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Hay confusión sobre la pornografía; tal vez una muestra de esto es la falta de
conciencia ante la gravedad del problema; muchas personas, por ejemplo, creen
que la palabra pornografía se refiere sólo al contenido sobre cuestiones eróticas que
puede encontrarse en algunas revistas, videos, etc. y que aunque no se apruebe este
material es algo que no puede evitarse, que es una cuestión privada y producto de
la libertad del hombre.
Los seres humanos somos seres racionales, estamos dotados de intelecto para
encontrar la verdad y de voluntad para buscar el bien. Ser libres significa ser
dueños de nuestros actos, pero también como seres racionales debemos aceptar
que la libertad es inseparable de la responsabilidad.
Libertad, por tanto, no significa el derecho de hacer todo lo que se desee, sino hacer
lo que se debe en relación con la dignidad humana y el bien común para realizarnos
todos en plenitud.
En este mundo que confunde la libertad con el libertinaje es frecuente que en
nombre de la libertad de expresión veamos censurado el derecho que tenemos de
preservar en nuestros hogares un ambiente de decoro y buena educación, pues
llegan por la TV y demás medios toda clase de contenidos eróticos.
Aquellos que apoyan la pornografía la defienden diciendo que el sexo vende y que
el que no quiera ver esto que le cambie de canal y que los que nos oponemos a la
pornografía somos los más pervertidos. Es tanto como decir que ante la falta de
higiene, tápate la nariz; o que el que no tranza no avanza, y si no te gusta la
corrupción es porque eres hipócrita y el más deshonesto.
Estos argumentos nos han detenido por temor al qué dirán y hemos permitido que
avance el erotismo en todos los medios de comunicación; de manera más marcada
en la publicidad y en los programas de televisión.
Estoy de acuerdo en que el sexo vende, a fin de cuentas Dios nos hizo seres
sexuados para vendernos la idea de la procreación. El problema es que nos están
bombardeando con ideas distorsionadas y en ocasiones falsas o absurdas de cómo
vivir a plenitud nuestra sexualidad.
Así como nos gusta que se promueva la ecología, sería bueno que frenáramos la
"contaminación" de nuestras mentes.
Por ejemplo, podemos dejar de comprar el producto que anuncian y quejarnos con
los medios que nos presentan estos mensajes.