Sie sind auf Seite 1von 10

20

PERIODO POSEXILICO:
ESPÍRITU, APOCALÍPTICA
CARROLL STUHLMUELLER, CP

BIBLIOGRAFÍA
1 J. Bloch, On the Apocalyptic in Judaism (JQR 2; Filadelfia, 1952); J. Bon-
sirven, Le juda'isme Palestinien (2 vols.; París, 1934); W. Bousset y H. Gressmann,
Die Religión des Judentums im sp'áthellenistischen Zeitalter (Tubinga, 31926);
F. C. Burkitt, Jewish-Christian Apocalypses (Schweich Lectures; Londres, 1914);
M. Buttenweiser, Apocalyptic Literature: JE 1, 675-85; L. Cernf, The Day of
Yahweh and Sotne Relevant Problems (Praga, 1948); R. H. Charles, A Critical
IJistory of the Doctrine of a Future Life (Londres, 1899); Religious Development
Between the Oíd and the New Testaments (Nueva York, 1914); APOT; R. H. Char-
les y W. O. E. Oesterley, Apocalyptic Literature, en Encycl. Brit., 2 (Chicago,
"1951), 102-105; F.-B. Frey, VDBS 1, 326-54; S. B. Frost, Oíd Testament Apoca-
lyptic (Londres, 1952); H. Gunkel, Schópfung und Chaos (Gotinga, 21921); E. Jan-
sen, Juda in der Exilzeit (Gotinga, 1956); G. E. Ladd, JBL 76 (1957), 192-200;
M.-J. Lagrange, Le Juda'isme avant ]ésus-Christ (París, 31931); G. F. Moore, Judaism
in the First Centuries of the Christian Era (3 vols.; Cambridge, Mass., 1927-1930);
A. Oepke, (apo)kalyptó: ThWNT 3, 567-97; O. Ploger, Theokratie und Eschato-
lagie (Neukirchen, 21962); M. Rist, IDB 1, 157-61; H. H. Rowley, Jewish Apoca-
lyptic and the Dead Sea Scrolls (Londres, 1957); PC 484-88; The Relevance of
Apocalyptic (Londres, 21947); D. S. Russell, Between the Testaments (Londres,
1960); C. C. Torrey, Apocalypse: JE 1, 669-75; B. Vawter, Apocalyptic: Its Rela-
tion lo Prophecy: CBQ 22 (1960), 33-46.

2 CONTENIDO
Desarrollo histórico desde la profecía a la apocalíptica (§ 3-20)
I. Finales de la época preexílica (640-587)
A) El resurgimiento profético (§ 5-7)
B) La reforma deuteronomista de Josías (§ 8)
II. La época del exilio (587-539)
A) Ezequiel (§ 10) ^
B) Déutero-Isaías (§11)
10 PERIODO POSEXILICO 20:2-4 20:5-6 PERIODO POSEXILICO 11

III. Judaismo posexílico (a partir de 539) Jerusalén por las fuerzas de Nabucodonosor, momento trágico que marca
A) La época persa (539-332) (§ 13) uno de los «límites continentales» de la historia bíblica, que separó y
a) Actitud antígentil (§ 14) afectó profundamente a cuanto sucedió antes y después.
b) Cesación del profetísmo (§ 15-16) 5 A) El resurgimiento profético. No resulta difícil explicar por
c) Los salmos escatológicos (§ 17) qué Josías abandonó el antiyahvismo de los reyes anteriores e inauguró
una reforma religiosa. La razón no está únicamente en la decisión y la
B) La época helenística (332-63) (§ 18-20)
piedad del rey, cualidades que indudablemente poseía. En el séptimo año
Descripción de la apocalíptica (§ 21-24) de su reinado murió el monarca asirio Asurbanipal (668-633), y con sus
funerales se enterró también solemne e irrevocablemente el poderío asi-
DESARROLLO HISTÓRICO DESDE LA PROFECÍA rio. Su sucesor fue incapaz de contener la ola de destrucción que cayó
A LA APOCALÍPTICA sobre el país desde todos lados. Por el norte atacaban los escitas, los
medos por el sudeste y los babilonios por el sudoeste. Justo un año des-
Cuando el ejército de Babilonia hubo destruido la independencia pués de aquellos funerales, nos informa el cronista, Josías «comenzó a
israelita y el pueblo fue obligado a marchar camino del destierro en 587, buscar al Dios de David, su padre, y el año duodécimo, (el mismo en
la vida bíblica quedó herida en su mismo corazón. Se derrumbó algo que que Nínive, capital de Asiría, se rindió ante las fuerzas combinadas de
parecía esencial para la religión y, por consiguiente, indestructible: el los medos y los persas, Josías procedió) a limpiar Jerusalén y Judá»
templo de Jerusalén y su liturgia, la posesión de la tierra prometida y de dioses asirios (2 Cr 34,3). Esta acción equivalía a declararse indepen-
los privilegios de la realeza davídica. En adelante, el «israelita» sería diente de Asiría. Los gritos que reclamaban independencia habían sido
llamado «judío». Los esquemas mentales se disolvieron y volvieron a sofocados durante siglos; ahora se alzaban desde todos los rincones del
configurarse de manera distinta; las formas de hablar y pensar sufrieron imperio.
profundas modificaciones. Entre las más importantes evoluciones litera- Este agitado surgir y hundirse de imperios mundiales resonó pro-
rias se cuenta la que habría de llevar desde la «predicación profética» al fundamente en la predicación de los profetas Jeremías, Sofonías y Na-
«escrito apocalíptico». Con este artículo queremos seguir las etapas de húm. Ellos volvieron a introducir el tema del día del Señor, que había
esa evolución y, partiendo de su estudio histórico, definir los rasgos sido escuchado un siglo antes. Amos lo había anunciado como un día
dominantes de la apocalíptica. «de tinieblas y no de luz» (Am 5,18), e Isaías, en Jerusalén, como un
El término «apocalíptica» se deriva del griego apokalyptein, «des- «día en que los hombres se esconderán en el polvo por el terror del
velar» o «revelar». En el AT, este término griego suele traducir el he- Señor» (Is 2,10-11). La expresión traía los ecos de un viento huracana-
breo gala (cf. E. Hatch y H. Redpath, A Concordance to the Septuagint, do de destrucción que el Señor iba a desatar sobre el mundo pecador
vol. 1 [Graz, 1897], 131-32). Dado que generalmente se desarrolla una (Sof 1,2-3). Nahúm, optimista, cambió esta frase por «el que trae bue-
visión ante los ojos del escritor apocalíptico, podríamos añadir que el nas noticias, el que anuncia la paz» a Judá; el enemigo de Judá, anun-
término hebreo que mejor corresponde a esta idea es hazón (visión). ciaba este profeta, «es destruido por completo» (Nah 2,1). Por consi-
3 Tres períodos principales de la historia israelita merecen aten- guiente, ya antes del exilio habían anunciado los profetas que Yahvé
ción: los últimos días de la monarquía, cuando la confianza dinámica de destruiría toda oposición a sus planes y promesas, lo mismo en su pue-
David y las doradas esperanzas de Salomón se hundieron en la ruina; blo que en el ancho mundo. Los escritores apocalípticos harán suya esta
el duro crisol del exilio, cuando las más sagradas tradiciones fueron re- nota de la predicación profética y la reforzarán proclamando el día del
valorizadas y recibieron nuevo vigor a través de los esfuerzos de Eze- Señor con mayor energía aún.
