáticas en el medio académico mexicano, ha

19
tenido importantes desarrollos teóricos y empíricos, en abierto contraste de países como
Colombia, la más conocida por el autor de estas líneas, que se halla en un estadio más
incipiente. La producción de tesis a nivel de Licenciatura, Maestría y Doctorado de
universidades y centros de investigación, muestra que los investigadores han aprovechado
los acervos judiciales de los archivos nacionales, bien sea para realizar estudios enfocados
prioritariamente en fenómeno del delito o la criminalidad o bien, investigaciones de índole
más preocupadas por la administración de justicia a nivel institucional.

La ingente cantidad de asuntos tratados por la moderna historiografía del delito, de


la justicia y del castigo, tienen la común pretensión de “mostrar los nexos que existen entre
lo cultural (ideas o visiones) y lo social (instituciones, crímenes o prácticas
institucionales)”.35 De acuerdo con los énfasis temáticos de cada una de las líneas de
investigación, las nuevas perspectivas de análisis han recibido apelativos muy diversos,
fluctuando entre lo que en su momento se denominó llanamente como Historia del
Derecho,36 hasta orientaciones que han sido paulatinamente enriquecidas con el estudio de
otras variables. Tales tendencias historiográficas han recibido los nombres de Historia

35
Elisa SPECKMAN GUERRA, “Horrorosísimos crímenes”, p. 10.
36
“La Historia del Derecho es, según BLOCH, la explicación de lo que han hecho los juristas; pero este
quehacer, cuyo objeto es el orden de una sociedad sancionado por la autoridad capaz de imponerlo con un
sistema de coacciones y un cuerpo especializado en su aplicación, revela características y situaciones de la
sociedad. Al jurista, sea en el momento de creación de las normas o en el de su aplicación (momentos que no
siempre se deslindan claramente), o en el de la reflexión teórica, se le impone la consideración de muchos que
no son juristas y, es más, muchas veces es la oposición al jurista lo que a la postre se revela como determinante
de modalidades que los especialistas tienen que aceptar. En esos momentos de oposición y adaptación se
definen puntos cardinales de la vida social y el Derecho se convierte en un valioso indicador de las
continuidades y cambios sociales”. Andrés LIRA, “El Derecho y la Historia social”. Relaciones XV-57 (1994),
p. 42.

20
externa del Derecho,37 Historia crítica del Derecho,38 Nueva Historia del Derecho,39 Historia
social del Derecho,40 Historia social y cultural del Derecho,41 Historia jurídica crítica,42
Historia social de la justicia,43 Historia de la cultura jurídica,44 Historia del delito y del

37
María del Refugio GONZÁLEZ, “Estudio introductorio” en Historia del Derecho (Historia y
Metodología), comp. María del Refugio GONZÁLEZ. México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis
Mora – Universidad Autónoma Metropolitana, 1992, p. 16.
38
Rafael DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO, “Estudio introductorio” en El gobierno de la justicia. Conflictos
jurisdiccionales en Nueva España (s. XVI-XIX), coords. Rafael DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO y Víctor GAYOL.
Zamora: El Colegio de Michoacán - Archivo Histórico del Municipio de Colima, 2012, p. 16; Alejandro
AGÜERO, “Historia política e Historia crítica del Derecho: convergencias y divergencias”. PolHis 10 (2012),
p. 84; Carlos GARRIGA ACOSTA, “¿La cuestión es saber quién manda? Historia política, Historia del Derecho
y punto de vista”. PolHis 10 (2012), p. 92; Romina Noemí ZAMORA REIMUNDI, Casa poblada y buen gobierno.
La ciudad de San Miguel de Tucumán en el largo siglo XVIII. Tesis de Doctorado en Historia, dir. Juan
MARCHENA FERNÁNDEZ. Sevilla: Universidad Pablo de Olavide, 2014, pp. 13-14; Carlos GARRIGA ACOSTA,
“Mientras tanto. El Manual de Tomás y Valiente: una obra de y para la transición” en Francisco Tomás y
Valiente. Memoria y legado de un maestro, ed. María Paz ALONSO ROMERO. Salamanca: Universidad de
Salamanca, 2016, pp. 50 y 70; Sergio Alejandro TORO CIFUENTES, Purgando a la república de hombres: la
administración de justicia criminal de Popayán en un periodo de transición (1770-1810). Tesis de Licenciatura
en Historia, dir. Adriana SANTOS DELGADO. Cali: Universidad del Valle, 2019, p. 8.
39
Osvaldo BARRENECHE, “Las instituciones de seguridad y del castigo en Argentina y América Latina.
Recorrido historiográfico, desafíos y propuestas de diálogo con la Historia del Derecho”. Revista de Historia
de las Prisiones 1 (2015), p. 9.
40
María del Refugio GONZÁLEZ, “Estudio introductorio”, pp. 17-19; Jaime HERNÁNDEZ DÍAZ,
“Prólogo” en Delitos, pecados y castigos. Justicia penal y orden social en Michoacán (1750-1810), Isabel
MARÍN TELLO. Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2008, p. 13; Gilberto Enrique
PARADA GARCÍA, Ley formal y ley material. La ley penal y su codificación en la construcción del Estado
colombiano (1819-1837). Ibagué: Universidad del Tolima, 2014, pp. 33-43.
41
Carlos AGUIRRE y Ricardo SALVATORE. “Escribir la Historia del Derecho, el delito y el castigo en
América Latina”. Historia y Justicia 8 (2017), p. 225.
42
Carlos GARRIGA ACOSTA, “Orden jurídico y poder político en el Antiguo Régimen”. Istor 16 (2004),
p. 11; Carlos GARRIGA ACOSTA, “¿La cuestión es saber quién manda?”, pp. 93 y 98.
43
Darío Gabriel BARRIERA, “La Historia de la justicia”, p. 30; Osvaldo BARRENECHE, “Las
instituciones de seguridad”, pp. 9-10; Mercedes Verónica VALLEJO FLORES, Justice municipale et justiciables
à Guadalajara (1821-1846). Fonctionnement et portée d’une institution de proximité dans une période de
transition. Tesis de Doctorado en Historia, dir. Dominique KALIFA. París: Université Paris I Panthéon-
Sorbonne, 2017, p. 26; José CAÑO ORTIGOSA y Jaqueline VASSALLO, “Las fuentes judiciales en el
americanismo: instituciones, archivos, sujetos y desafíos metodológicos”. Temas Americanistas 42 (2019), p.
3.
44
Margarita TORREMOCHA HERNÁNDEZ, “Presentación”, p. 9.

21
crimen (o Historia social de la delincuencia y de la criminalidad),45 Historia sociocultural
del delito, la justicia y el castigo,46 que constituyen las denominaciones más comunes.

La preocupación transversal a todos estos abordajes es la pretensión de superar las


condicionantes epistemológicas de la clásica Historia interna del Derecho, la cual buscaba
“explicar normas, conceptos, postulados o principios jurídicos atendiendo a su evolución sin
ubicar el fenómeno estudiado en un contexto histórico que tome en cuenta los factores
políticos, económicos o sociales que condicionaron su desarrollo”.47 Estudiosos como
Magdalena CANDIOTI explican tal encrucijada epistemológica de la siguiente manera:

Si la Historia política no estudiaba la justicia y la ley, ¿quiénes abordaron la cuestión


de su transformación en las sociedades tradicionales y las revoluciones de
independencia? Los pioneros en el campo fueron los historiadores del Derecho –más
bien juristas interesados en la historia (formados en Facultades de Derecho) que
historiadores preocupados por el Derecho. Su mirada estuvo típicamente centrada en
los ordenamientos jurídicos formales así como en los cambios institucionales de la
organización de la justicia. Estos estudios, fuertemente eruditos, produjeron un
valioso conjunto de documentos y monografías, principalmente descriptivas y
concentradas en la justicia y el Derecho “indianos” y “patrios”. El eje de sus análisis
estaba puesto en la descripción de la obra y las ideas de los “grandes hombres”
públicos, grandes juristas y estadistas que, de acuerdo a esta perspectiva, habrían
cumplido un rol determinante en la definición de los perfiles jurídicos del país. Otra
característica de esta historiografía es su énfasis en el comentario de textos
normativos, obras doctrinarias y, en menor medida, periódicos impresos. Este tipo
de fuentes fue a su vez recopilado y organizado por estos autores. Los expedientes
judiciales como fuente historiográfica, a excepción de la exhumación selectiva de

45
Pablo PÉREZ GARCÍA, “Una reflexión en torno a la Historia de la criminalidad”. Revista d’Historia
Medieval 1 (1990), p. 12; Javier MACGREGOR CAMPUZANO, “Historiografía sobre criminalidad y sistema
penitenciario”. Secuencia 22 (1992), p. 227; Margarita TORREMOCHA HERNÁNDEZ, “Presentación. Presencias
de mujer en los procesos judiciales” en La mujer en la balanza de la justicia (Castilla y Portugal, siglos XVII
y XVIII), eds. Margarita TORREMOCHA HERNÁNDEZ y Alberto CORADA ALONSO. Valladolid: Castilla
Ediciones, 2017, p. 9.
46
Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN, “Por una Historia socio-cultural del delito”, pp. 14-15 y 23; Jorge
Alberto TRUJILLO BRETÓN y Daniel FESSLER, “Introducción tema central. Historia social del delito: la policía
y el castigo en América, siglos XVIII-XX”. Claves. Revista de Historia III-4 (2017), p. 1; Sebastián Porfirio
HERRERA GUEVARA, Ladrones infames, pp. 15 y 23; Elisa SPECKMAN GUERRA, “Horrorosísimos crímenes y
ejemplares castigos”, p. 9.
47
María del Refugio GONZÁLEZ, “Estudio introductorio”, p. 14.

22
algunas “causas célebres”, o causas en las que litigaron figuras importantes, no
constituyó un insumo central de esta historiografía.48

Como reacción a este enfoque primigenio, se acuñaron y desarrollaron conceptos


como el de Historia externa del Derecho, enfocada no sólo en los textos jurídicos, sino
también en “los sucesos políticos y sociales que explican los hechos jurídicos; los factores
metajurídicos en los que se desarrollan los fenómenos jurídicos; la literatura jurídica; la
historia de los cuerpos jurídicos; las instituciones [...] enmarcándolos en el contexto en que
surgieron y se desarrollaron”.49 La Historia externa del Derecho miraba entonces al mismo
“desde afuera” porque le interesaba el contexto económico, social, político y cultural, y en
cómo afecta la agencia de los individuos. Tal intentona, dados los objetos de estudio, los
temas y las perspectivas contemplados, sobrepasaba la denominación llana de “Historia del
Derecho”, aún si la entendemos en su sentido más amplio.

Tal concepción amplia del Derecho iba más allá del ámbito de interés de la Ciencia
jurídica, Dogmática jurídica o Historia dogmática del Derecho en la concepción de teóricos
como Hans KELSEN. Los cultores de tales disciplinas, según el jurista austriaco, debían
ocuparse en investigar las normas “que fueron válidas en un momento histórico dado”,50
puesto que “los hechos que rodean a la norma entran en el terreno de lo metajurídico y no

48
Magdalena CANDIOTI, Ley, justicia y revolución en Buenos Aires (1810-1830). Una Historia
política. Tesis de Doctorado en Historia, dir. Juan Manuel PALACIO; codir. Jorge Daniel GELMAN. Buenos
Aires: Universidad de Buenos Aires – Instituto de Historia argentina y americana Dr. Emilio Ravignani -
CONICET, 2010, pp. 10-11.
49
María del Refugio GONZÁLEZ, “Estudio introductorio”, p. 16.
50
Ricardo LEVENE, Historia del Derecho argentino. Buenos Aires: Kraft, 1945; José María OTS
CAPDEQUÍ, El Estado Español en las Indias. México: Fondo de Cultura Económica, 1946; José María OTS
CAPDEQUÍ, Instituciones de Gobierno del Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVIII. Bogotá: Universidad
Nacional de Colombia, 1952; Ricardo ZORRAQUÍN BECÚ, La organización política argentina en el periodo
hispánico. Buenos Aires: Perrot, 1959; Ricardo ZORRAQUÍN BECÚ, Historia del Derecho argentino. Buenos
Aires: Perrot, 1966; José María OTS CAPDEQUÍ, Historia del Derecho español en América y del Derecho
indiano. Madrid: Aguilar, 1968; José María OTS CAPDEQUÍ, España en América: las instituciones coloniales.
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1992; Víctor TAU ANZOÁTEGUI, Casuismo y sistema. Indagación
histórica sobre el espíritu del Derecho indiano. Buenos Aires: Instituto de Investigaciones de Historia del
Derecho, 1992; Víctor TAU ANZOÁTEGUI, La ley en América hispana: del descubrimiento a la emancipación.
Buenos Aires: Academia Nacional de la Historia, 1992; Abelardo LEVAGGI, Manual de Historia del Derecho
Argentino. Buenos Aires: Depalma, 1998; Abelardo LEVAGGI, El Derecho penal argentino en la historia.
Buenos Aires: Facultad de Derecho Universidad de Buenos Aires – EUDEBA, 2012.

23
son propiamente el objeto de conocimiento del Derecho”.51 Un caso similar es el de la
Historia de las instituciones, que en palabras de algunos estudiosos “no es Historia
propiamente dicha”, dada su exclusiva preocupación por “el estudio de la interacción entre
la normativa legal y la realidad histórica, dejando de lado la inserción social de los individuos
que encarnan a la institución”. Para María del Refugio GONZÁLEZ, “alrededor de este
enunciado se encuentra el trabajo de quienes proponen el estudio de la llamada Historia
social del Derecho”, o Historia de la sociedad, parafraseando a Eric HOBSBAWM.52

En Colombia, “país de abogados y tinterillos”, la Historia como auxiliar del Derecho


y de la práctica jurídica en su concepción kelseniana, se desarrolló en las últimas décadas
del siglo XIX. Como tendencia historiográfica, “sus partidarios han concluido que la Historia
del Derecho debe ser comprendida como una disciplina auxiliar del Derecho y que debe
reducirse, casi exclusivamente, al estudio histórico de la ley formal”.53 Reaccionando a tales
postulados, la Historia jurídica influenciada por los Estudios culturales, propuso concebir el
Derecho “como un complejo de creencias en las que se relacionan los individuos”, dándole
cabida de este modo a la agencia social de los individuos, los cuales daban sentido a lo
positivo en tanto defendían y mantenían ciertos significados de la propiedad y de la
jurisdicción en una determinada comunidad de creencias, caso del Estado de Derecho. En
esta corriente se suele incluir a Bartolomé CLAVERO, impulsor no solamente de una Historia
del Derecho como tal, sino también de una Historia del proceso de codificación jurídica,
proyecto que al concentrarse en torno a la producción de los códigos constitucionales,
termina despreciando como objeto de estudio a otras temáticas o las reduce a la mera Historia
constitucional.54

Según Gilberto Enrique PARADA GARCÍA, la Historia social del Derecho tiene su
origen en el trabajo de Francisco TOMÁS Y VALIENTE, autor que al beber de la fuente de la

51
María del Refugio GONZÁLEZ, “Estudio introductorio”, p. 12.
52
María del Refugio GONZÁLEZ, “Estudio introductorio”, pp. 17-18.
53
Gilberto Enrique PARADA GARCÍA, Ley formal y ley material, p. 34.
54
Gilberto Enrique PARADA GARCÍA, Ley formal y ley material, p. 38.

24
escuela de Annales55 se atrevió a ir más allá del estudio de la mera ley sustantiva,
acercándose al análisis de los expedientes judiciales como fuente privilegiada para dar
visibilidad y voz (con todos los sesgos que tal proceder implica) a los individuos ignorados
por la Historiografía jurídica positivista, caso de los criminales, los judíos, los indígenas, los
negros,56 perspectiva que en la historiografía colombiana ha tenido algunos desarrollos
destacables en los últimos treinta años57 y que resulta de suma importancia en la
investigación presente.

La reciente emergencia de una “corriente crítica” dentro de la Historia del Derecho,


de acuerdo a las palabras de Carlos GARRIGA ACOSTA, retomadas por Rafael DIEGO-
FERNÁNDEZ SOTELO, “ponía el acento sobre todo en el componente Historia, a diferencia de
la corriente tradicional que lo ponía en Derecho”. Como continuadores de la escuela de
Bartolomé CLAVERO, Paolo GROSSI, Antonio Manuel HESPANHA y Francisco TOMÁS Y

VALIENTE, ambos autores concuerdan en que entre las corrientes tradicional y crítica de la
Historia del Derecho “media un abismo” en términos teóricos y epistemológicos, lo que ha

55
Tendencia resistida entre algunos de los especialistas más ortodoxos: “Todo jurista debe saber
Historia y todo historiador debe saber Derecho [...] Olvidar esto ha llevado incluso a confusiones y omisiones
imperdonables, como son suprimir o no incluir en los planes de estudio de la carrera de Derecho a la Historia
jurídica, o ignorarla en los planes de formación de historiadores. A éstos les resulta provechosa y hasta
indispensable para entender tanto las instituciones del pasado como el modo en que las sociedades y los
hombres del pasado advirtieron, ordenaron y resolvieron sus conflictos. Como parte también de una Historia
cultural, la Historia del Derecho ha comenzado a ser revalorada después del embate de la Historia social y de
la Historia económica, particularmente de algunos de los miembros más destacados de la Escuela de los
Annales”. Jaime DEL ARENAL FENOCHIO, Historia Mínima del Derecho en Occidente. México: El Colegio de
México, 2016, p. 18.
56
Gilberto Enrique PARADA GARCÍA, Ley formal y ley material, pp. 41-43.
57
Germán COLMENARES, “El manejo ideológico de la ley en un periodo de transición”. Historia
Crítica 4 (1990), pp. 8-31; Germán COLMENARES “La ley y el orden social: fundamento profano y fundamento
divino”. Boletín Cultural y Bibliográfico XXVII-22 (1990), pp. 3-19; Pablo RODRÍGUEZ, Seducción,
amancebamiento y abandono en la Colonia. Bogotá: Fundación Simón y Lola Guberek, 1991; Guillermo SOSA
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juzgados: reclamos familiares en los juzgados superiores en el tránsito de la Colonia a la República (1800-
1850). Bogotá: Universidad de Los Andes - CESO, 2006; Hermes TOVAR PINZÓN, La batalla de los sentidos.
Infidelidad, adulterio y concubinato a fines de la Colonia. Bogotá: Universidad de Los Andes, 2012; Max
Sebastián HERING TORRES, 1892: un año insignificante. Orden policial y desorden social en la Bogotá de fin
de siglo. Bogotá: Crítica – Universidad Nacional de Colombia, 2018.

25
propiciado como es obvio, su rápida acogida en la academia: “en México, poco a poco esta
nueva corriente historiográfica empezó a ser bien recibida en las instituciones donde existía
el área de Historia del Derecho o de las instituciones”.58

Para Alejandro AGÜERO, tal perspectiva crítica ha permitido que la Historia del
Derecho, a partir de su íntima relación con la Nueva Historia política, tal como ya se vio en
el caso de Magdalena CANDIOTI, haya rechazado una perspectiva teleológica afincada en una
concepción estatalista del Derecho.

[La Historia del Derecho] ha dejado de concebirse como una historia erudita de leyes,
para ser pensada como la historia de una experiencia cultural, de un pensiero
giuridico, o, en el mismo sentido, de representaciones doctrinarias de carácter
preceptivo; de un discurso constitutivo de realidades simbólicas, representativo de
imaginarios sociales y determinante de una peculiar disciplina institucional. Esto
implicó una significativa transformación de la imagen que la historiografía
precedente había compuesto del orden político de la edad moderna.59

Tal paradigma estatalista de la Historia del Derecho, dado su poco interés por la
problematización de conceptos, ha propiciado la constante utilización de anacronismos que
marran el estudio de un periodo transicional entre el Estado jurisdiccional y el Estado de
Derecho, aplicando las categorías propias del liberalismo a los órdenes judicial y legal
propios de la época monárquica, lo que puede culminar en grandes desaciertos
interpretativos. En términos historiográficos, los anacronismos surgen cuando se aborda “la
historia de cualquier periodo, con los valores y fundamentos de la historia presente”; es decir,
“cuando el historiador no logra superar sus puntos de vista para responder sus interrogantes
al pasado”.60

Ejemplo de anacronismo es el empleo indiscriminado del vocablo “legislación”, ya


muy naturalizado, para designar el complejo entramado de las leyes virreinales, y que en los

58
Rafael DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO, “Estudio introductorio”, p. 16.
59
Alejandro AGÜERO, “Historia política e Historia crítica del Derecho”, p. 84.
60
Beatriz ROJAS, “La transición del Antiguo Régimen colonial al nuevo régimen republicano en la
Historiografía Mexicana (1750-1850)” en Procesos constitucionales mexicanos: la Constitución de 1824 y la
antigua constitución, coord. Beatriz ROJAS. México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora –
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2017, p. 423.

26
últimos años ha sido objeto de cuestionamiento por parte de algunos especialistas en la
materia, pues el término “legislación” apenas estaba comenzando a ser invocado a finales
del siglo XVIII, y no aparece en los diccionarios castellanos sino desde albores del siglo
XIX.61 Otro anacronismo bastante común consiste en denominar como funcionarios a los
oficiales de justicia: “puede y debe hablarse de oficial, que era la manera de designar a todo
aquel que desempeñaba una función a nombre del rey, lo cual no se reduce a una nominación,
sino a una concepción particular de los encargados del gobierno”.62 En aras de mayor
claridad conceptual:

El término en el sentido de funcionario público no apareció registrado por la Real


Academia Española hasta 1869. El punto no es sólo una aparición tardía de la palabra,
sino el universo político que le otorgaba sentido y en el cual funcionaba, es decir, el
del Estado liberal propio de la época contemporánea. Previamente a las revoluciones
liberales de finales del XVIII e inicios de la siguiente centuria, era otra terminología
y universo político los usados. Al igual que el término legislación, el de funcionario
sólo tendría significación en una contingencia histórica. En lugar de utilizar
funcionario para los encargados del gobierno se hablaba desde las Partidas de
oficiales o de oficios”.63

La tensión entre la tradicional Historia del Derecho (secularmente entendida como la


Historia interna del mismo, normativista y estatalista) y la Historia social de la justicia, es
explicada por Osvaldo BARRENECHE de la siguiente manera:

De la mano del estudio sistemático de estos expedientes judiciales nació la entonces


denominada Historia social de la justicia. Se presentaba en contraposición a la
Historia del Derecho. Esta última, dominante hasta entonces, territorio de los
abogados, se había apoyado en las leyes, los decretos, las normas, para elaborar sus
conclusiones. La primera, significaba la entrada de los historiadores sociales en dicho
terreno y sus fuentes se exhibían como la punta de lanza que pretendía herir de muerte
a muchas de las afirmaciones hechas hasta entonces en ese campo. Se afirmaba que
la “realidad” social que los expedientes reflejaban venía a demostrar que una cosa

61
Alejandro AGÜERO, “Historia del Derecho y categorías jurídicas. Un ejercicio de crítica
conceptual”. Revista Jurídica Universidad Autónoma de Madrid 16 (2007), pp. 137-141.
62
Julián Andrei VELASCO PEDRAZA, Justicia para los vasallos de Su Majestad. Administración de
justicia en la Villa de San Gil, Siglo XVIII. Bogotá: Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario,
2015, pp. 29-30.
63
Julián Andrei VELASCO PEDRAZA, “Retornar al Derecho. Notas para una historia cultural de lo
jurídico”. Prohistoria 26 (2016), pp. 12-13.

27
era lo que se escribía en una ley y otra, tal vez muy distinta, era cómo esa ley se había
aplicado, si es que se había aplicado alguna vez.64

Producto de estos diálogos y debates interdisciplinarios, se han ampliado los


horizontes de la Historia social, cultural, intelectual y política, estableciendo una relación
basada ya no el antagonismo, sino en la complementariedad frente a la Historia tradicional
del Derecho, al ser ponderados con ecuanimidad sus desarrollos y aportes:

La Historia social de la justicia y la Historia del Derecho fueron reconociendo sus


logros y sus campos específicos de estudio, vistos como complementarios más que
contrapuestos. Este es el panorama que se ve actualmente, abonado por la emergencia
de la llamada Nueva Historia del Derecho o Historia Crítica del Derecho, cuya
producción reconoce y cita (y debate con) todo lo realizado por los historiadores
acerca del estudio de la ley y las instituciones judiciales.65

El desarrollo de nuevos enfoques y perspectivas lleva implícita la superación de la


corriente tradicional de la Historia del Derecho, cuya principal debilidad, como ya se ha
remarcado, era la poca o nula atención a la recepción de la norma por parte de los actores
sociales,66 variable que nunca constituyó el objeto de estudio de sus practicantes:

Estaba claro que una Historia socio-cultural de la interacción disciplinaria y


pedagógica entre élites y subalternos con respecto a la ley nos llevaría a un territorio
diferente del que había explorado la tradicional “Historia del Derecho”. Porque los
nuevos interrogantes ponían en relieve la importancia de la “hegemonía de la ley” en
la conformación del orden social, una temática no visitada por los historiadores del
Derecho. Sabíamos que para avanzar en esta dirección había que ir más allá del
estudio de la letra de la ley y de la doctrina jurídica. Era necesario estudiar la ley-en-
la-práctica, como predicaba la escuela de historia legal norteamericana y también,
había que mirar los procesos de subjetivación y subalternización implícitos en las
instituciones legales y sus prácticas. ¿Qué procesos socioculturales y políticos habían
forjado las categorías en las cuales se encasillaron las anomalías e ilegalidades
subalternas? (el roto, el agitador ácrata, el menor abandonado, la prostituta, el negro-
brujo, el bandido, el ratero, etc.). Sólo así podía desentrañarse el rol que en la práctica
social y en la configuración de identidades políticas y sociales jugaron la ley, las
instituciones judiciales, y las teorías legales. Y en relación a estos “marcos”

64
Osvaldo BARRENECHE, “Las instituciones de seguridad”, p. 9.
65
Osvaldo BARRENECHE, “Las instituciones de seguridad”, p. 9.
66
Carlos AGUIRRE y Ricardo SALVATORE, “Escribir la Historia del Derecho”, p. 226.

28
podríamos comenzar a examinar las posibilidades de acción y de conciencia de los
diferentes grupos subalternos.67

Es un consenso entre los especialistas en el tema, que se han logrado significativos


avances y se han abierto nuevas perspectivas historiográficas durante los últimos 25 años,
marcados por “la aparición de trabajos clásicos” (una de cuyas temáticas más conspicuas es
la prisión y el sistema carcelario, sobre todo entre los estudiosos del Cono Sur), los cuáles
produjeron “un fuerte impacto en América Latina” sirviendo como una suerte de “revulsivo
para el desarrollo de las investigaciones con acento en el surgimiento de lo que se ha
nombrado como Historia social del delito, también conocida como Historia de la justicia,
Historia del crimen, y recientemente, ya con otros elementos teóricos, Historia sociocultural
del delito”.68 Darío Gabriel BARRIERA, por ejemplo, declara que el adjetivo intermedio de
social para la Historia de la justicia sólo resulta posible cuando esta vertiente “se consagra
al estudio de las relaciones sociales que atraviesan el quehacer de sus agentes y del grado de
importancia que estas relaciones pudieran llegar a tener en el funcionamiento de la
dimensión judicial”.69

La obra de William TAYLOR es pionera en este tipo de estudios, pese a las críticas
ulteriores que con un dejo de ironía denominaron a su modelo explicativo como “tayloriano”,
a causa del apego del autor estadounidense por los modelos de orden cuantitativo.70 La
publicación original de Drinking, homicide, and rebellion in colonial mexican villages, que
data de 1977, marcó un hito en la temprana historiografía mexicanista al relacionar el
fenómeno de la criminalidad con la acción social y política. No obstante, TAYLOR sostenía
una valoración con cierto sesgo positivista en torno a la Historia, asignándole un valor casi
místico a los expedientes criminales en sí mismos, situación parcialmente atribuible a la

67
Ricardo SALVATORE, “Introducción. De vicios, delitos y penas: nuevos rumbos de la historia de la
justicia criminal en América Latina” en En la encrucijada. Historia, marginalidad y delito en América Latina
y los Estados Unidos de Norteamérica (siglos XIX y XX), coord. Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN. Guadalajara:
Universidad de Guadalajara, 2010, p. 18.
68
Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN y Daniel FESSLER, “Introducción”, p. 1.
69
Darío Gabriel BARRIERA, “La Historia de la justicia”, p. 30.
70
Iván ESPINOSA, El sueño del ahorcado: una experiencia subjetiva de la pena de muerte a finales de
la Colonia (Nóvita, siglo XVIII). Bogotá: Universidad de Los Andes – CESO, 2008, p. XIII.

29
influencia de Edward Palmer THOMPSON71 en una historiografía social de corte marxista
cuyo objeto de estudio eran las clases populares:

Sin tratar de establecer forzosamente ciertas conexiones entre las normas, la conducta
y las circunstancias en que vivían, me interesa lo que los campesinos de la Colonia
creían y decían respecto de ellos mismos, qué es lo que realmente hicieron y dijeron
en determinadas circunstancias, y cuáles eran sus relaciones con los poderosos
intrusos cuya presencia determinaba su posición como campesinos […] he
encontrado que los expedientes de los procesos criminales suministran pruebas
especialmente abundantes y bastante continuas del comportamiento de los
campesinos, y es posible oír la voz de los propios campesinos hablar del mundo en
que vivían. 72

Esta aseveración se encuentra ya matizada algunos años más tarde en uno de sus
papers, cuando sostiene que las actas judiciales no son una “panacea” para el historiador y
que sí constituyen, en cambio, un desafío interpretativo importante para quien se quiere
dedicar a escribir una Historia sociocultural del delito, la justicia y el castigo.73

Las actas de juicios no son una simple panacea para el historiador social y cultural.
Comportan serias dificultades y, a veces, problemas insuperables de interpretación.
Por ejemplo: ¿cómo afectó el juicio mismo las declaraciones de los que tomaron parte
en él? ¿Son las actas de juicio, que aún se conservan, una muestra representativa de
los crímenes en el campo? ¿Son también representativas del crimen que documentan?
Estas son preguntas cruciales y, tal vez, sólo los registros de homicidios, de tumultos,
de salteadores de caminos, y, quizás, de la bestialidad entre las actas de juicios sean
guías confiables para importantes preguntas sobre la historia del campesinado.74

Una obra que no ha sido debidamente justipreciada por las últimas generaciones de
historiadores del crimen y de la justicia, es el libro seminal de Teresa LOZANO ARMENDARES,
La criminalidad en la Ciudad de México (1800-1821), cuya primera edición data de 1987 y

71
Ricardo SALVATORE, “Introducción. De vicios, delitos y penas”, p. 13. Ejemplos de esta tendencia
son las obras Tradición, revuelta y consciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial.
Barcelona: Crítica, 1984; Costumbres en común. Barcelona: Crítica, 1995; Los orígenes de la Ley Negra. Un
episodio de la historia criminal inglesa. Buenos Aires: Siglo XXI, 2010.
72
William TAYLOR, Homicidio, embriaguez y rebelión en las poblaciones coloniales mexicanas.
México: Fondo de Cultura Económica, 1987, pp. 13 y 16.
73
Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN, “Por una historia socio-cultural del delito”, p. 24.
74
William TAYLOR, “Algunos temas de la Historia social de México en las actas de juicios
criminales”. Relaciones III-11 (1982), p. 91.

30
es referencia obligada para el estudio de la criminalidad en la Ciudad de México a fines de
la época virreinal.75 Pese a su estilo predominantemente descriptivo y no muy prolijo en
análisis detallados en torno a los móviles que inspiraban las conductas delictivas y la praxis
judicial de las autoridades, es necesario entender que el carácter tan general de esta obra
dificultaba análisis más concretos frente a temas de tal envergadura. En el fondo de su
investigación, está la preocupación de LOZANO ARMENDARES por estudiar a los grupos
urbanos populares, hasta entonces arrinconados por modelos historiográficos que ponían una
atención desmedida en las élites, postura epistemológica que a finales de la década de los
ochenta en el contexto latinoamericano, valga decirlo, era una novedad en sí misma.76

La sociedad colonial durante los primeros años del siglo XIX presenta muchas facetas
todavía inéditas que sería interesante investigar. Las fuentes de información para
conocer cómo vivían las clases populares representan un problema crítico. Muchos,
por no decir casi todos, de los testimonios que han llegado hasta nosotros fueron
hechos por la élite y para sus propios fines. Como individuos, los pobres de la capital
aparecen obviamente en censos de habitantes, listas de tributarios, libros de bautismo
y matrimonio, pero estos documentos muy útiles para fines estadísticos, no nos dicen
gran cosa de cómo vivían en realidad. Los expedientes recogidos en el ramo Criminal
del Archivo General de la Nación constituyen quizás, una de las fuentes de
información más ricas en datos directos acerca del comportamiento social de esta
gente, a través de sus propias declaraciones del ambiente en que vivían. Por ello es
que, para un primer acercamiento a estos grupos, hemos escogido el tema de la
criminalidad en la Ciudad de México, para el análisis de cómo y cuáles individuos
de una sociedad determinada rompen las normas establecidas por ella, así como la
forma en que esta sociedad, a su vez, castiga este comportamiento, nos ofrece una
posibilidad de conocerla.77

La autora se aboca a explorar las causas judiciales del Fondo Criminal del AGNM,
ayudando a entender con mayor claridad la conformación sociocultural de la Ciudad de
México a comienzos del siglo XIX, y a realizar un “primer acercamiento” al análisis de la
criminalidad de la capital novohispana en una época de profundas transformaciones

75
Teresa LOZANO ARMENDARES, La criminalidad en la Ciudad de México (1800-1821). México:
Universidad Nacional Autónoma de México, 2010.
76
Hugo José CASTRO VALDEBENITO, “Historiografía de la criminalidad en América Latina. Una
trayectoria de diálogos disciplinares y debates regionales”. Historia Caribe XIV-35 (2019), pp. 279-280.
77
Teresa LOZANO ARMENDARES, La criminalidad en la Ciudad, p. 9.

31
políticas. LOZANO ARMENDARES encontró 170 causas por robo en el Fondo Criminal
correspondientes al ámbito de la Ciudad de México, si bien pasó por alto varios volúmenes
de expedientes criminales, haciendo que su muestra sea incompleta si nos atenemos a lo que
dicho fondo resguarda.

En términos metodológicos, sin embargo, el trabajo de LOZANO ARMENDARES ha


sido objeto de algunas críticas bastante punzantes. A causa de su exclusiva fijación en el
ramo Criminal, su trabajo fue cuestionado fuertemente por José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL,
quien la acusa de menospreciar la magnitud de la criminalidad femenina. El historiador
español estudió los ocho volúmenes llamados Libros de reos del AGNM, que abarcan el
lapso temporal entre 1794 y 1798, encontrando 7033 asientos de reos.78 Tal hallazgo
demuestra, según él, la necesidad de ir más allá de la cuantificación de un fondo en particular,
pero esta crítica resulta muy relativa en la medida de que para los años en que inicia el
estudio de la autora, en el AGNM no se dispone de ese tipo documental.79

[LOZANO ARMENDARES] se centró en la documentación conservada en el ramo


Criminal del Archivo General de la Nación de sólo algunos de los tribunales (Sala
del Crimen, Acordada y Real Casa de la Moneda). Un ejemplo puede ser más
expresivo: de las 474 personas procesadas entre 1800 y 1812, Teresa LOZANO
ARMENDARES contabilizó únicamente 55 mujeres (¡en doce años!), mientras que,
como acabamos de ver, sólo en tres de los Libros de reos conservados de 1798, hay
1169 asientos de mujeres apresadas por distintas acciones delictivas. Huelga todo
comentario.80

78
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 46; José SÁNCHEZ-
ARCILLA BERNAL, “Fondos del Archivo General de la Nación”, p. 163. En otro artículo, el autor asegura contar
con 7029 asientos. José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “La delincuencia femenina en la ciudad de México a
finales del siglo XVIII”. Cuadernos de Historia del Derecho 20 (2013), p. 106.
79
Michael SCARDAVILLE menciona tres libros de reos para los años de 1800 y 1807 compuestos de
947 entradas, y que por desgracia se han perdido. José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Fondos del Archivo
General de la Nación”, p. 163.
80
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “La delincuencia femenina en la Ciudad de México”, pp. 119-
120.

32
LA MODERNA HISTORIOGRAFÍA DEL DELITO, LA JUSTICIA Y EL CASTIGO
EN MÉXICO

Desde finales del siglo XX, temáticas como el delito, la justicia y el castigo empezaron a
cobrar relevancia dentro de los intereses investigativos de los historiadores:
“desprendiéndose de la Historia del Derecho más tradicional, fundamentalmente a partir de
los años noventa, comenzó a registrarse un notable aumento de los trabajos que pusieron
centro en las transformaciones en el delito, el delincuente y las agencias de control”.81 El
periodo que va desde las postrimerías del siglo XIX a inicios del siglo XX ha sido el
privilegiado por los historiadores de la cuestión criminal y de la justicia penal, no sólo en
México sino en América Latina, en vista de que dicha época significó la adopción por parte
de las élites gobernantes, de los modelos punitivos basados en la Criminología positivista,
la Antropología criminal y demás teorías y modelos europeos tendientes a la consolidación
de un régimen penitenciario moderno, así como a la normalización del control social sobre
los ciudadanos.82

La historiografía de la criminalidad mexicanista ha mostrado una marcada


preferencia por el Porfiriato, periodo que resulta ser el más ampliamente estudiado.
Partiendo de un cúmulo de posturas teóricas que fluctúan entre los dominios de diversas
Ciencias Sociales, la Historia intelectual del pensamiento político y el Derecho mismo, o
bien desde enfoques más apegados a la Historia social del crimen y de la justicia, contamos
con trabajos como los de Beatriz URÍAS HORCASITAS,83 Elisa SPECKMAN GUERRA84 y Pablo
PICCATO,85 quienes entablan un diálogo crítico en torno a “las interpretaciones jurídicas y
antropológicas de la criminalidad”, funcionales a sus respectivas propuestas, enfocadas en
la Historia social del Derecho, la Historia de las mentalidades, e incluso la Historia de la

81
Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN y Daniel FESSLER, “Introducción”, p. 1.
82
Hugo José CASTRO VALDEBENITO, “Historiografía de la criminalidad”, p. 289.
83
Beatriz URÍAS HORCASITAS, Indígena y criminal. Interpretaciones del Derecho y la Antropología
en México (1871-1921). México: Universidad Iberoamericana, 2000.
84
Elisa SPECKMAN GUERRA, Crimen y castigo. Legislación penal, interpretaciones de la criminalidad
y administración de justicia (Ciudad de México, 1872-1910). México: El Colegio de México - Universidad
Nacional Autónoma de México, 2007.
85
Pablo PICCATO, Ciudad de sospechosos: crimen en la Ciudad de México (1900-1931). México:
CIESAS – Publicaciones de La Casa Chata, 2010.

33
cultura escrita tomando como parangón “la moral social de las élites” porfirianas. Pese a que
el libro de URÍAS HORCASITAS fue publicado antes que las obras más conocidas de los otros
dos historiadores mencionados, dicha autora ya tenía conocimiento de sus investigaciones
previas. Es por ello que cita la tesis doctoral original de SPECKMAN GUERRA,86 así como a
PICCATO y su paper publicado en Historia Mexicana a finales de la década de los noventas.87

No obstante, las fuentes y la metodología de estos autores son distintas. URÍAS


HORCASITAS renuncia en términos heurísticos a hacer uso de la documentación que reposa
en los archivos judiciales mexicanos, y centra su atención en los discursos sobre la raza en
progresivo auge a finales del siglo XIX. Elisa SPECKMAN GUERRA, por otra parte, se apoya
en fuentes como la prensa y los expedientes criminales para postular que si bien la élite
dirigente de los tiempos del Porfiriato se plegó casi que unánimemente a los postulados de
la Antropología criminal y del positivismo penal, el discurso de la legislación criminal
mexicana era mucho más cercano a la escuela liberal clásica, la cual creía en la regeneración
y la rehabilitación del delincuente con el fin de retornarlo algún día al cuerpo social. Destaca
ciertas publicaciones periódicas agrupadas bajo el epíteto de Nota Roja, abiertamente
funcionales a las interpretaciones acerca de la criminalidad defendidas por las élites
porfirianas. Es el caso de un diario bautizado irónicamente como El Imparcial (1896-1914),
instrumento legitimador de la imagen del tipo ideal de criminal construido “desde arriba”:
un individuo de sexo masculino generalmente perteneciente a las clases populares y que
solía ostentar algunas que otras taras biológicas detectadas “con base en el determinismo
biológico y cultural” por entonces en boga.

Pablo PICCATO, entretanto, hace mayor énfasis en la construcción discursiva de los


criminales urbanos de la capital mexicana, argumentando que la organización espacial de la
Ciudad de México durante el Porfiriato fue una expresión fehaciente de la constante y

86
Elisa SPECKMAN GUERRA, Crimen y castigo. Legislación penal, interpretaciones de la criminalidad
y administración de justicia (Ciudad de México, 1872-1910). Tesis de Doctorado en Historia, dir. Solange
ALBERRO. México: El Colegio de México, 1999.
87
Pablo PICCATO, “La construcción de una perspectiva científica: miradas porfirianas a la
criminalidad”. Historia Mexicana XLVII-1 (1997), pp. 133-181.

34
creciente criminalización de los integrantes de los sectores populares, grupos subordinados
o pobres urbanos, pues “se identificaba a los barrios de clase baja como zonas de peligro y
enfermedad”.88 Ello explica la connotación delictiva que se le otorgó a determinadas
prácticas cotidianas de las clases populares urbanas, como el consumo en público de pulque
y otras bebidas espirituosas, pues éstas reñían con las concepciones de una ciudad moderna,
ordenada y cosmopolita de acuerdo a los cánones tomados de la burguesía europea, copiados
sin ambages por las élites porfirianas en un momento de particular “fermento de la
criminalidad”.89 De este modo, y en consonancia con lo anteriormente expresado, los
castigos aplicados por la policía y los entes judiciales solían caracterizarse por su
selectividad, dado que “ciertas transgresiones podían no ser castigadas si se cometían en la
zona “peligrosa” de la ciudad o si el transgresor pertenecía a la clase alta”.90

Para URÍAS HORCASITAS, las interpretaciones pseudocientíficas de las élites


mexicanas finiseculares no obedecían a cosas distintas que a la pretensión de homogeneizar
el universo social, con el fin último de “hacer desaparecer diferencias que eran consideradas
obstáculos insalvables para el avance del país”.91 Es decir, las teorías y prácticas emanadas
desde el poder ejecutivo, legislativo y judicial que tendían a la criminalización de los
miembros de los sectores populares, en especial de los indígenas, no buscaban otra cosa que
señalar a sus miembros como rémoras para el progreso de la Nación, dada su presunta
incapacidad para adaptarse a las pautas de una sociedad moderna y civilizada, y su recelo
frente a los derechos a la propiedad privada que se hallaban en trance de consolidación. Si
bien los postulados liberales del Derecho habían consagrado ya la igualdad jurídica de los
ciudadanos, las visiones positivistas del mismo resultaron útiles para abrir una brecha entre
las clases menesterosas y las privilegiadas y cultas, dada la propensión a estigmatizar a las
primeras en base a su extracción social y su origen biológico, por lo cual defendieron la idea
de que el cuerpo social debía ser expurgado de tales elementos para así consolidar la

88
Pablo PICCATO, Ciudad de sospechosos, p. 87.
89
Pablo PICCATO, Ciudad de sospechosos, p. 325.
90
Pablo PICCATO, Ciudad de sospechosos, p. 88.
91
Beatriz URÍAS HORCASITAS, Indígena y criminal, p. 24.

35
desaparición de las diferencias sociales y crear una Nación homogénea, a la usanza de los
modelos europeos que se buscaban replicar.

Dado que el liberalismo propugnaba por una teórica igualdad jurídica entre los
ciudadanos, las visiones deterministas de teorías importadas como la Antropología criminal
establecían de facto parangones insalvables entre la extracción social y étnica y la propensión
al crimen sine qua non, razón por la que en la práctica cada individuo debía ser evaluado
según su status social y biológico. Estas posiciones convertían a la criminalidad en una
prerrogativa exclusiva de los sectores populares, de las clases menesterosas, de los
estamentos ubicados en la base de la pirámide social, cumpliendo la función de salvaguardar
la posición política, social, cultural y económica de las élites porfirianas.92

Maria Aparecida DE SOUSA LOPES, en el mismo tenor, pone en evidencia el arraigo


de las clasificaciones sociopolíticas en torno a la caracterización de los delincuentes durante
el Porfiriato en el Estado de Chihuahua, pues si bien la adopción de un Código Criminal para
dicha entidad en 1883 consagraba teóricamente la igualdad jurídica entre los diversos
estamentos sociales, “todavía prevalecía entre ciertos sectores una visión estigmatizada
acerca de quiénes eran los más propensos a la criminalidad”.93 Enfermedades, conductas
desviadas y comportamientos degenerados, constituían un peligroso cóctel que era al mismo
tiempo causa y consecuencia de la precariedad de las condiciones de vida, y por ende, el
germen de toda conducta criminal, lo cual implicaba una asimilación inmediata y casi obvia
entre pobreza material y delincuencia.

Pese a que destaca la obra de PICCATO y SPECKMAN GUERRA por haberse fijado,
aunque fuese de modo tangencial, en los crímenes cometidos por mujeres durante el
Porfiriato, Martha SANTILLÁN ESQUEDA defiende la importancia de estudios como el suyo
para la primera mitad del siglo XX, más aun teniendo en cuenta que secularmente, la
historiografía mexicanista se centró en el estudio de las mujeres desde perspectivas que

92
Elisa SPECKMAN GUERRA, Crimen y castigo, pp. 112-113 y 199.
93
Maria Aparecida DE SOUSA LOPES, De costumbres y leyes. Abigeato y derechos de propiedad en
Chihuahua durante el Porfiriato. México: El Colegio de México – El Colegio de Michoacán, 2005, p. 120.

36
ignoran la criminalidad específicamente femenina, tendencia ésta última que ha
experimentado un auge en el medio académico mexicano, aupado en la “perspectiva de
género”, tal como propone María Magdalena CALCANAZ GUTIÉRREZ:

Para complejizar la visión que se edificó alrededor de las figuras femeninas


transgresoras, resulta fundamental recuperar las voces y dichos de las directamente
involucradas; resaltar su participación, siguiendo a Carlos AGUIRRE, implica
devolverles a esos personajes un rostro y una visibilidad histórica y entender las
estructuras que rigen el funcionamiento de las sociedades. Escuchar y comprender a
las mujeres del pasado, a partir de su privacidad, permite reflexionar sobre sus formas
de significar y representar su mundo, sus formas de vivencia y actuar ante ciertas
prácticas. Lograr una empatía y humanizar a los sujetos del pasado es uno de los retos
de la historia”. 94

El trabajo doctoral de SANTILLÁN ESQUEDA,95 publicado hace poco en formato libro,


estudia específicamente la delincuencia femenina en el Distrito Federal entre 1940 y 1954,96
época donde la urbe capitalina ya había comenzado su acelerada expansión más allá de su
núcleo originario y se había adentrado de lleno en el proceso de modernización capitalista.
Desde la ya mencionada “perspectiva de género”, la autora evalúa y destaca la agencia de
las mujeres ya no tanto como víctimas pasivas de la cultura patriarcal mexicana, sino por
sobre todo como sujetos capaces de agencia frente a la rígida moral sexual de la época. De
ahí la centralidad de conductas punibles como el aborto y el infanticidio en la caracterización
de la delincuencia femenina, pues a través de aquellas las mujeres transgredían los ideales
de la maternidad, de la procreación y de la honra asociados estrechamente con los
imaginarios de “lo femenino”. Más allá de sus aportes empíricos, Delincuencia femenina es

94
María Magdalena CALCANAZ GUTIÉRREZ, De suaves pétalos a flores carmesí. Voces y dichos de
mujeres zacatecanas presuntas culpables de adulterio (1873-1910). Tesis de Maestría en Historia, dir. Oresta
LÓPEZ PÉREZ. San Luis Potosí: El Colegio de San Luis, 2017, p. 7; María Eleatriz GARCÍA BLANCO, En defensa
de las ilusiones: las representaciones de una mujer delincuente en la prensa mexicana posrevolucionaria.
Tesis de Maestría en Historiografía, dir. Christian CURT SPERLING. México: Universidad Autónoma
Metropolitana Unidad Azcapotzalco, 2016.
95
Martha SANTILLÁN ESQUEDA, Delincuencia femenina. Representación, prácticas y negociación
judicial. Distrito Federal (1940-1954). Tesis de Doctorado en Historia, dir. Elisa SPECKMAN GUERRA. México:
Universidad Nacional Autónoma de México, 2013.
96
Martha SANTILLÁN ESQUEDA, Delincuencia femenina. Ciudad de México (1940-1954). México:
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora – Instituto Nacional de Ciencias Penales, 2017.

37
un ejemplo notable de cómo trabajar con volúmenes importantes de expedientes criminales,
cotejándolos con la legislación, los discursos de la prensa y la obra de los tratadistas.

Ensanchando por completo el espectro temporal, cabe preguntarse cuáles han sido
los tópicos más trabajados desde la óptica de la Historia del delito en México. Crímenes de
sangre como el homicidio han recibido alguna atención con sendas investigaciones ubicadas
en diversos contextos espacio-temporales, como las de Urenda Queletzú NAVARRO SÁNCHEZ
para San Luis Potosí,97 Saydi NÚÑEZ CETINA para el Distrito Federal98 y Abel MARTÍNEZ
HERNÁNDEZ en el caso de Querétaro.99 Así mismo, se cuenta con algunos estudios dedicados
a los delitos contra la moral sexual;100 y otros tantos a los delitos contra la propiedad, pero
orientados principalmente a la comprensión del fenómeno del bandidaje y ubicados una vez
más en el arco temporal propio del Porfiriato y la Posrevolución.101

97
Urenda Queletzú NAVARRO SÁNCHEZ, Criminalidad y justicia penal en San Luis Potosí. El caso de
los delitos de sangre (1755-1786). Tesis de Maestría en Historia, dir. Juan Carlos RUIZ GUADALAJARA. San
Luis Potosí: El Colegio de San Luis, 2009.
98
Saydi NÚÑEZ CETINA, El homicidio en el Distrito Federal. Un estudio sobre la violencia y la justicia
durante la posrevolución (1920-1940). Tesis de Doctorado en Antropología Social, dir. Daniela SPENSER.
México: CIESAS, 2012.
99
Abel MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, Justicia, honor y negociación en procesos criminales por el delito de
homicidio en Querétaro (1822-1835). Tesis de Maestría en Historia, dir. Claudia CEJA ANDRADE. Querétaro:
Universidad Autónoma de Querétaro, 2017.
100
Teresa LOZANO ARMENDARES, No codiciarás la mujer ajena: el adulterio en las comunidades
domésticas novohispanas. Ciudad de México, siglo XVIII. México: Universidad Nacional Autónoma de
México, 2005; Adriana Lucero RAYA GUILLÉN, Las amistades ilícitas. Los clérigos amancebados en el
Obispado de Michoacán. Tesis de Doctorado en Historia, dir. Nelly SIGAUT. Zamora: El Colegio de
Michoacán, 2011; Elisa SPECKMAN GUERRA y Fabiola BAILÓN VÁSQUEZ (coords.), Vicio, prostitución y delito.
Mujeres transgresoras en los siglos XIX y XX. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2016;
Brenda Milixa FARRERA HEREDIA, Expresiones ilícitas de la sexualidad en Mocorito (1731-1787). Tesis de
Licenciatura en Historia, dir. Wilfrido LLANES ESPINOZA. Culiacán: Universidad Autónoma de Sinaloa, 2017.
101
Pedro CÁZARES ABOYTES, Bandolerismo y politización en la serranía de Sinaloa y Durango (1879-
1888). Tesis de Maestría en Historia, dir. Jorge VERDUGO QUINTERO. Culiacán: Universidad Autónoma de
Sinaloa, 2008; Víctor Manuel CARLOS GÓMEZ, Bandidaje aguascalentense. Análisis del fenómeno en la
coyuntura criminal revolucionaria (1911-1920). Tesis de Maestría en Historia, dir. Ileana SCHMIDT.
Guanajuato: Universidad de Guanajuato, 2012; Pablo Alberto ESCALANTE PIÑA, Bandolerismo en el Bajío
michoacano (1877-1893). Tesis de Maestría en Historia, dir. Jorge SILVA RIQUER. Morelia: Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2015; Víctor Manuel CARLOS GÓMEZ, El perjuicio y la transgresión:
prácticas y representaciones del bandidaje salteador en Aguascalientes (1861-1886). Tesis de Doctorado en
Historia, dir. José Alfredo RANGEL SILVA. San Luis Potosí: El Colegio de San Luis, 2018.

38
Julio César PACHECO GONZÁLEZ es el único que recientemente ha emprendido una
investigación de largo aliento sobre el delito de robo en Ciudad de México,102 con el mérito
adicional de hacerlo para una época particularmente problemática en cuanto a fuentes como
lo es la Primera República Federal. El autor se ocupa de la legislación, las penas y la moral
social en torno a los rateros, argumentando que los valores propios de la época virreinal
fueron los que moldearon aquella “República barroca” surgida en 1824, negando la idea de
una transición jurídica entre Virreinato y República y reafirmando la resistencia por parte de
la justicia ordinaria a romper con la herencia del Antiguo Régimen. Ahora bien, el autor hace
riguroso uso de los materiales depositados en el Archivo Histórico de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación, pero no utiliza ningún expediente de segunda y tercera instancia del
AGNM, pasando de largo por el Fondo Tribunal Superior de Justicia-Siglo XIX.

*****

En las muy atinadas palabras del recientemente fallecido Juan Carlos GARAVAGLIA, “una de
las cuestiones centrales a encarar en el transcurso de la tarea investigativa sería la
concerniente a la administración de justicia, dada la relevancia que este fenómeno había
tenido en la configuración del poder, tanto en la Península como en los dominios americanos,
antes y después del proceso independentista”.103 Siguiendo esa estela, nuevas miradas sobre
la administración de justicia desde la historiografía han visto la luz durante el último lustro,
caso de los libros y artículos autoría de Georgina LÓPEZ GONZÁLEZ,104 Águeda Goretty

102
Julio César PACHECO GONZÁLEZ, La permanencia de la moral de Antiguo Régimen para castigar
el delito del robo durante la Primera República Federal en la Ciudad de México (1824-1835). Tesis de
Licenciatura en Historia, dir. Rosalina RÍOS ZÚÑIGA. México: Universidad Nacional Autónoma de México,
2019.
103
Juan Carlos GARAVAGLIA, “Prólogo” en Justicias, agentes y jurisdicciones. De la Monarquía
Hispánica a los Estados Nacionales (España y América, siglos XVI-XIX), coord. Elisa CASELLI. Madrid: Red
Columnaria - Fondo de Cultura Económica, 2016, p. 9.
104
Georgina LÓPEZ GONZÁLEZ, “Cultura jurídica e imaginario monárquico: las peticiones de indulto
durante el Segundo Imperio mexicano”. Historia Mexicana LV-4 (2006), pp. 1289-1351; Georgina LÓPEZ
GONZÁLEZ, La organización de la justicia ordinaria en el Segundo Imperio. Modernidad institucional y
continuidad jurídica en México. Tesis de Doctorado en Historia, dir. Andrés LIRA. México: El Colegio de
México, 2010; Georgina LÓPEZ GONZÁLEZ, “Los Tribunales Superiores de Justicia durante el Segundo
Imperio”. Signos Históricos XIII-26 (2011), pp. 110-152; Georgina LÓPEZ GONZÁLEZ, La organización para
la administración de justicia ordinaria en el Segundo Imperio. Modernidad política y continuidad jurídica en

39
VENEGAS DE LA TORRE105 y Graciela FLORES FLORES,106 bien sea desde una perspectiva
nacional o desde una más local. Gracias a éstas, sabemos que en Zacatecas, por ejemplo, las
oscilaciones o avatares en la administración de justicia en una época de transición política
estuvieron caracterizadas por la connivencia aparentemente antagónica de dos modelos
como el viejo Estado jurisdiccional y el nuevo Estado de Derecho, si bien lo que en últimas
se presentó en los territorios independientes de la América hispánica fue una inevitable
simbiosis de elementos que bebían de uno y otro orden político-jurídico, según VENEGAS DE
LA TORRE.

En el caso de Ciudad de México, el reciente libro de Graciela FLORES FLORES107


permite comprender algunas de las continuidades y rupturas en el tránsito entre un orden
jurisdiccional y uno propio del Estado de Derecho tal como actualmente es concebido. La
complejidad del orden jurídico novohispano, caracterizado por su pluralismo y por la
preminencia del arbitrio judicial, habría de convivir durante un par de décadas con las
frágiles intentonas de instaurar una justicia entendida por Jaime DEL ARENAL FENOCHIO
como “absolutismo legalista” o “absolutismo jurídico”. Ello es clara muestra de que la
“continuidad jurídica”, en palabras de Carlos GARRIGA ACOSTA, era un hecho connatural a
la arquitectura estatal surgida del proceso independentista, cuyo sistema judicial habría de

México. México: El Colegio de México – Universidad Autónoma Metropolitana, 2014; Georgina LÓPEZ
GONZÁLEZ, “Persistencia del pluralismo jurídico en los Tribunales de Circuito y Juzgados de Distrito
mexicanos (1855-1857)”. Signos Históricos XVI-32 (2014), pp. 122-153.
105
Águeda Goretty VENEGAS DE LA TORRE, “Los avatares de una justicia legalista: el proceso de
codificación en Zacatecas de 1824 a 1835”. Signos Históricos XIII-26 (2011), pp. 44-77; Águeda Goretty
VENEGAS DE LA TORRE, “Nuevas perspectivas sobre los delitos y castigos en México (1824-1835)”. Historia
y Justicia 2 (2014), pp. 1-21; Águeda Goretty VENEGAS DE LA TORRE, Los avatares de la administración de
justicia en Zacatecas, 1812 a 1835. México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016.
106
Graciela FLORES FLORES, Orden judicial y justicia criminal. Ciudad de México (1824-1871). Tesis
de Doctorado en Historia, dir. Elisa SPECKMAN GUERRA. México: Universidad Nacional Autónoma de México,
2013; Graciela FLORES FLORES, “Del pluralismo punitivo a la pena de prisión: un tránsito a través de la práctica
judicial (Ciudad de México, Siglo XIX)”. Signos Históricos XX-39 (2018), pp. 190-228; Graciela FLORES
FLORES, “La ciudad judicial y la ciudad criminal”, pp. 56-93; Graciela FLORES FLORES, La ciudad judicial;
Graciela FLORES FLORES, “La justicia criminal del Antiguo Régimen: sentencias y aplicación de la ley en
México (1841-1857)”. Revista IUS XIII-43 (2019), pp. 71-90; Graciela FLORES FLORES, La justicia criminal
ordinaria en tiempos de transición. La construcción de un nuevo orden judicial (Ciudad de México, 1824-
1871). México: Universidad Nacional Autónoma de México – Instituto de Investigaciones Sociales, 2019.
107
Graciela FLORES FLORES, La justicia criminal ordinaria.

40
exhibir algunas rémoras propias de la tradición hispánica que la República no podía barrer
de un plumazo.

La idea de “continuidad jurídica” está mayormente desarrollada y llevada hasta sus


últimas consecuencias por Georgina LÓPEZ GONZÁLEZ, quien sostiene que el gobierno de
Maximiliano de Habsburgo, si bien se apoyó en cambios de tipo jurídico-territorial,
políticamente se mostró abiertamente liberal y “tuvo más elementos de continuidad que de
ruptura respecto a la época precedente”,108 siempre en consonancia con el pasado histórico
mexicano y en un contexto de innovación limitada a causa de diversas razones, como la falta
de legitimidad del gobierno imperial. Constata el arraigo y permanencia de algunas
instituciones encargadas de la justicia ordinaria, de algunos funcionarios incorporados a la
misma y del imaginario liberal y modernizante característico de los hombres del emperador
austriaco: “El proyecto de organización de justicia imperial fue un conjunto bien articulado
de preceptos liberales que pretendía establecer instituciones judiciales modernas en el marco
de una división jurídico-territorial novedosa [...] El propósito es comprender cómo se
organizaron y funcionaron las instituciones que formaron parte del sistema judicial imperial
y qué tan novedoso fue éste con respecto a la administración de justicia de las épocas
precedentes”.109

Ciertamente, la tendencia fue hacia la innovación limitada, pues el cambio jurídico


en México sólo se concretó con hitos como la promulgación del primer Código Penal para
el Distrito Federal en 1871, culmen de lo que FLORES FLORES denomina “el triunfo
codificador”. Esta denominación que da la autora al periodo iniciado en la segunda mitad
del siglo XIX no debe ser interpretada necesariamente como el triunfo de la civilización y
del imperio absoluto de la ley, pero al menos sí como la definitiva preponderancia del nuevo
orden jurídico legalista sobre el viejo pluralista y arbitrista, el cual tardaría algunos años más
en extinguirse de manera definitiva.

108
Georgina LÓPEZ GONZÁLEZ, La organización para la administración, p. 25.
109
Georgina LÓPEZ GONZÁLEZ, La organización para la administración, pp. 24-25.

41
En cuanto al Michoacán virreinal, el trabajo de Isabel MARÍN TELLO hace confluir la
Historia del Derecho y la Historia social con el fin de mostrar las maneras en que por
entonces estaban imbricadas las nociones de pecado y de delito y concluir que “en realidad
la España ilustrada no tuvo una reforma en torno a la administración de justicia”. 110 La
autora se detiene en el estudio ya no sólo de la maquinaria judicial sino también de los actores
sociales, esforzándose por “captar a los personajes en un tiempo en el que interrumpen
momentáneamente sus actividades para presentarse a hacer una declaración ante un juez”
siguiendo los postulados de Arlette FARGE.111 Michoacán, valga decirlo, destaca por ser uno
de los Estados mejor estudiados en México, pues además de las obras pioneras ya
conocidas,112 en los últimos años han surgido sendos trabajos de investigación centrados en
la administración de justicia penal que vale la pena resaltar.113

Entre los estudios que atañen directamente al castigo, puede apreciarse que la
temática de las cárceles como agencias de control por excelencia, ha tenido un sesgo bastante
evidente hacia la Ciudad de México,114 aunque también han habido aportes historiográficos

110
Isabel MARÍN TELLO, Delitos, pecados y castigos, p. 16.
111
Arlette FARGE, La vida frágil. Violencia, poderes y solidaridades en el París del siglo XVIII.
México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 1994.
112
Sergio GARCÍA ÁVILA y Eduardo MIRANDA ARRIETA, Desorden social y criminalidad en
Michoacán (1825-1850). Morelia: Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Michoacán de Ocampo, 1994.
113
Elizabeth MARTÍNEZ CHÁVEZ, Administración de justicia criminal en Valladolid-Morelia (1812-
1835). Tesis de Maestría en Historia, dir. Isabel MARÍN TELLO. Morelia: Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo, 2008; Leopoldo LÓPEZ VALENCIA, Entre la tradición y el imperio de la ley. La transición
jurídica en Michoacán (1857-1917). Tesis de Doctorado en Ciencias Humanas con Especialidad en Estudios
de las tradiciones, dir. Rafael DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO. Zamora: El Colegio de Michoacán, 2011; Jaime
HERNÁNDEZ DÍAZ, El asesor letrado en la transición jurídica en Michoacán: entre el Antiguo Régimen y el
sistema constitucional (1776-1835). Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales, dir. Rafael DIEGO-FERNÁNDEZ
SOTELO. Zamora: El Colegio de Michoacán, 2015; María Carmen ALONSO NÚÑEZ, Los tenientes de justicia
en la administración provincial novohispana. Michoacán (1715-1810). Tesis de Doctorado en Historia, dir.
Rafael DIEGO-FERNÁNDEZ SOTELO. Zamora: El Colegio de Michoacán, 2017.
114
María Guadalupe MENDOZA RAMÍREZ, Presos, delitos y castigos. El sistema carcelario de la
Ciudad de México (1863-1867). Tesis de Maestría en Historia. México: Universidad Autónoma Metropolitana
Unidad Iztapalapa; Valeria SÁNCHEZ MICHEL, Usos y funcionamiento de la cárcel novohispana, el caso de la
Real Cárcel de Corte a finales del siglo XVIII. Tesis de Licenciatura en Historia, dir. Manuel MIÑO GRIJALVA.
México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2005; Graciela FLORES FLORES, La configuración del
individuo moderno a través de la institución penitenciaria: Cárcel de Belém (1863-1900). Tesis de
Licenciatura en Historia, dir. Elisa SPECKMAN GUERRA. México: Universidad Nacional Autónoma de México,
2006; Valeria SÁNCHEZ MICHEL, Usos y funcionamiento de la cárcel novohispana. El caso de la Real Cárcel
de Corte a finales del siglo XVIII. México: El Colegio de México, 2008; Graciela FLORES FLORES, El final del
Palacio Negro de Lecumberri: las claves institucionales de la muerte anunciada (1971-1976). Tesis de

42
de importancia para Estados como Jalisco,115 Michoacán,116 Nayarit117 o San Luis Potosí.118
En vista de que la cárcel no llegó a ostentar hasta ya bien entrado el siglo XIX un auténtico
carácter punitivo, sino sobre todo de custodia y resguardo, puede entenderse el por qué los
estudios centrados en esta institución de control social privilegian inevitablemente la
segunda mitad del siglo XIX y el siglo XX, época que marca el verdadero despegue de las
políticas punitivas modernas en los países de la periferia capitalista.119

*****

Los desarrollos más sobresalientes de la Historia sociocultural del delito, la justicia y el


castigo son los emprendidos por Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN y los colegas
latinoamericanos que como él han trabajado los temas adyacentes, precisamente, a la
Historia del sistema penitenciario. Tras la constitución en 19 de mayo de 2011 de la Red de
Historiadores e Historiadoras del Delito en las Américas (REDHHDA) en la ciudad de
Guadalajara,120 se ha ido consolidando el diálogo a nivel internacional en torno a los tópicos
antes mencionados, si bien sigue siendo notoria la primacía de los estudios sobre Historia
del delito para la segunda mitad del siglo XIX y el siglo XX.

Maestría en Historia, dir. Elisa SPECKMAN GUERRA. México: Universidad Nacional Autónoma de México,
2009; María Fernanda SIGÜENZA VIDAL, “No creo en Dios ni en la justicia”. Las prácticas religiosas en la
Cárcel de Belén y la Penitenciaría de Lecumberri (1874-1914). Tesis de Maestría en Historia, dir. Elisa
SPECKMAN GUERRA. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2015; Karina VILLEGAS TERÁN,
La Cárcel de Belén, de la Revolución al gobierno de Álvaro Obregón (1910-1924). Tesis de Maestría en
Historia, dir. Georgette E. JOSÉ VALENZUELA. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2018.
115
Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN, Entre la celda y el muro. Rehabilitación social y prácticas
carcelarias en la penitenciaría jalisciense “Antonio Escobedo” (1844-1912). Zamora: El Colegio de
Michoacán, 2011.
116
Yvonne PINEDA MÁRQUEZ, Castigos y castigados en Michoacán (1825 -1881). Situación de
cárceles y suerte de presos en la finalidad del castigo como represión, custodia y correctivo social en un
Derecho Penal en transición. Tesis de Maestría en Historia, dir. Luis Gerardo MORALES. México: Universidad
Iberoamericana, 2005.
117
Diego PULIDO ESTEVA, Las islas Marías. Historia de una colonia penal. México: Secretaría de
Cultura – Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2017.
118
Rudy Argenis LEIJA PARRA, La penitenciaría de San Luis Potosí (1890-1905). Tesis de Maestría
en Historia. San Luis Potosí: El Colegio de San Luis, 2012.
119
Dario MELOSSI y Massimo PAVARINI, Cárcel y fábrica. Los orígenes del sistema penitenciario
(Siglos XVI-XIX). México: Siglo XXI, 2005.
120
http://redhhda.blogspot.com/2011/06/

43
Fruto de un esfuerzo mancomunado que pretende “extender el interés por este tipo
de historia a todo el continente americano”,121 la obra colectiva En la encrucijada explora
temáticas concernientes al control social, el bandidaje, los delitos violentos como el
homicidio, la riña y el estupro, delitos de carácter transnacional y el sistema carcelario en
América Latina y los Estados Unidos de Norteamérica.122 Otro ejemplo de lo anterior es el
recientemente publicado Por el mundo del delito y sus pormenores, obra que pese al amplio
abanico de temas tratados, a duras penas aborda ensayos cuyo contexto temporal sea la etapa
pre-republicana.123

TRUJILLO BRETÓN, académico afincado en la Universidad de Guadalajara, estudia el


sistema carcelario jalisciense teniendo en cuenta tanto las voces de los presos, como los
discursos de los encargados de la administración de justicia antes y durante el Porfiriato. Su
objetivo es “estudiar a la sociedad de manera total” poniendo especial énfasis en la historia
de los sujetos marginales o desviados, por lo que uno de los pilares de su investigación es la
Historia social. El otro fundamento teórico y metodológico es la Historia cultural en su
vertiente francesa, la cual, siguiendo la línea de Roger CHARTIER, “pone en un lugar principal
el estudio de las representaciones (“el decir”) y las prácticas (“el hacer”) que tienen en las
divisiones o clasificaciones sociales la manera particular de expresar sus pensamientos y
conductas, y que sirven para conocer y comprender la transformación en su organización, en
el ejercicio del poder y en las tensiones y conflictos, y en los acuerdos y equilibrios que se
crean entre los grupos sociales y que llegan a significar también lazos de
interdependencia”.124

En la misma línea se inscribe un trabajo reciente como el de Sebastián Porfirio


HERRERA GUEVARA, ocupado de los ladrones comunes en el Estado de Jalisco entre 1846 y

121
http://redhhda.blogspot.com/p/blog-page_16.html
122
Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN (coord.), En la encrucijada. Historia, marginalidad y delito en
América Latina y los Estados Unidos de Norteamérica (siglos XIX y XX). Guadalajara: Universidad de
Guadalajara, 2010.
123
Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN (coord.), Por el mundo del delito y sus pormenores. Historia,
marginalidad y delito en América Latina. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2018.
124
Jorge Alberto TRUJILLO BRETÓN, Entre la celda y el muro, p. 19.

44
1861. Este autor propugna por darle protagonismo no sólo a un segmento de la sociedad
olvidado por los estudios históricos; busca ir más allá para penetrar en la vida de los así
llamados ladrones infames, aquellos que no llenaban las páginas de la prensa y no fueron
merecedores de una fama y renombre al estilo de los bandidos sociales y políticos que tanta
celebridad cobraron en el México del “siglo de las luchas”.

La Historia social, que comúnmente estudia el accionar de los hombres en su


contexto [...] también tiene algo que decir sobre la criminalidad y las clases bajas [...]
la Historia social destaca las formas de control social y de pauperización a la vez que
pretende restituir protagonismo a los tradicionalmente olvidados [...] este enfoque
permite estudiar, por ejemplo, las condiciones estructurales que orillan a un número
elevado de individuos a la pobreza y a la vez una reacción de una parte de estos
grupos en torno a la criminalidad, en específico a la obtención de bienes materiales
de subsistencia o intercambio a través del robo. Las reacciones desde las cúpulas
sobre esta práctica, sobre la criminalidad en sí como un fenómeno que afecta al
cuerpo social y a la vez una visualización en específico sobre los individuos, lo que
implica una categorización de los estratos más bajos [...] la reconstrucción del
fenómeno del robo y sus consecuencias punitivas es crucial para tener una
perspectiva amplia.125

Por todo lo dicho anteriormente, se puede considerar que más allá de algunas
contribuciones recientes y de gran calidad, existe un déficit de estudios que aborden la época
virreinal y en lo que a este trabajo respecta, las primeras décadas del siglo XIX: el tránsito
entre el Virreinato y la República, periodo desatendido a causa del vacío documental
originado en la pérdida de la documentación criminal de primera instancia para la Ciudad de
México en los años inmediatamente posteriores a la independencia política. Otro déficit
digno de mencionar, ya no cronológico sino más bien temático, es el que alude a los estudios
enfocados en el fenómeno de los delitos contra la propiedad, que es a su vez una ventana
hacia la Historia de los sectores populares, pese a algunos aportes hechos por investigadores
que se han dedicado al estudio de este tipo específico de criminalidad.

Vistos los fenómenos y procesos históricos que han sido abordados por la
historiografía mexicanista con respecto al delito, la justicia y el castigo, y más

125
Sebastián Porfirio HERRERA GUEVARA, Ladrones infames, pp. 17-18.

45
específicamente sobre la comisión de los delitos contra la propiedad y su punición, esta
investigación se propone, pese a todas las limitaciones que le son inherentes, solventar en
alguna medida un déficit historiográfico en torno a los tópicos mencionados, los que por
limitaciones documentales o por simple desdén, no han gozado de suficiente atención por
parte de los profesionales de la Historia.

CRÍTICA DE FUENTES

El delito, la justicia y el castigo son categorías que intentan describir fenómenos sociales que
por lo regular son conocidos por los historiadores a partir de una fuente mediata como los
expedientes judiciales.126 Conocidos tanto por su origen oficial (“desde arriba”) así como
por la rigidez de sus fórmulas lingüísticas, la lectura de los mismos debe atender a que dichos
documentos son expresión formal de una sociedad jerarquizada y estamental basada en
privilegios y en la dictadura del papel. Los historiadores de la época colonial tardía y del
temprano siglo XIX interesados en los miembros de las clases populares, nos enfrentamos a
la ardua reconstrucción histórica de sus vidas, pues resulta bastante evidente que la cantidad
y calidad de los registros históricos que han dejado tras de sí es inferior a la que legaron a la
posteridad las élites políticas e intelectuales: “puesto que la mayoría de los ladrones eran
miembros de la plebe, indagarlos es una forma de acercarse desde sus márgenes a ese grupo
social de difícil acceso para el análisis histórico”.127

A ello es necesario agregar que la documentación primaria, básicamente documentos


de archivo de origen institucional, se encuentra sesgada y mediada por múltiples voces que
deforman inevitablemente los discursos de los individuos situados en la base de la pirámide

126
Problema señalado, entre otros autores, por brillantes exponentes de los subaltern studies: “Los
historiadores saben de sobra que los contenidos de una serie incluida en un archivo oficial o en el cuarto de
grabación de una compañía tienen un significado que deriva en gran parte de las intenciones y los intereses del
gobierno o la empresa en cuestión [...] no nos presta ningún auxilio en nuestra búsqueda de un contexto.
Semejante búsqueda se hace aún más intrincada debido a la mediación de la ley. Cada una de las declaraciones
recogidas en este documento constituye un ejemplo de discurso oral directo, pero el acto de elocución ha sido
instigado por las demandas de un oficial que hace investigaciones sobre lo que, según las conjeturas, es un
asesinato”. Renajit GUHA, “La muerte de Chandra”. Historia y Grafía 12 (1999), p. 54.
127
Gabriel DI MEGLIO, “Ladrones. Una aproximación a los robos en la ciudad de Buenos Aires (1810-
1830)”. Andes 17 (2006), s.p.

46
social. Lo descrito resulta especialmente palpable en los expedientes criminales que se
emplean en esta investigación, pues la coacción que daba origen a este tipo de
documentación implicaba muchas negaciones y asentimientos de parte de los encausados
por el delito de robo, quienes solían declarar presionados por las autoridades: “la mediación
de las autoridades es inevitable, puesto que las fuentes que se emplean son principalmente
juicios a individuos que fueron acusados de ladrones, y entonces la información proviene de
las indagaciones que hicieron aquellas, pese a lo cual son el mejor tipo de documentación
para abordar el tema”.128

Son variados los inconvenientes que pueden derivarse de una lectura inadecuada de
los expedientes judiciales por parte de los investigadores de la Historia, propiciada la mayor
parte de las ocasiones por ese afán de escrutar en las presuntas “mentalidades” de los que
algunos denominan como sectores o clases populares, sectores subalternos, clases
menesterosas o simplemente la plebe. Se debe hacer gala, por ende, de una extrema cautela
a la hora de ejercer una labor hermenéutica sobre estos tipos documentales, cotejando y
contrastando los testimonios de las diversas partes del proceso.129

El valor implícito de la documentación emanada de los archivos locales de un


importante núcleo urbano hispanoamericano, como la Ciudad de México, la convierte en un
insumo indispensable para la elaboración de una Historia sociocultural del delito, la justicia
y el castigo que tenga en cuenta las interacciones de los actores criminales, tanto con las
fuentes constituyentes del Derecho (leyes, doctrina, costumbre, jurisprudencia), como con
el sistema socio-institucional de administración de justicia penal. Frente a los interrogantes
de quienes se preguntan si en efecto hay fuentes para la Historia social, postulo que los
expedientes criminales son una de ellas, premisa compartida por múltiples estudiosos
convencidos de que los expedientes judiciales son “ventanas” para auscultar aspectos
múltiples de la realidad social. En palabras de Elisa CASELLI, las fuentes judiciales “traslucen

Gabriel DI MEGLIO, “Ladrones”, s.p.


128
129
Beatriz Amalia PATIÑO MILLÁN, Criminalidad, ley penal y estructura social, p. 35; Guillermo
SOSA ABELLA, Labradores, tejedores y ladrones, p. 15.

47
imágenes de la vida cotidiana, dejan apreciar la operatividad de arbitrajes, costumbres o
leyes no escritas -que socialmente pesaban tanto o más que los ordenamientos-, y lo que es
aún más importante: permiten ubicar a la justicia en la dimensión cabal que entonces tenía,
es decir, en su aspecto gubernamental y, por ende, político”.130

Tal revalorización de las fuentes judiciales, cuya tipología puede ser muy diversa, es
un aspecto clave en la renovación del campo de la Historia de la justicia, vista como
portadora de una cultura política común a ambos lados del Atlántico, la cual pervivió hasta
bien entrado el siglo XIX. Ello justifica el interés de ciertos autores por estudiar la justicia
como una práctica social; es decir, por dedicarse a interpretar los usos sociales de la justicia.
Bajo esta lógica, los “preciosos documentos” producto de la administración de justicia
permiten a los historiadores la reconstrucción de “postales de la vida cotidiana, de lo
frecuente o infrecuente de ciertas actitudes, de lo que se consideraba pertinente pero también
de aquello tenido por impropio, de las razones que movían a los pleiteantes a acercarse a un
juez, de aquello que era esperable y lo que no”.131

La base empírica de la presente investigación tiene como pilar los expedientes


criminales que reposan en el AGNM. Tal como lo afirmé en páginas anteriores, el
aprovechamiento de tales acervos ha sido reivindicado por los practicantes de la moderna
Historia sociocultural del delito, la justicia y el castigo, dado su interés por las interacciones
conflictivas de las “justicias” con actores sociales que no fueron objeto de interés de la
Historia jurídica más tradicional, enfocada en “el funcionamiento de instituciones y juzgados
[...] que privilegia lo legítimo a través de un lenguaje leguleyo”.132 El estudio conjunto de
las tres variables arriba mencionadas, centrado en el accionar y en las respuestas de los
actores sociales ante la citada “dimensión de aplicación y control social del Derecho”,
obedece a una preocupación tanto por la acción social de los delincuentes como por los

130
Elisa CASELLI, “Introducción” en Justicias, agentes y jurisdicciones. De la Monarquía Hispánica
a los Estados Nacionales (España y América, siglos XVI-XIX), coord. Elisa CASELLI. Madrid: Red Columnaria
- Fondo de Cultura Económica, 2016, p. 11.
131
Elisa CASELLI, “Introducción”, p. 13.
132
Sebastián Porfirio HERRERA GUEVARA, Ladrones infames, p. 19.

48
discursos y prácticas orientados al afianzamiento de la autoridad, el control social y la
punición.

En vista de que no existen a la fecha catálogos impresos a disposición de los


investigadores ocupados en la Historia de la Ciudad de México, he optado por realizar la
cuantificación a partir de los datos recabados en el catálogo digital del AGNM -localizado
en la antigua penitenciaría de Lecumberri-, conocido como ARCHIDOC, pero corroborando
tal información con el trabajo previo de otros autores como Teresa LOZANO ARMENDARES.
Para el periodo virreinal, los fondos del AGNM son de una consistencia formidable, al
menos los correspondientes al Fondo Criminal, cuya periodización comprende el grueso de
la etapa colonial, pero se detiene en 1821 y no vuelve a aparecer con ese nombre hasta 1844.
En realidad, los años que comprenden el periodo de la independencia son muy magros en
expedientes criminales: resulta bastante sintomático que la investigación de Teresa LOZANO
ARMENDARES haya limitado su análisis de la criminalidad en la Ciudad de México a trece
años (1800-1813), enunciando la escasez de fuentes del Ramo Criminal desde 1813 hasta
1821, situación que en sus palabras “nos haría tener una visión distorsionada de la
criminalidad en la Ciudad de México y haría suponer que la capital se encontraba en perfecta
calma”.133

En el fondo denominado simplemente Justicia podemos encontrar documentación


que hace relaciones de reos condenados por atentar contra la propiedad, listas de presidiarios
que lamentablemente no están discriminadas por el delito cometido, algunos bandos, leyes
y reglamentos y algunos expedientes propiamente dichos. Dichas relaciones son muy
escuetas en cuanto sólo describen en la mayoría de los casos el nombre de los reos, el delito
cometido y la sentencia dictada contra ellos, pero tal información resulta útil para analizar
la práctica punitiva durante la Primera República Federal. Las listas o relaciones de reos
constituyen una fuente documental de gran relevancia en la medida que permiten una
identificación, así sea parcial, de las conductas tipificadas como delictivas, y la consecuente

133
Teresa LOZANO ARMENDARES, La criminalidad en la Ciudad, p. 10.

49
caracterización de los actores sociales involucrados en la comisión de tales conductas objeto
de punición en un determinado período histórico. De allí su importancia metodológica.

Por otra parte, los acervos correspondientes al Fondo Tribunal Superior de Justicia
del Distrito Federal-Siglo XIX no se hallan todavía correctamente clasificados y carecen de
una descripción que sirva de guía. Esta variable que podría ser tomada por el investigador
de la Historia como una dificultad, en realidad no deja de representar una potencial fuente
de nuevos conocimientos sobre el funcionamiento de la justicia en la incipiente República
mexicana. Los innumerables expedientes depositados en cajas, constituyen una especie de
mixtura entre todo tipo de causas tanto penales como civiles, por lo cual debe invertirse una
ingente cantidad de tiempo en la búsqueda rigurosa y paciente de los sumarios criminales
originados en los delitos contra la propiedad; y aunque de todo lo que se tuvo que revisar,
sólo una pequeña parte es aprovechable para este trabajo, constituye un material muy
sugerente para analizar la impartición de justicia en tres instancias, y que hasta ahora ha sido
trabajado poco y nada.

Salvo algunas excepciones, muchos de los llamados expedientes existentes en los


Fondos Justicia y Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal- Siglo XIX, o bien son
extremadamente escuetos, remitiendo muchas veces a fojas de ubicación incierta tocantes a
las sentencias de la justicia penal ordinaria en primera instancia, que de hecho no existen ya
a causa de la pérdida de materiales; o bien son una especie de pseudoexpedientes, en la
medida en que muchos constan de las meras sentencias de las causas y carecen de sumario,
plenario y demás partes integrantes de un auténtico expediente a la usanza de un tipo
documental archivístico.

Los historiadores disponemos actualmente de valiosa documentación para emprender


la reconstrucción parcial de los comportamientos y de las relaciones de los diversos actores
sociales, si bien las creencias positivistas que campeaban en la historiografía universitaria
hasta hace poco más de dos décadas, y que aspiraban vanamente a captar en toda su
profundidad las voces de los sectores populares y de los individuos invisibilizados, gozan ya

50
de un crédito muy limitado. Ello puede afirmarse en vista de las condicionantes
metodológicas que sobre cualquier tipo de fuente, imponen las diversas mediaciones
discursivas que dificultan enormemente el desentrañamiento de aquello que en efecto los
actores involucrados quisieron afirmar o dar a entender, y que en su momento constituyó
materia de múltiples objeciones a lo planteado por la Historia de las mentalidades.
Adicionalmente, aunque un historiador pudiese asegurar -con base en el ejercicio de la crítica
de fuentes- que los testimonios no están falseados, se corre el evidente riesgo de no poder
saber hasta qué punto y de qué maneras la coacción física o psicológica haya podido forzar
a un reo o un testigo a declarar en una sumaria judicial, siendo este tipo documental un
paradigma de fuente en el caso de investigaciones como la presente.

No se pretende poner la mirada únicamente en aspectos estrictamente normativos e


institucionales, sino más bien analizar todas las dimensiones posibles del accionar de los
diversos actores sociales y darles el carácter de un genuino proceso histórico.134 Los
expedientes criminales y demás fuentes primarias habrán de ser interpeladas de un modo sui
generis, propio de lo que E. P. THOMPSON denominó “lógica histórica”,135 es decir, partiendo
de hipótesis que permitan interrogar críticamente la información contenida en dichas fuentes.
De tal modo, será factible cotejar y contrastar adecuadamente los diferentes discursos
presentes en los expedientes y poner en entredicho los sesgos positivistas que quieren ver
“realidades” o “verdades” en los datos empíricos documentales.

