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Voces desde las sombras Ediciones Frutilla

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Voces desde las sombras


Antología de cuentos

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SINOPSIS
Todos tenemos vivencias oscuras que nadie nos cree. Sumérgete aquí para conocer las
tenebrosas experiencias que otras personas han vivido.

Ven a disfrutar o sufrir... todo puede pasar.

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ÍNDICE

Parálisis - Yamila Bernhardt........................................................6

Señora Mirta - C. J. Torres............................................................7

Un hermoso recuerdo - Annette C. M. ........................................11

Clic - H. J. Biaglau. ......................................................................13

Amigo Imaginario - C. J. Torres. ................................................15

El dueño de la penumbra - Angel Yosniel. ..................................17

Vacaciones Mortales - Nazareth G. S. .........................................21

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PARÁLISIS

Yamila Bernhardt

Cuando sus párpados, pesados por el cansancio, estaban a punto de cerrarse para
conciliar el sueño, sintió el crujir de una madera, minúsculo como una hormiga caminando
sobre un tirante. Agudizó el oído y creyó reconocer el rasqueteo de un roedor por fuera de su
techo. Se oyó un paso sobre la chapa, y luego otro. La sangre circulaba con fuerza golpeando
sus venas de manera incesante, y apretó los dientes con miedo. El aullido de un perro invadió
su cuerpo de nostalgia y se preguntó si lo correcto era sentarse, sin embargo, permaneció
inmóvil sobre la cama.
El colchón se hundió en un extremo y la tensión volvió a invadir su ser; intentó mover
la mano, pero ya era tarde, la quietud de la noche se había apoderado de su cuerpo. Algo rozó
su pierna, un escalofrío recorrió su organismo y se esmeró en dar un mínimo grito. Nada le
respondía, era inútil. Unas uñas afiladas se clavaron en su pantorrilla. En vano, batalló contra
su inmovilidad hasta que el origen de su pánico finalmente trepó por su cuerpo y descansó en
su frágil pecho. Se ahogó en su desesperación, comenzó a faltarle el aire e intentó con todas sus
fuerzas producir algún tipo de sonido. Trató de llevarse la mano al rostro, lo que le supuso un
esfuerzo desmesurado, pero su brazo reposaba a su lado como hacía un instante.
Decidió relajarse y dejarse llevar por el terror.
Abrió los ojos, la transpiración corriendo por su cuello.
Como todas las noches, intentó convencerse de que nada había sido real.

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SEÑORA MIRTA

C. J. Torres

Mirta termina de cocinar el almuerzo y apaga el fogón. Se vanagloria de la sopa de


costillas que acaba de preparar, y para que todo el mundo se entere de lo que acaba de hacer,
se seca las manos, sacando del bolsillo del delantal que viste por encima de su ropa, su celular.
Alista la cámara, levanta el brazo y se esfuerza por capturar el momento de arriba hacia abajo.
Se asegura que en la imagen quede registrado al fondo el contenido de la olla, su cara en primer
plano, y por supuesto, en el medio de ambas imágenes: su escote. Luego de varias tomas, de los
respectivos ajustes, y de la difícil decisión de escoger la foto final para subir a sus redes
sociales, define el mensaje que acompañará la publicación.
“Almuercito listo para la family”, escribe, y una vez la foto se carga, revisa el perfil de
Paula, su amiga que más odia y envidia. Le produce desazón que las publicaciones de ella
tengan más deditos arriba que las suyas, solo por el hecho de que está viviendo una tragedia,
nada del otro mundo, según ella.
Lanza un par de maldiciones, y llama a su hija de cinco años que supone se encuentra
jugando en su habitación, en la segunda planta del apartamento. La llama un par de veces más,
pero la niña no responde, ni siquiera subiendo el tono de voz, por lo que luego de varios
llamados decide subir las escaleras para encontrarla un par de minutos más tarde, embelezada
con sus muñecas, aprovechando lo que queda de las vacaciones. Mirta, conocedora de la
situación de los últimos días no la presiona, invitándola a bajar a almorzar, pero antes de que la
niña se levante y la acompañe suena el timbre de la puerta. Mirta está muy segura de que se
trata de su marido, así que baja rápidamente, abre la puerta y su corazón da un vuelco cuando
al otro lado de la puerta no está su esposo, sino Camila, o Camilita como le dicen por cariño.
Mirta abre los ojos de par en par sin poder creer lo que ve, sin creer que delante de ella
estuviera Camilita, la mejor amiga de su hija, la hija de Paula, la misma Camilita que llevaba
tres días desaparecida, la misma cuyos padres habían buscado por cielo, mar y tierra, sin dar
con su paradero. La misma por la que se habían ofrecido recompensas, se habían contratado
detectives privados, videntes, brujas, chamanes, y a todo aquel que pudiera dar al menos una
somera pista.
Tres días habían pasado desde la última vez que fue vista a la salida de su colegio. El
video de seguridad de la escuela mostraba a una mujer con la cabeza cubierta, invitando a
Camilita a subir a un taxi. El taxi fue encontrado el mismo día. Su conductor fue interrogado,
y todavía estaba bajo custodia policial. El hombre dijo que lo abordó una mujer, que le ofreció
cien mil pesos por llevarla al colegio y esperarla hasta que regresara con la niña y que de
hecho no vio
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nada de raro en aquel requerimiento, que era algo que hacía constantemente… cosa de todos los
días.
Pero ahora estaba ahí, frente a ella, ante los ojos de Mirta, por lo que sin esperar más
y con el susto a flor de piel la invita a pasar. Camilita entra y de inmediato Mirta inicia las
preguntas de rigor. Que dónde estaba, que de dónde venía, que si recordaba algo de lo que le
había pasado, pero Camilita solo responde que quiere un vaso con agua e ir a jugar con su hija,
con su mejor amiga. Mirta, la sube hasta el segundo piso, y su hija la recibe como si jamás se
hubiera ido. Una vez que las niñas comienzan a jugar con una muñeca cada una, Mirta intenta
comunicarse con Paula, pero la llamada va a buzón de voz en cada intento. Le envía uno, dos,
tres, diez, cien mensajes de texto, pero tampoco contesta. Llama al teléfono fijo de la casa de
Paula, sólo para oír la máquina de recibir mensajes. La busca en redes sociales, no sin antes
chequear cuantas manitas arriba tiene su foto con escote y sopa de costilla de fondo… ni
siquiera diez interacciones… deprimente hasta el punto de hacerle olvidar el objetivo de su
búsqueda por un par de minuto. Sin embargo la cordura regresa y vuelve a buscar los perfiles
de Paula, de sus amigos, de sus familiares, dejando mensajes a todos pero sin recibir respuesta.
Sin poder hacer contacto… sin poder avisar a alguien cercano a ella que Camilita, la
niña que había puesto a los medios de comunicación de la ciudad patas arriba está en el
segundo piso de su casa jugando con su hija; fiel a su estilo piensa que es su oportunidad, una
oportunidad dorada, como la del escritor que tuvo de compañero en la universidad a un asesino
en serie, como la del periodista que queda atrapado en un robo de banco, es SU oportunidad.
La vida se lo pone en bandeja de plata, servidita, lista para compartir, así que corre nuevamente
hasta el segundo piso, ve las dos niñas jugando, saca su celular activando la cámara en modo
selfie y enfocando. Maldice al ver en primera plana que lleva el delantal puesto, pero se da el
tiempo de sacárselo y tirarlo a un lado, de acomodarse las tetas dentro de su blusa para que se
vean mejor, de moldear un poco el peinado para quedar impecable, de maquillarse incluso…
esa foto, la foto la vería el mundo entero, se haría viral rápidamente, podría ser una de las
imágenes más vistas en las redes sociales, no podía permitirse salir mal.
Desenfunda de nuevo el celular y enfoca nuevamente de arriba hacia abajo, pide a las
niñas que sonrían aunque ellas solo atinan a mirar al lente de la cámara y esperar. Mirta sonríe,
saca pecho y toma la selfie, sin pensar dos veces, la sube a las redes sociales con el mensaje:
“Adivinen quien apareció”. Hora de esperar que Paula llamara y que explotaran los dedos
arriba. Por un momento, tiene un leve aire de cordura y decide llamar nuevamente a Paula,
está emocionada, no lo puede creer, Paula se lo agradecería toda la vida, es más cree que puede
inventar una historia, decir que ella salió a buscarla y la encontró o cualquier cosa parecida, su
palabra sería la ley, podría pedir lo que quisiera, sería la reina de las redes sociales, y la reina
de la vida real. Así que vuelve al primer piso a probar suerte con el teléfono fijo.