quiel y el Déutero-Isaías; la época posexílica, cuando emergió el judais- 6 No sólo en Jerusalén se escuchaban el sonido de la tormenta y
mo teocrático. Nuestra intención, sin embargo, no es primariamente de las misteriosas premoniciones. Todo el mundo civilizado se tambaleaba
orden histórico, pero tampoco intentaremos describir un panorama ex- bajo el impacto estremecedor de Asiría, que enviaba sus ejércitos des-
haustivo de los movimientos religiosos que se produjeron dentro de piadados a todas partes, escalaba las más altas cimas del poder y se hun-
Israel. Nos fijaremos en una forma de discurso tan importante en la Bi- día luego repentinamente, envuelta en fuego y humo, dejando tras sí
blia como la profecía para observar qué factores religiosos y políticos únicamente ruinas carbonizadas que pronto serían completamente olvi-
lo condujeron hasta la apocalíptica. dadas bajo las arenas del desierto. Hasta en los documentos oficiales de
4 I. Finales de la época preexílica (640-587). Este lapso es inol- esta época se trasluce un miedo misterioso a los dioses incontrolables
vidable por causa de dos acontecimientos muy significativos: el resurgi- (cf. Albright, DEPC 248s; Bright, Hist., 331). Nabucodonosor (de
miento profético, inspirado por Jeremías, y la reforma deuteronomista, 605-604 a 562) ordenó componer algunas inscripciones reales en la
patrocinada por Josías. Este período terminará con la destrucción de lengua y con los caracteres de la antigua Babilonia; su interés por la
20:8 PERIODO POSEXILICO 13
12 PERIODO POSEXILICO 20:7
en que Jeremías expone con todo énfasis su propia tesis sobre el indi-
antigüedad indujo a Nabonid (556-539) a excavar algunos lugares anti- vidualismo (31,29-30), proclama también la nueva creación (31,22) y
guos de Babilonia y a retirarse más tarde al desierto santuario de Tema la nueva alianza (31,31-34). En Ez aparecerán unidas estas dos ideas del
a fin de restaurar el culto y el ritual primitivos. Ya antes, un rey asirio individualismo y de la universalidad (Ez 18,2; 36,26; 37,26). Es posible
de Babilonia había empleado la lengua sumeria, muerta desde hacia mu- trazar una línea de influencias desde los profetas preexílicos, pasando por
cho tiempo. En Egipto, los reyes de la dinastía XXVI, que reinaron Jeremías y Ezequiel, hasta los apocalípticos.
entre 660 y 525, hicieron verdaderos esfuerzos por reconquistar la glo- Finalmente, en todo estudio de la influencia profética sobre la apo-
ria de la época de las pirámides (2800-2400). Algunas características de calíptica hemos de mencionar el impacto que en estos últimos escritores
la apocalíptica pueden ser atribuidas, al menos en parte, a estas influen- debió de producir el incumplimiento de las profecías (o predicciones, o
cias: concretamente, su interés por los acontecimientos y los personajes promesas; cf. R. E. Murphy, CBQ 26 [1964], 349-59). Los «setenta
antiguos, y su expectación de guerras cósmicas que llevarían al reino años» (Jr 25,12; 29,10) vuelven a aparecer repetidas veces en los escri-
universal de Yahvé. tos apocalípticos (Zac 1,12; 7,2; Dn 9,2; Henoc 85-90), constituyendo
7 Para comprender la influencia profética sobre los apocalípticos una fuente de incertidumbre y especulación. Conforme se dilataba el
no tenemos más remedio que fijar la atención en uno de los más grandes cumplimiento, los apocalípticos trataban de profundizar aún más en el
profetas preexílicos: el hombre tímido, extremadamente emotivo y sen- libro de los secretos divinos (cf. Charles y Oesterley, op. cit.).
sible de «Anatot en la tierra de Benjamín», Jeremías (Jr 1,1). Desde 8 B) La reforma deuteronomista de Josías. También este movi-
muchos aspectos, su carácter es la antítesis de la actitud que presentan miento religioso dejó su huella en la apocalíptica. Es difícil establecer
los apocalípticos. Jamás consiguió ocultar su «yo» subjetivo bajo la una relación directa, pero encontramos una sucesión estrecha en el tiem-
trama de sus discursos. Continuamente salían a la superficie referencias po y una convergencia de rasgos dominantes. Tres características del
personales, algunas de ellas de naturaleza muy delicada. Los apocalípti- movimiento deuteronomista —muy notorias en Jos, Jue, Sm, Re—
cos, por el contrario, adoptarán nombres ficticios y hablarán en un estilo volverán a aparecer entre los apocalípticos: una teología de la historia,
tan estereotipado que casi resultarán personajes sin rostro. Jeremías se una revalorización del pasado y la hostilidad hacia el sacerdocio sado-
enfrenta a personas y acontecimientos perfectamente definidos; los apo- quita de Jerusalén.
calípticos recorrerán majestuosamente el mundo entero y contemplarán Tenemos, en primer lugar, la teología deuteronomista de la historia,
«miríadas de miríadas... sirviendo... al Anciano (entronizado en medio claramente proclamada en Jue 2,6-3,6. Se resume en la inevitable suce-
de) llamas de fuego, (mientras que innumerables)... santos del Altísi- sión de pecado-infortunio-arrepentimiento-salvación. El pecado siempre
mo... reciben la realeza» (Dn 7,9-10.18). Pero la predicación profética debilita a Israel, dejándole expuesto a la devastación y el sufrimiento;
iba ya preparando los escritos apocalípticos cuando insistía en las reper- en el desamparo de su infortunio, Israel grita a su Dios con arrepenti-
cusiones cósmicas del pecado de Israel: «Asombraos, cielos, de ello y miento. «El Señor (entonces) tuvo piedad de sus gritos doloridos de
temblad de súbito horror» (Jr 2,12). Jeremías se sirvió del término aflicción» (Jue 2,18). Los predicadores D descubrieron que este tema
raro tdhü (cf. Gn 1,2) para expresar que la tierra de Judá quedaría su- se repetía en la historia (2 Re 17) y lo subrayaron con mucha energía
mida en el «caos» y sus ciudades devastadas y vacías (4,7). Podemos en sus series de bendiciones y maldiciones (Dt 27-28). Más aún, este
citar otros textos para probar el estrecho nexo que hay entre Israel y mismo esquema se echará de ver en la apocalíptica: un universo pecador
el cosmos (Jr 4,23-36; 5,22-23; 9,9; 10,10-13; 27,5-6). A este propósito, entra en una tremenda batalla, pero en medio de estos gritos escatoló-
Jeremías tiene capital importancia, no porque añadiera nada nuevo al gicos surge la nueva era. El estilo apocalíptico de maldiciones y bendi-
mensaje de Sofonías y Nahúm, sino debido a su enorme popularidad, ciones dominará en el discurso escatológico de Jesús (cf. Mt 23-25;
que, después de su muerte, aseguró un lugar importante en la literatura W. G. Kümmel, Promise and Fulfillment [Naperville, 111., 1957], es-
posterior a esta dimensión cósmica de la conducta humana. pecialmente cap. 2; para bibliografía, cf. 9-14, 156-57; en general,
cf. R. Schnackenburg, Reino y reinado de Dios [Madrid, 1967]).
