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TODD B.

KASHDAN Y JOSEPH CIARROCHI

Mindfulness,
aceptación y psicología positiva
Las siete bases del bienestar
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Colección Psicología
Mindfulness, Aceptación y psicología positiva
Todd B. Kashdan y Joseph Ciarrochi

1.ª edición: abril de 2014

Título original:
Mindfulness, acceptance, and positive psycology

Traducción: Raquel Mosquera


Corrección: M.ª Jesús Rodríguez
Diseño de cubierta: Enrique Iborra

© 2013, Todd B. Kashdan y Dr. Joseph Ciarrochi


Context Press An Imprint of New Harbinger Publications, Inc.
5674 Shattuck Avenue. Oakland, CA 94609, USA (www.newharbinger.com)
(Reservados todos los derechos)
© 2014, Ediciones Obelisco, S. L.
(Reservados los derechos para la presente edición)

Edita: Ediciones Obelisco S. L.


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08005 Barcelona - España
Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23
E-mail: info@edicionesobelisco.com

ISBN: 978-84-15968-55-9
Depósito Legal: B-8.780-2014

Printed in Spain

Impreso en España en los talleres gráficos de Romanyà/Valls S.A.


Verdaguer, 1 - 08786 Capellades (Barcelona)

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta,
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Índice

Lista alfabética de colaboradores ...................................................... 9


1. Las bases de la prosperidad
Joseph Ciarrochi, Universidad de Wollongong, Australia;
Todd B. Kashdan, Universidad George Mason, EE.UU.;
Russ Harris, Práctica privada, Melbourne, Australia .................... 11
2. El mindfulness amplía la conciencia y construye un
significado en la interrelación entre la atención y la emoción
Eric L. Garland, Universidad Estatal de Florida;
Barbara L. Fredrickson, Universidad de Carolina del Norte
en Chapel Hill ............................................................................ 45
3. El amor y la condición humana
Robyn D. Walser, National Center for PSTD
y TL Consultation Services; California ......................................... 89
4. La autocompasión y la ACT
Kristin Neff, Universidad de Texas en Austin;
Dennis Tirch, Weill-Cornell Medical College,
American Institute for Cognitive Therapy ..................................... 101
5. Toma de perspectiva
Ian Stewart, Universidad Nacional de Irlanda,
Galway; Louise McHugh, University College Dublin .................. 135
6. Acciones comprometidas
Dra. Lance M. McCracken, Sección de Psicología de la Salud,
Departamento de Psicología, Instituto de Psiquiatría del
King’s College de Londres ............................................................. 159
7. Intervenciones positivas: pasado, presente y futuro
Acacia C. Parks, Hiram College; Robert Biswas-Diener,
Universidad Estatal de Portland, Positive Acorn ........................... 173
8. Hacer que las personas sean más positivas y racionales:
las desventajas potenciales de las intervenciones
de la psicología positiva
Mairéad Foody, Yvonne Barnes-Holmes y
Dermot Barnes-Holmes,
Universidad Nacional de Irlanda, Maynooth ................................ 201
9. La microcultura como una intervención contextual
de la psicología positiva
Robert Biswas-Diener, Universidad Estatal de Portland,
Positive Acorn; Nadezhda Lyubchik,
Universidad Estatal de Portland .................................................. 231
10. Aceptar la culpa y abandonar la vergüenza: un enfoque
positivo para hacer frente a las emociones morales
entre los individuos con múltiples necesidades de alto riesgo
Elizabeth Malouf, Kerstin Youman, Laura Harty, Karen
Schaefer y June P. Tangney, Universidad George Mason ............... 255
11. Uso de la ciencia del sentido para potenciar la acción
de valores congruentes con un propósito
Michael F. Steger, Universidad Estatal de Colorado, Universidad
North-West, Sudáfrica; Kelly Sheline, Universidad Estatal
de Colorado; Leslie Merriman, Universidad Estatal de
Colorado; Todd B. Kashdan, Universidad George Mason ............. 283
12. Nutrir el genio: uso de la teoría de los marcos relacionales
para abordar un objetivo fundamental de la psicología
Bryan Roche, Universidad Nacional de Irlanda, Maynooth;
Sarah Cassidy, Smithsfield Clinic, Co. Meath, Irlanda;
Ian Stewart, Universidad Nacional de Irlanda, Galway ................ 313
13. La conversación genuina
Steven C. Hayes, Universidad de Nevada.................................... 353
Índice analítico ................................................................................ 373
Capítulo 1
Las bases de la prosperidad
Joseph Ciarrochi
Universidad de Wollongong, Australia

Todd B. Kashdan
Universidad George Mason, EE.UU.

Russ Harris
Práctica privada, Melbourne, Australia

¿Es el ser humano por naturaleza bueno y compasivo (Rosseau, 1783-


1979) o es desagradable y brutal (Hobbes, 1651-2009)? Esta pregunta
ha preocupado a los filósofos durante siglos y, cuando nos fijamos en la
historia de la humanidad, no hay una respuesta simple. Podemos encon-
trar grandes actos de amor y bondad en nuestro pasado, pero también
odio intenso y crueldad. Tuvimos el Renacimiento, pero también tuvimos
la Edad Media. Inventamos la penicilina pero también inventamos el gas
nervioso. Hemos construido iglesias, catedrales y hospitales, pero también
construimos bombas atómicas y campos de concentración. Por cada figura
histórica que ha luchado por la igualdad y la compasión (Martin Luther
King), podemos encontrar una que ha luchado con la misma intensidad
por la discriminación y la crueldad (Adolf Hitler). El ser humano es capaz
de cualquier cosa.
Así que la pregunta no debería ser sobre la naturaleza básica de la
humanidad. Más bien, la pregunta clave es: ¿podemos crear un mundo
en el que la mejor parte de la humanidad se exprese? La psicología po-

11
sitiva y la terapia de aceptación y compromiso (ACT)1 comparten una
respuesta en común: sí. Ambas perspectivas se centran en los puntos fuer-
tes y tienen como objetivo promover la prosperidad humana. A menudo
se superponen tecnologías, en particular en el ámbito de la fijación de
metas, fortalezas psicológicas, la atención y la clarificación de lo que más
importa (los valores y el significado en la vida). Ambas tratan de hacer un
cambio positivo en varios niveles, desde los individuos a las relaciones o
a organizaciones y culturas. Ambas han experimentado una explosión de
investigación en los últimos quince años. Y ambas atraen a una amplia
gama de personas, incluidas las que trabajan en disciplinas clínicas, socia-
les, educativas y empresariales.
Sin embargo, a pesar de estas similitudes, la ACT y la psicología posi-
tiva apenas se hacen referencia entre sí. En este libro, se propone que estas
dos áreas están relacionadas y su unificación conducirá a mejoras más rápi-
das, profundas y duraderas en la condición humana. Los capítulos de este
libro ilustran cómo esta integración puede tener lugar, con un enfoque en
formas concretas para potenciar y cambiar lo que hacen los profesionales.

¿Qué es la terapia de aceptación y compromiso?