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Esta vez el teléfono de Paula responde casi que de inmediato, pero no es su voz la que
oye, se trata de Gabriel, un hermano de Paula y tío de Camilita. No se controla y dice todo al
mismo tiempo, Gabriel entiende.
―Gabriel, escúchame, esto es importante, Camilita apareció.
Él con la voz entrecortada responde que si, que es un lamentable desenlace y ella
retruca, dice a boca jarro que no puede tomarse como lamentable que la niña haya aparecido
sana y salva en la puerta de su casa. Gabriel increpa, reacciona mal subrayando su falta de
escrúpulos ante esa broma de mal gusto.
―Jamás pensé que pudieras llegara este grado de crueldad, menos mal que soy yo
quien atiende el teléfono de Paula… suficiente con que ella deba enfrentarse al reconocimiento
del cadáver de su hija. Acaban de sacarla del agua, la encontraron muerta en un caño de
desague.
Gabriel apenas termina antes de cortar irritado, sus palabras de Gabriel la conmocionan
¿cómo puede él decir eso? si acaba de ver con sus propios ojos a Camilita y su hija jugando a
las muñecas. Mirta sube de nuevo las escaleras para comprobar con sus propios ojos que el de
la broma de mal gusto es Gabriel, que en la habitación están Camilita y su hija. Pero el segundo
piso está completamente vacío. No hay nadie en la habitación de su hija, no hay rastro de ella
ni de Camilita, es como si nunca hubieran estado ahí.
Mirta busca por todo el apartamento, pero nada, no hay nadie en toda la casa. De pronto
comienzan a sonar los teléfonos, su celular suena y vibra al mismo tiempo con tanta rapidez
que casi colapsa… ella lo mira sin creer la cantidad de comentarios que se alcanzan a leer en la
pantalla preliminar de su celular.
―¡La foto! ―exclama.
La foto que se tomó junto con las niñas probará su versión, seguramente los
comentarios son de agradecimiento por haber encontrado a Camilita, sana y salva. Ingresa en la
foto posteada y el corazón se le sale del pecho al ver que en la foto no hay nadie más que
ella… ella sola posando… ella sola mostrando el escote en la habitación de su hija… ella con
la frase: “Adivinen quien apareció”. Los comentarios negativos superan toda proporción,
amigos, familiares y hasta extraños la califican de indolente, de mujer seca y fría, le reclaman
que juegue con el sarcasmo de la palabra “aparición” cuando momentos antes han encontrado
el cuerpo sin vida de Camilita.
Mirta, enloquece, corre gritando por todo el apartamento y su histeria altera a los
vecinos al punto de llamar a la policía, quienes terminan forzando la cerradura un buen rato
después, sólo para encontrarla desquiciada, repitiendo una y otra vez que en su casa está
Camilita con su hija, que las niñas están jugando a las muñecas.
Deciden sedarla, deciden dejarla en observación a pesar de su insistencia y avisan a su
madre, esa mujer que contra viento y marea hasta ese día la defendió a capa y espada y que
regresa a la casa a esperar a su nieta, intranquila también por lo que pasa. Su madre, que
agobiada
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por la angustia de ver así a Mirta busca consuelo en moverse, en hacer algo… en limpiar las
habitaciones, en barrer la sala, en abrir las cortinas, limpiar los vidrios, y lavar las ollas. Y allí
en ese vaivén de “hacer algo” quedar congelada, viendo en el fondo de la olla semivacía el
líquido espeso y un par de cráneos pequeños junto a los ya blancos huesos de costilla.

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UN HERMOSO RECUERDO

Annette C. M.

Abrí mis ojos y me percaté de que todo a mi alrededor lucía un poco oscuro, de lejos
escuchaba un ruido pero no lograba identificar qué era, sentía tierra en el cuerpo y un pequeño
hormigueo me invadía y no me permitía moverme con facilidad. No podía entender qué
sucedía, pero escuchaba voces muy lejos. Aunque en ese instante no sabía si debía levantarme
o si estaba en un lugar seguro.
Desconcertada por lo que estaba sucediendo, traté de incorporarme y observé que el
auto estaba por caer a un pequeño abismo. Acto seguido toqué cada parte de mi cuerpo y
suspiré de alivio al no sentir grandes daños, tan solo un dolor interminable que rodeaba todo
mi lado derecho. Por alguna razón, mi mente repetía mi nombre una y otra vez, como si tuviera
miedo de olvidar quién era.
Al día siguiente quise pensar que nada de eso había pasado, y que tan solo fue un mal
sueño; sin embargo, cuando me bañé me percaté de que aquel lado afectado estaba lleno de
hematomas y supuse que todo fue real. Quise consolarme y me animé diciéndome: ya pasó, no
te lo creas. Al terminar me vestí y me dirigí a la cocina en busca de una limonada para
nuevamente regresar a mi habitación. Me sentía agobiada de lidiar con mi memoria.
Me tumbé en la cama y empecé a imaginarme dibujitos en la pared, veía todo tipo de
animalitos, flores y otras cosas a las cuales no les encontraba forma. En la otra pared estaban
todas las fotografías familiares, tal como las había dejado, pero había una que nunca puse ahí,
ni siquiera lograba recordar el momento en el que la tomé. Me levanté para arrancarla de la
pared y revisarla y, lejos de parecerme extraña, sentía que la había visto, o que había visto al
individuo de la foto. El misterio de la imagen captada atravesaba mis poros, era solo una mano
tapándose el rostro y emanando humo alrededor, un efecto que me parecía precioso e intrigante
y hacía pensar en que nada es lo que parece.
Me pregunté qué hacía aquella foto de dedos hermosos en mi pared, si él me había
llevado a casa o si lo conocía y no lo recordaba. Guardé esa imagen en mi memoria como si me
aferrara a la vida, por si recordaba algo después. Decidí hurgar en mi bolso y estaba la misma
foto con un acercamiento, ya no se veía el fondo de grafitis. Mi admiración hacia ese hombre
empezó a aumentar como si fuera lo más hermoso del mundo, sentía que el corazón se
aceleraba al ver sus manos… Esas manos eran un deleite, sus poros definidos, sus líneas
ásperas, incluso hasta podía sentir la fuerza que tendría por la forma de colocarlas con firmeza
sobre su rostro. Por otra parte,
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la capucha que lo cubría era tan negra que apenas se podía observar la mochila que estaba en
sus espaldas. En mis adentros me decía: Irma, ya basta.
Mi mente aún daba vueltas, y mi inquietud me perseguía, así que decidí guardar la foto
junto a las otras que había visto en mi cajita que se encontraba en el velador. Tampoco
recordaba cómo las había obtenido, pero sabía que eran hermosas manos también. Me
cuestioné acerca de cuándo empecé a coleccionar fotos de manos, en qué momento me
comenzaron a gustar tanto, hasta que logré recordar que aquel muchacho de la foto fue un amor
pasajero, un amor al que dejé deshecho, sin importarme nada.
Recordé a un amigo de él sosteniendo fotografías de manos, preciosas manos, y
también cómo Ernesto rogó por su vida e intentó hacerme entrar en razón, y vi a su amigo
correr en busca de ayuda. Ernesto estaba dispuesto a posar ante mí las veces que fuera
necesario por conservar sus manos, y esas eran lo único que deseaba para embalsamar. En el
proceso le dije que lo haría sin que sufriera. Lo até y muy despacio fui cortando su piel, pero al
ser muy difícil cortar con el cuchillo, usé mi otra opción, una sierra para madera que él
guardaba debido a su trabajo, así la pieza artística quedaría en lo posible bien cortada.
Al comenzar con el proceso, sus alaridos no se hicieron esperar, se retorció como si
danzara. Los borbotones de sangre empañaron las delicadas sábanas blancas, los pétalos de
rosas que había colocado sobre la cama se fundían con su olor, fue como presenciar otro estilo
de arte. Su cuerpo inmóvil yacía ante mis ojos, sus delicados dedos finalmente eran míos,
sentía que poseía un diamante, y las últimas fotos que les tomé eran dignas de un hermoso
recuerdo.
Me invadió la felicidad. La sangre podía olerse en toda la habitación, cubría mis dedos,
mi rostro, y empañaba mi gran sonrisa. Bailé un poco con esas adorables manos y la sensación
fue igual a cuando los cuerpos se desean en la cama
Conservo en mi memoria todos esos acontecimientos como si hubieran sucedido ayer,
pero debo confesar que todo ese trabajo fue casi en vano, al huir y sufrir mi accidente las perdí,
seguramente fue porque olvidé qué rayos hacía ahí. Hoy me complace decir que tengo varios
pares de manos expuestas en casa, sueño con bañarme en una tina llena de ellas para
contemplarlas, sentirlas y besarlas; aunque seguramente sea cuando salga de prisión. Hasta
entonces conservo la última foto como si fuera un tesoro.
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CLIC