Aunque el personalismo de Jeremías era muy diferente del colecti-
vismo de los apocalípticos, hay en su predicación un rasgo que, indirec- Otra característica de la proclamación deuteronomista es su tenden-
tamente, pudo ejercer una gran influencia en estos últimos. Al reconocer cia a considerar el presente como una actualización del pasado (cf. Von
el valor y la responsabilidad del individuo anunciaba claramente que no Rad, OT Theology, I, 69, 72; G. von Rad, Studies in Deuteronomy
era suficiente el ser israelita; en esta creencia va implícita la idea de que \ Naperville, 111., 1953], 74-91). El deuteronomista explica la obra mis-
los gentiles pueden tener cabida en el futuro reino de Yahvé. También Icriosa de la salvación como una repetición de la alianza mosaica del
ellos pueden cumplir las exigencias de un espíritu recto. Los apocalípti- monte Horeb, dentro de cada generación (Dt 5,1-5). El Dt considera el
cos, como veremos, abordarán el problema del universalismo de una pasado no como un conjunto de normas inflexibles, sino como una pro-
manera totalmente distinta, pero insistirán en que todo el mundo que- mesa múltiple de seguridad y ventura (Dt 1,21.31; 4,1-8; 8,i"\5). Dios
dará asumido en el reino de la nueva creación. En el mismo capítulo
20:10 PERIODO POSEXILICO 15
14 PERIODO POSEXILICO 20:8-10
rasgos del estilo de Ezequiel: la vaguedad enigmática de su posición,
es temible e inescrutable (4,32-36; 5,22-24; 10,15). Los escritores apo- los signos y símbolos misteriosos que se amontonan unos sobre otros,
calípticos perderán en gran medida la ternura del Dt, pues insisten en la necesidad de mediadores angélicos que expliquen las visiones, los
la maravillosa y terrible presencia de Dios, que renueva las grandes grandes giros en que se pasa de la destrucción total a la renovación
obras salvíficas del pasado, transformando así el mundo en el paraíso completa. Podemos identificar en estos detalles los elementos esenciales
prometido. Presentarán, sin embargo, su relato casi completamente a del estilo apocalíptico. Aun cuando un redactor posterior —como esta-
base de una clave tomada de los acontecimientos antiguos. mos dispuestos a admitir— reelaborase el mensaje del profeta, Ezequiel
Un tercer factor deuteronómico que influye en el espíritu y el estilo seguirá siendo un caso sobresaliente del profeta que se convierte en
apocalípticos es la actitud independíente y hasta hostil frente al sacer- apocalíptico.
docio de Jerusalén. En sus esfuerzos por renovar la vida religiosa de A diferencia de los anteriores «profetas escritores», Ezequiel no se
Judá, Josías se sirvió de la legislación, las tradiciones y el personal del limitó a hablar, sino que también actuó simbólica y enigmáticamente.
antiguo reino del norte: Israel. Ezequiel, Zacarías y otros representan- En sus acciones era «un signo para la casa de Israel» (12,6.11; cf. 4,3;
tes antiguos del movimiento apocalíptico serán miembros fieles del an- 24,24.27). Se cortó los cabellos y procedió a quemar una tercera parte
tiguo círculo sacerdotal de Jerusalén y, por este motivo, opuestos a las de ellos, dejó otra tercera parte dentro de la ciudad, cortando esta por-
tendencias liberalizadoras del Dt. Los círculos deuteronomistas querían ción con una espada, y esparció al viento el otro tercio restante (cap. 5).
extender el sacerdocio a todos los levitas (Dt 18,1-8), pero no tuvieron Estas curiosas acciones «apocalípticas», llevadas a cabo en un silencio
éxito (Ez 44,10ss; cf. 2 Re 23,9). Después de 250, sin embargo, el mo- enigmático, se convertían en algo horrible al ser explicadas: «¡Eso es
vimiento apocalíptico ya no reclutó sus jefes entre los sacerdotes de Je- Jerusalén!» (5,5).
rusalén, que se mostraban cada vez más conservadores e intransigentes. Muchas causas ejercían su influjo en este estilo apocalíptico de ac-
Grupos como los fariseos o los adictos a la alianza de Qumrán, que se tuar, que daría luego origen a una forma muy densamente apocalíptica
oponían al sacerdocio saduceo establecido en Jerusalén, fueron los con- de escribir. Parte de este impulso procedía de los profetas anteriores,
tinuadores de las creencias apocalípticas en ángeles, guerras cósmicas y que recibieron a veces el encargo de actuar en visiones sobrenaturales
en la transformación del mundo. Resulta muy difícil establecer un nexo (Am 9,1-9; Is 6). Es indudable que las experiencias místicas de Eze-
entre el movimiento deuteronomista en la historia y esta forma tardía quiel contribuyeron en gran manera a crear su manierismo apocalíptico
de la apocalíptica, pero las semejanzas son demasiado grandes para igno- (cf. A. Gelin, R-F 1, 504; P. Auvray, RB 67 [1960], 481-502). Sus
rarlas. Recordemos que el Dt es uno de los libros con más copias entre visiones, descritas en los caps. 1-3; 8-11; 37,1-14, resultaban tan espec-
los manuscritos del mar Muerto, es citado por lo menos 83 veces en el taculares que desbordaban los límites de las palabras y de la gramática.
NT y constituye una de las más importantes claves para comprender la El estilo apocalíptico de Ezequiel se manifestaba no sólo en el hecho
comunidad escatológica cuya existencia reflejan los Hechos de los Após- de que era un hombre de signos, sino en que también era hombre del
toles. libro. Constantemente revestía sus ideas con imágenes antiquísimas to-
madas de las tradiciones sagradas: los querubines (Ez 1; Gn 3,24; Ex
F. M. Cross, Jr., The Ancient Library of Qumran (Garden City, Nueva York, 37,7; P. Dhorme y L. Vincent, RB 35 [1926], 328-58, 481-95; DiccBib
1958), 34; J. T. Milik, Te» Years of Discovery in the Wilderness of Judaea (Naper-
ville, 111., 1959), 23; R. A. F. MacKenzie, CBQ 19 (1957), 299-305; J. Schmitt, 1618); Noé, Daniel y Job (Ez 14,14; 28,3; Gn 6,9ss); la dependencia
RScRel 27 (1953), 209-18; D. M. Stanley, CBQ 18 (1956), 243-44. de Ez 21,32 con respecto a Gn 49,10 (cf. W. L. Moran, Bib 39 [1958],
405-25); la historia de la creación en Ez 28,11-19 (cf. Gn 2,4b-3,24);
9 II. La época del exilio (587-539). Exiliado en Babilonia y Egip- lus profecías contra Gog y Magog (Gn 10,2 y 1 Cr 1,5 ponen a Magog
to, sin otra posesión que la palabra de la Torah y las amenazas de los rntre los descendientes de Jafet; en Nm 24,7 [LXX, Sam] se nos habla
profetas, el pueblo meditó largamente sobre esta palabra y estas amena- de Gog en lugar de Agag; y en Am 7,1 [LXX] Gog es el jefe de las
zas. Una meditación auténtica, realista y heroica que se expresó en los nubes de langosta; la literatura rabínica se refiere con frecuencia a Gog
escritos de Ezequiel y el Déutero-Isaías. y Magog; cf. J. Bonsirven, Textes rabbiniques [Roma, 1955], nn. 231,
10 A) Ezequiel. Especialmente en este hombre se combinaron los 473, 1903, 1979). Esta costumbre de describir acontecimientos actuales
elementos constitutivos del estilo apocalíptico y produjeron el «modelo» mediante efectos espectaculares tomados del pasado muy remoto se hará
que habría de marcar la pauta durante los siguientes siglos. Tanto en la mucho más evidente en los apocalípticos posteriores; así, por ejemplo,
primera parte de su libro, donde predomina la función profética (1-24. rn Daniel.