Si acordamos con E. P. THOMPSON en que “la historia tiene su propia lógica, una
lógica diferenciada […]”, habría que acordar con él en sus siguientes afirmaciones
que refieren que la lógica histórica es la apropiada a los materiales con los que tra-
bajamos los historiadores; es decir, con los documentos o testimonios que nos
proporcionan evidencias que nos permiten encontrar las causas necesarias para
formular respuestas (explicaciones) a los problemas que planteamos desde nuestro
presente. Se trata de una lógica apropiada que guarda estrecha relación con las
preguntas que formula el historiador “para interrogar los datos empíricos” [...] habría
que tener claridad acerca de las preguntas que formulamos a este tipo de fuentes que,
al igual que cualquier otra, requieren de crítica y análisis [...] en este sentido también
134
Edward Palmer THOMPSON, “La lógica de la Historia” en Obra esencial de Thompson. Barcelona:
Crítica, 2001, p. 70.
135
Edward Palmer THOMPSON, “La lógica de la Historia”, p. 67.

51
conviene recordar que si bien E. P. THOMPSON señaló que la lógica histórica se
entiende como un método lógico de investigación adecuado a los materiales
históricos, igualmente subrayó que el discurso de la demostración histórica requiere
del diálogo entre concepto y dato empírico, diálogo conducido por hipótesis y por
investigación empírica.136

136
Sonia PÉREZ TOLEDO, Reseña a Sonia LOMBARDO DE RUIZ (coord.), El quehacer de censar. Cuatro
historias. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2006, 139 pp. Historia Mexicana LVII-4
(2008), p. 1260.

52
CAPÍTULO I: “VINO NUEVO EN ODRES VIEJOS”. CONTINUIDAD
JURÍDICA Y LEGAL EN NUEVA ESPAÑA - MÉXICO

La más grande de todas las ficciones legales es la que sostiene que la ley evoluciona, de un
caso a otro, de acuerdo con su propia lógica imparcial, exclusivamente fiel a su propia
integridad, sin dejarse influir por consideraciones de conveniencia.137

Lo que diferencia las justicias de transición de la justicia colonial es que el máximo referente
ya no es el rey, o que la justicia ya no proviene de dios y pasa por el rey: un cambio que es
sobre todo jurídico. Sin embargo, la lenta desarticulación y reconfiguración de los modos de
hacer justicia así como de las concepciones sobre la justicia no permiten utilizar un único
marcador, y es por eso que prefiero hablar de los desenredos de la cultura jurisdiccional, que
nos llevarán hasta los años 50 y 60 del siglo XIX.138

Las características definitorias más relevantes del Derecho penal de la Monarquía absoluta,
según Belinda RODRÍGUEZ ARROCHA, fueron “la superación del fraccionamiento jurídico
altomedieval y la consolidación de la administración de la justicia como una competencia
inherente a la potestad regia”.139 La cultura jurisdiccional característica del Antiguo
Régimen, concebía al poder político como iurisdictio, es decir, lo circunscribía a la potestad
de decir el derecho: el poder político, por tanto, estaba supeditado al Derecho en la medida
en que éste lo antecedía y debía mantenerse incólume.140 Una vez caducada la premisa de la
potestad regia, la cultura jurisdiccional habría de “desenredarse” para aparecer como
portadora de novedades significativas, dado que el traspaso de las potestades del Rey a la
Nación y la conversión del Estado jurisdiccional en uno de Derecho eran tan naturalmente
arduos y complejos, que demandaron décadas:

De acuerdo con la autora [María del Refugio GONZÁLEZ], la transición, entendida en


sentido amplio, inició desde antes de la ruptura política con la monarquía española y
estaba relacionada con una forma distinta de concebir el Derecho y la justicia, que
conduciría progresivamente a la sustitución de un orden jurídico tradicional por un

137
Edward Palmer THOMPSON, Los orígenes de la Ley Negra, p. 270.
138
Darío Gabriel BARRIERA, Historia y justicia. Cultura, política y sociedad en el Río de la Plata
(Siglos XVI-XIX). Buenos Aires: Prometeo Libros, 2019, p. 34.
139
Belinda RODRÍGUEZ ARROCHA, La justicia penal en las Islas Canarias en la Edad Moderna.
Tenerife: Servicio de Publicaciones Fundación Caja Canarias, 2018, p. 25.
140
Carlos GARRIGA ACOSTA, “Orden jurídico y poder político”, pp. 11-12.

53
orden jurídico moderno. Este último, sin embargo, no tomó su perfil definitivo sino
tardíamente, con la expedición de los primeros códigos, en especial con el Código
Civil para el Distrito y Territorios Federales de 1871.141

La transición jurídica fue un fenómeno de mayor profundidad y alcances que la mera


transición política de una forma de gobierno a otro, pues implicaba no sólo la creación y
puesta en práctica de una nueva legislación, sino un cambio de mentalidad a la hora de pensar
el Derecho y administrar la justicia:

Transición es la acción y efecto de pasar de un modo de ser a otro distinto; es también


el estado intermedio entre el inicial y al que se llega con el cambio. En relación con
el fenómeno jurídico, se utiliza el vocablo “transición” para referirse a la
transformación de una forma de gobierno o incluso de Estado; de un conjunto de
prácticas relativas al ejercicio del Derecho o de la forma de interpretar de la ley.
También podría afirmarse que se inicia una transición cuando un país se declara
independiente, o cuando se expide una nueva Constitución. Los ejemplos podrían
multiplicarse, todo está en que se fijen los parámetros que han de considerarse para
analizar una “transición” dada.142

La historiografía que antecedió a los estudios críticos sobre el Derecho y la justicia,


asumía que el periodo inaugurado en los primeros años de la época independiente, produjo
en México innovaciones tajantes en la administración de justicia, si bien no tanto en la
legislación. Los historiadores aficionados, incluidos los juristas y los abogados devenidos en
historiadores, así como algunos profesionales de la Historia, hicieron énfasis en la búsqueda
de cambios y mutaciones en la “fase transicional” de lo que se denominó desde una óptica
liberal como Antiguo Régimen hasta la implantación del republicanismo bajo signo
federalista, muchas veces con objetivos más políticos que intelectuales: “este tipo de
actividad legal y académica (escribir la Historia del Derecho como una secuencia progresiva
de códigos y leyes) también tuvo un fuerte componente político, en tanto muchos de estos
juristas e historiadores aficionados también estaban interesados en desarrollar instituciones

141
Mercedes Verónica VALLEJO FLORES, Justice municipale et justiciables, p. 21.
142
María del Refugio GONZÁLEZ y Sergio LÓPEZ AYLLÓN (eds.), Transiciones y diseños
institucionales. México: Universidad Nacional Autónoma de México – Instituto de Investigaciones Jurídicas,
2000, p. 7.

54
y tradiciones jurídicas sólidas como parte de los esfuerzos estatales para erradicar la anarquía
y el caos asociados con el caudillismo”.143

Ciertamente, los cambios, las discontinuidades y las rupturas son relevantes en el


marco del quehacer historiográfico, pues como afirmó Walter BENJAMIN de un modo algo
hiperbólico, “mientras la idea del continuum lo iguala todo al nivel más bajo, la idea del
discontinuum es el fundamento de la tradición auténtica [...] el elemento destructivo o crítico
en la historiografía se hace patente cuando hace saltar la continuidad histórica”.144 No
obstante, toda continuidad o permanencia es igualmente digna de atención para el
historiador, dado que puede proporcionar indicios acerca de la medida en que los cometidos
de las disposiciones legales hallaron su correlato, bien fuese armónico o bien contradictorio,
en la realidad socio-jurídica.

Este capítulo tiene como objetivo ponderar las innovaciones y permanencias en la


administración de justicia en el tránsito del Virreinato a la Primera República Federal,
partiendo de la hipótesis de que los procesos jurídicos tienen un ritmo propio que no
necesariamente se corresponde con los cambios de régimen político, por más que estuviesen
condicionados por éstos, matizando la idea misma de transición y respaldando sin cortapisas
el concepto de continuidad jurídica: “la Historia de la justicia tiene un diálogo permanente
y obligatorio con las periodizaciones de la Historia política que, en general, organizan los
grandes relatos [...] Si bien los fenómenos judiciales tienen ritmos marcados por la agenda
política, la organización del orden judicial [...] fuera de la creación de los tribunales de
“justicia urgente” o de los rápidos reemplazos de instituciones ícono de un sistema por otro,
tiene tiempos más lentos”.145

En primer lugar, se retoman las definiciones de los delitos contra la propiedad


contenidas en las fuentes del Derecho castellano - indiano, pues en materia legal y jurídica

143
Carlos AGUIRRE y Ricardo SALVATORE, “Escribir la Historia del Derecho”, p. 229.
144
Walter BENJAMIN, Tesis sobre la Historia y otros fragmentos. México: Ítaca - Universidad
Autónoma de la Ciudad de México, 2008, p. 94.
145
Darío Gabriel BARRIERA, “La Historia de la justicia”, p. 25.

55
las disposiciones y normativas del Antiguo Régimen tuvieron una marcada vigencia, incluso
en un medio “privilegiado”146 para experimentar con nuevas formas de administrar justicia
como lo era la Ciudad de México, dotada con jueces letrados en mayor proporción que los
Estados de la embrionaria república mexicana. En segunda instancia, se esbozan las
discusiones historiográficas en torno a los alcances y los límites de la instauración de una
justicia basada en los principios propios del liberalismo, opuesto al arbitrium iudicis, al
casuismo y al pluralismo jurídico y legal, más no así al utilitarismo de cuño hispánico. Ello
ayudará a comprender por qué el orden de prelación legal planteado con el advenimiento de
la República no tuvo un reflejo efectivo en la realidad social, ni en la definición de criminales
como los ladrones, y tampoco en la praxis judicial con respecto a los delitos contra la
propiedad, que tuvo acentuados rasgos de continuidad respecto al periodo precedente. Tal
orden legal constituyó una entelequia, pues jamás tuvo una correspondencia efectiva en la
administración de justicia penal; a pesar de las intentonas de los legisladores federales para
crear nuevas disposiciones que dejaran al Derecho castellano-indiano como un recurso
meramente supletorio, ello no fue posible.147

LOS DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD: ROBO, HURTO Y ABIGEATO

A razón de su antigüedad e influencia posterior tanto en el periodo virreinal como en los


primeros tiempos republicanos, la primera definición de robo que debe ser considerada es la
acuñada por el monarca y legislador toledano Alfonso X DE CASTILLA en los siguientes
términos:

Qué cosa es robo y cuántas maneras hay de él.- Rapina en latín, tanto quiere decir
en castellano robo que los hombres hacen en las cosas ajenas que son muebles. Y
son tres maneras de robo: la primera es la que hacen los soldados y los caballeros en
tiempo de guerra en las cosas de los enemigos de la fe [...] La segunda se da cuando
alguno roba a otro lo suyo o lo que llevara ajeno en terreno inhabitado o en poblado,
no habiendo razón derecha por qué hacerlo. La tercera sucede cuando se edifica o se

146
Graciela FLORES FLORES, “La ciudad judicial y la ciudad criminal”, p. 60.
147
Graciela FLORES FLORES, “La justicia criminal del Antiguo Régimen”, p. 80.

56
derriba alguna casa o peligra alguna nave y los que vienen en manera de ayudar roban
y se llevan las cosas que hallan.148

En este caso puntual, para el sabio castellano el robo sólo era posible cuando se
trataba de cosas muebles, pero como se verá a continuación, lo era también en el caso del
hurto. Por tanto, la diferencia sustantiva entre robo y hurto resulta bastante difusa, pues la
definición de esta última categoría no es fácilmente discernible de la de robo:

Qué cosa es hurto.- Hurto es maldad que hacen los hombres que toman alguna cosa
mueble ajena encubiertamente sin placer de su señor con la intención de ganar el
señorío o la posesión o el uso de ella. Porque si alguno tomara cosa que no fuera
suya, pero tomara cosa ajena con placer de aquel cuya es o cuidando que placería al
señor de ella, no haría hurto; porque tomándola no hubo voluntad de hurtar. Además
decimos, que no puede hombre hurtar cosa que no sea mueble: como ya que los
soldados entran y hurtan a veces, castillos o villas; pero no es propiamente hurto.149

No obstante, puede notarse que el hurto se podía del robo en virtud de la manera en
que alguna cosa era hurtada. A diferencia del robo, existían ciertas maneras de cometer un
hurto que podían no ser manifiestas (como lo era el acto de rapiña), sino subrepticias y/o
encubiertas:

Cuántas maneras hay de hurto.- Dos maneras hay de hurto. La primera es la que se
llama de manifiesto; y la otra es la que hace el hombre escondidamente. Y manifiesto
es cuando al ladrón hallan con la cosa sustraída antes que la pueda esconder en aquel
lugar donde la lleva a cuidar; o hallándolo en la casa en donde cometió el robo o en
la viña con las uvas, en el árbol con las olivas o en otro lugar cualquiera que fuera
preso o hallado o visto con la cosa hurtada; ya que lo encuentre con ella aquel a quien
la robó u otro cualquiera. Y la otra manera de hurto encubierto, es todo aquel que un
hombre hace de alguna cosa escondidamente de tal suerte que no es hallado ni visto
con ella antes que la esconda.150

Para el jurista español Joaquín ESCRICHE, la división entre ambas categorías


delictivas era más tajante. El robo podía distinguirse respecto al hurto en tanto que era “el
acto de quitar ó tomar para sí con violencia ó fuerza la cosa ajena”; y por ende era más grave

148
Alfonso X DE CASTILLA, Séptima Partida. Guadalajara: Colegio de Notarios del Estado de Jalisco,
2009, Título XIII, Ley I, pp. 117-118.
149
Alfonso X DE CASTILLA, Séptima Partida, Título XIV, Ley I, p. 120.
150
Alfonso X DE CASTILLA, Séptima Partida, Título XIV, Ley II, p. 120.

57
que el mero hurto porque “no solo se priva al dueño de lo que le pertenece [...] sino que
además se atenta á su tranquilidad intimidándole con armas ó amenazas”, 151 las más de las
veces públicamente. El hurto podía definirse como un delito contra la propiedad que carecía
de violencia y que además, era cometido de manera subrepticia. Advierte ESCRICHE no
obstante, que “en la práctica se suele usar indistintamente de las dos palabras como si fueran
sinónimas”.152

No queda duda de que la caracterización conceptual en torno al robo y al hurto está


revestida de una gran complejidad. Tomando como punto seminal las Siete Partidas de
Alfonso X, José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL recuerda que:

El hurto se caracterizaba [...] por “tomar alguna cosa mueble agena


encubiertamente”; en consecuencia, las cosas inmuebles no podían ser objeto de esta
figura [...] se consideraba que no incurría en hurto aquel que toma la cosa
presumiendo que el dueño le otorga su consentimiento; o, sin existir dicha
presunción, se prueba que con posterioridad sí estaba dispuesto a otorgárselo. Por
último, el hurto debía llevar implícito el enriquecimiento del autor: la “intención de
ganar el señorío o la posesión, o el uso” de la cosa. A la vista del texto alfonsino,
parece claro que los bienes jurídicamente protegidos eran la propiedad, la posesión y
el derecho de uso de una cosa.153

En esta lógica del Derecho criminal altomedieval, la diferencia entre hurto y robo,
según SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, no era otra cosa que el empleo de la fuerza para cometer
este último ilícito:

El robo consiste en apoderarse públicamente de una cosa mueble ajena, ya sea en


yermo o en poblado, mediando fuerza sobre la persona [...] Cuando una persona
“fuerza” un lugar sagrado para sustraer objetos de él, está cometiendo “hurto” y no
robo. Son estas circunstancias -la publicidad y la fuerza- las que determinan que este
tipo de hurtos adquieran entidad propia y se conviertan en “robos”, categoría criminal
-tipo, le llamaríamos en la actualidad- distinta a la anterior.154

151
Joaquín ESCRICHE, “Robo” en Diccionario razonado de Legislación y Jurisprudencia. París:
Librería De Rosa - Bouret y Cia., 1851, p. 1446.
152
Joaquín ESCRICHE, “Robo” en Diccionario razonado, p. 1446.
153
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 49.
154
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 53.

58
SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL critica en Francisco DE LA PRADILLA BARNUEVO su falta
de sistematicidad y el que “adolece de bastantes errores” en el tratamiento de ambos delitos,
pero destaca en este tratadista que distingue oportunamente entre hurto y robo, aunque en el
lenguaje vulgar era harto posible que ambas categorías no se discriminasen. Además,
PRADILLA BARNUEVO introduce otro matiz, al recalcar la posibilidad de muerte aparejada en
el acto de robar:

Sólo aquellas personas que se hallaban dotadas de los conocimientos técnicos del
jurista eran capaces de distinguir y precisar ambos tipos delictivos [...] La diferencia
entre ambas figuras [...] radica para él en la condición de los autores de la conducta
criminal y en las circunstancias que la rodean. Es decir, cuando los hurtos se
perpetran por “ladrones famosos” o, dicho de otro modo, personas dedicadas
habitualmente a realizar hurtos, estamos ante la figura del robo. Además, para
PRADILLA, el robo se caracteriza por el lugar en donde se comete –en los caminos o
en el mar- y porque generalmente conlleva la muerte de los ofendidos o se dan causas
para ella. En definitiva, los robos se realizan mediante la utilización de la fuerza.155

Promediando el siglo XVIII, estaba arraigada la idea de que el robo no era “otra cosa
que una especie de hurto o hurto calificado”,156 lo que a nivel jurisprudencial no equivalió a
su plena confusión, sino meramente a la homologación de ambos en “un nivel vulgar de
conocimiento del Derecho”, proceso de simplificación o vulgarización que SÁNCHEZ-
ARCILLA BERNAL explica de la siguiente manera:

Si la acción esencial del furtum era la sustracción de una cosa mueble del dominium
de una persona sin el consentimiento de ésta, dicha conducta coincidía en esencia
con la rapina -figura intermedia, recuérdese, entre el hurto y las fuerzas-, por tanto,
no había motivos para considerarlos crímenes distintos, ya que el segundo -el robo o
rapina- era perfectamente reconducible a la figura del hurto.157

También para Vicente VIZCAÍNO, otro de los célebres juristas de la Ilustración


peninsular, el robo no era otra cosa que una subespecie del hurto, es decir, un “hurto
qualificado” donde el delincuente hacía uso de la fuerza y de la publicidad. Caso contrario,
Juan ÁLVAREZ POSADILLA argumentaba que para configurar el delito de robo, sólo era

155
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 59.
156
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 62.
157
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 65.

59
indispensable que el titular de la cosa sustraída estuviese presente en el momento de la
comisión del delito. A este respecto, SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL plantea una objeción
bastante pertinente en el sentido de que resulta bastante obvio que “la presencia del titular
de la cosa sustraída implica ya una publicidad y se entiende que para arrebatarle el objeto a
su dueño se debe hacer uso de la fuerza, porque de lo contrario no consentiría que le fuera
quitada la cosa”. El interés primordial de nuestro autor al traer a colación a dichos tratadistas
no es otro que “destacar [...] que en el plano técnico se sigue manteniendo la distinción
robo/hurto, aunque en la práctica se hallen equiparados”.158

Susana GARCÍA LEÓN recuerda por su parte que “la historiografía sostiene que ya
desde finales de la baja Edad Media y durante la Edad Moderna desapareció la distinción
conceptual entre el robo y el hurto, tendiendo a identificar ambas figuras en una sola
[SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL]. Esto supuso que en la práctica se produjera una confusión y
que los términos robo y hurto se emplearan indistintamente para referirse al delito cometido
contra la propiedad de las personas [MENDOZA GARRIDO]”.159 Esta autora muestra que en
efecto las Siete Partidas, de clara tradición romanista, sí llegaron a distinguir entre hurto y
robo. El primero de estos delitos se configuraba “cuando el delincuente decidía tomar una
cosa mueble en contra de la voluntad del dueño con la intención de despojarlo de su
propiedad, la posesión y el uso, persiguiendo con ello un enriquecimiento personal”; en tanto
que para cometer robo “era necesario que el delito se hubiera cometido de forma pública y
empleando la violencia [...] bien recurriendo al empleo de las armas o sin ellas”.160 El
Ordenamiento de Alcalá, por su parte, identificaba al furto como “una ocupación o
apoderamiento [de un bien inmueble] mediante engaño” mientras que el robo era “el delito
contra la propiedad cometido en un camino”.161

158
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 66.
159
Susana GARCÍA LEÓN, “Los delitos contra la propiedad: el empleo inadecuado de la terminología
penal por parte de los operadores jurídicos durante la Edad Moderna”. Clío & Crimen 11 (2014), pp. 24-25.
160
Susana GARCÍA LEÓN, “Los delitos contra la propiedad”, pp. 25-26.
161
Susana GARCÍA LEÓN, “Los delitos contra la propiedad”, p. 27.

60
Antonio DE LA PEÑA, por su parte, discriminaba ambos delitos de la siguiente forma:
“Fur en latín quiere decir [...] el que escondida y secretamente hurta y toma las haciendas y
latro quiere decir [...] los que públicamente acometen a los hombres y por fuerza los
despojan y llevan sus bienes o los matan por robarlos”.162 Mientras que José BERNÍ CATALÁ
no diferenciaba entre robo y hurto, Juan ÁLVAREZ POSADILLA argumentaba que “la
diferencia entre estas dos figuras se encontraba en la presencia o ausencia del dueño de la
cosa objeto del delito en el momento de cometerse el hecho delictivo, porque sólo si el dueño
se encontraba presente podía arrebatársele la cosa con “fuerza” [...] ÁLVAREZ POSADILLA
afirmaba que la única diferencia que existía entre el robo y el hurto era la pena prevista en
cada caso por las leyes”.163 Por último, José Marcos GUTIÉRREZ aseveraba que la diferencia
consistía en que el robo era un hurto cometido “con violencia y con repugnancia del dueño
ó tenedor de la cosa robada”. Según Senén VILANOVA Y MAÑÉS, “lo que caracteriza al robo
no es sólo el recurso a la fuerza sino la falsedad”,164 alejándose un poco de caracterizaciones
como las anteriormente mencionadas.

La categoría de “hurto doméstico” estuvo limitada a los sirvientes que se ocuparen


en alguna casa de familia y fuesen sorprendidos in fraganti o acusados de robar a alguno de
sus integrantes, caso de José Patricio Serna, lacayo del padre sacristán mayor del convento
de San Francisco.165 Pedro ORTEGO GIL plantea que la característica primordial de la
modalidad delictiva definida como hurto doméstico era el vínculo jurídico basado en el
parentesco entre el autor y la víctima; siendo el autor del delito la persona que se encontrase
bajo la patria potestad de la segunda, según lo definido por el Derecho romano y ratificado
por el Derecho justinianeo. Entre las personas castigadas por dicho delito, sobresalieron las
mujeres por su significativo número, así como por “la reiteración delictiva de algunas de

162
Susana GARCÍA LEÓN, “Los delitos contra la propiedad”, p. 30.
163
Susana GARCÍA LEÓN, “Los delitos contra la propiedad”, p. 32.
164
Susana GARCÍA LEÓN, “Los delitos contra la propiedad”, p. 32.
165
“Causa criminal contra José Patricio Serna por ladrón doméstico, en la selda del padre sacristán
mayor del combento de San Francisco”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 325-341, 1811.

61
ellas”. Sin embargo, los autores de hurtos domésticos, en general, no se caracterizaban por
delinquir sistemáticamente, aun tratándose de criados o de sirvientes.166

Entre los argumentos para caracterizar un hurto como doméstico, ORTEGO GIL señala
la facilidad para cometerlo, el grado de confianza del propietario frente al autor, y la fidelidad
esperada por parte de éste. Por tal motivo, no es sorprendente que este delito encarnase así
mismo un pecado de naturaleza mortal en la medida que lo hurtado alcanzare una cantidad
notable:

Echari afirmaba que la mujer, el marido, los hijos, el religioso o la religiosa pecaban
mortalmente cuando “usurparan cantidad notable”, por lo tanto el pecado sería venial
cuando tal cantidad no alcanzara dicha consideración [...] Lo cual permite enlazar
varios conceptos concurrentes en estos hurtos: valor parvo, castigado por el amo y
pecado venial frente a valor magno, castigado con la pena de hurto por la vía judicial
y pecado capital. Sin olvidar la importancia que tenía, para dicho clérigo, el grado de
vinculación -familiar, contractual y tercería- para sopesar las consecuencias.167

A medida que avanzaba el siglo XVIII y crecía el número de los sirvientes domésticos
en ciudades cortesanas como Madrid y Ciudad de México, el foco de atención se desplazó
de los parientes a los criados dado el “aumento de sustracciones que padecía la capital”. La
prescripción de la pena de muerte para los autores de hurtos domésticos hecha por Felipe V
prácticamente no encontró eco en los juristas, quienes al impugnar este tipo de penalidad a
causa de su crueldad, facilitaron que tales actos quedasen frecuentemente impunes. Este
fenómeno disruptivo entre la dureza legal y las prácticas jurisprudenciales era una
manifestación primigenia del proceso que fue denominado “dulcificación penal”, originado
no sólo en motivaciones humanitarias o piadosas, sino pragmáticas y utilitarias:

A pesar de tales medidas normativas [de Felipe V], es probable que los hurtos
domésticos más leves continuaran castigándose en el ámbito privado; mientras que
los graves cometidos por criados y sirvientes en la Corte y su rastro deberían ser -
otra cosa es que lo fueran- penados por las justicias con la muerte. Y aquí surge el
dilema ¿Los amos estarían dispuestos a pedir que se aplicara el rigor legal a un criado

166
Pedro ORTEGO GIL, “Hurtar a los de casa: notas sobre hurtos domésticos”. Cuadernos de Historia
del Derecho vol. extraordinario (2010), pp. 452-453.
167
Pedro ORTEGO GIL, “Hurtar a los de casa”, pp. 458-459.

62
que le hubiera sustraído algunos cubiertos de plata, por ej? LARDIZÁBAL, trasladando
las palabras que en 1766 publicó VOLTAIRE en sus Comentarios a la obra de
BECCARIA, afirmaba que existía una manifiesta desproporción entre el delito y la
pena impuesta, hasta el extremo de señalar el hurto doméstico como el ejemplo más
evidente de ello.168

En el ámbito específico del abigeato, Susana GARCÍA LEÓN refiere que en el “primer
nivel de la administración de justicia existía un completo desconocimiento por parte de los
jueces del lenguaje técnico y de cada una de las categorías penales”, 169 razón por la que los
términos abigeato, hurto y robo se empleaban indistintamente para hacer referencia a
cualquier delito contra la propiedad de las personas. Sin embargo, múltiples tratadistas
identificaban al abigeato como el crimen cometido por los ladrones de ganados:

Los dos elementos fundamentales que calificaban este acto delictivo y lo


diferenciaban del delito de hurto eran el número de cabezas de ganado hurtadas y la
reincidencia del ladrón [ORTEGO GIL]. El delincuente era calificado como abigeo
cuando había realizado una sustracción de ganado mayor, mientras que se entendía
que se trataba de un simple hurto cuando el ataque se había producido contra ganado
menor [Levaggi]. Esta distinción terminó por desaparecer, calificando de abigeo a
todo aquel que hubiera hurtado animales, sin hacer depender el vocablo de la clase
de ganado que se tratase y de la cantidad hurtada. El acusado de sustraer animales de
cuatro patas era calificado como cuatrero, mientras que en las actuaciones
intervenían las cuadrillas o gavillas.170

GARCÍA LEÓN, por otra parte, identifica en el contexto novohispano elementos que
permiten definir el abigeato bajo parámetros singulares que lo diferenciaban de aquella
especie de robo denominado “cuatrerismo”:

Resulta significativa la distinción que se introduce entre cuatreros y abigeos,


haciendo depender su inclusión en uno u otro tipo penal del tipo de ganado hurtado
y del momento del día en que se hubiera cometido el crimen. En este sentido, las
prácticas establecen que los cuatreros “hurtan mulas y cavallos”; mientras que los
abigeos “hurtan bueyes o bacas y becerros de noche, y esto se prueva como los demás
hurtos” [...] Comprobamos que en la Nueva España la diferencia no sólo residía en

168
Pedro ORTEGO GIL, “Hurtar a los de casa”, pp. 461-462.
169
Susana GARCÍA LEÓN, “Los delitos contra la propiedad”, p. 24.
170
Susana GARCÍA LEÓN, “Los delitos contra la propiedad”, p. 28.

63
el tipo de animal sustraído como ocurría con el texto alfonsino sino que la presencia
de la nocturnidad también servía para caracterizar y calificar el hecho delictivo.171

En opinión de Francisco DE LA PRADILLA BARNUEVO, el abigeato era una modalidad


de hurto, al tenor de la cultura jurídica por entonces imperante, puesto que “al no mediar el
uso de la fuerza y no producirse, en principio, la muerte del dueño del ganado, el abigeato
no reúne los requisitos del robo”.172 Este tratadista afirmaba que los abigeos eran los ladrones
“de ganados y vestias”,173 cuyas condenas podían agravarse en vista del lugar donde había
sido cometido el crimen y el número de cabezas hurtadas, fuesen de ganado mayor o menor.
Senén VILANOVA Y MAÑÉS, definía el abigeato como “un ilícito que estaba más cercano al
robo que al propio hurto, lo que justificaba que las penas recogidas en la legislación para los
ladrones de animales fueran más graves que las previstas para el hurto. El abigeato
comprendía el hurto de ganado de cualquier especie, exigiendo un número mínimo de
animales sustraídos para ser considerado un abigeato”.174

Por otra parte, Sara ORTELLI, estudiosa del abigeato en la Nueva Vizcaya, manifiesta
que se puede definir dicho delito como “arrear, aguijar a las bestias para que caminen”,175 si
nos atenemos a su etimología latina (del verbo abigere): “ESCRICHE lo define como el hurto
cuyo botín -el ganado- era desviado y se hacía marchar delante para luego aprovecharse de
él […] En el Diccionario de Autoridades de 1726 el abigeato es definido como el hurto de
ganados o bestias”.176 Pero ESCRICHE en su Diccionario razonado de Legislación y
Jurisprudencia es todavía más específico: el abigeato es un robo que se consuma “no
cogiendo y transportando de un lugar á otro la cosa que se quiere sustraer, sino desviándola
y haciéndola marchar delante de sí, para aprovecharse de ella”.177 Esta es una precisión
importante, pues no podía cometer abigeato el ladrón de una cosa mueble cualquiera, puesto

171
Susana GARCÍA LEÓN, “Los delitos contra la propiedad”, p. 29.
172
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 60.
173
Opinión compartida por otros juristas, aunque también solían homologar las categorías de abigeo
y cuatrero. Joaquín ESCRICHE, “Abigeato” en Diccionario razonado, p. 14.
174
Susana GARCÍA LEÓN, “Los delitos contra la propiedad”, p. 33.
175
Joaquín ESCRICHE, “Abigeo” en Diccionario razonado, p. 15.
176
Sara ORTELLI, “Parientes, compadres y allegados”, pp. 164-165.
177
Joaquín ESCRICHE, “Abigeo” en Diccionario razonado, p. 15.

64
que el bien robado debía estar dotado de vida: “Abactores sunt qui abigunt et abducunt
pecora ex pascuis, armentis aut gregibus, lucri faciendi gratia”.178

La definición canónica del abigeo proporcionada por la Séptima Partida rezaba:


“abigeos son llamados en latín una manera de ladrones que se trabajan más de furtar bestias,
o ganados que otras cosas”. El jurista Gregorio LÓPEZ limitaba esta acepción sólo a quien
robase “ganados mayores”, es decir, caballos, vacas o mulas. Dicha opinión era compartida
por el ilustrado Antonio GÓMEZ, quien además, pedía la pena de muerte para todos aquellos
que tuviesen dicha práctica como costumbre.179 Puesto que las leyes se referían sólo al hurto
de bestias y ganados, no debían ser penados como abigeos quienes hurtasen animales como
palomas, gallinas, pavos “y otros animales de esta especie, los cuales se castigan como los
demás hurtos”.180

Melina YANGILEVICH subraya que el término “abigeato” podía comprender un


abanico más o menos amplio de conductas delictivas como el carneo, el cuereo de animales,
el robo de cueros o la compra y venta de cueros mal habidos. Toda definición legal de dicha
categoría elaborada en la jurisdicción de Buenos Aires durante los primeros años de la época
independiente siguió haciendo uso de:

Algunas de las definiciones de la legislación indiana sobre la apropiación indebida


de ganado ajeno ya que mantuvo la calificación de abigeato para los hurtos de más
de seis cabezas de ganado [...] la vigencia de las leyes de las Siete Partidas hasta
avanzado el siglo XIX en tanto usos y prácticas muestran la importancia de la
costumbre en el entramado de las relaciones sociales. De la misma manera la
persistencia de un conjunto de normas que encontraban su fuerza y legitimidad en la
práctica continua por parte de los habitantes de la campaña.181

*****

178
“Comete abigeato quien conduce a sus pastos rebaños y ganados de otros para beneficiarse de
ellos” (traducción propia). Joaquín ESCRICHE, “Abigeo” en Diccionario razonado, p. 15.
179
Pedro ORTEGO GIL, “Abigeatos y otros robos de ganado: una visión jurisprudencial (Siglos XVI-
XVIII)”. Cuadernos de Historia del Derecho 7 (2000), pp. 161-163.
180
Joaquín ESCRICHE, “Abigeo” en Diccionario razonado, p. 15.
181
Melina YANGILEVICH, “Abigeato y administración de justicia en la campaña bonaerense durante
la segunda mitad del siglo XIX”. Anuario del Instituto de Historia Argentina 8 (2008), p. 126.

65
Durante el breve Imperio de Agustín I, fue emitido un bando relativo a la administración de
justicia en cuanto al delito de robo. Si bien retoma disposiciones de origen virreinal, éstas
estuvieron vigentes al menos hasta 1825, cuando fue extinta la institución de la Audiencia
una vez se puso en vigor la Constitución de 1824:

Bando de 23 de febrero de 1821. Real Orden de 16 de septiembre de 1820 declarando


1o que las causas de robo no deben reputarse libianas sino seguirse hasta definitiva
2o que siga la práctica de sobreseer en las causas libianas y 3o que las comunes
[ilegible] duda de ley se hagan al Tribunal Supremo de Justicia por medio de las
Audiencias. Remitió a la Ymprenta en 16 de febrero de 1821.182

La anterior disposición indica que hacia finales de la época revolucionaria e


independentista, los delitos contra la propiedad y específicamente el robo habían tomado el
cariz de graves o muy graves y ya no eran vistos como livianos. Por tal razón, las causas que
fuesen originadas por dichas infracciones de índole penal ya no podrían ser sobreseídas,
debiéndose llevar hasta una resolución bien fuese absolutoria o condenatoria. Los
legisladores de la Primera República Federal, dispusieron que al menos el “robo simple”, es
decir, el que no fuese superior a cien pesos o su equivalente, habría de considerarse un delito
liviano cuya pena máxima era de seis meses de prisión, servicio de cárcel u obras públicas,
si nos atenemos a lo establecido por el Bando de 23 de julio de 1833.183

Tal como acertadamente lo ha advertido PACHECO GONZÁLEZ, no hubo una


definición explícita de robo durante la Primera República Federal; sin embargo, “se estaba
formando una nueva forma de concebir el robo” con base en las ideas ya no sólo del
liberalismo, sino también del reformismo borbónico. Desde el siglo XVIII, los legisladores
ilustrados habían dejado de contemplar este delito a la manera medieval, es decir, como un
ataque contra los mandamientos divinos, sino más bien “contra las instituciones del Estado,

182
“Bando de 23 de febrero de 1821 sobre las causas de robo que no deben reputarse livianas sino
seguirse hasta definitiva”. AGNM, Fondo Justicia, Tomo 8, Exp. 12, 1821.
183
“Número 1227. Julio 23 de 1833.- Bando.- Contiene la circular de la Secretaría de Justicia, de 22,
que inserta el decreto de la misma fecha.- Prevenciones dirigidas á expeditar la administración de justicia en
el Distrito y Territorios: facultades á los juzgados de 1ª instancia y dotación de sus subalternos” en Manuel
DUBLÁN y José María LOZANO, Legislación mexicana ó colección completa de las disposiciones legislativas
desde la Independencia de la República, México: Imprenta del Comercio, 1876, Tomo II, pp. 541-542.

66
las corporaciones y el individuo y su propiedad [...] parte fundamental del individuo que
aspiraba a ser un ciudadano”.184

CONTINUIDAD JURÍDICA E INNOVACIÓN LIMITADA

La historiografía del Derecho ortodoxa sostuvo que el republicanismo no sólo transformó la


ley hasta entonces existente, sino que dio paso a una legislación casi omnímoda, donde los
jueces se convirtieron en meros amplificadores de lo dispuesto por la ley escrita, situación
derivada de que el Estado liberal-republicano nacido con la independencia política acabó de
un plumazo con el orden jurídico pluralista precedente.185 Como corolario de lo anterior, el
precario nivel de instrucción de los jueces con respecto a las disposiciones legales emanadas
con posterioridad a 1821, ayudó a prolongar una praxis judicial sustentada en los cuerpos de
leyes heredados directamente del periodo virreinal.186 Si bien esto no carece de sustento,
tales deducciones deben ser matizadas, pues la ignorancia de los jueces legos y los de
primera instancia ha sido cuestionada por la historiografía reciente, que ha empezado a
ponderar su valía como actores importantes en la resolución tanto de pleitos verbales como
de causas de poca monta.187

Para sustituir el orden legal y jurídico heredado de los tiempos virreinales era
necesario monopolizar las facultades correspondientes a la elaboración de leyes y a la
administración de justicia, proceso dual que aparejó “la desaparición de diversas
legislaciones y prácticas judiciales diseñadas para los miembros de las corporaciones y la
construcción de un Derecho que relegó a lo justo para convertir al Derecho en sinónimo de

184
Julio César PACHECO GONZÁLEZ, La permanencia de la moral, p. 7.
185
Jaime DEL ARENAL FENOCHIO, “El discurso en torno a la ley: el agotamiento de lo privado como
fuente del Derecho en el México del siglo XIX” en Construcción de la legitimidad política en México, coords.
Brian CONNAUGHTON, Carlos ILLADES y Sonia PÉREZ TOLEDO. México: El Colegio de Michoacán –
Universidad Autónoma Metropolitana – Universidad Nacional Autónoma de México – El Colegio de México,
2008.
186
Abel MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, Justicia, honor y negociación, pp. 23 y 28.
187
Mercedes Verónica VALLEJO FLORES, Justice municipale et justiciables; Graciela FLORES FLORES,
Orden judicial y justicia criminal.

67
la ley”.188 Tal “predominio de la ley”189 o “absolutismo jurídico” devenido en “absolutismo
legalista”, fue un proyecto que pretendió imponer el federalismo de modo vertical y
unilateral a un cuerpo de operarios judiciales que se caracterizaba por su reducido número y
su muy deficiente formación en leyes.

¡Extraña y sorprendente paradoja!: el siglo XIX que quiso ser el siglo que enterrara
de una vez para siempre el absolutismo político supuso el ascenso y triunfo de un
nuevo absolutismo, el jurídico, que primero desconoció, luego negó y al final
pretendió destruir la autonomía de esos privados de los que habla GROSSI, integrantes
de una complejísima sociedad civil en donde precisamente la clara distinción entre
lo público y lo privado hizo posible durante siglos aquella autonomía que les permitió
colaborar en la edificación de un orden jurídico integrado por diversas normas
provenientes de fuentes distintas a la ley [...] el imperio de la sistemática y de la
visión geométrica de la vida social y de la conducta humana abrió el camino de ese
absolutismo jurídico entendido como absolutismo legalista.190

La administración de justicia en el México independiente experimentó la difícil


transición de un Derecho jurisdiccional a un Derecho legalista. Ello fue así porque se
estableció una pugna en varios niveles: entre el jurista y el legislador, entre el Estado
jurisdiccional y el Estado de Derecho, entre el Derecho arbitrista-consuetudinario y el
Derecho basado en la ley escrita: “El jurista se transformará ni más ni menos que en el
primero y más sumiso siervo del legislador y su actividad se reducirá a la de mero exégeta
de la ley; es decir, en adelante será más un intérprete de la voluntad del poder que de su
sociedad”.191 María del Refugio GONZÁLEZ lo expresa del siguiente modo:

Hasta entonces, los que administraban justicia habían dispuesto de un amplio margen
de libertad, el cual constituía su “albedrío” o “arbitrio”. En sus decisiones debían
ponderar los principios generales del Derecho, la equidad, la idea de justicia y las
sentencias de los sabios y tener a la vista hombres buenos o árbitros-arbitradores, por
jueces técnicos, comenzó, también, la tarea de sujetar a los jueces al texto de la ley,

188
Diego CASTILLO HERNÁNDEZ, “La ley y el honor: jueces menores en la Ciudad de México (1846-
1850)”. Signos Históricos XIII-26 (2011), p. 80.
189
“El predominio de la ley implicaba la igualdad para ser juzgados y aseguraba la garantía de los
derechos, de ahí el interés de las autoridades para que los alcaldes se sujetaran a la letra de la ley sin dar cabida
a la interpretación o el arbitrio judicial”. Águeda VENEGAS DE LA TORRE, “Nuevas perspectivas sobre los
delitos y castigos en México (1824-1835)”. Historia y Justicia 2 (2014), p. 4.
190
Jaime DEL ARENAL FENOCHIO, “El discurso en torno a la ley”, pp. 308-309.
191
Jaime DEL ARENAL FENOCHIO, “El discurso en torno a la ley”, p. 318.

68
que de acuerdo con el ideario ilustrado, era “la soberana” de los tiempos que corrían.
Tanto en materia penal, como en materia civil, el juez había sido “el señor del
proceso”; en el Estado de Derecho se convierte en un aplicador del texto de la ley.192

Otros autores, sin embargo, advierten que la recurrencia a la ley como fuente
privilegiada del Derecho era un fenómeno que data de mediados del siglo XVIII, enmarcado
en un proceso de paulatino desplazamiento de sus otras fuentes, caso de la costumbre y del
saber jurisprudencial:

[Richard MORSE] escreve sobre os diferentes momentos da Modernidade no mundo


ibérico e no anglo-saxônico, a partir do qual se pode constatar a existência de dois
tempos ou momentos no longo período colonial. O primeiro momento [...] decorre
entre os séculos XVI e XVII, chegando ainda à metade do XVIII, e se caracteriza por
ser um período em que os juízes e, de maneira geral, aqueles que detinham o poder
de tomar decisões a partir das leis, realizavam o seu ofício caso a caso, de maneira
circunstanciada e atendendo principalmente aos costumes locais e às diferentes
opiniões dos juristas. O segundo momento começaria a partir da segunda metade do
XVIII até o final do período colonial e estaria caracterizado pela prevalência da lei
sobre os costumes e sobre as diferentes opiniões dos juristas, de maneira que, em
lugar de diferentes costumes ou leis para diferentes casos ou cidades, haveria uma
única lei que seria aplicada de forma homogênea para todos.193

En cualquier caso, es necesario matizar el predominio de la ley y distinguir los


proyectos legalistas con respecto de su aplicación efectiva en la realidad; un ejemplo de ello
es el carácter disruptivo de los textos constitucionales, fuertemente cuestionado por la
historiografía actual. Uno de los aportes de la Constitución doceañista que ha sido poco
subrayado es la importancia que ésta le asignó a la defensa de la propiedad de los ciudadanos:
“la Nación está obligada á conservar y proteger por leyes sábias y justas la libertad civil, la
propiedad, y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen”.194 No
obstante, para Fernando SERRANO MIGALLÓN, estas tempranas declaraciones de liberalismo

192
María del Refugio GONZÁLEZ, “Las transiciones jurídicas en México del siglo XIX a la
Revolución” en Transiciones y diseños institucionales, eds. María del Refugio GONZÁLEZ y Sergio LÓPEZ
AYLLÓN. México: Universidad Nacional Autónoma de México – Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2000,
pp. 108-109.
193
Rafael RUIZ, “Os espaços da ambiguidade: os poderes locais e a justiça na América espanhola do
século XVII”. Revista de História USP 163 (2010), p. 83.
194
“Constitución política de la monarquía española”, Título I, Capítulo I, Art. 4º.

69
“moderno e individualista” seguían bebiendo “de las más profundas tradiciones jurídico-
políticas de la monarquía, desde tiempos visigóticos”.195

En la carta gaditana, la aplicación de las leyes en materia civil y criminal habría de


ser competencia de los tribunales establecidos por las leyes, pero seguía siendo prerrogativa
del Rey el hacerlas ejecutar,196 así como “cuidar de que en todo el Reyno se administre pronta
y cumplidamente la justicia”.197 Por tanto, el régimen jurisdiccional continuaba teniendo
efectos en la práctica judicial, fenómeno que Carlos GARRIGA ACOSTA denominó
constitucionalismo jurisdiccional:

Coherente con el desarrollo previo, la respuesta a la crisis que entonces se alcanzó y


quedaría finalmente articulada en la Constitución de 1812, se desenvolvió a partir (y
no en contra) del orden constituido, cuando menos en el sentido de que las soluciones
adoptadas de manera definitiva fueron presentadas de modo expreso como derivadas
de la tradición [...] Hoy más que nunca la Constitución de 1812 parece un campo de
batalla historiográfica entre quienes la presentan como artífice (al menos normativo)
del fulgurante establecimiento del Estado liberal español y quienes entendemos más
bien que vino a reformular en términos constitucionales el jurisdiccionalismo
definitorio del antiguo régimen, si se admite esta abusiva simplificación de los
términos en debate.198

México proclamó su soberanía política frente a España adoptando la forma del


Imperio a partir del Plan de Iguala de 24 de febrero de 1821199 y de los Tratados de Córdoba
suscritos el 24 de agosto del mismo año,200 sucesos notables en el ámbito político, pero con

195
Fernando SERRANO MIGALLÓN, Historia Mínima de las Constituciones en México. México: El
Colegio de México, 2013, p. 46.
196
“Constitución política de la monarquía española”, Título II, Capítulo III, Art. 16; Título III,
Capítulo VIII, Art. 142; Título IV, Capítulo I, Art. 170.
197
“Constitución política de la monarquía española”, Título IV, Capítulo I, Art. 171, inciso segundo.
198
Carlos GARRIGA ACOSTA, “Justicia y Política entre Nueva España y México. Del gobierno de la
justicia a gobierno representativo” en Formas de gobierno en México. Poder político y actores sociales a través
del tiempo. Volumen I: Entre Nueva España y México, coord. Víctor GAYOL. Zamora: El Colegio de
Michoacán, 2012, p. 59.
199
En este documento se plasmaron por vez primera premisas como las siguientes: “la Nueva España
es independiente de la antigua [...] su gobierno será monarquía moderada, con arreglo a la constitución peculiar
y adaptable del Reyno [...] será su Emperador el Señor D. Fernando 7º”, así como que “interín las Cortes se
establecen se procederá en los delitos con total arreglo á la Constitución Española”. “Plan de Iguala”, Arts. 2º,
3º, 4º y 21, 1821.
200
Alfredo ÁVILA y Luis JÁUREGUI, “La disolución de la Monarquía y el proceso de independencia”
en Nueva Historia General de México. México: El Colegio de México, 2014, p. 393; José Antonio SERRANO

70
escasas repercusiones en lo social y sobre todo, en lo jurídico. GARRIGA ACOSTA sostiene
que el ciclo revolucionario iniciado en 1808 y culminado en 1821-1824 con la independencia
política de México y el nacimiento del primer federalismo no aparejó cambios o
innovaciones sustanciales en materia jurídica: “es evidente que la independencia como un
acto de ruptura política fue perfectamente compatible con la continuidad del orden jurídico
tradicional apenas adaptado a las nuevas circunstancias”.201

Al revisar el texto de los Tratados de Córdoba, es posible entrever algunas alusiones


al racionalismo de corte ilustrado, caso de la propuesta para la conformación de una Junta
Provisional Gubernativa,202 cuyos integrantes habrían de nombrarse “conforme al espíritu
del plan de Iguala”. Tales sujetos habrían de conformar:

Una junta compuesta de los primeros hombres del Imperio por sus virtudes, por sus
destinos, por sus fortunas, representación y concepto, de aquellos que están
designados por la opinión general, cuyo número sea bastante considerable para que
la reunión de luces asegure el acierto en sus determinaciones, que serán emanaciones
de la autoridad, y facultades que les concedan los artículos siguientes.203

Sin embargo, los ideólogos del nuevo-viejo régimen se habían apresurado a


caracterizar al Imperio mexicano como una entidad cuyo gobierno tendría un carácter
“monárquico y constitucional moderado”, tomando en eventual consideración para el puesto
de Emperador mexicano al monarca Fernando VII y por defecto, a otros miembros de la
dinastía Borbónica.204 En consecuencia, la iniciativa de instaurar un orden imperial en
México, “forma territorial agregación política irremediablemente caduca”, no era cosa

ORTEGA y Josefina Zoraida VÁZQUEZ, “El nuevo orden (1821-1848)” en Nueva Historia General de México.
México: El Colegio de México, 2014, p. 397.
201
Carlos GARRIGA ACOSTA, “Orden jurídico e independencia política: Nueva España, 1808 - México,
1821” en La Revolución novohispana (1808-1821), coord. Antonio ANNINO. México: Centro de Investigación
y Docencia Económicas – Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México – Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes – Fondo de Cultura Económica, 2010, p. 120.
202
“Tratados celebrados en la Villa de Córdova”, Arts. 7º, 8º, 9º, 10, 11, 12, 13 y 14, 1821.
203
“Tratados celebrados en la Villa de Córdova”, Art. 6º, 1821.
204
“Tratados celebrados en la Villa de Córdova”, Arts. 2 o y 3º, 1821.

71
distinta a la “pluralidad de estados, vinculación horizontal mínima y estructuración vertical
polarizada en un vértice indiscutido”.205

Dicho conjunto de prácticas ha sido denominado por ciertos teóricos anglosajones


como jurisdictional complexity: “el solapamiento de jurisdicciones, la existencia de
autoridades jurídicas fragmentadas, la pluralidad de órdenes normativos [...] que condensan
la esencia del régimen jurídico antes de la divisoria de aguas que impondrán las
codificaciones”.206 Otros autores deudores de la tradición weberiana han dado en adjudicarle
el epíteto de “prismático” a esa connivencia competencias, jurisdicciones y órdenes
normativos, que en últimas constituían “um misto de instituicoes, normas e práticas e
mentalidades “modernas” ou sistemicas que conviviam, freqüentemente de forma
harmoniosa, como o modelo “tradicional” ou empírico”.207 En vista de que este modelo
prismático pervivió más allá del Antiguo Régimen (estamental-tradicional), permeando la
era constitucional (racional-moderna), Arno y Maria José WEHLING califican la emergencia
de un nuevo orden sobre los rescoldos del viejo como “vinho novo em odres velhos”.

A tono con este devenir legal y jurídico, la Constitución de 1824 y la subsecuente


proclamación de la Primera República Federal “declararon explícitamente la continuidad del
Derecho existente” omnipresente en las diversas constituciones estatales, lo cual representa
una estricta e inmanente continuidad jurídica: “no sólo se estaba muy lejos del sistema de
leyes ordenado y claro […] sino que las condiciones eran tan poco favorables al cambio
jurídico que éste se retrasó como mínimo -si hablamos de México (o de España) hasta el
último tercio del siglo XIX”.208 Y es que si bien una parte de la historiografía mexicanista
de corte nacionalista argumentó que el periodo de la Primera República Federal estuvo
signado por una simbiosis de continuidades e innovaciones en materia judicial que vistos en
conjunto resultan disruptivos e incluso revolucionarios, el alcance de muchas de ellas ha sido

205
Carlos GARRIGA ACOSTA, “Orden jurídico e independencia política”, p. 122.
206
Alejandro AGÜERO, “Hibridez y complejidad: claves para el análisis histórico jurídico comparado”.
Revista de Historia del Derecho 53 (2007), p. 159.
207
Arno WEHLING y Maria José WEHLING, “O caráter prismático do oficio de julgar no Brasil do
Antigo Regime”. Revista Chilena de Historia del Derecho 22 (2010), p. 1091.
208
Carlos GARRIGA ACOSTA, “Orden jurídico e independencia política”, p. 123.

72
sobrevalorado. No sólo las leyes castellanas e indianas mantuvieron su vigencia, si no que
fueron en muchos casos la base de la legislación que se estaba queriendo construir.209 La
Constitución de 1824 dejó incólumes las viejas leyes virreinales, así como el rigor procesual
dictado en la Constitución gaditana de 1812: “la república no supuso una ruptura con el
pasado sino que se apoyó directamente en él, pero sólo mientras la Federación dictaba sus
propias leyes, las cuales serían preferidas a las viejas hispanas”.210

Esta situación de innovación limitada implicaba por parte de los dirigentes del Estado
la aceptación tácita de que la construcción de nuevas instituciones nacionales no podía ser
emprendida soslayando el legado del Antiguo Régimen, pues ello implicaría construir el
Estado republicano ex-nihilo, dificultando el cometido de modernización de la
administración de justicia penal. Leyes, prácticas judiciales e instituciones nuevas y sólidas
debían asentarse en una tradición funcional a las pretensiones de los arquitectos del México
independiente: “Normas viejas y vigentes, aunadas a la herencia que habría de construirse
en el foro, delinearon los contornos de la práctica judicial al despunte de la República, misma
que siguió su proceso evolutivo durante todo el siglo XIX en los subsecuentes proyectos
políticos hacia la construcción de un proceso uniforme guiado únicamente por la ley”.211

La tarea de transmutar el Estado jurisdiccional212 en uno de Derecho,213 implicaba


sine qua non la gestación de “un nuevo orden jurídico apegado a la legalidad”, que encarnase
el nódulo fundamental de tal proceso. El orden natural ya no debería afincar sus raíces en

209
Rosana RANGEL SÁNCHEZ, “Limitaciones en la administración de justicia en la provincia de Mérida
(1830-1855)”. Presente y Pasado 26 (2008), p. 318.
210
Graciela FLORES FLORES, Orden judicial y justicia criminal, p. 46.
211
Graciela FLORES FLORES, Orden judicial y justicia criminal, p. 47.
212
El Estado jurisdiccional “se caracterizó por la existencia de un Derecho común y un gobierno
generado por la concentración de potestades en un monarca que, a la vez, los delegaba por medio de la
jurisdicción en un aparato administrativo; así, en el ámbito contencioso se evitaba dejar espacios sin justicia
en los territorios de la monarquía”. Águeda Goretty VENEGAS DE LA TORRE, “Los avatares de una justicia
legalista: el proceso de codificación en Zacatecas de 1824 a 1835”. Signos Históricos XIII-26 (2011), p. 46.
213
El Estado de Derecho “se caracterizaba con contar con una constitución que facilitaba el equilibrio
de los poderes y el reconocimiento de los derechos al amparo de la ley, misma que se asumió de forma
sistemática, estable y ordenada en los códigos civil, penal y mercantil. Este contexto demandó un nuevo orden
jurídico apegado a la legalidad, que garantizaba los derechos y libertades frente al ejercicio arbitrario del poder
público del Estado”. Águeda Goretty VENEGAS DE LA TORRE, “Los avatares de una justicia legalista”, p. 46.

73
una teodicea iusnaturalista, sino más bien en un marco racionalista “en donde los hombres
nacían titulares de unos derechos subjetivos imperecederos que eran recogidos en leyes
positivas, las cuales debían hacer exigibles los derechos reconocidos y definir sus alcances
y límites”.214

No obstante los fervorosos planes de cambio y transformación sobrevenidos tras la


consolidación de un nuevo orden político, los múltiples códigos civiles, criminales y
mercantiles de los diversos Estados mexicanos seguían bebiendo de fuentes tan tradicionales
como el Derecho romano y canónico, las Recopilaciones, los cedularios y las leyes
cortesanas de variada raigambre, todo ello sin menoscabo de las leyes y los decretos
expedidos por el Congreso General Federal, así como de las normativas estatales. 215 Los
primeros legisladores republicanos insistieron con vehemencia que sólo una vez instaurado
el “imperio de las codificaciones”, es decir, “la reducción del Derecho escrito a un cuerpo
completo y sistemático”, podrían ser corregidos los vicios y resabios del “Derecho antiguo”.

La convivencia entre lo viejo y lo nuevo, el carácter híbrido y transicional del siglo


XIX mexicano, también han sido destacados [...] las primeras constituciones
mexicanas presentaron tanto elementos propios del Derecho liberal o moderno como
del tradicional [...] junto a la igualdad de nacimiento, el dogma sobre la separación
de poderes, las nuevas concepciones de la soberanía y de la representación y una
cierta noción formal de ley que los textos constitucionales trajeron consigo, otras
cuestiones permanecieron inalteradas. Además de la presencia de jueces legos en el
peldaño inferior de la administración de justicia, subsistieron muchos otros
elementos que alejaban aquellos órdenes jurídicos y constitucionales de lo moderno:
los fueros eclesiástico y militar, el pluralismo de leyes (y no un monismo jurídico),
el recurso al juramento constitucional por la insuficiencia de la representación como
elemento legitimador, la publicación o promulgación entendidas en sentido
tradicional (difusión y entrada en vigor de las leyes por lectura pública y no por su
inserción en una publicación oficial), la ausencia de la exigencia de la
fundamentación de sentencias, la falta de instancias superiores que controlaran el
apego de los jueces inferiores a la ley material y el importante papel del recurso de
nulidad y la exigencia de responsabilidad a los jueces por vicios en los trámites que
arreglaban los procesos como garantía de justicia.216

214
Águeda Goretty VENEGAS DE LA TORRE, “Los avatares de una justicia legalista”, p. 49.
215
Águeda Goretty VENEGAS DE LA TORRE, “Los avatares de una justicia legalista”, p. 53.
216
Mercedes Verónica VALLEJO FLORES, Justice municipale et justiciables, pp. 21-22.

74
En la práctica, los jueces siguieron fundamentando sus sentencias con base en su
arbitrio, “el cual prorrogaba la vigencia de parte del ordenamiento jurídico colonial y dejaba
en los jueces la función de integrar el Derecho y la capacidad de elaborar sus resoluciones
desde múltiples fuentes”.217 En este caso, si preceptos tan vetustos como los de las Siete
Partidas se antojaban a los jueces demasiado severos para la corrección y el castigo de un
ladrón, suavizaban el rigor de la ley y moderaban ostensiblemente las penas. 218 Para
Alexander MONTOYA PRADA resultó evidente “la adaptación de la ley al asimilar las obras
públicas en una República al trabajo para el rey en una Monarquía”.219

Ello se explica a partir de que dicho arbitrio o “discreción judicial” era una facultad
que tenía el magistrado para modificar la sentencia prescrita por la ley con objeto de que ésta
fuese proporcional al crimen cometido en un caso particular, siendo a su vez un precepto
fundamental en la arquitectura de la cultura jurisdiccional hispánica.220 Tal concepción del
arbitrio, visto desde la perspectiva liberal como un rezago del despotismo propio de las
monarquías, estaba ligada a la noción de casuismo, que en la América española “colocava-
se de forma ainda mais acentuada do que na Espanha, porque a quantidade de casos
particulares novos que surgiam continuamente no território americano tornava quase
impossível aplicar exatamente as leis gerais aos casos concretos”.221

Tales rémoras del Derecho de Antiguo Régimen de sustrato teológico: el pluralismo


jurídico, el arbitrio judicial y el casuismo, podrían corregirse prescribiendo a los jueces
fundamentar sus sentencias en la ley escrita, pues “con el código se estaba concibiendo un

217
Alexander MONTOYA PRADA, “La transición del orden jurídico. Entre la Colonia y la República
en los procesos criminales en Querétaro (1830-1849)”. Signos Históricos XIII-26 (2011), p. 28.
218
Rafael RUIZ, “Os espaços da ambiguidade”, p. 93.
219
Alexander MONTOYA PRADA, “La transición del orden jurídico”, p. 28.
220
Michael SCARDAVILLE, “Los procesos judiciales y la autoridad del Estado: reflexiones en torno a
la administración de la justicia criminal y la legitimidad en la Ciudad de México, desde finales de la Colonia,
hasta principios del México independiente” en Poder y legitimidad en México en el siglo XIX. Instituciones y
cultura política, coord. Brian CONNAUGHTON. México: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad
Iztapalapa – Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología – Grupo Editorial Porrúa, 2003, p. 400; Águeda Goretty
VENEGAS DE LA TORRE, “Los avatares de una justicia legalista”, p. 61; Sergio Alejandro TORO CIFUENTES,
Purgando a la república, p. 43.
221
Rafael RUIZ, “Os espaços da ambiguidade”, p. 89.

75
juez únicamente facultado para aplicar el Derecho y no para legislar”.222 Se ha dicho que el
ius commune, “Derecho de juristas” sufrió un menoscabo de su status frente a la ley escrita,
puesto que las labores propias del legislador se fueron separando progresivamente de las del
juez, quien vio cada vez más recortadas sus anteriores atribuciones. Desde otra perspectiva,
algunos investigadores aseguran que la nueva praxis judicial padeció muchos tropiezos
debidos, entre otros factores, a la ausencia de suficientes jueces letrados capacitados para
administrar justicia a nivel local, situación que prolongó las prácticas propias del periodo
virreinal, donde los alcaldes gozaban de jurisdicción ordinaria y las leyes castellano-indianas
eran las más conocidas, aceptadas y respetadas.223

El proyecto de justicia republicano trazó cambios procedimentales de importancia,


como la averiguación por denuncia; se procuró que los jueces recurriesen a la conciliación
entre partes con el fin de evitar litigios costosos e inútiles; se pretendió que éstos empezaran
a motivar sus sentencias, lo que otrora no era requerido (aunque en la práctica se hiciera
eventualmente); o que se restringieran las arbitrariedades durante los embargos para
resguardar los derechos de propiedad de las partes en litigio. No obstante, el orden procesal
del México independiente no pudo escapar del legado doctrinario del Antiguo Régimen,
respecto al cual los legisladores no se desligaron del todo, debido a la imposibilidad de
generar cambios radicales en la materia, o bien a una cuestión de mero pragmatismo. Águeda
Goretty VENEGAS DE LA TORRE se pregunta en este punto si el Derecho fue el que se adaptó
a las demandas de la sociedad, o si fue la sociedad la que tuvo que ajustarse a los preceptos
de una nueva cultura jurídica.224

Los actores involucrados en procesos criminales fueron transformando


paulatinamente la interpretación y el uso del corpus jurídico vigente, que no desestimó las
leyes españolas hasta las postrimerías del siglo XIX. Otra adaptación de los procedimientos
jurídicos virreinales está evidenciada en el así llamado “principio de favorabilidad”, vértebra

222
Águeda Goretty VENEGAS DE LA TORRE, “Los avatares de una justicia legalista”, p. 65.
223
Águeda Goretty VENEGAS DE LA TORRE, “Los avatares de una justicia legalista”, p. 71.
224
Águeda Goretty VENEGAS DE LA TORRE, Los avatares de la administración de justicia, pp. 67 y ss.

76
de las garantías de protección a las personas inculpadas en la comisión de algún delito, y que
siguieron tomándose en cuenta durante la República: “la afirmación de que era preferible
liberar al culpable que castigar al inocente, implicaba la intención de proteger a los reos de
una injusticia, si las pruebas eran insuficientes, lo que podía constituirse en una adaptación
del principio de favorabilidad procedente de la Colonia”.225 Esta “inercia de las prácticas
coloniales” constituyó una prolífica fuente de conflictos jurisdiccionales entre los poderes
judicial y legislativo, pues la administración de justicia no estaba siempre en armonía con
los ideales plasmados en las por entonces novedosas legislaciones estatales.

La definición política y jurídica de los individuos implicados como parte en un


proceso judicial también llevaba aparejados evidentes rasgos de Antiguo Régimen que
obstaculizaban el trato paritario proclamado por el nuevo orden político. Sociedades
estamentales como la mexicana, se mostraron bastante reticentes a la adjudicación de la
categoría de ciudadanos a los integrantes de los sectores menos favorecidos, y aunque ya no
existía formalmente la categoría de calidad, los viejos prejuicios raciales y morales siguieron
influyendo en la administración de justicia, es decir, en la conducta de los jueces a la hora
de valorar un testimonio o dictar sentencia, no obstante que tales funcionarios estaban
impelidos por la Constitución a sujetarse al principio de igualdad ante la ley.226

Las tan publicitadas libertades “civiles y naturales” distaban de ser una realidad plena
en el contexto de la incipiente República Federal. Algo similar parece haber ocurrido en lo
relativo a las innovaciones institucionales que se promovieron con la transición política. Es
el caso de medidas como la división tripartita de poderes, la implantación del sistema de
jurados, la necesidad de fundar las sentencias en una normativa legal clara, la creación de
licenciaturas en Derecho, etc., de mínimo impacto en las prácticas procesales hasta ya muy
entrado el siglo XIX.

225
Alexander MONTOYA PRADA, “La transición del orden jurídico”, p. 30.
226
Alexander MONTOYA PRADA, “La transición del orden jurídico”, p. 38.

77
La más importante de aquellas innovaciones institucionales fue la creación de la
Corte Suprema de Justicia, sucedáneo de otra tan representativa del régimen novohispano
como la Audiencia, la cual gozó de vida propia en el recién creado Distrito Federal hasta el
13 de mayo de 1825, cuando tuvo lugar la emisión del reglamento inaugural del máximo
tribunal de justicia republicano. En tal sentido, se produjo la innovación institucional que
bien vale la pena destacar, aunque bien es cierto que en el resto del territorio mexicano
cambios de ese tipo se dieron de un modo más paulatino debido a las carencias financieras
y de personal competente.227

La ley para el funcionamiento de los tribunales de justicia, estuvo pensada para que
no riñese con los preceptos de la Constitución de 1824, estableciendo una Corte Suprema
que sirviera como máximo Tribunal en las causas civiles y criminales de primera, segunda
y tercera instancia. Los legisladores establecieron que dicha Corte Suprema se compondría
de tres salas, la primera con cinco ministros, y las otras dos, con tres togados cada una.228

En las causas criminales, se garantizaba un máximo de tres instancias en caso de que


las partes involucradas o el juez “reclamasen la segunda sentencia que nunca ha de dejar de
pronunciarse”. En todos aquellos procesos donde se pudiese imponer la pena capital, el
destierro o el presidio por diez años, los jueces de la Corte Suprema concurrirían como jueces
de tercera instancia “asistiendo para ellos dos de la primera sala [...] si la segunda ó la tercera
fueren las que hubieren de conocer”.229

Algunas disposiciones judiciales tuvieron un carácter innovador, como la


prescripción de que para dictar sentencia en cualquiera de las tres salas, debía existir
conformidad en la mayoría de votos de los ministros, y de que una vez concluido cualquier

227
Graciela FLORES FLORES, Orden judicial y justicia criminal, p. 52.
228
“Número 341. Decreto de 23 de junio de 1823. – Establecimiento provisional y planta de un tribunal
supremo de justicia” en Manuel DUBLÁN y José María LOZANO, Legislación mexicana, Tomo I, p. 657; “Ley
para el arreglo de los tribunales de la federación aprobada por la cámara de senadores”. AHDF, Fondo Gobierno
del Distrito Federal, Sección Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 7, Cap. 1, Art. 3º.
229
“Ley para el arreglo de los tribunales de la federación aprobada por la cámara de senadores”.
AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 7, Cap. 1, Arts. 33
y 35.

78
“negocio” judicial, la sentencia habría de pronunciarse en un lapso no mayor de ocho días.230
En pro de la recta administración de justicia y en aras de evitar el nepotismo, se prescribió
que en cualquier asunto civil o criminal en donde estuviesen involucrados como abogados
los familiares de un ministro, éste debía declararse impedido, y por las mismas razones se
prohibió taxativamente que el presidente, los ministros y el fiscal fungiesen como
apoderados, abogados, asesores o árbitros.231 El ciudadano Francisco Molinos del Campo,
gobernador del Distrito Federal, dio a conocer este decreto a los moradores de la Ciudad de
México y sus alrededores el día 14 de febrero de 1826.232

Dada la carencia de leyes con respecto a la administración de justicia en un periodo


tan incipiente de la vida republicana, la segunda y tercera salas de la Corte Suprema de
Justicia fueron habilitadas para conocer las causas civiles y criminales pertenecientes al
Distrito Federal y los territorios de la Federación, mientras tales leyes eran promulgadas.233
Así mismo, la Corte tendría sobre dichos territorios nacionales las mismas atribuciones con
que otrora contaban las Audiencias de Ultramar “que se componían de tres salas, en cuanto
no se opongan á la Constitución y Leyes de la Unión”.234

A nivel de la justicia inferior, el juez letrado del Distrito Federal tendría entre sus
funciones la de llevar el control de todos los reos aprehendidos en la municipalidad,
elaborando con ayuda de un escribano, un libro donde se relacionaran todas las entradas
criminales, cuidando de expedientar a los acusados en un plazo no mayor a quince días
naturales contados desde la consignación de los mismos. Todos los alcaldes del Distrito

230
“Ley para el arreglo de los tribunales de la federación aprobada por la cámara de senadores”.
AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 7, Cap. 1, Arts. 39
y 41.
231
“Ley para el arreglo de los tribunales de la federación aprobada por la cámara de senadores”.
AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 7, Cap. 1, Arts. 15
y 47.
232
“Decreto dado el 14 de febrero de 1826”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 16.
233
“Decreto dado el 22 de mayo de 1826”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 21.
234
“Decreto dado el 30 de mayo de 1826”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 28.

79
Federal y los jueces de primera instancia en general debían entregar a su gobernador
informes mensuales basados en esta nueva versión de los antiguos Libros de reos, so riesgo
de ser apercibidos. Todo lo anterior estaba basado en una ley de 9 de octubre de 1812,235 que
no era cosa diferente a La ley de Tribunales proclamada en Cádiz.236

La implementación del federalismo produjo inevitables y necesarias innovaciones en


la esfera política en comparación al orden existente en la época virreinal, provocando
mutaciones en ejes fundamentales de lo político-jurídico, como la instauración de la
ciudadanía, la nueva división de poderes, los imaginarios en torno a la soberanía y la
representación, etc.237 No puede afirmarse lo mismo en el campo de la justicia penal, pues
el Derecho castellano-indiano se mantuvo vigente en el desarrollo de las causas judiciales,
al menos mientras los legisladores ideaban y los juristas ponían en práctica una legislación
acorde con los preceptos liberales. El persistente pluralismo jurídico era consecuente con las
necesidades inherentes al establecimiento de un nuevo régimen político-jurídico armónico
con la pretendida igualdad de los individuos ante la ley en el marco de una sociedad
estamental y jerárquica. En este orden de ideas, el concepto de continuidad jurídica ayuda a
entender el contexto de difícil tránsito entre el Estado jurisdiccional y el Estado de Derecho,
donde este último no podía establecerse sin tener en cuenta los desarrollos institucionales e
ideológicos del modelo que le precedió, siendo por tanto fruto de una innovación limitada.

235
“Decreto dado el 14 de febrero de 1826”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 5, Doc. 90.
236
Graciela FLORES FLORES, La ciudad judicial, p. 40.
237
Mariana TERÁN FUENTES, Por lealtad al rey, a la patria y a la religión. Zacatecas (1808-1814).
Toluca: Fondo Editorial del Estado de México, 2012, p. 17.

80
CAPÍTULO II: “HOMBRES DE MALA VIDA Y PEORES
COSTUMBRES”. LOS LADRONES DE CIUDAD DE MÉXICO EN
UNA ÉPOCA DE CRISIS

Más difícil es honrar la memoria de los sin nombre que la de los famosos,
de los festejados, sin exceptuar la de los poetas y pensadores.
La construcción histórica está consagrada a la memoria de los sin nombre.238

Reglas para los ladrones: los ladrones trabajan de noche.


Los ladrones visten de negro.
Robar es bueno para el mundo.
Los amigos de los ladrones viven en las calles.239

Este capítulo tiene como objetivo estudiar los delitos contra la propiedad en una Ciudad de
México en un contexto de crisis económica, política y social. El énfasis en los ladrones
ganzueros240 como grupo está justificado por las limitaciones inherentes de las fuentes de
archivo, pero también al interés que despiertan sus integrantes, constituyentes de un tipo
ideal de delincuentes urbanos, rico en variables susceptibles de ser estudiadas “desde abajo”:
desempeñaban múltiples oficios u ocupaciones de manera eventual o regular, usualmente
ligados a la actividad artesanal; sostenían un estilo de vida y unas prácticas de sociabilidad
propias de los imaginarios sobre lo marginal; sus asociaciones delictivas y redes
socioeconómicas estaban ligadas al funcionamiento del mercado negro en la capital y de la
economía sumergida241 que servía de sostén a grupos de hombres, etc. Estos individuos, así
como los lugares que frecuentaban y los comportamientos que exhibían conformaron los
imaginarios ligados a la noción de bajos fondos, amalgama del vicio, la miseria y el crimen
característicos de las ciudades en crisis.242

238
Walter BENJAMIN, Tesis sobre la Historia, pp. 91-92.
239
Kim HIORTHØY, The rules for everything, 2017.
240
Un ganzuero era definido según el Formulario de causas criminales de la Nueva España (mediados
del siglo XVIII) como el ladrón que “falcea las chapas y habre las puertas con ganzúas”. José SÁNCHEZ-
ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 69.
241
Tomás MANTECÓN MOVELLÁN, “La ley de la calle y la justicia en la Castilla Moderna”. Manuscrits
26 (2008), p. 169.
242
Dominique KALIFA, Los bajos fondos. Historia de un imaginario. México: Instituto de
Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2018, pp. 24-25. Para el caso de Ciudad de México, Odette María
ROJAS SOSA, La ciudad y sus peligros: alcohol, crimen y bajos fondos. Visiones, discursos y práctica judicial

81
En primer lugar, se empleará la categoría de asociación delictiva para complejizar lo
que François GIRAUD definió como “la reunión de varias personas, para realizar un delito”,243
estudiando la ejecución de los robos, en los que no sólo intervenían los ladrones propiamente
dichos, pues a ellos se deben sumar sus colaboradores pasivos o cómplices. En segunda
instancia, al hablar de red socioeconómica se hace alusión una etapa posterior a la comisión
de los robos, asumiendo que la finalidad última de todos ellos era el afán de lucro por más
pingüe que éste fuese, la superación de un apuro económico o una estrategia de
supervivencia en periodos críticos, por lo que también deben considerarse otra clase de
actores que posibilitaban la comercialización efectiva de los objetos robados. La ejecución
y la comercialización, por tanto, constituyen los momentos que conforman la actividad
criminal propiamente dicha. El estudio crítico de la criminalidad implica por tanto, una
mirada dual sobre las relaciones sociales tanto de tipo vertical como de índole horizontal,
pues como ha quedado ejemplificado en investigaciones precedentes, conductas delictivas
como el robo, el hurto y el abigeato carecen de inteligibilidad si se desprecian los lazos de
sociabilidad y de cooperación entre los múltiples agentes partícipes en una conducta punible,
algunos de los cuales solían disimular, encubrir, facilitar o patrocinar este tipo de actividades
desarrolladas por sus allegados, amigos, colegas, compadres y familiares.244

(1929-1946). Tesis de Doctorado en Historia, dir. Elisa SPECKMAN GUERRA. México: Universidad Nacional
Autónoma de México, 2016, tesis publicada como libro bajo el título de La Metrópoli viciosa. Alcohol, crimen
y bajos fondos. Ciudad de México (1929-1946). México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2019.
243
François GIRAUD, “Los desvíos de una institución. Familia y parentesco entre los ladrones
novohispanos”, en De la santidad a la perversión. O de por qué no se cumplía la ley de Dios en la sociedad
novohispana, ed. Sergio ORTEGA NORIEGA. México: Grijalbo, 1986, p. 211.
244
François GIRAUD, “Los desvíos de una institución”, pp. 197-217; Amanda CAICEDO e Iván
ESPINOSA, “Públicos ladrones”, pp. 91-108; Pedro ORTEGO GIL, “Abigeatos y otros robos de ganado”, pp.
161-222; José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, pp. 43-109; Beatriz
CÁCERES MENÉNDEZ y Robert PATCH, “Gente de mal vivir: families and incorrigible sons in New Spain (1721-
1729)”. Revista de Indias LXVI-237 (2006), pp. 363-392; Julia BENITO DE LA GALA y Tomás Antonio
MANTECÓN MOVELLÁN, “Redes delictivas y formas de crimen organizado en las ciudades de la Europa
Atlántica durante el Antiguo Régimen”. Anuario IEHS 25 (2010), pp. 179-203; Pedro ORTEGO GIL, “Hurtar a
los de casa”, pp. 449-470; Ignacio AYALA CORDERO, “Viviendo al día. Una aproximación al circuito
económico informal de reducción de robos en Buenos Aires hacia 1895”. Historia y Justicia 1 (2013), pp. 1-
25; Eugenia MOLINA, “Ladrones, vagos y perjudiciales. Los robos, sus actores y sus puniciones en una ciudad
periférica del Imperio español. (Mendoza, 1770-1810)”. Historia y Justicia 1 (2013), pp. 1-30; Andrés David
MUÑOZ COGARÍA, “Gentes abandonadas a una conducta la más degradante y criminal: delitos contra la
propiedad y el honor en la Gobernación de Popayán (1750-1820)”. Historia Caribe IX-24 (2014), pp. 17-61;

82
En este sentido, el delito de abigeato ha resultado ser, entre los crímenes contra la
propiedad, el mejor estudiado a partir de sus características intrínsecas. Sara ORTELLI, por
ejemplo, ha demostrado que las redes de sociabilidad, parentesco y compadrazgo de un
grupo de abigeos en la Nueva Vizcaya dieciochesca fueron muy exitosas económicamente
gracias a su naturaleza interestamental,245 con una evidente cooperación entre hacendados
y peones, beneficiando económicamente a todas las partes involucradas en el delito de robo
de ganado: “un análisis minucioso y un entrecruzamiento de diferentes tipos de fuentes,
permite rastrear y reconstruir los itinerarios, las redes de parentesco y clientelismo, las
relaciones sociales horizontales y verticales, las actividades económicas y las alianzas
políticas de grupos diferentes a las élites”.246 Ciertamente, el abigeato resultaba bastante
rentable al compararse el precio de una cabeza de ganado con los salarios de un peón de la
época, resalta la autora.

Partiendo del presupuesto de que “la lista de potenciales abigeos no se limitaba sólo
a sujetos pertenecientes a sectores subalternos” o “sectores más desfavorecidos”, Melina
YANGILEVICH agrega en esa lista a los propietarios de los “saladeros”, a los pulperos, a las
personas “vinculadas a diversas etapas del proceso económico”, a cualquier otro actor social
capaz de sacar ventaja del abigeato, caso de los peones, los acarreadores, los barranqueros,
los carneadores, etc.,247 y por supuesto, a los miembros de las élites socioeconómicas: “ello
no implicó que otros sujetos no utilizaran estos mecanismos beneficiándose de la compra de

Andrés David MUÑOZ COGARÍA, “Delito y punición en la Gobernación de Popayán. Discurso y praxis penal
en el tránsito de la Colonia a la República (1750-1820)”. Quirón II-4 (2015), pp. 20-38; Tomás Antonio
MANTECÓN MOVELLÁN y Carmen XAM-MAR, “Comunidad y construcción de la paz pública en el norte de
España: rateros, campesinos y vecindades en el siglo XVII” en Estudios en Historia Moderna desde una visión
Atlántica. Libro homenaje a la trayectoria de la profesora María Inés Carzolio, coords. Bernard VINCENT,
Cecilia LAGUNAS, Emir REITANO, Israel SANMARTÍN BARROS, Griselda TARRAGÓ, Julio POLO SÁNCHEZ,
María Luz GONZÁLEZ MEZQUITA, Miriam MORICONI y Osvaldo Víctor PEREYRA. La Plata: Universidad
Nacional de La Plata, 2017, pp. 626-661.
245
Sara ORTELLI, “Crisis de subsistencia y robo de ganado en el septentrión novohispano: San José
del Parral (1770-1790). Relaciones XXXI-121 (2010)”, pp. 21-56; Sara ORTELLI, “Parientes, compadres y
allegados: los abigeos de la Nueva Vizcaya en la segunda mitad del siglo XVIII”. Relaciones XXVI-102
(2005), pp. 163-199; Sara ORTELLI, “Roque Zubiate. Las andanzas de un ladrón de ganado en el septentrión
novohispano (1750-1836)”. Revista de Indias LXX-248 (2010), pp. 127-154.
246
Sara ORTELLI, “Parientes, compadres y allegados”, p. 191.
247
Melina YANGILEVICH, “Abigeato y administración de justicia”, pp. 129-130.

83
ganado o sus derivados a bajo precio. Los vecinos notables [...] contaron con los medios y
los vínculos adecuados para evitar ser procesados”.248

El Territorio Nacional de La Pampa, según Marisa MORONI, presenció hasta bien


entrado el siglo XX la comisión del delito de abigeato, práctica secular cometida
principalmente por individuos calificados como “trabajadores estacionales desconocidos”,
que establecieron frecuentes alianzas delictivas con “funcionarios policiales y judiciales,
martilleros y consignatarios de hacienda que conocían los circuitos de comercialización de
las provincias limítrofes de Córdoba, San Luis, Mendoza y Buenos Aires”.249 Por ende, no
sólo los miembros de los sectores populares estaban involucrados en el hurto de semovientes,
tal como parecía denunciar la prensa de la época. La preocupación de los grandes hacendados
no gravitaba, empero, en torno a los hurtos cometidos por individuos empobrecidos
espoleados por el hambre, sino por el accionar de las grandes bandas que podían poner en
peligro la propiedad privada, en un contexto de inminente e inevitable consolidación de la
economía capitalista.250

LA CRISIS POLÍTICA, ECONÓMICA Y SOCIAL A INICIOS DEL SIGLO XIX

El Antiguo Régimen o Sistema Antiguo, con signos de franco agotamiento a finales del siglo
XVIII y comienzos del XIX, recibió una bocanada de aire fresco con las reformas políticas,
administrativas y judiciales del absolutismo borbónico. Según Isabel GUTIÉRREZ DEL

ARROYO, la creación de las intendencias había sido de primordial importancia para la


estructuración de un nuevo orden jurídico al interior de la Monarquía, en la búsqueda de una
mayor centralización del poder político en manos de la Corona española, lo que ha sido
conocido en términos historiográficos como la “consolidación del absolutismo”.251 Así las
cosas, los intendentes pasaron a ocupar un lugar intermedio entre el virrey y los alcaldes

248
Melina YANGILEVICH, “Abigeato y administración de justicia”, p. 131.
249
Marisa MORONI, “Abigeato, control estatal y relaciones de poder en el Territorio Nacional de La
Pampa en las primeras décadas del siglo XX”. Historia Crítica 51 (2013), p. 101.
250
Marisa MORONI, “Abigeato, control estatal y relaciones de poder”, p. 110.
251
Isabel GUTIÉRREZ DEL ARROYO, “El nuevo régimen institucional bajo la Real Ordenanza de
Intendentes de la Nueva España (1786)”. Historia Mexicana XXIX-3 (1990), p. 89.

84
mayores, arrogándose ciertas competencias en materia judicial propias de estos últimos, al
igual que de los corregidores, “asumiendo asimismo sus funciones de policía y gobierno”,252
amén de otras tantas que no conciernen a los cometidos de la presente investigación.

Este proceso que la historiografía ha denominado como “reformismo borbónico”,


médula de lo que Mark BURKHOLDER y David CHANDLER nomenclaron como “Edad de la
autoridad”253 tuvo repercusiones negativas en los intereses de los estamentos criollos, que a
comienzos del siglo XIX eran ya poseedores de una identidad “protonacionalista”, que
terminó favoreciendo a la postre la separación política con respecto a España.254 Los efectos
del reformismo borbónico, fueron más importantes y tempranos en el campo judicial que en
el fiscal o en el militar. La suspensión de la venta de cargos en organismos como las
Audiencias luego de 1750 y el consecuente acaparamiento de éstos por los peninsulares en
detrimento de los criollos, provocó sin duda su descontento y malestar general ya en las
postrimerías del siglo XVIII, y ello explica, al menos en parte, la inclinación realista de
oidores y otros oficiales reales luego de los sucesos de 1808.255

Las gravísimas carencias económicas del gobierno de la Monarquía hispánica tanto


en la península como en América al despuntar el siglo XIX han sido abundantemente tratadas
por la historiografía económica y política. El bienio 1806-1807 fue especialmente crítico,
pues tal como recuerda Brian HAMNETT, en su desesperación por quitarse de encima a
Inglaterra, potencia naval con la que se encontraba en guerra desde 1804, el gobierno español
se vio obligado a apropiarse de una séptima parte de los bienes pertenecientes al clero, un
estamento tradicionalmente intocable, con el fin de venderlos y obtener liquidez,
adhiriéndose en febrero de 1807 al así llamado Sistema Continental ideado por Napoleón
Bonaparte, movimiento que constituyó el inicio de su ruina definitiva como potencia

252
Isabel GUTIÉRREZ DEL ARROYO, “El nuevo régimen institucional”, pp. 92-93.
253
Mark BURKHOLDER y David CHANDLER, De la impotencia a la autoridad: la Corona española y
las Audiencias en América (1687-1808). México: Fondo de Cultura Económica, 1984.
254
Dorothy TANCK DE ESTRADA y Carlos MARICHAL, “¿Reino o Colonia? Nueva España (1750-
1804)” en Nueva Historia General de México. México: El Colegio de México, 2014, p. 352; Timothy ANNA,
“La independencia de México”, p. 44.
255
Mark BURKHOLDER y David CHANDLER, De la impotencia a la autoridad.

