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Materia: Gnoseología
Cátedra: García (1er cuatrimestre 2016)
Teórico: N° 2
Tema: Aristóteles, De Anima, Libros II y III.
que dar distintas definiciones. Lo que está introduciendo con esto es el tema de que hay
formas de vida que pueden prescindir de otras y otras que no pueden prescindir de las
primeras. Es decir: hay algunas facultades que se dan junto con otras: no se da el
pensamiento si no hay sensación y nutrición, por ejemplo. Ahora, puede haber nutrición
y crecimiento sin pensamiento o sin sensación.
Entonces, los seres vivos tienen capacidades distintivas; algunas son básicas y
compartidas por todos y otras están sólo en algunos. Esto es lo que hace necesario
distinguir entre distintos tipos de almas o, como dice más frecuentemente: facultades del
alma. También dice “partes” (mére), pero de todas formas, si se habla de “partes del
alma” hay que hacer siempre la acotación de que son partes en un sentido distinto de
como Platón entiende que el alma tiene partes. Esto es algo que vimos la vez pasada.
La otra clase también dije que para ejemplificar o mostrar de manera más clara la
relación entre las “partes” del alma Aristóteles pone un ejemplo geométrico, el del
pentágono. También dije que esta relación entre las tres almas, en la cual una hace de
materia para la forma que agrega la otra, o una es en potencia lo que la otra es en acto,
tiene que ver con una concepción de Aristóteles de la naturaleza como escala de formas.
En esa escala de formas cada peldaño sirve de materia para la forma que agrega el
escalón superior y es en potencia lo que es el superior.
No voy a recordar toda la escala de la naturaleza, lo que sí quiero agregar es que
Aristóteles piensa la naturaleza íntegramente como en movimiento. Ese movimiento
está dado porque las cosas naturales son un compuesto de materia y de forma, es decir
que “tienen incorporado” el principio de movimiento que es su forma. En el caso de, por
ejemplo, los compuestos minerales su forma es la particular composición y proporción
de elementos; y ese es su principio de movimiento. El movimiento natural que tienen es
hacia abajo porque están compuestos de tierra o agua, o hacia arriba por tener más aire o
fuego en su composición y demás. En el caso de los seres vivos lo que pasa es que su
movimiento no puede ser explicado sólo por su composición elemental, sino que debe
ser explicado por otro principio, por otra forma, que es su alma.
Hay un pasaje de De Anima donde puede leerse esto. Allí Aristóteles discute con
Empédocles, quien decía que las plantas crecen hacia abajo en sus raíces porque ese era
el lugar natural al que se mueve la tierra de que están compuestas, y también se mueven
hacia arriba porque algunas partes contendrían fuego. Entonces, Aristóteles dice que no
es así, que no se mueven de esa manera por su composición elemental, sino que porque
son seres vivos tienen alma y el alma es su forma y el principio de su movimiento. Lo
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que quiere decir es que lo que explica su movimiento es la función, en este caso sería la
nutrición. Dice: “No interpreta acertadamente el arriba y el abajo, ya que no son lo
mismo ni para cada uno de los seres ni para el universo como conjunto; antes al
contrario lo que es la cabeza para los animales eso son las raíces para las plantas (...)”.
Está diciendo que, en realidad, en el caso de un ser vivo hay que entender las partes no
por su composición elemental sino por su función. Y eso es lo que da razón de su
movimiento. Y sigue diciendo: “(...) si es que hemos de considerar idénticos por sus
funciones a órganos que son diversos. (…) El alma es causa del movimiento y la
nutrición”. Luego veremos por qué la nutrición no puede explicarse solamente a partir
de los términos materiales del proceso (el alimento y aquello que es nutrido), sino que
es necesario contar con un tercer factor (anímico) para dar cuenta del proceso.
artificial para pensar el órgano natural. Aristóteles dice, en un pasaje que ya citamos,
que en el caso de los órganos naturales (no los instrumentos o los artefactos) la forma
inviste totalmente la materia; no hay nada de materia que no esté en función de. Y esa
sería una diferencia con el artefacto. Pero, tanto para el instrumento artificial como para
el órgano natural utiliza la misma palabra: órganon.
En estos capítulos que estamos viendo, y me parece que es importante insistir en
esto, el alma es una unidad operacional o funcional de un cuerpo determinado; materia y
forma son correlativos porque alma es un conjunto de funciones de un determinado
cuerpo, con una determinada estructura material, en donde esa estructura es como es en
vistas del tipo de actividad que cumple. O sea que serían absolutamente indisociables.
(Esta idea del alma como inherente al cuerpo entraría en contradicción con la idea
expuesta en otros textos de que hay una parte eterna del alma que viene “desde fuera”
en cierto momento [De generatione animalium 736 b 28])
Entonces, el cuerpo es la materia del ser viviente y el alma la forma del ser
viviente, lo que le da vida, una unidad de operaciones, un conjunto de operaciones o
funciones. Aristóteles dice: “si el ojo fuera un animal, su alma sería la vista”. Según esta
definición, así como la vista es para el ojo, el alma es para el ser viviente, es decir, sería
una capacidad o función.
Una cosa que habría que tener en cuenta, cuando uno habla del alma como forma
y el cuerpo como materia del ser viviente es -como notan los traductores de Aristóteles-
que la palabra para “forma” que usa Aristóteles en este caso para el alma no es morphé
sino eidos. Las dos palabras griegas se pueden traducir por forma, pero el eîdos aludiría
en este caso a esta funcionalidad o estas capacidades, que dan razón de la materia, en
lugar de ser morphé que sería la forma en sentido más bien de la estructura, la
configuración de la materia. Entonces, el alma sería la forma correspondiente a la
materia cuerpo en un ser viviente, que alude (la forma) a una unidad de operaciones o
funciones, de capacidades o posibilidades de acción.
Al empezar el Tratado (De Anima) Aristóteles se preguntaba qué categoría le
corresponde al alma. Lo que hay que ver ahora es, entonces, de qué manera estas
definiciones dadas por él responderían a la pregunta por la categoría que le corresponde
al alma, y en particular, si es ousía. A veces, el término ousía es traducido como
sustancia, otras como entidad, otras veces dadas las dificultades de estas traducciones se
opta por no traducirla (tal es el caso de la traducción de Metafísica de H. Zucchi).
Aristóteles dice en De Anima que ousía se dice de tres maneras: como materia, como
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parece identificarse en algunos pasajes con la vida. Un ejemplo de esto es cuando dice,
como vimos, que el alma es la entelequia primera de un cuerpo que en potencia tiene
vida; el cuerpo orgánico tiene vida en potencia. Entonces, la actualización de un cuerpo
sería la vida, pero Aristóteles dice que es el alma. Por lo cual, parecerían ser tomados
como sinónimos.
Ahora, en un segundo sentido 2) hay que tomar en cuenta que el alma es
entelequia “primera” de un cuerpo. El término “primera” aquí quiere decir que habría
que ver el alma no sólo como acto de un cuerpo sino como potencia de la vida, que sería
una segunda actualización del cuerpo. En este segundo sentido, el alma sería facultad o
potencia y la vida sería actualización de esa potencia. Por eso “entelequia primera”. La
vida sería entelequia segunda, con mayor actualidad que el alma. Como entelequia
primera del cuerpo, el alma sería acto respecto del cuerpo pero potencia respecto de la
vida.
(potencia acto)
(potencia acto )
El alma es acto en relación con el cuerpo, pero en relación con la vida es potencia.
Y esta definición del alma como capacidad del organismo para vivir y la vida como
ejercicio de esta facultad vital, que sería el alma, se vería en el párrafo de Aristóteles
que ya citamos, pero que ahora completamos un poco más: “Si el ojo fuera un animal,
su alma sería la vista (…). Ahora bien, el que está en potencia de vivir no es el cuerpo
que ha echado fuera el alma sino aquel que la posee”.
Aquí afirma que un cuerpo que tiene alma tiene “la potencia de vivir”.