33-37), como en la segunda, donde se pone más de manifiesto su pre- Olro rasgo, quizá el más importante, que define la actitud de Eze-
ocupación sacerdotal (40-48), actúa, habla y escribe como un apocalíp- i|iiirl es su condición de sacerdote. La historia futura del judaismo esta-
tico. Los caps. 25-32.38-39, en que se presentan los oráculos contra las la dominada por la figura sacerdotal de este profeta, haciendo de esa
naciones y Gog, exigen ser tratados aparte. Nos dejan confusos ciertos
PALESTINA EN EL ANIIUUU ^ * T vftf*" DAMA
16 PERIODO POSEXILICO 20:10-11
TESTAMENTO V v >/ ^ M
HERM0N
historia en ocasiones una teocracia controlada por sacerdotes (cf. T. Cha- • Lais(Dan) SI
ry, Les prophétes et le cuite a partir de l'Exil [París, 1955]). El oficio 9 15 30 45 Tiro ^
60Kms.
sacerdotal de Ezequiel tendrá su impacto en la literatura posexílica, y en
especial en la de género apocalíptico. Un rasgo bien visible en la litera-
tura antigua y en la posterior es la guerra entablada entre Yahvé y sus igo Huleh
enemigos universales. En las ceremonias e himnos litúrgicos, dirigidos
Jasor*
por los sacerdotes, Yahvé aparece a punto de conseguir una victoria final
sobre todos los demás dioses y naciones (Sal 7,7-9; 9,5-9; 18; 82; 93;
95, etc.). La literatura apocalíptica preveía una lucha escatológica entre GUESUR
el bien y el mal, llevada como si se tratase de una ceremonia litúrgica, BA§AN
con la victoria final centrada en Jerusalén (Zac 2,5-27; 3,1-10; 4,1-3.
11-14; 8; 9,8.9-10; 12-14; Joel; Jdt; lQSa; 1QM). Estas luchas no sólo
implicaban a los dioses de las restantes naciones, sino que los apocalíp-
ticos describían frecuentemente estas luchas en términos mitológicos. El MTAB0R
% %^
sacerdote que era Ezequiel tiene los mejores títulos para atribuirse el
honor de haber impuesto este esquema litúrgico en la literatura y el pen-
samiento posexílicos. Pero había además otros elementos que influyeron
para acelerar esta tendencia hacia la expresión mitológica (cf. J. Barr,
v- O • Ramot Gala,
VT 9 [1949], 1-10). Ya hemos aludido a las referencias mitológicas de Samaría •
Ezequiel: los querubines en los caps. 1-3; el motivo del paraíso en 28, T<3 •
VI M EBAL
11-19; los gigantes de la época primordial en los caps. 38-39. Única- oi
Siquem» s^
mente en virtud de la influencia arrolladora de un profeta sacerdote Guilgal M GARIZIM
como Ezequiel pudieron pervivir estos relatos religiosos y estas alusio-
nes procedentes del paganismo entre los judíos de mente estrecha y AMM
chauvinista de la época posexílica (cf. Ag 2,10-14; Esd 4,1-5; 9-10; •Silo
Joel 4). Rabbá*
Hay un detalle final que merece atención: Ezequiel ocupa cierta- Jericó
mente un lugar importante en la continuidad de la tradición P del Pen-
tateuco. Si bien asimiló el vocabulario del Código de Santidad (Lv
ASdod
17-25), también es cierto que dejó su propia impronta en el capítulo sS Jerusalén©
final de éste (26; cf. H. Cazelles, Le Lévitique [BJ; París, 1951], 16). Ciudad de la Sal
Este hecho es importante habida cuenta del frecuente uso que hacen @
Ascaldn < V Belén
los apocalípticos del Pentateuco, Sus pasajes favoritos eran la creación, V
el relato del diluvio, los nombres misteriosos de los patriarcas antedilu-
.\
%Lal<i5
vianos y posdiluvianos, la desaparición de Henoc y las listas de las na- .Dibón
ciones. Otro aspecto de la tradición P que tendría repercusiones en los Gaza Hebrán»
apocalípticos es su concepto de una alianza divina con toda la humani- LAS TRIBUS DE
dad (Gn 1,26; 9,1-17), alianza que habría de realizarse por medio de Debir? Ir/io» PALESTINA
•Guerar
Israel (Gn 12,1-3; cf. Ploger, op. cit., 42-44).
$
11 B) Déutero-Isaías. El otro gran profeta del exilio es el autor
desconocido de los caps. 40-55 del actual rollo de Isaías, al que llama-
mos, a falta de otro nombre más adecuado, Déutero-Isaías. Su influencia 4?
ISA
en el pensamiento posexílico no parece haber sido muy grande, debido MOAB
quizá a que el pueblo se sintió muy descorazonado al ver que no se Sodoma y Gomorra'
/ Siquer
cumplían los dorados sueños de aquel profeta, o quizá también porque NEGUEB
planteaba unas exigencias demasiado tajantes al espíritu de fe de Israel (DESIERTO DE SIN)
(—» Déutero-Isaías, 22:2-6). Mencionamos al Déutero-Isaías aquí por- BENJAI*

Jerusalén

EDOM
20:11-12 PERIODO POSEXILICO 17

que un estudio histórico sobre la doctrina bíblica quedaría incompleto


sin una referencia a este profeta, uno de los mejor dotados en cuanto
a visión espiritual y expresividad literaria. También es verdad que mu-
chos de los rasgos que caracterizan la literatura apocalíptica aparecen ya
en el Dt-Is, algunos de los cuales mencionaremos.
Según el Dt-Is, los secretos de la era escatológica fueron pronuncia-
dos por primera vez en la asamblea de Yahvé y sus ángeles; su eco
resonó luego en la tierra para que lo escuchara el profeta (cf. comenta-
rio a Is 40,1). Yahvé aparece en su inaccesible majestad, imposible de
rastrear en su sabiduría (Is 40,10.12-24; 41,13-14.29; 42,8). No sólo
posee la plenitud de la vida y conoce los secretos de todo acontecimien-
to terreno, sino que es también el causante del caos del exilio y la gloria
de la nueva creación (Is 41,4-5.21ss; 42,9; 43,9-13; 51,9-11). Este pro-
feta habla incluso de la nueva creación en un lenguaje mitológico de
lucha entre Yahvé y los «dioses» malos. Pero, según el Dt-Is, la lucha
ya pasó y los dioses quedaron reducidos a la impotencia (44,9-20; 46,
1-2). La derrota devastadora de esos dioses puede haber sido la razón
que impulsó a este profeta a insistir repetidamente en el poder creador
de Yahvé (40,28; 41,20; 42,5; 45,6-7).