H. J. Biaglau

Clic, clic, clic…


Sacude la pluma, pero no baja ni una gota de líquido. Este último cartucho no ha
sido para nada efectivo, dos horas escribiendo con una tinta demasiado traslúcida para su
gusto. Deben estar bajando la calidad de los insumos, piensa. Presiona el botón rojo del
intercomunicador.
—Solicito recambio —dice, su voz resuena dentro de aquel cuarto metálico.
—Enseguida —se oye que contestan del otro lado.
Un ruido estridente irrumpe en la oficina, es la alarma, ya está todo listo, pronto podrá
seguir con su trabajo. Aprovecha el momento para poder darle unos sorbos a su café. Se oyen
los mecanismos de seguridad desbloqueando la inmensa puerta metálica. Un guardia entra.
—Buenos días —dice el uniformado—. Menuda mañana, ya es el tercer recambio que
entrego en el día.
—Es una vergüenza, así no hay quien pueda hacer su trabajo, cada vez rinde menos,
pero así son los tiempos que corren —contesta el escritor.
Su compañero revisa que la tinta se haya acabado e indica a otro guardia de mucha
menos edad que él, que lo esperaba fuera, que traiga el reemplazo.
—Venga, que no tenemos todo el día —le dice—. A nosotros también nos bajaron
los insumos —comenta entre risas al que se encontraba escribiendo—. Este niño aún no se
acostumbra a estos ritmos, le preocupa a dónde van los recambios, que si se usa tanta tinta…
¡Qué va!
Minutos más tarde, el muchacho vuelve. Con sumo cuidado entra una silla de ruedas
con un sujeto amarrado. Chequea las ataduras, primero las muñecas, luego los pies, muslos,
cintura y hombros. Se da media vuelta y vuelve por sobre sus pasos cerrando la puerta al salir.
El guardia que estaba dentro del cuarto saca de su bolsillo un catéter sellado al vacío, lo
abre e introduce la pequeña aguja en el brazo del sujeto. Toma la manguera de PVC conectada
a la pluma y la engancha al catéter. Al instante la roja sustancia comienza a circular por la
transparente conexión. Segundos más tarde, una redonda gota color granate cae de la punta de
la pluma.
—¿Está todo en orden? —pregunta el guardia al hombre sentado en el escritorio.
—Como nueva —dice sonriente al ver que este nuevo cartucho es de calidad muy
superior que el anterior—. ¿No le ponen el mordillo? —dice señalando al insumo.

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—No, no es agresivo, además te vendrá bien algo de charla mientras trabajas. ¿Nos
vemos en el almuerzo?
El escritor asiente con la cabeza, los viernes son el día que la compañía hace los
manjares más exquisitos con lo restante de los recambios. Después de todo, la era del reciclado
está en su auge…
El guardia toca el botón verde del intercomunicador y enseguida comienza a sonar
la alarma. El hombre se retira, llevando la otra silla de ruedas, donde pende el cadáver de un
hombre sin una gota de sangre.

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AMIGO IMAGINARIO

C.J. Torres

Al principio me resultó divertido el hecho de que mi hijo tuviera un amigo imaginario.


Me parecía hasta chistoso. Verlo jugar consigo mismo, pasar horas y horas hablando solo,
dibujar una y otra vez a su amigo imaginario, no solo me soltaba una que otra risa, sino que
además, cuando lo filmaba y se lo pasaba por Whatsapp a mis amigas, nos daba pie para
innumerables conversaciones. Algunas me leían con asombro, otras con mucha gracia, pero en
general, no pasaba de una tierna e inocente anécdota.
Mi hijo Esteban, no paraba de hablar de su amigo imaginario. Hablaba de él, día y
noche, me decía que era redondo como una pelota, y que eso le ayudaba a rebotar, que tenía
antenitas encima de su cabeza, y un par de alitas que lo ayudaban a volar. En fin, todo era un
chiste que superaba la gracia inocente. Pero con el tiempo, con el transcurrir de los días, la
situación del amigo imaginario de mi hijo pasó de castaño a oscuro. Ya no quería comer por
estar jugando con su amigo imaginario, ya no quería levantarse para ir a la escuela, ni tampoco
quería salir a jugar con sus otros amiguitos, con los de carne y hueso… solo quería estar con su
amigo imaginario, al que llamó Toby.
En casa solo se hablaba de Toby. Toby para arriba, Toby para abajo. Toby al desayuno,
al almuerzo y en la cena. Si le decía que se vaya a bañar, primero le preguntaba a Toby; si
le servía la comida, primero la probaba Toby y si le gustaba Estaban se la comía, y si a Toby
supuestamente no le gustaba… pues no se la comía, ¡era desesperante! Llegaba un momento en
el que quería tener en frente al tal Toby y mandarlo para la mierda, pero me conseguía
calmarme, sacar paciencia no sé de dónde, y calmarme. Después de todo, es mi hijo y debía
apoyarlo.
Estuve leyendo, y según entendí, este es un proceso normal en algunos niños, por lo que
lo tomé como algo pasajero que seguramente pasaría pronto. Pero no fue así. Un día descubrí a
Esteban debajo de la cama coleccionando cuchillos, tenía varios que había cogido de la cocina,
y otros de las cocinas de mis amigas. Me asusté mucho. Le pregunté por qué coleccionaba esos
cuchillos, y me respondió que era porque Toby necesitaba ponerles orden a las mujeres del
vecindario. Cuando me dijo eso, estallé en llanto, tomé los cuchillos, y salí corriendo.
Desde ese día no lo veo con los mismos ojos, me duele, porque soy su mamá, la que lo
parió y obviamente quiero lo mejor para él, pero me da miedo cuando está cerca de mí, ya no
duermo tranquila, lo hago con un ojo abierto y el otro a medio cerrar. Me toca guardar las
llaves de la casa debajo de la almohada, le pongo candado al cajón de los cuchillos, cierro el
paso del gas, hago de todo con tal de que él y su Toby no tengan mayor opción que dormir.
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Durante unos días estuvo calmado, casi ni mencionaba a su amigo imaginario.


Desayunaba con tranquilidad, hacía sus deberes, hasta tuvimos un par de conversaciones
típicas de madre e hijo. No digo que se hubiera olvidado de Toby, pero sí lo mencionaba
menos, yo pensé que se estaba cumpliendo lo que leí el otro día en internet, que esa etapa ya
se estaba acabando. Pero no fue así, el tal Toby y él solo estaban tomándose un tiempo fuera
para volver con más fuerzas.
Lo peor sucedió el viernes pasado. Una vecina, la esposa del médico, preocupada por
mi situación, llegó hasta la casa para que conversáramos. A mí me pareció genial compartir
con ella y pasar la tarde hablando y jugando bridge, ya que normalmente paso todo el día en
casa sin hacer nada más que estar pendiente a Esteban y el supuesto Toby.
Juro que solo me descuidé un segundo, fue un momento en el que fui a la cocina para
servirnos más hielo y reforzar los pasabocas cuando escuché el estruendo, enseguida se me
vinieron a la mente las palabras de Esteban del otro día. Salí corriendo de la cocina temiendo lo
peor, y así fue, cuando llegué vi el cuerpo de mi vecina tirado a los pies de Esteban. Le había
caído una jarra de vidrio en la cabeza. Tenía los ojos abiertos, y el cabello bañado en sangre.
Murió al instante. Cuando le pregunté a Esteban sobre lo que había sucedido, me dijo que había
sido Toby y el mundo se me vino encima. Lo zarandee muy fuerte, lo reconozco, pero era
producto de la impotencia. ¿Cómo me iba a decir eso? ¿cómo había sido capaz de asesinar a
alguien?
Ha llegado la hora de buscar ayuda profesiona. Unas buenas personas me recomendaron
ver a un psicólogo, o era un psiquiatra, me da igual.
Hoy es la primera cita, llegamos hasta su consultorio, y nos invita a pasar. Es un lugar
bonito, pulcro, sin muchos lujos, el hombre se nos presenta, nos dice su nombre. “Buenas
tardes”, le digo con profunda pena por no haber llegado puntual. Le pido a Esteban que se
siente al lado mío. “Buenas tardes”, me responde, y tomando su libreta de anotaciones, me
mira fijo antes de agregar “Vamos a ir despacio, pero nuestra primara meta es aprender a
aceptar que no tienes hijos ¿Estamos de acuerdo? Debemos aprender que esa fantasía a la
que llamas Esteban y su amigo imaginario Toby no es más que tu pequeña invención.”
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EL DUEÑO DE LA PENUMBRA

