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joel 2:12-13 “Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro

corazón, con ayuno y lloro y lamento. 13 Rasgad vuestro corazón, y no vuestros


vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y
clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo.”
El tema de hoy es la conversión. Es un tema importantísimo. Es uno de vital
importancia no solo para ti sino también para los tuyos. Y nos debe llevar a
hacernos varias preguntas: ¿Me he convertido verdaderamente? ¿Son mis hijos,
esposo, esposa, padre, madre, hermanos, amigos, familiares, han recibido al
señor como su salvador y tener una vida diferente?
La Biblia habla sobre la conversión verdadera. Pero también habla de la
conversión falsa. Jesús mismo decía lo siguiente cuando explicaba la parábola del
sembrador. No toda la semilla cae en buena tierra. Hay una que cae en suelo
pedregoso. Y Jesús explica qué significa eso en Lucas 8:13 “Los de sobre la
piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no
tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.”
Esto es un ejemplo de una falsa conversión. Y como esto es posible cada uno de
nosotros debería preguntarse: ¿Es mi conversión una verdadera, genuina o falsa?
¿Cómo yo sé si me he convertido verdaderamente? Siendo esto tan importante
para ti y para los nuestros, vamos a predicar sobre lo que es la verdadera
conversión y lo que no es la verdadera conversión. Para esto Joel 2:12-13 es
medular. Veamos en primer lugar lo que no es la conversión.

I. Lo que no es la Conversión
1. La palabra de Dios por medio de Joel nos dice que no es un cambio de
conducta externa V. 13 “Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos”. Los
judíos, como parte de su cultura, cuando había algo que les afligía, les molestada
o era algo terrible, lo manifestaban rasgando su ropa. El rasgar su ropa era
supuestamente una forma externa de demostrar su enojo en el corazón. Pero aquí
Dios nos dice que la verdadera conversión no es rasgar el vestido y sino “rasgar el
corazón”.

Hay muchos que piensan que convertirse es meramente dejar de hacer las cosas
malas. Ya no voy a fumar, ir a los bailes, ir al cine, dejar de ver películas
pornográficas, dejar de hablar malo, etc. Pero eso no es la conversión. La
conversión verdadera no es dejar de hacer lo malo por dejar de hacer lo malo, sea
porque me dicen que eso es malo o porque yo haya llegado a creer que eso es
malo. Toda esa forma de actuar no necesariamente es conversión.
Una persona puede creer que es convertida porque ha dejado de hacerlo malo y
ahora hace lo que es bueno. Ahora voy a la iglesia, leo la Biblia, hablo como
“cristiano”. Cuando escucho un sermón digo: me estoy gozando del sermón. Nada
de eso es sinónimo de genuina conversión. Toda esa conducta es meramente
externa y no es equivalente a ser convertido.
Si te das cuenta la conversión es algo del corazón, de nuestra alma, de la fibra
más profunda que define lo que somos: “Rasgad vuestro corazón”.
2. No es un cambio parcial V. 12 “convertíos a mí con todo vuestro corazón”. Hay
algunos que no se convierte con todo el corazón. Algunos se convierten con los
pies solamente: ahora asisten a la iglesia. O se convierten de los ojos solamente:
ahora no voy al cine, o no veo películas clasificadas R. O se convierten de los
labios solamente: ya no digo malas palabras. O se da una combinación de algunas
de ellas.
Yo me acuerdo cuando adolescente lo estricto que yo era. Cuando iba a jugar
baloncesto yo les decía a mis amigos que me iba a ir y llevar mi bola de
baloncesto si ellos hablaban malas palabras. Y tan pronto alguien hablaba malo yo
me iba. Pero no me motivaba el amor a Dios ni la gracia de Dios. estaba buscando
salvarme por las obras y no por la gracia de Dios.
La conversión verdadera afecta a todo nuestro ser. No hay verdadera conversión
si no es una con todo nuestro corazón. Cuando nos rendimos total y
absolutamente a Dios para salvación y vida.
Ahora bien, entonces qué es la verdadera conversión.
I. Lo que sí es la Conversión
1. Es un cambio total del corazón “convertíos a mí con todo vuestro corazón”.
Todo nuestro corazón significa todo nuestro ser: nuestra mente, nuestra voluntad,
nuestras emociones, nuestros valores, nuestra forma de ver la vida, la esencia de
nuestro ser, de lo más profundo de nuestro ser y que nos define lo que somos.
Es un cambio total de vida. Tan es así que es llamado en la Biblia “un pasar de
muerte a vida”. Es un pasar “del reino de Satanás al reino del Señor Jesucristo”.
Ahora El es mi Señor y Dueño y yo le pertenezco a El en cuerpo y alma.
Mi alma le pertenece porque El la ha redimido. Y ahora hablar de Jesús, pensar en
Jesús, consagrarme a Jesús, vivir para El es mi pasión. Mi corazón tiene ahora un
solo dueño y ese es Jesús. Es un cambio de 180 grados. Cambia totalmente la
dirección de nuestra vida.
La verdadera conversión conlleva un apartarse del pecado. 1 Juan 3:9 Todo aquel
que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. Una vida que no se
aparte del pecado no ha conocido a Dios verdaderamente.
2.Es una conversión hacia Jehová “convertíos a Jehová vuestro Dios”. El no
creyente no tiene a Dios como su Dios. Podrá profesar su fe en Dios, podrá
hacerse miembro de la iglesia, incluso podrá ser bautizado, pero Dios no reina
supremo en su vida. En cambio, en la conversión verdadera el creyente escogerá
Dios como su Dios. Ahora Dios es lo más importante en su vida. Y todas las cosas
giran alrededor de Dios. Procura con plena resolución de vivir para El y solo para
Él. Como dice el Salmo 73:25-26 “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y
fuera de ti nada deseo en la tierra. 26 Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la
roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.”
4. Es un cambio producido por la gracia de Dios, su Palabra y Espíritu . Hay algo
importante que tener presente. La conversión es nuestra responsabilidad. Somos
nosotros los que nos hemos desviados y somos nosotros los responsables en
venir a Cristo para tener vida. Pero este venir es la obra de Dios en nosotros por
medio de su Palabra y Espíritu. Nadie tiene el poder para convertirse por sí
mismo. En última instancia es Dios quien nos convierte. Fue Jesús mismos quien
dijo en Juan 6:44 “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le
trajere; y yo le resucitaré en el día postrero.” Cuando Pedro confesó que Jesús es
el Cristo, el Hijo del Dios viviente
¿Qué es la conversión entonces? Es un cambio producido en la vida de un
creyente por medio de la Palabra y el Espíritu de Dios, cambiando a la persona
totalmente en un verdadero adorador de Dios. Es un cambio del corazón al ver no
solo la ira de Dios por el pecado sino la misericordia de Dios en Cristo a los que se
arrepienten. Es una transformación total y que lleva a abrazar a Dios con toda el
alma y a consagrar nuestra vida absolutamente a su voluntad.

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