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“La unidad de género en mis escuela”
Pocas veces en Monterrey se puede ver una movilización de tal magnitud, nuestra
ciudad se caracteriza por trabajar y “manifestar” su queja detrás de un escritorio,
una computadora, en el seno de la familia, bajo el cobijo de amigos y los más
“atrevidos” en las redes sociales -donde hay un anonimato disfrazado de rostro y
voz.
Concretamente este domingo, fue impresionante observar a miles de mujeres de
todas las edades salir a exigir sus derechos, seguridad y un alto a la violencia de
género. Muchas o casi todas ellas con pancartas y vestidas de morado, bajo un
mismo grito de justicia. Desde luego la marcha tuvo réplica en otras entidades,
algunas de ellas acostumbradas a los movimientos y otras no tanto, pero en
general, hubo mucha participación en el país.
Claro está que ello generó pronunciamientos por parte de algunos líderes de
opinión y de la pluma, tal es el caso del poeta Javier Sicilia, quien publica en
Proceso una carta abierta al movimiento feminista, haciendo un llamado a la
conciencia con un estilo de redacción muy respetuoso, para reorientar la exigencia
de la seguridad, buscando que se preocupen también por las personas que
mueren por motivos que no son por violencia de género. Sobra decir que se suma
a la ola de argumentos encontrados, que intentan desde una posición
evidentemente privilegiada minimizar el movimiento femenino, mal interpretando el
concepto amplio de equidad de género y el objetivo concreto de la lucha desde la
perspectiva de una minoría.
Para definir la violencia de género hubo que transitar por las muertes
desapercibidas de miles de mujeres, ir hasta la corte de los Derechos Humanos,
de trabajos de diferentes luchadoras sociales que a base de tesón, contendieron
solitarias en esta guerra contra los principales perpetradores de la violencia, en el
que todos son hombres.
Resulta evidente que una determinación como ésta iba tener diferentes
acepciones, hubo mujeres que manifestaron su inquietud por no poder prescindir
de un día salarial, sobre las repercusiones laborales que le traerían, las
complejidades organizacionales, en fin, razones comprensibles para la psicología
de un género oprimido en un país machista como el nuestro.
A medida que el movimiento fue tomando fuerza, fueron cayendo las posturas de
empresas, asociaciones, políticos y sociedad en general, que fue imposible no
voltear a ver lo que en ello se estaba gestando.
Una de las instituciones –en término sociológico- quien por excelencia le ha sido
atribuido el quehacer de asistir o realizar acciones compensatorias, para subsanar
las lagunas de otras, es la Escuela, quien en esta ocasión no sería la excepción.
Las maestras como servidoras públicas actúan bajo las disposiciones dictadas por
la Secretaria de Educación Pública, misma que desplegó una postura de
flexibilidad, bajo ciertas condiciones en caso de que las maestras se sumaran al
movimiento.
Sin embargo, a medida que el movimiento tomaba forma los ajustes en cada
entidad se fueron realizando y en nuestro caso se tomó la determinación de
considerar el asueto en el nivel básico. Pero, ¿qué tiene de trasfondo esa
decisión?, ¿fue una decisión consensuada y consciente?, de no desplegarse un
oficio con “el permiso” a manifestarse con el paro ¿las maestras habrían faltado a
sus labores?
Lo verdaderamente interesante habría sido ver qué hubiera pasado con aquellas
escuelas que no prestaran servicio por tener maestras, directoras, secretarias e
intendentes; qué habría pasado en aquellas escuelas donde son pocos los
varones que prestan el servicio a la educación, seguramente las conclusiones
serían otras.
Hoy pudimos notar que aunque todas las escuelas pararon, el mensaje no fue
dirigido a toda la población, para la mayoría de los menores seguramente fue un
asueto más, estaba en la tarea de cada profesional de la educación el hacer el
llamado al significado, pero seguramente el impacto fue pequeño.
Por otra parte, el comercio informal y trabajo doméstico, que en su mayoría son
mujeres, tuvieron una participación en lo laboral casi generalizada, pues la
evidente necesidad económica no les permite darse el “lujo” de manifestarse con
un paro en su trabajo.
Para ser un primer ejercicio nos fue bien, es evidente que faltan muchas cosas por
reconceptualizar, posturas que sostener, adecuaciones por ajustar y de esto es
precisamente de lo que se trata, de reflexionar, educar y aprender para
concientizar.
CONCLUSIONES
Ahora puedo considerarme más aguda para detectar la violencia de género, desde
una sencilla opinión, hasta situaciones que desde el sentido común son aberrantes
o irrisorios.
Pero qué tan permisiva es la ignorancia, que permite que frases como éstas o
como la de los “hombricidios” en personas de orden público y lo más grave, de
representantes del poder, puedan después usarse para la chacota y eso haga que
pierda el verdadero significado, es una declaración machista, violenta y atente
contra las mujeres, haciendo cotidiana la violencia de género.
Son éstos dos claros ejemplos de que mi ángulo de análisis es más juicioso, son
hechos que me indignan, pero no son sólo se quedan en la nota si no en el
análisis del discurso y en cómo el lenguaje tiene un peso tan trascendente para
crear la ideología machista que hoy predomina.
En algún lugar se tiene que dar el primer paso y que mejor que en las escuelas y
en la compañía de los maestros, donde las actividades formativas deben permear
en valores y conciencia reflexiva.