La terapia de aceptación y compromiso (ACT) es un enfoque único y
creativo para el cambio de comportamiento que altera las reglas del juego
propias de la mayor parte de la psicoterapia occidental. Es una terapia
conductual basada en el mindfulness y orientada a los valores que tiene
muchos paralelismos con el budismo, aunque no es religiosa en modo al-
guno. Se trata de un enfoque científico moderno, una terapia conductual
contextual que se basa firmemente en los principios del análisis aplicado
del comportamiento, y hay más de sesenta ensayos aleatorios controlados
para apoyar su eficacia.
La ACT debe su nombre a uno de sus mensajes centrales: aceptar lo que
está fuera de nuestro control personal y comprometernos con acciones que me-
joren y enriquezcan nuestra vida. El objetivo de la ACT es, simplemente,
maximizar el potencial humano para una vida rica, plena y significativa. La
ACT (que se pronuncia como la palabra «act», no como las iniciales A.C.T.)

1. Del inglés: Acceptance and Commitment Therapy (N. de la T.).

12
hace esto mediante la enseñanza de habilidades de mindfulness para hacer
frente a nuestros pensamientos y sentimientos dolorosos con eficacia, de tal
manera que tengan mucho menos impacto e influencia sobre nosotros, y
ayudándonos a clarificar nuestros valores fundamentales y utilizar ese co-
nocimiento para guiar, inspirar y motivar las acciones comprometidas.
El mindfulness es un «tema candente» en la psicología occidental en
estos momentos, cada vez más reconocido como una potente intervención
para todo, ya sea el estrés laboral, la depresión, el aumento de la inteligencia
emocional o para mejorar el rendimiento. Mindfulness básicamente sig-
nifica prestar atención de manera receptiva, con curiosidad y flexibilidad.
En un estado de mindfulness, los pensamientos y los sentimientos difíciles
tienen mucho menos impacto e influencia sobre el comportamiento, por
lo que es probable que el mindfulness sea útil para todo, tanto para una
enfermedad psiquiátrica en toda regla como para mejorar el rendimiento
deportivo o de los negocios.
La ACT divide las habilidades del mindfulness en tres categorías:

1. Desactivación: alejarse y deshacerse de pensamientos, creencias y


recuerdos inútiles.
2. Aceptación: dejar lugar a sentimientos, impulsos y sensaciones do-
lorosas, y permitir que entren y salgan sin oponerse.
3. Contactar con el momento presente: comprometerse totalmente
con nuestra experiencia aquí y ahora, con una actitud receptiva
y con curiosidad.

En muchos modelos de coaching y terapia, el mindfulness se imparte


principalmente a través de la meditación. Sin embargo, en la ACT, la me-
ditación es vista sólo como una manera entre cientos de aprender estas habi-
lidades, ¡y eso es bueno porque la mayoría de la gente no está dispuesta a me-
ditar! La ACT nos ofrece una amplia gama de herramientas para aprender
habilidades de mindfulness, muchas de las cuales requieren sólo unos pocos
minutos para dominarlas. En la ACT, el mindfulness tiene dos propósitos
principales: superar las barreras psicológicas que se interponen en la actua-
ción de nuestros valores fundamentales y ayudarnos a participar plenamente
en la experiencia cuando estamos actuando sobre nuestros valores.
Así, el resultado al que apunta la ACT es una acción consciente, guia-
da por los valores. En términos técnicos, esto se conoce como «flexibili-

13
dad psicológica», una habilidad que la ACT considera el fundamento de
una vida rica, plena y significativa.

¿Qué es la psicología positiva?


En lugar de ser visto como un movimiento o un cambio de paradigma, la
psicología positiva se ve más bien como una movilización de la atención
y los recursos financieros para temas previamente ignorados (Duckwor-
th, Steen y Seligman, 2005). Durante décadas, la psicología ha hecho
hincapié en la reducción de la angustia y el desorden. Mientras que este
énfasis ha llevado a tratamientos eficaces para una variedad de problemas
psicológicos, se han ignorado las razones primarias de la vida. Nadie vive
para estar simplemente libre de la angustia y el desorden, y lo positivo no
es solamente la ausencia de angustia y trastornos. Hay otros ingredientes
para una vida bien vivida, y estos ingredientes han sido el centro de inves-
tigación y la práctica de la psicología positiva.
Cuando se introdujo por primera vez en el mundo, Seligman y Csik-
sent-mihalyi (2000) trazaron el terreno cubierto por la psicología positi-
va. El campo de la psicología positiva en el plano subjetivo trata valiosas
experiencias: el bienestar, la alegría y la satisfacción (en el pasado), la
esperanza y el optimismo (para el futuro) y el fluir y la felicidad (en el pre-
sente). A nivel personal, trata rasgos individuales positivos: la capacidad
para el amor y la vocación, la valentía, la competencia interpersonal, la
perseverancia, el perdón, la originalidad, la mentalidad futura, la espiri-
tualidad y la sabiduría. A nivel de grupo, trata las virtudes y las institu-
ciones que mueven a los individuos hacia una mejor ciudadanía cívica:
la responsabilidad, el cuidado, el altruismo, el civismo, la tolerancia y la
ética en el trabajo.
La hipótesis de trabajo de la psicología positiva es que los aspectos
positivos y saludables de la vida no son simplemente el opuesto bipolar
de la angustia y el desorden. Este tema surge de nuevo en un número
especial de Review of General Psychology dedicado a la psicología positiva,
donde los editores afirman que la psicología ha sido eficaz en el aprendi-
zaje de «cómo llevar a la gente desde menos ocho hasta cero, pero no es
tan bueno en la comprensión de cómo las personas suben de cero a ocho»
(Gable y Haidt, 2005, p. 103). Es decir, el objetivo principal es atender y

14
cultivar experiencias positivas, fortalezas y virtudes, y los requisitos para
las relaciones e instituciones positivas.
En esta descripción la psicología positiva parece empujar demasiado
hacia el otro extremo, centrándose sólo en lo positivo con una advertencia
de que, por supuesto, el dolor y el sufrimiento son también importantes.
Ha sido en los últimos años cuando los investigadores han abogado por
la necesidad de ir más allá de la conexión superficial entre las dimensio-
nes «positivas» y «negativas» de la psique humana (Sheldon, Kashdan y
Steger, 2011b). Por ejemplo, si estamos tratando de enseñar a los niños a
ser compasivos, no podemos ignorar lo negativo, porque se basa en la fir-
meza de la empatía y de la toma de perspectiva. Los psicólogos positivos
prominentes a menudo evitan un enfoque en las debilidades (porque es
menos eficiente y beneficioso), (Buckingham y Clifton, 2001) y refuer-
zan la idea de que cuando se trata de experiencias positivas, fortalezas o
virtudes, «más es mejor» (Peterson y Seligman, 2004). Esta idea ha sido
recientemente revocada como extremista porque siguen apareciendo evi-
dencias de que, en función del contexto, hay puntos de inflexión y con-
diciones limitativas para el uso eficaz de los puntos fuertes (por ejemplo,
Biswas-Diener, Kashdan y Minhas, 2011; Linley, 2008). Por lo tanto, las
hipótesis de trabajo de la psicología positiva continúan evolucionando, lo
que nos parece una señal de progreso saludable.
En la encarnación actual de la psicología positiva, el enfoque parece
ser menos centrado en objetivos que son «positivos» en lo superficial y
más en cualquier elemento que conduzca a una vida saludable o al bien-
estar. En algunos casos, las emociones positivas y fortalezas psicológicas
conducen a una vida subóptima, mientras que emociones tales como la
ansiedad o la culpa, y los comportamientos que reflejan narcisismo y un
carácter pendenciero, dan lugar a los mejores resultados posibles. Este
enfoque más dinámico y matizado de una vida bien vivida tiene mucho
en común con las hipótesis de trabajo de la ACT.