85
colonial.256 Aquella política de “consolidación de vales reales” fue, según algunos
estudiosos, un duro golpe a los intereses de las élites criollas novohispanas, pues “hizo
tambalear la posición de todos los propietarios, al obligarles a liquidar las hipotecas que
habían contraído con la Iglesia y cuyo producto debía ser transferido a España para sufragar
las guerras europeas”.257

El fortalecimiento de la autoridad regia no bastó para paliar la crisis de legitimidad


desatada luego de los sucesos de 1808, producto de una confluencia de factores políticos,
sociales y económicos con repercusiones en lo que atañe a la conservación exitosa del pacto
político entre la Metrópoli y sus reinos americanos. De acuerdo a Virginia GUEDEA, “los
críticos acontecimientos ocurridos en España a partir de 1808, originados por la invasión
francesa, produjeron un levantamiento popular que devino revolución política: la revolución
hispánica [...] Su ejemplo fue seguido en América donde, para hacer frente a la crisis y
conservar las posesiones del rey, surgieron numerosas propuestas de formar en su nombre
juntas de gobierno, formuladas casi todas por sectores que desde tiempo atrás abrigaban
sentimientos autonomistas. La Nueva España no fue la excepción”.258 Mariana TERÁN, por
otro lado, señala que tal crisis de legitimidad:

Se trató de una crisis política general que atentó contra el orden absolutista al haber
roto el tradicional pacto entre el rey y sus vasallos; crisis que tuvo una amplia
proyección en ultramar no porque a América se le considere simplemente receptor
de una ilustración [...] sino porque era parte integral de la monarquía española. La
insurgencia no deja de representar la manifestación social de una crisis que tuvo en
la disolución del pacto el cenit de su expresión política. Esto ayuda a precisar que la
insurgencia –entendida como fenómeno aislado- no generó a la nación mexicana,
sino que ésta fue resultado, como sucedió en otros dominios de la América española,
de la disolución del pacto monárquico.259

256
Brian HAMNETT, La política española en una época revolucionaria (1790-1820). México: Fondo
de Cultura Económica, 2011, p. 61.
257
Timothy ANNA, “La independencia de México”, p. 44.
258
Virginia GUEDEA, “La Nueva España” en 1808. La eclosión juntera en el mundo hispano, coord.
Manuel CHUST. México: Fondo de Cultura Económica - El Colegio de México, 2007, p. 84.
259
Mariana TERÁN FUENTES, Por lealtad al rey, a la patria y a la religión, p. 32.

86
Según John TUTINO, 1808 fue un año clave como pico de la crisis monárquica en la
Ciudad de México, pues los pobladores de la capital se vieron enfrentados a una crisis
política sin precedentes; aquel verano culminó con el golpe de septiembre que rompió con
las formas de gobierno sostenes del poder español hasta entonces, con el así llamado
“capitalismo plateado” y obviamente con la estabilidad social característica de la Nueva
España durante siglos. La crisis de 1808 acabó con la capacidad de mediar disputas y
estabilizar las inequidades sociales, surgiendo violentos conflictos políticos y sociales
prolongados luego de 1821 en la incipiente nación mexicana, en el marco de una larga crisis
comercial y la infructuosa búsqueda de un nuevo régimen estabilizador.260

En el aspecto puramente jurídico, los acontecimientos de 1808 “fueron el detonador


que condujo, por un lado, a la convocatoria a Cortes, y por el otro, a la insurrección en contra
del régimen virreinal. El resultado de estos fenómenos se plasmó, como ya se dijo, en sendos
textos constitucionales que rigieron en la Nueva España con desigual eficacia”. 261 La carta
constitucional de 1824 otorgó a los diferentes Estados variadas atribuciones que en su
momento fueron prerrogativas tanto del Gobierno de la Nueva España como del Imperio
mexicano, poniendo límites a “las facultades fiscales y administrativas del gobierno
nacional”.262 Ello contribuyó directa o tangencialmente al paulatino empobrecimiento y al
progresivo endeudamiento de la República federal, lo que produjo una mayor efervescencia
de la agitación social en un clima sociopolítico marcado por la hispanofobia263 y la crisis
económica.

Tal crisis económica luego de 1820 adoptó una triple dimensión, o en palabras de
Carlos MARICHAL, “tres crisis entrecruzadas y prolongadas: la crónica crisis fiscal, la larga

260
John TUTINO, Mexico City, 1808. Power, Sovereignty, and Silver in an Age of War and Revolution.
Albuquerque: University of New Mexico Press, 2018, pp. 2-10.
261
María del Refugio GONZÁLEZ, “Las transiciones jurídicas en México”, p. 94.
262
José Antonio SERRANO ORTEGA y Josefina Zoraida VÁZQUEZ, “El nuevo orden”, pp. 408-409.
263
La década de que va de 1821 a 1830 es susceptible de ser considerada como el primer momento de
hispanofobia en la historia del México independiente. El segundo de ellos, puede datarse entre 1840 y 1860
aproximadamente. Aimer GRANADOS GARCÍA, Debates sobre España. El hispanoamericanismo en México a
fines del siglo XIX. México: El Colegio de México – Universidad Autónoma Metropolitana Unidad
Cuajimalpa, 2010, p. 51.

87
crisis de deuda pública y la crisis de los mercados financieros (en particular de la ciudad
capital, donde se observan fuertes obstáculos a la modernización). A ello podríamos agregar,
además, una crisis monetaria también duradera y compleja”.264 Por ende, el primer
experimento de gobierno bajo un régimen federal estuvo signado, además de un devenir
crítico en materia económica, por los repetidos tropiezos tanto en política interna como en
las relaciones internacionales, dada la debilidad de un Estado que se veía imposibilitado para
acometer todas aquellas funciones características de uno que se considerase plenamente
moderno: no poseía el monopolio de la fuerza, amén de contar con un ejército débil y mal
entrenado; era incapaz de implementar un régimen fiscal que ayudase a subsanar las
múltiples deudas adquiridas con gobiernos extranjeros, como Francia e Inglaterra, y a la
postre no pudo defender su soberanía territorial amenazada desde comienzos de la década
de 1830 por el expansionismo estadounidense, afincado en la teoría imperialista del Destino
Manifiesto.

Los motines y las rebeliones acaecidos en las primeras décadas del siglo XIX265
obligaron a las élites políticas tanto regionales como nacionales a renegociar una suerte de
consenso con los sectores populares protagonistas de tales acciones: “la presión popular pasó
a ser fundamental para modelar las instituciones republicanas y se vio favorecida por la
división entre los grupos políticos nacionales y estatales”.266 La lucha por el poder político-
institucional entre diversas facciones, con innumerables puntos de discrepancia entre los

264
Carlos MARICHAL, “La economía de la época borbónica”, p. 197.
265
En lo que atañe a la cuestión de los motines y rebeliones durante el primer momento hispanófobo
en México independiente, hay excelentes aportes como los de Mariana TERÁN FUENTES, “Así lo pidió el pueblo.
Sombrerete: formas de resistencia y Derecho natural” en Trabajo, trabajadores y participación popular, coord.
Sonia PÉREZ TOLEDO. México: Anthropos – Siglo XXI – Universidad Autónoma Metropolitana Unidad
Iztapalapa, 2012; Rosalina RÍOS ZÚÑIGA, “Rostros y voces de una multitud. Los motines de Sombrerete (1829-
1833)” en Trabajo, trabajadores y participación popular, coord. Sonia PÉREZ TOLEDO. México: Anthropos –
Siglo XXI – Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, 2012; Silvia Marina ARROM, “Protesta
popular en la Ciudad de México: el motín del Parián en 1828”, en Revuelta en las ciudades. Políticas populares
en América Latina, coords. Silvia Marina ARROM y Servando ORTOLL. México: Universidad Autónoma
Metropolitana Unidad Iztapalapa – El Colegio de Sonora – Grupo Editorial Porrúa, 2004. En dichos estudios
de caso, podemos apreciar la correlación entre los discursos criminalizadores de la protesta popular y una
acción social y política en los límites de la legalidad, todo lo cual se encargaba de definir aquellas conductas
que podían ser tomadas como potencialmente criminales y lesivas para la sociedad.
266
José Antonio SERRANO ORTEGA y Josefina Zoraida VÁZQUEZ, “El nuevo orden”, p. 410.

88
clanes regionales y los nacionales, entre las autoridades estatales y las federales, fue la mayor
parte de las veces una manifestación strictu sensu de negociaciones a la usanza de sociedades
tradicionales como la virreinal, pero en un marco político-institucional novedoso.

El concepto de pacto social, para el caso hispanoamericano, puede caracterizarse de


modo muy general como un término “utilizado para describir el acuerdo tácito -entre las
autoridades locales y el gobierno central- de que la autoridad del Estado sería respetada a
cambio de cierta autonomía local”. Silvia Marina ARROM sugiere “extender esta noción para
incluir un pacto entre los ricos y los pobres; un convenio que, pese a que ratificaba la
inequidad social, establecía límites de conducta aceptables y reconocidos por todas las partes
involucradas”.267 Dicho pacto tácito entre las élites y los sectores populares, tras gozar de
amplio consenso y validez durante buena parte de la época novohispana y los primeros años
del siglo XIX, se fue erosionando lentamente con el correr de la centuria.268 Los expedientes
criminales hablan de las conductas que resultaban punibles a los ojos de quienes
administraban la justicia penal, por el hecho de transgredir y desbordar los marcos de dicho
pacto naturalizado socialmente, donde el control social tenía como uno de sus garantes a la
negociación y donde la fuerza empleada para corregir o subsanar ciertas desviaciones solía
ser la mínima indispensable.269

LOS DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD EN CIUDAD DE MÉXICO

Desde 1782, bajo la administración del virrey Antonio María de Bucareli, la Ciudad de
México ya había sido objeto de la división en cuarteles mayores y menores270 y de la
consecuente creación de los cargos de alcaldes de barrio (o cuarteles menores),271 quienes

267
Silvia Marina ARROM, “Introducción. La política popular en las ciudades latinoamericanas antes
de la era populista” en Revuelta en las ciudades. Políticas populares en América Latina, coords. Silvia Marina
ARROM y Servando ORTOLL. México: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa – El Colegio
de Sonora – Grupo Editorial Porrúa, 2004, p. 20.
268
Silvia Marina ARROM, “Introducción”, p. 21.
269
Silvia Marina ARROM, “Introducción”, p. 19.
270
Anexo 3.
271
Arnaud EXBALIN OBERTO, “Los alcaldes de barrio. Panorama de los agentes del orden público en
la Ciudad de México a finales del siglo XVIII”. Antropología. Revista Interdisciplinaria del Instituto Nacional
de Antropología e Historia 94 (2012), pp. 49-59.

89
quedaron encargados de “la administración de justicia, y que se eviten y castiguen los
delitos”, realizar rondas nocturnas, resolver por sí mismos causas de menor cuantía y actuar
como jueces componedores o jueces de paz.272 Las consiguientes reformas acentuaron la
jurisdicción acumulativa de los jueces letrados, así como la “paulatina conformación de los
juzgados del Estado moderno”. Rasgos todos ellos susceptibles de ser interpretados como
signos de modernidad jurídico-política, la cual gozó de continuidad “durante la mayor parte
del siglo XIX, al mismo tiempo que surgían nuevas instituciones administrativas y jurídicas
que pugnaban por el predominio territorial”.273

LA CIUDAD DE MÉXICO EN 1830274

272
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Fondos del Archivo General de la Nación”, p. 161.
273
Diego CASTILLO HERNÁNDEZ, “La ley y el honor”, p. 89.
274
Créditos: Graciela FLORES FLORES y José Marcos OSNAYA SANTILLÁN.

90
Tales reformas tenían como una de sus finalidades controlar a los habitantes de las
zonas periféricas de la ciudad, es decir, las que quedaban por fuera del cuadro central, donde
sus moradores habían ido estableciendo formas de sociabilidad que no eran bien vistas por
las justicias. Un ejemplo señero al respecto es el cuartel mayor número 5, ubicado en la
esquina suroriental de la Ciudad de México, una zona que a comienzos del siglo XIX estaba
habitada preponderantemente por artesanos como tocineros, peluqueros y carboneros, así
como comerciantes de flores, frutas y legumbres, todos los cuales comprendían alrededor
del 80 % de la población del cuartel, el más alejado del centro de la ciudad y ejemplo
representativo de “cuartel mayor periférico”.275

La dudosa reputación de esta zona de la ciudad no estaba necesaria ni estrictamente


ligada a la pobreza de sus habitantes, pues allí “había establecimientos artesanales, como
zapaterías, gamucerías, pulperías y tendajones. Pese a los marcados contrastes, se trataba de
un área predominantemente comercial, en donde el valor de la propiedad era de los más
altos, de 44 a 65 pesos”.276 Puede colegirse que la criminalización de sectores urbanos como
éste, estaba estrechamente ligado ya no sólo a la noción de pobreza, sino también a la de
raza:

El cuartel 20 contaba con un número mayor de indígenas no sólo frente a la población


blanca sino, incluso, respecto de las castas, lo cual sugiere la existencia de un patrón
de asentamiento mayoritariamente indígena en la zona oriente de la ciudad, por lo
que es bastante probable que a pesar de que en espacios como el cuartel [menor] 20
convivieron diferentes grupos étnicos, la política de segregación y la existencia de
redes y tradiciones indígenas incidieron en la conformación de barrios que, en
términos generales, eran propiamente indígenas.277

En el contexto del cuartel mayor número 5, el Puente de las Vacas era un punto
caliente predilecto por los llamados “ladrones en despoblado”, a la vez que epicentro de un
entorno caracterizado por sus aguas pútridas, estancadas, apestosas e insalubres que lo

275
Sonia PÉREZ TOLEDO y Herbert KLEIN, “Perfil demográfico y social”, p. 101; Sonia PÉREZ
TOLEDO, Los hijos del trabajo, pp. 33-34; Graciela FLORES FLORES, La ciudad judicial, p. 28; Graciela FLORES
FLORES, “La ciudad judicial y la ciudad criminal”, p. 72.
276
Graciela FLORES FLORES, La ciudad judicial, p. 29.
277
Manuel MIÑO GRIJALVA, “Introducción”, p. 11.

91
asociaban indefectiblemente con la exclusión, la miseria y el crimen278 tan propios de las
márgenes urbanas:

En los barrios de San Lázaro, Tepic, parte del Carmen, Santiago y Nonoalco, el
abandono era cada vez mayor, a causa, sobre todo en los tres primeros, de “los aires
corrompidos y salitrosos del lago de Texcoco”, pues al retirarse sus aguas en tiempos
de “secas”, producían nocivas emanaciones de un terrible mal olor (“hediondez”),
pero también aparecía como causa importante el hecho de que esos tres barrios
sufrieron las mayores consecuencias de la epidemia del cólera del año 1833. San
Lázaro y San Sebastián eran los más insanos de la ciudad, se aseguraba que se debía
a que estaban descubiertos completamente por el oriente y por el norte a esa “gran
llanura del salado”, tanto que no tenía un solo arbusto. Y es que por San Lázaro
pasaba el “gran canal” en el que desembocaban cloacas y atarjeas y era el que se
juntaba con las corrientes de Chalco, Xochimilco y Chapultepec, depositando el
desecho, las “inmundicias” de la ciudad al lago de Chalco. Era la zona triste de la
ciudad, pues además, ahí se asentaban varios muladares, “un lazareto, una cloaca y
la acequia conocida por del Carmen” que desembocaba en el puente de las Vacas,
pero que dada su escasa corriente de agua, era “insufrible por su asquerosa vista e
insoportable fetor”.279

En abierta diferenciación con el paisaje anteriormente descrito, el aledaño cuartel


mayor número 3, uno de los denominados centrales, contaba con presencia de instituciones
como la Real Cárcel de Corte, luego rebautizada como la Cárcel Nacional, el edificio del
Ayuntamiento que también albergó la Cárcel de la Diputación o de la Ciudad, el Palacio
Nacional, la Corte Suprema de Justicia y la residencia presidencial durante la época federal,
así como la Universidad, la iglesia y Colegio de Portacoeli, la iglesia de la Balbanera, etc.280
Pese a sus paisajes urbanos disímiles, pues en un cuartel predominaban los talleres
artesanales y en el otro los establecimientos comerciales, los cuarteles mayores 3 y 5 eran
parte de una misma geografía del delito propio de los bajos fondos, pues éstos no sólo
comprendían “las zonas relegadas, deprimidas, sucias, pobres, perdidas” de la ciudad, sino
también “los lugares de autoridad, verdaderos bajos fondos legales que concentran contra su
voluntad los marginados de toda clase en las cárceles, las prisiones, los hospicios, los asilos

278
Dominique KALIFA, Los bajos fondos, p. 35.
279
Manuel MIÑO GRIJALVA, “La Ciudad de México en el tránsito del Virreinato a la República”.
Destiempos 14 (2008), p. 462.
280
Graciela FLORES FLORES, La ciudad judicial, p. 22.

92
o los workhouses”.281 Además, los robos ejecutados en el cuartel número 3 solían procesarse
por las justicias del cuartel número 5, dado que los ladrones eran con frecuencia capturados
en el más periférico de los dos, especialmente en sus cuarteles menores 17 y 20, que fungían
como lugar de residencia, de trabajo o de diversión de una parte de los ladrones.

El cuartel mayor número 3 era uno de los escenarios predilectos de los ladrones
ganzueros, dada la gran cantidad de accesorias que estaban establecidas en ese sector, “sede
de los poderes [virreinales y] republicanos y sitio de comercio por excelencia, pues ahí se
encontraba emplazado el mercado de El Parián y el mercado de El Volador, sitio
obligadamente custodiado y donde se concentró el mayor número de actividades
comerciales”,282 ubicada donde hoy se halla la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La
ingente actividad comercial explica que en estos lugares descollasen delitos contra la
propiedad, desde algunos robos simples que obedecían a la oportunidad, caso del “bolseo”
practicado por los ladrones denominados macutenos,283 hasta otros que solían requerir de
una preparación más específica, como el estudio previo del entorno de las casas o accesorias
que pretendían robar, así como de los horarios de entrada y salida de sus dueños.

La hipótesis que guía este capítulo es que en Ciudad de México de comienzos de


siglo, el fenómeno de los delitos contra la propiedad en sus diversas manifestaciones puede
explicarse a partir de la pauperización de las clases trabajadoras a raíz del desempleo y la
precarización laboral. A estas condiciones se podría sumar el impacto de las migraciones del
campo a la ciudad por la situación de carestía provocada por repetidas crisis agrarias desde
las postrimerías del siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XIX. Diversos autores han
destacado los efectos nocivos de los “ciclos de crisis agrícolas, de aumentos de precios, de

281
Dominique KALIFA, Los bajos fondos, p. 29.
282
Graciela FLORES FLORES, La ciudad judicial, p. 27.
283
“Se llaman así los que en la calle hurtan ó arrebatan alguna cosa á los que van pasando”. “XIII -
Bando de 13 de diciembre de 1775” en Eusebio VENTURA BELEÑA y María del Refugio GONZÁLEZ,
Recopilación sumaria de todos los autos acordados de la Real Audiencia y Sala del Crimen de esta Nueva
España. México: Universidad Nacional Autónoma de México – Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1991,
Tomo I, p. 71. Los macutenos fueron definidos también como “los que cortan bolsas, arrebatan sombreros,
paños u otras cosas”. José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 69.

93
decadencia, de perturbaciones económicas”, de las sequías y heladas, de las hambrunas y
epidemias acaecidos entre 1784-1786 y 1808-1811,284 factores coadyuvantes de los “robos
por necesidad” o “crímenes de pobreza” efectuados por individuos adscritos a las clases
menesterosas, sectores populares o grupos subalternos.285

En efecto, una de las maneras más comunes de aliviar las miserias materiales era
abocarse a delinquir contra la propiedad. Los autores de tales delitos “antisociales”, según
Eugenia MOLINA, pueden ser caracterizados como individuos que “pasaban los límites de
las apropiaciones toleradas”, algo que suena decididamente foucaultiano. Es decir,
estaríamos hablando de autores de ataques habituales contra la propiedad “que podían
rebasar los márgenes de tolerancia social e institucional”, transformando al ladrón en un
desviado social perjudicial, es decir, en un criminal.286 Eugenia MOLINA, por otra parte, dice
que el robo no sólo afectaba al damnificado en sí mismo, sino a toda la comunidad de la que
hacía parte, lo que explica de algún modo la tolerancia que podía llegar a tenerse frente a
comportamientos en los límites de lo punible, los cuales resultaban criminalizados sólo
“cuando superaban los límites de la paciencia de quienes se veían afectados por ellos”.287

Aunado a la carencia de trabajo estable, las corrientes migratorias llegadas desde la


provincia a la capital, arrojaron a una urbe que ya estaba sobrepoblada, una ingente masa de
trabajadores “sin destino” que llegaron a engrosar las filas del desempleo y de la
marginalidad, por lo que se constituyeron en potenciales partícipes del accionar delictivo
contra la propiedad que tuvo su pico hacia 1816, pero que siguió siendo objeto de

284
Michael SCARDAVILLE, “Trabajadores, grupo doméstico y supervivencia durante el periodo
colonial tardío en la Ciudad de México, o “la familia pequeña no vive mejor”” en La población de la Ciudad
de México en 1790. Estructura social, alimentación y vivienda, coords. Manuel MIÑO GRIJALVA y Sonia PÉREZ
TOLEDO. México: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa – El Colegio de México – Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología, 2004, p. 255; Carlos MARICHAL, La bancarrota del Virreinato. Nueva
España y las finanzas del Imperio español (1780-1810). México: Fondo de Cultura Económica – El Colegio
de México, 1999, p. 23; Dorothy TANCK DE ESTRADA y Carlos MARICHAL, “¿Reino o Colonia?”, p. 329; Carlos
MARICHAL, “La economía de la época borbónica”, p. 180; Timothy ANNA, “La independencia de México”, p.
45.
285
Eric HOBSBAWM, Bandidos. Barcelona: Crítica, 2001, p. 22.
286
Tomás MANTECÓN MOVELLÁN, “La ley de la calle”, p. 177.
287
Eugenia MOLINA, “Ladrones, vagos y perjudiciales”, p. 15.

94
preocupación para las justicias en años posteriores, en el marco de una crisis prolongada y
estancamiento económico secular. Michael SCARDAVILLE describe tal clima crítico en la
capital novohispana de la siguiente manera:

Las clases trabajadoras de México tuvieron que luchar con una crisis económica
severa al final del ancien régime colonial. A finales del siglo XVIII y principios del
XIX, los trabajadores pobres, una amalgama de artesanos y jornaleros españoles,
indígenas y de diversas castas, que constituían entre 75 y 80 por ciento de la
población de la Ciudad de México, sufrían de un creciente exceso de mano de obra,
inflación, estancamiento de los salarios y un descenso general en la calidad de vida.
De acuerdo con todos los informes de la época, los márgenes de pobreza se
incrementaron en la última generación del régimen colonial cuando una combinación
de factores demográficos y económicos obligó al creciente número de grupos
populares en la Ciudad de México, ya de por sí amenazados a diario por el
empobrecimiento del ciclo vital, a buscar remedios materiales aquí y allá.288

El caldo de cultivo generador de la crisis económica ya muy palpable en las primeras


décadas de vida del México independiente, y al contrario de lo que sugieren algunos
estudiosos del siglo XIX republicano, se estaba cocinando ya desde las postrimerías de la
época virreinal: “una pauperización rampante de las mayorías, una debilidad estatal notoria,
una hacienda pública debilitada, [...] cárceles poco seguras, cuerpos de seguridad exiguos e
ineficientes, así como numerosos conflictos políticos y sociales”, a lo que se vino a sumar la
“carencia de códigos legislativos modernos”. Tal cúmulo de variables relacionadas con lo
socioeconómico y con el gobierno de la justicia explican “el notable número de robos que
ocurrían en el territorio nacional”.289

*****

¿Quiénes eran los ladrones de la Ciudad de México en las primeras décadas del siglo XIX?
Retomando las categorías empleadas por Sonia PÉREZ TOLEDO en la caracterización de los
diversos sectores artesanales que se desempeñaban en Ciudad de México, se han podido
identificar trabajadores acusados de atentar contra la propiedad en diez de las ramas

288
Michael SCARDAVILLE, “Trabajadores, grupo doméstico”, pp. 229-230.
289
Sebastián Porfirio HERRERA GUEVARA, Ladrones infames, p. 14.

95
productivas que menciona la autora,290 a las que se han agregado los operarios de la Casa de
Moneda, aparte de otros tantos de difícil clasificación agrupados bajo el rótulo “varios”, y
aquellos trabajadores categorizados dentro de los rubros de “servicios” y “comerciantes”.

Sentadas las precauciones metodológicas necesarias a la hora de estudiar una


sociedad pre-estadística, a lo debe sumarse las limitaciones inherentes a la documentación
judicial en la etapa federalista y la importante cantidad de oficios desconocida (46.2 %),
puede verse que de un total de 588 registros de individuos encausados por delitos contra la
propiedad en los siete primeros quinquenios del siglo XIX en Ciudad de México, una parte
significativa de ellos solía desempeñarse en el sector artesanal (34.1 %), especialmente en
las ramas productivas textil (16 % de los artesanos, 5.4 % de los trabajadores), madera (13 %
de los artesanos, 4.4 % de los trabajadores), cuero y pieles (11 % de los artesanos, 3.7 % de
los trabajadores), metales no preciosos (10 % de los artesanos, 3.4 % de los trabajadores) y
construcción (9.5 % de los artesanos, 3.2 % de los trabajadores).

El porcentaje de los artesanos involucrados en causas criminales por robo es muy


similar al porcentaje de artesanos con respecto al total de la población productiva en 1790
(35.7 %).291 De igual modo, la discriminación por ramas productivas arroja tasas
prácticamente equivalentes entre los porcentajes de talleres y robos, pues en 1842
predominaban entre los talleres artesanales, aquellos dedicados al rubro textil (24. 3 %),
madera (18.1 %), cuero (15 %) y metales no preciosos (13.2 %).292 Se infiere, por
consiguiente, que los artesanos no delinquían contra la propiedad en una proporción mayor
que otro tipo de trabajadores, si se comparan los casos en que aparecen judicializados con
su presencia porcentual entre la población de la capital.

Obviando a los operarios de la Casa de Moneda en todas sus ocupaciones (8.8 % del
total), cuya criminalidad estaba delimitada a un espacio muy concreto, los oficios que
predominaban entre los ladrones urbanos eran los de sirviente (4.5 %), militar (3.9 %),

290
Sonia PÉREZ TOLEDO, Los hijos del trabajo, pp. 55-56.
291
Sonia PÉREZ TOLEDO y Herbert KLEIN, Población y estructura social, p. 165.
292
Sonia PÉREZ TOLEDO, Los hijos del trabajo, p. 163.

96
albañil (3.2 %), zapatero (2.8 %), carpintero (2.7 %), herrero (1.7 %), sastre (1.7 %) y tejedor
(1.5 %). Es decir, pese a la muy amplia cantidad de oficios que desempeñaban, estamos
hablando individuos mayoritariamente dedicados a la actividad artesanal en calidad de
aprendices y oficiales, muchos de ellos por fuera del trabajo regular en los talleres y por
ende, fuera de las directrices de los gremios artesanales. La mayor parte eran artesanos
“rinconeros” que muy probablemente delinquían por necesidad y “que por obra de la mala
suerte o por un juicio peor, quedaron atrapados en las garras de la ley”, parafraseando a E.
P. THOMPSON.

Un patrón similar puede apreciarse en el caso porteño. Gabriel DI MEGLIO analiza el


actuar de los ladrones bonaerenses entre 1810 y 1830, mostrando tendencias delictivas
orientadas hacia los robos de ropa, de dinero y de objetos hechos de metales preciosos como
la plata. El perfil sociológico de tales actores estaba enmarcado en un perfil ocupacional
adscrito a oficios artesanales o al pequeño comercio, siendo los ladrones regularmente
varones de calidad negra, morena, trigueña y parda, lo que le confería a este delito un carácter
eminentemente popular. Con respecto a la participación de las mujeres en la comisión del
delito de robo, podemos apreciar otra similitud importante entre Buenos Aires y Ciudad de
México: “no hay prácticamente sumarios en los que se encuentren mujeres que hubiesen
cometido un hurto, pero esto no quiere decir que estuvieran por fuera del “mundo” del robo.
Muchas cumplían el rol de encubridoras o de depositarias de un botín, así como de posibles
cómplices en la preparación de un asalto por parte de una gavilla”.293

TABLA 1: OFICIOS U OCUPACIONES DE LOS ENCAUSADOS POR DELITOS CONTRA LA


PROPIEDAD EN CIUDAD DE MÉXICO POR RAMA PRODUCTIVA, 1800-1835
Quinquenios / 1800- 1805- 1810- 1815- 1820- 1825- 1830-
Total
Oficios 1804 1809 1814 1819 1824 1829 1834
TEXTIL
Almidonero 1 - - - - - - 1
Cardador - - 1 1 - - - 2
Indianillero - - 1 - - 1 - 2
Mercillero - - - - - 1 - 1
Pañero - - - - - 1 - 1
Pasamanero - - - - - 1 - 1

293
Gabriel DI MEGLIO, “Ladrones”, s.p.

97
Rebocero - - 1 - - - - 1
Sastre 1 2 3 - 1 3 - 10
Sedero - - 1 - - - - 1
Sombrerero 2 - 1 - - - - 3
Tejedor 1 2 6 - - - - 9
SUBTOTAL 5 4 14 1 1 7 - 32
CUERO Y PIELES
Curtidor - - - - - 2 - 2
Gamucero 1 - - - - - - 1
Zapatero 1 4 9 2 - - 1 17
Zurrador - - 1 - 1 - - 2
SUBTOTAL 2 4 10 2 1 - 1 22
MADERA
Carpintero 1 2 10 - - 3 - 16
Carrocero - 1 4 - - - - 5
Guitarrero - - 1 - - - - 1
Sillero - - - - - 1 1 2
Tornero - - 1 - - - - 1
Trajinero - - 1 - - - - 1
SUBTOTAL 1 3 17 - - 4 1 26
CERÁMICA Y VIDRIO
Locero - - 1 - - - - 1
SUBTOTAL - - 1 - - - - 1
PINTURA Y ESCULTURA
Pintor - - 2 - - - 1 3
SUBTOTAL - - 2 - - - 1 3
METALES NO PRECIOSOS
Armero - - 1 - - - - 1
Cobrero - 4 - - - - - 4
Herrador - - 1 - - 1 - 2
Herrero - 5 3 - - 2 - 10
Hojalatero - - - - - - 1 1
Latonero - - 2 - - - - 2
SUBTOTAL - 9 7 - - 3 1 20
METALES PRECIOSOS
Joyero - 1 - - - - - 1
Platero 1 3 - - - - - 4
Tirador - - 1 - - - - 1
SUBTOTAL 1 4 1 - - - - 6
OPERARIOS DE LA CASA DE MONEDA
Acordonador - - 1 - - - - 1
Arañero 1 1 1 - - - - 3
Arreador 1 - - - - - - 1
Blanqueador - 1 - - - - - 1
Fundidor - 1 2 - - - - 3
Guarda - - - - - 1 - 1
Hilero - 1 - - - - - 1
Herrero - 1 - - - 7 - 8
Lavador 1 1 - - - - - 2

98
Limador 1 1 - - - 1 - 3
Manijero - 1 - - - 1 - 2
Molinero - 1 - - - - - 1
Tierras 8 1 1 - - - 2 12
Pepenador - 1 - - - - - 1
Pisador - 2 1 - - - - 3
Tallador - 1 - - - - - 1
Vaciador - 1 - - - - - 1
Volantero 1 4 2 - - - - 7
SUBTOTAL 13 19 8 - - 10 2 52
ALIMENTOS
Bizcochero - 1 2 1 - 1 - 5
Carnicero - - 2 - - - - 2
Confitero - - - - - 1 - 1
Dulcero - - - - - 1 - 1
Licorero - - 1 - - - - 1
Panadero - - 2 - - - - 2
Tocinero - - 1 - - 2 - 3
SUBTOTAL - 1 8 1 - 5 - 15
CERA
Velero - - 4 1 - - - 5
SUBTOTAL - - 4 1 - - - 5
CONSTRUCCIÓN
Albañil294 4 2 9 1 - 3 - 19
SUBTOTAL 4 2 9 1 - 3 - 19
VARIOS
Abogado - - - - - 1 - 1
Alcalde - - - - - 1 - 1
Arpillador - - - - - 1 - 1
Bodeguero 1 - 1 - - - - 2
Botonero(a) - 1 - - - - - 1
Cajero - - - 1 - - - 1
Cajetero - - 2 - - - - 2
Campista - - - - - - 1 1
Carbonero 1 2 - - - - - 3
Cohetero 1 - - - - - - 1
Contador - - 1 - - - - 1
Enfermero - - 1 1 - - - 2
Farmacéutico - 1 - - - - - 1
Florero - - - 1 - - - 1
Jabonero - - - - 1 1 - 2
Labrador - - - - - 3 - 3
Lotero - 1 - - - - - 1
Militar 4 2 4 9 1 2 1 23
Minero 1 - - - - - - 1
Molinero - - - - - 1 - 1
Casa del
- - - - - 1 - 1
Apartado

294
Incluye a los peones.

99
Purero295 - 1 3 - - 3 - 7
Rosariero 1 1 - - - - - 2
SUBTOTAL 9 9 12 12 2 14 2 60
SERVICIOS
Cargador 1 1 4 - - 2 - 8
Cochero 1 - 4 - - - - 5
Lavandera - - - - - 1 - 1
Mulero296 1 - - - - 3 - 4
Recamarera - 1 - - - - - 1
Sirviente(a)297 3 1 10 1 - 9 3 27
SUBTOTAL 6 3 18 1 - 15 3 46
COMERCIALES
Baratillero - - 3 - - - - 3
Mercader 1 1 1 - - 1 1 5
Pulpero - 1 1 - - - - 2
SUBTOTAL 1 2 5 - - 1 1 10
DESCONOCIDOS
Desconocido 2 5 13 15 25 164 47 271
TOTAL 44 65 129 34 29 228 59 588
Fuente: AGNM, Fondo Criminal, Fondo Justicia y Fondo TSJDF.

Dentro de las instituciones afectadas por la acción delictiva de los ladrones en la


Ciudad de México entre 1800 y 1835, aparece con frecuencia la Real Casa de Moneda
(13.6 %), si bien bastante más que su sucesora republicana, la Casa de Moneda a secas
(2.2 %), así como los lugares dedicados al culto católico, como las iglesias y los conventos
(6.8 %). Entre los particulares, sobresalen los comerciantes (10.7 %), representados en todos
los quinquenios, seguidos de los militares (4.2 %). Las cuatro categorías mencionadas hasta
aquí representan el 37.5 % del universo total de afectados por delitos contra la propiedad. Se
puede evidenciar una gran dispersión en el perfil ocupacional de los particulares víctimas de
ladrones, pues están consignados, aparte de comerciantes y militares, otras 39 ocupaciones
u oficios, ninguna de las cuales supera el 1.9 % del total de la muestra. Otra variable a tener
en cuenta es la importante cantidad de víctimas cuya ocupación u oficio no se consigna en
los expedientes o listas recabados en el archivo, fluctuante entre 3.5 % y 64.7 % según los
quinquenios, con un promedio de 37 %.

295
Incluye a los torcedores de cigarros.
296
Incluye a los arrieros.
297
Incluye a los mozos de mandados y lacayos.

100
TABLA 2: PERSONAS E INSTITUCIONES VÍCTIMAS DE DELITOS CONTRA LA PROPIEDAD
EN CIUDAD DE MÉXICO POR QUINQUENIOS, 1800-1835
Quinquenios/ 1800- 1805- 1810- 1815- 1820- 1825- 1830-
Total
Víctimas 1804 1809 1814 1819 1824 1829 1834
PERSONAS
Alcalde - - - - 1 - - 1
Alguacil - - 1 - - - - 1
Arquitecto - - 1 - - - - 1
Arriero - - - - - 1 - 1
Barbero - - 1 - - - - 1
Bodeguero - - 1 - - - - 1
Caporal - - 1 - - - - 1
Cargador - - - - - 1 - 1
Carpintero - 1 - - - - - 1
Casera - 1 - - - - - 1
Chinampero - - - - - 1 - 1
Cirujano - - 1 - - - - 1
Cocinera - - - 1 - - - 1
Comerciante 2 1 12 1 1 13 3 33
Comisionado - - - - - - 1 1
Contador - - - - - 1 - 1
Dependiente 1 - 1 - - - - 2
Doctor - - - - - 1 - 1
Doncella - 1 1 1 - - 3 6
Grabador - 1 - - - - - 1
Guitarrero - - 1 - - - - 1
Hacendado - - 1 - - - 1 2
Herrero - - - - - 1 - 1
Labrador - - 1 - - - - 1
Lavandera - - 2 - - - - 2
Licenciado - - - - - - 1 1
Militar 1 1 2 2 - 7 - 13
Músico - 1 - - - - 1
Patrón 1 - 1 - - 1 - 3
Policía - - 1 - - - - 1
Procurador - 1 - - - - - 1
Propietario - - - - - 1 3 4
Pulpero - - 1 - - - - 1
Pulquero 1 - - - - - - 1
Religioso - - 1 1 - - - 2
Sobrestante - - 1 - - - - 1
Sombrerero - - - - 1 - - 1
Tendero 1 - - - - - - 1
Vinatero - - 1 2 - - - 3
Virrey - 2 - - - - - 2
Zapatero - - 1 - - - - 1
INSTITUCIONES
Casa de
16 19 7 - - 5 2 49
Moneda
Colegio - - - 1 - - - 1

101
Fábrica de
- - - - - 1 - 1
pólvora
Fábrica de
- - - - - 2 - 2
puros y cigarros
Hospital - - - - - 1 - 1
Iglesia o
3 1 2 1 3 - 11 21
convento
Lotería - - - - - 1 - 1
Oficina de
1 - - - - - - 1
Temporalidades
Tesorería - - 1 - - - - 1
DESCONOCIDA
Desconocida 1 4 22 7 11 67 17 129
TOTAL 28 34 66 17 17 105 42 309
Fuente: AGNM, Fondo Criminal, Fondo Justicia y Fondo TSJDF.

Los delitos contra la propiedad constituyeron una de las principales fuentes de


ingresos para algunos miembros de los sectores populares de la Ciudad de México, en un
contexto de precariedad material como el periodo objeto del presente estudio. La primera
tendencia en esta clase de ilícitos es la continua recurrencia a sustraer todo tipo de prendas
de vestir y ropas de cama. El hurto de estos objetos, referidos constantemente en la
documentación criminal de la época, evidencia el valor no sólo pecuniario sino también
suntuario de las prendas de vestir, al constituir símbolos de status para los sectores
acomodados de la sociedad. A finales de la época virreinal “es probable que hombres libres
muy pobres vistieran igual que un esclavo”, puesto que “se asociaba el uso de determinada
indumentaria con el estrato social. A las mujeres del común se les asociaba al uso de vestidos
hechos de paño y pañito, y a las de la élite al uso de manto y saya”.298 Por otra parte, uno de
los rasgos característicos de la crisis económica del siglo XIX fue la escasez de circulante,
lo que provocó que los integrantes de las clases pobres citadinas se viesen empujadas a
empeñar la ropa, “un bien valioso, crucial muchas veces para la supervivencia familiar”.299
Como puede verse, la ropa era uno de los bienes más apreciados por los ladrones, dadas las
amplias posibilidades de venderla o empeñarla.

298
Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “Trabajadores, jornales, carestía y crisis política en
Cartagena de Indias (1750-1810)”. Historia 51 (2018), p. 567.
299
Beatriz BASTARRICA MORA, “Todos eran decentes, pero la capa no aparece. Guadalajara durante
el Porfiriato: la ropa como bien de cambio”. Relaciones XXXVII-148 bis (2016), p. 74.

102
TABLA 3: TIPOS DE BIENES ROBADOS EN CIUDAD DE MÉXICO POR QUINQUENIOS,
1800-1835
Quinquenio 1800- 1805- 1810- 1815- 1820- 1825- 1830-
Total
/Objetos 1804 1809 1814 1819 1824 1829 1834
Ropa 4 6 23 9 2 24 7 75
Dinero 300 7 9 9 4 - 8 3 39
Metales301 9 14 4 1 - 7 4 39
Animales 1 - 6 2 - 12 3 24
Alhajas302 2 1 5 - - 2 3 13
Alimentos 1 - 2 - 1 1 - 5
Mujeres303 - - 1 - - 1 1 3
Otros304 1 3 13 2 4 17 12 53
TOTAL 25 33 63 18 7 72 33 251
Fuente: AGNM, Fondo Criminal, Fondo Justicia y Fondo TSJDF.

Ejemplos de robos simples en Ciudad de México fueron los ejecutados por el


macuteno José Reynoso, alias Chiapaneco en colusión con su socio José María Juanes, alias
Agueguete, quienes extrajeron de la bolsa del indio José Francisco la cantidad de diez pesos
y seis reales cuando pasaba por la Plazuela de El Volador. Las justicias sólo recuperaron
siete pesos con siete reales y medio, pues según los ladrones, en las “carreras” propias de la
huida se les había perdido el dinero restante, y por tanto negaron haber comerciado con el
dinero sustraído al paseante.305 En la misma plazuela, y bajo circunstancias similares, un
reputado por “vago, ocioso y malentretenido” como José María Centeno, fue sindicado de
haberle robado a una mujer la exigua cantidad de tres reales.306 El carácter eminentemente
comercial de El Volador atraía tanto a sujetos que vendían y compraban bienes robados,307

300
Incluye metales destinados específicamente a tal uso.
301
Incluye piezas sueltas de metales preciosos y no preciosos.
302
Incluye cubiertos, vajillas y otros elementos suntuarios hechos de metales preciosos.
303
Casos que podrían ser catalogados como estupro o rapto están consignados en los expedientes
como robo de mujeres.
304
Incluye imágenes sacras, cuadros y otros elementos decorativos.
305
“Causa criminal contra José Reynoso alias El Chiapaneco y José María Juanes alias El Agueguete
porque entre ambos le sacaron de la bolsa al yndio José Francisco dies pesos y seis reales”. AGNM, Fondo
Criminal, Vol. 86, fols. 78-80, 1811.
306
“Causa criminal contra José María Centeno por vago y por haberle robado a una mujer tres reales
en la plazuela del Volador”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 412-413, 1812.
307
“María Dolores Ramírez presa en la Cárcel Nacional de la Ciudad dice que su esposo José Tello
se halla preso en la de Corte por haber comprado hierro robado del Hospital de San Juan de Dios por lo que
pide se libere pues no está ligada a este delito”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 4 (20), Exp. 29, 1826.

103
así como a niños hambrientos que actuaban en pandilla con tal de robar ridículos objetos,
caso del infante de 12 años José Guadalupe Urbina, quien instigado por otro menor de
nombre Sixto, quiso robarse dos muñecas de palo, una ruedita de pólvora y “una granada de
comer”.308

En la Plazuela de San Pablo, muy cerca al mercado de La Merced, Antonia Rita


Sánchez fue amedrentada con un “tronchete”309 por José Vergara, quien le quitó al
“muchacho” de la señora un rebozo que éste traía consigo cuando ambos caminaban
tranquilamente por dicha plazuela. El ladrón echó a correr con la prenda hurtada, para
posteriormente empeñarla en la tienda de Blanco en la cantidad de cinco pesos. Vergara era
un indio de México, soltero, de apenas catorce años y artesano “aprendis de texedor”. En su
cándida defensa, aseveró que quiso engañar a su víctima con un “tronchetito” que llevaba,
es decir, que su accionar no tenía como objeto lastimar ni a la Señora Sánchez ni a su
criado.310

También en San Pablo, el “indio de México” Nicolás Badillo y su amasia Polonia


Delgadillo, le robaron a Don José María Soria un pañuelo que sustrajeron de su bolsa.311
Juan Medina, indio “vicioso” de oficio carpintero, fue depositado en la Cárcel de Corte por
haber robado un reloj a un dependiente que le servía de “caxero” al capitán Lesault, objeto
que luego quiso vender en el Baratillo. Este delito estaba revestido de una gravedad
particular por haber sido cometido contra una persona directamente relacionada con una

308
“Mercado principal. El administrador de él remite a dispocición del Señor Juez de Letras á
Guadalupe Urbina por haberse cojido en esta plaza robando, y no tener padres ni oficio”. AGNM, Fondo
TSJDF, Caja 4 (27), Exp. 176, 1827.
309
El tronchete o tranchete era una “herramienta de zapatería que, por sus características, se
consideraba un arma prohibida fuera del espacio de trabajo”. Alejandra PALAFOX MENEGAZZI, “Los “padres
del vecindario”. Sistema policial y delitos sexuales en la Ciudad de México (1824-1880)”. Historia y justicia
12 (2019), p. 8. Trinchete es definido por la RAE como “cuchillo de zapatero”.
https://dle.rae.es/trinchete?m=form
310
“Causa criminal contra José Vergara a pedimento de Antonia Rita Sánchez por el robo de un
rebozo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols.85-86, 1811.
311
“Causa criminal contra Nicolás Badillo y Polonia Delgadillo a pedimento de Don José María Soria
quien los acusa de aberle sacado el pañuelo de la bolsa”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 83-84, 1811.

104
figura militar extranjera y socialmente prestigiosa.312 Robos de carácter excepcional fueron
los del sirviente Fernando González, quien le robó diversas cabezas de ganado a Martín
Colín, caporal del abasto de La Piedad,313 el cometido por Miguel Camacho y Juan
Nepomuceno Flores, que fueron detenidos por el robo de “diez bacas”,314 o el de José María
Escolosia, que huyó con un carnero que habría debido poner en las manos de su legítimo
comprador, un clérigo de los tantos que habitaban la Ciudad de México.315 Bastante más
extravagante resulta la causa abierta contra José María Romero, José Cárdenas y José
Mendoza por haberse robado “una muchacha y no quererla entregar”,316 caso rotulado como
robo de mujeres, pero caracterizado por las leyes vigentes como rapto,317 delito ligado por
antonomasia con el estupro.318

No demasiado frecuentes eran los robos domésticos, como el efectuado por el


cochero Juan José Miranda, quien sustrajo de la residencia de Don Miguel de Chante dos
pares de calzones, unos “encarnados de tripé” y otros azules de paño, una chaqueta de paño,
dos chalecos, el primero también “encarnado de tripé” y el segundo de paño, un sombrero
redondo nuevo con galón, un estribo, dos “almartigones, que se llevó que entregó las mulas
que se vendieron” y un par de riendas largas de camino.319 José Camilo Vives robó de casa
de Juan José Carballo diversos objetos entre los que se encontraba un envoltorio de ropa,

312
“Causa criminal contra Juan Medina por osioso bago, y mal entretenido, y por haber sacado un
relox en compañía de otro a un sujeto dependiente del capitán Lesault”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols.
81-82, 1811.
313
“Causa criminal contra Fernando González por robo de ganado a Martín Colín”. AGNM, Fondo
Criminal, Vol. 86, fols. 139-143, 1811.
314
“Causa criminal contra Miguel Camacho y Juan Nepomuceno Flores por robo de diez bacas”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 286-310, 1811.
315
“Causa criminal contra José María Escolosia por queja de Don Bartolo Sánchez por robo de un
carnero y fuga”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 422-423, 1812.
316
“Causa criminal contra José María Romero y otros por aberse rovado una muchacha y no quererla
entregar”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 400-402, 1812.
317
“El robo que se hace de alguna mujer sacándola de su casa para llevarla á otro lugar con el fin de
corromperla ó de casarse con ella”. Joaquín ESCRICHE, “Rapto” en Diccionario razonado, p. 1412.
318
“FERRARIS dice que según la opinión común de los doctores, el estupro en su sentido propio y
riguroso no es más que la violenta desfloración de una doncella, pero por violenta desfloración entiende no
sólo la que se hace á la fuerza, sino también la que se hace por amenazas, dolo, fraude, seducción y promesa
falaz de matrimonio”. Joaquín ESCRICHE, “Estupro” en Diccionario razonado, pp. 652-653.
319
“Causa criminal contra Juan José Miranda a pedimento de Don Miguel de Chante por el robo de
unos objetos”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 125-130, 1811.

105
cuyas piezas las había confiado a un tal Félix para que las vendiera y desempeñase el papel
de reducidor encargado de encontrar un comprador al uso; aunque dijo desconocer su
domicilio “por lo cual no sabe en quanto vendió dicha ropa, ni el paradero de estas”,
declaración que bastante inverosímil dada la premeditación con la que el carpintero había
dado inicio al circuito de comercialización de las ropas hurtadas.320 Tranquilino Reynoso,
acusado de robar nueve platos, y el Señor Don José Ignacio Barrera, por haberlos recibido
en calidad de empeño, fueron puestos en prisión sin importar la disímil calidad social de
cada uno, a razón del valor suntuario de la plata, material en que los dichos platos estaban
fabricados.321

Los diversos establecimientos comerciales situados en calles como la Balvanera o


Portacoeli fueron blanco de individuos que habitaban, o al menos frecuentaban el cuartel
vecino. El zapatero Juan Manuel Morales, en consorcio con otros dos hombres, y con la
complicidad de su mujer Juana alias La Gallinera, le robó un tercio de arroz al tendero Don
José Gallegos, quien aseguró que este hombre de “perbersa conducta” era un notorio ladrón
que también ejercía sus actividades en la plazuela de El Volador: “que aunque deja al arbitrio
de las justicias el castigo del reo, pide se le estreche para que declare quienes son sus
compañeros pues continuamente se están executando robos en todas las tiendas, y no están
seguros sus intereses”.322

José del Carmen Castro y María Nicolasa Ramírez, por su parte, fueron encausados
por haber vendido a Doña María Teresa Flores una camisa sustraída previamente de una
accesoria situada en el callejón de Betlemitas.323 José Miguel Almarás robó seis jamones de
cuarenta y cinco libras y cuatro pellas de unto de dieciocho libras propiedad de Doña María

320
“Causa criminal contra José Camilo Vives por haber robado la casa de Juan José Carbayo”. AGNM,
Fondo Criminal, Vol. 86, fol. 102 r., 1811.
321
“Causa criminal contra Tranquilino Reynoso por el robo de nueve platos de plata y contra Don
Ygnacio Barrera por haverlos recibido en empeño”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 264-285, 1811.
322
“Criminal contra Manuel Morales por haverle robado de su tienda a Don José Gallegos un tercio
de arroz”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 354, fol. 147 v., 1803.
323
“Causa criminal contra José del Carmen Castro y María Nicolasa Ramírez por haver vendido una
camisa procedente de un robo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 200-212, 1811.

106
Micaela Torres, y José María Méndez le compró esa mercancía para venderla al tendero
Robles. Dichos jamones tenían un costo de dieciocho pesos con cuatro reales y medio, según
Doña María Micaela, pero Robles argumentaba que él sólo le había comprado cuatro de tales
jamones a Méndez. Era su palabra contra la del intermediario y cómplice del ladrón
Almarás, por lo que queda la interrogante de si los dos jamones restantes fueron
comercializados por otras vías.324

En 1827, una patrulla de celadores públicos del Distrito Federal detuvo en la plazuela
de Montero a Julián Maseyda y a su socio Marcelino Duván Peña por el robo de varios
“tonpeates” de manteca con un peso de tres arrobas, propiedad de la tocinería de Los
Dolores, ubicada en la calle de León. De alguna manera los tocineros ladrones consiguieron
quedarse en el negocio hasta pasadas las doce de la noche y aprovechando el silencio
nocturno, subieron los recipientes con la manteca hasta la azotea a Marcelino, quien
aparentemente estaba encargado de comercializar la mercancía robada.325

Esta sensación de inseguridad experimentada por sectores medios como los


comerciantes de la Ciudad de México, estaba relacionada estrechamente con la situación de
crisis que atravesaba el Virreinato novohispano en los albores del siglo XIX, así como con
la aparente proliferación de los robos por necesidad, fenómeno amplificado por la creciente
rigurosidad de las justicias en lo que atañe a la represión de los ladrones. En contravía del
imaginario que pretendía estereotipar a todo sospechoso o culpable de robo como vago,
ocioso y malentretenido, veremos que muchos de los que atentaban contra la propiedad de
particulares e instituciones eran trabajadores en regla, en su mayoría aprendices y oficiales
de artesano que vieron en el uso de las ganzúas un medio más seguro que los desvelos en los
talleres o en sus precarias viviendas, para cubrir sus carencias y alimentar sus placeres.

324
“Causa criminal contra José Miguel Almarás y José María Méndez por el robo de 6 jamones de 45
libras y cuatro pellas de unto de 18 libras”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 403-407, 1812.
325
“Contra Miguel Miranda por el robo de dos tonpeates de manteca”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja
3, Exp. 12, fol. 1 r., 1827.

107
PROFESIONALES DEL CRIMEN O ARTESANOS DEL HAMBRE. LOS
LADRONES GANZUEROS DE LA CIUDAD DE MÉXICO

“Criminalidad” o “delincuencia” son conceptos que históricamente han estado


estrechamente ligados a las definiciones de los grupos sociales dominantes en una época
determinada, puesto que la prerrogativa de administrar justicia tenía implícita la delimitación
de todo aquello que cabía dentro de las conductas proscritas e ilegales: “el crimen o la
desviación delictiva son producto de determinadas construcciones, valores y reglas
históricamente determinadas, por lo que entre un sistema de justicia criminal [...] y una
sociedad concretos se establece una relación de interdependencia en la que la normativa
criminal opera como elemento activo en la creación, reproducción y consolidación material
e ideológica de ciertas relaciones de poder”.326

Han pasado más de 170 años desde que un joven Karl MARX escribiese un brillante
ensayo donde denunciaba como carente de toda lógica el hecho de que los legisladores de la
Dieta renana asimilasen la recolección de leña suelta por parte del campesinado, al robo de
leña, siendo ambos actos calificados de la misma manera por quienes ostentaban el poder
económico y político. En sus palabras, “la ley no está dispensada de la obligación general de
decir la verdad. Por el contrario, la tiene en doble medida, ya que es quien debe expresar de
modo general y auténtico la naturaleza jurídica de las cosas. La naturaleza jurídica de las
cosas no puede por lo tanto guiarse por la ley, sino que la ley tiene que guiarse por la
naturaleza jurídica de las cosas. Si la ley denomina robo de leña a una acción que no es un
delito forestal, la ley miente y el pobre es sacrificado a una mentira legal”.327

MARX argumenta que con tales arbitrariedades legales, la Dieta renana jamás
convencería a la gente de que viese un delito donde no había ninguno, consiguiendo que “el
propio delito se transforme en un hecho justo”; es decir, que la recolección de leña se
empezara a ver como un acto característico de una reivindicación social legítima, pese a su

326
Alejandra PALAFOX MENEGAZZI, “Los “padres del vecindario”, p. 26.
327
Karl MARX, “Los debates sobre la ley acerca del robo de leña. Las sesiones de la sexta Dieta renana.
Tercer artículo” en En defensa de la libertad. Los artículos de la Gaceta Renana (1842-1843). Valencia:
Fernando Torres Editor, 1983, p. 208.

108
ilegalidad. En consecuencia, la categoría de robo se vería desfigurada, pues en los casos en
que se hubiese cometido tal delito, su punición ya no tendría siquiera un elemental valor
ejemplarizante: “Es un hecho tanto histórico como racional, que la dureza indiferenciada
elimina todo efecto de la pena, pues ha eliminado la pena como efecto del Derecho”.328

En lo concerniente al ius commune, MARX advierte que éste es prerrogativa exclusiva


de las clases populares, de los menus plaisirs, pues la costumbre no es otra cosa que el límite
al Derecho de los poderosos, la ley escrita: “El derecho consuetudinario como dominio
aparte del derecho legal sólo es racional cuando el derecho existe al lado y fuera de la ley,
cuando es costumbre es la anticipación de un derecho legal”. Las clases privilegiadas no
tenían el derecho a anticiparse a la ley, pues a través de ella habían podido encontrar “no
sólo el reconocimiento de su derecho racional sino también con frecuencia el reconocimiento
de sus pretensiones irracionales [...] porque la ley ya ha anticipado todas las posibles
consecuencias de su derecho”. El Derecho consuetudinario poseía, en palabras de MARX, la
virtud y la utilidad de servir como margen o límite a las “arbitrariedades y pretensiones” de
unas leyes que con frecuencia “van más allá de los límites racionales.329

Todas aquellas costumbres de la “clase pobre” campesina, como la recolección de


leña suelta, el espigueo y otros derechos consuetudinarios de tal especie constituían en la
visión marxiana, no sólo una necesidad de colmar necesidades naturales de sobrevivencia,
sino también “la necesidad de satisfacer un impulso de justicia”. En el acto de la recolección
de leña suelta, “la clase elemental de la sociedad humana se enfrenta, ordenándolos, a los
productos del poder natural elemental”, tal y como sus miembros obraban al recolectar los
frutos salvajes de la tierra “formando un accidente puramente casual de la propiedad”, la
cual era despreciada por los grandes poseedores de la tierra en vista de su irrisoria
importancia y nulo valor comercial.330

328
Karl MARX, “Los debates sobre la ley”, p. 209.
329
Karl MARX, “Los debates sobre la ley”, p. 212.
330
Karl MARX, “Los debates sobre la ley”, pp. 214-215.

109
Por tales razones, una vez reprimidos por las autoridades los derechos
consuetudinarios populares, el ejercicio de éstos “puede tratarse como una simple
contravención, pero nunca penarse como un delito”, y por lo tanto MARX lanza un clamor
en favor de una suerte de “dulcificación de las penas” prescritas en la legislación criminal,
en un tono que nos devuelve el eco de viejos reformadores ilustrados como Cesare
BECCARIA: “La pena no debe causar mayor horror que la contravención, la ignominia del
delito no debe transformarse en la ignominia de la ley; se socava el terreno del Estado cuando
la desdicha se convierte en delito o el delito en desdicha”.331

En sus críticas al empleo anacrónico de la categoría “crimen” por parte de ciertos


historiadores defensores de la existencia de subculturas criminales,332 y siguiendo en lo
fundamental los postulados marxianos, E. P. THOMPSON afirma que es indispensable para el
análisis histórico emplear categorías que describan adecuadamente la situación de los
individuos y de los grupos sociales de acuerdo a su contexto y no únicamente guiados por
los prejuicios de clase tanto de ayer como de hoy:

El “crimen” en sí -cuando simplemente adoptamos las definiciones de aquellos que


poseen propiedades, controlan el Estado y promulgan las leyes que “nombran” lo que
será crimen- es la primera de esas categorías. Pero dado que muchas personas han
comenzado recientemente a escribir historia del crimen, a menudo sin una
preparación exhaustiva y sin controles históricos, esta podría ser una buena ocasión
para objetar aún más vigorosamente las categorías “bandas” y “subcultura criminal”.
El prejuicio de clase del siglo XVIII se une aquí con un anacrónico empleo de la
(inadecuada) terminología de cierta criminología del siglo XX. Así, ROGERS define
el relato del prelado de Newgate sobre los siete Negros333 ahorcados en Hampshire
como “un retrato inusualmente incompleto de la subcultura criminal de la Inglaterra
georgiana”. Lo lamentable de este relato -y de muchos otros relatos del prelado
acerca de los ahorcados- es que no son nada de eso; son simplemente relatos de la
cultura mundana, plagada de lugares comunes, de la Inglaterra plebeya: notas sobre
la vida de individuos comunes y silvestres que en nada se distinguen de sus iguales,
a no ser por el hecho de que, por obra de la mala suerte o de por un juicio peor,
331
Karl MARX, “Los debates sobre la ley”, p. 216.
332
Lila CAIMARI, “Sobre la ley y las economías morales del bosque. A propósito de la publicación de
E. P. THOMPSON, Los orígenes de la Ley Negra. Un episodio de la historia criminal inglesa”. PolHis 8 (2011),
p. 269.
333
Apelativo que hacía referencia a quienes robaban leña o cazaban ciervos en los bosques señoriales
de la Inglaterra dieciochesca, llevando en ocasiones sus rostros pintados de negro.

110
quedaron atrapados en las garras de la ley. En el caso de Hampshire en cuestión
tenemos dos carreteros, un tabernero que quizás fuera receptor de carne de venado,
un palafrenero que podría haber tenido “antecedentes criminales”, un peón rural, un
aprendiz de zapatero y un sirviente de diecisiete años (hijo de un sastre).
Detengámonos en cualquier lugar de Hampshire en 1723 y tomemos una muestra al
azar de siete hombres: es probable que el resultado sea muy similar. Si ésta es una
“subcultura criminal”, entonces toda Inglaterra plebeya entra en la categoría.334

Esta cuestión es de importancia central para entender las características propias del
robo como fenómeno delictivo en Ciudad de México, donde existió un ejemplo modélico de
ladrones que sirvieron a las justicias para pintar el retrato de individuos cuya vida giraba en
torno a la adquisición ilegal de bienes ajenos. El caso de los ladrones ganzueros, por tanto,
permite un acercamiento a ras de suelo al estilo de vida y prácticas delictivas de tales
individuos, y a la comprensión del porqué se les caracterizó como individuos propios de los
bajos fondos, “vagos, ociosos y malentretenidos” y portadores de una subcultura criminal.

En la mayor parte de los expedientes criminales que se conservan hay información


sobre el oficio u ocupación de cada uno de los ladrones ganzueros, siendo regla que los
individuos encausados por robar accesorias y casas habitación, aparezcan consignados
desempeñándose habitual o coyunturalmente en “ocupaciones conocidas o aceptadas”.335 En
este punto es donde cabe preguntarse si a dicho grupo de ladrones capitalinos, al contrario
de lo argumentado en su momento por THOMPSON, se le puede tomar como tipo ideal de una
subcultura criminal:

Uno de los aspectos que más ha preocupado a los historiadores ha sido la existencia
de subculturas criminales, bien donde el comportamiento “delictivo” se aprende en
un sistema de comunicación interpersonal, bien donde diferentes grupos reciben
pautas de comportamiento criminal superiores a aquellas que lo inhiben. Las obras
más recientes tienden a desmentir la existencia de tales subculturas. Así uno de los
grupos sociales que tradicionalmente han sido considerados como portadores de un
discurso cultural-marginal propio [...] aparece, gracias a los estudios tanto de los
historiadores, como de los filólogos, firmemente integrada en los patrones culturales
criminales. De la misma forma, los trabajos de THOMPSON sobre las capas pobres

334
Edward Palmer THOMPSON, Los orígenes de la Ley Negra, pp. 209-210.
335
Lila CAIMARI, “Sobre la ley y las economías morales”, p. 268.

111
londinenses y los de POUND sobre los vagabundos han señalado el carácter menos
“profesional” y más coyuntural de tales manifestaciones de desorden.336

Los ladrones ganzueros son actores que están presentes a lo largo de las décadas que
comprende la presente investigación, pero llama la atención que una buena parte de los
individuos reputados como tales aparezcan expedientados mayormente entre los años de
1808 y 1816. Según Michael SCARDAVILLE, este fue el peor momento de la crisis económica
en el periodo que estamos estudiando.337 Por otra parte, Gabriel DI MEGLIO constata para el
caso de Buenos Aires, que luego de 1810 el hurto fue la mayor preocupación que tuvieron
los gobiernos independentistas,338 en vista del caos generalizado fruto de las confrontaciones
bélicas.

Juan ORTIZ ESCAMILLA asegura que tras los sucesos de 1808 en la capital
novohispana se puede empezar a hablar del “desmantelamiento del orden colonial” y del
pronto inicio de “una de las guerras civiles más sanguinarias de que se tuvo memoria en los
300 años de coloniaje”.339 Si bien la Ciudad de México no sufrió directamente los embates
de la insurgencia armada, el clima bélico del virreinato novohispano indujo al
endurecimiento de las políticas punitivas. El rigor de las justicias, preocupadas por mantener
el orden social en una época particularmente convulsa, nos ha legado un acervo que muestra
la aparición recurrente de ladrones ganzueros en expedientes criminales aledaños a esta
fecha.

En aquella época, donde el fenómeno de los ganzueros en Ciudad de México cobró


tintes epidémicos, las causas judiciales protagonizadas por tales individuos fueron llevadas
por el Tribunal de La Acordada, típica “institución dedicada a la represión de criminales”.
Ya comenzado el siglo XVIII, La Acordada actuaba “a la manera de una hermandad, [lo
que] le permitió efectuar castigos de forma inmediata a las personas que se encontraran

336
Pablo PÉREZ GARCÍA, “Una reflexión en torno a la Historia de la criminalidad”, p. 35.
337
Michael SCARDAVILLE, “Trabajadores, grupo doméstico y supervivencia”, p. 262.
338
Gabriel DI MEGLIO, “Ladrones”, s.p.
339
Juan ORTIZ ESCAMILLA, Calleja: guerra, botín y fortuna. Xalapa: Universidad Veracruzana – El
Colegio de Michoacán, 2017, p. 71.

112
sorprendidas en la ejecución de un delito. Posteriormente su modus operandi se modificó,
cuando dejó de ser un órgano policial y sus funciones estaban más encaminadas al
enjuiciamiento de los criminales”,340 caso de los ladrones forajidos, los macutenos, los
domésticos, los ganzueros, los capeadores, etc.341 En sus inicios debía rendir cuentas a la
Real Sala del Crimen de la capital, dedicada por antonomasia a “perseguir los delitos
antisociales”,342 aunque luego adquirió autonomía en sus funciones de administrar justicia:

El año de 1710 se restableció en este Reyno la jurisdicción, uso y exercicio de la


antigua Santa Hermandad, con arreglo á las Leyes y práctica de Castilla, creándose
para exercerla un Alcalde Provincial con subordinación á la Real Sala del Crimen de
México, á la que debía dar cuenta con las Causas antes de executar sus sentencias.
En virtud de Real Cédula de 21 de diciembre de 1715 se fueron ampliando por los
Virreyes las facultades y jurisdicción del Alcalde Provincial, eximiéndole el Excmô
Señor Marqués de Valero, con Acuerdo de la Real Audiencia, de dar cuenta con sus
sentencias á la Real Sala. Con cuyo motivo se dio á dicho Juzgado el nombre de
Acordada desde el año de 1719, lo que aprobó S.M. en Real Cédula de 22 de mayo
de 1722 [...] Y por otra de 26 de noviembre de 1747 al empleo de Alcalde Provincial
y Juez de la Acordada de las Gobernaciones de esta Nueva España, Nueva Galicia y
Nueva Vizcaya se agregó el de Guarda mayor de caminos, y últimamente el Juzgado
Privativo de Bebidas Prohibidas.343

Dichos “vastos é importantes cargos” jurisdiccionales debían ser protegidos y


sostenidos por el Virrey en la Nueva España, la Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya, pues del
Juzgado de La Acordada y Bebidas Prohibidas dependía “evitar las ofensas de Dios,
conservar los bienes, mantener la tranquilidad de los particulares y lograr la felicidad
pública”. Las justicias debían facilitar el accionar de dicho tribunal en poblado y en
despoblado con todos los oficiales y auxilios que tuviesen a su disposición, y en virtud del
artículo 67 de la Ordenanza e Instrucción de Intendentes, ayudar “eficazmente á los

340
Lilia Paola MARTÍNEZ MELÉNDEZ, Destierro, presidio y trabajo forzado en Nueva España y Nueva
Granada en la segunda mitad del siglo XVIII. Tesis de Maestría en Estudios Latinoamericanos, dir. Juan
Manuel DE LA SERNA Y HERRERA. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2018, p.72.
341
“XII – Reales Ordenes de 26 de agosto de 1756, 5 de octubre del mismo, y 13 de diciembre de
1775”; “XIII - Bando de 13 de diciembre de 1775”; “XV - Real Título del actual Juez de La Acordada Don
Manuel de Santa María y Escobedo de 31 de octubre de 1781” en Eusebio VENTURA BELEÑA y María del
Refugio GONZÁLEZ, Recopilación sumaria, Tomo I, pp.71-72.
342
Teresa LOZANO ARMENDARES, La criminalidad en la Ciudad, p. 46.
343
“XI - Noticia del restablecimiento del Juzgado en este Reyno, con lo demás que se expresa” en
Eusebio VENTURA BELEÑA y María del Refugio GONZÁLEZ, Recopilación sumaria, Tomo I, pp. 70-71.

113
Ministros del Juzgado de La Acordada contra los ladrones y otros delinqüentes públicos”.344
Según SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL: “desde 1756, la Acordada también realizaba rondas de
día y de noche por el perímetro urbano con plenas atribuciones sobre toda clase de
violencias, homicidios y robos, de manera que dicha jurisdicción también sustraía un buen
número de causas a las justicias ordinarias, incluida la Real Sala del Crimen [...] vinculado
a la Acordada estaba la jurisdicción del Juzgado de Bebidas Prohibidas para todo lo
relacionado con la fabricación, consumo y transporte de licores prohibidos”.345

Resulta verosímil que la coyuntura política, económica y social de la época orillase


a los trabajadores pauperizados a asociarse con sus amigos, colegas, compadres y familiares
para llevar a cabo actividades ilícitas como el robo a modo de estrategia de supervivencia,
aumentando de esta manera la represión sobre tales prácticas. Los ganzueros eran
practicantes de una modalidad delictiva que requería de preparación específica, no sólo en
cuanto a la planeación de los robos en accesorias y casas habitación, sino también en lo
tocante a la comercialización de los objetos sustraídos, proceso en el que intervenían
diversos actores para dar circulación a tales efectos en el mercado negro. Las justificaciones
de los aprehendidos, alegando aprovechamiento de la oportunidad y el encuentro fortuito de
ganzúas y otros elementos que generaban suspicacia, funcionaron como estrategia para negar
la premeditación del delito, circunstancia agravante que podía atraer sobre sus cabezas
mayores penas.

Repensando las palabras de Pablo PÉREZ GARCÍA, quien habla de criminales en


general, descuidando los matices propios de cada tipología, puede afirmarse que la
coyuntura crítica de comienzos del siglo XIX creó las condiciones de posibilidad para que
los ganzueros de la capital aparecieran ante las justicias como profesionales del crimen a
tiempo completo, dado que el robo parecía ser la principal actividad económica de muchos

344
“XVI – Real Orden de 10 de abril de 1783”; “XVII – Real Orden de 2 de abril de 1785 y Circular
del Gobierno de 5 de septiembre del mismo”; “XVIII – Circular de 23 de marzo de 1782”; “XIX – Circular de
20 de abril de 1784” en Eusebio VENTURA BELEÑA y María del Refugio GONZÁLEZ, Recopilación sumaria,
Tomo I, pp. 72-73.
345
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Fondos del Archivo General de la Nación”, p. 160.

114
subalternos. No obstante, se verá que existe una relación sino determinante, al menos
subsidiaria entre los fenómenos del desempleo y la precarización laboral -en especial de los
artesanos- y la dedicación más o menos habitual a delinquir contra la propiedad.

En las páginas que siguen, se pretende definir el perfil sociológico de los ladrones
ganzueros en particular, qué clase de bienes eran objeto de robo y cuáles eran los valores
relativos y absolutos de éstos en el mercado negro, quiénes estaban involucrados y cómo
funcionaban las asociaciones delictivas en el caso de la comisión de los diferentes delitos
contra la propiedad, así como dilucidar si las asociaciones delictivas entre estos ladrones
pueden ser consideradas como expresión de una subcultura criminal, o solamente una
estrategia más de supervivencia en coyunturas especialmente críticas.

INSTRUMENTOS

La característica principal y distintiva de todo ladrón ganzuero, estribaba en el porte y


utilización de ciertos instrumentos hechos ex profeso para penetrar en viviendas y accesorias
aprovechando la oscuridad de la noche o la ausencia de propietarios y comerciantes. Ganzúas
principalmente, pero también limas, punzones, tronchetes, martillos, clavos y otros objetos
propios de las actividades artesanales aparecen en la documentación criminal de la época,
tal como evidencian las representaciones gráficas que la pericia de los escribanos ha legado
a la posteridad.346 Al aprehender a los ganzueros, las justicias procedían con prontitud a la
convocatoria de diversos maestros herreros “con obrador público” para que certificasen la
naturaleza y los usos potenciales de los fierros.347

El porte de ciertos elementos que en la opinión de dichos maestros, se encontraban


alterados de forma “maliciosa” y resultaban ser aptos ser empleados en robos, era razón
suficiente para dar apertura a una causa criminal, pues no era indispensable encontrar a
alguno de ellos ejerciendo tal actividad in fraganti. Cristóbal Domingo García alias Grillo,
fue enjuiciado por el mero hecho de haberse encontrado en su poder una ganzúa “formada

346
Anexo 2.
347
José SÁNCHEZ-ARCILLA BERNAL, “Robo y hurto en la Ciudad de México”, p. 69.

115
de llave vieja con un solo diente, limada torpemente”, además de una “ínfima lima”. El
maestro herrero Don José Ignacio Marcha aseguró que el procedimiento de quitarle la ceja
a la llave y rebajarle los rodetes, indicaba malicia e intención de hacer un “mal uso” de ella;
Don José María Tenorio, sin embargo, afirmaba que la operación había sido hecha por una
“persona nada instruida en el arte de herrería”, lo que sugiere que García era novato en estos
menesteres.348 Otro sujeto detenido por resultar sospechoso a los ojos de las justicias fue el
carpintero Antonio Corona, por atribuírsele la propiedad de una ganzúa con la que se había
cometido un robo en una accesoria de la Calle de La Esperanza, además del porte de un
martillo que según él pretendía vender. Como no se pudo comprobar su participación en el
delito, la causa no pasó a mayores y Corona fue dejado en libertad.349

Para encausar como ladrón de manera definitiva a quien portase una ganzúa, debía
comprobarse que dicho instrumento estaba diseñado para fungir como una especie de “llave
maestra” capaz de abrir cualquier cerradura ordinaria. El maestro herrero Don José Patricio
Morales declaró ante las justicias que la llave encontrada junto a Nicolás Serrano en 1801:

Fue hecha en sus principios para chapa de puerta, vajo las circunstancias bien
recividas y legales, pero que a la presente la han desfigurado en términos que se halla
buelta una perfecta ganzúa; cuyo defecto denota el hallarse falta de un diente que
forma la media cubierta y estar franqueada del rodete,350 y rastrillo, operación hecha
por alguno que tiene poca practica en el manejo de limas, según lo mal limado de
ella; y que por lo mismo será fácil abrir con ella qualesquiera puerta de chapa
corriente que combenga [...] maliciosamente la pusieron en tal arte para avenirla á la
chapa, ó chapas que de igual construcción combengan con su entrada.351

348
“Contra Cristóval Domingo García alias El Grillo por havérsele encontrado en su casa una ganzúa
y una lima”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fol. 244, 1811. Por reincidencia como ladrón ganzuero alias El
Grillo fue encausado nuevamente junto a su socio José Mariano Salazar, alias El Pescadito apenas unos meses
después.
349
“Contra Antonio Corona por portación de una ganzúa y un martillo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja
5 (28), Exp. 266, 1827.
350
“Chapa circular fija en el interior de la cerradura, para que pueda girar únicamente la llave cuyas
guardas se ajustan a ella”. https://dle.rae.es/rodete?m=form
351
“Contra Nicolás Serrano por sospechoso ladrón ganzuero”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 361,
Exp. 6, fols. 271-273, 1801.

116
En otro proceso, cuatro fueron los instrumentos hallados al mismo Nicolás Serrano
y a su socio Ventura Díaz la noche de su detención en 1803: dos de ellos fueron descritos
como “llaves maliciosas”, una de las cuales “solo podrá haser á la puerta de chapa que sea
de su altura y grueso”, y para emplear la otra “es nesesario tener conocimiento de la chapa
y que esta sea de su grueso y tamaño”, lo que implicaba que para usarlas exitosamente eran
necesarias manos con experticia en lo que concernía a chapas y candados. El tercer objeto
era “una ganzúa burda é imperfecta” prácticamente carente de utilidad, pues “no tiene vien
franco el garsanso que llaman entre los dientes y por consecuencia solo ará a las chapas
ruines”. Sólo la cuarta era “una perfecta llave sin malicia alguna”,352 tal como resultó ser la
llave de la casa donde moraba José Antonio Arévalo alias Zángano, pues según los maestros
Don José Pérez Cano y Don Ignacio Díaz Tirado “aunque tiene un diente quebrado es buena
[...] aunque tiene quitada la ceja no le encuentra tenga malicia”.353

José Matías Pérez y José Manuel Salcedo fueron depositados en la Cárcel de La


Acordada tras “haverles aprehendido tres ganzúas, y un punzón, y robado de la accesoria de
Doña María Guadalupe Castillo, una caxita como de á vara, y dentro de ella varias piezas de
ropa”.354 En la declaración de ambos reos, los instrumentos identificados como “formales
ganzúas limadas y formadas de llaves viejas” llegaron a su poder tras una fortuita entrevista
en una vinatería con un tal Juan Avilés, con mucha probabilidad un baratillero, y quien los
había invitado gentilmente a tomar “media de aguardiente”. Antes de marchar, Avilés le dijo
a Pérez que “guardara unos fierros que le dio envueltos en un pedaso de cuero, diciendo que
al día siguiente a las seis de la mañana vendría allá mismo por ellos”.355 Dichos fierros eran
nada más y nada menos que las tres ganzúas y el punzón, cosa que pareció no sorprender en

352
“Criminal contra Bentura Díaz y Nicolás Serrano por havérseles aprehendido unas llaves o
ganzúas”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 361, Exp. 4, fol. 195 r., 1803.
353
“Contra José Antonio Arévalo (alias El Zángano) y Eugenio Salazar (alias El Flaco) por ladrones
ganzueros”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 3, fol. 104 r., 1809.
354
“Contra José Matías Pérez y José Manuel Salcedo (alias Angelito) por ladrones gansueros”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 11, fol. 191 r., 1810.
355
“Contra José Matías Pérez y José Manuel Salcedo (alias Angelito) por ladrones gansueros”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 11, fols. 192 v. y 194 r., 1810.

117
absoluto a Pérez y a Salcedo, decididos a probar si uno de tales instrumentos podía abrir las
puertas de una accesoria que su dueña acababa de cerrar al finalizar la jornada de trabajo.

Carlos González alias José María Falcón y Mariano Fragoso alias Ratón, fueron
capturados por tener en posesión un clavo grande y una lima, además de dos ganzúas con las
que se presumía habían abierto una vinatería que posteriormente robaron. Según González,
su socio Fragoso mostró un desbordante entusiasmo al clavar su mirada en la llave de la
accesoria que aquel ocupaba en calidad de vivienda: “le dixo hombre que buena está esta
llave para que busquemos unos medios la compondremos y accediendo el declarante trajo
una lima con la que estuvo componiendo dicha llave, y después de compuesta se la llebó,
siendo de advertir que el declarante estubo componiendo ó ayudándole también á componer
la llave”.356 Don José María Morales y Don Andrés Espinoza describieron con abundante
detalle el par de ganzúas y lo sospechoso de la tenencia del clavo y la lima:

Que son ganzúas las dos que se manifiestan echas de llaves viejas, y para formarlas
tenían desde luego á prevención la lima cuchilla que assi mismo ha reconozido, y que
las ganzúas podrán abrir qualquier chapa siempre que combenga la entrada [...] Que
las dos llaves son ganzúas echas de llaves viejas que están relimadas, la grande de
los rodetes, rastrillo y media cubierta, y la otra de un solo diente lo mismo, y que la
lima cuchillo es un instrumento a propósito para abrir guardas de dichas llaves, y el
clavo cree que lo llebarían á prevención bastante para hacer perjuicios: siendo esto
su sentir.357

La pericia en la elaboración de estos instrumentos resulta patente en la causa abierta


contra el soldado desertor José Ventura Huidobro, quien para fugarse del calabozo donde se
hallaba recluido por diversos robos, procedió a elaborar una “llabe ó ganzúa” sobre un molde
de palo o madera hecho a su vez con una “oja de latta, y una oja de corttar plumas no
completa”.

Dijo que conoce los ynstrumentos que se le presentan que son los mismos que se le
ponen de manifiesto: que el objeto de hacer el molde y llave era para poder conseguir

“Contra Carlos González (alias José María Falcón) y Mariano Fragoso por robo con ganzúas”.
356

AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 4, fol. 75 r., 1811.


357
“Contra Carlos González (alias José María Falcón) y Mariano Fragoso por robo con ganzúas”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 4, fols. 73 v.-74 r., 1811.

118
su livertad fugándose de la prisión en que se allaba temiendo el castigo que le podían
dar por sus delitos: que con respecto al vaciar la llave, y la lima que se le alló ya la
había traído del Quartel de Milicias, en donde la había fundido para uirse del
calabozo, y luego que se allaba en este calavozo, trató de arreglarla para fugarse. 358

Si bien algunos de estos instrumentos no fueron identificados formalmente por los


maestros herreros como genuinas ganzúas, sino más bien como llaves falsas, tras un breve
examen les resultaba posible elucubrar que habían sido usados con los mismos fines. En el
caso del robo a un cuarto situado en el Mesón de las Ánimas, los ladrones tomaron una llave
“que en la puerta de la trastienda estava pegada” para abrir la puerta de la habitación que
querían robar, y al no encajar en la cerradura, acudieron con presteza donde un oficial de
herrería a quien pidieron componerla a cambio de su respectivo pago.

La gansúa exivida por Don Felipe González como perteneciente á los reos de esta
causa [...] está retirada del paletón á golpe, sin seja, y algo franqueada de los rodetes
[...] Es llave maliciosa por no tener ceja, con los rodetes franqueados y restirado el
paletón á martillazos, y no es ganzúa respecto á no estar franqueada del rastrillo, ni
con demacía los rodetes [...] No es ganzúa sino llave buena aunque sospechosa por
no tener cejas, y hallarse con los rodetes algo franqueados y el paletón restirado á
porrasos para acomodarla á determinada cerradura.359

Al momento de una de sus tantos encuentros con la justicia, se encontraron en poder


de José Maximiliano Bargallanta cuatro ganzúas que portaba en la cintura, además de una
lima y varias puntas o pedazos de espada “que había sacado con el fin de ver donde podía
robar, con cuyo objeto tenía las otras doce ganzúas que entregó la mujer con quien está
viviendo en incontinencia”. Con insólita sinceridad, el reo aseguró que “la lima y la punta
de espada le servían para las operaciones que en el particular se le ofrecían”.360

358
“Criminal contra Josef Ventura Huidobro, soldado de la 2ª Compañía, acusado de los delitos de
reincidente en la deserción y por haber sido aprendido en un robo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 435, Exp.
7, fol. 263 r., 1816.
359
“Contra Francisco Moreno, Domingo Casasola, Gervacio Pichardo, Teresa Rangel y Juliana
González por rovo con ganzúa”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 3, fols. 54 v.-56 r., 1809.
360
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fols. 145 v.-146 r., 1813.

119
Ya en 1814, al mismo Bargallanta, quien por entonces decía llamarse Pablo, se le
decomisaron ocho ganzúas, dos llaves, un cuchillo, una baqueta de pistola hecha punzón,
una palanca de madera, un eslabón, una piedra para encender fuego, una “pajuela” y un
pasaporte. Junto a él, fue aprehendido el también soldado desertor José María Sevilla, quien
portaba un tronchete “oculto entre los compañones”. Como habitantes de vecindades
populares, ambos individuos tenían contactos mediante los cuales podían adquirir fácilmente
elementos prohibidos como los descritos. Bargallanta había comprado el cuchillo “que se
guardó en las pretinas de los calsones” a un arriero en la cantidad de cuatro reales, y Sevilla
compró su tronchete en la plazuela de Tarasquillo en la módica cantidad de “dos reales y
cuartillas”.

