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Avances del Cesor

Año IX, Nº 9 / 2012


ISSN: 1514-3899

Nodo CESOR (Centro de Estudios Sociales Regionales) del ISHIR


(Investigaciones Socio-históricas Regionales) dependiente del
Consejo de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
y de la
Universidad Nacional de Rosario (UNR)

Rosario, 2012
Avances del CESOR es una revista científica editada por el nodo CESOR
(Centro de Estudios Sociales Regionales) de la Unidad Ejecutora en Red,
ISHIR (Investigaciones Socio-históricas Regionales) dependiente del Con-
sejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la
Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Posee una periodicidad anual y está dedicada a difundir producciones aca-
démicas, preferentemente de Historia Social e Historia Regional, aunque sin
excluir otros campos tales como la Antropología, la Sociología o el Arte. Sus
espacios de análisis abarcan tanto el ámbito argentino como el latinoamericano
y europeo alentando, así, los estudios en clave comparativa. Está dirigida a un
público conformado por investigadores, docentes, graduados y estudiantes de
Historia así como de otras disciplinas sociales.
Su Consejo Editor invita a la presentación de contribuciones y trabajos inéditos
y originales que serán sometidos, sin excepción, al arbitraje de expertos en las
distintas materias, asegurándose la reserva absoluta de la identidad tanto de
los autores como de los evaluadores. Estos últimos son miembros reconocidos
de la comunidad académica nacional e internacional y externos a la revista
Avances del CESOR como a la institución editora.

Dirección y Secretaría Técnica de Redacción: CESOR-ISHIR/CONICET,


27 de Febrero 210 Bis (Ocampo y Esmeralda), Rosario (2000), Provincia de Santa Fe,
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Avances del CESOR: ISHIR/CONICET, 27 de Febrero 210 Bis (Ocampo y Esmeralda),
Rosario (2000), Provincia de Santa Fe, Argentina.

3
CONSEJO EDITORIAL
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(Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET)

Baravalle, María del Rosario (Universidad Nacional de Rosario - CESOR)


Barrancos, Dora (Universidad de Buenos Aires/CONICET)
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Sábato, Hilda (Universidad de Buenos Aires/CONICET)
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Secretaría Técnica de redacción


Badaloni, Laura (CESOR - ISHIR/CONICET)
Caldo, Paula (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET)
Galassi, Gisela (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET)
Garcilazo, Romina (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR/CONICET)
Lollo, María Soledad (Universidad Nacional de Rosario - CESOR - ISHIR)

La Revista no se reponsabiliza por la opiniones vertidas por los autores

4
Índice

Artículos

Milicias y fronteras en la formación del Estado argentino.


La regulación de la Guardia Nacional de Buenos Aires (1852-1880),
por Luciano Literas.............................................................................................................9

Experiencias de lucha y resistencia obrera durante la última dictadura militar:


el Gran Rosario 1976-78, por Andrés Carminati..............................................................33

El fin del gobierno alfonsinista y el posicionamiento de un sector


de pequeños empresarios, por María Alejandra Martínez Fernández...............................55

Dossier

Obertura: Trescientos años después: proyecciones rousseauneanas,


por Paula Caldo.................................................................................................................75

Los trescientos años de Rousseau. Una ciudad de fiesta, por Sandra Fernández..............83

Ved en trono a la noble igualdad. Soñar con Rousseau en América Latina,


por Waldo Ansaldi.............................................................................................................87

Las paradojas de la igualdad en Jean-Jacques Rousseau, por Rosa Cobo....................109

A la sombra de Rousseau: Mujeres, naturaleza y política, por Anabella L. Di Tullio....123

Marcas del pensamiento de Rousseau en las reflexiones kantianas acerca de las mujeres,
por Carolina Kaufmann...................................................................................................143

De señales a palabras notas sobre la comunicación en el Discurso sobre la desigualdad


de Jean-Jacques Rousseau, por Pablo Fucé....................................................................163

Entre el naturalismo y la tradición. Un estudio comparativo entre la propuesta


pedagógica de los ilustrados españoles y Rousseau, por Sebastián Perrupato...............175

5
Reseñas

MÉNDEZ, Laura (directora), Historias en movimiento. Cuerpo, educación


y tiempo libre en la Norpatagonia, 1884-1945, Prohistoria ediciones, Rosario,
2011, 254 páginas, por Virginia Asigliano .....................................................................199

POSADA KUBISSA, Luisa, Sexo, vindicación y pensamiento,


Huerga&Fierro editores, Madrid, 2012, 212 páginas, por Rosa Cobo............................201

DI MEGLIO, Gabriel, Historia de las clases populares en la Argentina.


Desde 1516 hasta 1880, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2012,
468 páginas, por Liliana Díaz.........................................................................................203

DE PAZ TRUEBA, Yolanda, Mujeres y esfera pública.


La campaña bonaerense entre 1880 y 1910, Prohistoria Ediciones, Rosario,
2011, 171 páginas, por Mariana Dovio...........................................................................206

DALLA CORTE CABALLERO, Gabriela, Empresas y tierras de Carlos Casado


en el Chaco Paraguayo. Historia, negocios y guerra (1860-1940), Intercontinental
Editora, Asunción, Paraguay, 2012, 418 páginas, por Romina Garcilazo ......................208

DICÓSIMO, Daniel y Silvia Simonassi (compiladores), Trabajadores y empresarios


en la Argentina del siglo XX: indagaciones desde la historia social, Prohistoria
Ediciones, Rosario, 2011, páginas, por Sabrina Soledad Gil.......................................... 211

CARRIZO, Bernardo y GIMÉNEZ, Juan Cruz, Auroras en Provincia,


Proyectos educativos y discursos pedagógicos en la formación docente santafesina
(1909-2009), María Muratore Ediciones, Santa Fe, 2011, 223 páginas,
por María Beatriz Jouve .................................................................................................215

AKMIR, Abdeluahed, Los árabes en Argentina, UNR Editora, Rosario, 2011,


269 páginas, por Micaela Yunis.......................................................................................218

Tapa: Serie Artistas Rosarinos: “Velos de Mar” de Javier Delfino.

Las imágenes incluidas en el dossier de este número de Avances del Cesor, fueron extraídas
de materiales especialmente impresos para la difusión de las actividades organizadas este
año en la ciudad de Ginebra (Suiza), en conmemoración del trescientos aniversario del na-
talicio de Jean-Jacques Rousseau: 2012 ROUSSEAU POR TOUS (www.rousseau2012.ch).
Las mismas fueron reproducidas con carácter ilustrativo y con propósitos pedagógicos.

6
Artículos

Luciano Literas
Andrés Carminati
María Alejandra Martínez Fernández
Milicias y fronteras en la formación del Estado argentino.
La regulación de la Guardia Nacional de Buenos Aires (1852-1880)1

Luciano Literas2
CONICET-UBA

Resumen
El artículo analiza la normativa de la Guardia Nacional entre 1852 y 1880, con el propósito de explorar
la complejidad de su desarrollo de acuerdo a las disputas facciosas entorno al proyecto nacional y el
avance de la frontera sobre los territorios indígenas en el contexto de organización y consolidación del
Estado argentino. Sin el poder suficiente para monopolizar el poder coercitivo, el gobierno nacional
debió depender de la capacidad de convocatoria militar de los gobiernos locales. Así se instauró y
adquirió relevancia la Guardia Nacional formada por campesinos y vecinos domiciliados obligados a
realizar ejercicios militares de forma regular y listos para acudir a todo llamado, so pena de cumplir
servicio en el Ejército de Línea. Esto se sitúa en la dinámica general de progresiva dominancia del
Estado como forma de integración socio política, mediante la apropiación de ámbitos funcionales
en los diversos planos de la interacción social y que hacia finales del período de estudio implicó la
sustitución del marco institucional provincial como principal eje articulador de relaciones sociales y
la subordinación de la Guardia Nacional al Estado nacional. Los principales documentos utilizados
fueron las leyes y decretos en materia militar elaborados entre 1852 y 1880, los diarios de sesiones
del Congreso nacional entre 1862 y 1874 y las memorias del ministerio de Guerra y Marina entre
1868 y 1881.
Palabras clave: Guardia Nacional – Estado – Fronteras

1 El siguiente trabajo pertenece a los proyectos “Políticas indígenas y estatales en los espacios
de frontera del extremo sur americano: Chaco, Pampa, Patagonia y Banda Oriental (siglos XVIII
y XIX)”, financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica de Argentina
(PICT Bicentenario Tipo I, A, cod. 1430) y “De la sociedad de frontera a la consolidación nacional:
actores sociales e identidades en la frontera sur argentina (siglo XIX)”, financiado por la Universidad
de Buenos Aires (UBACyT cod. 20020090200443). Ambos dirigidos por la Dra. Ingrid De Jong, a
quien agradezco sus comentarios.
2 Investigador del CONICET, Sección Etnohistoria del Instituto de Ciencias Antropológicas de la
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

LITERAS, Luciano, “Milicias y fronteras en la formación del Estado argentino. La


regulación de la Guardia Nacional de Buenos Aires (1852-1880)”, en Avances del
Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 9-32.

9
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Abstract
The article discusses the National Guards rules  between 1852  and 1880, in order  to explore  the
complexity of their  evolution, according to  factional conflicts about the  national political project
and  the  ocuppation of  indigenous territories.  Without the  capacity to monopolize  coercive power,
the national government depended on the local goverments military deployments. Thus the National
Guard was established with peasants forced to do military exercises and ready to go to every call,
under the penality of being sent to the border army. This happened during the gradual supremacy of
the national state in social and political integration and that meant for one hand the replacement of the
local frameworks as the hub of social relations and for other hand the National Guard subordination.
The main documents used were the military laws and decrees between 1852 and 1880, the diaries of the
national Congress sessions between 1862 and 1874, and the reports of the War and Marine department
between 1868 and 1881.
Key words: National Guard – State – Borders

1. Introducción

La caída del régimen rosista en 1852 implicó el conflictivo surgimiento de un nuevo


orden político fundado en la legitimación y centralidad del Estado nacional y la conforma-
ción de una economía capitalista basada en la exportación de materias primas y alimentos.3
Uno de los factores que colaboró en este proceso fue la creciente sofisticación del aparato
militar, implementándose mecanismos para obligar a la población a participar en calidad
de miliciano, en el avance y la defensa de los territorios de frontera de acuerdo al esfuerzo
del Estado por garantizar su incorporación y uso productivo.4 Sin embargo, para entonces
el Estado-nación como entidad política era aún un proyecto y su construcción requirió un
diseño institucional que articulara las formas sociales provinciales relativamente autónomas
y preexistentes.5 Uno de los ejes polémicos de este proceso fue la configuración y centrali-

3 BALÁN, Jorge, “Una cuestión regional en la Argentina: burguesías provinciales y el mercado


nacional en el desarrollo agroexportador”, en Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales,
1978, 18 (69) pp 49-87. SÁBATO, Hilda, Capitalismo y ganadería en Buenos Aires: la fiebre lanar.
1850-1890, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1989; HALPERIN DONGUI, Tulio, La formación
de la clase terrateniente bonaerense, Prometeo Libros, Buenos Aires, 2007.
4 SÁBATO, Hilda, Capitalismo y ganadería..., Op. Cit. GARAVAGLIA, Juan Carlos, Construir
el Estado, inventar la Nación. El Río de la Plata, siglos XVIII-XIX, Prometeo Libros, Buenos Aires,
2007. HORA, Roy, Los estancieros contra el Estado. La Liga Agraria y la formación del ruralismo
político en la Argentina, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009.
5 BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo, “De la periferia al centro: la formación de un sistema
político nacional, 1852-1880”, en BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores) Un nuevo
orden político: provincias y Estado nacional, 1852-1880, Biblos, Buenos Aires, 2010, pp. 9-28.

10
Luciano Literas

zación de una fuerza pública6 en un contexto donde coexistían y competían diversos actores
con vocación de controlarla, ya que tanto el Estado como las provincias se encontraban en
proceso de construcción y organización de sus respectivas arquitecturas institucionales. A
su vez, existían aún en el territorio argentino vastas extensiones de territorios bajo dominio
de diversas agrupaciones indígenas, existiendo así espacios de frontera caracterizados por la
escasa presencia de estructuras estatales, la fuerte militarización social y su significatividad
como base de movilización política.7 Estos espacios fueron de especial importancia en el
despliegue del nuevo orden político, que implicaba la imposición de la supremacía militar
del poder central sobre las formas precedentes de organización social (milicias locales y
Estados provinciales).
El sistema de defensa estuvo constituido por dos fuerzas diferentes: el Ejército de Línea
(en adelante EL) y la Guardia Nacional (GN). La primera de carácter regular y adscripta al
poder central, la segunda organizada en cada provincia y movilizada según convocatorias
eventuales, formada por vecinos domiciliados so pena de cumplir servicio en el EL.8 Sin la
capacidad para monopolizar el poder coercitivo el gobierno nacional debió depender de la
convocatoria militar de los gobiernos provinciales, por tanto requirió de la mediación de los
gobernadores para afirmar su voluntad. En consecuencia, dicho poder no fue independiente
de la injerencia de liderazgos sociales y territoriales con capacidad de infligir lealtades
políticas a su favor (del que dependían, por ejemplo, la proposición de jefes de la GN)9 y
el nuevo sistema político tuvo que disponer de prácticas e instituciones creadas primero en
la dimensión local de poder.
La construcción estatal implicó subordinar la organización y movilización de la GN a

6 MACÍAS, Flavia, “Las fuerzas militares entre la provincia y la nación (1868-1874)”, en Dossier:
La milicias en acción, Historiapolítica.com, 2011, Disponible en : http://historiapolitica.com/dossiers/
dossiermilicias/.
7 MÍGUEZ, Eduardo, “La frontera sur de Buenos Aires y la consolidación del Estado liberal, 1852-
1880”, en BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores), Un nuevo orden político..., Op.
Cit, pp. 79-97.
8 GARAVAGLIA, Juan Carlos, “De Caseros a la guerra del Paraguay: el disciplinamiento de la
población campesina en el Buenos Aires postrosista (1852-1865)”, en Illes i Imperis, Barcelona, 2001,
Nº 5, pp. 53-80. GARAVAGLIA, Juan Carlos, Construir el Estado..., Op. Cit. MACÍAS, Flavia Julieta,
“Ciudadanía armada, identidad nacional y Estado provincial. Tucumán, 1854-1870”, en SÁBATO,
Hilda y LETTIERI, Alberto (compiladores) La vida política en la Argentina del siglo XIX. Armas,
votos y voces, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2003, pp. 137-151.
9 MORONI, Marisa y ESPINOSA, José Manuel, “El reclutamiento para la Guardia Nacional en
la Pampa central argentina, 1884-1902”, en CHUST, Manuel y MARCHENA, Juan (editores) Las
armas de la nación. Independencia y ciudadanía en Hispanoamerica, Iberoamericana-Vervuert,
Madrid-Frankfurt, 2007, pp. 247-262; BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores) Un
nuevo orden político..., Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

pesar de que difícilmente los sectores políticos dirigentes eludían su movilización como
forma de intervención pública, al ser canal de transmisión del régimen representativo es-
tructurado por el concepto de ciudadano armado.10 La progresiva dominancia del Estado
como forma de integración socio política (mediante la apropiación de ámbitos funcionales
en los diversos planos de la interacción social) implicó hacia 1880 la sustitución del marco
institucional provincial como principal eje articulador de relaciones sociales11 al tiempo que
se avanzaba con éxito sobre los últimos territorios indígenas aún no sujetos. Un proceso
de institucionalización del poder estatal que modificó la lucha segmental y competitiva de
la sociedad republicana para dar lugar a un Estado unificado como forma dominante de
integración.12
El siguiente trabajo aborda la construcción jurídico-institucional de la GN entre 1852
y 1880 y las particularidades del caso de la provincia de Buenos Aires. Los objetivos son
observar cómo se operacionalizó jurídicamente el funcionamiento de la GN y evaluar la
incidencia que tuvo en su regulación normativa el servicio de frontera con los territorios
indígenas. Todo esto en el contexto mencionado de competencia política y jurisdiccional
entre el Estado central y las provincias, y la retracción de la frontera tras el derrocamiento
de Juan Manuel de Rosas y el irregular ritmo que asumió el avance sobre los territorios
indígenas de Pampa y Patagonia a causa de los medios alternativos y simultáneos de rela-
cionamiento que empleó el Estado.13 La particularidad del caso porteño radica en que fue
allí donde se instituyó por primera vez la GN tras disolver las milicias del período rosista
y donde existió una destacada coacción y militarización social por su situación fronteriza,
los requerimientos de la guerra civil y su posición hegemónica en el despliegue del nuevo
orden político.
Los principales documentos utilizados fueron el compendio de leyes y decretos en materia
militar publicado en 1898 por Ercilio Domínguez14, los diarios de sesiones del Congreso
Nacional recogidos por el Instituto de Historia del Parlamento Argentino, y las memorias del

10 SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución: el ocaso de una tradición política (Argentina,
1880)”, en BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores) Un nuevo orden político..., Op.
Cit, pp. 227-244.
11 OSZLAK, Oscar, La formación del Estado argentino, Planeta, Buenos Aires, 1999.
12 DE JONG, Ingrid, “Las alianzas políticas indígenas en el período de organización nacional: una
visión desde la política de Tratados de Paz (Argentina 1852-1880)”, en QUIJADA, Mónica (editora)
De los cacicazgos a la ciudadanía. Sistemas Políticos en la Frontera, Ibero-Amerikanisches Institut
Preussischer Kulturbesitz, Berlín, 2011, pp. 81-146.
13 Ibídem.
14 DOMINGUEZ, Ercilio, Colección de leyes y decretos militares concernientes al Ejército y
Armada de la República Argentina. 1810 á 1896, Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco,
Buenos Aires, 1898, T. II.

12
Luciano Literas

ministerio de Guerra y Marina. A su vez, desde hace unos años diversos investigadores se han
dedicado a explorar las características sociopolíticas de la GN. Creo conveniente mencionar
el de Rinaldo Poggi15, centrado en la legislación de Buenos Aires entre 1862 y 1872, que
ofrece además la perspectiva de sus gobernadores sobre el polémico servicio de fronteras.
También a Juan Carlos Garavaglia16 que aunque en mayor parte dedicado a las milicias de
primera mitad de siglo junto a Jorge Gelman17, abordó la aparición de la GN después de
Caseros, situándose en los modos coercitivos y punitivos de reclutamiento heredados del
rosismo. Por su parte Hilda Sábato18 vinculó la GN con la noción republicana de ciudadano
en armas y su relación con las formas de participación política, abriendo un interesante
campo de indagación. Beatriz Bragoni19 en la provincia de Mendoza y Flavia Macías20 en
Tucumán, investigaron la organización y movilización de la GN en el contexto de disputas
y alianzas políticas locales. Ambos abordajes tienen la virtud de poner en evidencia el modo
en que las milicias eran producto del orden anterior a 1852, que el poder coactivo central
y provincial no era independiente de liderazgos sociales y territoriales, y que en definitiva
la configuración de la fuerza pública en el marco de la conformación del Estado nacional
implicó terminar con la tradición miliciana provincial y subordinar a la GN al poder central.
A estos hay que sumar los trabajos de Alberto Lettieri21 sobre el surgimiento de la GN y

15 POGGI, Rinaldo, Los gobernadores de Buenos Aires y la Guardia Nacional. 1862-1874, Fun-
dación Nuestra Historia, Buenos Aires, 2000.
16 GARAVAGLIA, Juan Carlos, Construir el Estado..., Op. Cit. ; GARAVAGLIA, Juan Carlos, “De
Caseros a la guerra del Paraguay...”, Op. Cit.; GARAVAGLIA, Juan Carlos, “Ejército y milicia: los
campesinos bonaerenses y el peso de las exigencias militares, 1810-1860”, en Anuario IEHS, Tandil,
2003, Nº 18, pp. 153-187.
17 GELMAN, Jorge, “El fracaso de los sistemas coactivos de trabajo rural en Buenos Aires bajo el
rosismo, algunas explicaciones preliminares”, en Revista de Indias, Madrid, 1999, V. LIX, Nº 215,
pp. 123-141.
18 SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución...”, Op. Cit.; SÁBATO, Hilda, “Soberanía
popular, ciudadanía y nación en Hispanoamérica: la experiencia republicana del siglo XIX”. Alma-
nack braziliense, 2009, Nº 9, pp. 23-40. http://www.almanack.usp.br/. SÁBATO, Hilda, “Resistir la
imposición: revolución, ciudadanía y república en la Argentina de 1880”, en Revista de Indias, 2009,
V. LXIX, Nº 246, pp. 159-182.
19 BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores) Un nuevo orden político..., Op. Cit.
20 MACÍAS, Flavia, “Ciudadanía armada...”, Op. Cit.; MACÍAS, Flavia, “Las fuerzas militares...”,
Op. Cit.; MACÍAS, Flavia, “Política, Guardia Nacional y ciudadanos en armas. Tucumán, 1862-1868”,
Entrepasados, 2010, en prensa.
21 LETTIERI, Alberto, “La guerra de las representaciones: la revolución de septiembre de 1852
y el imaginario social porteño”, en SÁBATO, Hilda y LETTIERI, Alberto (compiladores) La vida
política... Op. Cit., pp 97-114.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

las formas de identificación social porteña durante los primeros años post-rosistas22, y de
Lorena Barbuto y Guido Cordero23 sobre la participación política de la GN bonaerense en
el levantamiento mitrista de 1874. Todos ellos tienen el mérito de comenzar a iluminar las
características sociales, políticas y económicas de la GN; empresa en la que aún resta mucho
por hacer y que este trabajo tiene el humilde propósito de enriquecer, analizando cómo se
operacionalizó normativamente el funcionamiento de la GN y el impacto de la situación
fronteriza en su regulación jurídica.

2. De Caseros a Pavón:
el nacimiento de la Guardia Nacional (1852-1862)

A un mes de derrocado Juan Manuel de Rosas, el 8 de marzo de 1852 el Gobierno Provi-


sional de Buenos Aires a cargo de Vicente López y Planes resolvió el establecimiento de la
GN sin determinar régimen ni normas que la regulasen, aunque precisando que su objetivo
era la custodia de las leyes y el apoyo a la autoridad constituida. Pocos días después se
disolvieron las milicias de la ciudad y la campaña24 obligando al enrolamiento en la GN de
sus miembros y de los ciudadanos incluidos según la ley vigente de 182325, en un contexto
de crónica escasez de hombres para el EL26. Esta ley pionera fue el primer instrumento
específico para la regulación de las milicias en Buenos Aires. Distinguió entre la milicia
activa de “mozos solteros con arraigo en el país, y por su falta en los casados, y de éstos,
en los que tengan menos hijos”, para “suplir la insuficiencia del ejército permanente para la
defensa y seguridad del territorio”; y la pasiva, de hombres “de 45 a 60 años”, convocada
“cuando peligre la seguridad del Estado por invasión o rebelión”. La GN heredó de las mi-
licias de primera mitad de siglo su carácter cívico y universal (aunque siempre masculino),

22 En esta línea también mencionar EUJANIÁN, Alejandro, “¡Ciudadanos de todas las clases! A
las armas. La Guardia Nacional en el proceso de formación de una identidad local”, en Dossier: La
milicias en acción, Historiapolítica.com, 2011, Disponible en: http://historiapolitica.com/dossiers/
dossiermilicias/.
23 BARBUTO, Lorena y CORDERO, Guido, “Guardias Nacionales y revolución: la participación
de las milicias en el levantamiento mitrista de 1874”, Comunicación, I Taller de Jóvenes Investiga-
dores en Problemáticas Regionales, Sociales e Históricas, IV Jornadas de la División de Historia,
Universidad Nacional de Luján, 30 y 31 de agosto de 2011
24 Decreto, Buenos Aires, 17 de marzo, 1852.
25 Ley, Buenos Aires 17 de diciembre, 1823.
26 El 1 de marzo Valentín Alsina, ministro de López, solicitó urgentemente a los jueces de paz
facilitar desertores, “vagos” y “malentretenidos” a las fuerzas militar. El 30 de abril ordenó que una
comisión de tres vecinos, presidida por el juez, clasifique a los “vagos, dañosos, sin hogar”. Ver: GA-
RAVAGLIA, Juan Carlos, “De Caseros a la guerra del Paraguay...”, Op. Cit., p. 65; GARAVAGLIA,
Juan Carlos, “Ejército y milicia...”, Op. Cit., p. 175.

14
Luciano Literas

la movilización en defensa de las leyes vigentes y las instituciones consideradas legítimas,


el auxilio en las fronteras apoyando al EL, la exoneración del servicio según ocupación
laboral y la temporalidad del servicio. La GN alude a la noción de ciudadanía en armas en
tanto ejercicio de un derecho y un deber de defensa de las instituciones republicanas y sus
leyes, que antepuso el vínculo de los ciudadanos con la constitución por encima del eventual
gobierno.27 Su organización se llevó adelante en el ámbito provincial, y los conflictos inter
e intraprovinciales fueron el terreno en el cual las elites políticas la convocaron en legítima
defensa de las noveles instituciones y los pactos políticos. En el caso de Buenos Aires, en
estos primeros años post-rosistas la GN ocupó un lugar central en los conflictos con la
Confederación y del mismo modo, en la construcción de la identidad porteña al encarnar
la ciudadanía armada en defensa de su territorio e instalar comportamientos, emblemas,
virtudes y aspiraciones comunes.28
Tras la revuelta porteña del 11 de septiembre de 1852 la provincia porteña se separó de
la Confederación y el general Bartolomé Mitre fue designado jefe de la GN. Las primeras
normas dictadas fijaron el papel de la GN de Buenos Aires castigando el no enrolamiento
con el servicio en el EL, pero al mismo tiempo refuncionalizándola como auxilio del EL en
la frontera.29 Esto no era novedoso: cuando la milicias sustituyeron a las tropas veteranas que
combatían a los realistas, el coronel Juan Ramón Balcarce (al mando miliciano desde 1814)
procedió a su reorganización reforzando la obligación de prestar servicio en las fronteras
y proponiendo que aquellos que no lo hicieran fueran incorporados a un cuerpo de línea,30
Cuando se oficializó el primer llamado a enrolamiento en noviembre de 1852, fue Mitre el
único autorizado a dar excepciones31 y el gobierno porteño podía destinar al EL a los que
no se enrolasen en la GN. Permitió además poner personero para la sustitución en el servi-
cio, a cambio de que la persona se inscriba inmediatamente en la GN.32 Esta primera clave
normativa de su funcionamiento penalizó la evasión de una obligación considerada cons-

27 SÁBATO, Hilda, 2009; SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución...”, Op. Cit., ; MA-
CÍAS, Flavia, “Política, Guardia Nacional...”, Op. Cit.
28 LETTIERI, Alberto, “La guerra de las representaciones...”, Op. Cit.
29 Al poco tiempo la Confederación adoptó instrumentos punitivos similares de acuerdo a las difi-
cultades para concretar con éxito el enrolamiento de la GN durante 1854: tras la convocatoria los no
enrolado o “sin papeleta correspondiente” serían destinados “á servir por el término de tres años en
las filas del Ejército permanente”. Decreto, Paraná, 28 de abril de 1854. Decreto, Paraná, 20 de junio
de1855.
30 BIEDMA, José, Crónicas militares. Antecedentes históricos sobre la campaña contra el indio,
Editorial Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 1975[1924], pp. 235-263.
31 COMANDO EN JEFE DEL EJÉRCITO, Reseña histórica y orgánica del Ejército argentino,
Círculo Militar, Buenos Aires, 1971, T. I, p. 507.
32 Ley, Buenos Aires, 24 de noviembre, 1852.

15
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

titutiva del estatus ciudadano, siendo un recurso idóneo para resolver la recurrente escasez
de hombres en el EL y garantizar un modo de evitar el servicio a quienes pudieran solventar
un personero. Es preciso mencionar además que la inscripción en el registro cívico (y en
consecuencia la capacidad para ejercer el sufragio) dependió del enrolamiento en la GN.
Tras la creación de la GN en Buenos Aires, la Confederación autorizó al Congreso a
reunir las milicias provinciales en defensa de sus leyes, contener insurrecciones y repeler
invasiones, dejando en poder de cada provincia la creación de los cuerpos de GN y el
nombramiento de sus jefes y oficiales.33 El modelo de organización de la Confederación
será el que seguirán las provincias a lo largo de la década de 1850 para organizar su GN.
Para supervisar esto se instauró la Inspección General, precisando por primera vez algo ya
estipulado en Buenos Aires, que la GN sería destinada guarnecer las fronteras “contra la
reiteradas incursiones de bárbaros”.34 Incluso, en Buenos Aires cuando fracasó el sitio de
la ciudad por las tropas de la Confederación en julio de 1853, el gobierno premió a los GN
licenciándolos del servicio por un año y disolvió los regimientos exceptuando únicamente
a los que operasen “sobre la Frontera del Estado”.35 Esta excepcionalidad advierte la impor-
tancia de la situación fronteriza en los primeros años post-rosistas y el papel que ocuparán
las milicias a lo largo de la formación y consolidación del Estado.
Aún así, la regulación normativa del servicio de GN en Buenos Aires y en la Confe-
deración variará en virtud de los conflictos recíprocos coyunturales. Se observa que los
sectores políticos dirigentes eventualmente desatendieron la defensa de la frontera con
los territorios indígenas de Pampa y Patagonia cada vez que los enfrentamientos por la
unificación estatal parecieron insoslayables. Así sucedió en las batallas de Cepeda (1859)
y Pavón (1861) cuando una vez más la escasez de hombres para el servicio de armas y la
agudización de las exigencias militares, reforzó mecanismos punitivos, recortó excepciones
y modificó temporalmente la organización de la GN transfiriéndola de la órbita legislativa
al Poder Ejecutivo (en adelante PE) omitiendo la capacidad de la cámara de representan-
tes para movilizar contingentes, presente en las normativas desde los primeros años de la
independencia.36
El conflicto entre Buenos Aires y la Confederación no impidió que sus representantes

33 Constitución de la Confederación Argentina, capítulo 4, artículo 24 en MINISTERIO DEL INTE-


RIOR. PODER EJECUTIVO NACIONAL, Documentos de la conformación institucional argentina.
1782-1972, 1974. Decreto, Paraná, 28 de abril, 1854.
34 Decreto, Paraná, 5 de junio, 1854.
35 Decreto, Buenos Aires, 4 de enero, 1855; Decreto, Buenos Aires, 24 de enero, 1855. A pesar de
que las papeletas de enrolamiento continuaron teniendo el mismo valor práctico.
36 Ley, Buenos Aires, 30 de octubre, 1858. Decreto, Paraná, 2 de julio, 1861; Documentos de la
conformación institucional argentina. 1782-1972, Op. Cit.; SCOBIE, James, La lucha por la conso-
lidación de la nacionalidad argentina. 1852-1862, Hachette, Buenos Aires, 1964, pp. 336-341.

16
Luciano Literas

tomaran similares caminos para resolver la falta de ejércitos permanentes y procurar la de-
fensa de las fronteras, al articular el EL y la GN en un solo sistema; aunque es preciso tener
en cuenta que en el caso de la Confederación la adhesión provincial al pacto constitutivo
no derivó en la aplicación inmediata y unívoca de las regulaciones pautadas en Paraná. La
Confederación situó uno bajo autoridad del gobierno nacional, otro en gran medida de los
gobernadores provinciales; generando la primera ambigüedad del poder coercitivo estatal.37
En el caso de Buenos Aires se penalizó el no enrolamiento en la GN con la participación del
EL, el primero bajo órbita de las autoridades locales de la campaña y la segunda del gobier-
no central en Buenos Aires. Esta coexistencia del EL y la GN, supuso la puesta en escena
de dos concepciones diferentes de organización y control de la fuerza pública, y del papel
del Estado central y las provincias en su uso legítimo.38 Como se verá más adelante, esta
ambigüedad trascendió la temporal separación de Buenos Aires del resto de las provincias.
Será reeditada una vez reunificada la república tras la batalla de Pavón, ya que a la carencia
de un ejército permanente y la falta de hombres para el EL se sumó la simultaneidad de
conflictos provinciales y de la frontera con los territorios indígenas, que obligó a recurrir
a la GN y constató su condición de fuerza pública descentralizada: esto es la articulación
de una tradición político militar previa que legitimaba la capacidad de los gobernadores
provinciales de organizarla, y la existencia de un poder central en construcción, con la pre-
rrogativa teórica de movilizarla.39 Los intersticios normativos en torno a su organización
y movilización40 (y que perdurarán hasta finales del período) implicaron que su control
dependiera de la articulación de uno y otro ámbito institucional. La ambigüedad del poder
coercitivo, así como el auxilio de la GN en la frontera, serán motivo de extensos debates en
los sectores políticos dirigentes y su resolución se dará en la medida en que lleven con éxito
la unificación política estatal y la disolución de las fronteras con los territorios indígenas.
En relación al funcionamiento de la GN, Buenos Aires procuró su reglamentación en
1857, modificada casi treinta años después.41 Se dictaminó el enrolamiento o renovación de la
papeleta en veinte días en el batallón correspondiente al domicilio del individuo, la necesidad
de solicitar licencia en caso de ausencia y se nombraron los jefes de la GN y comisarios de
policía de cada partido responsables de verificar el cumplimiento de lo ordenado. Una vez
finalizado el plazo, éstos estaban a autorizados a enviar emisarios militares a los domicilios
para aprehenderlos y destinarlos al EL. Más allá de modificaciones parciales en relación
a las licencias, esto se aplicó durante todo el período en Buenos Aires y después de 1862
en el resto del país. Además, se reglamentó por primera vez el servicio en la GN en virtud

37 SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución...”, Op. Cit., p. 235.


38 SÁBATO, Hilda, “Resistir la imposición...”, Op. Cit., p. 168.
39 MACÍAS, Flavia, “Política, Guardia Nacional...”, Op. Cit., p. 7-8.
40 Ídem, p. 19.
41 Decreto, Buenos Aires, 22 de junio, 1857.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

de los trabajos en la campaña, al estipular la forma en que debían exceptuarse de la GN a


capataces y mayordomos de estancia42, de acuerdo a un problema recurrente: “los abusos
introducidos relativamente á excepciones del servicio militar [...] siendo frecuente pretextar
para obtenerlas, el hallarse desempeñando en los establecimientos de campo, las funciones
de mayordomos ó capataces”. Se advirtió que dichos títulos eran arrogados por “hombres
que sin dirigir trabajos, ni tener peones á sus órdenes, á excepción de uno ó dos, se hallan
al cargo aun de pequeños puestos”, y que para ser excluidos el capital de las haciendas a
su cargo debía superar los cuatro mil pesos metálicos. Para hacer efectiva la excepción
se debía obtener un certificado del juez de paz asociado “á dos vecinos de respeto que él
nombre”, indicando su función dentro del establecimiento y la constatación del capital. Este
certificado era entregado al jefe del regimiento para que conste la excepción en la papeleta
de enrolamiento. Los oficiales del regimiento supervisarían la duración de la excepción ya
que “no es permanente por su naturaleza” porque si el individuo cesaba sus obligaciones
como capataz o mayordomo debía prestar servicio en la GN.
La consideración del papel del individuo en la estructura económica de la campaña para
su enrolamiento, fue recurrente en el caso porteño y se observa también en un acuerdo cele-
brado por el departamento de Guerra, disponiendo que cada comandante en jefe de la frontera
estableciera el número de GN requeridos para prestar servicio, argumentando que los relevos
no se hacían con efectividad y que los contingentes “van incompletos”.43 Lo distintivo es
que se ordenó que los comandantes al dirigirse a los regimientos, tengan presente los parti-
dos que fueran predominantemente ganaderos o agricultores, con el propósito de conciliar
las exigencias del servicio con las tareas y ocupaciones productivas de los mismos GN. El
trabajo fue una cuestión relevante desde los primeros años de la GN bonaerense, reflejando
la preocupación por minorar su impacto en la economía de la campaña al considerar tanto
el papel ocupacional de la persona como los ciclos productivos de la actividad agrícola y
ganadera. Quizás como resultado de la presión de sectores terratenientes preocupados por
las crecientes demandas militares del Estado en ciernes en un contexto de escasez de mano
de obra, aunque esto ya es materia de futuros estudios.
La batalla de Pavón marcó un punto de inflexión y los cambios suscitados en la GN se
enmarcaron a partir de entonces en el proceso de unificación política del Estado, bajo la
hegemonía porteña. Finalizada la coexistencia conflictiva entre Buenos Aires y la Confedera-
ción, se procuró afianzar un principio de autoridad estable entre las provincias unificándolas
bajo el liderazgo porteño. Este nuevo orden político debía traducirse en una integración
política que requería la subordinación de poderes en competencia.44 Mitre, en calidad de
Gobernador de Buenos Aires Encargado del Poder Ejecutivo Nacional, impulsó el “carácter

42 Decreto, Buenos Aires, 13 de agosto, 1858.


43 Acuerdo, Buenos Aires, 21 de diciembre, 1858.
44 BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores), Un nuevo orden político..., Op. Cit.

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Luciano Literas

federal” de la GN bonaerense situando bajo un solo mando las fuerzas de Buenos Aires
y de la Confederación45, dispuso la recepción y los honores dedicados a la GN victoriosa
en Pavón46, “nacionalizó” el ministerio porteño de Guerra a cargo del general Juan Gelly
y Obes47, creó la Inspección General de Milicias Provinciales desligándose formalmente
Mitre de la GN bonaerense48 e indultó a los GN que permanecían fuera del país a causa de
los recientes conflictos.49
Sin embargo, al nacionalizar el ministerio de Guerra porteño se señaló que no corres-
pondía a las provincias la administración militar, con excepción de la organización de la
GN sobre la que debería ejercer jurisdicción inmediata. Desde entonces y hasta las vísperas
de la revuelta provocada por la federalización de Buenos Aires, se procuró homogeneizar
en términos estatales la normativa de la GN a pesar de que se conservó la ambigüedad
del sistema de defensa heredado de la década de 1850. El poder central en construcción
se articuló con la tradición político militar rosista en un marco de ambigüedad normativa
sobre su organización y movilización.50 Mientras tanto, la GN ocupó un lugar central en los
conflictos internos y externos vinculados a la organización y consolidación del Estado, como
fueron la guerra con Paraguay, el avance de la frontera y el sofocamiento de las rebeliones
en las provincias. Una vez resuelto el conflicto entre la Confederación y Buenos Aires, estos
últimos serán los frentes que deberá atender sucesiva y simultáneamente el Estado en pro-
ceso en consolidación51 y que situarán a la GN como uno de los ejes del escenario político.

3. El papel de la Guardia Nacional


en la frontera con el indio (1863-1872)

En los primeros años de unificación política del Estado, los problemas derivados de la
defensa y avance de las fronteras con los territorios indígenas más los conflictos facciosos
del proceso en ciernes (como las resistencias de las provincias a los intentos hegemónicos
porteños) y la guerra del Paraguay, agudizaron las carencias de efectivos para el ejercicio
de la coacción, hecho que fue la base para que el discurso normativo reforzara el carácter
auxiliar necesario de la GN a pesar de condenar su uso discrecional. Esta contradicción

45 RODRÍGUEZ, Augusto, Reseña histórica del ejército argentino (1862-1930), Secretaría de


Guerra, Dirección de Estudios Históricos, Buenos Aires, 1964, p. 38
46 Decreto, Buenos Aires, 14 de enero, 1862.
47 COMANDO EN JEFE DEL EJÉRCITO, Reseña histórica y orgánica del Ejército argentino,
Círculo Militar, Buenos Aires, 1971, T. II, p. 77
48 Decreto, Buenos Aires, 18 de octubre, 1862.
49 Decreto, Buenos Aires, 31 de enero, 1863.
50 MACÍAS, Flavia, “Política, Guardia Nacional...”, Op. Cit.
51 DE JONG, Ingrid, “Las alianzas políticas indígenas...”, Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

representó quizás la herencia más problemática del sistema de la GN para el diseño insti-
tucional sobre el que se cimentaba el nuevo orden político. La participación de la GN en
la frontera estipulada en las respectivas normativas de la Confederación y la provincia de
Buenos Aires, continuó siendo motivo de debate hasta su licenciamiento a mediados de la
década de 1870.
En calidad de nuevo presidente de la república, Bartolomé Mitre (1862-1868) abrió las
sesiones parlamentarias de 1863 indicando las dificultades para sostener el EL de manera
regular por la falta de una ley de conscripción que “obliga al Gobierno á llamar al servicio
á Guardias Nacionales que sin disciplina, sin instrucción y sin el aplomo del soldado de
línea, no se puede esperar de ellos más que un escaso é irregular servicio”.52 Mitre vinculó
así por primera vez la falta de un instrumento legal que garantizara el reclutamiento de un
ejército permanente con la necesidad de recurrir a la GN, indicado la defensa de la fronte-
ra con “los bárbaros del desierto” como la principal urgencia. Pocos días antes, el nuevo
gobernador bonaerense Mariano Saavedra, había reiterado a la asamblea provincial la
promesa del gobierno nacional de hacer el servicio de frontera sólo con el EL debido a “los
males e inconvenientes del actual sistema”, esperando que los “habitantes de la campaña”
obtengan “el descanso a que son ya acreedores”.53 Como se verá esta promesa no se tradujo
en la regulación jurídica hasta mediados de la siguiente década y el peso de las exigencias
militares en este nuevo período continuó recayendo en los vecinos reclutados en la GN.
El 7 de agosto de 1863 se realizó el primer debate desde la creación del Congreso con
relación al servicio de la GN en las fronteras, cuando Nicasio Oroño, diputado de Santa
Fe, solicitó la presencia del ministro de Guerra, Juan Andrés Gelly y Obes.54 El ministro
fundamentó el carácter auxiliar de la GN: el EL había abandonado las fronteras para repeler
las montoneras que asolaban distintos puntos del Estado y para proveerse de soldados de
línea el gobierno había recurrido a la GN, ya que ese era el sistema de defensa de Buenos
Aires cuando se encontraba separada del resto de la república, al no contar con una ley de
conscripción. Por su parte, el diputado porteño Pastor Obligado presentó un proyecto sobre
movilización de la GN durante ofensivas indígenas mediante autorización parlamentaria.55
El mismo puede considerarse el primer instrumento parlamentario para evitar la discrecio-
nalidad del PE sobre la GN y evitar su movilización indefinida (de acuerdo al sistema de
defensa bonaerense aludido por Gelly) además de acercar posiciones de los representantes
más críticos con la participación de la GN en la frontera. Gelly no se opuso al proyecto, y

52 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la


Nación Argentina, 1862-1868, Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, 1993, T. VII, p. 173
53 POGGI, Rinaldo, Los gobernadores de Buenos Aires..., Op. Cit., pp. 24-25.
54 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la
Nación Argentina, 1862-…, Op. Cit., pp. 352-354.
55 Ídem, pp. 355-357.

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Luciano Literas

aclaró que cuando el gobierno la movilizaba lo hacía por falta de tropas, amparado por la
mentada ley porteña que indicaba que la GN “está llamada a hacer las veces de Ejército
de Línea, en los casos ordinarios, como es el servicio de frontera”. Los diputados porteños
Emilio Castro y José Mármol insistieron en sus críticas sosteniendo que el uso de la GN en
la frontera atacaba “la libertad del habitante de la campaña” y que éste “no tiene que pagar
a la vez su dinero y contribuir con la sangre para formar el ejército”. En cambio, los repre-
sentantes políticos que abogaban por el recurso auxiliar de la GN aludían, en consonancia
con Mitre, a la urgencia de la situación como causa de la excepcionalidad de la medida.
“No hay otra manera de solucionarlo – afirmó Obligado – sino los indios llegarían hasta
la Plaza de la Victoria”. El proyecto no volvió a tratarse hasta 1864, cuando se autorizó al
PE movilizar la GN de las provincias “cuyo territorio estuviese amenazado por los indios”
para la defensa de sus fronteras.56
Durante la nueva etapa de reunificación institucional se agudizaron las contradicciones
derivadas de la coexistencia del EL y la GN en el sistema de defensa estatal. Mitre insistió
en recurrir a la GN “para cubrir los puntos de la frontera guarnecidos”57 y aumentar el EL
con motivo de la guerra con Paraguay, preservando el papel destacado de la GN. Esto se
manifestó en los proyectos del PE58 fundamentados en los argumentos que Mitre sostenía
desde su asunción como presidente: la incapacidad para aumentar el EL debía ser suplida
con la GN y con los infractores de las leyes vigentes, entre los que se incluía a los que no
se enrolaban. Por uno u otro lado la presión del servicio de armas se procuraba efectiva.
Mitre ordenó su movilización para la guerra59, la formación del ejército compuesto de
diecinueve batallones de GN60 y sistematizó el enganche de personeros.61 Posteriormente
las cámaras de representantes aprobaron un proyecto sobre enrolamiento presentado por

56 Ley 88, Buenos Aires, 11 de julio de 1864.


57 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la
Nación Argentina, 1862-..., Op. Cit., pp. 584
58 Ley 131, Buenos Aires, 5 de junio de 1865. Memoria presentada por el Ministro de Estado en el
Departamento de Guerra y Marina al Congreso Nacional, Imprenta del Plata, Buenos Aires, 1868.
59 Decreto, Buenos Aires, 16 de abril de 1865.
60 Decreto, Buenos Aires, 17 de abril, 1865. Decreto, Buenos Aires, 23 de abril, 1865.
61 Buenos Aires, Decreto, 2 de mayo, 1865. Esta figura jurídica conformó un mercado con es-
tructuras comerciales específicas de reemplazantes, en forma de avisos de pedidos y ofrecimientos
que poblaron las páginas de la prensa mientras duró la convocatoria de la GN. Sobre quién recaía la
función del personero es aún materia de estudio y puede ofrecer información sobre las estrategias
para evadir la GN de acuerdo a los recursos económicos personales, del mismo modo que conocer
las características económicas y sociales de aquellos en quien efectivamente recayó el servicio. Ver
BARBUTO, Lorena y CORDERO, Guido, “Guardias Nacionales...”, Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

el PE como “ley de circunstancias y de situación sumamente apremiantes”62 que exceptuó


a funcionarios públicos y reconoció “que la repetición de los enrolamientos perturba los
trabajos de la campaña, ocasionando, entre otros males, la dispersión de los hombres y la
interrupción de sus tareas”.63 Por otro lado, el PE reconoció el carácter temporal del servicio
en la frontera “que tienen que llenar por ahora los ciudadanos de la Campaña” e implementó
algunas medidas para aliviar su servicio fronterizo, como por ejemplo que las licencias para
trasladarse sean expedidas por los jueces de paz y no por los jefes de regimiento.64 Además
en 1866 Adolfo Alsina, gobernador bonaerense, ordenó el cese en el cargo de juez de paz a
comandantes de varios regimientos de GN (designados desde el PE nacional uno, provincial
otro) por el peligro de que exista “una autoridad omnipresente” que abuse de “derechos y
garantías individuales”.65
El otro de los frentes que debió asumir el gobierno nacional y que agudizó las falencias
del EL y reforzó la presión sobre la GN, fueron las rebeliones montoneras en las provincias.
En el discurso normativo se adujo que el servicio de la GN en las fronteras derivaba de que
el EL era destinado a combatir dichas rebeliones, sin embargo los decretos y leyes advierten
que la movilización de la GN (siempre mediante autorización del Congreso) fue un recurso
habitual también para sofocar las montoneras, aludiendo a la conservación del orden y el
imperio de las leyes. En 1868 se movilizó la GN de la provincia de Corrientes; en 1869 la
de Tucumán, Salta y Jujuy por los levantamientos de Felipe Varela y Ángel Peñaloza, y
durante el receso parlamentario las cámaras autorizaron al PE intervenir en las provincias
y “movilizar las milicias”; en 1870 se movilizó la de Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Fe y
Corrientes ante el levantamiento de Ricardo López Jordán; al igual que en 1873 y también
en 1874 en ocasión de la rebelión dirigida por Mitre tras la elección presidencial de Nicolás
Avellaneda.66 De este modo, a pesar de que el argumento para la utilización de la GN en
las fronteras fue la necesidad de concentrar los esfuerzos del EL en la guerra del Paraguay
y los conflictos de la guerra civil, la GN tuvo un papel activo y destacado simultáneamente

62 Ley 129, Buenos Aires, 5 de junio de 1865. Instituto de Historia del Parlamento Argentino, El
Poder Legislativo de la Nación Argentina, 1862-..., Op. Cit., p. 588.
63 Decreto, Buenos Aires, 7 de mayo, 1866.
64 Acuerdo, Buenos Aires, 20 de diciembre, 1866. También se exceptuó del servicio de frontera por
diez años a los GN que finalizaran la guerra, se los premió con tierras en Chacabuco, se dispuso que
las hijas de GN muertos pasen al Colegio de Huérfanas mantenido por el erario público y se subsidió
a familias “menesterosas” de la GN.
65 COMANDO EN JEFE DEL EJÉRCITO, 1971, T. II, Op. Cit., p. 87.
66 Ley, Buenos Aires, 9 de octubre, 1868. Buenos Aires, Decreto, 5 de enero, 1869. Buenos Aires,
Ley 321, 25 de agosto, 1869. Buenos Aires, Ley 391, 10 agosto, 1870. Buenos Aires, Ley 396, 16 de
agosto, 1870. Buenos Aires, Ley 417, 24 de septiembre, 1870. Buenos Aires, Ley 588, 23 de mayo,
1873. Buenos Aires, Decreto, 31 de mayo, 1873. Buenos Aires, Ley 684, 24 de septiembre, 1874.

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Luciano Literas

en los tres frentes que debió atender el gobierno nacional para la construcción y consoli-
dación del nuevo orden político. Por entonces, el departamento de Guerra constataba el
predominio de las milicias en el servicio de armas: 3.392 GN frente a 2.626 soldados del
EL. En relación a la guerra con Paraguay, la memoria contó para el año 1867, 6.888 GN y
2.890 del EL. Según la mesa de revista de la Comisaría de Guerra de abril de 1866 a marzo
de 1867, 10.180 soldados compusieron los batallones de GN, 6.561 su caballería y 1.650
los piquetes y contingentes, por sobre la caballería (2.696) y los batallones (3.978) del EL.
Las sugerencias del comandante en jefe de la frontera oeste de Buenos Aires, Nicolás
Garmendia67, al departamento de Guerra en 1867, cristalizaron los principales problemas
del que se hacían eco los debates parlamentarios en materia de defensa y avance de la
frontera: la perturbación del trabajo rural por la creciente presión de la GN sobre la pobla-
ción, la ineficacia de los relevos de los contingentes, su alto costo económico y la falta de
disciplina. Desde el fortín de 9 de Julio afirmaba que el sistema vigente de contingentes
semestrales de GN era ineficaz para proteger las fronteras, reiterando la necesidad de un
ejército permanente, para evitar “el sacrificio de la Guardia Nacional” que precisamente por
ser una milicia relevable jamás podría tomar una organización permanente y disciplinada,
“sin contar las dificultades que ofrece la reunión de hombres que se hallan diseminados en
distintos puntos y entregados á las faenas rurales”. La solución era la pregonada por muchos
parlamentarios en los últimos años y la prometida por Mitre en sus primeros días a cargo
del gobierno nacional. Según Garmendia, por las aptitudes militares y el cariz profesional
de un cuerpo militar permanente, bastaría con el apoyo de una cuarta parte de los GN que
actualmente se requerían, destinados exclusivamente al cuidado de caballadas, ganado y
trabajo en los fortines. A inicios de 1868, Alsina también intentó persuadir a Mitre para
someter al Congreso la creación de regimientos de caballería, pero fue rechazado aduciendo
que ni siquiera los regimientos previstos estaban completos.68
Los esfuerzos del sucesor de Mitre, Domingo Sarmiento (1868-1874), estuvieron dirigi-
dos a terminar con la tradición miliciana provincial (de la que eran tributarias las montoneras)
y limitar las prerrogativas militares de los gobernadores, que implicó revisar la coexistencia
del EL y la GN.69 Para 1870 las relaciones entre el Estado y la sociedad indígena comenzaban
a divergir, en tanto coexistían la confrontación armada y la consolidación de las relaciones
basadas en acuerdos de paz, que trazaron un desigual grado de conflicto en las diferentes
secciones de la frontera hasta la definitiva conquista de los territorios indígenas.70 Según
Sarmiento todo el territorio que “se fue abandonando en diversos tiempos á las deprecaciones

67 Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al


Congreso Naciona..., Op. Cit., anexo F, VIII-IX.
68 POGGI, Rinaldo, Los gobernadores de Buenos Aires..., Op. Cit., p. 32.
69 MACÍAS, Flavia, “Las fuerzas militares...”, Op. Cit.
70 DE JONG, Ingrid, “Las alianzas políticas indígenas...”, Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

de los salvages [sic] ha sido en el pasado año devuelto y sometido al dominio y protección
de nuestras leyes”.71 En este logro incluyó el tratado con los caciques Limonao, Yanquetruz,
Sayhueque y Calfucurá, entre otros que formaron parte del esfuerzo estatal por intervenir
y ordenar las alianzas indígenas que resistían la expansión estatal, y que permiten analizar
con mayor complejidad los dispositivos de poder involucrados en la frontera.72
En este contexto el nuevo departamento de Guerra insistió que la principal reforma
pendiente en el sistema de defensa del Estado era la sustitución de la GN por el EL, y la
próxima finalización del conflicto con el Paraguay se presentaba como una oportunidad
idónea para hacerlo, ante la necesidad de “descargar á los moradores de la campaña de una
contribución que ha llegado á inspirarles temor”.73 Así lo hizo también cuando reglamentó
la contribución de las provincias al EL, recomendando “un cambio radical en el sistema”
porque la movilización de la GN ocasionaba altos gastos, era ineficiente por la falta de
disciplina y porque debían acabarse “los abusos y violencias que trae consigo el envío de
contingentes, dándole así a los habitantes de nuestra Campaña hogar que no tiene y ga-
rantías individuales de que desgraciadamente carece”.74 Según el departamento de Guerra
el avance de la frontera sobre los territorios indígenas de Pampa y Patagonia evidenciaba
una y otra vez las limitaciones del EL y las estrategias de evasión de los sectores recluta-
dos en la GN que debían auxiliarlo más por regla que por excepción.75 A esto se añadía la
dificultad de capturar a los desertores porque “rara vez pertenecen al partido de donde han
sido enviados”, siendo un pernicioso ejemplo para las tropas de línea con las “que viven en
contacto diario”.76 Esta falta de soldados explicaba el fracaso de los servicios de avanzada
que debían recorrer diariamente la frontera, con un centenar de miembros de cuerpos de

71 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la


Nación Argentina, 1869-1874, Cámara de Diputados de la Nación, Buenos Aires, 1996, T. VIII, p.
161.
72 El tratado con Limonao incluía reconocerse súbdito argentino, la formación de una colonia agrí-
cola militar y el servicio en la frontera como GN, lo que lleva a preguntarnos sobre un servicio militar
similar o paralelo entre los “indios amigos”. DE JONG, Ingrid, “Las alianzas políticas indígenas...”,
Op. Cit.
73 Memoria presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra y Marina al
Congreso Nacional, Imprenta Americana, Buenos Aires, 1870, XI.
74 Decreto, Buenos Aires, 28 de enero, 1870.
75 Memoria del Ministerio de Guerra y Marina, Imprenta de la Unión, Buenos Aires, 1872. En el
informe se menciona: “De ahí la necesidad de ocurrir [sic] á los contingentes de GN con todos sus
inconvenientes y gravámenes. La Guardia Nacional reclutada y remitida siempre violentamente, dá
los peores resultados en el servicio, habiendose repetido los casos de decersión en masa con armas y
caballos, abandonando los fortines cuya defensa les había sido encomendada”.
76 Para paliarlo el departamento informaba que “los indios” de Catriel además del servicio ya
encomendado, escoltaba a los GN de los fortines para evitar su deserción.

24
Luciano Literas

caballería. Ninguno de los regimientos de la frontera había contado con la fuerza suficiente
para el primer relevo de los destacados al frente de su línea, que junto a la falta de recursos
para sufragar siquiera la mitad de los enganches, conducían a la necesidad de dictar una
ley de reclutamiento “que salve al pais [sic]”.
A inicios de la década de 1870 se observa en los debates parlamentarios de los sectores
políticos dirigentes una creciente inquietud por el impacto del servicio de GN en la campaña
bonaerense y su participación en la frontera con los territorios indígenas, además de reiterar
su falta de efectividad. Más allá de los argumentos vertidos desde el PE a favor de la susti-
tución de la GN en la frontera, sea el departamento de Guerra o la presidencia del gobierno
nacional, se continuó demandando a las cámaras de representantes autorizaciones para su
movilización. Existió una clara contradicción entre lo dicho en las tribunas y los informes de
gestión, y los proyectos de ley solicitados con carácter urgente, auxiliar y transitorio cuando
no se hizo, como en muchos casos, mediante decretos y acuerdos ministeriales (durante y
fuera del período legislativo); sin dejar de obviar además las observaciones y opiniones de
las cámaras. Aquí pueden mencionarse dos ejemplos sobre la discrecionalidad del PE en
relación al servicio de la GN en la frontera.
El primero es el proyecto de la Comisión Militar de diputados para autorizar al PE a
movilizar la GN en las provincias que lindaban con el “desierto”.77 En el debate de la cámara
de diputados el representante de Santiago del Estero y miembro de la Comisión, apeló al
argumento habitual: EL insuficiente y erario público incapaz de costear más enganchados. A
pesar del rechazo del senado, finalizado el período legislativo el PE decretó la movilización
de la GN bonaerense en la frontera de Santa Fe.78 El segundo ejemplo es el proyecto de la
Comisión de Negocios Constitucionales, autorizando al PE movilizar la GN que considerase
pertinente ante las deficiencias del EL en el servicio ordinario de fronteras.79 Los diputados
lo aprobaron en septiembre de 1871 rechazando todas las modificaciones propuestas por el
senado80, autorizando movilizar el número de GN “que sea necesario” sin olvidar aclarar una
vez más que el servicio era “meramente supletorio” y entre tanto no pueda ser desempeña-
do por el EL.81 A raíz de esta discrecionalidad el vicepresidente Adolfo Alsina clausuró el
período legislativo justificando dichas leyes nacidas “de una necesidad dolorosa” como era
la defensa de la frontera e insistiendo en la creación de un ejército permanente que permita

77 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la


Nación Argentina, 1869..., Op. Cit., pp. 254-255.
78 Decreto, Buenos Aires, 26 de diciembre de 1871.
79 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la
Nación Argentina, 1869..., Op. Cit., pp. 392-394
80 Que el contingente fuera seleccionado al azar, igualar el sueldo al del EL y que la GN enviada a
la frontera debía ser relevada cada año.
81 Ley 492, Buenos Aires, 10 de octubre, 1871.

25
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

recurrir a la GN, “que es el pueblo armado”, sólo en “grandes momentos y para los grandes
peligros” y no para el servicio ordinario de fronteras.82
Las opiniones de Alsina encontraron continuidad en Sarmiento durante la apertura del
ciclo parlamentario de 1872, donde la polémica participación de la GN en las fronteras ocupó
importante espacio y en especial la necesidad de un nuevo marco normativo para establecer
un ejército permanente.83 Sarmiento dedicó un inciso a explicar el orígen y la definición
de la GN que incidía en su carácter auxiliar a partir del principio por el cual reposan en
cada ciudadano el deber, la obligación y la necesidad de defender la propiedad, la vida y
el honor nacional. Desde sus orígenes, afirmó, las poblaciones se armaron con el propósito
de defenderse, hasta que una vez constituidas “en naciones” transformaron las defensas
locales en un sistema común, que es la GN. Desde esta perspectiva, Sarmiento consideraba
que el ejército regular sólo podía substituir a la GN cuando “esté en proporción” con las
necesidades en materia de guerra. De otro modo, “la universalidad de ciudadanos constituye
el ejército nacional” y si se rechazara este axioma o se limitara el “poder nacional militar
sobre el uso de la GN, es suicidar la Nación”. La carencia de un ejército nacional profesional
y las prerrogativas provinciales sobre la GN eran para Sarmiento obstáculos en el proceso
de construcción del nuevo orden político, haciendo “nacer por fuerza lo que con tantos
sacrificios destruimos ó neutralizamos entre todos, á saber: las milicias” que lideradas por
caudillos como Rosas, Quiroga, y Urquiza, habían conducido a la sublevación y la guerra
civil. Aquí radicaban las razones que llevaron a Sarmiento a insistir en la sanción de una ley
de reclutamiento militar; instrumento claro y sencillo “para que el Poder Ejecutivo ejerza
en adelante el poder coercitivo de la Nación”.

4. De la ley de reclutamiento
a la federalización de Buenos Aires (1872-1880)
La década de 1870, y en especial la presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880) sig-
nificó la consolidación de un sistema político que garantizó la presencia del Estado nacional
en las provincias a partir de instrumentos y mecanismos simultáneos implementados por los
poderes locales y los representantes del poder central; nuevo actor que progresivamente ganó
autonomía por encima de los escenarios provinciales.84 En este contexto la centralización
del ejército nacional, o en palabras de Sarmiento el ejercicio del “poder coercitivo de la
Nación” por parte del PE, implicó imponer una interpretación constitucional que subordinara

82 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la


Nación Argentina, 1869..., Op. Cit., pp. 401-402.
83 Ídem, pp. 419-420.
84 BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo (coordinadores) Un nuevo orden político..., Op. Cit.,
p. 27.

26
Luciano Literas

a los gobernadores provinciales en materia militar85 y acabe con los intersicios normativos
referentes a la organización y movilización de la GN. Hasta entonces, la unidad promulgada
en 1853 no había dado paso a la centralización de la actividad y las estructuras políticas,
que continuaban residiendo en las provincias.86
Sobre el final de la presidencia de Sarmiento se dictó finalmente la ley de reclutamiento
del ejército, pero a pesar de considerarse el final del servicio de frontera de la GN, ésta
conservó su rol auxiliar.87 La propia ley estipuló que contingentes de GN continuaran siendo
una de las formas de reclutamiento (junto al alistamiento voluntario, enganches y destinados)
suministrados por las provincias según su población censada y las plazas faltantes “para
rellenar la totalidad del EL” elegidos por sorteo en cada localidad. Dos días después se
autorizó al PE a movilizar la 10.000 GN88 tras un extenso debate a partir de los encuentros
del ministro de Guerra y la comisión de diputados encargada de dictaminar sobre proyectos
de la frontera, que aludió a la equívoca estrategia gubernamental más concentrada en la
aniquilación que en la “pacificación”.89 Se estipuló que la GN forme “una línea interior de
defensa con relación á la que actualmente ocupan las fuerzas”, hasta que comience a apli-
carse la ley de reclutamiento.90 Sarmiento recordaría a los legisladores que dicha ley “está
aún por hacerse efectiva” y que no bastaba su consagración ni justeza de principios, sino su
puesta en práctica, instando a los legisladores a no “lavar[se] las manos después de haber
designado las cifras a que ha de llegar el ejército”.91 Aún así la Convención Constituyente
de la provincia de Buenos Aires ordenó que hasta que “la Nación no provea [...] por sí sola”
la fuerza para el servicio de las fronteras, éstas no serían más resguardadas por la GN sino
por soldados alistados a expensas del Tesoro provincial.92
Esto confirmó una vez más la importancia de la GN en la frontera ya que promulgada
la ley que estipulaba liberarla de dicho servicio, no se hizo efectivo hasta que el Estado
garantizó la puesta en marcha de lo regulado, así como cerrar la etapa de mayores conflictos
con la sociedad indígena. La situación de la frontera estaba cambiando en relación a las
dos décadas anteriores a raíz de la resolución de las resistencias de los caudillos federales
en las provincias y el fin de la guerra del Paraguay, que permitieron contar con mayores

85 MACÍAS, Flavia, “Las fuerzas militares...”, Op. Cit.


86 SÁBATO, Hilda, “Resistir la imposición...”, Op. Cit.
87 Ley 542, Buenos Aires, 28 de septiembre, 1872.
88 Ley 551, Buenos Aires, 30 de septiembre, 1872.
89 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la
Nación Argentina, 1869..., Op. Cit., pp. 506-515.
90 Ley 551, Buenos Aires, 30 de septiembre, 1872.
91 INSTITUTO DE HISTORIA DEL PARLAMENTO ARGENTINO, El Poder Legislativo de la
Nación Argentina, 1869..., Op. Cit, pp. 757-758.
92 POGGI, Rinaldo, Los gobernadores de Buenos Aires..., Op. Cit., pp. 55-56

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

recursos materiales para el avance de la frontera93; sin olvidar la muerte de Calfucurá en


1873 y los recientes tratados de paz con Catriel, Coliqueo y Raninqueo, “que gozan de las
comodidades de la vida civilizada y de la protección del gobierno”. En 1875, después de
tres años de dictada la ley de reclutamiento, Avellaneda firmó el licenciamiento de la GN
movilizada en las fronteras.94 Consideró que los regimientos y batallones disponían de
las plazas suficientes y que no existían razones para temer que el orden público se altere,
“único caso en que una necesidad imperiosa colocaría al Gobierno en el deber de apelar
á la Guardia Nacional”. De este modo, fue en los últimos años de existencia de territorios
indígenas no sujetos al dominio estatal en Pampa y Patagonia, cuando jurídicamente se
liberó a los vecinos de la campaña enrolados en la GN de cumplir servicio en la frontera.
Al parecer, sólo la perspectiva de una pronta resolución del conflictivo avance fronterizo
hacia el sur hizo a los sectores políticos dirigentes prescindir de la GN; sin las exigencias
militares, además, que habían demandado la guerra en el Paraguay y el período más álgido
de levantamientos provinciales.
Resuelta después de un cuarto de siglo la polémica de la frontera con el licenciamiento
de la GN firmado por Avellaneda, el principal problema en la materia que afrontó el gobierno
sobre el final del período de consolidación estatal fue la jurisdicción sobre su organización
y movilización. Algunos años antes el Comisionado Nacional y Comandante en Jefe del
Ejército del Interior, Wenceslao Paunero, había escrito al presidente Mitre en ocasión de
las revueltas en Mendoza95, para informarle sobre la misiva recibida de Nicolás Villanue-
va, de aquel gobierno provincial, refiriéndose a la urgente necesidad de movilizar la GN.
Villanueva solicitaba a Paunero autorización para hacerlo a cambio de informar sobre su
organización. Paunero hizo extensiva la solicitud a Mitre y la repuesta fue lapidaria. El en-
tonces presidente había respondido que no competía al gobierno nacional movilizar la GN y
que era el gobierno provincial “en uso de sus propias facultades” el que podía hacerlo. Los
sucesos de 1880 fueron el revés de esta trama. El gobierno nacional asumió una posición
diametralmente diferente a la pregonada trece años antes por Mitre: será el comienzo del
fin de la jurisdicción política provincial sobre la fuerza de la coerción y la prueba de que la
centralización política y la consolidación estatal nacional era exitosa.
El punto de partida fue la decisión de Carlos Tejedor, gobernador de Buenos Aires, de
reorganizar la GN, nombrar nuevos jefes y elevar las cuotas de hombres que debían apor-
tar cada circunscripción96. Esto ocurrió al anunciar que no aceptaría la imposición de una

93 RATTO, Silvia, “El frustrado proyecto de avance territorial del Estado Nacional entre 1869-1872”,
Memoria Americana, 2011, 1 (19), pp. 93-119.
94 Ley, Buenos Aires, 14 de diciembre de 1875.
95 Memoria presentada por el Ministro de Estado..., Op. Cit., pp. 140-142
96 Decreto, Buenos Aires, 2 de septiembre de 1879

28
Luciano Literas

candidatura gubernativa por parte del gobierno nacional.97 En vísperas del conflicto armado
el presidente de la cámara provincial de senadores, José Moreno, envió al PE el proyecto
de ley sancionado para la movilización de la GN de la provincia98, al tiempo que Tejedor
la decretaba bajo el mando del coronel José Inocencio Arias.99
La respuesta del gobierno nacional no se hizo esperar. El mismo día que Tejedor emitió
dichos decretos, desde el municipio de Belgrano el presidente Avellenda declaró rebeldes
a los que obedecieran al gobernador porteño100, aludiendo al principio constitucional que
establecía que era facultad del gobierno nacional “autorizar la reunión de las milicias [...]
cuando lo exija la egecución [sic] de las leyes de la Nación y sea necesario contener las
insurrecciones”. Por tanto, estipuló que quien obedeciera la movilización dictada por el
gobernador porteño cometía delito de rebelión y sería juzgado como tal, al tiempo que
movilizó a las órdenes de las “Autoridades Nacionales” la GN de Buenos Aires, Entre Ríos,
Santa Fé y Córdoba. Tejedor respondió decretando la ciudad de Buenos Aires en estado de
asamblea, sujetó la GN y los voluntarios a la ley de milicias101, dio veinticuatro horas a los
que aún no hubieran ocupado su puesto en las filas de la GN y días después ascendió a los
jefes y oficiales de la GN que participaron de los combates “en Defensa de la Provincia de
Buenos Aires”.102
A través de leyes y decretos Avellaneda y Tejedor pujaron por investir al gobierno nacio-
nal o provincial de la soberanía jurisdiccional en relación a la movilización de la ciudadanía
armada. La GN estuvo nuevamente en el centro de las disputas relativas a la construcción
estatal y el legítimo uso de la fuerza pública de la coerción, que en el ámbito normativo se
manifestó en las sucesivas regulaciones de uno y otro gobierno arrogándose prerrogativas
militares y disponiendo sanciones. A un mes del pronunciamiento del gobernador porteño
el gobierno nacional abatió la sedición. El 23 de junio se concertó el armisticio y renunció
Tejedor, a lo que le siguieron las medidas del gobierno nacional para garantizar el control
de la GN: prohibió el uso de uniforme militar a los individuos que no pertenecieran a la GN
“movilizada en servicio de la Nación”103, impuso un único ejército prohibiendo a cualquier
autoridad provincial la formación y convocatoria de cuerpos militares “bajo cualquier
denominación”104 y reorganizó la GN “para levantar la institución de manera que responda

97 SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución...”, Op. Cit., p. 228.


98 Ley provincial, Buenos Aires, 4 de junio de 1880,
99 Decreto, Buenos Aires, 5 de junio de 1880.
100 Decreto, Belgrano, 5 de junio de 1880.
101 Decreto, Buenos Aires, 22 de junio de1880.
102 Decreto, Buenos Aires, 30 de junio de 1880.
103 Decreto, Belgrano, 17 de julio de 1880.
104 Ley, Buenos Aires, 18 de octubre de 1880.

29
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

á los fines de la Constitución Nacional” de acuerdo a “los disturbios causados por la última
rebelión”105, al tiempo que federalizó la ciudad de Buenos Aires convirtiéndola en capital
de la república.106
La revuelta de 1880 puso de manifiesto el vacío normativo sobre un problema recurrente
en la GN, que fue el nudo de las tensiones entre los ámbitos locales de gobierno y el Estado,
a saber qué instancia institucional tenía el poder de movilizarlas. A pesar de la injerencia
que tenía el PE nacional sobre las unidades de la GN, sobre todo una vez que se encontraban
movilizadas (igualando su condición al de EL), según lo establecido constitucionalmente
eran las provincias las que debían nombrar los oficiales y regular su funcionamiento. El
desenlace del conflicto constató el triunfo del gobierno nacional sobre la última provincia
con arrestos de autonomía, vigorizando la organización e instituciones estatales después
de tres décadas de luchas facciosas, al tiempo que surbordinó la GN garantizando el mo-
nopolio de la fuerza.107

5. Conclusiones

El análisis de la operacionalización normativa del funcionamiento de la GN así como el


impacto jurídico de la situación fronteriza durante el proceso de construcción estatal entre
1852 y 1880 no puede prescindir del marco más general en el que se inscribió la institu-
ción, y que es la configuración de la fuerza pública de la coerción. Precisamente uno de
los desafíos en esta etapa fue la falta de un ejército permanente profesional y las crecientes
exigencias militares derivadas de la defensa y avance de las fronteras con los territorios
indígenas de Pampa y Patagonia, junto a los conflictos intra e interprovinciales y la guerra
del Paraguay. Esto derivó en la articulación del EL y la GN en el sistema militar, y generó
una ambigüedad que en el caso de la GN conllevó, entre otros hechos, a la polémica sobre
la jurisdiccionalidad de su movilización y su participación auxiliar en la frontera. Sin em-
bargo, el nuevo orden político requería la subordinación de poderes en competencia y esto
sólo pudo completarse con éxito en 1880. Después de Pavón se “nacionalizó” el ministerio
porteño de Guerra y se procuró homogeneizar en términos estatales la normativa de la GN,
pero continuó correspondiendo a las provincias su organización. Desde finales de la década
de 1860 el gobierno nacional procuró limitar las prerrogativas militares provinciales pero
no fue hasta el triunfo sobre la última provincia con arrestos de autonomía, Buenos Aires,
que se clausuró la dualidad jurisdiccional sobre la GN, garantizando el monopolio de la

105 Decreto, Buenos Aires, 10 de diciembre de 1880. Memoria del Ministerio de Guerra y Marina
presentada al Honorable Congreso por el Ministro de Guerra y Marina Dr. Benjamín Victorica,
Establecimiento Tipográfico de La Pampa, Buenos Aires, 1881, T. I.
106 Ley 1029, Buenos Aires, 20 de septiembre de 1880.
107 SÁBATO, Hilda, “Milicias, ciudadanía y revolución...”, Op. Cit., p. 228-229.

