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Secretaria de Educación

Subsecretaría de Educación Básica


Departamento de Educación Extraescolar
Unidad de Género

Curso
“La unidad de género en mis escuela”

Tema: Derechos de las mujeres


Participante: GÓMEZ URDIALES MARCELA CATALINA
Tel. casa 2674-0206 Cel. 811981-4318
Correo: marcela.gu2306@gmail.com

Escuela Primaria Rodolfo Morales “Triunfo de la República”


Turno Matutino Región 13 Zona escolar 71
C.C.T. 19 EPR 1137N
Sistema Estatal
Dirección del plantel: Abedul s/n Col. Arboledas de Escobedo
Gral. Escobedo, N.L. Tel. 8385-5585
Directora Profra. Lic. María del Carmen Rodríguez Saucedo

Monterrey, N.L. a 9 de marzo de 2020


INTRODUCCIÓN

La Secretaría de Educación de Nuevo León, desde el marco de actuación de la


Unidad de Género, lanza una convocatoria a participar en el presente curso La
igualdad de género en mi escuela, donde se invitó a participar a docentes de
distintos niveles educativos, con la finalidad de concientizar al docente que esta
frente a grupo en una perspectiva de género.

En las sesiones contempladas durante el trabajo presencial a lo largo de las


sesiones, se abordaron temas como Violencia de género, Lenguaje incluyente,
Violencia de género desde la publicidad, Derechos de las mujeres con una
perspectiva laboral, Nuevas Masculinidades, Igualdad de Género y Enfoque
diferencial.

Para el presente ensayo se aborda el tema de los derechos de las mujeres,


haciendo una breve reseña del origen de la institucionalización del Día
Internacional de las Mujeres, para contextualizar la forma en la que se vive y se
asume una conmemoración con ésta, para después atenuar con algunos
acontecimientos públicos la definición de un movimiento con enfoque de género.

Dicho escrito pretende realizar un encuadre aludiendo al enfoque diferencial


tratado durante el curso, con una óptica más clara de lo que significa la búsqueda
de equidad de género.

La realización de las presentes aseveraciones se realizó una investigación de


algunos artículos de opinión, notas periodísticas, notas editoriales y publicaciones
con perspectiva incluyente en el ámbito de género.

Finalmente, el ejercicio concluye con una opinión genera a partir de la toma de


conciencia de la trascendencia de un movimiento feminista y desde la perspectiva
docente llegar a realizar planteamientos para generar reflexión.
“Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que sea la libertad nuestra propia
sustancia”. A más de sesenta años de que Simone Beauvoir sostuviera que la
definición de “ser mujer” es una construcción cultural, parecieran palabras que son
rescatadas de un análisis reflexivo o de algún artículo editorial de estos días, ¿qué
tan impactante resulta el recuento hasta nuestros días?

El feminismo definido por la autora como una manera de vivir individualmente y


una manera de combatir colectivamente, son conceptos que en conmemoraciones
como la del 8 de marzo se manifiestan. En una redefinición de género podemos
encontrar que el “segundo sexo” aún busca encontrar diferentes concepciones
para definir su lucha, feminismo, género, equidad, derechos, emancipación de la
mujer, incluso qué significa la institucionalización de Día Internacional de la Mujer.

El origen de la celebración no ha quedado del todo claro, existen personas que


aún creen que es un día para felicitar, cuando la esencia es visibilizar los
diferentes problemas relacionados con la igualdad en una sociedad patriarcal y el
reconocimiento de derechos de las mujeres.

Los múltiples movimientos relacionados a la toma de conciencia sobre la igualdad


de derechos han polarizado opiniones, con el ánimo de brindarle un nombre a algo
que ya lo tiene, intentan nombrar a quienes participan en ellos como feministas,
feminazis, lesbianas, mujeres sin quehacer, reventadoras, etcétera; cuando se
trata de alzar la voz y decir un ¡basta!...de pretender -quedarse sólo en la
aspiración- que somos iguales, de simular las cosas escribiendo que tenemos los
mismos derechos ante la ley, de guardar silencio porque “no pasa nada”, cuando
la realidad es muy distinta.

En este contexto, las mujeres a lo largo de estos tiempos han realizado


numerosas marchas con el objeto de exhibir públicamente su opinión; mostrarse
como activistas sociales, evidenciar que una parte significativa de la población
pertenece al género femenino y está en desacuerdo con el sistema político, social,
económico y cultural, mostrando la vulnerabilidad del género por ser blanco de
opresión y discriminación.

El ejercicio del derecho a manifestarse no requiere autorización, se encuentra en


los límites de la política democrática, aunque sea constitucional. Es una expresión
legal “no convencional”, donde las participantes en este caso preservando los
derechos de terceros, realizan dichos movimientos para generar un sentido de
identidad y pertenencia.