Angel Yosniel

Era una lluviosa tarde de octubre, cuando el firmamento estaba tan gris y oscuro como
la melancolía misma. Escuchaba el sonido de las gotas diminutas cayendo como numerosos
peces al mar, sin fin e infinita era aquella escena; mientras que mi oprobio rostro se reclinaba
sobre la ventana, observando, y sin razón alguna mis pensamientos comenzaron a dar vida,
preocupado por las deudas que me aquejaban y la esperanza vehemente de encontrar trabajo,
observaba las cartas de desalojo con mi nombre en mayúscula: “HANS BROKEN, Pague o lo
sacamos”. Sin lugar a dudas mi vida era un desastre a pesar de los consejos y ayuda de mis
seres queridos cercanos que incondicionalmente me motivarían a seguir adelante; me dormí
como un niño ese día y comencé a tener sueños de felicidad esa misma que buscaba.
Al día siguiente el sol impetuoso abrasaba la tierra, el calor imperaba en la fragilidad
de mi piel, el poderío del astro rey estaba excelso en la cima de la atmósfera, inquebrantable
en su propio lugar y dueño del mundo entero. Siempre encendía el televisor en mi primogénito
despertar, todos los días era lo mismo, historias tristes, narcotráfico, robos, terrorismo;
afirmaba en mi mente que este mundo cada día era peor, sin embargo, yo sentía que este día iba
hacer diferente.
Salí de casa e ingresé al primer transporte público, el denominado “Transcaribe” de mi
ciudad tan pequeña y con una historia enigmática, Cartagena; llena de tesoros escondidos y
españoles dictadores en el pasado que de una u otra forma dejaron huellas. Empecé a
deleitarme con el panorama, mientras que el transporte se dirigía a pasos agigantados.
Muchas veces observaba a la gente y me daba cuenta que tenían tanto en común, una
vida limitada y esclavizada por la sociedad, en donde te enseñan que, si tienes más, vales más;
hasta el dinero calla al más sensato; una existencia solventada por la materialidad nesciente de
personas superficiales.
Llegué inesperadamente al lugar en que tenía mi entrevista, el nerviosismo me
embriagaba tanto como a un chiquillo enamorado de su primer amor, las manos me sudaban sin
parar, consecutivamente decidí tomar asiento a esperar mi llamado, las ansias invadían mis
entrañas, esta vez no podía perder la oportunidad de conseguir mi anhelado empleo.
Escuché mi lacónico nombre, una voz dulce y suave penetraba mis oídos a la
expectativa ruin del destino.
―Hola estimado ¿Cómo estás? ―preguntó fraternalmente Catherine la psicóloga.
―Muy bien, cordial saludo, me presento soy Hans Broken y estoy interesado en el puesto

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de vigilancia.
―Ok, quiero ver su hoja de vida.
―Está bien.
―Déjame veo aquí, usted tiene mucha experiencia, y ha trabajado en buenas empresas
―respondió admirada la psicóloga. Y replicó―, voy a hacer sincera, hay mucha gente que se
presentó para el puesto, deseo hacerle una segunda entrevista.
―Bueno está bien, ¡muchas gracias!
Cerré la puerta emocionado, tenía la certeza de que en pocos días me llamarían para
hacer la segunda entrevista, regresé a casa con la convicción de alcanzar mi más anhelada
oportunidad de obtener ingresos, aunque era ignorante de las consecuencias de este trabajo del
cual más adelante marcarían mi vida entera.
Así transcurrieron los días después de mi segunda entrevista, las buenas noticas tocaban
mi puerta, la fortuna había llegado a mi vida, el lunes empezaría mi primer día de trabajo.
Aquel día tardío madrugué preparándome emocionado para mi aventura como vigilante,
sabía que no sería fácil aguantar noches en velas o cambiar turnos desenfrenadamente, deseaba
que mi turno fuese perenne. Al llegar a mi trabajo recibí instrucciones de las cuales por
obligación debía ejecutar, mis días fueron reconfortantes en el hospital, era custodio de la
salud. Cada vez se acercaba el día en que mi vida cambiaría por completo, una pesadilla
devastadora.
La gerente me avisó acerca del cambio de turno, ahora debía trabajar en las noches. Mi
sonrisa hacia ella cambió desprevenido a una molestia vacía, puesto que alguien había
renunciado misteriosamente, todos en el hospital hablaban acerca de eso, aunque ignoraba las
razones de su renuncia.
Ya iba anochecer, el sol estaba en la plenitud del horizonte pronto a marcharse a su
morada intangible, tomé un suspiro y me acosté en la hierba próxima al huerto del hospital,
colocando un delantal debajo, de allí no tengo la menor idea de cuánto tiempo pasó, aun así
sentía como la suave brisa me golpeaba incesantemente y como el frio adormecía mi cuerpo,
cuando en mis fantasías oníricas empecé a sentir un ruido muy extraño como si fuesen
lamentos pero de forma suave y baja, eso me despertó de prisa y sin previo aviso vi una figura
entrando en una pequeña habitación olvidada por el centro médico, nunca antes había visto el
sitio, pero mi curiosidad fue tan grande que entré a esa habitación enigmática.
Abrí la puerta de madera antigua rechinando con el suspiro del viento, observé las
telarañas incrustadas en la cúspide del techo, instrumentos quirúrgicos e inclusive camas
dañadas del hospital, todo eso olvidado con el pasar del tiempo, de pronto una epifanía tomó el
control de la habitación, moviéndose todos los objetos que estaban alrededor mío, una figura
apareció delante de mis ojos.
Tenía una túnica oscura larga y ancha, tenía una nariz puntiaguda, sus oídos largos
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adornaban su rostro, mientras que en su cabeza se apreciaba un sombrero. La mirada de él


penetraba mis entrañas, cierta burla picaresca y nesciente enlodaba su rostro, percibí maldad
absoluta en su ser, mi cuerpo quedó paralizado en un instante, una fuerza sobrenatural me
sometía a su voluntad atrapándome en la oscuridad abrumadora de sus poderes.
Esa entidad sostenía en sus manos un bisturí afilado, listo para desgarrar mi piel, se
acercó sigilosamente flotando en el aire hacia mi débil cuerpo desterrado en el suelo sucio,
aproximó el bisturí hacia mi garganta, pero de repente agarró mis dedos y comenzó a intentar
cortarme. Mi angustia era tanta que mi corazón apretaba mi pecho para salirse de mi cuerpo,
mis gritos llegaban a las huestes celestiales, mientras que él se reía macabramente disfrutando
cada sufrimiento, gotas de sangre recorrían mi piel, yo suplicaba misericordia, sin embargo, él
hacía oídos sordos a mi suplicio.
El espectro trató de entrar a mi cuerpo, profanando cada parte de mi carne viviente;
acercándose lentamente hacia mí, flotando en el aire presuntuoso. Su energía me consumía por
dentro, mi cuerpo se debilitaba aún más con el paso de los segundos, yo sentía que mi
existencia desaparecía en un abrir y cerrar de ojos, mi corazón latía con fuerza; el miedo
acompañaba mi alma en el cataclismo espiritual de la servicia inconmensurable de la entidad,
no quería fallecer ni dejar de vivir en la tierra ocasionado por mi verdugo espectral. Las
esperanzas vanas de mi fe prevalecían sin resultado alguno.
En aquel momento una luz se posó sobre mi cuerpo abrasando mi alma, era un destello
tangible brillante como una súper nova en el firmamento, una égida que acompaña al afligido y
socorre a su voluntad, yo sentía una cálida energía parecida a un fuego abrasador magnánimo
que recorría toda mi piel llenándose de un amor ilimitado, en ese instante comenzó una batalla
energética, yo tenía fuerzas para luchar contra mi adversario. Era el momento de demostrar el
poder del bien.
La entidad respondió en contra, expandiendo su propia oscuridad oponiéndose a mi luz
suprema; comenzó allí un choque entre los dos, tanto la luz que protegía mi cuerpo y la
penumbra del espectro se enfrentaban en una batalla intangible ignoto, vibraciones se formaban
entre mi luz y su oscuridad, chispeando energía abrumadora, esa luz era testigo de esta batalla
irreal para el mundo físico.
El rostro del monstruo demoniaco denotaba desesperación, su túnica y gorro
comenzaron a desvanecerse en su propia penumbra, rechinaba sus dientes podridos, olor
putrefacto salía de su boca promulgando palabras innombrables, maldiciendo a esa luz que me
custodiaba, sus dedos empezaron a quebrarse uno tras otro, sentí cierto temblor del cual
sacudía la tierra, me entregué completamente a esa protección privilegiada e imponente.
Palabras soeces embriagaban su lengua revelando su identidad, era el dueño de la
penumbra, dueño del hospital, dueño de las almas que este mismo recogía en el centro médico,

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mi asombro era notable, él afirmaba su supuesta muerte hace décadas atrás, entregando su alma
y convirtiéndose en un monstruo, yo no quería escuchar más sus palabras, apretaba mis oídos
rechazando sus perturbadoras palabras.
El poderío se incrustó en mi mente, imperando en contra de mi verdugo, la luz que
invadía mi ser se hizo muy grande expandiéndose excelsa hacia la victoria, no obstante, aquella
facinerosa entidad gritó enojado y repentinamente desapareció en la suciedad de la pared.
Yo yacía atónico acostado sobre el piso frondoso y rupestre de la habitación decaído por
la batalla espiritual inesperada, ultrajado, maltratado, allí me encontraron con marcas en todo mi
piel, no podía gesticular palabra alguna y mi cuerpo perplejo me impedía moverme. Todos me
preguntaban ¿qué había sucedido?, pero mis labios se congelaron y mi lengua inmutada por un
poder sobrenatural callaban mis explicaciones, desde aquel momento no pude hablar nunca más.
Estaba sólo en un centro psiquiátrico diagnosticado por esquizofrenia, la soledad era
mi acompañante en la habitación vana, yo solo escribía en una pequeña hoja: “el dueño de la
penumbra se esconde allí esperando a su próxima víctima”.