30
Luciano Literas

fuerza, o en palabras de Sarmiento, “que el Poder Ejecutivo ejerza en adelante el poder


coercitivo de la Nación”.
En el caso de la GN bonaerense, la copiosa regulación destinada a fijar su organiza-
ción y funcionamiento constata el protagonismo que adquirió en el proceso de formación
y consolidación estatal. Las leyes y decretos promulgados para organizar (y optimizar)
el enrolamiento de los ciudadanos y determinar su participación en las fronteras, fueron
avalados por la falta de un ejército permanente y la escasez de hombres para la fuerza de la
coerión. Las primeras normas dictadas, por un lado castigaron con el servicio en el EL la
evasión de una obligación considerada constitutiva del estatus ciudadano (el enrolamiento)
y por otro fijaron su función auxiliar en la frontera. Buenos Aires fue la primera provincia
que instituyó la GN (a escasas semanas de derrocado Rosas) y las medidas adoptadas para
su organización tendieron a controlar la población domiciliada mediante documentos emi-
tidos por las autoridades locales de la campaña y la autorización militar para aprehender y
destinar al EL a los no enrolados. La consideración del papel del individuo en la estructura
económica de la campaña fue recurrente y sugiere una importante resistencia social a par-
ticipar en la GN, agudizada por la discrecionalidad relativa al servicio en la frontera. Las
normas se elaboraron muchas veces en virtud de los trabajos en la campaña, estipulando
excepciones según ocupación laboral y en algunos casos, considerando los ciclos productivos
para la organización de los contingentes. El trabajo fue una cuestión relevante, reflejando la
preocupación por minorar el impacto de la GN en la economía de la campaña, quizás por
la presión de sectores terratenientes preocupados por las crecientes demandas militares del
Estado en un contexto de escasez de mano de obra.
El auxilio de la GN en la frontera fue otro motivo de extensos debates y disputas en los
sectores políticos dirigentes desde la década de 1850 hasta su licenciamiento en 1875, cuando
se puso en marcha la ley de reclutamiento del ejército. Los problemas derivados del avance
de las fronteras sobre los territorios indígenas más los conflictos facciosos y la guerra del
Paraguay, agudizaron las carencias de efectivos para el ejercicio de la coacción. Esto fue la
base para que el discurso normativo reforzara el carácter auxiliar necesario e ineludible de la
GN a pesar de condenar en ocasiones su uso discrecional. Existió una constante contradicción
entre lo dicho en las tribunas y los informes de gestión, y los proyectos de ley solicitados por
el PE con carácter urgente y transitorio; entre los argumentos que excusaban las decisiones
normativas y las prácticas inmanentes del sistema de fronteras. A pesar de que la utilización
de la GN en las fronteras fue explicada por la necesidad de concentrar los esfuerzos del EL
en la guerra del Paraguay y/o los conflictos de la guerra civil, la GN tuvo un papel activo
y destacado simultáneamente en los tres frentes que debió atender el gobierno nacional. El
peso de las exigencias militares derivadas de la creación del nuevo orden político recayó en
la población en cumplimiento de la obligación ciudadana del servicio de armas. Fue sólo
en los últimos años de existencia de territorios indígenas no sujetos al dominio estatal en
Pampa y Patagonia, cuando jurídicamente se liberó a los vecinos de la campaña enrolados
en la GN de cumplir servicio en la frontera. Al parecer, fue la perspectiva de una pronta

31
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

resolución del conflictivo avance estatal hacia el sur lo que llevó a los sectores políticos
dirigentes a prescindir del servicio de armas de los vecinos de la campaña bonaerense; en
palabras de Garmendia, poner fin a “el sacrificio de la Guardia Nacional”.

Recibido: 22/11/2011
Aceptado: 19/03/2012

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Experiencias de lucha y resistencia obrera durante
la última dictadura militar: el Gran Rosario 1976-78

Andrés Carminati
(UNR/CONICET)

Resumen
En el presente artículo se estudian las diferentes formas que asumió la conflictividad obrera durante la
última dictadura militar en la zona de Rosario y el Gran Rosario, en el sub período 1976-1978.
A través de un análisis centrado en lo regional procuramos establecer una periodización y caracterización
de acuerdo a las modalidades que fue asumiendo la conflictividad año a año.
Palabras clave: Trabajadores – Conflictividad – Gran Rosario

Abstract
In this article we study the different forms that have taken the labor conflicts while the last military
dictatorship in Rosario and the “Gran Rosario”, during the sub period 1976-1978.
Through a regional focused analysis, we seek to establish a chronology and characterization according
to the procedure that was assuming the conflict every year.
Key words: Workers – Labor conflicts – Gran Rosario

En la última década, los estudios historiográficos sobre la última dictadura militar han
crecido notablemente. Un terreno que estaba prácticamente vedado para los análisis históricos
–espacio casi exclusivo de sociólogos, juristas, politólogos y periodistas– se fue nutriendo
de múltiples y variados acercamientos, desde distintas ópticas y abordajes historiográficos.1
Quizá fueron las llamadas “historia reciente”, “historia de la memoria” e “historia oral” las
puertas de entrada que permitieron colocar las problemáticas en torno a la última dictadura
entre las preocupaciones de los historiadores.

1 Ver: AGUILA, Gabriela, “La dictadura militar argentina: interpretaciones, problemas, debates”
[en línea], Páginas, revista digital de la escuela de historia, UNR, año1-N°1/ Rosario, 2008. <http://
web.rosario-conicet.gov.ar/ojs/index.php/RevPaginas/article/viewFile/9/6>[consulta: 29 marzo 2012].

CARMINATI, Andrés, “Experiencias de lucha y resistencia obrera durante la última


dictadura militar: el gran rosario 1976-78”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9,
2012, pp. 33-53.

33
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

No obstante, los estudios sobre trabajadores durante el período ocupan un lugar más bien
marginal dentro del conjunto de trabajos que han abordado la temática. A las impugnaciones
generales que algunos sectores de la academia realizaron sobre la posibilidad de producir
estudios sobre “historia reciente”,2 se le suma la vigencia de las diversas tesis sobre la
“pérdida de la centralidad del trabajo”,3 que en última instancia invalidaban o marginaban
los estudios sobre trabajadores, procesos de trabajo, clases sociales, etc.
El artículo que presentamos, es parte de un estudio en curso sobre los trabajadores de
Rosario y la Zona Norte del Gran Rosario durante la última dictadura militar. En particular
abordaremos las diferentes formas de conflictividad durante el sub período 1976-78.4 Procura
aportar una mirada panorámica sobre los conflictos de la región durante estos tres años,
ensayar una periodización y establecer las diferencias y continuidades en las modalidades
de la confrontación.5

1. Un repaso historiográfico

Si bien, como afirmamos, la problemática de los “trabajadores durante la última dictadu-


ra” no ha ocupado el centro de las discusiones historiográficas en los estudios del período,
contamos con una serie de trabajos que, en diferentes tiempos y con diversas ópticas, han
abordado la temática. Podríamos demarcar tres “momentos” en lo que hace a la producción
académica sobre el tema.
Un primer momento, desde el ocaso de la dictadura hasta finales de los años ‘80, donde
se escriben los primeros trabajos, y que al igual que los estudios más generales sobre el
período, cuenta con aportes de politólogos, abogados, sociólogos y algunos historiadores.6

2 Ver: FRANCO, Marina y LEVÍN, Florencia, “El pasado cercano en clave historiográfica”, en
FRANCO, Marina y LEVÍN, Florencia (compiladores) Historia Reciente. Perspectivas y desafíos
para un campo en construcción, Paidós, Buenos Aires, 2007. pp.31-65.
3 Ver: ANTUNES, Ricardo, ¿Adiós Al Trabajo? Ensayo sobre las metamorfosis y el rol central del
mundo del trabajo, Herramienta, Buenos Aires, 2003; DE LA GARZA, Enrique, “¿Fin del Trabajo o
Trabajo sin Fin?” en CASTILLO, Juan José (editor) El Trabajo del Futuro, Editorial Complutense,
Madrid, 1999.
4 La mayor parte de los autores sostienen que a partir del primer llamado a huelga general durante
abril de 1979 se produce un cambio de etapa. En función de ello y de la necesidad de analizar en
profundidad estos primeros años es que nos abocamos al estudio del sub período 1976-78.
5 En trabajos previos nos hemos detenido en conflictos puntuales ocurridos durante el período en
la región. En este artículo trabajaremos los diferendos con menor detenimiento, insertándolos en una
periodización más amplia que nos permite ver el movimiento de conjunto.
6 DELICH, Francisco, “Después del diluvio, la clase obrera”, en ROUQUIÉ, Alain (compilador)
Argentina, hoy, Siglo XXI, México, 1982, pp. 129-151; DELICH, Francisco, “Desmovilización social,
reestructuración obrera y cambio sindical”, en WALDMAN, Peter y GARZÓN VALDÉS, Ernesto,

34
Andrés Carminati

Un segundo momento, que abarca la década de los ‘90 completa, caracterizado por una muy
escasa producción historiográfica sobre la problemática específica;7 y un tercer momento
que se inaugura a comienzos del siglo XXI, donde emergen un número considerable de
nuevas investigaciones, que retoman algunos de los interrogantes de los primeros estudios,
a la par que inauguran nuevas miradas, preguntas y modos de abordaje.8
Un punto en el que se destacan los cambios producidos en la historiografía entre el
primero y el tercer momento es, sin lugar a dudas, el de la escala de análisis. Mientras que
los estudios de la década de los ‘80 se planteaban como objeto de estudio el movimiento
obrero y/o la clase obrera de Argentina –aún cuando muchas veces se trataba de análisis
que se circunscribían a Capital Federal o el Gran Buenos Aires– los estudios más recientes,

El Poder militar en la Argentina, 1976-1981, Galerna, Buenos Aires, 1983, pp. 101-115; FALCÓN,
Ricardo, “Conflicto Social y régimen militar. La resistencia obrera en Argentina”, en GALITELLI,
Bernardo y THOMPSON, Andrés, Sindicalismo y regímenes militares en Argentina y Chile, CEDLA,
Amsterdam, 1982; GALITELLI, Bernardo y THOMPSON, Andrés, “La situación laboral en la Argen-
tina del ‘Proceso’, 1976-1981”, en GALITELLI, Bernardo y THOMPSON, Andrés (compiladores)
Sindicalismo y…, Op. Cit.; CHÁVES, Gonzalo, Las luchas sindicales contra el Proceso. 1976-1980:
Cinco Años de Resistencia, La Causa, Buenos Aires, 1983; BIEBER, León, “El movimiento obrero
argentino a partir de 1976. Observaciones al trabajo de Francisco Delich”, en WALDMAN, Peter y
GARZÓN VALDÉS, Ernesto, El Poder militar…, Op. Cit., pp. 116-122; ABÓS, Álvaro, Las orga-
nizaciones sindicales y el poder militar (1976-1983), CEAL, Buenos Aires, 1984; FERNANDEZ,
Arturo, Las prácticas sociales del sindicalismo (1976-82), CEAL, Buenos Aires, 1984; ALMEYRA,
Guillermo, “La clase obrera en la Argentina actual”, en PLA, Alberto, ALMEYRA, Guillermo y otros,
La Década Trágica. Ocho ensayos sobre la crisis argentina 1973-1983, Tierra del Fuego, México,
1984; CALELLO, Osvaldo y PARCERO, Daniel, De Vandor a Ubaldini, CEAL, Buenos Aires, 1984,
V. I y II; POZZI, Pablo, Oposición Obrera a la Dictadura (1976-1982), Buenos Aires, Contrapunto,
1987.
7 BITRÁN, Rafael y SCHNEIDER, Alejandro, “Dinámica social y clase trabajadora durante la
dictadura militar de 1976-1983. Estudio de la zona norte del Gran Buenos Aires, en particular de las
fábricas Del Carlo y Ford Motors”, en Nuevas tendencias en el sindicalismo: Argentina-Brasil, Biblós-
Fundación Simón Rodríguez, Buenos Aires, 1992; SIMONASSI, Silvia, “De obreros e historiadores.
Notas acerca de la historiografía sobre la clase obrera argentina de las décadas de 1960 y 1970” en
Cuadernos del CIESAL, 2da.época, Año 4, Nº5, Rosario, 1998. Junto a la reedición del artículo de
Falcón: FALCÓN, Ricardo, “La resistencia obrera a la dictadura militar (una reescritura de un texto
contemporáneo a los acontecimientos)” en Quiroga, Hugo y Tcach, César (compiladores) A veinte
años del golpe. Con memoria democrática, Homo Sapiens, Buenos Aires, 1996; y un artículo de Pa-
blo Pozzi, que es prácticamente una reedición de un capítulo de su libro: POZZI, Pablo, “Argentina
1976-1982: resistencia obrera y apertura democrática”, en Estudios Latinoamericanos, Nº 15, 1992.
8 Citaremos algunos de ellos en los siguientes puntos.

35
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

casi sin excepción, se focalizan en una región determinada,9 una fábrica,10 sector de trabajo
o algún conflicto particular durante el período.11
Otra modificación notable ha sido el cambio respecto al énfasis en las dirigencias sin-
dicales, propias de la historia tradicional del movimiento obrero, frente a nuevos estudios
que han procurado recuperar las historias y/o experiencias de un determinado colectivo de
trabajadores. Si bien la mayor parte de los trabajos del primer período se distinguen por
hacer mayor énfasis en las dirigencias, en tanto los últimos corresponden con la segunda
descripción, no es una distinción tajante. Tanto el trabajo de Ricardo Falcón,12 del año 1982,
como el de Pablo Pozzi,13 de 1987, procuraron estudiar la conflictividad obrera desde una
perspectiva centrada en las fábricas o lugares de trabajo; mientras que el trabajo de Daniel
Dicósimo,14 del año 2006, estudia el “comportamiento sindical” en dos gremios de la zona
del Sur de la provincia de Buenos Aires (si bien lo hace desde una perspectiva regional y
desde ópticas renovadoras).
Un hilo de continuidad se puede hallar en el reiterado debate acerca de dos temáticas
que, simplificando matices, se resumen en la discusión sobre “la inmovilidad o resistencia”

9 BITRÁN, Rafael y SCHNEIDER, Alejandro, “Dinámica social…”, Op. Cit.; SCHNEIDER,


Alejandro. “‘Ladran Sancho...’ Dictadura y clase obrera en la zona norte del Gran Buenos Aires” en
POZZI, Pablo, CAMARERO, Hernán y SCHNEIDER, Alejandro (Compiladores) De la Revolución
Libertadora al Menemismo. Historia social y política argentina, Imago Mundi, Buenos Aires, 2003;
DICÓSIMO, Daniel, “Dirigentes sindicales, racionalización y conflictos durante la última dictadura
militar” en Entrepasados, Nro. 29, principios de 2006; CARMINATI, Andrés, “Conflictividad obrera
durante la última dictadura militar en Rosario y el ‘Cordón Norte del Gran Rosario’. El otoño caliente
de junio de 1977” en DICÓSIMO, Daniel y SIMONASSI, Silvia (compiladores) Trabajadores y em-
presarios en la Argentina del siglo XX: indagaciones desde la historia social, Prohistoria, Rosario,
2011.
10 GRESORES, Gabriela “Conflictos obreros en la industria frigorífica bajo la dictadura militar: La
huelga larga de Swift de Berisso”, en Ciclos, Año XI, V. IX, Nº 22, 2º semestre de 2001; BARRA-
GÁN, Ivonne, “Acción obrera durante la última dictadura militar, la represión en una empresa estatal.
Astillero Río Santiago (1974-1984)”, en BASUALDO, Victoria (coordinadora) La clase trabajadora
argentina en el Siglo XX: Experiencia de lucha y organización, Cara o Ceca, Buenos Aires, 2011.
11 RÍOS, Sabrina, “Trabajadores durante la dictadura militar (1976-1983). Prácticas y memorias
desde un estudio de caso”, ponencia en XIº JI/DH, UNT, Tucumán, septiembre de 2007 (sobre la
fábrica Alpargatas); GHIGLIANI, Pablo, “El conflicto de Luz y Fuerza de 1976-1977: ensayo de
interpretación”, Ponencia en IV Seminario Internacional Políticas De La Memoria, Buenos Aires,
29 y 30 de septiembre, 1°de octubre de 2011.
12 FALCÓN, Ricardo, “Conflicto Social…”, Op. Cit.
13 POZZI, Pablo, Oposición Obrera…, Op. Cit.
14 DICÓSIMO, Daniel, “Dirigentes sindicales…”, Op. Cit.

36
Andrés Carminati

de los trabajadores durante la dictadura, y la cuestión de la relación entre las dirigencias y


las bases sindicales.
Respecto al primer ítem, se pueden hallar dos hipótesis distintas, con sus respectivos
matices y tonos. Por un lado existe una tesis que plantea un escenario de inmovilidad de
los trabajadores durante la dictadura, a la par que se vislumbran transformaciones profun-
das en la composición de la clase obrera como consecuencias ex post facto. Su visión más
difundida se encuentra en los dos artículos de Francisco Delich15, y puede sintetizarse en
el siguiente párrafo:
… durante cinco años [1976-81], la clase obrera argentina y sus sindicatos permanecie-
ron, en conjunto, inmóviles desde el punto de vista social y de la actividad sindical.16

En sentido contrario otros autores plantean un fuerte protagonismo de los trabajadores


en la resistencia y oposición a la dictadura. Ejemplificaremos con citas de dos autores que
expresan algunos matices. Ricardo Falcón planteaba entre las conclusiones de su estudio,
que analiza cerca de 300 conflictos, que se evidenciaba un:
…sorprendente vigor de los trabajadores argentinos en la resistencia a la ofensiva
combinada del Estado y de los capitalistas. Sin duda que las varias centenas de luchas
que se registraran durante esos cinco años pusieron algunos límites de importancia a
este ataque, aunque no pudieron impedir en su conjunto una grave deterioración de
sus condiciones de vida y de trabajo.17

Por su parte Pablo Pozzi destacaba que:


El movimiento obrero organizado fue la principal fuerza social que se opuso al Proceso,
así como los familiares fueron la principal fuerza moral. Sin embargo, el sindicalismo
a nivel dirigente no fue decidido adversario del régimen.18

De la última cita se desprende el segundo eje en debate: el accionar diferenciado entre


las bases sindicales y las cúpulas dirigentes. Mientras algunos autores han hecho especial
énfasis en la lucha “solitaria” de las bases frente a una dirigencia “claudicante”, otros es-
tudios tienden a rescatar los comportamientos de una de las fracciones en que se dividió
el movimiento organizado: “los 25”/CGT Brasil.19 En tanto que Álvaro Abós plantea una

15 DELICH, Francisco, “Después del diluvio…”, Op. Cit. y DELICH, Francisco, “Desmovilización
social…”, Op. Cit.
16 DELICH, Francisco, “Desmovilización social…”, Op. Cit., p. 101.
17 FALCÓN, Ricardo, “Conflicto social...”, Op. Cit.p.130.
18 POZZI, Pablo, Oposición Obrera..., Op. Cit., p.179.
19 CALELLO, O. y D. PARCERO, De Vandor…, Op. Cit., y FERNANDEZ, A., Las prácticas…,
Op. Cit.

37
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

suerte de complementariedad entre la corriente “contestataria” y la “dialoguista”, que según


el autor actuaban como “dos ramas del mismo tronco”: “Una golpeaba y la otra ganaba los
espacios que la confrontación dejaba vacíos”.20
En la mayor parte de los estudios que componen lo que hemos denominado segundo y
tercer momento se ha pasado revista de estos debates y se han asumido posturas de manera
explícita o implícita. A la par, los estudios más recientes han planteado nuevas cuestiones
como son: las militancias partidarias en las fábricas, sus roles y actitudes; la “cuestión
regional” que aludimos antes; los comportamientos de las patronales durante el período
y distinto tipo de responsabilidades en la represión;21 las problemáticas de la “memoria”
y el uso de fuentes orales, etc.. Relacionado con este último punto, se evidencia en los
aportes más recientes la preocupación por el acceso a nuevas fuentes, como han sido los
denominados “archivos de la represión” (por ejemplo, el archivo de la ex DIPBA), y la
problematización sobre sus usos.

2. La dictadura frente a los trabajadores

Las severas condiciones que el régimen iniciado el 24 de marzo impuso al conjunto de


la clase trabajadora y sus organizaciones, alteraron parcialmente las formas en las cuales
se había manifestado la conflictividad obrera en la Argentina hasta ese momento. La suerte
de cruzada restauradora que la dictadura emprendía sobre el conjunto de la sociedad tuvo,
respecto de los trabajadores, formas específicas. El régimen llevó a cabo dos estrategias
fundamentales: una dentro del marco de la “legalidad” autoritaria, caracterizada por una
batería de regulaciones que sancionaba penalmente toda forma de conflicto obrero (abrien-
do de ese modo las puertas a la represión directa de los mismos); a la par que disponía la
intervención de la CGT y los sindicatos más importantes. Se modificó la Ley de Contrato
de Trabajo y se implementaron una serie de medidas de carácter regresivo que afectaban la
estabilidad en el empleo, el derecho a las peticiones colectivas y se suspendían las paritarias
salariales. La otra modalidad estuvo signada por la aplicación sistemática del Terrorismo
de Estado, que alcanzó a aquellos trabajadores catalogados como delincuentes subversi-
vos. Diferentes estudios indican que alrededor del 50% de las personas que figuran como
detenidos desaparecidos eran trabajadores: obreros y empleados.22

20 ABÓS, A, Las organizaciones..., Op. Cit., p.100.


21 BASUALDO, Victoria, “Complicidad patronal militar en la última dictadura argentina. Los casos
de Acindar, Astarsa, Dálmine-Siderca, Ford, Ledesma y Mercedes-Benz”, en Suplemento especial
de Engranajes, a 30 años del golpe militar, FETIA-CTA, marzo de 2006; SIMONASSI, Silvia, “ ‘A
trabajar y muzzarella’. Prácticas y políticas de disciplinamiento laboral en la industria metalúrgica
de Rosario, 1974-1983”, Historia Regional, Nº 25, Villa Constitución, 2007.
22 FERNÁNDEZ, Arturo, Las prácticas…, Op. Cit., p. 57; COMISIÓN NACIONAL SOBRE LA
DESAPARICIÓN DE PERSONAS (CONADEP), Nunca Más. Informe de la Comisión Nacional

38
Andrés Carminati

Si bien la represión hacia el movimiento obrero había comenzado hacia mediados de


1974, particularmente sobre aquellos sectores de lo que se denominó el sindicalismo clasista
o combativo, la instauración de la dictadura constituye indudablemente un salto cuantitativo
y cualitativo en este sentido.
Las políticas dictatoriales sobre el movimiento obrero tenían como objetivos frenar la
movilización social abierta en 1969 y minar las estructuras de organización obrera en sus
distintos niveles: reducir a su mínima expresión el “poder obrero” a nivel de fábrica –co-
misiones internas, delegados– y reestructurar y reducir las organizaciones sindicales de
segundo y tercer nivel.
El discurso procesista aludía a estos objetivos haciendo referencia al “combate” contra
la “subversión en el ámbito fabril”,23 una de las “manifestaciones” que según los militares
y sus voceros asumía la “multiforme delincuencia subversiva”. Mientras que al sindica-
lismo en general se lo caracterizaba como “corrupto”, “politizado” y “desnaturalizado de
sus fines específicos”. La CGT y las estructuras sindicales más importantes fueron inter-
venidas desde el mismo 24 de marzo en procura de impedir cualquier acción coordinada
de las direcciones gremiales tradicionales, a la par que se concebían planes para una nueva
ley de Asociaciones Profesionales. En tanto que a la subversión del ámbito fabril se desti-
naron las metodologías de “contrainsurgencia” en vigencia durante el período. El mismo
día del golpe fueron rodeados los ingresos de numerosos establecimientos fabriles con el
objeto de detener a delegados, comisiones internas y activistas previamente “marcados”
por los distintos aparatos de inteligencia y/o las direcciones empresarias.24 Paralelamente
las “patotas” allanaban domicilios de activistas, militantes sindicales y/o “sospechosos” de
serlo, con las modalidades ya descriptas en el informe de la CONADEP25 donde primaba
la nocturnidad y el anonimato.
Asimismo, el control fue intensificado en las plantas industriales y sus alrededores: en
algunas fábricas, en conjunto con las fuerzas de seguridad, se procedió a la identificación
masiva de los trabajadores a través de la cédula federal u otros medios de individualización y
control, que posteriormente servían tanto para controlar el ingreso en las plantas como para
atravesar los retenes militares o policiales que existían en los principales accesos fabriles.26

sobre la Desaparición de Personas, Buenos Aires, EUDEBA, 1985, p. 375; IZAGUIRRE, Inés, “Los
desaparecidos, recuperación de una identidad expropiada”, Cuaderno 9, Fac. de Ciencias Sociales,
UBA, Buenos Aires, 1992.
23 Declaraciones del Ministro de Trabajo, Tomás Liendo, La Capital, Rosario, 2/05/1976.
24 BASUALDO, Victoria “Complicidad patronal…”, Op. Cit.
25 CONADEP, Nunca Más…, Op. Cit.
26 CARMINATI, Andrés “ ‘…Con los pies de plomo, y calladito la boca…’. Actitudes y experien-
cias de los trabajadores industriales del Cordón del Paraná en el contexto dictatorial (1976-1979)”,
ponencia XII JI/DH, Bariloche, octubre de 2009.

39
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

La estabilidad en el empleo se vio seriamente afectada debido a la discrecionalidad con


que pudieron manejarse las direcciones empresarias, que hicieron amplio uso del despido
por razones disciplinarias y/o productivas.27 Hasta 1979 los reclutamientos de personal se
realizaban de manera provisional, sujetos a los informes de los servicios de inteligencia. 28
Asimismo, las consecuencias del plan económico de la dictadura, fueron catastróficas para
los trabajadores. Al finalizar la dictadura se había producido una profunda redistribución del
ingreso en perjuicio de los trabajadores, y una radical reformulación del aparato productivo,
que afectó algunos sectores y ramas de la producción, produjo el cierre de múltiples plantas
pequeñas y medianas, y algunas grandes, con sus efectos sobre el empleo y las condiciones
de trabajo. El Producto Bruto Industrial tuvo una caída de un 20%,29 en tanto la fuerza de
trabajo empleada en el sector se redujo en un 31% entre 1975 y 1981.��El salario real sufrió
una caída porcentual de 32 puntos entre el 1974 y el 1982, y la participación en el PBI se
redujo del 49,3% en 1975 al 33% en 1981.31
Esta somera descripción de la magnitud de la represión y de los diversos aspectos
que tuvo la ofensiva contra los trabajadores y sus organizaciones es imprescindible para
comprender las condiciones de posibilidad y desarrollo de la protesta obrera en el período.

3. La conflictividad durante la dictadura

A raíz de la magnitud y alcance de las medidas represivas, económicas y normativas


que el régimen impuso al conjunto de la clase trabajadora, la modalidad de los conflictos
durante el período sufrió ciertas transformaciones y adaptaciones coyunturales.
Durante los primeros años de la dictadura (hasta 1979 o 1981 según los distintos auto-
res) predominaron formas de la conflictividad que en su conjunto han sido denominadas
como resistencia molecular. Siguiendo los trabajos Falcón, Almeyra y Pozzi,32 haremos
uso de la caracterización de resistencia molecular para denominar aquellas modalidades
de enfrentamiento centradas fundamentalmente en los lugares de trabajo, caracterizadas
por su dispersión y falta de coordinación con otros centros laborales; en general definida
por medidas menos abiertas en la confrontación. Esto incluiría acciones de diverso tenor,
algunas de las cuales sólo pueden ser vistas como contenciosas a la luz del contexto ultra

27 SIMONASSI, Silvia, “‘A trabajar y muzzarella’…”, Op. Cit.


28 DELICH, Francisco, “Desmovilización social…”, Op. Cit., p.107.
29 KATZ, Jorge y KOSACOFF, Bernardo, El proceso de industrialización en la Argentina: evolu-
ción, retroceso y prospectiva. CEPAL/CEAL, Buenos Aires, 1989. p. 61.
30 FERNANDEZ, Arturo, Las prácticas…, Op. Cit., p. 54.
31 FERNÁNDEZ, Arturo, Las prácticas…, Op. Cit., p. 109.
32 FALCÓN, Ricardo, “La resistencia...”, Op. Cit.; ALMEYRA, Guillermo, “La clase obrera....”,
Op. Cit.; POZZI, Pablo, Oposición…, Op. Cit.

40
Andrés Carminati

represivo y de una correlación de fuerzas desfavorable para los trabajadores. Las huelgas se
caracterizaron por su corta duración, en general aisladas, y en muchos casos tomando sólo
algunas secciones. Dentro de esta lógica, fueron muy frecuentes las modalidades de “huelga
de brazos caídos”, “trabajo a tristeza”, “trabajo a reglamento” o el “quite de colaboración”.
Estas últimas son dos modalidades a través de las cuales los trabajadores afectan la produc-
ción negándose a realizar horas extras o tareas no incluidas en los convenios colectivos de
trabajo. Por lo general todos los planes de producción contemplaban su realización, por lo
que la aplicación de estas medidas por parte de los trabajadores alteraba sensiblemente el
orden productivo. Mientras que el trabajo a “desgano” o “tristeza” son medios para disminuir
o suspender la actividad laboral con permanencia en el lugar de trabajo.
En algunos establecimientos el enfrentamiento tomó la forma de sabotaje a la produc-
ción y/o a las instalaciones fabriles. Sobre estos hechos nos parece pertinente señalar dos
cosas: por un lado tienen su antecedente histórico-político en la denominada “resistencia
peronista”, y por tanto forman parte de la experiencia de la clase trabajadora argentina.
Por el otro, algunas organizaciones armadas con inserción fabril alentaban a sus militan-
tes, simpatizantes y trabajadores en general a producir hechos de sabotaje, a la vez que se
adjudicaron como propios algunos de dichos actos.33
Otras formas de protesta, propias de la denominada resistencia molecular, puede obser-
varse en aquellas que buscaban entorpecer el ritmo y la disciplina laboral, como las “cam-
pañas de ruidos”, “aplaudidas”, o en las acciones consistentes en “tirar gamexane”, etc.34
El común denominador de este conjunto de medidas era la producción de acciones de
protesta que pudieran tener cierto efecto sobre la producción o la disciplina fabril mante-
niendo a resguardo o en el anonimato a los manifestantes; ya fuera a través de acciones
unánimes, sin dirigencias aparentes, o de acciones clandestinas, en el caso de los sabotajes.
En síntesis, se trataría de un amplio abanico de medidas que pueden ser concertadas o
individuales, limitadas en sus dimensiones temporales y espaciales.
Si bien el escenario dominante durante el primer trienio de la dictadura estuvo signado
por esta tonalidad de conflictos de baja intensidad, reducidos a espacios acotados, de carác-
ter breve y en general aislados del conjunto, hubo ciertos momentos en que se produjeron
estallidos de conflictividad, donde varios sectores de trabajo se lanzaron de manera más o
menos simultánea a la huelga. Así sucedió en agosto/septiembre de 1976 con una serie de
conflictos en la industria automotriz, que tuvo amplia repercusión en Córdoba y el Gran

33 Por ejemplo, el editorial “Un arma de combate ¡SABOTAJE A LA PRODUCCIÓN!” de El Com-


batiente Nº 212, 14/4/1976. Que fue distribuido como panfleto en la puerta de algunas fábricas: DI.
Nº3050 - Caja 50- 21 /5/ 1976, San Lorenzo. Y en Evita Montonera Nº13, abril-mayo 1976, órgano
de Montoneros: “Directivas para las agrupaciones” […] El sabotaje como forma clandestina de ataque
a los monopolios, debe hacerse sobre la producción evitando dañar la fuente de trabajo”.
34 DICÓSIMO, Daniel, “Desobediencia laboral en la industria metalúrgica, durante el Proceso de
Reorganización Nacional. 1976-1980”, Ponencia XI JI/ H, Tucumán, 19 al 22/09/ 2007.

41
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Buenos Aires,35 o durante una “ola” de conflictos en la zona de Rosario y el Gran Rosario
en junio de 1977,36 que se extendió durante diez días y abarcó diferentes plantas y sectores
de trabajo. También en octubre y noviembre de ese año, cuando estallaron una serie de
conflictos “que sin tener una conducción única, coincidieron en el tiempo, movilizando
cerca de un millón de trabajadores. Hubo huelgas y paros en el transporte de corta, media
y larga distancia, en subterráneos, en ferrocarriles, y en los sectores metalúrgico, textil,
mecánico, bancario, etc.”.37
Atento a esta caracterización general procuraremos describir y analizar el desarrollo
histórico concreto de la conflictividad en la zona de Rosario y el Cordón Industrial de la
Zona Norte del Gran Rosario durante los años 1976,38 1977 y 1978.

4. La conflictividad obrera en La zona de Rosario y el Cordón


Industrial de la Zona Norte del Gran Rosario 1976-78

La zona de estudio está inserta en lo que se denomina “Cordón Industrial del Paraná”,
que se extiende a la orilla del río del mismo nombre, desde la Zona Norte del Gran Rosario
hasta San Nicolás en la provincia de Buenos Aires. En su conjunto es uno de los centros
industriales más importantes del país, donde se concentran grandes plantas de industrias
básicas como la petroquímica, química, siderúrgica; numerosas plantas metal mecánicas,
metalúrgicas, aceiteras, cerámicas, textiles, etc.
La región posee una larga tradición de luchas obreras, que pueden rastrearse hasta fines
del siglo XIX. Durante el período previo al golpe de Estado pueden destacarse los Rosaria-
zos de 1969 (en particular, el segundo), los acontecimientos conocidos como el Villazo y la
experiencia de la UOM de Villa Constitución;39 en tanto que en la Zona Norte sobresalen la
conducción “antiburocrática” del SOEPU en la planta PASA y las experiencias de la CGT
San Lorenzo y la “Intersindical de Gremios”, entre el ‘71 y el ’74, que agrupaba sindicatos
y comisiones internas “combativas”.40
Antes del 24 de marzo, las diversas políticas anti sindicales que Juan Carlos Torre

35 ABÓS, Álvaro, Las organizaciones…, Op. Cit., p. 9; POZZI, Pablo, Oposición…, Op. Cit., p.71.
36 CARMINATI, Andrés, “Conflictividad obrera…”, Op. Cit.
37 FERNANDEZ, Arturo, Las prácticas…, Op. Cit., p. 91.
38 El año 1976 lo abordaremos desde el 24 de marzo.
39 RODRÍGUEZ, Ernesto y VIDELA, Oscar (compiladores) El Villazo. La experiencia de una
ciudad y su movimiento obrero, Revista Historia Regional Libros, Villa Constitución, 1999.
40 CERUTI, Leónidas y RESELS, Mariano, Democracia Directa y Gestión Obrera. El S.O.E.P.U.,
La Intersindical de San Lorenzo y la Coordinadora de Gremios. 1962-1976, Del Castillo, Rosario,
2006.

42
Andrés Carminati

denominó “supresión de la oposición sindical”,41 apuntaron preferentemente hacia los


referentes y estructuras de estas experiencias mencionadas. La sanción de diversas leyes
de carácter represivo (reforma del Código Penal, ley 20642; “Ley de Seguridad Nacional”,
2084042 y decretos 261/75, 2770, 2771 y 277243) y la modificación de la Ley de Asociacio-
nes Profesionales (20615), que concedía a las Centrales amplias facultades para intervenir
las seccionales, anular decisiones de comités fabriles o expulsar a los miembros díscolos,
fueron dos herramientas utilizados por el ministerio de Trabajo y la dirigencia sindical
tradicional para empezar a desarticular las diversas experiencias sindicales alternativas,
autodenominadas “clasistas”, “combativas” o “antiburocráticas”.
Uno de los hechos más destacados en nuestra zona de estudio fue el “mega operativo”
de fuerzas conjuntas que se realizó en marzo de 1975, denominado “Operativo Serpiente
Roja del Paraná”. Durante el mismo se realizó una enorme razia desde Zárate Campana
hasta Puerto San Martín, con epicentro en la ciudad santafesina de Villa Constitución. Como
resultado del suceso se produjeron alrededor de 300 detenciones entre dirigentes gremiales,
delegados y militantes a lo largo del “Cordón”.
En paralelo con esta política represiva de carácter legal, en las postrimerías del gobierno
de Isabel Perón se produjo un incremento del accionar de bandas paramilitares que produ-
jeron numerosos atentados contra delegados, activistas fabriles y militantes.
Con esto queremos indicar que, al comenzar la dictadura, el activismo y las organiza-
ciones de base en las fábricas ya venían sufriendo una cierta dispersión y desintegración.
Incluso muchos militantes, delegados y miembros de comisiones internas fueron echados
en los días posteriores al golpe, y otros, según testimonios que hemos podido recoger,
decidieron, por seguridad, no volver a sus lugares de trabajo.
Atentos a los resultados que arroja el estado actual de nuestra investigación, dividiremos
en cuatro etapas el estudio del período 1976-78. Un primer subperíodo, entre marzo del ‘76
y junio del ‘77, signado mayormente por acciones inscriptas dentro de lo que hemos deno-
minado como resistencia molecular, con la excepción de dos momentos que señalaremos
más adelante. Un segundo subperíodo, que a su vez dividiremos en dos, donde encontramos
dos lapsos de estallidos simultáneos de conflictos: Una “ola de huelgas” durante junio de
1977, que se extendió por Rosario y la Zona norte del Cordón Industrial, y una segunda
“ola” que afectó varios centros urbanos del país entre los meses de octubre y diciembre del

41 TORRE, Juan Carlos, El gigante invertebrado. Los sindicatos en el gobierno, Argentina 1973-
1976, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, p. 92.
42 Imponía penas de prisión “a los que luego de declarado ilegal un conflicto laboral, por la autoridad
competente, instiguen a incumplir las obligaciones impuestas por dicha decisión…”
43 Otorgaban a las Fuerzas Armadas, primero sobre Tucumán, y luego sobre todo el territorio del
país la facultad para “…ejecutar las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a efectos
de aniquilar el accionar de los elementos subversivos…”.

43
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

mismo año, y que tuvo una importante repercusión en la zona que estudiamos. Finalmente
tomaremos el año ‘78 completo, donde la conflictividad vuelve a asumir características
menos frontales y abiertas, aunque con un desarrollo diferente.

4.1. De marzo del ´76 a junio del ´77. La resistencia molecular


Durante los 15 meses que transcurren entre marzo de 1976 y junio de 1977, primer sub
período que hemos demarcado a fin de periodizar y caracterizar la conflictividad en Rosario
y sus alrededores, hemos establecido la existencia de distintas confrontaciones al menos en
25 fábricas y sectores de trabajo.
En estos primeros meses se observa una preeminencia de la protesta silenciosa y aisla-
da. Fueron frecuentes las “huelgas de brazos caídos” y trabajo “a desgano” o “a tristeza”.
Este tipo de medidas hallamos en John Deere, Massey & Ferguson, Celulosa Argentina,
Cindelmet, Sulfacid, Electroclor, PASA, YPF de San Lorenzo, Cerámica Río Paraná, Luz
y Fuerza, Diario La Capital, Ferroviarios, Telefónicos y pequeñas y medianas metalúrgicas
como CURA, Colby, Fader, Navarro, Helvética y Daneri.
Una práctica que se advierte en numerosas ocasiones, es la de circulación de petitorios
firmados por la totalidad de los trabajadores para exigir aumentos salariales o solicitar a
los directivos cuestiones atinentes a las condiciones de trabajo. Otras veces, el descontento
contenido se expresaba en el campo de lo “simbólico”. Por ejemplo, el caso de Cerámica San
Lorenzo: la dirección de la empresa había organizado un “banquete” de fin de año destinado
a los obreros allí empleados. Cuatrocientos trabajadores se habían anotado para concurrir,
pero “sólo fueron unos 150 que esperaron a que sirvieran, luego tiraron las bandejas con
la comida y se retiraran silbando y gritando”.44 O en Sulfacid, donde se hicieron pintadas
sobre un automóvil del Ejército con la consigna: “Fuera milicos asesinos”, mientras los
agentes castrenses vigilaban el orden en la producción.45
Otro modo de protesta utilizado durante el período fue el sabotaje a la producción, in-
fraestructura o instalaciones. Hubo un sabotaje al grupo electrógeno de la planta John Deere
en el momento en que entraba “un escuadrón militar para sofocar una huelga que llevaba
48 horas”;46 en el frigorífico Swift “toneladas de las mejores carnes argentinas destinadas
a ser embarcadas para la exportación, quedaron inutilizadas al ser pinchadas las cámaras
frigoríficas que las conservaban”;47 mientras que en el Puerto de Rosario –donde se habían
producido serios conflictos durante el mes de enero del ‘77– el 9 de febrero se produjo

44 Evita Montonera, Año 3 Nº 19. sept/oct.1977.


45 BASCHETI, Roberto, Documentos 1976-1977. Golpe Militar y resistencia popular. V. I, De la
Campana, Buenos Aires, 2001, p. 306.
46 Ídem, p. 307.
47 El Combatiente, Año IX, Nº 233. 15/9/1976.

44
Andrés Carminati

“un caso insólito y que nunca se habría registrado en nuestra ciudad… se “rajó” un silo
comenzando a perder trigo que se encontraba allí almacenado”.48
Estas formas que adquiere la confrontación están sin dudas ligadas a las durísimas
condiciones que la dictadura impuso a los trabajadores a través de las distintas medidas
que hemos descripto previamente.
Como señalábamos, la mayor parte de los conflictos respondieron a la lógica que hemos
denominado resistencia molecular. No obstante hubo dos casos que rompen con este esque-
ma. Son los conflictos en Luz y Fuerza (octubre 1976-marzo 1977 y noviembre de 1977) y
el de los Portuarios (enero 1977). Ambos, por otra parte, tienen la particularidad de que se
suceden en simultáneo con luchas del mismo gremio en Buenos Aires.
El caso de Luz y Fuerza fue una de las experiencias más radicales de conflictividad
durante los primeros años de la dictadura. Entre octubre de 1976 y marzo de 1977, y en
noviembre de este último año, se produjeron gran cantidad de conflictos con epicentro en
SEGBA:49 hubo apagones sorpresivos y sabotajes, “trabajo a tristeza”, e incluso distintas
manifestaciones públicas.50
En Rosario el derrotero y las modalidades de la conflictividad fueron similares. En
octubre del ‘76 el diario La Capital informaba:
…los trabajadores nucleados en el Sindicato de Luz y Fuerza, exteriorizaron su
oposición a la implantación del Código Laboral que anula cláusulas de su convenio
de trabajo; en demanda de reivindicaciones salariales y en señal de protesta por la
detención y despido de dirigentes y empleados.

Según el matutino:
en los respectivos sitios de tareas, se aplicó el trabajo a reglamento –algunos lo deno-
minaron “a desgano”– culminando la jornada con una marcha…51

También entre el 4 y el 20 de febrero se produjeron numerosos conflictos paralelamente


con los que acaecían en Buenos Aires. En ese transcurso –el 10 de febrero– y en el marco
de las negociaciones, se produciría la desaparición del máximo referente del sindicato a
nivel nacional, Oscar Smith.
El conflicto del puerto tuvo lugar entre el 20 y el 25 de enero de 1977, coincidiendo tam-
bién con medidas nacionales. Apenas iniciado la prensa local informaba que se les aplicaría
a los huelguistas “la ley de seguridad”, en tanto que el prefecto principal de la zona Rosario

48 La Tribuna, Rosario, 9 /02/ 1977.


49 Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires.
50 Ver: POZZI, Pablo, Oposición…, Op. Cit.; GHIGLIANI, Pablo, “El conflicto de Luz y Fuerza…”,
Op. Cit.
51 La Capital, Rosario, 28/10/1976.

45
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

anunciaba que se garantizaría “la libertad de trabajo” y destacaba que habilitarían “nuevas
tarjetas de estibadores, contándose con 400 personas que se ofrecieron a trabajar”.52 El 25
se anunciaba, por el mismo medio, que el conflicto había sido solucionado. No obstante,
pocos días después se producía el “insólito suceso” (sabotaje) que apuntábamos antes.
Sobre estos conflictos y sus particularidades nos parecen muy pertinentes las observa-
ciones que en su momento hizo Rodolfo Walsh:
…solamente sectores del peronismo sindical –Luz y Fuerza y portuarios– han con-
seguido frenar el avance enemigo librando conflictos que terminaron en empate. La
posibilidad de tal resultado está dada en ambos casos por la naturaleza crítica de la
producción, que es permanente en el caso de los servicios eléctricos, y estacional en
el servicio portuario (próxima exportación de cosechas). En el caso de Luz y Fuerza
debe computarse además la permanencia de una organización reivindicativa de calidad
superior….53

Las particularidades que le permitieron a ciertos colectivos de trabajadores protagonizar


conflictos que pudiesen superar los límites del aislamiento, dispersión y silencio mediático,
será un tema que abordaremos y problematizaremos en el tratamiento de los puntos que
siguen.

4.2. Las “olas” de conflictos de 1977


Durante la segunda mitad del año ’77, se produjeron dos grandes oleadas de conflictos:
una con epicentro en Rosario y otra de alcance nacional, pero que repercutió también en
nuestra zona de estudios. A continuación analizaremos cada una por separado.

4.2a. El otoño caliente de junio de 1977


En el mes de junio de 1977 se produce una ruptura en la tendencia que expresaba la
conflictividad hasta ese momento. Entre el 8 y el 21 de ese mes hubo 15 días de conflictos
ininterrumpidos. En ese transcurso se produjeron una serie de medidas gremiales simul-
táneas: dos grandes huelgas en las fábricas de tractores –que persistieron durante toda la
quincena–, y una serie de reyertas de diverso tenor en distintas plantas industriales y lugares
de trabajo de la zona.54
El lunes 13 junio, comenzaba la “ola” cuando se declaraban en huelga los trabajadores
de las dos plantas de tractores de la zona: John Deere y Massey & Ferguson. Desde el 8
del mismo mes se venían produciendo confrontaciones entre patronales y obreros a raíz de

52 La Tribuna, Rosario, 21/1/1977.


53 WALSH, Rodolfo, Los papeles de Walsh, Cuadernos del Peronismo Montonero Auténtico, 1979,
p.11.
54 Estudiamos con más detalle estos conflictos en: CARMINATI, Andrés, “Conflictividad obrera…”,
Op. Cit.

46
Andrés Carminati

un pedido de aumento cercano al 40%; que fuera rechazado a ambos casos. Entre tanto, el
mismo 13, se produjeron dos huelgas en las empresas Fate y Sulfacid, también por motivos
salariales. Durante el transcurso de esa semana, la conflictividad se fue extendiendo a otras
fábricas de la región: PASA, Duperial, Celulosa, Electroclor, Argental, y “otras plantas
menores elaboradoras de maquinaria para el agro”.55
El viernes 17, los trabajadores rurales y estibadores de Santa Fe iniciaban un paro por 24
horas, a la par que entraban en huelga los/as trabajadores/as de la textil Estexa y de Grandes
Cristalerías de Cuyo. En estas últimas el reclamo también era de tipo salarial, pero se dio
la particularidad que también expresaron su solidaridad y “adhesión al personal de John
Deere y Massey Ferguson”.56
Las huelgas en las fábricas de tractores se sostuvieron por 9 días. Sin lugar a dudas los
dos conflictos de carácter abierto más extensos de la región en 15 meses de dictadura. A
poco de comenzadas fueron ilegalizadas en función de la vigencia de la ley 21400.57 Frente
a esto, los trabajadores “transformaron el paro en ‘huelga de brazos caídos en los lugares de
trabajo’”,58 por lo que ambas empresas solicitaron intervención de la policía, que procedió
a desalojar violentamente las dos plantas.
Por su parte, los huelguistas de Estexa y Grandes Cristalerías de Cuyo sufrieron la misma
suerte: ilegalización de los conflictos e intervención policial. En las Cristalerías, el conflicto
se “solucionó” luego de que la policía detuvo a “180 operarios, los que fueron conducidos
a la alcaidía de la jefatura y a la comisaría décima”.59
En el resto de los establecimientos que mencionábamos al iniciar este apartado se pro-
dujeron pequeños conflictos más propios de la denominada resistencia molecular (trabajo
a desgano, paros parciales, petitorios). Con la salvedad de que en este caso se dieron de
manera simultánea a otros conflictos de la región.
Con esta serie de conflictos queda planteado nuevamente el problema de comprender
cuáles eran las condiciones necesarias para producir huelgas de carácter abierto (como había
sucedido en Luz y Fuerza y portuarios) y de manera simultánea.
Como la dictadura había suspendido las paritarias y los aumentos de salario se producían
vía decreto, Ricardo Falcón ha sostenido que “los picos de generalización de luchas por
demandas salariales, coincidieron en muchas ocasiones, con el momento de otorgamiento de

55 Clarín, Buenos Aires, 22/6/1977.


56 Partes Policiales (PP). Nº 142, 17/06/1977, caja 55, Archivo de la Memoria Provincia de Santa
Fe (AMPSF).
57 Que prohibía “toda medida concertada de acción directa, paro, interrupción o disminución del
ritmo de trabajo”, bajo amenaza de penas de “prisión de uno a seis años”, constituyéndose además
en “causal de despido justificado. Ley 21400, Boletín Oficial, 8/9/1976.
58 Clarín, Buenos Aires, 18/06/1977.
59 El País desde Rosario, Rosario, 22/06/1977.

47
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

reajustes por decreto”.60 En marzo de 1977 el ministro de economía Martínez de Hoz había
impuesto una “tregua” de 120 días para precios y salarios. Esta medida había producido
un deterioro mayor del poder adquisitivo de los trabajadores, que ya venía disminuyendo
progresivamente. Para el mes de junio se avizoraba el fin de la “tregua”, lo que pudo ser una
causa que empujara a distintos sectores de trabajadores a reclamar por un reajuste salarial
de manera simultánea.
Ahora bien, la industria del tractor, cuyos obreros cumplieron sin dudas un rol protagónico
en estas jornadas, no representa un “sector crítico”, ni sus trabajadores poseen una “posición
estratégica”, como denomina John Womack Jr., a la capacidad de “algunos obreros dete­ner
la producción de muchos otros”,61 por el lugar que ocupan en la producción. No obstante, y
a manera de hipótesis, nos parece que –sumado al malestar, que era generalizado– la apari-
ción de dos grandes conflictos que por su dimensión pudieron saltar el cerco del silencio y
la censura, alentó a otros trabajadores a reproducir las medidas en otras fábricas y lugares
de trabajo.62 Por otra parte, si bien ya venían sufriendo severas reducciones en su personal
de planta, se trataba de dos fábricas de grandes dimensiones: en junio de 1977 John Deere
contaba con 1200 trabajadores y Massey con 800.

4.2b. La ola de huelgas de octubre/noviembre de 1977. La conflictividad


sobre rieles
Apenas cuatro meses más tarde una ola de huelgas que adquirió dimensiones nacionales
y que movilizó cerca del millón de trabajadores, tuvo enorme repercusión en la región de
Rosario y sus alrededores.
Este movimiento huelguístico fue caracterizado por la mayoría de los observadores
como el momento más complicado por el que atravesaba el régimen desde su instauración.
Un editorial del diario La Nación señalaba que era “la primera vez, en más de diecinueve
meses, que el Gobierno debió enfrentar un conflicto gremial cuyas consecuencias perturbaron
seriamente el interés público”,63 en tanto que en algunas columnas periodísticas se debatía
si los hechos eran o no comparables al Cordobazo.64

60 FALCÓN, Ricardo, “La resistencia…”, Op. Cit., p. 127.


61 WOMACK Jr., John, Posición Estratégica y Fuerza obrera. Hacia una nueva historia de los
movimientos obreros, Fondo de Cultura Económica, México, 2007, p. 50.
62 Si bien las noticias son breves, se informa sobre los conflictos tanto en la prensa local como
de Buenos Aires: La Capital (15, 16 y 18/06/1977); El país desde Rosario (15, 16, 17, 18, 21, 22
y 23/06/77) La Tribuna (17, 18, 22 y 23/06/1977) de la ciudad de Rosario; Clarín (17, 18, 22, 23
y 24/06/77), La Nación (16,17, 18 y 19/06/1977), La Prensa (16, 18 y 19/06/1977) y La Razón
(17/06/1977) de la ciudad de Buenos Aires.
63 La Nación, Buenos Aires, 31/10/1977.
64 La Razón, Buenos Aires, 5/11/1977; La Nación, Buenos Aires, 6/11/1977.

48
Andrés Carminati

Con sus alzas y bajas, la conflictividad se extendió durante 40 días y afectó a los prin-
cipales centros urbanos del país, con epicentro en Buenos Aires.
El primer conflicto importante, y que abre la ola de conflictividad, se dio de manera
aislada en la planta de IKA Renault en Córdoba, el 11 de octubre. Fueron siete días de
huelga, con una gran repercusión mediática.
Nueve días después, estalló una huelga en el ferrocarril que, de un simple paro de
“señaleros” de la línea Roca, se transformó en una huelga en todos los ramales y al menos
en 6 provincias (Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos, Tucumán). Casi
paralelamente se desataron conflictos entre pilotos y personal aeronáutico, en el transporte
de corta, media y larga distancia, en todas las líneas de subterráneos, entre personal de Luz
y Fuerza en Buenos Aires y Rosario y en los puertos rosarino y porteño.
En Rosario y su zona se produjeron conflictos en las líneas Mitre, Belgrano y los talleres
de Pérez y Villa Diego del Ferrocarril Mitre, en Agua y Energía (Rosario, Villa Constitución
y San Lorenzo), en el Puerto, Empleados de Comercio, Recolectores, Ministerio de Obras
públicas, Junta Nacional de Granos, Correos y Telecomunicaciones, Obras Sanitarias, Banco
Nación, YPF San Lorenzo, PASA, Acindar, Editorial Caille y Vola y CAP (Corporación
Argentina de Productores de Carne). En tanto que los partes de la policía informaban que
se habrían “detectado reuniones de dirigentes medios” de la UOM que estarían proyectando
“una movilización de sus afiliados en demanda de mejoras laborales”.65
A lo largo de los 40 días que se mantuvo la conflictividad en los principales centros
urbanos del país, se pudo observar de qué manera se condensaron y combinaron las distintas
experiencias de lucha y resistencia, luego de diecinueve meses de dictadura. Por un lado,
concertadamente con la lucha abierta se produjeron diferentes formas de enfrentamiento
características de la denominada resistencia molecular: sabotajes, “trabajo a desgano”,
y sobre todo se advierte claramente que las medidas y formas de lucha apuntaban a “no
brindar blancos visibles a la represión”. Relacionado con esto último, comienza a manifes-
tarse, tanto por boca de funcionarios como de analistas políticos y periodistas, la cuestión
de la “falta de interlocutores válidos” para negociar la finalización de las huelgas,66 y en
consecuencia la necesidad de implementar una nueva Ley de Asociaciones Profesionales
que regule la actividad sindical.
La paralización del ferrocarril en el Gran Buenos Aires y parte del país, sumado a la
interrupción de otros servicios públicos, como la energía, aviones, subterráneos y el trans-
porte de pasajeros era imposible de invisibilizar y poseía per se una capacidad disruptiva

65 PP. Nº249 - Caja 55- 2 /11/1977, PP. Nº250 - Caja 55- 3/11/1977 en AMPSF.
66 Por ejemplo, Clarín subrayaba que durante los conflictos se evidenció la “ausencia de un inter-
locutor válido que permitiera encauzar las conversaciones entre las autoridades y los trabajadores”,
3/11/1977; mientras que La Nación sostenía que las huelgas se habían extendido a causa de “la
ausencia de representantes válidos de los obreros, de dirigentes capaces de expresar las verdaderas
aspiraciones de éstos” 7/11/1977.

49
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

del orden. Nuevamente aparece aquí la cuestión de la posibilidad que tienen algunos traba-
jadores trascender al espacio público con sus reclamos y de convertirse incluso en motores
de otros conflictos. En el caso de los obreros del riel, además, ostentan la particularidad de
estar comunicados y extendidos a través de la vía férrea, lo que les permite, casi de manera
natural, propagar el conflicto sobre el espacio nacional.

4.3. 1978: Crisis, resistencia molecular y sabotajes


Luego de las grandes convulsiones del año ‘77, durante 1978 la conflictividad tendió a
recluirse nuevamente en la resistencia molecular.
No obstante nuestros registros contabilizan alrededor de 34 conflictos, de diversa inten-
sidad y duración, en 24 plantas o lugares de trabajo distintos. En algunos de estos lugares
se evidencia una persistencia de la conflictividad registrada durante momentos previos,
como por ejemplo ferroviarios, luz y fuerza, portuarios, John Deere, Celulosa y Sulfacid.
En el transcurso del año no se produjo ningún estallido u ola de conflictos, y por lo ge-
neral se acentuó la invisibilidad de los conflictos en la prensa. Solamente trascendieron a los
periódicos, la huelga del personal de conducción de media y larga distancia, que se produjo
en enero –prácticamente el último coletazo de la ola de huelgas de octubre-noviembre– dos
huelgas en los ferroviarios y una gran huelga en el frigorífico Swift, que duró casi una se-
mana. Es probable que, entre otros factores, la celebración del Mundial de Fútbol Argentina
‘78 se haya convertido en un potente silenciador del conflicto social.
Por otro lado, a partir de este año, comienzan a hacerse palpables los efectos de la segunda
etapa de la política económica de Martínez de Hoz sobre la industria (profundización de la
apertura comercial y reforma financiera). Por ello muchos conflictos tuvieron origen en el
malestar creado por procesos de despido y racionalización, aunque el principal detonante
siguió siendo el reclamo salarial.
Una de las particularidades que detectamos durante 1978 fue la gran cantidad de he-
chos de sabotaje que se produjeron: 7. Además de 3 atentados con “artefactos explosivos”.
Estos últimos se contabilizan aparte pues carecemos de información precisa, y debido a
que podrían haber sido cometidos sin participación directa de los trabajadores. Aunque sí
estuvieron relacionados a la conflictividad: dos se produjeron contra transformadores de
luz eléctrica y uno en la puerta de Fate.
Nos detendremos brevemente en algunos de estos hechos, porque sin lugar a dudas dicen
mucho sobre las confrontaciones del período.
Una de las fábricas donde se produjeron diversos actos de sabotaje fue Celulosa Argen-
tina. En el mes de abril se sabotearon las “máquinas fabricadoras de papel, hecho que fue
perpetrado arrojando en el interior de las mismas bulones que produjeron la inutilización
de las mismas”.67

67 PP. 240800Abr78, Caja 56, 24 /04/1978 en AMPSF.

50
Andrés Carminati

Según la información que recogían los partes policiales:


…los obreros de Celulosa Argentina estaban en conocimiento de futuros despidos
masivos de personal, los que serían reemplazados con jubilados de este gremio,
contratados, al efecto.68

Al mes siguiente se produjo un incendio en la “Sección Maderas, Rechazo de Papel y


Depósito de Papel”;69 mientras que el 27 de octubre se saboteó la máquina “N° 2 de “papel”
a la que se le arrojó un trozo de ‘asfalto’”.70
Otro caso similar se dio en Cerámica Alberdi, donde se produjeron varios hechos de
sabotaje consecutivos. Los mismos iban atados a una serie de conflictos entre patronal y
obreros que giraban alrededor de varias cuestiones: despidos, la representación gremial de
los trabajadores y la urgencia de aumentos salariales.
Los sabotajes buscaban, en este caso, afectar la producción retrasándola. Por ejemplo:
… el día 20-02-78, a las 5,00 horas, denuncia el capataz de Cerámica Alberdi, que al
poner en funcionamiento la máquina Nº2 de elaboración de materia prima, no fun-
cionaba. La desarmó para hallar la avería y encontró un hierro de 12 centímetros de
longitud por 6 centímetros de ancho… Dicha máquina estuvo sin producir desde las
l hasta las 11,000 horas, de ese día…71

A través de “panfletos” de la Agrupación de Trabajadores Ceramistas, que la policía


halló en las inmediaciones, podemos saber que las demandas eran:
… que se nombre asamblea para nombrar un comisión que exija al directorio de
Empresa aumento inmediato de sueldo... no al despido masivo, no a las mangos por
acuerdo de renuncias… Reingreso a cualquier lugar de la fábrica de los dirigentes72

Los dos casos exponen, a nuestro entender, las formas que asume la conflictividad ante
un escenario que presenta escasas posibilidades de negociación y donde el panorama para
los trabajadores era siempre de “derrota”. La experiencia parecía indicar que si lograban
organizarse, a pesar de los peligros, la huelga era ilegalizada, si mutaban las formas de
acción hacia modalidades tales como las huelgas de “brazos caídos”, la policía o el ejército
intervenían en las plantas y detenían, despedían o amenazaban trabajadores, etc. A ello se
sumaba el contexto recesivo de la industria que planteaba un horizonte de cierres y racio-

68 Ibídem.
69 PP, D.2, Nº 300800May78, Caja 56, 30/05/1978 en AMPSF.
70 PP, D.2 270800Oct78, Caja 56, 27/10/1978 en AMPSF.
71 PP, D.I.Nº 33, caja 55-B, 22/02/78 en AMPSF.
72 Ibídem.

51
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

nalización. Frente a estas circunstancias pareciese que la única forma de presionar o de


“igualar” fuerzas en la confrontación era el sabotaje.

Consideraciones Finales

En el presente trabajo hemos procurado presentar las diversas modalidades que asumió
la conflictividad obrera en Rosario y las zonas aledañas durante los primeros años de la
última dictadura militar.
Una primera conclusión que se desprende del trabajo indica que, aunque muchas veces
aislada y con escasa repercusión, la conflictividad se manifestó durante todo el período
escogido. El estudio año por año nos permitió trazar periodizaciones en función de las
particularidades que fueron asumiendo los conflictos.
Se puede inferir que la preeminencia de la denominada resistencia molecular está aso-
ciada a las duras condiciones que la dictadura había impuesto a los trabajadores: una fuerte
política represiva (legal y extra legal), una decidida intervención en los conflictos a favor
de las patronales mediante el uso de las fuerzas policiales y/o militares, la prohibición y
neutralización de todas las formas organizativas de los trabajadores (sindicatos, comisiones
internas, coordinadoras de base, delegados, etc.). Esta serie de condicionamientos tendió
a recluir los conflictos en las fábricas y lugares de trabajo, aislándolos muchas veces de
otros sectores. Esto produjo también algunas mutaciones en el accionar de los trabajadores.
Los hechos de sabotaje, en particular los del año ‘78, donde se ve claramente la relación
entre los reclamos irresueltos y los atentados contra las instalaciones fabriles, son una clara
muestra de la transformación de los modos de protesta condicionados por la coyuntura.
Por otra parte, a lo largo del escrito hemos procurado reflexionar acerca de las particu-
laridades de ciertos sectores de trabajo, y las posibilidades que su ubicación en el proceso
productivo les daba para provocar hechos relevantes, o incluso convertirse en catalizadores
de otros conflictos.
Abordamos el caso de los trabajadores de Luz y Fuerza, cuya ubicación estratégica les
permitió confrontar abiertamente al régimen, aún en los momentos más duros. Sin embargo
el gremio fue muy golpeado por la represión: sufrió la desaparición de al menos una trein-
tena de trabajadores incluyendo al Secretario General del sindicato; al margen de otro tipo
de represalias. Dado el carácter “crítico” del sector, los “lucifuercistas” pudieron resistir
seriamente la política del gobierno de facto, que buscaba producir una racionalización,
privatización y ajuste del sector. No obstante sus luchas padecieron las mismas limitaciones
que otras ramas y sectores: no lograron exceder los marcos del gremio.
Durante 1977 analizamos dos procesos de huelga que trascendieron los marcos fa-
briles y aún sectoriales. En el primero observamos la influencia que tuvieron las huelgas
prolongadas de dos grandes fábricas de la región del Gran Rosario. La posibilidad de que
estos conflictos atravesaran el silencio mediático, sumado al malestar generalizado y a la

52
Andrés Carminati

posibilidad cierta de reajustes salariales, operaron como motor de un estallido simultaneo


de huelgas a nivel regional.
En una segunda instancia estudiamos la importancia del gremio ferroviario, que al igual
que los casos de Luz y Fuerza y Portuarios, consigue producir conflictos que no pueden
ser invisibilizados. Estos trabajadores, por su ubicación estructural, pudieron operar como
impulsores de otros conflictos. La propia paralización del ferrocarril, sobre todo en el co-
nurbano bonaerense, se convertía en un obstáculo para el normal funcionamiento de otras
industrias. Por otra parte, el contexto de demandas candentes en todos los sectores de trabajo,
hizo que una huelga de un pequeño gremio del ferrocarril –los señaleros– accionara como
una chispa en el pajonal seco.
En general, como hemos señalado, la conflictividad del período padeció el aislamiento
producido por la práctica anulación de cualquier órgano de coordinación. Aparentemente,
a causa de esta ausencia de un espacio de articulación oficial, los estallidos de conflicti-
vidad necesitaron de algún sector o gremio que por sus capacidades estructurales, por su
tradición histórica o por el peso numérico de los trabajadores de la fábrica o sector pudiese
encabezar el reclamo.
En un aspecto más general, coincidimos con la apreciación de Ricardo Falcón cuando
señala que “las luchas sindicales durante el “Proceso” lograron poner límites precisos a la
política gubernamental y a las iniciativas de las empresas, pero no pudieron impedir retro-
cesos en el orden global”.73 Por otra parte, durante el período escogido en nuestro estudio,
ningún otro sector social o político –salvo las solitarias rondas de las “Madres”– había
enfrentado de ninguna manera a la dictadura.

Recibido: 14/04/2012
Aceptado: 15/07/2012

73 FALCÓN, Ricardo “La resistencia…”, Op. Cit., p.136.

53
El fin del gobierno alfonsinista y el posicionamiento
de un sector de pequeños empresarios

María Alejandra Martínez Fernández


(ISHIR-CONICET/UNR)

Resumen:
En este trabajo nos centraremos en el posicionamiento que ha tenido un sector de pequeños empresarios
agremiados en APYME respecto de los planes aplicados por el último período del gobierno radical del
retorno a la democracia. Trataremos las principales medidas que contenían el Plan Austral y el Primavera
y la dinámica política que de éstos se emanaba para presentar el diagnóstico que la organización de
pequeños empresarios sostenía respecto de los mismos. Finalizaremos el trabajo con la difícil situación
económico-social que define la entrega anticipada al gobierno de Carlos Menem.
Palabras clave: APYME, Alfonsín, Plan Austral, Plan Primavera.

Abstract: In this paper we are going to concentrate on the position adopted to the implementation of
the Plan Primavera, of the UCR’s government of the return to democracy, by a sector of small business
owners grouped in what is called APYME. In order to understand this subject, we will characterize
the “Plan Austral” (1985) proposed by the Minister of Economic Affairs of the UCR’s government.
We will then point to the most important regulations that the “Plan Primavera” contained, to finally
explain how APYME had positioned in front of this plan. We will finish analyzing the complicated
situation of the Argentine life, which provoked the end of the UCR’s government and cause this to pass
the power to new elected government whose president was Carlos Menem before the stipulated date.
Key words: APYME, Alfonsín, Plan Austral, Plan Primavera.

Nos referiremos en este trabajo al posicionamiento que un sector de pequeños empresa-


rios ha tenido en los años finales del gobierno alfonsinista. Cuando se trabaja este período
es frecuente encontrar análisis respecto de otras organizaciones empresarias1 que por su

1 Para profundizar acerca del posicionamiento de organizaciones empresarias más tradicionales se


pueden consultar entre otros ACUÑA, Carlos, La burguesía como actor político, tesis de doctorado,
Universidad de Chicago, 1995; BASUALDO, Eduardo, KHAVISSE Miguel y AZPIAZU Daniel, El

MARTÍNEZ FERNÁNDEZ, María Alejandra “El fin del gobierno alfonsinista y el


posicionamiento de un sector de pequeños empresarios”, en Avances del Cesor, Año
IX, N° 9, 2012, pp. 55-72.

55
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

poder económico y político han tenido una mayor centralidad, sin embargo consideramos
que enriquecería la comprensión el indagar acerca del comportamiento de una organiza-
ción que recién se conformaba y que representa un sector nada despreciable como el de
los pequeños empresarios. Nos estamos refiriendo a la Asamblea de Pequeños y Medianos
Empresarios (APYME).
Este trabajo es parte de una investigación más amplia en la que nos centramos en
APYME Rosario (1987-2011), la cual se encuentra en estado inicial y se utilizan técnicas de
investigación clásicas de la antropología como las entrevistas en profundidad, observación
de diferentes actividades, aunque esos registros no son utilizados en este escrito. Además
del relevamiento de un cuerpo de fuentes, sobre las que está construido este trabajo, espe-
cíficamente los documentos de la organización producidos entre 1987 y 1989 y noticias en
distintos periódicos que hacían referencia a la misma. Intentamos a través de estas fuentes
realizar una aproximación antropológica que rescate los sentidos y el diagnóstico que los
propios actores hacían para dar cuenta de su posicionamiento.

La Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios

La Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios nace2 formalmente el 15 de mayo


de 1987 gestada en el interior del movimiento cooperativo de crédito por dirigentes que
participaban del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC). La intención era
cubrir un ‘vacío de representación’ que a su entender dejaban el resto de las entidades
empresariales las cuales, lejos de representar a los pequeños empresarios, tergiversaban
las preocupaciones y las demandas de éstos. Algunos de estos empresarios también habían
participado de la CGE, pero evaluaban que debían dar origen a una nueva organización
puesto que “muchos dirigentes y entidades que representaban al empresariado nacional y
a las pequeñas y medianas empresas (pymes), que jugaron un papel importante en la lucha
contra la dictadura y por la restauración de la democracia, fueron adecuando su prédica en
aras del ‘posibilismo’. De hecho se fueron colocando del lado de las organizaciones tradi-

nuevo poder económico en la Argentina de los 80, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986; BELTRÁN,
Gastón, La acción empresarial en el contexto de las reformas estructurales de las décadas de los
ochenta y los noventa en Argentina, tesis de doctorado, Facultad de Ciencias Sociales UBA, 2007;
LATTUADA, Mario, Acción colectiva y corporaciones agrarias, Universidad Nacional de Quilmes,
Buenos Aires, 2006. OSTIGUY, Pierre, Los capitanes de la industria, Editorial Legasa, Buenos Aires,
1990.
2 No ahondaremos demasiado en el momento del surgimiento debido a que el objetivo es mostrar
el posicionamiento que han tenido respecto de los planes aplicados en el período considerado. Para
profundizar sobre el particular se pueden consultar de la misma autora Analizando el surgimiento de
un nuevo APYME actor político: APYME, Revista de la Escuela de Antropología, Volumen XVII,
2011.

56
María Alejandra Martínez Fernández

cionales que representaban al statuo quo y respondían a las concepciones libreempresistas


y liberales”.3
El encuentro con el que nace formalmente la organización fue realizado en la Unión
Industrial de Avellaneda el 15 de mayo de 1987 y concurren dirigentes de Capital Federal,
Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Entre Ríos y Jujuy. Allí se sentaron las bases de
la futura organización y se hizo pública su Declaración de Principios en la que se establecía
como objetivo “nuclear a los pequeños y medianos empresarios industriales, comerciantes,
prestatarios de servicios y productores agrarios con el objeto de promover la defensa de
los intereses comunes en el marco de la consolidación de la democracia y el logro de la
independencia económica”.4
Esta organización no funciona como una cámara en la que se asocia la empresa según
la actividad, sino que se asocian los empresarios que pertenecen tanto al sector industrial
como al de comercio o servicios.
El planteo central de la propuesta elaborada en el “plenario fundacional” de 1987, que
consideramos constituye una de las características más importantes de la organización, es el
papel adjudicado al mercado interno, a los trabajadores, jubilados y pequeños empresarios
como parte sustancial del mismo. El crecimiento sólo puede lograrse atendiendo a estos
sectores: “la reactivación y el desarrollo económico deben tener como eje fundamental la
ampliación del mercado interno, para lo cual se requiere recuperar el poder adquisitivo de
amplios sectores de la sociedad”.5
Se expresaba en este documento además la necesidad de reestructurar el sistema impo-
sitivo, disminuyendo el peso de la tributación al consumo; una política salarial armónica y
equitativa que incremente la capacidad adquisitiva de la población; control sobre el comercio
exterior y sobre los precios focalizando en las empresas formadoras de precios; según hemos
planteado, para esta organización era prioritario el fomento del mercado interno para lograr
el desarrollo y el bienestar de quienes lo componen.
APYME reconocía que los cambios operados en la dictadura habían modificado sus-
tancialmente la estructura productiva y había beneficiado a ciertos grupos económicos,
nacionales y extranjeros, que tenían capacidad de apropiarse de las transferencias que el
Estado realizara y para fijar sus precios de modo tal de incidir en el resto de los actores.
Evaluaban que la estrategia del radicalismo no atendía al objetivo de recuperación del
mercado interno sino que por el contrario los planes aplicados desde 1985 transferían recursos
a los grupos concentrados y de este modo lo restringían; afectando negativamente a pymes
y asalariados, tal como podemos observar en un discurso de uno de sus dirigentes “sólo
han servido a los intereses de la banca internacional y a determinados grupos concentrados

3 APYME, Documento 10 años de APYME, Buenos Aires, mayo de 1997.


4 APYME, Declaración de Principios, Avellaneda, mayo de 1997.
5 APYME, Propuesta para la reactivación y el desarrollo económico, Avellaneda, mayo de 1997.