Todo se remite junto con el emboltorio de ropa que se llebaban robado, que pertenece
a Feliciano García, y su muger, que viven en la accesoria [...] ambos son reyncidentes
en este vicio; con el agregado de que Sevilla fue aprehendido en otras ocasiones por
el cabo principal Mariano Ávila de mi compañía, que es la Veterana de Policía, a
quien le hirió con un tronchete en el pecho al tiempo de su aprehención y se le mando
preso al Quartel [...] Nota: a los dos referidos decertores, y ladrones se encontró que
tenían puestas trensas postisas, las mismas que lleban puestas para conocimiento del
fiscal.361

El soldado desertor José María Pineda penetró en la casa de Marcelino Sandoval


haciendo uso de un “punzón [que] se halla con la punta roma, y un poco torcido todo de
fierro, con la cacha de madera común, algo vieja, guarnecida de plomo a la inmediación de
éste, y a la parte opuesta algunas astillas saltadas de algún tiempo”.362 Al igual que en el caso
del punzón, el malacate363 era otro instrumento de fierro alterado con el expreso cometido
de violar cerraduras, al igual que las ganzúas hasta aquí descritas. Don José Pérez Cano y

361
“Testimonio sacado de la causa formada contra el soldado Pablo Bargallanta acusado desertor de
segunda, y haver robado barias prendas el día de su aprehención”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, Exp. 2,
fol. 30 r., 1814.
362
“Criminal contra Josef Pineda, soldado de la 4ª Compañía, acusado de los delitos de deserción y
robo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 435, Exp. 5, fol. 157 v., 1816.
363
“Los malacates (del náhuatl malacatl, huso, cosa giratoria) eran máquinas a manera de cabrestante,
muy usadas en las minas para sacar minerales y agua, que tienen el tambor en lo alto, y debajo las palancas a
las que se enganchan las caballerías que lo mueven”. https://dle.rae.es/malacate

120
Don Ignacio Díaz Tirado describieron así el malacate hallado a Cristóbal Domingo García y
Bernardo Rubín de Celis:

El fierro diseñado [...] es un malacate con la punta torcida con el cual aunque no se
podrá fácilmente habrir alguna cerradura, pero con alguna dificultad se conseguirá,
y lo usan para meterlo por algún ahugero y enganchar el mecate de las trancas que
llaman poblanas [...] Es malacate viejo con la punta torcida como gancho y poder
servir para atraher el cordel que se pone a las trancas poblanas.364

OFICIOS U OCUPACIONES

Los ganzueros recurrían con relativa frecuencia al robo para aliviar sus necesidades
materiales, aunque el común denominador era que estas personas desempeñasen oficios u
ocupaciones principalmente de índole artesanal, habitualmente o por temporadas. A
continuación, se desglosan los sobrenombres y las ocupaciones de aquellos hombres que
fueron encontrados con ganzúas y otros elementos sospechosos, o fueron acusados de
cometer un robo haciendo uso de tales instrumentos.

TABLA 4: LADRONES GANZUEROS EN CIUDAD DE MÉXICO, 1800-1835


NOMBRE ALIAS OFICIO PROCEDENCIA
Nicolás Serrano - Sombrerero 365 Tlalixcoyan
Ventura Díaz - Carpintero 366 Guadalajara
José Pérez - Tejedor 367 Tlaxcala
José Arévalo Zángano Rosariero 368 Ciudad de México
Domingo Casasola - Herrero 369 San Ángel

364
“Contra José Mariano Espinoza, Christóval Domingo García (alias El Grillo), Bernardo Rubín de
Celis (alias El Gringo) y María Josefa Espinoza por rovo con ganzúa que hizieron los tres últimos y receptador
el primero”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 4, fols. 124 v.-125 r., 1809.
365
“Contra Nicolás Serrano por sospechoso ladrón ganzuero”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 361,
Exp. 6, fol. 237 r., 1801; “Criminal contra Bentura Díaz y Nicolás Serrano por havérseles aprehendido unas
llaves o ganzúas”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 361, Exp. 4, fol. 197 v., 1803; “Contra Nicolás Cerrano por
sospechoso ladrón ganzuero”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 361, Exp. 4, fol. 217 v., 1812.
366
“Contra Bentura Díaz por macuteno bolcero en los maitines de San Agustín”. AGNM, Fondo
Criminal, Vol. 361, Exp. 3, fol. 182 r., 1802; “Criminal contra Bentura Díaz y Nicolás Serrano por havérseles
aprehendido unas llaves o ganzúas”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 361, Exp. 4, fol. 197 r., 1803.
367
“Contra José Matías Pérez por ganzuero”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 12, fol. 205 r.,
1808; “Contra José Matías Pérez y José Manuel Salcedo (alias Angelito) por ladrones gansueros”. AGNM,
Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 11, fol. 192 v., 1810.
368
“Contra José Antonio Arévalo (alias El Zángano) y Eugenio Salazar (alias El Flaco) por ladrones
ganzueros”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 3, fol. 101 r., 1809.
369
“Contra Francisco Moreno, Domingo Casasola, Gervacio Pichardo, Teresa Rangel y Juliana
González por rovo con ganzúa”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 3, fol. 58 v., 1809; “Contra José María

121
Bernardo Celis Gringo Carpintero 370 Ciudad de México
Cristóbal García Grillo Carrocero 371 Ciudad de México
Eugenio Salazar Flaco Rosariero 372 Ciudad de México
José Mariano León Latonero Latonero 373 Ciudad de México
Bernardo Morales - Zapatero374 Ciudad de México
José Salcedo Angelito Zapatero 375 Ciudad de México
Bonifacio Sánchez Trompita Latonero 376 Ciudad de México
Cenobio Sayas - Torcedor de cigarros 377 Ciudad de México
Pedro Trujillo - Herrero 378 Ciudad de México
José Álvarez - Carpintero 379 Ciudad de México
José Cervantes - Indianillero 380 Ciudad de México

Cordero, Pedro Truxillo, María Gorgonia Hernández, Secundino García, Pasqual Rivera, Bonifacio Sánchez
(alias Trompita), José Mariano León (alias Latonero) y Domingo Casasola por ladrones ganzueros y los demás
compradores de lo robado”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 1, fol. 14 v., 1810.
370
“Contra José Mariano Espinoza, Christóval Domingo García (alias El Grillo), Bernardo Rubín de
Celis (alias El Gringo) y María Josefa Espinoza por rovo con ganzúa que hizieron los tres últimos y receptador
el primero”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 4, fol. 122 r., 1809.
371
“Contra José Mariano Espinoza, Christóval Domingo García (alias El Grillo), Bernardo Rubín de
Celis (alias El Gringo) y María Josefa Espinoza por rovo con ganzúa que hizieron los tres últimos y receptador
el primero”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 4, fol. 121 r., 1809; “Contra Cristóval Domingo García
alias El Grillo por havérsele encontrado en su casa una ganzúa y una lima”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86,
Exp. 8, fols. 239-250, 1811; “Contra Cristóval Domingo Garcia El Grillo y Jose Mariano Salazar alias El
Pescadito por supuestos ladrones ganzueros reincidentes”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, Exp. 9, fol. 256
r., 1811.
372
“Contra José Antonio Arévalo (alias El Zángano) y Eugenio Salazar (alias El Flaco) por ladrones
ganzueros”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 3, fol. 102 v., 1809.
373
“Contra José María Cordero, Pedro Truxillo, María Gorgonia Hernández, Secundino García,
Pasqual Rivera, Bonifacio Sánchez (alias Trompita), José Mariano León (alias Latonero) y Domingo Casasola
por ladrones ganzueros y los demás compradores de lo robado”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 1, fol.
9 v., 1810.
374
“Contra Senovio Sayas y Bernardo Morales por ladrones reincidentes”. AGNM, Fondo Criminal,
Vol. 88, Exp. 8, fol. 145 r., 1810.
375
“Contra José Matías Pérez y José Manuel Salcedo (alias Angelito) por ladrones gansueros”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 11, fol. 195 r., 1810.
376
“Contra José María Cordero, Pedro Truxillo, María Gorgonia Hernández, Secundino García,
Pasqual Rivera, Bonifacio Sánchez (alias Trompita), José Mariano León (alias Latonero) y Domingo Casasola
por ladrones ganzueros y los demás compradores de lo robado”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 1, fol.
13 v., 1810.
377
“Contra Senovio Sayas y Bernardo Morales por ladrones reincidentes”. AGNM, Fondo Criminal,
Vol. 88, Exp. 8, fol. 148 r., 1810.
378
“Contra José María Cordero, Pedro Truxillo, María Gorgonia Hernández, Secundino García,
Pasqual Rivera, Bonifacio Sánchez (alias Trompita), José Mariano León (alias Latonero) y Domingo Casasola
por ladrones ganzueros y los demás compradores de lo robado”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 1, fol.
7 r., 1810.
379
“El oficial de la expresada remite a la Real Cárcel de Corte a los reos Pedro Rivero y José Álvarez
por haverlos encontrado abriendo una puerta en la calle de Mesones”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fol.
37 v., 1811.
380
“Contra José Antonio Servantes, Pedro José Cortez, Pánfilo López, María Dolores Ramírez, María
Guadalupe Espino, y Guadalupe Rivera por rovo, y por yncontinencia”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fol.
51 r., 1811.

122
Juan Contreras - Carpintero381 Ciudad de México
Mariano Fragoso Ratón Carpintero 382 Ciudad de México
Carlos González o
José María Falcón Albañil 383 Ciudad de México
Lázaro González
Juan Hernández Chorizos Velero 384 Ciudad de México
Pedro Rivero - Panadero 385 Real del Monte
José Salazar Pescadito Sastre 386 Ciudad de México
José Zúñiga o José
Cargador 387 - Panadero
Bargallanta o Pablo Mamachile 388 - Soldado desertor 389 Ciudad de México
Bargallanta
Purero 390 - Bizcochero -
José Huidobro José Mariano Pinal Puebla de Los Ángeles
Soldado desertor 391
Miguel Huidobro - Bizcochero 392 Puebla de Los Ángeles

381
“Causa criminal contra Juan Ysidoro Contreras por habérsele encontrado bendiendo una nabaja de
barba”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, Exp. 4, fol. 88 r., 1811.
382
“Contra Carlos González (alias José María Falcón) y Mariano Fragoso por robo con ganzúas”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 4, fol. 77 r., 1811; “Contra Mariano Fragoso por robo de una capa y
un sombrero a su cuñado, y sospechoso en otro de Don Mariano Magallanes”. AGNM, Fondo Criminal, Vol.
88, Exp. 5, fols.88-100, 1811.
383
“Contra Carlos González (alias José María Falcón) y Mariano Fragoso por robo con ganzúas”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 4, fol. 74 v., 1811.
384
“Contra Juan Hernández (alias Chorizos) y José Antonio Hernández (alias Pantalón) por ladrón
ganzuero el primero y el segundo por haber comprado lo robado”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 87, Exp. 2,
fol. 63 v., 1811.
385
“El oficial de la expresada remite a la Real Cárcel de Corte a los reos Pedro Rivero y José Álvarez
por haverlos encontrado abriendo una puerta en la calle de Mesones”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fol.
37 r., 1811.
386
“Contra Cristóval Domingo García El Grillo y José Mariano Salazar alias El Pescadito por
supuestos ladrones ganzueros reincidentes”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, Exp. 9, fol. 257 r., 1811.
387
“Criminal contra Máximo Julián, José Diego Rosas, José Brígido Rosas, Pablo José Estrada y José
Mariano Zúñiga”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, Exp. 3, fol. 218 r., 1812; “Memorial de la causa de
Máximo Julián y socios, por el robo de dos tercios de azúcar de la casa de Don Domingo Coloma”. AGNM,
Fondo Criminal, Vol. 627, fols. 277-291, 1812.
388
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 145 v., 1813.
389
“Quaderno segundo en que consta la aprehensión del reo Maximiliano Bargallanta por los soldados
de la guardia del Hospicio de Pobres, y testimonio de la causa que le instruyó el ayudante mayor de Brigada
Don José Ruiz de Castañeda”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, Exp. 2, fols. 24-28, 1814; “Testimonio
sacado de la causa formada contra el soldado Pablo Bargallanta acusado desertor de segunda, y haver robado
barias prendas el día de su aprehención”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, Exp. 2, fol. 35 v., 1814.
390
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 148 v., 1813.
391
“Criminal contra Josef Ventura Huidobro, soldado de la 2ª Compañía, acusado de los delitos de
reincidente en la deserción y por haber sido aprendido en un robo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 435, Exp.
7, fol. 244 r., 1816.
392
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 147 v., 1813.

123
Pablo Pimentel - Carpintero 393 Toluca
Antonio Rivero - Sedero 394 Valencia
José Sevilla Mariano Aguirre Soldado desertor 395 Ciudad de México
José Pineda - Soldado desertor 396 Ciudad de México
José Cuevas - Sastre 397 Desconocida
José Sierra - Desconocida 398 Desconocida
Pedro García Garciota Desconocida 399 Desconocida
Matías Beltrán - Desconocida 400 Desconocida
Juan Medina José Arraluz Soldado desertor 401 Desconocida
José Díaz - Desconocida 402 Desconocida
Juan Mejía - Desconocida 403 Desconocida
Nicolás Pliego - Desconocida 404 Desconocida
Antonio Corona - Carpintero 405 Desconocida
Ignacio Gutiérrez Patito Curtidor 406 Desconocida
José Pardabé Chimalac Curtidor 407 Desconocida

393
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 6, 1813.
394
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 144 v., 1813.
395
“Testimonio sacado de la causa formada contra el soldado Pablo Bargallanta acusado desertor de
segunda, y haver robado barias prendas el día de su aprehención”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, Exp. 2,
fol. 34 r., 1814.
396
“Criminal contra Josef Pineda, soldado de la 4ª Compañía, acusado de los delitos de deserción y
robo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 435, Exp. 5, fol. 143 r., 1816.
397
“Juzgado de letras contra José Sierra y Mariano Cuevas por robo de una sombrerería”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 3 (3), Exp. 26, 1822.
398
“Juzgado de letras contra José Sierra y Mariano Cuevas por robo de una sombrerería”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 3 (3), Exp. 26, 1822.
399
“El alcalde constitucional de primera elección de la Imperial Corte de México contra Pedro García,
su mujer María de la Luz, su hermana María Josefa y la madre María Juliana González por el robo del cajón
de ropa de Don Juan Miguel Elías”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 2 (2), Exp. 36, 1822.
400
“Causa instruida contra Matías Beltrán y José Arraluz (a) Juan Medina por portación de ganzúas y
armas prohibidas”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 1 (7), Exp. 11, 1823-1824.
401
“Causa instruida contra Matías Beltrán y José Arraluz (a) Juan Medina por portación de ganzúas y
armas prohibidas”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 1 (7), Exp. 11, 1823-1824.
402
“Toca a la causa criminal instruida contra Juan Nepomuceno Mexía, José Díaz y Nicolás Pliego,
aprehendidos una noche con 10 ganzúas y una reata”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 2 (18), Exp. 32, 1826.
403
“Toca a la causa criminal instruida contra Juan Nepomuceno Mexía, José Díaz y Nicolás Pliego,
aprehendidos una noche con 10 ganzúas y una reata”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 2 (18), Exp. 32, 1826.
404
“Toca a la causa criminal instruida contra Juan Nepomuceno Mexía, José Díaz y Nicolás Pliego,
aprehendidos una noche con 10 ganzúas y una reata”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 2 (18), Exp. 32, 1826.
405
“Contra Antonio Corona por portación de una ganzúa y un martillo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja
5 (28), Exp. 266, 1827.
406
“Toca a la causa instruida contra José María Pardabé (alias Chimalac) é Ygnacio Gutiérrez (alias
El Patito) por robo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (26), Exp. 152, 1827.
407
“Toca a la causa instruida contra José María Pardabé (alias Chimalac) é Ygnacio Gutiérrez (alias
El Patito) por robo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (26), Exp. 152, 1827.

124
José Rodríguez Chema Bizcochero 408 Desconocida
Luis Lindo Luis Vargas Pintor 409 Ciudad de México
Fuente: AGNM, Fondo Criminal y Fondo TSJDF.

Lo primero que se debe decir, es que más allá de las ocupaciones u oficios declarados
por cada uno de los implicados en una causa criminal por delitos contra la propiedad, no
deben ser soslayados los fenómenos del desempleo y la precarización del trabajo, factores
que fácilmente podían arrojar en los brazos de la delincuencia a los miembros de la clase
trabajadora. Eugenia MOLINA, por ejemplo, encuentra una estrecha interrelación entre los
fenómenos de la vagancia y el robo con la insuficiente demanda laboral y la precariedad del
trabajo: “los dos primeros no conformaron tanto una forma de resistencia hacia una clase
dominante propietaria ávida de peones para sus tierras, sino síntomas del peso que la guerra
revolucionaria primero y civil después, significó para la población cuya vulnerabilidad
socio-ocupacional la convertía en reserva de los ejércitos”.410

Emplear a esa masa informe de “vagos” como carne de cañón era una variante de la
dinámica del pragmatismo jurídico-político de corte utilitario411 que puso un notable empeño
en la persecución de los denominados “vagos, ociosos y malentretenidos”, sujetos sin oficio
ni beneficio que “representaban un peligro para la tranquilidad [y] en no pocos casos eran
insurgentes en potencia”.412 Tal categoría de “vago”, pese a ser más una descripción de
personas que una tipificación legal de conductas desviadas o contraventoras de “una
sociedad ideal basada en la familia patriarcal”, fue utilizada para emplear a dichas personas
como mano de obra artesanal o militar, según el caso. La caracterización de tales individuos
en la Nueva España, no obstante, data del siglo XVII y había sido consagrada en

408
“José María González, Marcelino Alvarado, y José María Medina acusados del robo de un tercio
de Pontibis. José María Rodríguez, José María Muñoz”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 1 (44), Exp. 10, 1828-
1829.
409
“Luis Lindo por haber intentado robar una celda del Convento de La Merced se le aprendió una
ganzúa”. AGNM, Fondo Justicia, Tomo 5, Exp. 1, fol. 2 v., 1833.
410
Eugenia MOLINA, “Ladrones, vagos y perjudiciales”, p. 3.
411
Aspectos desarrollados en el Capítulo III.
412
Teresa LOZANO ARMENDARES, La criminalidad en la Ciudad, pp. 35-36 y 63.

125
disposiciones como la Real Orden de 30 de abril de 1745.413 En palabras de Vanesa
TEITELBAUM:

A partir de la segunda mitad del siglo XVIII la vagancia se convirtió en un problema


urgente para la Corona. Al interés borbónico de alcanzar un éxito económico que le
permitiera asegurar la prosperidad y permanencia de su Imperio, se unió en México
la necesidad de controlar a quienes emigraban del campo a las ciudades expulsados
por las distintas crisis agrícolas y epidemias que se suscitaron en esos años. En este
contexto, se emitió la Real Orden del 30 de abril de 1745 que estableció de manera
detallada quiénes debían ser considerados como vagos. Fue muy amplio el abanico
de individuos con conductas viciosas e inmorales que contempló esta legislación, y
que los gobiernos independientes mantuvieron en lo esencial. La tendencia al juego
o la embriaguez fueron sólo uno de los tantos vicios enumerados.414

En consecuencia, la categoría de “vagancia” resulta de particular interés, pues estuvo


estrechamente relacionada con conductas al margen de la ley como los robos y hurtos, tal
como ha quedado demostrado por una vigorosa corriente historiográfica preocupada por esta
cuestión.415 El argumento de la vagancia sirvió para marginar y perseguir a aquellos

413
Andrés LIRA, “El Derecho y la Historia social”, pp. 44-45.
414
Vanesa TEITELBAUM, “La corrección de la vagancia. Trabajo, honor y solidaridades en la Ciudad
de México (1845-1853)” en Trabajo, ocio y coacción. Trabajadores urbanos en México y Guatemala en el
siglo XIX, comps. Clara Eugenia LIDA y Sonia PÉREZ TOLEDO. México: Universidad Autónoma Metropolitana
Unidad Iztapalapa – Grupo Editorial Porrúa, 2001, p. 117.
415
Sonia PÉREZ TOLEDO, “Los vagos de la Ciudad de México y el Tribunal de vagos en la primera
mitad del siglo XIX”. Secuencia 27 (1993), pp. 27-42; Alejandra ARAYA ESPINOZA, “Trabajo y mano de obra
en el valle central de Chile en el siglo XVIII: un acercamiento desde el problema de la vagancia”. Última
década 6 (1997), pp. 1-37; Mabel RODRÍGUEZ CENTENO, “Borrachera y vagancia: argumentos sobre
marginalidad económica y moral de los peones en los congresos agrícolas mexicanos del cambio de siglo”.
Historia Mexicana XLVII-1 (1997), pp. 103-131; Esther AILLÓN SORIA, “Moralizar por la fuerza. El decreto
de reformulación del Tribunal de vagos de la Ciudad de México (1845)” en Trabajo, ocio y coacción.
Trabajadores urbanos en México y Guatemala en el siglo XIX, comps. Clara Eugenia LIDA y Sonia PÉREZ
TOLEDO. México: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa – Grupo Editorial Porrúa, 2001,
pp. 67-113; Fabián ALONSO, María Elena BARRAL, Raúl FRADKIN y Gladys PERRY, “Los vagos de la campaña
bonaerense. La construcción histórica de una figura delictiva (1730-1830)”. Prohistoria 5 (2001), pp. 171-202;
Sonia PÉREZ TOLEDO, “Trabajadores urbanos, empleo y control en la Ciudad de México” en Trabajo, ocio y
coacción. Trabajadores urbanos en México y Guatemala en el siglo XIX, comps. Clara Eugenia LIDA y Sonia
PÉREZ TOLEDO. México: Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa – Grupo Editorial Porrúa,
2001, pp. 157-198; Tania SAGASTUME PAIZ, “De la Ilustración al Liberalismo. Los discursos sobre los gremios,
el trabajo y la vagancia en Guatemala”, en Trabajo, ocio y coacción. Trabajadores urbanos en México y
Guatemala en el siglo XIX, comps. Clara Eugenia LIDA y Sonia PÉREZ TOLEDO. México: Universidad
Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa – Grupo Editorial Porrúa, 2001, pp. 19-65; Alejandra ARAYA
ESPINOZA, “Guerra, intolerancia a la autoridad y resistencia: los discursos ocultos tras la vagancia. Ciudad de
México (1821-1860)”. Boletín Americanista 52 (2002), pp. 23-55; Richard CHUHUE HUAMAN, “Vagos, ociosos
y malentretenidos en Lima borbónica. Manifestaciones sociales de la plebe y control estatal en el siglo XVIII”

126
individuos no funcionales con el statu quo prevaleciente; muchos de los presuntos vagos en
realidad contaban con oficio u ocupación, pero no lo desempeñaban por la poca demanda
existente, o por otras condicionantes, lo que les constituía en “pobres indeseados”.416 No
puede soslayarse que existía un nivel de desempleo notorio, ligado a la crisis económica y
laboral experimentada en los albores del siglo XIX, una de las causas eficientes del
fenómeno del robo en Ciudad de México. El medio urbano se mostraba incapaz de dar
trabajo y sustento a todos sus habitantes, siendo a su vez receptáculo de inmigrantes
pauperizados al filo del hambre, usualmente reputados como individuos entregados al ocio,
en la concepción de las autoridades.417

en “Simposio De la Historia a la Etnohistoria de los Andes”. Santiago: Universidad de Chile, 2003; Juan Carlos
JURADO JURADO, Vagos, pobres y mendigos. Contribución a la Historia social colombiana (1750-1850).
Medellín: La Carreta, 2004; Isabel RAMOS VÁZQUEZ, “Policía de vagos para las ciudades españolas del siglo
XVIII”. Revista de Estudios Histórico-Jurídicos XXXI (2009), pp. 217-258; Agustín Elías CASAGRANDE, Los
vagabundos y la justicia de Buenos Aires durante el periodo tardo colonial (1785-1810). Construcciones
jurídicas y criminalidad. Tesis de Maestría en Ciencias Sociales, dir. Osvaldo BARRENECHE. La Plata:
Universidad Nacional de La Plata, 2010; Nicolás Alejandro GONZÁLEZ QUINTERO, “Se evita que de vagos
pasen a delincuentes”, pp. 17-44; Miguel Ángel ISAIS CONTRERAS, Vagos y perniciosos en Jalisco (1867-
1886). Una aproximación al estudio de la marginación y la reintegración forzada. Tesis de Maestría en
Historia, dir. Elisa SPECKMAN GUERRA. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2010; Marcos
Antonio ARAQUE MEDINA, “De escandalosa y disipada vida. El problema de la vagancia en Mérida (1809-
1858)”. Presente y pasado 31 (2011), pp. 49-66; Luciano BARANDIARÁN, “La figura de la vagancia en el
Código Rural de Buenos Aires (1856-1870)”. Quinto Sol XV-1 (2011), pp. 1-21; Lucio Ernesto MALDONADO
OJEDA, El Tribunal de vagos de la Ciudad de México (1828-1867), o la buena conciencia de la gente decente.
México: Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2011; Natalia BOTERO JARAMILLO, “El problema de los
excluidos. Las leyes contra la vagancia en Colombia durante las décadas de 1820 a 1840”. Anuario Colombiano
de Historia Social y de la Cultura XXXIX-2 (2012), pp. 41-68; Natalia BOTERO JARAMILLO, Control social
en Colombia (1820-1850): vagos, prostitutas y esclavos. Tesis de Maestría en Historia, dir. Oscar RODRÍGUEZ
SALAZAR. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2013; Roberto Oscar BOSSHARDT ROJAS, La multitud
de vagos en el campo. Abigeato y transgresión en el Departamento de Valdivia. Tesis de Profesorado y
Licenciatura en Historia, dir. Robinson SILVA HIDALGO. Santiago: Universidad de Chile, 2014; Maico Enrique
PITALUA FRUTO, Modernización y control social en Cartagena: los sujetos y las acciones sobre el problema
de vagancia (1907-1923). Tesis de Maestría en Estudios de la Cultura – Mención en Políticas Culturales, dir.
Alicia ORTEGA CAICEDO. Quito: Universidad Andina Simón Bolívar, 2014; Tania SAGASTUME PAIZ, “Vagos,
ociosos y malentretenidos. La permanencia de la reforma de las costumbres en Guatemala a mediados del siglo
XIX” en Repensando Guatemala en la época de Rafael Carrera. El país, el hombre y las coordenadas de su
tiempo, coord. Brian CONNAUGHTON. México: Universidad Autónoma Metropolitana – Gedisa, 2015, pp. 389-
430; Adriana SÁNCHEZ LOVELL, “El problema de la vagancia: una propuesta de enfoque teórico desde la
Historia del trabajo, a partir del caso de Costa Rica en el siglo XIX”. Diálogos XVII-2 (2016), pp. 161-190;
Sarah ALBIEZ-WIECK, “Laboríos and vagos: migrants negotiating tributary categories in Colonial Michoacán”.
Verbum et Lingua 12 (2018), pp. 45-65.
416
Natalia BOTERO JARAMILLO, “El problema de los excluidos”, p. 44.
417
Nicolás Alejandro GONZÁLEZ QUINTERO, “Se evita que de vagos pasen a delincuentes”, p. 27.

127
En vista de que los individuos clasificados como “vagos” eran homologados a
“perjudiciales”, Eugenia MOLINA considera, en comunión con otros autores como Carlos
MAYO, que tal categoría era empleada desde el poder para anatemizar a los pobladores libres
que estaban en condiciones de subsistir sin depender de la casa de un patrón “en la cual
pudiesen ser vigilados y disciplinados”.418 De acuerdo con los discursos herederos de la
Ilustración, el vago era el no-vecino, era el ciudadano por construir; el ocioso era quien
llevaba una vida alejada de la civilización y que vivía en los bordes de la animalidad,419 que
no había interiorizado la ley y que debía ser corregido transformándolo en un sujeto
productivo.

En este orden de ideas y según Andrés LIRA, “lo que se ve también es el gran número
de artesanos que muestran la posesión de un oficio y la carencia de trabajo”.420 Ventura Díaz,
por ejemplo, declaró que se había dedicado a robar porque pese a “haver solicitado que hacer
en las carpinterías no hubo quien lo ocupara”.421 Su colega Mariano Fragoso planeó el robo
a una vinatería “urgido de sus muchas miserias y de no encontrar que hacer”,422 y en otra
ocasión afirmó que le robó un sombrero a su propio cuñado “para socorrerse de unas
necesidades respecto á no haver tenido en que trabajar”.423 Un tercer carpintero, el toluqueño
Pablo Pimentel, se dedicaba a pequeñas obritas “y quando le falta el quehazer concurre al
billar [...] a ver si consigue alguna cosa en el juego”, afirmando que desde su llegada a la

418
Eugenia MOLINA, “Ladrones, vagos y perjudiciales”, p. 24.
419
Nicolás Alejandro GONZÁLEZ QUINTERO, “El reyno de los monstruos ha fenecido”. Monstruosidad
y no-ciudadanía: metáforas sobre los otros radicales en la Nueva Granada (1780-1830). Tesis de Maestría en
Estudios Culturales, dir. Francisco Alberto ORTEGA MARTÍNEZ. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia,
2013, pp. 27-40.
420
Andrés LIRA, “El Derecho y la Historia social”, p. 45.
421
“Contra Bentura Díaz por macuteno bolcero en los maitines de San Agustín”. AGNM, Fondo
Criminal, Vol. 361, Exp. 3, fol. 182 r., 1802.
422
“Contra Carlos González (alias José María Falcón) y Mariano Fragoso por robo con ganzúas”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 4, fol. 77 r., 1811.
423
“Contra Mariano Fragoso por robo de una capa y un sombrero a su cuñado, y sospechoso en otro
de Don Mariano Magallanes”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 5, fol. 91 v., 1811.

128
capital jamás había podido emplearse en el obrador de un maestro, debiendo trabajar (cuando
lo hacía) en su propia casa en “algunas obras de poca entidad”.424

Miguel Huidobro se presentó ante las justicias como un bizcochero desempleado que
se dedicaba a vender ropa y alhajas que le daban “algunos conocidos”.425 Luis Lindo intentó
explicar su intento de robo a la contaduría del Convento de La Merced aduciendo que era un
pintor que se encontraba “sin destino”, es decir, carente de ocupación u oficio.426 Juan
Hernández alias Chorizos ya no se empleaba como velero al momento de su detención, pues
“haviendo parado el trabajo de la labor de velón en casa del Maestro Mariano Portugués en
el obrador del Salto de la Agua por falta de cevo [...] dejó de trabajar desde el día de San
Pedro del mes de junio del anterior año de ochocientos diez y no á buelto á tener en que
destinarse esepto unos tres días que suplió en la velería de la Calle de Los Mesones, con lo
que se ha visto frangido y endeudado”.427

Algunos de los individuos no declaraban estar sin trabajo al momento de su


aprehensión, pero justificaban los robos cometidos a raíz de la notoria pobreza y la necesidad
material. María Dolores Ramírez, una de las dos amasias de José Antonio Cervantes, aseguró
que no habían podido contraer nupcias tal como él se lo había prometido a cambio de su
virginidad, debido a la pobreza de ambos.428 Así las cosas, compartía el amor de Cervantes
con la también india María Guadalupe Espino y no dudó en acompañarlo en su desventurada
incursión nocturna, con la aparente esperanza de conseguir algún dinero que les permitiese

424
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 6, 1813.
425
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 4 r., 1813.
426
“Luis Lindo por haber intentado robar una celda del Convento de La Merced se le aprendió una
ganzúa”. AGNM, Fondo Justicia, Tomo 5, Exp. 1, fol. 2 v., 1833.
427
“Contra Juan Hernández (alias Chorizos) y José Antonio Hernández (alias Pantalón) por ladrón
ganzuero el primero y el segundo por haber comprado lo robado”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 87, Exp. 2,
fol. 64 r., 1811.
428
“José Antonio Servantes, Pedro José Cortés, Pánfilo López, María Dolores Ramires, María
Guadalupe Espino, y Guadalupe Rivera por rovo, y por yncontinencia”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86,
Exp. 3 bis, fol. 52 r., 1811.

129
casarse y abandonar así el estado de incontinencia adulterina. Evarista Maldonado, otra
mujer a quien le tocó compartir los favores de su amante, aceptó haber vivido amancebada
con el español Antonio Rivero durante un año “pero que ha sido vajo palabra de casamiento
[...] que la otra muger con quien dijo la noche de su prisión vivía en la Calle del Puente
Quebrado era otra muger mala”.429

En no pocas declaraciones de vecinos, amigos y familiares, éstos hacían énfasis en


la dedicación al trabajo ostentada por hombres y mujeres que ante las justicias eran
frecuentemente descritos como “vagos, ociosos y malentretenidos”. Por ejemplo, Ambrosio
Ortega, testigo de José Mariano Espinoza, declaró ante las autoridades que ambos se
conocían desde pequeños “y le consta que el susodicho ha sido siempre hombre de bien
dedicado á su trabajo de componer sillas de caballos, sin haver dado que decir de su
conducta”. José Mariano Báez, de oficio carpintero, colega y testigo de Bernardo Rubín de
Celis, aseguró que “lo conoce como seis años hace con motivo de ser oficial de su mismo
gremio, y siempre se ha manejado con honradez sin dar que decir de su conducta ni saver
hasta ahora cosa contraria”, pese a que El Gringo ya había confesado ante las justicias que
cuando estuvo trabajando en el taller del maestro Don Cristóbal Galicia, le robó tres tablas
de cedro, un Santo Cristo de lienzo y una azuela,430 objetos que empeñó en una vinatería
situada en las inmediaciones de la Calle de La Palma.431 La dedicación simultánea al trabajo
artesanal y a los robos esporádicos o habituales ha sido resaltada por los historiadores del
trabajo en Inglaterra: Richard SODERLUND, por ejemplo, ha mostrado cómo los hiladores de
Yorkshire en el siglo XVIII complementaban sus decrecientes salarios con los hurtos de lana

429
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fols. 166 v.-167 r., 1813.
430
“Herramienta de carpintero que sirve para desbastar, compuesta de una plancha de hierro acerada
y cortante, de diez a doce centímetros de anchura, y un mango corto de madera que forma recodo”.
https://dle.rae.es/azuela?m=form
431
“Contra José Mariano Espinoza, Christóval Domingo García (alias El Grillo), Bernardo Rubín de
Celis (alias El Gringo) y María Josefa Espinoza por rovo con ganzúa que hizieron los tres últimos y receptador
el primero”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 4, fols. 122 v., 1809.

130
de los talleres, lo que ve como una suerte de resistencia en la lucha de estos artesanos contra
el hambre, un acto desesperado de autoconservación y de supervivencia.432

El sobrino de la casera que regentaba una de las tantas vecindades situadas en el


barrio de San Pablo, aseguró que Pablo Bargallanta y José María Sevilla vivían juntos en el
lugar, desempeñándose como zapateros “y lo que ganaban se lo ponían en la mano a su tía
Faustina”, mujer pobrísima que vendía tortillas enchiladas en ausencia de su marido, un
carrocero que se encontraba preso en la cárcel.433 Este era un ejemplo de las tantas familias
múltiples que copaban los barrios populares de la capital novohispana a comienzos del siglo
XIX, quienes se apoyaban mutuamente en tiempos de crisis económica y cuyos lazos de
solidaridad les permitían no morir de hambre en un contexto de precariedad.434

Juan Isidoro Contreras, “yndio de esta capital”, fue aprehendido por haberle querido
vender una navaja a un maestro barbero de la calle de Jesús María, idéntica a una de las que
le habían robado días atrás junto con otros implementos del oficio, tras abrir las puertas de
su establecimiento con una ganzúa. El reo justificó su proceder a causa de la necesidad que
le embargaba, tras haber estado ausente durante seis meses del taller donde fungía como
aprendiz de carpintero “por estar aún desnudo”.435

Acusado del robo a una sombrerería, el sastre rinconero436 Mariano Cuevas hizo fuga
del hospital a donde había ido a curarse de “un dolor de costado” menos de un mes antes.
Pese a que la evasión aducía un indicio de culpabilidad, algunos de los testigos defendieron
a Cuevas, llegando a resaltar su dedicación al trabajo y el ahínco que éste demostraba en sus

432
Katrina NAVICKAS, “¿What happened to class? New Histories of labour and collective action on
Britain”. Social History XXXVI-2 (2011), pp. 15-16.
433
“Testimonio sacado de la causa formada contra el soldado Pablo Bargallanta acusado desertor de
segunda, y haver robado barias prendas el día de su aprehención”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, Exp. 2,
fol. 37 r. y v., 1814.
434
Michael SCARDAVILLE, “Trabajadores, grupo doméstico y supervivencia”, pp. 261-262.
435
“Causa criminal contra Juan Ysidoro Contreras por habérsele encontrado bendiendo una nabaja de
barba”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, Exp. 4, fols. 87-92, 1811.
436
Adriana MOTA LÓPEZ, La indumentaria de la población civil en la Ciudad de México (1810-1850).
Tesis de Maestría en Humanidades (Historia), dir. Sonia PÉREZ TOLEDO. México: Universidad Autónoma
Metropolitana Unidad Iztapalapa, 2004, p. 90.

131
labores para ganarse el sustento, afirmando no conocer nada acerca de los hechos en los que
estaba envuelto el reo y ratificando tener un buen concepto de su persona: “que no saben
haya cometido robo alguno ni algún otro delito [...] lo habían conosido en el comersio
administrando una tienda”.437 Todos los llamados a declarar testificaron a favor de Cuevas:
su mujer, el dueño de la casa donde estuvo la noche del robo, un maestro cirujano, un testigo
que dijo haber estado visitándolo hasta las nueve de la noche, y que según dijo “bolvió a eso
de las 11 y se jugó maliya hasta las 12 ½ y después de haber senado se fue quedándose
Cuebas cosiendo”. Otro testigo menor de edad declaró lo siguiente:

Habiendo ido esa noche a las doce á entregarle una chaqueta que le había dado á
Cuebas á hacer, lo encontró cosiendo y aun le dice que tenía que belar aquella noche
por interesarle la conclusión de las obras de ropa que estaba trabajando [...] á la
mañana siguiente fue a la casa de Cuebas y lo encontró concluyendo las obras que
tenía por la noche empesadas; de donde infiere que beló toda la noche.438

Tal como Cuevas, artesano de la rama productiva textil,439 otros trabajadores


desempeñaron actividades dentro y fuera de la ley de modo paralelo. El rosariero José
Antonio Arévalo participó al menos en un par de robos luego de haber “acabado su obra” y
haberla ido a vender a la plaza de La Merced.440 El purero José Ventura Huidobro se defendió
de las acusaciones de robo argumentando que su trabajo “le producía lo necesario para su
manutención”.441 Antonio Rivero, por su parte, dijo que con su oficio de sedero le bastaba

437
“Juzgado de letras contra José Sierra y Mariano Cuevas por robo de una sombrerería”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 3 (3), Exp. 26, 1822.
438
“Juzgado de letras contra José Sierra y Mariano Cuevas por robo de una sombrerería”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 3 (3), Exp. 26, 1822.
439
Como bien ha señalado Sonia PÉREZ TOLEDO, conocer la evolución demográfica de los gremios
artesanales de la Ciudad de México entre 1810 y 1842, resulta complejo dada la escasez de fuentes y la carencia
de estudios al respecto. De todos modos, la autora muestra que para las últimas décadas del siglo XVIII, los
trabajadores de la rama textil agremiados representaban el 51.2 % del total en 1788 y el 31.1 % en 1794. No
obstante las diferencias porcentuales en el interín, esta clase de trabajadores fueron mayoría en ambos periodos.
Sonia PÉREZ TOLEDO, Los hijos del trabajo, pp. 133 y 78.
440
“Contra José Antonio Arévalo (alias El Zángano) y Eugenio Salazar (alias El Flaco) por ladrones
ganzueros”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 3, fol. 101 v., 1809.
441
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 150 r., 1813.

132
para mantenerse, aunque no lo suficiente para cumplir con la promesa de casamiento hecha
a su amante oficial Evarista Maldonado.442

A partir de casos como los expuestos se pueden hacer algunas inferencias de


importancia: 1º) la dedicación simultánea a labores artesanales y al robo obedecían al afán
de complementar los ingresos mensuales de un trabajador sometido a las oscilaciones de la
oferta y la demanda, en vista de los réditos potenciales que podrían obtenerse a partir de la
venta de bienes hurtados previamente de una casa habitación o de una accesoria comercial;
2º) el ejercicio paralelo de dichas actividades legales e ilegales ayuda a matizar la idea de
que el crimen en general y los delitos contra la propiedad en particular eran consecuencia
directa de la vagancia y la ociosidad,443 pues los trabajadores carenciados podían verse
empujados a tales conductas en vista de sus magros ingresos; 3º) quienes permanecían
desempleados no necesariamente lo estaban por voluntad propia, sino más bien por los
vaivenes de la demanda laboral en una época crítica que no les permitía acceder a
condiciones de trabajo suficientemente estables; 4º) el declararse en condición de desempleo
podría resultar de utilidad como estratagema de defensa ante los tribunales, pues al apelar a
la necesidad, los jueces podían llegar a mostrarse benevolentes con el acusado, tal como se
verá en el capítulo siguiente.

ESTILO DE VIDA

Los ladrones ganzueros solían ostentar llamativos “malos nombres” o alias que ante las
justicias de la capital denotaban una vida poco honorable, un origen foráneo u oscuro y sobre
todo, costumbres al margen de la ley, por lo que con frecuencia fueron caracterizados como
“vagos, ociosos y malentretenidos”. Pulquerías,444 vinaterías, tepacherías, casas de juego,

442
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 144 v., 1813.
443
Natalia BOTERO JARAMILLO, “El problema de los excluidos”, pp. 49-50; Nicolás Alejandro
GONZÁLEZ QUINTERO, “Se evita que de vagos pasen a delincuentes”, p. 38.
444
Lugares estereotipados como nichos del vicio y el crimen: “Que todos los dueños, Administradores
ó personas á cuyo cargo estén las Pulquerías pongan todas las noches frente del Jacalón de cada una de ellas
un Anchón que lo ilumine, y dure desde la Oración hasta después de las nueve, con el fin de evitar los robos,

133
fandangos, o mercados como el Baratillo fueron espacios de sociabilidad popular donde los
ganzueros tejían solidaridades, establecían alianzas, formalizaban tratos de índole
económica y reafirmaban las lealtades, la fraternidad y el colegaje. Su estilo de vida
bohemio,445 caracterizado por el consumo habitual de bebidas embriagantes, el trato asiduo
con prostitutas y la ludopatía, estaba ligado a ese conjunto de prácticas propias de la ley de
la calle, que hacía tolerables comportamientos considerados “desviados” por el Derecho
positivo,446 sólo reprimidos una vez sus latrocinios cobraban notoriedad pública y afectaban
directamente al cuerpo social. Tales motivos hicieron que los integrantes de este grupo tan
peculiar fueran performados como un tipo ideal de “criminales antisociales”, ligados por
antonomasia con la vida propia de los bajos fondos urbanos.

Los bajos fondos corresponden siempre a los lugares –son aquellos tugurios, [...]
asilos de noche, presidios-, todos estigmatizados por una propensión natural a
hundirse, en un movimiento siempre descendente. “Bajos”, “reversos”, “barrios
bajos”, que se clavan en las profundidades de aquello que BALZAC llamaba la
“caverna social” [...] Tres rasgos estrechamente entrelazados parecen definir este
estado: la miseria, el vicio y el crimen [...] El pueblo de los bajos fondos se enuncia
en una interminable lista: toda la legión de los “malhechores”, todos aquellos –
prostitutas, mendigos, ladrones, asesinos, roedores, harapientos, detenidos, etc.- que
nacieron de la fecundación inmunda del vicio, del crimen y de la miseria.447

Después de “verse sumamente frágil, y sin tener que comer” durante sus tres días de
malvivir en la capital novohispana, Ventura Díaz se dedicó a “bolsear” a los transeúntes para
poder subsistir. Oriundo de Guadalajara, acababa de ser liberado del presidio de San Juan de
Ulúa en Veracruz, tras haberse dedicado a robar a los comerciantes de su ciudad natal
asociado con los también tapatíos Anselmo Delgadillo y Nicolás Serrano. 448 Luego de su
detención, fue sentenciado a cumplir una nueva condena, esta vez de seis meses de servicio
en las obras públicas de la capital, volviendo a encontrarse con Serrano, retornado a su vez

heridas y otros pecados que se cometen”. “XXVI - Bando de 17 de octubre de 1765, publicado en 23 del
mismo” en Eusebio VENTURA BELEÑA y María del Refugio GONZÁLEZ, Recopilación sumaria, Tomo I, p. 62.
445
Dominique KALIFA, Los bajos fondos, p. 50.
446
Tomás MANTECÓN MOVELLÁN, “La ley de la calle”, p. 168.
447
Dominique KALIFA, Los bajos fondos, pp. 10-11.
448
“Contra Bentura Díaz por macuteno bolcero en los maitines de San Agustín”. AGNM, Fondo
Criminal, Vol. 361, Exp. 3, fol. 182 r. y v., 1802.

134
del presidio acapulqueño, para dedicarse al robo de casas y accesorias. La constante visita a
las pulquerías y las vinaterías, además de ciertas refriegas con las autoridades encargadas de
efectuar las rondas nocturnas, develaron que ambos socios habían retomado la actividad de
ladrones ganzueros que alguna vez desempeñaron en Guadalajara, pese a que Díaz negó
haber conocido a Serrano antes de llegar a Ciudad de México, así como la procedencia de
las ganzúas que se les hallaron:

Que la noche por que se le pregunta encontró antes de las nueve una cuadra antes de
la Pulquería de Las Papas á Nicolás Cerrano á quien conoció en las obras publicas
donde estubo también el que declara, y yéndose para sus respectivas casas á el pasar
por la citada pulquería se metió en ella Cerrano con el fin de regir el cuerpo [...] pero
como quiera que Cerrano estaba ebrio, le dijo a [el guarda] Torres, que era un viejo
pendejo, por cuyo motivo irritado este le dio de palos tirándolo en el caño otro guarda
que llegó, que no conose las llaves o ganzúas que se le manifiestan ni menos sabe
quién las portaba.449

La trayectoria vital de un hombre como Nicolás Serrano estaba llena de claroscuros,


pues en el primer proceso que se le siguió por sospechas de robo a una pulquería, declaró
ser oriundo de Tlalixcoyan, actual Estado de Veracruz. Repetidas veces se instó a las
autoridades del lugar para que averiguasen los hechos y la reputación de la familia Serrano,
pero nunca pudieron dar con su tío Bartolomé, quien se hizo cargo de Nicolás luego de
quedar huérfano. Para defenderse de los cargos en su contra, Serrano manifestó que el día
de su detención estaba borracho, pues se había tomado medio real de pulque “en ayunas en
una pulquería que ignora su nombre [...] y después en una vinatería aguardiente con unas
mugeres que no conoce”, recurrente estrategia del olvido para no delatar a las personas
frecuentadas, pues de ese modo las justicias tendrían mayores dificultades en formular una
acusación: “el que declara se ha perjurado, y supuesto tales falsedades para confundir sus
crímenes y que no se sepa la clase de hombre que es; lo que junto con haverlo cojido con

449
“Criminal contra Bentura Díaz y Nicolás Serrano por havérseles aprehendido unas llaves o
ganzúas”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 361, Exp. 4, fol. 197 r. y v., 1803.

135
graves indicios de ladrón ganzuero, denotan ser hombre de mala vida, y peores
costumbres”.450

El billar de Don Manuel Cristalinas no sólo era el lugar donde Miguel Huidobro
participaba de juegos de apuestas, sino también el sitio que le servía para empeñar y vender
piezas de ropa cuya procedencia las justicias no se preocuparon en aclarar. Anteriormente,
ya había estado preso en la Cárcel de la Diputación por el delito de estupro, y acusado de
vagancia fue presa de la leva, siendo destinado al cuerpo de Dragones de Tulancingo por el
lapso de nueve meses. Su amigo Pablo Pimentel, era otro experto en el juego de albures,
aunque con toda seguridad sus mayores ingresos provenían del empeño de cualquier prenda,
todo lo cual le permitía, además, fungir como prestamista de dinero: por cada peso prestado,
Pimentel obtenía dos reales de ganancia, lo que invita a pensar que tenía una posición más
boyante que la de Huidobro. Su prontuario incluía los delitos de complicidad en homicidio
y robo de 100 pesos de la tienda de Don Antonio Velasco de la Torre, delitos por los que
pagó una pena de cuatro años de presidio veracruzano, así como una breve estadía en la
Cárcel de Corte por reñir con su mujer.451

Empujado por circunstancias vitales que no le satisfacían, el soldado desertor Pablo


Bargallanta adoptó ese modus vivendi tan propio de los bajos fondos capitalinos, apostando
en los trucos y billares de la capital y ganando dos ó tres reales al día. Su socio José María
Sevilla también era un asiduo de tales prácticas lúdicas, las que según él, lo alejaron durante
un tiempo de la necesidad de robar, pues siempre contaba con “un real” en sus bolsillos.
Declaró que ni siquiera había jurado fidelidad a las banderas, y que en el periodo previo a su
detención “no ha echo serbicio alguno, porque continuamente á estado preso, y cuando le
han puesto en livertad á estado fugitibo”. Las condiciones de la vida militar para los soldados
rasos en la coyuntura sociopolítica de entonces se caracterizaban por su dureza; tanto, que

450
“Contra Nicolás Serrano por sospechoso ladrón ganzuero”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 361,
Exp. 6, fol. 254 v., 1801.
451
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fols. 5-7, 1813.

136
Bargallanta y Sevilla habían preferido desertar y dormir en las calles antes que seguir
aguantando palizas por parte de sus superiores.

Preguntado sobre la tenencia de ciertos elementos sospechosos, Bargallanta declaró


que “es cierto que llebaba [un] cerillo pajuela [...] con motibo de quedarse á dormir baxo de
los Arcos de la Alameda para tener con que sacar lumbre llebando al efecto, piedras, é
yxzlabón [sic]”. Había elegido morar en las calles, llevando una existencia en las márgenes
de la sociedad urbana porque “no le gustaba serbir en el expresado Regimiento de Lovera
por los muchos palos que le daban”.452 Sin embargo, no todas las experiencias vitales del
buen Bargallanta habían sido tan poco auspiciosas, pues haciendo uso de su libertad,
utilizaba el producto de la venta de los objetos que robaba en placeres como “pasearse en
coche, y armorzar [sic] y comer sin que le haya quedado nada”, además de gozar de los
favores de su amasia y socia María Severa Cañas.453

Años atrás, cuando se hacía llamar José Mariano Zúñiga y era conocido en los bajos
fondos con el alias de Mamachile, Bargallanta participó en el robo de unos tercios de azúcar
propiedad de Don Domingo Coloma, razón por la que había sido sentenciado a servir como
presidiario en la marina. Por causas no de todo claras, relacionadas probablemente con los
recurrentes retrasos en la conformación de las cuerdas de presidiarios, fue destinado
provisionalmente al servicio de las obras de apertura de la zanja cuadrada, mientras se
disponía su envío al mencionado Batallón de Lovera. Allí conoció a los hermanos José
Brígido y José Diego Rosas, a Pablo José Estrada y a Pablo Lucio, éste último señalado por
Bargallanta de ser junto a Miguel Huidobro, uno de los ejecutores del robo al comerciante
Don Eusebio Martínez Estavillo.454

452
“Testimonio sacado de la causa formada contra el soldado Pablo Bargallanta acusado desertor de
segunda, y haver robado barias prendas el día de su aprehención”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, Exp. 2,
fol. 36 r., 1814.
453
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 146 r., 1813.
454
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en

137
La pública voz y fama en torno a su disoluto estilo de vida, las relaciones con sujetos
de dudosa reputación como Carlos González, el empleo de mujeres como María Dolores
Cárdenas y María Antonia Rivera en calidad de cómplices ocultadoras de los bienes
obtenidos, y un prontuario criminal que incluía robos a accesorias comerciales como una
vinatería situada en el callejón de Madrid, regentada por Don Gabriel Piña,455 fueron
aspectos que le granjearon reputación como notorio ladrón a Mariano Fragoso. Por tales
motivos, Don Mariano Magallanes hizo recaer las sospechas de la autoría del robo a su tienda
sobre dicho carpintero:

Que en lo que se funda la sospecha de que Mariano Fragoso sea el autor del rovo que
experimentó, es en que la difamación que tiene en su barrio, es pública porque con
otros con quienes se acompaña son sospechosos como lo era un tal Pedro que vivió
algunos días por aquellas inmediaciones y se acompañaba con él [...] que en cuanto
a la conducta del expresado Fragoso no le parece será de las mejores pues según lo
comunicó el cuñado de éste apellidado Reancho ya há estado en presidio por una
muger.456

José García, conocido con el alias de Garciota, “por ser muy alto”, fue descrito como
criminal nato y habitual por los jueces de la Imperial Corte de México, dejando sentado que
vivía junto a un tal Gabino en la “plasuela de los Biscaínos, en una pulquería propia que
tiene en un quarto”, lo que según las justicias evidenciaba el carácter delictuoso de quienes
poblaban este tipo de lugares, sujetos de baja estofa que se movían como peces en el agua
en el contexto de los bajos fondos capitalinos. Muy cerca de allí, al doblar un callejón, se
ubicaba la “asesoria de su principio” donde habitaba la amasia de García “á la que ha fardado
con los efectos robados”. Las justicias no tenían mayor conocimiento de los demás
cómplices, pero al menos ya se encontraba bajo custodia carcelaria uno de ellos, el así

el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fols. 177 v.-178 r., 1813;
“Criminal contra Máximo Julián, José Diego Rosas, José Brígido Rosas, Pablo José Estrada y José Mariano
Zúñiga”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, Exp. 3, 1812; “Memorial de la causa de Máximo Julián y socios,
por el robo de dos tercios de azúcar de la casa de Don Domingo Coloma”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627,
fols. 277-291, 1812.
455
“Contra Carlos González (alias José María Falcón) y Mariano Fragoso por robo con ganzúas”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 4, fol. 69, 1811.
456
“Contra Mariano Fragoso por robo de una capa y un sombrero a su cuñado, y sospechoso en otro
de Don Mariano Magallanes”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 5, fols. 95 v.-96 r., 1811.

138
llamado Agustín, “preso en la Cárcel Nacional de Corte por haverlo acogido hace pocos días
por el Salto de la Agua por haver robado una yegua”.457 La numerosa banda estaba
conformada por:

Otros cinco o seis yndividuos y tres, o quatro mugeres que trajo á principios de dicho
mayo con el objeto de ver las fiestas de la jura que hubo en esta ciudad el doce del
mismo y siguientes días posando en la casa de Juliana, que es su tía y Pedro y María
Josefa, sus primos, tengo mandado por auto de este día, se libre á Usted el presente
para la aprehensión del citado José y compañeros de los que solo se ha podido indagar
que el uno se llama Gabino que vive con el mismo José, otro Agustín, otro Francisco,
otro llamado por antonomasia el Gachupín, aunque no lo es, otro que solo se
distinguía por el de la sábana blanca; pero de las mujeres, no dicen cómo se llamarían:
y de parte de Su Majestad Ymperial (que Dios guarde) y de la mía le suplico que
luego que esta mi carta le sea presentada y pedido su cumplimiento por cualesquier
llebador, sin pedirle poder, ni otro recado alguno, la mande en su consecuencia
probidencial el aseguramiento del expresado José García.458

Una descripción nada halagüeña que lo dibujaba como un vago sin oficio ni beneficio
recayó sobre el prontuario de Mariano Cuevas, acusado en diciembre de 1822 de robar la
vinatería de Don Baltasar Pombo, localizada en la esquina de la calle de San Camilo: “por
el aparese lo bisioso de las compañías con que andaba y que con personas de sobrenombre
se vivía en la pulquería de la plasuela de la Paja según asienta el dueño de ella, y uno de los
gicareros, á ser tenido por ladrón como espuso el sargento José María Flores”.459

ASOCIACIONES DELICTIVAS Y REDES SOCIOECONÓMICAS

En sus estudios sobre el espacio mendocino, Eugenia MOLINA no relaciona la abundancia de


peones acusados de las múltiples modalidades de robo existentes en la Colonia tardía a unas
supuestas formas de subsistencia socorridas por individuos forasteros carentes de vínculos
“a los cuales apelar para complementar su inestabilidad laboral”, puesto que en muchas

457
“El alcalde constitucional de primera elección de la Imperial Corte de México contra Pedro García,
su mujer María de la Luz, su hermana María Josefa y la madre María Juliana González por el robo del cajón
de ropa de Don Juan Miguel Elías”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 2 (2), Exp. 36, 1822.
458
“El alcalde constitucional de primera elección de la Imperial Corte de México contra Pedro García,
su mujer María de la Luz, su hermana María Josefa y la madre María Juliana González por el robo del cajón
de ropa de Don Juan Miguel Elías”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 2 (2), Exp. 36, 1822.
459
“Juzgado de letras contra José Sierra y Mariano Cuevas por robo de una sombrerería”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 3 (3), Exp. 26, 1822.

139
ocasiones los ladrones estaban plenamente integrados en sus comunidades de origen.460 En
Ciudad de México, la mayor parte de los ganzueros aprehendidos aseguraron ser naturales
de la capital, lo que descarta a la inmigración como un factor decisivo en la comisión de
robos. Sin embargo, inclusive los ganzueros oriundos de provincia tejían diversas alianzas y
establecían vínculos delictivos y comerciales con sus vecinos y colegas. Según MOLINA, los
reos forasteros se caracterizaban porque:

Se habían integrado plenamente a una red de relaciones por matrimonio o


simplemente por la cantidad de años que habían vivido en el lugar, lo cual quedaba
evidenciado por el certero conocimiento que de ellos tenían tanto los jueces que los
llevaron ante los alcaldes ordinarios como los testigos que confirmaron sus delitos
en las sumarias. Y esto concuerda con la movilización de los lazos comunitarios que
manifiestan los expedientes tanto a la hora de realizar los robos, como a la hora de
vender lo sustraído, e incluso de disfrutar de sus efectos. En este sentido, los vínculos
familiares parecían ser los más fuertes al respecto, y sobre todo en los casos de
abigeato en las áreas rurales más alejadas del casco urbano se puede ver a grupos de
hermanos imputados y a las familias enteras calificadas como “perjudiciales” para
los barrios y parajes donde habitaban [...] Las redes familiares no sólo eran útiles
para organizar los robos y proteger a los perseguidos por la justicia, sino también
para distribuir lo robado.461

La historiografía en lengua española cuenta con algunos trabajos que ejemplifican el


modus operandi de los ladrones que robaban en casas habitación, tiendas comerciales,
iglesias y otros tantos sitios característicos de los núcleos urbanos, con el fin de dar salida
comercial a los objetos que de allí sustraían. Ignacio AYALA CORDERO aduce que tras la
perpetración del robo y su consumación, las asociaciones delictivas culminaban en la venta
de los objetos robados o reducción, “una etapa específica del delito contra la propiedad,
durante la cual uno de los perpetradores, o un sujeto asociado a la banda delictiva, desarrolla
el rol de poner a la venta los objetos robados [...] otro de los objetivos de la reducción es que
la banda de perpetradores se deshaga del “cuerpo del delito”.462 Este momento hace parte ya

Eugenia MOLINA, “Ladrones, vagos y perjudiciales”, p. 20.


460
461
Eugenia MOLINA, “Ladrones, vagos y perjudiciales”, p. 21.
462
Ignacio AYALA CORDERO, “Viviendo al día”, p. 14.

140
de la puesta en funcionamiento de las redes socioeconómicas, o como dice el autor, al
establecimiento de circuitos económicos informales.463

En el caso de Buenos Aires, dichos circuitos económicos informales no sólo movían


mercancías obtenidas de ilegalmente, sino que también constituían “una verdadera
alternativa” a la tradicional ética del trabajo fruto del disciplinamiento de parte de las élites
sobre la clase trabajadora, dado que el incipiente mercado capitalista de la capital argentina
finisecular no podía absorber adecuadamente la sobreoferta de mano de obra:

En este contexto de modernización capitalista sobre la base del disciplinamiento, sin


perspectivas de ascenso social a partir de la incorporación al mercado laboral, la
marginalidad social se define con respecto a su relación con el trabajo. En este
sentido, más allá de carecer de trabajo estable -característica de la mayor parte de los
sujetos económicamente activos entre las postrimerías del siglo XIX e inicios del
siglo pasado-, lo que definiría a los grupos marginales es que su relación con el
trabajo carece de premisas morales. El trabajo se erigiría para ellos, cuando mucho,
en uno más entre varios medios de vida. Ello mientras se trate de un trabajo
independiente, como el del pequeño artesanado o el vendedor ambulante, porque, al
incorporar el concepto de un capataz y un salario una vez al mes, se transformaría en
una forma de subordinación frente a la cual echar mano a otras opciones [...] el
posicionamiento de ciertos sectores de la sociedad en contra del trabajo subordinado
a la disciplina capitalista, da cuenta de que la marginalidad social correspondería a
una alternativa u opción de vida.464

Entre los diversos bienes objeto de tráfico, sobresalen por encima de los demás las
prendas de vestir, las cuales aparecen de forma recurrente en las relaciones de bienes robados
por los ganzueros tanto de casas particulares como de accesorias comerciales. Según Isabel
MARÍN TELLO, “la gente acostumbraba gastar más en bebida que en vestido y alimento [...]
otro desacato de las normas era la costumbre que tenía la población de ir medio vestida;
para la mayoría la ropa era un lujo, un bien que en momentos difíciles se podía cambiar por
comida, por bebida, o por juego”.465 De hecho, las gentes pobres podían ser confundidas con

463
Ignacio AYALA CORDERO, “Viviendo al día”, p. 14.
464
Ignacio AYALA CORDERO, “Viviendo al día”, p. 4.
465
Isabel MARÍN TELLO, Delitos, pecados y castigos, p. 71.

141
vagos y mendigos dada la precariedad de sus atavíos, pues a los ojos de las justicias el vestir
con harapos era signo evidente de descuido, miseria y vicio.466

Entre las prendas robadas por los ganzueros sobresalen las fabricadas con telas como
bayetón,467 bramante,468 Bretaña,469 cotón470 o algodón, Holanda,471 indiana,472 muselina,473
pana y seda. Eran comunes los calzones, camisas, capas, chalecos, ceñidores, fresadas,
mangas, mascadas, medias o calcetas, naguas, pañuelos, rebozos, sábanas, sarapes,
servilletas, sombreros, tapaojos y túnicos, prendas que en muchas ocasiones eran descritas
como usadas o viejas. También se pueden encontrar en las memorias de objetos robados
algunos haberes muy llamativos como “trapos viejos para remiendos”, “dos talegas de
trapos”, paños “destrozados”, o un “costalito de lana yeno de retazos”, cuyos valores eran
ínfimos, de apenas unos pocos reales. Otras, en cambio, costaban decenas de pesos, caso de
los zapatos de raso, los sobrecamas bordados, las toallas finas, las medias de España y de
China, paños de polvos fileteados de seda, mantillas con blonda francesa, etc.474

466
Adriana MOTA LÓPEZ, La indumentaria de la población, p. 153.
467
“Tela de lana con mucho pelo”. https://dle.rae.es/bayet%C3%B3n?m=form
468
“Hilo gordo o cordel muy delgado hecho de cáñamo”. https://dle.rae.es/bramante?m=form
469
“Lienzo fino fabricado en la región francesa de Bretaña”.
https://dle.rae.es/breta%C3%B1a?m=form
470
“Tela de algodón estampada de varios colores”. https://dle.rae.es/cot%C3%B3n?m=form
471
“Lienzo muy fino de que se hacen camisas, sábanas y otras cosas”.
https://dle.rae.es/holanda?m=form
472
“Tela de lino o algodón, o de mezcla de uno y otro, pintada por un solo lado”.
https://dle.rae.es/indiano#LNmA7Pk
473
“Tela de algodón, seda, lana, etc., fina y poco tupida”. https://dle.rae.es/muselina?m=form
474
“Contra Francisco Moreno, Domingo Casasola, Gervacio Pichardo, Teresa Rangel y Juliana
González por rovo con ganzúa”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 3, fol. 53 r., 1809; “Contra José
Mariano Espinoza, Christóval Domingo García (alias El Grillo), Bernardo Rubín de Celis (alias El Gringo) y
María Josefa Espinoza por rovo con ganzúa que hizieron los tres últimos y receptador el primero”. AGNM,
Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 4, fols. 115 y 117, 1809; “Contra José Matías Pérez y José Manuel Salcedo
(alias Angelito) por ladrones gansueros”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 11, fol. 190 r., 1810; “Contra
José Antonio Servantes, Pedro José Cortez, Pánfilo López, María Dolores Ramírez, María Guadalupe Espino,
y Guadalupe Rivera por rovo, y por yncontinencia”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 47 y 49 r., 1811;
“Contra Juan Hernández (alias Chorizos) y José Antonio Hernández (alias Pantalón) por ladrón ganzuero el
primero y el segundo por haber comprado lo robado”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 87, Exp. 2, fols. 62 v.-63
r., 1811; “Contra Mariano Fragoso por robo de una capa y un sombrero a su cuñado, y sospechoso en otro de
Don Mariano Magallanes”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 5, fol. 89, 1811; “Contra Don Antonio
Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel Huidobro, Bentura Huidobro y María
Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en el caxón de Don Eusevio Martínez

142
La comercialización de los objetos robados fruto del accionar delictivo, era un
fenómeno socioeconómico cuyas dinámicas involucraban diferentes tipos de actores,
además de los propios ladrones. Es decir, para que los objetos adquiridos ilegalmente fuesen
comercializados de manera exitosa, eran necesarias ciertas redes que podían involucrar a
amigos, colegas, conocidos o familiares, bien fuese en condición de cómplices, de
colaboradores activos o de compradores. Mariano Fragoso, por ejemplo, mientras
encontraba compradores para los productos que robó de una vinatería, confió algunos al
dueño del cuarto de una vecindad del callejón del Toro y otros los dejó en resguardo en una
casa propiedad de su amigo José María Guerrero, situada en el barrio de San Pablo.475

La documentación criminal muestra que diversos comerciantes y artesanos


permanecían prestos a comprarles a los ladrones ganzueros los objetos que éstos hurtaban,
para luego revenderlos, obteniendo con ello pingües ganancias. Fragoso le vendió a un
tendero del barrio de Santa María un frasco de aguardiente de España en nueve reales,476 a
otro comerciante un sombrero en un monto desconocido, y al barbero Don Manuel Escalona
y Matamoros una servilleta en seis reales.477 Cuando no conseguía vender lo que robaba,
acudía a las tiendas de Peralvillo, donde a cambio de tres pesos con tres reales empeñó una
capa que había robado a su propio cuñado.478

El valenciano Antonio Rivero, hombre de “cuerpo regular y oyoso de virhuelas” le


vendió al tejedor José Mariano Corona unas piezas de Bretaña y unos pañuelos “en un precio

Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 137, 1813; “Testimonio sacado de la causa formada contra
el soldado Pablo Bargallanta acusado desertor de segunda, y haver robado barias prendas el día de su
aprehención”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, Exp. 2, fol. 30, 1814; “Criminal contra Josef Pineda, soldado
de la 4ª Compañía, acusado de los delitos de deserción y robo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 435, Exp. 5,
fol. 169 r., 1816.
475
“Contra Carlos González (alias José María Falcón) y Mariano Fragoso por robo con ganzúas”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 4, fols. 78 v. y 79 v., 1811.
476
“Contra Carlos González (alias José María Falcón) y Mariano Fragoso por robo con ganzúas”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 4, fol. 78 r., 1811.
477
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 154 v., 1813.
478
“Contra Mariano Fragoso por robo de una capa y un sombrero a su cuñado, y sospechoso en otro
de Don Mariano Magallanes”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 5, fol. 91 v., 1811.

143
regular”, algunas de las cuáles fueron revendidas “por las calles y mesones” en veinticinco
pesos. Corona también contó con la intermediación del cajero de una vinatería de la calle de
la Balvanera, quien le ofreció revender algunas prendas a potenciales interesados, a cambio
de una comisión. Las transacciones comerciales entre Corona y Rivero terminaron
abruptamente cuando éste último confesó que las mercancías eran producto de un robo al
cajón del comerciante Don Eusebio Martínez Estavillo.479

De los haberes que Francisco Moreno, Domingo Casasola y Gervasio Pichardo


sustrajeron de la habitación de Don Félix Valenzuela, Moreno vendió un pozuelo de China
en un real para comprar medio real de aguardiente para él y medio real de pulque480 para sus
dos socios, y empeñó dos frenos con “cabesadas” de plata en la tienda de Andalicio, por un
monto de tres reales. Pichardo, quien por su determinación parecía ser la cabeza de la
asociación delictiva, se opuso a que vendiesen alguno de los objetos robados, los cuáles
depositó en la casa donde servía como criada su amasia Teresa Rangel.481

José Sierra, Mariano Cuevas y otros dos individuos robaron una sombrerería
propiedad de Don Ramón Elías, ubicada en la calle de Monte Alegre. La irrupción de los
ladrones en el domicilio del sombrerero estuvo acompañada de cierta dosis de violencia,
puesto que los intrusos “lo sorprehendieron en su casa amarrándoles á él y a su familia para
robarles”.482 Mariano Cuevas era el cabecilla de la banda de ladrones y su socio José Sierra
“uno de los principales autores del robo”, contando a su vez con la complicidad de José
Rodríguez, “uno de los detenidos en cuyo cuarto se encontraron algunas prendas”. Otro de
los supuestos cómplices, “un tal Martínez” a quien se le encontraron dos de los sombreros

479
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fols. 139 v.-140 v., 1813.
480
En el expediente, Domingo Casasola denomina al pulque como “chicha”, tal como la bebida andina
producto del fermento del maíz.
481
“Contra Francisco Moreno, Domingo Casasola, Gervacio Pichardo, Teresa Rangel y Juliana
González por rovo con ganzúa”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 3, fols. 58 r.-60 r., 1809.
482
“Juzgado de letras contra José Sierra y Mariano Cuevas por robo de una sombrerería”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 3 (3), Exp. 26, 1822.

144
robados, era en realidad el comprador de los mismos, puesto finalmente en libertad “por
haber acreditado su buena conducta”.483

Es difícil conocer en detalle los valores que los bienes robados tenían en el mercado
negro, pero se pueden obtener algunos indicios a partir de los expedientes criminales. Aparte
de los objetos hechos de metales preciosos, o aquellos bienes muy singulares o exóticos que
podían levantar muchas suspicacias a la hora de su comercialización, las prendas de vestir
gozaban de amplia demanda en las pulperías o en las tiendas de empeño,484 lugares que
solían recibir objetos provenientes del robo.485 Pero el lugar más sobresaliente en el marco
de aquel comercio subrepticio era el Baratillo, mercado de manufacturas artesanales usadas
y nuevas con orígenes en la Plaza Mayor y reubicado desde 1793 en donde hoy se halla el
edificio de la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México,486 conocido por estar
“especializado en el expendio de géneros y ropa hecha”.487

Reputado como el epicentro del tráfico de bienes de segunda mano o en malas


condiciones, así como de elementos prohibidos y diversos objetos de oscura procedencia
producto del contrabando o el robo, el Baratillo se encontraba por fuera del control efectivo
de las autoridades y era frecuentado por “mendigos, vagos, delincuentes, trabajadores mal
pagados o artesanos sin trabajo”.488 Desde finales del siglo XVII, los oidores de la Real
Audiencia realizaron prolijas descripciones de este lugar, quejándose de él pero a la vez

483
“Juzgado de letras contra José Sierra y Mariano Cuevas por robo de una sombrerería”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 3 (3), Exp. 26, 1822.
484
En este rubro están incluidos los espacios de sociabilidad por excelencia de los ladrones ganzueros,
de acuerdo a lo dictado por las leyes de finales del siglo XVIII: “Que en las Vinaterías, Pulquerías y Tiendas
no se reciban en empeño prendas que parezca ser de alguna Iglesia, ni los instrumentos conocidos de algún arte
ú oficio, armas vedadas, llaves ó chapas, libreas, frenos y demás prevenido en el Bando inserto en el segundo
tomo baxo el número 39”. “CCC – Bando de 23 de abril de 1781” en Eusebio VENTURA BELEÑA y María del
Refugio GONZÁLEZ, Recopilación sumaria, Tomo I, p. 181.
485
Isabel MARÍN TELLO, Delitos, pecados y castigos, p. 72.
486
Jorge OLVERA RAMOS, Los mercados de la Plaza Mayor en la Ciudad de México. México: Centro
de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 2007, pp. 3-4.
487
Adriana MOTA LÓPEZ, La indumentaria de la población, p. 95.
488
Adriana MOTA LÓPEZ, La indumentaria de la población, p. 100.

145
tratando de comprender su profunda naturaleza popular, más allá de los prejuicios
estamentales y de clase que sobresalen en tales diatribas:

El Baratillo se hizo [por] la necesidad y miseria de los pobres que venden en aquel
puesto y lugar sus cosas, alhajas y menudas baratijas para remediar su miseria, con
la miseria de lo que dan por ellas, y aquello que, ó por su despreciable calidad y baja
estimación, por viejo y servido no se vende ni expone á comprador en lugar más
recomendable, como tienda ó cajón se lleva al Baratillo, donde suelen asistir
compradores de la esfera y calidad que son las cosas que allí se venden y trafican.489

Algunos de quienes solían romper las reglas de la legislación colonial eran los así
llamados artesanos “rinconeros”, quienes operaban clandestinamente en conjunción con los
comerciantes del Baratillo con el evidente propósito de obtener ganancias si no mayores, al
menos más expeditas que las conseguidas mediante conductos legales. Este sitio era mucho
más que un “mercado de pulgas”, pues constituía la expresión más conspicua de la
“economía en las sombras” capitalina, una variable de la economía sumergida que vinculaba
a diversos estamentos sociales a través de redes de largo alcance,490 como las ya
mencionadas entre artesanos y baratilleros, actores a quienes poco y nada importaba el
origen de las mercancías que llegaran a venderles:

The Baratillo was Mexico City’s principal emporium for secondhand, stolen, and
otherwise illicit goods. Until the last decade of the eighteenth century, this market,
whose name stems from the Spanish word barato, or cheap, was located in the city’s
Plaza Mayor, the commercial and administrative hub of New Spain. Though its
origins are unknown, the Baratillo was already the city’s most infamous
thieves’market in 1635—the year it was first banned by the royal government—and
it has operated more or less continuously ever since. Today, the Baratillo is known
simply as Tepito, the neighborhood to which it moved in 1902 and helped transform
into a district famous throughout Mexico as much for the trade it hosts in pirated,
untaxed, and other illicit goods as for its vibrant oppositional culture. Prior to the
twentieth century, the Baratillo provoked personal interventions from King Charles
II, several Spanish viceroys, and the nineteenth-century caudillo Antonio López de
Santa Anna. These and other officials banned the market on a number of occasions

489
Citado por Jorge OLVERA RAMOS, Los mercados de la Plaza Mayor, p. 31.
490
Andrew KONOVE, “On the cheap. The Baratillo marketplace and the shadow economy of
eighteenth-century México City”. The Americas LXXII-2 (2015), pp. 257-258.

146
and relocated it to sites farther and farther from the city center. Yet, despite such
powerful opposition, the Baratillo persevered.491

El Baratillo desempeñaba en última instancia una función trascendental en la


economía de los grupos urbanos pobres, “que sin él probablemente quedarían
desabastecidos”.492 No obstante, pensar en aquellos que acudían a aprovisionarse de
mercancías al Baratillo, implica verlo como un espacio público que no era hábitat exclusivo
del lumpen citadino, dado que allí convergían todos los tipos sociales, desde los más
humildes hasta los más privilegiados. El haberse mantenido por fuera del control efectivo de
las justicias, se debía en realidad a la aquiescencia y tolerancia de las élites con respecto a
este mercado, en vista de la importancia que albergaba para actores privilegiados como los
miembros del Consulado de comerciantes, o para ciertas familias acomodadas que
compraban allí muebles, ropa, e incluso elementos dotados de notorio valor monetario,
constituyéndolo en un importante epicentro económico dotado de un gran dinamismo
comercial.493

Los artesanos agremiados, en cambio, fueron bastante críticos frente a la existencia


del Baratillo, pues desde su perspectiva, éste representaba una competencia desleal para la
comercialización de sus productos, dado que dicho mercado ofrecía diversos bienes a
menores precios que los ofertados por los talleres artesanales. Según Jorge OLVERA RAMOS,
los baratilleros no sólo eran comerciantes, sino que también podían ser en ocasiones
productores de diversas manufacturas artesanales nuevas, tanto indígenas como europeas,
elaboradas al margen de las directrices gremiales, como por ejemplo “zapatos, sombreros,
canastas, petates, sillas, camas y herrajes”.494 Los precios relativamente altos de los
productos de los artesanos agremiados se debían al hecho de que sólo aquellos investidos
con la categoría de maestro, adquirida a través de un costoso examen, podían vender los
productos salidos de sus talleres, y toda transacción comercial con particulares debía ser in

491
Andrew KONOVE, “On the cheap”, p. 250.
492
Jorge OLVERA RAMOS, Los mercados de la Plaza Mayor, pp. 6 y 32.
493
Andrew KONOVE, “On the cheap”, p. 251.
494
Jorge OLVERA RAMOS, Los mercados de la Plaza Mayor, p. 31.

147
situ. Por otra parte, bajo ningún pretexto podían trabajar en las tiendas de los comerciantes
o establecer alianzas mercantiles con ellos. Ello lleva a afirmar a Andrew KONOVE que la
legislación colonial había servido para crear y mantener una barrera entre ambos estamentos
sociales,495 que como se ha visto, en el mercado del Baratillo se difuminaba casi por
completo.

Los altos costos de la ropa nueva, producto que estaba por fuera del alcance de la
población pobre de las ciudades, era todo un aliciente para el comercio de ropa usada y vieja
en el Baratillo,496 incluida por supuesto la que era producto de las incursiones de los
ganzueros. José Mariano Espinoza afirmó que adquirió por intermediación de un baratillero
catorce prendas497 compradas a Cristóbal Domingo García alias Grillo, pagando por todas
ellas un monto de diez pesos, precio que podría parecer pírrico pero que a él se le antojaba
excesivo, dado que “todo lo que compró estava viejo de modo que creyó haver utilisado en
ello cinco ó seis pesos más de lo que havía dado, para que no se piense que compró á ínfimo
precio”. Excepto una fresada que Espinoza se reservó, los objetos restantes, una sobrecama,
unas medias y una camisa, dijo haberlos vendido a “personas inconocidas”.

El Grillo Cristóbal García, por su parte, afirmó haber vendido en el Baratillo todas
las demás prendas relacionadas en una extensa lista por tan sólo tres pesos, de los cuáles
destinó cuatro reales para su cómplice El Gringo Bernardo Celis y tres pesos para su amasia
María Josefa Espinoza, la cómplice encargada de vigilar que las justicias no sorprendiesen
in fraganti a los dos amigos durante su irrupción en la accesoria de la calle de Celaya.498 La
asociación delictiva de García con Celis fue reconocida dos años más tarde, cuando el

495
Andrew KONOVE, “On the cheap”, p. 261.
496
Andrew KONOVE, “On the cheap”, p. 263.
497
“Contra José Mariano Espinoza, Christóval Domingo García (alias El Grillo), Bernardo Rubín de
Celis (alias El Gringo) y María Josefa Espinoza por rovo con ganzúa que hizieron los tres últimos y receptador
el primero”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 4, fol. 120, 1809.
498
“Contra José Mariano Espinoza, Christóval Domingo García (alias El Grillo), Bernardo Rubín de
Celis (alias El Gringo) y María Josefa Espinoza por rovo con ganzúa que hizieron los tres últimos y receptador
el primero”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 4, fols. 121 y 123, 1809.

148
primero aceptó haber pagado la pena de un mes de servicio en las obras públicas por el robo
cometido con su colaboración.499

Otros socios de Celis eran José Antonio Arévalo alias Zángano, Eugenio Salazar
alias Flaco y José María Jiménez, quien encabezó el robo en una accesoria propiedad de
Don Miguel Hidalgo situada en la calle de la Buena Muerte, sita en el cuartel menor número
12. Mientras Bernardo Rubín de Celis se quedó afuera del inmueble haciendo guardia, los
otros tres penetraron en dicha casa usando la ganzúa de Arévalo y sustrajeron “un par de
naguas de yndiana, seis chaquetas, un par de medias, una plancha, una camisa de jamán,
unos pantalones de pana, y dos de coletilla, y unos blancos”.500 Llegados a la residencia de
El Zángano, quien moraba en una vecindad llamada “El Granado”, situada en el Puente del
Estanquillo esquina con La Pilita, se repartieron las prendas hurtadas.

Arévalo vendió las prendas que le tocaron en parte “a diferentes sujetos” en un monto
de seis pesos, repartiéndolos a partes iguales con Jiménez y Salazar. Rubín de Celis fue el
único que no recibió dinero producto de esa transacción, probablemente por su participación
subsidiaria, pues haciendo guardia no corría el mismo riesgo que sus camaradas al penetrar
en la accesoria. Las dotes de líder presentes en el rosariero Arévalo estaban afincadas en su
experticia y largo recorrido como ladrón, pues ya había sido condenado a obras públicas en
1807 por un robo ejecutado en la plazuela de Pacheco asociado con Juan de Dios Bolaños
alias El Negro, Ignacio Urueta alias Tarasquita y un tal José María conocido como El
Chueco.501

José Antonio Arévalo también conocía a Cristóbal Domingo García, pues ambos se
habían desempeñado como trabajadores penados en el presidio de la marina, trabando

499
“Contra Cristóval Domingo García El Grillo y José Mariano Salazar alias El Pescadito por
supuestos ladrones ganzueros reincidentes”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, Exp. 9, fols. 256 v., 1811.
500
“Contra José Antonio Arévalo (alias El Zángano) y Eugenio Salazar (alias El Flaco) por ladrones
ganzueros”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 3, fol. 101 v., 1809.
501
“Contra José Antonio Arévalo (alias El Zángano) y Eugenio Salazar (alias El Flaco) por ladrones
ganzueros”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 89, Exp. 3, fol. 107, 1809.

149
amistad y coligándose para efectuar un intento de fuga que de haberse consumado podría ser
calificada de espectacular:

Haviendo pasado oficio al sobrestante de obras públicas, para que me informase de


la conducta que havía observado tener el presidiario Domingo Cristóval García alias
el Grillo, el tiempo que ha estado en su destino [...] alias el Grillo tuvo el atrevimiento
estando trabajando en su oficio de carpintero en la obra del envigado de las galeras
de este presidio de averse compactado con el reo José Antonio Arévalo alias el
Zángano y entre ambos haver hecho un ahugero en un quarto que cae á la calle
proporcionando un rincón vien oculto para que no se les frustrase su fuga, haviendo
sido visto el ahugero antes que efectuasen su intento é informado el Señor sobrestante
de ser ellos los agresores dio en cuenta al Señor juez que lo era el Señor regidor Don
Antonio Rodríguez de Velasco quien ordenó se le diesen unos azotes para
escarmiento de los demás.502

Juan Hernández alias Chorizos, por otro lado, fue el autor de un increíble robo de
alrededor de sesenta y tres piezas de ropa sustraídas de la casa de las lavanderas María
Gertrudis Viana y María de la Luz Rivas, quienes vivían en una accesoria marcada con la
letra H en el callejón de San Fernando. Veinte de ellas se las vendió al baratillero José
Antonio Hernández, mejor conocido como Pantalón, en la suma de veinte pesos. Las
restantes cuarenta y dos prendas que se pudieron contar, “esepto el paño de colores de ceda
que no havía en dicha ropa”, aseveró haberlas vendido “a distintas personas que no conoce”,
declaración usual de los encausados por esta clase de delitos, con el propósito de ocultar al
menos algunas de las relaciones comerciales subrepticias e ilegales que mantenían no sólo
con ciertos comerciantes sino también con los vecinos. Estas transacciones demuestran que
de no haber existido un lugar con los atributos tan característicos del Baratillo, los ladrones
no hubiesen cejado en su empeño de crear redes y establecer lugares aptos para comprar y
vender los objetos adquiridos de manera ilícita.503

En el caso de las dos mujeres que le compraron varios cortes de enaguas a José
Maximiliano Bargallanta “en unos precios mui baratos”, el ladrón decía ignorar sus nombres.

502
“Contra Cristóval Domingo García alias El Grillo por havérsele encontrado en su casa una ganzúa
y una lima”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fol. 245 r. y v., 1811.
503
Andrew KONOVE, “On the cheap”, p. 276.

