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Hechos: Capítulo 29

La llama el evangelio se expandió

Aconteció que, desde los últimos días de Pablo y los demás apóstoles, el evangelio
fue predicado por todo el mundo conocido.

Los cristianos defendieron su fe hasta las últimas consecuencias, siendo incluso


perseguidos y masacrados por el Imperio Romano durante más de 300 años.

Pero la llama encendida por el Espíritu Santo y los discípulos de Cristo no pudo ser
apagada y fue transmitida por generaciones, a pesar de mucha oposición recibida.

El testimonio de los cristianos fue ganando la atención y más adelante la


conversión de mucha gente, llegando a todas las clases sociales y culturas.

Por otro lado, la Palabra del evangelio fue tergiversada muchas veces, al punto que
el Imperio Romano adoptó el cristianismo como su “religión oficial”.

Esta corrupción del evangelio tuvo dos resultados:

Por un lado, permitió que por generaciones y por todos los rincones del imperio se
llevara de alguna forma la Palabra de Dios.

Por otro, se creó una estructura eclesiástica que abandonó la gran comisión y se
dedicó por siglos a mantenerse a sí misma, como únicos dueños de la verdad del
evangelio y disfrazando de piedad un afán de poder que imitaba en muchos
aspectos al Imperio de Roma, al punto que el idioma oficial de las escrituras fue el
latín, siendo reservadas la lectura de las escrituras sólo para algunos privilegiados y
no fue conocida en los idiomas propios de cada cultura o país ni menos por los
ciudadanos comunes y corrientes. Esa estructura es llamada Catolicismo Romano.

Cada cierta cantidad de años y siglos, hombres llenos del Espíritu de Dios
alumbraban con la Verdad al igual como lo hicieron los profetas del Antiguo
Testamento.

Muchos de ellos pagaron con sus vidas y con el martirio el precio de seguir las
enseñanzas de Cristo y tratar de alcanzar a todo hombre y mujer.

Pero los planes de Dios son perfectos y como nada escapa a su control, el
evangelio genuino salió nuevamente a la luz, pudiéndose al fin dar a conocer la
Palabra de Dios en los distintos idiomas y dialectos de los lugares donde se
predicó.

Con la invención de la imprenta, se pudo llevar y hacer entender las verdades del
mensaje de Cristo a millones de personas en distintos lugares del mundo, en sus
propios idiomas, comenzando un despertar de la fe en los últimos 500 años.

Un verdadero movimiento misionero llevó el evangelio a cada rincón del mundo.

El evangelio llega al Sur de Chile

No obstante muchos movimientos cristianos ya desde el siglo 19 trajeron el


evangelio a Chile (pese a la férrea oposición del catolicismo romano), oleadas de
misioneros trajeron hasta el sur de Chile la llama de la fe.

Uno de ellos fue Henry Weiss, llegado desde Estados Unidos en abril de 1897,
quien trajo el movimiento llamado Alianza Cristiana y Misionera, comenzando
desde Concepción al sur, lugar tras lugar, luchando contra las dificultades
geográficas, las dificultades que oponía el clima de estos lugares y las que le
presentaban aquellas personas que rechazaban su misión. Pese a todo ello, nunca
cesó de predicar la Palabra y plantando iglesias al estilo de Pablo en Asia menor.

El Evangelio crece en Puerto Montt

Hace 94 años llegó la misión a Puerto Montt, formándose la que es actualmente la


1ª Iglesia Alianza Cristiana y Misionera ubicada en pleno centro de la ciudad.

Durante sus 94 años de historia, la congregación ha mantenido el espíritu


misionero de sus fundadores y ha crecido al punto que ha plantado 5 iglesias hijas
en distintas localidades cercanas y en otros barrios en la misma ciudad.

No se puede desconocer que, en sus casi 100 años de historia, la iglesia local de
Puerto Montt ha tenido las mismas virtudes, los mismos defectos y los altibajos
que han acompañado a la Iglesia Universal en cada lugar y desde los tiempos
apostólicos.