57
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

del país, los beneficiados de estas políticas son los mismos grupos concentrados foráneos
y locales que desde la época del proceso nos sumieron en la mayor dependencia”.6 Consi-
derando que el sector de pequeños empresarios al que representan se veía particularmente
afectado: “la situación del pequeño y mediano empresario se desenvuelve en los límites
de la subsistencia”.7
Para poder entender en qué se basaba la organización para realizar estas afirmaciones,
presentaremos los lineamientos fundamentales del Plan Austral.

El Plan Austral: el déficit fiscal y la inflación, nuevas prioridades

El gobierno radical de 1983 conducido por Raúl Alfonsín inaugura el retorno a la


democracia, es la primera vez que el radicalismo es electo para gobernar el país sin la
proscripción del peronismo. Con un discurso que enaltecía las virtudes de la democracia,
el candidato radical logró el 51,9% de los votos, venciendo al justicialismo que obtuvo el
40,2%.8 La política económica quedó a cargo de Grinspun al comienzo de la presidencia
de Alfonsín, su estrategia era lograr la reactivación del mercado interno con una política
de redistribución del ingreso, mediante la recuperación del nivel de salarios, expansión del
PBI y la negociación de la deuda a través de un club de deudores.
El recambio de Grinspun por Sourrouille en 1985 y el Plan Austral puesto en marcha
por este nuevo equipo económico, marca el inicio de una nueva etapa. El principal proble-
ma a resolver era la inflación que se consideraba ahora causada por el desequilibrio de las
finanzas públicas, desde entonces déficit fiscal y deuda externa se constituían en el eje de
las preocupaciones.
Dada la centralidad que adquirían en esta formulación el ordenamiento de las cuentas
públicas y la restructuración del Estado, los organismos financieros internacionales brin-
daron su apoyo a las medidas y el programa fue directamente discutido en esos ámbitos,
convirtiéndose en actores centrales de la política en Argentina. Canitrot, quien fuera Secre-
tario de Coordinación Económica del equipo conducido por Sourrouille, manifestaba que
“el acuerdo no representó sino la aceptación de dependencia en el plano económico con
los EEUU [que] han ejercido a partir de 1985 un control indirecto de la gestión económica
argentina a través de los préstamos del FMI y el Banco Mundial. El gobierno argentino…

6 APYME, Publicación de APYME Rosario, Año 2, N°9. Rosario, Julio de 1993.


7 APYME, Propuesta para la reactivación y el desarrollo económico, Avellaneda, mayo de 1997.
8 Para profundizar sobre el particular se pueden consultar: VOMMARO, Gabriel, “Cuando el
pasado es superado por el presente: las elecciones presidenciales de 1983 y la construcción de un
nuevo tiempo político” y PESCE, Julieta, “Política y economía durante el primer año del gobierno
de Alfonsín”, en PUCCIARELLI, Alfredo (coordinador) Los años de Alfonsín, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2006.

58
María Alejandra Martínez Fernández

debe pagar los costos de cualquier resistencia por las reacciones negativas que ésta produce
en los operadores financieros del propio país. Estas reacciones no son siempre menores,
como se demostró en febrero de 1989”.9 Sourrouille sostuvo que el Plan Austral se nego-
ció en los EEUU ante los representantes Fondo Monetario Internacional y de la Reserva
Federal, en una reunión a la que concurrieron Mario Brodersohn (Secretario de Hacienda),
José Luis Machinea (Banco Central) y él mismo. Reconociendo la sorpresa que le provocó
al ministro que “un gobierno conservador” de EEUU y el Fondo aprobaran un plan que
incluía congelamiento de precios, expresó: “allí fuimos Mario, José Luis y yo a exponer
el Plan Austral al Fondo, y ahí estaba la crema del mundo… el 28 de abril quedó hecho el
austral… si con alguien habíamos conversado sobre el plan fue con el gobierno de EEUU,
que no sólo lo había apoyado sino que puso mucho dinero detrás de esa operación”.10
Aparecía ya nítidamente la referencia a las “reformas estructurales” como la única
solución posible aplicadas en profundidad un tiempo después, que no eran únicamente
defendidas por los organismos internacionales sino que también respondían a una presión
interna de grupos concentrados locales y extranjeros para que las mismas se concreten.
El Plan Austral, lanzado el 14 de junio de 1985 con el objetivo de contener la inflación,
cambiaba el signo monetario adoptando el Austral como denominación (que equivalía a
1.000 pesos argentinos y a 80 centavos de dólar) y congelaba las principales variables de la
economía (tipo de cambio, salarios, precios industriales, tarifas de servicios). El gobierno se
comprometía a no emitir moneda para financiar el déficit, además de buscar financiamiento
en el exterior y aumentar las retenciones a las exportaciones.
Si bien se congelaban los precios a partir del lanzamiento del plan, en los meses previos
se registraron aumentos en algunos precios industriales y en las tarifas de servicios. Tal
como lo plantean Schorr y Ortiz “entre abril y junio [de 1985] se hicieron más flexibles los
controles de los precios industriales, eliminándose en muchos casos los mismos y permi-
tiendo la formación de un ‘colchón [de precios]’”.11
El plan mostró resultados esperanzadores en la primera etapa ya que la inflación (si bien
creció y nunca se detuvo) pudo contenerse en parte: “en el año más exitoso en esta materia
1986, los precios minoristas crecieron ‘apenas’ un 81% y los mayoristas un 58%”.12 Schorr

9 CANITROT, Adolfo, “La macroeconomía de la inestabilidad. Argentina en los 80”, en Boletín


Informativo Techint, N° 272, Buenos Aires, 1992. Disponible en:
http://www.boletintechint.com/boin/OpenFile.asp?file=pdf\AR428.pdf
10 Entrevista a Juan Sourrouille, Red de Archivos de Historia Oral, Instituto Gino Germani, UBA,
Buenos Aires, 28/9/2005.
11 ORTIZ, Ricardo y SCHORR, Martín, “La economía política del gobierno de Alfonsín”, en PUC-
CIARELLI, Alfredo (coordinador), Los años de Alfonsín. ¿El poder de la democracia o la democracia
del poder?, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006.
12 Ibídem.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

y Ortiz adjudican el crecimiento de la inflación, entre otros factores, a la gran concentra-


ción resultante de las políticas de la dictadura que consolidó ciertos grupos económicos
con gran poder de mercado y con capacidad para determinar sus precios e incidir en los
precios relativos del conjunto de la economía local. Veremos más adelante cómo APYME
hace alusión constante a los formadores de precios como los responsables de la inflación.
En una entrevista el ex presidente Alfonsín aludía a los objetivos del plan “yo pensé que
podía limitarse la inflación, no controlarla absolutamente pero si limitarse. Pienso que ese
era uno de los objetivos del Plan Austral. Pero inmediatamente la CGT empezó a trabajar
para hacerlo fracasar y salió reclamando aumentos de salarios que desde luego provocaban
una inflación mayor. Sin política de contención de precios, aunque las tenía el Plan Austral
pero era más difícil de llevarlas adelante, los precios suben cuando hay aumento de sala-
rios. Y como decía Perón, los salarios suben por la escalera y los precios por el ascensor”.
En cuanto al funcionamiento del plan el ex presidente consideraba que “el Plan Austral
funcionó muy bien, pero tal vez no se pudo contener algún gasto también. Porque el plan
necesitaba contención del gasto público y un fisco que se bastara a sí mismo, que evitara
la inflación que lleva la emisión de billetes. No se pudo contener del todo, todo eso. Pero
fundamentalmente fue la política de la CGT la que nos fue llevando a una situación que
prácticamente lo esterilizó al Plan Austral”.13 Abonaba así al argumento de que era la puja
distributiva14 y el tipo de Estado obsoleto lo que ocasionaba la inflación, subestimando
las transformaciones en la estructura productiva encaradas en la última dictadura militar.

El Austral empieza a mostrar sus debilidades:

A pesar del éxito inicial, los problemas comenzaron a hacerse evidentes y al flexibili-
zarse los controles se empezaron a registrar sostenidos aumentos de precios, el año 1988
se presentaba con una inflación que crecía a ritmos notables. Entre septiembre de 1987 y
agosto de 1988 los precios minoristas se habían incrementado un 440%, mientras que los
mayoristas lo hicieron en 606,5%.15
APYME aparece en la arena política en el transcurso en que el plan austral estaba

13 Entrevista a Raúl Ricardo Alfonsín, Red de Archivos de Historia Oral, Instituto Gino Germani,
UBA, Buenos Aires, Agosto-setiembre de 2005.
14 Respecto de los conflictos con la CGT y entre distintas fracciones de clase, se pueden consultar:
ARUGUETE, Eugenia “Lucha política y conflicto de clases en la posdictadura. Límites a la consti-
tución de alianzas políticas” y PESCE, Julieta, “Política y economía durante”..., Op. Cit.; y ACUÑA,
Carlos, La burguesía como actor político, Tesis de Doctorado, 1995 y ACUÑA, Carlos y GOLBERT,
Laura, “Empresarios y política. Parte II. Los empresarios y sus organizaciones ¿Qué pasó con el Plan
Austral?”, en Boletín Informativo Techint Nº 263, 1990. Disponible en: http://www.boletintechint.
com/boin/OpenFile.asp?file=pdf\AR611.pdf
15 ACUÑA, Carlos, La burguesía industrial…, Op. Cit.

60
María Alejandra Martínez Fernández

siendo aplicado, manifestándose en contra de la estrategia del radicalismo ya que según


su concepción “la crisis por la que atraviesa la pequeña y mediana empresa no encuentra
respuesta en el marco de la actual política económica. Ésta privilegia el mercado externo y
se orienta a cumplimentar los intereses de la banca extranjera y del FMI. La deuda externa
empobrece al país y lo sume en la dependencia”.16
Esta organización reconocía como un grave problema la pérdida de soberanía que impli-
caba tener que negociar los planes económicos con el gobierno de EEUU y los organismos
internacionales de crédito, porque la deuda externa actuaba como un serio condicionante
para el país: “durante estos últimos 4 años se [otorgó] prioridad al pago de los intereses
de la deuda externa por sobre la asignación de recursos destinados a la producción y a la
inversión… Sabemos que la deuda externa no es la única causa de la afligente situación de
países como el nuestro, pero sí la principal restricción”.17
APYME consideraba que la inflación se debía, no a variables económicas fuera de
control, sino que existían responsables políticos de esta situación. Se trataba de los grupos
concentrados que desde la dictadura militar de 1976 se habían consolidado como un nuevo
bloque de poder18 y se habían apropiado de cuantiosas transferencias estatales. Es por ello
que la denuncia a los grupos concentrados como los responsables se reitera en muchas
oportunidades. En el plenario realizado en noviembre de 1987 encontramos declaraciones
en este sentido, “preocupa el tratamiento al pequeño y mediano empresario al que se quiere
hacer aparecer como culpable del encarecimiento y distorsiones del mercado, cuando todos
saben quiénes fijan los precios. Son las empresas líderes que monopolizan el mercado”.19
En una entrevista que le hicieran al presidente de la delegación Rosario, éste declaraba
que “sin recuperar el mercado interno mediante la recomposición del poder adquisitivo de la
población, no existen posibilidades reales de un desarrollo armónico de nuestra economía…
Debe ejercerse una política de control de precios focalizada en las empresas formadoras
de precios y exigir correctivos al gobierno de esta política de achicamiento del mercado
interno que muestra continuidad con Martínez de Hoz”.20
Algunos preceptos ideológicos de los miembros de la organización se hacen visibles
en los diagnósticos que ésta sostiene, entre ellos el fortalecimiento del mercado interno a
través de una alianza política entre trabajadores y pequeños empresarios como parte sustan-
cial de los sectores populares que reivindique un programa de “contenido nacional”, para

16 APYME, Propuesta para la reactivación y el desarrollo económico, Avellaneda, 15/5/1987.


17 APYME, Las pymes enfrentan la crisis nacional, Buenos Aires, junio 1988.
18 BASUALDO Eduardo, KHAVISSE Miguel y AZPIAZU Daniel, El nuevo poder…, Op. Cit., p.
10.
19 APYME, Documento Plenario Nacional, Avellaneda, 20/11/1987
20 Diario La Capital, Rosario, 9/3/1988.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

hacer frente al bloque de poder que se había consolidado en Argentina desde la dictadura
modificando cualitativamente la estructura socioeconómica del país.
Una solicitada publicada por APYME mostraba la preocupación por la acentuación de
la crisis a comienzos de 1988, en la que se establecía que “después del salario, las pymes
pasan a ser la más importante variable de ajuste que deriva en una mayor depresión de la
actividad económica y el mercado interno… De este modo el equipo económico logra re-
cursos para transferirlos hacia los grupos económicos concentrados, la oligarquía financiera,
para el pago de la deuda externa y compromisos con el FMI. Cada acuerdo de Machinea,
Brodersohn y Sourrouille con el FMI es ajuste sobre ajuste… ¿Si se restringe aún más el
mercado interno y la tasa de interés está por sobre la rentabilidad media, quién va a invertir
para lograr crecimiento y desarrollo?”.21
Un mes más tarde, la organización volvía a manifestar a través de otra solicitada “las
empresas líderes están prostituyendo la comercialización utilizando la sobrefacturación y
el desabastecimiento. Son las mismas que se benefician con la política oficial. Hechos que
confirman lo que APYME viene sosteniendo: sin terminar con el Plan Austral, sin revertir
globalmente la política económica, no habrá soluciones”.22
Es por ello que exigían una sustancial transformación de la política económica que
“honrara las deudas con la población y no con los organismos”. Por junio de 1988 APYME
elabora un documento titulado “Las pymes enfrentan la crisis nacional”, en el que establecen
que “la magnitud de la crisis que agobia a sectores mayoritarios de la sociedad argentina
no entrará en vías de solución sin que se produzca un viraje profundo en el rumbo de la
conducción económica”. Para atender las presiones de la banca acreedora y de los orga-
nismos internacionales que actuaban como agente político, manifestaba APYME que el
gobierno radical elaboró “metas en función de incrementar el saldo favorable de la balanza
comercial… también debió recurrir a un costosísimo endeudamiento interno a través de la
emisión de títulos públicos con rentas exorbitantes”, mientras tanto “el mercado interno
se deprime cada vez más y como para las pymes se trata de su fundamento, la crisis del
sector se profundiza”.23
Con la situación política agudizada, se habían producido algunos levantamientos mili-
tares y el radicalismo había perdido las elecciones parlamentarias de septiembre de 1987,
el gobierno esperaba a través del llamado Plan Primavera de 1988 controlar las principales
variables económicas para que el candidato radical, Angeloz, tuviera alguna chance en las
presidenciales de 1989. Según lo expone Sourrouille el plan se implementó con “la idea

21 Diario La Ciudad de Avellaneda, Avellaneda, 18/2/1988. Archivo APYME Buenos Aires.


22 Diario El Pregón, Avellaneda, 4/3/1988. Archivo APYME Buenos Aires.
23 APYME, Las pymes enfrentan…, Op. Cit.

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María Alejandra Martínez Fernández

de poder preparar una situación de convivencia razonable para la elección presidencial del
año siguiente”.24
En el apartado siguiente nos detendremos en las principales disposiciones que el Plan
Primavera contenía.

Ajuste para el Austral: se intenta con el Primavera

Era lunes 1° de agosto de 1988, el país amanecía con la noticia que el gobierno había
dispuesto feriado bancario y cambiario por dos días con la finalidad de preparar el terreno
para el anuncio de un nuevo plan antiinflacionario como un intento de reencauzar el Plan
Austral de 1985 que se mostraba incapaz de cumplir con los objetivos propuestos.
El anuncio del feriado fue realizado por el vocero presidencial que descartó un con-
gelamiento de precios y expuso que se haría un acuerdo con empresarios para fijar pautas
que ayuden a contener la escalada inflacionaria–.25 Circulaban varias versiones acerca del
contenido de las medidas y de que el Ministro de Agricultura renunciaría.26 Según publi-
caba Clarín “se barajaron distintas fechas, pero las filtraciones que amenazaban quitarle al
plan todo su efecto sorpresa y la aceleración inflacionaria generada por las expectativas,
obligaron a adelantar la puesta en marcha”.27
El plan se basaba en un acuerdo con la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA)
y la Cámara Argentina de Comercio (CAC) y con el gobierno de EEUU que, a través del
FMI y del Banco Mundial, se comprometía a desembolsar créditos para el país.
Según el presidente Alfonsín el plan para ser exitoso debía tener el apoyo de los em-
presarios más poderosos y por ello buscaron negociar con la UIA “sí hubo [negociación]
cuando pusimos en marcha el Plan Primavera que era un plan mucho más débil, era necesario
tener relaciones con los empresarios a efectos de contener los precios… llegamos a algunos

24 Entrevista a Juan Sourrouille, Red de Archivos de Historia Oral, Instituto Gino Germani, UBA,
Buenos Aires, 5/10/2005.
25 Diario La Capital, Rosario, 1/8/1988.
26 El Ministro de Agricultura, Ernesto Figueras, estaba vinculado a la Sociedad Rural y había
amenazado con renunciar ‘si el plan afectaba nuevamente los intereses del sector agropecuario’ (ver
ACUÑA, Carlos y GOLBERT, Laura, “Empresarios y política...”, Op. Cit. y ACUÑA, Carlos, La bur-
guesía como..., Op. Cit.) Algunas de las versiones que circulaban en los medios en aquellos momentos
refieren a que justamente el acuerdo de precios con las corporaciones se dificultaba y ello imposibilitó
anunciar el plan dentro del plazo establecido. A raíz de lo cual, el feriado bancario se extendió y la
conferencia de los funcionarios anunciando las medidas se concreta el 3 de agosto, después que se
incrementaran un 30% las tarifas de servicios públicos y los combustibles el día anterior.
27 Diario Clarín, Buenos Aires, 1/8/1988.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

éxitos pero en definitiva se produce también la inflación hasta que tenemos que cambiar el
tipo de cambio en febrero y eso desató la hiperinflación”.28
El paquete de medidas pretendía reducir la pauta inflacionaria cercana al 30% mensual
a menos del 10%, incluía un congelamiento de precios y una comisión que se encargaría de
supervisarlos.29 El austral fue devaluado un 11,4%, se establece un dólar relativamente bajo
como mecanismo de contención de precios internos, y para controlar el precio del dólar el
gobierno ofertaba divisas en el mercado.
Se produce un desdoblamiento del mercado cambiario en un dólar comercial (que valía
12 australes) al que se liquidaban las exportaciones del campo; y otro financiero levemente
superior para el resto de las operaciones (cuyo valor era 14,40 australes), para lograr apro-
piarse de una parte de las divisas generadas por los exportadores, “retenciones disimuladas”
decían los periódicos, si bien la intención declarada del gobierno era unificar el mercado
cambiario para abril de 1989. Se incrementaban en 25% los salarios del sector público y se
llamaban a paritarias para los privados.
Otro de los puntos que incluía el plan era una disminución de la alícuota del IVA del 18
al 15%, lo cual generó alguna controversia en el FMI,30 tan es así que Brodersohn (Secre-
tario de Hacienda) en la conferencia de prensa en la que lo anunciaran afirmó que si había
fallas fiscales sería replanteado el recorte del IVA. También incluía una reducción de las
barreras arancelarias y una simplificación para la importación de ciertos productos a los
que se eliminaba del régimen de consulta previa. Las anteriores disposiciones iban acom-
pañadas de una racionalización administrativa, recortes a obras públicas y continuaban los
infructuosos intentos de privatización de empresas estatales. Todo lo anterior dentro de un
marco de elevadas tasas de interés.
Lejos de hacer perder al especulador, como dijera Alfonsín31 cuando el plan fue presen-
tado, la especulación trepó a niveles insospechados.
Los grandes grupos económicos aprovecharon estas elevadas tasas de interés que
pagaban los depósitos en australes para después comprar dólares. La misma lógica de fun-
cionamiento del plan otorgaba una gran capacidad para condicionar al gobierno a quienes

28 Entrevista a Raúl Ricardo Alfonsín, Red de archivos de historia oral, Instituto Gino Germani,
UBA, Buenos Aires, Agosto-setiembre de 2005.
29 Se había establecido un congelamiento de precios hasta el día 15 de agosto, después de esa fecha
y hasta fin de mes se autorizaban aumentos por 1,5%. En setiembre el alza permitida era del 3,5%
y posteriormente una comisión de “seguimiento y control” integrada por empresarios y el gobierno
decidiría los pasos a seguir. Diario La Capital, Rosario, 4/8/1988.
30 El organismo internacional lo objetaba porque con esta disminución del IVA (Impuesto al Valor
Agregado) se verían afectados los recursos con los que se pagarían los vencimientos de la deuda.
31 El presidente Raúl Ricardo Alfonsín sostuvo que “quien va a pagar más es la especulación, porque
cuando la inflación baja desaparece la especulación”. Diario Clarín, Buenos Aires, 4/8/1988.

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María Alejandra Martínez Fernández

poseían las divisas (los exportadores y la banca acreedora). Si decidían no liquidarlas, el


dólar se disparaba: “el plan requería un fuerte ingreso de divisas a corto plazo para poder
mantener controlada la tasa de cambio. Para ello se fijaron altas tasas de interés, con lo
cual se fomentó la entrada de dólares que se pasaban a australes; éstos se colocaban en el
circuito financiero, posteriormente se retiraban capital e intereses ganados, se convertían
a dólares y se obtenía una ganancia en divisas superior a la que podía lograrse en otras
plazas financieras”.32
El circuito se cerraba con la final salida de las divisas lo que generaba al Banco Central
la necesidad de obtener nuevos fondos para compensar los que se retiraban y así contener
la tasa de cambio. Estos fondos que provenían de préstamos internacionales conllevaban
una pérdida de soberanía y múltiples condicionantes para ser desembolsados.
Ante la imposibilidad de llegar a nuevos acuerdos con el FMI debido al incumplimien-
to en los pagos asumidos (no se pagaban los vencimientos con la banca acreedora desde
abril de 1988) fracasa el envío de nuevos fondos y la situación se torna aún más precaria
a comienzos de 1989.
El plan no obtuvo una respuesta uniforme de parte de las corporaciones empresarias.33
Por un lado la UIA y CAC lo apoyaron y fueron de hecho las que acordaron el control
de precios; pero en seguida se escucharon los reclamos de las organizaciones del campo,
aduciendo que se trataba de “otra injustificada transferencia” de ingresos desde el sector
agroexportador al industrial.
Con un comunicado firmado en conjunto por 4 entidades del campo el día que el plan se
dio a conocer, éstas manifestaban que se trataba de medidas “alentadas por quienes procuran
apropiarse indebidamente del esfuerzo de los productores mediante mecanismos que recrean
las retenciones a la exportación a través de diferenciales cambiarios, dando un duro golpe
contra quienes invierten y se preparan para producir y exportar más, conforme requieren
las graves circunstancias del país”.34 Recordamos el abucheo que enfrentó Alfonsín cuando
fue a la inauguración de la 102° Exposición de agricultura y ganadería en la Rural, el 14
de agosto, recién lanzado el Primavera.
La UIA se comenzó a mostrar preocupada por el atraso cambiario y se sumaba a las
presiones devaluadoras que sostenían los agroexportadores (que además reclamaban la uni-
ficación cambiaria), abonando las críticas cada vez más frecuentes de que existía recesión,
atraso cambiario y altas tasas de interés que afectaban negativamente a la producción. De
modo que el apoyo brindado por estos industriales al principio del plan se estaba evaporando.
La mecánica del plan significó enormes ganancias para quienes pudieron hacer uso de

32 SCHORR, Martín y ORTIZ, Ricardo “Crisis del Estado y pujas interburguesas”, en PUCCIA-
RELLI, Alfredo (coordinador), Los años de Alfonsín …, Op. Cit., p. 472.
33 Ver nota al pie N°2.
34 Diario Clarín, Buenos Aires, 3/8/1989.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

ese circuito financiero; mientras que para otros significó el deterioro de su posición relativa.
Entre estos sectores resultaron afectados particularmente las pymes, retomando lo planteado
por Rapoport35 “las tasas de interés positivas afectaban en especial a las empresas pequeñas
y medianas, con menor acceso al crédito externo o a las franjas preferenciales del mercado
interempresario. Esto por supuesto, implicaba una presión recesiva”. A continuación vamos
a referirnos a cómo se posicionó esta organización de empresarios cuando se implementa
el Plan Primavera.

APYME frente al plan Primavera

Una vez en marcha el Plan Primavera en agosto de 1988, APYME realizó diferentes
actividades en la que movilizó a sus asociados para ocupar la calle y manifestarse de forma
visible. Podemos observar que desde entonces la organización esgrime una mayor capa-
cidad de acción colectiva contenciosa, durante el primer año se limitaba a declaraciones
en contra de la política económica y a organizar sus delegaciones. Esa será más adelante
una característica de la organización por la que serán reconocidos en la década siguiente,
la realización de acciones colectivas contenciosas a decir de Tilly,36 movilizaciones de
carácter disruptivo a raíz de las cuales, algunos dirigentes empresarios se referían a ellos
como “empresarios piqueteros”.37
En Rosario, por ejemplo, se llevó a cabo una caravana de protesta. Según sus dirigentes
expresaron al diario local la idea era “romper con la tradicional protesta de empresarios
que siempre se han manifestado sólo con paros y cierres. Porque somos parte del pueblo y
quienes más en contacto estamos con la realidad económica, es que hacemos este reclamo”.38
Los volantes repartidos en esa ocasión decían “basta de reducción al consumo, de impues-
tazos y tarifazos, de cierres de empresas y de sumisión a los acreedores externos. ¡Resista
la dictadura económica!”.
Frente al Congreso Nacional se realizó un bocinazo de protesta, declaraban en aquella
oportunidad que “el paquete antiinflacionario conduce a una mayor recesión que reducirá

35 RAPOPORT, Mario, Historia económica, política y social de la Argentina (1880-2003), Emecé,


Buenos Aires, 2010.
36 TILLY, Charles, “Acción colectiva”, en Apuntes de Investigación del CECyP, N°6, Año IV,
Buenos Aires, 2000.
37 Ver MARTINEZ FERNANDEZ María Alejandra, No todos fuimos neoliberales. El caso de
pequeños empresarios agremiados en APYME, 2012 (mimeo). Se trata de otro trabajo nuestro en el
que analizamos estas cuestiones las cuales, por razones de pertinencia, no podemos profundizar aquí.
38 Diario La Capital, Rosario, 12/8/1988.

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María Alejandra Martínez Fernández

aún más el mercado interno. Los ingresos de las pymes, trabajadores y pasivos serán otra
vez variable de ajuste”.39
Unos meses después de declarado el plan primavera, el 5 de octubre, convocan desde
APYME a un acto que reunía a dirigentes de todo el país en el Teatro Astral en Buenos
Aires, con la consigna “Reactivación del mercado interno. Democracia con contenido na-
cional y social”. La declaración de aquél acto manifestaba que “a la incertidumbre de los
tarifazos, al agobio de los impuestos inequitativos e injustos, a las altas tasas de interés,
al aumento desmedido de las empresas líderes, sigue ahora una recesión manifiesta como
parte del Plan Primavera, que tras una aparente estabilidad no alcanza a ocultar la inflación
latente… Son en definitiva los grandes grupos económicos concentrados, los capitanes de
la industria, la oligarquía agroexportadora, las transnacionales y la gran banca especulativa
y usuraria, los que se benefician e imponen esta política”. Afirmaban además, que al no
atacar las verdaderas causas que posibilitan la inflación, ésta “rebrotará”.
Podemos observar que “APYME entiende que la solución de fondo pasa por el cambio
total de la política económica del gobierno y de los grupos concentrados y el FMI. Sólo
una mayor incidencia de la gran mayoría del pueblo sobre el Estado podrá sustituir estos
planes económicos por otro de contenido nacional y que contemple la reactivación del
mercado interno…Una política económica así concebida se contrapone al pensamiento del
liberalismo y neoliberalismo económico. Estas doctrinas han penetrado incluso en aquellas
tendencias que expresan ideas reformistas y posibilistas”.40
Una de las cuestiones consideradas fundamentales por esta organización para la
reactivación del mercado interno es la modificación del sistema financiero, el cual había
experimentado una fuerte transformación con la reforma de junio de 1977 impulsada por
Martínez de Hoz. Por lo cual la demanda de derogación y modificación de la “ley” de en-
tidades financieras de la dictadura está presente desde los orígenes mismos de APYME. Es
conveniente recordar que la mayoría de sus dirigentes provenían del movimiento coopera-
tivo de crédito, que habían tenido un papel activo en la oposición a la aplicación de estas
reformas por parte de la dictadura, protestas que les permitieron la transformación de las
pequeñas mutuales y casas de crédito en Bancos Cooperativos, lo que exigió al movimiento
cooperativo la realización de modificaciones sustanciales para adaptarse al nuevo escenario.
La Declaración de Principios manifestaba que “la política financiera del Proceso no se
ha modificado y sirve, en lo esencial, a estos mismos grupos. En tanto las pymes no cuen-
tan con crédito adecuado, o cuando acceden a él, los intereses sobrepasan la rentabilidad”.
En diferentes afirmaciones a medios de comunicación, sus dirigentes hacían hincapié
sobre este aspecto, por ejemplo en una entrevista realizada en Rosario su presidente ex-

39 Diario Página 12, Buenos Aires, 6/8/1988. Archivo APYME Buenos Aires.
40 APYME, Reactivación del mercado interno. Democracia con contenido nacional y social, Acto
Teatro Astral, Buenos Aires, 5/10/1988.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

ponía “es imprescindible para recuperar el mercado interno, modificar la ley de entidades
financieras para poner el sistema financiero como servicio público para el desarrollo y el
crecimiento del país”.41
Es que la modificación instrumentada por Martínez de Hoz en la legislación permitía a
los bancos fijar las tasas de interés perdiendo el Estado la capacidad para dirigir el crédito
que había tenido en las décadas previas. Tal como afirma Basualdo42 esta reforma es un
paso contundente para desarticular la estructura económica social de la industrialización
por sustitución de importaciones, ya que pone fin tres rasgos que caracterizaban el sistema
bancario hasta entonces, “la nacionalización de los depósitos por parte del Banco Central
(BCRA), la vigencia de una tasa de interés controlada por esa autoridad monetaria y las
escasas posibilidades de contraer obligaciones financieras con el exterior por parte del sector
privado”. De ahí al surgimiento de la deuda externa como una importante restricción para
las políticas había sólo un paso.
En el documento elaborado por la organización en junio de 1988, citado un poco más
arriba, se demanda “una ley de entidades financieras al servicio de la producción –y de todos
los productores– en lugar de pedir tan sólo la baja de intereses nominales”.43
Vemos entonces, cómo esta organización de empresarios exigía que se busquen los res-
ponsables de la deuda, de la inflación y que se desarmen los mecanismos que posibilitaban
que estos sectores sean, una vez más, los beneficiados. Desde su concepción el crecimiento
iba de la mano del apuntalamiento del mercado interno y de los sectores populares que
lo conforman, incluyendo a los pequeños empresarios como parte integrante de dichos
sectores populares.

“Réquiem para el Plan Primavera”


Sin reservas en el Banco Central en febrero de 1989, la devaluación no se hizo esperar44
como así tampoco la corrida contra el austral, la confirmación de que el Banco Mundial
suspendería su ayuda a la Argentina actuó como una señal para iniciar esta corrida espe-
culativa al dólar.45

41 Diario La Capital, Rosario, 9/3/1988.


42 BASUALDO, Eduardo, Estudios de historia económica, Siglo XXI, Buenos Aires, 2006, p. 128.
43 APYME, Las pymes enfrentan…, Op. Cit.
44 En febrero, el austral se devaluó un 12%, se mantenían las tasas de interés altas y se liberaban
los encajes a fin de aumentar la liquidez. El mercado cambiario seguía desdoblado, sólo que el dólar
libre ya no tendría respaldo oficial puesto que el BCRA carecía de divisas para salir a vender. Si bien
continuaba la política de control de precios a través de la Comisión de Seguimiento, el apoyo que
había logrado el gobierno de las corporaciones empresarias se estaba esfumando.
45 GERCHUNOFF, Pablo y LLACH, Lucas, El ciclo de la ilusión y el desencanto, Emecé, Buenos

68
María Alejandra Martínez Fernández

La posesión de divisas seguía siendo el elemento de presión hacia el gobierno, los expor-
tadores se negaban a liquidar las divisas al precio del dólar oficial, ejerciendo todavía más
presión al alza de su cotización. Como el Banco Central se retiraría de la oferta, el precio
del dólar iba a subir aún más, con lo cual las famosas “expectativas” se apuntalaban a sí
mismas. Ya en marzo se evidenció el despegue; mientras el dólar oficial estaba en A$15,82,
el libre alcanzaba los A$47,9 en el mismo mes (la disparada es clara cuando en junio el
libre cotizaba casi 500 australes).
A pesar de que la situación prometía convertirse en caótica a nivel social, los que pudie-
ron hacer uso de este circuito financiero se beneficiaron enormemente. Sin embargo, para el
resto de la sociedad la incertidumbre era considerable, los plazos fijos46 se renovaban cada
7 días, con la especulación que esta inestabilidad conlleva, la creciente inflación era suma-
mente gravosa para los asalariados y los pequeños empresarios que no fijaban sus precios.
Con lo cual, para que se desate una crisis de extrema gravedad estaban dados todos los
ingredientes. Al elevar las tasas de interés para promover el ingreso de divisas y así controlar
la tasa de cambio y la inflación, la recesión en el mercado interno se acentuaba porque era
más rentable realizar depósitos que inversiones productivas.
El año 1989 comenzaba además con una grave crisis energética, reiterados cortes de luz
impedían programar la producción; el malestar se multiplicaba cuando se añadía el notable
incremento que habían tenido las tarifas de energía.
Sin la intervención del gobierno en el mercado de cambios para controlar la fluctuación
del dólar libre, éste se disparó y en febrero de 1989 se devaluó el austral. Con el salto del
dólar los precios fueron detrás de él y se registró un aumento sostenido hasta que en mayo-
junio se produce la hiperinflación.
Sourrouille renuncia el 31 de marzo, es el propio candidato radical Angeloz quien solicita
públicamente su alejamiento. Los grupos económicos nucleados en la UIA y la CAC, que
habían acordado el Plan Primavera con el gobierno, también le retiraron su apoyo.
Una vez ya producida la devaluación, APYME hace público un volante “En la timba
financiera las pymes siempre perdemos” en el que manifiesta que “los pequeños y media-
nos empresarios no han tenido participación en las consultas y decisiones sobre la política
cambiaria y financiera. Son los operadores, los grupos concentrados, los grandes bancos,
particularmente los extranjeros o los vinculados a ellos, los que han gravitado en las deter-

Aires, 1998.
46 En los primeros meses del año 1989 la tasa de interés para los plazos fijos a 7 días se duplicó
de un mes para el otro, pasó de 4,2% en enero a 9,8% en febrero. Ver: SCHORR, Martín y ORTIZ,
Ricardo, “Crisis del Estado y pujas interburguesas”, en PUCCIARELLI, Alfredo (coordinador) Los
años de Alfonsín…, Op. Cit.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

minaciones del equipo económico…también los grandes exportadores que siguen exigiendo
una mayor devaluación del austral”.47
El título del apartado está tomado de una solicitada publicada por APYME en marzo
de 1989 reclamando una vez más el cambio de rumbo de la política económica ya que
ésta había tenido resultados negativos para el sector como “un aumento de costos internos
mayor recesión, mayor restricción al mercado interno… las pymes trabajan a niveles de
subsistencia con altísimas tasas de interés incompatibles con el desarrollo de la pequeña y
mediana empresa. Vemos en qué ha terminado el Plan Primavera que debía traer relativa
estabilidad hasta las elecciones”.48
Pugliese es nombrado ministro de economía en reemplazo de Sourrouille y establece
el 1° de mayo de 1989, la unificación y liberalización cambiaria tan reclamada por los
sectores exportadores. Es esta medida la que ocasiona que el dólar tenga su mayor alza
del año49 y que los precios siguieran ese aumento. Esta unificación va acompañada de un
aumento en los combustibles del 25%, las tarifas un 20%, de un congelamiento de precios
que nadie estaba dispuesto a acatar, más retenciones a las exportaciones tanto industriales
como agropecuarias.
Si bien se esperaban las elecciones presidenciales, éstas ya estaban definidas y no a
favor del radicalismo precisamente. El 14 de mayo, Menem gana con alrededor del 48%
mientras que Angeloz obtiene cerca del 32%.
La especulación continuaba, el gobierno ya no tenía ninguna capacidad ni credibilidad
para controlar la situación. Los precios se dispararon, desde agosto de 1988 (inicio del
Plan Primavera) hasta julio de 1989 (asunción de Menem), la inflación fue en los precios
minoristas un 3610,2% y en los mayoristas un 5061,9%.50
La incertidumbre se había transformado en desesperación y se comenzaron a registrar
saqueos a comercios en varias ciudades del interior, entre ellas Rosario. Con estado de si-
tio y varios muertos a cuesta, el radicalismo debe dejar el gobierno negociando la entrega
anticipada. Sin que Menem la acepte oficialmente, Alfonsín renuncia el 15 de junio desde
el 30 del mismo mes y el 8 de julio de 1989 asume la presidencia Carlos Menem.
Para lograr entregar el poder anticipadamente, los radicales se comprometen a no obstruir
ninguna iniciativa del nuevo gobierno en el parlamento y brindar su apoyo a los proyectos
que el ejecutivo considere. Es así como negocia la ley de Reforma del Estado (N°23.696),
aprobada el 17 de agosto de 1989, y la ley de Emergencia Económica (N°23.697) el 1 de
setiembre de 1989, que facultaban al Estado a privatizar las empresas estatales, suspenden

47 APYME, En la timba financiera las pymes siempre perdemos, Buenos Aires, 24/2/1989.
48 Solicitada Réquiem para el Plan Primavera, Buenos Aires, marzo de 1989. Archivo APYME
Buenos Aires.
49 SCHORR Martín y ORTIZ Ricardo, “Crisis del Estado...”, Op. Cit.
50 ACUÑA, Carlos, La burguesía industrial…, Op. Cit.

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María Alejandra Martínez Fernández

los regímenes de promoción industrial, el “compre nacional” y las contrataciones en el


Estado, autorizan la reforma de la carta orgánica del Banco Central que establecía que su
función primordial sería preservar el valor de la moneda y no podría financiar ni al gobierno
nacional ni a las provincias. Disposiciones que garantizan además igualdad de tratamiento
al capital extranjero y al nacional, derogando normas previas en las que se debía autorizar
su instalación, entre otras cuestiones.
Estas leyes constituyen dos de los pilares para las profundas transformaciones que se
avecinaban en la próxima década.

Algunas palabras finales

La última parte del gobierno radical estuvo atravesada por la altísima inflación más la
presión externa de los organismos internacionales e interna de los grupos concentrados.
Frente a estas exigencias, el radicalismo intentaba mostrar ‘señales’ que denotaran la buena
voluntad del gobierno, no pretendió buscar apoyos en los pequeños empresarios o en los
asalariados, de todos modos el propio funcionamiento de su política vedaba esa posibilidad.
Para poner en funcionamiento al Austral se apoyó principalmente en el respaldo conseguido
internacionalmente con el gobierno de EEUU y en algunos grupos económicos locales. Para
el Primavera realizó un pacto con la Unión Industrial Argentina y con la Cámara Argentina
de Comercio.
La transformación de la estructura productiva operada en la dictadura, consolidó el
poder de ciertos grupos económicos locales y extranjeros con capacidad de incidir en los
precios del conjunto de la industria local y fue en estos sectores en los que el radicalismo
se apoyó para sus planes, esperando reinversiones que no llegaron nunca y cumplimiento
en los acuerdos de precios que se eludían constantemente. Estos sectores a través de una
operación ideológica, adjudicaban al tipo de Estado y de sociedad constituida a través de la
industrialización por sustitución de importaciones, la principal responsabilidad de la crisis.
El grado de condicionamiento que entonces constituía la deuda externa atentaba con-
tra la soberanía del país, los planes económicos estaban destinados a cumplimentar esos
“compromisos” y eran directamente discutidos en aquellos ámbitos. Eran ya corrientes las
referencias a las reformas estructurales como la única salida. Reformas que en los años
siguientes se realizaron en todo su esplendor.
El período ha sido analizado centrando la atención en las grandes corporaciones em-
presarias y los sindicatos, es por ello que a los fines de enriquecer la reconstrucción del
mismo, indagamos en el posicionamiento que una organización de pequeños empresarios
(APYME) sostuvo en esos años ya que no son tan frecuentes las referencias a estos actores.
A lo largo del trabajo nos detuvimos en estos años fundacionales en donde se recogen
tradiciones del movimiento cooperativo de crédito, conformando y adquiriendo una nueva
identidad como una organización con vida propia. Es allí y especialmente en repudio al Plan
Primavera cuando se perfilan elementos por los cuales en los años posteriores APYME tendrá

71
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

gran visibilidad como opositora al modelo neoliberal realizando acciones contenciosas en


conjunto con otros sectores sociales.
APYME cuestionaba la estrategia del radicalismo de privilegiar intereses concentrados
y las exigencias de los organismos financieros internacionales que implicaban un alto grado
de dependencia. Política que a su entender mostraba continuidad con la de Martínez de
Hoz, es que adjudicaban el momento de bifurcación precisamente a la dictadura militar de
1976, en especial con la reforma financiera que posibilitó la “financierización” posterior.
La crisis por la que atravesaba la pequeña empresa no encontraría soluciones con el
rumbo elegido por el radicalismo; ya que con la política que el gobierno implementaba,
beneficiaba a los mismos grupos concentrados que a su vez condicionaban tanto al gobierno
como al resto de la sociedad, porque eran los formadores de precios y quienes poseían las
divisas. A su juicio también, el desarrollo y la independencia económica sólo se alcanzarían
con la ampliación del mercado interno, que compelía a considerar en conjunto la suerte de
trabajadores y pequeños empresarios porque son parte sustancial del mismo. Por lo cual,
exigían políticas de control de precios enfocadas en dichos formadores de precios que eran
los responsables políticos de la situación.
Para ilustrar el grado en que se había depreciado la moneda nacional con las hiperin-
flaciones en los gobiernos de Alfonsín y también en el de Menem, mencionaremos que al
comienzo del Plan Primavera (agosto de 1988) se podía comprar 1 dólar con 14 australes;
cuando se sanciona la ley de Convertibilidad, casi 3 años después, se necesitaban 10.000
australes.
Semejante desvalorización de la moneda nacional y los aumentos de precios que siguieron
a este exagerado incremento de la divisa norteamericana provocaron desastres sociales de
gigantesca magnitud y condenaron a la mitad de la Argentina a la pobreza.
Y también sirvieron para disciplinar sectores díscolos y aún reacios a las tan alabadas
‘reformas estructurales’; porque después de todo ¿podría ocurrir algo peor? Sorprenden-
temente, sí.

Recibido: 15/04/2012
Aceptado: 08/07/2012

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Dossier

Paula Caldo
Sandra Fernández
Waldo Ansaldi
Rosa Cobo
Anabella Di Tullio
Carolina Kaufmann
Pablo Fucé
Sebastián Perrupato
Obertura
Trescientos años después: proyecciones rousseauneanas

Paula Caldo
CONICET/FHyA-UNR

CALDO, Paula, “ Obertura. Trescientos años después: proyecciones rousseauneanas”,


en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 75-82.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

“Aventurero, soñador, filósofo, antifilósofo, teórico político, músico, perseguido”,1 a


lo que agregamos: romántico, pedagogo, preceptor, escritor, novelista, herborista, lector
compulsivo, compositor, dramaturgo, antropólogo; mas no historiador. Justamente, podemos
situar el pensamiento de l’ami Jean-Jacques2 en los prolegómenos de muchas disciplinas,
pero no en los de la historia. En ese sentido, más que historiador fue un hacedor de expe-
riencias históricas y un instaurador de discursos que marcaron las prácticas y las formas de
hacer política de la cultura occidental moderna, convirtiéndose así en una fuente adecuada
y necesaria para el análisis de determinados procesos del pasado, algunos de los cuales
no se han agotado aún. Por ello, al cumplirse los trescientos años de su natalicio, Avances
del CESOR reúne en el presente dossier una serie de lecturas realizadas por un conjunto
de intelectuales contemporáneos que, pivoteando sobre algunos tópicos de la teoría rous-
seauneana, revelan tanto la historicidad como las notas de actualidad de su pensamiento.
Jean-Jacques analizó con ojo agudo y detallista su tiempo, imaginó una situación pa-
sada idílica que llamó estado de naturaleza y se proyectó hacia el futuro con propuestas
políticos-pedagógicas altamente utópicas. Fue un pensador polémico y, en esta clave,
hizo explícita una crítica ácida acerca de la sociedad que lo tuvo como protagonista. Su
discurso, al tiempo que denunció irregularidades socioculturales, se compuso de expresas
propuestas orientadas a subsanar los vicios percibidos. Resulta difícil encontrar un eje entre
la variedad de temáticas que provocaron a su pluma. Sin embargo, un denominador común
en sus preocupaciones resultó ser el problema de la moral y la virtud, y en esta línea, ade-
más de prescribir un deber ser explícito mostró en detalle los vicios y las corrosiones de
sus contemporáneos.3 Llegando a la vejez, capituló sus lecturas críticas para internarse en
la elaboración de escritos autobiográficos. Seguiremos especialmente a estos últimos para
presentar a Rousseau y a sus proyecciones.
En sus Confesiones aseguró acometer “una empresa que no tuvo ejemplo jamás y
que no tendrá imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes a un hombre en su verdadera
naturaleza, y ese hombre seré yo”.4 Pese a sus cuestionamientos a los usos de las letras y
las artes,5 él confió más en la palabra escrita que en la recordada o hablada. Al respecto

1 STAROBINSKI, Jean, Jean-Jacques Rousseau. La transparencia y el obstáculo, Taurus, Madrid,


1983, p. 9.
2 Expresión tomada de: DARNTON, Robert, La gran matanza de gatos y otros episodios de la
historia de la cultura francesa, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.
3 Ver: ROUSSEAU, Jean-Jacques, Cartas a Sofía. Correspondencia filosófica y sentimental, Alianza
Editorial, Madrid, 1999.
4 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las confesiones, Porrúa, México, 1985, p. 3.
5 Esbozados explícitamente en Discurso sobre las ciencias y las artes. ROUSSEAU, Jean-Jacques,
El contrato social. Discurso sobre las ciencias y las artes. Discurso sobre el origen de la desigualdad,
Porrúa, México, 1992.

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Paula Caldo

dijo: “Esa es una de las singularidades de mi memoria que merece ser citada. Cuando me
sirve, es sólo cuando tengo que descansar en ella; tan pronto como confío el depósito al
papel, me abandona, y en cuanto he escrito una cosa se borra de mi memoria”.6 Como bien
describe Roger Chartier en su Inscribir y borrar,7 el temor al olvido fue uno de los dramas
de la modernidad, y las prácticas de escritura resultaron ser el antídoto que, a su modo, no
demoró en transformarse en problema: la conservación y el exceso.
Jean-Jacques escribió sobre el contexto que lo rodeaba pero también sobre sí mismo
y, con su gesto escritural, logró que hoy nos resulte difícil separar su vida de su obra. A la
distancia, parecería que su yo era performateado por la escritura, casi un efecto de ella. De
trazo en trazo, Rousseau se transformó en Rousseau y sus pensamientos se volvieron rous-
seauneanos. En tal sentido, presentamos a este singular pensador a partir de los episodios
vitales que él mismo expone en sus Confesiones.8
Como en todo ensayo biográfico, comenzamos diciendo que fue oriundo de Ginebra
(Suiza) y su vida se extendió entre 1712 y 1778. Estos datos cronológicos lo sitúan como
protagonista del Siglo de las Luces y, pese a sus objeciones, como un ilustrado. Sobre sus
padres, Isaac Rousseau y Susana Bernard, expuso que: “nacidos ambos tiernos y sensibles,
solo esperaban el momento de encontrar el uno en el otro la misma disposición, o más bien
ese momento les esperaba a ellos y cada uno echó su corazón en el primero que se abrió
para recibirlo”.9 Asimismo, estima que su nacimiento fue la primera de sus desgracias
porque costó la vida de su madre10, quien por los problemas de salud que la aquejaban, no
resistió el parto.
El pequeño Jean-Jacques creció bajo el cuidado de su padre y de sus tías, en el taller
de relojes, leyendo ávidamente en la biblioteca familiar, no solo en lengua vernácula sino
también en latín y en griego. Sobre sus primeros años expuso: “Ignoro lo que hice hasta los
cinco o seis años. No sé cómo aprendí a leer; solo me acuerdo de mis primeras lecturas y
de su efecto sobre mí. Mi madre había dejado algunas novelas que mi padre y yo leíamos
después de cenar. Por el momento solo se trataba de ejercitarme con la lectura de libros
divertidos; pero pronto nuestro interés fue tan vivo que leíamos aquellos libros, uno a uno
sin interrupción, no podíamos dejarlos hasta terminar…”.11 Esos pasajes de su infancia son
los mismos que empleará como ejemplo de mala educación y, por ende, como contraejemplo

6 Ídem, p. 232.
7 CHARTIER, Roger, Inscribir y borrar. Cultura escrita y literatura (siglos XI-XVIII), Katz,
Buenos Aires, 2006.
8 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las confesiones…, Op. Cit.
9 Ídem, p. 3.
10 Ídem, p. 4.
11 Ídem, p. 5.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

de la educación de Emilio, el protagonista de su afamada novela pedagógica12: “Mi infancia


no fue la de un niño, sentía y pensaba siempre como un hombre”.13
A temprana edad eligió qué lugar ocupar en el mundo y fue así como dio inicio a una
larga peregrinación que lo transformó en un ser errante, vagabundo, ensimismado, soñador,
solitario. Estas travesías le permitieron trazar vínculos con diferentes intelectuales de la
época. Claro que esa vida no estuvo exenta de apremios económicos y, para subsanarlos,
se vio obligado a trabajar. A partir de sus oficios se reconoció tempranamente como tutor
de jóvenes, dramaturgo y compositor y copista de música. Aseguró conocer las carencias
y aprendió a prescindir del lujo, la fortuna, las formas, las apariencias y todas aquellas
preferencias propias de las clases acomodadas. Sensaciones que lo condujeron a cuestionar
fuertemente las diferencias económicas que obturaban el camino a la igualdad.
Los vínculos con las mujeres fueron un renglón destacado en su vida. Resultó ser un
amante cuyas relaciones generaron rumores y conflictos, tanto porque muchas de sus elegi-
das oficiaron de su sustento económico como por las infidelidades cometidas que pusieron
en jaque sus lazos de amistad. No obstante, tres nombres femeninos dejaron su marca en
las memorias que él decidió legar. El primero perteneció a la dama que lo cuidó y protegió
casi con amor maternal después de su partida de Ginebra: la señora de Warens. El segundo
es el de Teresa Le Vasseur, quien fue su concubina y madre de sus cinco hijos, que entregó
al cuidado de orfanatos públicos. Este gesto le valió cuestionamientos por parte de sus
contemporáneos, obligándolo a mentir14 o a justificarse con las siguientes expresiones:
“Temblé de entregarlos a aquella familia mal educada, para que a su vez fuesen educados
peor todavía. Los riesgos de la educación en la casa de expósitos eran mucho menores”.15
Pese a que transcurrió gran parte de su vida en compañía de Teresa, su amor será la con-
desa Élisabeth-Sophie-Françoise d’Houdetot (1730-1813). Él prefirió llamarla Sofía y la
representación de su amada trasuntó en la personalidad de las protagonistas de sus novelas:
Julia o la Nueva Eloísa y luego en Sofía, la compañera de Emilio.16
La fuerza con que vivió sus pasiones lo situó como un amigo polémico y complejo. Fue
protagonista de conflictos y tensiones con muchos de sus amigos intelectuales: Diderot,
Grimm, Voltaire, D’Alembert, etc. Su genio inquisidor, ligado a su sentimiento de amistad
rayano en lo obsesivo, lo llevaron a percibir trampas y traiciones en todas partes, pero
también a traicionar.

12 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio o de la educación, Edaf, Madrid, 1985.


13 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las confesiones…, Op. Cit., p. 40.
14 En el paseo IV de sus Ensoñaciones relata como ejemplo de actos de mentira justamente una
anécdota en la cual una jovencita le pregunta por su paternidad. ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las
ensoñaciones del paseante solitario, Alianza Editorial, Madrid, 1988.
15 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las confesiones…, Op. Cit., p. 275.
16 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Cartas a Sofía…, Op. Cit.

78
Paula Caldo

En este sentido, no dejó de ser el más paradojal de todos los intelectuales. En el con-
texto de la Francia prerrevolucionaria, buscaba la comunicación y la transparencia de los
corazones.17 Le inquietaba la diferencia entre el ser y el parecer. Esa tensión lo abrumó
desde pequeño. Un hecho puntual, enunciado en sus Confesiones, lo testifica. Cierto día,
cuando aún era un niño, fue sorprendido junto a unas peinetas rotas en la cocina de una ca-
sona de campo y nadie dudó, pese a su inocencia, en inculparlo y castigarlo. De este modo,
empezó a problematizar la delgada línea que separa a la verdad de la mentira, al ser del
parecer. Más tarde dijo: “He ahí cómo aprendí a codiciar en silencio, a ocultarme, a mentir,
a disimular, a robar, por fin, capricho que hasta entonces no me había ocurrido, y del que
después no pude curarme por completo. La codicia y la impotencia llevan siempre a eso…
Son siempre los buenos sentimientos mal dirigidos los que hacen dar a los niños el primer
paso hacia el mal”.18 Entonces, las apariencias lo condenaron y obligaron a emprender una
sigilosa crítica a la cultura urbana dieciochesca. De igual suerte irá construyéndose su cues-
tionamiento acerca de todo acto de representación, tanto en el plano de las artes, las letras
y la comunicación con signos como en el de la política. Esas mismas ideas lo impulsaron
a participar en los concursos abiertos por la Academia de Dijon (París). Acto que acometió
en dos oportunidades. En la primera, en 1749, la consigna de trabajo era: “El progreso de
las ciencias y de las artes, ¿ha contribuido a corromper o a purificar las costumbres?”, y él
la resolvió con su “Discurso sobre las ciencias y las artes”. Allí expuso: “Las ciencias, las
letras y las artes menos despóticas y quizás más poderosas, extienden guirnaldas de flores
sobre las cadenas de hierro con que –los hombres– están cargados, ahogan en ellos el sen-
timiento de libertad original para el cual parecen haber nacido”.19 En 1750 su escrito fue
reconocido con el primer premio. Tiempo después, en 1753 (de acuerdo con su memoria),
repitió la experiencia, esta vez sobre el tema: “Origen de la desigualdad entre los hombres”.
En esta ocasión redactó su Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad de
los hombres. Si bien Diderot había asegurado que el texto era excelso, el resultado no fue
el esperado. Por lo tanto, tuvo que aguardar al año 1755 para editarlo bajo sello holandés.
Más allá de los numerosos títulos que se listan bajo su autoría, fue un escritor de la
madurez. Recién a los cuarenta años comenzó a incursionar en el mundo de la escritura,
precisamente a partir de sus participaciones en los concurso de la Academia de Dijon. De
esta experiencia de madurez surgieron los siguientes títulos (las fechas son estimativas):
Discurso sobre las ciencias y las artes (1750); Discurso sobre el origen y fundamento de
la desigualdad de los hombres (1755); Julia o La nueva Eloísa (1761); El contrato social
(1762); Emilio o de la educación (1762); Cartas desde la montaña (1763); Diccionario de
música (1767); Consideraciones sobre el gobierno de Polonia (1771); Diálogos: Rousseau

17 STAROBINSKI, Jean, Jean-Jacques Rousseau…, Op. Cit., p. 10.


18 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Las confesiones…, Op. Cit., p. 21.
19 ROUSSEAU, Jean-Jacques, El contrato social…, Op. Cit., p. 80.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

juez de Jean-Jacques (1772); Diccionario de Botánica (1774); Ensoñaciones de un paseante


solitario (1777); Las confesiones (póstumo); Emilio y Sofía o los solitarios (póstumo).
Ahora bien, su crítica sociopolítica se inscribe entre los márgenes del pensamiento
contractualista. Ubicado allí, explicó la sociedad a partir de un modelo dicotómico, cerra-
do y excluyente, cuyos polos son: el estado natural y el estado de sociedad.20 Lo que se
destacó en la obra de Rousseau es que, pese a rescatar de manera romántica las virtudes
del hombre natural para contraponerlas a las prácticas sociopolíticas que reconoce en su
época, se resistió a plantear el regreso a la naturaleza.21 Su propuesta fue generar un hombre
natural viviendo y pactando en sociedad. En consecuencia, no resulta curioso que, en el
año 1762, escriba El Contrato Social y Emilio o de la educación. Esto es: junto al pacto
diseña el proyecto pedagógico, condición sine qua non para lograr la sociedad justa, libre
y transparente que desea. La educación de Emilio atiende todos los detalles necesarios para
formar al ciudadano digno de habitar la sociedad del contrato social. Al llegar al capítulo
V del Emilio, hallamos al muchacho, ya maduro y racional, enfrentado a la lectura de los
preceptos del Contrato Social.
Rousseau fue un utópico, puesto que, junto con la crítica, diseñó el perfil de la sociedad
y de los ciudadanos ideales, cuyo modelo es Emilio. Empero, el muchacho no estaba solo;
lo acompañaban el preceptor y Sofía, su amada. Mientras que el primero cumplió con el
encargo de educarlo en un sentido integral, a la segunda se asignó la tarea de acompañarlo.
Las mujeres en la obra de Rousseau fueron un complemento sumiso y obediente del varón.
A ellas dedicó no solamente algunos pasajes del último capítulo de Emilio, sino también sus
novelas epistolares: Julia o la nueva Eloísa,22 Emilio y Sofía o los solitarios23 y las Cartas
a Sofía.24 En tanto los varones serán heterónomos, débiles e irracionales sólo durante los
tiempos de la niñez, las mujeres lo serán toda la vida. Con su obra, Rousseau contribuyó
a sentar los presupuestos teóricos de la masculinización de la razón y la feminización de
la sensibilidad.
Profuso y cargado de tensiones, Jean-Jacques acometió la tarea de revisar críticamente
su época y proponer salidas posibles. Esta gimnasia se materializó en repetidos ensayos
de escritura, y su profusa obra no demoró en transformarse en instauradora de prácticas y
discursos contemporáneos a su vida pero también póstumos. Justamente, los siete artículos
reunidos en este dossier recuperan las proyecciones rousseauneanas. En primer lugar, Sandra

20 BOBBIO, Norberto, “El modelo iusnaturalista”, en BOBBIO, Norberto, BOVERO, Michelangelo,


Sociedad y Estado en la filosofía moderna, Fondo de Cultura Económica, México, 1986.
21 TODOROV, Tzvetan, Frágil felicidad. Un ensayo sobre Rousseau, Gedisa, Barcelona, 1987.
22 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Julia, o la nueva Eloísa, Akal, Madrid, 2007.
23 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio y Sofía o Los Solitarios, Edición de Julio Seoane Pinilla,
Madrid, 2004.
24 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Cartas a Sofía…, Op. Cit.

80
Paula Caldo

Fernández, en su texto “Los trescientos años de Rousseau. Una ciudad de fiesta”, expone
un escenario actual de la ciudad de Ginebra destacando aquellos lugares habilitados para
celebrar los 300 años del natalicio. Sin dudas, el ejercicio nos devuelve como balance la
importancia del autor para la historia y la identidad urbana de dicha urbe. Por otra parte, la
proliferación de muestras, jornadas de trabajo, etc., dejan entrever indicios de un intelectual
dieciochesco modélico capaz de incursionar en las ramas más variopintas del campo del
saber y de la cultura.
“Ved en trono a la noble igualdad. Soñar con Rousseau en América Latina” es el título
elegido por Waldo Ansaldi para invitarnos a pensar en torno a las propuestas históricamente
no agotadas del ginebrino. Ansaldi parte del supuesto que sitúa la vigencia de tal pensador
en un fracaso de la modernidad, el del proyecto de la razón liberadora en beneficio del de
la razón instrumental. En este sentido, los lineamientos políticos de Rousseau se tornan una
cuenta pendiente y no acabada de reflexión. Así, el problema de la libertad, la igualdad, la
ciudadanía y la democracia operan como disparadores para reflexionar en torno al impacto
de este pensamiento en la cultura política en general y especialmente en la latinoamericana.
Asumiendo que la obra de Rousseau llegó tempranamente a estas latitudes, sin alcanzar
un carácter hegemónico supo capitalizar intersticios para impactar en el contenido y en las
formas de la vida política.
En cierto sentido, Ansaldi reconoce que los nuevos temas de la agenda de estudios sociales
provocan la necesidad de volver a leer a los clásicos a partir de estas claves originales. De
esta suerte, por ejemplo, la pregunta por la condición femenina se vuelve una necesidad,
y más aún tratándose de la obra de Jean-Jacques Rousseau. De hecho, tres de los artícu-
los que componen este dossier se arrogan el desafío de auscultar puntos enquistados de
esta problemática. Rosa Cobo, en su texto “Las paradojas de la igualdad en Jean-Jacques
Rousseau”, abre el debate tomando como disparador el problema de la igualdad y afirma:
“La columna vertebral sobre la que reposa su pensamiento social y político es su poderosa
apelación a la igualdad. Sin embargo, la radicalidad de su concepto de igualdad se detiene
ante las mujeres. Ahí la propuesta rousseauneana de igualdad naufraga y el pensador radical
se convierte en uno de los fundadores del patriarcado moderno”. Este artículo indica que la
teoría de Rousseau, al tiempo que sitúa a las diferencias económicas como corrosivas del
concepto de igualdad, oculta e invisibiliza la condición política de las mujeres, definiéndolas
como complemento del varón en el marco de la sociedad patriarcal. Anabella Di Tullio, en
su texto denominado “A la sombra de Rousseau: mujeres, naturaleza y política”, continúa
desbrozando el costado conservador de la obra de nuestro autor. Ella se pregunta por las
mujeres y, en esta clave, discute las descripciones del estado de naturaleza, del contrato
social, de la educación, del espacio público, etc. Este recorrido permitirá a Di Tullio confir-
mar que la obra del ginebrino prescribe un destino inexorable para las mujeres: lo privado
y doméstico. Por su parte, Carolina Kaufmann, en su artículo “Marcas del pensamiento de
Rousseau en las reflexiones kantianas acerca de las mujeres”, traza una línea de continuidad
entre la obra de Jean-Jacques y la propuesta del filósofo alemán. Esos aires de familia que

81
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

emparentan a estos autores, permiten a Kaufmann mostrar el modo en que la época de la


Ilustración nombró y conceptualizó sobre la mujer.
Bajo el título “De señales a palabras. Notas sobre la comunicación en el discurso sobre
la desigualdad de Jean-Jacques Rousseau”, Pablo Fucé interroga a la obra del ginebrino
a partir de una arista aún poco explorada: el problema del lenguaje. Así, tomando como
fuente el Discurso sobre el origen de las desigualdades…, analiza la impronta del lenguaje
en el tránsito del estado de naturaleza a la sociedad del contrato, acentuando su relevancia
en la sociedad política. Con base en la importancia asignada por Rousseau al problema
de las representaciones, los signos y los símbolos, este artículo viene a tallar en un nudo
problemático que nos conduce al centro de las preocupaciones del filósofo.
Finalmente, Sebastián Perrupato, autor de “Entre el naturalismo y la tradición. Un es-
tudio comparativo entre la propuesta pedagógica de los ilustrados españoles y Rousseau”,
propone estudiar los tráficos de ideas entre las propuestas educativas de Jean-Jacques y
las propias de los pedagogos ilustrados españoles. El cometido de este texto es discutir las
versiones tradicionales que presentan a la pedagogía ilustrada española como un reflejo de
las propuestas europeas generales. De tal forma, Perrupato muestra cómo el pensamiento
rousseauneano ingresó en las arcas de la pedagogía española a partir de un proceso de
lecturas que lo adaptaron a la realidad local, dando por resultado propuestas marcadas por
el catolicismo que los españoles no capitularon.
Sin dudas, mucha tinta ha corrido sobre la obra de Jean-Jacques Rousseau y, sin embargo,
su teoría no deja de ser frondosa y, por ello, posibilitadora de nuevas lecturas y análisis. Los
autores y las autoras aquí reunidos/as dan cuenta de ellos y, en esta dirección, reflexionan
en torno a la igualdad, el lenguaje, las mujeres, la política, el estado de naturaleza, el con-
trato, la tensión público-privado, la cultura, la educación… Los puntos suspensivos indican
aquí una agenda abierta que invita a seguir hablando y escribiendo sobre las proyecciones
rousseauneanas.

82
Los trescientos años de Rousseau. Una ciudad de fiesta

Sandra Fernández
ISHIR/CONICET-UNR

FERNÁNDEZ, Sandra, “Los trescientos años de Rousseau. Una ciudad de fiesta”,


en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 83-86.

83
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Arribar a Ginebra en 2012 significa no perder de vista el natalicio de su ciudadano más


renombrado. Jean-Jacques Rousseau, junto con Calvino, son los dos mayores personajes
que referencian a la ciudad más importante del cantón, y del país luego de Zurich.
Rousseau nacido el 28 de junio de 1712 vivió hasta los 16 años en la ciudad de Ginebra.
Cuidado y educado por sus tíos ante la muerte y exilio de su madre y su padre respectiva-
mente, siempre recordó su estancia en la ciudad como una de las más felices de su vida.
Quizás en honor a esa felicidad pasada, Ginebra fijó un vasto calendario de festejos para
conmemorar a su ilustre hijo. Muestras, debates, paneles, exposiciones son expuestos en
una profusa cartelería de anuncios que se despliegan en la ciudad cantonal dando cuenta
de la relevancia del evento del año.
Cada uno de ellos oficia como una hoja de ruta que arrastra a los visitantes de la urbe
internacional hacia la ciudad vieja. Enmarcan sus estrechas calles las viviendas de diseño
austero con orquídeas asomando en los balcones protegidos por las ventanas dobles, y pos-
tigos pintados de rojo; las encrucijadas se abren en mínimas plazoletas con añosos árboles
centrales o balcones verdes que acompañan en zigzag los descensos de pequeñas cuestas.
En la maraña de callecitas una placa de mármol tallado con un sobre-relieve de bronce con
el perfil de Rousseau nos anuncia: Jean-Jacques Rousseau est né dans cette maison le 28
juin de 1712.
El edificio sede en la actualidad del Espace culturel et parcours audiovisuel dans la
maison natale de Jean-Jacques Rousseau [MAISON DE ROUSSEAU ET DE LA LITTÉRA-
TURE www.m-r-l.ch] abre la puerta al mundo Rousseau que Ginebra pensó para todos los
visitantes de la ciudad. Sin embargo, ese punto de inicio se multiplica en un sinnúmero de
espacios y citas para descubrir o redescubrir a un varón y su obra durante todo el año 2012.
2012 ROUSSEAU POUR TOUS, lema del programa del tricentenario del nacimiento de
Jean-Jacques expresa el espíritu de reencuentro con el hombre y el autor. Desde múltiples
organizaciones lideradas por el Departamento de la Cultura y el Deporte de la Villa de Gine-
bra se buscó a partir de 2006, fecha de inicio de la fabulosa aventura de la preparación de la
conmemoración, la mejor forma de celebrar a Rousseau y su ciudad [www.rousseau2012.ch].
Para Sami Kanaan (Conseiller Administratif de la Ville de Genève) que Ginebra se en-
cargara de tal misión no obedeció exclusivamente a que Rousseau naciera en esta ciudad
sino fundamentalmente porque los principios que devendrían en la base de su pensamiento
político se encontraban presentes en la realidad ginebrina del comienzos del siglo XVIII,
y porque muchas cuestiones presentadas por el que firmaba como “citoyen de Genève”
son eminentemente actuales: el origen de las constituciones, el derecho, la percepción de
la naturaleza, las experiencias pedagógicas, el desarrollo de la música popular… Y al fin
porque Rousseau es un verdadero y completo artista, además de pensador y filósofo: de
vez en vez músico, dramaturgo, escritor, quien largamente contribuyó a una vasta reflexión
sobre la renovación de las formas estéticas.
Por lo tanto, el programa de la celebración descansa en tres grandes ejes: los coloquios

84
Sandra Fernández

académicos, los eventos artísticos y las exposiciones. Tres coloquios científicos fueron
organizados por la Société Jean-Jacques Rousseau, L’Institut International de recherches
pour la paix à Genève (GIPRI) y L’Associations pour l’autobiographie (APA). Se destacan
aquí Rousseau et la révolution autobiographique [www.rousseau2012.ch]; Rousseau, la
république, la paix [www.gipri.ch] y Amis et ennemis de Jean-Jacques Rousseau: du XVIIIe
siècle à aujourd’hui [www.sjjr.ch].
Se diseñó además un calendario de presentaciones bibliográficas vinculadas a la Asso-
ciation genevoise pour la promotion de l’illustration et de la bande desciñe (AGPI) y de la
Association pour l’étude de l’histoire regional. Dedicadas a la muestra de libros antiguos
y modernos, ligados directamente a nuestro autor o que lo emulan o referencian, tales citas
muestran la importancia de la cultura escrita y sus soportes en la trasmisión de la obra de
Rousseau.
La Bibliothèque de Genève y la Fondation Martin Bodmer con el título extraído de
Dialogues: “Vivant ou mort il les inquiétera toujours” organizaron una programación que
recorre el impacto de la obra de Rousseau hasta la actualidad. Asimismo todas las insti-
tuciones culturales municipales participan codo a codo con el lema Rousseau pour tous
complementando guías, recorridos y citas interactivas para descubrir las múltiples facetas
del pensador ginebrino. Penser avec Rousseau en 2012 es una propuesta de cursos públicos
y libres, debates y conferencias de la Université de Genève con la meta de “pensar furiosa-
mente” desde la obra de Rousseau; y otra original invitación es el Safari Rousseau, un paseo
de la mano del periodista Guillaume Chenevière con historias, anécdotas, visitas y lecturas.
Exposiciones y recorridos para todos los públicos y las edades se despliegan en la
propuesta cultural de la ciudad. Reconstruyen los pasos sensibles de Rousseau como su
refugio en l’ile Saint-Pierre, y el intimista paseo por la casa natal y la ciudad (Promeneur
solitaire. Thème et variations autour de la cinquième Promenade); así en Mon Rousseau à
moi, se busca hacer de Rousseau “un espejo, una puerta, para ir a ver las cosas y observarse,
observar otros o el mundo, con ojos diferentes”. Sucesivamente cada tópico de la vida de
Rousseau encuentra cabida en la diagramación estética del tricentenario de su natalicio. Hasta
el emblema suizo por excelencia, el reloj, cobra protagonismo de la mano de Rousseau. El
Patek Philippe Museum conjuntamente con el Comité européen Jean-Jacques Rousseau
organizaron una exposición temática temporaria que reúne una selección de preciosas y
raras piezas de relojería ilustrando el nivel de la artesanía y técnica ginebrina de los tiempos
de Rousseau. La excusa perfecta se halla en su familia, que contaba con varios miembros
vinculados a la fabricación de relojes y sus artesanías afines [www.patekmuseum.com].
Cine y teatro, música, paseos y viajes, completan el recorrido plural de una ciudad que
se piensa en el 2012 desde los ojos de Rousseau. Específicamente tres obras de teatro tienen
como leitmotiv al filósofo. L’affaire Rousseau, Rousseau juge de Jean-Jacques, con formato
clásico y Dardagny, un village au temps de Jean-Jacques Rousseau, como una propuesta
de fiesta popular, representan las producciones generadas desde este espacio. Una serie de
cortometrajes y en avant premier un film de ficción, plantean el tema Rousseau a los ciné-

85
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

filos y al público en general. La faute à Rousseau: una Collection de films courts y Le nez
dans le ruisseau son eventos pensados para acercarse a Rousseau desde un costado menos
transitado pero muy popular.
Para los organizadores no se considera bastante al Rousseau músico, por ello la centrali-
dad de tal métier. Él fue un teórico en la materia, sus ideas sobre la misma están aún en los
manuales de historia musical; fue también un compositor importante y un gran melómano.
Rousseau se ocupó de la música durante toda su vida, y por ello la cartelera no perdió de
vista la importancia de incorporar al programa una generosa participación musical. La
lírica está presente en la ópera JJR (citoyen de Genève) que abre la temporada 2012-2013
del Grand Théâtre de Genève; en Tic tac Rousseau, otra fresca ópera, con música ligera y
marionetas, ilumina los amores de Rousseau en la voz de seis cantantes, un marionetista, y
una pequeña orquesta; y en las escenas líricas de La faute à Rousseau se incorporan obras de
Mozart, Berlioz, Beethoven, y por supuesto de Rousseau. Específicamente el Pygmalion de
Rousseau inicia un nuevo género el melodrama, que consiste en un texto declamado sobre
una trama musical y así tal obra abre el programa de la Orchestre de Chambre de Genève.
Otras tres invitaciones musicales se despliegan en guía. Con el formato de Intermèdes nue-
vamente el Grand Théâtre de Genève presenta La serva padrona de Pergolèse y Le devin
du village del propio Rousseau. Cierran las veladas musicales el espectáculo-concierto
liderado por el ensamble barroco noruego Lux Borea y el comediante suizo Pierre-Alain
Clerc para desarrollar Femme qui pète n’est pas morte y finalmente Le devin loin du village
un coupage de espectáculo, charla y film documental que propone una nueva forma de unir
la experiencia de un seminario de musicología (Haute Ecole de Musique de Genève) con
otras formas estéticas.
Una ciudad que invita al caleidoscopio Rousseau durante el 2012 no puede más que
convertirse en una urbe viva y atractiva, capaz de recordar, pero fundamentalmente de
proponer la temporalización y la ubicación de los tópicos desarrollados, experimentados
por Rousseau durante el siglo XVIII en el presente. Quizás los Banquets républicains sinte-
ticen como ningún otro “el festín de palabras, el debate de ideas, los encuentros pasionales
y festivos” que el tricentenario del natalicio de Rousseau despliega, y decir como el lema
central del programa: 2012, Rousseau para todos!