Estos factores pueden resumirse así: el motivo del día del Señor,
con sus temores y esperanzas, que afecta tanto a los gentiles como a los
judíos; la visión de una nueva alianza que cumplirá, y aun superará, la
alianza mosaica; la actualización de la historia, fundada en la tradición
deuteronomista; la negativa deuteronomista a aceptar el exclusivismo
de los sacerdotes de Jerusalén y su Torah; la visión del Dt-Is de una
batalla entre Yahvé, supremo en su nueva creación, y los dioses, que se
realizará mediante una palabra omnipotente que caerá sobre la tierra
desde el consejo secreto celebrado en los cielos; finalmente, la arrolladu-
ra influencia de Ezequiel, sacerdote y profeta, el hombre de los signos,
que estilizó sus palabras en forma de visiones y símbolos, y también
hombre del libro, responsable del predominio que el espíritu litúrgico
tuvo en el judaismo y de la lealtad que éste mantuvo con respecto a la
tradición P. La apocalíptica se explica en parte por la combinación de
todos estos elementos, que ya aparecen, bajo una u otra forma, en la tra-
dición profética anterior. No fue la importancia de cada una de estas
partes por separado, sino su combinación bajo una potente fuerza cata-
lizador, el exilio, lo que determinó la creación de algo realmente nuevo.
El pensamiento posexílico reforzará aún más esta combinación, prestan-
do una atención preferente a elementos tales como el simbolismo miste-
rioso y cósmico de implicaciones casi extraterrenas, a la antigüedad
renovada y a la era escatológica inminente.
12 III. Judaismo posexílico (a partir de 539). Con la caída de Ba-
bilonia ante los ejércitos persas de Ciro II (el Grande) en 539, comienza
un capítulo nuevo, pero oscuro, en la historia israelita. Se forma una
nueva comunidad que escruta su propio pasado en un esfuerzo por com-
prenderlo, pero que también mira hacia el futuro. <;i
2
20:15 PERIODO POSEXILICO 19
18 PERIODO POSEXILICO 20:13-14
insurrección con gran severidad; Bagoses, su general, condujo el ataque
13 A) La época persa (539-332). El movimiento apocalíptico expe- contra los rebeldes (Josefo, Ant., II, vn, 1; cf. Jdt). Durante estos pe-
rimentará a partir de ahora el impacto de una actitud antigentil, de la ríodos de levantamientos y de esperanzas rotas es posible situar la com-
cesación del profetismo y de los salmos escatológicos. Cf. J. Touzard, posición de estallidos antigentiles tan violentos como las partes apoca-
RB 13 (1916), 302-26; RB 14 (1917), 451-88; RB 15 (1918), 336-402; lípticas de Ezequiel (38-39, si no hemos de atribuirlas a este mismo
RB 16 (1919), 5-88. profeta), Isaías (caps. 24-27), Déutero-Isaías (63,1-6), Abdías, Zacarías
(caps. 9-12) y Joel. Los apocalípticos, como Rowley ha señalado, fueron
14 a) ACTITUD ANTIGENTIL. La comunidad posexílica tendió a ais-
avanzando poco a poco hacia unas posiciones que suponían una aproba-
larse de sus vecinos (matrimonios mixtos en Esd 10, Neh 13; cf. tam-
ción de la revuelta. En esto se diferenciaban de los profetas preexílicos,
bién Esd 4), actitud que lentamente pasó a convertirse en intolerancia.
que pocas veces aprobaron, si es que lo hicieron alguna, las guerras que
Siempre hubo, por supuesto, judíos piadosos que sentían un amplio
el partido proegipcio suscitó en Jerusalén contra Asiría y después contra
interés universalista y que sabían reconocer todo lo bueno existente en
Babilonia (Is 8,12; 10,5ss; 19-20; 39; Jr 26-29; Ez 17). De todas for-
los demás. La hermosa historia bucólica de Rut sirve para dulcificar la
mas, los apocalípticos no se mostraron más a favor de la sublevación que
actitud dura y cruel frente a los matrimonios mixtos, haciendo ver que
de la fortaleza en soportar las persecuciones (Rowley, The Relevance of
entre los antepasados de David se contaba una moabita piadosa. El
Apocalyptic, 17-20). Este rasgo adquirirá aún mayor importancia duran-
autor de Jonás, en un relato que es un duro ataque contra la estrechez
te la época helenística.
de miras de sus correligionarios, mostró que hay muchos paganos bue-
nos a los que Dios incluye también en los planes de su misericordia. 15 b) CESACIÓN DEL PROFETISMO. El profetismo guarda ahora si-
Pero estos autores eran desbordados por el mayor número de los que lencio. Un último eco se oye hacia el 460, con la predicación de Mala-
despreciaban a los extranjeros, y en este grupo hemos de incluir, como quías, pero aun en este caso el profeta es juzgado a partir de la Torah,
los más populares, a los apocalípticos. su posición es de total fidelidad al sacerdocio levítico y sus esperanzas
Las causas de esta actitud han de buscarse más allá de la estrechez se centran en torno al templo. Prácticamente, este juicio puede aplicarse
en que se desarrollaba la vida judía confinada en Judá. Era comprensi- también a Ageo y Zacarías, cuyos respectivos ministerios se desarrollaron
ble el miedo a la infiltración religiosa pagana: los ritos cananeos de la unos ochenta años antes que el de Malaquías. Si bien Zacarías condenaba
fertilidad, la minuciosidad supersticiosa en la práctica ritual, así como til menos los abusos sociales (1,4; 7,9-10), contaba con los sacerdotes
las alianzas extranjeras establecidas por el partido realista en la Jerusa- para asegurarse un auditorio (caps. 3-5). Durante la época posexílica,
lén preexílica fueron precisamente las causas de que Israel terminara en los esfuerzos más importantes del profetismo no se dirigían a inculcar
el desastre del exilio. Había que evitar los errores del pasado y toda la bondad personal y la justicia social, sino a conseguir una cuidadosa
contaminación con la impureza gentil (Ag 2,10-14; Zac 5,5-11; revisión práctica de la liturgia. Antiguamente, los profetas desafiaban la ira de
del Código de Santidad en Lv 17-26). De ahí que fueran rechazadas las los sacerdotes cuando lanzaban su juicio sobre la nación; ahora la pro-
ofertas de ayuda para la reconstrucción del templo hechas por los habi- fecía queda subordinada a la Torah y es juzgada por los sacerdotes
tantes no judíos (Esd 4,1-5); esta decisión de Zorobabel y Josué esta- (cf. Charles, Religious Development, 41). Aunque no hubiese otra ra-
bleció claramente un muro de odio entre judíos y samaritanos. Había zón, aparte esa sumisión al control de los clérigos, el nuevo fenómeno
además otras causas que vinieron a fomentar este antagonismo creciente ya no merece el nombre de «profecía». Los comentaristas de la Biblia
contra los extranjeros; así, por ejemplo, Israel nunca olvidaría que los iiplican el término de «apocalíptica» a este movimiento religioso.