150
Asimismo, dijo que en inmediaciones de la pulquería de El Águila le había vendido “á otro
hombre que no conoce” un poco de tela hecha con hilos de bramante sin recordar el monto
de la transacción, mientras que al bizcochero Miguel Huidrobo le había vendido en veinte
pesos unas piezas del mismo material, si bien aseguró que lo hizo como un simple
intermediario, pues las prendas pertenecían a sus socios Rafael Ortiz y Pedro Veloz, fusileros
de la 5ª Compañía del Batallón de Lovera, viejos conocidos del presidio. En su defensa,
Huidobro afirmó que desconocía el origen ilegal de las telas, pues Bargallanta le había
asegurado que se las había quitado a unos insurgentes en la Villa de Cuernavaca cuando
servía en Lovera.504

Antonio Hernández alias Pantalón, excusó su responsabilidad en la transacción


comercial con alias Chorizos, alegando que “no tomó conocimiento del vendedor” para
adquirir la ropa, asumiendo que aquel era uno de los tantos foráneos que buscaban
desesperadamente sobrevivir en la capital.505 De hecho, la Ciudad de México en aquella
época ya se caracterizaba por su importante cantidad de forasteros, pues hacía 1811 el
porcentaje de personas nacidas fuera de la urbe rondaba el 40 %.506 Nada hace suponer, sin
embargo, que Chorizos fuese un desconocido para el baratillero, quien tenía contacto asiduo
y permanente con otros ganzueros como El Grillo, quien alguna vez le compró una llave y
una lima a “un tal Antonio cuyo apellido ignora, y sólo save asiste en el Baratillo”.507 Otro
baratillero con similares prácticas era Ignacio Jiménez, hombre “de cuerpo regular trigueño
con una nube en el ojo izquierdo” quien pese a ser oficial de carpintero, “se exercita en el
Baratillo” comprando y revendiendo bienes de oscura procedencia, además de surtir de

504
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 145 v., 172 v.-173 r. y
183 v.-184 r., 1813.
505
“Contra Juan Hernández (alias Chorizos) y José Antonio Hernández (alias Pantalón) por ladrón
ganzuero el primero y el segundo por haber comprado lo robado”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 87, Exp. 2,
fol. 64 r., 1811.
506
Sonia PÉREZ TOLEDO y Herbert KLEIN, Población y estructura social, p. 119.
507
“Contra Cristóval Domingo García alias El Grillo por havérsele encontrado en su casa una ganzúa
y una lima”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 242 r., 1811.

151
ganzúas a Mariano Fragoso.508 El hábito de limar llaves para convertirlas en ganzúas parecía
ser común en el Baratillo, donde un individuo con el alias de Pambacito lo hacía a plena luz
del día.509

Pedro Trujillo y José Mariano León alias Latonero, eran “notorios ladrones” que
contaban con una red de cómplices compradores como José María Cordero, María Gorgonia
Hernández, y los baratilleros Secundino García y Pascual Rivera, quienes eran actores
fundamentales al momento de comercializar los bienes obtenidos ilegalmente por los
ladrones en cuestión.510 Un tercer baratillero, Bonifacio Sánchez alias Trompita o Trompas,
volverá a aparecer en la documentación unos años después, mencionado por Bargallanta
como un amigo suyo que también fue soldado de milicias, así como un individuo muy al
tanto de los robos que se cometían en la ciudad, y reconocido por las justicias como un
desertor.511

En su confesión, Pedro Trujillo, joven herrero de calidad “yndio [...] aunque bastante
ladino en el ydioma castellano” e individuo de prodigiosa memoria,512 confesó que había
cometido en compañía de su socio José Mariano León alias Latonero, más de una decena de
robos en la zona céntrica de la Ciudad de México. El grueso de tales incursiones había tenido

508
“Contra Mariano Fragoso por robo de una capa y un sombrero a su cuñado, y sospechoso en otro
de Don Mariano Magallanes”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 5, fol. 96 r., 1811.
509
“Contra Cristóval Domingo García alias El Grillo por havérsele encontrado en su casa una ganzúa
y una lima”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fols. 243 v., 1811.
510
“Contra José María Cordero, Pedro Truxillo, María Gorgonia Hernández, Secundino García,
Pasqual Rivera, Bonifacio Sánchez (alias Trompita), José Mariano León (alias Latonero) y Domingo Casasola
por ladrones ganzueros y los demás compradores de lo robado”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, fols. 1-43,
1810.
511
“Contra Don Antonio Rivero, José Maximiliano Bargallanta, Ysidro Campa Cos, Miguel
Huidobro, Bentura Huidobro y María Severa Cañas por el robo que apareció hecho en la calle de Balbanera en
el caxón de Don Eusevio Martínez Estavillo”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 627, fol. 145 v. y 157 r., 1813.
512
“Las confesiones de los ladrones marcaron un nivel de narración diferente. A partir del sistema de
cuestionario, éstos se centraron en la descripción detallada de sus actuaciones. Todo el reconocimiento de sus
acciones se basó en la creación de una serie de respuestas que se conformaron a partir de enunciados
verosímiles y bastante detallados. Las descripciones de sus incursiones contrastan con lo corto de sus respuestas
sobre sus profesiones o lugares de residencia. Es importante resaltar cómo se preocuparon por narrar con
detalles las formas como entraron a las casas, o como se reunieron para realizar los robos de los cuales eran
acusados. Con esto y la exactitud de los objetos robados se constituyó el hilo narrativo de sus declaraciones”.
Nicolás Alejandro GONZÁLEZ QUINTERO, “El juzgado y los ladrones. Cómo se elaboró un sujeto peligroso en
Santafé (1750-1808)”. Historia Crítica 42 (2010), p. 170.

152
lugar en accesorias y casas de vecindad, casi todas haciendo uso de ganzúas y extrayendo
principalmente prendas de vestir.

TABLA 5: RELACIÓN DE LOS HURTOS COMETIDOS POR PEDRO TRUJILLO Y JOSÉ


MARIANO LEÓN EN CIUDAD DE MÉXICO, 1810
LUGAR OBJETOS PRECIO DE VENTA COMPRADORES
1 caja de madera blanca
cerrada
Accesoria en la Plazuela Unos pasajeros que iban
2 sabanas Desconocido
de La Concepción a Santa Ana
1 colcha
1 fresada
2 pares de naguas, unas de
gaza de encima, y otras
Cuarto bajo de una casa
interiores blancas de Todo fue vendido en 3
de vecindad en el Puente Personas desconocidas
manta pesos
de La Misericordia
1 paño de gaza
1 zarape
2 sabanas de manta
1 colcha vieja
Vendidos en 6 reales Habitantes de la ciudad
Accesoria de casas sanmigueleña
nuevas en la calle de La 1 pañito
Misericordia 1 túnico de ylo de paño de
María Gorgonia
seda ya usado Vendidos en 20 reales
Hernández
1 mantilla ídem
1 dulzaina
1 fresadita Vendidos en 2 pesos 3 María Gorgonia
Accesoria de las casas de
1 carpetita verde reales Hernández
la Inquisición
1 guitarrita chica
1 pedazo de fierro Vendido en medio real Habitantes de la ciudad
María Gorgonia
Cuarto bajo de una casa 1 capote de balletón Vendido en 2 pesos
Hernández
de vecindad en la calle de
2 chaquetas de yndiana Desechadas por
Ortega No aplica
ynglesa echas pedasos inservibles
1 fresada de jamonsillo
Otro cuarto bajo de una
1 naguas blancas de manta Todo fue vendido en 6
casa de vecindad en la Habitantes de la ciudad
mui rotas reales
calle de Ortega
1 chiquihuitito con trapos
3 frenos de caballos, 2
Cuarto bajo de una casa
buenos y 1 roto Todo fue vendido en 2
particular en la Segunda Personas desconocidas
1 guitarra pesos 7 reales
calle del Indio Triste
2 cabrestos
Asalto a un borracho en 1 capote de balletón echo Se lo quedó Mariano
No aplica
la calle de San Ildefonso pedasos León
1 nicho chiquitito con una
Cuarto de la casa de Purísima de cera
vecindad conocida por la Todo fue vendido en 2
1 sabana Habitantes de la ciudad
de El Tezontle en la calle pesos
1 fresada
de San Lorenzo
1 sombrero de tres picos
Accesoria en la frontera Retazos de yndianilla Todo fue vendido en 20 María Gorgonia

153
de Las Vizcaínas ynglesa reales Hernández
1 mangas de chupa de
ídem
1 naguas blancas
1 camisa
Varios pedazos de paño
1 sabana
3 vasos
Accesoria frente a la Todo fue vendido en 11
2 platitos de talavera Habitantes de la ciudad
iglesia de San Camilo reales
1 tasa de ídem
1 tasa de China
Cuarto de casa de
1 chiquihuite de trapos Desechados por
vecindad frente al No aplica
viejos inservibles
Hospital Real
8 túnicos de yndianilla
Accesoria en la calle de Vendidos en 12 pesos, de María Gorgonia
Sabanas
Las Cocheras los que sólo recibió 8 Hernández
1 colcha
2 sabanas de bramante
Cuarto bajo de una casa
1 sobrecama de yndiana Todo fue vendido en 8 María Gorgonia
particular en la calle de
1 sable con su guarnición pesos Hernández
Montealegre
de plata
Fuente: “Contra José María Cordero, Pedro Truxillo, María Gorgonia Hernández, Secundino García, Pasqual
Rivera, Bonifacio Sánchez (alias Trompita), José Mariano León (alias Latonero) y Domingo Casasola por ladrones
ganzueros y los demás compradores de lo robado”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, fols. 7-8, 1810.

De los catorce robos relacionados en la confesión de Pedro Trujillo, sólo los dos
últimos los cometió sin la colaboración de José Mariano León, y excepto el asalto al
transeúnte ebrio, todos fueron cometidos en casas habitación y en accesorias o casas
comerciales, cuyas puertas fueron abiertas invariablemente haciendo uso de ganzúas. La
compradora María Gorgonia Hernández aseguró que le habían vendido objetos producto de
robos ocultándole la procedencia de los mismos, aunque es bastante inverosímil que dicha
mujer ignorase por completo el origen de los artículos que estos ladrones ganzueros, además
de los mencionados baratilleros, le ofrecían con harta regularidad. La denuncia parecía ser
un recurso para evadir su responsabilidad como cómplice activa, manteniendo en secreto la
naturaleza profunda de tales asociaciones delictivas.

Los valores pagados en el mercado negro por los objetos que provenían de la
actividad de los ganzueros generalmente resultaban muy rentables en comparación con lo
que devengaban los trabajadores de la época, suponiendo que contasen con oficio u
ocupación fija en una ciudad donde el 50 % de sus habitantes carecían de trabajo estable.

154
Para dar solamente un ejemplo, un paquete de ropa fina obtenido en una noche auspiciosa
podía llegar a equivaler al trabajo mensual de una recamarera (4 pesos), de un ama de llaves
o una lavandera (12 pesos) e incluso de un sirviente o un oficial de artesano (alrededor de
15 pesos).513

Resultaría muy aventurado e incluso ingenuo, postular a los ladrones ganzueros de


Ciudad de México como ejemplos arquetípicos de resistencia social ante el orden
establecido. Obviamente no eran bandidos sociales ni cosa parecida, aunque no deben
tomarse a la ligera los lazos de solidaridad que habían tejido con sus congéneres en similares
condiciones vitales, lo que les permitía no solamente sobrevivir a la carestía económica, sino
también dar rienda suelta a sus placeres mundanos, en el marco de expresiones que iban en
contravía de la cultura y la moral dominantes. Al examinar la manera en que ejecutaban sus
robos y daban salida en el mercado negro a los bienes hurtados, se aprecia que estos
subalternos habían refinado sus prácticas asociativas y multiplicado sus redes
socioeconómicas para convertir a los delitos contra la propiedad sino en su fuente de ingresos
principal, al menos en una subsidiaria. El ejemplo de los baratilleros como intermediarios
entre los trabajadores pobres y los miembros más acomodados de la sociedad muestra la
manera en que mantenían sus negocios a la vez que respaldaban la economía marginal y
apoyaban la supervivencia de los ganzueros en un entorno de alta inestabilidad económica.514

No obstante lo dicho, se debe evitar caer en una valoración extremadamente optimista


acerca de un presunto éxito económico y social de esta comunidad de individuos al margen
de la ley. En primer lugar, los robos efectuados por los miembros de las clases populares en
Ciudad de México eran “crímenes de pobreza”, es decir, respondían a las necesidades
materiales producto de coyunturas críticas, y en segundo lugar, tal concepción de la pobreza
y de los vicios inherentes a ésta, sirvió a las autoridades (léase parte de las élites), para

513
Julio César PACHECO GONZÁLEZ, La permanencia de la moral, p. 162.
514
Andrew KONOVE, “On the cheap”, p. 251.

155
construir la imagen de los trabajadores como criminales en potencia e incluso, gente con
vicios innatos que debía ser controlada y reprimida.

[SCARDAVILLE] analiza la criminalidad en el ámbito citadino de la capital de la Nueva


España hacia finales del siglo XVIII, poniendo énfasis en fenómenos como la
migración y el estado de pauperización que experimentaron las masas [...] la pobreza
y los delitos constituyen un binomio indisociable en términos explicativos. Al
ensayar la categoría de “crímenes de pobreza”, el autor resalta las acciones delictivas
relacionadas con un contexto marginal, en el cual convivían tahúres, ladrones,
prostitutas, ebrios, etc. Pero a la vez, estos crímenes de pobreza fueron una manera
en la cual las élites etiquetaron y criminalizaron a sus contrapartes, adhiriéndoles
prácticas inherentes, propias de su condición baja.515

El argumento citado demuestra la inutilidad o al menos la inadecuación del concepto


de subcultura criminal para comprender las motivaciones profundas de estos individuos a la
hora de cometer un delito, puesto que la vieja concepción del crimen como algo atávico, ya
descartada hace tiempo por la criminología, simplemente sufre un desplazamiento hacia el
componente cultural, lo que grosso modo implica que el medio corrompe a los individuos,
quienes recrean las prácticas ilícitas que se repiten constantemente a su alrededor. Tal como
en su momento lo denunció E. P. THOMPSON, esta idea está cargada de prejuicios de clase y
resulta nociva para una cabal comprensión científica –en términos sociológicos- del
fenómeno criminal en general y del robo en particular.

Para hacer justicia a la memoria histórica de estos trabajadores pauperizados y


sofocados por la sobreoferta de mano de obra en un medio urbano que podía resultar muy
hostil para los artesanos pobres y aún más para los migrantes, puede afirmarse que los
ladrones ganzueros habían encontrado en su estilo de vida y en sus prácticas de sociabilidad
al margen de la ley, tanto una respuesta a la precariedad económica, como una reafirmación
de la existencia en el marco de una coyuntura crítica, donde sus vidas parecían ser
prescindibles y su fuerza de trabajo, descartable. A continuación, se analizarán las maneras

515
Sebastián Porfirio HERRERA GUEVARA, Ladrones infames, p. 36.

156
en que los gobiernos virreinal y republicano vieron en los ladrones una potencial fuente de
mano de obra y la supieron aprovechar para sus propios fines.

157
CAPÍTULO III: “Y QUE DEBIENDO AL MISMO TIEMPO SACARSE
DE TALES INDIVIDUOS LA POSIBLE UTILIDAD”. EL TRABAJO
PENADO COMO CASTIGO PARA LOS LADRONES CAPITALINOS
Es un deber el más sagrado de la sociedad mirar por su conservación,
así como protejer la vida, el honor y los intereses de los particulares,
que consiste en la pronta y recta administración de justicia.516

En el molino de vapor, en la serrería y en la herrería reina un orden perfecto. La


gente trabaja con entusiasmo, probablemente porque es consciente de la utilidad de su
trabajo. Pero también allí se trata de especialistas que ya en su lugar de origen eran
molineros, herreros, etcétera, y no de personas que en Rusia no conocían oficio ni
sabían hacer nada, y que son los que más necesitarían trabajar en molinos y
fraguas, donde podrían realizar un aprendizaje y reintegrarse al buen camino.517

Dentro de las diversas líneas de investigación comprendidas en la Historia social, los


estudios sobre el mundo del trabajo y los trabajadores518 han tenido desarrollos de

516
“Ley para el arreglo de los tribunales de la federación aprobada por la cámara de senadores”.
AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 7.
517
Anton CHÉJOV, La isla de Sajalín. México: CONACULTA, 2015, p. 78.
518
Trabajos notables en esta línea y para este periodo en el caso mexicano son los de Sonia PÉREZ
TOLEDO, “Una nueva corporación y un nuevo discurso: los gremios de la ciudad al finalizar la Colonia” en
Construcción de la legitimidad política en México, coords. Brian CONNAUGHTON, Carlos ILLADES y Sonia
PÉREZ TOLEDO. México: El Colegio de Michoacán – Universidad Autónoma Metropolitana – Universidad
Nacional Autónoma de México – El Colegio de México, 2008, pp. 89-106; Sonia PÉREZ TOLEDO,
Trabajadores, espacio urbano y sociabilidad en la Ciudad de México (1790-1867). México: Universidad
Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa – Grupo Editorial Porrúa, 2011; Sonia PÉREZ TOLEDO, “Vínculos
y perspectivas. Reflexiones en torno al mundo del trabajo” en El mundo del trabajo urbano. Trabajadores,
cultura y prácticas laborales, coords. Sonia PÉREZ TOLEDO, Manuel MIÑO GRIJALVA y René Amaro
PEÑAFLORES. México: Universidad Autónoma de Zacatecas – El Colegio de México, 2012, pp. 11-25; Sonia
PÉREZ TOLEDO, “Trabajo, trabajadores y participación popular. Una introducción”, en Trabajo, trabajadores
y participación popular, coord. Sonia PÉREZ TOLEDO. México: Anthropos – Siglo XXI – Universidad
Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, 2012, pp. 9-16; Sonia PÉREZ TOLEDO, “La trama de la costumbre
frente a los cambios. Los gremios de oficios y el Ayuntamiento de la Ciudad de México” en Procesos
constitucionales mexicanos: la Constitución de 1824 y la antigua constitución, coord. Beatriz ROJAS. México:
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora – Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2017, pp.
321-351; Enriqueta QUIROZ, Economía, obras públicas y trabajadores urbanos. Ciudad de México (1687-
1807). México: Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016; Sergio Paolo SOLANO DE LAS
AGUAS, “Historiografía sobre las relaciones entre las instituciones coloniales y los artesanos de
Hispanoamérica a finales de la Colonia” en Pensar la historia del trabajo y los trabajadores en América, siglos
XVIII y XIX, coords. Sonia PÉREZ TOLEDO y Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS. Madrid: Iberoamericana
Vervuert, 2016, pp. 17-58; Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “El precio de la República. Los trabajadores
de Cartagena de Indias (1750-1850)” en “II Seminario Industrialización y trabajadores. Debates y análisis”.
San Luis Potosí: El Colegio de San Luis – Universidad Autónoma de Zacatecas, 27-28 de octubre de 2016;
Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “Del “pleno empleo” a la crisis laboral bajo la República. Cartagena de
Indias (1750-1850)” en “III Seminario Industria, empresarios, trabajadores, sociabilidades laborales y

158
importancia, alimentados por el legado de escuelas como la del marxismo británico y
derivaciones como la Labour History, o la escuela francesa Annales d’histoire économique
et sociale. Otro tanto ha ocurrido con respecto al estudio de los trabajadores forzados, una
expresión usada por José Antonio Piqueras para referirse a la mano de obra en condición de
esclavitud.519

No obstante, hay una suerte de categoría intermedia compuesta por quienes


denominaré como “trabajadores penados”, la cual no ha gozado de la misma atención que
las otras dos. Esto no deja de llamar la atención si se tiene en cuenta la progresiva
implementación de una praxis penal que buscaba beneficios morales para la población y
económicos para el gobierno, a partir del trabajo compulsivo de los delincuentes. Como bien
declara Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “durante el primer decenio del siglo XIX se
incrementó el empleo de presos debido a que la guerra con Inglaterra obligó a aplicar ajustes
fiscales, y para el fisco real un preso era más rentable que un hombre libre, debido a que
mientras que el gasto en la ración diaria del primero se mantuvo estable durante todo el siglo
XVIII en 1,5 reales, el de un peón libre era el doble y muchas veces más”.520 El caso de los
Andes centrales colombianos muestra también que los oficiales de la Corona no sólo se
mostraron proclives, sino que también abogaron por el empleo de reos de cortos delitos en
lugar de trabajadores libres en las salinas de Zipaquirá, argumentando mayores dividendos
para la Real Hacienda, pues a comienzos del siglo XIX los presidiarios devengaban apenas

formación de capital humano, siglos XIX y XX”. Zacatecas: Universidad Autónoma de Zacatecas - El Colegio
de San Luís - Asociación Mexicana de Historia Económica, 20-22 de septiembre de 2017; Sergio Paolo
SOLANO DE LAS AGUAS, “Artesanos de color y milicias en el Caribe continental hispánico: de los conflictos
por símbolos y rituales militares y la búsqueda de reconocimientos al reclamo de la igualdad” en “Simposio
Internacional Cultura Política y Subalternidad en América Latina”. Tunja: Universidad Pedagógica y
Tecnológica de Colombia, 2017; Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “Trabajadores, jornales, carestía”, pp.
549-588; Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “El costo social de la República: los trabajadores de los
sistemas defensivos de Cartagena de Indias (1750-1850)”. Historia y Memoria 18 (2019), pp. 243-287.
519
José Antonio PIQUERAS (comp.), Azúcar y esclavitud en el final del trabajo forzado. Madrid: Fondo
de Cultura Económica, 2002. El epíteto de “trabajador forzado” lo asigno, al igual que PIQUERAS, únicamente
a los trabajadores en condición de esclavitud, para diferenciarlos de los criminales condenados a trabajo
compulsivo “a ración y sin sueldo”, a quienes doy el calificativo de “trabajadores penados”.
520
Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “Trabajadores, jornales, carestía”, p. 554.

159
un real por día, aparte de una ración equivalente en comida.521 Las cifras traídas a colación
desmienten ciertas posturas que explican la amplia presencia de trabajadores penados en las
obras de fortificaciones con base en supuestas explicaciones demográficas y a “un problema
de oferta laboral [...] pues en general la mano de obra libre resultaba más rentable”.522

Al contrario de lo planteado en investigaciones recientes, el castigo nunca perdió su


carácter ejemplarizante aunque se tornase en un mecanismo de exacción de la fuerza de
trabajo de los criminales.523 La teología católica y la moral que de ella emanaba fueron los
pilares de la justicia penal practicada en la América virreinal, fungiendo las sentencias
aplicadas a los delincuentes como formas de castigar el cuerpo y regenerar el alma,
cumpliendo una función decididamente ejemplarizante, aunque resulte igualmente cierto
que, sin renunciar a tales postulados, las ideas ilustradas en torno a los castigos matizaron
tal ecuación, sumándole un componente utilitario que otrora estaba separado.524

De esta manera, los cambios en la concepción del castigo mudaron paulatinamente


la imagen de los delincuentes como individuos de naturaleza viciosa que atentaban contra el
orden social católico encarnado en la Corona, pasando a ser vistos como individuos
susceptibles de regeneración a través del trabajo. Las críticas de los filósofos, teóricos
políticos y juristas ilustrados a la penalidad barroca se fundamentaron, además del carácter
bárbaro y retrogrado de los castigos, en su manifiesta inutilidad tanto para el Estado como
para el cuerpo social. En el ejercicio de la administración de justicia sobre los súbditos,
tornados luego en ciudadanos, los gobernantes ilustrados pusieron en práctica modalidades

521
Andrés David MUÑOZ COGARÍA, “Debiendo al mismo tiempo sacarse de tales individuos la posible
utilidad: las penas de trabajos penados aplicadas a los ladrones en la cuenca de México y la sabana de Bogotá
(1800-1835)”. El Taller de la Historia X-10 (2018), pp. 29-32.
522
Lilia Paola MARTÍNEZ MELÉNDEZ, Destierro, presidio y trabajo forzado, p. 107.
523
Lilia Paola MARTÍNEZ MELÉNDEZ, Destierro, presidio y trabajo forzado, p. 100.
524
Sentencias de carácter utilitarista (en sentido muy amplio) eran multas, indemnizaciones,
almonedas, trabajos forzados, galeras, ejército y sentencias ejemplarizantes estaban constituidas por azotes,
vergüenza pública, destierro, mutilaciones y pena capital. Felipe LORENZANA DE LA PUENTE, “Jueces y pleitos.
La administración de justicia en la Baja Extremadura en el Antiguo Régimen”. Hispania LXIII-213 (2003), p.
52.

160
penales basadas en el trabajo, que parecían inspiraciones de estricto humanitarismo, pero
que no ocultaban su carácter utilitarista para el erario.

Por tanto, en lo que concernía a la administración de justicia propiamente dicha, se


incrementó por parte de las autoridades la asimilación del trabajo compulsivo a una pena.
La apelación al trabajo penado como un dispositivo de disciplinamiento y control sociales
no fue un invento de los déspotas ilustrados, pero en la segunda mitad del siglo XVIII y
comienzos del XIX, las autoridades de turno tendieron a identificar, a la ociosidad o no
aplicación al trabajo productivo con la criminalidad y la delincuencia. 525 En consecuencia,
se vio fortalecido un discurso que quiso incentivar el así llamado “trabajo disciplinado y
continuo”, base de una nueva ética cuya función prioritaria habría de ser la búsqueda de la
utilidad.526 Evidentemente, la Corona necesitaba en el mayor grado posible tanto de las
riquezas de la tierra como de la fuerza laboral de los súbditos, por lo que es consecuente que
se haya visto en los reos una fuente potencial de mano de obra gratuita.

La [...] Recopilación de 1680 fue readaptada convenientemente por los jueces


actuantes en América, quienes reemplazaron las penas en galeras o el mortífero
trabajo en las minas de azogue por las de presidio, los arsenales y las obras públicas.
Dichos trabajos forzados, tan útiles para la Corona y tan moralizantes para la plebe,
también hallaban cabida al seno de las guarniciones militares. Los soldados
infractores –muchos de los cuales estaban enrolados a la fuerza, o purgando una pena
previa-, usualmente castigados con calabozo, cepo, azotes, palos, con la infamante
“carrera de baquetas” y mutilaciones corporales, fueron destinados con más
asiduidad, en el cenit del siglo XVIII, al trabajo en fortificaciones militares, lo cual
también implicaba el destierro de los condenados.527

Así las cosas, la administración de justicia penal durante la última etapa virreinal
presenció la culminación de ciertos cambios e innovaciones en la cultura jurídica del castigo,
representados en la creciente apelación a una praxis penal basada en el trabajo forzado en

525
Juan Carlos JURADO JURADO, Vagos, pobres y mendigos, p. 42; Tania SAGASTUME PAIZ, “De la
Ilustración al Liberalismo”, p. 51.
526
Nicolás Alejandro GONZÁLEZ QUINTERO, “Se evita que de vagos pasen a delincuentes”, p. 20.
527
Andrés David MUÑOZ COGARÍA, “La administración de justicia penal y la criminalidad en la
Gobernación de Popayán (1750-1820)”. Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura XL-1 (2013),
p. 42.

161
sus múltiples modalidades, fruto inequívoco, más no único, de la política de “dulcificación
de las penas”,528 iniciada por los déspotas ilustrados desde la segunda mitad del siglo XVIII.
La continuidad de dichas penas utilitarias se explica por la agudización de múltiples
carencias de la Real Hacienda en un momento de aguda crisis económica.

Desde la segunda mitad del siglo XVIII, a la par que se perseguían con mayor
fruición delitos que otrora eran meros actos que hacían parte de una compleja trama de
“ilegalismos tolerados”,529 cobró auge una penalidad basada en el trabajo compulsivo. La
“nueva economía del poder de castigar” que Michel FOUCAULT estudió en la Francia
dieciochesca, caracterizada por actuar no sólo sobre el cuerpo sino también sobre el “alma”
del condenado, quien en consecuencia se corregía a sí mismo y daba con su ejemplo cátedra
de moral a sus congéneres a partir del trabajo,530 tuvo repercusiones prácticas en los reinos
americanos de la Monarquía hispánica.

La administración de la justicia penal en el periodo borbónico sufrió un giro hacia un


tipo particular de utilitarismo, visto como la capacidad de aprovechar al máximo y de manera
económicamente rentable la mano de obra de los reos de cortos delitos. Aunque el Virreinato
de la Nueva España no se vio tan afectado como otros territorios americanos de la Monarquía
por el endémico problema de la escasez de mano de obra, resulta igualmente plausible que
la magnitud de las obras civiles y militares que por entonces la Corona española requería
para el correcto funcionamiento y la defensa de su reino predilecto, demandase una
importante cantidad de brazos dedicados a trabajar compulsivamente a ración y sin sueldo
en calidad de trabajadores en los diversos tipos de presidio, en las obras públicas y otras
modalidades de exacción del trabajo como los servicios de cárcel.

528
“No es la crueldad de las penas uno de los más grandes frenos de los delitos, sino la infalibilidad
de ellas, y por consiguiente la vigilancia de los magistrados, y aquella severidad inexorable del juez, que para
ser virtud útil, debe estar acompañada de una legislación suave”. Cesare BECCARIA, Tratado de los delitos y
de las penas. Buenos Aires: Heliasta, 1993, p. 116.
529
Michel FOUCAULT, Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. México: Siglo XXI, 1984.
530
Michel FOUCAULT, Vigilar y castigar, pp. 112-113.

162
El periodo comprendido entre 1750 y 1810 estuvo atravesado por los debates en torno
a la praxis penal, discusiones de vital importancia en la medida de que resulta imposible
aludir a las instituciones judiciales y del pensamiento jurídico sin hacer referencia a la
sociedad, y viceversa: “se planteó escribir sobre las relaciones sociales de la población, pero,
al mismo tiempo, estudiar los mecanismos a través de los cuales la Monarquía española
ejercía la dominación y regulaba las relaciones sociales. La administración de justicia penal
permite reunir los dos objetivos: no se pueden conocer las relaciones sociales al margen de
la institución que las regula”.531 En este caso, el papel del Estado en torno a las prácticas
punitivas sufrió una mutación nada desdeñable, pues como refiere Isabel MARÍN TELLO, “en
lugar de castigar, los tribunales de justicia empezaron a usar la fuerza de trabajo de los
acusados como pena judicial”.532 En esta lógica, argumenta que tal “sentido utilitarista del
Estado [...] empezó a desarrollarse desde principios del siglo XVIII, pues [los tribunales] se
dieron cuenta que podían hacer uso de los reos en los empleos que no iban a cumplir otros
hombres del reino, como el ejército, la marina y los trabajos en las obras públicas y
presidios”.533

La ruina económica producto de las guerras emancipatorias, favoreció la continuidad


de los castigos que apelaban al trabajo útil y productivo, al tiempo que ponderaba la
importancia de las penas infamantes como contraejemplo a los ojos de una sociedad que
debía ser disuadida de cometer delitos. Por tales motivos, durante la Primera República
Federal las sentencias basadas en el trabajo penado siguieron siendo las más recurridas por
las justicias. Es así que en el ámbito de la segunda sala de la Corte Suprema de Justicia
mexicana, es posible observar que las causas por robo (el segundo delito en incidencia
después del homicidio) que llegaron a una sentencia definitiva entre 1826 y 1834, tuvieron
a los castigos de corte utilitario como sus principales desenlaces. Los servicios en obras
públicas, los llamados servicios de cárcel, la pena de bajeles en Veracruz y la de presidio en

531
Isabel MARÍN TELLO, Delitos, pecados y castigos, p. 26.
532
Isabel MARÍN TELLO, Delitos, pecados y castigos, p. 31.
533
Isabel MARÍN TELLO, Delitos, pecados y castigos, p. 32.

163
California o Tejas fueron las más socorridas por los jueces,534 situación que dio continuidad
a la praxis penal del periodo virreinal: tales penas, a la vez que atendían cometidos utilitarios,
moralmente “dieron paso a una contraposición entre los seres virtuosos y los criminales”.535

Durante la experiencia del primer federalismo mexicano fueron consagradas las


posturas de Cesare BECCARIA, Manuel DE LARDIZÁBAL y Jeremy BENTHAM, en el sentido
de eliminar progresivamente las penas basadas en suplicios infamantes e inútiles,
propendiendo a su vez por la redención de los reos a través del trabajo y la búsqueda de la
máxima utilidad posible para la República en ciernes. El Código Penal de la Nueva Granada
de 1837, en su Título Segundo, Capítulo Primero, Art. 19, estableció el siguiente orden de
castigos corporales: 1. Muerte; 2. Trabajos forzados; 3. Presidio; 4. Reclusión en una casa
de trabajo; 5. Vergüenza pública; 6. Prisión; 7. Expulsión del territorio de la República; 8.
Confinamiento en distrito parroquial, cantón o provincia y 9. Destierro, lo que lleva a afirmar
a Lilia Paola MARTÍNEZ MELÉNDEZ que “aún muy entrado el siglo XIX, como lo vimos en
el caso del Código Penal de Nueva Granada, las prácticas bárbaras de castigo seguían
estando vigentes”.536 Contrariamente a lo argüido por la autora, considero que la pervivencia
de formas de castigo corporal como los trabajos en obras públicas y los presidios no
representaban en sí mismas una suerte de prolongación de la “barbarie barroca”, dado que
su puesta en práctica respondía a un contexto de crisis económica que pretendía hacer uso
de la fuerza de trabajo penada con fines meramente pragmáticos y utilitarios.

A las embrionarias repúblicas decimonónicas, incluyendo la mexicana, les interesaba


sobre todo beneficiarse económicamente de una mano de obra penada que habría de
contribuir a “ración y sin sueldo” a aliviar sus deprimidas finanzas, lo cual justificaba la
aplicación de penas apoyadas en el trabajo coercitivo. Al igual que los discursos sobre la
barbarie de este tipo de penas, las interpretaciones extrapoladoras en torno a visiones

534
Graciela FLORES FLORES, Orden judicial y justicia criminal, p. 56.
535
Nicolás Alejandro GÓNZALEZ QUINTERO, “El juzgado y los ladrones”, p.179.
536
Lilia Paola MARTÍNEZ MELÉNDEZ, Destierro, presidio y trabajo forzado, pp. 76-77.

164
ilustradas que solían enfatizar en los derechos del hombre537 y demás argumentos de índole
humanitaria, funcionaban como un elemento retórico, meramente justificativo. Según Abel
MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, quien estudia el caso Querétaro a inicios de la República Federal,
el principal cometido de las autoridades era:

Continuar con un proceso moralizador que venía desde el régimen español que
consistía en introducir al campo laboral a todos los delincuentes [...] al momento de
obtener la libertad debían emplearse en ocupaciones honestas y con utilidad para el
Estado. De cierta manera [las] nuevas reglamentaciones estaban emparejadas con las
nuevas ideas de dar al criminal una oportunidad de integrarse a la sociedad a través
del trabajo o llevándolo al ejército, de acuerdo con el pensamiento moderno en donde
el individuo tenía que ser útil para la sociedad en la que vivía. De esta manera el
gobierno también obtenía beneficios prácticos como obtener mano de obra para los
trabajos que se requerían o incrementar el número de efectivos en el ejército.538

En las páginas siguientes, el primer objetivo es mensurar la importancia de las penas


de trabajos penados proferidas contra reos de cortos delitos como los ladrones, si bien no se
pretende elaborar una estadística penal, a sabiendas de que las fuentes documentales
imponen ciertas limitaciones. La hipótesis a este respecto es que a lo largo del periodo que
atraviesa esta investigación, el gobierno de la justicia monárquico y luego republicano, dio
prelación a las penas basadas en el trabajo, como el presidio y las obras públicas, al menos
en lo que concierne a los condenados por atentar contra la propiedad, pues la idea de la
“utilidad social” se posicionó como un valor de diametral importancia política, social y
económica. Las formas de trabajo penado a ración y sin sueldo fueron entonces un
dispositivo de castigo moralizante y a la vez útil, utilizado progresivamente en el transcurso
del siglo XIX, apelando no sólo a una suerte de continuum de postulados propios de la

537
VENEGAS DE LA TORRE, por ejemplo, recupera ciertos planteamientos de estos tratadistas
asociándolos más que todo al “reconocimiento de los derechos y la secularización de los delitos”, así como al
“respetar la dignidad humana de los reos”. Águeda Goretty VENEGAS DE LA TORRE, “Nuevas perspectivas”, p.
7.
538
Abel MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, Justicia, honor y negociación, p. 47.

165
Ilustración, sino también a ciertas ideas provenientes del utilitarismo filosófico,539 el cual
permeó la ideología jurídico-política de las élites gobernantes.

Por otra parte, los discursos de los diversos actores sociales involucrados en una
causa penal no gozaban del mismo valor probatorio, y en particular, las declaraciones de los
miembros de los sectores populares no surtían los mismos efectos jurídicos que las de un
miembro de las élites, cuya palabra constituía un mayor indicador de fiabilidad y veracidad
en un proceso criminal. No obstante, los expedientes dejan entrever diversos modos en que
los distintos actores se apropiaban de los discursos jurídicos para poder salir avantes de la
telaraña de la justicia. Según Catalina VILLEGAS DEL CASTILLO:

Por un lado, están la producción, la aplicación e interpretación de las normas, así


como las instituciones a través de las cuales son ejercidas las funciones de regulación
social. Este primer aspecto podría denominarse la dimensión de aplicación y control
social del Derecho. Por otro lado, está la sociedad a la cual le es aplicable un
determinado ordenamiento jurídico. Los individuos no reciben de manera pasiva la
aplicación del Derecho, sino que por el contrario, negocian, se apropian y transgreden
los ordenamientos y discursos jurídicos dependiendo de los intereses personales. Esta
segunda dimensión correspondería a los efectos normativos en la esfera social.540

El segundo propósito del capítulo, por tanto, consiste en estudiar las prácticas de
castigar, la justicia penal en acción o la dimensión de aplicación y control social del
Derecho, a partir de algunos ejemplos de sentencias a presidio y obras públicas contra los
ladrones. Se analizan las motivaciones de los jueces a la hora de sentenciar, considerando
las circunstancias agravantes y atenuantes, y ya en la etapa del primer federalismo, las
motivaciones de la Corte Suprema para proferir una condena ascendente o descendente con
respecto a la dictada en primera instancia, o bien para dejarla incólume. En términos
dialécticos, la centralidad del papel que tuvieron los defensores, los procuradores y los
fiscales en las sentencias ejecutorias durante todo el periodo estudiado, alude a la dimensión

539
En este punto se antoja de interés evaluar el impacto de la obra de Jeremy BENTHAM en el México
independiente, un filósofo utilitarista cuya influencia en los proyectos gubernativos de la Primera República
colombiana, por ejemplo, fue bastante palpable. Diana Paola HERRERA ARROYAVE, “Sobre la querella
benthamista en Colombia” Telos. Revista Iberoamericana de Estudios Utilitaristas XV-2 (2009), pp. 9-25.
540
Catalina VILLEGAS DEL CASTILLO, “Historia y Derecho: la interdisciplinariedad del Derecho y los
retos de la historia del Derecho”. Revista de Derecho Público 22 (2009), p. 5.

166
de los efectos normativos en la esfera social, es decir, al margen que tuvieron los actores
para influir sobre los dictámenes judiciales en el marco de una trama de pequeñas
negociaciones que podían beneficiar a ambas partes.

A partir de los anteriores presupuestos, se busca conocer en qué proporción los


condenados por robo y delitos afines fueron condenados a penas relacionadas con el trabajo,
en qué consistían los trabajos en los presidios y los servicios en las obras públicas, qué
factores estructurales o coyunturales incidieron en una eventual praxis penal de corte
utilitario, y en qué medida se modificó la administración de justicia respecto a los ladrones
con el advenimiento del régimen republicano y del ideario liberal.

LOS LADRONES ANTE EL TRABAJO PENADO

Para los fines de la presente investigación, se han discriminado las categorías de trabajo
forzado y trabajo penado. La primera habrá de comprender los trabajos desempeñados por
la mano de obra esclava o la indígena sometida a alguna de las varias formas de tributo; la
segunda, se entenderá única y exclusivamente como la gama de trabajos propios de los
criminales condenados –en este caso específico, por delitos contra la propiedad. Recurro a
esta conceptualización para evitar caer en ambigüedades y confusiones, pues ambas
modalidades de trabajo coactivo eran claramente diferentes desde un punto de vista legal y
tenían implicaciones sociales de diferente índole. Además, la categoría de trabajo penado
rescata prácticas y actores que la historiografía tradicional ha dejado de lado, por su enfoque
en el trabajo libre y en el trabajo esclavo, pasando por alto la importancia del trabajo de los
reos como artesanos y soldados, principalmente.

Otra distinción conceptual importante a tener en cuenta es la que atañe a los


significados de presidio y de obras públicas.541 Ciertamente, los trabajos penados en los

541
Una distinción similar es la traída a colación por ESCRICHE. Habla, por una parte, de los confinados
a “presidios peninsulares” quienes debían trabajar en caminos, canales, arsenales y “empresas á que el rey
tenga por conveniente destinarlos; y no habiendo trabajos de estas clases, en los obradores establecidos en los
presidios mismos”, y por otra, alude a los confinados a “depósitos correccionales” que debían aplicarse a
trabajos “objetos de policía urbana, ya en otros equivalentes, pero siempre en la ciudad ó su término”. Joaquín
ESCRICHE, “Presidio” en Diccionario razonado, p. 1375.

167
diversos presidios del mundo hispánico en general y de la Nueva España-México en
particular, implicaban trabajos en arsenales, bajeles, caminos y fortificaciones,542
considerados de suyo obras públicas; no obstante, la documentación presenta como “servicio
en las obras públicas” a los trabajos penados ejercidos en el ámbito urbano de la Ciudad de
México y por ello mantendré esta distinción para efectos de los análisis cuantitativo y
cualitativo. Es de notar, asimismo, que las implicaciones de una y otra condena podían variar
ostensiblemente tanto en la magnitud del castigo como en su duración, pues después de la
de último suplicio, la pena de presidio era la más gravosa que un ladrón podía merecer,
seguida de las obras públicas a secas, que era una variante más leve dentro de la escala
punitiva.

Con la finalidad de mostrar la evolución de las penas basadas en el aprovechamiento


del trabajo de los reos condenados por delitos contra la propiedad en el ámbito de la Ciudad
de México, he optado por cuantificar las penas contemplando en cada causa criminal no sólo
la sentencia principal, sino también la subsidiaria.

TABLA 6: RELACIÓN DE SENTENCIAS CONTRA LOS LADRONES EN CIUDAD DE MÉXICO


POR QUINQUENIOS, 1800-1835
Quinquenio / 1800- 1805- 1810- 1815- 1820- 1825- 1830-
Total
Sentencia 1804 1809 1814 1819 1824 1829 1834
Obras
11 28 12 6 4 44 5 110
públicas
Pena de
4 3 46 2 7 32 9 103
presidio
Puesto en
7 18 37 5 3 30 13 113
libertad
Azotes solos o
- 9 27 1 - - - 37
combinados
Servicio de
1 - 2 - - 20 8 31
cárcel
Pena
compurgada 3 - 3 1 2 16 3 28
con prisión
Prófugo de la 2 - - - - 3 7 12

542
Al menos para los trabajadores comúnes de las fortificaciones y fábricas, se había establecido una
jornada laboral de ocho horas diarias, “quatro á la mañana, y quatro á la tarde” con el fin de protegerlos de las
inclemencias del sol y “procurar su salud y conservación”. Antonio DE LEÓN PINELO y Juan DE SOLÓRZANO,
Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias mandadas a imprimir, y publicar por la magestad
católica del rey Don Carlos II, Libro III, Título VI, Ley VI.

168
justicia
Servicio en
- 1 8 1 - - - 10
regimiento
Pena
- 2 5 - - 2 - 9
pecuniaria
Trabajo en
- 1 4 - - 1 1 7
casa honesta
Último
- - - - 2 2 3 7
suplicio
Trabajo con
1 1 1 - 1 2 - 6
un maestro
Servicio en
Casa de - 2 3 - - - - 5
Recogidas
Despedido del
1 - - 1 - - 2 4
trabajo
Vergüenza
2 2 - - - - - 4
pública
Destierro o
1 1 - 1 - - - 3
extrañamiento
Servicio en
- 1 2 - - - - 3
Hospital
Prisión
- - 1 - - - - 1
únicamente
Trabajo en el
lugar del 1 - - - - - - 1
delito
Trabajo en
Hospicio de - 1 - - - - - 1
Pobres
Sentencia
4 2 6 14 10 34 11 81
desconocida
TOTAL 38 72 157 32 29 186 62 576
Fuente: AGNM, Fondo Criminal, Fondo Justicia y Fondo TSJDF.

Las penas de presidio y de obras públicas gozaron de importancia antes y después de


la Independencia política, tal como lo ejemplifican las sentencias proferidas contra los
ladrones entre 1800 y 1835. Se aprecia que del total de las sentencias recabadas, las penas
relacionadas con servicios en las obras públicas destacan por ser las de mayor frecuencia
(19 % del total), seguidas por las de presidio en alguna de sus variantes (17.8 %). Debe
hacerse la salvedad de que el número de sentencias desconocidas representa el 14 % de la
muestra total, número nada despreciable; por lo que de las sentencias conocidas, las obras
públicas representan el 22.2 % de la muestra y el presidio el 20.8 %.

Observando ambas modalidades de manera paralela, las sentencias a obras públicas

169
fueron bastante más socorridas durante los dos primeros quinquenios que las sentencias a
presidio (28.9 % frente a 10.5 % entre 1800 y 1804 y 38.8 % frente a 4.1 % entre 1805 y
1809), aunque dicha tendencia fue revertida drásticamente entre 1810 y 1814 (7.6 % frente
a 29.2 %) para luego mantenerse en números bastante similares en los cuatro quinquenios
siguientes. El cambio abrupto de la tendencia inicial se debió, con mucha probabilidad, a la
situación de conflictividad bélica luego de 1810, donde fueron requeridos todo tipo de
sujetos para desempeñarse en diversas avanzadas militares contra la creciente insurgencia,
adquiriendo un notorio auge la pena de presidio. Y esto era así porque el grueso de los
contingentes armados para enfrentar los levantamientos insurgentes estaba compuesto de
hombres novohispanos.

Las tropas realistas que se enfrentaron a Hidalgo eran en su 95 por 100 mexicanas.
De la fuerza militar total de 32.000 hombres que había en Nueva España antes de la
guerra, la tropa veterana española sólo sumaba 10.620 soldados. De 1812 a 1817,
8.448 hombres llegaron a México en diferentes cuerpos expedicionarios de la
península para sumarse a la fuerza militar, que hacia 1820 ascendía a más de 85.000
hombres, pero la espina dorsal de las fuerzas realistas continuaban siendo los criollos
y los mestizos.543

La información recabada no permite corroborar las afirmaciones de Alejandra


ARAYA en el sentido de que las obras públicas eran una condena propia de “zonas del imperio
cuyo problema central era la escasez de mano de obra y la disputa que por ella enfrentaba al
Estado y a los particulares, como en Chile y Argentina”, mientras que la recurrencia al
presidio estribaba en la permanente necesidad de satisfacer la mano de obra destinada a los
contingentes armados,544 pues esta última pena sólo tuvo prelación en una coyuntura
especialmente crítica.

Los datos anteriores muestran, en cambio, no sólo la permanencia sino también el


desarrollo en la época republicana, de políticas penales utilitarias que dieron continuidad a
aquellas establecidas al menos desde mediados del siglo XVIII en los Virreinatos y demás

543
Timothy ANNA, “La independencia de México”, p. 55.
544
Alejandra ARAYA ESPINOZA, “Guerra, intolerancia a la autoridad y resistencia”, p. 33.

170
entes territoriales pertenecientes a la Monarquía hispánica. Si se desprecian las puestas en
libertad de los acusados y las sentencias desconocidas, las correspondientes a presidio y
obras públicas en cada quinquenio demuestran la creciente recurrencia de este tipo de
penalidad una vez establecida la Primera República Federal. Así las cosas, en los cuatro
primeros quinquenios, dichas modalidades de castigo representan porcentajes comprendidos
entre el 40.2 % y el 61.5 % del total de sentencias conocidas dictadas, con un promedio de
54. 2 %. En el quinto y sexto quinquenios, tales penas constituyen el 68.7 % y el 62.2 % de
las sentencias, respectivamente. El último quinquenio presenta un matiz diferente, pues por
primera vez los trabajos relacionados con el servicio de cárcel superan al presidio, y los casos
de reos prófugos sin sentencia representan una cantidad importante en el marco total de la
muestra. Si dejamos de lado estos últimos casos, y sumamos los servicios carcelarios a las
dos penas en las que hacemos énfasis, el porcentaje será de 57.8 %, superior al promedio de
penas utilitarias arrojado en los cuatro primeros quinquenios, correspondientes grosso modo
a la etapa pre-independiente.

Durante la época virreinal y buena parte del siglo XIX, no sólo existió un pluralismo
normativo sino también un pluralismo punitivo, donde los trabajos penados en sus múltiples
modalidades, como las obras públicas, el presidio en cualquiera de sus variantes o los
servicios de cárcel eran los más frecuentemente recetados a los condenados por una muy
amplia gama de delitos. Graciela FLORES FLORES afirma con agudeza que el paso del
pluralismo al monismo punitivo se dio sólo después de 1857 y se consolidó con la
promulgación del primer Código penal capitalino, momento en que la pena de prisión pasó
a ocupar un lugar privilegiado en detrimento de otras modalidades. Tal fenómeno estuvo
ligado a la puesta en práctica de una justicia garantista, que si bien no resulta sencillo
calificarla como de plenamente moderna, al menos constituyó el puntal de un nuevo orden
en materia judicial.

Lo interesante del recorrido punitivo de 1824 a 1871 es que se advierte la reducción


del catálogo de penas aplicables hasta el afianzamiento de la prisión ordinaria. El
Código consolidó el modelo que previamente se había ensayado con la ley del 5 de
enero, que prescribió la prisión como pena; éste coadyuvó a que el catálogo de

171
castigos para el fuero ordinario se redujera y se tradujera en “prisión”. Bien podría
decirse que se experimentó un fenómeno parecido al de las leyes, pues se pasó de un
pluralismo a un monismo punitivo.545

Los primeros años del federalismo permiten evaluar otro tipo de consideraciones en
torno a la aplicación de castigos basados en el trabajo penado, pues al implementarse la
justicia en tres instancias, que otorgó mayor protagonismo a la actuación a fiscales y
defensores, los ministros de la Corte Suprema podían modificar sustancialmente los
dictámenes previos de los jueces de primera instancia, administrando sentencias ascendentes
o descendentes en consideración a lo argüido por las partes litigantes. La tabla que
presentamos a continuación, coteja las sentencias de primera instancia de la justicia ordinaria
con las ejecutorias de segunda o tercera instancia de la Corte Suprema de Justicia durante la
Primera República Federal. Puede apreciarse que en algunas ocasiones, aunque no con
demasiada frecuencia, las condenas a obras públicas eran producto de una revisión que
constituía una sentencia descendente para los hallados culpables de robo que habían sido
condenados en primera instancia a la pena de presidio.

TABLA 7: COMPARACIÓN ENTRE SENTENCIAS ASCENDENTES Y DESCENDENTES


CONTRA LOS LADRONES EN CIUDAD DE MÉXICO, 1822-1832
SENTENCIADO AÑO PRIMERA INSTANCIA CORTE SUPREMA
SENTENCIAS ASCENDENTES
Juan Campos 1825 Pena compurgada 10 años de presidio
José Cuevas 1822 6 años de presidio 10 años de presidio
Mariano Flores 1825 Pena compurgada 10 años de presidio
María Reyes 1825 6 meses de servicio de cárcel 1 año de servicio de cárcel
Onofre Tobar 1825 10 años de presidio Último suplicio
Mariano Altamirano 1826 6 años de presidio 8 años de presidio
Leonardo Hernández 1826 6 meses de obras públicas 1 año de servicio de cárcel
Don José Sosa 1826 2 años de presidio 5 años de presidio
José Herrera 1828 1 año de obras públicas 2 años de servicio de cárcel
Francisco Méndez 1828 6 años de presidio 8 años de presidio
Leonardo Viveros 1828 8 días de obras públicas 1 mes de servicio de cárcel
Juan Crisóstomo 1829 Pena compurgada 6 meses de obras públicas
José María Zamora 1830 6 meses de obras públicas 3 años de presidio
Juana Barrera 1831 Pena compurgada 6 meses de servicio de cárcel
Ignacio Montaño 1831 6 meses de obras públicas 1 año de servicio de cárcel
María Torres 1831 Pena compurgada Internada en Casa Patriótica
Mariano Altamirano 1832 3 años de presidio 6 años de presidio

545
Graciela FLORES FLORES, La justicia criminal ordinaria, p. 393.

172
Juana Gómez 1832 Pena compurgada 1 año de servicio de cárcel
Lázaro Landín 1832 Puesto en libertad 6 años de presidio
Loreto Márquez 1832 6 meses de obras públicas 1 año de obras públicas
Ceferino Montiel 1832 3 años de presidio 6 años de presidio
SENTENCIAS DESCENDENTES
José Sierra 1822 10 años de presidio 8 años de presidio
Pablo Villanueva 1823 8 años de presidio 10 años de obras públicas
Cipriano Beltrán 1824 6 ½ años de presidio 4 años de presidio
Techo Castillo 1824 8 años de presidio Trabajos públicos
José Domínguez 1824 6 años de presidio Puesto en libertad
Vicente Lara 1824 6 años de presidio 2 años de obras públicas
José Romero 1824 5 años de presidio 5 años de servicio de cárcel
Antonio Sierra 1825 10 años de presidio 5 años de presidio
María Botello 1826 3 años de servicio de cárcel Puesta en libertad
Félix González 1826 2 años de obras públicas 2 años de servicio de cárcel
Juan González 1826 1 año de obras públicas Pena compurgada
Pedro Gordillo 1826 3 años de obras públicas 3 años de servicio de cárcel
Manuel Santillán 1826 6 meses de reclusión en cárcel Pena compurgada
José Secua 1826 6 años de presidio Puesto en libertad
José Gaitán 1827 1 año de servicio de cárcel Pena compurgada
Gaspar González 1827 4 años de obras públicas 6 meses de obras públicas
Ignacio Gutiérrez 1827 6 años de presidio 4 años de presidio
José López 1827 6 meses de obras públicas Pena compurgada
José Lucero 1827 4 años de obras públicas 6 meses de obras públicas
Silverio Morales 1827 2 años de obras públicas 1 año de obras públicas
Antonio Morante 1827 2 años de obras públicas 1 año de servicio de cárcel
José Pardabé 1827 6 años de presidio 5 años de presidio
Pedro Ponce 1827 4 años de obras públicas 2 años de obras públicas
Martín Rojas 1827 4 años de obras públicas 6 meses de obras públicas
José Cabello 1829 2 años de presidio 2 años de obras públicas
Pascuala Cristalinas 1829 1 año de servicio de cárcel Puesta en libertad
Felipe Guerrero 1829 2 años de obras públicas 1 año de servicio de cárcel
José Medina 1829 2 años de presidio 2 años de obras públicas
José Muñoz 1829 2 años de presidio 2 años de obras públicas
José Rodríguez 1829 2 años de presidio 2 años de obras públicas
Nicolás Rodríguez 1829 1 año de obras públicas Pena compurgada
Juan Ugalde 1829 6 meses de servicio de cárcel Puesto en libertad
Vicente Morales 1832 6 años de presidio 6 años de servicio de cárcel
Pablo Villanueva 1832 6 años de presidio 6 años de servicio de cárcel
Fuente: AGNM, Fondo TSJDF.

En segundo lugar, nótese que la relación inversa no está presente en las causas traídas
a colación, pues el presidio no era una pena ascendente con relación a otra previa de servicio
en obras públicas. Esta última pena podía ser endurecida extendiendo su duración en los
servicios carcelarios. Empero, si bien las obras públicas y las diversas modalidades de
servicios de cárcel eran corporalmente aflictivas y entrañaban la exacción del tiempo y la
fuerza de trabajo de los condenados, a igual duración, los servicios de cárcel constituían una

173
sentencia descendente para aquellos condenados previamente a trabajos en las obras
públicas, pues según los jueces federales, el servicio de cárcel resultaba más moderado.546

Al contrario de las décadas precedentes, vemos también que durante el Primer


Federalismo algunos ladrones fueron ajusticiados cumpliendo la pena de último suplicio.547
Apenas finalizado el Primer Imperio, las justicias volvieron a dictar contra los ladrones penas
de carácter espectacular propias del teatro del poder thompsoniano,548 pues todas las
sentencias a muerte fueron dictadas durante los tres últimos quinquenios de la periodización.
Es el caso de los ladrones sacrílegos José María Salinas y Juan Nepomuceno Prado, acusados
del robo del copón y la custodia con el sacramento pertenecientes a la Iglesia de La Merced:

Esta Audiencia territorial, procediendo conforme a su jurisdicción, y facultades,


acaba de pronunciar y publicar su sentencia en la grave y escandalosa causa del robo
del copón y custodia con el sacramento, hecho en la Yglesia de La Merced, y otros,
ya sacrílegos y ya profanos, que también se jusgaron en ella, y ha estimado en justicia
confirmar la sentencia del juez de primera instancia, que condenó á la pena de ultimo
suplicio á los dos reos José María Salinas y Juan Nepomuceno Prado, fixándose en
una escarpia la mano del primero en la calle de La Merced [...] Se van á poner aora
en capilla, y la execución de la pena se verificará [...] lo que participa con esta fecha
á los Excelentísimos Señores capitán general y jefe superior político, para que el
primero se sirva dar auxilio de tropa para estos actos, y el segundo dictar las

546
“Expediente supletorio formado en el juzgado de Hacienda de esta ciudad federal contra José
Almirante, y compañeros por robo hecho en la Casa de Moneda”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (19), Exp.
85, 1826.
547
“La pena de muerte, impuesta por hurtos calificados, robos, salteamientos en caminos ó en campo,
fuerzas y otros delitos semejantes ó mayores ó de otra cualquier calidad, debía conmutarse en la de servicio de
galeras, por más ó menos tiempo, no siendo menos de dos años, según las circunstancias de los hechos y de las
personas, con tal que los delitos no fuesen tan calificados y graves que conviniese á la republica ejecutar la
sentencia de muerte, y con tal que en ello no se hiciese perjuicio á las partes querellosas [...] Habiéndose
estinguido la escuadra de galeras, se mandó por pragmática de 12 de marzo de 1771, que los reos á quienes
correspondiese la pena de servir en ellas, fuesen destinados á los arsenales del Ferrol, Cádiz y Cartagena; de
tal suerte que la pena de arsenales quedó sustituida á la de galeras [...] No pudiendo pues imponerse en el día
esta pena, la sustituyen los tribunales, cuando ocurren delitos á que la prescribe la ley, con la de trabajos con
cadena en minas, presidio, arsenales ú obras públicas”. Joaquín ESCRICHE, “Galeras” en Diccionario razonado,
pp. 731-732.
548
“Al examinar las formas de ese control en el siglo XVIII, yo mismo he ido usando de manera
creciente la idea de “teatro”. Desde luego, en todas las sociedades el teatro es un componente esencial tanto
del control político como de la protesta e incluso de la rebelión. Los gobernantes representan el teatro de la
majestad, la superstición, el poder, la riqueza, la justicia sublime; los pobres representan su contrateatro
ocupando los escenarios de las calles para mercados y empleando el simbolismo del ridículo o la protesta”.
Edward Palmer THOMPSON, “Historia y Antropología”, p. 26.

174
providencias convenientes para el buen orden y tranquilidad del numeroso concurso
que asiste siempre á estas execuciones, y a Vuestra Excelencia lo comunico todo para
que sirva ponerlo en conocimiento del Supremo Poder Ejecutivo. Dios guarde a
Vuestra Excelencia muchos años. Mégico y junio 29 de 1823.549

Las condenas a muerte proferidas por el nuevo sistema de administración de justicia


en tres instancias no ensombrecieron la punición a través del trabajo en el tránsito del Estado
jurisdiccional al Estado de Derecho, pero puede suponerse que las justicias federales
tuvieron que mostrarse particularmente duras en lo relativo a las condenas, máxime si se
trataba de cimentar un nuevo orden social sobre bases de mayor autoridad. En este contexto,
Onofre Tobar fue condenado en 1825 a la pena de último suplicio por garrote550 a causa del
robo a la casa y tienda comercial propiedad de Doña Teresa Rodríguez en Chapultepec, pese
a que el juez de primera instancia le había condenado a diez años de presidio. La Corte
Suprema de Justicia sustento el agravamiento de la pena a causa de la violencia que Tobar,
como jefe de una asociación delictiva, ejerció sobre las criadas de la Sra. Rodríguez.551 En
una mezcla de castigos vindicadores y útiles, los demás socios fueron sentenciados a trabajos
penados:

En los autos y causa criminal que ante Nos pende y se ha seguido de oficio de la
justicia entre el fiscal de la Audiencia, y los procuradores Don Ygnacio Antonio
Salamanca, Don Ygnacio de la Campa Cos, y Don José Mariano de Urruchi, á
nombre de Onofre Tobar, Mariano Flores y Juan Antonio Campos, presos en la cárcel
pública de esta Corte, por el asalto, robo y otros exêsos, que efectuaron en la Casa de
Comercio de Doña Teresa Rodríguez; vistas las actuaciones del proceso, lo
expresado por los reos, lo alegado en su defensa: la sentencia que pronunció el juez
de letras Licenciado Don José Daza por la que condena á Tobar á diez años de
presidio en los Bajeles de Veracruz, y da por compurgada á Flores y Campos: lo
pedido por el fiscal, con lo demás que son los autos, se ha tenido presente y se

549
“Contra José María Salinas y Juan Nepomuceno Prado por robo en la capilla de La Merced”.
AGNM, Fondo Justicia, Tomo 43, Exp. 1, fols. 1-2, 1823.
550
“Cierto género de suplicio ó pena de muerte que se ejecuta sobre el tablado ahogando á los reos
con un instrumento de hierro aplicado á la garganta”. Joaquín ESCRICHE, “Garrote” en Diccionario razonado,
p. 732.
551
Sentencia que aplicó casi a rajatabla lo dispuesto por las Partidas: “Por razón de hurto no debe [el
juzgador] matar ni cortar ningún miembro. Excepto si [...] fueren ladrones que hubieran entrado por fuerza en
las casas o en los lugares de otro para robar con armas o sin armas”. Alfonso X de CASTILLA, Séptima Partida,
Título XIV, Ley XVIII, pp. 129-130. De haberse aplicado esta ley líteralmente, habrían sido ajusticiados todos
los cómplices de Tobar.

175
convino. Fallamos: que revocando como rebocamos la expresada sentencia del juez
de primera instancia, debíamos condenar y condenamos al referido Onofre Tobar á
la pena ordinaria del ultimo suplicio, para lo cual será sacado de la prición en que se
halla con soga de esparto al cuello, y grilletes al pie, al son de clarín y voz de
pregonero que manifieste sus delitos hasta llegar al lugar acostumbrado donde se le
dará garrote hasta que naturalmente muera; sin que persona alguna sea osada á
quitarle pena de la vida: así mismo debíamos condenar y condenamos á Mariano
Flores á ocho años de servicio en Vajeles, y en caso de no ser útil, á los trabajos
públicos por igual tiempo [...] y á Juan Antonio Campos, atendida su edad á seis años
de obras públicas [...] Y por esta nuestra sentencia definitivamente juzgando en grado
de vista, así lo pronunciamos mandamos y firmamos.552

Debido a “motivos de oportunidad política”,553 encubiertos con un toque de


humanitarismo ilustrado, “las Cortes Generales y Extraordinarias en el Decreto de 24 de
enero de 1812 abolieron la pena de horca sustituyéndola por la del garrote a los reos
condenados a muerte, esto con el fin de que el sufrimiento de los delincuentes no ofreciera
un espectáculo repugnante para los que observaban la ejecución”.554 Tras su restablecimiento
en España por allá en 1823, la horca fue nuevamente derogada por Real Cédula dada el 28
de abril de 1832 y firmada por Fernando VII, quien ordenó “que en adelante se ejecute en
garrote ordinario la que se imponga á personas del estado llano; en garrote vil la que castigue
los delitos infamantes sin distinción de clase, y que subsista según las leyes vigentes el
garrote noble para los que correspondan á la de hijosdalgo”,555 carácter estamental de la pena
que se reforzaba con la prescripción de que el cadáver permaneciere cuatro horas en el
patíbulo con el garrote puesto a la vista del público.556 Este tipo de “penalidad barroca”, sin
embargo, fue muy poco aplicado, al menos contra los ladrones, durante la Primera República
Federal en México.

552
“Toca á la causa de Onofre Tobar y socios por asalto y robo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 1 (12),
Exp. 19, 1825.
553
José María PUYOL MONTERO, “La abolición de la pena de horca en España”. Cuadernos de Historia
del Derecho 4 (1997), p. 91.
554
“Número 94. Decreto de 24 de enero de 1812.- Abolición de la pena de horca” en Manuel DUBLÁN
y José María LOZANO, Legislación mexicana, Tomo I, p. 348; Julio César PACHECO GONZÁLEZ, La
permanencia de la moral, p. 99.
555
Joaquín ESCRICHE, “Garrote” en Diccionario razonado, p. 732.
556
José María PUYOL MONTERO, “La abolición”, p. 120.

176
Lo que resulta particularmente llamativo es que la totalidad de las pocas condenas a
último suplicio (1.21 % del universo total) caídas en desuso a finales del Virreinato,
volvieron a aplicarse en una etapa “liberal”, al menos de iure. Según Alessandro
MONTEVERDE SÁNCHEZ, es igualmente llamativa la rigurosidad de las penas para el delito
de robo en el temprano republicanismo chileno, “pues la sanción y la pena implicaba en la
mayoría de los casos la sanción máxima, es decir, la pena de muerte, con lo cual queda en
evidencia que desde el comienzo de la vida republicana el Derecho penal es un Derecho de
clase”.557 Se antoja igualmente desconcertante la poca recepción efectiva de los principios
del Derecho penal ilustrado en torno al castigo, que propendían por la moderación de los
castigos físicos y la conservación de la integridad corporal de los imputados. En el caso
mexicano, es evidente que los legisladores de la Primera República Federal tenían pensado
dar continuidad a una praxis penal de índole espectacular y moralizante, imponiendo al
mismo tiempo ciertas limitaciones al consumo popular de tales misses in scene, por lo que
se puede hablar de una tensión entre tradición e innovación en torno a ciertas prácticas
punitivas.

Con relación a las ejecuciones y castigos como espectáculos públicos, en 1828 fue
proclamado un bando que “interesado vivamente en que las costumbres del pueblo mexicano
no desdigan de su carácter dulce y compasivo [...] y a fin de que la moral pública mejore de
día en día y de acto en acto”, prohibió asistir en coches y a caballo a los sitios donde fuesen
verificados “los espectáculos de justicia”, así como vender “frutas, aguas dulces, y toda clase
de viandas en estos sitios”. Como medida correctiva al intento de lucrarse con un espectáculo
penal, se recetaba “un mes de corrección en el hospicio de pobres ó en el servicio de los
enfermos de los hospitales”, penas muy similares a la que algunas veces se pedían para
quienes robaban objetos de muy pequeño valor.558 Estas disposiciones normativas en

557
Alessandro MONTEVERDE SÁNCHEZ, “La criminalidad en Chile durante el periodo indiano (siglos
XVI al XIX)”. Revista de Estudios Histórico-Jurídicos XXXII (2010), pp. 473-474.
558
“Decreto dado el 28 de marzo de 1828”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 2, Doc. 4; “Bando de 28 de marzo de 1828. Prevenciones de policía y buen órden
sobre concurrencias de gente y vendimias en los sitios de ejecución de justicia” en Basilio José ARRILLAGA,
Recopilación de leyes, decretos, bandos, reglamentos, circulares y providencias de los supremos poderes y

177
relación a la escenificación de los castigos introdujeron un matiz en el significado de las
prácticas punitivas con relación a las del Antiguo Régimen, pues evidenciaron un
desplazamiento desde la moralidad barroca, hacia otra de índole utilitaria, expresada en el
valor decreciente de ciertas modalidades penales consideradas cada vez menos necesarias:

Hacia fines del siglo XVIII, en Europa, mientras que en el siglo siguiente en América,
el Estado republicano intentará cambiar el significado público del acto. En la medida
en que la influencia de las ideas ilustradas se fueron imponiendo en los grupos
gobernantes, las formas del castigo judicial se modificaron. Esta sensibilidad implicó
el abandono de la carga de sacrificio que tenía el ajusticiamiento, pasando a primar,
como en otros ámbitos, el sentido de la utilidad. Se impuso un sistema que se veía a sí
mismo como secularizado y moralizante. Buscó evitar, en su política de castigos, una
escenificación pública que no aportaba más que muestras de barbarie a una población
considerada ignorante. También suprimió todo lo que significara grandes muestras de
dolor y sufrimiento físico del reo, que no añadían nada al castigo final y máximo de
su muerte. La pulcritud y el secreto, por tanto, vienen a reemplazar las escenas trágicas,
que provocaban una catarsis colectiva.559

LEYES, BANDOS Y REGLAMENTOS EN TORNO A LOS PRESIDIOS

Una definición polisémica y a la vez canónica del término “presidio” es la siguiente: “La
guarnición de soldados que se pone en las plazas, castillos y fortalezas para su guarda y
custodia: -la misma ciudad ó fortaleza que se puede guarnecer de soldados: -el castigo que
se impone a ciertos delincuentes de servir en algún presidio en los trabajos á que se les
destina; -y la misma plaza ó lugar destinado para dicho castigo”.560 De acuerdo con las leyes
emitidas hacia finales del siglo XVIII, los presidios eran lugares donde solían desempeñarse
militares dotados de salario y atribuciones específicas,561 aunque la mayoría de tales
individuos eran realmente milicianos-trabajadores.

otras autoridades de la República mexicana. Formada de orden del Supremo Gobierno. México: Imprenta de
J.M. Fernández de Lara, 1835-1838, Tomo I, pp. 59-60.
559
Claudia ARANCIBIA, José Tomás CORNEJO y Carolina GONZÁLEZ, “Hasta que naturalmente muera.
Ejecución pública en Chile colonial (1700-1810)”. Revista de Historia Social y de las Mentalidades 5 (2001),
pp. 177-178.
560
Joaquín ESCRICHE, “Presidio” en Diccionario razonado, p. 1374.
561
“Reglamento é instrucción para los presidios de la península de Californias, erección de nuevas
misiones, y fomento del pueblo y estensión de los establecimientos de Monterey”, en Basilio José ARRILLAGA,
Recopilación de leyes, Tomo I, pp. 121-135.

178
La utilización de milicianos-trabajadores, e incluso de blandengues, para labores
ajenas a lo castrense aparece como cotidiana, a pesar de encontrarse vedada por las
reglamentaciones que la ordenaban. En particular, la Real Declaración de 1767
especificaba que no se utilizaran las milicias si “no es para asuntos del servicio”,
prohibición que ya estaba presente en varias disposiciones reales, debido a que las
fábricas y fortificaciones eran propias del gremio pertinente. Únicamente en la
“Instrucción reservada” del conde de Floridablanca escrita para Carlos III en 1787 se
considera la utilidad disciplinaria del empleo de las tropas en los trabajos públicos.562

Por aquel entonces, sobre el virreinato novohispano se cernían peligros geopolíticos


de consideración, como la posibilidad de una invasión sobre los territorios de la frontera
norte, inmensos en extensión territorial pero apenas poblados por colonos españoles, o las
intrusiones de los corsarios patrocinados por las potencias rivales de la Corona española
sobre sus puertos del Caribe, lo que hizo que los gobernantes diseñaran modalidades de
defensa basadas en la fortificación y defensa de estos lugares estratégicos. En la búsqueda
de la maximización de recursos, se empezó a utilizar cada vez con más frecuencia la mano
de obra de los reos de cortos delitos, uno de cuyos ejemplos más representativos eran los
ladrones, convirtiendo a los presidios en lugares de vigilancia idóneos para reubicar a una
población flotante susceptible de ser adiestrada en una ética de trabajo novedosa, más que
en sitios aptos para el “conocimiento del sujeto” en un sentido foucaultiano.563

En el proemio a la Real Ordenanza para el gobierno de los presidios de los arsenales


de marina de 1804, documento de valor jurídico y económico-político, el monarca Carlos
IV destacó las políticas de su válido Manuel Godoy con respecto al uso de los presidiarios
como mano de obra útil y aprovechable:

Por quanto mi Generalísimo de mar y tierra, Príncipe de la Paz, dedicando siempre


sus infatigables desvelos á mi mejor Real servicio, me ha hecho presente, que baxo
el conocimiento de que el hombre, muchas veces inclinado al mal, olvidado de las
obligaciones á que le constituye la sociedad, y que le impone la ley, comete delitos
de tal naturaleza que exîge el bien público, que á más de castigarle, se le retrayga del
común comercio, para que no perturbe la general tranquilidad; y que debiendo al

562
Eduardo IRAOLA, “Que no es servicio del Rey. Milicias y trabajo en obras públicas. Buenos Aires
(1750-1800)”. Trashumante. Revista americana de Historia social 14 (2019), pp. 61-62.
563
Nicolás Alejandro GONZÁLEZ QUINTERO, “Se evita que de vagos pasen a delincuentes”, pp. 21 y
37.

179
mismo tiempo sacarse de tales individuos la posible utilidad, precaviendo también la
ociosidad, madre e inseparable compañera de todos los vicios; se establezca en los
Presidios de mis Reales Arsenales el siguiente sistema, en que conciliando no dejar
impune el delito, alejando así la depravación, se saquen ventajas de las faenas á que
se empleen los Presidiarios; y que cumplidas sus condenas resulten unos benéficos
artesanos, habiendo cambiado la naturaleza de sus costumbres y malas inclinaciones,
propendiendo ya á ser útiles ciudadanos: proporción que les facilitará aprender oficio,
y tener un fondo de caudal suficiente para establecerse; he venido en aprobar esta
Ordenanza, en que cortando los abusos introducidos hasta ahora, prescribe bien
premeditadas reglas para el fin propuesto.564

Con respecto a esta modalidad de presidio, los tribunales sólo podrían remitir a la
pena de arsenales de marina a aquellos reos de “delitos limpios”, es decir, aquellos que no
hubiesen cometido delitos de lesa majestad y no hubiesen vulnerado la vida de las personas
o a las autoridades políticas y religiosas. Por tanto, los condenados por atentar contra la
propiedad eran objeto recurrente de este castigo.

El arsenal en donde habría de servir cada uno de los penados sería una decisión
privativa del Director General de la Real Armada Española.565 Resulta interesante la
prohibición explícita de “depositar” en los arsenales a aquellos individuos condenados a otro
tipo de presidio.566 El subcomandante del arsenal era al mismo tiempo el “Gefe del Presidio”,
cuya principal tarea como oficial ilustrado sería la de “zelar el buen órden y el desempeño
de las obligaciones de los destinados á sus varios objetos”, lo que en el marco de tal proyecto
“resultará el grado de ventajas que me prometo producirán los Presidiarios para sí, y por
consiguiente para el Estado”; es decir, tendría una función moralizadora cuya última
finalidad habría de ser la utilidad de las labores desempeñadas.567 Es por ello que a los
presidiarios, les estaba prohibido taxativamente emplearse como criados o en cualquier otra

564
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios de los arsenales de marina”, Proemio, pp. 5-8,
1804.
565
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título I, Art. 1º, p. 9, 1804.
566
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título I, Art. 5º, p. 12, 1804.
567
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título I, Art. 6º, pp. 12-13, 1804.

180
actividad ajena a las labores del arsenal, “lo que se zelará por los superiores con inalterable
exactitud”.568

Esta modalidad de presidio en particular, puede ser catalogada sin temor a


equivocaciones como un antecedente de los modernos regímenes carcelarios. Los
presidiarios de nuevo ingreso debían someterse en primer lugar al rapado total de su cabeza,
remitidos al médico y al cirujano del presidio para evaluar su estado de salud, y a un lavado
con esponja hasta quedar plenamente limpios. A cada uno se les daría un vestuario completo
e instrucción cristiana al interior de la casa presidio durante los primeros veinte días de
condena, tras de lo cual saldrían a desempeñar las labores en el exterior. Cada cuadrilla de
presidiarios, compuesta por un número variable de 20 a 30 hombres, estaría numerada al
igual que cada uno de sus integrantes y encargada a los cabos del arsenal.

Al igual que en la sociedad estamental y corporativa de la que habían sido separados,


los presidiarios estarían divididos en tres clases: la 1ª y la 2ª serían “de peonage”, y la 3ª de
marineros y operarios. Todos los llegados harían parte de la 1ª clase hasta cumplir la tercera
parte de su condena, cumpliendo las dos terceras partes de ésta en la 2ª, de la cual se esperaba
sacar aprendices para los talleres y obradores entre aquellos reos de “buena disposición”,
reservando para la 3ª clase a quienes tuviesen aptitud como marineros y operarios, “si los
hubiere”.569 Lógicamente, no todos los presidiarios del arsenal devengarían dinero; sólo los
de 3ª clase ganarían, según su “grado de habilidad y actividad”, una gratificación de uno,
uno y medio, dos o tres reales. Los de éstas últimas dos categorías “podrán salir á pasear las
tardes de los días no laborables con sus correspondientes Cabos, y se podrán dexar crecer el
pelo y patillas; y solo estas los de uno y uno y medio”.570

Las clases también determinaban la calidad de las prisiones, pues aunque todas tenían
las mismas dimensiones, aquellos presidiarios puestos en calabozo o que estuviesen
castigados, habrían de llevar grillos. Los de la 1ª clase, la más ínfima, estarían “amarrados

568
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título I, Art. 21, p. 24, 1804.
569
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 5, p. 50, 1804.
570
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 18, pp. 57-58, 1804.

181
con cadena, apareados”, los de 2ª, “en ramal”, y los de 3ª tendrían “un grillete grueso” si
devengaban entre uno y uno y medio reales, y “un grillete delgado” si devengaban dos o tres
reales.571

Los trabajos internos de los presidiarios comprendían la limpieza de tránsitos, patios


y oficinas generales, el levantamiento de los tablados, el aseo diario de las cuadras y cada
miércoles el de los tablados donde dormían.572 Entre las cuadrillas internas, se designarían
lavadores, cuya labor sería lavar cada uno de los días de la semana las ropas de sus
compañeros, “y cada uno cuidará del enxugue de la que le pertenece á su quadrilla”. 573 En
los días de “gran intemperie”, los presidiarios serían aplicados a “hacer estopa ú otro trabajo
de los internos”.574

Las tareas externas de los presidiarios de 1ª y 2ª clase serían las propias de un arsenal
donde entrasen los buques de guerra susceptibles de reparación:

Se les empleará en toda faena de conducir efectos, remolcar, amarrar y desamarrar


buques, meterlos y sacarlos de los diques, lastrarlos, deslastrarlos, artillarlos,
desartillarlos, manejo de anclas, y para los objetos propios de peonage en las obras y
talleres, y á todo otro á que no siendo precisa inteligencia, sea necesaria la fuerza:
también se tripularán con ellos de día las embarcaciones menores para el tráfico
interior del Arsenal.575

Ciertas horas de trabajo en las faenas de conducción “y qualquiera otra”, eran


obligatorias para todo presidiario, pero dependerían de las fuerzas de cada hombre. Sin
embargo, a las faenas marineras únicamente serían destinados quienes en otro momento
hubiesen ejercido tal profesión, “á fin de que trabajen con conocimiento, y al mismo tiempo
vayan manifestando su idoneidad para la gratificación á que sean acreedores, quando
cumplan la primera parte de su condena, y entren en la 3ª clase”.576 La autoridad real estaba

571
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 7, p. 51, 1804.
572
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Arts. 8 y 9, pp. 51-52, 1804.
573
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 10, pp. 52-53, 1804.
574
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 21, pp. 59-60, 1804.
575
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 11, pp. 53-54, 1804.
576
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 14, p. 55, 1804.

182
particularmente interesada en aplicar al trabajo, además de los marineros, a artesanos como
los carpinteros y los calafates “empleando estos en el almacén de recorrida, y obrador de
velas, aparejar, desaparejar, etc.”.577 No obstante, cada uno de los reales ganados por los
presidiarios no se les pagaría hasta su liberación del arsenal; si bien estaban en libertad de
gastar hasta una cuarta parte de lo devengado cada mes en “prendas de ropa interior”, nunca
se les daría dinero. Así mismo, los de 3ª clase que hubiesen llegado al término de su condena
con buena nota, tendrían la opción de emplearse en los mismos oficios en el arsenal en
categoría de trabajador libre, “con el goce asignado á los de igual habilidad”.578

El no desempeñar adecuadamente sus funciones ni “adelanten en su aprendizage”,


aparejaría consecuencias para los presidiarios que ya estuvieren en la 2ª clase, siendo
restituidos a labores de peonaje, “como igualmente a los de la 3ª quando su floxedad ú otro
delinqüente motivo los haga inútiles en el destino de ella, ó se les dé por corrección
temporal”.579 La flojedad era una conducta intolerable en el marco de la vida del presidio, y
por ello, aunque el número de penados superase a los necesarios para algunas labores
cotidianas, cada uno de los presidiarios tenía la obligación de dedicarse a tareas que les
impidiesen la ociosidad, tales como el mantenimiento de terraplenes, el plantío de árboles y
otras “faenas de policía” carentes de gratificación, aún para los de 3ª clase. 580 El culmen de
una conducta idónea en la vida cotidiana de los presidiarios, lo constituía la asistencia a una
misa diaria, donde habrían de comulgar y escuchar la plática moralizante de un capellán;
además de rezar el rosario cada noche bajo la dirección de un cabo y orar cada mañana “en
alabanza del Criador, persignándose y diciendo el bendito por repetición del Cabo”.581

El último título de interés es el 7º, correspondiente a las penas que habrían de


aplicarse a los infractores de las normativas propias de esta Real Ordenanza. Aquí es donde
se puede entrever con suma claridad las inclinaciones iluministas del gobierno de Carlos IV,

577
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 15, p. 56, 1804.
578
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 20, p. 59, 1804.
579
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 16, p. 56, 1804.
580
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 22, p. 60, 1804.
581
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 4º, Art. 23, p. 61, 1804.

183
pues al menos en teoría, se parte de la premisa de que es mucho mejor la prevención de los
delitos que su punición: “Todo Gefe pondrá una constante particular atención para con
oportunidad precaver los delitos, ántes de la necesidad de ocurrir al castigo en que gime la
humanidad”.582 Cualquier delito que se cometiere, debía sustanciarse por escrito de idéntico
modo a como se hacía en los “Reales baxeles”, por lo que estaba prohibida bajo cualquier
circunstancia el empleo del tormento, “cuyo inhumano y dudosísimo recurso es solo
inventado para omitir el trabajo de prudentes diligencias, á pesar del conocimiento de que
con aquellos estímulos nunca puede deducirse la verdad”.583

Hasta allí llega el tono ilustrado de esta Real Ordenanza, pues el primero de los
delitos que se mencionan son los “exêcrables atentados contra la Divinidad de la sagrada
hostia”, sacrilegio que ameritaba nada más y nada menos que doscientos azotes prodigados
en el cañón de corrección. De llegar el presidiario a sobrevivir a este severo castigo barroco,
sería entregado al Tribunal de la Inquisición, “quien después de evacuadas todas sus
diligencias, lo devolverá al mismo Arsenal, cuyo Comandante General cuidará de reclamarlo
si denotase demora, y hará cumpla de nuevo el tiempo de su condena destinado en todo él á
la primera clase”.584 La fuga era un delito de menor entidad, merecedor de tan sólo cincuenta
azotes y una recarga adicional de una tercera parte del tiempo de condena restante en la 1ª
clase de peonaje: “Y si para la fuga hubiere hecho algún otro desórden, se le castigará á más
con la correspondiente á él”.585

Ahora bien, el pertenecer a la 2ª clase representaba estar exento de “castigos


corporales de cañón”, con la única excepción de la paliza (literalmente, golpes con palos),
sin especificar las características de esta modalidad de castigo. Los presidiarios de 3ª clase,

582
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 7º, Art. 1º, p. 77, 1804.
583
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 7º, Art. 3º, pp. 78-79, 1804.
584
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 7º, Art. 4º, pp. 79-80, 1804.
585
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 7º, Art. 5º, pp. 80-81, 1804.

184
por su parte, estarían libres de cualquiera de estas dos clases de castigos corporales “aunque
pasen á otra sea por tiempo limitado, para luego ser restituidos á aquella”.586

El tercer delito en cuestión era la violación o intento de violación de las prisiones.


Los presidiarios de la 3ª clase que fuesen hallados culpables, volverían “a la de peonage con
ramal”; los de 2ª, “a la de apareado con cadena” y los de 1ª recibirían cincuenta azotes, lo
cual quiere decir que en cuanto a la calidad de las prisiones, los de las dos primeras clases
descenderían un escalón y los de la última serían objeto de castigos corporales.587 Un cuarto
delito lo constituía el alboroto y la insubordinación, castigada con un número de azotes
variable para los de 1ª clase y de palos para los de 2ª, según “la entidad del caso”; los
presidiarios de 3ª, por su parte, serían castigados con días de peonaje “poniéndole las
prisiones correspondientes á esta clase”.588 Otras faltas de menor calado eran el extravío de
las prendas del vestuario y la compra o pérdida de éstas, castigadas por el “Gefe” en cuestión
“según corresponda á la entidad y circunstancias”.589

Dando un salto hasta la recién instaurada República, el Ministerio de Justicia y


Negocios Eclesiásticos recogió en 1824 una orden del “Supremo Poder Egecutivo”,
disponiendo que las Audiencias territoriales de México y Guadalajara enviasen a todos los
reos condenados a presidio “inmediatamente á Veracrúz”. Tal orden pretendía que “los reos
se apliquen á los buques de guerra en aquel puerto”,590 lo que significaba que la iniciativa de
enviar la totalidad de los presidiarios a San Juan de Ulúa se debía al temor que aún inspiraba
una posible invasión española, todavía latente en este periodo bisagra, y que de hecho
subsistió hasta la década de los treinta.591 Como se podrá apreciar en los años subsiguientes,
los reos condenados a presidio estarían discriminados de acuerdo a cuatro destinos
diferentes: Tejas, Veracruz, las Californias y Acapulco, si bien algunos estaban rotulados

586
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 7º, Art. 6º, p. 81, 1804.
587
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 7º, Art. 7º, p. 82, 1804.
588
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 7º, Art. 8º, p. 82, 1804.
589
“Real Ordenanza para el gobierno de los presidios”, Título 7º, Arts. 9º y 10º, p. 83, 1804.
590
AGNM, Fondo Justicia, Tomo 19, fol. 63 r., 1824.
591
“Decreto dado el 6 de abril de 1830 por el Excelentísimo Señor Vicepresidente de los Estados
Unidos Mexicanos”, AGNM, Fondo Justicia, Tomo 146, fols. 193 r. y 194 r., 1830.