Recibido: 22/06/2012
Aceptado: 15/08/2012

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Ved en trono a la noble igualdad.
Soñar con Rousseau en América Latina

Waldo Ansaldi
CONICET - UBA

A Mariana, una vez más.

El hombre ha nacido libre, y en


todas partes se halla entre cadenas.
Jean-Jacques Rousseau, El contrato social.

Resumen
El artículo persigue el objetivo de mostrar, resumidamente, la impronta de Jean-Jacques Rousseau
en los procesos independentistas latinoamericanos, particularmente su propuesta de una libertad
igualitaria, que fue retomada por algunos de los más destacados dirigentes revolucionarios, sobre todo
en el área rioplatense, donde Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo y José Artigas aparecieron
como los más preclaros y decididos impulsores del pensamiento del ginebrino, el cual, por otra parte,
llegó relativamente temprano al continente, donde fue perseguido por el Santo Oficio por postular la
soberanía popular y la democracia.
El artículo analiza también la relación entre ciudadanía, ciudadano y derecho, a la que no fue ajena la
cuestión de género, como también la relación entre ciudadanía y libertad, considerada, por Moreno,
como principio fundante de una nueva era, coherente con el proyecto emancipador generado por las
proposiciones roussonianas.
Finalmente, el artículo, si bien rescata la importancia de las ideas del ginebrino en las luchas por la
independencia y por la constitución de un nuevo orden social y político, no deja de advertir el breve
tiempo que tuvo la impronta de las mismas, derrotadas por propuestas de orden más moderadas, cuando
no conservadoras.
Palabras claves: Jean-Jacques Rousseau – Independencias latinoamericanas – Libertad igualitaria –
Ciudadanía – Género

Abstract
This article offers a brief outlining of the marks made by Jean-Jacques Rousseau’s ideas on Latin
American independence processes, particularly the idea of an egalitarian freedom, which was assumed by
some of the most outstanding revolutionary leaders. It was mainly so in the Rio de la Plata area, where
Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo and José Artigas were the most illustrious and determined

ANSALDI, Waldo“ Ved en trono a la noble Igualdad. Soñar con Rousseau en América
Latina”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 87-107.

87
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

driving forces of Rousseau’s thinking, which, moreover, arrived relatively early in the continent, where
it was persecuted by the Inquisition because of its ideas of popular sovereignty and democracy.
The article also analyzes the relationship between citizenship, citizen and rights, of which gender was
not excluded. Also it studies the relationship between citizenship and freedom, which was considered
by Moreno as a founding principle of a new era, coherent with the emancipating project generated by
rousseaunian propositions.
Finally, even when the article underlines the importance of Rousseau’s ideas in the struggle for
independence and for the constitution of a new political and social order, it also underlines the short
time these ideas survived. They were defeated by ideas of a more moderated order, or even more a
conservative one.
Key words: Jean-Jacques Rousseau – Latin American independence processes – Egalitarian freedom
– Citizenship – Gender

Actualidad de Rousseau

Que el pensamiento de Jean-Jacques Rousseau siga teniendo vigencia, trescientos años


después de su nacimiento, nos dice mucho de la frustración del mejor proyecto de la Mo-
dernidad, el de la razón liberadora, del cual el ginebrino fue estandarte, desplazado por el
de la razón instrumental, expresado por el utilitarismo inglés. La oclusión, la derrota, del
primer proyecto no implica necesariamente abandonarlo, todo lo contrario. Tampoco, es
obvio, recuperarlo sin cambios. Como en tantas cosas, mutatis mutandi. Por caso, sería un
contrasentido mantener la posición de Rousseau respecto de las mujeres. La cuestión es
recuperar de Rousseau sus propuestas históricamente no agotadas.
En el espacio acotado para este artículo, quiero señalar tan solo unos puntos que considero
bien relevantes para dar cuenta de la actualidad de Rousseau: soberanía popular, democra-
cia, republicanismo (que conllevaba una valoración positiva de la libertad, afirmando la
capacidad del Estado para realizarla, en contraste con John Locke y su defensa del Estado
mínimo) y, sobre todo, su concepción de la libertad igualitaria, es decir, la libertad que
torna a todos iguales sin dejar de ser libertad. Se trata de la base necesaria para una sociedad
igualitaria, promotora de la personalidad de cada uno de sus miembros sin ser niveladora y
capaz de potenciar las libertades civiles y políticas para evitar su derivación (degeneración)
en privilegios. De lo que trata la herencia del ginebrino, entonces, no es sólo la democracia
real, sino también la emancipación de la humanidad. La utopía socialista (uso la expresión
en sentido positivo), la de la sociedad de hombres libres e iguales, en la cual la libertad
desplazaría a la necesidad, tiene esa raíz roussoniana.1

1 Retomo aquí, muy condensadamente, una excelente argumentación realizada hace varias décadas,
sin haber perdido vigencia sustantiva, por DELLA VOLPE, Galvano, Rousseau y Marx, Editorial
Platina, Buenos Aires, 1963.

88
Waldo Ansaldi

Una demanda radical: igualdad

Exceptuando a los diggers (o true levellers) de la Inglaterra del interregno republicano,


a mediados del siglo XVII, la más fuerte reivindicación de la igualdad fue explícitamente
formulada por Jean-Jacques Rousseau en el siglo siguiente. Bajo la forma de igualdad ante
la ley fue consagrada como valor universal por la Déclaration des droits de l’Homme et du
Citoyen proclamada por los revolucionarios franceses en 1789.2 De allí en más, la igual-
dad –aun con todos los límites existentes entre la igualdad ante la ley, es decir, formal, y
la igualdad real– fue pensada como un medio de reducir las diferencias entre los hombres
(más tarde, lucha mediante, también entre las mujeres), entroncándose con las luchas por la
democracia política y social, sea desde una perspectiva reformista o desde una revolucionaria.
En América Latina, este vocablo novedoso tuvo un tiempo –el de la fase radical de los
procesos independentistas, entre 1793-1804, en el caso haitiano, y 1810-1815, en el de las
colonias españolas– en el que fue generosamente invocado, abandonándoselo o reduciendo
su apelación a medida que era percibido como peligroso por las clases propietarias. Bernardo
Monteagudo, por ejemplo, sostuvo:
Todos los hombres son iguales en presencia de la ley: el cetro y el arado, la púrpura
y el humilde ropaje del mendigo, no añaden ni quitan una línea a la tabla sagrada de
los derechos del hombre. … Los aduladores de los déspotas declaman como unos
energúmenos contra este sistema, y se esfuerzan en probar con tímidos sofismas
que la igualdad destruye el equilibrio de los pueblos, derriba la autoridad, seduce la
obediencia, invierte el rango de los ciudadanos y prepara la desolación de la justicia.
Confundiendo por ignorancia los principios, equivocan por malicia las consecuencias
y atribuyen a un derecho tan sagrado los males que arrastran su abuso y usurpación.

2 El artículo 6º dice: “Todos los ciudadanos, siendo iguales a sus ojos [los de la ley], son igual-
mente admisibles a todas las dignidades, cargos y empleos públicos, según su capacidad, sin ningún
otra distinción que la de su virtud o su talento”. Previamente, el artículo 1º proclama enfáticamente:
“Los hombres nacen libres e iguales en derechos y las distinciones sociales no pueden fundarse más
que en la utilidad común”. Antes de 1789, la “Declaración de derechos hecha por los representantes
del buen pueblo de Virginia” –una de las colonias insurrectas–, en 1776, ya había señalado, en la
Sección 1, la condición natural de los hombres como “igualmente libres e independientes”. Como se
ha señalado muchas veces, la expresión hombre no fue formulada en términos genéricos, sino espe-
cíficamente referida a los varones. Fue por reacción a esa reducción y por defender el derecho de las
mujeres a la igualdad que Marie Gouze, más conocida como Olympe de Gouges, presentó en 1791 una
Déclaration des Droits de la Femme et de la Citoyenne, texto pionero en la larga lucha de las mujeres
por la efectiva universalización de los derechos humanos. La propuesta era muy avanzada para una
época decididamente dominada por la misoginia, incluso para los revolucionarios más radicales, que
la rechazaron. La luchadora, que se opuso a la decapitación de Louis XVI y adhirió a los girondinos,
fue detenida, enjuiciada y guillotinada en 1793.

89
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

No es la igualdad la que ha devastado las regiones, aniquilado los pueblos y puesto


en la mano de los hombres el puñal sangriento que ha devorado su raza.3

Formalmente, el derecho a la igualdad –a veces expresado genéricamente, otros acotado


como igualdad ante la ley– tuvo rango constitucional, v. gr., en Venezuela (1811, artículos
152 y 154), en México (1814, artículo 24), en el proyecto del Ayuntamiento de Guatemala
(1810, artículos 4º y 5º), y estuvo presente en proyectos no sancionados, como los artiguistas
de 1813 para la Provincia Oriental del Uruguay y federal para las Provincias Unidas del
Río de la Plata.
Al igual que sus pares revolucionarios franceses, los hombres hispanoamericanos no
reconocieron a las mujeres todos los derechos fundamentales, lo cual no obstaba para que
algunos las instaran a desempeñar un fundamental papel en la educación… de los varones.
El jacobino tucumano Bernardo Monteagudo es un buen ejemplo de esa posición, tal como
se aprecia en el artículo “A las americanas del sud”, publicado en la edición del 20 de di-
ciembre de 1811 de la Gaceta de Buenos Aires:
La consecuencia que voy a deducir es fácil prevenirla: uno de los medios de introducir
las costumbres, fomentar la ilustración en todos sus ramos, y sobre todo, estimular
y propagar el patriotismo es que las señoras americanas hagan la firme y virtuosa
resolución de no apreciar ni distinguir más que al joven moral, ilustrado, útil por sus
conocimientos, y sobre todo patriota, amante sincero de la LIBERTAD, y enemigo
irreconciliable de los tiranos. Si las madres y esposas hicieran estudio de inspirar a
sus hijos, maridos y domésticos estos nobles sentimientos, y si aquéllas, en fin, que
por sus atractivos tienen derecho a los homenajes de la juventud, emplearan el imperio
de su belleza y artificio natural en conquistar desnaturalizados y electrizar a los que
no lo son, ¿qué progresos no haría nuestro sistema?4

El hombre revolucionario se permite indicarle a la mujer a quién seducir, si es necesario,


apelando a “sus atractivos”, todo “por la patria que desea ser libre” (como escribe líneas
después). Es decir, una concepción instrumental.
Obviamente, la demanda de igualdad caló mucho más hondo allí donde su ausencia estaba
ligada inescindiblemente con la falta de libertad (y probablemente por su mayor relación
con la metrópolis francesa), en la brutal sociedad esclavista de Saint-Domingue, impactó
en Venezuela (Coro y Cariaco, en 1795 y 1798) y no fue significativa en Brasil. A la postre,
muchos leyeron la igualdad en términos de terror: así, el haitiano, a menudo asociado con
el jacobino y/o con el racismo inverso (contra los blancos, a los cuales, además se prohibió
durante más de un siglo el ejercicio del derecho de sufragio), generó, entre buena parte de

3 “Continúan las observaciones didácticas”, Gaceta de Buenos Aires, 21 de febrero de 1812, en


MONTEAGUDO, Bernardo, Obras políticas, Librería La Facultad, Buenos Aires, 1916, pp. 131-132.
4 Ídem, pp. 98-99; mayúsculas en el original.

90
Waldo Ansaldi

los grupos propietarios, el “miedo a la revolución” y posiciones, a veces furibundas, contra


la demanda de igualdad, tal como se aprecia en el fraile mexicano Servando Teresa de Mier:
De la igualdad, que absolutamente no puede haber entre los hombres, sino para ser
protegidos por justas leyes sin excepción, los débiles y necios contra los fuertes y
entendidos, dedujeron los franceses que se debían degollar para igualarse en los se-
pulcros, donde únicamente todos somos iguales.5

La igualdad fue, a menudo, aceptada en términos políticos e incluso –bajo el fetichis-


mo “ante la ley”– jurídicos, pero en la práctica fue negada, sea apelando a los designios
de la Providencia, en el caso de los religiosos, sea invocando a la naturaleza, en el de los
positivistas. La igualdad fue el valor de la Modernidad más duramente reprimido, no sólo
en América Latina.
En las estrofas de varios Himnos nacionales latinoamericanos (que no son siempre las
mismas que se cantan en la actualidad) se invoca explícitamente a la libertad, pero sólo los
de Argentina y Paraguay (y más tarde el Brasil republicano) invocan también a la igualdad.

Argentina (Marcha Patriótica, 1812-1813)


¡Oíd, mortales!, el grito sagrado:
¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!
Oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad.

Mas los bravos que unidos juraron
su feliz libertad sostener,
a estos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer

La victoria al guerrero argentino
con sus alas brillantes cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio;
sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la Libertad.

Bolivia: (1845)
Loor eterno a los bravos guerreros
Cuyo heroico valor y firmeza

5 MIER, Fray Servando Teresa de, Historia de la Revolución de la Nueva España, 1813, apud
ROMERO, José Luis, ROMERO, Luis Alberto (compiladores) Pensamiento político de la Emanci-
pación, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1977, T. II, p. 50.

91
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Conquistaron las glorias que empiezan


Hoy Bolivia feliz a gozar
Que sus nombres el mármol y el bronce
A remotas edades transmitan
Y en sonoros cantares repitan:
Libertad! Libertad! Libertad!
Aquí alzó la justicia su trono
que la vil opresión desconoce,
y en su timbre glorioso legose
libertad, libertad, libertad.

Brasil:
Imperio
Hino da Independencia (música compuesta por el propio emperador, Pedro I)
Já podeis, da Pátria filhos,
Ver contente a mãe gentil;
Já raiou a liberdade
No horizonte do Brasil.
Brava gente brasileira!
Longe vá... temor servil:
Ou ficar a pátria livre
Ou morrer pelo Brasil.

República (1890)
Ouviram do Ipiranga às margens plácidas
De um povo heróico o brado retumbante,
E o sol da liberdade, em raios fúlgidos,
Brilhou no céu da Pátria nesse instante.
Se o penhor dessa igualdade
conseguimos conquistar com braço forte,
em teu seio, ó liberdade,
desafia o nosso peito a própria morte!

Chile:
El que ayer doblegábase esclavo,
hoy ya libre y triunfante se ve;
Libertad es la herencia del bravo;
la victoria se humilla a su pié.

Colombia (1887, letra del Presidente Rafael Núñez)


Cesó la horrible noche! La libertad sublime
derrama las auroras de su invencible luz.

92
Waldo Ansaldi

La humanidad entera, que entre cadenas gime,


comprende las palabras del que murió en la cruz
,,,
Mas no es completa gloria vencer en la batalla,
que al brazo que combate lo anima la verdad.
La independencia sola al gran clamor no acalla;
si el sol alumbra a todos, justicia es libertad.

Ecuador:
Tras la lid la victoria volaba,
libertad tras el triunfo venía,
y al león destrozado se oía
de impotencia y despecho rugir

El Salvador:(1879)
Le protege una férrea barrera
Contra el choque de ruin deslealtad,
Desde el día que en su alta bandera
Con su sangre escribió: ¡Libertad!
Libertad es su dogma, es su guía
Que mil veces logró defender;
Y otras tantas, de audaz tiranía
Rechazar el odioso poder.

México:
Guerra, guerra! en el monte, en el valle, 
Los cañones horrísonos truenen 
Y los ecos sonoros resuenen 
Con las voces de ¡Unión! ¡Libertad!

Paraguay: (1846)
Paraguayos, ¡República o Muerte!
Nuestro brío nos dio libertad;
Ni opresores, ni siervos, alientan,
Donde reinan unión, e igualdad,

Libertad y Justicia defiende
Nuestra Patria; Tiranos, ¡oíd!

Perú:
Mas apenas el grito sagrado
¡Libertad! En sus costas se oyó,

93
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

la indolencia de esclavo sacude,


la humillada cerviz levantó.

Por doquier San Martín inflamado,
Libertad, libertad, pronunció,
y meciendo su base los Andes
la anunciaron, también a una voz.

Provincias Unidas del Centro de América6


Ya se ve, Patria mía, en tu oriente
nuevo sol esparcir claridad;
ya podemos con voz reverente
pronunciar: Dios, Unión, Libertad.

República Dominicana:
Libertad! Que los ecos se agiten,
Mientras llenos de noble ansiedad
Nuestros campos de gloria repiten
Libertad! Libertad! Libertad!

Uruguay:
Orientales, la Patria o la tumba.
Libertad, o con gloria morir.

¡Libertad, libertad, Orientales!
Este grito a la patria salvó.
Y a sus bravos, en fieras batallas,
De entusiasmo sublime inflamó.

¡Libertad! en la lid clamaremos
Y muriendo, también ¡Libertad!

Orientales, la Patria o la tumba.
Libertad, o con gloria morir!

Venezuela:
¡Abajo Cadenas! ¡Abajo Cadenas!
gritaba el señor, gritaba el señor,

6 El himno de la unión centroamericana, conocido como La Granadera, rigió durante la breve


existencia de la misma. En 1971 fue formalmente adoptado como tal por la Organización de Estados
Centroamericanos.

94
Waldo Ansaldi

y el pobre en su choza Libertad pidió.


A este santo nombre tembló de pavor
el vil egoísmo, que otra vez triunfó.

Los de Cuba, Haití, Honduras, Panamá y Puerto Rico no incluyen ninguno de los dos
términos. El de Guatemala tampoco, al menos de modo explícito, aunque implícitamente
se alude a libertad al negar la esclavitud:
Guatemala feliz! que tus aras
no profane jamás el verdugo;
ni haya esclavos que laman el yugo
ni tiranos que escupan tu faz.

En cuanto al de Costa Rica, el vigente no contiene referencias a la libertad ni a la igual-


dad, pero la letra del primer himno, escrita en 1873, sí a la primera, al parecer aludiendo al
final de la intervención del aventurero norteamericano William Walker en América Central,
a cuya derrota Costa Rica contribuyó decisivamente,
Costa Rica rompió las cadenas
que la ataban a extraño poder
soltó al viento su propia bandera
y el imperio fundó de la ley.
Libertad proclamó entusiasmada,
Libertad en el orden y el bien;
del progreso ciñó la guirnalda
en su virgen y cándida sien!

Lo que las letras de los himnos muestran, en la elocuencia de su significado simbóli-


co, es el desplazamiento de la simultánea demanda radical de igualdad y libertad hacia la
proclamación (retórica, no real) de la segunda. El liberalismo se hizo fuerte invocando la
libertad en detrimento de la igualdad. El socialismo partió de una reivindicación de ambas,
pero la práctica de los mal llamados “socialismos reales” implicó, en el mejor de los casos,
la afirmación de la igualdad en perjuicio de la libertad.

Ciudadanía, ciudadano y una cuestión de género

La Modernidad y, más específicamente, el triunfo de la burguesía impusieron, dentro del


nuevo lenguaje y entre otros, los términos ciudadanía y su derivado ciudadano. Se trata de
conceptos claves, vinculados a la afirmación de los derechos individuales, pero también al
enmascaramiento de la desigualdad consustancial de las sociedades capitalistas.
Pese a ser un sustantivo femenino, la ciudadanía es un concepto inscripto en la más larga
tradición machista, ab initio y de modo sistemático excluyente de las mujeres del campo
de las decisiones políticas. En opinión de la socióloga británica Rosemary Crompton, “[l]
a ciudadanía es un concepto cargado de género: una categoría que pese a su supuesta

95
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

neutralidad respecto al género incorpora atributos y características esencialmente mascu-


linas tales como la participación en la asistencia social, la participación adulta en la vida
económica (el empleo), etc. El concepto de ciudadanía hizo abstracción de las diferencias
entre los hombres y las mujeres y, como consecuencia de ello, un sexo (el de los hombres)
se convirtió en norma”.7
Las mujeres –al igual que los niños– fueron excluidas de los derechos de ciudadanía con
la imputación, ya que no argumento, de “incapacidad”, “inmadurez”, “constitución natural”,
“predominio de las emociones” y correlativa “falta de control”, “dependencia” (del hombre,
sea el padre, el marido e incluso el hermano). Pero a diferencia de los niños, a los cuales
la legislación reconocía (y reconoce) la temporalidad acotada de la capitus diminutio, las
mujeres, al igual que los dementes, fueron durante largo tiempo condenadas a padecerla de
por vida, reducidas a condición de súbditas. Es muy significativo que los grandes teóricos del
contractualismo moderno –Thomas Hobbes, John Locke y Jean-Jacques Rousseau– fueran
simultáneamente a) creadores de los principios de legitimación de la dominación política
fundada en la libertad e igualdad de cada individuo respecto de los demás (que en Hobbes
y Locke son derechos naturales y en Rousseau, principios axiomáticos) y b) guionistas de
los justificativos de la exclusión explícita de las mujeres del ejercicio y disfrute de tales
derechos, para lo cual apelan a la ontología: es la “naturaleza femenina” (de constitución
inferior) la que define el carácter subordinado de las mujeres en todas las relaciones sociales
que las incluyan. La fractura entre el reclamo de universalidad de los nuevos principios y
la adopción de una singularidad masculina es, en cierto sentido, más terrible y patética en
Rousseau, en tanto teórico de la democracia radical. Para el ginebrino, la exclusión de las
mujeres de la política obedecía, en efecto, a los tres rasgos constitutivos de la “naturaleza
femenina”: la irracionalidad, el desorden sexual y la heteronomía.
Dos textos son paradigmáticos de la posición roussoniana de radical exclusión política de
las mujeres: La nueva Heloísa y “Sofía”, capítulo V de Emilio. Según Rosa Cobo8, tanto el
pacto social imaginado por Rousseau cuanto su concepto de democracia, eran patriarcales,
excluían radicalmente a las mujeres de la ciudadanía y exigían su subordinación como con-
dición de posibilidad de la vida democrática. En tanto excluidas del pacto social, el ámbito
privado o doméstico constituía el locus femenino por antonomasia: mientras el varón ejercía
su condición de ciudadano con dedicación exclusiva a la vida pública, la mujer aseguraba
la reproducción humana. La función reproductora de las mujeres, dentro de la familia, fue
defendida también por Hobbes y Locke, sólo que los tres se diferencian por asignarle un
objetivo diferente: así, mientras para Hobbes ellas debían parir guerreros que se converti-

7 CROMPTON, Rosemary, Clase y estratificación. Una introducción a los debates actuales, Tecnos,
Madrid, 1994, p. 185.
8 COBO, Rosa, Fundamentos del patriarcado moderno. Jean-Jacques Rousseau, Cátedra, Madrid,
1995.

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Waldo Ansaldi

rían en sujetos obedientes al Estado, para Locke se trataba de emplear el cuerpo femenino
para asegurar la transmisión de la propiedad privada a través de hijos consanguíneos con
capacidad económica. En el desiderátum de Rousseau, en cambio, la función de las mujeres
era tener hijos para formarlos como ciudadanos libres y autónomos. Así, libertad e igualdad
no sólo se tornaban retórica: desaparecían por completo. Adicionalmente, cabe señalar que
la cuestión de la exclusión de las mujeres del pacto social ha sido muy bien abordada por
Carole Pateman. Según su hipótesis, para que pudiese haber contrato social –mediante el cual
hombres (varones) libres e iguales establecieron una comunidad en la cual se reconocieron
como tales y construyeron un orden social nuevo– debió formularse antes un contrato sexual,
a través del cual los varones regularon el acceso sexual al cuerpo de las mujeres, creando
una relación de subordinación de éstas a aquellos (a cambio de protección), de magnitud tal
que quedaron excluidas de la “firma” del pacto social. El contrato sexual –ocultado por los
contractualistas– tornó posible la conversión del derecho “natural” de los varones sobre las
mujeres en derecho patriarcal. Pateman sostiene que así como el espacio público es objeto
de explicación desde el contrato social, el espacio privado lo es a partir del contrato sexual.9
No obstante su difusión y aceptación, ciudadano es una expresión polisémica: a veces
es sinónimo de habitante o, incluso, de nacional (es decir, nacido en, o natural de), mien-
tras en otras designa al titular de derechos civiles y/o derechos políticos. Esa polisemia ha
confundido, hasta hoy, la cabal interpretación del proceso de construcción de las ciudada-
nías en América Latina, territorio donde fueron muy significativas la rápida aceptación y
difusión de las expresiones ciudadanía y, tal vez más, ciudadano. En efecto, ciudadano, la
forma en castellano de la francesa citoyen, fue el trato en las asambleas, en la prensa, en las
proclamas... En la Proclama de Coro, por ejemplo, ciudadano era igual a habitante, mien-
tras en el proyecto de Constitución rioplatense elaborado a fines de 1812 por la Comisión
Oficial (presidida por Gervasio Posadas), era quien ejercía los derechos cívicos (capítulo
VI, artículo 1).
En las décadas finales del siglo XX la cuestión de la ciudadanía se convirtió en un tema
notoriamente relevante dentro de las ciencias sociales. Pese a la proliferación de estudios
e investigaciones, la diversidad de enfoques y concepciones no ha llevado a una definición
consensuada de ciudadanía. Pese a ello, hay coincidencia generalizada en admitir la división
trinitaria formulada por Thomas Marshall en las conferencias de 1949, convertidas luego
en un texto clásico, Citizenship and Social Class: derechos de ciudadanía civil (“los dere-
chos necesarios para la libertad individual –libertad de la persona, libertad de expresión,
de pensamiento y de religión, el derecho de la propiedad, a cerrar contratos válidos y el
derecho a la justicia”), política (“derecho a participar en el ejercicio del poder político como
miembro de un cuerpo investido de autoridad política, o como elector de los miembros de
tal cuerpo”) y social (“todo el espectro desde el derecho de un mínimo de bienestar eco-

9 PATEMAN, Carole, The Sexual Contract, Stanford University Press, Stanford, 1988.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

nómico y seguridad al derecho a participar del patrimonio social y a vivir la vida de un ser
civilizado conforme a los estándares corrientes en la sociedad”). A cada tipo de ciudadanía
corresponde una institución específica, a saber: los tribunales, el parlamento y los consejos
del gobierno local, y el sistema educativo y los servicios sociales. En la historia del Reino
Unido se constataba una sucesión cronológica que daba cuenta de la consagración de cada
una de esas tres ciudadanías en los siglos XVIII, XIX y XX, respectivamente, si bien, ar-
gumentaba, los dos últimos se solapaban.
Pese a las objeciones de algunos críticos, que la han achacado proponer un modelo
universal de secuenciación de los derechos de ciudadanía, Marshall entendía que la misma
se refería a Inglaterra y que estaba dada más por la historia que por la lógica: “Hasta ahora,
mi objetivo ha sido el de trazar a grandes rasgos el desarrollo de la ciudadanía en Inglaterra
hasta el fin del siglo XIX. Con este propósito, he dividido la ciudadanía en tres elementos:
civil, política y social. He tratado de mostrar que los derechos civiles aparecieron en primer
lugar, pues fueron establecidos en su forma moderna antes de que se aprobara la primera
Reform Act en 1832. A continuación aparecieron los derechos políticos, y su extensión fue
una de las principales características del siglo XIX, aunque el principio de la ciudadanía
política universal no fue reconocido hasta 1918. Por otra parte, los derechos sociales se
redujeron hasta casi desaparecer en el siglo XVIII y principios del XIX. Comenzaron a
resurgir con el desarrollo de la educación elemental pública, pero hasta el siglo XX no
llegarían a equipararse con los otros dos elementos de la ciudadanía”.10
La proposición de Marshall generó una tendencia a pensar los procesos históricos de
constitución de la ciudadanía en términos evolutivos, siguiendo la secuencia tripartita civil
→ política → social, y el orden países desarrollados (más rápidamente) → países periféricos
(más lentamente), luego fuerte y eficazmente objetada por el británico Michael Mann, para
quien los procesos de constitución de la ciudadanía deben estudiarse prestando atención a
las diferentes estrategias seguidas por los actores sociales involucrados en los conflictos –en
particular, el conflicto de clase–, lo cual significa que tales procesos son distintos y tienen
cierta singularidad.11
A Marshall, de la ciudadanía le interesaba “especialmente su influencia en la desigual-
dad social”, la cual, como el mismo advertía, remitía a la “formidable cuestión” de las
clases sociales. En su opinión, desde fines del siglo XIX “la influencia de la ciudadanía
en la desigualdad social ha sido fundamentalmente diferente de la que tuvo en cualquier
tiempo pasado. Empero, pese a reconocer la importancia de la clase social, el sociólogo e
historiador británico no se ocupó, alegando razones de tiempo (no se olvide que exponía

10 MARSHALL, Thomas Humphrey, “Ciudadanía y clase social”, en Reis. Revista Española de


Investigaciones Sociológicas, N° 79, julio-septiembre, Madrid, 1997, p. 312. La acotación de una
secuencia histórica y no lógica, p. 302.
11 MANN, Michael, “Ruling Class Strategies and Citizenship”, en Sociology, V. 21, Nº 37, 1987.

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Waldo Ansaldi

una conferencia), de “la difícil y tediosa tarea de examinar su naturaleza y analizar sus
componentes”.12 No obstante, quedaba planteado un problema monumental, para cuya
solución media biblioteca argumenta en una dirección y la otra media en la contraria: la
concesión a, o la conquista de derechos de ciudadanía –sobre todo, pero no sólo, sociales–
por parte de la clase obrera, ¿fomentaba u ocluía la lucha de clases? Tal vez la respuesta
más certera combina ambas proposiciones: es cierto que lograr derechos de ciudadanía
–los de la trilogía marshalliana– ha estimulado la lucha por obtener nuevos derechos y, por
ende, la conflictividad entre las clases –y esto lo entendieron mejor que nadie los teóricos
de la Trilateral Commission y del neoliberalismo–, pero también lo es que la conquista de
esos mismos derechos facilitó el pasaje de las políticas revolucionarias a las reformistas
y, en el límite, resultó una monumental operación de transformismo orgánico, como bien
lo muestran las experiencias del Welfare State europeo y de los Estados de Compromiso
Social latinoamericanos, dos mecanismos eficaces para la conservación del capitalismo.
Al igual que Marshall, pero por obvias razones de espacio, no he de ocuparme aquí
de la “formidable cuestión”, ni siquiera sólo de la ciudadanía, excepto en aquellos trazos
gruesos que hacen a lo central de la conflictiva construcción del orden en la América Latina
poscolonial.
La ciudadanía –cuyo significado ha variado históricamente desde Aristóteles hasta
nuestros días, tanto que, a juicio de algunos autores, el problema debe ser planteado en
términos no de un concepto sino de concepciones de la ciudadanía– remite hoy, inter alia,
a pertenencia e identidad nacional, participación, comunidad. Se refiere a derechos y está
inextricablemente ligada a la cuestión de la igualdad. Dicho de otro modo, la ciudadanía
no puede entenderse fuera de su articulación con la inclusión y la exclusión.
“En el mundo moderno [escribe la socióloga española Soledad García] la ciudadanía
constituye prácticas legales, económicas, políticas y culturales que definen la participa-
ción social y que contrarrestan las desigualdades sociales. En este sentido, la práctica de
la ciudadanía proporciona a las personas que difieren en edad, sexo, creencias o color de
piel los mismos derechos básicos. Es este aspecto de la ciudadanía el que ha contribuido a
legitimar el Estado moderno”. Más allá de las varias acepciones y de los distintos modos de
entender la ciudadanía, es fundamental la distinción de los significados formal y sustantivo:
formalmente, la ciudadanía alude a pertenencia a una determinada comunidad política (un
Estado), esto es, tener una determinada “nacionalidad”; sustantivamente, significa posesión
de derechos específicos y observancia de ciertas obligaciones dentro de dicha comunidad o
Estado. “Las decisiones acerca de quién es ciudadano las toma el Estado, pero la cualidad
de la ciudadanía, es decir, los derechos y obligaciones que ésta conlleva, son el resultado de
conflictos y de negociaciones entre las fuerzas estructurales políticas y sociales de un país”.13

12 MARSHALL, Thomas Humphrey, “Ciudadanía y clase social”…, Op. Cit., p. 312.


13 GARCÍA, Soledad, “Ciudadanía en España”, en ALABART, Anna, GARCÍA, Soledad, GINER,

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

La asociación ciudadanía-derechos se resume brillantemente en la célebre concisa propo-


sición de Hannah Arendt: la ciudadanía es el derecho a tener derechos. En ese sentido, todo
recorte de derechos es una mutilación de la ciudadanía. La cuestión es de suma importancia,
pues, en primer lugar, no es igual tener derecho a algo, que tener ese algo: por caso, tener
derecho a la vivienda no es lo mismo que tener una casa, de igual modo que tener dere-
cho al trabajo no se traduce necesariamente en tener un empleo. En segundo lugar, como
señala el catalán Juan Ramón Capella, a todo derecho corresponde un deber: “afirmar (...)
que alguien tiene un derecho implica afirmar que alguien distinto de él tiene un deber. Un
deber de hacer o de no hacer, o de respetar lo que haga quien tiene el derecho”. La garantía
jurídica del cumplimiento de éste corresponde al Estado, encargado de ejercer la coerción
sobre quien no cumple con el deber correspondiente a ese derecho. Así, todo ciudadano
(particular) afectado en un derecho por el incumplimiento del deber correspondiente de otro
ciudadano (también particular) debe ser atendido de manera tal que el primero sea resarcido
y el segundo reciba la sanción del caso. Pero para que el principio sea efectivo es necesario
que el Estado ejecute su decisión de aplicar la coerción sobre quien ha incumplido su deber.
El problema se complica, añade Capella, cuando inquirimos sobre “¿quién tiene el
deber ‘correspondiente’ a un derecho de libertad?” A diferencia de otros derechos, los de
libertad son irrenunciables: un hombre o una mujer puede renunciar, por ejemplo, al derecho
de propiedad, mas no puede consentir convertirse en un esclavo. Es cierto que, recuerda
Capella, los derechos de libertad son generales y todos los ciudadanos tienen el deber de
respetarlos. Pero esa observancia es insuficiente. De allí que se requiera algo más, de una
diferencia. “La diferencia consiste [según argumenta el autor catalán] en que a los ‘derechos
de libertad’ les corresponde, además, un deber del Estado. Es sobre todo el Estado quien
tiene el deber de respetar tales derechos. ... Los deberes del Estado que garantizan los de-
rechos de libertad (y los ‘sociales’, etc.) de los ciudadanos son... de naturaleza política”, lo
cual significa que “la existencia de derechos de libertad no está jurídicamente garantizada
porque la constitución que los proclama no está jurídicamente garantizada. Los famosos
deberes del Estado están impuestos, pura y simplemente, por una correlación de fuerzas de
naturaleza política”, esto es, por “los diferentes poderes reales con pretensiones políticas
existentes tal como aparecen en la «situación actual» de la pugna entre ellos. ... Los frágiles
‘derechos de libertad’ de la época moderna se basan, pues, en la convención de respetar los
‘derechos de libertad’. Dependen, pues, de [a] quienes convienen”.14
Ahora bien: la canónica trilogía de Thomas Marshall ha sido cuestionada, desde la pers-
pectiva de la filosofía del derecho, por Luigi Ferrajoli. La crítica del gran jurista italiano
se dirige al núcleo duro de la argumentación del británico. Dicho brevemente, argumenta

Salvador (compiladores) Clase, poder y ciudadanía, Siglo XXI Editores, Madrid, 1994, p. 226.
14 CAPELLA, Juan Ramón, Los ciudadanos siervos, Trotta, Madrid, 1993, pp. 140-143; itálicas
del autor.

100
Waldo Ansaldi

que: la Déclaration des droits de l´Homme et du Citoyen, del 26 de agosto de 1789, supri-
mió todas las diferencias de status existentes hasta entonces, salvo dos: el de ciudadano,
es decir, la ciudadanía, y el de persona, esto es, de personalidad, extensible a todos los
seres humanos. De esa distinción homme / citoyen, incluida en todas las Constituciones,
“dependen dos clases de derechos fundamentales: los derechos de la personalidad, que
corresponden a todos los seres humanos en cuanto individuos o personas, y los derechos de
ciudadanía, que corresponden en exclusiva a los ciudadanos”. Así, los que Marshall llama
derechos de ciudadanía civil y derechos de ciudadanía social son, para Ferrajoli, derechos
fundamentales, mientras que los derechos políticos son los únicos que son derechos de
ciudadanía, del ciudadano. El mérito de la Déclaration radicó “en reconocer y sancionar
como derechos del hombre los derechos de libertad, y como derechos del ciudadano los
derechos políticos, unos y otros esenciales no sólo para el desarrollo del capitalismo, sino
también para el de la democracia”.15
Ferrajoli señala que la tipología de Marshall, al no distinguir dos criterios de clasificación
independientes, provoca confusión. Esos criterios de diferenciación aluden a la estructura
de los derechos fundamentales, uno, y a los titulares de esos derechos, el otro. El primero
de ellos “no tiene nada que ver con la ciudadanía”. Propone distinguir cuatro categorías:
derechos civiles, derechos políticos, derechos de libertad y derechos sociales, a los cuales
agrupa en dos pares: derechos civiles y derechos políticos, que son derechos “cuyo ejercicio
consiste en decisiones, es decir, en actos jurídicos que producen efectos por la acción de
sus titulares, y que presuponen la capacidad de obrar en el ámbito civil, en el primer caso,
y político, en el segundo”. La segunda díada –derechos de libertad y derechos sociales–
son derechos de expectativas (negativas y positivas), los cuales conllevan “por parte de los
poderes públicos, prohibiciones de interferencia en un caso, y obligaciones de prestación
en el otro”. Por lo general, los derechos políticos son de ciudadanía, y los civiles, de la
persona, mientras que los derechos de libertad son de las personas y los sociales “pueden
ser, y habitualmente son, en parte de la persona y en parte del ciudadano”.16
No viene al caso ocuparse aquí de esta cuestión con detenimiento, pero me parece per-
tinente atender a la posición de Ferrajoli.17
En América Latina, las expresiones ciudadanía y ciudadano, en su nueva acepción, co-
menzaron a ser empleadas por algunos hombres en reemplazo de otras más tradicionales.
Así, por ejemplo, en 1792, el jesuita (expulso) peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán
dirigía su Carta a los españoles americanos a los “Hermanos y compatriotas”. En 1806,

15 FERRAJOLI, Luigi, Derechos y garantías. La ley del más débil, Trotta, Madrid, 1999, pp. 99-
101.
16 Ídem, pp. 104-105.
17 Para una mejor comprensión de la postura de FERRAJOLI véase su libro Derechos y garantías…,
Op. Cit., particularmente los capítulos 2 y 4.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Francisco Miranda abría su Proclama de Coro “a los pueblos habitantes del continente
américo-colombiano” con el apelativo “Valerosos compatriotas y amigos”, si bien la ex-
presión ciudadano aparece varias veces en el texto. En 1809, otra proclama, la de Manuel
Rodríguez de Quiroga, ministro de la Junta de Quito, definía como destinatarios explícitos
a los “Pueblos de la América”, al tiempo que su presidente, Juan Pío Montúfar, marqués
de Selva Alegre, optaba por “Señores” al pronunciar su Arenga en el Cabildo Abierto del
10 de agosto del mismo año. Un mes antes, la Junta Tuitiva de los Intereses del Rey y del
Pueblo, constituida en La Plata (Charcas) y presidida por Pedro Domingo Murillo, prefería
apelar “A los valerosos habitantes de La Paz”.
Previsiblemente, los citoyens aparecieron temprano en el lenguaje de los revolucionarios
de la colonia francesa de Saint-Domingue: tal los casos, por ejemplo, de Vincent Ogé –ese
campeón de la igualdad, como le llama Pierre Pluchon–, en 1790, y luego de Toussaint
Louverture, en los comienzos mismos de la gran insurrección esclava que, como se expuso
en el capítulo 3, devino revolución social frustrada, si bien generó las primeras independencia
y república de América Latina y la primera república “negra” del mundo. Más tarde, no sólo
en la Constitución de 1801 sino también en la proclama de Jean-Jacques Dessalines al pueblo
de Haití, anexa al Acta de Independencia (1º de enero de 1804), dirigida a los Citoyens.
También en la América española el apelativo ciudadanos –y/o la variante conciudada-
nos– apareció tempranamente, según se aprecia, por ejemplo, en el “Discurso preliminar
dirigido a los americanos”, texto introductorio a la versión en español de la radical Décla-
ration des Droits de l’Homme et du Citoyen de 1793, que los partícipes de la conspiración
de Manuel Gual y José María España realizaron en 1797 en Venezuela. Igualmente se lo
encuentra en los “planes de gobierno” preparados por Francisco Miranda en 1801 (sobre la
base de un bosquejo presentado al ministro inglés William Pitt años antes). El término fue
utilizado, asimismo, por los rioplatenses Mariano Moreno (1810) y Bernardo Monteagudo
(uno de los primeros en plantear la cuestión de la ciudadanía, en 1812); por el mexicano
Miguel Hidalgo y Castilla en el Manifiesto publicado en Guadalajara en diciembre de 1810;
por el neogranadino Antonio Nariño; por el oriental José Artigas en su discurso inaugural
del Congreso de Tres Cruces, en abril de 1813; por los chilenos Juan Egaña (proyecto de
declaración sobre los Derechos del pueblo de Chile, 1811 y 1813), José Miguel Carrera y
Bernardo 0`Higgins (manifiesto conjunto del 4 de setiembre de 1814); por el venezolano
Simón Bolívar... En fin, se lo encuentra reiteradamente en artículos, discursos, cartas,
Constituciones y proyectos.
En el Río de la Plata, señala Vicente Oieni, el vocablo ciudadano se empleó inicialmente
“en relación a la defensa de la patria y el valor en el contexto de las invasiones inglesas”.
Casi de inmediato, con la Revolución de Mayo y particularmente con el discurso de la

102
Waldo Ansaldi

Gaceta de Buenos Aires, “ciudadano fue experimentando desplazamientos semánticos que


lo terminaron emplazando dentro del discurso emancipatorio”.18
Para los revolucionarios radicales de la década de 1810, al menos en el Río de la Plata,
libertad, igualdad y ciudadanía estaban íntimamente entrelazadas. Era la libertad quien
convertiría a los hombres en ciudadanos, más aún:
La libertad de los pueblos no consiste en palabras … Si deseamos que los pueblos
sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad

Según escribía Mariano Moreno en la Gaceta de Buenos Aires.19


Ahora bien: para los minoría dirigente revolucionaria, cuando se trataba de los pueblos
originarios, la libertad, la igualdad y, por ende, la condición de ciudadanos, no se concebía
como resultado de un construcción desde abajo, societal, sino el de la decisión de los go-
bernantes, incluso de un solo hombre, como en el caso de la medida dispuesta, en agosto de
1821, por el general San Martín, a la sazón Protector de la Libertad del Perú, según la cual
En adelante no se denominarán los aborígenes Indios o Naturales: ellos son hijos y
ciudadanos del Perú, y con el nombre de Peruanos deben ser conocidos.20

En palabras de Vicente Oieni: “Así, con la firma del Libertador del Perú, en un acto de
decisión personal, se crea la ciudadanía peruana por decreto. La historia mostró la distancia
entre la voluntad revolucionaria y la realidad de los ‘indígenas’ del Perú cuya integración
como ciudadanos aun hoy no se ha concretado por completo. Pero, en aquel momento,
para la élite criolla que conducía el proceso revolucionario y la guerra, era central dividir
la historia entre un antes y un después, entre lo ilegítimo –la colonización española– y
lo legítimo, la independencia y el gobierno del pueblo; para hacerlo, elevó al ‘indio’ a la
categoría de símbolo de una nueva identidad americana”.21
Aquí se observa una de las primeras y más consistentes decisiones de constitución
estatalista de la ciudadanía.

18 OIENI, Vicente, “Imaginar al ciudadano virtuoso. Introducción del concepto de ciudadano en el


proceso de emancipación en el Río de la Plata”, en ANSALDI, Waldo (coordinador) Calidoscopio
latinoamericano. Imágenes históricas para un debate vigente, Ariel, Buenos Aires, 2004, p. 100.
19 Apud OIENI, Ídem, p. 103.
20 En Colección de leyes, decretos y ordenes publicadas en el Perú desde su independencia en el
año 1821 hasta el 30 de diciembre de 1830, Imprenta de José Masías, Lima, 1831, p. 21.
21 OIENI, Vicente, “Imaginar al ciudadano virtuoso…”, Op. Cit., p. 104.

103
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Libertad y ciudadanía

“La introducción del concepto de ciudadano como sinónimo de hombre libre [sostiene
Oieni] es una de las innovaciones más significativas del proceso revolucionario rioplaten-
se”. Como concepto, “se fue definiendo por oposición y peyoración en relación a términos
tales como súbdito, esclavos, siervos. Estas calificaciones se vincularon a la condición
de los criollos como sector cuyos méritos y virtudes no eran apreciados por la política
modernizante de los Borbones que tendía a fortalecer una burocracia peninsular”. En “una
situación de postergación y subordinación”, añade el autor, el concepto ciudadano se cargó
de resonancias emancipadoras tanto en términos colectivos (las colonias) como individuales
(la libertad de los particulares).22
En noviembre de 1810, Mariano Moreno escribió en la Gaceta de Buenos Aires una
expresión que Oieni considera una clara asociación “entre libertad y ciudadanía como
principio fundante de una nueva era”:
La libertad nos hará ciudadanos. El egoísmo ocupaba a los hombres por entero, por-
que el siervo no tiene a quien amar sino a si mismo; en delante sabrán esos mismos
hombres, que hay una patria. Humildad, obediencia, sufrimiento, esas eran vuestras
virtudes como calidades de buenos esclavos: generosidad, valor, amor de la gloria,
éstas serán las que honrasen a todo ciudadano. 23

Así, sostiene Oieni, el “ciudadano virtuoso” fue concebido “como agente imaginario
del discurso de ruptura del vínculo colonial”. Lo era, también, con sus valores generosi-
dad, valor, amor de la gloria, que lo definían en contraposición con su opuesto, el esclavo,
humilde, obediente, sufrido.24
El temprano pregonar en favor de los nuevos principios, en particular el de la demo-
cracia, no encontró eco en dimensiones estructurales y culturales demasiado fuertes y
resistentes ante los cambios. En el fondo, las tres matrices societales sobre las cuales se
construyeron las sociedades latinoamericanas generaron coincidencias y diferencias en los
planos sociales y culturales que no dejaron de expresarse, con matices, en las formas con
las cuales se procesaron los proyectos y los fundamentos del nuevo orden político. Al final
del proceso, hacia fines del siglo XIX, la construcción del orden social y político bajo la
forma de dominación oligárquica terminó de poner una pesada lápida al proyecto emanci-
pador y postergó largamente el reconocimiento del derecho de las mayorías a decidir por
sí mismas el rumbo de la historia.
Para sociedades cuyas clases dominantes invocaron la democracia política como forma

22 Ídem, p.100.
23 Apud OIENI, Ídem, p. 101.
24 Ibídem.

104
Waldo Ansaldi

de dominación, la cuestión de la ciudadanía fue un punto central. Empero, como escribiera


Wanderley Guilherme dos Santos –a propósito de Brasil pero extensible a buena parte (si no
a toda) América Latina–, el resultado fue la conjugación de un liberalismo doctrinario con
un autoritarismo instrumental. El derecho de sufragio –mejor aún: la ciudadanía política,
el derecho a elegir y ser elegido– fue objeto de fuertes restricciones por doquier: por razo-
nes de clase, de género y de etnia (amén de la de salud mental). Y donde no lo fue, como
en el temprano y casi excepcional caso de la provincia de Buenos Aires, que estableció el
sufragio universal masculino en 1821, las prácticas políticas y electorales convirtieron, de
facto, el derecho en un mero enunciado. Amputaciones similares ocurrieron en el campo
de la ciudadanía civil. En una y en otra, entonces, la universalidad de los principios devino
en singularidad de los derechos efectivos; mujeres, trabajadores, campesinos, indígenas,
afroamericanos, buena parte de los mestizos –en fin, la amplísima mayoría de cada socie-
dad– siguieron siendo excluidos del acceso a la modernidad.

El breve sueño roussoniano en América Latina

Como ha mostrado Boleslao Lewin,25 las obras de Rousseau llegaron relativamente


temprano a América Latina, si bien no tuvieron difusión, pues sus poseedores –básicamente
sacerdotes, algunos de ellos funcionarios de la Inquisición– se encargaron de impedirla.
Empero, algunos de ellos escribieron para confrontar y descalificar el pensamiento del
ginebrino, o lo enseñaron a sus alumnos con igual objetivo. Según el autor, el chileno José
Antonio de Rojas –uno de los líderes de la independentista y republicana Conspiración de
los Antonios26, abortada por las autoridades coloniales en 1780– fue de los iniciales cono-
cedores de las ideas de Rousseau, ya en 1776.
Lewin sostiene que el deán Gregorio Funes fue, en 1790, el primero en hacer mención
pública (negativa) de El contrato social en el Río de la Plata. Casi simultáneamente, fray
José Antonio de San Alberto, arzobispo de Charcas –que ya había condenado la sublevación
de Túpaq Amaru–, despotricaba contra la “seducción de las multitudes” por las ideas de
igualdad, independencia y libertad postuladas por Rousseau. A su vez, Mariano Medrano,
profesor de Filosofía en el Colegio Carolino de Buenos Aires, atacaba el mismo libro por
la defensa de la democracia que hacía su autor. Más o menos por la misma época, en Mé-
xico también lo invocaban para combatirlo fray Cristóbal Mariano Coriche (1783) y fray
Servando Teresa de Mier (1791), y la Inquisición procesaba al hacendado José Enderica por
leer y comentar El contrato social (1794). Lewin argumenta que principios roussonianos se

25 LEWIN, Boleslao, Rousseau en la independencia de Latinoamérica, Depalma, Buenos Aires,


1980.
26 Así llamada por el nombre de los tres principales conjurados. Además de Rojas, los franceses
Antonie Berney y Antonie Gramusset. El plan era de un notable radicalismo revolucionario.

105
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

encuentran en el Discurso Filosófico de fray Melchor de Talamantes (1808) y en documentos


derivados del Grito de Dolores, tanto de Miguel Hidalgo y, sobre todo, José María Morelos,
quien en “Sentimientos de la Nación”, texto leído en el congreso de Chilpancingo, expuso
los tres principios básicos del ginebrino: soberanía popular, igualdad de los hombres, libertad
ciudadana (en este caso, recortada por el exclusivismo católico).27
De algún modo, entonces, la confrontación contra Rousseau en algunos ámbitos educa-
tivos no dejó de ser un llamado de atención curiosa sobre su pensamiento. No casualmente,
Mariano Moreno y Dámaso Antonio Larrañaga, más tarde un artiguista, fueron alumnos
de Medrano. Lewin sostuvo que, en el Río de la Plata, el ideario de Rousseau debió haber
trascendido más allá de los claustros educativos, pues fray Baltasar de Quiñones, maestro
general de los dominicos, atacó explícita, directa y reiteradamente a El contrato social y a
su autor entre 1791 y 1819.
Un importante centro de conocimiento del pensamiento de Rousseau fue la Universidad
de Charcas, donde se formaron Mariano Moreno y Bernardo de Monteagudo, a quienes
Lewin calificó, respectivamente, como “el roussoniano argentino (tal vez americano) más
decidido” y “el jacobino rioplatense más caracterizado” (aunque más tarde el tucumano
abjuró de su posición juvenil).
Por su liderazgo y su acción política concreta, tal vez la mejor realización del pensamiento
de Rousseau en el Río de la Plata (y en América toda) fue la del oriental José Artigas, en
quien el influjo del ginebrino fue un efectivo “programa político”.28
En Venezuela, ya en los años 1790 Juan Mariano Picornell, el español inspirador ideoló-
gico de la conspiración dirigida por Manuel Gual y José María España (1793), explicitó los
principios roussonianos que guiaban a los primeros independentistas, compartidos también
por Juan Germán Roscio, Simón Rodríguez y Simón Bolívar.
Presupuestos teóricos de Rousseau fueron incluidos –a veces coexistiendo con otros
opuestos– en Constituciones tales como, en Venezuela, la Federal (1811) y las de Mérida
(181), Barcelona (1812), Angostura (1819), las neogranadinas de Cundinamarca y Tunja
(1811), Mariquita y Antioquia (1812), los proyectos orientales de 1813, la mexicana de
Apatzingán, entre otras. Se los encuentra igualmente en la declaración de independencia de
Guatemala (1821), en el acta del cabildo de San José de Costa Rica (30 de octubre de 1821),
en textos del guatemalteco Pedro Molina y del hondureño José Cecilio del Valle, de los
brasileños fray José de Santa Rita Durão, Antonio de Souza Caldas, João Ribeiro (un curo
partícipe de la insurrección pernambucana de 1817), Inácio Bento de Loyola, entre otros.
Recientemente, el politólogo mexicano Roberto Breña ha sostenido que el influjo de
Rousseau en América Latina fue “menor de lo que se pensó durante mucho tiempo”.29 Empe-

27 LEWIN, Boleslao, Rousseau en la independencia…, Op. Cit., pp. 143-149.


28 Ídem, p. 102.
29 BREÑA, Roberto, “El primer liberalismo español y su proyección hispanoamericana”, en JAKSIĆ,

106
Waldo Ansaldi

ro, entiendo, la argumentación de Lewin sigue siendo sólida respecto de la importancia y la


extensión del pensamiento roussoniano. Pero no puede negarse que se trató de una influencia
que, en lo sustantivo de su pensamiento, fue breve. Entre 1815 y 1820, particularmente con
la derrota del proyecto artiguista, el sueño emancipador latinoamericano fundado en las
premisas del ginebrino había sido derrotado. Por eso, como escribí en otra ocasión, tuvimos
independencia pero no emancipación. Por eso también, con todo lo que es necesario adecuar
históricamente a las condiciones del siglo XXI, Jean-Jacques Rousseau sigue siendo actual.

Recibido: 15/04/2012
Aceptado: 19/06/2012

Iván y POSADA CARBÓ, Eduardo (editores) Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX,
Fondo de Cultura Económica, México DF, 2011, p. 75.

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Las paradojas de la igualdad en Jean-Jacques Rousseau

Rosa Cobo
Universidad de A Coruña

Resumen
El siglo XVIII puede ser leído de muchas formas, pero ninguna de las miradas que hacen legible ese
momento histórico puede prescindir del pensamiento de Jean-Jacques Rousseau. La actualidad de la
obra del ginebrino se origina en que situó en el centro del escenario histórico los grandes problemas
que han habitado la Modernidad. La columna vertebral sobre la que reposa su pensamiento social y
político es su poderosa apelación a la igualdad. Sin embargo, la radicalidad de su concepto de igualdad
se detiene ante las mujeres. Ahí la propuesta rousseauniana de igualdad naufraga y el pensador radical
se convierte en uno de los fundadores del patriarcado moderno.
Palabras clave
Igualdad – Mujeres – Jean-Jacques Rousseau – Ilustración – Patriarcado

Abstract
The eighteenth century can be read in many ways, but none of the views that make that historical
moment legible can disregard Jean-Jacques Rousseau´s thinking. The current validity of the Genevan´s
work originates in the fact that he placed at the centre of the historical stage the great issues that have
inhabited Modern Age. The mainstay on which his social and political thought rests is his powerful
appeal to equality. However, the radicality in his concept of equality ceases before women. At that point,
the rousseaunian proposition of equality sinks and the radical thinker becomes one of the founders of
Modern Patriarchy.
Key words
Equality – Women – Jean-Jacques Rousseau – Enlightenment – Patriarchy

Introducción

El siglo XVIII puede ser leído de muchas formas, pero ninguna de las miradas que hacen
legible ese momento histórico puede prescindir del pensamiento de Jean-Jacques Rousseau.
En este año en que se conmemora el 300 aniversario de su nacimiento es difícil sustraerse
a la seducción que ejerce la obra del pensador más grande de la Ilustración francesa. La
actualidad de la obra del ginebrino se origina en que situó en el centro del escenario histórico

COBO, Rosa “Las paradojas de la igualdad en Jean-Jacques Rousseau”, en Avances


del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 109-121.

109
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

los grandes problemas que han habitado la Modernidad. Sin embargo, la columna vertebral
sobre la que reposa su pensamiento social y político es su poderosa apelación a la igualdad.
En efecto, el concepto de igualdad de Rousseau no tiene como horizonte sólo la igualdad
de los individuos ante la ley ni la imparcialidad del Estado con los ciudadanos. El núcleo
fuerte de este principio político es la crítica a la desigualdad económica. En el Discurso
sobre el fundamento y origen de la desigualdad entre los hombres,1 el filósofo ginebrino
argumenta que la desigualdad económica es uno de los males fundacionales de la sociedad
y, por ello mismo, de los más difíciles de resolver.
La idea que desarrollaré en este texto es doble: en primer lugar, argumentaré que la ca-
tegoría de igualdad que se formula en los albores de la Modernidad no es sólo la que tiene
un nervio liberal, aunque haya sido la que ha cristalizado históricamente en las sociedades
con democracia representativa y economía capitalista; junto a ese concepto de igualdad,
aparece otro que no se ha desplegado históricamente y que ha sido fuente de inspiración
para todas las teorías críticas que han surgido desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Este
principio está construido sobre la crítica a la desigualdad económica. La segunda idea que
argumentaré es que la radicalidad del concepto de igualdad que plantea Rousseau se detiene
ante las mujeres. Ahí la propuesta rousseauniana de igualdad naufraga y el pensador radical
se convierte en uno de los fundadores del patriarcado moderno. Alrededor de la argumen-
tación de estos dos nudos se articulará este trabajo.

El principio ético y político de la igualdad

A finales del siglo XVII comienza a aparecer tímidamente la categoría de igualdad en la


literatura filosófico-política, que se consolidará a lo largo del siglo XVIII y se convertirá,
junto al concepto de libertad, en los dos principios fundamentales de las sociedades moder-
nas occidentales. Y no sólo eso, pues estas ideas se irán expandiendo, en un viaje de ida y
vuelta, por muchas regiones del mundo hasta convertirse en el grito de muchos oprimidos
y oprimidas que anhelan un mundo mejor. En la Ilustración, la categoría de igualdad se
conceptualizará como el principio político articulador de las sociedades modernas y como
el principio ético que afirma que la igualdad es un bien en sí mismo y hacia el que deben
orientarse todas las relaciones sociales. La noción de igualdad reposa sobre la de universali-
dad, que, a su vez, es uno de los conceptos centrales de la Modernidad, y se fundamenta en
la idea de que todos los individuos poseemos una razón que nos empuja irremisiblemente a
la libertad, que nos libera de la pesada tarea de aceptar pasivamente un destino no elegido y
nos conduce por la senda de la emancipación individual y colectiva. La universalidad abre
el camino a la igualdad al señalar que de una razón común a todos los individuos se derivan

1 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Discurso sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre los


hombres, en Escritos de combate, Alfaguara, Madrid, 1979.

110
Rosa Cobo

los mismos derechos para todos los sujetos. El universalismo moderno se fundamenta en una
ideología individualista que defiende la autonomía y la libertad del individuo, emancipado
de las creencias religiosas y de las identidades colectivas.
El paradigma de la igualdad es la respuesta a la rígida sociedad estamental de la Baja
Edad Media. Se edifica sobre el mérito y el esfuerzo individual y abre el camino a la movi-
lidad social. Y además fabrica la idea de sujeto e individuo como alternativa a la supremacía
social de las entidades colectivas que eran los estamentos. Sin embargo, es preciso subrayar
que la idea de libertad estuvo por encima de la idea de igualdad para ese sector social, la
burguesía, que poco después se convertiría en la clase hegemónica que dirigiría los destinos
de muchas naciones y pueblos. Por el contrario, la idea de igualdad se convirtió en la seña
de identidad política del tercer estado de la Revolución Francesa y posteriormente, en el
siglo XIX, en una reivindicación del movimiento obrero.
La idea que quiero desarrollar es que el principio ético-político de libertad tiene más peso
en la propuesta liberal que en la posición demócrata radical. Y, por el contrario, el principio
ético-político de igualdad tiene un carácter más central en las propuestas democráticas
más radicales. En otros términos, el liberalismo se edificará sobre el principio de libertad y
colocará en el centro de su discurso la libertad y la responsabilidad individual como motor
del desarrollo social. Eso no quiere decir que en el siglo XVIII el liberalismo, con Locke
como emblema, no asigne un lugar importante a la idea de igualdad en su teoría política.
Se apropiará de este principio básicamente para deslegitimar las jerarquías de nacimiento
e imponer un nuevo orden social en el que la aristocracia pierda el estatus dominante. Una
vez que se aflojan los códigos que mantenían la dominación de la aristocracia y la burguesía
conquista el poder político y se convierte en la clase hegemónica, entonces el principio de
igualdad se debilita para el liberalismo que pasa a otorgar un lugar ético y político privile-
giado a la idea de libertad.
El ámbito de la igualdad será el de la política y el de los derechos civiles y políticos.
Los derechos sociales que apuntan directamente a la desigualdad económica no entraron en
el marco ético y político liberal. El Estado tendrá como objetivo no distinguir entre unos y
otros individuos a la hora de concretar los derechos y la ley será la misma para todos. La
burguesía reivindica la libertad en tanto es útil para eliminar barreras y filtros en el ejercicio
de las actividades económicas. Y de esa forma, su reivindicación de igualdad es funcional
básicamente para desactivar el poder de la aristocracia. Cuando este proceso se consuma,
el concepto de igualdad que reivindica no dirige su mirada crítica sobre las desigualdades
económicas y sobre otras discriminaciones.
Por el contrario, el marxismo, el anarquismo o el feminismo, entre otras teorías políticas
críticas, harán de la igualdad el corazón de su discurso y de su práctica política. Las teorías
políticas críticas, cuyo horizonte ético-normativo es la emancipación de determinados
grupos y sectores sociales oprimidos, reivindican la igualdad que, a su vez, les proporciona
ámbitos de libertad. Sin embargo, hay que señalar que la conquista de espacios de libertad
no se traduce necesariamente en ámbitos de igualdad. A los grupos y sectores oprimidos

111
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

les es muy útil la libertad a condición de que desactive la desigualdad. Pero las libertades
civiles y políticas no eliminan por sí solas la pobreza y la desigualdad a no ser que vayan
acompañadas de derechos sociales. Y los derechos sociales germinan en el campo de la
igualdad. De hecho, la tradición liberal no se ha caracterizado históricamente por la cons-
trucción de redes de bienestar social en el centro del Estado. El objetivo del liberalismo ha
sido un estado reducido y un mercado muy amplio.
No obstante, es necesario identificar el núcleo teórico y político que diferencia a las dos
tradiciones: a la liberal y a la democrática radical. Las diferencias fundamentales de las
dos tradiciones se concentran, sobre todo, en la cuestión de la propiedad y en la diferente
concepción acerca del pacto social. En efecto, Rousseau sostiene que el origen de la des-
igualdad está estrechamente vinculado a la aparición de la propiedad: “El primero a quien,
tras haber cercado un terreno se le ocurrió decir: esto es mío y encontró personas lo bastante
simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”.2 Para Rousseau, la
propiedad es la “compañía inseparable de la desigualdad incipiente”.3 La propiedad y la
división social del trabajo están en el origen de todos los males sociales: competencia, deseo
de lucro, oposición de intereses… Por otra parte, el modelo contractual rousseauniano tiene
la singularidad de considerar que la propiedad debe tener unos límites concretos: ésta no
debe extenderse a la persona del individuo. El consentimiento no puede servir para que un
individuo se convierta en esclavo de otro, pues nadie puede utilizar la libertad para decre-
tar su propia esclavitud. De esta forma, Rousseau se aparta de los pensadores liberales y
queda fuera de lo que Macpherson denomina el individualismo posesivo.4 El ginebrino, sin
embargo, cree firmemente que estas perversas adquisiciones sociales pueden ser revertidas
mediante un nuevo contrato social. El contrato social puede hacer posible que el estado de
naturaleza se reinstaure en el corazón de la sociedad y del Estado y para ello es necesario
que ésta se rija por los elementos fundamentales del estado natural. Y los rasgos centrales
del estado de naturaleza son la autonomía de los individuos y la ausencia de dominio de unos
sobre otros. Por lo tanto, el contrato social que se firme a efectos de construir la sociedad
moderna debe incluir estas características.
El contractualismo medieval parte de la existencia de un pueblo ya constituido –popu-
lus– y de un príncipe con autoridad para hacer las leyes al que el pueblo le ha conferido
el poder del que originalmente sólo él es el titular. Entre el pueblo y el príncipe existe un
pacto mediante el cual una parte hace las leyes y la otra las acata. Empero, para los con-
tractualistas modernos este pacto de sujeción –pactum subjectionis– esconde el problema
fundamental: cómo se forma el pueblo –pactum societatis–. El contractualismo moderno

2 Ídem, p. 189.
3 Ídem, p. 191.
4 MACPHERSON, Crawford Brough, La teoría política del individualismo posesivo. De Hobbes
a Locke, Fontanella, Barcelona, 1970.

112
Rosa Cobo

se construyó contra el pacto concebido sólo como sujeción. Esto no significa que el nue-
vo contractualismo descartase el pacto de sujeción como fundamento del nuevo orden
político sino que consideraba que éste debía de ir acompañado de un pacto de asociación:
“Según una opinión de los escritores de derecho público son necesarias dos convenciones
sucesivas para dar origen a un Estado: el ‘pactum societatis’, en la que un cierto número
de individuos deciden de común acuerdo vivir en sociedad, y el ‘pactum subjectionis’, en
la que los individuos reunidos de tal manera se someten a un poder común”.5 Rousseau es
el único contractualista que rechaza el pacto de sujeción en la construcción del Estado y
afirma que sólo el pacto de asociación debe convertirse en el fundamento del Estado. Y la
eliminación del pacto de sujeción en su teoría política no afecta sólo a la constitución de
la comunidad sino a todo el sistema político. La técnica política del Contrato social se ve
condicionada por esta elección. Con esta definición de la soberanía, Rousseau se separa
de todos los escritores políticos de su época al tiempo que se convierte en referente de las
ideologías revolucionarias que consideran que el poder debe residir en las manos del pueblo.
El acto asociativo, es decir, la constitución de la sociedad, tiene un carácter sintético
por el cual todas las voluntades se transforman en una sola voluntad general. Así, soberanía
y voluntad general son conceptos inseparables porque afirman el exclusivo protagonismo
del pueblo en la formación de la sociedad y del Estado. El ginebrino apuesta por el poder
de la asamblea como columna vertebral del Estado. La democracia directa es el mejor
sistema político porque es el único que salvaguarda la libertad del ciudadano. Su concep-
tualización del poder como democracia directa y su crítica y rechazo radical a toda forma
de enajenación política está sustentada en la no aceptación de ninguna sujeción política y,
al mismo tiempo, en la afirmación del poder soberano de la asamblea. La asamblea tiene
la cualidad de aunar las voluntades particulares y, además, las voluntades se hacen “más
activas a medida que se concentran”.6
A modo de conclusión, quiero señalar que la crítica a la desigualdad económica y la
apuesta fuerte por la construcción de la ciudadanía (masculina) y de la democracia asamblea-
ria están en el corazón de la teoría política rousseauniana. Rousseau no reconoce jerarquías
políticas que no hayan sido resultado de la elección directa de los ciudadanos. Para este
autor, la política se configura como la gran herramienta de cambio social, sin olvidar que la
educación es el otro gran pilar de transformación social. El Contrato social y el Emilio, obras
escritas al mismo tiempo (1762), deben ser leídas como los instrumentos complementarios
y necesarios en la construcción del nuevo mundo, el de la Modernidad. El individuo y el
poder político democrático son el centro de la nueva historia.

5 BOBBIO, Norberto, “El modelo iusnaturalista”, en BOBBIO, Norberto, BOVERO, Michelangelo,


Sociedad y estado en la filosofía moderna, Fondo de Cultura Económica, México, 1986, p. 94.
6 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Contrato social, en Escritos de combate, Alfaguara, Madrid, 1979,
p. 457.

113
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

La cuestión fundamental que he querido señalar en esta parte es que en los albores de
la Modernidad se formularon dos conceptos significativamente diferentes de igualdad. El
primero de ellos, el liberal, se ha edificado sobre las ideas de libertad y responsabilidad in-
dividual. Libertad en todos los ámbitos, especialmente en el relacionado con las actividades
económicas en el contexto del mercado. Y responsabilidad a efectos de hacerse responsable
de las acciones individuales. Esta libertad y esta responsabilidad descargan al Estado en muy
buena medida de sus propias responsabilidades con la ciudadanía. Por eso no es de extra-
ñar que esta filosofía política sea fuente de legitimación del actual capitalismo neoliberal,
pues allá donde se aplican políticas neoliberales se reduce el Estado, se debilita el poder
político, se recortan los derechos sociales y se produce un ensanchamiento del mercado. La
característica fundamental del liberalismo al apelar a la responsabilidad individual es que
no identifica la existencia de sistemas de dominio. Y los sistemas hegemónicos debilitan
las posibilidades del ejercicio de la responsabilidad individual.
Por el contrario, la idea de igualdad que arranca de Rousseau tiene como objetivo la
reducción de la desigualdad económica. De hecho, la fuerza de este principio contagiará
a diversos pensamientos políticos y les dotará de una dimensión fuertemente crítica. La
igualdad rousseauniana desembocará en una propuesta marcadamente diferente a la liberal:
más Estado, más derechos sociales y un férreo control sobre el mercado para así evitar el
desorden económico y el aumento de la desigualdad. Las teorías más radicales de la de-
mocracia apuestan por el individuo como centro de la vida social, pero subrayan que las
estructuras de dominio creados por los sectores dominantes debilitan la capacidad de los
individuos de constituirse en sujetos políticos. Dicho en otros términos, la noción más crítica
de igualdad está en el origen de todos los procesos de ensanchamiento de la democracia y
de la humanización de las condiciones de vida de amplios sectores de la sociedad.