“La vigilia es entelequia a la manera en que lo son la visión y el acto de cortar, el
alma, por el contrario, es entelequia a la manera de la vista y de la potencia del
instrumento [para cortar]”.
Aquí afirma que el alma no es el ejercicio de ciertas capacidades, sino una
potencia o posibilidad de ejercerlas, es el conjunto de estas capacidades mismas.
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alma quienes pensaban que podría ir de un cuerpo a otro. Para cerrar este tema podemos
decir que la innovación aristotélica consiste en afirmar que las operaciones del alma no
son independientes del cuerpo, al punto de que necesitan de determinados tipos de
cuerpo para realizarse. Hasta ese punto son correlativos materia y forma, alma y cuerpo.
En el capítulo 3 del Libro II Aristóteles hace algunas aclaraciones acerca de la
cuestión del deseo. Ese es un tema que aparece en ese capítulo y se retoma después en el
Libro III, capítulos 9 a 12. No nos vamos a detener en esto, pero lo que sí voy a decir es
que el deseo aparece muchas veces mencionado (junto con el movimiento) al enumerar
facultades del alma, de modo que podríamos preguntarnos si es una facultad principal
del alma (como la nutrición, sensación o intelección), una de aquellas que la definen.
Sin embargo no es así, ya que en este capítulo aparece claramente definido como un
efecto de la sensación. Y del deseo, a su vez, se deriva el movimiento. Los animales, por
poseer sensación, desean, y al desear, se mueven. Dice:
“Todos los animales poseen una al menos de las sensaciones, el tacto, y en el
sujeto en que se da la sensación se dan también el placer y el dolor (…). luego si se dan
estos procesos se da también el apetito, que es el deseo de lo placentero.( …) El hambre
y la sed son apetitos”.
Y el apetito (epithymía) es una forma de deseo (órexis). Como otras formas de
deseo Aristóteles menciona también los impulsos (thýmos, lo pulsional), y la voluntad
(bóulesis, volición). Hay distintos tipos de deseo. Algunos de ellos son apetito y pulsión,
que serían irracionales, y la volición sería un tipo racional de deseo. En los capítulos
últimos del Tratado, en el Libro 3, Aristóteles discute distintas posibilidades para
explicar la acción a partir de cómo se combinan estos distintos tipos de deseo
(racionales e irracionales). No nos detendremos en estos análisis, sino que lo
importante, en este caso, es tener en cuenta que aunque el deseo aparece como
candidato para ser una facultad principal del alma en algunas enumeraciones del texto,
queda claro que las tres facultades principales del alma son nutrición, sensación y
pensamiento. Deseo y movimiento (local) son definidas como secundarias o
dependientes de la sensación, como productos suyos.
Entonces, después de haber dado esta definición general del alma como entelequia
primera de un cuerpo que en potencia tiene vida, Aristóteles dice:
“Resulta ridículo buscar una definición común, que no será definición de ninguno
de los existentes, en vez de atenerse a la especie propia e indivisible”.
Lo que dice Aristóteles, luego de dar aquella definición común, es que no hay que
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quedarse con esta generalidad sino que es necesario definir más concretamente qué es el
alma. Y para hablar del alma más concretamente hay que hablar de las facultades del
alma, que como dijimos antes son distintas según los seres vivos. Hay que hablar del
alma, entonces, a partir de las facultades. Y hay que hablar de las facultades a partir de
los actos y de los actos a partir de los objetos. Ese va a ser, a grandes rasgos, el método
(de “división”, como dijimos antes) que él adopta en todas las explicaciones que siguen
en este capítulo.
La nutrición
Entonces, para hablar del alma de las plantas hay que hablar de la nutrición, por
ejemplo, y para hablar de ésta tenemos que hablar del alimento. Porque el alimento es el
objeto de la nutrición. Esto está en el capítulo 4, Libro II. La primera pregunta sería,
¿por qué la nutrición es un proceso anímico, por qué no sería un proceso puramente
material, o en otras palabras, por qué hay que pensar que los vegetales tienen alma, por
qué hay alma vegetativa? La respuesta de Aristóteles es: porque la nutrición no se
explica solamente a partir del alimento y el cuerpo de la planta, elementos materiales (lo
nutritivo y lo nutrido), sino que para dar cuenta de ella hay que admitir un tercer
término (lo nutriente, el alma): mientras que, por ejemplo, si uno “alimenta” el fuego
con algo combustible, el fuego crece sin límite, en la nutrición el alimento hace crecer el
cuerpo hasta cierto tamaño y con cierta forma, de modo que lo que rige este cambio no
son los factores materiales, sino un factor extra, el alma.
Y ahora, comenzando a anticipar la relación de este principio nutritivo con el
principio sensitivo, Aristóteles afirma que hay dos teorías acerca de la nutrición: una es
que lo semejante se alimenta de lo semejante, ya que no cualquier cosa sirve de
alimento para determinado cuerpo. Y otra es que lo desemejante se alimenta de lo
desemejante, o lo contrario se alimenta de lo contrario, ya que es claro que el alimento
no es semejante a los cuerpos que alimenta (el agua a la planta, por ejemplo). Y
Aristóteles dice:
“En la medida en que el alimento está aún sin digerir, lo contrario se alimenta de
lo contrario, mientras que en cuanto está digerido, lo semejante de lo semejante”.
Lo que está diciendo, en suma, es que en la nutrición se da un pasaje de lo
desemejante a lo semejante; o sea que hay un proceso de “asimilación”, y lo que asimila
el ser vivo al nutrirse es la materia de la cosa y no su forma. Esto marca un contraste
con lo que sigue inmediatamente después en su análisis, que es la cuestión del alma
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Entonces, Aristóteles dice que en la aísthesis hay una pasividad pero agrega que a
diferencia del ejemplo que usó del fuego y el combustible, “La alteración sufrida, sin
embargo, no es hacia una privación sino hacia una perfección”; “hacia un estado activo,
hacia su actividad natural”. Es decir que la afección que produce la cosa en la facultad
sensible es una activación particular. Aristóteles aclara aquí que al hablar de potencia y
acto es posible pensarlo en dos sentidos: se puede pensar que un niño es un constructor
en potencia. En ese sentido el niño tendría que aprender a ser constructor y después
ejercer su actividad de construir y ahí sería un constructor en acto. Y otra forma de
hablar de acto y potencia es cuando decimos que el constructor, mientras no construye,
es un constructor en potencia. Ese constructor, cuando construya, será un constructor en
acto. ¿De cuál de estas dos maneras se pone en acto la facultad sensitiva? Aristóteles
dice que cuando la actualiza el objeto, se pone en actividad de la segunda manera, es
decir, como el constructor que ya sabe construir y se pone en actividad, no como el niño
que tiene que aprender a construir y después hacerlo.
¿Qué quiere decir esto? Textualmente Aristóteles, sirviéndose de esta imagen, dice
que no puede decirse que el objeto le “enseñe” todo a la facultad sensitiva. Esto quiere
decir que la facultad sensitiva tiene algún tipo de “saber” o más bien de “habilidad”, que
se pone en ejercicio por acción de la cosa que está en acto. Pero la cosa “no le enseña
todo”. La facultad ya tiene una especie de “habilidad” -como en la analogía, el
constructor- que se pone en funcionamiento al ser afectada por el objeto en acto, lo
sensible le hace ejercer una capacidad de discernir que la sensibilidad ya tiene de
antemano. Dirá entonces Aristóteles en II.5, haciendo una analogía entre el sentir y la
actividad propia de la ciencia: “El ser dotado de sensibilidad … una vez engendrado
posee ya el sentir como el que posee una ciencia. Consiguientemente, la sensación en
acto ha de considerarse análoga al acto de ejercitar la ciencia (episteme)”
Respecto de Demócrito y Empédocles, Aristóteles dice: “Algunos sostienen que lo
semejante padece de parte de lo semejante”. A diferencia de ellos, dice que para que
haya acción y pasión los términos tienen que ser parcialmente idénticos y parcialmente
contrarios. Dice algo similar a lo que decía respecto de la nutrición: “(...) padece [la
facultad] mientras no es semejante pero una vez afectada se asimila al objeto, es tal cual
él”. Pero en la aísthesis, al contrario de la nutrición, se da una asimilación de la forma y
no de la materia: “La sensación recibe la forma sensible [las cualidades, como el color,
el sabor, la figura, etc.] de las cosas sin la materia del mismo modo que la cera recibe la
impronta del anillo [o del sello] sin el hierro o el oro”. Es decir, recibe la marca de la
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forma sin recibir el hierro o el oro. El órgano sensorio (aisthetérion) es el sitio de esta
capacidad. Por esta capacidad del alma de recibir todas las formas, Aristóteles compara
(en el libro III) al alma con la mano: la mano es instrumento de instrumentos, el alma es
forma de formas, apta para amoldarse o asimilarse a todas las formas.