185
como “a precidio sin decirse cual”. Las sentencias a trabajos en el presidio norteño de
Santiago, más o menos habituales durante el Virreinato, desaparecieron en la práctica.

Desde 1825, todos aquellos ladrones aprehendidos dentro del Distrito Federal por
cualquier autoridad civil o militar, fueron homologados a lo que la ley de 27 de septiembre
de 1823 denominó como “ladrones en cuadrilla”, siendo acreedores de las mismas penas
prescritas por las “leyes comunes”,592 es decir, las propias del viejo Derecho castellano-
indiano:

Los salteadores de camino [sic], los ladrones en despoblado y aun en poblado, siendo
en cuadrilla de cuatro o más, si fueren aprehendidos por la tropa del ejército
permanente ó de la milicia provincial ó local destinada expresamente á su
persecución por el gobierno, ó por los gefes militares comisionados al efecto por la
autoridad competente, serán juzgados militarmente en el Consejo de Guerra ordinario
prescrito en la ley 8ª, título 17, libro 12 de la Novísima Recopilación, cualesquiera
que sea su condición y clase.593

La idea del gobierno federal era que esta disposición tuviese vigencia sólo hasta que
fuesen promulgadas “las leyes que arreglen definitivamente [la] administración de
justicia”.594 En medio de esta vorágine legislativa, se prohibió que los condenados por
ladrones fuesen aplicados al servicio de las armas durante el tiempo de su condena,595
disposición que fue matizada poco después y en la práctica penal no se cumplió a rajatabla,
pues estaba implícita en la pena de presidio.596

En cuanto al uso de reos por robo para las armas, el 20 de mayo de 1826 [...] se
declaraba a los habitantes de la República que el Congreso General dictaba “que
ningún condenado por ladrón será aplicado al servicio de las armas durante el tiempo
de su condena”. Sin embargo, el enviar a los reos a las armas, respondía al momento

592
“Decreto dado el 04 de octubre de 1825”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 9.
593
“Número 364. Decreto de 27 de setiembre de 1823.- Que los reos de algunos delitos sean juzgados
militarmente. Reglas para abreviar el despacho de las causas de los mismos reos, cuano sean juzgados por la
jurisdicción ordinaria” en Manuel DUBLÁN y José María LOZANO, Legislación mexicana, Tomo I, p. 676.
594
“Decreto dado el 04 de octubre de 1825”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 9.
595
“Decreto dado el 31 de mayo de 1826”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 29.
596
Apéndice 1.

186
y a la necesidad del gobierno para su defensa, el ejemplo es el conflicto en Veracruz
en torno al castillo de San Juan de Ulúa que había concluido el año anterior, y en
donde efectivamente se utilizaron reos de las cárceles de la ciudad para que sirvieran
en las armas durante el enfrentamiento. De igual manera, en noviembre de 1833
durante la administración de Valentín Gómez Farías se volvió a decretar que todos
los reos que fueran sentenciados por los jueces de primera instancia del Distrito
Federal y demás tribunales por delitos leves, tales como obras públicas, servicio de
cárcel y otras penas correccionales, tenían que ser destinados al ejército si no tenían
algún impedimento que los hiciera inútiles para el servicio de las armas.597

Invocando preceptos humanitarios, como ahorrarle sufrimiento de los reos; morales,


como evitar la impunidad y dar satisfacción a la vindicta pública; y también utilitarios, como
satisfacer los cometidos del gobierno en un marco de escasez de brazos útiles para el
desempeño de las armas, el coronel, diputado y gobernador del Distrito Federal José María
Tornel y Mendivil tuvo a bien decretar lo siguiente:

Deseando por una parte aliviar las penalidades que un número considerable de
desgraciados sufren en las cárceles por la demora con que giran sus causas, y por la
escasez de ausilios para su subsistencia, y no queriendo por otra que los delitos
queden impunes con grave daño de la moral y de la vindicta pública; teniendo además
en consideración la necesidad que la pátria tiene de brazos útiles, y los servicios que
en las presentes circunstancias pueden prestarle aquellos desgraciados en defensa de
la independencia nacional; y usando de las facultades estraordinarias que se me han
concedido [...] Los jueces y tribunales pasarán al Supremo gobierno testimonios de
las condenas de los reos [...] con noticia de los impedimentos físicos que visiblemente
tuvieren, para que puedan destinarse por el mismo gobierno al servicio de las armas
en el ejército y marina, ó á las obras de fortificación, ó á las Californias, según estime
conveniente.598

Tal disposición fue confirmada apenas unos días después, destinando a los ladrones
definidos por la ya aludida ley de 27 de septiembre de 1823, a penas como las obras públicas,
los trabajos en fortificaciones, el servicio en los bajeles o en las Californias, salvo que se les

597
Julio César PACHECO GONZÁLEZ, La permanencia de la moral, pp. 123-124; “Número 1278.
Noviembre 2 de 1833.- Circular de la Secretaría de Justicia.- Reos que han de destinarse al ejército” en Manuel
DUBLÁN y José María LOZANO, Legislación mexicana, Tomo II, pp. 578-579.
598
“Decreto dado el 3 de setiembre de 1829”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 3, Doc. 37.

187
considerase impedidos físicamente para desempeñarse en tales labores.599 Nótese que servir
en las Californias o en los bajeles veracruzanos significaba una condena de presidio, y por
ende trabajos penados en calidad de soldados-artesanos.

Luego de los desgraciados incidentes de 1825 en el puerto jarocho, el gobierno


destinó para el año siguiente una partida de 500.000 pesos con el fin de reparar el castillo de
San Juan de Ulúa, las fortificaciones de Veracruz y Campeche y la fortificación de la barra
de Tampico.600 Poco después se dispuso la respectiva fortificación y puesta “en estado de
defensa” de la barra de Goazacoalco [sic: Coatzacoalcos], ordenando la formación de una
población y un presidio “en el punto más conveniente pidiendo ó comprando el terreno á los
Estados respectivos” para la eventual construcción de un camino hacía ese puerto.601 Sólo
hasta 1828 fue aprobada finalmente la partida de 590.951 pesos con 3 reales para la
“recomposición del castillo de Ulúa”,602 sin mencionar las otras fortificaciones dañadas tras
la guerra de Independencia, situación explicable a partir del déficit fiscal de la incipiente
República Federal.

El temor a una invasión extranjera era sin embargo más fuerte que las precauciones
financieras. En mayo de 1828 se resolvió que el presidio de Perote fuese trasladado al pueblo
de Misantla “con el objeto de que los destinados a él, trabajen en las fortificaciones de los
pueblos de la costa más espuestos al desembarque de los enemigos”.603 En los expedientes
criminales consultados para esta investigación, no se registra una sola sentencia a trabajos

599
“Decreto dado el 11 de setiembre de 1829”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 3, Doc. 46.
600
“Decreto dado el 31 de mayo de 1826”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 30.
601
“Decreto dado el 7 de junio de 1826”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 35.
602
“Decreto dado el 18 de marzo de 1828”. AHDF, Fondo Gobierno del Distrito Federal, Sección
Secretaría de Gobierno, Caja 1, Doc. 96.
603
“Día 28 de mayo de 1828. Providencia de la secretaría de guerra comunicada á la de justicia. Que
el presidio de Perote se traslade al pueblo de Misantla” en Basilio José ARRILLAGA, Recopilación de leyes,
Tomo I, pp. 196-197; “Día 2 de junio de 1828. Providencia de la secretaría de guerra comunicada á la de
justicia. Que se remitan en derechura á Misantla los reos destinados á la fortificación de la costa de Barlovento”
en Basilio José ARRILLAGA, Recopilación de leyes, Tomo I, p. 199.

188
en el presidio de Misantla, por lo que todo indica que la erección de tal establecimiento
militar se quedó en un mero proyecto.

Ese mismo año, la Secretaría de Justicia dispuso que en los presidios nacionales no
debía admitirse a ningún reo que no llevase su respectiva condena, es decir, que no hubiese
sido sentenciado previo a su envío.604 Esta era una contraprestación a otra circular de 27 de
octubre de 1827 que dejó a disposición de los Estados la facultad de decidir cuándo y en qué
condiciones podían enviar a presidio a sus reos “sin esperar á que sean conducidos en cuerdas
á disposición del Supremo gobierno”. Es decir, sólo una vez que estuviesen condenados, los
reos podían ser despachados directamente al lugar donde habrían de cumplir la sentencia de
presidio, en caso de que “su destino [...] esté inmediato al mismo estado, y á la residencia de
sus parientes, ó se les proporcione coducto [sic: conducto] seguro para evitar que sean
molestados con la detención y duplicación del camino, si hubieran de ser conducidos hasta
los puntos de escala de las cuerdas”.605

El hacinamiento carcelario en el Distrito Federal provocó que unos meses después


las justicias fuesen impelidas a asignarle un destino concreto a cada uno de los reos
previamente condenados a la pena de presidio:

Instruido al Excelentísimo Señor Presidente por esposición del gobierno del distrito
federal de que algunos reos sentenciados á presidio por los tribunales de los estados
sufren una detención indebida en la cárcel de esta ciudad por no espresar sus
condenas el lugar en que hayan de estinguir aquella pena, ha tenido á bien resolver
se diga á Vuestra Excelencia, como tengo el honor de hacerlo, que disponga que por
la autoridad á que corresponda se determine lo que se estime conveniente, para
remover el embarazo que se pulsa en designar el presidio á que deben ser remitidos

604
Ya desde mediados del siglo XVIII, se había dispuesto lo siguiente: “Que á los Reos que se
condenaren á qualquiera de los Presidios, se les corra el tiempo de su condena desde el día de la pronunciación
de sus Sentencias, como ha sido práctica”. “XXXII - Auto Acordado de 11 de enero de 1752” en Eusebio
VENTURA BELEÑA y María del Refugio GONZÁLEZ, Recopilación sumaria, Tomo I, p. 63.
605
“Día 23 de abril de 1828. Circular de la secretaría de justicia. Que en los presidios no se admita á
ningún reo que no lleve su respectiva condena, y que en los casos que señala se remita un duplicado de ella al
gobierno de la unión”; “Día 27 de octubre de 1827. Circular de la secretaría de justicia. En qué casos y bajo
qué condiciones pueden los Estados enviar directamente á presidios á sus reos sin esperar á que sean
conducidos en cuerdas á disposición del supremo gobierno” en Basilio José ARRILLAGA, Recopilación de leyes,
Tomo I, pp. 91-92.

189
los reos, cuyas condenas no lo determinan, y la detención de ellos en la citada
cárcel.606

Lo anterior revela la preocupación del gobierno por el sobrecupo en las cárceles


capitalinas, pero también por las posibles fugas masivas de presidiarios mientras eran
conducidos a su destino punitivo o cuando ya estaban trabajando en él. En 1830, el secretario
de guerra hizo una propuesta a la Cámara de Diputados en el tenor siguiente:

Teniendo noticia el supremo gobierno de que los comandantes que conducen cuerdas
no lo hacen con la eficacia y cuidado que es debido, de donde resulta que los reos se
fugan á su arbitrio sin que se pueda saber en quién ha consistido esa falta, el
Excelentísimo Señor Vice-presidente me manda [...] que al entregar dichas cuerdas
se hagan también unas medias filiaciones de los individuos de que se componen; para
que entregándose de un punto á otro se sepa en quién ha habido falta y se castigue
con arreglo á la ordenanza del ejército, de tal modo que si el último que entregue la
cuerda no justifica que la falta que la falta que ha habido no ha dependido de él, será
responsable y sufrirá la pena que merezca, en el concepto de que las expresadas
medias filiaciones las deberán formar los jueces ó tribunales competentes que hayan
terminado las causas y entregado á sus respectivos gobernadores para que éstos las
inserten en las condenas y que puedan llegar á manos de los comandantes de los
puntos donde deban salir las cuerdas, para que éstos lo hagan al entregado de su
custodia y lleguen con la seguridad y órden debido.607

Circulares como la anterior estaban pensadas para trasladar presidiarios hacia lugares
muy distantes como Galveston (Tejas), paraje susceptible de servir como anclaje colonizador
ante la arremetida de los ciudadanos del norte. En un decreto dado el 6 de junio de 1832, la
comisión permanente del Honorable Congreso del Estado de Jalisco “unida con los
ciudadanos diputados ecsistentes en esta capital” dispuso que “todos los individuos de ambos
secsos que sean indiciados de ladrones ó receptadores de ellos, serán destinados para
pobladores del departamento de Tejas”.608

606
“Día 26 de agosto de 1828. Circular de la secretaría de justicia á los gobernadores de los estados.
Que en las condenas de los reos sentenciados á presidio se esprese á cuál se han de enviar” en Basilio José
ARRILLAGA, Recopilación de leyes, Tomo I, pp. 235-236.
607
“Número 850. Julio 12 de 1830.- Circular de la Secretaría de Guerra.- Sobre conducción de cuerdas
de reos condenados á presidio” en Manuel DUBLÁN y José María LOZANO, Legislación mexicana, Tomo II, p.
275.
608
AGNM, Fondo Justicia, Tomo 146, s.f., 1832.

190
Los presidiarios en cuestión tenían la posibilidad de ir rumbo a su destino punitivo
acompañados de sus familias, tal como fue dispuesto por los legisladores federales en el
artículo 5º de la ley de 6 de abril de 1831, y cuyo reglamento fue dado a conocer mediante
una circular de la Secretaría de Justicia el 3 de mayo de 1833, si bien el plan ya había sido
formulado al menos desde 1830 por la Primera Secretaría de Estado, Departamento de
Interior, en una circular refrendada por Anastasio Bustamante y Lucas Alamán. En ésta, el
gobierno autorizaba a favor de la Federación, la compra de terrenos “oportunos y
suficientes” en los Estados fronterizos:

Para establecer colonias de mexicanos y de otras naciones que arreglen con las
colonias establecidas ya, lo que crean conveniente para la seguridad de la República;
que vigilen á la entrada de nuevos colonos del esacto cumplimiento de las contratas,
y que ecsaminen hasta qué punto se han cumplido las ya celebradas [...] El ejecutivo
podrá tomar los terrenos que considere á propósito para fortificaciones ó arsenales y
para las nuevas colonias, indemnizando á los Estados su valor por cuenta de sus
adeudos á la federación [...] De los presidiarios destinados á Veracruz y otros puntos,
podrá el gobierno hacer conducir á las colonias que establezca los que creyere útiles,
costeando el viage de las familias que quisieren ir con ellos.609

Como es posible apreciar, poco se disimulaba la importancia de los familiares, en


especial de las mujeres, para que la colonización de tan agrestes lugares, ya muy amenazados
por el expansionismo estadounidense, tuviese un verdadero éxito. Mujeres, padres e hijos
emancipados (mayores de 15 años de edad) serían considerados como familiares de los reos
destinados a la colonización texana, y por tanto merecedores de que se les costeara el viaje
y de ser mantenidos por el Estado durante todo un año “dándoseles tierras y demás útiles de
labor”.610

609
“Decreto dado el 6 de abril de 1830 por el Excelentísimo Señor Vicepresidente de los Estados
Unidos Mexicanos”. AGNM, Fondo Justicia, Tomo 146, fol. 293 r., 1830.
610
“Día 3 de mayo de 1833. Circular de la secretaria de justicia. Reglamento para el viage y
habilitación de las familias de los presidiarios destinados á Tejas que quieran acompañarlos, conforme al
artículo 5º de la ley de 6 de abril de 1831”, Arts. 1º y 2º en Basilio José ARRILLAGA, Recopilación de leyes,
Tomo VI; “Sobre destinar a la colonización de Tejas los reos sentenciados que existen en la Cárcel de la
Ciudad, y habilitar a sus familias que quieran seguirlos”. AGNM, Fondo Justicia, Tomo 146, fol. 285 r., 1833.

191
En aras de facilitar en alguna medida el penoso viaje, a cada familia se le habilitaría
con un burrito aparejado y diez reales por una sola vez. Durante el tiempo que durare la
marcha hacia el noreste mexicano, y teniendo en cuenta los muy posibles retrasos que de
seguro se presentarían, a cada una de las personas integrantes de la familia se les socorrería
con dos reales diarios, y a los hijos lactantes con un real.611

Para competir contra la arremetida colonizadora del país vecino de manera más o
menos realista, a cada familia “se les asegurará además de las tierras que previenen las leyes
de colonización, así de la federación como del Estado de Coahuila y Tejas, un solar”. Esta
bonificación adicional ofrecida a las familias de los presidiarios serviría como terreno para
asentar la vivienda costeada por la Nación, una casa cuyo valor en ningún caso podía ser
inferior a sesenta pesos, ni superior a cien. Si los condenados preferían construir una
vivienda con sus propias manos, se les entregarían las mencionadas cantidades para
emprender la obra “bajo la inspección del gefe ó comisionado de la Colonia”.612

Un último beneficio material por parte del gobierno consistiría en un equipamiento


de herramientas agrícolas, dotado de todo lo necesario para cultivar con éxito diversos
alimentos: dos arados con sus respectivas rejas, dos azadones, dos palas de hierro, dos
hachas, una azuela, un escoplo, un machete y una barra, todo ello por una única vez.
Además, en un alarde de generosidad, la Federación otorgaría cuatro reales durante el lapso
de un año desde el momento en que los integrantes de la familia se hubiesen organizado para
la producción agrícola.613

611
“Reglamento para el viaje y habilitación de las familias de los presidiarios”, Art. 3º en Basilio José
ARRILLAGA, Recopilación de leyes, Tomo VI; “Sobre destinar a la colonización de Tejas los reos sentenciados
que existen en la Cárcel de la Ciudad, y habilitar a sus familias que quieran seguirlos”. AGNM, Fondo Justicia,
Tomo 146, fol. 285 r., 1833.
612
“Reglamento para el viaje y habilitación de las familias de los presidiarios”, Art. 4º en Basilio José
ARRILLAGA, Recopilación de leyes, Tomo VI; “Sobre destinar a la colonización de Tejas los reos sentenciados
que existen en la Cárcel de la Ciudad, y habilitar a sus familias que quieran seguirlos”. AGNM, Fondo Justicia,
Tomo 146, fol. 285 r. y v., 1833.
613
“Reglamento para el viaje y habilitación de las familias de los presidiarios”, Art. 5º en Basilio José
ARRILLAGA, Recopilación de leyes, Tomo VI; “Sobre destinar a la colonización de Tejas los reos sentenciados
que existen en la Cárcel de la Ciudad, y habilitar a sus familias que quieran seguirlos”. AGNM, Fondo Justicia,
Tomo 146, fol. 285 v., 1833.

192
Pero para ser acreedores de tales beneficios, ningún integrante de tales familias
podría haberse demorado voluntariamente en el camino, y deberían haber mantenido la unión
con la caravana itinerante de presidiarios. La única justificación que podía ameritar un
retardo en la marcha sería una “enfermedad grave calificada por facultativo, y con
aprobación del comandante de la cuerda”. Una vez en la colonia agrícola, se prohibía
tajantemente que regresaran a sus lugares de origen antes de haberse cumplido dos años, y
en cualquier caso sólo podrían hacerlo con la tácita aprobación del gobierno. De lo contrario,
las familias perderían su condición de colonizadoras junto a los derechos previamente
adquiridos y se verían obligados a resarcir a la Nación mexicana por los daños y perjuicios
ocasionados.614

En aras de mantener dentro de la colonia la disciplina y el respeto por las leyes, “los
gefes y comisionados de las colonias” entregarían informes al Supremo Gobierno sobre la
conducta de cada una de las familias cada seis meses. De resultar “favorables y
satisfactorios” tales informes, el gobierno “iniciará y agitará” ante el Congreso General de
la Federación el pedimento de indulto total o parcial de la pena asignada a tales presidiarios
“según el mérito de su conducta y las de sus familias”. Si una vez cumplida la condena o
habiendo obtenido el indulto los presidiarios quisieren permanecer en la colonia, serían
reconocidos formalmente como colonos, gozando de los mismos “derechos y goces” de
cualquier familia colonizadora en regla.615

El 22 de abril de 1833, el gobernador del Distrito Federal se apresuró a remitir una


lista de los reos que estaban en disposición de marchar al presidio tejano, contabilizando
sesenta de ellos, los que pasaron a ser ochenta y uno un par de días después. La primera

614
“Reglamento para el viaje y habilitación de las familias de los presidiarios”, Arts. 6º, 7º y 8º en
Basilio José ARRILLAGA, Recopilación de leyes, Tomo VI; “Sobre destinar a la colonización de Tejas los reos
sentenciados que existen en la Cárcel de la Ciudad, y habilitar a sus familias que quieran seguirlos”. AGNM,
Fondo Justicia, Tomo 146, fol. 285 v.-286 r., 1833.
615
“Reglamento para el viaje y habilitación de las familias de los presidiarios”, Arts. 9º, 10 y 11 en
Basilio José ARRILLAGA, Recopilación de leyes, Tomo VI; “Sobre destinar a la colonización de Tejas los reos
sentenciados que existen en la Cárcel de la Ciudad, y habilitar a sus familias que quieran seguirlos”. AGNM,
Fondo Justicia, Tomo 146, fol. 286 r. y v., 1833.

193
dificultad presentada, fue que de todos aquellos presidiarios, apenas 3 deseaban que sus
mujeres les acompañasen, y las autoridades habían dispuesto que para la salida de una cuerda
hacia Galveston, era necesario que estuviera compuesta por un mayor número de familias.616

En vista de que el primer régimen federal mexicano llegó a su fin en 1835, resulta
comprensible que la intentona de colonización texana bajo la modalidad que tan
meticulosamente prescribía este reglamento, nunca se consolidase en la práctica. Es más, tal
iniciativa era una tentativa desesperada de último recurso ante el sentimiento de la pérdida
irremediable de Tejas, entidad que ya en 1836 se separaría del Estado mexicano para ser
absorbida unos años después por los Estados Unidos de América.

PRINCIPALES PRESIDIOS Y SU DISTANCIA DESDE LA CIUDAD DE MÉXICO617

616
AGNM, Fondo Justicia, Tomo 146, fol. 287 r., 1833.
617
Créditos: Omar VALENZUELA.

194
LAS SENTENCIAS A TRABAJOS EN LOS PRESIDIOS

Los presidios mejor estudiados por la historiografía han sido aquellos de carácter marítimo,
caso de las fortalezas de San Juan de Ulúa en Veracruz y San Diego en Acapulco, a donde
fueron destinados la mayor parte de los ladrones capitalinos presentes en esta investigación.
Otros del mismo tipo en el Caribe hispánico fueron los de San Francisco de Campeche,

195
Pensacola en el actual Estado de Florida, Cartagena de Indias, El Morro en La Habana y San
Juan de Puerto Rico, pero también hubo presidios en fronteras o puntos estratégicos de la
Nueva España, como la Alta California y Coahuila - Tejas.

En todo lugar que tuviese la condición de presidio era altamente probable que “sus
autoridades militares contaran con un significativo contingente de presos destinados a
trabajos forzados”,618 pues los presidios solían ser al mismo tiempo guarnición militar y
cárcel. Tal como se pudo apreciar en el acápite anterior, el término presidio tenía un carácter
polisémico: “Guarnición de soldados que se pone en las plazas, castillos y fortalezas para su
guardia y custodia” y “plaza o lugar destinado para castigo de los delincuentes condenados
a trabajos forzosos”.619 Los individuos destinados a presidio cumplían, efectivamente,
labores variopintas que iban desde la construcción de caminos y fortificaciones, hasta el
mantenimiento de los bajeles o navíos.620

Después de la pena de último suplicio, la de presidio era la más gravosa de las


sentencias proferidas contra un ladrón, considerada en consecuencia “pena severa” por
algunos autores.621 Ciertamente, los presidios no eran destinos apetecidos ni buscados por
trabajadores libres, en vista de los peligros que amenazaban la existencia humana en parajes
tan hostiles. Ante la evidente escasez de voluntarios para tan duras labores, el presidio se
vinculó plenamente con la categoría de trabajadores penados.

La pena de presidio era particularmente temida por las grandes distancias que debían
recorrer, el riesgo que implicaba todo servicio militar, los climas frecuentemente
insalubres donde debía prestarse, y la casi imposibilidad práctica de retornar al lugar
de origen. Aproximadamente, uno de cada ocho encausados recibía esta sentencia.
En principio no se enviaba a los indios a presidio porque no se les consideraba aptos
para el servicio de las armas, pero hubo alguna excepción. Los reos solían apelar esta
condena alegando mala salud, con la esperanza que se les conmutara por servicio en

618
Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “Trabajadores, jornales, carestía”, p. 554.
619
Andrés DEL CASTILLO, “Acapulco, presidio de infidentes (1810-1821)” en La Independencia en el
sur de México, coord. Ana Carolina IBARRA. México: Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto
de Investigaciones Históricas- Fideicomiso Felipe Teixidor y Monserrat Alfau de Teixidor, 2017, p. 159.
620
Graciela FLORES FLORES, “Del pluralismo punitivo”, pp. 201-202; Marco Antonio LEÓN LEÓN,
“De la compulsión a la educación”, p. 176.
621
Graciela FLORES FLORES, “Del pluralismo punitivo”, p. 201.

196
obras públicas o, mejor aún, en hospitales. Los lugares preferidos para cumplir estas
condenas fueron variando de acuerdo con las preocupaciones defensivas de los
virreyes. En fechas tempranas era Campeche, a mediados de siglo XVIII se puso de
moda Pensacola y hacia fines de siglo los favoritos fueron La Habana, San Juan de
Ulúa y en alguna ocasión, el lejano Puerto Rico. Se especificaba a veces que el
servicio militar sería a ración y sin sueldo, o bien “con plaza de gastador”, esto es,
dedicado a obras como la construcción de fortificaciones. Los oficiales del ejército
borbónico, con el tiempo y la experiencia, llegaron a considerar indeseable recibir
soldados con antecedentes criminales “perniciosos”, y alegaban que había delitos que
eran incompatibles con el servicio de las armas. Por otro lado tampoco tenían
demasiadas opciones de reclutamiento.622

Salvo algunas excepciones, los criminales novohispanos eran enviados a presidios


situados dentro de los límites del Virreinato. Desde 1784 se había suspendido la remisión de
presidiarios a las Filipinas,623 pero luego de 1808 el archipiélago volvió a ser destino para
los condenados por infidencia y otros delitos considerados graves.624 Según MARTÍNEZ
MELÉNDEZ, para entender el presidio novohispano se debe contemplar por una parte, su
carácter evangelizador primigenio, y por otra su posterior evolución en puestos militares
delimitadores de fronteras terrestres y marítimas, circunstancia que explica que “en el caso
del presidio, el criminal se veía obligado a reforzar las filas de las milicias, como una de sus
actividades principales”.625 En el periodo que enmarca el objeto de estudio de esta
investigación, el presidio se convirtió en una institución donde lo castrense y lo punitivo se
tornó en algo indisociable, y donde se conjuntaron los principios de moralidad y utilidad:
“la utilización del trabajo forzado de “ociosos”, “vagabundos” e incluso de “presos” no solo
debe vincularse a estrategias de aprovechamiento de la mano de obra, sino a una estrategia
de disciplinamiento social”. 626

622
Felipe CASTRO GUTIÉRREZ, Historia social de la Real Casa de Moneda de México. México:
Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Históricas, 2012, pp. 209-210.
623
“Que se suspenda la remisión y envió á Filipinas de Reos sentenciados á pena de Presidios, y se
destinen en los que hay en este Reyno donde puedan purgar sus delitos”. “DCLXIV – “Real Orden de 5 de
mayo de 1784” en Eusebio VENTURA BELEÑA y María del Refugio GONZÁLEZ, Recopilación sumaria, Tomo
I, p. 308.
624
Andrés DEL CASTILLO, “Acapulco, presidio de infidentes”, pp. 164-166.
625
Lilia Paola MARTÍNEZ MELÉNDEZ, Destierro, presidio y trabajo forzado, p. 87.
626
Eduardo IRAOLA, “Que no es servicio del Rey”, p. 66.

197
La Real Ordenanza de 1804 que me he permitido citar in extenso es de suponerse
albergaba un carácter genérico, extensible tanto a la península como a los virreinatos
americanos, en la medida que los arsenales de marina fueron estableciéndose paulatinamente
en distintos puertos de la Monarquía. Esto lo ha demostrado Sergio Paolo SOLANO DE LAS
AGUAS para el caso de Cartagena, actual Colombia, puerto cuyo apostadero-arsenal de
marina y artillería a comienzos del siglo XIX contaba con más trabajadores en calidad de
presidiarios que libres o esclavos del Rey.627 Dicha tendencia ha sido constatada por otros
autores basados en las cifras aportadas por Juan MARCHENA FERNÁNDEZ para el caso de las
fortificaciones cartageneras, aunque para el caso novohispano era todavía más absoluta,
puesto que “en los registros globales de trabajadores dentro de las obras no se puede percibir
la presencia de esclavos” y sí un importante número de trabajadores penados.628 De hecho,
hoy sabemos que una significativa parte de los trabajadores penados enviados a Cartagena
provenían del interior del Nuevo Reino, siendo contingentes de individuos nada habituados
a los rigores propios de un clima costero, bastante disímil al imperante en los Andes centrales
de la actual Colombia:

Las fábricas de Cartagena fueron empleadas como mecanismo de terror entre la


población. Su elemento central era el rigor del clima, que contrastaba con el
“temperamento frío” de los pueblos andinos. A esto se agregaba la distancia [...] El
envío de un prisionero de una ciudad a otra, dependía en buena medida del carácter
de los trabajos que en esos lugares se adelantaban y de las exigencias de mano de
obra [...] El destino de los prisioneros estaba sujeto también al monto y el manejo de
los dineros oficiales. Las sentencias se convertían así en un problema económico. No
en vano los defensores argumentaban que lo mejor era dejar en libertad a los
acusados, para que de ese modo se emplearan en las labranzas y pudieran así
cumplirle al rey con el pago de los tributos. Las autoridades le daban solución a esto,
haciendo que los prisioneros produjeran riqueza para la corona. El empleo masivo de
su mano de obra reducía los costos.629

627
Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “El precio de la República”, p. 5; Sergio Paolo SOLANO DE
LAS AGUAS, “Del “pleno empleo” a la crisis”, pp. 8-9; Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “Trabajadores,
jornales, carestía”, p. 555; Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “El costo social de la República”, p. 254.
628
Lilia Paola MARTÍNEZ MELÉNDEZ, Destierro, presidio y trabajo forzado, pp. 104-106.
629
Guillermo SOSA ABELLA, Labradores, tejedores y ladrones, p. 49.

198
En el caso de Nueva España – México, resulta notable la frecuencia en que la pena
de ciertos años de presidio en la “fortaleza de Perote y obras del camino de Veracruz” fue
recetada para una gama de delitos bastante disímiles, como el robo y el homicidio. Tal
castigo puede contemplarse, en consecuencia, como una más de las múltiples maneras de
hacer productiva y aprovechable la mano de obra penada en el Virreinato.630 Tras
argumentos de aparente apelación a un sentido ético de justicia afincado en la costumbre, se
escondían motivaciones de evidente orden utilitario que no por ello dejaban de apelar a cierto
sentido del bien común, consistente en dejar un contraejemplo disuasorio a todos aquellos
que pensaran dedicarse al delito, así como convertir al reo en una fuente de mano de obra
aprovechable para beneficio de los vecinos y de la Corona o la República, según la
coyuntura.

Discriminadas por su duración, las condenas a cuatro años de presidio, con un


25.2 %, fueron las más habituales de este tipo, siendo el 69.2 % de ellas dictadas entre 1810
y 1814. A partir de la tabla anterior, no obstante, puede verse que las sentencias que
fluctuaron entre los seis y los diez años, contempladas en conjunto representan el 45.6 % del
total de las mismas, mostrando en todos los casos una distribución más uniforme a lo largo
de los cinco quinquenios, sin mayores variaciones. La mayor de las sentencias a presidio,
con una duración temporal de diez años, que frecuentemente era producto de la conmutación
de una sentencia previa de último suplicio,631 en el caso de los ladrones fue administrada
como castigo para robos revestidos de gravedad notoria, como los cometidos con agravante
de deserción, los robos sacrílegos y los robos en cuadrilla.

La casi nula representatividad de la pena de presidio durante el quinquenio 1815-


1819 puede que obedezca a la poca cantidad de expedientes encontrados, pues de 32 posibles
sentencias apenas se conocen 18, siendo tan sólo 2 de ellas correspondientes a presidio. Por
otra parte, las sentencias de presidio inferiores ya no a seis meses sino incluso a un año, que
podrían considerarse como “moderadas”, no gozan de representación en los últimos cuatro

630
Teresa LOZANO ARMENDARES, La criminalidad en la Ciudad, pp. 68-71.
631
Graciela FLORES FLORES, “La ciudad judicial y la ciudad criminal”, p. 60.

199
quinquenios de esta muestra, conformada sólo por sentencias de segunda y tercera instancias
proferidas por la Corte Suprema, ratificando que tales penas sólo eran impuestas por jueces
de primera instancia, como expresa Graciela FLORES FLORES.632

TABLA 8: DURACIÓN DE LAS SENTENCIAS A PRESIDIO POR QUINQUENIOS, 1800-1835


Quinquenio / 1800- 1805- 1810- 1815- 1820- 1825- 1830-
Total
Duración 1804 1809 1814 1819 1824 1829 1834
1 mes - - 5 - - - - 5
3 meses - - 1 - - - - 1
6 meses - - 3 - - - - 3
1 año - - 1 - - - - 1
2 años - 1 2 - - 2 - 5
3 años - - 2 - - 2 2 6
4 años - 2 18 - 1 4 1 26
5 años - - - - 1 6 - 7
6 años 2 - 2 - 1 7 3 15
8 años 2 - 9 - 1 4 2 18
10 años - - 2 2 2 7 1 14
N.E. - - 1 - 1 - - 2
TOTAL 4 3 46 2 7 32 9 103
Fuente: AGNM, Fondo Criminal, Fondo Justicia y Fondo TSJDF.

Lo primero que salta a la vista al analizar cualitativamente las sentencias


administradas, es que las penas a un mes de presidio fueron dictadas en su totalidad contra
mujeres, quienes por su naturaleza fueron destinadas invariablemente a servir en las cocinas
del presidio de Santiago. Este es un dato no menor, pues demuestra que una variante tan
benigna de la pena de presidio sólo era posible cuando se condenaba a una súbdita por su
participación indirecta en el delito de robo. Tal fue la suerte de las indias María Dolores
Ramírez y María Guadalupe Espino, ambas amasias del ladrón ganzuero José Antonio
Cervantes, así como la de María Guadalupe Rivera, india ladina que también convivía en
calidad de amasiato con el socio de Cervantes, el tejedor Pánfilo López. Según lo dispuesto
por las justicias, las tres mujeres serían enviadas a una casa de honra una vez terminadas sus
labores como cocineras en tal presidio.633 Idéntica sentencia en todos sus términos recibió la
india Polonia Delgadillo, por su complicidad en el robo de un pañuelo propiedad de Don

632
Graciela FLORES FLORES, “Del pluralismo punitivo”, p. 206.
633
“Contra José Antonio Servantes, Pedro José Cortez, Pánfilo López, María Dolores Ramíres, María
Guadalupe Espino, y Guadalupe Rivera por rovo, y por yncontinencia”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fol.
52 v., 1811.

200
Juan María Soria.634

También al presidio de Santiago, pero ya durante tres meses, fue destinado el albañil
y ladrón ganzuero Carlos González o José María Carlos, mejor conocido como José María
Falcón, a causa del robo a la vinatería de Don Gabriel Piña situada en el callejón del Toro,
aunque el doble de la misma pena fue dictada contra su amigo Mariano Fragoso, al igual que
una tanda duplicada de azotes a manera de corrección, por su papel como instigador del
robo.635 Así mismo, seis meses fueron las penas del carrocero Cristóbal Domingo García
alias Grillo y de su socio el sastre José Mariano Salazar alias Pescadito, ambos ladrones
ganzueros, por haber robado a José Feliciano Arrocha una cajita con varios objetos.636

Tan sólo por haber robado un reloj, el zapatero guanajuatense Juan José Pérez o José
de la Trinidad Pérez fue condenado a dos años de presidio en la fortaleza de Perote y obras
del camino al puerto de Veracruz. Los agravantes que obraron en contra del mestizo fueron
el perjurio que cometió al mentir sobre su identidad en la primera declaración que le fue
tomada en la Real Cárcel de Corte, además de ser señalado como vago, ocioso y
malentretenido; tan es así que se puede decir que Pérez contó con algo de fortuna, pues el
fiscal había pedido para él una pena de cuatro años en Perote.637 Los albores del siglo XIX
se caracterizaron por condenas de cierta drasticidad, pues el mulato bizcochero y cargador
José Horacio Servín Gallardo fue sentenciado por el Señor gobernador y alcalde del crimen
de la Real Audiencia a dos años de trabajos en el camino nuevo de Veracruz por la mera
presunción de ser ladrón.638

634
“Causa criminal contra Nicolás Badillo y Polonia Delgadillo a pedimento de Don José María Soria
quien los acusa de aberle sacado el pañuelo de la bolsa”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, fol. 84 v., 1811.
635
“Contra Carlos González (alias José María Falcón) y Mariano Fragoso por robo con ganzúas”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 4, fol. 86 r., 1811.
636
“Contra Cristóval Domingo Garcia El Grillo y Jose Mariano Salazar alias El Pescadito por
supuestos ladrones ganzueros reincidentes”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86, Exp. 9, fol. 262 r., 1811.
637
“Criminal contra Juan José Péres, por robo de un relox”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 573, Exp.
6, fol. 109 v., 1805.
638
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 160, Exp. 4, fol. 128 r., 1806.

201
En la década de los treinta, tal como se vio en un apartado anterior, empezaron a
diseñarse proyectos para enviar contingentes de presidiarios a la frontera tejana, pese a las
dificultades logísticas para disponer la salida de las respectivas cuerdas para un viaje cuyo
recorrido superaba los 1.500 kms desde la Ciudad de México. Luciano Meza había sido
condenado en primera instancia por Don José María Puchet a dos años de servicio en las
obras públicas por el robo de nueve burros y porte de arma prohibida. Si bien alegó estar
ebrio cuando se robó los jumentos y los vendió, ello no pareció verosímil a los integrantes
de la Corte, quienes al enterarse que Meza era “desertor militar y del presidio de Veracruz”,
dispuso agravar la pena no sólo en cuanto a su índole, sino también en duración,
condenándolo a tres años de presidio en Tejas. Dicha condena habría de extinguirla
momentáneamente en las citadas obras públicas de la capital “entretanto se proporciona
cuerda que lo conduzca á su destino, reencargándose para que no se fugue”. 639 Puede
apreciarse que las diversas dificultades logísticas y económicas solían entorpecer la
aplicación de los castigos, por lo que la administración de penas supletorias obedecía más a
una cuestión de pragmatismo que a la supuesta piedad que pudiese inspirar la larga espera
de su cuerda por parte de un ladrón en la cárcel, como insinúan algunos autores.640 En este
caso, era preferible aplicar al condenado en una labor de utilidad a mantenerlo recluido en
un lugar del que muy probablemente pudiese hacer fuga al menor descuido.

Un ejemplo todavía más drástico de sentencia ascendente es el de José María Zamora,


quien en 1830 fue sentenciado a seis meses de servicio en las obras públicas por el juez de
letras Licenciado Don Pedro Galindo, a consecuencia del robo de un reloj propiedad de Don
Mateo Velasco. Tal dictamen fue revisado por la Tercera Sala de la Corte Suprema de
Justicia y fue ampliada a un año de obras públicas, situación que no tardó en provocar un
ferviente alegato por parte de su defensor, Don José Ignacio de Covarrubias, quien suplicaba
se revocase la última de las sentencias proferidas “confirmando la del juez inferior”, dada la
condición de minoría de edad y de absoluta orfandad que cobijaban a Zamora:

639
“Luciano Meza por robo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 2 (69), Exp. 43, 1832.
640
Graciela FLORES FLORES, “Del pluralismo punitivo”, p. 208.

202
“Si las penas, dice el Señor Gutiérrez, han de ser necesarias, ó útiles, es una
consecuencia clara, que han de ser igualmente lo más moderadas que sea posible
atendiendo todas las circunstancias”. La menor edad de mi defendido, pues á lo sumo
tiene quince años, la estrema necesidad en que se halla para socorrer sus (…)
indispensables necesidades, sin tener ausilio ninguno, por ser huérfano de padre y
madre, y la ninguna educación que ha recibido, han sido la causa de las desgracias
en este joven infeliz, más digno de compasión que de castigo.641

Un año entero de obras públicas, continuaba Covarrubias, no haría otra cosa que
acrecentar los defectos morales adquiridos por Zamora a causa de su nula educación,
situación que no tardaría en empujarlo más temprano que tarde a la comisión de delitos aún
más gravosos para el cuerpo social. En lugar de hacer justicia, se estaría engendrando a un
criminal incorregible:

Atendidas las circunstancias del reo, es bien fácil conocer, que de la pena que se le
imponga pende su futura felicidad, ó desgracia. Si por un fatal acaso, se condena á
Zamora á un año de obras públicas, el menos advertido conocerá, que al fin de este
año saldrá para dentro en paso volver á un patíbulo, habiendo en el intermedio, sido
el azote del pacifico ciudadano: lo que no será aprobándose la sentencia del inferior;
ya porque cuanto menos tiempo esté, en la escuela de los vicios y compañía de los
perversos, menos será la corrupción, que adquiera: esa también es bastante a
castigarlo haciéndole penosos los trabajos á que se acostumbraría condenado por más
tiempo. Ya que en esta capital no hay un establecimiento de corrección, como
justamente apetecía al discreto juez de primera instancia, aplíquesele al reo aquella
pena, por lo que si no se corrige no se vuelva peor: [...] libre al juez, del cargo que
ante Dios le resulta, si por su sentencia, se vuelve incorregible el infeliz que delinquió
por debilidad.642

El abogado defensor hacía hincapié en que a Zamora no se le habían comprobado los


cargos de robo por los que había sido puesto en prisión, aduciendo que “no se puede hacer
cargo á mi menor de los cargos que anteriormente se le han instruido, pues de ellos no resulta
nada en su contra, ni ha sido condenado por ninguna”. Los indicios sugieren que hasta ese
momento Zamora se estaba desempeñando como aprendiz de carpintería bajo la tutela de un
maestro del ramo: “no se entregó al maestro carpintero por condena, sino porque de

641
“Toca a la causa criminal instruida contra José María Zamora por robo de un relox”. AGNM, Fondo
TSJDF, Caja 3 (54), Exp. 25, 1830.
642
“Toca a la causa criminal instruida contra José María Zamora por robo de un relox”. AGNM, Fondo
TSJDF, Caja 3 (54), Exp. 25, 1830.

203
antemano se hallaba trabajando con él según el certificado”, alegaba Covarrubias. El punto
fuerte de la defensa, no obstante, era la miseria, orfandad y pobrísima educación del presunto
ladrón, y sobre estos argumentos se volvía con enconada reiteración: “si de estas escusas se
quiere deducir algún indicio, solo resulta el de la miseria en mi defendido, por no tener
padres, que le hayan dado la educación, moral y física correspondientes: la ratería en los
hurtos de que se le acusa, sin qualidad ninguna agravante, son la mejor prueba de este
acerto”.643

El alegato en pro de la inocencia de Zamora culmina con una alusión a las leyes
emanadas de las Siete Partidas644 castellanas y al arbitrio judicial, con el fin de resaltar todas
las posibles atenuantes que harían del reo un individuo más que digno de compasión, y cuya
corrección podía conseguirse por medio de una pena leve y benigna:

Estando derogada la pena que por las leyes de Partida se impone á esta clase de
delitos, de solo el arbitrio de Vuestra Excelencia depende la suerte del joven Zamora;
él es muy muchacho, su corrección hoy puede fácilmente conseguirse; pero después
de un año en malas compañías y acostumbrado ya al trabajo de los delincuentes, con
la vergüenza perdida y sin tener oficio alguno, será un milagro deje de parar en un
cadalso. Por tanto: a Vuestra Excelencia pido y suplico que dando por alegado cuanto
á mi defendido convenga acceda al pedimento, que puse al principio y repito por
conclusión, es de justicia.645

Muy a pesar de los vehementes discursos expuestos, el fiscal acusador, en un oficio


dirigido a los jueces de la Corte Suprema de Justicia, controvirtió sin dilaciones los alegatos
del defensor Covarrubias, señalando a Zamora como un criminal reincidente, miembro de
una asociación delictiva que actuaba bajo circunstancias agravantes de violencia, indigno de

643
“Toca a la causa criminal instruida contra José María Zamora por robo de un relox”. AGNM, Fondo
TSJDF, Caja 3 (54), Exp. 25, 1830.
644
Ciertamente, la Séptima Partida, que se ocupaba de las penas a los hurtadores y ladrones, no era
demasiado severa en sus prescripciones acerca de lo que se debía hacer con aquellos “hombres de mala fama”.
Lo normal era que se les obligase a pagar entre dos y cuatro veces el valor de lo robado, o se les sometiese a la
pena de azotes “de manera que sufran pena y vergüenza”, reservando la pena de muerte a los “ladrones
conocidos”, a los corsarios, a “ladrones que hubieran entrado por fuerza en las casas”, a los ladrones sacrílegos,
etc. Alfonso X DE CASTILLA, Séptima Partida, Título XIII, Ley III, p. 118 y Título XIV, Ley XVIII, pp. 129-
130.
645
“Toca a la causa criminal instruida contra José María Zamora por robo de un relox”. AGNM, Fondo
TSJDF, Caja 3 (54), Exp. 25, 1830.

204
crédito alguno y equiparable a la calidad moral de los individuos con los que habría de
compartir su pena:

La sentencia de revisión fecha 2 de julio próximo pasado en que se condena al reo


José María Zamora, por un año en el servicio de obras públicas, no le infiere agravio
alguno; pues á más de estar convicto en el delito grave y escandaloso de haber robado
en la calle de los bajos de Portacoeli, un relox de Don Mateo Velazco, con la
circunstancia agravante de atropellar su persona otros cuatro hombres que
acompañaban á dicho reo; también es constante que este ha estado preso en la cárcel
en diversas ocasiones por iguales excesos al de que se trata, y aunque se le halla
puesto en libertad ha sido precisamente por falta de justificación, respecto á no
comparecer los quejosos que recobraban su interés; mas no porque se vindicara en
juicio contradictorio; en cuyo caso debe presumirse; por lo menos, que dicho
muchacho ha sido siempre inclinado á robar, y realmente lo ha hecho con buen
suceso, ó porque no lo sorprendían infraganti, ó porque sus acusadores no se
presentaban. Bajo tal concepto, y en el de que un muchacho tan perverso como
Zamora, nada pierde con la compañía de otros malvados, pasando al grillete, á que
se le destina, estima el fiscal poder confirmar Vuestra Excelencia dicha
determinación suplicada.646

El Doctor Navarrete, presidente de la Corte Suprema de Justicia, no sólo revocó la


sentencia de un año de prisión en las obras públicas adjudicada a Zamora fruto de la revisión
antes mencionada, sino que le condenó a tres años de presidio en la Alta California. Una
medida de dicho talante, caso extremo de “sentencia ascendente”, obedecía al pedimento de
un fiscal enfático en señalar que Zamora no sólo no era digno de lástima y de conmiseración
debido a sus oscuros orígenes, sino que era un individuo que no tenía credibilidad alguna
frente a la sociedad y a las autoridades, debiendo ser por ello objeto de punición ejemplar y
útil. La pena impuesta al reo resultaba en extremo aflictiva, pues dicha modalidad de
presidio comprendía el desempeño de “avanzadas militares al norte del territorio”, 647 es
decir, en parajes susceptibles de colonización por parte del Estado mexicano, pero que por
su lejanía y difíciles condiciones naturales y geográficas podían llegar a representar la muerte
para el condenado.

646
“Toca a la causa criminal instruida contra José María Zamora por robo de un relox”. AGNM, Fondo
TSJDF, Caja 3 (54), Exp. 25, 1830.
647
Graciela FLORES FLORES, Orden judicial y justicia criminal, p. 63.

205
Los alegatos de los defensores de pobres tenían eficacia en lo que a la moderación de
las penas se refiere. Según Lucas REBAGLIATI, “a pesar de ciertos cambios experimentados,
este oficio capitular -que estaba íntimamente asociado a una cultura jurídica-política de
antiguo régimen- pervivió con sorprendente continuidad durante toda la década
revolucionaria. Prácticamente no hay iniciativas por parte de los revolucionarios para
reformar radicalmente las características que reunía este agente de justicia”.648 Es posible
que la importancia de esta figura en la época republicana no sólo se mantuviese sino que se
incrementara, pues la instauración de la justicia en tres instancias les daba mayores márgenes
para intervenir en favor de un encausado, sobre todo en el caso de los delitos livianos.

Cipriano Beltrán había cometido varios robos en los cuarteles periféricos de Ciudad
de México, tan palpables que fue condenado en primera instancia a seis años y medio de
presidio en Veracruz, razón por la que su procurador, el Licenciado Domingo Saviñón hubo
de recurrir a una agresiva estrategia de descalificación de los testimonios de las víctimas.
Según GONZÁLEZ QUINTERO, los procuradores “en su alegato final construyeron una imagen
del ladrón, con el propósito de obtener una rebaja de la pena, como que sólo tuvieran como
castigo el tiempo que estuvieron en la cárcel o un alegato de inocencia que buscara
incriminar a otros y dejar libre a su defendido”.649 Saviñón argumentaba que a raíz de la
coacción del alcalde del cuartel menor número 26, perteneciente al mayor número 7, las
declaraciones de María Josefa Rivera, mujer pobre de las periferias, no respondían más que
a una “invención de la malicia” para inculpar a Beltrán:

Asegura que el día de San Matías como á las once de la noche, Beltrán le abrió la
puerta en compañía de otros á quienes acaudillaba, y que después de que le robaron
varias piesas de ropa, Beltrán se marchó salvando tapias (aquí la atención de Vuestra
Excelencia) ¿Si la puerta ya estaba abierta, y si Beltrán y sus compañeros tenían el
campo por suyo, para qué habían de tomarse el trabajo de salvar las paredes? Ellos
no eran perseguidos de nadie, tenían amarrado á el único hombre que había en la
casa, según dice la Rivera, y ninguna cosa los estrechaba á poner pies en polvorosa
[...] siendo de advertir que los testigos que aquella presenta, todos son de oídas y

648
Lucas REBAGLIATI, “Un honorifico empleo. Apuntes para el estudio de los defensores de pobres
en el Río de la Plata (Siglos XVIII-XIX)”. Revista da Faculdade de Direito UFPR LXII-3 (2017), p. 175.
649
Nicolás Alejandro GONZÁLEZ QUINTERO, “El juzgado y los ladrones”, p. 172.

206
ninguno su vecino, cosa verdaderamente estraña en el caso, quando la experiencia
nos enseña, que lo que primero hace el robado es conmover á las vecindades.650

Pero más ridícula aún se le antojaba a Saviñón la declaración de Doña María


Encarnación Cano, robada y ultrajada junto a su criada cuando tomaban un descanso en los
alrededores del Puente de las Vacas, “con el objeto de ver correr el agua”. Beltrán, en
colusión con un compadre suyo de nombre desconocido, se llevó a las mujeres cargadas
hacia unos paredones y las despojó de sus alhajas y parte de la ropa que llevaban puesta.
Semejante despliegue de violencia no le parecía creíble al defensor, puesto que daba por
sentado que toda mujer era escandalosa por naturaleza, y los gritos de ambas tendrían que
haber puesto de sobreaviso a cualquier persona que pasare por el lugar.

¿Una muger Señor, que se mira sorprendida por un ladrón á las once del día, y en una
calle pública, se había de dejar conducir sin resistencia á el lugar donde la robaron?
¿Y si el pasaje estaba tan solo, sería bastante la oposición que hizo la criada á el otro
ladrón para que no la robaran? ¿Las mugeres que aún en las conversaciones
familiares arman una algarabía intolerable, no habrían dado voces, quando dos
hombres desconocidos, las conducían cargadas á un lugar tan sospechoso?651

La estratégica perorata de la defensa se fue a tierra el día 29 de mayo de 1824, cuando


Cipriano hizo fuga de la cárcel pública, paradójicamente vestido de mujer. Por si fuera poco,
compareció ante las justicias el ciudadano Francisco Castro, quien aseguró haber sido robado
por Beltrán y cuatro hombres más en el mismo Puente de las Vacas, lo que motivó al fiscal
a pedir la pena de diez años de presidio en los bajeles de Veracruz para el reo ausente, la
más alta de este tipo, “en conformidad con la ley 8ª, título 11, libro 8º de las Recopiladas”
de Castilla.652 No obstante, y en consideración a los delitos de asalto en cuadrilla, robo en

650
“Toca a la causa de Cipriano Beltrán por ladrón”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (9), Exp. 107,
1824.
651
“Toca a la causa de Cipriano Beltrán por ladrón”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (9), Exp. 107,
1824.
652
“Ley 8ª. Mandamos que ansí en los hurtos qualificados, y robos, y salteamientos en caminos, ó en
campo, y fuerzas, y otros delitos semejantes, ó mayores, como en otros qualesquier delitos de otra qualquier
qualidad, no siendo los delitos tan calificados, y grabes que convengan á la República no diferir la execución
de la justicia, y en que buenamente pueda haber lugar conmutación, sin hacer en ello perjuicio á las partes
querellosas, las penas ordinarias les sean conmutadas en mandarlos ir á servir á las nuestras galeras por el
tiempo que pareciere á las nuestras justicias, según la calidad de los dichos reos”. “Toca a la causa de Cipriano
Beltrán por ladrón”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (9), Exp. 107, 1824.

207
despoblado y fuga de cárcel, el Tribunal Superior falló que Beltrán debía ser condenado in
absentia a la pena capital de último suplicio.

Hombre infatigable, el procurador Saviñón apeló y llevó la causa a la tercera


instancia, reciclando el uso de la misma ley invocada anteriormente por el fiscal, haciendo
uso de la jurisprudencia y poniendo de relieve la juventud de Beltrán: “la corta edad es
reconocida para que se le modere la pena aún quando se le considere como á un verdadero
delinquente [...] es opinión común entre los abogados que al menor de veinte y cinco años
se le debe moderar la pena”. Dicha estrategia rindió sus frutos, porque Cipriano no sólo se
salvó de morir en el garrote, sino que obtuvo una pena todavía menor en duración a la que
le había sido conferida por el juez de primera instancia, debiendo pagar sólo cuatro años de
presidio “en los Bajeles de la Nación [...] y si no fuere útil para ellos se entenderá dicha
condena en el servicio de las fortificaciones de Veracruz”.

José María Pardabé alias Chimalac e Ignacio Gutiérrez alias Patito, habían efectuado
un “robo cualificado” en la curtiduría de Don José Monterrubio, siendo condenados a seis
años de presidio en los Bajeles Nacionales de Veracruz. Pese a que el defensor pretendía que
dada la minoría de edad de ambos reos, sus nulos antecedentes como ladrones, y la
ignorancia y miseria de ambos, la pena de presidio les fuera conmutada en una de idéntica
duración pero en las obras públicas, tan sólo les rebajaron la de presidio en uno y dos años
respectivamente:

Debe aguardarse su corrección y enmienda con otra clase de pena; y temerse con
fundamento su entera corrupción de costumbres, siempre que pasen á dicho punto, y
que reciban en él las lecciones de los Maestros de la maldad. Por tanto, parece al
fiscal se sirva Vuestra Excelencia confirmar dicha determinación, en cuanto al
tiempo de la condena, reformándola en su calidad, y aplicando en consecuencia á
dichos jóvenes que ahora comienzan á extraviarse, al trabajo de obras públicas por el
propio tiempo de los seis años, los cuales podrán contárseles desde la fecha de su
prisión.653

653
“Toca a la causa instruida contra José María Pardabé (alias Chimalac) é Ygnacio Gutiérrez (alias
El Patito) por robo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (26), Exp. 152, 1827.

208
Los robos en despoblado, bastante comunes en los años posteriores a la
Independencia, no siempre obtuvieron la condescendencia del máximo tribunal de justicia,
aunque en aras de no administrar penas desproporcionadas, éste optaba normalmente por
ratificar la que había sido provista en primera instancia, caso de Francisco Antonio Vélez,
quien le había robado al comerciante Guadalupe un caballo ensillado, una maleta con “varias
piezas de ropa valiosas” y 200 pesos en monedas de plata y oro, mientras transitaba por los
alrededores del Puente de las Vacas, lugar casi obligado para quienes como él, se dirigían a
Puebla. Como circunstancias agravantes del caso, los ministros consideraron que estaba
probada la violencia con la que actuó Vélez, propia de un “maestro en el arte de la maldad”.
Según el expediente, las autoridades encontraron en su poder parte de los bienes robados y
un cuchillo, y además, coligieron que en vista de su deseo de marchar hacia Xalapa, el reo
vio en el jinete que pasaba una oportunidad única para satisfacerlo. No creyeron la versión
de que actuó obligado por otra persona a ejecutar dicho robo a cambio de la mitad del monto
de los objetos robados. Puede que la minoría de edad de Vélez, que contaba apenas con 20
años, fuese el único factor atenuante de su delito, y la causa por la que en vista de las
características del mismo, no recibiera una condena ascendente luego de haber apelado el
fallo de primera instancia, consistente en cuatro años de servicio en los bajeles de
Veracruz.654

En el periodo que medió entre la extinción de la Audiencia territorial y la instauración


de la Corte Suprema,655 tuvo lugar el proceso contra José María Sosa, capturado en 1823 por
hallársele en su casa unas piezas de ropa producto del robo a una tienda en la calle de
Portacoeli. El juez de primera instancia, Don Rafael Suárez Peredo, lo había condenado a la
pena de dos años de presidio en los bajeles de Veracruz, pero la Corte Suprema de Justicia
lo remató a cinco años de la misma pena tras haber pasado dos años en la Cárcel Nacional
de Corte. La posterior expresión de agravios de Sosa, en la que suplicaba se conmutara dicha
sentencia, carecía de sustento para el fiscal encargado del caso, dado que los argumentos del

654
“Toca á la causa criminal instruida contra Antonio Vélez por robo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja
3 (19), Exp. 108, 1826.
655
Graciela FLORES FLORES, La justicia criminal ordinaria, p.70.

209
reo sólo se apoyaban en el perjuicio económico que le había causado a su familia, sobre todo
a sus cuatro hijos, quienes se hallaban carentes hasta de sus “despreciables pañales”. El fiscal
ridiculizó la resistencia de Sosa a servir en los bajeles a causa del clima insalubre del puerto
Veracruzano, pues en su concepto la pena de presidio estaba pensada para que los reos
viviesen tal experiencia como un castigo. Ni siquiera la pretendida enfermedad del reo
constituía un elemento a tener en cuenta para una posible conmutación, y para demostrarlo
la parte acusadora invocó un precedente jurisprudencial:

El fiscal tiene manifestado ya á Vuestra Excelencia su concepto en el particular, con


motivo de otra solicitud semejante hecha por el reo José María González [...] sin
embargo de que Gonzáles alegaba enfermedad y le favorecía una certificación del
facultativo Doctor Don Joaquín Guerra, para no salir de México, no se podía estimar
esta por razón suficiente, pues si lo fuera ninguno de los destinados á dicho punto
extinguiría su condena en él, como que dándole valor a un puede ser no habría
presidio, ni aún destierro que no se pudiera reclamar por los reos. Así pensó el que
habla en aquella causa, y en esta sólo agrega que Sosa no tiene las causales que tuvo
aquel, ni dice ni acredita más que el que teme al temperamento de Veracruz [...] y
más cuando los inconvenientes o desventajas de los presidios se computan de la pena
que se aplica en razón de lo más grave del delito.656

Una vez salió la cuerda que habría de llevarlo a Veracruz, Sosa hizo fuga a la altura
de Perote, movido según él por el miedo a enfermar en “esa tierra tan contagiosa”, así como
por el deseo de ver nuevamente a su familia “y reunirme á ella para alivianarla con mi
corporal trabajo”. En vista de las circunstancias agravantes que tal acción implicaba, resulta
providencial que los ministros de la Corte no hayan agravado todavía más la sentencia a
cinco años de presidio, conmovidos por la diatriba no carente de emotividad en la que el reo
justificó su proceder:

Dejo á la savia considerasión de Vuestra Excelencia los incalculables trabajos en el


camino tanto en la hida como en la venida: haver marchado esposado, careciendo de
los alimentos necesarios á que estava acostumbrado en mi casa á pesar de ser un
pobre: las gravísimas miserias que estoy pasando y é pasado en los cinco años y un

656
“Expediente supletorio del formado contra José María Sosa por haber robado la tienda de la esquina
de Portacoeli”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (19), Exp. 111, 1826.

210
mes que llevo de estar cautivo en este claustro [...] y á mayor abundamiento, haverme
venido á encontrar con mis cuatro tiernos hijos abandonados, lla sin madre.657

La documentación muestra que incluso miembros de los sectores medios podían


llegar a ser castigados con duras sentencias a presidio en vista de la repercusión de sus robos.
En 1803, Mariano Castillo, un sastre de calidad español oriundo de Guadalajara, impelido
por graves afugias económicas a causa de una vida bastante prolija en excesos, se atrevió a
robar dos objetos de plata (una daga y una diadema) del sagrario de la Iglesia Metropolitana,
creyendo que eran de oro, según declaró. En su desesperación, Castillo decidió cometer ese
hurto sacrílego para “desempeñar su ropa”, uno de esos bienes de primera necesidad que
poseía notorio valor no sólo monetario sino también notabiliar, pues la vestimenta distinguía
y separaba a los diferentes estamentos de la sociedad tardocolonial.

El cura [...] fue quien lo mandó prender, despojándole de la daga que tenía encajada
en la sintura: que el declarante no tubo animo nunca de robarse otra cosa pues solo
lo estimuló el deseo de tener con que desempeñar su ropa para bolver a la casa de su
padre que vive frontero de la portería de Santa Clara, porque abrá un mes que se salió
de ella y por haver andado paseando empeñó y vendió su ropa en el intermedio,
porque desde el mes de enero de este año que vino de su tierra en solicitud de su
padre, se mantubo á su lado, hasta que por pasearse se salió según ha dicho.658

Pese a las desesperadas súplicas de Don Francisco del Castillo, un pudiente


comerciante del Bajío, quien clamaba que a su hijo no le fuese administrada una condena de
carácter infamante que denostara el honor de la familia, en esta causa primó el carácter
sacrílego del robo cometido por sobre la preeminencia social de la familia del ladrón, sujeto
que difícilmente podría pasar ante las justicias como un individuo dotado de las mínimas
virtudes cristianas. En consecuencia, los jueces del Tribunal de La Acordada decidieron
sentenciar a Mariano Castillo a la pena de ocho años de presidio sirviendo en las
fortificaciones de La Habana, la que tras las los últimos alegatos de la defensa fue reducida
en una cuarta parte: “las circunstancias del hurto en que incurrió Mariano Castillo y su

657
“Expediente supletorio del formado contra José María Sosa por haber robado la tienda de la esquina
de Portacoeli”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (19), Exp. 111, 1826.
658
“Contra Mariano Castillo por ladrón dentro de la Yglesia del Sagrario”. AGNM, Fondo Criminal,
Vol. 116, Exp. 10, fol. 195 r., 1803.

211
vaguedad lo hacen acreedór al castigo; mediante lo qual puede Vuestra Excelencia siendo
serbido aprobar la resolución antecedente, moderando á seis los ocho años por que se destina
á las fortificaciones de La Habana”.659

Francisco Méndez, Antonio Rivera, Benigno Salgado y Joaquín Alfaro fueron


hallados culpables de reiterados robos de cerdos que ejecutaron en la tocinería propiedad del
coronel Don Manuel Barrera, situada en una esquina de la calle del Carmen. Como
trabajador de la tocinería, Méndez se hizo acreedor a una pena de presidio en los bajeles de
Veracruz superior en una cuarta parte a la de sus tres socios. Condenas en apariencia tan
drásticas como lo eran seis y ocho años a presidio fueron justificadas por los ministros de la
Corte con base en los siguientes argumentos: “el delito de dichos reos es bien grave, por ser
cualificado con las rememorables circunstancias de haberlo cometido repetidas veces,
seducidos unos por otros en cuadrilla, y escalando la casa por parte de noche, asegurados
tres de ellos, con el auxilio que el otro les prestaba por dentro”.660

El aciago desenlace penal del ladrón Mariano Cuevas terminó dulcificando


levemente, pues tras haber sido condenado en 1822 a diez años de servicio en los bajeles de
Veracruz, su sentencia se tornó en objeto de apelación y se le redujo en un par de años a
petición del fiscal encargado del caso.661 Pero si bien los jueces se mostraron en algunas
ocasiones bastante benevolentes con los reos en lo que atañe a las sentencias, podían
inclinarse también por la administración de penas más drásticas que las adjudicadas
inicialmente a los hallados ladrones. José Sierra fue condenado el 22 de junio de 1824 por
el pleno de los integrantes de la Primera Sala de la Audiencia, “a 10 años de presidio en el

659
“Contra Mariano Castillo por ladrón dentro de la Yglesia del Sagrario”. AGNM, Fondo Criminal,
Vol. 116, Exp. 10, fol. 199 r. y v., 1804.
660
“Toca á la causa instruida contra Antonio Rivera, Francisco Méndez, Benigno Salgado, y Joaquín
Alfaro, por robo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 5 (38), Exp. 52, 1828.
661
“Juzgado de letras contra José Sierra y Mariano Cuevas por robo de una sombrerería”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 3 (3), Exp. 26, 1822.

212
servicio de los bajeles sección del departamento de Veracruz, en cuya parte rebocaron la del
inferior que lo condenaba á solo seis de presidio”.662

José Almirante y otros tres compañeros suyos, oficiales de herrería, fueron


sorprendidos en flagrancia intentando sustraer diez libras de hierro y acero de la Casa de
Moneda. Condenados a trabajos penados de diversa índole, la estrategia del procurador
consistió en poner de relieve las múltiples afecciones de salud de los reos. Almirante,
instigador del robo, fue diagnosticado por los facultativos José María Dávila y Mariano
Alarcón con “un prolaso de ano y en la sircunferencia de éste tiene tumores hemorroidales
[...] y consideramos que no puede marchar á su destino sin que pueda perder la vida por los
accidentes que puedan sobrevenirle”.663 Poco después los médicos del Hospital de San
Andrés matizaron dicha opinión, asegurando que las dolencias causadas por “almorranas
fluentes” y un dolor de pecho estaban siendo exageradas por el preso, pues éstas eran
enfermedades “de poca concideración y no amenasan la vida”, sirviendo como mera excusa
para dilatar el proceso penal:

Conceptúa el fiscal no haber mérito para que siga en supensión por más tiempo el
cumplimiento de la condena que se trata de hacer ilusoria, y que de hecho se ha
eludido yá en partes, con la demora sufrida hasta aquí: puede por tanto Vuestra
Excelencia mandar se lleve á debido efecto á la mayor brevedad posible, con la
calidad única de que los trabajos á que está destinado Almirante se entiendan como
debe ser en términos hábiles, es decir en cuanto sean compatibles con el estado de su
salud, pues á esto si dan lugar las constancias que obran á su favor, en orden á sus
ligeros achaques que también certificaron los médicos de esta cárcel.664

El enfermo fue condenado “al servicio de la plaza de Veracruz en aquellos trabajos


á que el Excelentísimo Señor Gobernador de aquel Estado se sirva destinarlo de modo que

662
“Juzgado de letras contra José Sierra y Mariano Cuevas por robo de una sombrerería”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 3 (3), Exp. 26, 1822.
663
“Expediente supletorio del formado en el Juzgado de Hacienda de esta ciudad federal contra José
Almirante, y compañeros por robo hecho en la Casa de Moneda”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (19), Exp.
85, 1826.
664
“Expediente supletorio del formado en el Juzgado de Hacienda de esta ciudad federal contra José
Almirante, y compañeros por robo hecho en la Casa de Moneda”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (19), Exp.
85, 1826.

213
sean compatibles con el estado de su salud”. Por otra parte, aunque José María Balcázar
adolecía de una afección crónica en el pecho y era “propenso á padecer cólicos biliosos”,
siendo por ello eximido de los “trabajos fuertes” propios de las obras públicas, las justicias
lo condenaron a trabajar en el servicio de cárcel. La compasión, conmiseración o piedad
fueron durante estos años argumentos valederos que los defensores esgrimieron y los jueces
aceptaron con bastante frecuencia, dado que permitía seguir cumpliendo con el empleo de la
mano de obra de reos de cortos delitos como los ladrones en labores de naturaleza útil y
productiva.

La utilización de argumentos que buscaban promover la compasión de los jueces


alegando la condición personal de los reos, los padecimientos sufridos durante el
proceso u otras circunstancias particulares no debe ser interpretada como una
anomalía o una condición particular del contexto de estudio, sino, por el contrario,
según afirma Alejandro AGÜERO, como una estrategia de indulgencia y negociación
válida para las partes y para el contexto de la época que constata el variado tipo de
consideraciones y formas argumentales que intervenían en las decisiones judiciales.
Los defensores esperaban de parte de los jueces una actitud indulgente hacia sus
defendidos arguyendo, a su favor, la “equidad canónica”, “piedad”, “misericordia” y
“amor paternal” que debían servir como criterios para la administración de justicia.665

LAS SENTENCIAS A TRABAJOS EN LAS OBRAS PÚBLICAS

Desde mediados del siglo XVI, las autoridades presentes en cada una de las ciudades sedes
de una Audiencia –virreyes, presidentes gobernadores, etc.- debían informarse acerca de si
era “necessario hazer, y facilitar los caminos, fabricar, y aderezar las puentes, y hallando,
que conviene alguna de estas obras para el comercio, haga tassar el costo, y repartimiento
entre los que recivieren el beneficio, y más provecho”.666 Previendo que algunas ciudades y
villas no contasen con fondos suficientes para pagar a los obreros y al superintendente de las
obras públicas, la ley estipulaba que su supervisión y financiamiento debían quedar a cargo
de un regidor.667 La Recopilación anunció muy tempranamente que todas las obras publicas

665
Sergio Alejandro TORO CIFUENTES, Purgando a la república, pp. 57-58.
666
Antonio DE LEÓN PINELO y Juan DE SOLÓRZANO, Recopilación, Libro IV, Título XVI, Ley
Primera.
667
Antonio DE LEÓN PINELO y Juan DE SOLÓRZANO, Recopilación, Libro IV, Título XVI, Ley III.

214
“que se huvieren de hazer a costa de los Concejos, ó personas particulares, ó en otra forma,
sean de toda firmeza, duración y provecho, sin superfluidad”.668

Este tipo de trabajos en el medio urbano, sin embargo, no fueron desempeñados


únicamente por trabajadores libres. Sentenciar a los reos a trabajos en obras públicas en el
ámbito de la Ciudad de México, según Enriqueta QUIROZ, fue uno de los ejemplos más
fehacientes de la “distintiva forma” de gobierno económico de la dinastía borbónica,
simbiosis de concepciones como el iusnaturalismo y la escolástica, “que nutrieron su
utilitarismo económico dieciochesco”. Tal modalidad de utilitarismo a la española fue
tomando forma desde el siglo XVI y comenzó a ser implementado desde el XVII, apoyado
en las “ideas de base utilitarista de Juan DE SOLÓRZANO Y PEREIRA”.669

De la doctrina del “bien común” plasmada en la Política Indiana de SOLÓRZANO, la


dinastía de los borbones derivo su concepción de “utilidad general”, la cual constituyó un
intento de conciliación del interés económico con “su gastada moral cristiana”. Las fuentes
del utilitarismo hispánico eran lo que diferenciaba a éste con respecto a otras doctrinas
económicas del mismo signo: “El pensamiento ilustrado únicamente reforzó pero no creó la
idea del trabajo como acción útil y necesaria [...] esta concepción provenía de un utilitarismo
con orígenes en el siglo XVII y de una escolástica utilitarista”.670 Para la autora, tales ideas
utilitaristas implementadas por el gobierno de los borbones en el siglo XVIII constituyen la
base de la modernidad decimonónica, donde el trabajo como factor de inclusión y
regeneración social habría de ser fundamental.

Pero no sólo en el caso del trabajo libre se procuraron aplicar estas directrices del
bien común y de la utilidad general, pues cuando los fondos escaseaban, se tornaba
indispensable recurrir a la mano de obra penada para la concreción de determinadas obras
públicas. Ya desde la segunda mitad del siglo XVIII los trabajadores penados, es decir, los
reos condenados a trabajar “a ración y sin sueldo” empezaron a ganar espacio frente a los

668
Antonio DE LEÓN PINELO y Juan DE SOLÓRZANO, Recopilación, Libro IV, Título XVI, Ley IV.
669
Enriqueta QUIROZ, Economía, obras públicas y trabajadores urbanos, pp. 19 y 23.
670
Enriqueta QUIROZ, Economía, obras públicas y trabajadores urbanos, p. 39.

215
trabajadores libres y a los esclavizados.671 El servicio en las obras públicas de Ciudad de
México involucraba a los reos en labores como las concernientes a la “limpieza, belleza y
seguridad de la ciudad”, que incluían a su vez labores tan disímiles como retirar el estiércol
de los caballos de los cuarteles militares o regar lugares públicos como el Paseo de Bucareli
o la Alameda Central, hasta la construcción de caminos y calzadas.672 Investigaciones como
la de Felipe CASTRO GUTIÉRREZ para la Real Casa de Moneda, muestran la creciente
recurrencia de las obras públicas673 como castigo para los operarios de dicha institución
encontrados culpables de robo, individuos a quienes se consideraba estaban afectando las
finanzas reales. De hecho, la Real Casa de Moneda constituía una “institución [que] era parte
del patrimonio del Rey, y no de una instancia estatal abstracta”.674

Muy llamativo resulta que las condenas a servicios en las obras públicas pudiesen
comprender lapsos aparentemente inocuos como de tan sólo quince días (6.3 %), si bien tales
sentencias frecuentemente se acompañaron de azotes correctivos, práctica eliminada con el
advenimiento del republicanismo.675 Ello sugiere que una de las motivaciones subsidiarias
de tales dictámenes judiciales, más allá de los plausibles beneficios económicos que se
pudiesen obtener de los ladrones condenados, era la persistente necesidad de escarmentar al
infractor, dar ejemplo disuasorio y satisfacer la vindicta pública:

En términos generales, el concepto de “vindicta” o “venganza pública” hacía


referencia a la reparación del orden social que se creía quebrantado con los delitos
cometidos. En las acusaciones hechas por los fiscales, por ejemplo, es usual encontrar

671
Sergio Paolo SOLANO DE LAS AGUAS, “Trabajadores, jornales, carestía”, pp. 549-588; Sergio Paolo
SOLANO DE LAS AGUAS, “El costo social de la República”, pp. 243-287.
672
Graciela FLORES FLORES, “Del pluralismo punitivo”, pp. 203-204; Graciela FLORES FLORES, “La
ciudad judicial y la ciudad criminal”, p. 58.
673
Felipe CASTRO GUTIÉRREZ, Historia social de la Real Casa, pp. 201-203. El autor estudia el
periodo comprendido entre 1732 y 1821, llegando a la conclusión de que la pena más frecuente impuesta a los
operarios hallados culpables de robo en la Real Casa de Moneda fue la expulsión de la misma (23.2 %), seguido
del “servicio personal” o trabajo en las obras públicas de la capital (15.4 %), el presidio y el destierro (ambos
con un 12.1 %).
674
Felipe CASTRO GUTIÉRREZ, Historia social de la Real Casa, p. 45.
675
“Número 218. Real órden comunicada por el Ministerio de la Gobernación de Ultramar,
prohibiendo que se aplique la pena de azotes, ni á los reos, ni á los indios, ni en los colegios y casas de educación
á los niños (publicada en la Gaceta de Mégico número 133, tomo XI del martes 3 de Octubre de 1820)” en
Manuel DUBLÁN y José María LOZANO, Legislación mexicana, Tomo I, pp. 518-519.

216
argumentos en este sentido, siendo reiterativa la solicitud de las penas en función de
la “comunidad de vecinos” que debía ser vengada y/o reparada [...] los fiscales solían
demandar la imposición de un determinado castigo arguyendo, entre otras razones,
la satisfacción de la “república ofendida” y el remedio de los daños causados al bien
común, dando cuenta todo ello del lugar central que ocupaba la noción restaurativa
de la justicia en la práctica cotidiana de su administración a nivel local.676

La mayor parte de las condenas a obras públicas, no obstante, solían fluctuar entre
seis meses (27.2 %) y un año (19 %), seguidas de cerca por las de dos años (13.6 %), en todo
caso bastante más leves tanto en extensión como en rigor respecto a las de presidio, por lo
que son consideradas por expertos en la materia como penas “menos severas”, categoría
intermedia entre las penas “severas” y las “moderadas”.677 La razón es que el presidio
implicaba un extrañamiento de la tierra para el sentenciado, mientras que el trabajo en obras
públicas podía ser desempeñado en la ciudad donde moraba el ladrón, en este caso, la capital.

TABLA 9: DURACIÓN DE LAS SENTENCIAS A OBRAS PÚBLICAS POR QUINQUENIOS, 1800-


1835
Quinquenio / 1800- 1805- 1815- 1820- 1825- 1830-
1810-1814 Total
Duración 1804 1809 1819 1824 1829 1834
8 días - 4 - - - - - 4
15 días 1 2 2 2 - - - 7
20 días 2 3 - - - - - 5
1 mes 1 1 - 1 - - - 3
2 meses 2 1 3 - - 1 - 7
3 meses 1 4 - - - 2 - 7
4 meses 1 1 3 - - 1 - 6
6 meses 3 3 3 2 1 14 4 30
1 año - 8 1 1 - 10 1 21
2 años - 1 - - 1 13 - 15
3 años - - - - - 2 - 2
4 años - - - - - 1 - 1
10 años - - - - 1 - - 1
N.E. - - - - 1 - - 1
TOTAL 11 28 12 6 4 44 5 110
Fuente: AGNM, Fondo Criminal, Fondo Justicia y Fondo TSJDF.

Sentencias de carácter muy leve solían tener como trasfondo el magro valor de los
objetos robados. A tan sólo ocho días de trabajos en obras públicas fueron condenados el

676
Sergio Alejandro TORO CIFUENTES, Purgando a la república, p. 76.
677
Graciela FLORES FLORES, “Del pluralismo punitivo”, p. 203.

217
indio tributario José Manuel Ramírez, cómplice en el hurto de una porción de granalla de
plata;678 el operario arañero Felipe Mendoza, quien robó un cospel para moneda de a peso;679
así como el sonador de fuelles Nicolás Lara y el hornero de cobre José María Juárez,
cómplices en el hurto de cuatro “planchuelas” y dos pedazos de cobre.680 Todos ellos
trabajadores de la Real Casa de Moneda, sorprendidos in fraganti tras los cateos realizados
luego de culminada la jornada laboral, o después de los recesos para tomar los alimentos.

Este patrón de condenas de cortísima duración tuvo como sus principales


protagonistas a los operarios de las oficinas de afinación, fundición y tierras de la Real Casa
de Moneda. En el caso de los condenados a quince días de obras públicas, la única diferencia
ostensible con los sentenciados a ocho días, reside en que los primeros fueron hallados
culpables del robo de objetos de plata, si bien en cantidades todavía muy módicas y de poco
valor. Basta con ver los casos del indio pisador de la oficina de tierras Mariano Torres,
condenado por el hurto de “una poca de granalla de plata”;681 del indio carbonero Nicolás
Antonio alias Chavero por el robo de un pedazo de plata;682 del indio arañero José Miguel
por el hurto de cuatro cospeles de plata para moneda de pesos683 y de José Rafael Ríos, quien
robó un poco de granalla de plata.684

678
“Causa criminal formada contra José de la Paz y Reyes y José Manuel Ramírez yndios operarios
de la obra material de esta Real Casa de Moneda, por hurto de granalla de plata”. AGNM, Fondo Criminal,
Vol. 718, Exp. 9, fol. 103 r., 1807.
679
“Causa criminal contra Felipe Mendoza, operario arañero de la fielatura por haversele hallado al
tiempo del registro, un cospel para moneda de pesos”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 718, Exp. 11, fol. 120 r.,
1808.
680
“Causa criminal formada contra José Avelino Vargas, Nicolás Lara, José María Juáres, Alverto
Escuti, y Juan Mata, por hurto de cobre, del que se afina, para liga, en la Casa de Santa Cruz”. AGNM, Fondo
Criminal, Vol. 718, Exp. 13, fol. 174 r., 1809.
681
“Causa criminal contra Mariano Torres, yndio operario de la oficina de tierras, por hurto de granalla
de plata”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 737, fol. 257 r., 1806.
682
“Causa criminal formada contra Nicolás Antonio, yndio carbonero de Atlapulco, por hurto de un
pedazo de plata de las oficinas de fundición”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 718, Exp. 10, fol. 114 r., 1808.
683
“Causa criminal formada contra José Miguel yndio arañero, por hurto de 4 cospeles de pesos”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 718, Exp. 23, fol. 291 r., 1810.
684
“Causa criminal contra José Rafael Ríos, operario de la oficina de tierras de fundiciones por hurto
de una poca de granalla de plata”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 718, Exp. 26, fol. 335 r., 1810.

218
La justicia criminal ordinaria no recetaba frecuentemente condenas tan bajas contra
ladrones, pues apenas están registradas las sentencias del indio carbonero Pablo José
Torrejón por el robo de tres sábanas a su patrón José Pérez Leusardo685 y la del zapatero José
Antonio Laredo y su socio el velero y peón Antonio Covarrubias, por el robo de ropa y
dinero a Juana María Rojas.686 En esta última causa, sin duda pesó como atenuante la
humilde condición socioeconómica de Rojas, una mestiza que se desempeñaba como
cocinera en casas particulares, sospechosa además de tener en poca estima su reputación
como mujer, dada su afición a la ingesta de aguardiente, considerado un hábito poco
honorable. En esta lógica de la justicia, la embriaguez de Juana María fue el factor que
impulsó a Laredo a desnudarla para quedarse con sus ropas y cinco pesos que le pertenecían.

Se desconoce la pauta que impulsaba a los jueces del tribunal privativo de la Real
Casa de Moneda a proferir condenas tan sólo cinco días mayores a las anteriormente
mencionadas, puesto que tampoco resulta fácil inferir matices agravantes en los casos de
aquellos condenados a veinte días de trabajos en las obras públicas. El cargador José
Francisco Flores hurtó dos pesos de la Real Casa, pero como alegó embriaguez y por tanto
inconsciencia a la hora de cometer el delito, fue condenado a veinte días de servicios en las
obras públicas, advertido de que por cada día que se demorase en la cárcel habría de pagarle
al Rey los dos reales diarios que costaba su manutención.687 A veinte días también fue
condenado el mozo de mandados Manuel Jiménez por su complicidad en el robo de “una
poca de plata”688 ejecutado por el operario Tomás Navarro, éste último condenado a dos
meses de trabajos; al igual que el aguador Juan Gaspar por robo de granalla de plata de la
oficina de fundiciones;689 o los trabajadores del cobre José Avelino Vargas y Alberto Pascual

685
“Pablo José Torrejón está preso, y procesado por ladrón, en cuya virtud no es de los que les
comprehende el Real Yndulto”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 355, Exp. 2, fol. 29, 1800.
686
“Contra José Antonio Laredo, y Antonio Cobarruvias, de pedimento de Juana María Roxas, que
los acusa de haverla rovado estando ebria”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 545, Exp. 7, fol. 105 r., 1816.
687
“Causa criminal formada contra José Francisco Flores cargador, por el hurto de dos pesos”.
AGNM, Fondo Criminal, Vol. 661, Exp. 3, fol. 21 v., 1801.
688
“Causa criminal formada contra Tomás Navarro, operario de la oficina de tierras de las fundiciones,
y Manuel Ximenez, por hurto de una poca de plata”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 737, fol. 88 r., 1804.
689
“Causa criminal contra Juan Gaspar, yndio carbonero de Atlapulco por hurto de una porción de
granalla de plata de las fundiciones”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 718, Exp. 8, fol. 86 r., 1807.