La otra desigualdad.
De la Ilustración patriarcal a la Ilustración feminista

El poderoso y radical principio de igualdad de nuestro filósofo se bloquea cuando ha de


ser aplicada a las mujeres. Y lo mismo ocurre con el concepto de igualdad de Locke. Hay
que señalar que los dos conceptos de igualdad, el liberal lockeano y el radical rousseaunia-
no, no consideran a las mujeres ni sujetos políticos ni sujetos de razón. En ambas teorías
se argumenta que las mujeres son el ‘otro’ sexo. La idea fundamental es que las mujeres
tienen una naturaleza orientada a la domesticidad y alejada de lo público y lo político.
Ambas teorías conceptualizan al varón como un ciudadano –con más o menos límites– y
a la mujer como una súbdita.7 El estatus que la Ilustración patriarcal, de la que Rousseau
es uno de sus principales fundadores, otorga a las mujeres está vinculado al espacio de lo

7 PATEMAN, Carole, El contrato sexual, Anthropos, Barcelona, 1995.

114
Rosa Cobo

pre-político. Las mujeres deben estar más próximas a la naturaleza para así no entrar en el
espacio público-político.
El modelo de sociedad que diseña Rousseau está basado en una férrea distinción entre
lo privado-doméstico y lo público-político. Dicho en otros términos, la división sexual del
trabajo tiene un carácter central en la sociedad del Contrato social. La idea que preside el
pensamiento social y político de Rousseau es que el ciudadano, como sujeto político, debe
ser la piedra angular del nuevo mundo que se está configurando. Sobre esta figura masculina
edificará Rousseau el sueño de una plácida y armoniosa sociedad patriarcal. El individuo,
cuya metáfora perfecta es Emilio, debe cultivar facultades esenciales de la nueva sociedad
democrática y patriarcal que se está configurando: autonomía y dedicación a lo público.
Hay que hacer la precisión de que lo público está pensado exclusivamente para el genérico
masculino. Y éste es el ámbito de desarrollo de la humanidad y sociabilidad de Emilio: el
ágora, la asamblea, la política. Debe contribuir a la formación de la voluntad general y para
ello debe desempañar una función muy activa: debe asegurarse que la voluntad general se
cumpla y no sea suplantada por inicuos intereses de unos pocos. Esta dedicación tan ab-
soluta a lo público-político por parte de los ciudadanos es lo que condiciona el papel que
Rousseau otorga a las mujeres. Para que los varones puedan ocuparse del cumplimiento
de la voluntad general en la asamblea, las mujeres deben dedicarse a tiempo completo al
marco doméstico-familiar. Este será el destino de Sofía, metáfora de las mujeres en la obra
de Rousseau. Por todo ello, el contrato social rousseauniano es patriarcal así como lo es
su concepto de democracia, puesto que no sólo excluye radicalmente a las mujeres de la
ciudadanía, sino que, además, necesita de su subordinación como condición de posibilidad
de la vida democrática.8 Por tanto, la asignación de las mujeres a lo privado-doméstico tiene
un carácter funcional en la sociedad que dibuja el pensador ginebrino. Esta funcionalidad
es la que obliga a Rousseau a construir una ontología femenina que opere como fuente de
legitimación de la exclusión de las mujeres de lo público y de lo político.
En Rousseau se funde la exclusión radical de las mujeres de la política con una definición
de la naturaleza femenina como irracionalidad, desorden sexual y heteronomía. Rousseau
teoriza el nuevo ideal moderno de feminidad y además le ofrece un marco adecuado para
desenvolverse: el doméstico:9 exclusión de la vida pública y dedicación al ámbito privado-
doméstico será el destino de ‘Sofía’. Por eso, en el capítulo V de Emilio el misógino se
dedicará a redefinir la naturaleza femenina. Como señala Christine Fauré, se ontologiza

8 COBO, Rosa, Fundamentos del patriarcado moderno. El pensamiento social y político de Jean-Jacques
Rousseau, Cátedra, Madrid, 1995. Véase capítulo III y “A modo de conclusión”.
9 Los textos más claros son el capítulo V de Emilio, denominado ‘Sofía’, y La nueva Heloísa. En los
mismos puede observarse una definición esencialista de la naturaleza femenina, reforzada, a su vez, por
una pedagogía adecuada a esa definición.

115
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

la naturaleza femenina y se la dota de una pedagogía particular.10 Negar a las mujeres el


estatuto de sujetos políticos y el de seres racionales requiere de argumentaciones porque esa
negación pone de manifiesto una quiebra y una incoherencia de los principios de igualdad
y de universalidad de derechos de la Ilustración. La razón de fondo de esta negación de
derechos está, sin duda, profundamente arraigada en los prejuicios acerca de las mujeres
que tenía Rousseau, así como sucedía con otra gran parte de los ilustrados. Sin embargo,
esta explicación es insuficiente a la vista del modelo de sociedad que propone en su pensa-
miento político y social. Dicho de otra forma, esos prejuicios se pondrán al servicio de un
modelo de sociedad que pivotará sobre una ciudadanía masculina muy activa. El modelo
de vida social que propone Rousseau a la conciencia de su época está mucho más cerca
de la revolución permanente de Trotsky que de una democracia representativa. Por eso, la
figura de ciudadano está concebida como un militante político que se dedica full time a su
causa. Este ciudadano varón necesita tener garantizados la reproducción y los cuidados en
el marco doméstico-familiar.
Ahora bien: ¿cómo convencer a las mujeres de que la universalidad de derechos, la
libertad y la igualdad no les alcanzará a ellas? ¿Cómo explicarles que la razón no ilumi-
nará a la mitad de la sociedad humana? La respuesta viene de la pedagogía: en el capítulo
‘Sofía’ del Emilio, Rousseau presenta los elementos esenciales de la ontología femenina,
ofreciendo de ese modo nuevos elementos en la construcción del discurso de la inferioridad
de las mujeres. En Rousseau se encuentra una de las principales teorías del moderno ideal
de feminidad y del nuevo modelo de familia patriarcal. En resumidas cuentas, los prejui-
cios de Rousseau no vagan sin sentido por su obra sino que son funcionales al modelo de
sociedad que propone a la Modernidad y que en muy buena medida se prolongará hasta el
siglo XXI. Pues si bien es cierto, que la división sexual del trabajo se ha debilitado para
algunos sectores de mujeres en distintas regiones del mundo, aún sigue siendo la columna
vertebral de las sociedades contemporáneas.
El siglo XVIII es un momento histórico de grandes cambios en la estructura social y en
el imaginario colectivo. Se producen transformaciones en los entramados institucionales y
en los simbólicos: el pensamiento ilustrado frente al pensamiento medieval, la burguesía
frente a la aristocracia, la democracia frente al poder absoluto, el consentimiento frente a
la coacción, el ciudadano frente al súbdito, la república frente a la monarquía… La Moder-
nidad se abre paso en Europa y la igualdad se constituye en uno de sus fundamentos éticos
y políticos. Sin embargo, como señala Geneviève Fraisse, “todo período de conmoción
política vuelve a cuestionar la relación entre los sexos a través de la reformulación del lazo
social en su conjunto. Esta redefinición es al mismo tiempo un análisis de la naturaleza de
cada sexo y una reinterpretación de la diferencia y, por lo tanto, de la relación”.11

10 FAURÉ, Christine, La démocratie sans les femmes, Puf, Paris, 1985, p. 154.
11 FRAISSE, Geneviève, Musa de la razón, Cátedra, Madrid, 1991, p. 90.

116
Rosa Cobo

Una de las respuestas al papel que deben desempeñar las mujeres en el nuevo mundo
que se está alumbrando será obra de la Ilustración patriarcal. Locke, Rousseau o Kant, entre
otros, intentarán convencer a sus contemporáneos de que las mujeres tienen una naturaleza
diferente a la de los varones. Conceptualizarán la ontología femenina como inferior a la
masculina y la enmascararán con la ideología de la diferencia y de la complementariedad
de los sexos. Las mujeres alumbrarán la vida y los varones alumbrarán cuerpos políticos. El
territorio idóneo de los varones será el de la cultura y el de las mujeres el de la naturaleza. La
naturaleza es crear vida, dedicarse a los cuidados y volcarse en los afectos. Es una tarea que
comparten las mujeres con otras especies animales. De ahí que sea fundamental persuadir a
las mujeres y a la sociedad en general de que sus funciones sociales tienen un origen natural.
La familia y el hogar serán su lugar ‘natural’. Y contra la naturaleza, valor supremo para
Rousseau, no se puede luchar. De modo que para nuestro filósofo en particular, y para la
Ilustración patriarcal en general, la ontología femenina lleva la marca de la naturaleza y la
masculina la de la cultura. Por el contrario, la cultura es producción de valores, instituciones,
realidades sociales. La cultura implica riesgo de la vida para conseguir imponer los valores
o los cuerpos políticos y sociales considerados idóneos. Y eso no lo comparten los varones
con otras especies. Para ellas, la familia. Para ellos, la política. Para ellas, la inmanencia.
Para ellos, la trascendencia. Para ellas la biología. Para ellos la sociedad.
Sin embargo, la potente idea de igualdad radical tiene tal vocación de universalidad que
deslegitima cualquier posible exclusión. Por eso, en el corazón de este paradigma se gestará
un pensamiento crítico contra cualquier intento de legitimar una igualdad excluyente con
las mujeres: estamos hablando del feminismo. Y es que esa potente idea ética y política de
inmediato será asumida por algunas mujeres en sus discursos intelectuales y en sus prácticas
políticas. En otros términos, si una de las respuestas al papel que deben desempeñar las
mujeres en las nuevas sociedades que se están gestando surge de la Ilustración patriarcal,
la respuesta crítica se concretará en la Ilustración feminista.
El resultado de todo ello es la construcción de los cimientos de una nueva tradición
intelectual y de un inédito movimiento social que tendrán como objeto de investigación
y como sujeto de nuevas prácticas políticas a las mujeres. En efecto, los discursos de las
mujeres abandonarán la queja y el agravio y serán sustituidos por la vindicación.12 Ya no se
tratará de lamentarse por el triste destino de las mujeres sino que se colocará la ‘cuestión
femenina’ en el plano político y social. La idea fuerte del incipiente feminismo que comenzó
a edificarse a finales del siglo XVII y se perfila en el XVIII es que la inferioridad de las
mujeres no tiene un origen natural sino que es socialmente construida. Y, tal y como ya
señaló Rousseau, aquello que ha sido construido por la sociedad puede ser destruido por la
misma sociedad. Por tanto, el ‘destino’ de las mujeres no está marcado por la biología sino

12 AMORÓS, Celia, La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las
mujeres, Cátedra, Madrid, 2005 (Véase especialmente pp. 285-302).

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

por la sociedad. Y ese será el objetivo del feminismo: desactivar las conceptualizaciones
que había elaborado la Ilustración patriarcal sobre la naturaleza femenina y descubrir que
el género es una estructura de poder muy coactiva para las mujeres. Lo cierto es que la
Ilustración patriarcal ha teorizado una concepción esencialista sobre las mujeres. No de una
forma explícita, pero sí implícitamente siempre se reconoció a las mujeres una ontología
que desembocaba necesariamente en los cuidados y en la domesticidad.
El feminismo sacará la exclusión y sujeción de las mujeres del ámbito de la naturaleza
y la trasladará al ámbito de la sociedad y de la política. Y de esta forma, se convertirá en
una de las teorías críticas de la sociedad más relevantes de la Modernidad, al señalar que
las sociedades reposan arbitrariamente sobre una macroestructura que es la división sexual
del trabajo. En definitiva, el pensamiento feminista leerá la sociedad en clave de dominio
masculino y subordinación femenina y señalará al interés masculino como el motor que
impulsa la construcción de las sociedades patriarcales.
La fecha de nacimiento del feminismo se remonta al siglo XVII, cuando François Pou-
llain de la Barre, en el año 1673, publicó un libro, De l´égalité des sexes, en el que sostenía
que la subordinación de las mujeres no tenía su origen en la naturaleza sino en la sociedad.
Un siglo más tarde, las mujeres de la Revolución Francesa se articularon políticamente
para reclamar los derechos de ciudadanía que ya poseían los varones. En 1792, la inglesa
Mary Wollstonecraft publicó Vindicación de los Derechos de la Mujer, donde denunciaba
que la sujeción de las mujeres no era el resultado de una naturaleza inferior a la masculina
sino de prejuicios y tradiciones que se remontaban a la noche de los tiempos. Estos textos,
además de ser las actas fundacionales del feminismo, ponen de manifiesto que el género
como construcción social, lejos de ser un hallazgo reciente, fue descubierto en la época
ilustrada. Estas obras inauguran una tradición intelectual de impugnación moral de la suje-
ción de las mujeres y de lucha contra el prejuicio, y se inscriben en un discurso más amplio
sobre la igualdad. La singularidad de estas reflexiones radica en que por primera vez en la
historia del pensamiento moderno se habla, con el lenguaje de la época, de una desigualdad
no tematizada hasta entonces, la de los géneros, y se señala la existencia de una estructura
de dominación masculina como responsable de una de las desigualdades medulares de la
sociedad moderna.13
La obra de Rousseau, desde una perspectiva feminista, se ha configurado como un
pensamiento no sólo androcéntrico sino también misógino. El pensador ginebrino pone
en funcionamiento el mecanismo del prejuicio con el objetivo de lograr la subordinación
de las mujeres tanto en las estructuras materiales como en las simbólicas. La política, la
literatura, la pedagogía, la filosofía, entre otras, son conocimientos que el misógino pondrá
al servicio de la servidumbre de las mujeres. Sin embargo, la pensadora británica Mary

13 Véase POSADA KUBISSA, Luisa, Sexo, vindicación y pensamiento, Huerga &Fierro editores,
Madrid, 2012.

118
Rosa Cobo

Wollstonecraft, entusiasta de la concepción radical de igualdad de Rousseau, será quien


interpele con inteligencia y lucidez el pensamiento patriarcal y andrógino del ginebrino.
La obra de Mary Wollstonecraft es la obra de una pensadora ilustrada que asume apa-
sionadamente los principios teóricos, éticos y políticos del racionalismo ilustrado: razón,
universalidad, virtud o igualdad son el lenguaje conceptual a partir del que ella levanta
el edificio de su discurso intelectual y político. Wollstonecraft, que siempre admiro inte-
lectualmente a Rousseau, hizo la misma operación que había hecho aquel cuando ante la
sorpresa generalizada de la aristocracia y de la burguesía francesas declarara en el Discur-
so sobre el origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres que la desigualdad
política y económica es una construcción social, artificial por ello mismo, ajena a Dios y
a la naturaleza, y resultado de una funesta cadena de azares, todos ellos arraigados en el
interés de unos pocos, aunque en última instancia responsabilidad colectiva de los hombres.
Con argumentos similares, Wollstonecraft descubrirá otra desigualdad tan funesta como la
anterior, pero más difícil de desmontar, que es la desigualdad entre los sexos. Dicho con
palabras más actuales, la pensadora inglesa, y el feminismo ilustrado, descubrirán el género
como una construcción normativa muy coactiva para las mujeres y por ello mismo como
una fuente inagotable de desigualdad. Y esta desigualdad tendrá la misma característica
que descubriera Rousseau, es una desigualdad social, histórica, artificial y ajena a Dios y
a la naturaleza. Es un hecho social que no tiene su origen en la naturaleza y que por ello
mismo se debe irracionalizar. A esta tarea consagrará Wollstonecraft su vida y así pondrá
las bases intelectuales y políticas del feminismo.
El análisis Wollstonecraft consiste en aplicar los criterios de universalidad de la razón y de
los derechos naturales a las mujeres; y de esta forma pondrá de manifiesto las incoherencias
de la Ilustración patriarcal que había sacralizado los derechos naturales como inherentes a
la condición humana y como fuente de deslegitimación de la falta de derechos de la socie-
dad estamental medieval. De este modo, asentará bases firmes, duraderas y políticamente
productivas al feminismo moderno.
En efecto, Wollstonecraft dirige su aparato crítico contra aquellos libros de moral y
de conducta para mujeres que definen primero y refuerzan después, con la machaconería
inherente a las patriarcales religiones de la salvación, un ideal de feminidad que excluye a
las mujeres de la razón y del espacio público-político y las arrincona en el cerrado mundo
de la domesticidad y los cuidados. Y no sólo eso, pues estas funciones son ideológicamen-
te legitimadas por el contractualismo patriarcal sobre la base de una ontología femenina
inferior a la masculina. A juicio de Wollstonecraft esta explicación reposa sobre prejuicios
antiguos: “Sé que actualmente predomina una especie de modo de respetar los prejuicios,
y cuando alguien se atreve a enfrentarse a ellos, aunque actúe por humanidad y armado de
razón, se le pregunta con altanería si sus antepasados estaban locos”.14 Sin embargo, los

14 Ídem, p. 268

119
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

prejuicios nunca son casuales ni inocentes, sobre todo cuando refuerzan la hegemonía de un
sector de la sociedad en detrimento de otro. Dicho con otras palabras, los prejuicios suelen
estar poderosamente arraigados en los intereses de quién se encuentra en una situación de
dominio y por ello son utilizados como si fuesen expresión de una verdad incontestable:
“No quiero hacer alusión a todos los autores que han escrito sobre el tema de los modales
femeninos…, sino atacar la tan alardeada prerrogativa del hombre; la prerrogativa que con
énfasis se llamaría el férreo cetro de la tiranía, el pecado original de los tiranos. Me declaro
en contra de todo poder cimentado en prejuicios, aunque sean antiguos”15.
Y es que en el filósofo ginebrino se complementan el sesgo patriarcal y el sesgo misó-
gino como los dos pilares sobre los que se asienta el más amplio y desarrollado discurso
de la inferioridad de las mujeres en el siglo XVIII, aunque siempre disfrazado de la teoría
complementaria de los sexos.16 En otros términos, los discursos de la inferioridad, –y el de
Rousseau es uno de los más desarrollados de la Ilustración–, sostienen que la subordinación
de las mujeres es el resultado de la ontología femenina, mientras que Wollstonecraft, y el
pensamiento feminista de la igualdad, señala que la necesidad de que las mujeres ocupen
espacios sociales subordinados a los varones es lo que empuja a los pensadores patriarcales
y misóginos a fabricar un concepto de naturaleza femenina inferior a la masculina. Sólo así
se podrá legitimar una servidumbre en un mundo regulativo de igualdad.
Sofía es la gran metáfora que utiliza el misógino para representar el gran sueño de la
burguesía dieciochesca al tiempo que se constituye en símbolo de las afiliaciones hori-
zontales de los varones de todas adscripciones ideológicas de la modernidad.17 Tanto los
varones conservadores, como los liberales, o los más radicales, como el propio Rousseau,
pueden suscribir el significado social y simbólico de Sofía en tanto será convertido en el
nuevo modelo de mujer de la modernidad: sumisa al marido y a la opinión pública; casta y
modesta; y completamente dedicada a la maternidad y a los cuidados del esposo. En defi-
nitiva, Rousseau, junto a otros filósofos ilustrados, define la nueva normatividad femenina
y el nuevo modelo de familia patriarcal sobre la base de la domesticidad de las mujeres.
Ciertamente, entre los varones habrá desigualdades económicas y de otro tipo, sin duda,
pero todos son iguales cuando se cierran las puertas del hogar. El hilo resistente y horizon-
tal que vinculada igualitariamente a los varones es el poder que tienen sobre las mujeres:
poder individual frente a ‘su’ propia mujer y poder colectivo frente al genérico masculino.
Mary Wollstonecraft explicará que Sofía, el personaje rousseauniano “es sin duda
cautivador, aunque me parece enormemente artificial”.18 La autora británica explica que
Sofía es un esquema ideal de mujer que habita en las ensoñaciones de Rousseau pero que

15 Ídem, p. 249.
16 COBO, Rosa, Fundamentos del…, Op. Cit.
17 AMSTRONG, Nancy, Deseo y ficción doméstica, Cátedra, Madrid, 1991.
18 WOLLSTONECRAFT, Mary, Vindicación de los derechos de la mujer, Cátedra, Madrid, p. 136.

120
Rosa Cobo

carece de realidad histórica. Wollstonecraft no critica la metáfora que es Sofía por el hecho
de ser una abstracción, sino porque es el símbolo más acabado del sueño patriarcal de la
mujer doméstica.
La principal crítica de la autora británica a Rousseau consiste en poner de manifiesto
que la mujer natural rousseauniana es, en realidad, la propuesta que hace Rousseau a su
época sobre el lugar que se debe asignar a las mujeres en la sociedad que se está gestando.
Uno de los imperativos que, a juicio de Rousseau, son imprescindibles en la educación
de las mujeres, es la obediencia al esposo, que debe ser inculcada con un vigor inflexible.
Esta obediencia al esposo debe ser completada con la sumisión a la opinión pública. Hay
que señalar que esta pedagogía que propone Rousseau para las mujeres, simbólicamente
representada por Sofía, es exactamente la opuesta a la que le exige a Emilio. Éste no debe
obedecer a nadie que no sea él mismo; la obediencia en Emilio sólo es legítima si se origina
en su propio juicio. Por la misma razón, tampoco puede someterse a la opinión pública. La
propuesta normativa para Emilio es el ‘ser’, la autenticidad y la autonomía; por el contrario,
la propuesta normativa para Sofía es la apariencia y tanto si está de acuerdo como si no lo
está con su esposo o con la opinión pública debe fingir su sometimiento a ambos, aunque
en lo más hondo de sí misma rechace esos juicios extraños a ella misma. En otros térmi-
nos, para Rousseau existen dos concepciones pedagógicas distintas, una para cada sexo, y
ambas reposan sobre ontologías diferentes y se traducen socialmente en la distribución de
ámbitos diferenciados por sexo: el privado-doméstico para las mujeres y el público-político
para los varones.
Para terminar, en el siglo XVIII se perfilan dos conceptos de igualdad, uno liberal y otro
radical, pero ambos tienen un rasgo común: su carácter patriarcal, pues ambos excluyen a
las mujeres de los espacios de recursos y poder y ambos condenan a las mujeres a las no
pagadas tareas reproductivas. Frente a esta ilustración patriarcal y desde el corazón del pa-
radigma de la igualdad surgirá una respuesta moral, teórica y política que se convertirá en
una de las grandes ideologías emancipatorias de la Modernidad: el feminismo. Es necesario
subrayar que frente a todos los intentos por bloquear la igualdad por parte de los sectores
dominantes masculinos, tanto con discursos pseudo-intelectuales como con mecanismos
políticos, el feminismo, haciendo de la vindicación de igualdad uno de sus núcleos centra-
les, ha sabido conservar durante tres siglos su dimensión transformadora. Y esto ha hecho
posible introducir cambios en los imaginarios colectivos y en las estructuras materiales de
casi todas las sociedades del mundo. La deuda que tiene la Modernidad con el feminismo
es inmensa, pero no está documentada académicamente ni reconocida socialmente.

Recibido: 12/06/2012
Aceptado: 13/08/2012

121
122
A la sombra de Rousseau:
Mujeres, naturaleza y política

Anabella L. Di Tullio
Universidad de Barcelona – UBA1

“El hombre ha nacido libre, y por


doquiera, está encadenado”.2

“Si todos los hombres han nacido libres


¿Cómo es que todas las mujeres han nacido esclavas?”3

Resumen:
El presente texto propone abordar el modo en el que la obra de Rousseau, a la vez que representa una
postura radicalmente democrática frente a los discursos liberales del contrato, ofrece una de las teorías
más conservadoras en lo que atañe a las mujeres. A partir de la relectura de los principales textos de
Rousseau a la luz de la teoría feminista contemporánea, se desarrolla un análisis crítico del lugar
asignado a las mujeres en su teoría, con especial atención a las descripciones en torno al estado de
naturaleza, el momento del contrato, la educación, la distinción público-privado, y las consecuencias
políticas que de allí se derivan.
Palabras claves: Contrato – naturaleza – mujeres – familia – política

Abstract:
This paper intends to address the way in which Rousseau’s work represents both a radically democratic
stand against the contract’s liberal discourses, and one of the most conservative theories in relation to
women at the same time. Reading the major texts of Rousseau in the light of contemporary feminist

1 Este artículo se ha escrito en el marco del proyecto de investigación “Pensadoras del siglo XX:
aportaciones al pensamiento filosófico y político” (FFI2009-08468) del Ministerio de Economía y
Competitividad de España; y del proyecto “Derechos, ciudadanía y experiencias colectivas: la cons-
trucción cotidiana de la ciudadanización en Argentina, siglo XX” (Ubacyt 2011-2014), IIEGE – UBA.
2 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Del Contrato Social, Alianza Editorial, Madrid, 2000 (1762), p. 26.
3 ASTELL, Mary, Some Reflections Upon Marriage, Source Book Press, Nueva York, 1970 (1700),
p. 107. Todas las traducciones de los libros citados en inglés son propias.

DI TULLIO, Anabella L. , “A la sombra de Rousseau: mujeres, naturaleza y política”,


en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 123-141.

123
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

theory, this paper develops a critical analysis of the place assigned to women in his theory, by focusing
on descriptions about the state of nature, the contract, education, public-private distinction, and the
political consequences that derive from there.
Keywords: Contract – nature – women – family – politics

La teoría del contrato, en tanto sustento teórico de los regímenes políticos modernos
presenta un signo paradojal: a la vez que sostiene la idea de un acuerdo entre individuos
libres e iguales como fundamento del orden político, genera un régimen de exclusión de
las mujeres de la vida pública, asentado sobre la premisa de que es la naturaleza quien
ha dictado este destino. En el marco de esta tradición, el carácter abstracto del individuo,
desprovisto de todos sus atributos particulares, oculta el dato de que ese individuo es ex-
cluyentemente masculino.
Leer los textos de los clásicos del contrato como si las expresiones hombres o individuos
fueran inclusivas, universales, genéricas formas de referirse a todas las personas, resulta
cuanto menos, problemático: “Sólo los hombres han nacido libres e iguales. Los teóricos
contractualistas construyeron la diferencia sexual como diferencia política, la diferencia
entre la libertad natural de los hombres y la sujeción natural de las mujeres”.4
En este contexto, Rousseau representa un caso particularmente interesante: a la vez que
sus ideas democratizadoras son radicalmente críticas de los principios liberales de sus prede-
cesores, su teoría es firmemente conservadora en lo que atañe a las mujeres. En la propuesta
teórica de Rousseau, las nociones de autogobierno, independencia y libertad, aparecen como
virtudes netamente masculinas. Las mujeres, por el contrario, deben ser educadas no para
sí sino para otro/s: la obediencia y la sumisión son las virtudes de las hijas, las esposas, las
madres. Sus cuerpos aparecen, de modo frecuente, como algo subversivamente ajeno al
orden político. Como veremos a continuación, la exclusión de la esfera de la vida política
y la imposibilidad de diseñar el propio plan de vida en el ámbito privado parecen ser las
consecuencias inevitables de haber nacido mujer.

Un contrato no liberal

Tal como advierte Carole Pateman, con frecuencia se interpreta a Rousseau a través del
prisma de la teoría democrática liberal, como si su propuesta de contrato, su mirada sobre
el estado de naturaleza, o su noción de consentimiento, difiriera de la de sus predecesores
Thomas Hobbes y John Locke, sólo en detalles. Muchos teóricos contemporáneos sucumben
a esa interpretación rousseauniana pasando por alto, afirma Pateman, que el concepto de
obligación política de Rousseau es incompatible con las instituciones de los estados demo-

4 PATEMAN, Carole, The Disorder of Women, Polity Press, Cambridge, 1989, p. 5.

124
Anabella L. Di Tullio

cráticos liberales.5 “Rousseau denuncia el contrato social liberal como un fraude ilegítimo,
y sostiene que las características del individuo posesivo del estado de naturaleza liberal son
corruptas, viciosas, y apropiadas sólo para las personas que creen que son libres, pero que
en realidad, se encuentran `encadenadas´”.6
El análisis de Pateman distingue entre la propuesta de contrato social y la del contrato
liberal, promovido por Hobbes y Locke; Rousseau no fue un pensador individualista ni
liberal, y sus postulados no son compatibles con los del individuo abstracto, ni con rela-
ciones sociales ahistóricas e inmutables, como fue el caso de sus predecesores. Los dos
grandes hitos que transforman la naturaleza humana en la historia conjetural del estado de
naturaleza, tal como es presentada por Rousseau serán, según el análisis de Pateman: en
primer lugar la emergencia de la conciencia de sí, que se desarrolla desde las potencialidades
animales latentes del verdadero estado de naturaleza hacia la corrupción, la competencia
y la ambición por poseer, que generan las condiciones para el contrato social liberal. La
segunda transformación es aquella que abre una oportunidad para el futuro, y que comienza
en el momento en el que hombres libres e iguales consienten crear un orden social y político
democrático. Las diferencias con otros teóricos del contrato saltan a la vista.
Para poner en evidencia esas diferencias entre los contractualistas liberales y el propio
Rousseau, Pateman analiza el estado de naturaleza partiendo de la idea de que en un “ver-
dadero sentido”, éste no se encuentra constituido por seres humanos, sino por animales de
diferente clase, “algunos de los cuales son potencialmente individuos humanos”.7 Desde
esta interpretación, todas las referencias a hechos y datos empíricos que recorren el Discurso
sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, lejos de suponer un intento de narrar el
desarrollo de la historia de la humanidad en términos de un origen verdadero, están puestos
al servicio de la retórica, del desarrollo de una secuencia lógica de acontecimientos, con el
objeto de iluminar el presente desde el que escribe. Rousseau apela a este recurso ya que,
a diferencia de sus predecesores no puede buscar la respuesta en la naturaleza ni las justi-
ficaciones en la ley o el derecho naturales,8 justamente porque, como sostiene Pateman, no
es un pensador liberal. Una de las mayores diferencias entre la teoría de Rousseau y la de

5 Véase: PATEMAN, Carole, The Problem of Political Obligation. A Critique of Liberal Theory,
Polity Press, Cambridge, 2007, pp. 134-162.
6 Ídem, p. 142.
7 PATEMAN, Carole, The problem of…, Op. Cit., p. 143. Recordemos que en el estado de natu-
raleza rousseauniano los animales humanos se distinguen de los otros animales por su potencialidad
de convertirse en individuos. Véase ROUSSEAU, Jean-Jacques, “Discurso sobre el origen y los
fundamentos de la desigualdad entre los hombres”, en Del Contrato …, Op. Cit.
8 Una de las interesantes paradojas que nos presenta el autor se expresa en el hecho de que, a
pesar de haber criticado fuertemente a Locke por utilizar este modo de razonamiento, él lo aplica sin
conflicto aparente a las mujeres, para legitimar su subordinación a los hombres. Retomaremos este
problemático uso de la noción de naturaleza más adelante.

125
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

los autores liberales reside en que la historia del estado de naturaleza rousseauniano permite
explicar el surgimiento del contrato liberal, y el modo en que es presentado como algo muy
distinto a lo que verdaderamente es: un pacto ilegítimo por el cual los ricos aseguran su
posición dominante. La posibilidad de analizar el pacto de este modo y proponer un contrato
diferente (una fundación legítima), desnuda y deja al descubierto el contrato social liberal
como lo que es, una justificación del desarrollo de una forma determinada de conciencia
y de modos específicos de relación social. En contra de lo postulado por Hobbes y Locke,
en el planteo de Rousseau el contrato liberal no se sostiene sobre bases “naturales”, pues
“lejos de asegurar los derechos naturales de todos los individuos, simplemente establece la
desigualdad y brinda una apariencia de legitimidad a la dominación de unos pocos sobre
los demás”.9
En opinión de Pateman, Rousseau ha logrado poner en evidencia que el contrato no puede
ser abstraído de las condiciones en las que toma lugar, es decir, ha puesto al descubierto
justamente aquello que los teóricos liberales insisten en ocultar tras la premisa de la igualdad
formal ante la ley. La propuesta rousseauniana es bien diferente: “El contrato liberal sirve
a la justificación de relaciones sociales e instituciones políticas ya existentes; el contrato
de Rousseau promueve la fundación de un orden político participativo para el futuro”.10 Y
la base de esta sustancial diferencia, parece radicar en el hecho de que Rousseau plantea
lo que Pateman denomina “las preguntas radicales”: ¿qué se necesita para establecer una
asociación política basada en la obligación auto asumida? ¿Cómo pueden los ciudadanos
decidir por sí mismos que están contrayendo obligaciones genuinas? Las respuestas a estos
interrogantes parecen estar dadas en la propuesta rousseauniana de contrato social. Lejos
de un pacto formal de asociación, este contrato instituye a quienes toman parte en él como
asamblea legislativa soberana. Y en tanto estos individuos son legisladores y ciudadanos,
el cuerpo político descansa en esta unión entre libertad y obediencia.
La importancia de estas diferencias entre Rousseau y sus predecesores contractualistas
revela la centralidad de la distinción entre soberanía y gobierno (un cuerpo meramente ad-
ministrativo) en el análisis de Rousseau, o dicho en palabras de Pateman, en “la distinción
radical entre la voluntad general de Rousseau y la regulación puramente procedimental y
externa provista por la metodología política democrático-liberal”,11 puesto que esta distin-
ción es una de las bases de la distancia entre el contrato liberal y el contrato democrático
presentado por el pensador ginebrino. En el marco teórico rousseauniano no hay lugar para
la idea de representación en términos liberales, pues su propuesta de fundación política está
expresada en términos radicalmente democráticos.
Resulta necesario partir de esta lectura para iluminar cuan paradójico y teóricamente

9 PATEMAN, Carole, The problem of…, Op. Cit., p. 148.


10 Ídem, p. 150.
11 Ídem, p. 155.

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Anabella L. Di Tullio

relevante deviene el modo en que esa radicalidad democrática desaparece cuando el autor
se enfrenta a la problemática de la diferencia sexual. Rousseau es el único autor contrac-
tualista clásico que rechaza la esclavitud y todo tipo de contrato que se exprese en términos
similares, con una notable excepción: el contrato sexual.

Naturaleza, familia y sujeción

Antes de ingresar en el análisis del contrato, detengamos la mirada en el estado de


naturaleza esbozado por Rousseau. Estrictamente hablando, para el autor, el estado natural
del hombre es asocial:
Concluyamos que, errante en las selvas, sin industria, sin habla, sin domicilio, sin
guerra y sin vínculos, sin ninguna necesidad de sus semejantes, tanto como sin deseo
alguno de perjudicarles, quizá incluso sin reconocer nunca a ninguno individualmen-
te, el hombre salvaje, sometido a pocas pasiones y bastándose a sí mismo, no tenía
más que los sentimientos y las luces propias de tal estado, que no sentía más que sus
verdaderas pasiones, ni miraba más que aquello que creía le interesaba ver, y que su
inteligencia no hacía más progresos que su vanidad.12

En el estado de naturaleza que delinea a partir de ese “hombre salvaje”, en un inten-


to por evitar aquello que han hecho sus predecesores –transferir al estado de naturaleza
ideas tomadas de la sociedad–13 Rousseau nos presenta un inicio, un estado de naturaleza
“original” en el que hombres y mujeres vivían en forma nómade, aislada y autosuficiente.
Siguiendo la distinción que plantea Rousseau entre lo físico y lo moral en lo que al amor
respecta,14 en este estado original, la sexualidad se expresa en términos de apetito e instinto,
es decir, se experimenta sólo la dimensión física del amor, puesto que “la moral del amor
es un sentimiento ficticio; nacido del uso de la sociedad”.15 La capacidad de procrear de
las mujeres no parece dificultar sus posibilidades de autosubsistencia, pues a diferencia de
las hembras de otras especies, cuentan con la posibilidad de cargar con el/la hijo/a consigo
para desplazarse. Sumado a esto, se debe remarcar que los salvajes de ambos sexos, con su
cuerpo como única herramienta y acostumbrados a las inclemencias propias de este estado
y a convivir con las fieras, procrean niños/as con similar constitución y temperamento, por
lo que muy prontamente pueden bastarse por sí mismos y alejarse de su progenitora:

12 ROUSSEAU, Jean-Jacques, “Discurso sobre el origen…”, Op. Cit., p. 272.


13 En este sentido Rousseau sostiene que los autores contractualistas que lo precedieron: “[h]ablaban
del hombre salvaje y pintaban al hombre civil”. Ídem, p. 233.
14 “Lo físico es ese deseo general que lleva a un sexo a unirse al otro; lo moral es lo que determina
ese deseo y lo fija sobre un solo objeto exclusivamente”. Ídem, p. 269.
15 Ibídem.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

[L]os machos y las hembras se unían fortuitamente según el encuentro, la ocasión y


el deseo, sin que la palabra fuera un intérprete muy necesario de las cosas que tenían
que decirse; se dejaban con la misma facilidad. La madre amamantaba al principio
a sus hijos por necesidad propia, luego, al habérselos hecho queridos la costumbre,
los alimentaba después por la de ellos; tan pronto como tenían fuerzas para buscar
su pitanza, no tardaban en dejar a la madre misma; y como casi no había otro medio
de volverse a encontrar que no perderse de vista, pronto se daba el caso de no reco-
nocerse unos a otros.16

En un estado de naturaleza como este, en el que nadie tiene necesidad de convivir ni


cooperar con alguien más, no se evidencian tampoco dependencias ni desigualdades entre
los sexos. La teórica feminista Susan Moller Okin lo expresa en términos sugerentemente
más radicales: “Es más, considerando que la mujer natural, aislada, fue supuestamente
capaz de alimentarse a sí misma y a su cría, mientras el hombre sólo debía preservarse a sí
mismo, sería difícil argumentar que ella era algo menos que igual”.17
No obstante esta postulación de una situación originaria y estable no expresa la última
palabra de Rousseau: lejos de ser monolítico u homogéneo, el estado de naturaleza se
compone de una serie de etapas en las que, a partir de ciertos hechos claves, se desarrolla
y modifica. Señalemos también que esta situación original que venimos analizando, no es
ciertamente la etapa preferida del autor. Rousseau elige como la “edad de oro” ese largo
período que se encuentra entre el estado “original” de naturaleza y el estado de desigualdad
que surge de la división del trabajo (agricultura y metalurgia) y la propiedad privada de la
tierra: “esa es la edad dorada de la familia nuclear patriarcal”.18
Rousseau realiza de manera precipitada este salto de fe hacia la familia patriarcal, cuan-
do, en un solo párrafo, pasa de la descripción de seres aislados, salvajes y autosuficientes,
al surgimiento de las familias. En el marco de ese relato conjetural que comienza con el
hombre salvaje “original” para luego arribar al estado en el que la humanidad debería haber
permanecido –y del que sólo salió, al decir del autor, por un funesto azar– se debe destacar
que una de las consecuencias del establecimiento de estas pequeñas sociedades llamadas
familias fue una estricta e intempestiva división sexual del trabajo:
Las primeras manifestaciones del corazón fueron el efecto de una situación nueva que
reunía en una habitación común a maridos y mujeres, a padres e hijos; el hábito de
vivir juntos hizo nacer los más dulces sentimientos que hayan conocido los hombres, el
amor conyugal y el amor paternal. Cada familia se convirtió en una pequeña sociedad
tanto mejor unida cuanto que el apego recíproco y la libertad eran sus únicos vínculos;

16 Ídem, p. 253.
17 OKIN, Susan Moller, Women in Western Political Thought, Princeton University Press, Nueva
Jersey, 1992, p. 111.
18 Ídem, p. 112.

128
Anabella L. Di Tullio

y es entonces cuando se establece la primera diferencia en la manera de vivir de los


dos sexos, que hasta aquí sólo tenían una. Las mujeres se volvieron más sedentarias y
se acostumbraron a guardar la cabaña y los hijos, mientras que el hombre iba a buscar
la subsistencia común. Los dos sexos comenzaron además a perder, por una vida algo
más muelle, algo de su ferocidad y de su vigor: pero si cada cual por separado se hizo
menos apto para combatir a las bestias salvajes, a cambio fue más fácil reunirse para
resistirles en común.19

En el estado de naturaleza “original”, antes de que se establezca esta “primer diferencia


en el modo de vivir de los dos sexos”, ambos sexos eran, como hemos visto, iguales en sus
capacidades y habilidades para protegerse a sí mismos de los peligros a los que se exponen
en su condición salvaje, y para proporcionarse lo necesario para sobrevivir. Sin embargo,
repentinamente la primera diferencia fue establecida por Rousseau, y esa diferencia impli-
cará, a partir de ese momento, la subordinación de las mujeres. Sin muchas mediaciones, en
una misma “revolución” aparecen las herramientas rudimentarias, un tipo de propiedad, la
monogamia, y una absoluta división sexual del trabajo. Ambos sexos pasan de tener una vida
idéntica, a tener vidas completamente diferentes entre sí. En este acto, las mujeres pierden
por completo su autosuficiencia, y con ella, su libertad e igualdad. Moller Okin considera
que el silencio de Rousseau con respecto a esta operación, el hecho de no haberse visto
en la necesidad de realizar ningún comentario después de haber sembrado las bases de la
desigualdad entre seres humanos adultos –que hasta un párrafo anterior eran iguales entre
sí– al instituir la familia patriarcal, deja en clara evidencia que las desigualdades humanas
que recorren como una preocupación central las obras de Rousseau, son solo las desigual-
dades que surgen entre un hombre y otro hombre, en términos excluyentes.
Ante esta situación paradójica de levantar la voz ante las injusticias y desigualdades
entre los hombres, a la vez que justificarlas y legitimarlas entre hombres y mujeres, las
argumentaciones de Rousseau se presentan, al menos, ambivalentes. En Del Contrato
social afirma que la forma más antigua de asociación humana es la familia. Esta forma de
“sociedad” entre hombres y mujeres llamada familia, no sólo sería la más antigua, sino
también la única forma “natural” de asociación, puesto que preexiste a la sociedad civil,
y simboliza, como hemos visto, una de las principales características de la “edad dorada”
de la humanidad. Ahora bien, la idea de que “[l]a más antigua de todas las sociedades y la
única natural es la familia”20 se contrapone a la nota 12 del Discurso sobre el origen de la
desigualdad, en la que el autor discute en forma directa los argumentos centrales de Locke
en torno a la familia: “porque aunque pueda ser ventajoso para la especie humana que la
unión del hombre y la mujer sea permanente, de ello no se sigue que haya sido establecido

19 ROUSSEAU, Jean-Jacques, “Discurso sobre el origen…”, Op. Cit., p. 281.


20 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Del Contrato..., Op. Cit., p. 27.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

de ese modo por la naturaleza; de otro modo habría que decir que también ha instituido la
sociedad civil, las artes, el comercio y todo cuanto se pretende que es útil a los hombres”.21
No obstante, en cualquiera de los casos, las características de la familia nuclear patriarcal
supondrán marcadas consecuencias para una de las partes de esa asociación: las mujeres
–incapaces de trascender su propia naturaleza, sus pasiones sexuales, sus cuerpos– queda-
rán atrapadas en esta institución “natural” familiar –y en las relaciones particulares que en
ella se establecen– en contraposición a la sociedad civil y política masculina instituida por
convención, reino de lo universal y el interés general.
El macho sólo es macho en ciertos instantes, la hembra es hembra toda su vida o al
menos toda su juventud; todo la remite sin cesar a su sexo, y para cumplir bien sus
funciones necesita una constitución referida a él … La misma rigidez de los deberes
relativos de los dos sexos ni es ni puede ser la misma. Cuando la mujer se queja de
la injusta desigualdad que en este punto han puesto los hombres, se equivoca; esa
desigualdad no es una institución humana, o al menos no es obra del prejuicio sino
de la razón: aquel al que la naturaleza ha encargado es quien debe responder al otro
de ese depósito de los niños.22

Si volvemos la mirada al estado original, en momentos en que el hombre salvaje se


encuentra “entregado por la naturaleza al solo instinto”23 y a las funciones puramente
animales, donde no existen relaciones morales ni de deber, ni nociones sobre el bien y el
mal, es la piedad, virtud humana natural, la que explica “la ternura de las madres por sus
hijos, y (de) los peligros que arrostran para protegerlos”.24 El apego de las mujeres por su
descendencia aparece entonces como algo “natural”, instintivo, presente cuando la huma-
nidad se encontraba aún en estado salvaje. La relación de los hombres con su descendencia
necesita, contrariamente, de un importante desarrollo de las capacidades humanas para
florecer, pues es planteada por Rousseau, como resultado de la socialización y del desarrollo
del conocimiento y pensamiento abstracto. La paternidad es una convención –en oposición
a la maternidad, plenamente natural– “y por tanto, de acuerdo a esta filosofía, [la pater-
nidad es] específicamente humana de un modo en que el amor maternal no fue pensado
para serlo”.25 Esto explicaría, siguiendo el análisis de Lynda Lange, que la paternidad o
relación del padre con sus hijos/as no sea considerada como un desvalor en la vida política

21 ROUSSEAU, Jean-Jacques, “Discurso sobre el origen…”, Op. Cit., p. 356.


22 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio, o De la educación, Alianza Editorial, Madrid, 1998 [1762],
p. 539.
23 ROUSSEAU, Jean-Jacques, “Discurso sobre el origen…”, Op. Cit., p. 248.
24 Ídem, p. 263.
25 LANGE, Lynda, “Rousseau and Modern Feminism”, en LYNDON, Mary y PATEMAN, Carole,
(editores) Feminist Interpretations and Political Theory, The Pennsylvania State University Press,
University Park, 1991, p. 100.

130
Anabella L. Di Tullio

y el discurso racional, mientras que la maternidad es comúnmente tratada de ese modo en


la teoría política en general, y en Rousseau en particular. En palabras de Alejandra Ciriza,
“[l]a diferencia entre maternidad y paternidad es la que media entre el destino biológico y
la inscripción en el orden simbólico”.26 Y es por eso que en este proceso de establecer la
relación de paternidad, de solidificar el lazo del varón con su descendencia, se hace necesario
establecer mecanismos institucionales como el matrimonio y la organización de la vida en
dos ámbitos claramente diferenciados como público y privado. Siguiendo la interpretación
propuesta por Moller Okin, la cuestión del certero establecimiento/reconocimiento de la
paternidad, resalta como tema recurrente en los escritos de Rousseau: “La necesidad del
hombre de saber que sus hijos son propios, y de que los demás también lo crean, es la razón
principal por la que Rousseau separa completamente la moralidad y la educación moral
para las mujeres de lo que prescribe para los hombres”.27
La lectura del capítulo V de Emilio aquel que, dada la edad de Emilio, amerita a hablar
del matrimonio, y entonces de Sofía–28, permite sustentar la interpretación acerca de la
“seguridad” sobre la paternidad: “[la mujer] necesita miramientos durante su embarazo,
necesita reposo en los partos, necesita una vida blanda y sedentaria para amamantar a sus
hijos; necesita para educarlos paciencia y dulzura, un celo y un cariño que nada desalienta;
sirve de unión entre ellos y su padre, ella sola se los hace amar y le da la confianza de lla-
marlos suyos”.29 En la mujer reside la estabilidad y el fortalecimiento de ese frágil vínculo
entre los hombres y sus descendientes. Para estabilizar este vínculo, las mujeres deberán
ser educadas en la discreción, la modestia, la castidad, la docilidad, el pudor, todas virtudes
propiamente femeninas en la sociedad civil.
Nada queda ya de la igualdad natural de la que en el estado de naturaleza disfrutaban
ambos sexos. Y esto no ha sucedido a raíz de las convenciones de una sociedad civil co-

26 CIRIZA, Alejandra, “A propósito de Jean-Jacques Rousseau: contrato, educación y subjetividad”,


en BORÓN, Atilio (compilador), La filosofía política moderna. De Hobbes a Marx, CLACSO, Buenos
Aires, 2000, p. 93.
27 OKIN, Susan Moller, Women in Western…, Op. Cit., p. 115. Podemos suponer que lo que está en
juego, más que el honor, es la herencia y el reparto de la sagrada institución de la propiedad privada.
Retomaremos más adelante esta línea argumental.
28 Nótese que, tal como señala Lynda Lange, el Libro V de Emilio, o De la educación, fue escrito
antes que el resto de los libros que componen esa obra, inmediatamente después que el autor escribiera
su Carta a D’Alembert sobre los espectáculos [1758], donde realiza significantes afirmaciones acerca
de la naturaleza femenina. Véase LANGE, Lynda, “Rousseau and Modern Feminism”…,Op. Cit., p.
96; ROUSSEAU, Jean-Jacques, Carta a D’Alembert sobre los espectáculos, Tecnos, Madrid, 2009.
Véase también la interesante “Carta de D’Alembert a Jean-Jacques Rousseau”, en PULEO, Alicia
(editora), La ilustración olvidada: la polémica de los sexos en el siglo XVIII, Anthropos, Barcelona,
1993, pp. 74-76.
29 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio, o De…, Op. Cit., p. 539.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

rrompida, como las demás desigualdades que padecen los hombres y preocupan a Rousseau.
Muy por el contrario, parece fundarse, contradiciendo los términos generales de su teoría,
en la ley natural:
Uno debe ser activo y fuerte, el otro pasivo y débil: es totalmente necesario que uno
quiera y pueda; basta que el otro resista poco. Establecido este principio, de él se sigue
que la mujer está hecha especialmente para agradar al hombre; si el hombre debe agra-
darle a su vez, es una necesidad menos directa, su mérito está en ser fuerte. Convengo
en que no es ésta la ley del amor, pero es la de la naturaleza, que es anterior al amor.30

Tras utilizar el mismo modo de razonamiento por el que critica a Locke –partir de la
conveniencia para la vida social y desde allí definir los derechos y obligaciones de los
individuos–31 Rousseau expone un “caso muy obvio de uso selectivo del concepto de lo
natural, empleado para justificar y legitimar lo que el autor considera bueno y útil para la
humanidad”.32 ¿Cuál es la naturaleza o la ley natural a la que refiere Rousseau cuando la
utiliza para justificar la subordinación de las mujeres? Ciertamente, no es aquella que rige
en el estado original de naturaleza del Discurso. Es, en realidad, la del estado de natura-
leza patriarcal, la “edad dorada” que se estructura con la familia nuclear, la monogamia,
la división sexual del trabajo, y la pérdida de igualdad, libertad y autosuficiencia de las
mujeres. En ese contexto y momento de la historia conjetural debemos pensar cada vez que
Rousseau refiere a la mujer natural.
Es necesario señalar también, como alerta Moller Okin, que estamos ante dos puntos
de referencia muy distintos cuando se habla del hombre natural o de la mujer natural. Así
como hemos afirmado que en el caso de las mujeres, apelar a su estado natural es situarlas
en su rol en la edad de oro de la familia patriarcal –y asumir que las características que la
acompañan son la subordinación, la dependencia, la reclusión doméstica y la modestia–
cuando Rousseau habla del hombre natural refiere al hombre del original estado de natura-
leza, con todo lo que ello implica: independencia, autonomía, igualdad con sus semejantes,
autosuficiencia. Asumir como premisas estas importantes diferencias en la definición de
lo natural para cada sexo, lleva a Rousseau a “aceptar modelos totalmente diferentes de
perfección para mujeres y hombres y consecuentemente métodos radicalmente diferentes
de socialización para cada sexo”.33
Con esta recurrente exclusión de las mujeres de sus afirmaciones teóricas más radicales,

30 Ídem, p. 535.
31 A este respecto Moller Okin apunta que hay solo otro caso en el que el autor argumenta de similar
manera, y es cuando reflexiona sobre la esclavitud en Grecia. Véase OKIN, Susan Moller, Women in
Western…, Op. Cit., 122 y ROUSSEAU, Jean-Jacques, Del Contrato …, Op. Cit., p. 121 y ss.
32 OKIN, Susan Moller, Women in Western…, Op. Cit., p. 119.
33 Ídem, p. 121.

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Anabella L. Di Tullio

Rousseau contradice también la naturaleza de la sexualidad humana que de modo instintivo,


casual y libre se experimentaba en el estado original. En el Emilio, el apetito sexual debe
ser refrenado, para lo cual se apela a la razón en los hombres y a la modestia en las mujeres.
Pero el énfasis en la modestia y la castidad como virtudes femeninas, genera otra interesante
paradoja en las recomendaciones del autor, en la cual las mujeres deben gustar y atraer a los
hombres, a la vez que frenar y controlar sus deseos, siempre sospechados de desborde. La
mujer queda reducida a su función sexual y reproductiva, debe ser educada entonces para
satisfacer las necesidades masculinas de placer sexual y descendencia, y para desarrollar
su función social de esposas y madres de los futuros ciudadanos.
Otra de las formas en las que se expresa la recurrente paradoja tiene que ver con la
distinción que establece Rousseau entre las características innatas al hombre, y las que son
consecuencia del contexto de socialización, las convenciones, las costumbres o la educación:
“pero podemos equivocarnos sobre las causas y atribuir con frecuencia a lo físico lo que
debe imputarse a lo moral: es uno de los abusos más frecuentes de la filosofía de nuestro
siglo”.34 Es en el contexto de esta distinción que Emilio será educado para fomentar los
atributos y valores del hombre natural, libre de las opiniones y prejuicios del lugar y tiempo
que le toca habitar. Nada de esto es extensivo a las mujeres, para quienes no aplica la regla
de suponer que el modo en que han sido educadas y socializadas explica su carácter o com-
portamiento. En el caso de las mujeres, lejos de atributos, formas o modos construidos, lo
que hay es características y hechos inmutables. Deseo de gustar y complacer, pudor, recato,
vergüenza, delicadeza y modestia, esas son las cualidades femeninas instintivas, innatas e
inmodificables que deben ser cultivadas y alentadas, y que no parecen tener relación alguna
con los contextos culturales y sociales donde se desarrollan.
Mediante una argumentación circular, que desafía sus propias premisas, Rousseau
afirma que “[u]na vez que se ha demostrado que el hombre y la mujer no están ni deben
estar constituidos igual, ni de carácter ni de temperamento, se sigue que no deben tener la
misma educación”.35 La educación de los hombres debe ponerse al servicio de desarrollar
ilimitadamente sus capacidades, fomentar desde la infancia la libertad de convertirse en el
mejor hombre que pueda llegar a ser. Las mujeres, por el contrario, se encuentran definidas
de modo teleológico, “en términos de lo que es percibido como su propósito en la vida”.36

La significación política de la diferencia sexual

Como hemos analizado, la propuesta política de Rousseau, una República de hombres


libres e iguales, sustenta sus bases en la institución familiar patriarcal. Los jefes de familia,

34 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio, o De..., Op. Cit., pp. 317-318.


35 Ídem, p. 542.
36 OKIN, Susan Moller, Women in Western…, Op. Cit., p. 135.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

educados en el desarrollo de sus atributos y virtudes naturales, son los miembros de esta
sociedad que se expresan a través de la voluntad general para darse a sí mismos las leyes
que cumplirán en su rol de ciudadanos. Pero estos principios de libertad e igualdad no son
aplicados a las mujeres, puesto que la familia patriarcal se construye sobre la exclusión de
las mujeres de la vida pública, y su reclusión y sometimiento en la vida privada.
Entre los griegos, todo lo que el pueblo tenía que hacer lo hacía por si mismo; estaba
sin cesar reunido en la plaza. Vivía en un clima suave, no era ávido, los esclavos hacían
sus trabajos, su gran negocio era su libertad … ¿Cómo? ¿La libertad sólo se mantiene
con el apoyo de la servidumbre? Quizás. Los dos excesos se tocan. Todo lo que no está
en la naturaleza tiene sus inconvenientes, y la sociedad civil más que todo lo demás.
Hay posiciones tan desdichadas que en ellas no puede uno conservar su libertad más
que a expensas de la de otro, y el ciudadano no puede ser perfectamente libre a no ser
que el esclavo sea extremadamente esclavo.37

¿Se podría establecer una analogía entre el estatuto en que Rousseau coloca a las mujeres
en su andamiaje teórico y lo afirmado en la cita precedente sobre la esclavitud en Grecia?
O más allá de esta contradictoria cita sobre la esclavitud griega por parte de un teórico que
en todos sus escritos rechaza la esclavitud ¿está proponiendo Rousseau para las mujeres un
estatus similar al que rechaza enérgicamente para los esclavos?
A través de su pionera propuesta de análisis sobre la génesis del derecho político, Pateman
brinda un estudio profundo acerca de la situación de las mujeres en el sustrato discursivo de
los teóricos contractualistas clásicos. En su reconocida obra El contrato sexual, desgrana
ese relato hipotético narrado a partir del siglo XVII por autores como Hobbes, Locke o
Rousseau sobre los orígenes de la autoridad y de la comunidad políticas, para echar luz
sobre lo que considera una parte reprimida de la historia del contrato: el contrato sexual.
A partir de la narración de los orígenes del derecho político como derecho patriarcal, la
historia sobre la libertad que aparece en las teorías contractuales, comienza a transformarse
en relato de la subordinación; y la supuesta contraposición entre contrato y patriarcado,
aparece cada vez menos antinómica:
La dominación de los varones sobre las mujeres y el derecho de los varones a disfrutar
de un igual acceso sexual a las mujeres es uno de los puntos en la firma del pacto
original. El contrato social es una historia de libertad, el contrato sexual es una historia
de sujeción. El contrato original constituye, a la vez, la libertad y la dominación. (…)
El contrato está lejos de oponerse al patriarcado; el contrato es el medio a través del
cual el patriarcado moderno se constituye.38

37 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Del Contrato…, Op. Cit., p. 121.


38 PATEMAN, Carole, El contrato sexual, Anthropos Universidad Autónoma Metropolitana, México,
1995, pp. 10-11.

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Anabella L. Di Tullio

Para analizar los orígenes del poder político del modo en que Pateman lo propone, es
necesario recordar muy sucintamente la discusión entre patriarcalistas y sus oponentes, para
desentrañar la confusión que suele reinar sobre la noción de patriarcado y de paternalismo
o derecho paternal. A quienes sostenían, en el marco del debate llevado adelante en el
siglo XVII, que el poder político se fundaba en el derecho paterno, y por tanto era natural
y no convencional, se les oponían aquellos que colocaban al contrato como la génesis y
fundamento del derecho político poniendo en primer plano la noción de consentimiento,39
al tiempo que diferenciaban este poder político de otros poderes que pudieran ejercerse en
una sociedad como el del amo sobre el siervo, el esposo sobre la esposa o el padre sobre
los hijos.40 Es decir, allí donde el modelo patriarcalista sostenía el carácter natural de la
autoridad y de la comunidad –y lo fundamentaba en el poder del padre–, el contractualismo
pone en escena la artificialidad de lo político.
Ahora bien, si de ese modo las teorías modernas del contrato lograban desplazar el pater-
nalismo propio de las teorías premodernas, no obstante, de ninguna manera desarticulaban
la estructura patriarcal del orden político: ni unos ni otros cuestionaron la relación existente
entre el poder del esposo y el poder del padre, ambos constitutivos del poder patriarcal. El
hecho de que el poder de un varón-padre sobre su descendencia sólo puede existir en forma
posterior a que este varón-esposo haya ejercido su derecho patriarcal sobre una mujer-esposa,
no fue tenido en cuenta por los teóricos de la temprana modernidad. El patriarcado, lejos de
quedar rendido ante la teoría del contrato, ha sido incorporado por ésta adoptando su forma
propiamente moderna: el patriarcado ya no es paternal sino fraternal, los hombres no ejercen
su poder en tanto padres, pues la derrota política del padre ya ha sido llevada adelante: “La
sociedad civil moderna no está estructurada según el parentesco y el poder de los padres;
en el mundo moderno, las mujeres están subordinadas a los hombres en tanto que varones,
o a los varones en tanto que fraternidad”.41 La parte olvidada de la tríada de la Revolución

39 Véase al respecto la discusión que John Locke entabla con Robert Filmer en el libro primero
(Primer Tratado) de LOCKE, John, Two treatises of government, Cambridge University Press, Cam-
bridge, 1960.
40 Locke dedica el capítulo VI de su Segundo Tratado al desarrollo de la distinción entre el poder
que los padres tienen sobre sus hijos del poder político, del mismo modo que en el siguiente capítulo
desarrollará las características del poder del marido sobre la esposa, del señor sobre el siervo y del
amo sobre el esclavo (de la esclavitud tratará específicamente el cap. IV), para poner de manifiesto
que el poder de un magistrado sobre sus súbditos debe ser diferenciado de todos estos, puesto que
es necesario hacer visible “[…] la diferencia existente entre el gobernante de un Estado, un padre de
familia, y el capitán de una galera”. LOCKE, John, Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Un
ensayo concerniente al verdadero origen, alcance y finalidad del gobierno civil, Editorial Prometeo/
Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2005, p. 16. Rousseau realiza también esta distinción
en el Capítulo II del Libro I de Del Contrato …, Op. Cit., p. 27 y ss.
41 PATEMAN, Carole, El contrato..., Op. Cit., p. 12.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

francesa recobra en Pateman un lugar primordial: las nuevas sociedades de hombres libres
e iguales son sociedades surgidas de un pacto fraternal. En este sentido Pateman afirmará:
“Libertad, igualdad y fraternidad forman una trilogía revolucionaria porque la libertad y la
igualdad son los atributos de la fraternidad que ejerce la ley del derecho sexual masculino.
Qué mejor noción para conjurar que «fraternidad» y qué mejor conjuro que insistir en que
la «fraternidad» es universal y nada más que una metáfora para la comunidad”.42 Y es aquí
justamente donde reside una de las más importantes disquisiciones analíticas del desarrollo
conceptual de Pateman: la distinción establecida entre el poder conyugal y el poder paternal
permite que aquél sobreviva a la derrota del padre y se exprese en el derecho sexual mascu-
lino de la modernidad. Las mujeres, nos deja claro Pateman, no toman parte en el contrato
original, puesto que carecen de los atributos necesarios para pactar, crear y mantener una
nueva organización social.
Como hemos visto, en el estado de naturaleza original de Rousseau no hay padres o más
bien no hay relación de paternidad como tal. El padre en tanto padre surge posteriormente al
esposo o jefe de familia, con la aparición de la familia monógama patriarcal. En la familia el
hombre encuentra la fuente de su poder, por lo que lógicamente la decisión de establecerse
en familias resulta una asociación harto beneficiosa. Pero ¿por qué motivo las mujeres
tomarían la decisión de formar esta nueva sociedad, cuando con ella pierden la libertad, la
igualdad y la independencia que poseían en el estado original? ¿No sería esta decisión un
contrato ilegítimo puesto que no se establece una relación de reciprocidad ni de beneficio
para ambas partes? ¿No estamos ante el caso de un individuo libre enajenando su propia
libertad y por tanto ante un absurdo en el marco de la teoría de Rousseau?
Pateman concibe la propia idea de contrato desde la paradoja: analiza el modo en que
una teoría que aparece como emancipatoria y libertaria declarando que los individuos nacen
libres e iguales, allí donde parecía desterrar la sujeción, estaba habilitando el discurso de
la sujeción civil de la modernidad. En este sentido, a través de la mirada de Pateman, el
contrato deja de ser el paradigma del libre acuerdo, para transformarse en la legitimación
propiamente moderna de relaciones de sujeción y subordinación.
Esta idea de paradoja es aplicable, como hemos visto, en un sentido más profundo y
específico en el pensamiento de Rousseau: en su obra conviven una teoría democrática
que se desmarca de la de los contractualistas liberales pero que sin embargo, comparte con
ellos –en términos incluso más radicales– la exclusión de las mujeres de la vida política.
Sin dejar de percibir las diferencias que se pueden establecer entre el contrato de Rous-
seau y las propuestas contractualistas liberales, tal como hemos desarrollado en el primer
apartado, y que podemos resumir bajo la idea de que “Rousseau, en su historia conjetural del
estado de naturaleza, es capaz de explicar el modo en que el contrato social liberal ocurre,
y la forma en que es presentado como algo distinto de lo que realmente es: a saber, una

42 Ídem, p. 160.

136
Anabella L. Di Tullio

estratagema de los ricos para asegurar e incrementar su posición social dominante”;43 estas
diferencias no aparecen cuando observamos esa historia reprimida, no narrada, del contrato
sexual que la teoría feminista nos convoca a analizar. En este sentido, esa gran diferencia
entre Rousseau y los otros teóricos del contrato “ayuda a encubrir el hecho de que él, como
el resto, suscribe entusiastamente el contrato sexual”.44 Para Rousseau, cualquier contrato
que se expresa en términos de amos y esclavos, que se asemeje a una relación de esclavitud,
que cree relaciones de subordinación entre los pactantes, es un contrato ilegítimo, con la
notable excepción de aquel que regula la relación entre los sexos.
Son muchos y variados los análisis feministas que pretenden dar una respuesta al inte-
rrogante de porqué las mujeres son desprovistas de la igualdad, libertad, autonomía y auto-
gobierno que ostentaban en el estado original de naturaleza. Una de las posibles respuestas,
arrojada por Moller Okin, pone el énfasis –como hemos desarrollado previamente– en la
necesidad de conocer lo más certeramente posible la paternidad biológica del jefe de fa-
milia sobre sus hijos, pues lo que está en juego es la herencia y la propiedad privada. Pero
incluso en esta explicación, lo que subyace es el cuerpo sexuado: la sexualidad femenina, la
capacidad de procrear; todo ello visto como un desborde de deseo y pasión que desestabiliza
en términos potenciales pero continuamente asumidos, el orden social. La propia Moller
Okin lo expresa en estos términos:
Desde que la mujer, según [Rousseau] cree, tiene la capacidad de estimular el deseo
sexual del hombre hasta el punto de que no puedan nunca estar completamente sa-
tisfechos, y desde que la naturaleza la ha hecho lo suficientemente fuerte como para
resistir los avances de él cuando ella elija, se sigue que, con respecto a sus necesidades
sexuales, el hombre es “por invariable ley de naturaleza”, dependiente de la buena
voluntad de la mujer.45

Las mujeres son vistas como peligro de tentación permanente para los hombres quienes,
a pesar del uso de su razón, pueden caer en las garras de las féminas carentes de modestia y
con un irrefrenable deseo sexual. Ante la imposibilidad de controlar sus deseos y emociones
por sí mismas, deben ser colocadas bajo la autoridad masculina y confinadas al mundo de
lo privado, pues sus desbordes le impiden desarrollar la moralidad necesaria para la vida
civil. El deseo femenino siempre debe estar regulado y limitado por el derecho patriarcal
–o la razón de los varones, pues en la mujer todo es “naturaleza” y se necesita controlarla
para crear y mantener el orden social.

43 PATEMAN, Carole, The problem of…, Op. Cit., pp. 145-146.


44 PATEMAN, Carole, El contrato..., Op. Cit., p. 107.
45 OKIN, Susan Moller, Women in Western…, Op. Cit., 148.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

La esfera privada como destino inexorable

Las mujeres entonces, incapaces de sublimar sus pasiones, fuente de desborde y desor-
den en la vida pública, deben permanecer –tal como deja claro Rousseau en Emilio– bajo
el arbitrio y dominio de los hombres, excluidas de la vida política. La tarea de la mujer es
mantener el orden y la armonía en “la esfera que es el fundamento natural de la vida civil”.46
Podemos abordar, siguiendo la propuesta de Pateman, la distinción entre un ámbito
público y uno privado como la dicotomía relevante que se establece una vez realizado el
pacto, en reemplazo de la anterior antinomia entre lo natural y lo civil. La característica que
distingue a la creada sociedad civil es esta separación y diferenciación que se establece en
su interior entre un ámbito conceptualizado como privado y otro entendido como público,
“cada uno con un modo de asociación distintivo y contrastante. Así, se canaliza la atención
sobre una de las esferas, que es considerada como el único reino de interés político. Pocas
veces se hacen preguntas sobre el significado político de las dos esferas, o sobre cómo
surgieron ambas”.47 Sin embargo, la distinción y separación entre ambas esferas es uno de
los principios fundamentales que estructuran las sociedades modernas. Como una reedición
de las antinomias varón-mujer, civil-natural, el par público-privado aparece reflejando la
diferencia sexual traducida en desigualdad civil y política.
Pero esta distinción da por cierto algo que precisa ser explicado; ¿Qué es el ámbito
privado? ¿Qué abarca este mundo privado, tanto para Rousseau como para los teóricos
liberales? Mary Dietz lo define, en palabras de Agnes Heller, como el ámbito de “las
emociones domésticas”, que contempla el matrimonio, la familia, el trabajo doméstico y
el cuidado de los/as niños/as.48 “En suma, la noción liberal de “lo privado” ha abarcado lo
que se ha denominado “esfera de la mujer” como “propiedad del varón” y no sólo ha tratado
de defenderlo de la interferencia del ámbito público, sino que también ha mantenido aparte
de la vida de lo público a quienes “pertenecen” a esa esfera: las mujeres”.49 La formulación
liberal de la dicotomía público-privado acompañada sin fisuras por Rousseau, no sólo ha

46 PATEMAN, Carole, El contrato..., Op. Cit., p. 139.


47 Ídem, p. 21.
48 Seyla Benhabib también recupera el pensamiento de Agnes Heller para referirse a este ámbito
como “cobijo de las emociones”: “Todo un dominio de la actividad humana, a saber la nutrición, la
reproducción, el amor y el cuidado, que en el curso del desarrollo de la sociedad burguesa y moderna
pasa a ser el lote de la mujer, es excluido de consideraciones políticas y morales, y es relegado al ám-
bito de la ‘naturaleza’”. BENHABIB, Seyla, “El otro generalizado y el otro concreto: la controversia
Kohlberg-Gilligan y la teoría feminista”, en BENHABIB, Seyla y CORNELL, Drucilla (editoras),
Teoría Feminista y Teoría Crítica, Edicions Alfons el Magnànim, Valencia, 1990, p. 130.
49 DIETZ, Mary G., “El contexto es lo que cuent: feminismo y teorías de la ciudadanía”, en Debate
Feminista, V. I, marzo de 1990, p. 117.

138
Anabella L. Di Tullio

dejado a la esfera privada por fuera de la legislación, sino también de la teorización y la


reflexión: las relaciones del ámbito doméstico quedan ocultas bajo el manto de lo “natu-
ral”. Ciriza lo enuncia con claridad: “Un indicio del diferente estatuto acordado al contrato
político y al sexual está dado por el recurso de diferentes formas narrativas. Los relatos
destinados a asegurar la reclusión de las mujeres no moraban en el espacio de la teoría o el
ensayo político, sino en el de la pedagogía, los libros de buenas costumbres, los manuales
domésticos y las novelas”.50
Si bien entonces, para Rousseau –al igual que para Locke– la familia ya existe en el estado
de naturaleza, al crearse la sociedad civil a través del pacto, la separación entre lo privado y
lo público se escenifica como una división al interior de la sociedad civil, dentro de la cual
el ámbito familiar se escinde como esfera privada y no política. Los teóricos contractualistas
se han encargado de analizar la esfera pública de la libertad y no han considerado relevante
visitar teóricamente el mundo de lo privado y la subordinación “natural”. Ante esto Pateman
sostiene la interdependencia existente entre ambas esferas, y la imposibilidad de emprender
el análisis de una de ellas sin abordar en ese mismo acto una observación sobre la otra:
El individuo civil y el reino público parecen universales sólo en relación y en oposi-
ción a la esfera privada, el fundamento natural de la vida civil. De modo similar, el
significado de la libertad civil y la igualdad, aseguradas y distribuidas imparcialmente
entre todos los «individuos» mediante la ley civil, se puede entender sólo en oposición
a la sujeción natural (de las mujeres) en la esfera privada.51

Perder de vista esta relación de dependencia, implicaría aceptar el supuesto que declara
la irrelevancia de las desigualdades de la esfera privada para los asuntos públicos tales
como la igualdad política, la libertad civil o los derechos formales; sería, para utilizar una
expresión de la propia Pateman, perder de vista que ambas esferas son dos caras de la mismo
moneda, “el patriarcalismo liberal”.52
La permanente desvalorización del ámbito privado en el discurso teórico político es
puesta de manifiesto por Iris Marion Young al observar el modo en que la vida pública,
entendida en tanto expresión de la voluntad general, intereses compartidos y trascendencia
de las diferencias, opera como una demanda de homogeneidad para quienes conforman la
comunidad política y la exclusión de quienes son definidos/as como diferentes. En este sen-
tido, si sostenemos con Young que “[l]a ciudadanía es una expresión de la universalidad de
la vida humana; es un dominio de racionalidad y libertad como algo opuesto al dominio de

50 CIRIZA, Alejandra, “A propósito de Jean-Jacques Rousseau…”, Op. Cit., p. 88.


51 PATEMAN, Carole, Del Contrato …,Op. Cit., pp. 159-160.
52 Véase PATEMAN, Carole, “Críticas feministas a la dicotomía público/privado”, en CASTELLS,
Carme (compilador), Perspectivas feministas en teoría política, Paidós, Barcelona, 1996, pp. 31-52.

