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Sin Miedo al Cambio: Akhenatón

Amenhotep IV, más conocido como Akhenatón, fué sin duda un ser especial y
revolucionario, que no se destacó precisamente por temerle a los cambios. Al
contrario, en sólo 17 años, desde 1372 a 1355 a.C., el tiempo que duró su reinado en
Egipto, su principal objetivo fue nada más y nada menos, que realizar un cambio
radical y profundo en todo el país que impactaría en forma decisiva el futuro espiritual
del planeta.

Fue un revolucionario total y un reformador religioso y se atrevió a decirle a todo un


país politeísta, que adoraba a muchos dioses en infinidad de cultos: sólo hay un Dios.
Y emprendió toda una serie de reformas que destruyeron todas las religiones,
estableciendo una sola religión que adoraba al Sol, Atón.

Hijo de Amenhotep III y de la reina Tiy, Akhenatón gobernó junto a su padre desde la
edad de 15 años. Se supone que desde muy temprana edad nació el gran amor entre
él y su esposa, Nefertiti ("la que es bella viene"). Construyó una nueva capital, Tel-El-
Amarna, situada en el centro exacto del país. La ciudad es la primera que se conoce en
la historia con un plan general urbanístico. Tenía calles anchas, rectas y largas, zonas
verdes, grandes palacios y en su centro el gran templo de Aton. El cambio de la
capital, de Thebas a Tel-El-Amarna y el cambio de su nombre, de Amenhotep a
Akhenatón (que significa "Atón está satisfecho"), fueron pequeños cambios de carácter
físico y superficial que apoyaban totalmente el otro aspecto del "gran" cambio, el
trascendental.

Atacó, desvirtuó y destruyó los patrones tradicionales de la religión que además,


estaban totalmente fundidos con las vidas de los egipcios y eran un aspecto
fundamental de sus costumbres, creencias y cultura. Prohibió el uso de cabezas de
animales en las imágenes de dios y cambió la teología, los rituales y la estructura
elcesíastica, afirmando que los sacerdotes no eran necesarios y que sólo hay un dios
universal que habita en el interior de cada ser humano, omnipresente y omnipotente.
Este cambio en la religión tuvo un efecto inmediato en los artistas egipcios y el arte se
transformó de la representación de formas ritualistas a formas más realistas, naturales
y verdaderas. Como era pacifista, Akhenatón ordenó a todo el ejército que abandonara
cualquier acción de poder en regiones más allá del Valle del Nilo y así Egipto dejó de
ser imperialista y agresivo.

Todas estas reformas produjeron un verdadero odio hacia Akhenatón. Tanto los
sacerdotes como los militares habían perdido el poder que era la base de todas sus
riquezas. El pueblo tampoco se sentía cómodo, sus vidas estaban siendo alteradas en
muchas maneras. El miedo al cambio y la resistencia a las nuevas ideas no tardó en
hacerse sentir. Akhenatón lo sabía muy bien, pero también sabía que no tenía mucho
tiempo, en 17 años debía dejar establecido en los registros plenetarios la realidad del
monoteísmo, la idea de que todos somos hijos de un sólo Dios, que no estamos
separados sino unidos en su amor. Y no se dejó vencer ni un solo momento. No le
importaba el poder terrenal y tener un largo y seguro reinado, iba detrás de su
objetivo divino y trascendente.

Entonces desarrolló una Escuela de Misterios, llamada La Escuela de Misterios


Egipcia de Akhenatón, la Ley de Uno. Trajo personas que ya habían sido
entrenadas en la Escuela de Misterios del Ojo Izquierdo de Horus (una escuela
iniciática femenina) y las entrenó en La Escuela de Misterios del Ojo Derecho de Horus
(una escuela masculina). 300 personas lograron completar el entrenamiento y esta
Escuela, a lo largo del tiempo, fue el germen que formó La Hermandad de los
Esenios y todo esto es parte de una cadena amorosa, un perfecto y divino plan para
completar la venida de Jesús, gracias a un ser, Akhenatón, que se atrevió a ir más allá
del sistema prestablecido sin miedo al cambio.

© Verónica Hernández, Septiembre 2001

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