Espíritu Evangelístico

El legado de Weiss marcó una impronta “misionera” en Puerto Montt, llevando el


evangelio con muchas dificultades por la gran oposición de la tradición católica y
mundana, que es una característica común en las ciudades-puerto de Chile, donde
el pecado y la idolatría es traído y mantenido por la población flotante y por los
lugareños.
Pese a eso, el modelo de la iglesia prístina en cuanto a evangelizar ha sido
reproducido por la iglesia local: primero conociendo a los lugareños, atendiendo
sus necesidades y hablándoles de Cristo en un lenguaje entendible -lejano a toda
erudición- que pueda ser comprendido y asimilado por quienes lo oyen.

Han sido muchos los hogares visitados, casa por casa, como también hospitales y
hogares de menores, llevándoles no sólo la Biblia sino también el amor expresado
en una cálida conversación, un poco de comida, una taza de café, etc. con la misma
alegría y sencillez de corazón de la iglesia prístina.

El Señor ha permitido que, de muchas de esas personas bendecidas con el cariño


expresado de esa forma ha habido miles de almas convertidas y entre ellas algunas
han dedicado sus vidas al pastorado, a la enseñanza de la Palabra y a la Misión.

El crecimiento de la iglesia en número de personas ha sido el resultado de hombres


y mujeres valientes predicando a Cristo junto con la ayuda del Espíritu de Dios que
ha alcanzado sus corazones y los ha llamado al arrepentimiento.

Rol del Espíritu Santo

Si bien la iglesia local de Puerto Montt no se caracteriza porque haya


manifestaciones evidentemente sobrenaturales de los dones del Espíritu Santo, sí
hay una evidente guía de éste en la búsqueda de la verdad del evangelio.

Por eso, no se puede negar que la iglesia local tiene hombres y mujeres que, salvo
excepciones, dan muestras del fruto del Espíritu:

Amor manifiesto por las almas, aprendiendo a conocer sus necesidades y


esforzándose por satisfacerlas, especialmente las espirituales.

Gozo de servir a la Misión, que se evidencia en la participación entusiasta y


permanente de la hermandad en la Obra del Señor.

Paz, la cual acompaña los corazones de la hermandad a pesar de las muchas luchas
que se producen en una ciudad llena de oposición, así como también cuando en
no pocas ocasiones al interior mismo de la congregación hay disensos y
discrepancias.

Paciencia, porque hemos entendido que los tiempos y la evolución de la iglesia no


son nuestros, sino del Señor de la Obra, y por ello es necesario muchas veces saber
oír y esperar la dirección de Su Espíritu.
Benignidad, cualidad que en el mundo (y también en Puerto Montt) parece
haberse extinguido, pero que vive y se hace manifiesta en el testimonio de la
iglesia local.

Bondad que se refleja en el amor por el sufriente, ya sea porque la enfermedad, la


pobreza o los mismos pecados han desmoronado sus vidas, a quienes se les ayuda,
apoya y restaura bondadosamente.

Fe, que es el motor de toda actividad y que ha permitido la convicción y la


perseverancia en la obra misionera, a pesar de tantas dificultades en el camino.

Mansedumbre, reflejada en la disposición a trabajar en equipo, conducidos por


generaciones de pastores y líderes, y con la guía del Espíritu Santo, para mantener
y hacer crecer la obra. Mansedumbre que, también, ha permitido moldear el
carácter colectivo e individual de cada miembro de la congregación.

Dominio propio, sin la cual los temperamentos tan disímiles de tantos hermanos
en la fe habrían frenado y obstaculizado el progreso de la misión. Dominio propio
también reflejado en seguir amando al prójimo aun cuando se nos denoste, se nos
humille y se nos persiga como al principio de la misión y como poco a poco, en los
tiempos actuales, se comienza nuevamente a discriminarnos por mantener nuestra
fe.

Sin la ayuda y la guía del Espíritu Santo, la iglesia local habría sufrido el natural
deterioro de toda iniciativa puramente humana, por muy bien intencionada que
fuera.

Perseverando en el Estudio de la Escritura

Muchas corrientes heréticas y falsas doctrinas pueden alcanzar y permear una


congregación, algunas muy bien disfrazadas y maquilladas de aparente verdad.

Sólo el estricto apego a las escrituras, lo cual requiere un acabado conocimiento de


éstas, ha permitido a la congregación local mantener la “sana doctrina”.

La Palabra de Dios es estudiada y cultivada por cada miembro activo de la


congregación local.