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VACACIONES MORTALES

Nazareth G. S.

I.
El verano es la mejor época para que una gran historia comience, pero esta no es la
típica historia de amor de verano. Esta historia es todo lo contrario. Comienza con un grupo de
amigos que, después de un año planeando las vacaciones juntos, por fin podían descansar de la
escuela, disfrutar la amistad que tenían desde la infancia, y su pronta entrada a la universidad.
Los chicos se habían hospedado en un hotel de clase media, no era tan lujoso, pero
tampoco estaba tan mal, ya que para lo único que lo querían era para dormir, bañarse y dejar
sus cosas. De entre todos James fue el único que se opuso a quedarse en ese hotel, pero al final
los demás lo convencieron.
—Bienvenidos al hotel, ¿en qué les puedo ayudar? —preguntó un recepcionista,
notablemente molesto.
—Hola, mis amigos y yo hicimos una reservación para dos habitaciones —dijo Emma.
—¿A nombre de quién?
—James Williams —dijo James.
—Aquí están sus llaves.
Los chicos se marcharon del lobby hacia sus habitaciones haciendo mucho ruido,
mientras que el recepcionista malhumorado los veía con desprecio.
—Siempre son los mismos jóvenes idiotas ricos malagradecidos.
Una vez que se instalaron la noche estaba a punto de caer y el grupo iba de salir. Todos
se estaban alistando, hasta que Lucy creó un grupo para mandarles mensajes a todos y no
tenerlo que hacer uno por uno, de esta manera se ahorraría algo de tiempo.
Lucy: Holaaa chicos.
Charlie: ¿Hola?
Taylor: Hola.
James: ¿Qué es esto?
Lucy: Un grupo.
James: Eso lo sé.
James: ¿Pero para qué necesitamos un grupo?
James: Estamos de vacaciones, en el mismo hotel y en dos habitaciones, no es
necesario un grupo.

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Taylor: Para casos de emergencia, pueden pasarnos muchas cosas, de esta manera
estaremos comunicados todos.
Lucy: Gracias, Taylor.
Taylor: De nada, cuando gustes.
Charlie: Nuestras habitaciones están juntas, solo gritamos y sabremos que necesitaremos
ayuda.
Lucy: Si no les gusta esta idea, pueden salirse, son libres de hacerlo.
Emma: ¿Qué sucede, amigos?
Emma: Me voy por unos segundos y hay un grupo nuevo, además de una discusión.
Emma: Por cierto, acabo de mirar en las redes sociales que el antro al que iríamos
cerrará por esta noche, así que tendremos que quedarnos en el hotel.
Charlie: ¿QUÉ?
Taylor: Yo ya estaba lista y saben lo que tardo en alistarme.
James: Yo ya estaba listo para salir.
Lucy: ¿Qué vamos hacer ahora?
Emma: ¿Yo? Dormir, no sé ustedes.
Emma: Estoy muy cansada, así que ni se les ocurra venir a la habitación de chicas o los
mato.
Emma: Los veo mañana, tomaré una siesta de 15 horas.
James: De acuerdo, mandona.
Charlie: Entonces ¿esta noche será tranquila?
Lucy: Sí.
Lucy: ¿Acaso no leíste lo que puso Emma?
Charlie: Sí lo hice.
Charlie: Solo quería asegurarme de que no se trataba de una broma.
Taylor: Chicos, no se peleen por cosas tontas. Estamos de vacaciones, hay que disfrutarlas
con tranquilidad.
Y Taylor tenía demasiada razón, ya que estaba en unas vacaciones donde todo podía
ocurrir, pero lo que nunca imaginaron es que se convertirían en unas vacaciones mortales.
Como los planes se habían cancelado a último momento tenían que buscar algo que hacer, por
lo que siguieron hablando por el grupo.
Emma: Los odio, chicos.
Charlie: ¿Qué sucede,
Emma? Taylor: ¿Por qué nos
odias?
Emma: Sus mensajes no me dejaron dormir.
James: Cariño, puedes poner en silencio al grupo, de esa manera no te molestarán.
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Emma: Eso haré ahora mismo.


Taylor: ¡Chicos!
Charlie: ¿Sí?
Taylor: ¿Cenaremos juntos?
Emma: Yo no, no tengo hambre, vayan ustedes.
James: Yo tampoco.
Lucy: Yo no.
Charlie: Yo sí quiero cenar, ya voy a tu habitación.
Ambos bajaron al restaurante a cenar y buscaron una mesa que estuviera libre, más a
la orilla del lugar; ordenaron y comenzaron a cenar cuando les trajeron su comida. Todo iba
tranquilo, pero esa paz no duró por mucho tiempo.
—Rayos —dijo Charlie nervioso.
—¿Qué sucede? —preguntó preocupada Taylor.
—Necesito ir al baño lo más rápido posible.
—No alcanzarás a llegar a nuestras habitaciones.
—Iré al que está en el primer pasillo, no me queda de otra. Por cierto, si llega mi postre
me lo guardas —le dijo Charlie y al terminar de hablar salió corriendo.
Taylor se quedó sola, pero no por mucho tiempo, ya que un chico guapo se acercó ella.
Esto no la sorprendió porque sabía que era una chica guapa, Taylor era muy alegre y educada,
de tez blanca, con una larga cabellera castaño muy brillante y lisa que le encantaba cuidar todos
los días. Sus ojos brillaban todo el tiempo, era como si siempre estuviera feliz.
—Hola, ¿puedo sentarme? —preguntó señalando la silla.
—¡Claro!
—¿El chico que estaba contigo es tu novio? —preguntó tratando de no sonar intenso.
—¿Charlie? ¡No! Es solo es un amigo de más de 10 años, se podría decir que es casi
como mi hermano.
—Entonces me alegro que no sean nada. No eres de por aquí, ¿cierto?
—No, solo estoy de vacaciones con mis amigos, ¿y tú?
—Tampoco soy de aquí. Pero a diferencia de ti, yo estoy de vacaciones con mi padre y
su novia… que podría ser mi hermana.
—Vaya, nuestras vacaciones son totalmente diferentes.
—¿Te gustaría salir conmigo? —preguntó el chico confiado.
Taylor casi se ahogó con su comida, ya que el chico había sido directo, sin rodeos, a
pesar de conocerse hace pocos minutos.
—Claro que me gustaría.
—Entonces vayamos a conocer esta ciudad.

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—¿Hoy mismo?
—Sí, ¿por qué no?
—De acuerdo —respondió con una sonrisa—, pero debo de esperar a Charlie para darle
su postre y que le avise al resto del grupo.
—De acuerdo.
Mientras esperaban, los chicos continuaron hablando sobre sus vidas, Taylor pensaba
que había conocido a un chico decente. Todo lo contrario a Charlie ya que tenía más de 10
minutos y no regresaba.
—¿Entonces que estudiarás? —preguntó el chico.
—Medicina, siempre me ha atraído, me encanta poder ayudar a las personas.
—Genial, me gustan las chicas que saben lo que quieren.
—¿Y tú que estudias o que vas a estudiar?
El chico estaba a punto de responderle pero un disparo en el comedor hizo que se distrajera.
—Debajo de la mesa —gritó de inmediato el chico.
Todos estaban asustados, Taylor y el chico que acababa de conocer estaban debajo de la
mesa, sus corazones latían a mil por hora.
—Por cierto, lo haba olvidado, soy Luke —dijo con una sonrisa nerviosa.
—Taylor.
—¿Como la cantante? —dijo tratando de animar el ambiente.
—Así es.
Este no era el mejor lugar para tener una cita, pero ambos debían estar a salvo. ¿Dónde
estaba Charlie?
Emma: ¿Qué fue eso?
James: Fue un disparo.
Lucy: Se escuchó demasiado cerca.
Lucy: ¿Acaso fue en el hotel?
Taylor: Chicos.
Taylor: ¿Dónde están todos?
Taylor: ¿Por qué no responden?
Taylor: Es algo urgente.
Taylor: Nuestra vida está en peligro.
Taylor: Chicos, quédense donde están y escóndase, por favor háganlo ahora mismo.
Lucy: ¿Qué sucede Taylor?
Taylor: Un disparo.
Taylor: En el hotel.
James: Explica bien, Taylor. Si esto es una broma dinos ahora mismo.