219
Escuti por ser los cabecillas de un robo de dicho metal.690 Ya Un mes de obras públicas fue
la sentencia recibida por el operario lavador de la Real Casa de Moneda Juan José López,
quien intentó sustraer “una porción de granalla limpia de plata” de seis onzas y tres ochavos
ocultándola en sus medias,691 al igual que el indio y peón de albañil José de la Paz y Reyes,
también hurtador de un poco de granalla de plata.692

Dos meses de servicio en las obras públicas fue la sentencia contra individuos
hallados culpables de robos que se pueden seguir considerando muy cortos, tanto en entidad
como en valor, si bien desde este punto se empieza a notar una mayor proporción de casos
atendidos por la justicia ordinaria, en especial por los jueces del Tribunal de La Acordada.
Están asentados casos como el robo de un pedazo de plata ejecutado por el operario de la
oficina de tierras José Mariano Prado;693 el robo de ropa ejecutado por el tejedor José
Cristóbal Villalpando;694 o el robo de la pistola propiedad del policía Don Joaquín Cortina
hecho por el indio trajinero José Miguel Sánchez.695

Cuatro meses de obras públicas recibió José Francisco Mancilla, operario arreador
de las mulas que movían los molinos de la oficina de fielatura de la Real Casa, por el hurto
de un pedazo de riel de plata que “dobló con una piedra porque estaba largo” y después
ocultó entre sus calzones. El reo argumentó en su defensa haber cometido tal delito

690
“Causa criminal formada contra José Avelino Vargas, Nicolás Lara, José María Juáres, Alverto
Escuti, y Juan Mata, por hurto de cobre, del que se afina, para liga, en la Casa de Santa Cruz”. AGNM, Fondo
Criminal, Vol. 718, Exp. 13, fol. 174 r., 1809.
691
“Causa criminal formada contra Juan Joseph López operario labador de la oficina de tierras de las
fundiciones por hurto de una porción de granalla de plata”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 661, Exp. 1, fol. 9
r., 1801.
692
“Causa criminal formada contra José de la Paz y Reyes y José Manuel Ramírez yndios operarios
de la obra material de esta Real Casa de Moneda, por hurto de granalla de plata”. AGNM, Fondo Criminal,
Vol. 718, Exp. 9, fol. 103 r., 1807.
693
“Causa criminal formada contra José Mariano Prado, operario de la oficina de tierras de esta Real
Casa por un pedazo de plata que se le aprehendió”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 661, Exp. 7, fol. 134 r.,
1802.
694
“El adjunto parte del que consta haver remitido a la Real Cárcel de Corte a José Cristóbal
Villalpando y a su hija María Felipa, por los motivos que en dicho parte se espresan”. AGNM, Fondo Criminal,
Vol. 569, Exp. 5, fol. 214 v., 1808.
695
“Contra Miguel Sánchez sobre haber rovado unas pistolas”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 86,
Exp. 7, fol. 56 v., 1811.

220
apremiado por la cortedad del jornal que devengaba como uno de los trabajadores de más
baja escala dentro de la institución, consistente en apenas cinco reales diarios. Así las cosas,
“es regular que padeciese las mayores angustias para mantener á su muger, y tres hijos [...]
que para que fuesen menores se valía de vender prendas que le daban en algunas tiendas con
este fin”. El procurador de pobres expuso ante el tribunal privativo el argumento de la
pobreza, sino también el de la minoridad del reo, en los siguientes términos:

La nesesidad puede hazer esto, y mucho más, en las circunstancias, en que se hallava
el reo, de arrimado, y nesesitado, no podían producir otro efecto, para acudir a su
remedio, sin premeditar las funestas resultas, que ha tenido, pues de otra suerte se
huviera abstenido. De lo que se infiere sin violencia, que le faltó un conocimiento
completo, y que careció de toda aquella malicia que se requiere, para constituirse
verdadero, y legitimo delinquente. Y como en los crímenes lo que se castiga es la
malicia con que se cometen careciendo de ella el reo que será de veinte y sinco años
de edad según declara, en cuio caso dudoso, deve inclinarse, á que no tiene los veinte,
y sinco años, por ser más benigno según la opinión de los autores criminalistas. Por
esta razón debe aprovecharle la menoría, y estimarse como tal, en la que ninguno
puede dicernir las acciones que emprehende, como susede en nuestro caso por su
incapacidad, y estulticia, cuio mérito le recomienda altamente, para que se le trate
con la maior benignidad.696

Tal alegato perdió efectividad al denunciar el fiscal Sagarzurrieta que Mancilla no


era reconocido socialmente como un marido virtuoso y responsable, sino más bien como un
hombre inclinado al juego y a la vida bohemia. Allí residía la imperiosa necesidad de
recursos que destinaba a sí mismo y no precisamente a la manutención de su crecida familia.

Lo único que se ha adelantado es que el reo Mancilla vivía distraído dejando de ir á


dormir á su casa lo que obligaba á su muger á irlo á buscar varias veces en la Casa
de Moneda, que es un indicio poderoso de que no había sido el primero el hurto que
se le aprehendió de un pedazo de riel de plata, y que para cometerlo no le incitaría
como quiere persuadir la necesidad y deseos de asistir á su muger y tres hijos. Sin
embargo atendido el corto valor de dicho hurto, el tiempo de prisión que ha sufrido
dicho reo, y prueba que ha dado en abono de su conducta, puede Vuestra Señoría
destinarlo si fuere serbido á quatro meses de serbicio en las obras públicas de esta

696
“Causa criminal formada contra Joseph Manzilla operario arreador de las oficinas de fielatura; por
hurto de un pedazo de riel de plata”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 661, Exp. 6, fol. 83, 1801.

221
capital, con prevención de que no se le buelba á admitir en el de las oficinas de esta
Real Casa. México y enero 13 de 1802.697

Para apreciar matices más resaltantes en la práctica judicial, hay que remitirse al
análisis de las sentencias a obras públicas iguales o superiores a los seis meses. Pese a haber
purgado una condena previa en presidio por robar siete arrobas de cebo de la casa del
comerciante Don Rafael Tanguanciguaro, el macuteno y ganzuero Ventura Díaz fue
condenado a seis meses de servicio en las obras públicas de la capital por parte del Tribunal
de La Acordada, en vista de su calidad privilegiada como indio digno de compasión, así
como de su minoría de edad.698 La benevolencia de La Acordada se hizo patente una vez
más cuando condenó a Juan Hernández alias Chorizos a cuatro meses de obras públicas
(cuando lo estilado hubiese sido seis) y veinticinco azotes a modo de corrección, que
finalmente no le fueron administrados por petición del reo, quien dijo tener unos granos en
la “asentadera” derecha.699 El mismo tribunal dispuso para el indio Gervasio Pichardo, el
mestizo Domingo Casasola y el español José Francisco Moreno penas de cuatro meses, seis
meses y un año de obras públicas respectivamente, condena sin aparente ligazón con la
disímil calidad de los reos, justificada con base en la rusticidad y sencillez de los mismos.700

Como es bien sabido, el argumento que enfatizaba en la ingesta excesiva de bebidas


espirituosas como atenuante en la comisión de delitos fue usado con alguna frecuencia por
los reos acusados de robo y por los procuradores de pobres encargados de su defensa. Por
sustraer una cantidad relativamente importante como lo eran ocho cospeles para moneda de
pesos, el indio pepenador José María Manjarrez recibió una condena de seis meses en obras
públicas. Como defensa, el también operario arañero sólo atinó a decir que la tarde del robo
“estaba atarantado á causa de que quando salió á comer al medio día, fatigado del trabajo se

697
“Causa criminal formada contra Joseph Manzilla operario arreador de las oficinas de fielatura; por
hurto de un pedazo de riel de plata”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 661, Exp. 6, fol. 94, 1801.
698
“Contra Bentura Díaz por macuteno bolcero en los maitines de San Agustín”. AGNM, Fondo
Criminal, Vol. 361, Exp. 3, fol. 188, 1802.
699
“Contra Juan Hernández (alias Chorizos) y José Antonio Hernández (alias Pantalón) por ladrón
ganzuero el primero y el segundo por haber comprado lo robado”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 87, Exp. 2,
fol. 69 r., 1811.
700
“Contra Francisco Moreno, Domingo Casasola, Gervacio Pichardo, Teresa Rangel y Juliana
González por rovo con ganzúa”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 88, Exp. 3, 1809.

222
tomó un real de pulque en el Puesto Nuevo”.701 El albañil Nicolás Ambrosio Ramírez y su
socio, el peón José Manuel Huerta, al ser hallados culpables del robo de “tres rieles de plata
de la moneda gruesa” propiedad de la Real Casa, alegaron estar “algo perturbados” a causa
de la ingesta de alcohol al momento de la comisión del delito, si bien el asesor fiscal no dio
crédito a tales relatos, dada la dificultad de que dos hombres borrachos de aguardiente
consumaran un robo de esas características:

Por más que ambos reos se han esforzado á probar que á la sazón estaban ebrios y
digan quanto quieran sobre esto los testigos, es indudable que no lo estaban
perfectamente, pues tubieron las advertencias de conocer por donde se podían bajar
los rieles, agilidad de subir y bajar por el mástil, amarrarlos por las puntas, y dejarlos
arrimados en un callejón, quando el extractor Ramírez, lo siguió un guardavista por
no haber querido esperar á que se le registrase aunque se le gritó.702

En la resolución de esta causa, se tuvo en cuenta el papel desempeñado por los


individuos involucrados en dicha asociación delictiva, así como la calidad y la edad de cada
uno de ellos. Ciertamente, a ambos reos les favorecía ante el Tribunal de la Real Casa su
“rusticidad, miseria y pribilegiada calidad” propia de los indios, pero debido a su papel como
instigador del delito, Nicolás Ambrosio Ramírez fue condenado a seis meses de servicio en
las obras públicas capitalinas, mientras que a José Manuel Huerta, a causa de su minoría de
edad, le fueron recetados apenas tres meses de la misma pena.

Servir durante seis meses en las obras públicas fue también el castigo del tejedor
castizo Ignacio Rosales a causa de que los jueces lo hallaron como un individuo imposible
de corregir, pese a las oportunidades que se le habían dado para su redención. Preso en al
menos tres ocasiones anteriores a su aprehensión definitiva, Rosales ostentaba cierta
trayectoria delictiva como “ladrón macuteno y bolcero”: en 1800, había sido detenido junto
a Andrés Avelino Saldaña por haberles sacado de la bolsa ocho pesos a “unos yndios

701
“Causa criminal formada contra José María Manjares, yndio, operario arañero de esta Real Casa
por el hurto de ocho cospeles, para moneda de pesos”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 737, fol. 170 r., 1806.
702
“Causa criminal formada contra Nicolás Ambrocio Ramírez albañil, y José Manuel Huerta peón,
por hurto de tres rieles de plata para moneda de pesos”. AGNM, Fondo Criminal, Vol. 661, Exp.4, fol. 51 r. y
v., 1801.

223
mistecos”; el mismo año, fue enviado a prisión junto a Manuel Campuzano por la comisión
del mismo delito, a pesar de los apercibimientos previos para que retornase a Puebla a
trabajar en su oficio. Hacia 1802, fue detenido por tercera ocasión, esta vez en compañía de
Ventura López, acusados ambos de actuar como ladrones macutenos en San Antonio Abad.
En dicha oportunidad también fue acusado por La Acordada de vivir en incontinencia junto
a Isabel Romero.703 Todo su prontuario fue puesto de relieve tras su infructuoso intento de
robo al dueño de una vinatería donde, en consorcio con el mozo de mandados Manuel
Jiménez, había ido a comprar una cuartilla de aguardiente. Actuando de modo aparentemente
incomprensible, Rosales quiso robar de frente al comerciante, pues “comenzó a meter mano,
y rebolber el dinero diciendo si yo fuera dueño de esto saldría de cuidados”, siendo
posteriormente detenido por cuarta ocasión y procesado judicialmente.

Tribunal de La Acordada mayo 21 de 1803. Atendida la incorregibilidad de Ygnacio


Rosales, y no haver cumplido con lo mandado en decreto de primero de marzo de
ochocientos dos sobre regresarse á Puebla, y exercer su oficio de texedor, á efecto de
que tenga cumplimiento lo mandado, y el reo quede corregido condénase á seis meses
de obras públicas en Puebla, á cuyo efecto se remite á el provincial Don José Antonio
García Quiñones, á quien se le prevenga que cumplida la condena, esté á la mira de
que este reo exersa su oficio. Lo que así se le notifique, á este bajo apercivimiento de
que en nueva reincidencia en mala conducta se le castigará severamente.704

Las condenas en segunda y tercera instancia contra ladrones, como era de esperarse,
fueron en gran medida iguales o superiores al medio año de duración. Se parte del
presupuesto de que si llegaban a dicha instancia judicial, era porque los casos revestían
especial gravedad o bien, porque la República federal se encontraba empeñada en la
penalización efectiva de los delitos contra la propiedad, tanto los que se habían consumado,
como los meros conatos. Así las cosas, por el porte de ganzúas y armas prohibidas, Matías
Beltrán fue sentenciado a seis meses en las obras públicas de la capital por los ministros de

703
“Contra Ygnacio Rosales y José Antonio Matos por ladrones y reincidente el primero”. AGNM,
Fondo Criminal, Vol. 479, Exp. 4, fols. 168 v.-171 r., 1803.
704
“Contra Ygnacio Rosales y José Antonio Matos por ladrones y reincidente el primero”. AGNM,
Fondo Criminal, Vol. 479, Exp. 4, fol. 181, 1803.

224
la Audiencia;705 de igual manera procedió la Corte Suprema de Justicia contra Juan
Nepomuceno Mejía y José Díaz por el porte de diez ganzúas y una reata,706 y contra
Cayetano Reyes por conato de robo a una casa habitación. 707 Cabe mencionar a ladrones
domésticos como Juan Crisóstomo, sentenciado a seis meses de servicio en las obras
públicas por robar a su patrón unas prendas de ropa, dos cueros de pulque y otras cosas,708 y
a Manuel Torres, cuyo supuesto reumatismo, dolor general de huesos y enfermedad venérea
no alcanzó a convencer al médico encargado de diagnosticarlo, ni desvanecer el agravante
ante las justicias de haber robado ropa de su patrón aprovechándose de su condición de
sirviente.709

Como cómplices en el robo de dos vacas, José María Lucero, Martín Rojas y Gaspar
González obtuvieron una condena equivalente a una cuarta parte a la dictada contra Pedro
Ponce, cabecilla de su asociación delictiva, cuando en primera instancia todos los
involucrados en la causa habían sido sentenciados a cuatro años de servicio en las obras
públicas.710 Según los ministros de la Corte Suprema, José Aniceto Flores no pudo demostrar
que el robo ejecutado junto a María Magdalena Cázares tuvo como detonante el “hallarse
ebrio la tarde que lo verificó”, por lo que no procedía darle por compurgada la pena por el
tiempo pasado en prisión, y debía ratificarse la sentencia del juez de primera instancia, quien
lo había condenado a un año de servicio en las obras públicas.711

A causa del robo de unas almendras o piezas de un candil de cristal, el Licenciado


Don Mariano Ruiz de Castañeda condenó en primera instancia a Silverio Morales y a su

705
“Causa instruida contra Matías Beltrán y José Arraluz (a) Juan Medina por portación de ganzúas y
armas prohibidas”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 1 (7), Exp. 11, 1823-1824.
706
“Toca a la causa criminal instruida contra Juan Nepomuceno Mexía, José Díaz y Nicolás Pliego,
aprehendidos una noche con 10 ganzúas y una reata”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 2 (18), Exp. 32, 1826.
707
“Cayetano Reyes por conato de robo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 2 (69), Exp. 29, 1832.
708
“Expediente supletorio del formado contra Juan Crisóstomo por robo”. AGNM, Fondo TSJDF,
Caja 2 (45), Exp. 56, 1829.
709
“Manuel Torres: por robo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (70), Exp. 48, 1832.
710
“Toca a la causa criminal instruida contra Pedro Ponze, José María Lucero, Martín Roxas, y Gaspar
González por robo”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 3 (26), Exp. 138, 1827.
711
“Toca á la causa instruida contra José Aniceto Flores por complicidad de robo con María
Magdalena Cásares”. AGNM, Fondo TSJDF, Caja 2 (18), Exp. 33, 1826.

225
socio José María Gaitán a la pena de dos años de servicio en las obras públicas y a un año
de servicio de cárcel respectivamente. El defensor de los reos, suplicó a la Corte Suprema
que dicha sentencia fuese revisada y se les concediese la libertad a ambos, alegando que era
el primer robo cometido por Morales y además de poca monta: “una cantidad de almendras
de cristal que por su uso y por su corto valor, no irrogó al robado más perjuicio que el simple
hurto, ó privación de dichas almendras y ellos se las restituyeron sin que faltase más de una
parte muy corta”.712

El procurador de ambos reos aseveraba que aún con mayores razones Gaitán era
merecedor de la libertad, pues sólo estaba sindicado de haber comprado las dichas
“mamaderas” de cristal, cargo fundado en las falsas declaraciones de su socio, quien de todos
modos negó posteriormente que Gaitán hubiese participado en el circuito comercial a
sabiendas de que los objetos eran robados.

Si mi parte fuera encubridor del robo de que se trata, y si mi parte hubiera avonado á
Morales sabiendo que eran robadas las almendras de cristal, entonces yo no me
opondría á que se le castigase el participio que tendría en aquel hurto, pues habiendo
avonado de buena fe á Silverio, y no habiéndosele probado que lo hizo con malicia;
es claro que no debe ser reputado por encubridor de un ladrón, y que no debe
castigársele un acto que practicó con la mayor inocencia ¿Quién ha dicho que Gaitán
fió á Morales sabiendo que este era ladrón? El mismo Morales ¿Pero no desizo en
aquella calumnia y confesó que no era integrante de su crimen? ¿Por qué se le da más
asenso á la primera declaración que a la segunda? ¿No dice expresamente que en
descargo de su conciencia ahora que Gaitán no supo que eran robadas cuando lo fió
para su venta? ¿Ni qué interés puede tener Morales en asegurar una mentira?713

En vista de que era el primer robo de Morales, y además de unos objetos de un valor
insignificante, los ministros de la tercera sala de la Corte Suprema de justicia redujeron la
condena a obras públicas contra Morales a un año, dejando libre a Gaitán, pues en la escala
punitiva no había una pena de índole laboral inferior a la de servicios de cárcel a que había
sido condenado. Similar desenlace tuvo la causa contra Julián Cumplido por el robo de unas

712
“Expediente supletorio del formado contra Miguel Morales y José Gaytán por robo”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 3 (26), Exp. 129, 1827.
713
“Expediente supletorio del formado contra Miguel Morales y José Gaytán por robo”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 3 (26), Exp. 129, 1827.

226
piezas de ropa a su amasia Jacinta, pues el reo de apenas 17 años ya llevaba siete meses
confinado en prisión, las prendas eran usadas y “de muy corto valor, según parece”, y su
amante no había promovido denuncias en su contra “lo cual manifiesta su condonación y
aquiescencia”. Pese al agravante de vivir amancebado, la condena de obras públicas le fue
rebajada de dos años a uno.714

Don José Mariano Urruchi, quien fungía como procurador de pobres en nombre del
ladrón de aguardiente Techo Castillo, suplicó a la Audiencia que se le conmutase la pena
debido a las graves complicaciones de salud que padecía, apoyándose en el Soberano
Decreto Número 90 de 10 de junio de 1823. Castillo había sido condenado en primera
instancia por el juez de letras Don Agustín Pérez de Lebrija a ocho años de presidio en los
bajeles de Veracruz, y el procurador Urruchi pedía que “se le conmute aquella pena en otra,
como la del servicio interior de la cárcel, ó cosa equivalente”. Era preferible, según él, que
Castillo fuese aprovechado en labores útiles en el contexto de la Cárcel Nacional, donde se
hallaba recluido, y no arriesgarse a perder la vida, dada la dolencia que le aquejaba. La pena
de bajeles representaba una muerte inmediata para el reo, aseveraba el procurador de pobres:

Ciegamente obedecería mi parte dicho fallo é iría conforme al lugar que se le ha


destinado, si su salud y fuerzas se lo permitieran, mas se halla aquella tan consternada
y débil á resultas de la mucha sangre que hace tiempo arroja por la voca, que no podrá
caminar al lugar de su destino, sin un riesgo inminente y próximo de perder la vida,
según lo certifican los dos facultativos de la cárcel que lo han reconocido de orden
del expresado Señor Lebrija, y cuya certificación debidamente acompaño.715

El ladrón de once barriles de aguardiente había sido diagnosticado por los médicos
facultativos José Mariano Dávila y Mariano Alarcón con “una hemotisis ó sangre por la boca
lo que le ympide todo movimiento activo”, considerada como una “grave enfermedad” que
de obligar al reo a caminar, “se agitará y le bendrá la sangre con mucha fuerza y puede

714
“Toca á la sumaria instruida contra Julián Cumplido por robo de algunas piezas de ropa”. AGNM,
Fondo TSJDF, Caja 1 (17), Exp. 26, 1826.
715
“Solicitud de indulto del procurador de pobres José Mariano Urruchi a favor del reo Techo Castillo,
sentenciado por el delito de robo de aguardiente”. AGNM, Fondo Justicia, Tomo 19, Exp. 30, fol. 259 v., 1824.

227
degenerar en una tisis que le cueste la vida”. De este modo, la estrategia del procurador se
basó en apelar a la piedad del juez:

En circunstancias tan lastimosas no le queda á mi parte otro arvitrio, para librarse de


la muerte que se le acerca, que el de ocurrir a Vuestra Excelencia como lo hago á su
nombre manifestándole el estado y cituación en que se haya Techo Castillo, para que
teniendo concideración á él, lo vea con la conmiseración y piedad que le caracteriza
y […] en consecuencia, y por las altas atribuciones que solo á Vuestra Excelencia
están consedidas por decreto de dies de junio del año pasado de veinte y tres, se sirva
conmutar la dicha pena en la de servicio en esta cárcel, y en aquellos oficios que sean
compatibles con el estado de su salud; cuya gracia espera mi parte de Vuestra
Excelencia, como también que consedida esta, se le comunique á la Excelentísima
Audiencia por el conducto que corresponda para su inteligencia: en estos términos.
A Vuestra Excelencia suplico se sirva determinarlo que recibiré gracia.716

Finalmente, el presidente de la Audiencia, haciendo uso de las facultades


anteriormente mencionadas, tuvo en cuenta las razones expuestas por el procurador de
pobres y decidió conmutar la pena que había sido dictada contra Castillo. No obstante, en la
sentencia definitiva que se profirió no se mencionan explícitamente los plausibles servicios
en la Cárcel Nacional como había sugerido Urruchi, sino una determinada forma de
penalidad apoyada en el trabajo coactivo, pero formulada de manera bastante vaga: “el
Excelentísimo Señor presidente […] se ha servido disponer que aquel yndividuo cumpla su
condena en otros trabajos públicos compatibles con el estado de su salud”.717

Independientemente del destino final de Castillo, resulta bastante diáfano que tanto
la parte defensora como la acusadora solían basar sus argumentos en torno a las modalidades
de castigo en una pretendida retórica que hacía gala de humanitarismo, de piedad y de
conmiseración, pero que en el fondo no era más que una muestra de las negociaciones que
se daban en el seno del sistema judicial para: 1o) evitar que los criminales dejasen de recibir
el debido escarmiento por sus procederes ilegales; 2o) mantener el carácter ejemplarizante

716
“Solicitud de indulto del procurador de pobres José Mariano Urruchi a favor del reo Techo Castillo,
sentenciado por el delito de robo de aguardiente”. AGNM, Fondo Justicia, Tomo 19, Exp. 30, fols. 259 v.-260
r., 1824.
717
“Solicitud de indulto del procurador de pobres José Mariano Urruchi a favor del reo Techo Castillo,
sentenciado por el delito de robo de aguardiente”. AGNM, Fondo Justicia, Tomo 19, Exp. 30, fol. 261 r., 1824.

228
que vindicase el tejido social dañado por las fechorías de aquellos; y 3o) fomentar los modos
de aprovechamiento de la fuerza laboral de los penados hasta la última gota.

En algunas ocasiones dicho cometido utilitarista se expresó sin ambages. En febrero


de 1824, Don Rafael Alcaraz, alcaide de la Cárcel Pública Nacional, pidió a la Audiencia
que se le conmutase la pena de cinco años de presidio por otra de una duración equivalente
en servicios de cárcel a José Romero, “por la utilidad que resulta al buen orden interior de la
misma de que dicho individuo cuide de él”. El alcaide argumentaba su petición basándose
en las siguientes consideraciones:

El buen manejo y conducta de este indibiduo han dado ocación á que descanse mi
confianza en su cuidado para el buen orden de lo interior de la casa, hasiendo en su
cumplimiento costosos servicios que lo han hecho recomendable; mas debiendo en
marchar en la próxima cuerda para su destierro y el haserme á mi notable falta en el
destino de que a la vez le tego [sic] ocupado me instimulan [sic] á suplicar […] tenga
a bien en que en atención a los citados serbicios lo escuse de marchar, teniendo á
bien cumpla el tiempo de su condena en esta cárcel en las ocupaciones en que hoy lo
tengo empleado; cuya gracia espero recibir […] que en hacerlo así recibe del
enunciado Romero la mayor gracia de su piedad respecto á faltarle solo tres años.718

A favor del condenado obraba la aparente benevolencia de la autoridad, siendo


Romero identificado como una persona de intachable conducta y de evidente aplicación a
ciertas labores sin enunciar, pues como es posible apreciar, ya se encontraba trabajando para
el alcaide en el mantenimiento del orden interior de su “casa” provisional. Por si fuera poco,
sólo le quedaban tres años de la pena proferida en su momento por la Audiencia territorial
de la capital de la República mexicana.

Este órgano de gobierno promulgó el 17 de marzo de 1824 un oficio donde


oportunamente se aclararon algunos pormenores relativos a la causa penal de Romero,
recordando que a dicho reo no se le condenó en su momento por meras sospechas de robo,
“sino por la aprehensión real de un yncensario que robó en la sacristía del combento de

718
“Solicitud del alcaide de la cárcel pública para Rafael Alcaraz para que la sentencia de cinco años
de presidio se conmute al reo José Romero, condenado por delito de robo”. AGNM, Fondo Justicia, Tomo 19,
Exp. 27, fol. 229, 1824.

229
religiosas de San Cosme, cuyo delito confesó”. Semejante “exeso” cometido en el marco de
una sociedad estamental, jerárquica, corporativa y religiosa, ameritó que los fiscales
encargados del caso pidiesen para José Romero una pena de diez años de presidio en
Veracruz. No obstante, la Audiencia tuvo en consideración a posteriori la colaboración que
el ladrón sacrílego brindó a las autoridades en lo tocante a la conservación del orden
carcelario y conmutó la pena del reo: “Este Tribunal, tenida consideración á los oportunos
que dio Romero, de la fuga que intentaron hacer de la cárcel algunos reos, como de otros
desordenes que revertía en lo interior de ella lo trató con la venignidad que se palpa, y que
en otras circunstancias no meresía”.719

Las ocupaciones de Romero en la cárcel pública, y de las que tan orgulloso se sentía
su alcaide, consistían en mantenerle enterado de los planes de evasión de los reclusos,
función que contribuía al mantenimiento del “buen orden y gobierno interior” de la prisión.
Bajo este razonamiento podría llegar a comprenderse la aparente benignidad de las máximas
instancias judiciales y gubernativas de entonces: “El Supremo Poder Ejecutivo há tenido á
bien conceder á José Romero que los cinco años de presidio en que lo condenó ese Tribunal
[la Audiencia] por sospechas de robo, lo sufra en la cárcel pública de esta capital, donde está
comisionado por el alcayde para el buen orden y gobierno interior de las prisiones”.720

Sostengo a este respecto y contrariamente a lo argüido por autores modernos como


Michel FOUCAULT, que ya no resulta factible pensar la cárcel de las últimas décadas del siglo
XVIII y las primeras del XIX tal como había sido performada por las diversas leyes
expedidas durante la época medieval y los primeros siglos del Imperio español en América.
Dicha institución pasaba por ser un mero instrumento precautelativo más no punitivo, cuya
función más saliente era el pretendido resguardo del preso para evitar su huida mientras se

719
“Solicitud del alcaide de la cárcel pública para Rafael Alcaraz para que la sentencia de cinco años
de presidio se conmute al reo José Romero, condenado por delito de robo”. AGNM, Fondo Justicia, Tomo 19,
Exp. 27, fol. 230 v., 1824.
720
“Solicitud del alcaide de la cárcel pública para Rafael Alcaraz para que la sentencia de cinco años
de presidio se conmute al reo José Romero, condenado por delito de robo”. AGNM, Fondo Justicia, Tomo 19,
Exp. 27, fol. 233 r., 1824.

230
adelantaba el respectivo procedimiento judicial.721 Empero, en un texto publicado
recientemente en castellano, FOUCAULT imprime un nuevo matiz a sus primeras
concepciones al respecto:

Verificamos, con todo, un fenómeno notable: en la misma época en que se formulaba


y se ponía en práctica dentro de la institución penal el principio del criminal-enemigo
social, aparece una nueva táctica punitiva: el encarcelamiento. Nueva táctica, en
efecto, pese a la apariencia: la prisión no es un castigo muy viejo cuya fortuna haya
dejado de crecer con el paso de los siglos. Así es: hasta fines del siglo XVIII nunca
fue, en rigor, un castigo dentro del sistema penal. La introducción de la prisión [en
ese sistema] data de fines del siglo XVIII.722

Aunque Valeria SÁNCHEZ MICHEL dice que al despuntar el siglo XIX la Real Cárcel
de Corte no contaba con reos “forzados”, es decir, trabajadores penados sentenciados al
trabajo compulsivo en obras públicas, todos los cuales purgaban sus condenas en la Cárcel
de la Ciudad,723 también es cierto que algunas privaciones de la libertad fueron
“enriquecidas” con eventuales trabajos en alguna de las dependencias productivas de la
Corona. La autora menciona para el caso novohispano modalidades de trabajo forzado como
“los obrajes, las galeras, los presidios, el trabajo forzado para obras públicas, las panaderías
y otras en las que el reo no sólo perdía su libertad sino que además realizaba un trabajo”.724
Hoy resulta evidente cómo en el caso de la Real Cárcel de Corte, la prisión podía llegar a ser
considerada como una pena aflictiva susceptible de llegar a servir de base de alguna de las
múltiples modalidades que la autora denomina como de “prisión-servidumbre”,
caracterizada por la tendencia al aprovechamiento de la fuerza laboral de los reclusos, que
empezó a cobrar definitiva notoriedad durante la Primera República federal e incluso llegó

721
“Los reos destinados al servicio de obras públicas permanecían en la cárcel que servía precisamente
como casa de resguardo, pues, luego de salir a realizar sus faenas, volvian a ella para ser asegurados. Las
cárceles capitalinas de la Diputación o Ciudad y la Nacional de Palacio -que luego pasó al edificio de la ex
Acordada a mediados de 1831- sirvieron a ese propósito”. Graciela FLORES FLORES, “Del pluralismo punitivo”,
p. 204.
722
Michel FOUCAULT, La sociedad punitiva (Curso en el College de France, 1972-1973). Buenos
Aires: Fondo de Cultura Económica, 2016, p. 85.
723
Valeria SÁNCHEZ MICHEL, Usos y funcionamiento de la cárcel, p. 61.
724
Valeria SÁNCHEZ MICHEL, Usos y funcionamiento de la cárcel, p. 84.

231
a imponerse sobre los servicios en obras públicas, dando el primer paso hacia el monismo
punitivo centrado en la cárcel.

232
CONCLUSIONES

Al final, también nosotros moriremos, nuestras vidas yacerán inertes dentro del proceso acabado
y nuestras intenciones quedarán asimiladas dentro de un acontecimiento pasado que nosotros
nunca nos propusimos. Lo que podemos esperar es que los hombres y mujeres
del futuro retornen hacia nosotros, que afirmen y renueven nuestros significados
y que hagan inteligible nuestra historia dentro de su propio tiempo presente.725

¡Que maravilloso sería poder olvidarse de aquella que ha sorbido en nosotros


la savia de nuestras cortas vidas para poder emplearla en sus vanas obras!
¡Que hermoso sería olvidarse de la Historia! 726

La Historia del Derecho, tradicionalmente ocupada del estudio de los textos normativos, ha
sido enriquecida por la ampliación de los horizontes teóricos y metodológicos de la Historia
social y cultural, que ha ponderado sus desarrollos y aportes, pero le ha sumado el
componente humano, tras enfocar su atención en los actores. Ello no quiere decir otra cosa
distinta a que la Historia sociocultural del delito, la justicia y el castigo ha tenido a bien
considerar la agencia de los actores criminales en su interacción no desprovista de conflictos,
resistencias y negociaciones con el sistema de administración de justicia penal.

Cierta historiografía de corte normativista sostuvo que la Primera República Federal


significó un periodo francamente disruptivo en términos jurídicos, equiparable a la
revolución política que significó la transición de Virreinato a República, mucho más caótica
que la administración de justicia propiamente dicha. En este trabajo, se ha argumentado que
el alcance de los proyectos de innovación legal y jurídica ha sido sobrevalorado. Las leyes
castellanas e indianas no sólo mantuvieron plena vigencia en el desarrollo de las causas
judiciales, sino que en ocasiones fueron la base de la incipiente legislación republicana, o al
menos cumplieron el papel de Derecho supletorio.

En efecto, la implementación del federalismo aparejó la necesidad de innovación en


múltiples esferas de lo político y lo jurídico, provocando mutaciones de importancia como

725
Citado en Carlos ILLADES, Thompson. México: Universidad Autónoma Metropolitana, 2008, p. 9.
726
Milan KUNDERA, La vida está en otra parte. México: Tusquets, 2014, p. 234.

233
la instauración de la ciudadanía, la división tripartita de poderes, o la justicia en tres
instancias. No obstante, mantener el pluralismo punitivo era funcional a los requerimientos
de un nuevo régimen político-jurídico armónico con la pretendida igualdad de los individuos
ante la ley en el marco de una sociedad estamental y jerárquica. Es por ello que el concepto
de continuidad jurídica ayuda a comprender el tránsito entre el Estado jurisdiccional y el
Estado de Derecho, el cual no podía encarnarse en la realidad si menospreciaba los
desarrollos institucionales e ideológicos del modelo que le antecedió, siendo producto de
una innovación limitada con respecto a aquel.

El confuso y heterogéneo sistema de leyes de los primeros tiempos republicanos


mostraba continuidad con aquel que estuvo vigente por algo menos de tres siglos en los
territorios americanos de la monarquía hispánica, lo cual era comprensible dada la necesidad
de establecer un nuevo régimen político-jurídico sobre bases sólidas, en aras de garantizar
el correcto funcionamiento de la justicia penal. La continuidad jurídica patente en la praxis
penal entre Virreinato y República, más que un defecto achacable a la impericia, ignorancia
o nula preparación de los legisladores, respondió a la necesidad de dotar a la naciente
República de un orden acorde a las circunstancias de los nuevos tiempos.

La época abordada se caracterizó por fungir como una coyuntura crítica en todos los
niveles de la vida económica, política y social. La documentación criminal del periodo para
el caso de Ciudad de México sugiere que el contexto de los primeros decenios del siglo XIX
constituyó un caldo de cultivo para la comisión de múltiples delitos contra la propiedad por
parte de los sectores populares, incluso de aquellos trabajadores quienes pese a detentar un
oficio u ocupación conocida, se dedicaban a delinquir habitual o circunstancialmente en aras
de sobrevivir en un medio precarizado laboralmente y donde los más carenciados vivían al
límite de la supervivencia. Ciertamente, la ciudad era un foco receptor de la inmigración
venida de una provincia cada vez más pauperizada por las crisis de abastecimiento y las
epidemias, pero la información disponible, al contrario de ciertos análisis impresionistas, no
permite colegir que las tasas de criminalidad hayan sido más altas entre los foráneos que
entre los oriundos de la capital.

234
Entre los encausados por delitos contra la propiedad entre 1800 y 1835, prevalecieron
los individuos dedicados a las labores propias del mundo artesanal, condición ocupacional
que se agudiza al reducir la escala de observación para detener la mirada en el caso de los
ladrones ganzueros. Este grupo de ladrones fue escogido en virtud de la calidad de sus
testimonios presentes en las causas criminales, que resultan idóneos para estudiar algunos
aspectos clave de sus asociaciones delictivas y redes socioeconómicas que tenían como
finalidad poner en circulación determinados bienes en el mercado negro, cuya máxima
expresión capitalina era el Baratillo. Entre los objetos robados por los ganzueros y
comerciados por los baratilleros, el bien preponderante era la ropa, ambicionada por el alto
valor monetario absoluto y relativo en la época. Las prácticas de robo y comercio
subrepticio, enmarcadas en el contexto propio de los crímenes de pobreza, fueron no obstante
una oportunidad de ganancias para unos individuos cada vez más pauperizados, carentes de
trabajo estable y perseguidos como vagos. De hecho, un buen golpe a una accesoria
comercial o casa habitación podía representar una ganancia superior al sueldo mensual de
un oficial artesano.

La crisis multifactorial explica no sólo la recurrencia de los robos en la Ciudad de


México, sino también el auge e incremento de las penas basadas en el trabajo. Las primeras
décadas del siglo XIX desarrollaron una praxis penal de orden utilitarista en lo que atañe a
las sentencias contra los ladrones, reos de cortos delitos, transmutando a los “notorios
ladrones” en “benéficos artesanos”, es decir, en individuos susceptibles de ser explotados
económicamente a partir de la puesta en práctica de una ética del trabajo útil y productivo.
La crisis financiera remanente de las guerras de independencia, propició que se diera
continuidad a los castigos que bebían de las fuentes del utilitarismo hispánico, pues se
demostró que durante la Primera República Federal, las sentencias basadas en el trabajo
penado siguieron siendo las más empleadas por las justicias.

La punición de los ladrones fue orientada hacia castigos como el trabajo en los
presidios y los servicios en las obras públicas de la capital, pues las labores como soldados
y artesanos desempeñadas por los penados, solían ser más rentables financieramente para el

235
gobierno que el empleo de trabajadores libres en idénticas labores. El énfasis en las condenas
de índole utilitaria estuvo ligado no sólo a subsanar las necesidades económicas de los
gobiernos, sino también al mantenimiento del viejo ideal moralizante de las conductas
sociales, pues en una capital como Ciudad de México los habitantes pobres eran
constantemente relacionados con la vagancia, el ocio, la miseria, el crimen. Así las cosas, el
trabajo útil y productivo apareció entonces como una alternativa razonable para dar
satisfacción simultáneamente a los preceptos de moralidad pero sobre todo de utilidad, lo
que permite establecer, contrariamente a visiones historiográficas simplistas y algo ingenuas,
que una penalidad de tal índole estuvo relacionada más con una forma de pragmatismo
económico-político propia del capitalismo incipiente, que con una pretendida puesta en
práctica de los valores universales ilustrados basados en los derechos del hombre y del
ciudadano y que buscaban la dulcificación de los castigos bárbaros, inútiles y costosos para
el gobierno.

Los procesos criminales permiten analizar los argumentos esgrimidos por la parte
defensora en aras de aminorar las sentencias contra los ladrones, los cuales se caracterizaban
por la diversidad de sus énfasis. Los defensores recurrieron a la estrategia de poner de relieve
condiciones atenuantes como la calidad ínfima y la miseria y rusticidad de los reos, el
desamparo y la orfandad, la embriaguez, las enfermedades padecidas y la potencial gravedad
de aquellas, la minoría de edad, la nula educación recibida y la poca magnitud de los robos.
Aunque el margen de actuación de estos procuradores se amplió a partir de la instauración
de la justicia en tres instancias, también es cierto que el papel de los fiscales cobró mayor
importancia, incidiendo en un proceder estricto de los jueces a la hora de considerar
elementos agravantes que posibilitasen el endurecimiento de las sentencias previas,
especialmente en lo que compete a los ministros de la Corte Suprema. Si bien el robo no era
considerado como una conducta criminal especialmente grave, era de esperarse que fuera
cada día menos tolerada en el marco de una sociedad que le empezaba a conferir valor
sustantivo a la propiedad privada en el marco de la transformación de una sociedad con
remanentes cortesanos en otra burguesa.

236
Estudiar sociedades atravesadas por importantes cambios sociopolíticos, económicos
y jurídicos, se torna en una tarea compleja por condicionantes como el vacío documental en
cuanto a fuentes primarias, caso de los expedientes criminales de primera instancia para el
primer federalismo en el ámbito de la Ciudad de México. Ello explica, a mi modo de ver,
cierto desdén o desinterés hacia la época que tiende un puente entre Virreinato y República,
por no hablar del sempiterno descuido por la Historia del crimen, el castigo y la justicia en
los primeros años del federalismo. Está claro que aunque los expedientes criminales de
segunda y tercera instancia son insumos pletóricos de posibilidades analíticas, también
imponen ciertas limitaciones dada la naturaleza misma de la información que contienen, no
tan abundante en detalles como la del ramo Criminal de finales del Virreinato. En cualquier
caso, investigaciones como la presente pretenden alentar nuevos trabajos que profundicen
en el estudio de los sectores populares y de la clase trabajadora, considerando variables como
el delito y la justicia, sea en calidad de eje principal o transversal, profundizando en aspectos
como la Historia material de la vida cotidiana, y por qué no, establecer incluso ciertos
ejercicios de Historia comparada entre localidades, regiones y países.

237
ANEXOS

ANEXO 1: RELACIÓN DE LAS CAUSAS POR DELITOS CONTRA LA


PROPIEDAD EN CIUDAD DE MÉXICO, 1800-1835
Calidad, Calidad,
Signatura Año Delitos Afectados Acusados Lugar
ocupaciones ocupaciones Sentencias
F. Cr., Calle de Condenado a
Robo de dos
Vol. 355, Indio de Regina, 15 días de
sábanas de José Pérez Pablo José
Exp. 2, 1800 Patrón del indio Cuernavaca, Cuartel mayor servicio en las
taman y una de Leusardo Torrejón
fols. 19- carbonero 2, menor 5, obras públicas
lana
29. Cdmx en la capital
F. Cr.,
Sospechas de
Vol. 614, Castizo,
robo de cuatro Real Casa de Pedro Despedido de
Exp. 21, 1800 N.A. operario Cdmx
cospeles de Moneda Sánchez la Real Casa de
fols. 440- arañero
pesos Moneda
451.
Barrio de
F. Cr., Pena
Santa Catarina
Vol. 657, Joseph Comerciante, compurgada
Robo de alhajas Don José Español, Mártir,
Exp. 2, 1800 Gregorio cuñado del con el tiempo
y animales María Velasco minero Cuartel mayor
fols. 199- Urbizu presunto ladrón pasado en
1, menor 2,
291. prisión
Cdmx
Calle del
F. Cr., Administrador
Mestizo, Puente
Vol. 361, de la pulquería Enviado a
Sospechas de Don Mariano Nicolás sombrerero y Quebrado,
Exp. 6, 1801 de San Martín trabajar con un
robo Rodríguez Serrano ladrón Cuartel mayor
fols. 235- (o de Las maestro de
ganzuero 2, menor 7,
277. Pañeras) sombrerería
Cdmx
Español,
soldado del
Regimiento de
José María Dragones de Condenado a
F. Cr., Sospechas de Dependiente del Arredondo Puebla y ocho años de
Vol. 657, robo de una Señor Coronel tratante de presidio en
Don Manuel
Exp. 1, 1801 poca de ropa y del Comercio géneros en el Cdmx Pensacola
Aguirre
fols. 374- deserción de Don Joaquín Parián
400. presidio Coya
María
Gertrudis Mestiza,
Desconocida
Silva (alias La bodeguera
Sanjuanera)
Español,
Condenado a
F. Cr., cohetero y
Hurto de una un mes de
Vol. 661, Real Casa de Juan Joseph operario
1801 porción de N.A. Cdmx servicio en las
Exp. 1, Moneda López lavador de la
granalla obras públicas
fols. 1-10. Oficina de
de la capital
Tierras
Condenado a
Indio
vergüenza
Esteban tributario,
pública y
F. Cr., Joseph peón de la
arresto en la
Vol. 661, Carrasco obra del Real
Robo de un Real Casa de Casa del Real
Exp. 2, 1801 N.A. Apartado Cdmx
fierro Moneda Apartado
fols. 11-
19. Joseph Indio Condenado a
Clemente tributario, vergüenza
Martínez peón de la pública y
(alias Miranda) obra del Real arresto en la

238
Apartado Casa del Real
Apartado
F. Cr., Condenado a
Vol. 661, José Indio 20 días de
Real Casa de
Exp. 3, 1801 Hurto de 2 pesos N.A. Francisco tributario, Cdmx servicio en las
Moneda
fols. 20- Flores cargador obras públicas
24. de la capital
Condenado a
Nicolás seis meses de
F. Cr., Ambrosio Albañil servicio en las
Vol. 661, Hurto de 3 reales Ramírez obras públicas
Exp. 4, de plata para Real Casa de de la capital
1801 N.A. Cdmx
fols. 25- monedas de Moneda Condenado a
56. pesos tres meses de
José Manuel
Peón servicio en las
Huerta
obras públicas
de la capital
F. Cr., Condenado a
Hurto de un
Vol. 661, José Castizo, cuatro meses de
pedazo de riel de Real Casa de
Exp. 6, 1801 N.A. Francisco operario Cdmx servicio en las
plata para Moneda
fols. 66- Mancilla arreador obras públicas
moneda de pesos
99. de la capital
F. Cr., Español, Condenado a
Vol. 661, operario de la dos meses de
1801- Robo de un Real Casa de José Mariano
Exp. 7, N.A. Oficina de Cdmx servicio en las
1802 pedazo de plata Moneda Prado
fols. 100- Tierras y obras públicas
136. cochero de la capital

F. Cr., Maitines de
Condenado a
Vol. 361, Robo de cuatro San Agustín,
Diversas Indio, seis meses de
Exp. 3, 1802 pañitos o N.A. Ventura Díaz Cuartel mayor
personas carpintero servicio en las
fols. 178- pañuelos 2, menor 5,
obras públicas
190. Cdmx
en la capital
F. Cr., Tambor del
Regimiento de
Vol. 595, Regimiento de
Robo de ropa y Infantería Carlos
Exp. 13, 1802 N.A. Infantería Cdmx Desconocida
deserción Provincial de Betancourt
fols. 215- Provincial de
México
236. México

Español,
F. Cr., Condenado a
Hurto de una operario de la
Vol. 661, Carlos dos meses de
poca de granalla Real Casa de Oficina de
Exp. 8, 1802 N.A. Anastasio Cdmx trabajo en la
y un pedazo de Moneda Tierras y
fols. 137- Sierpe misma Oficina
plata mercader
158. de Tierras de la
viandante
Real Casa727

F. Cr.,
Español, Condenado a
Vol. 661,
1802- Hurto de Real Casa de operario de la un año de
Exp. 9, N.A. Felipe Avilés Cdmx
1803 granalla de plata Moneda Oficina de servicio en la
fols. 159-
Tierras Cárcel de La
198.
Acordada728

727
A causa de su flujo hemorroidal y su asma, Carlos Anastasio Sierpe había sido condenado a servir
por dos meses en el Hospital General de San Andrés, pero el administrador o rector de dicho establecimiento
no lo recibió al considerar inconveniente el acoger trabajadores forzados.
728
El fiscal de la causa había pedido para Felipe Avilés la pena de un año de presidio. Por enfermedad
del reo se propuso mandarlo a servir por dos meses en el Hospital Real de Naturales; pero la calidad del reo
fue usada como argumento para no recibirle allí. Tampoco fructificó la propuesta de ponerlo a trabajar en la

239
Nicolás Indio, mozo de
Antonio mandados y Desconocida
Hernández mulero
Español,
Ignacio operario de la
Prófugo de la
Hernández Oficina de
F. Cr., justicia
Tierras
Vol. 661,
1802- Hurto de tres Real Casa de Español,
Exp. 10, N.A. Cdmx
1804 barras de plata Moneda Pioquinto operario de la
fols. 199- Prófugo de la
326. Mendoza Oficina de
justicia
Tierras
Español.
Almidonero y
Mariano
ex-operario de Desconocida
Ramírez
la Oficina de
Tierras
Pena
F. Cr.,
compurgada
Vol. 50, Empleado de la Cuadrante del
Robo de un Pedro José Nicolás Mulato, tras permanecer
Exp. 17, 1803 Oficina de Sagrario,
paño de polvos Quijano León gamucero un año y cinco
fols. 276- Temporalidades Cdmx
meses en
314.
prisión
Robo de la daga
de Nuestra
F. Cr.,
Señora de Los Condenado a
Vol. 116,
Dolores y una Iglesia Mariano seis años de
Exp. 10, 1803 N.A. Español, sastre Cdmx
aureola o Metropolitana Castillo trabajos en las
fols. 191-
diadema de San fortificaciones
200.
Sebastián, ambas de La Habana
de plata
F. Cr.,
Manuel Cuartel mayor
Vol. 354, Robo de un Don José
1803 Tendero Morales Indio, zapatero 3, menor 9,
fols, 144- tercio de arroz Gallegos Puesto en
Cdmx
178. libertad
Puesto en
libertad con la
Indio,
Ventura Díaz condición de
F. Cr., carpintero
aprender un
Vol. 361, Pulquería de oficio útil
Porte de cuatro
Exp. 4, 1803 N.A. N.A. Las Papas,
llaves y ganzúas Puesto en
fols. 192- Cdmx
214. libertad con la
Nicolás Indio,
condición de
Serrano sombrerero
aprender un
oficio útil
Condenado a
F. Cr., Ignacio Castizo, seis meses de
Vol. 479, Don Comerciante, Rosales tejedor Portal de Los servicio en las
Robo de tres
Exp. 4, 1803 Alejandro del dueño de una Mercaderes, obras públicas
pesos
fols. 160- Castillo vinatería Cdmx
182. José Antonio Mulato, Puesto en
Matos rosariero libertad
Sargento de la Sargento de la
Robo con falseo
Primera Primera Condenado a
1803 de llaves de un José Padilla José Escobar Cdmx
F. Cr., Compañía del Compañía del ocho años de
baúl con dinero
Vol. 694, Regimiento de Regimiento de presidio en los

Oficina de Tierras durante el mismo tiempo, ni la de un año de servicio en las obras públicas por tener una
fístula en el ano.

240
Exp. 9, Infantería de la Infantería de la arsenales de
fols. 193- Corona Corona marina
233.

Condenado a
Español,
destierro
F. Cr., oficial de
durante ocho
Vol. 737, Hurto de dos Real Casa de José Ignacio platero.
1803 N.A. Cdmx meses a 20
Exp. 1, pedazos de plata Moneda Herrera Limador en las
leguas de
fols. 1-24. oficinas de la
contorno de la
fielatura
capital
Puesto en
libertad con la
Español, prevención de
F. Cr.,
Hurto de un Real Casa de operario de la que jamás
Vol. 737, 1803 N.A. José Benítez Cdmx
pedacito de plata Moneda oficina de podría volver a
Exp. 3,
tierras emplearse en la
fols. 1-7.
Real Casa de
Moneda
Puesta en
F. Cr.,
Contaduría libertad y
Vol. 488, Robo de 16 Petra Servidora del
1804 del convento N.A. Cdmx entregada a su
fols. 197- pesos Martínez convento
de Santa Clara madre para su
211.
corrección
Soldado del
F. Cr., Robo de una
Regimiento de Condenado a
Vol. 569, imagen de Iglesia de San Teodosio
1804 N.A. Milicias de la Cdmx seis años de
Exp. 11. Nuestra Señora Antonio Abad Villa
Corte de presidio729
Fol. 297. de Loreto
México
F. Cr., Indio
Robo de una
Vol. 737, Real Casa de Andrés tributario, Puesto en
1804 moneda de a N.A. Cdmx
fols. 69- Moneda Márquez operario libertad
peso acuñada
73. volantero
Condenado a
Tomás Español, dos meses de
F. Cr., Navarro operario servicio en las
Vol. 737, Hurto de una Real Casa de obras públicas
1804 N.A. Cdmx
fols. 78- poca de plata Moneda Condenado a
90. Manuel Español, mozo 20 días de
Jiménez de mandados servicio en las
obras públicas
Condenado a
Español, dos años de
F. Cr., Juan José
encargado de la Cuartel mayor presidio en la
Vol. 573, Don Rafael Pérez o José Mestizo,
1805 Robo de un reloj Procuraduría del 3, menor 11, fortaleza de
Exp. 6, Fuentes de la Trinidad zapatero
Convento del Cdmx Perote y obras
fols. 101- Pérez
Carmen del camino de
111.
Veracruz
F. Cr.,
Robo de una
Vol. 737, Real Casa de Bernardino Español,
1805 poca de limadura N.A. Cdmx Puesto en
fols. 91- Moneda Medina limador
de plata libertad
94.

729
El expediente es una súplica de Teodosio Villa para que se le conmuten los seis años de presidio
en otros tantos de servicio en las obras públicas.

241
Indio cacique
F. Cr., de Tlaxcala,
Robo de una
Vol. 737, Real Casa de Vicente sirviente en
1805 moneda de a N.A. Cdmx
fols. 95- Moneda Hernández casa particular Puesto en
peso
99. y operario libertad
volantero
F. Cr., Español,
Robo de dos
Vol. 737, Real Casa de José González manijero en las Puesto en
1805 cospeles de N.A. Cdmx
fols. 200- Moneda de Cosío oficinas de la libertad
pesos
204. fielatura
Condenado a
F. Cr.,
Robo de cuatro un año de
Vol. 737, Real Casa de José María Indio, operario
1805 monedas de a N.A. Cdmx servicio en las
fols. 205- Moneda Marmolejo volantero
peso selladas obras públicas
227.
de la capital
Español, Condenado a
F. Cr., Robo de varios Grabador
Don Juan de segundo servir como
Vol. 737, troqueles sin Don Antonio General de la
1805 Victoria y aprendiz de la Cdmx soldado en un
fols. 237- grabar y otras Cervantes Real Casa de
Correa oficina de la regimiento
250. piezas de acero Moneda
talla veterano
Condenado a
José Hilario Mulato, dos años de
Servín bizcochero y trabajos en el
Gallardo cargador camino nuevo
de Veracruz
F. Cr., Barrio de San Condenado a
Casera de la
Vol. 160, Pablo, Cuartel un año de
Sospechas de ser Margarita casa de Don José Antonio
Exp. 4, 1806 Indio, herrero mayor 3, trabajos en el
ladrones Gutiérrez Bernardo Rico
fols. 92- menor 12, camino nuevo
Miramón
129. Cdmx de Veracruz
Condenado a
un año de
José Antonio
Indio, herrero trabajos en el
Brazas
camino nuevo
de Veracruz
F. Cr., Español,
Puesto en
Vol. 718, Real Casa de José Antonio operario de la
1806 Robo de plata N.A. Cdmx libertad por
Exp. 1, Moneda Molina oficina de
falta de pruebas
fols. 2-29. tierras
F. Cr.,
Indio Condenado a
Vol. 718, Robo de una
Real Casa de José Ignacio tributario, tres meses de
Exp. 2, 1806 moneda de a N.A. Cdmx
Moneda Rivera operario servicio en las
fols. 30- peso acuñada
volantero obras públicas
39.
F. Cr., Condenado a
Hurto de dos Pedro
Vol. 718, Español, dos meses de
pedazos de rieles Real Casa de Rodríguez
Exp. 3, 1806 N.A. Operario Cdmx servicio en el
de plata para Moneda Sotomayor y
fols. 40- molinero Hospital de San
moneda de pesos Pacheco
54. Andrés
F. Cr., Indio, operario Condenado a
Vol. 737, Hurto de Real Casa de Mariano pisador de la 15 días de
1806 N.A. Cdmx
fols. 251- granalla de plata Moneda Torres oficina de servicio en las
258. tierras obras públicas
F. Cr., Español, Puesto en
Vol. 737, Hurto de cuatro Real Casa de José Mariano operario de la libertad tras
1806 N.A. Cdmx
fols. 259- pedazos de plata Moneda Flores fundición de pasar 20 días en
266. sisalla la cárcel
F. Cr., 1806 Hurto de ocho Real Casa de N.A. José María Indio,

242
Vol. 737, cospeles para Moneda Manjarrez pepenador en Condenado a
fols. 267- moneda de pesos el Molino de Cdmx seis meses de
274. Belén servicio en las
obras públicas

Condenado a
Indio operario
sufrir
del
vergüenza
José Ramírez blanquimiento
pública y cuatro
de las oficinas
F. Cr., años de
de fielatura
Vol. 737, Hurto de Real Casa de presidio
1806 N.A. Cdmx
fols. 275- cospeles de plata Moneda Condenado a
343. Oficial de sufrir
José Quirino platero, vergüenza
Santoyo comprador de pública y cuatro
lo robado años de
presidio
Mestizo,
Puesto en
aprendiz de
Bernardo libertad tras
zapatero y
Morales Accesoria pasar un año en
ladrón
número 7 prisión
F. Cr., ganzuero
letra A, Calle
Vol. 579, Puesto en
Robo de ropa y Dueña de una de San
Exp. 13, 1807 Jacinta Rivera libertad tras
otros objetos accesoria Hipólito,
fols. 301- Español, pasar un año en
José María Cuartel mayor
321. aprendiz de prisión.
Salazar (alias 6, menor 24,
sastre y ladrón Cdmx Entregado a un
Pescadito)
ganzuero maestro con el
fin de aprender
un oficio
F. Cr.,
Dragón de la Soldado del
Vol. 711, Robo de una
José Ramón Compañía de José Joaquín Regimiento de Puesto en
Exp. 6, 1807 chaqueta de Cdmx
Olivares Don Matías Huerta Dragones de libertad730
fols. 205- manta
Zafra México
252.
F. Cr., Condenado a
Vol. 718, Hurto de una Indio, 20 días de
Real Casa de
Exp. 8, 1807 porción de N.A. Juan Gaspar carbonero de Cdmx servicio en las
Moneda
fols. 78- granalla de plata Atlapulco obras públicas
87. de la capital
Condenado a
un mes de
José de la Paz Indio, peón de
servicio en las
F. Cr., y Reyes albañil
obras públicas
Vol. 718, de la capital
Hurto de Real Casa de
Exp. 9, 1807 N.A. Cdmx
granalla de plata Moneda Condenado a
fols. 88-
105. ocho días de
José Manuel
Indio, albañil servicio en las
Ramírez
obras públicas
de la capital
F. Cr.,
Barrio de
Vol. 88,
José Matías Ladrón Juan
Exp. 12, 1808 Porte de ganzúa N.A. N.A.
Pérez ganzuero Carbonero,
fols. 202- Absuelto
Cdmx
220.

730
José Joaquín Huerta había sido condenado por el Consejo de Guerra de su regimiento a tres años
de trabajos en las obras públicas.

243
Condenado a
F. Cr.,
25 azotes y un
Vol. 89, Robo de 20 Parroquia del
Capilla de San Ventura Español, año de servicio
Exp. 5, 1808 pesos y una libra N.A. Sagrario,
Antonio Castañeda zapatero en las obras
fols. 143- de cera Cdmx
públicas de la
150.
capital
Notificado de
que no debía
F. Cr., salir de los
Robo de un Don Benito Español, Viviendas del
Vol. 563, Don José de Virrey de la suburbios de la
1808 polvorincillo de Fuentes empleado de la Real Palacio,
Exp. 5, Iturrigaray Nueva España capital.
oro Noailles Real Lotería Cdmx
380-400. Absuelto luego
de irse a
España
Condenado a
José Cristóbal Mestizo, dos meses de
F. Cr., Villalpando tejedor servicio en las
Vol. 569, María obras públicas
Exp. 5, 1808 Robo de ropa Gertrudis Desconocida Cdmx
fols. 213- Villalpando Entregada a su
215. María Felipa Doncella, 13 madre para que
Villalpando años de edad cuide de su
conducta
F. Cr.,
Robo de un
Vol. 692,
sable con Don José de Virrey de la Don Juan
Exp. 9, 1808 Comerciante Cdmx Desconocida
guarnición de Iturrigaray Nueva España Pedraza
fols. 341-
plata
349.
F. Cr.,
Condenado a
Vol. 718, Nicolás
Robo de un Real Casa de Indio, 15 días de
Exp. 10, 1808 N.A. Antonio (alias Cdmx
pedazo de plata Moneda carbonero servicio en las
fols. 106- Chavero)
obras públicas
115.
F. Cr.,
Condenado a
Vol. 718, Robo de un Mulato,
Real Casa de Felipe ocho días de
Exp. 11, 1808 cospel para N.A. operario Cdmx
Moneda Mendoza servicio en las
fols. 116- moneda de pesos arañero
obras públicas
122.
F. Cr.,
Condenado a
Vol. 718, Español,
Hurto de oro y Real Casa de José Trinidad seis años de
Exp. 12, 1808 N.A. operario hilero Cdmx
plata Moneda Castillo destierro de la
fols. 123- y volantero
capital
157.
Español,
Condenado a
José pisador de
un año de
Francisco tierras de la
servicio en las
Moreno Real Casa de
obras públicas
Moneda
Mestizo, Cuarto No 20
F. Cr., Condenado a
lavador de del Mesón de
Vol. 88, Don José Domingo seis meses de
Robo de ropa y tierras en la las Ánimas,
Exp. 3, 1809 Félix Desconocida Casasola servicio en las
otros objetos Real Casa de Cuartel mayor
fols. 52- Valenzuela obras públicas
Moneda 5, menor 19,
66.
Cdmx Condenado a
Indio, herrero
Gervasio cuatro meses de
de la Real Casa
Pichardo servicio en las
de Moneda
obras públicas
Mestiza, Puesta en
Teresa Rangel
recamarera libertad

244
Juliana Puesta en
Española
González libertad
Condenado a
Español,
José Antonio 25 azotes y seis
rosariero y
Arévalo (alias meses de
ladrón
Zángano) servicio en las
ganzuero
obras públicas
Condenado a
Español,
Eugenio Accesoria en 25 azotes y tres
rosariero y
Salazar (alias la Calle de la meses de
F. Cr., ladrón
Flaco) Buena servicio en las
Vol. 89, ganzuero
Don Miguel Músico mayor Muerte, obras públicas
Exp. 3, 1809 Robo de ropa
Hidalgo del comercio Cuartel mayor Condenado a
fols. 95-
Herrero y 3, menor12, 25 azotes y tres
111. José María
cómplice de Cdmx meses de
Jiménez
los ladrones servicio en las
obras públicas
Condenado a
Bernardo Español,
50 azotes y un
Rubín de carpintero y
año de servicio
Celis (alias ladrón
en las obras
Gringo) ganzuero
públicas

Condenado a
Herrero y 25 azotes y tres
José María
cómplice de meses de
Jiménez
los ladrones Casa y servicio en las
Doña Ignacia accesoria en la obras públicas
Española
Molina Calle de
Celaya, Cdmx Condenado a
Bernardo Español,
F. Cr., 50 azotes y un
Rubín de carpintero y
Vol. 89, año de servicio
Robo de ropa y Celis (alias ladrón
Exp. 4, 1809 en las obras
otros objetos Gringo) ganzuero
fols. 112- públicas
142. Condenado a
Cristóbal Mestizo,
50 azotes y un
Domingo carrocero y
año de servicio
García (alias ladrón Calle de El
Mestizo, en las obras
Grillo) ganzuero Puente
José Galicia Maestro públicas
Colorado,
carpintero Enviada a una
Morisca, Cdmx
María Josefa casa honesta a
cómplice de
Espinoza servir por
los ladrones
salario
Remitido al
Hospicio de
Español,
José González Pobres para
aprendiz de
de la Sancha perfeccionarse
farmacéutico
en el arte de
boticario
F. Cr.,
Español,
Vol. 358, Doña María
Española, oficial de
Exp. 5, 1809 Hurto de alhajas Bárbara Cdmx
doncella tejedor.
fols. 98- Castejón Don José
Comprador de
206. Ignacio
parte de las Puesto en
Herrera
alhajas libertad tras
sabiendo que pagar las costas
eran robadas
Don Español, Condenado a
Gregorio de oficial de costear la

245
Arce boticario. montadura de
Fiador de la los diamantes
venta de una de la cruz que
cruz de se vendió con
diamantes su fianza
Español,
montador de
diamantes.
Miguel Rosas Desconocida
Comprador de
la cruz de
diamantes
Condenado a
Español, pagar las dos
José Díaz torcedor de piezas de plata
Leal puros. que le regaló
Perjurador Don José
Ignacio Herrera
Vendedora y
Condenada a
empeñadora de
Josefa cuatro meses de
algunas piezas
Olmedo servicio con las
de ropa
Recogidas
robadas
Española,
botonera.
Vendedora y
empeñadora de
Condenada a
algunas piezas
un año de
Atilana López de ropa
servicio con las
robadas,
Recogidas
acusada de
incontinencia
con González
de la Sancha
F. Cr.,
Bernardo Casa frente al
Vol. 579, Entregado a un
Ventura Morales (alias Aprendiz de Convento de
Exp. 14, 1809 Robo de ropa Desconocida maestro
Guzmán Padilla o La zapatero Jesús María
fols. 322- zapatero
Jamona) No 8, Cdmx
333.
Mestizo,
sonador de Condenado a
José Avelino
fuelles y 20 días de
Vargas
afinador de servicio en las
cobres obras públicas
Condenado a
Español,
ocho días de
Nicolás Lara sonador de
servicio en las
fuelles
obras públicas
F. Cr.,
Vol. 718, Condenado a
Real Casa de
Exp. 13, 1809 Hurto de cobre N.A. José María Indio, hornero Cdmx ocho días de
Moneda
fols. 158- Juárez de cobre servicio en las
174. obras públicas
Condenado a
Indio,
Alberto 20 días de
fundidor de
Pascual Escuti servicio en las
cobre
obras públicas
Administrador
de la tienda de
Juan Mata Absuelto
pulpería de las
Granadas,

246
comprador de
lo robado
Condenado a
F. Cr., recibir seis
Vol. 718, Robo de unos Español, azotes dentro
Real Casa de
Exp. 17, 1809 pedacitos de N.A. Ignacio Rubio aprendiz de Cdmx de la cárcel.
Moneda
fols. 206- plata sastre, 13 años Apercibido y
211. entregado a su
abuela
Español,
Puesto en
Ignacio vaciador de la
libertad por
Puente oficina de
falta de pruebas
F. Cr., fundición
Vol. 718,
Robo y venta de Real Casa de Puesto en
Exp. 19, 1809 N.A. Don Tomás Español, Cdmx
un tejo de plata Moneda libertad por
fols. 217- Irala platero
falta de pruebas
268.
Español, Puesto en
José Ignacio
oficial de libertad por
Mercado
platero falta de pruebas
Indio Accesoria
José del tributario de la frente a La Puesto en
F, Cr., Carmen parcialidad de libertad por
Escuela del
Vol. 86, Canto San Juan, falta de pruebas
Venta de una Doña María Española, Callejón de
Exp. 6, 1810 cardador
camisa robada Teresa Flores doncella Betlehemitas,
fols. 200-
María Morisca, Cuartel mayor Puesta en
212.
Nicolasa esposa de 1, menor 3, libertad por
Ramírez Canto Cdmx falta de pruebas
Calle de Santo
Domingo y
Bajos de la Condenado a
Inquisición, 25 azotes y dos
Indio, herrero
Cdmx años de servicio
Pedro Trujillo y ladrón
en el
ganzuero Accesoria en campamento de
la Plazuela de Veracruz
La
Concepción,
Cdmx
Cuarto bajo
de una casa de
vecindad en el
Puente de La
F. Cr., Misericordia,
Catorce robos de
Vol. 88, Cuartel mayor Condenado a
1810 ropa y otros N.A. N.A. Español,
Exp. 1, José Mariano 1, menor 4, 25 azotes y dos
objetos latonero y
fols. 1-43. León (alias Cdmx años de servicio
ladrón
Latonero) Accesoria de en el camino de
ganzuero
las casas Veracruz
nuevas en el
Puente de la
Misericordia,
Cuartel mayor
1, menor 4,
Cdmx
Accesoria en Destinada por
María Española, las casas de la un año a la
Gorgonia compradora de Inquisición, Casa de
Hernández lo robado Cdmx Recogidas de
Santa María
Cuarto bajo Magdalena

247
de una casa de
vecindad en la
Calle de
Ortega,
Cuartel mayor
2, menor 7,
Cdmx
Cuarto bajo
de una casa
particular en
Español, la Calle del
Secundino Puesto en
tratante en el Indio Triste,
García libertad
Baratillo Cdmx
Calle de San
Ildefonso,
Cdmx
Casa de
vecindad
conocida
como del
Tezontle en la
Calle de San
Lorenzo,
Pascual Español, Cuartel mayor Puesto en
Rivera tejedor 1, menor 1, libertad
Cdmx
Accesoria en
la Calle de Las
Vizcaínas,
Cuartel mayor
2, menor 7,
Cdmx
Accesoria
frente a la
Iglesia de San Condenado a
Español, Camilo, Cdmx 25 azotes y seis
Bonifacio
latonero y
Sánchez (alias Cuarto de una meses de
ladrón
Trompita) casa de servicio en las
ganzuero
vecindad obras públicas
frente al
Hospital Real,
Cdmx
Accesoria en
la Calle de Las
Cocheras,
Cuartel mayor
Mestizo, 4, menor 13, Condenado a
Cdmx 25 azotes y seis
Domingo herrero y
meses de
Casasola ladrón Cuarto bajo servicio en las
ganzuero de una casa obras públicas
particular en
la Calle de
Montealegre,
Cdmx
Puesto en
F. Cr.,
Robo de una Casa sita en libertad tras
Vol. 88, Juan
vihuela de acero, Maestro Aprendiz de los bajos del haber
Exp. 2, 1810 Juan Policarpo
ropa y otros Guitarrero guitarrero inquisidor permanecido
fols. 44- Mellado
objetos Prado, Cdmx con grillos en la
51.
prisión

248
Puesto en
libertad tras
José Antonio haber
Desconocida
Mellado permanecido
con grillos en la
prisión
Sospechas de
F. Cr.,
robar un caballo Español,
Vol. 88, Don José José Antonio Destinado a
ensillado y sobrestante de
Exp. 6, 1810 Manuel Pérez y Español, sastre Cdmx proseguir el
enfrenado y los carretones
fols. 101- Carrera Cervantes cumplimiento
deserción de “de la limpio”
120. de su condena
presidio
Pena
compurgada
Cenobio Indio, torcedor
con los cuatro
Zayas731 de cigarros
F. Cr., meses de
Vol. 88, Cirujano del prisión
Don José de
Exp.8, 1810 Robo de ropa Regimiento Fijo Cdmx Condenado a
Rojas
fols. 139- de México 25 azotes y
161. Mestizo,
Bernardo cuatro meses de
aprendiz de
Morales servicio en las
zapatero
obras públicas
de la capital
Mestizo, Condenado a
tejedor de 25 azotes y un
José Matias paños de año de servicio
Pérez rebozo y Accesoria de en las obras
F. Cr., ladrón la plazuela del públicas de la
Vol. 88, Doña María ganzuero Colegio de capital
Exp. 11, 1810 Robo de ropa Guadalupe Comerciante San Pablo,
fols. 188- Castillo Cuartel mayor Condenado a
201. Español, 3, menor 12, 25 azotes y seis
José Manuel
zapatero y Cdmx meses de
Salcedo (alias
ladrón servicio en las
Angelito)
ganzuero obras públicas
de la capital
Condenado a
Moreno libre,
50 azotes. Pena
cochero de
José María compurgada
Cervantes.
Mundo con los dos
Instigador del
meses de
robo
prisión

F. Cr., Español,
Condenado a
Vol. 88, Don Juan Rafael lacayo.
un mes de
Exp. 13, 1810 Robo de mulas María Desconocida Rebolledo732 Cómplice del Cdmx prisión
fols. 221- Cervantes robo
241. Español, Condenado a
sirviente. 25 azotes.
Simón Torres
Cómplice del Puesto en
robo libertad
Don José Español,
Miguel soldado Desconocida
Benavides aventurero de

731
Cenobio Zayas había estado en prisión en 1807 por presunto ladrón y vago y malentretenido, y en
1810 por haber entrado a robar en casa de Movellán, motivo por el que fue condenado a 15 días de trabajo en
las obras públicas.
732
Rafael Rebolledo había estado preso en 1809 junto a Don José Miguel Benavides en la Real Cárcel
de Corte por el presunto robo de unos ladrillos propiedad del Señor Laso.

249
Dragones de
Tulancingo,
corredor de
bestias,
coautor del
robo
Indio Condenado a
F. Cr., tributario, tres años de
José Miguel Almacén en la trabajo en el
Vol. 88, sirviente de
Robo de 500 Pérez Calle del
Exp. 15, 1810 José Rubert Comerciante Doña Micaela camino nuevo a
pesos Rodríguez Coliseo, Veracruz
fols. 269-
Cdmx
327. Simón Mestizo, peón Puesto en
Sánchez de albañil libertad

Puesto en
José Cristóbal Indio ladino,
libertad
Luna panadero

Condenado a
25 azotes y tres
años de
Joaquín Mestizo,
presidio en los
Pérez733 cochero
trabajos del
Robo de un Mariano Mestizo, camino de
sarape Domínguez zapatero Perote

F. Cr., Puesto en
Luis Quijada Indio, herrero Cuartel mayor libertad tras ser
Vol. 89,
1810 2, menor 6, apercibido
fols. 284-
Cdmx
335. Puesto en
José María Indio,
libertad tras ser
Rodríguez carpintero
apercibido
María
Entregada a sus
Victoriana India, sirvienta
deudos
Lara
Condenado a
50 azotes y
Español, dueño cuatro años de
Robo de varios Don José Antonio
de una nevería y Español, sastre presidio en los
objetos de cobre Rafael Díaz Villahermosa
confitería trabajos del
camino de
Perote
Puesto en
Negro libre, libertad con la
Juan Bautista
cochero obligación de
Mora
desempleado ocuparse en
Accesoria D, ocho días
F. Cr.,
cuarto en la Condenado a
Vol. 89, Robo de ropa y Celsa Española,
1810 Calle de la ocho años al
fols. 336- otros objetos Pelegrina comerciante
Estampa, servicio de Su
341.
José María Castizo, pintor Cdmx Majestad en el
Álvarez desempleado Batallón
auxiliar de la
isla de Santo
Domingo

733
Joaquín Pérez había robado una vinatería un año antes, siendo condenado a trabajos en las obras
públicas.

250
Condenado a
F. Cr.,
dos meses de
Vol. 89, Robo de un Don Manuel José Doroteo Indio cacique,
1810 Desconocida Cdmx servicio en la
fols. 344- cubierto de plata Roca Hernández zapatero
Real Cárcel de
345.
Corte

Condenado a
F. Cr.,
Calle de los 25 azotes y dos
Vol. 89, Robo de una
1810 Vicente Gallo Desconocida Sabino López Indio, albañil Cordobanes, meses de
fols. 358- sábana de manta
Cdmx servicio en las
359.
obras públicas
de la capital
F. Cr.,
Calle del
Vol. 89, Robo de una Don José Alférez de Español,
1810 Ramón Ríos Hospicio No Puesto en
fols. 387- manga Cano Michoacán tejedor
16, Cdmx libertad734
391.
F. Cr.,
Vol. 718, Hallazgo de un
Real Casa de
Exp. 21, 1810 envoltorio con N.A. Desconocido Desconocida Cdmx N.A.
Moneda
fols. 278- granalla de plata
281.
F. Cr.,
Vol. 718,
Robo de un Real Casa de Indio, operario
Exp. 22, 1810 N.A. José Anselmo Cdmx Puesto en
cospel de a peso Moneda acordonador
fols. 282- libertad
285.
F. Cr., Condenado a
Vol. 718, Hurto de cuatro 15 días de
Real Casa de Indio, operario
Exp. 23, 1810 cospeles de N.A. José Miguel Cdmx servicio en las
Moneda arañero
fols. 286- pesos obras públicas
292. de la capital
F. Cr., Condenado a
Vol. 718, Español, dos meses de
Real Casa de Cornelio
Exp. 24, 1810 Hurto de plata N.A. maestro Cdmx servicio en el
Moneda Toresilla
fols. 293- fundidor Hospital de San
308. Andrés
Prófugo del
F. Cr., Hospital de San
Indio
Vol. 718, Hurto de dos Andrés, fue
Real Casa de Teodoro tributario,
Exp. 25, 1810 monedas de N.A. Cdmx capturado en
Moneda Bautista operario
fols. 309- pesos 1811 y puesto
volantero
329. en libertad a
fines de ese año
F. Cr.,
Español, Condenado a
Vol. 718, Robo de una
Real Casa de José Rafael operario de la 15 días de
Exp. 26, 1810 poca de granalla N.A. Cdmx
Moneda Ríos oficina de servicio en las
fols. 330- de plata
tierras obras públicas
336.
F. Cr.,
Pena
Vol. 718,
Hurto de una Real Casa de Cristóbal Indio, operario compurgada
Exp. 27, 1810 N.A. Cdmx
moneda acuñada Moneda Santiago volantero con la prisión
fols. 337-
sufrida
340.
F. Cr., Don José
Robo de alhajas Jesús Español,
Vol. 41, 1811 Joaquín Desconocida Coyoacán Condenado a
y otros objetos Benjumea velero
Exp. 13, Martínez servir en el

734
Ramón Ríos había sido condenado a recibir 25 azotes y dos meses de prisión.

251
fols. 219- Don José Español, hospital por
251. Téllez Virón labrador enfermedad
Condenado a
ocho años al
servicio de Su
Juan de la Majestad en el
Indio, cajetero
Cruz Cadena regimiento
Calle de La Veterano que
F. Cr.,
Merced, señale el Señor
Vol. 86, Intento de robo
1811 Desconocida Desconocida Cuartel mayor Virrey
fols. 34- a casa
5, menor 17,
35. Condenado a
Cdmx
cuatro años de
servicio en los
Pedro Flores Indio, cajetero
bajeles del
apostadero de
Veracruz
Español, Condenado a
panadero ocho años de
María Josefa
Desconocida Pedro Rivero desempleado y presidio en los
F. Cr., Zamora Calle de
ladrón bajeles de
Vol. 86, Intento de robo ganzuero Mesones Veracruz
1811
fols. 36- a casa junto al No
40. Español, 10, Cdmx
Piedad y
carpintero y
Trinidad Desconocidas José Álvarez Puesto en
ladrón
Zamora libertad
ganzuero
Condenado a
Español,
ocho años al
fundidor y
José María servicio de Su
cajero en la
Gómez Majestad en un
tienda de
F. Cr., regimiento
pulpería Cuartel mayor veterano
Vol. 86, Don Miguel
1811 Robo de ropa Pulpero 5, menor 17,
fols. 41- Esperiqueta Condenado a
Cdmx
43. cuatro años de
Miguel servicio en los
Indio, zapatero
Maldonado bajeles del
apostadero de
Veracruz

Indio ladino, Condenado a


José Antonio indianillero y 25 azotes y
Cervantes ladrón cuatro años de
ganzuero servicio en la
marina
Condenado a
25 azotes y
Pedro José
Indio, tejedor cuatro años de
Cortés
F. Cr., servicio en la
Cuartel mayor marina
Vol. 86, Robo de ropa y Don José
1811 Desconocida 5, menor 20,
fols. 46- otros objetos Blanco Condenado a
Cdmx
52. 25 azotes y
Pánfilo López Indio, tejedor cuatro años de
servicio en la
marina
Condenada a
un mes de
María
India, amasia servicio en las
Dolores
de Cervantes cocinas del
Ramírez
presidio de
Santiago

252
durante un mes,
y
posteriormente,
en una casa de
honra
Condenada a
servir en las
cocinas del
presidio de
María India ladina,
Santiago
Guadalupe amasia de
durante un mes,
Espino Cervantes
y
posteriormente,
en una casa de
honra
Condenada a
servir en las
cocinas del
presidio de
María India ladina,
Santiago
Guadalupe amasia de
durante un mes,
Rivera López
y
posteriormente,
en una casa de
honra
Condenado a
F. Cr.,
dos meses de
Vol. 86, Robo de una Don Joaquín José Miguel
1811 Policía Indio, trajinero Cdmx servicio en la
fols. 53- pistola Cortina Sánchez
apertura de la
57.
zanja cuadrada

José Reynoso Indio, albañil. Condenado a


(alias El Presunto vago Plazuela de El cuatro años de
F. Cr., Chiapaneco) malentretenido Volador, servicio en la
Vol. 86, Robo de 10 marina
1811 José Francisco Indio Cuartel mayor
fols. 78- pesos y 6 reales
3, menor 12, Condenado a
80. José María Indio, tejedor. Cdmx
cuatro años de
Suárez (alias Presunto vago
servicio en la
El Agueguete) malentretenido
marina
Indio, Condenado a
F. Cr.,
carpintero. Cuartel mayor ocho años de
Vol. 86, Dependiente del
1811 Robo de un reloj Desconocida Juan Medina Presunto 5, menor 17, presidio al
fols. 81- capitán Lesault
ocioso, vago y Cdmx servicio de Su
82.
malentretenido Majestad
Indio, albañil y Condenado a
Nicolás vendedor de cuatro años de
Badillo papeles servicio en la
públicos marina

F. Cr., Condenada a
Cuartel mayor un mes de
Vol. 86, Robo de un Don Juan
1811 Desconocida 5, menor 20, servicio en las
fols. 83- pañuelo María Soria
Cdmx cocinas del
84. Polonia
India presidio de
Delgadillo
Santiago, y
posteriormente,
en una casa de
honra
F. Cr., Indio, aprendiz Plazuela de Condenado a
Robo de un Antonia Rita
Vol. 86, 1811 Desconocida José Vergara de tejedor de San Pablo, cuatro años de
rebozo Sánchez
fols. 85- 14 años Cuartel mayor servicio en la

253
86. 3, menor 12, marina
Cdmx
Robo y venta de
F. Cr., Indio, aprendiz Condenado a
una navaja de Cuartel mayor
Vol. 86, Maestro Juan Isidoro de carpintero y cuatro años de
1811 barba y otros Desconocido 5, menor 17,
fols. 87- barbero Contreras ladrón servicio en la
instrumentos Cdmx
89. ganzuero marina
afines

F. Cr., Barrio de La Condenado a


Vol. 86, Soldado de Los José González Palma, Cuartel 25 azotes y dos
1811 Robo de ropa Desconocido Indio, herrador
fols. 93- Colorados mayor 5, meses de
94. Cdmx servicio en las
obras públicas
de la capital
Condenado a
F. Cr., 25 azotes y
Cuartel mayor
Vol. 86, Juan José José Camilo Indio, ocho años de
1811 Robo de ropa Desconocida 4, menor 13,
fols. 101- Carballo Vives carpintero servicio en un
Cdmx
102. regimiento
veterano
F. Cr.,
Juan José
Vol. 86, Robo de ropa y Don Joaquín Patrón de Español, Puesto en
1811 Miranda (o Cdmx
fols. 125- otros objetos Echarte Miranda cochero libertad bajo
Morales)
130. fianza735
Mestizo, Condenado a
Luis López
zurrador pagar las costas
José Camilo Castizo, Puente de Condenado a
F. Cr.,
Presunto robo López zapatero Blanquillo, pagar las costas
Vol. 86,
1811 de un baúl con N.A. N.A. Cuartel mayor
fols. 131- Castizo, Condenado a
ropa736 José González 4, menor 14,
138. zapatero pagar las costas
Cdmx
María Máxima Condenada a
India
Campos pagar las costas
Barrio de San
F. Cr.,
Caporal del Pablo, Cuartel Puesto en
Vol. 86, Fernando Español,
1811 Robo de ganado Martín Colín abasto de la mayor 3, libertad tras
fols. 139- González sirviente
Piedad menor 12, pagar las costas
143.
Cdmx
F. Cr., Puesto en
Cristóbal Mestizo,
Vol. 86, Porte de ganzúa Callejón de libertad tras
Domingo carrocero y
Exp. 8, 1811 y lima y presunto Desconocido Desconocida San Fernando, pasar seis
García (alias ladrón
fols. 239- robo Cdmx meses en
Grillo) ganzuero
250. prisión737
F. Cr., Cuarto bajo
Cristóbal Español,
Vol. 86, Robo de una de la casa No Condenado a
José Feliciano Domingo carrocero y
Exp. 9, 1811 cajita con varios Mestizo 2 del Callejón 25 azotes y seis
Arrocha738 García (alias ladrón
fols. 251- objetos de Santa Inés, meses en el
Grillo) ganzuero
263. Cdmx presidio de

735
Juan José Miranda (o Morales) había sido condenado a ocho años de servicio en el Regimiento de
Dragones de España.
736
Causa sobreseída.
737
La ganzúa y la lima referidas fueron destruidas en presencia de Cristóbal Domingo García (alias
Grillo) y de su socio Juan Hernández (alias Chorizos).
738
Apenas abierta la causa, José Feliciano Arrocha se hallaba preso en la cárcel a causa de una
borrachera, por lo que su mujer fue quien hizo las primeras declaraciones y el careo inicial con los imputados.