Pocas veces en Monterrey se puede ver una movilización de tal magnitud, nuestra
ciudad se caracteriza por trabajar y “manifestar” su queja detrás de un escritorio,
una computadora, en el seno de la familia, bajo el cobijo de amigos y los más
“atrevidos” en las redes sociales -donde hay un anonimato disfrazado de rostro y
voz.
Concretamente este domingo, fue impresionante observar a miles de mujeres de
todas las edades salir a exigir sus derechos, seguridad y un alto a la violencia de
género. Muchas o casi todas ellas con pancartas y vestidas de morado, bajo un
mismo grito de justicia. Desde luego la marcha tuvo réplica en otras entidades,
algunas de ellas acostumbradas a los movimientos y otras no tanto, pero en
general, hubo mucha participación en el país.

Claro está que ello generó pronunciamientos por parte de algunos líderes de
opinión y de la pluma, tal es el caso del poeta Javier Sicilia, quien publica en
Proceso una carta abierta al movimiento feminista, haciendo un llamado a la
conciencia con un estilo de redacción muy respetuoso, para reorientar la exigencia
de la seguridad, buscando que se preocupen también por las personas que
mueren por motivos que no son por violencia de género. Sobra decir que se suma
a la ola de argumentos encontrados, que intentan desde una posición
evidentemente privilegiada minimizar el movimiento femenino, mal interpretando el
concepto amplio de equidad de género y el objetivo concreto de la lucha desde la
perspectiva de una minoría.

Para definir la violencia de género hubo que transitar por las muertes
desapercibidas de miles de mujeres, ir hasta la corte de los Derechos Humanos,
de trabajos de diferentes luchadoras sociales que a base de tesón, contendieron
solitarias en esta guerra contra los principales perpetradores de la violencia, en el
que todos son hombres.

La violencia es un problema social, es verdad, pero la categorización de violencia


de género es fundamental para evidenciar la desigualdad. La violencia azota a
todos, pero es una violencia generada en el 90% por hombres, de tal forma que
una exigencia para darle una responsabilidad más a un género que carga con
muchas situaciones adversas, sólo refleja la nula sensibilización humana.

Ante diferentes acontecimientos y la suma de aberraciones como los feminicidios,


con cifras de los últimos siete años en las que se reportaron 3 mil 56, sin contar
los 2, 646 casos que no fueron tipificados como feminicidios, aún cuando dichas
mujeres fueron asesinadas a golpes, con rastros de violencia sexual o mutilación,
hacen que levantar la voz no sea suficiente.

En el presente año un colectivo de activistas denominadas “Las Brujas del Mar”


originarias del estado Veracruz, fueron las promotoras de una actividad que
denotaba que esta vez una marcha no era suficiente para levantar la conciencia,
invitaron a un Paro Nacional de Mujeres, al que denominaron “Un Día sin
Nosotras”.

Muchas vertientes se pueden analizar en este movimiento que poco a poco


generó presencia y eco, la más significativa, la económica. Partiendo desde un
enfoque activista, la marcha ya no es suficiente para una política sorda y ciega,
hay que tomar medidas drásticas y qué mejor que dar un golpe al bolsillo del
Estado.
En el argot de las acciones subversivas, hay un término acuñado que se utiliza
para dar nombre a la representatividad…”mostrar músculo”, precisamente es lo
que pretende el movimiento del 9 de marzo, generar a través de la nula
participación del género femenino en las actividades laborales y comerciales,
destacar la importancia y lo imprescindible que resulta vivir en la cotidianeidad sin
mujeres aunque fuera un solo día.

Resulta evidente que una determinación como ésta iba tener diferentes
acepciones, hubo mujeres que manifestaron su inquietud por no poder prescindir
de un día salarial, sobre las repercusiones laborales que le traerían, las
complejidades organizacionales, en fin, razones comprensibles para la psicología
de un género oprimido en un país machista como el nuestro.

A medida que el movimiento fue tomando fuerza, fueron cayendo las posturas de
empresas, asociaciones, políticos y sociedad en general, que fue imposible no
voltear a ver lo que en ello se estaba gestando.

La controversia generada ocasionó desconcierto, adeptos a conveniencia, doble


discurso y un afán por resarcir con ello tropezones del pasado, caso concreto de
los grupos políticos, quienes al son de visualizar la postura opresora de alguno de
sus contrincantes intentaron apropiarse de la iniciativa con la finalidad de ganar
adeptos; también, quienes han estado en el ojo público por machistas y con ello
tratan de “borrar” esa imagen de forma hipócrita sumándose en apoyo del
movimiento.

Por supuesto, la opiniones claramente adversas y opresoras se dieron a notar de


manera exponencial, desde una negación a nivel federal; servidores públicos que
amenazaron con tomar acciones para subyugar; ejecutivos del poder que
acataban una disposición superior en contra de su voluntad y declaraciones
aberrantes mostrando un punto de vista arcaico desde una institución dogmática
como la iglesia, todos ellos diciendo ¡No al paro de mujeres!

Una de las instituciones –en término sociológico- quien por excelencia le ha sido
atribuido el quehacer de asistir o realizar acciones compensatorias, para subsanar
las lagunas de otras, es la Escuela, quien en esta ocasión no sería la excepción.