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James: Di qué sucede.


Taylor: ¡¡¡Un loco enmascarado con un arma está en este comedor y grita que
asesinará a todos en él!!!
Taylor: Ya asesinó a cuatro personas, estoy demasiado asustada.
James: Espera, ¿acaso dijiste comedor?
Taylor: Sí.
James: Mierda.
James: Charlie y tú están ahí, ¿no?
Emma: Chicos, por favor escóndase, esto es serio.
Emma: Les marcaré para ver si están bien.
James: ¡No!
Lucy: ¡NO!
James: Eso los pondrá en peligro.
Emma: Bien, pasaré lista y quiero que me digan dónde está cada uno, de esta manera
tendremos un control.
Emma: ¿Charlie? Sé que te llegan los mensajes, dinos dónde estás.
Charlie: ¿Qué sucede?
Charlie: Estoy en el baño del comedor.
Emma: ¿Es en serio?
Charlie: Sí.
Charlie: Estaba comiendo y me dio una emergencia.
Charlie: No iba a alcanzar a llegar a la habitación.
Charlie: Ya iba de regreso al comedor, pero escuché el disparo y Taylor me marcó
para decirme que me quedara en el baño, que no saliera.
Emma: De acuerdo, quédate ahí.
Emma: No salgas y mantén la calma.
Emma: Estaremos comunicados por aquí. Quién lo diría, el grupo sí sirvió de algo.
Emma: Bien, continúo.
Emma: ¿James?
James: Estoy en la bañera de mi habitación.
Emma: ¿Taylor?
Taylor: Estoy en el comedor, con un chico lindo que acabo de conocer, ambos estamos
a salvo y escondidos debajo de la mesa, estamos en la escena del crimen, tendremos cuidado y
los mantendré al tanto. Si algo me sucede, los quiero ♥.
Emma: ¿Lucy?
Lucy: Estoy debajo de la cama.

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Emma: ¿De cuál habitación?


Emma: Porque no estás en la nuestra.
Lucy: En la habitación de los chicos.
Emma: ¡PERRA! ¿Cómo pudiste meterte con mi novio? ¡Eres mi mejor amiga!
Charlie: Chicas, por favor, estamos en una situación de vida o muerte.
Charlie: No es momento de pelear por James...
Lucy: Charlie tiene razón, en este momento nuestra vida está en peligro.
Lucy: ¿Todos estamos bien, cierto?
Emma: Sí.
James: Todos mantengan la calma. Quien quiera que sea ese loco, la pagará.
Charlie: Llamé a la policía, dijeron que la estación más cerca está a dos horas, harán
todo lo posible por llegar antes, pero aun así somos rehenes y tenemos que sobrevivir a esas
malditas dos horas.
—¿Tus padres no te responden? —preguntó Taylor, tratando de calmar a Luke.
—No, esta situación no me gusta para nada —respondió él mientras alzaba su cabeza y
se daba un golpe con la mesa, había olvidado que aún seguía debajo de ella.
—Tenemos que ser pacientes y saldremos de esta. —Lo tomó de la mano para que se
tranquilizara, pero ella lo necesitaba más.
—¿Tus amigos están a salvo?
—Sí, todos.
—Bien, la policía no tardará en llegar, ¿esperaremos aquí hasta que llegue?
—No lo sé. En este momento quisiera estar con mi mamá, muchas veces me dijo que no
viniera y no le hice caso, si supiera que estamos en esta situación se muere.
—Vamos a salir de esta. Por cierto, no lo dije antes pero tienes unos lindos ojos.
—Gracias —respondió sonrojada.
Ambos comenzaron acercarse poco a poco. No era la mejor escena para tener un beso,
pero la adrenalina hacía que esto fuera mejor, y siempre había lugar para el amor.
—Si vamos a morir, quiero que tú seas mi primer beso.
Taylor recibió los labios suaves de Luke sobre los suyos y se quedó conmocionada, sin
saber qué hacer. Su corazón comenzó a palpitar tan rápido que sabía que si no lo detenía le
daría un infarto. Pero sabía tan bien, era tan cálido… Cerró con lentitud los ojos. Luke le daba
suaves y cortos besos en los labios con ternura, lo que hacía que sintiera mariposas en todo el
estómago. De repente, la boca del rubio posó un fuerte beso en la suya que le hizo abrir los
labios, y a través de ahí, tímidamente, la lengua de él se coló.
Si las sensaciones hasta aquel momento eran alucinantes, Taylor estaba a punto de sufrir
un colapso cerebral. A ambos les daba vergüenza el tener que mover la lengua. Aquel beso era

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muy torpe, desacompasado, inocente. Ninguno de los dos sabía hacerlo bien, y sin embargo,
Taylor supo que ningún beso con experiencia superaría aquel. Era la primera vez que sentía algo
tan cálido, tan estimulante como aquello. Claro, era el primer beso de ambos y quizás el último.
Se separaron, ninguno quería hablar, estaban demasiado nerviosos, pero finalmente Luke
habló.
—Ya no se escucha ningún ruido.
—Me asomaré para ver si está el asesino —dijo Taylor todavía sonrojada.
—¡No! Eso lo haré yo —respondió Luke, sacando su cabeza de la mesa de una manera
cuidadosa para que nadie lo viera, pero la metió rápido y preocupado.
—¿Qué sucede?
—El enmascarado ya no está, pero sí varias personas muertas.
—Bien, ¿que se supone que hagamos?
—Hay una puerta de emergencia cerca de nosotros, podemos salir corriendo hasta allá y
salir sanos y salvos.
—¿Y tus padres?
—Ellos sabrán cuidarse.
—Bien, hagámoslo.
Ambos salieron de la mesa con cuidado y comenzaron a caminar sigilosamente, iban
agachados para protegerse. Lo primero que hicieron fue caminar hasta la mesa donde estaban
los padres de Luke, pero se dieron una gran sorpresa al llegar.
Sus cuerpos estaban en el suelo, inconscientes, con balas en el cuerpo. De inmediato el
mundo se le vino abajo a Luke, lloraba en silencio para que no los descubrieran. No quería ver
eso, era demasiado traumático. Taylor no sabía qué hacer, así que lo único que hizo fue
agacharse con él y abrazarlo.
—Sé que este es un momento difícil para ti, pero debemos irnos antes de que nos
encuentren. Tenemos que ponernos a salvo, es lo que tus padres hubieran querido.
—Tienes razón, vámonos a ponernos a salvo —dijo limpiándose las lágrimas de sus ojos.
Se levantaron del suelo y siguieron su camino, tenían que salir de esa escena, y una
tragedia como esta no los podía detener, ya que sus vidas estaban en juego.
—Es por aquí —dijo Luke señalando una puerta que estaba a poca distancia de ellos.
Estaban a punto de llegar y salir a salvo, pero un disparo hizo que Taylor cayera muerta,
este había impactado perfectamente en su corazón. Luke gritó al ver aquella escena y sabía
que estaba muerto. Estaba a punto de rendirse, pero no lo hizo, tomó el teléfono de Taylor y se
escondió rápidamente debajo de otra mesa. Buscó el grupo de sus amigos para avisarles, sus
manos estaban demasiado temblorosas, y a cada segundo revisaba si el asesino venía. Cuando
finalmente encontró el grupo escribió un mensaje.

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Taylor: Soy Luke, el chico con el que estaba Taylor.


