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PRÓLOGO

- No sé, Haaziq, no podemos hacer caso a todas las visiones.


- Nunca he fallado.
- Tienes razón, tienes razón… Pero ¿la tierra rota? ¿una cadena de marfil sobre un
tigre de ojos azabache? Ni si quiera parecen tener el más mínimo sentido.
- Sea lo que sea, no es algo bueno -levanté los ojos del libro y encaré la dubitativa
mirada del jefe.
- Pero no sabes lo que significa, podría ser un mal sueño. No vamos a abandonar
nuestro hogar para escondernos todavía más en la selva por lo que podría ser un
mal sueño.
- Lo entiendo. Creo que no es solo un mal sueño, pero entiendo tus dudas.
Seguiremos hablando. En el sueño no ocurría ahora. La decisión puede esperar.

Ese maldito sueño de nuevo… No es un sueño, no, es solo un triste recuerdo. El último
que tengo de mi vida anterior. Un recuerdo de cómo intenté advertir de algo que ni
siquiera yo comprendía. Al principio me consolaba diciendo que fueron necios por no
escucharme, por desoír las advertencias que se me revelaron en sueños y que yo traté de
transmitir. Pero lo cierto es que yo fui tan culpable, o quizá mar. Yo había sido el
elegido por la tribu, en quien confiaban para el devenir, y solo supe decirles “debemos
huir” cuando el mayor peligro a la vista era que la lluvia nos arruinase las pieles que
teníamos secando al sol.

Me llamo Haaziq Abara, y esta es mi historia; la historia de un fracaso, la historia de


una venganza.

CAPÍTULO 1 – LA TRIBU

Nací en (ZONA SUR DEL MAPA, ÁFRICA), cerca de nacimiento del río (ES TÚ
MAPA, INSERTE NOMBRE), una zona cálida, vibrante de vida, de naturaleza. No
sabría decir si eso estaba en algún país o Estado; no hacemos caso de esos conceptos allí
de donde soy. Quizá algún tirano en algún momento dijo que eso era suyo, pero ni
vimos nunca a ese tirano ni sus órdenes, si las hubiere, tuvimos que obedecer.

Vivíamos en la naturaleza, con la naturaleza, incluso, en cierta media, se podría decir


que por y para la naturaleza. Éramos felices con una forma de vida en la que
respetábamos cualquier lugar que se pisaba, tomando aquello que era necesario sin
perjudicar a nada ni a nadie. Para el lector de estas páginas quizá le parezca extraño,
ahora me lo parece incluso a mí, extraño y lejano, pero creo que todo ser humano
debería vivir de esa manera. Una tribu, una comunidad, una gran familia que se limitaba
a vivir, algo que virtualmente no tiene límite alguno, pues era una vida libre.

Crecí como un niño más, corriendo entre los árboles, nadando, aprendiendo la manera
de vivir de mi pueblo. También, claro está, formándome, aprendiendo la historia de mi
pueblo y lo que vosotros llamaríais Derecho Consuetudinario, a la vez que descubría el
conocimiento profundo de las plantas y los animales. Ya desde pequeño una profunda
espiritualidad me invadía cada vez que estudiaba todos los aspectos de la naturaleza.
Indagaba con verdadera reverencia y creo que la naturaleza podía sentir ese respeto,
pues es quizá precisamente por eso por lo que me concedió la capacidad de convertirme
en el chamán.

CAPÍTULO 2 – EL CHAMÁN

Si tu piel empieza a clarear, lo que es muy respetable, quizá no sepas de qué estoy
hablando si digo que soy un chamán. Según he podido aprender en mis recientes viajes,
vosotros llamáis druidas a aquellos que aunamos nuestro espíritu con la naturaleza. Es
un nombre curioso y cuyo origen no he logrado adivinar. Por desgracia, en mi viaje no
he tenido todavía la suerte de encontrarme con uno de vuestros druidas; no es el fin de
este viaje, como ya contaré más adelante, pero sería un gran privilegio poder conversar
con uno.

En cualquier caso, un chamán es aquel que es uno con la naturaleza, que al menos puede
serlo cuando lo desea y la naturaleza se lo concede. Esto le inviste de un gran poder que
no debe usar para servirse así mismo, sino para servir a la propia naturaleza, aunque los
fines muchas veces pueden ser compartidos o pueden ser ponderados por las fuerzas. No
explicaré aquí mis poderes, pues el buen lector los conoce. Solo diré que ese gran poder
deberá ser usado para restaurar un orden natural que el hombre blanco rompió a fuego y
sangre.