Un puente entre dos islas


Tanto la ACT como la psicología positiva han experimentado un auge de
investigación en la última década. Por ejemplo, el término «psicología posi-
tiva» aparecía como palabra clave en sólo siete artículos científicos en el año

15
2000. Este número se ha disparado a más de cien por año desde 2008. La
ACT ha experimentado una expansión similar, apareciendo «Terapia de
Aceptación y Compromiso» como palabra clave menos de diez veces al
año antes de 2004, disparándose hasta más de cuarenta en 2009 y 2010
y hasta ochenta en 2011 (Scorpos búsqueda, abril 5, 2011). Desde 2008
se ha publicado casi la totalidad de los más de cincuenta y ocho ensayos
aleatorios controlados en la ACT. Buscando con las palabras clave «psi-
cología positiva» y «Terapia de Aceptación y Compromiso» es probable
que se subestime considerablemente la influencia de estos campos, ya que
ignora muchas palabras clave relevantes tales como «mindfulness», «acep-
tación», «fortalezas» y «espiral ascendente». Sin embargo, los números
indican claramente que la psicología positiva y la ACT están creciendo y
prosperando como disciplinas de investigación.
Por lo tanto, ha llegado el momento de unificar estos emocionantes
campos. Los dos tienen el mismo objetivo, promover la prosperidad hu-
mana, pero como han trabajado de forma independiente, han surgido
con grandes ideas y enfoques que no se superponen. Los dos han hecho
grandes progresos y, sin embargo, no podemos dejar de preguntarnos qué
pasaría si personas de los dos campos en realidad se sentaran y hablaran
entre sí. ¿No aceleraría el progreso? Este libro plantea esta pregunta en
cada capítulo, y en cada caso, nos da una respuesta clara: sí.
Si vamos a sentarnos a hablar, lo primero que tenemos que hacer es
desarrollar un lenguaje común. Sin ese lenguaje, nos confundiremos unos
a otros y crecerá nuestra frustración. De hecho, esta confusión se ha gene-
ralizado en la psicología. Cada especialidad parece crear su propia isla de
palabras y construcciones. La psicología positiva habla sobre la presencia
de una lista casi universal de veinticuatro fortalezas del carácter, la ACT se
centra en seis procesos básicos, los investigadores se centran en el carácter
de las cinco grandes dimensiones de la personalidad, y los investigado-
res de inteligencia emocional se centran en los cinco (+2) componentes.
Cada nuevo investigador que entra en escena parece dispuesto a crear
una nueva marca o, al menos, unos términos psicológicos nuevos que se
puedan asociar únicamente a él. Mientras tanto, las personas que están
en primera línea como terapeutas, entrenadores y asesores, se están aho-
gando en un mar de jerga.
Proponemos que hay una manera de sobrevivir a la inundación e inclu-
so navegar de forma efectiva. Nuestra solución es identificar un pequeño

16
conjunto de factores básicos (o bases) a partir del que podamos establecer
una gran variedad de constructos psicológicos más grandes, casi de la mis-
ma manera que podemos desarrollar compuestos físicos complejos a partir
de elementos primarios simples (por ejemplo, podemos fabricar acero a
partir del hierro y del carbono). Pero, ¿cómo seleccionar estos fundamentos
psicológicos cuando hay tantas opciones para elegir?
Decidimos seleccionar un conjunto de principios básicos que se pue-
den organizar y reorganizar en casi cualquier cadena de bienestar. Hemos
seleccionado nuestros fundamentos según dos criterios: 1) deben estar
guiados por la mejor ciencia disponible, y 2) deben ser de utilidad prácti-
ca directa para facilitar el cambio cognitivo y conductual a fin de mejorar
el bienestar. Por lo tanto, no hemos seleccionado las regiones del cerebro
o de las vías neuronales como bases ya que, aunque el conocimiento de
éstas es importante para el bienestar, no proporciona caminos directos
para instigar un cambio de comportamiento positivo. Del mismo modo,
no hemos seleccionado los elementos que se asocian con el bienestar si las
implicaciones para la intervención no estaban claras; un buen ejemplo es
la dimensión de la personalidad de la «extraversión».
En este punto, observemos que aunque algunos practicantes de psico-
logía positiva describen la felicidad como sinónimo de «bienestar», lo cierto
es que la «felicidad» es sólo una hebra de una matriz multidimensional
(Kashdan, Biswas-Diener y King, 2008). Más allá de la felicidad, también
podemos considerar el significado y el propósito de la vida, el amor y la
conexión, una sensación de autonomía, una sensación de competencia y un
funcionamiento cognitivo y físico óptimo. Este amplio punto de vista del
bienestar incluye también la ansiedad y la depresión y otros constructos que
son con frecuencia objetivo de las intervenciones cognitivo-conductuales.
Por lo tanto, nuestra lista de bases tenía que ser relevante para el funciona-
miento saludable, así como para la mejora de déficit o problemas.
Las bases se presentan en la Tabla 1. Se supone que median en la relación
entre las intervenciones específicas (por ejemplo, la práctica del mindfulness)
y los aspectos del bienestar (aumento del afecto y significado positivos).
Como si de bloques de construcción psicológicos se tratara, las siete bases
se pueden recomponer en dimensiones cada vez más complejas. Del mismo
modo, uno puede descomponer dimensiones más complejas en estas siete
bases, y esto puede dar una idea de los tipos de intervenciones que pueden
ser más útiles por separado o en combinaciones únicas.

17
Tabla 1: Las siete bases del bienestar

Bases Ejemplos Intervenciones ejemplo

£®Ê
Àii˜Vˆ>ÃÊÊ ·
ÀiiÃʵÕiÊ«Õi`iÃÊ UÊ iÃ>V̈Û>Vˆ˜\
funcionales sobre superar las barreras socavar el poder de los
uno mismo, y alcanzar los pensamientos inútiles.
los demás y objetivos (esperanza)? (Por ejemplo,
el mundo experimentar
¿Ves los problemas pensamientos como
como un reto o una acontecimientos
amenaza (orientación pasajeros que no
para la resolución de tienen que dictar
problemas)? una acción).

Ê ·
ÀiiÃʵÕiÊ̈i˜iÃÊÛ>œÀÊ UÊ,iÃÌÀÕVÌÕÀ>Vˆ˜
social (autoestima)? cognitiva de creencias.

Ӯʈ˜`vՏ˜iÃÃÊÊ · ÀiÃÊVœ˜ÃVˆi˜ÌiÊ`iÊÌÕÃÊ UÊ*À?V̈V>Ê`i


y conciencia emociones, acciones, mindfulness dirigida
estímulos externos y a diferentes
procesos mentales? dominios.

Ê ·*Õi`iÃÊïµÕiÌ>ÀÊÞÊÊ UÊiœÀ>ÀÊi
clarificar la mezcla reconocimiento de
exacta de las emociones emociones y la
que estás sintiendo discriminación.
en un momento dado en
el tiempo?

ήÊ/œ“>Ê`iÊ ·*Õi`iÃÊ̜“>Àʏ>Ê UÊ Ý«iÀˆ“i˜ÌœÃÊ}À>L>`œÃ


perspectiva perspectiva de otros en video para aprender
(empatía)? las discrepancias entre
la visión propia, la
¿Puedes tomar visión de los demás y
perspectiva de ti mismo el comportamiento real.
(yo como contexto)?