Emma: ¿Qué sucede?
Taylor: Ha sido asesinada.
Justo al enviar aquel mensaje un disparo impactó en la cabeza del chico. Cayó muerto
de inmediato junto a Taylor, al final el amor no había triunfado. Era una lástima, ambos chicos
eran demasiado jóvenes para morir de una forma como esa, tenían una gran historia de amor
por contar. Pero no solo ellos estaban en peligro, sino todos los estaban ahí, aún quedaban
cinco muchachos y una hora con diez minutos para que la policía llegara. Esta sería una noche
demasiada larga.
II.
Emma: Taylor, dinos que esto es una broma.
James: Taylor, responde.
Charlie: ¿Ya vieron su última conexión?
Lucy: Fue hace 4 minutos.
Charlie: ¿Y aproximadamente hace cuánto fueron los disparos?
Lucy: Como cuatro minutos.
Lucy: Mierda.
En esta ocasión, y como siempre, Charlie tenía razón. Su teoría era cierta, Taylor y Luke
estaban muertos.
Emma: ¿Por qué siempre tienes la razón, Charlie?
James: Todos nos vamos a morir.
Lucy: ¿Por qué la policía tarda
tanto? Emma: Ya no soporto más
esto.
Todos estaban perdiendo la cordura, está situación era súper estresante, ahora todos
estaban arrepentidos de haber venido a este viaje.
Charlie: Chicos, cálmense, no hay que perder la cordura. Aún somos cuatro, podemos
salir de esta.
Lucy: ¿Cómo dices eso así de simple? Taylor está muerta.
Charlie: Lo sé, pero lamentarnos no hará que ella reviva, seamos realistas, tenemos
que sobrevivir.
Lucy: Eres un idiota sin sentimientos.
Charlie: Sí tengo sentimientos, pero en una situación como esta no debemos dejarnos
vencer fácilmente, debemos sobrevivir.
Emma: Chicos, por favor, seguir discutiendo no nos va a ayudar en nada.
James: Emma tiene razón, chicos.
Charlie: ¿Quién rayos es el asesino?
James: Un loco con demasiado resentimiento.
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Charlie: Pero debe de haber una razón por la que está haciendo esto.
Emma: Pero por ahora debemos preocuparnos por sobrevivir.
Lucy: Aún queda una hora.
Lucy: El tiempo está pasando demasiado lento.
Charlie: Chicos.
Emma: ¿Que sucede, Charlie?
Charlie: La carga de mi celular se está agotando.
James: No lo uses, solo utilízalo cuando necesites informar algo importante.
Charlie: De acuerdo.
Charlie se preguntaba por qué rayos había terminado en el baño. Habiendo tantos
lugares, él se encontraba sentado en el excusado con las piernas dobladas, las cuales por cierto
ya no sentía.
Estar ahí sin celular hizo que se pusiera a pensar cosas estúpidas, como si las hormigas
tenían familias y si las aves tenían sentimientos. Charlie se volvería loco si toda esta situación
duraba más de dos horas. Se estaba durmiendo pero un sonido súper fuerte hizo que brincara
asustado, era su teléfono sonando.
—Mierda —se dijo a sí mismo
Cuando el teléfono dejó de sonar, Charlie se puso en posición para atacar. No era la
persona más inteligente del mundo, pero sabía lo que significaba que su teléfono sonara,
además era fuerte como para defenderse, era de los chicos que prefería el gimnasio que la
escuela.
Pasó el tiempo y Charlie pensó que estaba a salvo, pero no fue así, ya que a los pocos
segundos se escucharon pasos muy cerca. Tomó su teléfono y comenzó a escribir un mensaje
para el grupo.
Charlie: Chicos.
Emma: ¿Que sucede?
Charlie: Alguien está entrando al baño.
Emma: Guarda la calma, Charlie, no hagas nada tonto
Charlie: Los pasos se escuchan cada vez más cerca.
Lucy: Guarda la calma, lo más seguro es que sea un oficial
Charlie: Mierda, ya entró al baño.
Charlie esperó a que el asesino lo encontrara, ya que no se iba a entregar fácilmente.
Agradecía estar en el último baño ya que de esa manera tenía tiempo para pensar un plan, pero
en una situación así no recuerdas ni tú nombre. El asesino empujaba cada puerta y revisaba si
había alguien, hasta llegar a la última, la empujó y se sorprendió, porque Charlie saltó contra él
haciendo que se cayera.
Aprovechó ese tiempo para salir corriendo, pero el asesino era más rápido que él y en
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poco segundos lo atrapó y le apunto con la pistola en la nunca. Charlie giró para verlo a la cara
y se sorprendió al ver quien era.
—¿Tú eres el asesino? Nunca imaginé que tuvieras las agallas para hacer todo esto
El asesino aplastó el gatillo soltando una bala justamente en el cerebro de Charlie,
haciendo que cayera muerto instante.
Había pensado dejarlo ir, pero al descubrir su identidad no podía. Ya eran dos menos y
aún faltaban otros tres.
James: Mierda.
James: ¿Esos fueron disparos?
III.
Emma: Charlie, ¿te encuentras bien?
Lucy: Charlie, responde por favor.
James: Chicas, cálmense, Charlie está bien.
Emma: Charlie está muerto, el asesino estaba en el baño y se escucharon disparos, lo
más seguro es que esté muerto.
James: ¿Qué supone que hagamos ahora?
Emma: Esperar que el asesino nos
encuentre. Lucy: Chicos, no sean negativos.
Lucy: Oigan.
James: ¿Qué sucede, Lucy?
Lucy: Se me acaba de ocurrir una idea que probablemente nos puede ayudar.
Emma: ¡Escríbela ahora mismo!
Lucy: El baño está en el primer piso, ¿cierto?
Emma: Así es.
Lucy: ¿Y en cuál piso estamos nosotros?
James: En el cuarto.
Lucy: Así que tenemos aproximadamente seis minutos para salir de aquí.
Emma: ¿Cómo?
Lucy: Estamos cerca, así que debemos proponer un lugar de reunión, el cual diría que
es la habitación de la chicas, ya que está más cerca de la salida.
Emma: ¿Y después?
Lucy: Una vez ahí, iremos a las escaleras de emergencia, para este paso nos
deberemos quitar los zapatos para no hacer ruido. Subiremos hasta el último piso, saldremos
a la azotea y nos mantendremos ahí hasta que la policía llegue.
Lucy: ¿Tienen preguntas?
James: Sí, demasiadas.

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James: ¿Cómo sabremos cuándo nos reuniremos en el cuarto de las chicas?


Lucy: Esa es una buena pregunta, yo saldré primero, si no veo nada sospecho les diré
que salgan.
Lucy: ¿Todos saben lo que van hacer?
James: Sí.
Emma: ¿Qué tan segura estás de que funcionará, Lucy?
Lucy: Definamos seguro.
Emma: Lucy, por favor, nuestra vida está en juego.
Lucy: En esta ocasión no prometo nada, pero debemos confiar en que funcionará.
Por primera vez en toda su vida, Lucy no estaba segura de algo, pues esto no era un
experimento o tarea, estaba en juego su vida y las de sus amigos. Lucy estaba rezando para que
su plan funcionara, amaba demasiado la vida, tenía demasiadas metas y sueños por cumplir, no
quería que terminara de esta manera.
—Vamos, Lucy, tú puedes, todo saldrá bien —se dijo a sí misma, mientras caminaba de
un lado a otro en la habitación en la que estaba.
Estaba demasiado nerviosa, pues su vida estaba en juego. Se tranquilizó un poco, tomó
aire y exhaló, era ahora o nunca para iniciar con su plan.
Lucy: Bien, chicos, llegó el momento.
Emma: Lucy.
Lucy: ¿Sí, Emma?
Emma: Cuídate mucho.
Lucy: Eso haré, cualquier cosa yo les aviso.
James: Cuídate, Lucy.
Lucy: En cuanto llegue con Emma, enviaré el mensaje para que hagas lo tuyo, James.
—Es ahora o nunca —volvió a repetir.
Abrió la puerta de la habitación lo más lento posible, tratando de no hacer ruido, y
comenzó a caminar de cuclillas. Pero en ese momento los problemas comenzaron ya que
Emma había descubierto algo.
—¡Joder! —exclamó preocupada. Tomó su teléfono y marcó lo más rápido posible a
James, él contestó de inmediato.
—¿Qué sucede, Emma? —preguntó preocupado.
—¡Taylor!
—¿Qué sucede con Taylor?
—¡Está leyendo los mensajes del grupo! —exclamó angustiada.
—Pero eso no puede ser posible, el chico que conoció dijo que estaba muerta. No puede
ser ella, ya nos hubiera dicho que está viva.

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Voces desde las sombras Ediciones Frutilla