Con todo, para mi pueblo yo era algo así como un guía espiritual, parecido a vuestros
sacerdotes, pero de un modo más… místico. Confiaban en mí para pedir consejo, para
hablar sobre su futuro, para guiar su conducta. Confiaban incluso en algunos de mis
sueños premonitorios, pues siempre se cumplían y de esa manera conseguíamos
adelantarnos a los acontecimientos. Restar la importancia de un chamán en la tribu sería
una falsa modestia que no tiene cabida en esta breve historia: gracias a mi labor el
pueblo prosperó y pudo vivir muchos años en armonía. Hasta que decidieron que no
debían hacerme caso, hasta que yo no supe explicar mis sueños.

CAPÍTULO 3 – LA PESADILLA

Si confiaban en mí seguramente era por la certeza ya no de lo que iba a pasar, sino


porque mis sueños eran claros. Muchos de los chamanes de otras tribus (no hay
chamanes en todas) tienen sueños metafóricos y las interpretaciones que hacen no son
siempre acertadas y, en ocasiones, confunden los sueños premonitorios con sueños
normales. No era mi caso, si preveía un terremoto lo que veía era muy parecido. En
ocasiones los sueños no hacían más que confirmar los temores o deseos que había en la
tribu. Confiaban en mí por la sencillez y, dicho sea de paso, para mí no era complicado
de interpretar; seguramente tuve suerte con la naturaleza de los sueños… hasta esa
maldita vez.

Me duele recordar esa pesadilla… Son las primeras palabras que de este relato he
escrito. Basta con volver los ojos para encontrar lo que vi. ¿Qué significaba? Muerte,
esclavitud, violencia… Mi pueblo, como muchos otros pueblos de la zona, fue
salvajemente atacado por hombres de piel blanca. No sabíamos qué pasaba, no
estábamos preparados, la guerra no era algo propio de nuestra tierra. A la mayoría los
llenaron de cadenas, los esclavizaron; a quienes se resistieron los mataron sin
contemplaciones; unos pocos logramos escapar hacia la nada.

Eran hombres de (REINO/PAÍS), capitaneados por el bastardo de (NOMBRE), un


sádico que no dudaba en mandar ejecutar a cualquiera que se le pusiera por delante,
incluso aunque fuera un soldado que dudaba sobre si cumplir la orden de degollar niños
recién nacidos. Destruyeron nuestras tribus y a los esclavizados los recluyeron de
cualquier manera. Durante algunos meses me mantuve a la sombra, buscando la manera
de liberar a los míos.

Aunque no fue hasta que me marché que terminé de comprender el sentido de aquella
invasión, pude ver cómo comenzó la explotación de la naturaleza. Mis hermanos,
subyugados por el hombre blanco, se vieron obligados a violentar las entrañas de la
tierra en busca de un mineral muy valioso para el malnacido rey de (REINO/PAÍS).
Cavar, picar, extraer; cavar, picar, extraer. Día y noche mis hermanos eran… son, son
obligados a realizar tan horroroso acto.
Al segundo mes intenté liberarlos. Como el lector agudo habrá advertido, también en
eso fracasé. Cambiando de forma, logré internarme en las cárceles en las que dormían
para explicarles mi plan de huida. Quizá podría haber funcionado, pero me descubrieron
antes de que pudiera poner el verdadero plan en marcha. Debieron verme con algún tipo
de magia, pues nadie salió ni entró en las celdas mientras yo estuve allí, hasta que, en un
instante, varios soldados irrumpieron armados hasta los dientes.

De nuevo cambiando de formas logré escapar, aunque me dejaron una cicatriz en el


pecho bastante dolorosa. Entonces decidí que no podía seguir allí, ocultándome y
esperando una ocasión para ayudar, pues si acaso conseguiría que mataran a más de mis
hermanos. Entonces decidí que la única forma era solucionar el problema de una manera
radical, esa decir, cortando la raíz, matando al rey (NOMBRE).

CAPÍTULO 4 – EL VIAJE

Comienza así el viaje que en estas páginas relato a modo de diario, en parte por no
volverme loco en la soledad de los caminos, en parte por quien pudiera leerlo, en parte
porque será la historia de mi pueblo. Mi objetivo no es otro que la venganza, pero eso
solamente no bastaría. Por los caminos he escuchado una suerte de dicho: “a rey muerto,
rey puesto”. Yo no me limitaré a acabar con la vida de ese tirano: destruiré a toda su
élite, su sistema si es necesario, con el fin de conseguir liberar a mi pueblo.

No espero ayuda en mi tarea. No espero tampoco redención. No espero el perdón de mis


hermanos, pues no se puede perdonar a quien, teniendo el poder de evitar el desastre, no
supo anticiparse. Solo es seguro que lograré romper sus cadenas, pues ya no queda otro
propósito en mi vida, la cual daré gustoso si consigo liberar a mi pueblo.

Me dirijo ahora a (LUGAR DE COMIENZO DE LA PARTIDA), donde espero poder


descansar y comprar algunas cosas. Más tarde continuaré con el relato.

CAPÍTULO 5 – EXTRAÑOS ENCUENTROS

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