En esta asimilación de la forma sin la materia se muestra en qué sentido la facultad
sensitiva no es sólo pasiva sino que recibe “solamente algo” de la cosa; es como si, de
alguna manera, “discriminara” o discerniera. Lo cual nos llevaría a pensar que la
facultad sensitiva no puede ser definida, en Aristóteles, simplemente de manera pasiva.
Se podría pensar una cierta “actividad” del alma en la sensación, en la manera en que
asimila la forma sin la materia; haciendo pasar las cualidades de la cosa, en tanto
cualidades, de la potencia al acto. Aristóteles, después, va a comparar en este sentido a
la percepción sensible con la intelección. Dice en el capítulo 3 del Libro III: “El inteligir
(noeîn) y el pensar, por su parte, presentan una gran afinidad con la percepción sensible;
en uno y otro caso, en efecto, el alma discierne y reconoce alguna realidad”. (El verbo
que usa para discernir, distinguir, discriminar es krínein tanto para la sensación como
para la intelección.) El intelecto, luego, va a extraer las esencias universales a partir de
los fantasmas o imágenes particulares. Y eso también va a ser una asimilación de la
forma sin la materia. Esa asimilación está, de alguna manera, anticipada ya en la
sensación. Y en ese sentido Aristóteles compara el operar de la percepción sensible con
el de la intelección.
Es importante que el movimiento o cambio que se da en la sensación es
esencialmente cualitativo, una alteración (alloiósis), por más que haya algún
movimiento locativo. En esto la teoría de la percepción sensible aristotélica se distancia
de teorías populares anteriores (que pervivirán mucho después también) que explicaban
la percepción sensible de un modo puramente material, aludiendo a movimientos
locales.4 El alma asimila la forma sin la materia, y ejerce así una capacidad
discriminativa que le es inherente.
Este verbo “discernir” (krínein) lo usa muchas veces en relación con la
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Por ejemplo, para Demócrito, el atomista del s. V a.C., la sensación tiene lugar cuando las
imágenes materiales (éidola en griego, luego simulacra en latín) que proceden de los efluvios
(aporaiai) que desprenden las cosas penetran en el cuerpo a través de los poros (póroi) e
impresionan así a los órganos sensoriales. Algo similar sostiene Empédocles, y la idea general
pasa a Epicuro y luego a Lucrecio. Para Lucrecio los simulacra son como estatuas huecas
minúsculas de las cosas, y son comparadas por Lucrecio con las pieles que las serpientes dejan
al cambiar de piel, son realidades materiales emitidas por las cosas y recibidas pasivamente.
Incluso sueños y alucinaciones tienen este fundamento material: son éidola de cuerpos extintos,
deformadas por el tiempo y la intemperie, que en la calma de la noche se hacen perceptibles.
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sensibilidad. En esto Aristóteles se opone a Platón, que en Teeteto 186 b 9 dice que por
más que por el tacto podemos sentir lo duro y lo blando, por ejemplo, otra cosa
propiamente anímica en el sentido de intelectual es discernir (krínein) la diferencia,
comparar. Aristóteles dice, contrariamente (De Anima 426 b 8-11 que “cada sensación
krínei las diferencias de los sensibles correspondientes”. Para Aristóteles la sensación
discierne, diferencia o discrimina -de modo similar a la inteligencia pero en un plano
inferior- en varios sentidos, entre ellos:
a) como dijimos recién, cada sentido diferencia sus objetos propios. Un ejemplo
de eso es que la vista, por ejemplo, distingue el blanco del negro. También va a haber
una distinción o discriminación a nivel de la sensibilidad entre sensibles de distintos
sentidos: discriminamos lo blanco de lo dulce. Eso es algo que vamos a ver después.
b) En un sentido añadido, la sensibilidad, en la medida en que comporta placer o
dolor, discrimina o diferencia -casi diríamos “juzga”- las sensaciones como positivas o
negativas. Esto lo dice Aristóteles en Ética Nicomaquea 1179 b 20-21.
c) Por otro lado, se puede decir que la sensación discrimina en la medida en que
percibir significa “medir” la diferencia de aquello que es sentido en torno a un término
medio. Este es otro rasgo básico que define a la sensibilidad para Aristóteles. Y está en
relación con que el órgano del sentido está situado -está “templado”- como un término
medio respecto de dos extremos. Por dar un ejemplo, el tacto no es ni caliente ni frío en
acto, sino que es un término medio entre cualidades contrarias y va a percibir las
diferencias respecto de ese término medio y hasta cierto grado extremo en una de las
dos direcciones. Porque más allá de ese extremo no hay sensación y se destruye -o al
menos se daña- el órgano.
Entonces, es en ese sentido que la sensación -que, recordemos, es propia de todos
los animales- aparece como una capacidad que discierne, discrimina o mide diferencias
de grado entre cualidades contrarias, el órgano es sensible a un conjunto limitado de
cualidades ordenadas entre dos extremos. Después vemos cuáles son los extremos para
cada sentido.
El tacto, por ejemplo, se mueve entre varios pares de contrarios. El tacto no es en
acto caliente ni frío, sino en potencia. No siente lo que tiene el mismo grado de
temperatura que sí mismo, sólo la diferencia. Tampoco percibe lo que se separa
demasiado de ese término medio (méson-mesótes) o proporción (lógos), porque lo que
se separa demasiado daña el órgano. Y esto marcará una diferencia del alma sensitiva
respecto del alma intelectiva. El alma intelectiva cuando percibe lo más inteligible se
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hace más apta para percibir lo menos inteligible. Ahora, en la sensación sucede lo
contrario, y en esto se ve su dependencia más fuerte respecto de la materia, respecto del
órgano en que se instancia esa función, en la medida en que si percibe algo demasiado
intenso se daña la facultad y percibe menos o deja de percibir, y esto lo distingue del
intelecto. Luego retomaremos esto al hablar de la intelección.
Para seguir considerando distintas maneras en que se puede pensar que la
sensibilidad tiene un rol discriminativo, les adelanto también que Aristóteles va a decir
que la facultad sensitiva:
d) es la que percibe el objeto como un todo; también es la que percibe una cosa
como otra cosa (una mancha como una persona, por ejemplo, o un ruido como un
vehículo). En términos contemporáneos diríamos que “interpreta” los sensibles propios
(como el color, sonido, etc.) como objetos. Y también, a nivel de la facultad sensitiva se
da una especie de autopercatación, el órgano “siente que siente”.
Estas tres últimas funciones que anticipé, la de percibir un objeto como un todo
(un entramado de distintas cualidades sensibles), la cuestión de percibir algo como algo
(una mancha de color como un hombre), o el sentir que se siente, son todas actividades
que la modernidad va a relacionar con alguna función intelectual. Y me parece
interesante remarcar que eso está dado, en Aristóteles, a nivel de la aísthesis. Lo vamos
a ver más específicamente cuando veamos el análisis de los distintos sensibles.