edomitas le habían atacado aprovechando su caída ante los babilonios y Parte del manto profético cayó sobre los hombros de los sabios, que
que en aquella ocasión saquearon el país indefenso (cf. Is 34,5-17; 63,
cu adelante serán los mentores de la conciencia judía. El declinar de la
1-6; Abd 1,2-3).
profecía explica la fuerza con que surge el movimiento sapiencial, que
Aunque la política persa era visiblemente paternalista, no faltaban NC apresuró a llenar el vacío. Cuando apareció una nueva edición de
funcionarios con mano dura. También hubo períodos de sublevación ef l'rov, el redactor parece tener clara conciencia de que los sabios no sólo
que los monarcas se sentían obligados a estrechar los controles y supri- muí continuadores de la misión profética, sino que además tienen el ofi-
mir la iniciativa. Darío I Histaspes (521-486) tuvo que abrirse camin 0 cio de corregir sus actuales excesos y abusos. En una larga introducción
luchando hacia el trono, viéndose obligado a sofocar las numerosas re' H l'rov, el redactor introdujo numerosas frases de tipo profético (Prov 1-9;
vueltas que surgieron por todo el imperio (-» Ageo, 23:2; Zacarías» ti. A. Robcrt, RB 43 [1934], 42-68, 172-204, 374-84; RB 44 [1935],
23:12-15). Según algunos historiadores, Artajerjes II Mnemón (404-359) H4-65, 502-25). Si nuestra apreciación sobre las intenciones de este
impuso a los judíos una pesada multa por razones desconocida5 i eductor son correctas, él trataría de decir que si bien los profetas han
(W. Oesterley y T. H. Robinson, History, I I , 139-40). Más tard e ' degenerado en soñadores apocalípticos, la verdadera función p^Jfética
ca. 351, parece ser que los judíos se vieron complicados en una subí 6 '
vación general contra Persia. Artajerjes I I I Ocos (358-338) sojuzgó e s ^
20:17-18 PERIODO POSEXILICO 21

20 PERIODO POSEXILICO 20:16 ción por el midrash, aunque este género literario también procede de la
profecía preexílica y comparte con la apocalíptica determinados elemen-
es ejercida ahora por el sabio. Al parecer, no hay mucha simpatía entre tos; así, por ejemplo, el uso de una terminología arcaica, determinados
ambos movimientos. tipos de simbolismo (o formas de relato) y cierto sentimiento de pleni-
16 Lo que le había ocurrido a la profecía se ve claro en Joel, com- tud. La apocalíptica, sin embargo, subraya ciertos rasgos que ordinaria-
puesto ca. 400 como un sermón para el templo (cf. M. Delcor, RB 59 mente faltan en las obras midráshicas: una lucha a muerte que se ex-
[1952], 396-99; Chary, op. cit., 194). El predicador introduce frecuen- tiende a todo el universo, la época final del mundo, la seudonimia y los
tes citas de los anteriores profetas (Joel 2,27 = Is 45,5.18.22; 46,9; detalles mitológicos.
Joel 4,18 = Ez 37,lss y Zac 13,1). Aunque Joel también pedía since-
ridad (2,13), no completó esta exigencia, como hicieron los anteriores 17 c) Los SALMOS ESCATOLÓGICOS. Finalmente, para entender las
profetas, con una llamada a la justicia social, la fidelidad matrimonial y tendencias escatológicas y aun «míticas» de esta época hemos de tener
la vida austera. A Joel le preocupan, sobre todo, los ayunos, las vesti- en cuenta los salmos escatológicos. «Mítico» se emplea aquí en el sen-
duras de saco, los sacrificios, las oblaciones y las plegarias. La situación tido general de un conjunto de imágenes ultraterrenas o transcósmicas
existencial de su proclamación es el ritual del templo; los dirigentes ya que rompen los límites de la realidad conocida en un intento de comu-
no son los profetas, sino los ancianos y los sacerdotes (1,2.13). Centra nicar el sentido del misterio divino. Pensamos en salmos como el con-
su sermón en torno al día terrible del Señor, cuando «tiembla la tierra junto 95-98. Compuestos, con toda probabilidad, bajo la influencia del
y los cielos se conmueven», cuando «mi pueblo jamás volverá a ser en- Déutero-Isaías y la liturgia sacerdotal, estos salmos ignoran las preten-
tregado a la ignominia» y «yo derramaré mi espíritu sobre toda la hu- siones davídicas a la realeza y contemplan el momento final como una
manidad» (Joel 2,10.27; 3,1; cf. J. Bourke, RB 66 [1959], 5-31, explosión de poder e intervenciones maravillosas que darán la victoria
191-212). En una panorámica final, Joel describe un día divino de a Yahvé: «El Señor es Rey» (cf. H.-J. Kraus, Psalmen, 2 [BKAT 15;
triunfo en que todas las barreras —geográficas, sociales y nacionales—- Neukirchen, 1960], 664-85; en 342-45, exposición de la escatología y
serán eliminadas. Las grandes potencias —griegos y persas— no son el dominio universal de Dios).
destruidas, sino únicamente juzgadas «por medio de mi pueblo y mi Terminaremos el período persa, por lo que se refiere a la apocalíp-
herencia, Israel» (4,2). Por lo que a esto se refiere, Joel es absoluta- tica, admitiendo que sus escritores no avanzaron más allá de las normas
mente optimista. Raro es que ponga tachas a nadie, como no sea a los ni superaron el estilo de Ezequiel. Sin embargo, la transición de la pro-
filisteos, los asirios y los babilonios, que ya habían desaparecido desde fecía a la apocalíptica es ahora un hecho irreversible. La profecía está
mucho tiempo antes (Joel 4,1-8). En Joel, la liturgia del templo y la acabada, como admite amargamente el autor de 1 Mac (4,46; 9,27; 14,
escatología cósmica han triunfado sobre la reforma y el arrepentimiento. 41; Ez 7,26; Lam 2,9; Seder Olam, 30; 1QS 9,11). A los judíos se les
Otro ejemplo típico de lo ocurrido a la profecía es la obra del Cro- conoce por signos externos, tales como la circuncisión, la observancia
nista, compuesta con toda probabilidad hacia esta misma época (400). del sábado, las leyes sobre los alimentos, el ayuno (Lv 17-26; Is 56,2;
Tanto Joel como el Cronista hablan a Judá y Jerusalén; ambos usan el 58,1-7; Zac 7,1-6; 8,18-23; Esd 10). Creían que, como resultado (¿o
término «Israel» aplicándolo al único pueblo de Dios. Mientras Joel premio?) de la fiel observancia de la ley, Dios rompería los estrechos
ofrece un buen punto de comparación con la profecía preexílica, 1-2 C r límites del judaismo posexílico, haciendo de Jerusalén la capital de todo
muestran lo que se ha hecho de los escritos históricos preexílicos. Hay el mundo; en una potente efusión del espíritu, conmovería la tierra y
dos cosas que preocupan más que nada al Cronista: el templo y la m e oscurecería el sol, cumpliendo luego las antiguas promesas. Se emplea
narquía davídica. Recoge cuidadosamente muchos detalles históricos y ordinariamente un simbolismo extravagante, especialmente en Zac 1-6,
cita con exactitud sus fuentes, pero muchas veces amplía sus temas & pero no siempre (Joel). Tendremos que esperar hasta el período hele-
escala escatológica. «Los tres mil talentos de oro... y los siete mil talen' nista para que se afirme decididamente este último rasgo «surrealista»
tos de plata», que se afirma reunió David para la construcción del teni' rn el género apocalíptico.