139
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

las necesidades, deseos e intereses particulares”,53 podemos comprender que la separación


y oposición entre la universalidad de lo público y la particularidad de lo privado, aparezca
“moralmente” emparentada con la distinción entre razón y sentimientos.54 De este modo,
un ámbito público ligado a la virtud, la razón, la generalidad y lo “masculino”, se opone
–y complementa– a un ámbito privado dominado por la necesidad, las emociones, los de-
seos y lo “femenino”. En tanto se sostiene lo público como universal, la particularidad se
supone privada, reforzando al privatizar las diferencias, el ideal de homogeneidad como
principio político.
Según Young, “[l]a filosofía política de Rousseau es el paradigma de este ideal de lo
cívico público”,55 pues la voluntad general, no mera suma de intereses particulares sino
punto de vista universal del interés colectivo de una ciudadanía igualada en su racionalidad
y libertad, no es compatible con los intereses individuales y la satisfacción personal, y esto
representa, para Rousseau, la tragedia de la condición humana.
Ante la imperiosa necesidad de construir ese espacio público homogéneo, se forjará
por un lado la educación de los hombres en el compromiso y la participación política de
la vida cívica, y la educación de las mujeres como guardianas morales del mundo de las
necesidades y los sentimientos que queda de este modo, encerrado en el ámbito doméstico.
De esta manera, “el ideal de lo cívico público en tanto que expresión del interés general,
del punto de vista imparcial de la razón, da como resultado la exclusión … Excluye de lo
público a aquellos individuos y grupos que no se adecuan al modelo de ciudadano racional
que puede trascender el cuerpo y los sentimientos”.56 Una vez más, retomando la idea fuer-
za de Pateman en The Disorder of Women, las mujeres son vistas como un peligro para la
unidad de la comunidad, pues, en tanto no trascienden su cuerpo y su sexo, representan el
deseo, el impulso, la afectividad, la necesidad; elementos todos desbordantes y disruptivos
del espacio público. Sólo Emilio puede ser educado en el juicio necesario para el ejercicio
de la ciudadanía y de la participación política, mientras que Sofía debe ser educada para
complacer y obedecer a Emilio, para cuidar de su hogar y de sus hijos. Tal como señala
Alejandra Ciriza, “[l]os detalles de la arquitectura del orden social han de buscarse en el

53 YOUNG, Iris Marion, “Vida política y diferencia de grupo: una crítica del ideal de ciudadanía
universal”, en CASTELLS, Carme (compilador), Perspectivas feministas en…, Op. Cit., p. 102.
54 Ante la unidad que suprime las diferencias, Young propondrá una “ciudadanía diferenciada en
función del grupo”, que, opuesta al ideal de ciudadanía universal como mayoría, reconociera la he-
terogeneidad en el ámbito político. Véase YOUNG, Iris Marion, “Vida política y diferencia…”, Op.
Cit.
55 YOUNG, Iris Marion, “Imparcialidad y lo cívico público. Algunas implicaciones de las críticas
feministas a la teoría moral y política”, en BENHABIB, Seyla, CORNELL, Drucilla (editoras), Teoría
Feminista..., Op. Cit., p. 100.
56 Ídem, p. 102.

140
Anabella L. Di Tullio

Emilio, el texto de pedagogía que ha de construir los puentes entre el sujeto político, un
individuo abstracto y asexuado, y el sujeto privado, dotado de una subjetividad densa que
incluye creencias, sentimientos, historia personal, educación, sexualidad, cuerpo”.57
Ahora bien, debemos tener presente, como subraya Ciriza, que la despolitización de la
educación de Sofía representa en sí misma un hecho político. Y es también una construcción
política el haber convertido la anatomía de las mujeres en regidora de sus destinos: nacer
con cuerpo de mujer es equivalente a ser incapaz de desarrollar un sentido de justicia y de
participar en la vida política. Y es representar, en tanto puro sexo desbordante, un peligro
para el orden y la estabilidad social. Las mujeres y sus demandas de igualdad han sido expul-
sadas del terreno de la política. Esta operación encierra, en sí misma, un hecho fundamental
de la modernidad política, con cuyas consecuencias seguimos lidiando en la actualidad.

Recibido: 12/04/2012
Aceptado: 12/06/2012

57 CIRIZA, Alejandra, “A propósito de Jean-Jacques Rousseau…”, Op. Cit., p. 89.

141
Marcas del pensamiento de Rousseau
en las reflexiones kantianas acerca de las mujeres

Carolina Kaufmann
UNER-UNR

Resumen
El presente artículo delimita la impronta de la obra de Jean-Jacques Rousseau en el pensamiento de
Immanuel Kant con respecto al modo de ser y de aparecer de las mujeres en el marco de la sociedad
moderna e ilustrada. El mismo propone, además de un ejercicio de lectura y recuperación de obras clave
de los autores mencionados, una contextualización del pensamiento. Así, con base en los aportes que
desde el presente ofrecen autores como Pierre Bourdieu y Françoise Héritier, discute la diferencia entre la
mujer y lo femenino, y recupera la historicidad que habita en esta última categoría. De este modo, logra
recuperar lo que Kant, siguiendo a Rousseau, pensó para situar a las mujeres en la sociedad moderna.
Palabras clave: Mujeres, Kant, Rousseau, educación, Ilustración

Abstract
This article delimits the mark of Jean-Jacques Rousseau´s works in Immanuel Kant´s thinking
regarding women´s way of being and appearing within the context of modern, enlightened society.
Besides, it proposes an exercise of reading and recuperating key works of the abovementioned authors,
a contextualizing of their thinking. So, on the basis of the contributions offered at the present by
authors such as Pierre Bourdieu and Françoise Héritier, it discusses the difference between woman and
femininity, and recuperates the historicity inhabiting in the last mentioned category. This way it manages
to recuperate what Kant, following Rousseau, conceived in order to site women in modern society.
Keywords: Women, Kant, Rousseau, education, Enlightenment

KAUFMANN, Carolina, “Marcas del pensamiento de Rousseau en las reflexiones kan-


tianas acerca de las mujeres”, en Avances del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 143-162.

143
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

I- Introducción

Advierten Georges Duby y Michelle Perrot1 que las mujeres durante mucho tiempo
quedaron abandonadas en la sombra de la historia.2 Y acaso, ¿no quedaron en múltiples
oportunidades abandonadas en las sombras de las reflexiones filosóficas? Este trabajo insistirá
en una mirada deliberadamente documental respecto del discurso kantiano, surcado por las
huellas rousseaunianas,3 acerca del papel social asignado a las mujeres. En esta dirección,
se pretende profundizar en ciertas argumentaciones autorales aplicadas a la condición de
las mujeres, enmarcadas en el tono iluminista y contextual de su época.4 De ningún modo

1 DUBY, Georges, PERROT, Michelle, “Presentación”, en Id (directores) Historia de las mujeres.


El siglo XIX. Cuerpo, trabajo y modernidad, T. VIII, Taurus, Madrid, 1993.
2 Ibídem. Sobre la vasta bibliografía acerca de la historia de las mujeres como campo de estudio
teórico epistemológico, sin pretender agotar el aparato crítico, se sugiere ver: SCOTT, Joan, “Historia
de las mujeres”, en BURKE, Peter (editor) Formas de hacer historia, Alianza, Madrid, 1991; Id.,
“El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en CANGIANO, María Cecilia, DUBOIS,
Lindsay (compiladoras) De mujer a género. Teoría, interpretación y práctica feminista en las ciencias
sociales, CEAL, Buenos Aires, 1993.
3 En 1962, al cumplirse los 250 años del nacimiento de Rousseau y el 200º de la publicación del
Emilio, se reeditó un ensayo clásico que, entre otros aspectos, señalaría la influencia de Rousseau en
las épocas posteriores y en la formación de la conciencia moderna, particularmente las influencias
en Kant en los ámbitos éticos, políticos, pedagógicos y en la concepción del principio de autonomía.
Nos estamos refiriendo a: MONDOLFO, Rodolfo, Rousseau y la conciencia moderna, EUDEBA,
Buenos Aires, 1967. Una lectura desafiante y penetrante de Rousseau en clave contemporánea, puede
verse en: TODOROV, Tzvetan, Frágil felicidad. Un ensayo sobre Rousseau, Gedisa, Barcelona, 1987.
Formulaciones de Rousseau anticipando las líneas maestras de la solución kantiana, particularmente
de los conceptos ético-políticos, pueden verse en HELLER, Agnes, Más allá de la justicia, Planeta
Agostini, Barcelona, 1987. Ahora bien, acerca de la lectura kantiana de los escritos de Rousseau, ya
sea en el plano de las influencias y/o de las diferencias de ambos filósofos, y efectuada desde diver-
sos ángulos tales como el análisis del estado de naturaleza, de la propiedad privada, del pacto social
como fundamento de la sociedad, de sus ideas sociales y del estudio de la libertad y de la voluntad
moral, puede verse: GIRALT, María de los Ángeles, “La influencia de Rousseau en el pensamiento de
Kant”, en Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, 1990, XXVIII (67/68), pp. 119-127.
Lamanna destaca las coincidencias y divergencias en las ideas pedagógicas kantianas y rousseaunianas
(LAMANNA, Paolo, Historia de la Filosofía, De Descartes a Kant, T. III, Hachette, Buenos Aires,
1964). En cuanto a Lerena disecciona en profundidad las contradicciones del pensamiento ilustrado
en las “Sombras del Siglo de las Luces”, “Rousseau, o la otra cara de Prometeo”, sin excluir a Kant
cuyo “consejero pedagógico era Rousseau.”, destacando –en múltiples oportunidades– la adhesión y
deuda hacia el ginebrino en el filósofo alemán (LERENA, Carlos, Reprimir y liberar. Crítica socio-
lógica de la educación y de la cultura contemporánea, Akal, Madrid, 1983).
4 En este aspecto, remitimos a la obra de Ernst Cassirer, historiador de las ideas que destaca el
ascendiente rousseauniano sobre Kant (CASSIRER, Ernst, Rousseau, Kant, Goethe. Filosofía y cultura

144
Carolina Kaufmann

aspiramos a plantear el problema de la verosimilitud antropológica ni sociológica sino, al


decir de Jean Braudillard,5 a ubicarnos en la posición del viajero imaginario que tropieza
con esos escritos que nos ilustran en la novela de lo femenino dieciochesco en la tradición
europea. Finalmente, recorreremos un tramo analítico acompañados por las miradas con-
temporáneas de una reconocida antropóloga y de un provocador sociólogo.
Bonnie Anderson y Judith Zinsser6 sostienen con respecto a las mujeres que tanto en
el Renacimiento como en la Revolución Científica “las metas y los ideales de estos movi-
mientos se concebían como algo exclusivamente aplicable a los hombres, tampoco hubo
Ilustración para las mujeres”. Más adelante, agregan: “continuaban reafirmando las más
antiguas tradiciones heredadas acerca de las mujeres: que éstas eran inferiores a los hombres
en las facultades cruciales de la razón y la ética y, por tanto, debían estar subordinadas a los
hombres. En la filosofía y el arte, los hombres de la Ilustración mantenían el antiguo ideal de
mujer: callada, obediente, sumisa, modesta y casta”.7 Si bien a partir de 1760, el problema
de la educación femenina y masculina invade las conciencias ilustradas,8 la glorificación de
la domesticidad y virtudes femeninas y de la educación doméstica familiarista9 puede ser
leída no sólo en los autores dieciochescos sino en producciones anteriores.10
Llegados a este punto, nos replegamos a interrogantes no exclusivos del repertorio de
las Luces que irán deshojando nuestras inquietudes, tales como ¿Cuáles son los términos o
mensajes para referirse a la condición de lo femenino? ¿Qué se piensa y espera de la posi-
ción de las mujeres socialmente? ¿Qué requisitos, cualidades, atributos deben cumplimentar
las mujeres para ser aceptadas y valoradas más allá de la escena doméstica? ¿Qué valores
se instituyen socialmente para conservar o modificar el lugar otorgado a las mujeres por
la sociedad? ¿Qué patrones educativos se proponen en su educación? ¿Qué cristalización
de significaciones operan como organizadores de sentido gestando determinadas prácticas
sociales? ¿Cómo debían orientarse las actividades femeniles fuera del espacio privado?
Obviamente, responder algunos de estos interrogantes –entre otros muchos posibles– sólo
cobra sentido si se los ubica enmarcados en un proceso multideterminado por los factores

en la Europa del siglo de las Luces, Fondo de Cultura Económica, España, 2007).
5 BRAUDILLARD, Jean, El otro por sí mismo, Anagrama, Barcelona, 1988.
6 ANDERSON, Bonnie, ZINSSER, Judith, Historia de las mujeres: una historia propia, V. III,
Crítica, Barcelona, 1992, p. 135.
7 Ídem, p. 136.
8 SONNET, Martine, “La educación de una joven”, en DUBY, Georges y PERROT, Michelle,
Historia de las mujeres. Del Renacimiento a la Edad Moderna, T.VIII, Taurus, Madrid, 1992.
9 LERENA, Carlos, Reprimir y liberar…, Op. Cit.
10 KAUFMANN, Carolina, “Pedagogía de los comportamientos”, en Id. (directora) Ahorran, acunan
y martillan. Marcas de urbanidad en los escenarios educativos argentinos (primera mitad siglo XX),
EDUNER (Editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos), Paraná, 2012.

145
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

económicos, políticos, socioculturales e ideológicos. Entre estos últimos, se inscribe el


sistema de creencias, representaciones, valores, ideas y opiniones que configuran los inte-
grantes de una sociedad para establecer cierto orden en sus intercambios o interrelaciones,
conocido este proceso como subjetividad social, constituyente de la vida social.11 Resulta
obvio mencionar que el discurso normativo sobre las mujeres conlleva el análisis de las
relaciones entre los sexos. En este sentido, las miradas de Françoise Héritier y de Pierre
Bourdieu asistirán nuestro recorrido en el repaso de las condiciones históricas de producción
de subjetividad femenina.
Con estas precisiones, en principio, direccionaremos nuestra revisión hacia las Observa-
ciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, título con el que Kant publicó en 1764
sus Observaciones, dos años después de ver la luz el Emilio de Rousseau. Precisamente,
en este ensayo se ocupará por primera vez del problema estético, posteriormente retomado
en su Crítica del Juicio. Mas no se priva de explicitar que su propósito radica en “analizar
sentimientos”; sus observaciones, hechas “más con el ojo de un observador que de un
filósofo”,12 sientan precedentes en la construcción/deconstrucción de ciertas subjetividades
contemporáneas.
¿Y por qué comenzar a centrar nuestra mirada en este breve ensayo? Por múltiples
motivos. En principio, porque este trabajo se inscribe en consonancia con el proyecto13
que aborda uno de los núcleos problemáticos debatidos en la filosofía contemporánea:
la cuestión del sujeto y sus proyecciones en diferentes campos, particularmente en el
campo educativo. Al mismo tiempo, porque nos posibilita continuar profundizando en
problemáticas que hemos investigado en los últimos años vinculadas con las lecturas de
urbanidad en los contextos pedagógicos.14 En términos amplios, estas temáticas y proble-

11 En este trabajo no nos detendremos en las discusiones que giran en torno a la naturaleza de la
mujer, tal es el caso de Mary Wollstonecraft y Germaine de Staèl quienes rebaten los puntos de vista
rousseaunianos. KAPPELLI, Anne Marie, “Escenarios del feminismo”, en DUBY, Georges, PERROT,
Michelle (directores) Historia de las mujeres. El siglo XIX. Cuerpo, trabajo y modernidad, T. VIII,
Taurus, Madrid, 1993.
12 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime. La paz perpetua, Espasa-Calpe, Madrid, 3ra edición,
1957, p. 11. Se han realizado numerosas ediciones sueltas de las Observaciones sobre el sentimiento
de lo bello y lo sublime; en nuestro caso remitimos a la versión mencionada.
13 Miembro del equipo de investigación del Proyecto Unidad y conflicto. La cuestión de la subje-
tividad en las lecturas contemporáneas de Kant. Dirección Pilar Britos, Co-Dirección María Elena
Candioti, Facultad de Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos (2009-2012).
Presentación del Informe Final: marzo 2012.
14 Esas lecturas e investigaciones se concretaron en el Proyecto de Investigación bajo mi dirección:
Textos escolares. Manuales de urbanidad argentinos (primera mitad del siglo XX). Facultad de Cien-
cias de la Educación, Universidad Nacional de Entre Ríos (2004-2009). Producto de ese proyecto,
se encuentra en prensa: KAUFMANN, Carolina (directora) Ahorran, acunan y martillan…, Op. Cit.

146
Carolina Kaufmann

máticas15 del orden de la sociabilidad, la cortesía, la limpieza, la modestia, se constituyen


en categorías vitales del universo subjetivo, categorías que horadarán en la constitución
de los sujetos y que los filósofos aludidos retomarán en sus trabajos. Por añadidura a lo
ya dicho, nos motiva el abordaje de este tópico puesto que desde lo personal16 nos involu-
cra en la investigación de una faceta que no hemos visto suficientemente explorada en el
vastísimo corpus teórico kantiano,17 ni particularmente en trabajos marcados por la traza
pedagógica,18 ni en reflexiones críticas acerca de Kant.19

Consideramos que las problemáticas sobre las urbanidades escolarizadas han marcado derroteros
educativos no sólo europeos sino también latinoamericanos, y específicamente argentinos, a partir
de fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Por otra parte, los resabios de las urbanidades
estudiados han sido deudores de concepciones de largo aliento en la historiografía educativa post
renacentista y se fueron aggiornando a los diferentes aires iluministas y post iluministas. Estas lecturas
no dejan fuera los manifiestos pro urbanidad que atesorarán no sólo las instituciones educativas sino
también los textos escolares y las prácticas educativas.
15 ELIAS, Norbert, El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas,
Fondo de Cultura Económica, México, 2011.
16 Ver: KAUFMANN, Carolina (directora) Ahorran, acunan y martillan…, Op. Cit.
17 No resulta oportuno reseñar acá el monumental corpus kantiano de mayor influencia en la
modernidad y que abarca áreas cognitivas de envergadura: obras filosóficas, epistemológicas, ética;
estéticas, políticas, filosofía crítica, teología, filosofía de la religión; pedagógicas, son deudoras de la
obra kantiana. Igualmente, investigaciones y trabajos acerca de sus obras realizadas por sus críticos,
comentaristas, detractores y continuadoras, se han multiplicado exponencialmente a partir del siglo
XVIII en elencos bibliográficos relevantes. En función de nuestro trabajo y de las miradas contem-
poráneas de Kant, sin ánimo de ser exhaustivos, remitimos a algunos de los textos relevantes que dan
cuenta de la proyección kantiana en clave actual y que constituyen insumos bibliográficos de nuestro
proyecto de investigación, a saber: GÓMEZ CAFFARENA, José, Estudio preliminar acerca de I.
Kant. La contienda entre las facultades de filosofía y teología, Editorial Trotta, Madrid, 1999; FUNKE,
Gerhard, “Volver a Kant significa avanzar”, en Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, Nº
9, 13-37, Editorial Complutense, Madrid, 1992; KANZ, Heinrich, “Immanuel Kant (1724-1804)”,
en Perspectivas, Unesco, XXIII, N. 3-4, 1993, pp.837-854; CASTRO, Edgardo, “Foucault, lector
de Kant”, en FOUCAULT, Michel, Una lectura de Kant. Introducción a la antropología en sentido
pragmático, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009; VANDEWALLE, Bernard, Kant. Educación y crítica,
Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2001; ROSALES, Alberto, Ser y subjetividad en Kant. Sobre
el origen subjetivo de las categorías, Biblos, Buenos Aires, 2009.
18 Desde sus lecciones universitarias de pedagogía ya en Könisberg, a la publicación de su tratado de
Pedagogía, han mediado interesantes reflexiones acerca del universo pedagógico kantiano, enmarcado
en el tempus ilustrado.
19 Exceptuamos el “Estudio Preliminar” a las Observaciones realizado por la Directora del Centro de
Documentación Kantiana de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, Dulce María Granja
de Castro en el Estudio Preliminar a la edición crítica bilingüe de: KANT, Immanuel, Observaciones

147
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Además, y sin pretender esquematizar ni reducir el discurso educativo acerca de las


mujeres, nos interesa interpelar la perspectiva kantiana en cuanto a las disimilitudes que
establece entre los sexos y cómo estas diferencias operarían en el marco de la enseñanza.
Esas disparidades anticipadas repercutían lejanas a posturas igualitarias remitiendo a dife-
rencias naturalizadas, siempre destacando que la educación para las mujeres y los varones
debía perseguir todo esfuerzo por fomentar la perfección moral. A tales efectos, resulta
interesante la revisión de la Antropología20 kantiana, respecto de las individualizaciones
realizadas en torno al “carácter del sexo”.

II. “Las nobles cualidades del bello sexo” o las urbanidades ilustradas

Si bien el discurso ilustrado es un discurso del hombre,21 dirigido a todos los hombres en
cuanto género humano o de la especie bípeda, racional que sólo puede darse en la dimensión
de lo universal,22 nos detendremos en el discurso cuando específicamente está direccionado
a la “mitad femenina”.
Ciertamente, en pos del progreso de las Luces, múltiples caracterizaciones y conceptua-
lizaciones acerca de las mujeres son ofrecidas por Rousseau23 en el Libro Quinto del Emilio
(publicado en 1762) marcando las diferencias y afinidades entre ambos sexos “con el fin
de ocupar el puesto adecuado en el orden físico y moral”. En este sentido y sin intención
de agotar esta esfera, menciono algunas precisiones efectuadas por Rousseau respecto de
las mujeres: “importa que sea modesta, recatada, atenta”;24 “Deben aprender muchas cosas,

sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, FCE, México, 2004.


20 La Antropología Filosófica en sentido pragmático fue publicada en 1797 coincidiendo con el final
de los cursos y el retiro definitivo de Kant como profesor (KANT, Immanuel, Antropología en sentido
pragmático, Alianza Editorial, Madrid, 2004). Sobre la Antropología, ver FOUCAULT, Michel, Una
lectura de Kant. Introducción a la Antropología en sentido pragmático, Siglo XXI, Buenos Aires,
2009.
21 Con relación a las mujeres en la filosofía ilustrada francesa, Catherine Larrière destaca que las
mujeres no participaron de la Ilustración (Id., “¿Sexo o rango? La condición de las mujeres en la
filosofía de la Ilustración”, en FAURÉ, Christine (directora) Enciclopédica histórica y política de las
mujeres. Europa y América, Akal, Madrid, 2010).
22 CRAMPE-CASNABET, Michelle, “Las mujeres en las obras filosóficas del siglo XVIII”, en
DUBY, Georges, PERROT, Michelle (directores) Historia de las mujeres. Del Renacimiento a la
Edad Moderna, T.VIII, Taurus, Madrid, 1992.
23 En Julia o la Nueva Eloísa, publicada un año antes del Emilio, Julia lleva al extremo el lugar
del modelo ideal de mujer rousseauniana y el lugar del encargado o la encargada, de la educación
negativa. Además de que la delicia de Julia consiste en ser la Eloísa medieval recuperada en clave
moderna. ROUSSEAU, Jean-Jacques, Julia o la nueva Eloísa, Akal, Madrid, 2007.
24 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio o De la Educación, Bruguera, Barcelona, 1983, p. 505.

148
Carolina Kaufmann

pero sólo las que es conveniente que sepan”;25 “La blandura es la prenda primera y más
importante de una mujer; destinada a obedecer al hombre…”.26 Engarzadas en su trama
analítica, condiciones tales como el decoro, la castidad, la honra, la reputación, el pudor,
el recato,27 la obediencia, la modestia, la prudencia, la honestidad, la amabilidad, la suje-
ción, la sumisión permean el discurso rousseauniano acerca de la “naturaleza” y virtudes
propias de las mujeres. Sin duda, la teoría rousseauniana ensalzaba la caracterización de la
maternidad28 como pilar básico femenino.
Con referencia a las niñas, señala variadas “inclinaciones de su sexo” y “vicios propios
de las mujeres”, como la astucia, la inconstancia, los caprichos y las manías. Además:
Los dos defectos más peligrosos para ellas, y de los cuales es muy difícil que se des-
prendan una vez que los han contraído, son la ociosidad y la indocilidad. Las doncellas
deben ser laboriosas, pero no basta con esto; desde muy pequeñas deben estar sujetas.29

En cuanto a la cultura conveniente para las mujeres, Rousseau aspira al logro de “co-
nocimientos agradables” y en este sentido argumenta:
La investigación de las verdades abstractas y especulativas, de los principios y axiomas
en las ciencias, todo lo que tiende a generalizar las ideas, no es propio de las mujeres;
sus estudios se deben referir a la práctica, y les toca a ellas aplicar los principios ha-
llados por el hombre y hacer las observaciones que le conducen a sentar principios.30
A las mujeres compete hallar, por decirlo así, la moral experimental, y a nosotros
reducirla a sistema.31

En síntesis, Martine Sonnet corona su lectura acerca del rol social que les cabe a las
mujeres a través de palabras del Jean-Jacques: “La mujer nunca accede al saber por sí misma,
sino para hacer agradable su presencia a quienes la rodean. No cabe duda de que no está
hecha para la ciencia, sino para agrado y para bienestar de su esposo e hijos”.32

25 Ídem, p. 508.
26 Ídem, p. 516.
27 Jean-Marie Goulemot señala que el debate pedagógico tan importante durante la Ilustración no
eludía el problema del pudor y del recato, problemas aparecidos en el Emilio. Ver: “Las prácticas
literarias o la publicidad de lo privado”, en ARIÈS, Philippe, DUBY, Georges (directores) Historia de
la vida privada. El proceso de cambio en la sociedad de los siglos XVI-XVIII, T. V, Taurus, Madrid,
1992.
28 ANDERSON, Bonnie, ZINSSER, Judith, Historia de las..., Op. Cit.
29 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio o…, Op. Cit., p. 515.
30 Ídem, p. 538.
31 Ibídem.
32 SONNET, Martine, “La educación de una…”, Op. Cit., p. 137.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Ahora bien, previamente a centrarnos en el análisis kantiano acerca de algunas de las


cualidades de las mujeres, a título ilustrativo, sólo citamos unos renglones de Kuno Fisher,
otrora rector de la Universidad de Heidelberg, quien dibuja algunos perfiles de las particu-
laridades de la vida del filósofo y adelanta ciertos trazos con respecto a la postura kantiana
acerca del universo femenino:
…No debe por esto creerse que fuera insensible o contrario a las mujeres, porque no
era ni lo uno ni lo otro, antes bien, gustaba en extremo de su trato y dícese que se
mostraba con ellas sumamente amable y atento. Eso sí, no habían de ser eruditas, ni
debía versar la conversación sobre puntos que traspasaran los límites prescriptos de
la buena sociedad. Le impresionaban vivamente las gracias y los encantos que da a
la sociedad la mujer, pero también es verdad que no sintió mucho que le fuera indis-
pensable en su vida íntima esta bella mitad del género humano.33

Entonces, atendamos a las categorías perceptivas que Kant propone al referirse a las
“nobles cualidades del bello sexo”:34
Para alejarse todo lo posible de lo repugnante conviene la limpieza, que sienta bien en
toda persona. En el sexo bello pertenece a las virtudes de primera fila y difícilmente
puede ser exagerada, mientras en el hombre rebasa a veces la medida y resulta pueril.35
El pudor es un secreto de la naturaleza para poner barrera a una inclinación muy rebelde
y que contando con la voz de la naturaleza parece conciliarse siempre con cualidades
buenas morales, aun cuando incurra en excesos.36 … Esta cualidad es principalmente
propia del bello sexo, y le sienta muy bien.37

Si bien Kant otorga prioridad a lo bello entre todas las cualidades del sexo femenino,
también destaca “…la modestia, una especie de noble sencillez e ingenuidad recubriendo
notables condiciones”.38

33 FISHER, Kuno, “Vida de Kant e historia de los orígenes de la filosofía crítica”, en KANT,
Immanuel, Crítica de la Razón Pura. I Estética Trascendental y Analítica Trascendental, Losada,
Buenos Aires, 1973, p. 68.
34 Norbert Elias destaca que en el caso específico alemán y remontándonos a épocas previas al
1500, “Las mujeres públicas o como se las solía llamar en Alemania, las ”mujeres bellas”, las “boni-
tas”, constituyen una corporación con derechos y deberes determinados dentro de la ciudad al igual
que cualquier otra profesión”, connotación diferente a la brindada por Kant siglos después. ELIAS,
Norbert, El proceso de la…, Op. Cit., p. 267.
35 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime……, Op. Cit., p. 51 (cursiva en el original).
36 Ibídem.
37 Ídem, p. 52.
38 Ídem, p. 53 (cursiva en el original).

150
Carolina Kaufmann

Sólo es de desear que el falso brillo, tan fácilmente engañador, no nos aleje de un modo
insensible de la noble sencillez y, sobre todo, que el secreto, aún oculto, de la educación
consiga ser sustraído a los antiguos errores para elevar temprano el sentimiento moral
en el pecho de todo joven ciudadano a una sensibilidad activa…39

El trato social y los procederes públicos que se imponían durante los años de las Luces
aún debían desarrollarse dentro de las más estrictas normas de modestia, moral y buenas
maneras. Es decir, los excesos de lujos, ostentación y actitudes llamativas quedaban pros-
critos. Para inculcar estas ideas a las mujeres, no faltaron prácticas normativas tendientes
a consolidar los mandatos morales.
Pero no todas son virtudes en el bello sexo, el filósofo también refiere a los defectos/
Virtudes negativas que arrojan luz sobre el núcleo de intersección de los pensamientos
kantianos acerca de las mujeres:
La vanidad que se suele reprochar al bello sexo, si es que en él resulta un defecto, es
un bello defecto.40
Si la vanidad es defecto que en una mujer bien merece disculpa, el engreimiento
en ellas no es sólo censurable, como en toda persona en general, sino que desfigura
completamente el carácter del sexo.41
Ha de distinguirse siempre la vanidad y el engreimiento. La primera solicita el aplauso
y honra en cierto modo a aquellos por los cuales se toma este trabajo; el segundo se
cree en completa posesión de él y, no esforzándose en conseguirlo, no logra obtenerlo.42

III. Lo bello y lo sublime en tono kantiano

Natalie Zemon Davis menciona la importancia de comprender el significado de los se-


xos, de los grupos genéricos en el pasado histórico, resaltando la importancia en descubrir
los distintos niveles de los roles sexuales y de los simbolismos sexuales en las diferentes
sociedades y períodos para comprender el sentido que han tenido y los modos de funciona-
miento en virtud de mantener el orden social o para promover el cambio.43
Con el foco puesto en los roles destinados a cumplir por las mujeres, volvemos a Kant
quien ya en el capítulo III, “Sobre la diferencia entre lo sublime y lo bello en la relación
recíproca entre ambos sexos”, reafirma la exactitud de nominar a la mujer como depositaria

39 Ídem, pp. 83-84.


40 Ídem, p. 49 (cursiva en el original).
41 Ídem, pp. 49-50.
42 Ídem, p. 50.
43 ZEMON DAVIS, Natalie, “Women`s History in Transition: the European Case”, Feminist Stud-
ies, Nº 3, invierno de 1975-1976.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

del bello sexo particularizando sus rasgos distintivos. Es el carácter de lo bello el centro de
las cualidades en las mujeres y lo sublime, característica masculina. De hecho, comparativa-
mente esta belleza44 esconde en el planteo kantiano viscerales incompatibilidades: “El bello
sexo tiene tanta inteligencia como el masculino, pero es una inteligencia bella; la nuestra
ha de ser una inteligencia profunda, expresión de significado equivalente a lo sublime”.45
Virtud bella/virtud noble46, la primera adorna a las mujeres en sus cualidades intrínsecas
según el filósofo; la segunda caracteriza a los hombres.
Luego, en la Antropología,47 Kant señala que “Las cosas propias de la mujer llámanse
debilidades”48 marcando que en el estado de naturaleza la mujer es “un animal doméstico”.49
En cuanto a las observaciones sueltas realizadas en torno a las mujeres y sus consecuencias
pragmáticas, Kant destaca las cualidades femeninas en contraposición a las masculinas:
La mujer debe ser paciente, el varón tiene que ser tolerante. Aquélla es sensible, éste
sensitivo. La economía del varón consiste en ganar, la de la mujer en ahorrar. El
varón es celoso cuando ama, La mujer lo es aún sin amar…50

Consecuencias de estas características conducen a que “El sexo femenino tiene que
educarse y disciplinarse a sí mismo en el orden práctico; el masculino no sabe hacerlo”.51
¿Y qué rol le cabe a la educación en esta dicotomía analítica? Escuchemos a quien en
otras arenas, con pretensiones universalistas ilustradas, clamaba ¡¡Sapere aude!! Aquel
cuya educación ilustrada52 no podía soslayar en el marco varonil el doble aprendizaje del
pensamiento y la libertad como desiderátum impostergable:

44 Con relación a la estética corporal y a la entidad femenina manifestada a través de la belleza, Cfr.
NAHOUM GRAPPE, Veronique, “La estética ¿máscara táctica, estratégica o identidad petrificada?”,
en FARGE, Arlette, ZEMON DAVIS, Natalie (directoras) Historia de las mujeres. Del Renacimiento
a la Modernidad, T. III, Taurus, Madrid, 1992.
45 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime…, Op. Cit., p. 45 (cursiva en el original).
46 Ídem, p. 48.
47 Acerca de la génesis de la Antropología, de su inserción en el pensamiento kantiano, su estructura
y especificidad, FOUCAULT, Michel, Una lectura de…, Op. Cit.
48 KANT, Immanuel, Antropología en sentido pragmático…, Op. Cit., p. 244 (traducción textual).
49 Ídem, p. 255.
50 Ídem, p. 249 (cursiva en el original).
51 Ídem, p. 250. En este sentido, Norbert Elias señala las obligaciones de autodisciplina y autoedu-
cación que corresponden a la sociedad cortesano-absolutista del siglo XVIII en función de las nuevas
situaciones sociales que recaen sobre los sexos. Id., El proceso de la…, Op. Cit.
52 LAMANNA, Paolo, Historia de la…, Op. Cit. (T. VI - El problema pedagógico-educativo: “Las
ideas pedagógicas de Kant”).

152
Carolina Kaufmann

La meditación profunda y el examen prolongado son nobles, pero pesados, y no sien-


tan bien a una persona en la cual los espontáneos hechizos deben sólo mostrar una
naturaleza bella. El estudio trabajoso y la reflexión penosa, aunque una mujer fuese
lejos en ello, borran los méritos peculiares de su sexo…53

Más adelante, Kant prescribe:


El estudio trabajoso y la reflexión penosa, aunque una mujer fuese lejos en ello, borran
los méritos peculiares de su sexo, y si bien la rareza de estas condiciones en su sexo
las convierte en objeto de fría admiración, debilitan al mismo tiempo los encantos
que les otorgan su fuerte imperio sobre el sexo opuesto. A una mujer con la cabeza
llena de griego, como la señora Dacier, o que sostiene sobre mecánica discusiones
fundamentales, como la marquesa de Chatelet, parece que no le hace falta más que
una buena barba…54
La mujer, por tanto, no debe aprender ninguna geometría; del principio de razón
suficiente o de las mónadas sólo sabrá lo indispensable para entender el chiste en
las poesías humorísticas con que se ha satirizado a los superficiales sutilizadores de
nuestro sexo.55
En historia no se llenarán la cabeza con batallas ni en geografía con fortalezas; tan mal
sienta en ellas el olor de la pólvora como en los hombres el del almizcle.56
La figura delicada, la ingenuidad alegre y el afecto encantador le indemnizan suficiente-
mente de la falta de erudición libresca y de otras faltas que con su talento pueda suplir.57

Detrás de estas objeciones subyacían, cuando menos, dos razones. Una de ellas, la
marcada inclinación a limitar los contenidos a ser enseñados y aprendidos por las mujeres.
En segundo lugar, no descuidar y fortalecer la educación moral58 satisfaciendo así las nece-
sidades del ceremonial masculino.59 En esta dirección, sin detenernos en lo dicho en cuanto

53 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime…, Op. Cit., p. 45.


54 Ibídem.
55 Ídem, p. 46.
56 Ibídem.
57 Ídem, p. 61.
58 Si bien la exposición pedagógica de la moral en tono kantiano tiene relación con la interioridad
de los sentimientos humanos, la moralidad es un término típicamente kantiano que describe un fe-
nómeno complejo no sólo normativo sino, en parte, antropológico y también teológico. Pues bien, la
moralidad no se refiere primariamente a la corrección o incorrección de una acción según el criterio
universal determinado por el imperativo categórico, sí a los motivos e impulsos que llevan a los sujetos
a realizar una acción cuya corrección se da por descontada.
59 Bernard Vandewalle, en su lectura de Kant, destaca que la educación moral no consiste en con-

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

a la sensibilidad en términos antropológicos,60 volvemos a lo expresado por el filósofo en


relación con el rol de los conocimientos y de las facultades de conocer propias de las mujeres:
Su filosofía no consiste en razonamientos, sino en la sensibilidad.61
Se procurará ampliar todo su sentimiento moral y no su memoria, valiéndose del juicio
personal sobre los actos que ven en torno suyo.62

Efectivamente, esas características que exaltan los sentimientos interiores sobre la razón,
la reivindicación de la interioridad, el responder a las exigencias morales del sentimiento,
deudoras todas del vigor del discurso rousseauniano (ver “Profesión de fe” en el Emilio),63
calan en el discurso iluminista que Rousseau “supo enseñar”, en palabras de Mondolfo.

IV. Lecciones kantianas

En sus Cartas sobre el progreso de la humanidad, Herder retrata ciertas particularidades


de su pretérito maestro vinculadas a las lecciones y a las fuentes que utilizaba el filósofo
para amenizar sus clases:
Con el mismo interés examinaba a Leibniz, Wolff, Baumgarten, Crusius, Hume; estu-
diaba las leyes de la Naturaleza, de Kepler y otros físicos; daba entrada a los escritos
de Rousseau, Emilio y la Eloísa, que entonces acababan de publicarse.64

Más allá de la certeza del uso de las fuentes rousseaunianas por parte de Kant,65 resulta
evidente la similitud en el enfoque, tratamiento y conceptualización de las mujeres que
brindan tanto Kant como Rousseau. Por esto, sería inadmisible descontextualizarlos de
los mandatos ideológicos de su época, signados por el humanismo europeo de las Luces.

mover el corazón de los niños y subraya que el filósofo procura favorecer un ejercicio despegado de
la sensibilidad patológica, siendo que la sensiblería enturbia la lucidez de la razón. VANDEWALLE,
Bernard, Kant. Educación…, Op. Cit.
60 KANT, Immanuel, Antropología…, Op. Cit., pp. 43-85
61 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime…, Op. Cit., p. 47
62 Ibídem.
63 “el subjetivismo anterior a Rousseau tiene un carácter marcadamente intelectualista: se prende del
pensamiento, hace el análisis del intelecto, se concentra sobre todo en el problema del conocimiento.
Con Rousseau aparece una afirmación diferente del sujeto: se proclama la superioridad del sentimiento
sobre la razón; se penetra resueltamente en el mundo moral”, en MONDOLFO, Rodolfo, Rousseau
y la…, Op. Cit., p. 30.
64 Herder´s Werke, Philosophie und Geschiste, Bd XIV en FISHER, Kuno, “Vida de Kant…”, Op.
Cit., p. 40.
65 CASSIRER, Ernst, Rousseau, Kant…, Op. Cit.

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Carolina Kaufmann

En otro orden de cosas, destacamos que años después de la publicación de las Obser-
vaciones Kant expone: “he dado durante unos treinta años dos cursos referentes al cono-
cimiento del mundo: Antropología (en el semestre de invierno) y Geografía física (en el
de verano), a los cuales, como lecciones populares, encontraron oportuno asistir también
otra clase de público”.66
En cualquier caso, Kant otorgó una importancia vital a la enseñanza y al aprendizaje de
la geografía,67 particularmente preguntándose ¿qué debería interesar a las mujeres acerca
de la enseñanza de la geografía?
En este punto, es sabido que Kant concede valor al cultivo de los sentidos, la mirada y
la imaginación recibiendo la colaboración de disciplinas prácticas que las estimulan, por
caso, la geografía que tiene la ventaja de estimularla y dominarla mediante figuras precisas.68
Pero, ¿es la misma geografía a la que deben acceder los niños y las niñas? ¿Cumple las
mismas finalidades su aprendizaje-enseñanza? ¿Qué normas educativas regulan/deberían
regular la apropiación de los aprendizajes? Escuchemos a Kant:
Es bello que se haga agradable a una mujer la vista de un mapa donde se representa
toda la tierra o la porción más importante de ella. Esto se obtiene presentándola sólo
con el propósito de describir los diversos caracteres de los pueblos que la habitan,
sus diferencias en el gusto y en el sentimiento moral, principalmente con respecto al
influjo que tienen éstas en las relaciones de ambos sexos, explicando todo ellos lige-
ramente por el diferente clima, la libertad o la esclavitud. Poco importa que sepan o
no las particulares divisiones de estos países, su industria, su poderío o sus soberanos.
Del universo, igualmente, sólo es menester que conozcan lo necesario para hacerles
conmovedor el espectáculo del cielo en una hermosa noche, cuando han comprendido
en cierto modo que existen otros mundos y en ellos también hermosas criaturas.69

Respecto de la experiencia estética y la enseñanza de las bellas artes Vandewalle, citando


a Kant, reflexiona: “el maestro no impone las reglas o límites de sus propias producciones:
estimula la imaginación de su alumno para que éste cree las reglas de su propia producción”.70
En este sentido, Kant, sin perder de vista el sendero pedagógico que marca para las mujeres,
caracteriza las notas esenciales que debe cumplimentar la enseñanza artística ligada a las
condiciones específicas de su sexo:

66 KANT, Immanuel, Antropología…, Op. Cit., p. 21. Según Foucault, Kant había iniciado su
enseñanza de la geografía en 1756 y los cursos de Antropología datan de un período posterior (FOU-
CAULT, Michel, Una lectura de Kant…, Op. Cit., p. 135).
67 KANT, Immanuel, Bosquejo y anuncio de un curso de geografía física, s/d, 1757.
68 KANT, Immanuel, Propos de pédagogie, V. 3, p. 1182 citado en VANDEWALLE, Bernard, Kant.
Educación…, Op. Cit.
69 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime…, Op. Cit., pp. 47-48.
70 VANDEWALLE, Bernard, Kant. Educación…, Op. Cit., p. 28.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

El sentimiento para las pinturas y para la música, no como arte, sino como expresión
de la sensibilidad, afina o eleva el gusto de este sexo y tiene siempre algún enlace
con los movimientos morales. Nunca una enseñanza fría y especulativa, siempre
sensaciones, y éstas permaneciendo tan cerca como sea posible de sus condiciones
de sexo. Semejante instrucción es tan rara porque exige aptitudes, experiencia y un
corazón lleno de sentimiento. De toda otra puede la mujer muy bien prescindir, y aun
sin ésta se afina comúnmente muy bien por sí misma.71

Peculiarmente en el contexto general kantiano, las pautas y regulaciones emotivas ha-


cia la educación artística brindadas a las niñas y que emanan de sus afirmaciones remiten
a divisiones crecientes acerca de las pautas socio-cognitivas propias y exclusivas de los
diferentes sexos.

V. Miradas contemporáneas acerca la dominación masculina


Kant revisitado

Iniciamos este párrafo motivadas por los hilos y el entramado central del proyecto72
relacionado con la cuestión de la subjetividad y cómo ésta requiere asumir la tensión entre
la unidad del sujeto y el conflicto de facultades e instancias involucradas. Con este horizonte
en la mira comenzamos este tramo, revisando las reflexiones de la antropóloga Françoise
Héritier73 quien en el Tomo I de Masculino/Femenino. El pensamiento de la diferencia74,
texto en el que, apoyándose en investigaciones etnológicas, muestra cómo se constituyen
las categorías iniciales del pensamiento basadas en la oposición de lo idéntico y diferente,
partiendo de la observación de las regularidades anatómicas y fisiológicas.
La misma autora, luego, en el Tomo II de Masculino/Femenino. Disolver la jerarquía,
avanza sobre el pensamiento de la diferencia, “…es decir, sobre la manera en que la dife-
rencia entre los sexos, que no implica absolutamente ninguna jerarquía, ha sido pensada
en las diversas sociedades del mundo desde los comienzos de los tiempos”.75 Si bien la
diferenciación anatómica y sexuada establece una constatación, en esta diferencia sexuada
la voluntad no reviste ninguna influencia y, por otro lado, condiciona la aparición de cate-
gorías binarias jerarquizadas, “sexo fuerte”/“sexo débil”.

71 KANT, Immanuel, Lo bello y lo sublime…, Op. Cit., pp. 47-48


72 Ver cita 13.
73 “El predominio de los hombres no tiene ningún fundamento”, entrevista publicada a Françoise
HÉRITIER realizada por Luisa CORRADINI, en La Nación, 09/05/2007.
74 HÉRITIER, Françoise, Masculino/Femenino. El pensamiento de la diferencia, T. I, Ariel, Bar-
celona, 1996.
75 HÉRITIER, Françoise, Masculino/Femenino. Disolver la jerarquía, T. II, Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires, 2007, p. 11.

156
Carolina Kaufmann

En cierto sentido, Héritier distingue a las mujeres de lo femenino, planteándose la valo-


rización de lo femenino inscripto en situaciones históricas particulares. Esboza interrogantes
fecundos que al no ser de aplicación universal, particularmente caben en las formulaciones
dieciochescas acerca de las mujeres. ¿La diferencia biológica es suficiente para establecer y
no justificar una dominación masculina? ¿Por qué razones se desarrollan sistemas de pensa-
miento que valorizan lo masculino y desvalorizan lo femenino? ¿Por qué la jerarquía, signo
de la desigualdad se instaura en pares binarios opuestos que deberían tener el mismo valor?
¿Basta referirse a la explicación naturalista y funcionalista que subraya la vulnerabilidad del
cuerpo femenino, la imperfección de la naturaleza femenina que incluye la debilidad física?
A través del recorrido histórico que incluye no sólo el pensamiento de Aristóteles sino
también la tradición judeocristiana en cuanto a las mujeres, en la referencia a hechos etno-
gráficos, la antropóloga da cuenta del encorsetamiento femenino en las tareas domésticas
ligadas a la reproducción y al mantenimiento del grupo sujetándolas en la ignorancia.
También Héritier señala la ilusión esencialista, aquella que nos retrotrae a una naturaleza
o “esencia” femenina imperfecta que justificaría la sumisión del género femenino. En ese
sentido, la desigualdad femenina/masculina se instaura gracias a una simbolización fun-
dadora del orden social y de las discrepancias mentales que aún siguen vigentes en ciertos
núcleos sociales contemporáneos. Igualmente, Héritier hace hincapié en la valorización
sistemática que se ha realizado de lo masculino desvalorizando los roles sociales de las
mujeres dependientes de preguntas metafísicas y de construcciones mentales que terminan
por crear sistemas de representación duraderos.
Pierre Bourdieu76 alude a las argumentaciones kantianas en torno a las mujeres, señalando
que el principio de sus disposiciones afectivas radica en el estatuto asignado a la mujer en
la división del trabajo de dominación y que Kant describió en un lenguaje falsamente con-
testatario, en el de una moral teórica disfrazada en ciencia de las costumbres. Cita a Kant:
Las mujeres –dijo Kant– ya no pueden defender personalmente sus derechos y sus
asuntos civiles de la misma manera que no les corresponde hacer la guerra; sólo pueden
hacerlo a través de un representante.77

En relación con esta cita, Bourdieu expresa que la renuncia y la docilidad que Kant
imputa a la naturaleza femenina se inscriben en lo más profundo de las disposiciones cons-
titutivas del habitus. Agrega que “La dominación masculina encuentra uno de sus mayores
aliados en el desconocimiento que favorece la aplicación al dominador de categorías de
pensamiento engendradas en la relación misma de dominación, libido dominantis (deseo

76 Si bien en la Dominación masculina, Bourdieu centra su análisis etnográfico de la sociedad


calibeña, ofrece instrumentos reflexivos eficaces para una lectura de la dominación masculina en tér-
minos no restringidos a dicha sociedad (BOURDIEU, Pierre, La dominación masculina, Anagrama,
Barcelona, 2000).
77 Ídem, p. 101.

157
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

del dominador) que implica la renuncia a ejercer en primera persona la libido dominandi
(deseo de dominar)”.78 Bourdieu insiste en abordar el problema de las diferencias entre
ambos sexos, con relación al racconto histórico y sociológico del dominio masculino,
afirmando que está suficientemente asegurado como para no requerir justificación alguna.
El efecto de la dominación simbólica se produce a través de los esquemas de percepción,
de apreciación y de acción que constituyen los hábitos.
Además, el sociólogo francés profundiza en el efecto de la dominación simbólica que
se produce a través de los esquemas de percepción y de apreciación sexuantes aplicados al
cuerpo en su facticidad biológica. Advierte que la violencia simbólica se cristaliza a través
de la adhesión naturalizada del dominado ante el dominador, al poner en práctica esquemas
de percepción y de percibirse con las categorías otorgadas por otros, en este caso, por otros
varones. Sin embargo, una lectura contemporánea acerca de las mujeres según la óptica
kantiana no implica una deshistorización de sus núcleos problemáticos que hoy pueden ser
leídos enmarcados en visiones naturalistas, esencialistas y androcéntricas, contribuyendo a
la construcción social de subjetividades sobrecargadas de determinaciones sexistas.
Ciertamente, no se desconoce la problemática de la representación de la dominación
masculina sobre el género humano, ni tampoco es tema de debate ni discusión en este trabajo,
asumiendo que abundantes referentes teóricos y empíricos dan cuenta de la problemática
mencionada. Dadas las características de este escrito, sólo nos interesa profundizar en
algunas huellas conceptuales de la dominación masculina relacionada con las mujeres. En
este sentido, desde una perspectiva histórica y sin perder de vista las culturas diferentes,
Héritier sostiene que un sistema conceptual solapado que encontramos en sistemas simbó-
licos, adaptado a cada sociedad y a cada época se encuentra ya en Aristóteles, quien habilita
sistemas simbólicos anteriores y los adapta a su tiempo no considerando a las mujeres más
que materia: la forma y la vida humana son otorgadas al embrión por el pneuma espermá-
tico/hallado en el semen.79
Bourdieu afirma que el cuerpo biológico socialmente forjado es así un cuerpo politi-
zado bajo los principios fundamentales de la visión del mundo androcéntrico, principios
que son naturalizados bajo la forma de posiciones y disposiciones elementales del cuerpo
percibidas como expresiones naturales de tendencias naturales (por ejemplo, la docilidad
propia de las mujeres). Por estos motivos, argumenta que la educación básica es fundamen-
talmente política tendiendo a inculcar formas de mantener el cuerpo en su conjunto con
notas sexualmente diferenciadas que expresan las oposiciones fundamentales de la visión
del mundo. Sin embargo, la construcción intelectual y lógica que otorga a cada uno de los
sexos posiciones indiscutiblemente opuestas, y categorías binarias asociadas a lo mascu-
lino: el heroísmo, agresividad, en oposición a las categorías femeninas hermanadas con la

78 Ídem, p. 102.
79 HÉRITIER, Françoise, Masculino/Femenino. Disolver…, Op. Cit, p. 70-71.

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Carolina Kaufmann

suavidad, la pasividad, la sumisión, etc., estarían agrupadas en un sistema de categorización


y en una “naturaleza” cuyo sistema de representación les otorga un grado de legitimidad.

VI. ¿Mujer bella/Mujer bestia?

Héritier nos acerca a la vertiente dual femenina citando a Yannicke Ripa, quien demues-
tra las características privativas de los campos de acción masculinos, jaqueadas durante la
Guerra Civil Española: “Las rojas se pierden en una bestialidad que las convierte en hembras
y no en víctimas. Ellas son hienas, feroces, y su violencia es percibida por los franquistas
como una erotización sádica”.80 En este registro, la “roja miliciana” se opone a la madre
dolorosa franquista. Luego, en otro tono argumental, agrega que no hay que sorprenderse
de que haya habido mujeres kapo en los campos nazis, ni de que actualmente las mujeres
israelíes de extrema derecha reivindiquen el nombre de kapowatch que designa al grupo
de mujeres que vigilan el accionar de mujeres israelíes de izquierda.81
Sin duda, ni hombres ni mujeres poseen un modelo normativo de género que prioriza
la exclusividad de la violencia ni los valores belicosos como característica sexual natural.
Múltiples factores inciden para que las pulsiones infantiles, las conductas y los deseos sean
orientados disimilarmente según los sexos, generando categorías de percepción y pensamien-
tos fuertemente marcados por patrones sexistas cargados de presuposiciones y prejuicios.
Héritier señala que la dominación masculina, en el sentido clásico del término, ha estado
representada por las mujeres confinadas en el hogar limitadas a la gestión de lo biológico. Y
para que esa esencia arcaica cambie radicalmente, las mujeres deben acceder a ese estatus
de derecho que es el de la persona autónoma.82 En ese sentido, el estatuto de reproductoras
impuesto a las mujeres resulta una palanca privilegiada de la dominación. Frente a ello,
y en pos de lograr la autonomía, subraya la necesidad de otorgar a las mujeres el derecho
a disponer del cuerpo propio, a reivindicar la paridad política, la igualdad en el acceso a
la enseñanza, la igualdad profesional, salarial y de promoción laboral, el respeto por sus
pensamientos y sus costumbres, la distribución de tareas, etc.83 como primer paso a dar por
las mujeres para lograr el estatuto de sujetos autónomos. Sin embargo, la voluntad de igua-
litarismo no soslaya la existencia de la diferencia sexuada sino que marca, al reconocerla,
la posibilidad de intercambio, complementariedad, restitución del equilibrio intelectual
y simbólico de las categorías constitutivas de lo social que no reproduzca un sistema de
desigualdades. Si bien la diferencia es innegable no implica o debería implicar como co-

80 Ídem, p. 77
81 Ídem, p. 87
82 Ídem, p.129
83 Ídem, p. 26.

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rolario obligatorio la terminante desigualdad jerarquizada84 convirtiendo a las mujeres en


una categoría subordinada y doméstica sujeta a la voluntad de lo masculino.
Es sabido que los valores de universalismo democrático implican la igualdad en la
capacidad mutua y recíproca de representación de ambos sexos. No obstante, desde la
concepción democrática griega hasta la actualidad, la efectiva discordancia entre el ideal
democrático de la igualdad representativa electiva de todos los sujetos confronta con las
prácticas discursivas que otorgan el estatus de representatividad pública a las mujeres y el
ser reconocidas teniendo no sólo derechos privados sino también públicos. Héritier sostiene
que históricamente, desde la puesta en marcha de la idea de democracia, “Las mujeres fueron
apartadas de este triple nivel de estatus filosófico de individuo y de sujeto político de derecho
por una interpretación que considera en suma que el carácter humano del individuo portador
de derechos es reductible y puede superponerse a la virilidad, y que todas las capacidades
de representación deben recaer ipso facto sólo en las manos de los hombres aptos, como
hombres y como jefes de familia, para tratar los asuntos colectivos de la polis”.85
Ese modelo arcaico de diferencia entre los sexos produce efectos profundos no sólo en
un nivel conceptual sino en la realidad de las situaciones concretas no factibles de ser ana-
lizadas en este trabajo. A pesar de ello, no podemos dejar de reconocer que el universalismo
democrático, siguiendo a la misma autora, subsume la desigualdad trascendental entre los
sexos. El pensamiento es producto de su tiempo, de una visión cultural construida que prohíja
la pertinencia de las oposiciones dualistas que ya hemos mencionado en párrafos anteriores
Cabe reflexionar entonces acerca del discurso kantiano cuando explicita que sólo el hombre,
lo viril, es la medida de lo universal. La admiración por la potencia viril y el confinamiento
de las mujeres al rol de tareas repetitivas, obediencia debida a los hombres, alejamiento de
las áreas del saber, son todas medidas que implican una denigración.
Lejos de agotarse en planteos dieciochescos, el estatuto de la ley– el marco dentro del cual
se ha montado la cultura contemporánea–, ha creado sujetos e instituciones diferenciales para
asegurarse una conservación de la dominación que aún no ha sido totalmente sustituida. El
postulado jurídico de la igualdad y la división social de los sexos siguen debatiéndose en las
filosofías de la descentralización y sujeción del sujeto, del sujet-assujet. Desde una mirada
contemporánea al tratamiento discursivo dado a las mujeres por los autores estudiados, no
sólo nos preocupó señalar las racionalizaciones justificativas elaboradas y la distinción de
roles socialmente distribuidos, sino hemos pretendido avanzar en las asimétricas represen-
taciones y en la particular torsión de las relaciones entre los sexos.
Coincidimos plenamente con lo expuesto por distintos autores acerca del sexismo86, y

84 Ídem, p. 217.
85 Ídem, p. 229.
86 El sexismo, en tanto práctica e ideología que desvaloriza a las mujeres en relación con los hom-
bres considerándolas como consecuencia de un orden natural. Ver: MICHEL, Andrée, Hacia una

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Carolina Kaufmann

particularmente por Bourdieu, al plantear que el sexismo opera como un esencialismo al


igual que el racismo, étnico o clasista, buscando atribuir diferencias sociales históricamente
construidas a una naturaleza biológica que funciona como una esencia factible de deducir
de modo implacable de todos los actos existenciales.

VII. Reflexiones finales

Saberes incompletos y custodiados o la Ilustración tamizada


En nuestro viaje imaginario hemos documentado el discurso kantiano, lector de Rous-
seau, en cuanto a las conceptualizaciones y mensajes para referirse a la condición de lo
femenino y a lo deseable acerca de la posición de las mujeres en su medio histórico social
en términos de normas concretas. Para ello, apelamos a desgranar las cualidades y atributos
que debían cumplimentar las mujeres para ser aceptadas y valoradas más allá de la escena
doméstica. En este sentido, ilustramos los valores instituidos socialmente para acentuar el
lugar otorgado a las mujeres. Hemos dado visibilidad a las concepciones dieciochescas– en
este caso compartidas por Rousseau y Kant–, en cuanto a las capacidades de las mujeres
centradas en patrones de dependencia, receptividad, predominio de una razón práctica que
obstruía su capacidad de abstracción y las consecuentes limitaciones en las oportunidades
de desarrollo de las mismas. Hemos pincelado ciertas caracterizaciones que visibilizan en
la concepción ilustrada de las mujeres, un modelo teórico diseñado sobre el concepto de
igualdad que se contradijo en la práctica discursiva al reducir lo universal al sujeto varón.
Desde una perspectiva analítica contemporánea, acordamos con Vandewalle al afirmar
que un examen de la concepción kantiana de la educación requiere una investigación del
conjunto del pensamiento crítico y no un comentario de los textos pedagógicos,87 realizando
una sutil disección de la “circulación” del concepto de educación en la totalidad del corpus
kantiano en los ámbitos de la gnoseología, filosofía moral, estética, antropología y filosofía
de la historia y filosofía crítica, en relación con una educación auténticamente ilustrada”.88
El aprender a pensar por uno mismo en lugar de aprender pensamientos constituye un desi-
derátum impostergable, poniendo en movimiento una concepción crítica de la pedagogía
centrada en un aprendizaje de la autonomía y de la libertad y registrando, a su vez, las
innovaciones conceptuales del pensamiento crítico.
En otro orden de ideas, destacamos la valorización que Kant otorga al pasaje de la ani-
malidad a la humanidad89 y el rol protagónico y central que asume la educación en el mismo,

superación del sexismo en los libros infantiles y escolares, UNESCO, Barcelona, 1987.
87 VANDEWALLE, Bernard, Kant. Educación…, Op. Cit., p. 8.
88 Ídem, p. 9.
89 Los desarrollos pedagógicos kantianos compilados en su Pedagogía y/o Lecciones de Pedagogía
dan muestra acabada de estas afirmaciones.

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producto del dispositivo propio de la segunda mitad del siglo XIX. Asimismo, subrayamos
en su planteo, la importancia asignada a la educación pública sobre la privada. Sin embargo,
acordando con Vandewalle consideramos que “pensar una educación auténticamente ilus-
trada es enfrentarse a una serie de círculos”.90 Círculos, esferas, triángulos y otras figuras
geométricas que nos muestran facetas kantianas en anagrama de interrogación.
Pero, sin incurrir en anacronismos, consideramos que las posibles lecturas contempo-
ráneas de los discursos dieciochescos acerca de las mujeres estudiados en este trabajo, nos
han mostrado cómo la arquitectura discursiva de los poderes de los cuerpos femeninos y
masculinos, de sus potencialidades, carencias y apetencias, ha conducido a una construc-
ción social naturalizada legitimando una relación de dominación al inscribirla en patrones
biológicos predeterminados. De este modo, el determinismo biológico observado, no sólo
en las categorías de “sexo” y/o de “diferencia sexual”, arrastra los resabios preiluministas
dando cuenta de la entonces vigente ideología con relación al rol de las mujeres en el re-
toño de las Luces. Por lo tanto, la igualdad y desigualdades señaladas operaron como algo
ontológicamente dado y construidas por la aplicación de pautas educacionales diferenciales
según los sexos.
De acuerdo con los análisis precedentes, la caracterización de las mujeres como seres
biológicos, emocionales y socialmente diferentes de los hombres, dotadas de derechos y
de oportunidades diferentes para el acceso a los conocimientos, no resulta inadecuada para
explicar las desiguales relaciones entretejidas en la arquitectura del poder del discurso es-
tudiado. Tanto Héritier como Bourdieu han aportado sus análisis contundentes iluminando
los funcionamientos asimétricos de las fuentes discursivas organizadoras del proceso de
poder masculino.
Acorde con la perspectiva dieciochesca la constitución del sujeto social, lejos de un
proceso de comprensión, apunta a desglosar la subjetividad y los saberes femeninos y mas-
culinos en términos de desdibujamiento de los lazos igualitarios. Hemos observado que las
mujeres, en los discursos analizados, no participan de los saberes codificados de las ciencias
iluministas, ni del postulado jurídico de la igualdad, ni menos aún de la universalidad de la
ley. Además, subrayamos cómo la preparación para la actividad teórica y el desarrollo del
pensamiento riguroso, más allá de la declamada y alentada universalidad de los saberes,
aún quedaba reservada al coto varonil.

Recibido: 09/04/2012
Aceptado: 12/06/2012

90 VANDEWALLE, Bernard, Kant. Educación…, Op. Cit., p. 49.

162
De señales a palabras notas sobre la comunicación en el
Discurso sobre la desigualdad de Jean-Jacques Rousseau

Pablo Fucé
Instituto de Profesores “Artigas”
Montevideo

No sin esfuerzo hemos llegado a ser tan desgraciados


Jean-Jacques Rousseau

Resumen
Mucho se ha escrito sobre la obra de Jean-Jacques Rousseau pero aún resta desentrañar algunos
contenidos de su formulación teórica con miras a la comprensión de su múltiple influencia en la
construcción histórica del mundo contemporáneo. Esto bien puede advertirse en su imagen modélica
de los modos de expresión del hombre natural y su tránsito hacia el lenguaje verbal y escrito, base del
ejercicio político que pone fin al estado de naturaleza y da inicio a la formación de la sociedad civil y
la comitiva de vicios y virtudes de toda su cultura.
Palabras clave: Estado de naturaleza – Hombre natural – Comunicación – Sociedad civil – Lenguaje

Abstract
Much has been written about the work of Jean-Jacques Rousseau, but we still do not know some
content of his theoretical formulation with a view to understanding of its multiple influences on the
historical construction of the contemporary world. This it can be seen in its exemplary image of modes
of expression of the natural man and its transit to the verbal and written language, base of the political
exercise which puts end to the state of nature and initiates the formation of civil society and culture.
Key words: State of nature – Natural man – Communication – Language – Civil society

En el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres


(1754), Rousseau construye un modelo político de la humanidad en el que gestos y palabras
dichas y escritas ocupan un lugar destacado aunque poco frecuentado por la historiografía.1

1 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Discours sur l’origine, et les fondements de l’inégalité parmi les

FUCÉ, Pablo, “De señales a palabras. Notas sobre la comunicación en el Discurso


sobre la desigualdad de Jean-Jacques Rousseau ”, en Avances del Cesor, Año IX,
N° 9, 2012, pp. 163-174.

163
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

En los arquetipos expuestos del hombre natural y el súbdito dieciochesco el filósofo traza
los cambios y constantes que mantienen estos medios de expresión así como las relaciones
con el contexto en que se desarrollan.
Teniendo en cuenta que Rousseau consideraba a símbolos y significados culturales modos
de legitimación del orden establecido propongo que el examen crítico de la comunicación
realizado en esta obra permitiría conocer al Yo del filósofo la trama de sentido del lenguaje
dominante en la comunidad; un campo nuevo de análisis del naciente sujeto liberal pero
no menos político que el de las acciones estrictamente de gobierno.

Gestos y exclamaciones: vestigios de una lengua natural

En la primera parte del Discurso Rousseau presenta el hombre natural compuesto de


sensación y pensamiento potencial, viviendo cada instante los diversos estímulos prove-
nientes del exterior. 2
En ese tiempo sin principio del estado de naturaleza el primer conocimiento de la huma-
nidad no fue otro que el de su fragilidad corporal, tanto ofensiva como defensiva. Dispersos
en un escenario para el que carecían de ideas previas, hombres y mujeres suplían la falta
de un instinto propio capaz de anticiparles el peligro o prepararlos para enfrentar mejor la
hostilidad del medio con el sentido de la vista, oído y olfato muy desarrollados, y el tacto
y gusto extremadamente rudos. Su capacidad de ver con detalle les permitía imitar selecti-
vamente las conductas animales exitosas hasta reproducirlas con el propósito de satisfacer
las necesidades de alimentación y resguardo.3

hommes, Garnier-Flammarion, Paris, 1992. Acerca del momento intelectual y personal en que se
produce el texto véase: TROUSSON, Raymond, Jean-Jacques Rousseau. Gracia y desgracia de una
conciencia, Alianza, Madrid, 1995. LABROUSSE, Roger, Rousseau y su tiempo, Editorial Yerba Buena,
La Plata, 1945. CLARETIE, Leo, Historia de la literatura francesa, editorial Americalee, Buenos
Aires, 1945. HAZARD, Paul, La crisis de la conciencia europea (1680-1715), Alianza, Madrid, 1988.
HAZARD, Paul, El pensamiento europeo en el siglo XVIII, Revista de Occidente, Madrid, 1946.
2 Sobre esta cuestión: CASSIRER, Ernst, Le problème Jean-Jacques Rousseau, Hachette, Paris,
1987. CASSIRER, Ernst, La philosophie des Lumières, Fayard, Paris, 1966. GRIMSLEY, Ronald, La
filosofía de Rousseau, Alianza, Madrid, 1988. DERRIDA, Jacques, De la gramatologgie, Les éditions
de Minuit, Paris, 1967.
3 Apoyándose en deducciones personales, apuntes literarios acerca de los pueblos de la antigüe-
dad y obras contemporáneas de historia natural y de viajeros, Rousseau propone, desde un punto de
vista orgánico, la existencia de un modelo espartano en el que la ley natural premiaba con la vida
el desarrollo de las destrezas físicas favoreciendo así la continuidad de los más fuertes en una lucha
solitaria, desigual y permanente por la sobrevivencia. Sin embargo, y como es sabido, el ensayo no
sostiene la preeminencia de lo físico sobre lo psíquico y mucho menos la desigualdad de razas. Por el
contrario, Rousseau plantea la igualdad natural de los hombres cuestionando las visiones defensoras
de los privilegios de sectores nobiliarios y sacerdotales.

164
Pablo Fucé

Para dilucidar las potencialidades psíquicas de la especie Rousseau adopta un enfoque


“metafísico” en el que relaciona la interioridad del sujeto con las diversas circunstancias del
entorno. Formula para ello la alternancia de dos impresiones básicas: el miedo (asociado
al displacer), y la alegría (asociada a la satisfacción). Incapaz de vincular racionalmente
los hechos entre sí, y menos todavía de entender sus causas y procesos, la vida humana era
cognitivamente limitada y emocionalmente intensa y retraída.
En su retrato del hombre original deseo y temor se transforman en principios anímicos
activadores del razonamiento. Al comienzo, apunta, fueron operaciones intelectuales muy
sencillas (el “amor de si”), las que aseguraron la autoconservación y rechazo a objetos y
situaciones desagradables. A este proceso siguió otro que, en cierto modo, es comparable a
un ciclo de inversión: necesidades primero (hambre, sueño, sexo), luego pasiones (deseos
de gozo y apropiación y temor a perder o no alcanzar lo deseado), y finalmente desarrollo
de la razón (entendimiento), que vuelve a estimular el progreso de las pasiones.4
Sin comunidad ni signos instituidos de la lengua en la condición original el hombre
desconocía la abstracción así como conceptos y categorías intelectuales.5 Las señales inter-
cambiadas eran por entero dependientes de las facultades sensoriales e innatas de la especie
así como del contexto en que se producía la co-presencia visible de emisores y receptores.6
Imaginémoslo pues, emitiendo determinados sonidos y ejecutando movimientos de manos,
brazos, piernas, cabeza y tronco, suficientes para informar a otros, sin ambigüedad, de las
pocas, inmediatas y limitadas necesidades del individuo. De acuerdo con Rousseau se
trataba de una lengua silenciosa y de difícil estudio para el filósofo, anterior a la razón y

4 Según Rousseau, en ese estado las necesidades físicas eran pocas y básicas y el impulso a las
pasiones lo despertaba la naturaleza, compasión e ignorancia atemperaban los enfrentamientos. Asi-
mismo impedían la formación de nociones de vicio o de virtud. Nada dejaba huellas perdurables ni
en el cuerpo ni en la mente natural.
5 Sobre lenguaje, gesto e historia: DAVIS, Flora, La comunicación no verbal, Alianza, Madrid, 2008.
BURKE, Peter, Formas de historia cultural, Alianza, Madrid, 2000. BREMMER, Jan; ROODEN-
BURG, Herman (ed.), A Cultural History of Gesture. Ithaca, New York, Cornell University Press,
1992 (1991). DUCROT, Oswald; TODOROV y Tzvetan, Diccionario enciclopédico de las ciencias
del lenguaje, Siglo veintiuno editores, Buenos Aires, 1975 (1972). REBEL, Günther, El lenguaje cor-
poral, Edaf, Madrid, 2002. ECO, Umberto, Signo, editorial Labor, Barcelona, 1988. HALL, Edward,
The hidden dimension, Anchor Books, New York, 1969. LEWANDOWSKI, Theodor, Diccionario
de Lingüística, Cátedra, Madrid, 1995. GREIMAS, Algirdas J.; COURTÉS, Joseph, Semiótica. Dic-
cionario razonado de la teoría del lenguaje, Gredos, Madrid, 1991 (1986), T. I y II. JAKOBSON,
Roman Ensayos de lingüística general, Barcelona, Seix-Barral, 1975. MAUSS, Marcel, Sociología
y Antropología, Tecnos, Madrid, 1979 (1936). LEACH, Edmund, Cultura y comunicación. La lógica
de la conexión de los símbolos, Siglo veintiuno editores, Madrid, 1981 (1976).
6 Sobre las interpretaciones del gesto en la cultura europea de la época: KENDON, Adam, Gesture.
Visible Action as Utterance, Cambridge University Press, Cambridge, 2005, pp. 17-42.

165
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

al (re)conocimiento del Yo.7 Sus mensajes decían poco y preferían el sentido de la vista.
Incambiable con el tiempo, ni se extendía ni menguaba y permanecía sin alteración de ca-
lidad o número. Sus marcas originales eran la inocencia y el servicio a la autosatisfacción.
En esta condición primitiva las señales visuales y auditivas fueron el primer “grito de la
naturaleza” universal, alejado de la historia, la cultura y la política. Increadas por el hombre
y eficaces para un mundo sin ideas sólo estuvieron asentadas en la necesidad del comercio
de las demandas orgánicas. Tanto por su origen natural, como por su uso y codificación
(“icónica” podríamos llamarle), esta forma de comunicación tornaba impracticable cualquier
intento de persuasión y de engaño.8
Según Rousseau, fueron un medio ligado a la realidad pre-social de la vida humana,
cuando cada individuo se mantenía en completa e inseparable unidad entre ser y parecer y
sólo se obedecía a si mismo. No fueron, por tanto, gestos ni exclamaciones las que dieron
lugar a la fantasía e imaginación, la reflexión y el acuerdo. En pocas palabras, las ciencias
y las artes, asociadas desde el Discurso anterior a la dominación política, no estuvieron ni
pudieron encontrarse en los gestos y voces del estado natural.
Empero, este modo de expresión ancestral no ha aparecido en el hombre civilizado ni
tampoco ha desaparecido, y aquí radica su relevancia política. Del texto se desprende que
gestos, posturas y voces ejecutadas por fuera del artificio de la civilidad nobiliaria y de su
contracara plebeya, la gesticulación, son la prueba de la existencia de un hombre natural aún
reconocible bajo los signos y símbolos dominantes que ha impuesto la política absolutista
para clasificar y mantener la desigualdad de estados y condiciones.
La conclusión política del texto asombra a muchos de sus lectores quienes, como Voltaire,
comprenden sin ambages los contenidos del mensaje.9 El primero: los prejuicios imperantes
en los sectores pudientes acerca del mundo plebeyo son, al igual que el comportamiento
de los últimos, producto de la sociedad y la política nobiliaria. Sin ambas serían otros o
simplemente no serían. En segundo lugar, la monarquía y sus fastos son, contrariamente a
lo que propagan sus defensores, enemigos de la concordia en tanto sostienen y multiplican
el lenguaje de la subordinación del hombre natural.10

7 Ese sujeto interior es “fijo e inmóvil, punto de referencia y medida valorativa de las acciones del
individuo”. HARTLE, Ann, El sujeto moderno en las Confesiones de Rousseau, Fondo de Cultura
Económica, México, 1989 (1983), p. 19.
8 Tomo y adapto los conceptos de origen, uso y codificación de: VERON, Eliseo, PRIETO, Luis,
EKMAN, Paul, FRIESEN, Wallace, SLUZKI, Carlos y MASOTTA, Oscar, Lenguaje y comunicación
social, Nueva Visión, Buenos Aires, 1971, p. 57 y ss.
9 Véase la carta de Voltaire a Rousseau de 30/8/1755 y la respuesta de éste en ROUSSEAU,
Jean-Jacques, Discours sur l’origine, et les fondements de l’inégalité parmi les hommes, Garnier-
Flammarion, Paris, 1992, p. 259 y ss.
10 NAGLE, Jean, La civilisation du cœur. Histoire du sentiment politique en France du XIIe au
XIXe siècle, Paris, Fayard, 1998, p. 329 y ss.