18
Bases Ejemplos Intervenciones ejemplo

Ê Ê UÊ*À>V̈V>ÀÊV>“Lˆ>˜`œÊ`i
perspectivas y ponerse
en el lugar de un
observador.

{®Ê6>œÀiÃÊ ·+ÕjÊiÃʏœÊµÕiÊÌiÊ UÊ
>ÀˆwV>Vˆ˜Ê`iÊvalores
importa (valores,
Ê iÃvÕiÀâœÃÊ«iÀܘ>iî¶Ê UÊ`i˜ÌˆwV>ÀʏœÃ
esfuerzos personales
¿Los deseos de los demás y los motivos que hay
hacia ti dominan los detrás de ellos.
tuyos (motivos
Ê Vœ˜ÌÀœ>`œÃÊvÀi˜ÌiÊ>ÊÊ UÊ`i˜ÌˆwV>ÀʏœÃ
autónomos)? motivos implícitos.

x®ÊVi«Ì>Vˆ˜ÊÊ *>À>ÊۈۈÀÊ`iÊ>VÕiÀ`œÊ UÊ iÃiëiÀ>˜â>ÊVÀi>̈Û>


experiencial a lo que te importa, (que conecta con la
¿estás dispuesto a tener inoperancia de control).
experiencias privadas
Ê Ì>iÃÊVœ“œÊ>Ê>˜}ÕÃ̈>ÊÊ UÊDisposición práctica
y la duda (coraje)? (la práctica de actuar
de manera valiosa y
abrirse a los
sentimientos).

È®Ê
œ˜ÌÀœÊ`iÊÊ · ÀiÃÊV>«>âÊ`iÊ UÊ6ˆ˜VՏ>ÀʏœÃ
comportamiento controlar comportamientos
lo que dices y lo que a los valores.
haces de un modo
Ê µÕiÊ«Àœ“ÕiÛ>ÊÌÕÃÊÊ UÊ ÃÌ>LiViÀʜLïۜÃ]Ê
objetivos y valores prevenir y la planificar
(autorregulación, las barreras, anticiparse
fuerza de voluntad)? a los beneficios de la
consecución de
los objetivos.

19
Bases Ejemplos Intervenciones ejemplo

Ê ·*iÀÈÃÌiÃÊÊ UÊÖÈV>]Êbiofeedback,
(determinación) distracción y otras
y te recuperas tras un estrategias que cambian
fracaso (resiliencia)? las emociones y
ayudan a regular
¿Eres capaz de la conducta.
modificar tus
sentimientos de un
modo adaptativo?

Ç®Ê>Lˆˆ`>`Ê ·
“œÊÃiÊÌiÊ`>Ê UÊiœÀ>ÀÊi
cognitiva resolver problemas funcionamiento
y razonar (IQ)? intelectual.

Ê ·
“œÊ`iÃۉ>ÃÊÌÕÊÊ UÊ ˜ÌÀi˜>“ˆi˜ÌœÊ`iʏ>
atención e inhibes atención (por ejemplo,
estímulos irrelevantes practicar controlando
(mentalidad flexible)? o alterando la atención).

Creencias funcionales

Las creencias funcionales son fundamentales para las diversas formas de


la terapia cognitivo-conductual (Barlow, 2002; Beck, 1983; Ciarrochi y
Bailey, 2008). Por ejemplo, la terapia de Beck se centra en el núcleo y las
creencias intermedias (Beck, 1995), la terapia de Young se centra en esque-
mas (Young, 1990) y la terapia de Well se centra en las metacreencias acerca
de las emociones y las preocupaciones (Wells, 1997). La ACT no se centra
en creencias específicas, sino más bien alienta al practicante a identificar
cuándo las creencias dominan sobre otras fuentes de información (otros
pensamientos, el entorno) y cuándo las creencias son «inviables» (es decir,
actuando sobre las creencias no conseguimos una vida más rica, plena y
significativa) (Ciarrochi y Robb, 2005). La ACT debilita el poder de las
creencias a través del uso de la defusión (cambiando el contexto para que
una persona pueda experimentar su creencia como nada más o nada menos
que un pensamiento pasajero, sobre el que no tiene que actuar). La psicolo-

20
gía positiva no busca socavar las creencias inútiles, sino más bien promover
las creencias positivas y funcionales como la esperanza, la autoestima y la
orientación positiva para resolver problemas (Ciarrochi, Heaven y Davies,
2007; Sheldon, Kashdan y Steger, 2011a). Sin embargo, muchos de los
modelos de la psicología positiva sí defienden el desafío activo y la disputa
de creencias disfuncionales. Los capítulos 3 y 4 analizan las creencias rela-
cionadas con el amor y la autocompasión, y los capítulos 7, 8 y 10 discuten
la cuestión de cómo modificar mejor las creencias.

Mindfulness

Mindfulness, en un sentido amplio, significa ser consciente con una actitud


abierta y receptiva de lo que está sucediendo en el momento presente (Bi-
shop et al., 2004; Williams, 2008). La atención consciente implica regular
intencionadamente la atención hacia lo que está sucediendo aquí y ahora.
Podemos describir a una persona como «discreta y observadora» ante lo que
está sucediendo, en lugar de decir que está «juzgando». Una «actitud abierta
y receptiva» refleja la calidad de la atención de uno, caracterizada por la
curiosidad, y un giro hacia la propia experiencia en lugar de alejarse de ella.
Por ejemplo, aun cuando nuestros pensamientos y sentimientos son dolo-
rosos o difíciles, en un estado de mindfulness estamos receptivos y sentimos
curiosidad acerca de esos sucesos psicológicos en lugar de tratar de evitarlos
o deshacerse de ellos (Hayes, Luoma, Bond, Masuda y Lillis, 2006). En sí
mismo, el conocimiento del entorno de uno puede no conducir a ninguna
parte. La calidad de la curiosidad centra la atención de uno y motiva a una
persona a explorar su entorno con una apreciación de la novedad, el desafío
y la incertidumbre (Silvia y Kashdan, 2009). No es de extrañar, entonces,
que las personas que están predispuestas a ser conscientes del momento
presente o capacitadas para serlo, sean más receptivas a las experiencias que
desafían sus creencias personales (Niemiec et al., 2010).
Muchos profesionales de la psicología positiva interpretan el mindful-
ness como una plataforma que facilita otras habilidades saludables, hacién-
dolas más susceptibles de ser utilizadas en una situación determinada para
un mayor beneficio. Por ejemplo, las habilidades del mindfulness pueden
hacer que sea más fácil reparar estados de ánimo negativos, mejorar estados
de ánimo positivos o aumentar la cantidad de evaluaciones positivas sobre

21
uno mismo, el mundo y el futuro. En la ACT, el mindfulness también se
utiliza para facilitar otras habilidades para una vida saludable y aumentar
la eficacia de éstas. Sin embargo, en la ACT, el mindfulness no se utilizaría
para tratar de alterar directamente el estado de ánimo. Más bien se em-
plea para facilitar la acción de acuerdo con los valores fundamentales, para
mejorar el rendimiento, aumentar la participación en la tarea a realizar
y apreciar este momento de la vida, ya sea un momento de alegría o de
dolor. (Las razones por las que la ACT evita centrarse directamente en
el estado de ánimo positivo se aclararán más abajo en la discusión de la
aceptación experiencial). El capítulo 2 cubre esta área en detalle.