Aquí terminamos con este esbozo preliminar de la cuestión de la sensibilidad, la
caracterización general de la aísthesis, para ir cada vez más hacia lo concreto (los
sentidos particulares y sus objetos). Pero al decir esto que hemos dicho acerca de la
facultad sensible en su aspecto de pasividad y también de asimilación de la forma sin la
materia, podría surgir una pregunta: ¿qué indica todo esto respecto de la cuestión de si
percibimos las cosas tal como son, en la medida en que hay una pasividad pero también
una discriminación en la percepción? Al responder a esta pregunta tenemos que hacer
sentido de todos estos aspectos que Aristóteles reconoce en la aísthesis. La cosa está
primero en acto con todas sus cualidades sensibles en potencia. La cosa está en acto
porque es necesario algo que esté en acto, para poner en acto algo que está en potencia,
la facultad sensible. Pero, al ponerse en acto la facultad sensitiva (al percibir) se
actualizan, simultáneamente, las potencias sensibles de la cosa. Así es como lo plantea
Aristóteles, y puede resultar difícil compatibilizar los dos movimientos. Creo que esto
podría entenderse del siguiente modo: todo aquello que se percibe en la cosa, está
realmente en la cosa (si bien en potencia). Eso es algo que está claro, Aristóteles es
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realista. Sin embargo, en la medida en que la facultad sensitiva tiene alguna función
discriminativa o de discernimiento, habría que pensar que todo lo que se percibe no es
todo lo que la cosa es. En favor de esta interpretación alego que Aristóteles va a decir
que hay animales que tienen más perfeccionadas ciertas capacidades sensitivas que los
seres humanos, como el olfato. Esto implicaría que, en ese caso, habría más en las cosas
que lo que un ser humano percibe. En otras cursadas alguien preguntó si esto no podría
verse como un antecedente kantiano, y la primera respuesta es que no, en el sentido de
que para Aristóteles se percibe la cosa misma, a diferencia de Kant. Recordemos: la
cosa está en acto y pone en acto la facultad sensitiva. La facultad sensitiva se activa y
así se ponen en acto simultáneamente las potencias sensibles del objeto. No hay sonido
en acto antes de que yo lo oiga. Hay sonido sólo en potencia. Cuando yo oigo el sonido
de la campana, se actualiza la sonoridad de la campana a la vez que se actualiza mi
facultad auditiva. Y, por otro lado, la facultad sensitiva discrimina. Y esa discriminación
tiene cierto rango determinado, como muestra la cuestión del término medio y los
extremos. Eso parece ser diferente según los animales. En ese sentido, posiblemente la
manera de hacer compatibles todas estas afirmaciones es pensar que las cosas existen
con todas las cualidades sensibles que yo percibo (y que se actualizan al ser percibidas)
y, también, algunas otras que mi facultad sensitiva no actualiza. Y sí pueden ser
actualizadas por el olfato del perro, por ejemplo, para tomar el ejemplo de Aristóteles –
ya que el olfato del perro es más sensible que el del ser humano-. No habría en las cosas
otras cualidades más que las que percibimos, pero habría grados que podríamos no
percibir.
Posiblemente no hemos podido evitar exportar anacrónicamente términos
modernos a este planteo, como los del sujeto y el objeto de la percepción, mientras que
Aristóteles habla de “lo sensible” (aistheton, aunque algunas traducciones dicen “objeto
sensible”) y de la aísthesis como facultad sensitiva. Pero de todos modos, al plantear
esta cuestión, no estamos formulando a Aristóteles anacrónicamente preguntas que
serían propias de la gnoseología moderna, sino que es el mismo Aristóteles el que se
plantea algo semejante, y vean cómo responde:
“Los primeros fisiólogos (…) consideraban que nada hay blanco y ni negro
independientemente de la vista y que tampoco hay sabor independientemente del gusto.
Acertaban en parte y en parte se equivocaban; y es que partiendo de que el sentido y el
sensible se entienden de dos maneras, en potencia y en acto, su aserto se cumple en
relación con éste [acto] pero no se cumple en relación con aquella [potencia]”.
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La vista
sea sentido -que es una instancia que está en todos los sentidos- es definido como lo
transparente o la diafanidad, que es una posibilidad de diversos cuerpos, tales como el
aire, el agua y otros. Lo transparente se actualiza como luz. O sea, la luz es la
actualización de lo transparente. Y la teoría de la visión aristotélica propone que el color
mueve la luz, que es lo transparente en acto, que actúa a su vez sobre el órgano de los
sentidos. Hay una serie de razonamientos que, para Aristóteles, justifican por qué tiene
que pensarse que la luz, como actualización de lo transparente, es movida por el color y,
de esa manera, recién el color puede ser sentido. Por ejemplo, dice:
“Si colocamos cualquier cosa coloreada directamente sobre el ojo no se ve. [Esto
mostraría que es necesario un medio.] El funcionamiento adecuado consiste en que el
color ponga en movimiento lo transparente -por ejemplo el aire- y el órgano sensorial
sea a su vez movido por este último con que está en contacto.”
La referencia al contacto aparece aquí anticipando que, para Aristóteles, todos los
sentidos, de alguna manera, son modos del tacto, sólo que el contacto es cada vez menos
inmediato, es más mediato, desde la vista hasta el tacto pasando por los otros sentidos.
En el caso de la vista, hay un medio que permite el contacto entre lo sensible y lo
sentiente, y hay un contacto más mediato que en el caso del tacto, en el cual también
hay un medio o un mediador, pero el contacto es más inmediato. Pero habla de contacto,
incluso, en el caso de la vista:
“La visión se produce cuando el órgano sensible padece una cierta afección; ahora
bien, es imposible que padezca influjo alguno bajo la acción del color percibido, luego
ha de ser bajo la acción de un agente intermedio. (…) Queda dicho por qué el color se
ve únicamente a la luz [que es la actualización de lo transparente, que es movido por el
color]. (…) Lo dicho vale también en relación con el sonido y el olor.”
Esto es, no es evidente cuál sería el medio en el caso del tacto, porque parece que
fuera inmediato. Él mismo dice varias veces que hay un contacto que parece inmediato
pero, finalmente, distingue que hay un medio, incluso en el caso del tacto y del gusto,
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El oído
En el caso del sonido, para Aristóteles se produce por un choque o golpe, “por
algo contra algo en algo”. Es decir, distingue tres factores: el medio y dos objetos que se
chocan. De los dos objetos que se chocan, dice que tienen que ser ciertos objetos
particulares. En esto se ve lo que decíamos hace un rato, que el objeto tiene en sí, o no,
la potencia sensible que tiene, o que no tiene. La sonoridad, por ejemplo, es propia del
objeto, de ciertos objetos. Por ejemplo, la esponja o la lana no suenan. En cambio, el
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Cuando digo “en extensión y no en comprensión” quiero decir que tanto Aristóteles como
algunos filósofos modernos agrupan un conjunto de cualidades semejante en la enumeración de
sus miembros -figura, tamaño, movimiento- pero distinto en su definición: para Aristóteles estas
cualidades son “sensibles comunes”, percibidas por varios sentidos, mientras que para los
modernos -particularmente aquí pienso en Descartes- estas mismas cualidades son percibidas
por la intermediación de un juicio tácito del entendimiento semejante a un razonamiento
geométrico. Para ambos estas cualidades son propias de las cosas en sí mismas, pero en este
sentido para Aristóteles no son diferentes de otras cualidades (sensibles propios) tales como el
color o el sonido, que también son propias de las cosas, mientras que para Descartes las
cualidades “matematizables” (“primarias”) son las únicas propias de las cosas mismas mientras
que el color, el sonido, etc. son sólo propias de nuestra percepción de las cosas.
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bronce sí suena, los objetos duros y lisos sí suenan. Para que haya sonido tiene que
haber un objeto que tenga esta potencia sonora, que pueda sonar.
