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- ¿Traducir es un afán utópico?

Ortega señala que para escribir bien, hay que ser rebelde contra
la sociedad, contra la gramática, contra norma vigente de la lengua. No hay que meter al
escritor traducido en el lenguaje normal, y acá concuerda con Schleiermacher cuando habla
del método de “traer al escritor donde está el lector”, que es el método que no hay que seguir
en cuanto a traducción poética.
- Reconoce que hay dos clases de escritos: los traducibles y los de difícil traducción. Y en esto
coincide con Croce y Benjamin en cuanto al tema de la traducibilidad. Los textos científicos,
que son más fáciles de traducir, porque se traduce de una lengua a una terminología (términos
técnicos), y que es comprensible sólo si previamente hubo un acuerdo entre escritor y lector.
Y están aquellos que en los que el escritor ha usado su lengua nativa sin previo aviso,
logrando que el texto sea inteligible y modificando el uso ordinario de la lengua.
- La lengua, de manera individual es el acto concreto de hablar. Ortega sostiene que cuando el
hombre se pone a hablar, lo hace porque cree que va a decir lo que piensa. Pero es ilusorio,
pues el lenguaje no da para tanto. Es diferente hablar de decir. Decir implica un pensamiento
previo a expresarse, mientras que hablar es repetir, reproducir una forma de ver el mundo,
que está implícito en la lengua. Al hablar estoy limitada por mi lengua, ninguna lengua lo
puede expresar todo. Y según Croce y Ortega, al traducir llevo cosas nuevas a mi lengua,
introduzco pensamientos ajenos a mi bagaje lingüístico-cultural. Aunque el individuo tiene la
capacidad de romper los límites impuestos por su lengua, habrá cosas que ésta (su lengua) no
va a poder decir o no va a reconocer.
Para Ortega, “hablar” no sólo es manifestar, decir, sino también, renunciar a decir, callar,
silenciar. Y reconoce dos silencios: Primero, están los silencios individuales, cuando los
interlocutores entran en un diálogo fluido; cuando la conversación llega a su punto máximo,
viene un instante en que cada interlocutor queda absorto, en su pensamiento y es el momento
en que el diálogo tiene girar e ir para otro lado en busca, quizá, de otros temas. El momento
en el que el individuo se queda con su pensamiento a solas, se conoce como silencio personal.
Por otro lado, silencio social tiene que ver con la traducción, pues se trata de decir lo que está
dicho en la lengua fuente, pero que en la lengua de llegada estaba callado, silenciado. Ortega
dice que cada pueblo calla unas cosas para poder decir otras.
Ortega al hablar del silencio considera la inefabilidad, que es una característica intrínseca del
lenguaje: está lo inefado, aquello implícito, lo que el lenguaje podría decir, pero que silencia
y espera que el oyente pueda por sí inferirlo, suponerlo (ej. Puedes cerrar la ventana?). Todas
las lenguas utilizan los inefados como un mecanismo económico. Frente a lo inefado está lo
inefable, que es una limitación, lo que la lengua no puede decir de ningún modo, porque no
existe, porque está prohibido, porque es un tabú. No son palabras ni frases sueltas, sino
palabras en su contexto, en su circunstancia (ej. femicidio, caídos, desaparecidos, etc.).

(IV parte: Esplendor de la traducción)

- Ortega cita a Schleiermacher para referirse a los métodos de traducción: traducir no consiste
en traer la obra original a la lengua del lector, sino en sacar al lector de sí y llevarlo a la
lengua del autor. Para el autor, hay propiamente traducción, sólo cuando arrancamos al autor
de sus hábitos lingüísticos y lo obligamos a moverse dentro de los del autor. Lo decisivo es
que al traducir, se pueda salir de la lengua materna a lenguas a las ajenas, y no al revés.
Además, explica que la traducción no es un doble del texto, que ni siquiera pertenece al
mismo género literario que el original. Si el texto fuente es una obra poética, la traducción no
lo es porque no pretende sustituirla.
La traducción debe tener un valor estético. Y si se quiere resaltar su estética, el traductor tiene
que renunciar a casi toda la materia del texto (contenido semántico) para conservar sus
gracias formales (forma). (Comparar con Croce y Benjamin)

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