Toma de perspectiva

Muchos dominios de la psicología estudian la toma de perspectiva, y


siguen etiquetas tales como «mentalidad psicológica», «funcionamiento
reflexivo», «empatía» y la «teoría de la mente» (Eisenberg, 2003; Eisen-
berg, Murphy y Shepard, 1997). En la psicología positiva, investigadores
y profesionales han prestado una atención mínima a la toma de perspecti-
va, por lo general la han clasificado como fortalezas de carácter como una
fusión de «inteligencia personal» y «perspectiva» (Peterson y Seligman,
2004). Intervenciones e investigaciones relacionadas con la ACT se cen-
tran en gran medida en la toma de perspectiva y la empatía (Ciarrochi,
Hayes y Bailey, 2012; Hayes, Strosahl y Wilson, 1999), y en particular en
el desarrollo de una perspectiva del observador, técnicamente conocido
como «yo como contexto». Ésta es una perspectiva desde la cual se puede
percibir toda experiencia y se es consciente del propio fluir de experien-
cias, pero sin ningún tipo de inversión o adhesión a ellas. Los capítulos 5
y 8 cubren esta área en detalle, y en el capítulo 9 se ofrece un enfoque para
manipular la perspectiva de los individuos y de los grupos.

Valores

Podemos definir los valores de muchas maneras, pero en general podemos


pensar en ellos como una descripción verbal de aquello en lo que la gente
invierte personalmente, lo que tenemos en gran consideración y lo que

22
tratamos de respetar y defender. Reconocer y respaldar estos preciados
ideales es muy diferente a comportarse de una manera que sea congruente
con ellos (por ejemplo, véase la sección sobre el control de la conducta).
Muchos investigadores consideran los valores como un elemento central de
la sensación que tiene una persona de sí mismo, funcionan como las nor-
mas que guían el pensamiento y las acciones (Feather, 2002; Hitlin, 2003;
Kristiansen y Zanna, 1994; Rohan, 2000, Schwartz y Bilsky, 1987). Los
psicólogos positivos discuten los valores en forma de esfuerzos personales,
establecimiento de metas o filosofías personales de qué es más importante
en la vida (Emmons, 1996, Schwartz y Bilsky, 1990). La distancia entre
las preferencias de valor y el comportamiento real puede ser inmensa, lo
que puede ser un punto de intervención fundamental.
La ACT hace uso de la bibliografía de la psicología positiva pero ha-
bla de los valores de una manera específica, como las cualidades de una
acción intencionada que no se pueden obtener como un objeto, pero
pueden crearse en instancias de un momento a otro (Hayes, Strosahl y
Wilson, 2011). Por lo tanto, la ACT considera los valores como cuali-
dades globales deseadas de la acción en curso (o, en términos sencillos,
«los deseos más profundos de tu corazón para cómo quieres comportarte
como ser humano»). Esta definición es coherente con el enfoque del com-
portamiento de la ACT.
También hay una amplia bibliografía sobre el significado y el pro-
pósito de la vida que parece estar estrechamente vinculado a los valores.
Algunos investigadores han definido el propósito como «un objetivo en
la vida central y autorganizado» (McKnight y Kashdan, 2009; Steger,
2009). Otros han materializado esta definición unificando principios de
la psicología positiva y de la ACT (Kashdan y McKnight, 2009).
El propósito es central. El propósito es un tema predominante de la
identidad de una persona. Si nos imaginamos una persona posicionando
descriptores de su personalidad en una diana, el propósito estaría cerca
del círculo de la diana.
El propósito es de autorganizado. Proporciona un marco para los
patrones de comportamiento sistemático en la vida cotidiana. La autorga-
nización debería ser evidente en los objetivos que las personas crean, en el
esfuerzo dedicado a estos objetivos, y en la toma de decisiones ante opcio-
nes contrapuestas sobre cómo distribuir recursos finitos como el tiempo
y la energía. Un propósito motiva a una persona a dedicar recursos en

23
direcciones particulares y hacia metas concretas y no otras. Es decir, los
objetivos y proyectos terminales son consecuencia de un propósito.
El propósito no se puede lograr. Es una meta en la vida, que regu-
larmente está dirigida hacia nuevos objetivos. Un propósito proporciona
una base que permite que una persona sea más resistente a los obstáculos,
el estrés y la tensión. Ser persistente es más fácil si tenemos una meta en
la vida que resuene a través del tiempo y el contexto. Es más fácil hacer
frente a retos difíciles de larga duración si sabemos que en el fondo existe
una misión más grande. Moverse en la dirección de un objetivo en la
vida puede facilitar otros elementos del bienestar como la satisfacción
con la vida, la serenidad y el midfulness (Wilson y Murrell, 2004; Wong
y Fry, 1998). En los capítulos 6 y 11 se discuten detalladamente estas
cuestiones.

Aceptación experiencial

Aceptación experiencial significa aceptar «experiencias privadas» (por ejem-


plo, los pensamientos, las emociones, los recuerdos, las experiencias que una
persona tiene y que ningún observador externo puede ver directamente)
y permitir que estas experiencias estén presentes sin tratar de evitarlas o
deshacerse de ellas. La buena disposición, un aliado cercano de la acep-
tación, consiste en permitir que las experiencias difíciles y privadas estén
presentes, al servicio de una acción valorada (Ciarrochi y Bailey, 2008).
La evitación experiencial, el intento continuo de evitar o deshacerse de
experiencias privadas no deseadas, trasforma la experiencia perfectamen-
te normal del dolor en una acción ineficaz y de sufrimiento (Ciarrochi,
Kashdan, Leeson, Heaven y Jordan, 2011; Kashdan, Barrios, Forsyth y
Steger, 2006). Hay dos razones principales para ello. En primer lugar, los
intentos de controlar o suprimir los sentimientos a menudo resultan en
un aumento de los mismos, como cuando tratamos de no sentir ansie-
dad y nos sentimos más inquietos. En segundo lugar, las emociones y los
valores suelen ser dos caras de la misma moneda y, por lo tanto, evitar
una significa evitar la otra. No se puede tener relaciones amorosas sin
arriesgar la vulnerabilidad y todos los pensamientos y sentimientos do-
lorosos que inevitablemente las acompañan. La psicología positiva trata
el componente de la evitación experiencial en el marco del mindfulness

24
(Brown y Ryan, 2003) o de la regulación emocional efectiva (John y
Gross, 2004).
La ACT pone un mayor énfasis en la aceptación experiencial, pero no
la ve como una forma de regulación de las emociones. De hecho, la ACT
busca minimizar cualquier intento de modificar directamente la experiencia
privada por temor a que estos intentos puedan reforzar la evitación expe-
riencial (Ciarrochi y Robb, 2005). Por lo tanto, los profesionales de la ACT
rara vez tratan de aumentar directamente la frecuencia o la intensidad de
los pensamientos o sentimientos agradables. Más bien, el profesional de la
ACT se centra en ayudar a las personas a estar con todos sus pensamientos
y sentimientos, tanto los agradables como los dolorosos, mientras hace lo
que es importante (es decir, actuar según sus valores). Los capítulos 2, 3, 4
y 10 se ocupan de las cuestiones de la prevención y la aceptación.