“Es sonoro todo objeto capaz de poner en movimiento un conjunto de aire que se
extienda con continuidad hasta el oído.” Es necesario “que vibre el aire en bloque”. En
este caso, el tercer elemento (aparte de los dos que chocan) es el mediador (el metaxú),
que es el aire y que tiene que vibrar en bloque. Dice: “El oído, por su parte, está
naturalmente adaptado al aire y precisamente porque está inmerso en el aire, al moverse
el [aire] de afuera se mueve el [aire] de adentro”. Aristóteles dice que siempre el
mediador entre el objeto sonoro y el oído es el aire, porque incluso al oír dentro del
agua, se mueve el aire interior del oído.
Otra cosa llamativa para nosotros es que, en este capítulo sobre el sonido,
Aristóteles también habla de la voz como un tipo peculiar de sonido. Es como si dijera:
bueno, hay cosas que suenan y cosas que no. La lana no suena; el bronce suena; y
también hay seres vivos que suenan, que tienen voz. Y la voz es definida como un
sonido que está unido a un significado. Digo esto porque para nosotros esta inclusión de
la voz en el capítulo sobre el sonido puede parecer rara, pero muestra muy patentemente
la visión naturalista que tiene Aristóteles. Es decir, él ve el lenguaje muy ligado a las
funciones superiores, a la inteligencia, y sin embargo, aquí lo aborda en un marco
naturalista. Para él, la voz y el oído están muy relacionados con la inteligencia. Dice, en
un momento del texto, que el oído es un sentido muy importante porque por el oído se
aprende. Y, en ese sentido, dice algo no muy feliz, pero que es indicativo de en qué
24
medida ligaba el lenguaje a la inteligencia; dice que por esta relación tan estrecha las
personas sordas y mudas de nacimiento son menos inteligentes que las personas ciegas
de nacimiento. Esto es obviamente falso, pero lo menciono para hacer ver su enfoque
fuertemente naturalista, ya que incluso la voz (entendida como lenguaje, él dice “sonido
con significado”), que él considera directamente ligada al inteligir, es abordada desde
este contexto naturalista: hay cosas que suenan, cosas que no suenan. Y entre las cosas
que suenan, hay ciertos animales que tienen voz, que hablan.6
El olfato y el gusto
En el cap. 9 habla del olfato y dice: “en qué consiste el olor, no está tan claro”
(como sí en cambio provee una teoría del color o del sonido). Y dice que la causa de
ello es “que tal sentido carece en nosotros de precisión, es inferior en agudeza al de
muchos animales … no percibe olor alguno sin dolor o placer, prueba de que el órgano
sensorio carece de agudeza” (a diferencia de la vista).7 Y también por esa misma falta de
agudeza, quizás, dice Aristóteles que el medio del olfato carece de nombre. Es una
cualidad del aire y el agua, ya que los peces también huelen, pero no tenemos nombre
para el medio del olfato. Y dice también por la misma razón que “porque los olores no
se captan con tanta nitidez como los sabores, los olores han recibido su nombre de
estos”. Dice también: “Parece haber cierta analogía entre el olfato y el gusto, si bien el
gusto posee en nosotros mayor agudeza por tratarse de un tipo de tacto, y ser el tacto el
sentido más agudo que posee el hombre [en relación a los demás animales].”
6
Un filósofo contemporáneo (Merleau-Ponty), que igualmente intentará comprender el lenguaje
“desde abajo” como “algo del cuerpo”, y no “desde arriba”, como mera expresión de un
significado que existiría primero de modo puramente intelectual, escribirá, casi citando este
capítulo: “Como el cristal, el metal, y muchas otras sustancias, soy un ser que suena”.
7
Daniel Dennett escribe, aludiendo a esta misma falta de agudeza del olfato humano, que “si
nuestra vista tuviera el grado de resolución de nuestro olfato, cuando vemos aparecer un pájaro
en el cielo todo el cielo se volvería pajaril” [the whole sky would turn birdish] (Consciousness
Explained).
25
género humano mismo, en el sentido de que las personas que tienen la carne más blanda
son más inteligentes que las personas que tienen la carne más dura. O sea, la mayor
capacidad táctil es directamente proporcional a la inteligencia. Esto evidencia muy
patentemente, una vez más, el enfoque empirista y naturalista que propone este Tratado
para abordar las funciones intelectuales.
Respecto del gusto, dice que “Lo gustable es una cierta clase de tangible. He aquí
la razón por la cual no es posible percibirlo a través de un cuerpo extraño interpuesto:
tampoco es esto posible en el caso del tacto. (…) Para el sabor, por tanto, no hay medio
alguno”. O sea que no habría mediador porque es un contacto directo entre lo sensible y
lo sentido. Pero esto es así sólo aparentemente, porque al examinar más detalladamente
el tema del tacto dirá que la carne es el mediador del tacto como así también del gusto
como un tipo de tacto. Pero, en este caso, esto que dice solamente es para resaltar la
mayor inmediatez del contacto con el sensible que hay en el gusto, respecto de otros
sentidos, para de este modo asimilarlo al tacto. (Veremos enseguida que el medio en
estos casos se hace más difícil de identificar porque está incorporado a nuestro cuerpo,
de modo que percibimos con él y no por medio suyo).
El tacto
Y entonces, en el cap. 11 llegamos al tacto, que es el sentido -como les dije antes-
fundamental o básico, el más común o más extendido. Respecto del tacto, Aristóteles se
formula dos cuestiones:
1) si es un sentido o varios;
2) cuál es el órgano del tacto, y si es, como tenderíamos a pensar, la carne (sarx).
sentidos y como advierten los comentadores, en esto Aristóteles anticipa los resultados
de la psicología y fisiología contemporáneas, que distinguen en el tacto distintos
sentidos con estructuras nerviosas específicamente adaptadas a la sensación de calor,
presión o dolor, por ejemplo. Al hacer una descripción de la experiencia, diríamos que
sólo fenomenológicamente, Aristóteles adelanta esta idea que es de modo general
confirmada por la neurofisiología contemporánea.
El análisis del tacto que hace Aristóteles es, como ven, bastante problemático o
aporético, deja abiertas las cuestiones y los problemas, y dio mucho que hablar a los
intérpretes también. Por eso es un poco injusto cuando nuestros contemporáneos le
imputan a veces a Aristóteles el haber plasmado una teoría dogmática acerca de los
sentidos, como cuando A. Le Breton dice en Antropología de los sentidos: “Si nos
remitimos a la sola existencia de los cinco sentidos, ciertas sociedades humanas
distinguen menos o más. ‘No existen más sentidos que los cinco estudiados’, dice
Aristóteles de una vez para siempre en la tradición occidental. Sin duda que también se
pueden identificar otros sentidos, a menudo vinculados con el tacto: la presión, la
temperatura (lo caliente, lo frío), el dolor, la kinestesia, la propiocepción que nos
informa acerca de la posición y los movimientos del cuerpo en el espacio y procura una
sensación de sí mismo que favorece el equilibrio … etc”. (p. 14). Sin embargo,
27
Y esto es lo que él va a decir: la carne (sarx) es como una membrana exterior, sólo
que es congénita, la tenemos como adherida a nosotros. En ese sentido, la carne es el
medio del sentido del tacto, y no el órgano del tacto.
“De donde resulta que esta parte del cuerpo (la carne) parece actuar respecto del
tacto como actuaría respecto de los demás sentidos una capa de aire en que
estuviéramos congénitamente envueltos.”
O sea, estamos envueltos en carne, que es el medio de lo táctil, tal como el oído
tiene a su alrededor aire, que le transmite lo sonoro. Solo que, en el caso del tacto, el
medio está incorporado al cuerpo desde el nacimiento. Es una teoría bastante peculiar.
“¿(…) El gusto y el tacto actúan por contacto y los demás a distancia? No. (…)
Incluso lo duro y lo blando lo percibimos a través de otros cuerpos [en este caso, a
través de la carne] al igual que lo sonoro, lo visible y lo oloroso, si bien estos últimos
los percibimos a distancia y aquellos de cerca; de ahí que el medio nos pase inadvertido.