254
Santiago
Condenado a
José Mariano Español, sastre 25 azotes y seis
Salazar (alias y ladrón meses en el
Pescadito) ganzuero presidio de
Santiago
Condenado a
25 azotes y un
Tranquilino
Indio, velero año en el
Reynoso
presidio de
F. Cr., Santiago
Alguacil Mayor
Vol. 86, Español,
Robo de nueve Don José de la Curia
Exp. 10, 1811 mayordomo de Cdmx
platos de plata Palacios Eclesiástica
fols. 264- la panadería en
285. Don José
el Puente de
Ignacio
Solano. Puesto en
Barrera
Recibió en libertad
empeño lo
robado

Español, Liberado tras


Miguel fabricante de devolver tres
F. Cr., Camacho aguardiente de vacas y pagar el
Vol. 86, Doña caña Potrero de La importe de las
Robo de cinco demás
Exp. 11, 1811 Margarita La Desconocida Romita,
vacas
fols. 286- Rosa Cdmx Liberado tras
310. Juan devolver tres
Indio,
Nepomuceno vacas y pagar el
desconocida
Flores importe de las
demás

F. Cr.,
Padre sacristán Condenado a
Vol. 86, Indio, sirviente Convento de
Robo doméstico Fray Miguel mayor del José Patricio un mes de
Exp. 13, 1811 del padre San Francisco,
de varios objetos Agüero convento de Serna servicio en el
fols. 325- sacristán Cdmx
San Francisco presidio de
341.
Santiago
Condenado a
25 azotes y
María Juan Indio, velero y
cuatro meses de
Gertrudis Lavandera Hernández ladrón
servicio en las
Viana (alias Chorizos) ganzuero
F. Cr., Accesoria obras públicas
Vol. 87, letra H, de la capital739
Exp. 2, 1811 Robo de ropa Callejón de Puesto en
fols. 60- San Fernando, libertad tras
69. Castizo, Cdmx
José Antonio satisfacer el
María de la almacenero y
Lavandera Hernández importe de las
Luz Rivas ladrón
(alias Pantalón) prendas
ganzuero
robadas que
compró
Carlos Condenado a
F. Cr.,
González o 25 azotes y tres
Vol. 88, Robo de varios Albañil y
Don José José María Callejón del meses de
Exp. 4, 1811 efectos de una Vinatero ladrón
Gabriel Piña Carlos (alias Toro, Cdmx servicio en el
fols. 67- vinatería ganzuero
José María presidio de
87.
Falcón) Santiago

739
Juan Hernández (alias Chorizos) fue puesto en libertad tras recibir los azotes, pospuestos durante
varios meses por unos granos que tenía en la nalga derecha.

255
Condenado a
Español, 50 azotes y seis
Mariano carpintero y meses de
Fragoso ladrón servicio en el
ganzuero presidio de
Santiago
Presunta
Enviada a la
ladrona de un
Lorenza Casa de
envoltorio de
Molina Recogidas por
ropa, amasia
un mes
de Fragoso
Accesoria sita
en los bajos
Don José de San Juan
F. Cr., Español, Pena
Mariano Español, de Dios,
Vol. 88, comerciante Mariano compurgada
Magallanes carpintero y Puente de
Exp. 5, 1811 Robo de ropa Fragoso (alias Santa Bárbara, con el tiempo
ladrón
fols. 88- El Ratón) Cdmx pasado en
ganzuero
100. prisión
Don José Español, sastre.
Pulquería de
Agustín Cuñado de
Madrid, Cdmx
Reancho Fragoso
F. Cr.,
Sospecha de
Vol. 158, Pedro José
robo de un Hacienda de Español, Puesto en
Exp. 6, 1811 N.A. Fragoso Cdmx
caballo y una San Borja sirviente libertad tras
fols. 134- Tenorio
yegua pagar las costas
146.
Condenado a
cuatro años de
José María Pardo, servicio a Su
Romero carrocero Majestad en un
F. Cr., regimiento
Vol. 86, Cuartel mayor veterano
Robo de una
14378/11 1812 Desconocida Desconocida 5, menor 20,
muchacha Condenado a
fols. 400- Cdmx
cuatro años de
402. José Cárdenas Indio, zapatero
servicio en la
marina
Indio, peón de
José Mendoza Desconocida
albañil
Condenado a
ocho años al
Indio, cuidador servicio de Su
de puercos y Majestad en un
José Miguel
empleado de regimiento
Almarás
tocinería. veterano o
Menor de edad cuatro años de
Robo de 6 servicio en la
F. Cr.,
jamones de 45 Cuartel mayor marina
Vol. 86, Doña Micaela Dueña de la
1812 libras y cuatro 5, menor 20,
fols. 403- Torres tocinería Condenado a
pellas de unto de Cdmx
407. ocho años al
18 libras
servicio de Su
Majestad en un
José María
Indio, albañil regimiento
Méndez
veterano o
cuatro años de
servicio en la
marina
F. Cr., Indio, Plazuela de El
José María
Vol. 86, 1812 Robo de 3 reales Una mujer Desconocida zapatero. Volador, Condenado a
Centeno
fols. 412- Presunto vago Cuartel mayor cuatro años de

256
413. 3, menor 12, servicio en la
Cdmx marina
Robo de una
Manuel
camisa y unos Desconocida
F. Cr., Basoco Cuartel mayor
calzones José María Español, Condenado a
Vol. 86, 1812 5, menor 20,
Robo de un Arce cigarrero cuatro años de
fols. 419. José María Cdmx
capingón y un Desconocida servicio en la
Basoco marina
sombrero

Condenado a
F. Cr.,
Robo de un Mestizo, Cuartel mayor cuatro años al
Vol. 86,
1812 burro y dos Desconocido Desconocida José Sánchez traficante de 5, menor 20, servicio de Su
fols. 420-
burras loza Cdmx Majestad en un
421.
regimiento
veterano
Indio, aprendiz
F. Cr.,
Don de tornero de Cuartel mayor Condenado a
Vol. 86, Robo y venta de José María
1812 Bartolomé Desconocida 13 años y 5, menor 19, cuatro años de
fols. 422- un carnero Escolosia
Sánchez criado de Cdmx servicio en la
423.
Sánchez marina
Condenado a
F. Cr.,
12 azotes y
Vol. 87, Robo de un Iglesia de la Español,
José Félix entregado a su
Exp. 7, 1812 vasito y un plato Santa Vera N.A. armero de 16 Cdmx
Martínez madre para que
fols. 238- de un sagrario Cruz años
cuidara de su
246.
conducta
Condenado a
José Ignacio
25 azotes y
F. Cr., Pérez y Indio, albañil
puesto en
Vol. 87, Robo de doce Arquitecto del Ochoa
Don Juan Gil libertad
Exp. 9, 1812 maderos de Colegio de Las Cdmx
de León Condenado a
fols. 255- cedro Bonitas
274. José Lucio 25 azotes y
Indio, albañil
Meza puesto en
libertad

F. Cr.,
Intento de robo Condenado a
Vol. 87, Convento de
de un viso que Capilla de Lucas Español, un mes de
Exp. 10, 1812 N.A. San Francisco,
cubría la puerta Aránzazu González tirador de oro servicio en la
fols. 275- Cdmx
del sagrario Cárcel de La
280.
Acordada
Mestizo,
F. Cr., Administrador sombrerero y
Vol. 361, de la pulquería baratillero.
Don Mariano Nicolás Callejón de El Puesto en
Exp. 5, 1812 Intento de robo de San Martín Presunto
Rodríguez Serrano Jardín, Cdmx libertad
fols. 235- (alias de las ladrón
277. Pañeras) ganzuero
reincidente
Condenado a
Máximo ocho años de
Indio, sirviente
Julián presidio en
Robo de once Veracruz
F. Cr.,
tercios de azúcar,
Vol. 627, Condenado a
1812- ocho tercios de Domingo
Exp. 5, Bodeguero José Diego Cdmx seis años de
1814 cascalote y un Coloma Indio, cargador
fols. 206- Rosas presidio en
tercio de
291. Veracruz
almendra
Condenado a
José Brígido
Indio, cargador ocho años de
Rosas
presidio en

257
Veracruz
Condenado a
Pablo José seis años de
Indio, cargador
Estrada presidio en
Veracruz
Condenado a
José Mariano
ocho años de
Zúñiga (alias Indio, cargador
presidio en
Mamachile)
Veracruz
Condenado a
Contador de
F. Cr., Tesorería de pagar los cuatro
moneda de la
Vol. 702, Robo de cuatro ejército y Real José Antonio mil pesos que
1812 N.A. Tesorería Cdmx
Exps. 2 y mil pesos Hacienda de Malpica por comisión u
General de
3, fols. estas cajas omisión suya se
Hacienda
perdieron
Miguel Español, Puesto en
Huidobro bizcochero libertad
Rejas de la
F. Cr., Español,
Pablo Balbanera, Puesto en
Vol. 627, 1813- Sospechas de Don Gregorio Dueño de una oficial de
Pimentel Cuartel mayor libertad
Exp. 1, 1814 robo Garcés taconería carpintero
3, menor 11,
fols. 1-23.
Española, Cdmx
Juana Josefa Puesto en
mujer de
Flores libertad
Pimental
F. Cr., Don José Puesto en
Carnicero
Vol. 691, Don María Berrío Calle de libertad
Propietario de
Exps. 1-4, 1813 Intento de robo Domingo Tacuba No
sedería Agustín Puesto en
fols. 1- Ugarte Enfermero 23, Cdmx
413. Baquera libertad

Soldado del
José María
Regimiento
Sevilla (o Desconocida
Fijo de México
Mariano
F. Cr., y ladrón
Aguirre)
Vol. 627, ganzuero Callejón de La
Robo de ropa y Feliciano Propietario de
Exp. 2, 1814 Soldado del Acordada No
deserción García accesoria
fols. 24- Pablo o Batallón de 79, Cdmx
205. Maximiliano Línea de
Desconocida
Bargallanta (o Lovera y
José Salazar) ladrón
ganzuero
Soldado
desertor.
Andaba
vendiendo en
la Calle de la
Pablo o Palma 25
Maximiliano cortes de Condenado a
Bargallanta (o indiana diez años de
F. Cr., José Mariano propiedad de Calle de La presidio en
Vol. 627, Robo de varios Zúñiga) Eusebio Balbanera, Veracruz
Eusebio
Exps. 3 y 1814 géneros y dinero Comerciante Estavillo. Cuartel mayor
Estavillo
4, fols. de un cajón Poseía cuatro 3, menor 11,
206-291. ganzúas, una Cdmx
punta de
espada y una
lima
Aprendiz de
Isidro Campa carpintero, Condenado a
Cos cómplice de ocho años de
Bargallanta presidio en

258
Veracruz
Purero y
José Ventura Puesto en
ladrón
Huidobro libertad
ganzuero
Bizcochero,
Miguel Puesto en
ladrón
Huidobro libertad
ganzuero
Sedero, Condenado a
Antonio apostador de ocho años de
Rivero gallera, ladrón presidio en
ganzuero Veracruz
Condenado a
diez años de
Rafael Castro Pintor
presidio en
Don Manuel Veracruz
García Español,
Aguirre comerciante Condenada a
F. Cr.,
Portal de los cuatro años de
Vol. 691, Mariana
1814 Robo de ropa Desconocida Agustinos, reclusión en la
Exps. 3, 4 Castro
Cdmx Casa de
y5
Recogidas
Condenado a
Don Patricio Don José ocho años de
Desconocida Carnicero
Contreras María Berrío presidio en
Veracruz
F. Cr.,
Indio, soldado
Vol. 430, José
Complicidad en Desconocida realista de la Puesto en
Exp. 7, 1815 Desconocidas Domingo Coyoacán
robos de ropa s Compañía de libertad
fols. 230- Ramos740
Tacubaya
243.
Don Baltasar
F. Cr., Desconocida Natural del
Venta de de los Reyes Francisco
Vol. 620, 1815 pueblo de San Cdmx Desconocida
animales robados Don Salvador González
Exp. Desconocida Mateo Atengo
Manríquez
Condenado a
25 azotes y un
Andrés mes de servicio
Desconocida
Salinas en las obras
públicas de la
capital
José Antonio
Desconocida Desconocida
Vargas
F. Cr., Abundio
Desconocida Desconocida
Vol. 40, Velásquez
Robo de un
Exp. 3, 1816 Desconocida Desconocida Mixcoac
puerco Sixto
fols. 62- Desconocida Desconocida
63. González
José Méndez Desconocida Desconocida
Felipe
Desconocida Desconocida
Cabrera
José Antonio
Desconocida Desconocida
Brito
José Antonio
Desconocida Desconocida
Rico

740
Su hermano robó la ropa y José Domingo Ramos la ocultó.

259
Francisco
Desconocida Desconocida
Carmona
Manuel
Desconocida Desconocida
Morales
Patricia
Desconocida Desconocida
González
Sobrino de
Clemente Desconocida
Vargas
Condenado a
seis meses de
servicio en las
obras públicas y
F. Cr.,
Robo y Barrio de La destierro a la
Vol. 378, Cristóbal Español,
1816 escándalo Desconocido Desconocida Lagunilla, ciudad de
fols. 219- Márquez florero
público Cdmx Puebla. De
232.
quebrantarlo,
sería enviado al
presidio de las
Islas Marías.741
Robo de unas
velas de cera, Puesto en
F. Cr., Soldado de la
unos cristales de libertad con
Vol. 435, Parroquia de 1ª Compañía Cuartel mayor
un nicho y una base en el Real
Exp. 4, 1816 Santa Catarina N.A. Felipe Paz del Regimiento 4, menor 15,
imagen de Indulto de 30
fols. 90- Mártir de Infantería Cdmx
Nuestra Señora de mayo de
135. 2º de Zamora
de Los Dolores, 1815
y deserción
Soldado de la
Puesto en
F. Cr., 4ª Compañía
Robo de 562 José María libertad con
Vol. 435, del Regimiento Cuartel mayor
pesos y 30 piezas Marcelino Pineda o José base en el Real
Exp. 5, 1816 Desconocida de Infantería 1, menor 2,
de ropa y Sandoval Romualdo Indulto de 30
fols. 136- 2º de Zamora Cdmx
deserción Pineda de mayo de
193. y ladrón
1815
ganzuero
F. Cr.,
Granadero del Condenado a
Vol. 435, Porte de ganzúa
Manuel Regimiento de 10 años de
Exp. 6, 1816 y deserción por N.A. N.A. Cdmx
Carballo Infantería 2º presidio en
fols. 194- cuarta vez
de Zamora Veracruz
239.
Español,
F. Cr., bizcochero y
José Ventura Condenado a
Vol. 435, Robo de un soldado de la
Huidobro Cuartel 7, 10 años de
Exp. 7, 1816 sarape y desertor Calixto Zarco Vinatero 2ª Compañía
(alias Mariano Cdmx presidio en
fols. 240- reincidente del Regimiento
Pinal)742 Veracruz
277. de Infantería
2º de Zamora
F. Cr., Robo de prendas 6ª Compañía Soldado de la Condenado a
Vol. 435, militares, porte del 6ª Compañía ocho años de
Francisco
Exp. 8, 1816 de ganzúa y Regimiento de N.A. del Regimiento Cdmx servicio en el
Presa
fols. 278- deserción por Infantería 2º de Infantería Regimiento de
303. cuarta vez de Zamora 2º de Zamora Infantería Fijo

741
Según Cristóbal Márquez, en el camino a Puebla unos arrieros le aconsejaron no seguir su periplo,
pues el camino estaba sembrado de insurgentes quienes al ver su robustez habrían de querer reclutarlo para su
causa. Aprehendido nuevamente en la Ciudad de México, se le condenó a seis meses de servicio en las obras
públicas.
742
José Ventura Huidobro ya había sido condenado a trabajos en obras públicas por robo, tras de lo
cual fue enrolado en el ejército.

260
de Veracruz743
Cajero de Don Vinatería de la
Manuel Esquina del
F. Cr.,
Velasco y Callejón de
Vol. 477, Robo de ropa y
Don Manuel José María soldado Las Cruces
Exp. 8, 1816 200 pesos en Vinatero Desconocida
Velasco Dallo desertor del esquina con la
fols. 250- plata
Regimiento de 2ª Calle de
288.
la Nueva San Ramón,
España Cdmx
Condenado a
15 días de
José Antonio
Zapatero servicio en las
F. Cr., Laredo
Mestiza, obras públicas
Vol. 545, Pulquerías de de la capital
Robo de ropa y Juana María cocinera en
Exp. 7, 1816 El Águila y La
dinero Rojas casas Condenado a
fols. 98- Bola, Cdmx
particulares 15 días de
107. Antonio
Velero y peón servicio en las
Covarrubias
obras públicas
de la capital

F. Cr.,
Pena
Vol. 545, Robo de ropa y India de
1816 María Rosa Pedro López Zapatero Cdmx compurgada
Exp. 12, 160 pesos Xochimilco
con la prisión
fols.
sufrida
José del Indio Accesoria Puesto en
Carmen tributario, frente a la libertad por
F. Cr.,
Canto cardador Escuela del falta de pruebas
Vol. 86,
Robo de varios María Teresa Española, Callejón de
Exp. 6, 1817
objetos Flores doncella María Betlehemitas, Puesta en
fols. 200- Morisca, mujer Cuartel mayor
212. Nicolasa libertad por
de Canto 1, menor 3,
Ramírez falta de pruebas
Cdmx
Padre del
Don Pablo
Robo oratorio de San
Urquidi
Felipe Neri
Robo de cuatro
F. Cr., arrobas y ocho Condenado a
Vol. 545, libras de cobre, Sirviente, un año de
Exp. 8, 1817 seis manteles de Manuel Díaz realista de Cdmx servicio en las
fols. 298- Don Administrador Tacubaya obras públicas
manta, seis
326. Domingo de la fonda “de de la capital744
servilletas,
Mendívil Jorge”
cubiertos de
plata y varios
platos trincheros
de Vasconia
F. Cr., Capitán del
Vol. 477, Regimiento de
Exp. 6, 1818 Robo José Mayoli745 Infantería de Desconocidos Rebeldes Cdmx Desconocidas
fols. 155- línea de la
164. Nueva España

743
En primera instancia el Consejo de Guerra había condenado a Francisco Presa a 10 años de presidio
en Veracruz.
744
Manuel Díaz hizo la solicitud de su puesta en libertad un mes antes de cumplir la condena, misma
que le fue concedida.
745
José Mayolí pidió que se practicase la correspondiente averiguación para justificar que los
insurgentes le robaron, junto con su equipaje, varias cuentas y papeles pertenecientes al regimiento, y que se
le supliesen unos pagos.

261
Condenado a
F. Cr., Soldado
seis meses de
Vol. 433, Celda del realista de la Cuartel mayor
Robo de una Don Luis servicio en las
Exp. 6, 1819 Colegio de N.A. Tercera 3, menor 11,
manta Gómez obras públicas y
fols. 194- Portacoeli Compañía de Cdmx
despedido del
227. Artillería
ejército

Indultado con
base en el
Francisco
Desconocida Artículo 7º del
Rosas
Bando de 7 de
F. Cr., septiembre de
Vol. 276, Robo de unas 1821
Exp. 8, 1821 baquetas y Desconocido Desconocida Cdmx
fols. 292- amancebamiento
295. Indultada con
base en el
Eusebia Silva Desconocida Artículo 7º del
Bando de 7 de
septiembre de
1821
Pedro García Desconocida Desconocida
Desconocida.
María de La
Mujer de Desconocida
Luz
García
F. TSJDF, Desconocida.
Don Miguel
Caja 2 (2), 1822 Robo de ropa Desconocida María Josefa Hermana de Cdmx Desconocida
Elías
Exp. 36 García
María Juliana
Desconocida Desconocida
González
José García
Desconocida Desconocida
(alias Garciota)
Condenado a
10 años de
presidio en los
José Mariano
Sastre bajeles del
Cuevas
puerto de
F. TSJDF, Veracruz746
Calle de
Caja 3 (3), 1822 Don Ramón
Robo de ropa Sombrerero Monte Alegre, Condenado a
Exp. 26 Elías
Cdmx ocho años de
presidio en los
José Sierra bajeles del
puerto de
Veracruz747
Condenado a
Pablo diez años de
F. TSJDF, Villanueva Desconocida Calle de San trabajo en las
Robo sin
Caja 2 (5), 1823 Desconocido Desconocida Reyes Lorenzo, obras
especificar
Exp. 36 Cdmx públicas748
Guadalupe Desconocida Pena

746
El juez de primera instancia había condenado a José Mariano Cuevas a seis años de presidio en los
bajeles de Veracruz.
747
El juez de primera instancia había condenado a José Sierra a 10 años de presidio en los bajeles de
Veracruz.
748
El juez de primera instancia había condenado a Pablo Villanueva Reyes a ocho años de presidio en
el Castillo de Acapulco.

262
Rojas compurgada
por el tiempo
pasado en
prisión
Condenado a
pena de último
José María suplicio,
Desconocida
Salinas fijándose en
F. Justicia, Robo de un una escarpia su
Tomo 43, copón y una Iglesia de La mano
N.A.
Exp. 1, 1823 custodia con el Merced Cdmx
fols. 1-2 sacramento
Juan Condenado a
Nepomuceno Desconocida pena de último
Prado suplicio

Condenado a
Porte de ganzúas seis meses de
Matías
y armas N.A. N.A. Desconocida trabajos en
Beltrán
F. TSJDF, prohibidas obras públicas
1823- en la capital
Caja 1 (7), Cdmx
1824
Exp. 11 Complicidad en
Juan Medina
robo, porte de Pena
N.A. N.A. (alias José Soldado
ganzúas y fuga compurgada
Arraluz)
de cuartel

F. TSJDF, Robo de unos Iglesia del Condenado a


1823- Juan de Dios
Caja 1 (7), ciriales de plata y pueblo de San N.A. Desconocida Cdmx 10 años de
1824 (o Feliciano
Exp. 12 una lámpara Gregorio presidio en
José)
Veracruz
Condenado a
seis años de
Juan José Jabonero o presidio en los
Domínguez pailero Bajeles
Nacionales de
Veracruz
Entregado en
Hijo de Juan calidad de
Agustín
José aprendiz a un
Domínguez
F. TSJDF, Domínguez maestro de
1823- oficio carrocero
Caja 1 (7), Intento de robo Desconocido Desconocida Tocinería del
1824
Exp. 17 Puente
José Blanco, Cdmx
Puesto en
Florentino Desconocida
libertad749
Domínguez

Condenado a
dos años de
Vicente Lara Desconocida trabajos en las
obras públicas
de la capital750

F. Justicia, Robo de once Techo Condenado a


Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Tomo 19, 1824 barriles de Castillo trabajos
Exp. 30 aguardiente públicos sin

749
El juez de primera instancia había condenado a José Florentino Domínguez a seis años de presidio
en Veracruz.
750
El juez de primera instancia había condenado a Vicente Lara a seis años de presidio en Veracruz.

263
especificar751
Condenado a
Iglesia del cinco años de
F. Justicia,
Convento de N.A. José Romero Desconocida Cdmx servicio en la
Tomo 19, Robo de un
1824 Religiosas de Cárcel
Exp. 27 incensario
San Cosme Pública752
Joaquín
Desconocida Desconocida753
Moreno
Bruno
Don José Desconocida 2ª Calle de Desconocida
F. TSJDF, Fragosa
Antonio Santo
Caja 2 (8), 1824 Robo Comerciante
Martínez de Cristóbal Soto Desconocida Domingo, Desconocida
Exp. 30
Los Ríos Cdmx
Tiburcio Lara Desconocida Desconocida754
Felipe
Desconocida Desconocida
Rodríguez
Condenado a
Guillermo
Casa de presidio
Valdés y
Comercio en comenzando la
F. TSJDF, Intento de robo Rodríguez o
el Barrio de cuenta de
Caja 3 (9), 1824 y deserción de N.A. N.A. José Zurrador
San Sebastián, nuevo debido a
Exp. 100 presidio Florentino
Cuartel menor los días que
López (alias
16, Cdmx estuvo
Carpeta)
prófugo755
Don Nicanor Alcalde del Cercanías de
Jiménez cuartel No 19 la Parroquia
de Santa Cruz
Prima de Don y Soledad,
Doña Dolores
Nicanor Cuartel menor
Rivera
Jiménez 19, Cdmx
Barrio de San
María Josefa Antonio Condenado a
Desconocida
Rivera Tomatlán, cuatro años de
Cdmx presidio en los
F. TSJDF, Asalto y robo en Bajeles
Cipriano Ladrón Cercanías del
Caja 3 (9), 1824 cuadrilla y fuga Nacionales, y
Beltrán famoso Puente de Las
Exp. 107 de cárcel Francisco de no ser útil
Desconocida Vacas, Cuartel
Castro para ello, a las
mayor 5,
fortificaciones
Cdmx
de Veracruz756
Doña María
Encarnación Desconocida Cercanías del
Cano Puente de Las
Sirvienta de Vacas, Cuartel
Gabriela Doña María mayor 5,
Flores Encarnación Cdmx
Cano

751
El juez de primera instancia había condenado a Techo Castillo a ocho años de presidio en los
Bajeles Nacionales de Veracruz.
752
Los ministros de la Audiencia habían condenado a José Romero a cinco años de presidio.
753
El juez de primera instancia había condenado a Joaquín Moreno a 10 años de presidio en Veracruz.
754
El juez de primera instancia le había compurgado la pena a Tiburcio Lara con el tiempo pasado en
prisión.
755
Se desconoce la duración de la condena.
756
El juez de primera instancia había condenado a Cipriano Beltrán a seis años y medio de presidio
en Veracruz. Los ministros de la Corte Suprema lo condenaron posteriormente a la pena de último suplicio,
pero la sentencia fue revisada.

264
Interior de la
Don Ramón Cárcel
Desconocida
Chávez Nacional,
Cdmx
F. Justicia, Condenado a
Tomo 43, dos años de
Francisco
Exp. 32, 1825 Robo ratero Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx servicio en las
Chavarría
fols. 177- obras públicas
179 de la capital
Condenado a
Ladrón
Onofre Tobar pena de último
famoso
suplicio
Condenado a
presenciar la
ejecución de
Mariano Tobar y a 10
Cómplice
F. Justicia, Flores años de
Tomo 43, Propietaria de presidio en los
Doña Teresa
Exp. 36, 1825 Asalto y robo casa de Cdmx bajeles de
Rodríguez
fols. 193- comercio Veracruz
200
Condenado a
presenciar la
ejecución de
José Antonio Tobar y a 10
Cómplice
Campos años de
presidio en los
bajeles de
Veracruz
F. Justicia,
Condenado a
Tomo 43,
Robo de un tres meses de
Exp. 41, 1825 Desconocido Desconocida Antonio Luna Desconocida Cdmx
sable servicio en las
fols. 224-
obras públicas
228
Condenado a
cinco años de
F. Justicia, servicio en los
Tomo 43, Robo de un bajeles de
Urbano
Exp. 43, 1825 caballo ensillado Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx Veracruz, “y
Sánchez
fols. 234- y enfrenado sinó fuese util
238 para esto, á las
fortificaciones
de dicha Plaza”
Condenado a
ocho años de
servicio en los
F. Justicia,
bajeles de
Tomo 43,
José María Veracruz “ó á
Exp. 44, 1825 Asalto y robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Vásquez las
fols. 239-
fortificaciones
243
de la Plaza, sino
fuese apto para
aquel servicio”
F. Justicia, Condenado a
Tomo 43, un año de
Mauricio
Exp. 46, 1825 Ladrón ratero Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx servicio en las
Miramontes
fols. 248- obras públicas
252 de la capital
F. Justicia, Condenado a
Juan Bautista
Tomo 43, 1825 Robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx dos años de
Arreguín
Exp. 47, servicio en los

265
fols. 253- bajeles de
256 Veracruz
F. Justicia, Condenado a
Tomo 43, seis meses de
José Ceferino
Exp. 53, 1825 Ladrón ratero Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx servicio en las
Yescas
fols. 281- obras públicas
284 de la capital
F. Justicia, Condenado a
Tomo 43, cinco años de
Asalto y robo de Don José Antonio
Exp. 59, 1825 Desconocida Desconocida Cdmx presidio en los
un caballo Enaurrisar Sierra
fols. 305- bajeles de
307 Veracruz757
Condenado a
pena de último
Onofre Tobar Desconocida
suplicio por
garrote758
Condenado a
diez años de
Mariano
Desconocida presidio en los
Flores
bajeles de
Veracruz759
Condenado a
diez años de
Juan Campos Desconocida presidio en los
F. TSJDF, bajeles de
Caja 1 Doña Teresa Casa y tienda de Veracruz760
1825 Asalto y robo Chapultepec
(12), Exp. Rodríguez comercio
19 Fallecido
Juan Colín Desconocida durante el
proceso
Trinidad Fugado de la
Desconocida
Espíndola prisión
Joaquín Fugado de la
Desconocida
Pardabé prisión
Pena
José María compurgada
Muñoz (alias Desconocida con el tiempo
Plata) pasado en
prisión

F. TSJDF, Administrador José Córdoba Puesto en


Sillero
Caja 4 Robo de una Don Cenobio de una casa de (alias Josecillo) libertad
1825 Cdmx
(16), Exp. pistola Cadena matanza de José María Tejedor de Puesto en
132 carneros y Pérez paños libertad

757
El juez de primera instancia había condenado a Antonio Sierra a 10 años de presidio en los Bajeles
Nacionales de Veracruz, pena que fue rebajada a la mitad por los ministros de la Primera Sala de la Corte
Suprema.
758
El juez de primera instancia había condenado a Onofre Tobar a 10 años de presidio en los Bajeles
Nacionales de Veracruz.
759
El juez de primera instancia le había compurgado la pena a Mariano Flores con el tiempo pasado
en prisión. Los ministros de la Segunda Sala de la Corte Suprema lo condenaron posteriormente a ocho años
de presidio en los Bajeles Nacionales de Veracruz y que de no ser útil para tales ocupaciones, se le destinase a
trabajos públicos por igual término. Sin embargo, la causa fue revisada nuevamente.
760
El juez de primera instancia le había compurgado la pena a Juan Campos con el tiempo pasado en
prisión. La Segunda Sala de la Corte Suprema lo condenó posteriormente a seis años de trabajos en las obras
públicas. Sin embargo, la causa fue revisada nuevamente.

266
auxiliar del
Cuartel menor
12

Condenada a
F. TSJDF,
un año de
Caja 4 Robo de ropa y Doña Remigia María de
1825 Desconocida Sirvienta Cdmx servicio en las
(16), Exp. algunos reales Chavarría Jesús Reyes
cocinas de la
158
Cárcel
Nacional761
Condenado a
Salvador
cuatro años de
Trinidad Desconocida
presidio en
Ibarra
Veracruz
Condenado a
Francisco 10 años de
Desconocida
F. Justicia, Maldonado presidio en
Tomo 44, Veracruz
1826 Robo Desconocido Desconocida Cdmx
Exp. 1, Condenado a
fols. 1-4 Antonio cinco años de
Desconocida
Sierra presidio en
Veracruz
Condenado a
Joaquín cinco años de
Desconocida
Ramos presidio en
Veracruz
F. Justicia, Condenado a
Tomo 44, José María tres años de
1826 Robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 4, Torres servicio en las
fols. 12-15 obras públicas
Condenado a
10 años de
servicio en los
F. Justicia, bajeles de
Tomo 44, Francisco Veracruz “si
1826 Asalto y robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 5, Maldonado fuese util para
fols. 16-18 ello, y sino á las
obras de
fortificación de
esa Plaza”
Condenado a
F. Justicia,
un año de
Tomo 44, Miguel
1826 Robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx servicio en las
Exp. 7, Hernández
obras públicas
fols. 23-26
de la capital
F. Justicia, Condenado a
Tomo 44, José Luis un año de
1826 Porte de ganzúas N.A. N.A. Desconocida Cdmx
Exp. 8, Luna servicio en las
fols. 27-30 obras públicas
Condenado a
F. Justicia, Pedro 10 años de
Tomo 44, Robo y heridas a González servicio en los
1826 Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 9, un correo (alias El bajeles de
fols. 31-34 Pericacho) Veracruz, “con
retención”

761
El juez de primera instancia había condenado a María de Jesús Reyes a seis meses de servicio en
las cocinas de la Cárcel Nacional.

267
Condenado a
F. Justicia,
Antonio seis años de
Tomo 44,
1826 Robo Desconocido Desconocida Martín (alias Desconocida Cdmx servicio en los
Exp. 10,
El Engodo) bajeles de
fols. 35-
Veracruz
F. Justicia, Condenado a
Tomo 44, Intento de robo José Rosalino seis meses de
1826 Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 12, de una mujer Soria servicio en las
fols. 43-46 obras públicas
F. Justicia, Condenado a
Tomo 44, José María un año de
1826 Robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 13, Rodríguez servicio en las
fols. 47- obras públicas
Condenado a
Ramón dos años de
Desconocida
F. Justicia, Miranda servicio en las
Tomo 44, obras públicas
1826 Ladrones y vagos Desconocido Desconocida Cdmx
Exp. 15, Condenado a
fols. 56- dos años de
Andrés López Desconocida
servicio en las
obras públicas
Condenado a
ocho años de
presidio en los
F. Justicia,
bajeles de
Tomo 44, Mariano
1826 Asalto y robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx Veracruz “y
Exp. 17, Martel
sino fuese util
fols. 63-66
para esto, al
trabajo de sus
fortalezas”
F. Justicia, Condenado a
Tomo 44, José Antonio cuatro años de
1826 Ladrón sacrílego Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 18, Sandoval servicio en
fols. 67- Veracruz
F. Justicia, Condenado a
Tomo 44, un año de
1826 Ladrón Desconocido Desconocida Agustín Rosas Desconocida Cdmx
Exp. 20, trabajo en las
fols. 75-77 obras públicas
F. Justicia, Condenado a
Tomo 44, Cruz un año de
1826 Robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 21, Ledesma trabajo en
fols. 78- obras públicas
Condenado a
F. Justicia,
seis años de
Tomo 44, Robo de 300 Francisco
1826 Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx presidio en los
Exp. 23, pesos Guzmán
bajeles de
fols. 85-88
Veracruz
F. Justicia,
Condenado a
Tomo 44,
1826 Robo Desconocido Desconocida Zenón Frías Desconocida Cdmx dos meses de
Exp. 24,
obras públicas
fols. 89-91
F. Justicia, Condenado a
Tomo 44, José Pedro tres meses de
1826 Robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 25, Amarilla trabajo en las
fols. 92- obras públicas
F. Justicia, Condenado a
José María
Tomo 44, 1826 Robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx dos años de
Arriaga
Exp. 28, servicio en las

268
fols. 102- obras públicas
105
F. Justicia,
Condenado a
Tomo 44,
Robo de unos José María del cuatro años de
Exp. 29, 1826 Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
bueyes Carmen Mejía servicio en las
fols. 106-
obras públicas
107
F. Justicia,
Tomo 44, Condenado a
Robo de una Zeferino
Exp. 33, 1826 Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx dos años de
yegua Martínez
fols. 118- obras públicas
119
Condenado a
tres años de
F. Justicia, servicio en los
Tomo 44, Mónico Ladrón bajeles de
1826 Robo Desconocido Desconocida Cdmx
Exp. 36, Hernández ganzuero Veracruz “y
fols. 127- sino fuese util,
á sus
fortificaciones”
Condenado a
seis meses de
F. Justicia, Pedro Rosas Desconocida
trabajo en
Tomo 44, obras públicas
Exp. 39, 1826 Robo Desconocido Desconocida Cdmx
fols. 137- Condenado a
139 Francisco seis meses de
Desconocida
Carrera trabajo en
obras públicas
F. Justicia, Condenado a
Tomo 44, Juan José seis meses de
1826 Robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 40, Ramírez trabajo en
fols. 140- obras públicas
F. Justicia,
Condenado a
Tomo 44,
Cristóbal dos años de
Exp. 54, 1826 Robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Montaña trabajo en
fols. 197-
obras públicas
200
Condenado a
cuatro meses de
José Germán Desconocida
servicio en las
obras públicas
Robo y “haber
F. Justicia, dado una Condenado a
Tomo 44, pedrada á María José Antonio seis meses de
1826 Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 55, Bernarda de Alfaro servicio en las
fols. 201- cuyas resultas obras públicas
falleció”
Condenado a
dos años de
Luciano Rojas Desconocida
servicio en las
obras públicas
F. Justicia, Condenado a
Tomo 44, José María seis meses de
1826 Robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 64, Estañón servicio en las
fols. 237- obras públicas
F. Justicia, Condenado a
Tomo 44, Damián dos años de
1826 Robo Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx
Exp. 66, Rebollo servicio en
fols. 245- obras públicas

269
Sebastián
F. TSJDF, Aparicio Desconocida Desconocida
Caja 1 1825- Desconocido Desconocida Tapia Cdmx
Robo
(17), Exp. 1826 Manuel
1 Desconocida Desconocida
Santillán
Pena
Sebastián compurgada
Aparicio Desconocida con los dos
Tapia años en prisión
F. TSJDF,
Caja 1 1825- Robo de un Camino de Pena
Manuel compurgada
(17), Exp. 1826 caballo y una Arriero Manuel Las Lajas
Pastén Desconocida con los dos
2 mula Santillán
años en
prisión762
Condenado a
F. TSJDF,
dos años de
Caja 1 1825- Florencio
Robo de ropa Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx servicio en la
(17), Exp. 1826 Guevara
Cárcel
3
Nacional763
F. TSJDF,
Caja 1 1825- Robo de una Dionisio
Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx Desconocida
(17), Exp. 1826 mula Hernández
4
Condenado a
F. TSJDF,
ocho años de
Caja 1 1825- Robo de algunas
Don Diego Desconocida Mariano Desconocida presidio en los
(17), Exp. 1826 varas de paño Cdmx
Somera Altamirano bajeles de
8 verde
Veracruz764
José María Puesto en
Desconocida
Secua libertad765
María Josefa Puesta en
F. TSJDF, Desconocida
Robo de diez mil Botello libertad766
Caja 1 1825- Desconocido Desconocida Cdmx
y pico de pesos Encarnación Puesta en
(17), Exp. 1826 Desconocida
9 Cano libertad
Rafael Puesto en
Desconocida
Galindo libertad
José María
Desconocida Desconocida
F. TSJDF, Secua
Caja 1 1825- Robo de dos mil Desconocido Desconocida
(17), Exp. 1826 y pico de pesos María Josefa Cdmx
Desconocida Desconocida
10 Botello

F. TSJDF, Pedro (o Condenado a


1825- Robo de ropa y
Caja 1 Rita Villagrán Desconocida Pablo) Desconocida Cdmx tres años de
1826 25 pesos de plata
(17), Exp. Gordillo servicio en la

762
El juez de primera instancia había condenado a Manuel Santillán a seis meses de reclusión en la
Cárcel Nacional.
763
Guevara suplicó a los ministros de la Corte Suprema su absolución y puesta en libertad a causa de
un “herpis” que tenía en las piernas, pero la sentencia del juez de primera instancia fue ratificada.
764
El juez de primera instancia había condenado a Mariano Altamirano a seis años de presidio en las
fortificaciones de Veracruz.
765
El juez de primera instancia había condenado a José María Secua a seis años de presidio en
Veracruz.
766
El juez de primera instancia había condenado a María Josefa Botello a tres años de servicio en la
Cárcel Nacional, llamada de Corte.

270
13 Cárcel
Nacional767
F. TSJDF,
Caja 1 1825- Robo sacrílego y José Mariano
Desconocido Desconocida Desconocida Cdmx Desconocida
(17), Exp. 1826 fuga de cárcel Lazcano
14
Condenado a
F. TSJDF,
dos años de
Caja 1 1825-
Mariana Desconocida Félix Desconocida Cdmx servicio en la
(17), Exp. 1826 Robo de ropa
Vargas González Cárcel
16
Nacional768
Condenado a
F. TSJDF,
un año de
Caja 1 1825- Amasia de Julián
Robo de ropa Jacinta Desconocida Cdmx trabajos en
(17), Exp. 1826 Julián Cumplido Cumplido
obras
26
públicas769
Pena
F. TSJDF,
compurgada
Caja 2
Robo de una Juan con el tiempo
(18), Exp. 1826 Desconocido Cargador Cargador Cdmx
pieza de jamán González pasado en
31
prisión770
Condenado a
Juan Desconocida,
seis meses de
Nepomuceno ladrón
trabajos en las
Mejía ganzuero
obras públicas
Condenado a
Desconocida,
F. TSJDF, seis meses de
Porte de diez José Díaz ladrón
Caja 2 N.A. N.A. Cdmx trabajos en las
ganzúas y una ganzuero
(18), Exp. 1826 obras públicas
reata
32
Pena
Desconocida, compurgada
Nicolás Pliego ladrón con el tiempo
ganzuero pasado en
prisión
Condenado a
José Aniceto un año de
F. TSJDF, Desconocida
Flores servicio en las
Caja 2 Robo Desconocido Desconocida obras públicas
1826
(18), Exp. Cdmx
33 Magdalena
Desconocida Desconocida
Cázares
F. TSJDF, Condenada a
Caja 2 Don Vicente Amo de la Guadalupe seis meses de
1826 Robo de ropa Sirvienta Cdmx
(18), Exp. Suárez imputada Hernández servicio en la
35 Cárcel Nacional
F. TSJDF, Condenada a
Caja 2 Robo de Don José Señor General Mariana Desconocida seis meses de
1826 Cdmx
(18), Exp. cantidad de Velásquez de brigada Bravo servicio en la

767
El juez de primera instancia había condenado a Pedro (o Pablo) Gordillo a tres años de trabajos en
obras públicas.
768
El juez de primera instancia había condenado a Félix González a dos años de trabajos en las obras
públicas.
769
El juez de primera instancia había condenado a Julián Cumplido a dos años de trabajos en las obras
públicas.
770
El juez de primera instancia había condenado a Juan González a un año de servicio en las obras
públicas.

271
36 pesos Cárcel Nacional
Pena
F. TSJDF,
compurgada
Caja 2 Dominga
1826 Robo de ropa Desconocida Loreto Olea Desconocida Cdmx con el tiempo
(18), Exp. Medina
pasado en
45
prisión771
Condenado a
Oficial de la tres años de
José María
oficina de presidio en los
Almirante
herrería bajeles de
Veracruz772
Condenado a
Oficial de la
un año de
Juan Camargo oficina de
servicio en las
herrería
obras públicas
Condenado a
Oficial de la un año de
José María
oficina de servicio en la
Balcázar
herrería Cárcel
Nacional773
Condenado a
un año de
Oficial de la servicio en la
Matías
oficina de cárcel en
F. TSJDF, Sánchez
Robo de unas herrería trabajos
Caja 3 Casa de compatibles
1826 diez libras de N.A. Cdmx
(19), Exp. Moneda con su salud
hierro y acero
85
Pena
Victoriano Oficial de la compurgada
Rodas oficina de con el tiempo
(Tomason) herrería pasado en
prisión
Pena
Oficial de la compurgada
Pablo Salcedo oficina de con el tiempo
herrería pasado en
prisión
Pena
Oficial de la compurgada
José María
oficina de con el tiempo
Rosas
herrería pasado en
prisión
Don
Multado con 50
Ildefonso del Guarda
pesos
Castillo
F. TSJDF, 1826 Conato de robo Don Juan Comerciante Leonardo Desconocida Cdmx Condenado a

771
El juez de primera instancia había compurgado la pena a Loreto Olea con el tiempo pasado en
prisión. Los ministros de la Corte Suprema lo condenaron a seis meses de servicio en las obras públicas de la
capital, pero dicha sentencia fue revisada nuevamente.
772
José María Almirante había suplicado la conmutación de la condena, alegando no ser apto para el
servicio en la marina, dadas sus complicaciones de salud. En mitad de su viaje a Veracruz, dos facultativos de
Xalapa certificaron que el reo padecía de un prolapso anal acompañado de un tumor hemorroidal, pese a lo
cual los ministros de la Tercera Sala de la Corte Suprema no revocaron su sentencia.
773
Los ministros de la Corte Suprema habían condenado a José María Balcázar a un año de servicio
en las obras públicas, pero la pena fue conmutada por enfermedad del reo.

272
Caja 3 de 500 pesos Rodríguez Hernández un año de
(19), Exp. servicio en la
104 Cárcel
Nacional774

Robo de un Condenado a
F. TSJDF, caballo ensillado Francisco Puente de Las cuatro años de
Caja 3 y enfrenado, Guadalupe Antonio Desconocida Vacas, Cuartel servicio en los
1826 Comerciante Vélez bajeles de
(19), Exp. ropa y 200 pesos González mayor 5,
108 en monedas de Cdmx Veracruz
plata y oro Juan Alvarado Desconocida Reo fugado
Pena
compurgada
Pedro Díaz
Desconocida con el tiempo
Leal
pasado en
prisión
F. TSJDF,
Caja 3 Robo y Don Mariano Contador de la Manuel
1826 Desconocida Cdmx Absuelto
(19), Exp. homicidio Pérez de Acal Aduana Berasategui
109 José “El
Desconocida Absuelto
Gachupín”
Manuel Pérez
(alias El Desconocida Absuelto
Botero)
Tienda de
ropa en los Condenado a
F. TSJDF,
bajos de cinco años de
Caja 3 Robo de ropa y Don Ignacio José María Vago, ocioso y
1826 Comerciante Portacoeli, presidio en los
(19), Exp. 85 pesos Pérez Sosa malentretenido
Cuartel mayor bajeles de
111
3, menor 11, Veracruz775
Cdmx
José María Arriero y
Desconocida
Espinoza carpintero
Miguel Rojas Arriero Desconocida
José María
Arriero Desconocida
Huerta

F. TSJDF, José María


Jabonero Desconocida
Caja 3 Robo y asalto en Ballesteros
1826 Desconocidas Desconocidas Cdmx
(19), Exp. gavilla Joaquín
112 776 Mercillero Desconocida
Carpintero
Rafael
Sastre Desconocida
Cervantes
Ignacio Peña Molinero Desconocida
María Juliana
Desconocida Desconocida
Beristaín

774
El juez de primera instancia había condenado a Leonardo Hernández a seis meses de servicio en
las obras públicas. Los ministros de la Corte Suprema lo condenaron a un año de servicio en las obras públicas,
pero dicha sentencia fue revisada tras comprobarse que el reo padecía una enfermedad respiratoria.
775
El juez de primera instancia había condenado a José María Sosa a dos años de presidio en los
Bajeles Nacionales de Veracruz, pero la sentencia fue revisada por los ministros de la Segunda Sala de la Corte
Suprema. Una vez la cuerda de presidiarios llegó a Perote, el reo hizo fuga y se fue a Cuernavaca donde fue
aprehendido nuevamente.
776
El expediente se halla incompleto.

273
Puesto en
José María
Desconocida libertad bajo
Tello
fianza
María Puesta en
Esposa de Plazuela de El
F. TSJDF, Hospital de Dolores libertad bajo
Tello Volador,
Caja 4 Compra de fierro San Juan de Arroyo fianza
1826 N.A. Cuartel mayor
(20), Exp. robado Dios
3, menor 12, Puesto en
29
Cdmx libertad
Don Miguel mientras se
Comerciante
Maciel curaba de sus
dolores
reumáticos
Condenado a
José
tres meses de
Inocencio Pasamanero
servicio en la
Castrejón
F. TSJDF, Tienda del Cárcel Nacional
Caja 2 Robo de cinco Doña María Puente de Puesto en
1827 Comerciante
(25), Exp. varas de tela de Jesús Peña Tezontlale, libertad y
78 Manuel Cdmx entregado a un
Alvarado Desconocida
maestro para el
Castrejón
desempeño de
un oficio
F. TSJDF,
Caja 3 Robo de una Don José Puesto en
Teniente Criado de
(26), Exp. 1827 fresada y otras Claro Epitacio Vega Cdmx libertad por
coronel retirado Claro Almazán
119 prendas Almazán falta de pruebas
Puesto en
José Vicente
Sastre libertad por
Cuevas
falta de pruebas
Puesto en
Ignacio Rosas Sastre libertad por
F. TSJDF, falta de pruebas
Caja 3 Don
(26), Exp. 1827 Robo Estanislao Comerciante Cdmx Puesto en
Ignacio
122 Flores Desconocida libertad por
Sámano
falta de pruebas
Puesto en
José María
Confitero libertad por
Rodríguez
falta de pruebas
Doña Clara Condenada a
Desconocida
García tres meses de
servicio en la
F. TSJDF,
Cárcel
Caja 3
Robo de ropa Secundina Nacional, tras
(26), Exp. 1827 Doña Dolores Lavandera Cdmx
Desconocida García de lo cual
123 Pestaña habría de servir
en una casa de
honra

F. TSJDF, Guadalupe Puesto en


Gañan
Caja 3 Francisco Morales libertad
Desconocida Cdmx
(26), Exp. 1827 Robo Rivas Francisco Puesto en
126 Gañan
Rivas libertad
Condenado a
F. TSJDF, seis meses de
Robo de dos Dueño de a Miguel Tocinero
Caja 3 Don Antonio Calle de León, servicio en la
tonpeates de tocinería de Los Miranda Cárcel Nacional
(26), Exp. 1827 Paul Cdmx
manteca Dolores
129 Marcelino Compadre de Condenado a
Duván Peña Miranda seis meses de

274
servicio en la
Cárcel Nacional
Condenado a
Julián seis meses de
Tocinero
Maseyda servicio en la
Cárcel Nacional
Condenado a
un año de
Silverio
Desconocida servicio en las
Morales
F. TSJDF, Robo de unas obras
Caja 3 mamaderas y públicas777
1827 Desconocido Desconocida Cdmx
(26), Exp. almendras de un Cómplice y Pena
129 candil de cristal comprador de compurgada
José María
lo robado a con el tiempo
Gaitán
sabiendas de pasado en
su origen prisión778
Condenado a
dos años de
Pedro Ponce Desconocida servicio en las
obras
públicas779
Condenado a
seis meses de
José María
Desconocida servicio en las
Lucero
F. TSJDF, obras
Caja 3 Robo de dos públicas780
1827 Desconocido Desconocida
(26), Exp. vacas Condenado a
138 Cdmx seis meses de
Martín Rojas Desconocida servicio en las
obras
públicas781
Condenado a
seis meses de
Gaspar
Desconocida servicio en las
González
obras
públicas782
Condenado a
F. TSJDF,
José María Curtidor y cinco años de
Caja 3 Robo de 12 Don José Dueño de una
1827 Pardabé (alias ladrón Cdmx servicio en los
(26), Exp. cueros para Monterrubio curtiduría
Chimalac) ganzuero Bajeles
152 suelas
Nacionales de

777
El juez de primera instancia había condenado a Silverio Morales a dos años de servicio en las obras
públicas.
778
El juez de primera instancia había condenado a José María Gaitán a un año de servicio en la Cárcel
Nacional.
779
El juez de primera instancia había condenado a Pedro Ponce y a sus socios José María Lucero,
Martín Rojas y Gaspar González a cuatro años de servicio en las obras públicas.
780
El juez de primera instancia había condenado a José María Lucero a cuatro años de servicio en las
obras públicas.
781
El juez de primera instancia había condenado a Martín Rojas a cuatro años de servicio en las obras
públicas.
782
El juez de primera instancia había condenado a Gaspar González a cuatro años de servicio en las
obras públicas.

275
Veracruz783
Condenado a
Ignacio cuatro años de
Curtidor y
Gutiérrez servicio en los
ladrón
(alias El Bajeles
ganzuero
Patito) Nacionales de
Veracruz784
Condenado a
F. TSJDF,
un año de
Caja 3 Robo de un
1827 Desconocido Desconocida Antonio Desconocida Cdmx servicio en la
(26), Exp. caballo
Morante Cárcel
158
Nacional785
F. TSJDF, Pena
Caja 4 Robo de una Gabriel Sirviente del compurgada
1827 Tosta Coronel Cdmx
(27), Exp. cuchara de plata Arellano coronel Tosta con la prisión
171 sufrida
Entregado al
Plazuela de El
F. TSJDF, Robo de dos auxiliar del
José Volador,
Caja 4 muñecas de palo cuartel No 20
1827 Desconocida Comerciante Guadalupe Desempleado Cuartel mayor
(27), Exp. y una ruedita de para que
Urbina 3, menor 12,
176 pólvora aprendiese un
Cdmx
oficio
Robo de un
F. TSJDF, Condenada a
túnico viejo de Doña
Caja 4 María Tomasa seis meses de
1827 indiana, una Manuela Desconocida Sirvienta Cdmx
(27), Exp. Macedonia servicio en la
planchita y otros Banderas
179 cárcel
objetos
Pena
compurgada
F. TSJDF, con el tiempo
Caja 4 José María pasado en
1827 Robo de ropa Rita Chavero Desconocida Desconocida Cdmx
(27), Exp. López prisión,
182 apercibido de
que se dedicase
a cosas útiles786
Puesto en
Paulino Herrero libertad por
F. TSJDF, Anaya falta de
Robo de una silla justificación
Caja 4 Antonio
1827 de montar a Herrero Cdmx
(27), Exp. Ayneq Puesto en
caballo
185 José María libertad por
Herrero
Gutiérrez falta de
justificación
F. TSJDF, Pena
Robo de un Hipólita José de la Luz
Caja 4 1827 Desconocida Cargador Cdmx compurgada
paño Enríquez López
(27), Exp. con la prisión

783
El juez de primera instancia había condenado a José María Pardabé (alias Chimalac) a seis años de
servicio en los Bajeles Nacionales de Veracruz, y aunque el fiscal de la causa recomendó sentenciarlo a seis
años de servicio en obras públicas, la pena de presidio se mantuvo.
784
El juez de primera instancia había condenado a Ignacio Gutiérrez (alias El Patito) a seis años de
servicio en los Bajeles Nacionales de Veracruz, y aunque el fiscal de la causa recomendó sentenciarlo a seis
años de servicio en obras públicas, la pena de presidio se mantuvo.
785
El juez de primera instancia había condenado a Antonio Morante a dos años de servicio en obras
públicas, y aunque el fiscal solicitó para él sólo un año de tal pena, la sentencia fue diferente.
786
El juez de primera instancia había condenado a José María López a seis meses de servicio en las
obras públicas, y los ministros de la Corte Suprema a un año de la misma pena.

276
187 sufrida
F. TSJDF,
Caja 4 Complicidad en Ignacio
1827 Lotería N.A. Desconocida Cdmx Desconocida
(27), Exp. robo Fernández
195
Condenado a
F. TSJDF,
Robo de tres tres años de
Caja 4 Don Pedro
1827 cubiertos de Doctor Martín León Desconocida Cdmx servicio en las
(27), Exp. Jove
plata obras
211
públicas787
F. TSJDF,
Calle de La
Caja 5 Porte de ganzúa Antonio Puesto en
1827 N.A. N.A. Carpintero Esperanza,
(28), Exp. y martillo Corona libertad
Cdmx
266

F. TSJDF, Mariano Trabajador de Puesto en


Fábrica de Padilla la fábrica libertad
Caja 2
1828 Robo de tabaco puros y N.A. Cdmx
(35), Exp. Genoveva Trabajadora de Puesta en
cigarros
26 Fernández la fábrica libertad
F. TSJDF,
Fábrica de
Caja 2 Trabajador de
1828 Intento de robo puros y N.A. Loreto Olea Cdmx Desconocida
(35), Exp. la fábrica
cigarros
30
F. TSJDF, Condenado a
Operario de la
Caja 4 un mes de
Robo de varios Casa de N.A. Leonardo Casa Nacional
(37), Exp. 1828 Cdmx servicio de
pedazos de plata Moneda Viveros del Apartado
1 cárcel788
F. TSJDF,
Caja 4 Operario
Robo de unos Casa de N.A. Sebastián Cdmx Desconocida
(37), Exp. 1828 limador
cospeles Moneda Casanova
2
Puesto en
libertad y
F. TSJDF, Operario
apercibido de
Caja 4 manijero, Cabo
Robo de unos Casa de N.A. no poder volver
(37), Exp. 1828 Luis Rivera del Segundo Cdmx
cospeles Moneda a trabajar en la
3 Batallón de
Casa de
Cívicos
Moneda
Pena
F. TSJDF,
Robo de cuatro compurgada
Caja 4 Casa de
pedazos de N.A. Pantaleón Desconocida con el tiempo
(37), Exp. 1828 Moneda Cdmx
cospeles Flores pasado en
4
prisión
F. TSJDF, Sospechas de Vicente
Soldado Desconocida
Caja 4 vagancia y robo López
N.A. N.A.
(37), Exp. 1828 y porte de armas Cdmx
40 prohibidas Felipe Sevilla Soldado Desconocida

Condenado a
F. TSJDF, seis años de
Calle de El
Caja 5 Don Manuel Coronel, dueño Antonio servicio en los
1828 Robo de cerdos Desconocida Carmen,
(38), Exp. Barrera de una tocinería Rivera Bajeles
Cdmx
52 Nacionales de
Veracruz

787
Martín León desertó de las obras públicas.
788
El juez de primera instancia había condenado a Leonardo Viveros a ocho días de trabajos en las
obras públicas.

277
Condenado a
ocho años de
Francisco servicio en los
Desconocida
Méndez Bajeles
Nacionales de
Veracruz789
Condenado a
seis años de
Benigno servicio en los
Desconocida
Salgado Bajeles
Nacionales de
Veracruz
Condenado a
seis años de
Joaquín servicio en los
Desconocida
Alfaro Bajeles
Nacionales de
Veracruz
Robo de unas Templo de
palias de Nuestra Nuestra
N.A.
Señora de Los Señora de Los
Ángeles Ángeles Condenado a
F. TSJDF,
dos años de
Caja 5 José María
Robo de dos Desconocida Cdmx servicio en la
(38), Exp. 1828 Herrera
fresadas y una Petra Naranjo Desconocida Cárcel
57
plancha Nacional790
Porte de armas
N.A. N.A.
cortas

Francisco Desconocida Desconocida


Rodríguez
Miguel
F. TSJDF, Desconocida Desconocida
Sánchez
Caja 5
1828 Robo Desconocido Desconocida Barranca de
(38), Exp. Condenado a
Juanes
79 dos años de
Ignacio servicio en los
Desconocida
Olvera Bajeles
Nacionales de
Veracruz
José María Puesto en
Hortelano
González libertad
Comerciante
Condenado a
dependiente del
F. TSJDF, Cuartel mayor dos años de
1828- José Madrid cajón de efectos José María
Caja 1 Robo de ropa Labrador 8, menor 30, servicio en las
1829 de Zárate en Calle de Medina
(44), Exp. Cdmx obras
Flamencos letra
10 públicas791
A
Peón del Condenado a
Benito Flores
campo un año de

789
El juez de primera instancia había condenado a Francisco Méndez a seis años de servicio en los
Bajeles Nacionales de Veracruz, al igual que a sus tres socios Antonio Rivera, Benigno Salgado y Joaquín
Alfaro.
790
El juez de primera instancia había condenado a José María Herrera a un año de servicio en las obras
públicas, y los ministros de la Tercera Sala de la Corte Suprema a dos años de servicio en los Bajeles
Nacionales. Dicha sentencia fue revisada.
791
El juez de primera instancia había condenado a José María Medina a dos años de presidio en la
Alta California.

278
servicio en la
Cárcel Nacional
Condenado a
Marcelino seis meses de
Arpillador
Alvarado servicio en la
Cárcel Nacional
Condenado a
dos años de
José María
Dulcero servicio en las
Cabello
obras
públicas792
Condenado a
José María dos años de
Rodríguez Bizcochero servicio en las
(Chema) obras
públicas793
Condenado a
dos años de
José María
Indianillero servicio en las
Muñoz
obras
públicas794
Cuidadora de
Pascuala Casa No 1 de Puesta en
F. TSJDF, Don Felipe
Doña Mónica Cristalinas la Calle de La libertad795
Caja 2 Robo de unos Ordóñez
1829 García de Propietaria Estampa de
(45), Exp. muebles Juan Bautista
Pedroso Pasante de Jesús María, Puesto en
18 Ugalde y
Derecho Cdmx libertad796
Jimeno
Condenado a
seis años de
presidio en los
Carlos López Desconocida
Bajeles
F. TSJDF, Nacionales de
Caja 2 Robo de una José Tiburcio Veracruz
1829 Desconocida Cdmx
(45), Exp. manga y heridas Becerril Condenado a
49 seis años de
presidio en los
José Torres Desconocida
Bajeles
Nacionales de
Veracruz
Robo de ropa Desconocida Desconocida Juan Sánchez Desconocida Desconocida
F. TSJDF,
Caja 2 Robo de 24 José María
1829 Desconocida Desconocida Desconocida Cdmx Desconocida
(45), Exp. pesos Tapia
52
Intento de robo Rafaela Desconocida Petra Desconocida Desconocida

792
El juez de primera instancia había condenado a José María Cabello a dos años de presidio en la
Alta California.
793
El juez de primera instancia había condenado a José María Rodríguez a dos años de presidio en la
Alta California.
794
El juez de primera instancia había condenado a José María Muñoz a dos años de presidio en la Alta
California.
795
El juez de primera instancia había condenado a Pascuala Cristalinas a un año de servicio en la
cárcel.
796
El juez de primera instancia había condenado a Juan Bautista Ugalde y Jimeno a seis meses de
servicio en la cárcel. Tanto él como Cristalinas fueron apercibidos de que “en los subcesivo no usen de mentiras
ni trácalas para alquilar casas”.

279
y riña Coronel Echeverría
María de la
Desconocida Desconocida
Luz Fuente
Condenado a
F. TSJDF, Robo de ropa,
seis meses de
Caja 2 dos cueros de Don Juan Juan Sirviente de
1829 Desconocida Cdmx servicio en las
(45), Exp. pulque y otros Mota Crisóstomo Mota
obras
56 objetos
públicas797
Sirviente de
F. TSJDF, Condenado a
Mariano Reyes Gallardo
Caja 2 Robo de dos Felipe un año de
1829 Reyes Capitán798 en la división Cdmx
(45), Exp. caballos y alhajas Guerrero servicio en la
Gallardo del General
60 cárcel799
Santa Anna
Devolución de
los medios
Aprendiz de
Juan Lara sueldos que se
F. TSJDF, carpintero
Robo de dos le habían
Caja 2 Fábrica de retenido
1829 libras de N.A. Cdmx
(45), Exp. Pólvora
polvorín800 Ayudante de la
62
oficina del
Miguel Cerro Desconocida
granero de la
fábrica
Potrero de la
F. TSJDF, Teniente casa de
Don Juan
Caja 3 Robo de dos Coronel. carrocería sita
1829 Nepomuceno Desconocido Desconocida Desconocida
(46), Exp. mulas Encargado del en la Calle
Pérez
36 potrero Cerrada de
Jesús, Cdmx
F. TSJDF,
Caja 3 Robo de dos Andrea María Vicenta Barrio El Puesta en
1829 Desconocida Desconocida
(46), Exp. camisas González Zedillo Paraíso, Cdmx libertad
52
F. TSJDF,
Caja 3 Catalino Díaz Crescencio
1829 Asalto y robo Capitán Desconocida Cdmx Desconocida
(46), Exp. Barroso Araujo
55

F. TSJDF, José Antonio


Albañil Desconocida
Caja 4 Don Agustín Ávila
1829 Robo a casa Desconocida Cdmx
(47), Exp. Suárez Guadalupe Mozo de
10801 Desconocida
Ávila mandados
F. TSJDF,
Caja 4 Robo de una Sebastián Crescencio
1829 Chinampero Alcalde Cdmx Desconocida
(47), Exp. chinampa Anastasio Záldivar
11
F. TSJDF, 1829 Robo de un Juan de Dios Tío del reo Nicolás Desconocida Cdmx Pena

797
El juez de primera instancia había compurgado la pena a Juan Crisóstomo con el tiempo pasado en
prisión.
798
Regimiento desconocido. Durante el proceso se llegó a dudar de la real existencia del capitán
Mariano Reyes Gallardo.
799
El juez de primera instancia había condenado a Felipe Guerrero a dos años de servicio en las obras
públicas.
800
Juan Lara y Miguel Cerro fueron acusados de alterar la pólvora con salitre.
801
El expediente es una súplica de María Josefa Velasco para que pusieran en libertad a su marido y
a su hijo, denunciando además los abusos de Don José Agustín Suárez contra un menor de apenas nueve años.

280
Caja 4 sarape Rodríguez Rodríguez compurgada
(47), Exp. con la prisión
17 sufrida802
Condenado a
F. TSJDF, tres años de
Caja 3 1830 Robo de un reloj Don Mateo Desconocida José María Desconocida presidio en la
Cdmx
(54), Exp. Velasco Zamora Alta
25 California803
Condenada a
F. TSJDF,
Juana seis meses de
Caja 2 Robo de una Don José Sirvienta de
1831 Desconocida Gertrudis Cdmx servicio en la
(62), Exp. cuchara de plata María Aguilar Aguilar
Barrera Cárcel
86
Nacional804
F. TSJDF, Llevada a la
María
Caja 2 Robo de una Mariana Casa Patriótica
1831 Menor de edad Guadalupe Menor de edad Cdmx
(62), Exp. niña Estrada para arreglo de
Torres
87 su conducta805
F. TSJDF, Condenado a
Robo de unas Dueño de una
Caja 2 Don Ángel Ignacio María un año de
1831 piezas de casa de Hojalatero Cdmx
(62), Exp. Pisejos Montaño servicio en la
hojalata hojalatería
119 cárcel806
F. TSJDF, Puesto en
Robo de una Comisionado
Caja 1 1831- José María libertad bajo
peineta y porte Desconocido del Supremo Desconocida Cdmx
(65), Exp. 1832 Hernández fianza por falta
de un tronchete Gobierno
6 de justificación
Condenado a
seis años de
Vicente
Desconocida servicio en la
Morales
Cárcel
Nacional807
F. TSJDF, Pena
Convento de Cuartel mayor
Caja 1 1831- compurgada
Robo de ropa los N.A. 1, menor 3,
(65), Exp. 1832 Luis Castro Desconocida con el tiempo
Betlehemitas Cdmx
15 pasado en
prisión
Condenado a
Pablo seis años de
Desconocida
Villanueva servicio en la
Cárcel

802
El juez de primera instancia había condenado a Nicolás Rodríguez a un año de servicio en las obras
públicas.
803
El juez de primera instancia había condenado a José María Zamora a seis meses de servicio en las
obras públicas, pero la sentencia fue revisada por los ministros de la Tercera Sala de la Corte Suprema.
804
El juez de primera instancia había compurgado la pena a Juana Gertrudis Barrera con el tiempo
pasado en prisión.
805
El juez de primera instancia había compurgado la pena a María Guadalupe Torres por el tiempo
pasado en prisión y debido a su minoría de edad. Los ministros de la Corte Suprema lo condenaron
posteriormente a seis meses de servicio en la Cárcel de la Diputación, pero la sentencia fue revisada debido a
que la rea no tenía parientes conocidos que pudiesen corregir su conducta.
806
El juez de primera instancia había condenado a Ignacio María Montaño a seis meses de servicio en
las obras públicas. El profesor de cirugía y medicina Ignacio Erazo certificó posteriormente que el reo adolecía
de una “irritación intestinal en el grado que se conose con el nombre de diarrea”, pero desconocemos si
Montaño fue finalmente destinado a los trabajos carcelarios.
807
El juez de primera instancia había condenado a Vicente Morales a seis años de presidio en Tejas.

281
Nacional808
Joaquín Puesto en
Desconocida
Záldivar libertad
F. TSJDF, Condenado a
Caja 1 Bis 1831- Robo de dos Vicenta seis meses de
Desconocida Antonio Ortiz Desconocida Cdmx
(67), Exp. 1832 sabanas Hurtado trabajo en las
3 obras públicas
Condenado a
ocho años de
Hilario Rojas Desconocida presidio en
Coahuila y
Tejas
Condenado a
ocho años de
Nazario
Desconocida presidio en
Morales Calzada de
F. TSJDF, Coahuila y
Robo de ropa y María Nuestra Tejas
Caja 1 Bis 1831-
heridas en Gertrudis Desconocida Señora de
(67), Exp. 1832 Condenada a
despoblado Ponce Encubridora y Guadalupe,
5 un año de
receptora de lo Cdmx
servicio en las
Juana Gómez robado.
cocinas de la
Amasia de
Cárcel
Morales
Nacional809
El Cohetero
(alias El Negro
Desconocida Desconocida
Ayacascle o
Chichicastle)
Condenado a
F. TSJDF, seis meses de
Tomás Frías Desconocida
Caja 1 Bis 1831- Robo de un servicio en las
Cleto Zedillo Desconocida Iztapalapa obras públicas
(67), Exp. 1832 caballo
12 Avelino Puesto en
Desconocida
Casalla libertad

F. TSJDF, Cristóbal Puesto en


Desconocida
Caja 1 Bis 1831- Robo de un Máximo Martínez libertad
Desconocida Cdmx
(67), Exp. 1832 mantel Martínez Máximo
14 Desconocida Absuelto
Martínez
Robo sacrílego José María
F. TSJDF,
de un copón de Carvajal (alias
Caja 2 Iglesia
1832 plata con la NA. Amado Ortega Desconocida Cdmx Desconocida810
(69), Exp. Metropolitana
Sacrosanta o José María
1
Eucaristía Rodríguez)
Robo sacrílego José María
F. TSJDF,
de un copón de Carvajal (alias
Caja 2 Iglesia
1832 plata con la N.A. Amado Ortega Desconocida Cdmx Desconocida
(69), Exp. Metropolitana
Sacrosanta o José María
2811
Eucaristía Rodríguez)
F. TSJDF, Cayetano Casa de los Condenado a
1832 Conato de robo Desconocida Desconocida Desconocida
Caja 2 Reyes cinco Señores, seis meses de

808
El juez de primera instancia había condenado a Pablo Villanueva a seis años de presidio en Tejas.
809
El juez de primera instancia había compurgado la pena a Juana Gómez con el tiempo pasado en
prisión.
810
El juez de primera instancia había condenado a José María Carvajal a la pena de último suplicio.
811
Continuación de la causa precedente.

282
(69), Exp. Callejón de El servicio en las
29 Bosque frente obras
a la Capilla de públicas812
La Candelaria,
Cdmx
Pena
compurgada
con el tiempo
pasado en
F. TSJDF, prisión.
Caja 2 Robo de dos Casa de Declarado
1832 N.A. Luis Montilla Operario Cdmx
(69), Exp. cospeles de plata Moneda inhábil para
36 servir en
cualquier
oficina de
intereses
públicos
Pena
compurgada
con el tiempo
pasado en
F. TSJDF, prisión.
Caja 2 Robo de cinco Casa de Declarado
1832 N.A. Toribio Nova Operario Cdmx
(69), Exp. cospeles de plata Moneda inhábil para
37 servir en
cualquier
oficina de
intereses
públicos
F. TSJDF, Condenado a
Desertor del
Caja 2 Robo de burros tres años de
1832 Desconocida Desconocida Luciano Meza presidio de Cdmx
(69), Exp. y otros excesos presidio en
Veracruz
43 Tejas813
Robo sacrílego José María
F. TSJDF,
de un copón de Carvajal (alias Condenado a
Caja 2 Iglesia
1832 plata con la N.A. Amado Ortega Desconocida Cdmx pena de último
(69), Exp. Metropolitana
Sacrosanta o José María suplicio
47814
Eucaristía Rodríguez)
Robo sacrílego José María
F. TSJDF,
de un copón de Carvajal (alias Condenado a
Caja 2 Iglesia
1832 plata con la N.A. Amado Ortega Desconocida Cdmx pena de último
(69), Exp. Metropolitana
Sacrosanta o José María suplicio815
48
Eucaristía Rodríguez)
F. TSJDF,
Caja 2 Cipriano
1832 Robo Desconocida Desconocida Desconocida Cdmx Desconocida
(69), Exp. Esquivel
50
F. TSJDF, 1832 Robo sacrílego Iglesia N.A. María Cómplice y Cdmx Trasladada al

812
El juez de primera instancia había compurgado la pena a Cayetano Reyes con el tiempo pasado en
prisión. Los ministros de la Segunda Sala de la Corte Suprema lo condenaron a un año de trabajo en las obras
públicas, pero a causa de presuntas afectaciones en la movilidad del reo, la sentencia fue revisada.
813
El juez de primera instancia había condenado a Luciano Meza a dos años de servicio en las obras
públicas.
814
Continuación de la causa en Fondo TSJDF, Caja 2 (69), Exp. 2, del mismo año.
815
Este expediente sólo se ocupa de disponer la manera de ejecutar al ladrón sacrílego. Se había
dispuesto que a Carvajal le fuese aplicada la pena ordinaria de garrote, pero dado que el verdugo despareció
misteriosamente, se ordenó que fuese pasado por las armas.

283
Caja 2 de un copón de Metropolitana Antonia amasia de José Hospital de El
(69), Exp. plata con la Silveria María Carvajal Salvador por
51 Sacrosanta Maseira estar
Eucaristía “trastornada del
cerebro”
Robo sacrílego José María
F. TSJDF,
de un copón de Carvajal (alias Confirmada la
Caja 2 Iglesia
1832 plata con la N.A. Amado Ortega Desconocida Cdmx pena de último
(69), Exp. Metropolitana
Sacrosanta o José María suplicio816
52
Eucaristía Rodríguez)

F. TSJDF, Cristóbal Puesto en


Desconocida
Caja 3 Conato de robo Musiños Un potrero, libertad
1832 Desconocida Desconocida
(70), Exp. de dos caballos Felipe Cdmx Puesto en
4 Desconocida
Ramírez libertad
Ignacio
Desconocida Reo prófugo
Vilchis
Condenado a
Mariano seis años de
Desconocida
Altamirano presidio en
Accesoria de Tejas817
F. TSJDF,
la Casa No 8,
Caja 3 Don Martín Condenado a
1832 Conato de robo Comerciante Calle de El
(70), Exp. Huerta Lázaro Sillero y Empedradillo, seis años de
43 Landín talabartero presidio en
Cdmx
Tejas818
Condenado a
Ceferino seis años de
Desconocida
Montiel presidio en
Tejas819
F. TSJDF, Condenado a
Caja 3 Manuel seis meses de
1832 Robo de ropa Desconocida Propietario Sirviente Cdmx
(70), Exp. Torres servicio en las
48 obras públicas
F. TSJDF,
Caja 3 Don Mariano Puesto en
1832 Robo Propietario José Trejo Sirviente Cdmx
(70), Exp. Uscola libertad
50
Mujer sola,
María Josefa
madre de tres
Montes
hijas
Condenado a
F. TSJDF, Rinconada de
Doncella, un año de
Caja 4 Loreto la Plazuela de
1832 Robo a casa antigua Zapatero servicio en las
(71), Exp. Juana Ibarra Márquez Jesús, Casa de
prometida de obras
21 la Cruz, Cdmx
Márquez públicas820
Genoveva
Doncella
Ibarra

816
El expediente comprende el recurso de súplica del procurador encargado de la defensa de Carvajal.
817
El juez de primera instancia había condenado a Mariano Altamirano a tres años de presidio en la
Alta California, y los ministros de la Segunda Sala de la Corte Suprema a tres años de presidio en Tejas.
818
El juez de primera instancia había mandado a poner en libertad a Lázaro Landín, y los ministros
de la Segunda Sala de la Corte Suprema lo habían condenado a tres años de presidio en Tejas.
819
El juez de primera instancia había condenado a Seferino Montiel a tres años de presidio en la Alta
California, y los ministros de la Segunda Sala de la Corte Suprema a tres años de presidio en Tejas.
820
El juez de primera instancia había condenado a Loreto Márquez a seis meses de servicio en las
obras públicas.

284
Mariana
Doncella
Ibarra
Soldado de la Accesoria del
F. TSJDF,
Robo de ropa y 2ª Compañía Callejón de Puesto en
Caja 1 1832- Nicolás López Félix Navarro
de una Desconocida del 10º Los Dolores libertad bajo
(78), Exp. 1833 Leaño (o Granada)
muchacha821 Regimiento de Letra C, fianza
8
Caballería Cdmx
Don
Domingo
F. TSJDF, Desconocida Desconocida
Don José Bermúdez de
Caja 1 1833- Robo de 30000 Castro
Fernández de Desconocida Cdmx
(88), Exp. 1834 pesos
Celis Don Andrés
16
Jacinto Desconocida Desconocida
Gutiérrez
Condenado a
F. Justicia,
Intento de robo Contaduría Luis Lindo 10 años de
Tomo 5, Pintor y ladrón
1833 y porte de del Convento N.A. (alias Luis Cdmx presidio en
Exp. 1, ganzuero
ganzúa de La Merced Vargas) Coahuila y
fols. 1-66.
Tejas
Robo sacrílego
F. TSJDF, María
de un copón de Cómplice y
Caja 2 Iglesia Antonia
1834 plata con la N.A. amasia de José Cdmx Desconocida822
(89), Exp. Metropolitana Silveria
Sacrosanta María Carvajal
36 Maseira
Eucaristía
Pedro Godoy Desconocida Reo prófugo
María Soledad
Desconocida Rea prófuga
Pliego
Condenada a
un año de
Ana Rendón Desconocida
servicio en la
cárcel
Francisco
Desconocida Reo prófugo
Briseño
F. TSJDF,
Robo de plata Tiburcio
Caja 4 Convento de Desconocida Reo prófugo
1834 labrada, cera y N.A. Godoy Cdmx
(91), Exp. Santa Isabel
ropa
52
María
Lorenza Desconocida Rea prófuga
Arrevillaga
María
Romana Desconocida Rea prófuga
Medrano
Condenado a
Antonio cuatro años de
Desconocida
Alvarado presidio en
Veracruz

F. TSJDF, Iglesia del Asencio


Puesto en
Caja 4 Robo de dos Convento de Hernández Desconocida
1834 N.A. Cdmx libertad
(91), Exp. copones de plata San José de (alias García)
53 Gracia Antonia Desconocida Puesta en

821
El afectado denunció ante las autoridades el robo de su hija Tiburcia, quien en complicidad con
Félix Navarro extrajo varias piezas de ropa de toda la familia, así como la ropa de cama.
822
El expediente comprende el recurso de súplica del procurador encargado de la defensa de Maseira,
alegando locura de la rea.

285
Aguilar libertad
F. TSJDF, Condenado a
Caja 4 Robo de unos Don José dos años de
1834 Desconocida Desconocida Desconocida Cdmx
(91), Exp. aretes María Villar servicio de
54 cárcel
F. TSJDF,
Don Juan
Caja 5 Don Luis Le
1834 Robo Teodoro Comerciante Desconocida Cdmx Desconocida
(92), Exp. Blanc
Laquerenne
9
F. TSJDF,
Francisco
Caja 5 Robo en Ladrón
1834 Desconocida Desconocida Martínez Cdmx Desconocida
(92), Exp. cuadrilla reincidente
Andrade
12
Condenado a
F. TSJDF,
Don Mariano Antonio un año de
Caja 5
1834 Robo de ropa Fernández de Licenciado Trinidad Desconocida Cdmx servicio en los
(92), Exp.
Castro Hernández talleres de la
16
cárcel
Juan Puesto en
F. TSJDF, Nepomuceno Desconocida libertad bajo
Caja 5 Robo de 400 Doña Vicenta Cacho fianza
1834 Desconocida Cdmx
(92), Exp. pesos Cacho
20 Fermín Puesto en
Desconocida
Vallejo libertad
Fuente: AGNM, Fondo Criminal, Fondo Justicia y Fondo TSJDF.

286
ANEXO 2: IMÁGENES DE ALGUNOS INSTRUMENTOS EMPLEADOS
POR LOS LADRONES EN CIUDAD DE MÉXICO, 1800-1835

IMAGEN 1: VENTURA DÍAZ Y NICOLÁS SERRANO, 1803.


F. CR., VOL. 361, EXP. 4, FOL. 194 R.

287
IMAGEN 2: JOSÉ FRANCISCO MORENO, DOMINGO CASASOLA, GERVASIO
PICHARDO, TERESA RANGEL Y JULIANA GONZÁLEZ, 1809.
F. CR., VOL. 88, EXP. 3, FOL. 55 R.

288
IMAGEN 3: CRISTÓBAL DOMINGO GARCÍA (ALIAS EL GRILLO) Y
BERNARDO RUBÍN DE CELIS (ALIAS EL GRINGO), 1809.
F. CR., VOL. 89, EXP. 4, FOL. 119 R.

289
IMAGEN 4: JOSÉ MATÍAS PÉREZ Y JOSÉ MANUEL SALCEDO (ALIAS
ANGELITO), 1810.
F. CR., VOL. 88, EXP. 11, FOL. 193 R.

290
IMAGEN 5: JOSÉ ANTONIO CERVANTES, PEDRO JOSÉ CORTÉS, PÁNFILO
LÓPEZ, MARÍA DOLORES RAMÍREZ, MARÍA GUADALUPE ESPINO Y MARÍA
GUADALUPE RIVERA, 1811.
F. CR., VOL. 86, EXP. 3 BIS, FOL. 50 R.

291
IMAGEN 6: LUIS LÓPEZ, JOSÉ CAMILO LÓPEZ, JOSÉ GONZÁLEZ Y MARÍA
MÁXIMA CAMPOS, 1811.
F. CR., VOL. 86, FOL. 133 R.

292
IMAGEN 7: CRISTÓBAL DOMINGO GARCÍA (ALIAS EL GRILLO), 1811.
F. CR., VOL. 86, EXP. 8, FOL. 241 R.

293
IMAGEN 8: CRISTÓBAL DOMINGO GARCÍA (ALIAS EL GRILLO), 1811.
F. CR., VOL. 86, EXP. 9, FOL. 255 R.

294
IMAGEN 9: CARLOS GONZÁLEZ (ALIAS JOSÉ MARÍA FALCÓN) Y MARIANO
FRAGOSO (ALIAS EL RATÓN), 1811.
F. CR., VOL. 88, EXP. 4, FOL. 72 R.

295
IMAGEN 10: MÁXIMO JULIÁN, JOSÉ DIEGO ROSAS, JOSÉ BRÍGIDO ROSAS,
PABLO JOSÉ ESTRADA Y JOSÉ MARIANO ZÚÑIGA (ALIAS MAMACHILE), 1812.
F. CR., VOL. 627, EXP. 5, FOL. 208 R.

296
IMAGEN 11: JOSÉ MARÍA BERRÍO Y AGUSTÍN BAQUERA, 1813.
F. CR., VOL. 691, EXP. 1, FOL. 9 R.

297
IMAGEN 12: JOSÉ VENTURA HUIDOBRO, 1816.
F. CR., VOL. 435, FOL. 246 V.

298
IMAGEN 13: JOSÉ VENTURA HUIDOBRO, 1816.
F. CR., VOL. 435, FOL. 261 V.

299
IMAGEN 14: ANTONIO CORONA, 1827.
F. TSJDF, CAJA 5 (48), FOL. 5 R.

300
IMAGEN 15: LUIS LINDO (ALIAS LUIS VARGAS), 1833.
F. JUSTICIA, TOMO 5, FOL. 3 R.

301
ANEXO 3: DETALLE DE LOS CUARTELES DE CIUDAD DE MÉXICO, 1830823
MAPA 1: CUARTEL MAYOR NÚMERO 1

823
Créditos: Graciela FLORES FLORES y José Marcos OSNAYA SANTILLÁN. Edición: Omar
VALENZUELA.

302
MAPA 2: CUARTEL MAYOR NÚMERO 2

303
MAPA 3: CUARTEL MAYOR NÚMERO 3

304
MAPA 4: CUARTEL MAYOR NÚMERO 4

305
MAPA 5: CUARTEL MAYOR NÚMERO 5

306
MAPA 6: CUARTEL MAYOR NÚMERO 6

307
MAPA 7: CUARTEL MAYOR NÚMERO 7

308
MAPA 8: CUARTEL MAYOR NÚMERO 8

309
BIBLIOGRAFÍA
FUENTES PRIMARIAS MANUSCRITAS

Archivo General de la Nación, Ciudad de México (AGNM): Fondo Criminal, Fondo


Justicia, Fondo Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal – Siglo XIX.

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http://ru.juridicas.unam.mx:80/xmlui/handle/123456789/11676
http://ru.juridicas.unam.mx:80/xmlui/handle/123456789/11677
http://ru.juridicas.unam.mx:80/xmlui/handle/123456789/11732
http://ru.juridicas.unam.mx:80/xmlui/handle/123456789/11730
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De Rosa, Bouret y Cia., 1851.
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http://weblioteca.uv.es/cgi/view7.pl?sesion=2018083006012727947&sourc
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VENTURA BELEÑA, Eusebio y María del Refugio GONZÁLEZ. Recopilación sumaria de todos
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http://ru.juridicas.unam.mx:80/xmlui/handle/123456789/9375
http://ru.juridicas.unam.mx:80/xmlui/handle/123456789/9376

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