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Gran parte de la producción juvenil de Mozart se ajusta sin dificultades a una técnica
tradicional y puede ejecutarse perfectamente sobre un clave o un clavicordio. No
fue hasta 1785 cuando el compositor adquirió el fortepiano Walther: hasta entonces,
los contactos con instrumentos de este nivel fueron escasos y ocasionales.
El inicio de la historia de amor de Mozart con el fortepiano tiene una fecha precisa:
el 12 de octubre de 1777. Fue entonces cuando el joven Wolfgang hizo su primera
visita al taller del célebre constructor Andreas Stein, en Ausburgo, ciudad natal de
su padre. Mozart destaca, por encima de todo, la fiabilidad mecánica de los pianos
de Stein, más que la variedad dinámica o a belleza tímbrica, empezando por una
observación que hoy en día parecería más bien una crítica negativa.
Mozart, guiado por su irrepetible instinto musical y por su experiencia con el
clavicordio, supo ajustarse rápidamente a las necesidades de los nuevos
instrumentos. Escribe su madre a Leopold en diciembre de 1777:
Todos dicen cosas maravillosas de Wolfgang, pero ahora él toca de una
forma totalmente diferente de como solía hacerlo en Salzburgo, porque aquí hay
fortepianos, en los cuales toca tan extraordinariamente bien que todos aseguran no
haber oído nunca nada mejor.
El fortepiano permitía una amplitud de efectos y contrastes que ningún otro
instrumento había conocido antes, pero no imponía una superación del preciso y
certero ataque en punta de dedo de Bach. La superioridad de Mozart se manifestaba
en primer lugar a nivel tímbrico, demostrándonos que él había intuido cómo evitar
aquel sonido seco y forzado que en los pianos primitivos fácilmente se parece a un
auténtico ruido. No era fácil sacar todo el provecho a esos instrumentos, y Mozart
fue sin duda uno de los primeros en entender cómo conseguirlo.
Según Mozart, Clementi no era más que un simple instrumentista de oficio, incapaz
de impregnar su ejecución de ese gusto y ese sentimiento que recorren todo su
epistolario: una opinión muy dura y probablemente injusta, pero significativa, ya que
Clementi era el portavoz de una nueva manera de tocar, que tenía su fuerte
precisamente en la ejecución manual y la técnica, para Mozart era exclusivamente
la dimensión más elemental y mecánica de la interpretación; el arte se movía a oros
niveles.
Es difícil determinar hasta qué punto Mozart pudo variar su técnica, adaptándose a
los fortepianos perfeccionados que tuvo a su disposición en los últimos años.
Unos inquietantes ejercicios
Los dos únicos testimonios explícitos acerca del interés de Mozart por los
mecanismos pianísticos confirman su extrema atención por la asimilación de un
movimiento digital preciso y ordenado, y no nos permite vislumbrar ninguno de los
movimientos que más tarde consistirían el fundamento de la técnica pianística
Historia del instrumento y literatura pianística
Angel JairVargas Pascual