(…) Todo lo percibimos a través de un medio que sin embargo nos pasa inadvertido en
el caso de aquellos objetos (…). No obstante, lo tangible difiere de los objetos visibles y
audibles en cuanto que éstos son percibidos al ejercer el medio cierto influjo sobre
nosotros, mientras que los objetos tangibles los percibimos influidos no por el medio,
sino a la vez que el medio; algo así como el que es golpeado a través de un escudo [en
este caso, la carne, el medio del tacto, sería lo comparado con el escudo]; no es que el
28
escudo lo golpee tras ser él golpeado; antes bien (…) ambos resultan golpeados
conjuntamente. En suma, lo que el aire y el agua son respecto de la vista, el oído y el
olfato, eso mismo parece ser la carne y la lengua respecto del tacto y del gusto”
Esto deja abierta la siguiente cuestión: si la carne no es el órgano del tacto, sino el
medio del tacto, ¿cuál es el órgano del tacto? La única respuesta que encontramos aquí
es: “el órgano del tacto es interno”. Entonces, en este tratado lo deja abierto. Ahora, en
el tratado Del sentido y lo sensible (De sensu et sensibilibus), dice que es el corazón.
Bueno, les quería mencionar por último que el análisis del tacto está en el cap. 11,
pero, en el Libro III, cap. 13, o sea, en el último capítulo del Tratado, hace algunos
agregados acerca del tacto que es útil anticipar ahora. Dice: “de no haber tacto no es
posible que haya ningún otro sentido”. Se refiere al carácter básico o fundamental del
tacto. Ahora, ¿por qué el tacto sería, por así decir, el denominador común mínimo de la
sensibilidad? Por las siguientes razones:
1) En primer lugar, “Los otros órganos sensoriales [que no son tacto] perciben
también por contacto [como el tacto], pero es a través de algo distinto de ellos mismos;
solamente el tacto parece percibir por sí.” Si bien ya mostró que siempre hay una
mediación, pero el caso del tacto es menos mediato. Todos los otros sentidos serían
como variaciones más mediatas de este contacto que se evidencia en el tacto. Entonces,
el tacto muestra el contacto más inmediato, en la medida en que el medio del tacto es
inmanente al cuerpo.
2) En segundo lugar, dice que “Sólo en el caso de estar privados de este sentido
perecen ineludiblemente los animales. Esto es evidente ya que ni es posible poseer tal
sentido sin ser animal, ni para ser animal es necesario poseer ningún otro además de él”
Dijimos que el cap. 11 es sobre el tacto y el cap. 12, que es el último del Libro II,
dice otras generalidades acerca del sentir. Entonces, ahora, vamos a empezar a ver el
Libro III, donde continúa el análisis de la sensibilidad, pero ya no en sentido específico,
sino de lo que se puede llamar la sensación común o sentido común (koiné aísthesis).
Cuando, en adelante, me refiera al “sentido común”, se debe entender que en Aristóteles
esto no refiere a un sentido particular, como lo son la vista y el tacto, sino que “sensus
communis”, como dice Ross, es un título que está “resumiendo un conjunto de doctrina
aristotélica que alude a la naturaleza común a los cinco sentidos”. O sea, después de
analizar cada sentido particularmente, Aristóteles dice que la sensibilidad o la facultad
sensible deber ser entendida como una facultad única: a pesar de que exteriormente y a
nivel de los órganos esté diferenciada, sin embargo, debe ser considerada como una
función unitaria que a la vez está diferenciada en sentidos particulares.
Ahora, ¿por qué es necesario pensar que es una única función repartida en cinco
sentidos? En De Anima da algunos argumentos para esto, pero es útil recordar en primer
lugar un argumento adicional bastante elocuente del Tratado del sueño, donde dice que
1) el hecho de que cuando dormimos se apagan, por así decir, o dejan de operar
los cinco sentidos juntos, muestra que la sensibilidad es una facultad única. O sea que es
una, aunque diferenciada. De alguna manera, está aludiendo a que los sentidos no son
independientes, sino que funcionan integradamente, y, en ese sentido, son
especificaciones de una facultad que, en su núcleo, es una. La facultad sensible es una,
la sensibilidad misma es una, que se reparte en cinco funciones más específicas; pero
los sentidos no son independientes unos de otros, no funcionan independientemente. Y,
en el Tratado del sueño, esto lo muestra el hecho de que, al dormir, al quedarnos
dormidos, se apagan o dejan de funcionar los cinco sentidos simultáneamente.
Ahora bien, en De Anima, ofrece otros argumentos para pensar por qué es
necesario sostener que la sensibilidad es una función única, a pesar de que
aparentemente o exteriormente esté diferenciada en cinco funciones distintas.
figura, yo la puedo percibir con la vista o con el tacto. Ahora, tanto con la vista como
con el tacto la percibo directamente (recuerden que eran “sensibles por sí”, como los
propios). Con la vista, no percibo la figura por accidente, como cuando percibo, por
ejemplo, lo rugoso del libro con la vista. Ahí percibo por accidente lo rugoso, porque lo
que yo percibo con la vista es el color; mientras que percibo lo rugoso, que es una
cualidad táctil, por accidente (un sensible por intermediación de otro sensible). Ahora
bien, a la figura del libro, yo la percibo directamente con la vista y la percibo
directamente con el tacto.
Repito, dice Aristóteles: “si hubiera un órgano especial para percibir los sensibles
comunes, los percibiríamos sólo por accidente con cada sentido.” Pero, no: los
percibimos directamente y con cada sentido. Conclusión: el hecho de que hay un objeto
común (u objetos comunes) a todos los sentidos muestra que los sentidos, de alguna
manera, participan de o son modos de una facultad sensible única.
Siguiendo con las razones para pensar que hay una unidad suyacente a los
sentidos particulares (tesis que se resume como la del “sentido común”), hay un párrafo
donde Aristóteles dice:
“Los sentidos particulares perciben por accidente las cualidades sensibles propias
de los demás, pero no en tanto que son sentidos particulares, sino en tanto que
constituyen uno solo siempre que se produce una sensación conjunta sobre un mismo
objeto, por ejemplo, que la bilis es amarga y amarilla. A ningún sentido particular
corresponde, por tanto, decir que ambas cualidades constituyen un objeto único: de ahí
la posibilidad de equivocarse al pensar, por ejemplo, que algo es bilis porque es
8
Aquí nos atenemos a lo expresado en De anima. En otros tratados, sin embargo, Aristóteles define al
corazón como “el órgano sensorio común y único” [a lo órganos sensorios propios] (hén ti koinón estin
aisthetérion) (De iuvent. 467b19-29; 469a5-10).
32
amarillo.”
3) Una es que un sentido percibe por accidente las cualidades sensibles de otro
sentido. Es decir, yo puedo percibir por la vista que el libro es liso y que no es rugoso,
una cualidad táctil.
4) Otra es que tengo una sensación conjunta de un mismo objeto; por ejemplo,
que la bilis es amarga y amarilla. O sea que, al percibir un objeto, no percibo primero el
color, después que es liso, después cómo suena o no suena, etc., sino que lo percibo
como esa conjugación, integración o entrelazamiento de cualidades sensibles
simultáneamente en un todo.
solamente toco el objeto sino que, por decir así, me toco tocando, o me siento tocar.
Dice Aristóteles:
O sea, no solamente vemos y oímos algo, sino que, al hacerlo, a la vez percibimos
que vemos y oímos.
“Dado que percibimos que vemos y oímos, el acto de ver habrá de percibirse
forzosamente con la vista o con algún otro sentido. (…) si fuera otro el sentido
encargado de captar la vista o bien habrá una serie infinita o bien habrá en último
término algún sentido que se capte a sí mismo.”
O sea, para explicar que siento que veo, podría postular otro sentido que sienta la
visión, y así al infinito, o tengo que postular finalmente un órgano que se siente a sí
mismo. Y dice por eso Aristóteles:
O sea, es el ojo el que siente que ve; es el órgano interno del tacto el que siente
que toca. Y puesto que esto sucede con todos los sentidos, y no hay un sentido añadido
para esta percatación del sentir, entonces la realiza cada sentido en la medida en que
participa de esta facultad sensitiva común.
para pensar que los sentidos no funcionan separadamente, sino que funcionan
integradamente como especificaciones de una facultad de sentir única.