—A menos que el asesino haya tomado el teléfono de Taylor y ahora sepa todo sobre
nosotros, dónde estamos y qué vamos hacer.
—El asesino puede ser Luke, Taylor lo miró y por eso la asesinó. Mierda, estamos
perdidos.
—¿Lucy no ha dicho nada por el grupo?
—Mierda, ¿qué debemos hacer?
—Quedarnos donde estamos, Lucy sabrá cómo arreglárselas, hay que evitar hablar por
el grupo.
Los chicos no eran tan malos haciendo teorías, pero en esta sí estaban equivocados,
Luke era un chico demasiado bueno como para asesinar a cientos de personas, y estaba muerto
desde hacía varios minutos.
Lucy caminó lo más sigilosa posible, le quedaba poca distancia para llegar a la
habitación donde estaba Emma. Pero paró su camino cuando vio a un chico con un arma
parado en el pasillo. Se regresó y se escondió tras la pared, con la esperanza de que no la
hubiera visto.
—Vamos, Lucy, no seas tímida, sé que estás ahí —dijo en tono de burla.
Era demasiado tarde, él la había visto, además se preguntaba como rayos sabía su
nombre. Tenía una sola opción, enfrentarlo para salir viva o muerta, era un juego de
probabilidad, debía pensar muy bien lo que haría y lo más rápido posible.
—Si tienes valor, ven y enfréntame, te daré la oportunidad de que lo hagas.
—Aquí estoy —respondió saliendo del lugar donde estaba escondida.
Esta era la oportunidad perfecta para acabar con la vida de Lucy, pero no lo hizo, quería
darle más drama, pues disfrutaba del sufrimiento de las personas. Ambos se quedaron
mirándose fijamente a los ojos hasta que el asesino tomó la iniciativa y comenzó a correr hacía
donde estaba ella.
“Mierda, nunca antes he peleado, estoy perdida” pensó Lucy. No sabía qué hacer, así
que comenzó a caminar. Estando juntos, el asesino la empujó contra la pared, ella estaba a
punto de gritar de dolor, pero debía aguantarse, ya que esto solo era el comienzo de un largo
momento de sufrimiento. Tomó aire y se lanzó contra el asesino dándole un golpe en la cara, él
le iba a disparar pero Lucy con una patada tiró la pistola de su mano. Por primera vez en toda
su vida estaba agradecida de que las clases de karate funcionaran.
Ambos se vieron y comenzaron a correr por la pistola, el asesino era más rápido, así que
no le quedó de otra a Lucy que lanzarse contra él. Ambos cayeron al suelo y Lucy comenzó a
golpearlo para dejarlo inconsciente e ir por la pistola, pero un golpe en su estómago hizo que
cayera al suelo. Los dos estaban tirados con dolor, pero debían reaccionar, era ahora o nunca,
ambos se levantaron y como pudieron corrieron por la pistola.
Lamentablemente la tomó primero el asesino y disparo sin pensarlo a Lucy, apuntando en
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su corazón, de inmediato cayó al suelo y murió desangrándose. Ya solo quedaban dos personas
del grupo y quizás dentro de muy poco ninguno. El asesino había aprendido una gran lección,
ya no se enfrentaría a nadie más, ahora asesinaría sin pensarlo. Todo se estaba complicando y
aún seguíamos sin descubrir quién era el creador de esta masacre y por qué razón lo estaba
haciendo, solo él lo sabía.

IV.
Emma había descubierto que alguien tenía el teléfono de Taylor y quizás era el asesino,
así que decidió hacer otro grupo con los tres sobrevivientes, aunque básicamente eran dos.
James: ¿Lucy, estás bien?
Emma: No ha dado señales de vida y sonaron disparos cerca. ¿Tú crees…?
James: No te atrevas a terminar tu oración, Emma.
James: ¿Qué se supone que hagamos ahora?
Emma: Lucy es demasiado inteligente, ella sabría cómo defenderse.
James: Seamos realistas, todos podemos cometer errores.
Emma: ¡Eso no puede estar pasando!
Emma: ¡MIERDA!
Emma: ¡Odio todo esto!
James: Emma, tranquilízate, todo esto terminará muy pronto
James: Lo prometo.
Emma: Tú y yo no deberíamos seguir hablando.
Emma: Eres un idiota.
Emma: ¿Cómo pudiste engañarme con mi mejor amiga?
James: Emma...
James: Este no es un momento para hablar de eso.
Emma: Por favor respóndeme.
James: Todo fue hace dos semanas, hoy vino para hablar de aquella noche.
Emma: ¡¿QUÉ?!
James: Yo estaba demasiado ebrio y Lucy se aprovechó de mí, eso fue lo único que
pasó entre nosotros.
James: No significó nada para mí, lo juro.
Emma: Eres un idiota.
Emma: Si salimos de esta, no quiero volverte a ver nunca más.
James: Emma, por favor...
Emma: ¡Ya está dicho!
Emma: ¿Por qué rayos no termina esta tortura de una vez?

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Emma: Estoy a punto de volverme loca.


James: Terminará pronto.
Emma: Eso espero.
James: ¡JODER!
James: No puede ser.
James: ¡¿Qué pasa?!
Emma: James, dime que estas bien.
James: Mi mamá me llamó y tenía el teléfono a todo volumen.
James: ¡El asesino no tardará en descubrir dónde estoy!
James: Emma.
James: Presta atención.
James: El asesino entrará en el baño en menos de un minuto.
James: Y yo estoy justo enfrente de la puerta, en la bañera.
James: Me matará.
James: Cuando escuches el disparo, sal corriendo.
James: ¡Lo más rápido que puedas!
Emma: ¡No puedo!
Emma: Estoy en el armario.
Emma: No me dará tiempo de llegar a las escaleras.
James: De acuerdo, pues quédate ahí.
James: La policía no tardará en llegar, ya van a ser las dos horas desde que llamó
Charlie.
James: ¡No hagas ningún ruido!
James: Espera a que alguien te ayude.
James: Y dile a mi madre que la quiero
mucho. Emma: James, ambos vamos a salir
de esta.
James: Emma, lo siento mucho.
James: No debí acostarme con Lucy, en verdad lo siento.
James: Tú fuiste y serás mi único amor.
Emma: James... está todo olvidado.
Emma: Te amo.
Emma: No quiero perderte.
Cuando Emma escuchó un disparo se puso a imaginar a James en la regadera, mientras
veía al asesino dispararle sin pensarlo, cayendo al suelo mientras la sangre corría por todo el
lugar. Y ella escondida en el armario con el celular en la mano, llorando en silencio, porque si
hacia ruido ella sería la siguiente.
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Emma: ¡¡JAMES!!
Emma: ¡¡NOOOO!!
Emma: Por favor, responde.
Emma: Dime que estas bien.
Emma: Esto no puede estar pasando.
Emma: ¡Nunca debimos venir a este estúpido hotel!
Emma: ¡Chicos! ¡Por favor!
Emma: RESPONDAN.
Emma: DIGAN QUE TODO HA SIDO UNA BROMA.
Emma: De muy mal gusto por cierto.
Emma: Por favor respondan.
Emma estaba a punto de volverse loca, así que decidió salir de la habitación y correr
lejos de allí, ya no podía estar encerrada, debía aprovechar que el asesino estaba en otra
habitación. Comenzó a correr por un pasillo hasta alejarse de ese piso, escondiéndose en un
carro del servicio de limpieza cuando su teléfono vibró.
James: ¿Dónde estás?
Emma: ¡James!
Emma: ¡Gracias a dios! ¿Estás bien?
James: ¿Dónde estás?
Emma: Ya te lo dije.
Emma: ¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?
James: Sí, solo dime dónde estás.
James: Te ayudaré a escapar.
Emma: Estoy escondida en un carro de limpieza en el siguiente piso.
James: Salgamos de
aquí. Emma: ¿Qué ha
pasado? Emma: ¿Y el
asesino?
James: ¡Vamos! ¡¡Date prisa!!
Emma: Dime qué ha pasado.
Emma: ¿James?
Emma: ¿Eres tú?
James: Pues claro que no, idiota.
James: ¡¿Creías que saldrías viva de
aquí?! Emma: ¿James? ¡¿Qué demonios te
pasa?! James: A tu novio ya no le pasa
nada.
James: Como al resto de tus amigos.
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James: ¡Y ahora voy a por ti!


“No puede ser posible”, se dijo a sí misma Emma asustada. Tenía temor de asomarse y
ver al asesino ahí, así que no lo hizo, pero a los pocos segundos alguien abrió la cortina y la vio.
Ella reaccionó y le dio una patada en sus partes íntimas, aprovechando el momento para correr.
Pero fue en vano, pues el asesino la alcanzó y se lanzó sobre ella tirándola boca abajo en
el
piso. —¿Quién eres?
—Tu peor pesadilla.
—¿Por qué haces esto?
—Porque estoy cansando de mi vida, de soportar a jóvenes tontos como ustedes, que
creen que mandan en el mundo y pueden humillar a todos los demás solo por tener dinero.
—Yo no he hecho nada de eso, ni mis amigos, no merecemos esto.
—¿Segura? Tus dos amigos hicieron que se detonara esto, me humillaron muchas veces
en tan solo un día que estuvieron aquí, pero ellos no lo dijeron porque es común. El principal
fue tu estúpido novio, ¿cuál era su nombre? Ah sí, James, que por cierto sufrió mucho cuando
murió.
—Eres un enfermo mental. ¿Quién eres? —volvió a preguntar Emma.
El asesino dio la oportunidad de que Emma se volviera para por fin poder ver su rostro.
Se quedó sorprendida cuando lo vio, nunca imaginó que sería el.
—¿Qué? ¿Tú tampoco imaginaste que sería capaz de hacerlo yo? —se burló el
recepcionista del hotel—. Creo que esto ha sido mucha charla por hoy, tu tiempo se acabado.
Emma se quedó contemplando el techo esperando su muerte segura, pensando cómo la
vida puede terminarse en tan pocos segundos. Finalmente el recepcionista le disparó en la
frente, matándola al instante.
—Felices vacaciones…

Fin
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