pío, excedían con mucho los recursos de Palestina (1 Cr 29,4). Más aún»
David aparece como un hombre sin tacha, excepto que había batallado 18 B) La época helenística (332-63). Las aplastantes victorias de
demasiado duramente por el reino de Dios (28,3); David recibió, com" Alejandro Magno dieron un nuevo rumbo al pensamiento y a la política
otro Moisés, por inspiración del espíritu, la estructura que había áe mundiales, pero dejaron el pequeño enclave montañoso de Judá intacto
tener el futuro templo (28,19). Estos importantes detalles ayudan * fii cuanto a sus esperanzas y costumbres. Indudablemente no dejó de
conocer en qué dirección se orienta el interés del Cronista: no hacia el miisiir cierta amargura el hecho de que Alejandro permitiese a los sama-
David que ya había muerto, sino hacia el nuevo David (17,11) que apa' i¡limos mantener su propio templo en el monte Garizim (cf. A. Alt,
recerá en el gran día del Señor. La obra del Cronista es historia profé' KlSclir 2 [1953], 359); a partir de ahora, la ruptura entre el Garizim
tica, con fuertes tendencias midráshicas y apocalípticas. v Jerusalén será cada vez más profunda e irreparable. <"'.<
En este estudio hemos eludido intencionadamente toda preocupa'
20:20-21 PERIODO POSEXILICO 23

22 PERIODO POSEXILICO 20:18-19 de la resistencia» contra unas autoridades hostiles (cf. Vawter, op. cit.,
41); Dn sentó en cuestión de seudónimos un precedente que los auto-
El judaismo, por su parte, se fue dividiendo progresivamente en dos res posteriores se sentirían obligados a imitar.
grandes grupos que se miraban uno a otro con creciente desconfianza, Puede que hubiera alguna otra razón para este empleo de nombres
envidia y odio: el sacerdocio de Jerusalén, que más tarde recibiría el ficticios. El sacerdocio de Jerusalén sólo aceptaba la Torah o Pentateu-
nombre de saduceos, y una fervorosa secta seglar, los que después se co según la revisión de Esdras (cf. 2 Esd 14). Surgió así la tendencia
conocerían como fariseos. Zacarías (11,4-17) condenaba la preeminencia a atribuir las obras apocalípticas a personajes del Pentateuco o a héroes
sacerdotal; aunque su lenguaje es excesivamente simbólico y difuso para prominentes de la antigua historia de la salvación. Sólo así podía el
nosotros, debía de resultar franco e inequívoco para sus contemporáneos. autor esperar que le escuchasen (cf. Charles, Religious Development,
Los sacerdotes mantenían una adhesión conservadora, servil, a la letra 35-46). Una razón final para el empleo de seudónimos está en la con-
de la Torah, negándose a admitir cualquier práctica o tradición nueva; vicción del judaismo posexílico de que la verdadera profecía es vindicada
los fariseos prestaban idéntica atención y reverencia a la «torah oral», por su cumplimiento, hecho que se confirma por la importancia que
con sus nuevas aplicaciones y enmiendas a la ley escrita. Un ejemplo adquiriría Dt 18,9-22 en los escritos judíos posteriores. Los autores es-
de cautela sacerdotal es Jesús Ben Sirá (ca. 190). El primer texto u cribían sobre la actual situación, pero empleaban la forma literaria de
original hebreo evitaba cualquier alusión a la retribución después de la una profecía o una visión antiguas. Este estilo se acerca a la posición
muerte y expresaba una decidida veneración hacia el sacerdocio y la ley deuteronomista: buscar un conocimiento de la salvación en los aconte-
(por ejemplo, Eclo 7,17: cf. el texto secundario de Douay con el prima- cimientos actuales a través de una visión del presente con la óptica de
rio; 24,8-12.22ss; 44,19-23; 50). la historia sagrada.
La otra posición, abierta a las nuevas ideas religiosas, tales como la 20 Mucho después de que apareciese Dn, se escribió el Libro de
resurrección de los cuerpos y la retribución después de la muerte, en- Henoc (etiópico); no mucho después de la sublevación de los macabeos
contró su camino de expresión en los escritos apocalípticos y midráshicos apareció el Libro de los Jubileos, que dividía la historia, de modo pare-
(2 Mac 7; Dn 12,1-3; Charles, Religious Development, 33-35). A juzgar cido a lo que hacía Lv 25,8ss, en períodos jubilares de cuarenta y nueve
por una de las más antiguas obras apocalípticas del período helenístico, años cada uno. A este libro siguió la primera edición de los Testamen-
el Déutero-Zacarías (—» Zacarías, 23:38), la actitud de los judíos con tos de los Doce Patriarcas, y después vendrían, ca. 50 a. C , los Salmos
respecto a los extranjeros era más serena, generosa incluso. Zac 9,7 llega de Salomón. La apocalíptica había llegado a su plena madurez. Ahora
a admitir a los vecinos filisteos entre «el resto para nuestro Dios». Las podemos sacar algunas conclusiones e intentar una definición (—»Apó-
conquistas meteóricas de Alejandro encendieron el entusiasmo del autor crifos, 68:9, 16, 25, 45).
con nuevas esperanzas de una rápida plenitud escatológica realizada por
Yahvé. En una revisión posterior del Déutero-Zacarías, posiblemente
cuando se unificó este libro, o quizá más tarde aún, cuando se separó DESCRIPCIÓN DE LA APOCALÍPTICA
de él Mal (—» Zacarías, 23:18), el antagonismo frente a los gentiles, que
a veces llegaba a convertirse en una explosión de odio, se abrió paso en 21 Dado que la apocalíptica tiene sus raíces en la profecía, podre-
este texto (Zac 9,13; 11,1-3; 14,12). La antigua benevolencia de los mos entender mejor la primera determinando qué rasgos de la segunda
judíos hacia Persia, tendremos que recordarlo, se tiñó de desconfianza son subrayados o ampliados, qué detalles se tendía a olvidar o minimi-
y luego de acrimonia. zar y qué tipos de combinación se llevaron a cabo hasta llegar a una
19 La historia tendrá que avanzar todavía unos ciento cincuenta años personalidad propia (cf. Lagrange, op. cit., 72-90).
hasta que la apocalíptica rompa los límites que le marcó Ezequiel, con- Los profetas eran hombres de acción, que respondían a las necesi-
virtiéndose en una extravagancia trascendente de simbolismos. Sólo una dades de su tiempo con una predicación espontánea y elocuente. Los
situación de violencia podría explicar un avance en imágenes y expre- npocnlípticos eran hombres de la palabra escrita, que comunicaban su
siones tan violento como el que encontramos en Dn 7-12 (—» Daniel, mensaje estudiando deliberadamente la forma de hacerlo más efectista.