“Es pues necesario que sea una facultad única la que enuncie que son diferentes,
ya que diferentes son lo dulce y lo blanco. … Está claro por tanto que no es posible
discernir cualidades separadas por medio de sentidos separados. Del argumento
siguiente se desprende además que tampoco es posible hacerlo en momentos
separados.”
¿Por qué? Porque para distinguir o para discernir lo blanco de lo dulce, tengo que
tener presentes sensiblemente, a la vez, lo blanco y lo dulce. Para lo cual hay que pensar
que los sentidos funcionan integradamente o son diferenciaciones de una función
sensitiva única. Este es el argumento de Aristóteles. Dice:
“La facultad que discierne las cualidades sensibles [de distintos sentidos], por su
parte, enuncia en este momento que son distintas en este momento.”
Es decir, tiene que tener presentes las dos cosas a la vez. Distingo en un momento
único que lo blanco es distinto de lo dulce. Para eso, es necesario postular un
funcionamiento integrado o una unicidad de la sensibilidad.
Dice:
“La facultad que discierne las cualidades sensibles, por su parte, enuncia en este
momento que son distintas en este momento. (…) Luego es indivisible y discierne en un
tiempo indivisible.”
Quizás Aristóteles, con la analogía del punto que es uno y múltiple en la medida
en que participa de varios segmentos, tenga en mente un esquema como el siguiente,
pero esto es una conjetura ya que el texto no es tan específico:
Un esquema así ilustraría que los cinco sentidos tienen funciones propias (puntos
de cada segmento), y tienen también ciertas funciones comunes, un cofuncionamiento
integrado (un punto común).
Más allá de esta analogía geométrica que no intenta convencer a nadie de la tesis,
sino que solamente intenta modelizarla, los argumentos que da para postular la unicidad
de la facultad sensible, o las situaciones que evoca para hacerla patente, sí merecen ser
considerados. Y esta cuestión de la unidad de los sentidos es hoy en día un tema vigente
de investigación, en la filosofía y en las ciencias. La idea de Aristóteles, que se puede
ver retomada en cierto sentido por algunos fenomenólogos contemporáneos, es que esta
comunicación o integración de los sentidos se hace también a nivel sensible y no es una
función intelectual. Se podría intentar explicar todo como una cuestión de asociación, de
recuerdo, de comparación intelectual, etc., pero Aristóteles dice en cambio que es la
misma sensibilidad la que distingue lo blanco de lo dulce o, por ejemplo, la que integra
las distintas cualidades sensibles de las distintas modalidades sensoriales en un todo que
es el objeto percibido, etc. Esto es propio de la aísthesis, no interviene una función
36
intelectual.
La imaginación (III, 3)
Después de estos dos primeros capítulos del Libro III, que se dedican a la
sensación o sentido común, Aristóteles se refiere a un subproducto de la sensación, que
se da solamente en algunos animales y que es la phantasía o imaginación. Dice
Aristóteles: “la phantasía es aquello en virtud de lo cual se produce una imagen
(phantasma) en nosotros”. Para Aristóteles, la memoria es una función de la
imaginación, y también lo son los sueños9. Aristóteles ve la imaginación como una
facultad intermedia entre la aísthesis y la nóesis, o sea, entre la sensación y el
pensamiento (si bien sigue siendo una facultad del alma sensitiva), que comparte
algunas características de ambos dominios, pero distinta de cada uno de ellos; o sea, no
resulta de la mezcla de sensación y pensamiento. Dice:
libres, sino que la tenemos que definir así, si es que la vimos intuitivamente de esa
manera, para estar en la verdad. Dice Aristóteles:
“al opinar o al juzgar, por fuerza, nos situamos en la verdad o en el error, mientras
que al imaginar no”
EPISTEME
(ciencia)
…………………………………………………………………
DOXA
Esto se puede ampliar con algo que dice Aristóteles en el Tratado de la memoria 449 b
31 ss:
“el alma no piensa jamás sin imágenes […] En el pensar resulta la misma afección
que en la diagramación de figuras [o sea, el pensar es como dibujar un esquema] pues
en este caso, aunque no hacemos uso del hecho de que la cantidad del triángulo es
determinada, no obstante, lo dibujamos como determinado según la cantidad. Y de la
misma manera ocurre con el pensamiento: aunque no piensa una cantidad, pone la
cantidad ante sus ojos, pero no la piensa en cuanto cantidad”
40
O sea que, de alguna manera, para pensar la esencia del triángulo y deducir sus
propiedades, pensamos una imagen de un triángulo de la misma manera que si
tuviéramos un esquema en el pizarrón. Y esa imagen del triángulo, tal como el esquema
dibujado, va a tener una cierta cantidad (cierto tamaño u otras características
particulares), solamente que la pensamos no de acuerdo a la cantidad, sino
esquemáticamente en cuanto figura. En ese sentido, hace un paralelo entre la
imaginación y la diagramación para mostrar que el alma no piensa jamás sin imágenes.
Entonces, la intelección se apoya en la sensación en la medida en que se funda en
imágenes, pero se separa de ella.
11
La “lógica”, palabra que no existe en Aristóteles como tal sino como “analítica”, no es para
Aristóteles una ciencia; por ello no está incluida en la clasificación de los tipos de episteme que
hicimos en la primera clase (ciencias teóricas, prácticas y productivas). La lógica es sólo un
instrumento (“organon”) para las ciencias.
43
de partida o fuente para el conocimiento científico (arché epistémes) en virtud del cual
conocemos [y no solamente damos por supuestos] los principios (hóroi)” (72 b 23-25).
Aristóteles se está refiriendo aquí, como venimos diciendo, al nous que capta
estos principios autoevidentes, como la fuente para el conocimiento científico. Pero,
dice Bolton, el nous aparece caracterizado como el conocimiento de los principios, no
como el poder de adquirirlo. El único poder o posibilidad de adquirir directamente un
conocimiento que no se base en un conocimiento previo mencionado por Aristóteles (II,
19) es la percepción. Al ejercicio del nous que aprehende los principios se llega, en
suma, por inducción a partir de lo provisto por la percepción, la cual es entonces la
fuente y el fundamento último de todo el conocimiento. En el capítulo final de los
Segundos Analíticos (II, 19) Aristóteles analiza cómo se adquiere el conocimiento de los
primeros principios que son el fundamento del conocimiento científico. Contra Platón,
dice, no son innatos ni nos son dados por la naturaleza, sino que es necesario
aprenderlos. Afirma entonces que antes de este conocimiento hay otra gnosis
(conocimiento) a partir de la cual se los aprende (99 b 28-30). No puede ser una gnosis
de algo más fundamental, porque no hay nada más fundamental. La naturaleza no nos
dotó del conocimiento de estos principios, afirma, pero sí de un poder o capacidad de
discriminar y juzgar (krísis) por el cual adquirimos este conocimiento previo del cual
deriva el conocimiento de los principios: esta capacidad es la percepción (99 b 34-35;
99 b 37-100 a 9; 100 b 3-5; también Etica Nicomaquea VI 3, 1139 b 25-33). Como
confirmación de esta idea general de Aristóteles puede citarse De Caelo III 7, donde se
afirma que el criterio último según el cual todos los principios de las ciencias naturales
deben ser juzgados por el científico es su conformidad “a la representación perceptiva
(phainómenon) que es siempre la autoridad” (306 a 17).
