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«Una palabra cristiana que no tiene sus raíces vitales en Jesucristo, es una palabra cristiana sin

Cristo. Y las palabras cristianas sin Cristo engañan, hacen daño». «Escuchar y poner en práctica la
palabra del Señor es como construir la casa sobre roca”. “Jesús recrimina a los fariseos que
conozcan los mandamientos pero que no los cumplan en su vida: “son buenas palabras”, pero si no
se ponen en práctica “no sólo no sirven, sino que hacen daño: nos engañan, nos hacen creer que
tenemos una casa bonita, pero sin cimientos».

«Esta figura de la roca se refiere al Señor. Isaías lo dice: ‘Confiad en el Señor siempre, porque el
Señor es una roca eterna’. ¡La roca es Jesucristo! ¡La roca es el Señor! Una palabra es fuerte, da
vida, puede seguir adelante, puede tolerar todos los ataques, si esta palabra tiene sus raíces en
Jesucristo. Una palabra cristiana que no tiene sus raíces vitales, en la vida de una persona, en
Jesucristo, es una palabra cristiana sin Cristo. Y las palabras cristianas sin Cristo engañan, hacen
daño. Un escritor inglés, una vez, hablando de las herejías, decía que una herejía es una verdad, una
palabra, una verdad que se ha vuelto loca. Cuando las palabras cristianas están sin Cristo comienzan
a recorrer el camino de la locura».

Y una locura que nos lleva a la soberbia: «Una palabra cristiana sin Cristo te lleva a la vanidad, a la
seguridad de ti mismo, al orgullo, al poder por el poder. Y el Señor derriba a estas personas. Esta es
una constante en la historia de la Salvación. Lo dice Ana, la madre de Samuel; lo dice María en el
Magníficat: el Señor derriba la vanidad, el orgullo de esas personas que se creen que son rocas.
Estas personas que sólo van tras una palabra, sin Jesucristo: incluso una palabra cristiana, pero sin
Jesucristo, sin la relación con Jesucristo, sin el servicio a Jesucristo, sin el amor a Jesucristo. Esto es
lo que él nos dice hoy: que construyamos nuestra vida sobre esta roca, y la roca es Él».

«Nos hará bien hacer un examen de conciencia para comprender “cómo son nuestras palabras», si
son palabras «que creen ser poderosas», capaces «de darnos la salvación», o si «son palabras con
Jesucristo»

«Me refiero a las palabras cristianas, porque cuando no está Jesucristo, también esto nos divide
entre nosotros, crea la división en la Iglesia. Pedir al Señor la gracia de que nos ayude en esta
humildad, que debemos tener siempre, de decir palabras cristianas en Jesucristo, no sin Jesucristo.
Con esta humildad de ser discípulos salvados y de ir adelante no con palabras que, por creerse
poderosas, acaban en la locura de la vanidad, en la locura del orgullo. ¡Que el Señor nos de esta
gracia de la humildad de decir palabras con Jesucristo, fundadas en Jesucristo!».

S.S. Francisco

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