La Escuela a nivel básico cuenta con un gremio magisterial en su mayoría


femenino, gran dilema para el llamado al movimiento. La responsabilidad de la
escuela radica en atender a una población infantil en un número de horas definido,
por lo que para la clase trabajadora resultaba ser un conflicto una vez que las
maestras se sumaran al paro, ¿qué va a pasar con los niños durante el horario
escolar?, ¿dónde voy a dejar a mis hijas o hijos mientras tanto?, en fin, una crisis
de organización en la familia.

Las maestras como servidoras públicas actúan bajo las disposiciones dictadas por
la Secretaria de Educación Pública, misma que desplegó una postura de
flexibilidad, bajo ciertas condiciones en caso de que las maestras se sumaran al
movimiento.

Sin embargo, a medida que el movimiento tomaba forma los ajustes en cada
entidad se fueron realizando y en nuestro caso se tomó la determinación de
considerar el asueto en el nivel básico. Pero, ¿qué tiene de trasfondo esa
decisión?, ¿fue una decisión consensuada y consciente?, de no desplegarse un
oficio con “el permiso” a manifestarse con el paro ¿las maestras habrían faltado a
sus labores?

Las respuestas se pueden suponer, pero en un ejercicio sin precedentes y con


una planificación con tan corto plazo, sólo quedan en eso, suposiciones. La
esencia de los movimientos revolucionarios nunca han necesitado permiso, poner
a la sociedad en crisis es la generadora de verdaderos cambios.

Lo verdaderamente interesante habría sido ver qué hubiera pasado con aquellas
escuelas que no prestaran servicio por tener maestras, directoras, secretarias e
intendentes; qué habría pasado en aquellas escuelas donde son pocos los
varones que prestan el servicio a la educación, seguramente las conclusiones
serían otras.

Hoy pudimos notar que aunque todas las escuelas pararon, el mensaje no fue
dirigido a toda la población, para la mayoría de los menores seguramente fue un
asueto más, estaba en la tarea de cada profesional de la educación el hacer el
llamado al significado, pero seguramente el impacto fue pequeño.

En general, desde mi óptica si se generó diferencia, hubo establecimientos


cerrados, pocas transeúntes y quienes circularon, lo hacían con el color de
protesta asignado. Algunas empresas trabajaron con el personal masculino a su
disposición, llámese medios de comunicación, industria y prestadores de servicios.

Cabe señalar que en algunos establecimientos se tuvieron consideraciones para el


género masculino, pues redujeron la carga horaria.

Por otra parte, el comercio informal y trabajo doméstico, que en su mayoría son
mujeres, tuvieron una participación en lo laboral casi generalizada, pues la
evidente necesidad económica no les permite darse el “lujo” de manifestarse con
un paro en su trabajo.

Para ser un primer ejercicio nos fue bien, es evidente que faltan muchas cosas por
reconceptualizar, posturas que sostener, adecuaciones por ajustar y de esto es
precisamente de lo que se trata, de reflexionar, educar y aprender para
concientizar.
CONCLUSIONES

La ignorancia del enfoque de equidad bajo la perspectiva de género ha sido


permisiva, pues resultan incontables las opiniones encontradas, generando
controversias y condescendiendo posturas que se asumen incluyentes cuando en
realidad no lo son.

Ahora puedo considerarme más aguda para detectar la violencia de género, desde
una sencilla opinión, hasta situaciones que desde el sentido común son aberrantes
o irrisorios.

Declaraciones como la del alcalde de Cintalapa municipio del estado de Chiapas,


el señor José Francisco Nava quien manifiesta después que se le pregunta sobre
la ausencia de mujeres en el trabajo del ayuntamiento, declara: “a ver cuándo nos
toca a nosotros ¿no?”, “si les damos dos días, los dos se toman” y “nuestras
compañeras han de estar haciendo trabajo doméstico hoy en su casa”, hacen que
pueda catalogar de ridículas sus palabras y por ende al sujeto en cuestión.

Pero qué tan permisiva es la ignorancia, que permite que frases como éstas o
como la de los “hombricidios” en personas de orden público y lo más grave, de
representantes del poder, puedan después usarse para la chacota y eso haga que
pierda el verdadero significado, es una declaración machista, violenta y atente
contra las mujeres, haciendo cotidiana la violencia de género.

Qué decir de la prensa, el profesionista de la información termina por perder su


objetividad en el momento que manifiesta una opinión sin pensar en la
trascendencia de sus palabras, caso concreto de un reportero de la sección
deportiva quien declara “esperaremos a ver qué pasa con la familia del jugador
Renato Ibarra que está preocupada”, denotando la total falta de sentido común
ante un caso que evidentemente se puede tipificar de tentativa de feminicidio,
absoluta falta de sensibilidad para con la víctima y su familia.

Son éstos dos claros ejemplos de que mi ángulo de análisis es más juicioso, son
hechos que me indignan, pero no son sólo se quedan en la nota si no en el
análisis del discurso y en cómo el lenguaje tiene un peso tan trascendente para
crear la ideología machista que hoy predomina.

En algún lugar se tiene que dar el primer paso y que mejor que en las escuelas y
en la compañía de los maestros, donde las actividades formativas deben permear
en valores y conciencia reflexiva.

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