Generaciones de maestros, hombres y mujeres de Dios, han permitido inculcar el


conocimiento de Dios por medio de Su palabra durante estos casi 100 años.

Esta verdadera arma contra las asechanzas del enemigo ha permitido que, como en
la iglesia de Berea, se haya confirmado o rechazado aquellas enseñanzas que
puedan ser traídas a la congregación para bendecir o, por el contrario, para
intentar tergiversar el evangelio.

Esto es reconocido incluso por otras congregaciones que abrazan otras corrientes
evangélicas, pero que ven con respeto el apego a la Palabra verdadera y su
constante enseñanza a las nuevas generaciones de nuestra iglesia local.

Siguiendo el ejemplo de Antioquía

Así como la iglesia de Antioquía crecía y se fortalecía en la Misión de llevar el


evangelio a distintos lugares, nuestra iglesia ha dedicado todos estos años a
expandir las buenas nuevas del evangelio, tanto a nivel local como lejanos lugares,
enviando misioneros, no sin antes orar por ellos y bendecirles, además de
mantener el apoyo para ellos mientras cumplen su misión.

Al igual que la iglesia de Antioquía, el ayuno y la oración ha sido un arma


poderosa: el hábito de buscar más del Señor en ayuno y oración ha sido una
constante durante todos estos años.

La constancia en estas disciplinas espirituales ha dado los frutos de perseverancia y


rectitud de una congregación que se esfuerza en no solo ser oidora de la Palabra,
sino también en llevarla día a día a la práctica.

Se ha sido generosos como la iglesia modelo, llevando bendición también en


forma de apoyo económico y social a los lugares donde se ha predicado de Cristo.
Esto se ha hecho con el apoyo de toda la hermandad que, partiendo por la oración,
han llevado sus conocimientos profesionales y su ayuda material a quienes se les
ha predicado, para hacer un evangelio práctico, consciente de las necesidades
básicas de quienes las reciben.

La congregación, al igual que en Antioquía, ha mantenido una identidad durante


todos estos años: es reconocida su sana doctrina basada en la Palabra y su espíritu
misionero. Además, esta identidad ha permitido que no haya sido afectada ni
corrompida por otras corrientes o ideologías que tuercen el evangelio.

En los últimos 10 años, empero, hubo algún grado de desaceleración en el empeño


de plantar iglesias, dedicándose una década a una especie de movimiento
centrípeto, el cual permitió de todos modos formar un buen liderazgo local y que
prontamente está retomando un crecimiento centrífugo siguiendo el modelo
Paulino que por años la había caracterizado.
Lo vivido en Antioquía en cuanto a la multiculturalidad está siendo replicado en la
iglesia local.

Si bien la multiculturalidad de la misión era conocida, se entendía hasta hace poco


como aquella a la cual se iba a alcanzar al enviar misioneros a otros lugares lejanos
y de distintas culturas e idiomas; ahora la multiculturalidad está en la misma
ciudad: debido a la alta tasa de inmigración que ha experimentado el país y la
región donde se encuentra ubicada Puerto Montt, han llegado hasta las mismas
puertas de nuestra iglesia personas venidas de distintos países y culturas.

Así hemos visto acercarse migrantes sudamericanos: del Perú, Ecuador, Colombia y
Venezuela y un gran número de haitianos, los cuales presentan el desafío adicional
del idioma.

Este cambio en la composición de la población ha llevado a que nos preparemos


en la actividad evangelística con una mente más abierta a la diversidad cultural,
poniendo a prueba nuestra capacidad de amar con todas esas diferencias que nos
presentan los migrantes.

Lindo desafío que no dudamos que está en los planes de Dios para estos tiempos.
Esperamos tener éxito en esta nueva forma de misión, tan inesperada como
apasionante.

Nuevo Siglo, nuevas tecnologías, nuevos desafíos

Es notorio que la composición y la distribución global de los habitantes del mundo


ha cambiado.

Ya mencionamos la multiculturalidad (y las distintas etnias) han llegado hasta


nuestras propias iglesias locales, lo cual ya es un desafío evidente que trajo el
nuevo siglo.

Se agrega también la masificación de los recursos tecnológicos, los cuales para


bien o para mal acercan tanto el evangelio como las acechanzas del enemigo a
cada hogar (cristiano o no), poniendo en riesgo la santidad y la fe debilitada y
oponiendo una gran barrera de pecado y autocomplacencia a quienes aún no
conocen el evangelio.