Por último, queda el difícil capítulo quinto del Libro III, que se refiere al intelecto
activo y al intelecto pasivo, noûs pathetikós y poietikós. La expresión noûs poietikós no
aparece en Aristóteles, pero sí aparece un noûs relacionado con el verbo poiein, como
un intelecto que fabrica o produce los inteligibles. Es un tema complicado en
Aristóteles. De hecho, en la traducción de Gredos, donde el traductor agrega títulos a los
capítulos, el capítulo quinto tiene por título “En que aparece la célebre y controvertida
44
Dice Aristóteles que hay “un intelecto que se convierte en todos los inteligibles”
(el intelecto pasivo) y otro que “hace o produce todos los inteligibles” (el intelecto
agente).
Este punto, sin embargo, tal como el anterior, debe ser matizado, porque lo que
Aristóteles dice es un poco más complicado: él sí afirma que el inteligir (noein) y el
ejercicio de la actividad intelectual (theorein) se extinguen o decaen “cuando algún otro
factor interno se corrompe, pero ello [inteligir y teorizar] es impasible” (DA 408b24-
25). Como comenta Boeri en la introducción a su traducción, este pasaje es difícil de
entender, porque por un lado, Aristóteles sostiene que no hay un órgano que sea propio
del intelecto (DA 413b24-27; 429a25-27), por eso es impasible; pero por otro lado, que
cuando algún factor interno al cuerpo se corrompe el pensar se extingue o decae. Es
difícil hacer sentido de las dos afirmaciones. Para intentarlo, puede entenderse que lo
que Aristóteles dice es que el pensar no tiene un órgano sensorial propio. Boeri comenta
este punto de esta manera:
Es claro que ‘la cosa interna que se corrompe’ debe ser el corazón [kardia],
pero Aristóteles no lo dice de modo explícito, probablemente para evitar que se
crea que está afirmando que el pensamiento tiene un órgano. No hay duda de que
en este punto hay una tensión importante, porque, por una parte, el pensar no tiene
órgano sensorio, pero, por otra, sin un corazón que funcione correctamente no
puede haber actividades anímica en general ni tampoco pensamiento. … El
corazón … gobierna no solo los aspectos más propiamente corpóreos de la vida del
animal, sino también los más propiamente incorpóreos -como el deseo, el sentir en
cuanto sentir, la imaginación … e incluso el pensar en el caso de los humanos-
pues es la sensación la que da lugar a todos los ítems intencionales que están
46
c) Aparecen también otras características que parecen ser propias del intelecto
solamente en su función activa o agente -separable, inmortal y eterno-, o sea que serían
propias de cierta caracterización controvertida del noûs poietikós que aparece en este
capítulo: “tal intelecto es separable, sin mezcla e impasible siendo como es acto por su
propia entidad … Una vez separado es sólo aquello que en realidad es y únicamente
esto es inmortal y eterno”. Y algunos intérpretes entienden que esto debería ser
entendido a la luz de otros textos, como Metafísica 1070 a 26, donde Aristóteles dice :
Acá aparece esta cuestión de la inmortalidad del alma. Esto, como yo les venía
47
adelantando, parece contradecir todo lo que venía diciendo en el Tratado del alma
respecto de pensar el alma como forma del cuerpo, respecto de la inseparabilidad del
alma respecto de la materia corporal y respecto, incluso, de un cierto tipo de cuerpo,
etcétera. Entonces, de ahí que algunos intérpretes negaran la unidad de la composición
de la obra y pensaran que esto era, más bien, un resabio de la etapa platónica de
Aristóteles que después fue interpolado, ya que es inconciliable con el tono empirista
del resto del tratado.
“pero ni el inteligir podrá tener lugar sin el cuerpo, si es que se trata de un cierto
tipo de imaginación o de algo que no se da sin imaginación”
una distinción que tiene lugar dentro del alma; o sea, son funciones del alma humana
misma. Esta interpretación es propia de Temistio (IV d. C.) y Tomás (s. XIII). Ahora
bien, en el caso de que se interprete que el intelecto activo es el primer motor que piensa
en nosotros, el intelecto pasivo es el más alto grado del alma humana. En este punto me
limito a mencionar lo que dice Aristóteles, las aparentes contradicciones y las posibles
interpretaciones.
Con respecto a todo esto, dice Ross: “Con respecto a la nóesis (intelección),
Aristóteles no siempre está de acuerdo consigo mismo. Algunas veces la representa
como la obra de un noûs que, aunque en el alma, no forma parte de ella, sino que es algo
que al alma embrionaria le llega desde fuera [según el Tratado sobre la generación de
los animales]. Otras veces, la representa como la última fase de un desenvolvimiento
continuo a partir de la sensación, a través de la memoria y la experiencia [que es el
recorrido que venimos siguiendo en De Anima], y la sensación misma aparece ya
representada como referida a lo universal, es decir, como aprehendiendo un carácter
universal en su objeto, aunque sin separar lo universal de su manifestación individual.”
Por lo menos quería dejar planteado que, incluso un traductor e intérprete muy conocido
de Aristóteles ve esta dualidad y este conflicto en el mismo Aristóteles. Hay mucho más
para decir acerca de este Tratado, pero la intención era presentar un resumen
esquemático del Tratado del alma, y que ustedes lean la obra ayudados por este
esquema y por algunas referencias que yo hice de otras obras, que pueden aclarar
algunas cosas que están implícitas en De Anima.
Para terminar, transcribo a continuación las conclusiones que extrae Boeri acerca
de este controvertido tema, las que coinciden a grandes rasgos con mi exposición. Él
afirma (Boeri, pp. CXX ss.) que la noética aristotélica (la teoría aristotélica del
intelecto) presenta “dificultades sistemáticas” e “insalvables” “para un enfoque
espiritualista que pretende asimilar la teoría del intelecto a la visión cristiana de la
inmortalidad del alma. Dichas dificultades pueden resumirse en los siguientes puntos”.
(Transcribo a continuación in extenso los cuatro argumentos que presenta Boeri en las
pp. CXX-CXXIII de su introducción al tratado, ya que resumen y precisan varias cosas
que hemos mencionado.)
ii) Si el intelecto es separable del mismo modo en que lo son las cosas de la
materia, la separación solamente será de tipo conceptual, según el lógos: o sea, se
trata del tipo de separación conceptual como la que es posible hacer con cualquier
objeto: uno puede separar “silla” de su materia (“madera”) pero eso es solamente
una separación conceptual, no real. O sea, ni la materia ni la forma son cosas.
Entonces
iii) ¿qué significa que el intelecto -en su aspecto de intelecto agente, que es el
único impasible, sin mezcla con el cuerpo, aquel cuya sustancia o ser es ser una
actualidad -es “inmortal y eterno”? Debe significar que el intelecto en su sentido
más propio (i.e., mientras está inteligiendo) no puede identificarse con nada
corpóreo, por un lado, y que, por lo tanto, no está sujeto a las variaciones de lo
corpóreo (decaimiento, dibilitamiento, muerte). … La decripción detallada de en
qué consiste pensar o inteligir que desarrollla en DA III no corresponde a un
“intelecto separado” sino a uno que está implantado en un cuerpo, es decir, al
intelecto de un sujeto humano mientras ese sujeto está vivo. La única descripción
detallada que tenemos de la vida del intelecto que no se da en un cuerpo es la que
se presenta en Met. XII, pero en ese caso se trata del intelecto divino, y dios para
Aristóteles es una entidad inmaterial de la cual, por eso mismo, puede decirse que
se intelige a sí misma y que lo hace todo el tiempo por no estar sujeta a los
condicionamientos del cuerpo. Se trata del único caso en el que lo que intelige y lo
inteligido se identifican (cf. Met. XII 9-10; DA 430a3-4).
La clase que viene vamos a empezar a ver Descartes. Para lo cual, pueden ir
leyendo (o releyendo) la Regla XII, el Discurso del método y las Meditaciones
metafísicas.
Nota: se incluyen entre paréntesis, de modo orientativo, los capítulos de la obra que
tratan más específicamente los temas enumerados. Sin embargo, cada tema tiene
desarrollos en otros capítulos -y en otras obras- que fueron integrados en la exposición
de los temas en clase, y que deben ser conocidos por lxs alumnxs.