166
Pablo Fucé

Por último, la idolatría a la razón y la palabra son para Rousseau errores tan graves
como el hecho de aceptar la marcha del progreso a lo largo de la historia, precisamente
uno de los puntos, junto al de la potencia del Estado, que más importaba a buena parte del
reformismo ilustrado.11 El hombre, para Rousseau, carga ocultamente con el dolor de la
pérdida de la simplicidad, igualdad y espontaneidad de la lengua original, latente en cada
expresión corporal y sonora. Recuperarlas para el ciudadano moderno exige, por tanto, un
acto de voluntad política que conduzca la conciencia más allá de la palabra. Es decir, hacia
una transformación profunda del individuo y de la comunicación.
Sólo por la fuerza de las condiciones externas el hombre se ha vuelto sociable y ha
adquirido un modo de ser determinado, sostiene el filósofo.12 En su afán por impugnar los
beneficios de la impronta civilizatoria en todos los órdenes de la vida humana, Rousseau
ideó un hombre original aislado de sus congéneres, sin ideas, inteligencia, interés por los
otros y felicidad. Es en este sentido, y a diferencia de la mayoría de sus predecesores y
contemporáneos, que la lengua natural de Rousseau hizo de la especie un completo y ver-
dadero animal humano.
Únicamente luego de ser despojada del lenguaje del súbdito la humanidad podría aban-
donar la prehistoria y constituir políticamente su interior con otras señales, voces y palabras
escritas. Fue en este punto, nada menor, que sus ideas también concurrieron a refutar los
fundamentos teológicos y políticos del Antiguo Régimen y sus ecos reverberaron en los
procesos revolucionarios posteriores.13

La oralidad: una convención emocional encarnada

Habiendo situado la diferencia entre el hombre y las demás especies en la facultad del
primero de elegir Rousseau afirma que el espíritu pronto “deprava los sentidos” en el esta-
do de naturaleza. Anuncia de esta manera al lector el pasaje inmediato a un relato secular
sobre el alejamiento del hombre de su condición original, hecho que denomina la primera
gran “revolución”.

11 POMEAU, René, La Europa de las Luces. Cosmopolitismo y unidad europea en el siglo XVIII,
Fondo de Cultura Económica, México, 1988, p. 252 y ss. Acerca del progreso: BURY, John, La idea
de progreso, Alianza, Madrid, 1971.
12 La idea moderna según la cual puede haber contraposición entre los intereses del individuo y los
de la comunidad ha sido revisada muy frecuentemente desde entonces. Una síntesis y reflexión sobre
el particular se encuentra en: CORTINA, Adela, Alianza y Contrato. Política, ética y religión, Trotta,
Madrid, 2001. También: KYMLICKA, Will, Filosofía política contemporánea, Ariel, Barcelona, 1995.
13 Véase: DARNTON, Robert, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la
cultura francesa, Fondo de Cultura Económica de México, México, D.F., 1987. FARGE, Arlette,
Subversive Words. Public Opinion in Eighteenth-Century France, Pennsylvania, The Pennsylvania
State University Press, 1994 (1992).

167
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

El albedrío es la llave maestra que posibilita a Rousseau descubrir y explicar las carac-
terísticas y transformaciones del arquetipo. Retomando planteos de Locke y Condillac,14
Rousseau propone que en el hombre natural hubo una oscura tendencia a dar continuidad a
las experiencias placenteras y buscar extender la duración de las impresiones que provocaba
el contacto físico entre individuos. Gobernados poco a poco por un intenso apego al deseo
sensual las acciones del hombre agotaron las posibilidades expresivas del registro gestual.
Este deseo se manifiestó exteriormente en el intento de dominio de objetos y sujetos del
entorno y en el esfuerzo cada vez más deliberado y consistente de construir una imagen
con la cual ser valorado por sus pares.
Pero el medio se convirtió en fin trayéndole su ruina. El hombre pasó a identificarse con
su imagen y esta confusión individual trastocó el rumbo de la especie. Fomentadas a diario
en incipientes agregaciones humanas, todavía sin vínculo político formal, la belleza, la
fuerza y la astucia fueron convirtiéndose en ventajas para atraer y retener a los demás. Con
esto se incrementó la inclinación a juzgar como propias las estrategias de un Yo emergente,
simulador, relativo y arbitrario. Considerando su nueva realidad como algo permanente el
hombre tomó lo ilusorio por verdadero, lo superficial por relevante y lo construido por na-
tural. El personaje sustituyó al actor quien a su vez comenzó a declamar diferentes guiones
dentro de la casa, la aldea y en las nuevas tareas que ocupaban sus horas: labrando la tierra
y fundiendo metales para armas y herramientas.
A la voluntad de agradar acompañaron los celos y la envidia y a la reputación el me-
nosprecio. La paz del estado natural desapareció fruto de la competencia y las alianzas y
rivalidades día a día renovadas; las expectativas de revancha, no menos que las de liberación,
fueron depositadas desde entonces en el mañana impidiendo disfrutar el hoy; asimismo, y
sin contradicción, el hombre pasó a vivir en el pasado. El recuerdo de los ultrajes los ator-
mentó a todos y desde entonces se puso fin a la niñez de la especie. Victoria y derrota las
sintió la especie corriendo en su sangre como nunca antes. En este nuevo estado el hombre
obedeció al deseo y pasó ciegamente a creer en él.
Desbordando las necesidades inmediatas de la etapa anterior el hombre creó otras más
difíciles de alcanzar. En paralelo al incremento de la memoria y la activación de nuevas
actividades cognitivas con el propósito de superar los obstáculos15 que se presentaban para
obtener placer, los individuos estrecharon los contactos, incrementaron sus fuerzas al unirlas
y con ello dieron continuidad y firmeza a los afectos en curso. Por primera vez el hombre
llenó de contenido las nociones de inversión e interés, ganancia y pérdida.
El establecimiento de la palabra fue una de las más notables consecuencias de estos

14 ABBAGNANO, Nicolás, Historia de la filosofía, Hora, S. A., Barcelona, 1994 (1956), V. II, p.
369.
15 Véase STAROBINSKI, Jean, Jean-Jacques Rousseau, la transparencia y el obstáculo, Taurus,
Madrid, 1983 (1971).

168
Pablo Fucé

cambios. Las primeras categorías del pensamiento florecieron con ella aunque aún se man-
tuvieron sujetas a otros modos de comunicación menos apropiados al ánimo. Fascinado con
su imagen y el entorno que le despertaban emociones parecidas o equivalentes a las que
le agradaban, el hombre natural agregó a los gestos la palabra. Ésta (re)unío a la especie
en el goce tanto como facilitó la expresión del sufrimiento generado por la competencia y
la rivalidad.16
Los balbuceos del estado original, realizados junto al gesto, se refinaron muy pronto
hasta formar lenguas enteras de grupos domésticos y comunidades. Perfeccionadas por el
fuego de las pasiones, y las artes que las exteriorizaron, las lenguas habladas facilitaron
distinguir la manera de vivir de los sexos patrocinando en los grupos el comienzo del “amor
conyugal y el amor paterno”; su constitución no fue ajena a su fin. En ella prevalecieron
los giros poéticos inseparables de figuras fáciles de asociar por emisores y receptores a las
más impresionantes emociones. Se trató, en suma, de una lengua cuasi musical de voces
naturales inarticuladas y de sonidos muy variados que multiplicaron los acentos expresi-
vos asistiendo primero e imponiéndose después, sobre el mundo primitivo y natural de la
comunicación no verbal.
En esta lengua de la seducción importaba mucho el ritmo por lo que Rousseau insiste en
afirmar que estaba cerca del canto y en ella predominaba casi de continuo la onomatopeya.
A diferencia de los gestos naturales la lengua resultó de una convención no declarada for-
malmente entre los involucrados mas no por esto menos vinculante ni efectiva; contaba con
pocos adverbios y palabras abstractas y se componía de sentencias capaces de convencer
sin pretender persuadir con argumentos y de enseñar los estados del sujeto sin razonarlos
demasiado. Resumiendo, se trataba de la lengua emergente del Yo artificial, todavía en
proceso de constitución psíquica.
Rousseau sostiene que en todos los grupos humanos que han incrementado sus nece-
sidades y agregado al apetito la imaginación y fantasía se desarrolló esa lengua sin que
esto supusiera que debieran pasar a una etapa de escritura. El filósofo halla rastros de esa
lengua cantada en el relato de la Ilíada y llega a dudar que en la época de Homero pudiera
conocerse la escritura. La poesía viene, según dice, antes que la prosa; citando a Estrabón
afirma que hay un periodo del Hombre en que decir y cantar son casi lo mismo.
Indagando sobre el origen de la vida en común y el último tramo del estado natural,
Rousseau concluye que este discurso hablado fue uno de sus mayores inventos por hallarse
en la base del esfuerzo por redoblar y extender las impresiones humanas. Mientras placer
y dolor eran descubiertos en el gesto, la voz de la tragedia inflamaba el corazón al jugar y
acrecentar la imaginación de rapsoda y oyente. Las primeras historias, arengas y leyes no

16 Etapa de “felicidad” que ha sido subrayada en varios trabajos. Véase, por ejemplo, TOUCHARD,
Jean, Historia de las ideas políticas, Tecnos, Madrid, 1988, p. 328 y ss.

169
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

escritas tuvieron existencia en el verso y enraízaron con las emociones antes y mejor que
con la razón aún dormida.
En un texto recién publicado luego de su muerte pero redactado en la misma fecha
que este Discurso y que sirviera de base al mismo, Rousseau apuntó que la palabra pudo
ocurrir recién cuando los gestos afirmaron las pasiones del hombre y le condujeron a otro
estadio de comunicación.17 Acontecido esto, la lengua subordinó todo el proceso del estadio
precedente. En las primeras etapas del hombre natural, agrega, más cosas decía una mujer
a su amante dibujando gustosamente su sombra que empleando palabras.
En efecto, señala, los pueblos antiguos (es decir, quienes estaban presumiblemente más
libres de las ataduras sociales conocidas y con quienes cabe entonces establecer analogías
para pensar el hombre natural), expresaban lo más vivo y profundo con signos, no con
palabras; lo mostraban, añade, no lo decían18. Resulta de este modo que la diferencia entre
el sexo y el amor es comparable para el filósofo a la que existe entre el gesto y la palabra,
entre el estado presocial y la existencia y reproducción de toda una cultura y sociedad.
En suma, el proceso de constitución de la lengua le resulta a Rousseau histórico, social
y tardío, producto de una convención sostenida en el intercambio regular de necesidades
y basada en la expansión interna de pasiones autocentradas: “no fue el hambre ni la sed,
anotó, sino el amor, el odio, la piedad y la cólera, los que les arrancaron [a la humanidad]
las primeras voces”.19 Desarrollada la imaginación y activado el entendimiento esta etapa
puso fin a la de “argumentar a los ojos” y se convirtió en un momento decisivo de la especie
identificado por el filósofo en individuos y grupos en los cuales el signo primitivo ya no es,
como era antes, capaz de decirlo todo sin recurrir a la palabra.

El artificio político: oralidad y escritura


o las formas de razonar y de mentir
El ejercicio de elegir para atraer a su figura la atención y estima de sus semejantes fue
estructurando en cada individuo lo que Rousseau denomina la conciencia humana de la
libertad. Ella no se mantuvo en paz y equilibrio y devino, en cambio, perturbada y hostil.
El “amor de si” fue supeditado a las impresiones egoístas del “amor propio”. El ascenso de
la razón al dominio de la psiquis (el alma en palabras de Rousseau), ocultó la retirada del
sentimiento20, nutrió la sofisticación retórica, perfeccionó el discernimiento, contribuyó a la

17 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Ensayo sobre el origen de las lenguas, Fondo de Cultura Económica
de México, México, D.F., 1984, p. 16.
18 Ídem, p. 12.
19 Ídem, p. 18.
20 La sinceridad fue considerada por Rousseau, al igual que en otros de sus contemporáneos, una
manifestación del sentimiento natural oprimido por las posturas afectadas de la vida cortesana. Acerca

170
Pablo Fucé

formación del sujeto político y provocó el ingresó de la especie en la Historia propiamente


dicha.
Una vez más Rousseau recurre a pares de opuestos para orientar el análisis hacia la
crítica de la realidad socio política señorial en la que encontraba la perpetuación de formas
y contenidos culturales del pretérito. Y en esta operación analítica el filósofo va creando
nuevos mitos que vienen a sustituir a los más extendidos en el viejo orden político y so-
cial.21 Lo natural, siempre positivo para él, es la base estable contra la que se erige toda la
cultura dominante siguiendo un desarrollo de complejidad creciente a la vez que deducido,
relativo, parcial y dependiente.22
El arte de comunicar los pensamientos, como le llama Rousseau, partió de la etapa
anterior de la voz y la complejizó. A cada objeto, sin distinción inicial de género o espe-
cie, el hombre había asignado un nombre particular con el que formó por mnemotecnia
un extenso diccionario. De la mano de la observación atenta y la diferenciación racional
creciente fueron inventándose y reproduciendo en las pequeñas agrupaciones de individuos
los términos preferidos hasta fijar las primeras clasificaciones de uso corriente. Casi sin
notarlo vinieron las proposiciones y con ellas la formulación de ideas generales. La voz
emocional estimuló procesos intelectuales de abstracción y generalización no solo artística,
sino filosófica y pre-científica.
Un asunto central en el Discurso es la afirmación definitiva de la propiedad y con ella
el pasaje a la comunicación civilizada, tema clave al filósofo que investiga su dimensión
política.23 Reparemos un instante en la descripción que presenta.
A juicio de Rousseau el fundador de la sociedad civil recurrió primero al gesto (cercó
el terreno), e inmediatamente proclamó al conjunto reunido de sus semejantes: Ceci est à
moi. La apropiación y la inmediata serie de expropiaciones que le siguieron derivan así,
fundamentalmente, de la existencia de códigos de comunicación preestablecidos que le dieron
sentido y significado (político) al hecho económico. La lengua emocional facultó al hombre
a distinguir entre lo propio y lo ajeno. El uso deliberado de signos y símbolos, mucho más
que el de la fuerza física, hizo posible al poderoso la apropiación de los frutos (que eran

del sentimentalismo en la Francia de Rousseau (1700-1789), véase: REDDY, William M., The Navi-
gation of Feeling. A framework for the History of Emotions, New York, Cambridge University Press,
p. 141 y ss.
21 JAUSS, Hans Robert, Las transformaciones de lo moderno. Estudio sobre las etapas de la mo-
dernidad estética, La balsa de la Medusa - Visor, 1995, p. 25 y ss. HORKHEIMER, Max y ADORNO,
Theodor, Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos, Trotta, 2001. MARCUSE, Herbert,
“Sobre el carácter afirmativo de la cultura” en Cultura y Sociedad, Sur, 1969.
22 HÖFFDING, Harald, Rousseau, Revista de Occidente, Madrid, 1931, p. 124.
23 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Discours sur l’origine, et les fondements de l’inégalité parmi les
hommes, Garnier-Flammarion, Paris, 1992, p. 222.

171
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

de todos) como así de la tierra (que no era de nadie), apunta Rousseau; la molicie de unos
pocos y la sobrecarga de tareas en muchos fue una de sus consecuencias en el largo plazo.
De igual forma, con el establecimiento del pacto “inicuo” planeado por los fuertes para
terminar con la guerra extendida a fines del estado natural Rousseau reafirma en el texto
el carácter político de la comunicación humana convertida desde entonces en otro modo
de luchar con(tra) el poder y la autoridad.24 El “unámonos” de los poderosos fue una voz
que ordenó y trajo consigo, para emisores y receptores, la formación de la sociedad civil,
el surgimiento del Estado y las primeras formas de gobierno.25
El “estado de guerra” fue reemplazado por una paz relativa e inestable, consecuencia de la
institución de una fuerza legítima pero antinatural acompañada de los primeros reglamentos
escritos de justicia. El consentimiento dado por los pobres y débiles fue una extensión tanto
del vivir fuera de si como del poder de seducción que acompañaba el discurso hablado.
También del nuevo culto a la palabra propagado por los fuertes quienes desde entonces la
tomaron salvadora cuando antes apropiada para dividir y enfrentar.
En términos de Rousseau, hubo una acción específica que confirmó la aquiescencia de los
débiles: “todos corrieron a los hierros creyendo asegurar su libertad”.26 El uso deliberado de
signos y símbolos, mucho más que el de la fuerza física, hizo posible a los magnates obtener
obediencia de sus semejantes, conservarla y hacer de ella, poco después, un poder arbitrario.
En los dos casos mencionados, el hombre ficticio de Rousseau, usurpador innominado e
ignominioso, hizo uso del lenguaje verbal para fingir sus propósitos de dominación e instituir,
casi a la vez con auxilio de la ley escrita y sus cultores, un orden político estatal tan contra-
rio a la naturaleza como beneficioso para consagrar tres pares antagónicos fundamentales
en la nueva era política que se iniciaba: el de fuerte/débil, rico/pobre (ambas situaciones
provenientes del periodo inmediatamente anterior), y el jurídico político de amo y esclavo.
Oralidad y escritura son para el filósofo elaborados dispositivos de conservación de un
estado de cosas en el que los hombres de todas las condiciones se ven forzados a acariciar-
se mientras traman destruirse mutuamente y en el que, agrega, desde su nacimiento son
enemigos por deber y pérfidos por interés.
El antiguo substrato de deberes y obligaciones mutuas favorables a la desigualdad —ya
asentado en costumbres e interpretado con palabras dichas y ahora escritas— fue valorado
por las élites dominantes y utilizado para dar forma y contenido a la figura política que
sustituyó al hombre natural: el súbdito del régimen absolutista.27

24 CHATELET, François y DUHAMEL, Olivier; PISIER-KOUCHNER, Evelyne, Historia del


pensamiento político, Tecnos, Madrid, 1987 (1982), p. 74.
25 BOBBIO, Norberto, Estado, gobierno y sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.
26 El subrayado me pertenece.
27 El arquetipo del súbdito es señalado a lo largo del texto lleno de “amor propio”, dedicando sus
horas a leer en aromas, colores, sonidos y grafías mensajes de alianza o enemistad entre parientes,

172
Pablo Fucé

Una vez corrido el “tupido velo del error”, Rousseau sólo observa el “horror” que
acompaña las rutinas de la corte (secular y religiosa) y confunde el honor con la virtud,
la razón con la sabiduría y el placer con la felicidad.28 El artificio político es una máquina
de muerte que conmueve el corazón y perturba el entendimiento. No hay individuo que
a la vista del filósofo diga la verdad. Por el contrario, el ardor por hablar de uno mismo,
apunta Rousseau, revela que hasta los vicios deben ser fingidos por quien busca la opinión
de los demás y que conquistadores y filósofos están más emparentados de lo que a menudo
estarían dispuestos a reconocer.

El Yo frente a los desafíos de la (nueva) comunicación política

El Discurso es una pieza ágil, compleja, sugestiva y contradictoria. Como es sabido,


su influencia ha sido enorme en la filosofía, la política, la historia, la antropología y la
lingüística, entre otras disciplinas. Corriendo el riesgo de simplificar, los siguientes serían
algunos problemas emergentes del análisis de la dimensión política de la comunicación que
descubre Rousseau a sus lectores.
Por un lado, en el ensayo se percibe la firme creencia de Rousseau en la posibilidad de
una razón filosófica liberadora capaz de (re)encontrar en la historia individual y colectiva
a la naturaleza y elevar así las condiciones de la comunicación política del género humano.
Sin embargo, esto supone la capacidad del Yo de revisar el pasado como un observador
distanciado y cambiar a voluntad los fines y el sentido de la vida formados en esa misma
trágica y extensa peripecia colectiva del mal.
Por otra parte, el estudio de la dimensión política de la comunicación conduce al filósofo
a enfrentar el problema de la legitímidad de las reglas del juego político y de la historia
gestual, oral y escrita que las explica y sostiene. El Discurso no proporciona pistas acerca
de cómo adoptar un nuevo orden basado en modos específicos de comunicación verdadera-
mente afínes a la defensa de los derechos del naciente ciudadano y abre, en cambio, nuevas
interrogantes: ¿no puede un Yo “virtuoso”, “sabio” y “feliz”, como quiere Rousseau, preferir
expresarse con señales naturales, con la oralidad poética del sentimiento e incluso con la

amigos y vecinos, aldeas y comunidades. Su desarrollo cognitivo se completa al ser capaz de for-
mulaciones intelectuales elevadas que comprenden, entre otras manifestaciones, el uso del número,
las palabras abstractas, los aoristos y todos los tiempos verbales. En este sentido, cabe añadir que se
ha dicho con razón que el pensamiento de la Ilustración construyó “figuras de la perversión y de la
coincidencia, del despotismo y de la felicidad, incesantemente renovadas”. CHÂTELET, François y
MAIRET, Gérard (editores.), Historia de las ideologías, Akal, Madrid, 1989 (1978), p. 449.
28 Acerca de las rutinas nobiliarias relativas a la gestualidad y la voz: BOUZA, Fernando, Palabra
e imagen en la corte. Cultura oral y visual en el Siglo de Oro, Abada editores, Madrid, 2003. APOS-
TOLIDÈS, Jean-Marie, Le roi-machine. Spectacle et politique au temps de Louis XIV, Les éditions
de Minuit, Paris, 1981.

173
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

voz racional y el texto escrito de la tradición filosófica precedente? ¿O debe el ciudadano,


en su oposición al súbdito, comunicarse únicamente de la manera que el político-filósofo
y filósofo-político juzgue liberada del comportamiento indolente del salvaje, las ataduras
de la pasión y el artificio de la palabra hablada y escrita por hombres infames? Es cierto
que en sus Confesiones, por no hablar del Contrato Social y de Emilio, ambos escritos
en paralelo y publicados en 1762, propondrán algunas respuestas. También es cierto que
guardarán silencio sobre esto.
En tercer lugar, la solución al problema del desdoblamiento y desequilibrio interior del
Yo que traza en el Discurso (sintetizado en los pares amor de si/amor propio, ser/parecer),
y liga a la imperfección secular de los hombres día y noche crispados por conflictos cuyo
origen es la desigualdad política y económica (que resume con los pares antagónicos de
fuerte/débil, rico/pobre y amo/esclavo), tampoco está en la sociedad, pues ésta es concebida
desde su génesis misma como agregación anti natural y forzada de individuos que devienen
egoístas y corruptos.
En lo que respecta a las ciencias y las artes tampoco cabe esperar una salida positiva.
Menos despóticas pero más poderosas, como había escrito en el Discurso sobre ellas, lejos
de redimir a los hombres no son otra cosa que guirlandes de fleurs sur les chaînes de fer
dont ils sont chargés. Por paradójico que resulte, y a pesar de todas sus limitaciones, pa-
recería que solo de la lengua natural de los gestos —tan poco conocida y más cerca de la
animalidad que las otras— pudiera desprenderse, acaso, una esperanza para recomponer la
política. De voces y palabras escritas en cambio, y en la medida que se conciben vehículos
de las doctrinas establecidas, no puede aspirarse en principio emancipación alguna.
En el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad la humanidad no es
un dato sino una posibilidad. No era humano el hombre natural ni tampoco la sociedad civil
establecida. De ahí que, intentando transformar la realidad, el filósofo abordara críticamente
la dimensión política de la comunicación explorando un nuevo campo de indagación liberal
que conocería múltiples ramificaciones.
A lo largo del texto Rousseau propone que la verdad está más allá de la lengua, que
la palabra es ilusión y la comunicación engaño. Al mismo tiempo, la filosofía política de
la Ilustración imponía el desideratum del ciudadano libre de insensatez, superstición e
ignorancia. Rousseau cabalgó con su Discurso entre dos épocas: acompañó el proyecto
moderno de la Ilustración a la vez que sembró la duda contemporánea sobre su viabilidad
y los medios de alcanzarlo.

Recibido: 05/04/2012
Aceptado: 12/06/2012

174
Entre el naturalismo y la tradición. Un estudio comparativo entre la
propuesta pedagógica de los ilustrados españoles y Rousseau

Sebastián Perrupato
UNMdP – CONICET

Resumen:
Dos interpretaciones han marcado la historiografía sobre la Ilustración española, por un lado aquella que
marcaba que todo lo nuevo, vivificante y trascendente provenía del influjo francés, y por otro aquella
que sostenía que la originalidad de la misma estaba dada por su componente católico.
El presente trabajo intenta analizar de modo comparativo la pedagogía roussoniana y las propuestas
pedagógicas de los ilustrados españoles. Partiendo de la consideración de que ni todo lo nuevo procede
del influjo francés, ni la originalidad está dada por el componente católico de la Ilustración, sino que
las propuestas españolas forman parte de un complejo sistema de “circulación de ideas”, en el que no
sólo se retoman elementos de la Ilustración europea y se los re significa, sino que también se originan
los propios.
Palabras Claves: Educación – Ilustración española – Rousseau – Circulación de ideas

Abstract:
Two interpretations have marked the historiography of the Spanish Enlightenment, first one that marked
that everything new, crisp and important influence came from the French, and another who argued that
the originality of it was given by its Catholic component.
This paper attempts a comparative analysis of Rousseau’s pedagogy and pedagogical proposals of the
Spanish Enlightenment. Based on the consideration that not everything new comes from the French
influence, nor originality is given by the Catholic component of the Enlightenment, but the Spanish
proposals are part of a complex system of “movement of ideas”, in which no only takes up elements
of the European Enlightenment and the re means, but also originate themselves.
Key Words: Education – Spanish Enlightenment – Rousseau – Circulation of ideas

PERRUPATO, Sebastián, “Entre el naturalismo y la tradición. Un estudio comparativo


entre la propuesta pedagógica de los ilustrados españoles y Rousseau”, en Avances
del Cesor, Año IX, N° 9, 2012, pp. 175-194.

175
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Introducción
En toda clase de proyecto hay que considerar dos cosas: primeramente, la bondad
absoluta del proyecto; en segundo lugar, la facilidad de la ejecución. Respecto al
primer extremo, es suficiente, para que el proyecto sea admisible y practicable en sí
mismo, que cuanto tenga de bueno esté en la naturaleza de la cosa; aquí, por ejemplo,
que, la educación propuesta sea conveniente al hombre, y bien adaptada al corazón
humano. La segunda consideración depende de las relaciones dadas en determinadas
situaciones: relaciones accidentales a la cosa, las cuales como consecuencia, no son
necesarias y pueden variar al infinito. De esta forma, tal educación puede ser practi-
cable en Suiza y no serlo en Francia.1

Sin dudas, Rousseau ha quedado en la historia del pensamiento europeo como uno de
los mayores intelectuales franceses. No cabe dudas tampoco, de lo esencial de su pensa-
miento para la pedagogía contemporánea, su figura fue muy trabajada desde la historia de
la educación dado que su impronta revolucionaria servirá de base para las nuevas corrientes
pedagógicas.
El cruce entre las propuestas pedagógicas de los ilustrados europeos ha generado inte-
resantes estudios que intentan vincular la pedagogía española de fines de siglo XVIII con
las ideas pedagógicas que impregnaban los aires europeos y generaban nuevo influjo a la
educación.2 Sin embargo, muchos de estos análisis repiten el planteo de la historiografía
tradicional que intenta ver en la ilustración española la copia de la francesa.3
El presente trabajo tiene por objetivo comparar la propuesta pedagógica roussoniana
con la que desarrollaron los ilustrados españoles, en un contexto algo distinto al del resto
de Europa, dada la impronta religiosa de una sociedad que, aún en el siglo XVIII, se negaba
a abandonar los cánones cristianos que daban fundamento a una sociedad estamental en
evidente crisis.
En este ambiente, parece contradictorio pensar que entre los ilustrados españoles adquiera
relevancia un corpus de ideas revolucionario como el rousseauniano. Pensar en la corriente
filosófica deísta a la que adscribía y llevarla a un contexto español católico a ultranza puede
parecer erróneo si no se tienen en cuenta otros factores.

1 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio o de la educación, Edaf, Bs. As, 2008 (1762), p. 33


2 Sobre el tema se recomienda ver el estado de la cuestión que ha realizado: LAZARO LLOREN-
TE, Luis, “La revolución francesa y su influencia en la ecuación española”. Revista de educación,
Nº 300, pp. 399-403. Ver también: RODRÍGUEZ ARANDA, Luis, “La influencia en España de las
ideas pedagógicas de John Locke”, Revista de pedagogía. Madrid, XXIV, Nº 47, 1954. 321-327.
OSSENBACH SAUTER, Gabriela y PUELLES BENÍTEZ, Manuel (eds.), La Revolución francesa
y su influencia en la educación en España, UNED, Madrid, 1991.
3 SARRAILH, Jean, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII, Fondo de Cultura
Económica, México, 1957.

176
Sebastián Perrupato

Ante una España en crisis la respuesta invariable fue la reforma. No obstante, la reforma
que profesaban los ilustrados europeos era, en muchos casos, demasiado revolucionaria para
una sociedad que creía firmemente en la tradición. En este marco, la educación también
debía reformarse y es ahí donde se suscitan diversas propuestas por momentos contradic-
torias y enfrentadas.
Pareciera que el análisis que muchos de los ilustrados españoles hacen de Rousseau va
en paralelo de su visión política y cívica. Toman aspectos pedagógicos que intentan integrar
a una sociedad tradicional, sin tener en cuenta que la propuesta del francés es una propues-
ta integral, que el Emilio se completa con el Contrato Social, y que su visión educativa
trasciende el ámbito pedagógico para influir en la sociedad transformándola en una utopía.
Sin embargo, éste no es el análisis de todos los ilustrados españoles. Algunos llevaban la
propuesta educativa un poco más allá, viendo en la educación una herramienta para trans-
formar la sociedad existente y planteando un ideal de reforma más próximo al roussoniano.
De esta manera el cruce entre las obras de Rousseau y la de otros ilustrados españoles
nos acerca a una visión panóptica de la Ilustración española, entendiéndola desde la Histoire
Croisée,4 y comprendiendo que la misma no es ajena a las propuestas que se suscitan en el
mundo, retomando conceptos e ideas y exportando las propias. En este sentido entendemos
que la apropiación de los discursos no consiste en la aceptación sistemática de las otras
propuestas, sino en la asimilación y adaptación de aquellas que son funcionales al contexto
en el que se encuentran inmersas.5

La propuesta pedagógica de Rousseau


entre el naturalismo y la revolución

Rousseau nació en Ginebra en 1712,6 poco es lo que se sabe de su vida posterior salvo
que su madre murió al nacer y que su padre debió exiliarse dejándolo al cuidado de su tío,
quien encomendó su educación a un pastor evangélico. Para 1750, redacta su Discurso
sobre las ciencias y las artes con el cual logra fama y prestigio. Sin embargo, habrá que
esperar hasta 1762 para que sus obras más importantes salgan a la luz; durante este año

4 WERNER, Michael. y ZIMMERMANN, Benedicte, “Beyond comparison: Histoire Croisée and


the challenge of reflexivity”, en History and Theory Nº 45, 2006, pp. 30-50.
5 El tema de la apropiación ha sido bastante trabajado por Michael Foucault y retomado desde
la historia por Roger Chartier. Al respecto se puede consultar: CHARTIER, Roger, El Mundo como
Representación. Historia Cultural: entre práctica y representación. Editorial Gedisa, Barcelona, 1992,
pp. 45-62.
6 Algunos autores intentan ver en este origen ginebrino el elemento para negar la nacionalidad
francesa a Rousseau, sin embargo, desde los 16 años pasó su vida en Francia, en el pueblo de Annecy
primero, Montpellier y Lyon después, asentándose en París a los 33 años donde permaneció hasta su
exilio en 1765.

177
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

publica El Contrato Social (tratado político) y el Emilio (tratado pedagógico) de los cuales
se desprende toda su doctrina pedagógica. Este último ha sido valorado, no solo por la crí-
tica contemporánea sino también por él mismo, como el mejor y más útil de sus escritos.7
Pero su publicación no fue del todo bien recibida en su tiempo, por el contrario, provocó
duras críticas por parte de la Iglesia y el gobierno civil –especialmente aquellas páginas de-
dicadas a la profesión de fe del Vicario saboyano y el Arzobispo de París– que lo obligarían
a dejar la ciudad francesa terminando sus días de exilio en Inglaterra donde Hume le brinda
hospitalidad. Quizás debido a esto la popularidad que alcanzó Rousseau no condujo a que
sus ideas fueran aceptadas y aplicadas a la educación de inmediato en Europa.
Posiblemente el éxito de Rousseau se deba a la originalidad de haber pensado la edu-
cación como una nueva fórmula para un mundo que había iniciado un proceso histórico de
dislocación política-social. Su obra es un punto de convergencia de grandes corrientes de
la época, donde se enfrentan teorías que no han dejado de gestar el pensamiento occidental
desde la antigüedad.
Si bien el autor se enmarca en el ámbito de la Ilustración, su pensamiento no se orienta
en total acuerdo con las teorías del racionalismo, por el contrario, se vuelca hacia el sub-
jetivismo y la espontaneidad emocional del naturalismo, es decir, el retorno del hombre a
la naturaleza. El tema del naturalismo pedagógico del ilustrado francés ha suscitado varias
contradicciones y discusiones, sin embargo, podemos afirmar –como lo hace Luzuriaga–
en que el naturalismo al que hace referencia el autor es un naturalismo en cierto sentido
humanista:
La naturaleza es lo primordial en la teoría de la educación roussoniana; pero la natu-
raleza se interpreta en ella de diversos modos… Rousseau busca al hombre primitivo,
natural y anterior a todo lo social. Pero ello es solo el aspecto externo y negativo de
la naturaleza. Lo primitivo y valioso en esta es la naturaleza como equivalente a lo
esencial del hombre, lo que tiene un valor sustantivo y permanente. El este sentido
hay que hablar más del humanismo que del naturalismo de Rousseau.8

El desarrollo natural tiene sus propias leyes, para que Emilio sea realmente libre no se
lo puede dejar al libre albedrío de la naturaleza, porque está destinado a vivir en sociedad.
La infancia ya no aparece en él como un estadio de preparación para ser adulto, sino
que es un estado especial con su propio equilibrio, sus propias leyes y reglas; la naturaleza
es la maestra perfecta y el hombre debe amoldarse a ella. El niño nace en una sociedad y
aparece destinado a vivir con sus semejantes, en este sentido pareceria necesario aislarlo9
en el momento del nacimiento y ponerlo bajo el cuidado de un preceptor cuidadosamente

7 Ver por ejemplo sus Confesiones (1770) y Ensoñación del paseante solitario (1776).
8 LUZURIAGA, Lorenzo, Historia de la educación y de la pedagogía, Losada, Bs. As., 1980,
p.166
9 Concepto en boga a partir de la epistemología lockeana

178
Sebastián Perrupato

escogido.10 Sólo estimulando al niño desde pequeño, se podria lograr una manera de com-
prender y valorar la existencia conforme a la naturaleza. En palabras del autor:
Se opina que los niños en libertad pueden adquirir malas posiciones y hacer movi-
mientos que perjudiquen a la buena conformación de sus miembros. Éste es uno de
los tantos vanos razonamientos de nuestra falsa sabiduría, y que ninguna experiencia
ha confirmado.11

La naturaleza ha fijado etapas necesarias para el desarrollo y desenvolvimiento corporal


y anímico del educando, principio llamado “ley de sucesión genética”. El Emilio se divide
según los diferentes estadios en la vida del protagonista y en consonancia con su desarrollo
biológico trata su aprendizaje.
Desde que el niño nace, la educación debe ocuparse de lo concerniente a los sentimien-
tos, y en este sentido el rol de la madre es esencial durante esta etapa; después desde los
2 hasta los 12 años el niño debe aprender a juzgar y valorar las cosas que se le ofrecen,
ganando cada vez más la conciencia de libertad; posteriormente entre los 12 y 15 años la
experiencia de la realidad debe orientarse mediante preguntas encaminadas a despertar la
curiosisdad del niño, siendo los intereses los que determinen la enseñanza; entre los 15 y
20 años Emilio debe iniciarse en los sentimientos de la amistad y la piedad, siendo los 18
años la edad propicia para comenzar a hablar de Dios, justo en el momento en que el estado
sexual comienza a despertarse para pensar en la necesidad de una compañera.
Luego de los 20 años, podría conseguir la compañía de una mujer cuyas características
son quizás el punto más enervado de la doctrina roussoniana.12 Sofía es el nombre de la
mujer elegida para acompañar a Emilio en su vida, la formación de ella es el paradigma de
la educación femenina, dada a partir de la subordinación al hombre:
Un determinismo natural gobierna el mundo femenino; su finalidad es ser esposa y
madre, agradar al hombre y darle hijos. La fuerza de la mentalidad burguesa, que
reintegra a la mujer al hogar, al servicio del hombre, pero elevándola al nivel de
compañera, y que reivindica el matrimonio por amor y la intimidad familiar.13

10 IGLESIAS, María. “Prologo”, en ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit.


11 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op Cit. p. 44.
12 No es nuestra intención realizar un estudio de género sobre el tema, ni detenernos en la proble-
mática de la mujer en la ilustración. Si retomamos este aspecto en la obra del ilustrado es solo a los
efectos de la comparabilidad que este tiene con otros ilustrados españoles. Sobre el lugar de la mujer
en la obra de Rousseau se pueden consultar: CALDERÓN QUINDÓS, Fernando: “La mujer en la obra
de Jean-Jacques Rousseau”, Revista de Filosofía, 2005, vol. 30, Nº 1, pp. 165-177. VALENZUELA
VILA María del Mar “La educación en el Emilio de Rousseau: infancia, adolescencia y mujer”,
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. 2009.
13 IGLESIAS, María, “Prólogo”, en ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., p.21

179
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Tradicionalmente los cientistas sociales han juzgado y criticado el papel de la mujer


en la obra de Rousseau como algo que contradice y anula la libertad y los avances que se
generan desde su propuesta. Sin embargo, a nuestro entender, el papel de la mujer es por
demás coherente con la propuesta educativa que hace lo que propone es un programa de
educación femenina que eduque para la familia. Como dice María del Carmen Iglesias: es
el “modelo de familia burguesa”14 que rompe con el modelo clásico, en el que las madres no
se hacían cargo de sus hijos y lo entregaban en manos de amas o prelados. En este sentido
es que consideramos que la obra no es contradictoria con su pensamiento, sino que responde
a un contexto histórico social distinto, así como a un modelo pedagógico que se inicia en
los primeros años de la infancia y en el cual la madre debe ocupar un lugar destacado en
la educación de los niños.
La educación para el trabajo es esencial en la pedagogía de Rousseau la educación de los
tutorados en un oficio tiene por fin, resguardar a los mismos de la desgracia. En este sentido
debemos recordar la necesidad del tutor del Emilio de educarlo en las “artes prácticas”, es
decir, en un oficio que lo prepare para la vida:
Poco me importa si mi alumno esté destinado a la espada, a la Iglesia, al foro. Antes
que la vocación de los padres, la naturaleza lo reclama para la vida Humana. Vivir
es el oficio que quiero enseñarle. Al salir de mis manos no será convengo en ello, ni
magistrado, ni soldado, ni sacerdote; Será hombre ante todo: todo lo que el hombre
debe ser, sabrá serlo, en caso necesario tan bien como cualquiera; y por más que la
fortuna le haga cambiar de lugar, el siempre estará en lo suyo.15

Nos queda pues, en este breve recorrido, hacer referencia a la educación positiva y ne-
gativa que propugna el autor. Anteriormente hemos mencionado que la educación del niño
debía ser gradual, es decir, según los estadios propios de la naturaleza, en este sentido el
educador debe saber acompañar el desarrollo del niño e intervenir lo menos posible en este
proceso de aprendizaje. Siendo así, que la educación humana debe ser negativa hasta los
12 años, si se introduce en esta edad el error y el vicio será muy difícil extraerlo después,
el tutor debe preservarse al niño del error sin enseñar principio alguno.
Este concepto no excluye la dirección del maestro. Rousseau entiende la educación
negativa como una educación indirecta no como la inactividad del educador. No se trata
de que el alumno haga lo que quiera de modo absoluto, sino de controlar indirectamente
su ambiente, sus experiencias, sus compañías, sus juegos, sin pretender llevar a cabo una
instrucción de la que no podría beneficiarse.
Llamo Educación Positiva la que tiende a formar prematuramente el espíritu del niño,
y ha de instruirle en los deberes que corresponden al hombre. Y llamo Educación

14 Ibídem.
15 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., Libro I.

180
Sebastián Perrupato

Negativa a la que tiende a perfeccionar los órganos, que son los instrumentos del cono-
cimiento, antes de darle contenido alguno, y que procura preparar el camino a la razón
por el ejercicio adecuado de los sentidos. Una educación negativa no supone un período
de pereza. No da ninguna virtud, pero protege del vicio; no inculca la verdad, pero
protege del error. Prepara al niño para que siga el camino de la verdad, cuando llegue
a la edad de comprenderla; y el de la bondad, cuando pueda reconocerla y amarla.16

En síntesis, Rousseau vela por una educación integral, total, libre, gradual natural y
humana. Es un proyecto político revolucionario que se inicia con El Contrato Social y se
cierra con el Emilio. La educación que propone es una educación utópica que poca aplicación
tiene en la práctica.17 Pretende educar en un radical individualismo de modo que cuando se
haya logrado un pleno autodominio, pueda el individuo entregarse a la voluntad general. La
sociedad que desea Rousseau no es la suma de voluntades individuales, sino la anulación
de toda afirmación y deseo individual en pos de una construcción mayor.
La educación de la naturaleza, que programa Rousseau es idílica y es contradictoria con
la esencia misma del ser social, siendo la no superación de esta contradicción la fuente de
todos los males pedagógicos, sociales y morales, ser un hombre sin contradicción interna
(ideal que el mismo no puede alcanzar) es el objetivo educativo de Rousseau.18

España Ilustrada ¿Copia francesa o originalidad nacional?

La historiografía tradicional, argumentaba que el menesteroso nivel intelectual de las


últimas décadas del Siglo XVII se prolonga durante las primeras décadas del XVIII. Se ha
concebido el reinado de Felipe V como un desierto intelectual en el que aparece y se alza
solitaria la figura de Benito Jerónimo Feijoo. Sin embargo. durante los últimos años esta
concepción se ha matizado, argumentando que desde fines del siglo XVII comienzan a
expandirse como en el resto de Europa, nuevas orientaciones científico-filosóficas.19
Las nuevas ideas no hallaban su lugar en las aulas monásticas ni en los claustros universi-
tarios, dominados por los peripatéticos. Su lugar de desarrollo fueron las tertulias sostenidas
por los grandes magnates, sin duda, la más importante fue la de Sevilla.20 Aferrados a los

16 Ídem, Libro V.
17 El mismo Rousseau habría recriminado a un admirador suyo por someter a sus hijos a las normas
expuestas en su obra.
18 SPAEMAN, Robert, Rousseau - Mensch oder Bürger, Stuttgart, 2008.
19 Hugo de O Manrique, comerciante extranjero en la bahía de Cádiz publica su libro “Análisis
geométrico”, obra alabada por Newton; Juan Cabriada en Madrid, en 1687, hace lo mismo con “Cartas
filosóficas, medico-Chynica” en las que demuestra estar al corriente de los adelantos europeos; se
destaca también un grupo de matemáticos en Valencia: Zaragoza, Tosca y Corachan.
20 Pese a su decadencia, esta ciudad, mantenía amplios contactos exteriores al punto de crear en

181
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

principios tradicionales y convencidos de que toda novedad por el mero hecho de ser nueva
era falsa y peligrosa, los escolásticos llamaban a sus adversarios Novadores o Novatores.
En este contexto la aparición de las obras de Feijoo se ubicaban dentro de una lucha
contra la España obscurantista y venía a “desengañar al vulgo de las supersticiones”21, es
decir, a realizar una crítica racional y empírica, buscando la erradicación del error. Así
su “Teatro Crítico Universal” y sus “Cartas Eruditas” son una síntesis de modernismo y
tradición, se encuentran a caballo entre lo viejo y lo nuevo, defendiendo cuestiones que
tienden a la conservación del orden, pero incluye otras más modernas relacionadas con las
nuevas ideas de la sociedad.
Pero la figura de Feijoo no es la única que aparece como charnela entre estos dos puntos,
otras figuras importantes adquieren relevancia durante el siglo, entre ellas destacan Martí,
Miñana, Mariana, Enrique Flores y Gregorio Mayans22 quien discutiría abiertamente con
Feijoo, pese a que su obra adquirirá especial relevancia después de la primera mitad del
siglo XVIII
En este contexto aceptar que la llegada de la Ilustración a España aparece en un con-
texto de desierto intelectual donde la apropiación se da como resultado de la necesidad
de llenar este vacío, puede resultar equivoco. Por el contrario, la rica tradición previa a la
Ilustración forma la base que definió la dirección y el sentido de la apropiación española
del pensamiento europeo.
En este sentido cabe preguntarnos: ¿En qué medida España se vió influida por el mo-
vimiento de las luces? ¿Es cierto que a España le ha faltado su gran siglo Educador y que
todo lo nuevo en esta materia ha sido importado del resto de Europa? Estas dos preguntas
han desvelado a muchos intelectuales españoles que se han preocupado por encontrar en
las particularidades españolas respuestas a estos interrogantes. Así muchos entendieron que
la originalidad de la Ilustración española estaba dada por su talante católico.23 Sin embar-
go, si analizamos las propuestas pedagógicas, advertimos que ya en la primera mitad del
siglo XVIII francés, se alzaba la figura del educador Carlos Rollin quien propugnaba una
educación católica amparada en el catecismo histórico de Fleury,24 obra que será retomada
posteriormente en España por otros ilustrados como por ejemplo, Clavijo y Fajardo.

1697 la “Sociedad de Medicina de Sevilla”.


21 MESTRE, Antonio, Despotismo e ilustración en España; Barcelona, Ariel, 1976, pp. 35
22 Al respecto pueden consultarse: FLORES, Enrique, La España Sagrada; MAYAS, Vida de Miguel
de Cervantes Saavedra, España primitiva; La continuación de Historia de Rebus Hispaniae (1730)
de MARIANA por su discípulo MIÑANA y De bello rustico valentino (1752).
23 MESTRE, Antonio, La Ilustración, Sintesis, Madrid, 1993 o La Ilustración española, Arco,
Madrid, 1998.
24 Sobre el tema se puede consultar: MORENO, Juan, POBLADOR, Alfredo, DEL RIO, Dionisio,
Historia de la Educación. BIE, Madrid, 1971.

182
Sebastián Perrupato

En este sentido, aceptamos que la llegada de los Borbones a España trajo como con-
secuencia un mayor contacto con otras naciones, así como un mayor conocimiento del
pensamiento pedagógico europeo. Historiadores como Américo Castro nos dicen:
Al llegar el siglo XVIII España se incorporó a Europa, se emparejó con ella… Los reflejos
españoles de la ilustración fueron tenues y no afectaron al hombre consigo mismo,
con la sociedad con Dios y con la naturaleza… La herejía de algunos intelectuales a fin
de siglo XVIII era el simple eco de lo pensado fuera de España. Espontáneamente los
españoles no tenían nada propio con qué reemplazar sus creencias, en algunos casos,
se limitaban a reaccionar violentamente contra ellos.25

Por otro lado, pensadores más conservadores han analizado el fenómeno desde una
perspectiva diferente, Menéndez Pelayo escribía por ejemplo:
La revolución triunfante ha divinizado a sus ídolos y enaltecido a cuantos le prepa-
raron fácil camino; sus nombres, los de Aranda, Floridablanca, Campomanes, Roda,
Cabarrús, Quintana… Viven en la memoria y en la lengua de todos; no importa su mérito
en absoluto; basta que sirviesen a la revolución, cada cual en su esfera; todo lo demás
del siglo XVIII ha quedado en su sombra.26

A su vez Ramiro de Maeztu entiende que: “La raíz de la revolución de España, allá
en los comienzos del siglo XVIII, ha de buscarse únicamente en nuestra admiración del
extranjero. No brotó de nuestro ser, sino de nuestro no ser”.27
En este orden de ideas, no proponemos que la educación durante la Ilustración española
fue la aceptación sistemática de todos los preceptos externos (roussonianos, lockeanos, entre
otros), ni tampoco la originalidad manifiesta que enarbolaba las ideas de una educación
católica, sino un complejo fenómeno de intercambios culturales, con ideas y pensamientos
que circularon en ambas direcciones, aunque, una dirección es notoriamente más marcada.
Pierre Bourdieu ha trabajado con el concepto de “circulación de ideas”28 que parece
oportuno aplicar aquí. Por “circulación de ideas” se entiende el proceso de emisión y recep-
ción de las ideas desde unas regiones hacia otras, asumiendo que en este transcurso se van

25 CASTRO, Américo, Los españoles, cómo llegaron a serlo, Taurus, Madrid, 1965, pp. 138-139.
26 MENENDEZ PELAYO, Marcelino, Historia de los heterodoxos españoles, Editorial Nacional,
Madrid, 1956. T. II, p. 667.
27 MAEZTU, Ramiro, Defensa de la Hispanidad, Rialp, Madrid, 1952, p. 18.
28 BOURDIEU, Pierre, “Las condiciones sociales de la circulación internacional de ideas”, Confe-
rencia 30 de octubre 1989 para la inauguración de Frankreich-Zentrum de la Universidad de Friburgo.
Publicado en: Diario de la Historia de la literatura romántica, 1990. pp. 1-10.

183
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

produciendo mutaciones o hibridaciones29 y que “el significado y la función de las obras


extranjeras son determinadas tanto por el campo de acogida como por el campo original”.30
El análisis del cuál partimos para la realización del presente trabajo pretende entonces
acercar el pensamiento ilustrado español al pensamiento pedagógico roussoniano en clave
comparativa, entendiendo que forman parte de un proceso más amplio de “Circulación de
ideas”, propio del pensamiento de un siglo profundamente ecléctico. En este sentido, lo
entendemos como un proceso de apropiación de ideas en diferentes direcciones en el cual
la apropiación que los ilustrados españoles tienen de ideas pedagógicas europeas, responde
siempre a la lectura que, con un contexto e intereses diferentes, hicieron los españoles.31

Cruzando fronteras, comparando destinos.


La propuesta de Rousseau en la pedagogía española dieciochesca

Muchos de los ilustrados españoles han leído e incluso se han carteado con Jean-Jaques
Rousseau, sin embargo, como mencionamos anteriormente, el acercamiento a este intelectual
pudo haber sido encausado en dos direcciones: en primer lugar encontramos aquellos ilus-
trados españoles que parecen no haber entendido que la propuesta roussoniana era utópica y
revolucionaria. La mayor parte de estos intelectuales no dudaron en utilizar ideas del autor
sin haber comprendido que las dos obras de 1762 forman un todo y que El Contrato Social
debiera considerarse como una especie de apéndice al tratado de educación.32 En una segunda
dirección, podemos situar a los ilustrados que aceptaban este postulado pedagógico como
parte de un todo, manteniendo en sus escritos un talante más jacobino y revolucionario.
A continuación analizaremos algunas de las propuestas ilustradas que se han apropiado
de las ideas circulantes y las han reelaborado en función del interés y contexto. Los auto-
res analizados han sido de gran importancia para la época, tanto dentro como fuera de la

29 El concepto de “hibridismo cultural” ha sido trabajado por Peter Burke quien entiende que se
trata de un encuentro cultural. Encuentro, que implica no solo bilateralidades simétricas sino tam-
bién fusiones, sincretismos, adaptaciones, circularidades, traducciones, segregaciones y resistencias.
El termino aparece así “escurridizo y ambiguo al mismo tiempo literal y metafórico, descriptivo y
explicativo” BURKE Peter, Hibridismo cultural, Editorial Akal, Madrid, 2010.
30 BOURDIEU, Pierre, “Las condiciones…”, Op. Cit., p 3.
31 Para Roger Chartier la apropiación apunta a una historia social de usos e interpretaciones fun-
damentales inscritas en las prácticas específicas que los producen. Se trata de prestar atención a las
condiciones y a los procesos que llevan las operaciones de construcción del sentido es reconocer, en
contra de la antigua historia intelectual, que ni las inteligencias ni las ideas son descarnadas, y contra
los pensamientos de lo universal, que las categorías dadas como invariables, ya sean filosóficas o fe-
nomenológicas, deben construirse en la discontinuidades las trayectorias históricas. Ver: CHARTIER,
Roger, El Mundo…, Op. Cit.
32 Correspondance generale de Jean-Jaques Rousseau. Paris. 1924-1934, V. VII, p. 233.

184
Sebastián Perrupato

península. Sin embargo, no podemos obviar el detalle, para nada menor, que implican los
ámbitos de circulación de sus producciones. Así, si bien existen algunos de mayor popula-
ridad, otros se han movido más en la esfera privada y sus producciones no han sido de gran
difusión dentro del público en general.

Primera infancia y educación materna: Clavijo y Fajardo


Si bien el tema de la primera infancia ha sido una preocupación común a casi todos los
ilustrados españoles, Clavijo y Fajardo ha sido uno de los que más se ha dedicado al tema.
Este intelectual abreva en varios autores tanto ingleses como franceses, aunque desde el
aspecto pedagógico tiene una clara dependencia con Locke y Rousseau. Con respecto a su
dependencia roussoniana ha escrito Espinosa:
El hecho de ser coetáneas las obras de Clavijo y Rousseau y de escribir ambos bajo la
inmediata influencia de los pensamientos de pedagogía lockianos parece indicar que
las semejanzas, que entre los escritos de uno y otro se advierten, tienen por única causa
el ser una misma fuente la que alimentó las obras de ambos escritores. No es así, sin
embargo. La influencia de Rousseau en la obra pedagógica de Clavijo es innegable, y
si las analogías que con relación a la educación de los niños se encuentran en ambos
responden a la causa anteriormente supuesta, no sucede lo mismo en lo que responde
a la educación femenina.33

En este sentido, es innegable la influencia roussoniana, en el discurso que el autor


tiene acerca de la mujeres, según Espinosa, la teoría feminista de Clavijo no es más que
la traducción de algunos párrafos de Sophie. Este pensamiento ha sido reforzado por la
historiografía contemporánea donde el estudio comparado entre la obra de Rousseau y El
Pensador demuestra que la mayor parte de éste es una mera traducción de algunas páginas
del libro I del Emilio.34 Esta misma dirección toma Negrin Fajardo cuando afirma:
La coincidencia de Rousseau y Clavijo es bastante amplia en el tema de la mujer.
Clavijo se muestra más razonable, menos provocador que Rousseau, pero no deja de
mantener una postura conservadora basada en el deseo de que la mujer de su tiempo
volviese a ser la que ellos recordaban como ideal de un pasado mejor; era seguramente
la nostalgia que sentían por la figura femenina que introyectaban en su infancia y que
las costumbres dieciochescas perturbaban.35

33 ESPINOSA, Agustín, Don José Clavijo y Fajardo, Cabildo Insular, Las palmas de Gran Canarias,
1970. p.108.
34 Al respecto se puede consultar: NEGRIN FAJARDO, Olegario Estudios de la Historia de la
Educación en Canarias, Cabildo Insular, Las Palmas de Gran Canaria, 1998 y SANTOS PUERTO,
José “La penetración de Rousseau en España: El caso de El pensador, de Clavijo y Fajardo”, Estudios
franceses en memoria de A. Cioranescu, Isla Abierta, La Laguna, 2004, pp. 1249-1262
35 NEGRIN FAJARDO, Olegario Estudios de la Historia…, Op. Cit., p. 275. Citado en: SANTOS

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Por otro lado, en cuanto a materia educativa, percibimos en sus obras una clara corres-
pondencia con el Emilio al defender la importancia de que las mujeres se hagan cargo de
la educación primera de sus hijos.36 En Palabras del autor:
Los grandes, los señores, los ricos, y aun los que apenas logran una mediana fortuna,
están en tranquila posesión de desembarazarse de sus hijos desde que salen del seno
materno. Ve aquí un error enorme, error perjudicial para el estado, a la salud de la
madre, diametralmente opuesto a sus mejores, y más sólidos derechos, y que casi la
degrada de los fueros, y preeminencias de la maternidad…
Quisiera que me dijesen las madres para qué fin discurren que el autor de la naturaleza
les ha dado estos medios… ¿Para dar más elegancia a su figura?37

Para el autor –al igual que para Rousseau– la educación que deben impartir los padres
es fundamental. Así Clavijo critica la falta de juicio para la elección de los preceptores en
los sectores altos de la sociedad donde parece primar el factor económico al de preparación
o instrucción del maestro.
Es muy notable y digno de compasión, que un padre, que no perdona gasto alguno
para procurar a sus hijos establecimientos brillantes, y que a costa de gastos exce-
sivos les mantiene magníficos vestidos, y equipajes, y multitud de criados inútiles,
solo conozca la economía cuando se trata de buscar, y atraer una o más personas que
cultiven el espíritu de los mismo, los instruyan en la religión, planten en sus corazones
las semillas del sano moral y de la buena política.38

Es claro que Clavijo lee y reinterpreta a Rousseau. Sin embargo, el español, rompe con
la propuesta roussoniana al considerar que la educación es y debe seguir siendo una edu-
cación católica, desde la primera infancia a cargo de los padres. Al tiempo que proclama
que el maestro debe ser “Un censor rígido de (la) conducta y un maestro ilustrado”.39 Así,

PUERTO, José “La penetración…”, Op. Cit.


36 En este sentido el Libro primero del Emilio es muy sugerente: “Es a ti a quien yo me dirijo,
tierna y previsora madre que sabes apartarte de la carretera y garantizar al arbolillo naciente contra
el choque de las opiniones humanas! Cultiva, riégala planta joven antes de que ella muera: sus frutos
harán un día tus delicias. Forma a su hora un cerco en torno al alma de tu hijo; otro puede señalar
el circuito pero tu sola debes alzar la barrera” ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, 1762. Libro 1,
p 36.
37 CLAVIJO y FAJARDO, José, Antología de El pensador, Introducción de Sebastián de la Nuez,
Islas canarias. 1989. Pensamiento XII: Sobre la educación, p. 105.
38 CLAVIJO y FAJARDO, José, El pensador, Imprenta de Joaquín Ibarra, Madrid, 1767. Pensa-
mientos LXIII y LXIV: La educación de las clases pudientes, p. 185.
39 Ídem, p. 186

186
Sebastián Perrupato

el castigo se impone en la pedagogía de Clavijo, como forma de corrección, distanciándose


de la propuesta del francés.40

Enseñar desde la experiencia: Viera y Clavijo


La preocupación por la experiencia en la educación ha sido algo constante en las pro-
puestas ilustradas desde Locke en adelante. Rousseau siguiendo este pensamiento le brindo
a la experiencia un lugar destacado en su pedagogía.
La influencia de autores como Locke, Voltaire, Montesquieu y Rousseau se expresa en
el planteo político que Viera hace de la educación, pero también en cuestiones pedagógicas
propias de la enseñanza. Así, para el ilustrado canario, existen dos cosas que se le deben
encargar al maestro con mucho cuidado:
La una que no se presente desde luego la lectura a los niños, como un trabajo serio,
pues ciertamente su edad no sufre esas formalidades; y la otra que no se enfade con
ellos ni los castigue, aunque vea que no hacen unos progresos rápidos. La displicencia
y el aire pedante de un maestro imprudente o precipitado es casi siempre la causa de
aquel intimo disgusto que sienten regularmente los muchachos y que conservan toda
la vida por lo que llaman ciencia y estudio.41

En este sentido la propuesta pedagógica de Viera se profundiza alcanzando claros ca-


racteres revolucionarios dentro de la educación, similares a la pedagogía roussoniana. Al
igual que Rousseau, parte del conocimiento desde la experiencia y de la motivación del
alumno para la enseñanza. Como mencionamos anteriormente la experiencia y el descubri-
miento del placer del niño son fundamentales en la pedagogía del francés.42 Así, Viera se
distancia de Clavijo, no solo en el aspecto pedagógico, sino también al dejar como garante
de la educación al estado, en lugar de la familia, de aquí también se desprende la influencia
del influjo francés al pedir la intervención del gobierno en la educación, en el sentido que
Rousseau le había otorgado a la educación Pública.

40 Dice Rousseau al respecto: “Ya he dicho lo suficiente para dar a entender que nunca es necesario
infringir a los niños el castigo como castigo, sino que éste le debe llegar como una secuencia natural
de su mala acción”, ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., Libro II, p. 110.
41 VIERA Y CLAVIJO, José, El sindico Personero General, Cabildo Insular, Las Palmas, 1994
(1764), p. 84.
42 Rousseau defiende esta idea tomando como ejemplo la Geografía: “Queréis enseñar la geografía
a este niño, y vais a buscar globos, esferas, mapas: ¡Cuánto aparato! ¿Por qué todas estas representa-
ciones? Comenzad por enseñarle el objeto mismo, a fin de que él sepa al menos de que le habláis!”.
ROUSSEAU Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., Libro II, p. 191.

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Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Instrucción pública y formación integral: Jovellanos


En los Diarios de Jovellanos, se observan alusiones frecuentes tanto de Rousseau, como
de otros intelectuales franceses e ingleses. Se suele coincidir, afirma Negrin Fajardo, “en
la influencia especial que Rousseau, Locke, Smith y Mably tuvieron en la conformación
de su ideario pedagógico”.43
Podemos comparar dos aspectos fundamentales en los que pareciera verse la influencia
roussoniana, estos son: la instrucción pública y la formación integral del hombre. En cuanto
a la instrucción pública, podemos decir que –al igual que otros– postulaba la sustitución de
los poderes eclesiásticos por los estatales, que debían ocuparse de una educación pública
y universal, con el fin de desarrollar cultural y económicamente a la sociedad española.
Siguiendo el principio enciclopedista del ilustrado francés, se pregunta en sus Memorias
si la educación pública es el origen de la prosperidad social, arribando a la conclusión de
que la misma reclama una formación a los derechos y deberes del ciudadano, aspirando a
formar miembros de la sociedad y sujetos de derechos.44
Por otra parte, propone una educación integral que se apoye en el humanismo pedagó-
gico, al tiempo que instruya en artes y oficios. Desde esta perspectiva la reforma educativa
de este ilustrado defendía, al igual que Campomanes,45 la necesidad de enaltecer la figura
del artesano como una persona honorable. El honor estaría dado por el respeto que pudiera
conseguir en el lugar que a cada uno le toca en la sociedad. En este sentido debemos re-
cordar, una vez más, la necesidad del tutor de Emilio de educarlo en un oficio que aunque
nunca lo vaya a ejercer, le ayude a estar prevenido.
Sin embargo, Jovellanos rompe con la propuesta roussoniana al integrar la religión.
Dice en su Memoria sobre la educación pública: “el objeto general de toda instrucción
se cifra en el conocimiento de Dios, del Hombre y de la naturaleza”.46 Así la renovación
pedagógica se ve frenada por la profesión de fe del ilustrado, con la cual la propuesta de
Rousseau no condice.

El problema de la educación femenina: Pedro de Montengón


El Eusebio de Montengón es quizás uno de los trabajos que más ha sido comparado
con el Emilio. Los trabajos de literatura comparada revelan ideas y planteos similares que

43 NEGRIN FAJARDO, Olegario, Historia de la educación española, UNED, Madrid, 2006, p.


172.
44 Ibídem.
45 RODRÍGUEZ de CAMPOMANES, Pedro, Discurso sobre el fomento de la industria popular,
Imprenta de Antonio Sancha, Madrid, 1774.
46 JOVELLANOS, Gaspar, Memoria sobre la educación pública o tratado teórico-práctico de
enseñanza, Rivadeneyra, Madrid, 1802, T. XLVI. p 239

188
Sebastián Perrupato

pueden tener su origen en la remembranza que ambos autores hacen de clásicos como
Epicteto y Séneca.47
Las discusiones en torno a la figura de la mujer durante la ilustración y las producciones
discursivas al respecto ha sido ampliamente trabajados por la historiografía que abordó las
cuestiones de género, en este sentido sólo señalaremos aquí la construcción que ambos
autores hacen del ideal de feminidad asociado a la maternidad y a la crianza.48
El análisis de Montengón invierte el orden del análisis roussoniano. En el Emilio la
educación del niño aparece claramente expuesta en el primer apartado de la obra; mientras
que en el texto español, ésta aparece como el resultado de la necesidad de Eusebio de educar
a su hijo, en el último tomo de la obra.
El tema antes trabajado de la defensa al amamantamiento de las madres y al cuidado y
educación de los padres en primer lugar hacen creer que la cuarta parte del Eusebio es casi
la traducción del primer capítulo de la obra de Rousseau. Sin embargo, esta dependencia y la
afección por bregar por el cuidado familiar es, como dijimos, fácilmente rastreable en toda
la literatura Ilustrada de la época desde Locke en adelante. Así, ambos autores reconocen
de vital importancia la educación del niño por los propios padres por lo menos desde su
nacimiento hasta entrados los dos años donde el infante ya aprenda a jugar y valorar las
cosas que le interesan. Dice Eusebio a Leocadia al respecto:
El hijo no puede tener mejor maestro que el padre ni debieran tener otros los hijos. Mas
¿Cuántos hay que conozcan y ejerciten esta obligación que la naturaleza les impone?
Las mismas madres hacen traición a la más pura ternura de su afecto, para eludir la
incomodidad de criar a sus pechos los hijos49

Ambos autores coinciden en la necesidad de educar a los tutorados en un oficio a fin


de que cuando las aceche la desgracia este preparado para afrontarla. Nada depreciable es
el horror y la congoja con que las madres de Emilio y Eusebio recibirán la propuesta de
los preceptores de una educación artesana. Así por ejemplo proclama la madre de Emilio:
“¡Un Oficio mi Hijo! ¡Mi hijo artesano! Señor en que estáis pensando?”.50 La misma Susana

47 Ver por ejemplo: BANNAN; Edward, Dos novelas pedagógicas de Montegón y sus relaciones
con Rousseau, (Tesis) Universidad de Madrid, 1932; ISAAC, Jeanne, Les vicisitudes de 1786 a 1851
de un roman rousseauiste en Espagne: “Eusebio” de Pedro Montengon, (Tesis) Universidad de
Burdeos III, 1978; Ambas citadas en GARCÍA LARA, Fernando, Introducción al Eusebio, Editora
Nacional, Madrid. SANTOJA, Pedro, El “Eusebio” de Montengón y el “Emilio” de Rousseau: el
contexto histórico (trabajo de literatura comparada,) Alicante, CSIC, 1994.
48 Sobre el tema se puede consultar: MOLINA PETIT, Cristina, Dialéctica feminista de la educación,
Barcelona, Anthropos, 1994.
49 MONTENGON, Pedro, Eusebio, Casa de Mason e hijo. Paris, 1824, Cuarta parte, p. 200
50 ROUSSEAU, Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., Libro III, p. 224

189
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

tendría un arrebato semejante ante la propuesta de Hardyl.51 Al pesar de ambas madres, las
familias terminan cediendo a la educación propuesta por los tutores. Situación ante la cual
Emilio aparece más pasivo que Eusebio quien se muestra indignado por el oficio que le
tocó en suerte y protestando se manifiesta en contra, aunque termina por acostumbrarse. Así
cuando Susana le pregunta por él, el mismo niño termina respondiendo: “Poco a poco me
iré acostumbrando; el tiempo y la necesidad me lo harán más llevadero de lo que hubiera
pensado”.52
Por otro lado, el rol de la mujer en ambas obras es por momentos diferente, Leocadia
(Mujer de Eusebio) no es una copia fiel de Sofía, tienen particularidades y diferencias en
torno a la educación. La mujer ejemplar de Rousseau es una mujer cuya educación esta
dada a partir de su lugar al lado del hombre, que tiene manejo de lectura, que conoce muy
bien las artes de la casa y que posee religión, sencilla “Pocos dogmas y menos practicas
que devoción”,53 pero fundamentalmente fiel.
Leocadia, en cambio, no posee mucha instrucción es Eusebio quien después de casados
deberá instruirla en la moral, la virtud y la región dado que ella desconoce hasta el Evangelio.
Esta mujer, también desconoce criterios prácticos, siendo su marido quien debe orientarla
sobre cómo amamantar o fajar al bebe.
Finalmente, Leocadia aparece con un rol más activo en la obra que el de Sofia, ésta es
menos sometida al marido y menos sumisa, distinta a la actitud que la mujer de Emilio
tiene para con este.
Ambos trabajos presentan un mismo problema de modo distinto. Mientras en el texto
español la novela deja entrever los lineamientos pedagógicos; por el contrario, el texto
francés es el tratado pedagógico el que deja entrever la novela.

Educación y Revolución: Francisco Cabarrús


Francisco Cabarrús es, con todo, el más revolucionario de los ilustrados españoles, él
ve a la educación como necesaria para el progreso de las luces y como medio para que el
cambio de la sociedad opere pacíficamente.
Para el autor, la educación –que es todo lo que le pasa a uno desde que nace hasta que
muere– debe fomentar el patriotismo, el sentimiento nacional, de pertenencia a la comunidad
política, la adhesión al Estado, así como los sentimientos morales. Propone una educación
específicamente política, para la que es necesario que se publique y se imponga un “cate-
cismo político”.54 Se trata de difundir los conceptos fundamentales sobre la sociedad que

51 “Con todo Susana dió quejas a su marido mostrándose resistir a una educación tan extravagante”
MONTENGÖN, Pedro. Eusebio, Sierra y Martin, Barcelona, Primera parte, 1793, p. 23
52 Ídem, p. 39
53 MONTENGON, Pedro, Eusebio…, Op. Cit., p. 459
54 CABARRÚS, Francisco de, “Sobre los obstáculos que la naturaleza, la opinión y las leyes a la

190
Sebastián Perrupato

han de ser patrimonio común de todos los ciudadanos. Es un proyecto de enseñanza laica,
gratuita, igualitaria y obligatoria.55
En sus Cartas, retomando a Rousseau, Cabarrús propone una educación gradual, donde
las etapas en la educación son fundamentales. El niño desde que nace es capaz de razonar,
sin embargo, el origen de este razonamiento es sensible no intelectual, por ello, dependerá
exclusivamente de las capacidades de los educadores el éxito o el fracaso de la enseñanza.
En este sentido, debe el tutor tener como base la experiencia, algo que ya habíamos men-
cionado como clave para el caso de otros intelectuales españoles.
Para Cabarrús la educación deberá orientar a los niños según su vocación desde de los
10 años, teniendo en cuenta las necesidades del Estado, así se privilegian los oficios nece-
sarios: agricultores, artesanos, industriales y comerciantes, dándose menos lugar al estado
religioso, la milicia, la jurisprudencia y a todas aquellas clases de procuradores, agentes de
oficina y criados.56 Esto también lo vemos refrendado en el citado pasaje del Emilio en el
que Rousseau defiende la formación en diferentes artes “para la vida”.
El proyecto de este ilustrado es un proyecto verdaderamente revolucionario parece
comprender la totalidad de la obra roussoniana y se dispone a llevarla a la práctica desde la
reforma, con el fin de evitar la sangrienta experiencia de Francia en 1789.