Control del comportamiento


El control del comportamiento se refiere a la capacidad de uno mismo
para regular su conducta de una manera acorde a sus valores. La psico-
logía positiva podría etiquetar este componente como «perseverancia»,
«autorregulación» o «fuerza de voluntad». La investigación en esta área
a menudo se centra en la identificación de los factores que promueven
el éxito de un objetivo, como el contraste mental (tener en cuenta los
beneficios y las barreras relacionadas con los objetivos) (Oettingen, Ma-
yer, Sevincer, et al., 2009), las intenciones de implementación (establecer
planes alternativos para hacer frente a los obstáculos hacia el objetivo)
(Gollwitzer y Schaal, 1998), y la autoconcordancia de objetivos (los obje-
tivos se corresponden con las necesidades más íntimas) (Koestner, Lekes,
Powers y Chicoine, 2002, Sheldon y Houser, Marko, 2001).
Cuando el esfuerzo se dedica a objetivos valorados, la ACT se refiere
a ello como «compromiso». En general, existe una relación estrecha entre
los valores, el propósito y el compromiso, y estas dimensiones no siempre
son fáciles de desentrañar. A pesar del nivel de dificultad, pensamos que
es pragmático separar los valores del compromiso para poner de relieve
la diferencia entre saber lo que se quiere (valores, propósito) y actuar
sobre lo que se quiere (control de la conducta). Los capítulos 6, 10 y 11
abordan los temas de los valores, el propósito y el compromiso.

25
Habilidad cognitiva

La habilidad cognitiva se refiere a los componentes de las funciones inte-


lectuales como el razonamiento, la resolución de problemas y el control
de la atención. Tanto la psicología positiva como la ACT son algo neutra-
les con respecto a este factor, salvo que ambas están de acuerdo en que es
bueno tenerlo. Las investigaciones sugieren cada vez más que la habilidad
cognitiva es más modificable de lo inicialmente pensado (Cassidy, Roche
y Hayes, 2011; Jaeggi, Buschkuehl, Jonides y Perrig, 2008). Esta dimen-
sión es esencial para una definición completa del bienestar y, de hecho,
enlaza directamente con las otras bases. Por ejemplo, la clarificación de
valores ha demostrado aumentar el rendimiento cognitivo de grupos es-
tigmatizados (Cohen, Gracia, Apfel y Master, 2006). Se necesita un cierto
nivel de habilidades cognitivas para poder tomar perspectiva (McHugh
et al., 2004). Por último, la formación cognitiva básica en la inhibición
de respuestas aumenta el control del comportamiento (Houben y Jansen,
2011). El capítulo 12 se refiere a esta habilidad con gran detalle.

Vincular las siete bases a las fortalezas


Las fortalezas del carácter, a menudo vistas como una pieza central de la
psicología positiva (Peterson y Seligman, 2004; Seligman, 2011) se pueden
entender como una mezcla de los fundamentos de la Tabla 1. Las fortalezas
suelen tener un elemento de valoración (por ejemplo, «amor por el apren-
dizaje», «capacidad de amar», «justicia», «honestidad», «humildad», «espiri-
tualidad» y «gratitud»). La capacidad de amar probablemente implique no
sólo la valoración de las relaciones amorosas, sino también la capacidad de
tomar perspectiva y creer que se es digno de ser amado. El liderazgo implica
valorar las influencias y probablemente requiere todos los siete elementos
anteriores (por ejemplo, la capacidad cognitiva, la aceptación experiencial
de eventos incontrolables, la toma de perspectiva). El autocontrol es una de
las fortalezas extremadamente amplias que involucra elementos de la ha-
bilidad cognitiva (inhibición), así como la aceptación experiencial (por
ejemplo, no actuar impulsivamente para deshacerse de los impulsos), el
control de la conducta y las creencias funcionales (la creencia de que se
pueden lograr los objetivos). La autocompasión puede ser vista como una

26
combinación de aceptación experiencial (reconocer que a veces te rendirás),
mindfulness (ser conscientes de esta autocrítica), toma de perspectiva (re-
conocer la similitud del propio sufrimiento con el de los demás) y valores
(poner en juego la autobondad en nuestra vida).
Otras áreas de estudio de la psicología positiva también se pueden en-
tender desde el punto de vista de las siete bases. La espiritualidad es una
fuerza potente aunque poco estudiada (Heaven, Ciarrochi y Leeson, 2010;
Heaven y Ciarrochi, 2007). La espiritualidad generalmente incluye valores
(conectar con Dios o el universo), creencias que podrían ser funcionales o
disfuncionales («Dios me da fuerza» frente a «Dios está tratando de casti-
garme por ser tan vergonzoso»), la perspectiva del observador (la sensación
de un ser constante e inalterable) y, con frecuencia, el mindfulness (apreciar
y participar del momento presente y lo que contiene). Las emociones morales
como la vergüenza se pueden ver, en algunos contextos, como la participa-
ción de las creencias disfuncionales sobre el yo (soy completamente inútil),
así como los intentos inútiles para escapar de uno mismo (baja aceptación
experiencial). En lugar de bombardear al lector con más ejemplos, le in-
vitamos a tomarse unos minutos antes de seguir leyendo para pensar en
algunos otros constructos psicológicos populares y ver hasta qué punto se
pueden «descomponer» desde el punto de vista de nuestras siete bases.

La importancia del propósito de intervención


Para integrar realmente la psicología positiva y la ACT, primero tenemos
que profundizar un poco más en su objetivo y sus supuestos filosóficos.
Ya veremos que mientras la psicología positiva y la ACT adoptan supues-
tos filosóficos similares, pueden trabajar bien juntas.
En este punto, una advertencia al lector: hemos denominado a las siete
bases como si fueran entidades reales, como animales que caminan por el
mundo. Sin embargo, en realidad, vemos estas bases a través de una filoso-
fía pragmática. Las bases nos ayudan a organizar una serie de constructos
bastante desconcertante. No hacemos ninguna suposición de que sean enti-
dades reales que yacen en el cerebro a la espera de ser descubiertas por algún
neurocirujano. Nuestro punto de vista pragmático, contrasta con visiones
más mecánicas. Como contraposición a nuestro enfoque, consideremos
la siguiente declaración reciente de Seligman (2011):

27
«El bienestar es un constructo, y la felicidad es una cosa.
Una “cosa real” es una entidad directamente mensurable... Los ele-
mentos del bienestar son a su vez diferentes tipos de cosas». (p. 24)

Al describir el bienestar de esta manera, Seligman adopta de forma


implícita una postura filosófica llamada realismo elemental (antes conoci-
do como «mecanismo») (Ciarrochi y Bailey, 2008; Hayes, Stroshal y Wil-
son, 2011). El realismo elemental recibe este nombre porque se supone
que uno puede conocer la verdadera naturaleza de la realidad y descubrir
de manera objetiva los elementos que la componen. El realista elemental
ve el universo como una máquina que consta de partes que interactúan.
El objetivo del análisis es modelar el universo con precisión.
La pregunta clave para el realismo elemental es: «¿qué elementos y
fuerzas hacen que el modelo funcione?». El éxito se define por lo bien que
un modelo es capaz de hacer predicciones y establecer patrones superfi-
ciales, significativos y fiables. La mayoría de formas de psicología cogni-
tiva son buenos ejemplos de realismo elemental, como son los modelos
de procesamiento de información que se encuentran en la psicología
positiva. No hay, por supuesto, absolutamente nada malo, anticuado o
inferior en esta postura filosófica. Reconocer la propia visión filosófica
del mundo simplemente significa admitir los supuestos de mejora sobre
los que el trabajo de uno descansa. Así, una visión filosófica del mundo
nunca puede refutar a otra.
La visión del mundo adoptada por la ACT y algunos psicólogos po-
sitivos es contextualismo funcional (una forma de pragmatismo). El con-
textualismo funcional asume que nunca podremos conocer la verdadera
naturaleza de la realidad o de los elementos que la componen; todo lo
que podemos hacer es observar cómo un aspecto del universo funciona en
un contexto determinado (y parte de ese contexto será siempre la mente
humana). El contextualismo funcional se centra en algo que se llama el
«acto en contexto». «Contexto» se refiere a todo lo que viene antes del
acto y que influye en él (antecedentes) y todo lo que sigue al acto y reduce
o aumenta la posibilidad de que sea recurrente (consecuencias). El «acto»
es lo que sucede entre los antecedentes y las consecuencias.
La pregunta clave en el contextualismo funcional es: «¿cómo pode-
mos manipular los antecedentes y las consecuencias para lograr mejor
nuestros objetivos?». El contextualista funcional dividirá un evento en