Nuestras congregaciones y nuestra iglesia local han debido adaptarse a estos


nuevos tiempos con este particular desafío: hacer que las redes sociales y los
nuevos canales de comunicación sean verdaderos transmisores del amor y la
verdad de Cristo.
No es tarea fácil: la maldad en todas sus formas está al alcance de la mano y a un
clic de distancia, hasta en los teléfonos celulares que la mayoría de las personas
trae consigo. No se conocía esta forma de oposición del enemigo, por lo mismo se
ha debido aprender a combatirla en su mismo terreno, construyendo espacios
virtuales para congregarnos y hablar las cosas del Señor entre cristianos y con
aquellos que aún no le conocían.

Ahí ha habido un beneficio impensado: por estas mismas vías de comunicación casi
instantáneas se ha llegado a otros lugares y a personas tan lejanas que de otra
forma habría sido imposible hacerlo. Es menester saber utilizar positivamente esta
nueva manera de comunicarse, pidiendo en todo la guía del Espíritu de Dios.

Pero quizás el mayor desafío contemporáneo que tanto la Iglesia como la iglesia
local están enfrentado es en el terreno psicosocial:

La Posmodernidad ha logrado instalar en la mente de las personas que no hay


verdades absolutas y, por lo tanto, Dios no tiene cabida en su cosmovisión. Así
mismo, tantas verdades individuales hacen que la gente sólo piense en sí misma y
no en los demás, privilegiando su autocomplacencia y minimizando a los demás.

Finalmente, la manipulación de la verdad en los medios de comunicación masivos,


con el surgimiento de la Posverdad, que hace una vez más hincapié en lo que la
gente quiere ver y creer sin importar si hay algo de cierto en lo que les entregan
como información, dificulta mucho llegar a ellos con el Evangelio.

No en vano Cristo mismo nos advirtió que tendrían comezón de oír sólo aquello
que complazca y validen sus propias concupiscencias.

Y esto es válido no sólo para quienes nunca han oído la Palabra de Dios, sino
también para los seguidores de Cristo.

Diversas doctrinas que exaltan la búsqueda de la felicidad en esta vida como meta,
que defienden el derecho al bienestar económico y social como un derecho
adquirido por el mero hecho de haber sido llamados Hijos de Dios, y reclamando
del Redentor todas las promesas bíblicas dadas al pueblo de Dios, sacándolas de
su real contexto y extrapolándolas a una vida actual casi exenta de pruebas, han
permeado y corrompido a muchas mentes.

Este escenario plantea la necesidad de prepararnos espiritualmente, nutriéndonos


de la Palabra y clamando en oración por la ayuda y la guía del Espíritu Santo, tal y
como lo hicieron en la iglesia prístina.
Sólo de esa manera podremos perseverar en nuestra santidad, como testimonio
ante los demás y para glorificar a quien pagó tan alto precio por nuestras almas.

Y ese mismo testimonio de santidad colaborará con la obra del Espíritu Santo:
aquellas almas querrán oír el Evangelio predicado por quienes ellos vean que
realmente llevan una vida acorde a la palabra de salvación que proclaman.

Nada de lo que ha hecho nuestra iglesia local, nada de lo que actualmente hace y
nada de lo que hará en el futuro servirá si no se oye a Dios por medio de Su
bendita palabra, si no se le clama a Él por medio de la oración, y si no se le permite
al Espíritu ser el consolador y guía en la Misión que desde tiempos de la iglesia
prístina hasta nuestros días nos encomendó Jesucristo, nuestro Salvador.

Sin duda este capítulo 29 está aún escribiéndose

Por 20 siglos la Iglesia de Cristo ha estado en continuo desarrollo, con altibajos,


pero siempre con la Gracia de nuestro Dios y la compañía del Espíritu Santo.

La redacción de este capítulo no terminará hasta que cada alma de este mundo
oiga el Evangelio del Reino de Cristo y a todo rincón del planeta se lleve la Verdad
de este Evangelio.

Sólo así podremos ver el anhelado regreso de Cristo que vendrá por Su Iglesia, la
cual le pertenece porque pagó con Su sangre preciosa el precio de su redención.

Amén.

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