Conclusión

Al empezar el trabajo citábamos un fragmento del Emilio donde Rousseau manifestaba


sus reticencias a implantar el modelo pedagógico en otro contexto diferente al francés.
En la misma dirección, Bourdieu afirma que los textos circulan sin sus contextos, es decir
sin su campo de producción y que al insertarse en un campo de producción diferente se
resignifican.57 El proceso de apropiación que ha trabajado Chartier58 en función de las lec-

felicidad pública”; 1795, en DE OCHOA, Eugenio (compilador), Biblioteca de autores españoles,


desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Epistolario español. Madrid, 1870. T. II. Carta
segunda, p. 570.
55 Quizás los dos términos que generen más controversias en esta afirmación sean los de Laicidad e
igualdad: En cuanto al primero el autor es muy claro al respecto, la religión no debe formar parte de
la educación, ya que la instrucción debe estar abocada a la construcción de ciudadanos que respeten
los ideales políticos. Por otro lado, el término igualdad hace referencia al intento de instituir tanto a
ricos como a pobres de forma igual y simultánea, a fin de conformar en todos una conciencia política
de unidad y respeto al gobierno. PERRUPATO, Sebastián, “Pedagogía y crítica en el siglo XVIII
español. La obra de Francisco Cabarrús”, en GONZÁLEZ MEZQUITA, María Luz (coordinadora),
Historia Moderna, Viejos y Nuevos problemas, Eudem, Mar del Plata, 2009.
56 CABARRÚS, Francisco de, Cartas…, Op. Cit.
57 BOURDIEU, Pierre, “Las condiciones sociales…”,Op. Cit., pp. 2 y 3
58 CHARTIER, Roger, El Mundo…, Op. Cit.

191
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

turas, nos permite apreciar la complejidad de un fenómeno que se apropia de un discurso


extranjero pero que al mismo tiempo, como todo proceso de apropiación, lo reelabora y le
da nuevo sentido.
La realidad española era, sin dudas, algo distinta a la francesa, los historiadores han
querido ver en esta diferencia –dada, entre otras cosas, por la religiosidad– un elemento de
autenticidad para la construcción de un siglo ilustrado español. Sin embargo, el cruce de
la obra de Rousseau con otras obras españolas, nos revela que mucho es lo que dista esta
realidad de ser cierta. España –como gran parte de Europa– atravesaba en este siglo por
una crisis de la cual era necesario salir. En este sentido
Si la sociedad estamental del antiguo régimen y el sistema educativo y filosófico tra-
dicional se oponían a las reformas era imprescindible eliminarlos, como se propuso
en las diversas fases de la revolución francesa, o transformarlos como defendía la
versión española ilustrada representada entre otros por Jovellanos o Campomanes.59

No podemos decir exactamente hasta qué punto las propuestas ilustradas españolas deben
su influjo al genio francés o si, por el contrario, solo son el resultado de las relecturas de
autores clásicos y modernos que tanto Rousseau como los españoles conocían muy bien. En
este sentido debemos reconocer la labor que los Novatores han hecho en materia educativa.
Feijoo, Corachán, Cabriada y Mayans entre otros, se han convertido en un reverbero en el
cual la generación de ilustrados pudo ver sus antecedentes.
Podemos decir, en cambio, que los ilustrados españoles del siglo XVIII leen y reinter-
pretan a Rousseau, pero no solo a él. Las propuestas de principio de siglo y los caracteres
propios del contexto español, hacen necesaria una redefinición de la obra del ilustrado
francés que muchas veces poco es lo que se ajusta a su sentido original, en la comprensión
del carácter revolucionario y utópico del Emilio.
Con todo es quizás Cabarrús quien mejor ha interpretado y adoptado el modelo del
Emilio, pero justamente es por ello que su obra tiene más de francesa que de española;
muchas veces este ilustrado parece no tener en cuenta el contexto que lo rodea y pierde así
las características propias de una Ilustración que aunque, infiltrada por lo francés, responde
a caracteres españoles que tienden a reproducirse en el resto de Europa por medio de la
“circulación de ideas”. Sin embargo, este tema aún está por estudiarse y nadie, por lo que
se conoce, ha destacado hasta que punto podemos hablar de la influencia de los ilustrados
españoles en las obras de Francia, de Inglaterra o del resto de Europa.
Podemos, a modo de síntesis, recapitular el cruce de la propuesta española con la obra
de Rousseau en torno a cinco cuestiones, que aunque desiguales –ya que no son tomadas
del mismo modo por todos– encarnan los análisis comparativos y la dirección de la inves-
tigación presentada.
1) Tanto los ilustrados españoles analizados aquí como Rousseau, proponen una edu-

59 NEGRIN FAJARDO, Olegario, Historia de la, Op. Cit., p. 175.

192
Sebastián Perrupato

cación para la vida, la necesidad de formar al pueblo en actividades útiles para el


reino parece una constante en varios de los intelectuales que, por medio de reformas,
intentan salvar a España de la profunda crisis.
2) Todos los intelectuales estudiados parecen beber en las mismas aguas al afirmar que
el origen del conocimiento se basa en la experiencia y que la educación debe partir
de las necesidades e inquietudes del educando. Este postulado, sin dudas Lockeano,
atraviesa las obras de los doctos españoles y del mismo de Rousseau.
3) El descubrimiento roussoniano del niño y de la gradualidad en su aprendizaje, pa-
rece coincidir con el de muchos ilustrados que repiensan la educación orientándola
según las edades de los infantes. Estableciendo como deber del preceptor, fundar
una relación directa entre el estadio de desarrollo del niño y su educación.
4) La educación de la mujer debe estar fundamentalmente abocada a la familia y a su
lugar en torno al hombre, incluso el más revolucionario de los autores españoles no se
apartara de la idea roussoniana de educar a las mujeres para que sean funcionales al
hombre. Sin embargo, es de nuestro parecer que la idea de familia burguesa a la que
adhiere Rousseau y sobre la que tanto hincapié hemos hecho en párrafos anteriores
no es del todo consonante con la idea de familia propia de los ilustrados españoles
que, más fieles a la tradición, prefieren un modelo familiar noble con características
notablemente distintas. Un gran ejemplo de ello lo encontramos en la comparación
del modelo familiar de Emilio con el de Eusebio.
5) Quizás el planteo más radical de Rousseau llegue con en la idea de la necesidad de
una educación pública que esté en manos del Estado, apartada de la Iglesia y orien-
tada fundamentalmente a formar ciudadanos. En este sentido, vemos una divisoria
de aguas en los desarrollos españoles: por un lado, contamos con propuestas que
no alejan la instrucción de la fe católica, el mismo Jovellanos a pesar de creer que
la educación debe ser impartida por laicos termina aceptando dejarla en manos del
Clero.60 Los españoles dieciochistas se cuidaron mucho de no entrar en coalición
con la Inquisición. Pese a ello encontramos propuestas como la de Cabarrús que
creen firmemente en la laicidad de la enseñanza e intentaran apartar a la Iglesia de
la educación por todos los medios posibles.
Se establece en estos cinco puntos un acercamiento entre las propuestas españolas y la
del ginebrino. Sin embargo, éstas se distancian al adaptarlos, como dijimos anteriormente,
en un contexto español diferente al del resto de Europa, desentendiendo como dice Rousseau
que “tal educación puede ser practicable en Suiza y no serlo en Francia.”61

60 JOVELLANOS, Gaspar, “Informe de la sociedad económica de Madrid al Real y Supremo Con-


sejo de Castilla en el expediente de ley agraria”, en PEÑALVER SOMO, Patricio, Jovellanos obras
sociales y políticas, Publicaciones Españolas, Madrid, 1962.
61 ROUSSEAU; Jean-Jacques, Emilio…, Op. Cit., p. 33

193
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Entre el naturalismo y la tradición es entonces, la característica de una ilustración, la


española, que pretende incorporar la pedagogía moderna –encarnada por Rousseau– pero que
se niega a abandonar los cánones tradicionales sobre los que se asienta la sociedad. Existe
sin dudas aún una preocupación por una educación elitista y estamental, que se advierte
en las propuestas del Seminario de Nobles de Vergara, pero esta preocupación va dando
paso a una educación más popular dirigida a la los ideales de un primitivo liberalismo que
recién comienza a gestarse.

Recibido: 14/04/2012
Aceptado: 31/07/2012

194
195
Reseñas

Virginia Asigliano
Rosa Cobo
Liliana Díaz
Mariana Dovio
Romina Garcilazo
Sabrina Gil
María Beatriz Jouve
Micaela Yunis
MÉNDEZ, Laura (directora), Historias en movimiento. Cuerpo, educación
y tiempo libre en la Norpatagonia, 1884-1945, Prohistoria ediciones,
Rosario, 2011, 254 páginas.

El libro, dirigido por la Dra. Laura Méndez, es fruto de un proyecto realizado en el marco
de un programa de investigación sobre “Historia de la Patagonia: Estado, instituciones y
actores sociales en la construcción del poder (siglos XIX y XX)”, el cual estuvo dirigido
por Susana Bandieri, quien a su vez es autora del prólogo de la obra en cuestión. Se trata
de un libro de historia de la educación que, en un interjuego entre el adentro y el afuera de
la escuela, recupera la problemática de la formación de la corporalidad, del ciudadano, de
la ritualidad escolar como así también del uso del tiempo libre como clave para entender
la construcción y significación de los procesos identitarios.
Desde la perspectiva de la historia regional y la historia de lo territoriano, se demuestra
cómo un territorio que se inscribe en las márgenes del proceso de construcción del Estado
Central se dotó de sentido nacional, centrando su objeto de estudio en las escuelas y en
los espacios de sociabilidad constituidos por asociaciones privadas e instituciones civiles
(clubes, colonias de vacaciones, campamentos). La periodización escogida se justifica en
el hecho de que en 1884 comenzaron a finalizar las campañas militares contra los pueblos
originarios en la Patagonia y porque se aprobó la ley para la creación de los Territorios
Nacionales, sentando así las bases de una nueva jurisdicción pero sin autonomía política. El
período termina en 1945 cuando comienzan a tomarse una serie de decisiones que producirán
cambios sociales, políticos y económicos en la zona andina. Puede notarse un corte en la
periodización a partir de los años ‘20, cuando la Patagonia comienza a visualizarse como
un área problemática que requería una urgente intervención del Estado para completar el
proceso de argentinización.
La estructura del libro se caracteriza por estar dividida en tres partes, con tres capítulos
cada una. En “El intento por modelar argentinos. Escuelas, maestros, conmemoraciones y
festejos en el Oeste del territorio de Río Negro (1910-1945)”, escrito por María Mecozzi,
Alina Carey y Liliana Lusetti, se analiza cómo el Estado Central buscó conformar la argen-
tinidad y el patriotismo en la Norpatagonia a través de diferentes recursos. Uno de ellos es
el envío de docentes normales y la creación de escuelas públicas de frontera para “civilizar”
y lograr un orden público, frente a la preocupación por la existencia de una población muy
heterogénea (nativos, chilenos, inmigrantes europeos). A su vez, se destaca la fijación y
la difusión de las fiestas cívicas que fueron incorporadas en el calendario escolar y en las
prácticas cotidianas. En este sentido, la prensa territoriana colaboró con la difusión de las
conmemoraciones nacionales. Las autoras destacan que si bien los habitantes de la Norpata-
gonia aceptaron adaptarse a la cultura que se les imponía como dominante, esto lo hicieron
como sujetos críticos que organizaron diferentes formas de resistencia.
En “Cuerpos, salud y educación en la región del Gran Lago” de Cristina Sacarelo y Silvia

199
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Zampa, el objetivo es visualizar las prácticas y discursos corporales referidas al cuidado


de la salud y las actividades físicas de los escolares. Las autoras parten de la concepción
de Pierre Bourdieu que considera al cuerpo como el efecto de una construcción social y
cultural, y es en esta clave que analizan su problema de estudio. El período estudiado se
presenta dividido en dos etapas: desde principios del siglo XX hasta fines de los años ‘20,
marcada por la precariedad de las instituciones y por la escasa presencia del Estado en lo que
refiere a la atención de la niñez y la adolescencia; y desde los años ‘30 hasta los ‘40 inclu-
sive, caracterizada por una fuerte institucionalización estatal para llevar a cabo propuestas
sanitarias como el cuidado y la prevención de enfermedades, la instalación de hábitos de
higiene y la educación física; acompañadas de asistencia alimentaria y de una preparación
para el mundo del trabajo, para un eventual conflicto bélico y para la reproducción biológica
y simbólica. Es aquí donde se hacen presentes las ideas eugenésicas y la de los médicos
higienistas como herramientas civilizatorias.
En “¡Todo por la patria! Nacionalismo, prácticas corporales y tiempo libre en asocia-
ciones civiles. Región del Nahuel Huapi. Primera mitad del siglo XX” de María Chiocconi,
Mariano Chiappe y Adriana Podlubne, la propuesta es historiar tres instituciones claves
de sociabilidad de dicha región referidas al tiempo libre y a la educación no formal: la
asociación Boy Scout, el proyecto educativo de Parques Nacionales plasmado en el Aye-
kan Ruca y el Club Andino Bariloche, para analizar el rol del Estado en la creación del
nacionalismo. El capítulo muestra cómo el scoutismo tenía la finalidad de profundizar los
sentimientos de pertenencia a la nación, desarrollar actividades que vigorizaran el cuerpo y
templaran el alma, y familiarizar a los niños y jóvenes con prácticas militaristas durante su
tiempo libre. La creación del Ayekan Ruca también se realizó con el propósito de lograr un
esparcimiento útil donde se pudiera desplegar la misión patriótica a través del fomento del
deporte. Sin embargo, el Club Andino Bariloche fue fundado con una concepción distinta
del tiempo libre, donde el esquí se practicaba por diversión y la relación con la naturaleza
era de conocimiento y cuidado. Esto último se mantuvo así hasta que el Estado comenzó a
visualizarlo como un centro de atracción turística internacional y al servicio de los sectores
mas acomodados.
Vale la pena leer Historia en movimiento porque, en su conjunto, el libro recupera un
conjunto de prácticas educativas ligadas a la educación ciudadana diseminadas por diferentes
espacios de la sociedad, la escuela pero también asociaciones, parques, etc., y, a su vez,
al basarse en un trabajo meticuloso de archivos construido desde la mirada regional nos
permite complejizar al tiempo que discutir las periodizaciones tradicionales.

Virginia Asigliano
UNR

200
POSADA KUBISSA, Luisa, Sexo, vindicación y pensamiento,
Huerga&Fierro editores, Madrid, 2012, 212 páginas.

En la Modernidad el feminismo ha protagonizado luchas épicas, aunque no haya tenido


la fuerza suficiente para construir su propio relato épico. Las feministas somos responsa-
bles de algunas de las ampliaciones más notables de la democracia y de luchas que han
desembocado en la creación de derechos. Sin embargo, no puede haber relato épico si no
reconstruimos nuestra memoria histórica, si no traemos al presente los acontecimientos que
nutren la historia de las luchas de las mujeres. El pasado proporciona legitimidad a cualquier
colectivo que lucha por sus derechos: tres siglos de luchas feministas de muchas mujeres han
dado como resultado uno de los movimientos sociales más democratizadores de la sociedad.
¿Cómo no contar el mundo de las mujeres de la Revolución Francesa, que reivindicaron
el acceso a la ciudadanía, que lucharon por sus precarios espacios de supervivencia econó-
mica y exigieron acceder al mundo de la cultura? ¿Y el de las sufragistas, que reivindicaron
el derecho al voto, la titularidad de la propiedad, el acceso al trabajo y a la educación? ¿Y
el de las mujeres de los años 70 del siglo XX que anhelaron fabricar con los varones un
mundo nuevo y descubrieron que los varones no aspiraban a tener compañeras de primera
sino de segunda? Un mandato imperceptible y difícil de identificar ha calado hondo en las
sociedades patriarcales hasta el punto de construir un espeso muro de silencio alrededor
de la historia de las luchas de las mujeres. Por eso, ese universo de vindicaciones políticas
no está contado como merece: esa parte de la historia debe ser omitida no sea que algunas
mujeres se reconozcan en ese relato y encuentren razones personales y políticas para sumarse
a la gran batalla ética y política que es el feminismo.1
El feminismo necesita crear una narrativa más compleja y minuciosa para así reconstruir
la memoria histórica feminista con mayor exactitud. Hay que dar cuenta de todo lo que
hacemos, de las batallas que emprendemos y de las que ganamos y perdemos; de la teoría
que producimos y de los diálogos que establecemos con otros paradigmas de investigación.
Y hacer pedagogía de todo ello. Recuperar el pasado significa crear y consolidar el presen-
te y ambas estrategias son imprescindibles en la construcción de espacios sólidos para la
subjetividad política feminista.
En el mismo sentido es imprescindible visibilizar los espacios académicos que hemos
creado en las universidades y proteger la bibliografía que con tanto esfuerzo hemos cons-
truido, pues la teoría feminista es una pieza fundamental en la reconstrucción de nuestra
memoria histórica. En este contexto adquiere un sentido especial el magnífico libro de
Luisa Posada Kubissa: Sexo, vindicación y pensamiento. Como señala la autora, este libro
es “resultado del trabajo de más de veinte años de un buen número de investigadoras de
nuestro entorno en el ámbito de los estudios feministas”.

1 COBO, ROSA, Hacia una nueva política sexual, Libros de la Catarata, Madrid, 2011.

201
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

El libro está dividido en dos partes. En la primera se examinan con rigor algunos hitos
fundamentales de la tradición feminista de los siglos XVIII, XIX y XX. Luisa Posada
empieza dando cuenta de las primeras reflexiones feministas en el contexto pre-ilustrado e
ilustrado, donde argumenta que el feminismo como tradición intelectual se gesta en el corazón
del paradigma de la igualdad. Y por ello analiza los pensamientos del filósofo cartesiano
François Poulain de la Barre y de la pensadora británica Mary Wollstonecraft, considerados
ambos las actas fundacionales del feminismo. Pero también examina el pensamiento de
uno de los fundadores del patriarcado moderno, Jean Jacques Rousseau, al que interpeló
críticamente Mary Wollstonecraft por elaborar uno de los discursos de la inferioridad de las
mujeres más acabados de la Ilustración. El recorrido continúa a lo largo del siglo XIX con
el pensamiento feminista de Stuart Mill y Harriet Taylor. Y de ahí desemboca en el siglo
XX con un análisis de la obra de Simone de Beauvoir.
En la segunda parte, Luisa Posada reflexiona sobre algunos discursos feministas actuales
que se han elaborado a finales del siglo XX y a comienzos del XXI. Hay que señalar por
su rigor el análisis del pensamiento de la diferencia francés, con Luce Irigaray, y el pensa-
miento de la diferencia sexual italiano con Luisa Muraro. En ambos pensamientos, Posada
es reconocida como una de sus principales expertas. Y después se aproxima a la primera
obra de Judith Butler, al feminismo de Fatema Mernissi y a la propuesta ético-política de
Nancy Fraser, además de realizar una inteligente exposición del paradigma de la igualdad
en el feminismo filosófico de Celia Amorós.
Libros como este de Luisa Posada Kubissa son piezas necesarias en la reconstrucción de
nuestra memoria histórica y, además, son materiales imprescindibles para elaborar acciones
políticas en un mundo que parecer querer borrar los nombres de las dominaciones pero no
sus perversos efectos.

Rosa Cobo
Universidad A Coruña

202
DI MEGLIO, Gabriel, Historia de las clases populares en la Argentina.
Desde 1516 hasta 1880, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2012, 468
páginas.

Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1516 hasta 1880 se inserta en
una temporalidad de longue durée y en una intrincada temática con la intención básica de
reflejar las experiencias del “bajo pueblo” en el territorio que hoy es la República Argentina.
La obra es la primera parte de un proyecto común con Ezequiel Adamovsky cuyo libro,
Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1880 hasta 2003 de publicación
reciente, completa el plan inicial que ambos autores se propusieron para esta obra.
El índice de contenidos confiere por sí mismo al lector el horizonte construido por Di
Meglio que presenta una historia general dirigida a un público amplio cuyo contenido es el
resultado de “muchos y variados trabajos”.
El relato de las primeras tres centurias están respaldadas por una cuantía de textos his-
toriográficos que el autor detalla al final de la obra en el “Ensayo Bibliográfico”. Para la
primera mitad del XIX incorpora en la narración investigaciones realizadas por él mismo
sobre la ciudad de Buenos Aires que no son especificadas.
La obra está organizada en dos partes. La primera sección, integrada por cuatro capítu-
los, comienza con el proceso de conquista y colonización siendo ineludible la presencia de
invasores e invadidos y las múltiples gradaciones que se produjeron en la sociedad colonial
desde la estratificación inicial. El autor, al abordar los tres siglos de dominio español, obser-
va más detenidamente la declinación demográfica, la cristianización, la desestructuración
de las comunidades previas, las formas de trabajo forzado, la esclavitud, el sometimiento
indígena. En su análisis, Di Meglio acentúa las diferentes experiencias indígenas en el
Tucumán, Cuyo, el Litoral, las llanuras del Chaco, la Pampa y la Patagonia, territorios que
selecciona para tratar las cuestiones específicas del libro. El autor entrelaza estos puntos con
el proceso económico colonial y considera que en estas regiones es pertinente describir el
protagonismo y la heterogeneidad de los “campesinos”, la mano de obra en las haciendas y
en las estancias y el trabajo urbano, para lo cual le interesa tener presente lo que denomina
las “claves del universo popular”, en las que integra básicamente las fiestas religiosas, las
diversiones populares, el papel de la mujer en una sociedad patriarcal y el honor. Estas y
otras cuestiones relevantes aproximan al lector a los conflictos y tensiones que involucran
a las clases populares en las últimas décadas del siglo XVIII en el Virreinato del Río de la
Plata. En este contexto contempla la confluencia de situaciones de carácter internacional y
regional que están inscriptas en el proceso que se desarrolla en esas décadas y que introduce el
proceso revolucionario. Este último tratamiento es el punto de engarce con la parte siguiente.
Efectivamente, encuadra el segundo apartado entre 1810 y 1880. En esta mudanza de
temporalidad que desarrolla en tres capítulos, las clases populares como acepción equiva-
lente al concepto más amplio de grupos sociales, van adquiriendo los matices propios de

203
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

una sociedad en transformación. Di Meglio refiere tanto a la irrupción de la plebe porteña


en la política a partir del proceso revolucionario así como a su presencia activa o latente, a
la politización de la presencia popular en las celebraciones públicas y a la politización de
los espacios públicos, a la participación del bajo pueblo en las guerras de la independencia
y, en particular, remite al movimiento popular en la experiencia oriental y en el escenario
salteño y jujeño.
Seguidamente, el autor orienta la narrativa histórica al proceso posrevolucionario y a la
construcción de la Argentina en un contexto caracterizado por los conflictos entre provincias
y facciones y entre unitarios y federales. Asimismo argumenta acerca de la defensa de la
frontera frente a los indígenas y a los enfrentamientos con los países vecinos sin dejar de
mencionar los bloqueos al puerto de Buenos Aires en tiempos del rosismo. En este espacio
contradictorio y convulso la actividad militar posibilita una oportunidad “limitada pero
no desdeñable” para las clases populares: el ascenso por mérito, al mismo tiempo que las
autoridades ejercen más presión sobre los “vagos y mal entretenidos.” En efecto, Di Meglio
explica que en los años que corren hacia mediados de la década de 1840, en la instauración
de un nuevo orden político y económico las actividades de las clases populares experimentan
variaciones según la producción que caracteriza a cada región conforme a la inserción del
espacio rioplatense al mercado mundial y a las políticas coyunturales de los gobiernos. En
esta trama, subraya la disponibilidad inestable de mano de obra y las contradicciones de la
formación de un mercado de trabajo libre donde gravitan el trabajo asalariado, la autonomía
de los peones, ciertas formas de trabajo forzado, la formación de pequeños propietarios y
productores, los intereses de los grandes propietarios, los intereses inmediatos del Estado,
el reclutamiento militar.
Conforme avanza el siglo XIX y al compás de la reorientación y crecimiento económico,
de las políticas estatales, de la dinámica inmanente a una sociedad en transformación, el
autor pone de manifiesto página tras página la inexorable presencia de las clases populares
en secuencias históricas singulares.
Semejante empresa, cuatrocientas y tantas páginas escritas en un lenguaje coloquial,
denota un esfuerzo por compendiar el protagonismo de las clases populares como sujetos
históricos en extensos tres siglos en una amplia territorialidad.
En la textualidad del complejo espacio y tiempo que el autor aborda, los términos clases
populares y trabajadores, pierden su categoría propiamente histórica para adquirir un sentido
que generaliza el entramado histórico y sus especificidades soslayando de esta manera su
densa y compleja lógica. Tornar la mirada al pasado colonial y bucear en las clases populares
requiere remodelar la categoría para adecuarla a contextos diferentes al que le dio origen.
Sin lugar a duda, es un concepto disponible en las ciencias sociales y en el saber histórico
y sede de múltiples debates disciplinarios. Es evidente que el término aplicado con laxitud
parece tensar la lectura desde el título. Sin embargo, al correr las páginas que dan cuenta
de un extendido e intrincado periplo histórico, Di Meglio logra disolver esa tensión con
su interés puesto no en cuestiones relacionadas con el significado y el fundamento mis-

204
Liliana Díaz

mo del concepto sino en las experiencias vividas por aquellos que formaron la base de la
pirámide social y trata de explicar los pliegues de ese “mundo popular” considerando el
arduo entramado político, económico, socio cultural y religioso a los largo de tres siglos
y medio. En definitiva, el intento del autor de adaptar empírica e interpretativamente los
contenidos efectivos de las clases populares a las diferentes realidades que aborda permite
dar respuesta al objetivo que se propone y presenta una obra de ágil lectura cuyo contenido
se basa en una sólida bibliografía.

Liliana Díaz
CEDCU - UNR

205
DE PAZ TRUEBA, Yolanda, Mujeres y esfera pública. La campaña
bonaerense entre 1880 y 1910, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2011, 171
páginas

Este libro forma parte de los avances bibliográficos que se han realizado en torno al
proceso de conformación de los Estados latinoamericanos y formas alternativas de parti-
cipación ciudadana en la intersección entre la historia social, política y la perspectiva de
género.1 En el caso de las mujeres, aunque sus derechos cívicos fueron reconocidos en
Argentina ya entrado el siglo XX, igualmente se pueden estudiar otras formas en las que
se posicionaron y participaron políticamente en espacios públicos. Esta es la apuesta de
Yolanda de Paz Trueba al describir diversas maneras de participación de mujeres de distintas
pertenencias sociales y culturales.
Para ello se parte de la pregunta de cuál fue el lugar que ocuparon las mujeres en el es-
pacio público de los pueblos de la campaña bonaerense entre 1880 y 1910 en el proceso de
conformación del Estado liberal argentino. Su principal hipótesis es que la modernización
de Argentina y la provincia de Buenos Aires favorecieron de forma indirecta la presencia
de la mujer en la esfera pública.
El libro, que forma parte de la tesis doctoral de Yolanda de Paz Trueba, se encuentra
dividido en seis capítulos. En el primero se repasa el contexto argentino entre mediados y
fines del siglo XIX. En específico, la instalación de la “cuestión social” y la elaboración de
instrumentos desde la elite política para contener tensiones sociales, en los que uno de los
grupos privilegiados del discurso normalizador fueron las mujeres y los niños. Las mujeres
fueron asociadas a la gran responsabilidad de dar a luz y cuidar a los futuros ciudadanos.
Eran las encargadas de “sanear” moralmente a la Nación a través de la educación del cui-
dado de los niños. Por otra parte, la cantidad de niños que circulaban por espacios urbanos
fueron vistos como un signo de peligro social. En este sentido el trabajo femenino aparecía
como un síntoma de abandono familiar.
En el segundo apartado la autora se ocupa de una detallada descripción de los espacios
retomados para su análisis. Para ello se refiere al proceso histórico de constitución de los
pueblos estudiados en la provincia de Buenos Aires: Tandil, Azul, Olavarría y Tres Arroyos.
A partir del tercer capítulo De Paz Trueba se dedica a la reconstrucción de la presencia de las
mujeres en los espacios públicos de estos pueblos. Para ello comienza con la participación

1 Ver GUY, Donna, El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875/ 1955, Editorial
Sudamericana, Buenos Aires, 1994; NARI, Marcela, Políticas de maternidad y maternalismo político.
Buenos Aires 1890-1940, Editorial Biblios, Buenos Aires, 2004, VILLALTA, Carla, “La conformación
de una matriz interpretativa. La definición jurídica del abandono y la pérdida de la patria potestad”
en LIONETTI, Lucía y MIGUEZ, Daniel (compiladores) Las infancias en la historia argentina.
Intersecciones entre prácticas, discursos e instituciones, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2010.

206
Mariana Dovio

de las mismas en instituciones de Beneficencia a partir de las cuales se procuró introducir


pautas morales en la cotidianeidad de los sectores más pobres. Se recorre diversas institu-
ciones de Beneficencia que aparecieron en estos pueblos de campaña.
En el capítulo IV De Paz Trueba se refiere al papel que adquirió la beneficencia en
relación con la educación, teniendo en cuenta que, mientras las damas de beneficencia
defendieron la educación religiosa, desde los estratos liberales se consideró que constituía
un obstáculo a la modernidad. A través del capítulo V se dedica a analizar cuál fue la pre-
sencia de las mujeres de los sectores populares en los espacios públicos, que en muchos
casos eran analfabetas, no leían el diario ni concurrían a la escuela. Para ello indaga en 78
documentos entre los que se encuentran denuncias, expedientes y sumarios sustanciados
ante la Justicia de Paz de Azul, Olavarría, Tandil y Tres Arroyos entre 1880 y 1910 en las
que las protagonistas son las mujeres.
Por último, el capítulo VI se refiere a la descripción de la función de ciertos actores,
como los testigos, en la actuación de los juzgados de paz, así como de ciertas estrategias
y de casos de conflictos familiares. Por ejemplo, poner en duda la integridad moral de la
mujer fue un recurso comúnmente utilizado por aquellos hombres que eran acusados de
ejercer violencia sobre sus esposas y concubinas. Los hombres también utilizaron la noción
de “mala vida” para acusar a las mujeres contra quienes accionaban legalmente, categoría
ligada a cuestiones morales y de comportamiento sexual, sea a la prostitución o a no vivir
de un trabajo considerado decente para la elite dirigente.
Podemos establecer que la riqueza de este libro radica en que también puede ser leída
desde los estudios de la historia cultural ya que rescata las voces y representaciones de las
mujeres de los sectores populares que no fueron sólo receptoras de medidas sino agentes
con capacidad de generar estrategias y negociaciones que se sustentaron en un orden libe-
ral. En este sentido es que se pueden analizar, siguiendo a Roger Chartier2, las singulares
apropiaciones de las mujeres, que, disponiendo de distintos instrumentos intelectuales y
materiales, realizaron sobre sus vivencias cotidianas, en especial, cuando sobre ellas se
ejercieron diversos tipos de violencias físicas y simbólicas.

Mariana Dovio
UBA/CONICET

2 CHARTIER, Roger El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y repre-
sentación, Gedisa Editorial, Barcelona, 1992, p. 33

207
DALLA CORTE CABALLERO, Gabriela, Empresas y tierras de Carlos
Casado en el Chaco Paraguayo. Historia, negocios y guerra (1860-1940),
Intercontinental Editora, Asunción, Paraguay, 2012, 418 páginas.

Desde 1870 hasta bien entrado el siglo XX el territorio del Chaco Boreal experimen-
tó un intenso proceso de ocupación. Inicialmente un importante número de inversores
extranjeros –en su mayoría empresarios europeos radicados en la Argentina– llevaron
a cabo diferentes emprendimientos para el aprovechamiento de sus recursos naturales.
En este proceso Carlos Casado del Alisal, destacado empresario español, tuvo un rol
preponderante. Si bien el accionar empresarial de este último ha sido objeto de estudio
de un significativo número de historiadores quienes han enfatizado el rol de Casado en
la colonización del área pampeana argentina en la segunda mitad del siglo XIX; el des-
empeño del empresario en la ocupación del Chaco Paraguayo ha experimentado entre
los mismos un escaso interés. Dalla Corte ha considerado la necesidad de ahondar en
este tema, es por eso que en su libro Empresas y tierras de Carlos Casado en el Chaco
Paraguayo. Historia, negocios y guerra (1860-1940) toma como objeto de análisis el
proyecto territorial y empresarial de Casado en el Chaco Boreal.
La obra de Dalla Corte está constituida por ocho capítulos sustentados en un extenso
corpus documental –hallado principalmente en los archivos de Argentina, Paraguay,
Bolivia y Chile– y bibliográfico.
En el primer capítulo la autora analiza cómo Casado extendió sus negocios hacia
la zona del Chaco Paraguayo a través de la fundación de Nueva España –territorio que
se extendió desde San Salvador hasta las inmediaciones de Fuerte Olimpo– durante la
década de 1870. Esto fue posible, explica la historiadora, ya que el gobierno paragua-
yo cuando finalizó la Guerra de la Triple Alianza –contienda bélica protagonizada por
Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay durante los años 1865/1870– puso en venta una
gran extensión de tierras fiscales con el objeto de asegurar la recuperación económica del
país. La autora destaca que el proceso de privatización de tierras se debió a las presiones
que el gobierno paraguayo recibió por parte de las casas bancarias británicas y por los
tenedores de bonos de los empréstitos paraguayos. Asimismo Dalla Corte enfatiza en la
transformación que los pobladores indígenas residentes en la región del Chaco Boreal
sufrieron como consecuencia del modelo de organización económica y de ocupación
espacial que aplicó el empresario.
En el segundo capítulo la autora describe el proceso de ocupación del Chaco Para-
guayo llevada a cabo por Casado a través de la creación de la empresa “Compañía de
Tierras Hispano Paraguaya”, luego llamada “Compañía de Tierras Hispano-Paraguaya
Limitada”. La misma tuvo por objetivo el apoderamiento del quebracho y del tanino
que se encontraba en la zona. Para llevar a cabo sus objetivos Casado conformó una
extensa red en la que participaron integrantes de su familia, un gran número de profe-

208
Romina Garcilazo

sionales liberales y miembros del poder judicial. Cada uno de estos vínculos tejidos por
el empresario se activaron en momentos claves posibilitando sus proyectos económicos.
En el tercer capítulo Dalla Corte examina las estrategias llevadas a cabo por el
empresario para la adquisición de 2879 leguas cuadradas en la zona del Chaco Boreal.
Debido a que el estado paraguayo había prohibido la adquisición de fracciones contiguas
por parte de una misma firma, Casado debió actuar en complicidad con un gran número
de comisionistas, intermediarios y testaferros para adquirir aquella extensión de tierra.
Estos fueron en su mayoría hombres de origen español radicados en la ciudad de Rosario
que formaban parte del círculo íntimo de los negocios de Casado.
En el cuarto y quinto capítulo la historiadora estudia el desenvolvimiento de la empresa
“Compañía de Tierras Hispano-Paraguaya Limitada”, luego del fallecimiento de Casado
en 1899. Aquí la autora se focaliza en el conflicto territorial protagonizado por Bolivia y
Paraguay por el territorio del Chaco Paraguayo –donde se encontraban las propiedades
de la familia Casado– y en la conformación de la firma “Sociedad Civil Sucesores de
Carlos Casado” que fomentó la llegada de la comunidad menonita a la zona.
En el siguiente capítulo Dalla Corte analiza el proceso de incorporación del Chaco
Boreal a la soberanía nacional paraguaya a través del desenvolvimiento de la empresa
de la familia Casado durante la Guerra del Chaco. En este sentido, se aborda el impacto
que tuvo la “Sociedad Anónima Carlos Casado Limitada Compañía de Tierras”, en la
zona de Puerto Casado y el apoyo brindado por la misma al gobierno paraguayo durante
la contienda bélica. En este contexto, la empresa puso a entera disposición su ferrocarril
para facilitar la movilidad de los soldados y de los insumos necesarios para el sosteni-
miento de la guerra.
En los capítulos siete y ocho la autora toma como fuente principal la obra del mé-
dico rosarino y corresponsal del diario La Capital en la Guerra del Chaco, Carlos de
Sanctis, para continuar destacando el accionar de la compañía de la familia Casado en
la contienda bélica. En esta parte del relato Dalla Corte describe las condiciones en las
que se encontraban los soldados y las características que adquirió la guerra, en la que
participaron un importante número de indígenas. Por último la autora reflexiona sobre
el peso que tuvo la conformación de grandes latifundios entre los habitantes de Puerto
Casado y la lucha de los casadeños por obtener sus tierras.
En las reflexiones finales la historiadora realiza algunas consideraciones sobre el deve-
nir de la empresa “Sociedad Anónima Carlos Casado Limitada Compañía de Tierras” que
en la actualidad integra el grupo español San José. La misma mantiene como actividad
principal la fabricación de extracto de quebracho y la explotación de montes y estancias.
Para concluir podemos decir que la obra de Dalla Corte se destaca por el tratamiento
de una multiplicidad de temáticas interrelacionadas –que han sido parcialmente estudiadas
por otros historiadores–, por el minucioso trabajo de fuentes a partir del cual se sustenta
la investigación y por combinar de manera magistral el desenvolvimiento empresarial

209
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

de la familia Casado con las problemáticas nodales que experimentó a lo largo del siglo
XIX y XX el dinámico espacio del Chaco Paraguayo.

Romina Garcilazo
UNR-ISHIR/CESOR-CONICET

210
DICÓSIMO, Daniel y Silvia Simonassi (compiladores), Trabajadores y
empresarios en la Argentina del siglo XX: indagaciones desde la historia
social, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2011, páginas

Trabajadores y empresarios en la Argentina del siglo XX recoge los aportes y el inter-


cambio llevados a cabo en el I° Workshop “Conflictividad y consentimiento en las rela-
ciones laborales. Las prácticas obreras y empresarias en la Argentina del siglo XX”1. Los
compiladores inician el volumen con un conjunto de preguntas que anticipan reflexiones
sobre el objeto de estudio, pero también sobre la disciplina histórica: “¿Cómo abordar las
relaciones entre obreros y patrones, entre organizaciones sindicales y empresarias? ¿Cómo
poner en tensión las estrategias obreras y patronales en coyunturas de conflictividad? ¿Es
posible configurar un objeto de análisis que procure dar cuenta de las tramas de vínculos que
se construyen entre empresarios y trabajadores? (…) ¿Desde qué anclajes teóricos y a partir
de qué reservorios documentales se hace posible reflexionar sobre experiencias laborales
territorialmente situadas?” (p.11) Las primeras respuestas que se ofrecen (y se exploran en
cada artículo) proponen abordajes desde la historia social, que rescaten temas y enfoques
perimidos, como las ideas gramscianas de hegemonía o la historia política institucional de
los sindicatos, que a su vez, indaguen en variedad de fuentes no tradicionales y otorguen
centralidad a las dimensiones de conflicto, consenso y estrategias empresarias, traspasando
las fronteras que dividen el estudio de la historia de los trabajadores y la historia de los
empresarios.
El volumen se divide en tres secciones prologadas por Mónica Gordillo, Juan Suriano
y Mirta Zaida Lobato. Estas introducciones internas ofrecen miradas articuladoras de los
trabajos que componen cada sección. Desde esta propuesta, cada artículo se propone aportar
a la revitalización de los estudios del trabajo, asumiendo su centralidad en la vida social. Para
ello, tres ejes recorren transversalmente todo el libro: 1. las relaciones laborales, en tanto
vínculos recíprocos entre estrategias y prácticas de empresarios y trabajadores, pero también
al interior de estos últimos en términos de interacciones gremiales, sindicales y obreras;
2. la intervención estatal en esas relaciones y sus configuraciones identitarias, ya en clave
de conflicto o de consentimiento y 3. la dimensión local y regional en que se producen las
distintas articulaciones entre trabajo y capital, en diálogo crítico con los procesos nacionales.
La primera sección se titula “Organización sindical, poder y representación” y reúne
tres artículos que dialogan sobre el problema de la representación y la representatividad del
poder sindical, abordando su configuración en el tiempo desde los años del primer gobier-
no radical a los convenios colectivos de los años ‘70. El trabajo de Laura Caruso estudia

1 Organizado por el Instituto de Estudios Histórico Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas


de la UNCPBA y el nodo CESOR de la unidad Ejecutora en Red de Conicet ISHIR-UNR (Tandil,
abril de 2010).

211
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

la construcción del control sindical del espacio laboral ejercido por la Federación Obrera
Marítima, desde la huelga de marineros en 1916 a la huelga general de 1921 protagonizada
por la misma organización. En su propuesta destaca el desarrollo de acciones conjuntas
y solidarias con otros gremios (quebrando la marcada diferenciación entre tripulación y
oficialidad) y la mediación estatal favorecedora de las acciones sindicales, enmarcada en
una estrategia de establecimiento de alianzas. Como resultado, el reconocimiento institu-
cional del sindicato lo habilita para la negociación y la apelación al estado, sin avanzar en
un proceso de radicalización política.
El trabajo de María Julia Soul aborda las relaciones entre hegemonía y subalternidad
en el proceso de construcción de una estrategia sindical dominante en los trabajadores
siderúrgicos de SOMISA desde la puesta en marcha de la planta siderúrgica en 1960 hasta
el inicio del golpe de estado de 1976. En clave gramsciana analiza la función de la organi-
zación sindical en la reproducción de la legalidad industrial y desde allí, el cuestionamiento
del colectivo somisero a la representatividad de la UOM. En este marco, propone que la
doble disputa por el tipo de organización sindical y por el control del proceso productivo se
desarrolla a través de redes de transacciones sociales que despliegan procesos de conflicto
y consentimiento que caracterizan un momento de movilización y otro de participación en
el que se produce la integración a la UOM.
Para cerrar esta sección, Daniel Dicósimo propone un estudio de la lucha por el poder
sindical desde el sindicalismo disidente del interior de la provincia de Buenos Aires, en
el mismo marco de legalidad industrial que estudia Soul. Política obrera, representación
y representatividad y la función del sindicato como garante del orden productivo son los
ejes conceptuales con los que analiza los recursos de la dirigencia sindical para mantenerse
en el poder. Como señala Gordillo, los tres trabajos de esta sección constituyen un aporte
al estudio de los mecanismos por los que se construyeron posiciones hegemónicas en el
mundo laboral “para establecer una legalidad industrial que se convirtió en cierto ‘orden
natural’, y que redujo el poder obrero a poder sindical” (p. 20).
“Conflictividad y consentimiento en sectores industriales y de servicios” es el título es-
cogido para la segunda sección, la cual hace foco en la constitución de la identidad sindical
y/o laboral. En los casos de los trabajos de Lemiez y Cabral Marques lo hacen en el marco de
relaciones parternalistas, así como Contreras y Carminati desde situaciones de conflictividad;
a través de disputas intergremiales en el primero y en sucesos de confrontación abierta en
el segundo. En la introducción, Juan Suriano destaca el aporte de estos estudios a la cons-
trucción futura de una historia de los trabajadores a nivel nacional, puesto que “se refieren
a zonas del mundo del trabajo poco transitadas por la historiografía clásica tanto desde
el punto de vista del mundo laboral como del espacio regional al que pertenecen” (p.67).
Apoyado en fuentes orales el trabajo de Daniel Cabral Marques aborda la constitución
de la identidad socio-laboral de los trabajadores de las empresas petroleras extractivas de
la Patagonia austral y de las localidades cuyo desarrollo socio-económico se encuentra
vinculado a ellas, las cuales se configuran como “comunidades socio-laborales”. Afirma

212
Sabrina Soledad Gil

el autor que las acciones empresariales no se limitaron al proceso productivo, sino que
produjeron y regularon formas de sociabilidad y de este modo, favorecieron el consenso
y la legitimación simbólica para la reproducción de las relaciones establecidas en función
del centro productor. El trabajo de Griselda Lemiez se apoya en un conjunto diferente de
fuentes, constituido por archivos judiciales. Su propuesta consiste en indagar la conflicti-
vidad laboral en las empresas cementeras de Olavarría tomando como punto de partida los
expedientes por ellos mismos generados y desde allí observar también las consecuencias
disciplinares de los conflictos. De esta manera cuestiona la imagen de armonía y paz social
que pudiera reinar en dichas empresas.
El estudio de Gustavo Nicolás Contreras desarrolla el conflicto entre ATE y UPCN por la
agremiación y representación del personal de la administración pública entre 1946 y 1955,
pone de relieve el carácter extra-gremial de la disputa, en tanto otorga centralidad al proble-
ma de la organización político-sindical peronista y la intervención estatal en el proceso de
sindicalización masiva. De esta manera, muestra un complejo panorama de vínculos entre el
gobierno y las crecientes estructuras sindicales. Contreras se introduce en la relación entre
el primer gobierno peronista y los trabajadores usando como fuentes principales las actas
sindicales. En la tercera sección del volumen encontraremos un texto de Marcos Schiavi
que, centrado en el gremio metalúrgico, aborda esta relación estado/gobierno - trabajadores
desde los órganos de difusión de la Cámara Argentina de la Industria Metalúrgica.
La conflictividad y la relación entre experiencias locales y tendencias nacionales son
también los disparadores del trabajo de Andrés Carminati que cierra esta sección. Con una
variedad de fuentes, que incluyen partes policiales, prensa oficial y clandestina, indaga en el
desarrollo de conflictos obreros de confrontación abierta en Rosario y su cordón industrial
en junio de 1977. Inscribe estos episodios en una “experiencia común” de modalidades y
métodos de lucha heredada y compartida en el marco de la dictadura, pero también antici-
pando la conflictividad general que se produjo a nivel nacional algunos meses más tarde,
entre octubre y noviembre del mismo año.
La tercera sección se titula “Las relaciones laborales desde la mirada empresaria”. Tal
como señala Mirta Zaida Lobato en su introducción, los tres trabajos pretenden revitalizar el
estudio de las prácticas empresarias “al examinar las ideas y las prácticas de los empresarios
sobre la formación de los trabajadores, la disciplina laboral y la conformación de comu-
nidades laborales/obreras” (p. 139). La investigación de Laura Badaloni sobre la “familia
ferroviaria” que inicia este apartado, dialoga con el trabajo citado de Cabral Marquez sobre
la constitución de una “gran familia” en las empresas extractivas de la Patagonia. Badaloni
retoma los estudios sobre los trabajadores ferroviarios en las primeras décadas del siglo
XX (en particular los de Joel Horowitz que señalan la existencia de una “comunidad ocu-
pacional”) para introducir una perspectiva desde la historia de las estrategias empresariales,
pues afirma que la constitución de estructuras identitarias del colectivo de trabajadores se
ve atravesada por las políticas paternalistas de control y bienestar y los rituales simbólicos
llevados a cabo por la empresa Ferrocarril Central Argentino.

213
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

Silvia Simonassi se introduce en los discursos y prácticas de los industriales rosarinos en


las décadas del ‘30 y ‘40 a través del estudio de la formación para el trabajo de los aprendices
menores de edad. Para la autora, el debate sobre la calificación y la especialización de los
trabajadores y el accionar de las distintas fracciones del empresariado (a favor o en contra
de la formación en escuelas específicas) en el marco de las políticas implementadas desde
la Secretaría de Trabajo y Previsión desde 1943, se convierte a su vez en una discusión con
el conjunto de la política laboral y en una confrontación de proyectos para el desarrollo
industrial en general.
Marcos Schiavi, como anticipamos, cierra la compilación con un trabajo que indaga en
la mirada de los industriales metalúrgicos sobre la productividad y la organización obrera
durante el primer peronismo. Señala que en la agenda laboral del empresariado, las comi-
siones internas y los convenios colectivos son temas recurrentes e insoslayables, así como
la conflictividad que desemboca en la huelga de 1954. Concluye que frente al desarrollo
del peronismo, el crecimiento del poder obrero en las fábricas y la estructuración de sus
organizaciones, la lucha por restituir el pleno control patronal fue una constante preocupa-
ción de la dirigencia empresarial.
Este conjunto de trabajos, brevemente referenciados, profundiza en las relaciones entre
trabajadores y empresarios en la Argentina del siglo XX, a través de la dinámica relación
entre conflicto y consentimiento y con una lente que se desplaza sobre gran variedad de
fuentes y sobre regiones del país que no siempre protagonizan los estudios históricos. Las
distintas contribuciones dejan abierto el camino para futuras investigaciones, sugiriendo
nuevos desafíos para la disciplina, tales como el estudio de las posibles relaciones con los
trabajadores de otros países (Cabral Marques refiere brevemente a la situación chilena,
Caruso a los trabajadores no sindicalizados de Uruguay y Paraguay) o la introducción de
variables étnicas y de género en el análisis de la constitución de la identidad. En este sentido,
la contribución de Suriano que introduce a los estudios de la segunda sección, bien podría
extenderse al conjunto del volumen, puesto que inscribe los artículos en “una estimulante
tendencia a la ampliación del estudio y el conocimiento del mundo del trabajo en vías a la
construcción futura de una historia de los trabajadores a nivel nacional” (p.67).

Sabrina Soledad Gil


(UNMDP)

214
CARRIZO, Bernardo y GIMÉNEZ, Juan Cruz, Auroras en Provincia,
Proyectos educativos y discursos pedagógicos en la formación docente
santafesina (1909-2009), María Muratore Ediciones, Santa Fe, 2011, 223
páginas.

Auroras en Provincia, Proyectos educativos y discursos pedagógicos en la formación


docente santafesina (1909-2009), es una obra colectiva coordinada por Bernardo Carrizo y
Juan Cruz Giménez. Estructurada en ocho capítulos y prólogo (a cargo de Amalia Homar),
también cuenta con un valioso anexo de documentación digital.
El centenario de la creación de la Escuela Normal de Coronda fue el proyecto de investi-
gación inicial, que luego adquirió otros propósitos, arrojando como resultado esta obra. Sin
pretender una visión totalizadora, el texto articula los escenarios nacional, provincial, local
y sus proyectos educativos en el transcurso de un siglo. Tarea para nada sencilla, pero que al
lograr desplegar miradas múltiples, abre puertas a interrogantes nuevos, que seguramente,
podrán ser explorados en futuras investigaciones.
La Aurora en sus múltiples sentidos –como mito, como metáfora de luz, como canción
patria que ha acompañando las rutinas escolares– será el hilo conductor alrededor del cual
se irán desarrollando los distintos períodos puestos en estudio.
En el Capítulo I, Juan Cruz Giménez, Graciela Gómez y María Elena Pensiero, abordan
la temática de la construcción de la identidad argentina a principios del Siglo XX. El sistema
educativo fue la herramienta privilegiada por el Estado para construir un sentimiento de
nacionalidad. En este contexto, se enmarca el certamen anual “Premio Patria” (1914-1917)
organizado por la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales de Coronda. Los autores
realizan un interesante trabajo de análisis sobre algunas composiciones, donde se visuali-
zan las creencias y significados que el Estado le otorgó a la educación patriótica y que la
escuela se encargó de transmitir.
Bernardo Carrizo, en el segundo capítulo, detiene su mirada en los debates y conflictos
durante las gestiones radicales santafesinas, en torno a lo que denomina una política edu-
cativa de tendencia inclusiva y expansiva que aspira a un horizonte laico, especialmente
durante la gestión de Manuel Menchaca (1912-1916). Los proyectos parlamentarios para
lograr la laicidad de la educación en la provincia, no lograron convertirse en ley. El autor
analiza las relaciones que se construyeron entre el partido gobernante y las demás fuerzas
políticas con representación legislativa, a la vez que se interroga acerca de los límites del
consenso liberal.
La gestión de Amanda Arias de Clotet, directora de la Escuela Normal de Coronda
(1934-1948) es abordada por Hiram Dip en el capítulo tercero. Se propone identificar las
estrategias docentes que formaron parte de la experiencia innovadora que posibilitó la
concreción del proyecto institucional que se denominó la Nueva Escuela Argentina. En
contraste con las características del contexto político nacional y provincial, esta experien-

215
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

cia marca una ruptura con el modelo normalista. Para ser llevada adelante, Arias tuvo que
vencer resistencias y enfrentar presiones provenientes de Consejos Escolares conservadores.
La defensa de los valores ligados estrechamente a la vida democrática; la libertad y la
igualdad de los ciudadanos que guiaron la experiencia bien valen el intento de bucear en
fuentes para rescatarla del olvido.
En el cuarto capítulo, Juan Cruz Giménez, delinea los aspectos fundamentales de la
política educativa nacional del período 1943-1955, y detalla las características particulares
de la transformación del sistema educativo santafesino. En la institución de referencia, es
relevante la experiencia de formación docente para Jardín de Infantes en la Escuela Normal
de Coronda, en tensión con las resistencias del Ministerio de Educación Provincial. Además
de las fuentes documentales, los testimonios de ex alumnos enriquecen el recorrido que
realiza el autor sobre los ejes seleccionados.
María Paula Berra, en el quinto capítulo, analiza los mecanismos puestos al servicio
de desmontar la experiencia peronista, e indaga acerca de cuál es el papel que le cabe a la
educación en un contexto de ciudadanía restringida en el período 1955-1966. En el caso
santafesino, la creación del Instituto Superior del Profesorado de Coronda, fue la expresión de
un proyecto pedagógico tecnocrático impulsado desde las políticas educativas desarrollistas.
Las mismas impregnaron los discursos pedagógicos de un nuevo lenguaje, otorgándole a
la educación el rol de aportar recursos humanos y saberes vinculados con la tecnificación,
la eficiencia y la racionalización.
Betiana Acosta en el sexto capítulo, analiza la situación de la enseñanza media nacional y
de la Escuela Normal 201 de Coronda, en particular durante la dictadura de 1976. La autora
se plantea hacer visibles las formas de violencia implícita y simbólica que se ejercieron
sobre alumnos, docentes y no docentes en el sistema educativo a nivel nacional, provincial
y local. Los diversos documentos analizados, ponen al desnudo la estrecha relación entre
las políticas procesitas autoritarias y el sistema educativo, y cómo éstas a su vez se repro-
dujeron institucionalmente.
En el séptimo capítulo, Marcelino Maira abordará los avatares de la formación docente
durante la década de los ochenta en Coronda. En este período de transición del autoritarismo
pedagógico a la democracia, se cierra una extensa etapa en la que la formación docente
está claramente matrizada en clave normalista. Incertidumbre, inestabilidad y crisis atra-
viesan a las instituciones educativas y a la formación docente, como es el caso del ISP Nº
6 de Coronda. El autor avanza en el análisis de las dinámicas y conflictos institucionales y
académicos, acompañando las fuentes documentales por las perspectivas de los actores a
través de testimonios orales, en una búsqueda de brindar claves explicativas a este período
crítico de la vida institucional y de la formación docente como perfil cultural.
Finalmente, Eliana Bertero, toma como eje la reforma educativa neoliberal de los
años noventa, cuyo cuerpo legal se asienta en la Ley de Transferencia, la Ley Federal de
Educación y la Ley de Educación Superior. Se propone sostener la mirada sobre algunos
aspectos del programa reformista que impacta en un entramado institucional sostenido

216
María Beatriz Jouve

sobre modelos y tradiciones educativas centenarias. Diversos dispositivos se pusieron en


marcha, y generaron intensos debates sobre la implementación de la reforma en el ISP Nº
6, que la autora recoge e interpreta. Las fuentes documentales, los testimonios de docentes
y directivos serán, pues, parte fundamental para recorrer el período y sobre todo para el
análisis de su impacto en la institución.
En el transcurso de los cien años abordados en la obra, la Escuela Normal de Coronda
albergó diferentes instituciones: Escuela Primaria Nº 1244 “María M. Gervassoni”; Escuela
Normal Nº 1 reconvertida en Escuela Normal Nº 201 (más adelante EEM Nº 201 “José E.
Galisteo”), Instituto Superior del Profesorado Nº 6 “Dr. Leopoldo Chizzini Melo”, Escuela
de Enseñanza Técnica Nº 612 “Eudocio Giménez”. Es esta complejidad institucional el an-
claje en el que se asientan los autores para poner en diálogo la historia nacional, provincial
y local, y así reconocer los trazos y las tramas particulares tejidas tras los muros de esta
institución centenaria.

María Beatriz Jouve


I.E.S Nº 28
“Galileo Galilei”

217
AKMIR, Abdeluahed, Los árabes en Argentina, UNR Editora, Rosario,
2011, 269 páginas.

En este libro, el autor aborda el fenómeno de la inmigración árabe en Argentina desde los
años setenta del siglo XIX hasta finales del siglo XX, destacando que, pese a la profusión
de estudios sobre migración, los árabes, numéricamente el tercer grupo en importancia, han
sido escasamente estudiados en comparación con los españoles e italianos.
En principio, es necesario destacar que desde mediados de los años ‘80, el marroquí
Abdeluahed Akmir es ejemplo de la consolidación de las relaciones académicas entre el
mundo árabe y América Latina. Es un historiador que se trasladó a la Argentina y viajó por
las distintas provincias para realizar las investigaciones que plasmaría en su tesis doctoral
“La inmigración árabe en Argentina (1880-1980)” –basamento principal de este trabajo–,
y que más tarde, encontramos coordinando un proyecto sobre las comunidades árabes en
América Latina para uno de los principales centros de estudios del Líbano, el cual terminará
produciendo una de las principales obras de referencia contemporánea sobre el tema en
idioma español (Akmir, Abdluahed –coordinador– Los árabes en América Latina. Historia
de una emigración. Siglo XXI y Casa Árabe, Madrid, 2009).
En este nuevo libro, Akmir a lo largo de seis capítulos y, puntualmente, en la introducción
da cuenta de las razones que lo motivaron en la elección de la temática, los condicionamien-
tos que fueron surgiendo (como las diferencias ente los asentamientos bonaerense y los del
interior) y la justificación de un recorte temporal extendido más allá de 1930 para incluir a
su vez, un seguimiento de la primera y segunda generación de árabes nacidos en Argentina.
También, al reconocer el gran peso que tuvieron las fuentes orales en el desarrollo de la
investigación, el autor realiza una serie de aclaraciones con respecto al corpus documental
utilizado (censos, estadísticas, prensa, etc.) para acreditar la validez de las encuestas y
entrevistas realizadas (y sobre la prensa árabe de edición argentina que consultó).
Para comenzar con el análisis, el primer capítulo está dedicado a estudiar las razones
económicas, sociales, políticas, religiosas y culturales que motivaron la emigración árabe,
reconociendo el rol determinante de las dos primeras y la centralidad que tuvo al respecto
la “cadena de llamadas”. Asimismo, se describen los trámites y gestiones que implicaba
semejante travesía desde la agencia de viajes y los puertos de embarque en el país de ori-
gen (generalmente Beirut o Trípoli) hasta el destino final, en donde a su vez, las políticas
de fomento de la inmigración y las condiciones con las que se encontraban a su llegada,
influyeron en mucho en la forma de su distribución al interior del país receptor. En este
punto, se destacan las confusas denominaciones y gentilicios (turcos, sirios, otomanos,
libaneses, etc.) que reciben los inmigrantes del Cercano Oriente en los registros de la Di-
rección de Inmigración Argentina y en los censos oficiales, y cómo pronto se descubre que
dichos grupos no eran el tipo de inmigrantes solicitados en sus campañas de promoción,
debido a que tendían a dedicarse a actividades comerciales más que inclinarse al trabajo
agrícola. Sin embargo, sus arribos no fueron restringidos hasta 1928 y, cuando esto sucede,

218
Micaela Yunis

surge el Patronato Sirio-Libanés como institución protectora de los intereses de este grupo
inmigratorio. Salvando las distorsiones estadísticas que provocaron las variaciones de de-
nominaciones, el autor incluye además, datos cuantitativos y de composición poblacional
de los migrantes, información sobre su distribución geográfica, cortes temporales y rasgos
cualitativos distintivos para proponer una periodización posible, que permita analizar los
diferentes momentos por los que atravesó el flujo migratorio proveniente de los países árabes
en Argentina. Los distintos gráficos incluidos ayudan en mucho a esquematizar y clarificar
tal cúmulo de datos para dotarlos de sentido.
En los apartados del segundo capítulo el autor desplegará los aspectos concernientes al
desarrollo económico de los migrantes árabes, proponiendo que sus implantaciones eco-
nómicas responden a una secuencia progresiva y organizada que se inicia con el comercio
ambulante, continua en los ámbitos minoristas y con el comercio al por mayor y desemboca
en los negocios de importación e inversión industrial. Por lo general, la motivación que los
impulsó a optar por la actividad comercial (no sedentaria) fue la idea de “hacer las Américas”
para regresar con la cantidad de dinero suficiente para consolidar su situación económica en
su ciudad natal. Pero a medida que transitaron (creo que por la secuencia comercial antes
mencionada y la competencia se acrecentó, este objetivo original se fue desdibujando y
los obligó a desplazarse al interior del país en busca de nuevos nicho económicos. Además
de incluir la descripción de “el barrio de los turcos” en la ciudad de Buenos Aires y rese-
ñar como las casa comerciales árabes fueron consolidándose en las principales capitales
provinciales del interior, Akmir analiza en detalle los factores que influyeron en el éxito
del pequeño comerciante bolichero hasta que, a fines del siglo XIX, lograron prosperar en
el mercado mayorista, atravesar la crisis económica de 1913 e insertarse en la actividad
industrial durante las primeras décadas del siglo XX (principalmente en la rama textil). Es
importante destacar a su vez, que al no formar parte de la clase obrera, los inmigrantes ára-
bes permanecieron al margen de los conflictos sociales promovidos por las organizaciones
anarquistas y socialistas durante el periodo finisecular.
Los dos capítulos siguientes están dedicados a analizar el grado de integración en la
sociedad argentina de las tres generaciones: padres, hijos y nietos, y, en relación a esto
último, examinar el abanico de instituciones árabes que se fueron consolidando a la par. Al
respecto, una de las conclusiones a las que llega Akmir es que los diferentes credos religiosos
constituyeron un elemento diferenciador en la integración social de los inmigrantes árabes
en el país, la cual a su vez, fue mucho menos ardua en el interior debido a la menor estig-
matización que allí sufrían. Con respecto a las instituciones, se distingue entre las fundadas
con anterioridad a 1920 –pequeñas, sectarias y con el objetivo de reunir a quienes profe-
saban el mismo credo para facilitar contactos entre ellos– y las posteriores a esa fecha –de
carácter social, que apuntaban a preservar la identidad árabe y su cultura; financieras, para
respaldar las actividades económicas de los inmigrantes árabes; y las de carácter benéfico
o religiosas, entre otras–. Se exponen así, algunos de sus rasgos más relevantes como ser
sus actividades, su incidencia en la vida de la colectividad, sus aspectos polémicos, etc. En

219
Avances del CESOR - Año IX, N° 9 / 2012

este marco, uno de los apartados toma por objeto a la prensa árabe, considerándola a partir
de los tres periódicos más significativos (“Diario Sirio-Libanés”, “Assalám” y “El Misio-
nero”), en los cuales se puede evidenciar claramente no solo los intereses y aspiraciones
de la colectividad árabe, sino también el carácter partidario y casi sectario de dicha prensa
y el rol que desempeñó informando sobre la situación de los parientes, que en los países de
origen, permanecían sujetos a la censura otomana o al mandato francés.
El capítulo quinto aborda la presencia política árabe en Argentina describiendo, primero
las tendencias e inquietudes políticas de los inmigrantes y la forma en que participaron en
el logro de la independencia de sus países de origen, y en segundo lugar, la incidencia que
tuvo el estallido del conflicto árabe-israelí en la radicalización de posturas y en el deterioro
de la convivencia social.
Por último, en el sexto capítulo, Akmir examinará el modo en que la colectividad árabe
fue insertándose en la vida profesional y política de Argentina a partir de 1920, cuestión
estrechamente relacionada con las primeras graduaciones universitarias de la segunda gene-
ración, particularmente en el Noroeste donde las condiciones eran más propicias para ello.
Se contemplan así, las circunstancias precedentes, las carreras y profesiones más elegidas y
la comparación entre hombres y mujeres universitarios, destacando cómo el título superior
de uno de los hijos se convirtió rápidamente en la máxima aspiración entre las familias de
la comunidad árabe, ya que equivalía a “conservar la dignidad” y acceder a un medio de
promoción social. Entre tanto, la actuación árabe en política responde a múltiples factores
y sigue un orden progresivo: primero, la presencia en la vida pública local, más tarde en la
provincial y solo recién a partir de 1940, los encontramos actuando en política nacional,
vinculados sobre todo al peronismo. Por otro lado, la preocupación por la política de los
países de sus padres se refuerza y confluye cuando resurge el conflicto árabe-israelí, aunque
los intereses económicos primaron muchas veces por sobre los intereses patrióticos.
En definitiva y acordando con lo que Silvia Montenegro expone en el prólogo del libro,
verdaderamente se trata de un estudio académico de gran rigurosidad, sólidamente sustentado
desde lo metodológico y muy respetuoso de las exigencias que implica un trabajo histórico
abordado desde la estadística, las fuentes escritas y los relatos orales. Sin embargo, su lectura
no deja de ser amena, y resulta muy ilustrativa al estar salpicada en todo momento, por las
anécdotas y relatos recopilados por el mismo autor en los que miembros de la comunidad
árabe reviven sus experiencias. Quisiera destacar también, el interesante aporte que consti-
tuye el anexo del libro, en donde se reúnen entrevistas a personalidades representativas de
la comunidad árabe, tales como Carlos Menem, Jorge Asís o Eduardo Falú, en las que son
interrogados por su propias historias familiares de inmigración y su relación con la vida
pública en la realidad argentina más actual.

Micaela Yunis
FHyA-UNR

220
Normas para la presentación de artículos a Avances del Cesor, Revista
del nodo CESOR (Centro de Estudios Sociales Regionales) del ISHIR
(Investigaciones Socio-históricas Regionales) dependiente del Consejo de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad
Nacional de Rosario (UNR).

A- CARACTERISTICAS DE LOS MANUSCRITOS

Los mismos deberán ser originales e inéditos y se presentarán en formato Microsoft Word,
tamaño A4, interlineado doble y letra Times New Roman tamaño 12. Su envío se realizará,
por correo electrónico (como archivo adjunto) a cesor_rosario@yahoo.com.ar; secretaria@
ishir-conicet.gov.ar y por correo postal (copia de respaldo en un CD convenientemente
rotulado) a la Secretaría Técnica de Redacción: ISHIR/CESOR – CCT-CONICET/Rosario,
Ocampo y Esmeralda, Rosario (2000), Provincia de Santa Fe, Argentina.
El límite de extensión de los textos será para los artículos, 25 carillas ( incluyendo las citas,
cuadros, notas, etc.) y 3 carillas para reseñas y comentarios críticos.
Debe acompañar a los trabajos una hoja aparte con datos personales (nombre, dirección
y teléfono) y profesionales (Universidad, institución de pertenencia, etc.) de la/el o las/os
autoras/es.

B - DATOS QUE DEBEN CONTENER LOS ARTICULOS/RESEÑAS

● Título general completo en mayúsculas, alineado en el centro, resaltado en negrita y


respetando la misma letra indicada para el artículo en general. Los subtítulos y títulos
internos irán resaltados en negrita, alineados a la izquierda y en minúscula.
● Nombre y pertenencia institucional de la/el o las/os autoras/es
● Un resumen de un máximo de 15 líneas (interlineado simple, letra Times New Roman,
tamaño 10) en español (bajo el título Resumen en negrita) y en inglés (bajo el título
Abstract en negrita) y con (sus respectivas) palabras claves, en español e inglés.
● En el caso de las reseñas, el nombre y apellido así como la pertenencia institucional de
la/el autora/or de la reseña irán consignados al final del texto, en negrita y alineado a la
derecha. El encabezado (en negrita) de las mismas deberá respetar el siguiente orden:
▪ GARCÍA FERRARI, Mercedes, Ladrones conocidos/Sospechosos reservados.
Identificación policial en Buenos Aires, 1880-1905, Prometeo Libros, Buenos
Aires, 2010, 216 páginas.

221
C - NOTAS Y CITAS (ESTILO)

Las citas irán a pié de página enumeradas siguiendo el formato automático de Word. Cuando
el número de cita se encuentre a continuación de un signo de puntuación, deberá ubicarse
siempre detrás del mismo. Las características generales son: mayúsculas para el apellido
de la/el o las/os autores/as y tras la coma, su nombre. Títulos de libros en itálica; títulos
de artículos entre comillas y nombre de la publicación en itálica; editorial, lugar y año de
edición, volumen, tomo (V., T.), número (Nº) en caracteres romanos, página/s (p., pp.), si
correspondiera.
Ejemplos (evitar el uso de abreviaturas)
Libros de autor:
VIDAL-NAQUET, Pierre, Los judíos, la memoria y el presente, Fondo de Cultura
Económica de Argentina, Buenos Aires, 1966, p. 23.
Artículos de revistas
IRUJO, Andrés María de, “Don Tomás Yoldi y Mina”, en Boletín del Instituto Ame-
ricano de Estudios Vascos, Buenos Aires, 1968, V. XIX, pp.19-26.
Capítulos de libros colectivos:
AROSKIND, Ricardo, “El país del desarrollo posible”, en JAMES, Daniel (director)
Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976). Nueva Historia Argentina, T.
IX, Sudamericana, Buenos Aires, 2003.
Prensa o publicaciones períodicas:
La Capital, Rosario, 11/09/1972, p. 16.
Citas de recursos electrónicos:
Responsable principal. Título [tipo de soporte]. Responsable(s) secundario(s). Edición. Lugar
de publicación: editor, fecha de publicación, fecha de actualización/revisión. Descripción
física. (Colección). Notas. Disponibilidad y acceso [Fecha de consulta]. Ejemplo:
Wollstonecraft, Mary. A vindication of the rights of women [en línea]: with stric-
tures on political and moral subjects. [New York]: Columbia University, Bartleby
Library, 1996. XVI, [17]-340 p. Transcripción y conversión al formato HTML de la
ed.: Printed at Boston: by Peter Edes for Thomas and Andrews, 1792. <http://www.
cc.columbia.edu/acis/bartleby/wollstonecraft/100.htm> [Consulta: 5 mayo 1997].
La reiteración de referencias a la misma obra se hará de la siguiente manera:
● Cuando la misma obra se reitera de modo consecutivo pero en una página diferente:

222
1
VIDAL-NAQUET, Pierre, Los judíos, la memoria y el presente, Fondo de Cultura
Económica de Argentina, Buenos Aires, 1966, p. 23.
2
Ídem, p. 25.

● Cuando la misma obra y la misma página se reiteran de forma consecutiva:


1
VIDAL-NAQUET, Pierre, Los judíos, la memoria y el presente, Fondo de Cultura
Económica de Argentina, Buenos Aires, 1966, p. 23.
2
Ibídem.

● Cuando la misma obra se reitera en diferentes partes del texto no consecutivas, se utiliza
siempre:

VIDAL-NAQUET, Pierre, Los judíos..., Op. Cit., p. 453.

La transcripción de fragmentos de fuentes (o de obras de otros autores) en el cuerpo del


artículo se hará de la siguiente manera:
● Si se incorpora a continuación de la oración debe hacerse en el mismo formato del texto
( Times New Roman 12) y resaltada por comillas. No utilizar otra forma de resaltado;
salvo que se trate de palabras o frases en otro idioma distinto al español. En este último
caso, se utilizarán itálicas. Si se omiten partes del escrito se las reemplazará por tres
puntos suspensivos sin paréntesis ni corchetes. Si se agrega algo a la cita que no corres-
ponde ni a la fuente ni al autor se coloca entre corchetes.
▪ Las mismas indicaciones se seguirán en caso de reproducir fragmentos de fuentes o
de obras de otros autores en notas al pié.
▪ En el caso de las fuentes, si se prefiere centrarlas, se escribirá: sin comillas y con
márgenes izquierdos y derechos de 1,5 cm, interlineado simple y letra Time New
Roman 10.
Si se decide incluir mapas, ilustraciones o cuadros, enviar en archivo aparte, indicando en
qué sitio del texto deben ser incluidos. Si son escaneados deben ser enviados en archivo,
formateados con la extensión “.tif”. Se recomienda no utilizar colores porque la impresión
de la revista es en blanco y negro.
Los vocablos en otros idiomas deberán resaltarse en cursiva sin excepción.
Por utilizar el estilo de cita a pie de página se excluye la presentación de bibliografía final
en los artículos.

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D- ARBITRAJE

Los manuscritos serán recibidos por la Secretaría Técnica de Redacción y se notificará de su


recepción a la/el o las/os autores/as en un plazo que no exceda los 15 días. No se aceptarán
contribuciones que no cumplan con las normas de publicación especificadas.
Los trabajos serán sometidos al arbitraje confidencial de dos especialistas anónimos y ex-
ternos tanto a la revista como a la institución editora de la misma. La comunicación a la/el
o las/os autoras/res del resultado de las evaluaciones se concretará en un término menor a
4 meses. A partir de estas evaluaciones la Secretaría Técnica de Redacción podrá solicitar
modificaciones a la/el o las/os autoras/res .
Luego de ser aceptado el artículo el mismo no podrá sufrir ningún cambio y su aprobación
implicará que la/el o las/os autoras/es autorizan la publicación del trabajo por la revista
Avances del Cesor.
La revista no se compromete a la devolución de los originales recibidos aún en el caso de
no ser publicados.

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Impreso en los talleres de Propuesta Gráfica,
Larrea 2902 - Rosario, T.E. 431-3436
en el mes de octubre de 2012
e-mail: propuesta@steel.com.ar;
propuestag@yahoo.com.ar

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