26:4-5, 26). I,os profetas estaban personalmente comprometidos en la política de
El estilo apocalíptico de Daniel expresa, de la manera más intensa, l'ulestina; los apocalípticos eludían ésta y entraban en una misión cós-
el espíritu y los rasgos de este género literario: imágenes que rompen micii. Los profetas presentaban su mensaje como un juicio sobre acon-
los límites de la realidad terrena; revelación de secretos celestes por iceimientos concretos, mientras que los apocalípticos, especialmente el
potencias angélicas; batalla entre fuerzas sobrehumanas del bien y del iiiiuir de Dn, desarrollaban una visión religiosa de la historia universal.
mal; atribución a un autor que vivió antes de Esdras (en este caso, el I,ON profetas, en su mayoría, se batían por el reinado de Yahvé sobre
Daniel del exilio babilónico). Hay que prestar especial atención a este MI pueblo, Israel, y defendían la causa de la dinastía davídica; |ps apo-
último rasgo con vistas a la literatura apocalíptica posterior. Es posible
que el autor de Dn eligiera un seudónimo porque su libro era «literatura
20:24 PERIODO POSEXILICO 25
24 PERIODO POSEXILICO 20:22-23
nar en el género literario de la profecía, ayudando a su transformación
calípticos preveían una dominación universal de Yahvé y prestaron cada en apocalíptica.
vez menos atención al mesianismo davídico, hasta desentenderse por El autor de Daniel señaló la liberación de la profecía con respecto
completo de él. A la esencia de la visión apocalíptica de la historia per- al grupo sacerdotal. El templo y su liturgia siguieron constituyendo el
tenece el convencimiento de que únicamente una acción directa de Dios centro de la atención y de las esperanzas. Por aquel mismo tiempo
puede transformar el mundo, instaurando en él un nuevo orden (Ladd, (167-164), sin embargo, los sacerdotes de Jerusalén se habían vuelto
op. cit., 197). Los profetas hablaron francamente contra los abusos reli- rígidamente conservadores; rechazaban la mayoría, cuando no la tota-
giosos y fueron objeto de frecuentes malentendidos. Los apocalípticos lidad, de las ideas que por entonces flotaban en el ambiente, especial-
escribieron simbólicamente sobre unas «visiones» que ellos mismos no mente la creencia en los ángeles y en la resurrección de los cuerpos de
comprendían del todo y que dejaban aún más confuso a su auditorio. los elegidos. Después de los tiempos de Daniel, la literatura apocalíptica
Era normal que los ángeles tuvieran que explicar o presidir estas vi- floreció entre los grupos ajenos al sacerdocio o, por lo menos, entre los
siones. sacerdotes no jerosolimitanos (es decir, en Qumrán). El simbolismo ten-
dió cada vez más a lo exuberante y lo fantástico. Se utilizaron los seu-
22 El simbolismo, de hecho, es uno de los rasgos más característicos dónimos, tomándolos de los tiempos más antiguos, tanto para inculcar
de la apocalíptica. Casi todas las cosas de la tierra venían bien para cons- el sentimiento de plenitud cumplida de las profecías como para evitar
truir este simbolismo: las diferentes partes del cuerpo humano con su las represalias por parte del poder civil o de los sacerdotes.
valor respectivo: los ojos simbolizaban el conocimiento; las manos, el 24 La apocalíptica, pues, puede caracterizarse como un desarrollo
poder; las piernas, la estabilidad; el cabello blanco, la antigüedad o la cxílico y posexílico del estilo profético, en el que ciertos secretos celes-
majestad; la boca, el oráculo divino. También los animales tenían su va- tes acerca de una lucha cósmica y una victoria escatológica son revelados
lor simbólico: el león designaba la realeza; el buey, el vigor; el águila, en forma simbólica y explicados por ángeles a un vidente, el cual pone
la rapidez; el dragón o monstruo marino, el mal; el cordero, el sacrifi- por escrito su mensaje escondiéndose tras un seudónimo tomado de un
cio; los cuernos de un animal, el poder; las alas de un pájaro, la agilidad. antiguo personaje.
El vestido asumió un nuevo significado: una larga túnica indicaba el
sacerdocio; el anillo o una corona, la condición real. También los colo- Para concluir, anotaremos el hecho de que la apocalíptica encontró
res recibieron un estatuto simbólico: el blanco irradiaba alegría o vic- acogida dentro de la comunidad cristiana naciente del siglo i (cf. Burkitt,
toria; el rojo de sangre significaba martirio; el escarlata, magnificencia op. cit., 15). La apocalíptica contribuyó en sus postrimerías a suscitar
y lujo. También se utilizaron mucho los números, que expresaban algo las grandes sublevaciones judías de 60-66 y 132-135 d. C , que condu-
más que su puro valor numérico: 4, los extremos del mundo creado; jeron a una tremenda derrota y casi a una total desesperación. A partir
7 o 40, perfección; 12, el nuevo Israel o pueblo de Dios; 1.000, una de entonces, el judaismo abandonó su esperanza de una inminente irrup-
multitud. ción del reino universal de Yahvé y basó su religiosidad en una práctica
minuciosa de la ley. El cristianismo, por su parte, se consideró como el
Prosiguiendo el estudio comparativo de la profecía y la apocalíptica, triunfo escatológico de Dios en Jesucristo, el cual transformó el mundo
nos damos cuenta de que los profetas insistían en un día del Señor que en un nuevo reino del espíritu y dio así cumplimiento a las antiguas
arrojaría tinieblas sobre los malvados y daría la victoria a los elegidos. profecías. El NT termina con el libro del Apocalipsis, y sus palabras
Para los apocalípticos, las tinieblas son aún más densas y la luz más finales son un grito que pide el gran triunfo definitivo: «Maraña tha»
brillante; el bien y el mal estarían implicados en una lucha mortal. Se- («Ven, Señor Jesús» [Ap 22,20]).
gún los profetas, esta lucha se establecería entre el bien y el mal dentro
del mismo Israel; según los apocalípticos, se trataría de una convulsión
universal. Los profetas veían cómo el momento actual, lleno de aflic-
ción, llevaría hacia una futura victoria; los apocalípticos esperaban que
los cielos se abrieran y que el futuro irrumpiera en el presente.
23 Las dos figuras clave en este desarrollo que va de la profecía a
la apocalíptica son Ezequiel y el autor de Daniel. En su condición de
profeta, Ezequiel obtuvo un puesto de primera fila en este movimiento;
pero en su condición de sacerdote trató de orientarlo en un sentido dis-
tinto. Tendió a suprimir el papel moralizante de los profetas en benefi-
cio de la renovación litúrgica. Dios aparecía cada vez más majestuoso y
trascendente; su culto se rodeaba de simbolismos, ministros angélicos y 4»
plenitud escatológica. Todos estos rasgos culturales llegaron a predomi-

Das könnte Ihnen auch gefallen