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Enemiga de la libertad

Por Roberto Martínez (02-Ago-1997).-

Hay confusión sobre la pornografía; tal vez una muestra de esto es la falta de
conciencia ante la gravedad del problema; muchas personas, por ejemplo, creen
que la palabra pornografía se refiere sólo al contenido sobre cuestiones eróticas que
puede encontrarse en algunas revistas, videos, etc. y que aunque no se apruebe este
material es algo que no puede evitarse, que es una cuestión privada y producto de
la libertad del hombre.

La pornografía no es una cuestión privada porque tiene importantes consecuencias


sociales. El medio circundante influye grandemente en la formación de nuestros
gustos, opiniones, creencias y acciones. Cuando la degradación sexual y la violencia
son motivo de diversión, el bien individual y el bien común de la sociedad se
encuentran en peligro. La pornografía también ataca la dignidad de la persona
humana y el derecho a la intimidad de las relaciones sexuales, pues hace de ellas un
hecho público y comercial.

Los seres humanos somos seres racionales, estamos dotados de intelecto para
encontrar la verdad y de voluntad para buscar el bien. Ser libres significa ser
dueños de nuestros actos, pero también como seres racionales debemos aceptar
que la libertad es inseparable de la responsabilidad.

La libertad humana es la capacidad de llegar a ser lo que nos hace plenos.

Todo lo que nos impida interna o externamente realizarnos en plenitud atenta


contra nuestra libertad. No es realmente libre el drogadicto que se droga porque
quiere, tampoco el iracundo que reacciona como fiera, incapaz de dominar su ira.

Libertad, por tanto, no significa el derecho de hacer todo lo que se desee, sino hacer
lo que se debe en relación con la dignidad humana y el bien común para realizarnos
todos en plenitud.
En este mundo que confunde la libertad con el libertinaje es frecuente que en
nombre de la libertad de expresión veamos censurado el derecho que tenemos de
preservar en nuestros hogares un ambiente de decoro y buena educación, pues
llegan por la TV y demás medios toda clase de contenidos eróticos.

Aquellos que apoyan la pornografía la defienden diciendo que el sexo vende y que
el que no quiera ver esto que le cambie de canal y que los que nos oponemos a la
pornografía somos los más pervertidos. Es tanto como decir que ante la falta de
higiene, tápate la nariz; o que el que no tranza no avanza, y si no te gusta la
corrupción es porque eres hipócrita y el más deshonesto.

Estos argumentos nos han detenido por temor al qué dirán y hemos permitido que
avance el erotismo en todos los medios de comunicación; de manera más marcada
en la publicidad y en los programas de televisión.

Estoy de acuerdo en que el sexo vende, a fin de cuentas Dios nos hizo seres
sexuados para vendernos la idea de la procreación. El problema es que nos están
bombardeando con ideas distorsionadas y en ocasiones falsas o absurdas de cómo
vivir a plenitud nuestra sexualidad.

La sexualidad es el centro de nuestro ser y cuando éste se pervierte perjudica a


todas las áreas de nuestra vida: la relación con nosotros mismos, con la pareja, con
los hijos, con el sexo opuesto en general y con todas las personas con las que
tenemos algún tipo de relación. Nada mejor que la pornografía para pervertir la
conducta sexual de alguien, porque en su contenido se excluye la procreación, se
trastorna la relación de amor entre los esposos, se da culto a los genitales, se
presentan como más excitantes las relaciones extramaritales y se promueve la
infidelidad, el adulterio, la fornicación en todas sus manifestaciones como el
incesto, el sadomasoquismo y el abuso a mujeres y niños, por nombrar algunos.

Sabemos que la publicidad afecta la forma de pensar y los hábitos de consumo de la


gente y que cada vez los profesionales de la comunicación cuentan con más
estudios y herramientas para incrementar la eficacia de las campañas publicitarias.
Por desgracia, está de moda utilizar imágenes pornográficas en los anuncios y la
tendencia no va a cambiar a menos que hagamos algo.
La libertad de expresión llevada a fin en sí misma ha hecho obsoleta la palabra
censura porque ésta se ha vuelto una mala palabra. Basta que alguien denuncie a
otro de intentar la censura para que todos lo condenen (que irónicamente es como
censurar al que censura o ser intolerante con el intolerante) ¿Acaso no censuramos
a nuestros hijos cuando les enseñamos a no decir maldiciones y a no ofender a los
demás? ¿Están por esto reprimidos y trastornados psicológicamente? No, estamos
educándolos para que puedan el día de mañana convivir, ayudar y servir, tres
actividades básicas para triunfar en la vida.

Así como nos gusta que se promueva la ecología, sería bueno que frenáramos la
"contaminación" de nuestras mentes.

Por ejemplo, podemos dejar de comprar el producto que anuncian y quejarnos con
los medios que nos presentan estos mensajes.

La pornografía sí puede evitarse, con educación, rechazo, protesta, en unión con


organizaciones religiosas, civiles o políticas, ya que en todos los países existen leyes
que regulan y prohíben la pornografía fuerte y agresiva.

Una propuesta sencilla pero eficaz es comunicarse a los teléfonos que


constantemente aparecen en todos los canales de la TV para protestar por tal o cual
anuncio, serie, programa, etc. y abstenerse de asistir a los cines en los que la
vulgaridad y el mal gusto están presentes. También podemos mandar protestas a
los periódicos por anuncios que caen en lo obsceno, o por artículos con los que no
estemos de acuerdo.

La pornografía es enemiga de tu libertad y la de tus hijos, porque nos enseña a


buscar la plenitud en donde no se encuentra. Recuerda que el que calla otorga, así
que es tiempo de hablar.

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