28
«elementos» (por ejemplo, antecedentes y consecuencias), pero lo hace
exclusivamente con fines pragmáticos (es decir, ¿nos ayuda la división a
alcanzar nuestros objetivos?). El contextualista funcional no haría ningún
supuesto acerca de si esta «división» descubre o revela algo de la «verda-
dera naturaleza» de la realidad; no es ni más ni menos que una estrategia
útil para lograr un objetivo específico.
El objetivo del análisis funcional es encontrar formas de predecir e
influir en el comportamiento. La predicción en sí misma no es suficiente.
Las investigaciones típicas en esta tradición se centran en la manipulación
de los antecedentes y las consecuencias y en observar cómo, por ende,
cambia el comportamiento. Una actividad en particular es «un éxito» si
ayuda a lograr los objetivos establecidos. El Análisis de Conducta Apli-
cado (ABA)2 y la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) son dos
ejemplos de modelos basados en el contextualismo funcional.
Los científicos y los profesionales de la psicología positiva pueden
adoptar tanto el punto de vista del realismo elemental como el punto de
vista del contextualismo funcional, mientras que las personas dedicadas a la
ACT sólo adoptan el punto de vista del contextualismo funcional. Por lo
tanto, para que se produzca la colaboración, los psicólogos positivos tienen
que ponerse su sombrero de contextualista funcional. Siempre se lo pueden
quitar más adelante y asumir la perfectamente válida perspectiva realista
elemental.
Si todos estamos de acuerdo en usar el sombrero contextualista fun-
cional, podemos empezar nuestra conversación. Podríamos empezar con
la pregunta: «¿cuál es el propósito de nuestros constructos?». La respuesta
es que nos ayudan a clasificar y a orientar las intervenciones. Nos ayudan
a centrar la intervención (por ejemplo, la aceptación experiencial) y a
adoptar las medidas más adecuadas que capturan lo bien que funciona
una intervención (por ejemplo, ¿mejora la aceptación experiencial y eso
nos lleva a un mayor bienestar?).
Esta respuesta engendra otra pregunta más general: «¿cuál es el pro-
pósito de nuestras intervenciones?». Hay al menos dos respuestas posibles
a esta pregunta, y la respuesta que elijamos determinará la apariencia y la
función de la intervención:

2. Del inglés: Applied Behavioral Analysis (N. de la T.).

29
1. El propósito es promover los estados psicológicos con predominio de
pensamientos y sentimientos agradables.

2. El objetivo es ayudar en la promoción de la flexibilidad psicológica: la


capacidad de vivir conscientemente y actuar con eficacia siguiendo la
línea de los valores fundamentales de uno (véase Kashdan y Rottenberg,
2010, para definiciones alternativas).

El primer propósito hace hincapié directamente en la importancia de


modificar la forma y la frecuencia de las experiencias privadas; el segundo
objetivo hace hincapié en cambiar la naturaleza de la relación de uno con las
experiencias privadas a una de mindfulness y aceptación, mientras se mo-
difican directamente las propias acciones. La ACT normalmente adopta el
segundo enfoque, mientras que algunos psicólogos positivos suelen adoptar
el primero. Sin embargo, estos enfoques no tienen por qué ser mutuamente
incompatibles; en muchos contextos, pueden complementarse.
La forma en que llevamos a cabo una intervención puede variar enorme-
mente dependiendo de nuestro propósito, intención o meta final. Conside-
remos el mindfulness. Podríamos participar en una práctica de mindfulness
para facilitar la aceptación de las emociones dolorosas (en concordancia
con la ACT), o podríamos participar en ella con el fin de inducir estados
emocionales agradables de calma y relajación (Cormier y Cormier, 1998).
Si tenemos el primer propósito en mente, entonces podríamos sentirnos de
cualquier manera, excepto relajados. Podríamos estar totalmente atentos a
sentimientos de ansiedad a medida que hablamos conscientemente con
un amante potencial, o podemos ser plenamente conscientes y aceptar
nuestro ritmo cardíaco y nuestras manos sudorosas mientras nos levanta-
mos para dar un importante discurso.
Obviamente, la forma en que enmarcaríamos la intervención del
mindfulness también sería muy diferente, dependiendo de la finalidad o
el objetivo final. Si nuestro objetivo es conductual, es posible enmarcar
una práctica de mindfulness en términos de anclaje en el momento pre-
sente para poder ser menos reactivos a nuestros sentimientos y participar
plenamente en la tarea en cuestión, lo cual es esencial para su máximo
rendimiento. Sin embargo, si nuestra atención se centra en cambiar di-
rectamente los estados emocionales, es posible describir el ejercicio de
mindfulness como una excelente manera de relajarse y descansar tras un

30
día difícil. Por otra parte, el propósito específico y los objetivos finales
limitan las aplicaciones de cualquier intervención determinada. Por ejem-
plo, si el mindfulness se utiliza principalmente para facilitar la aceptación
de sensaciones desagradables, entonces puede ser empleado en cualquier
tipo de situación que provoque miedo, desde hablar en público a cargar
contra el enemigo en un campo de batalla, mientras que si el mindfulness
se usa como una técnica de relajación, entonces sólo puede ser de utilidad
en situaciones donde no hay una amenaza real. (No hay una técnica de
relajación conocida por la humanidad que invierta una respuesta de lucha
o huida frente a una situación estresante desafiante).
Hemos hablado de estrategias que buscan cambiar el valor del estado
emocional (por ejemplo, de negativo a positivo). Además de las estrategias
de cambio de valor, hay estrategias de cambio de valor neutro que son
utilizadas tanto por la ACT como por la psicología positiva. Por ejemplo, el
mindfulness se podría utilizar para aumentar un estado de «ecuanimidad»
o «concentración». Estos estados no son inherentemente positivos o ne-
gativos y ambos pueden ser utilizados para promover el mismo propósito,
a saber, un comportamiento flexible de valor constante.

¿Son las fortalezas inherentemente positivas?


Aplicar la palabra «fortaleza» a un rasgo psicológico lo hace parecer in-
trínsecamente positivo. ¿Quién, después de todo, no querría más forta-
leza, resiliencia u optimismo? Sin embargo, dentro de un punto de vista
contextualista funcional, no hay nada intrínsecamente bueno o malo.
Más bien, evaluamos los beneficios de un rasgo (o patrón de compor-
tamiento) respondiendo a dos preguntas: 1) ¿Qué valor está sirviendo
el comportamiento? y 2) ¿Cómo funciona ese comportamiento en un
contexto social particular? Por ejemplo, el perdón ha sido definido, en
parte, como la conducta de dar a la gente una segunda oportunidad
(Park, Peterson y Seligman, 2004). Para evaluar si este comportamiento
es útil, tenemos que preguntarnos primero: ¿al servicio de qué está el «dar
una segunda oportunidad? Vamos a suponer que este comportamiento
está diseñado para aumentar la intimidad en una relación estrecha. La
segunda pregunta entonces es, ¿cómo está funcionando? En una relación
romántica de apoyo el perdón puede funcionar muy bien. Sin embargo,

31
en una relación abusiva, dar a la persona que abusa una segunda, tercera
y cuarta oportunidad puede funcionar muy mal.
Efectivamente, investigaciones recientes apoyan este punto de vista.
McNulty y Fincham (2011) han demostrado que los procesos «positivos»
de perdón, las expectativas optimistas, los pensamientos positivos y la
bondad se pueden relacionar con mayor o menor bienestar, dependien-
do del contexto. En concreto, en un estudio longitudinal, estos procesos
predijeron una mejor relación de bienestar entre los cónyuges en ma-
trimonios saludables, pero peor relación de bienestar en relaciones más
difíciles. En otro estudio, Baker y McNulty (2011) mostraron que la
autocompasión a veces puede ser útil o perjudicial para las relaciones, al
menos entre los hombres. Los hombres con alto nivel de autocompasión
tienen mejores relaciones sólo si son concienzudos y están dispuestos a
corregir errores interpersonales y participar en la resolución constructiva
de problemas. Por el contrario, los hombres con un nivel alto de auto-
compasión tienen peores relaciones si no están motivados para corregir
sus errores (baja escrupulosidad).
Ha habido considerables debates sobre si las ilusiones optimistas son
buenas o malas. Algunos sostienen que son fundamentales para la salud
mental (Taylor y Brown, 1988), mientras que otros sugieren que esas ilu-
siones pueden ser perjudiciales para las relaciones (Norem, 2002), la eficacia
del trabajo, el rendimiento académico y para la salud física y la longevidad
(Dunning, Heath y Suls, 2004). Este debate puede ser resuelto suponiendo
que las ilusiones son útiles en algunos contextos pero no en otros, y pro-
cediendo a estudiar las ilusiones en contexto. Fredrickson y Losada (2005)
reconocen esta cuestión cuando hablan de la importancia de la «negativi-
dad apropiada» y la posibilidad de tener una proporción demasiado alta de
emociones positivas frente a emociones negativas.

Las grandes preguntas


Nuestro objetivo en este libro es la construcción de un enfoque más
completo e integral para mejorar la condición humana. Para facilitar la
integración, hemos planteado una serie de preguntas a nuestros colabora-
dores. Las describimos a continuación, y dejamos en manos del lector
la posibilidad de explorar el libro con curiosidad y buscar las respuestas.

32
¿Cuándo es más probable que funcione el control experiencial?
¿Cuándo va a fracasar?
Sabemos que la evitación experiencial es a menudo una estrategia de con-
frontación destructiva. ¿Hay algún peligro de que algunas intervenciones
de la psicología positiva puedan promover involuntariamente una evita-
ción poco servicial? ¿Cuáles son los contextos donde el control emocional
podría funcionar para mejorar el bienestar (por ejemplo, ¿es lo mismo
buscar los estados emocionales agradables que evitar los desagradables?).
¿Cuándo falla?
Tengamos en cuenta que, por «control emocional», nos referimos al
control de los estados internos (pensamientos, sentimientos, sensaciones,
impulsos, imágenes, recuerdos), no al control de las acciones que ocurren
simultáneamente con estos estados. Los seres humanos podemos contro-
lar nuestras acciones sin tener que controlar nuestros estados internos;
podemos sentirnos furiosos, pero actuar con calma; podemos sentirnos
inquietos, peo actuar asertivamente.

¿Cuándo es más y menos probable que funcione la restructuración


cognitiva?
La ACT a menudo busca minimizar los intentos directos de la restruc-
turación cognitiva, en parte, debido a que puede aumentar procesos lin-
güísticos inútiles (por ejemplo, razonar sobre el futuro o lo que nos preo-
cupa, creer que razonar puede resolverlo todo, el predominio excesivo de
símbolos sobre la experiencia). La ACT enfatiza la defusión cognitiva, las
técnicas que intentan cambiar la relación de uno con los pensamientos,
en lugar de tratar de alterar su forma o su frecuencia.
Por ejemplo, cuando desactivamos los pensamientos negativos somos
menos propensos a creer en ellos o a dejar que puedan influir en nues-
tras acciones. Con la defusión como alternativa a la restructuración, ¿ha
ganado algo la restructuración cognitiva? ¿Cuándo es más probable que
funcione la restructuración? ¿Cuándo es menos probable que lo haga?

33
¿Están todas las intervenciones de mindfulness creadas por igual?

¿Son importantes el propósito de la intervención y el tipo de instrucción?


Por ejemplo, ¿hay alguna diferencia entre enseñar mindfulness como una
manera de reducir el estrés y como una forma de aumentar la flexibilidad
psicológica?

¿Necesitamos mejorar los autoconceptos?

La ACT normalmente se centra en ayudar a los profesionales a deshacerse


de autoconceptos inútiles y pasa menos tiempo buscando para mejorar
directamente el autoconcepto. ¿En qué contextos puede ser útil el cambio
de autoconcepto? ¿Cuándo puede ser perjudicial? Podría ser poco útil,
por ejemplo, para concentrarse en la esperanza o la autoestima sin vin-
cularlo a un comportamiento concreto. Si todo el mundo es especial sin
importar lo que hagan, ¿por qué hacer algo?

Los valores y la acción comprometida

¿Es la felicidad un valor o un efecto secundario de una actividad valora-


da? ¿Deberíamos reforzar la valoración de las emociones agradables (por
ejemplo, crear contextos en los que es más probable que se den emociones
agradables)? ¿Es dirigir a la gente a prestar atención a sus sentimientos
placenteros otra forma de conducirlos hacia lo que valoran?

¿Podemos separar lo positivo de lo negativo?

¿Hasta qué punto es posible estudiar lo positivo sin lo negativo? ¿Son


estas separaciones artificiales? El oxígeno y el hidrógeno forman el agua,
que tiene cualidades emergentes que no pueden ser inferidas a partir de
hidrógeno y oxígeno. ¿Puede decirse lo mismo de las emociones posi-
tivas y negativas? ¿Es a veces inútil hablar de emociones «positivas» y
«negativas»? Habida cuenta de que el miedo, la tristeza y la culpa son
emociones útiles que mejoran la vida y que juegan un papel importante

34
en la construcción de una existencia rica y significativa, ¿es justo llamar-
las «negativas»? ¿Haríamos mejor hablando de emociones «agradables» y
«desagradables» en lugar de «positivas» y «negativas»?

Estructuración del libro


La gama de temas de este libro será tan amplia como los campos de la
ACT y de la psicología positiva. Para ayudar al lector a encontrar un
orden en este caos, hemos querido enumerar cada una de las siete bases
que se describen en los capítulos siguientes. Las marcas de verificación en
la Tabla que sigue indican los componentes que reciben el mayor énfasis.
Este esquema visual da una idea de la variedad de temas y ángulos explo-
rados por nuestros distinguidos autores.

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