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HUAYLAS DE ALTURA

Una constante vital desde el siglo XVI

Su origen huanca de antes de los Incas.

Cuando el cura cusqueño Francisco de Ávila recorría la sierra alta de Huarochirí en el proceso de
extirpación de idolatrías para fines del siglo XVI, se dice que, encargó a alguien para que acopiara
la versión en quechua que los indios daban sobre la religiosidad de esas tierras. El mestizo inca que
había colaborado en tal condición era un tal Huacha 1. Con ayuda de aquel se recopiló el texto que
más adelante fue conocido como el Manuscrito de Huarochirí. Este documento resulta ser el
primer testimonio indígena del mundo prehispánico que da cuenta de tiempos antes del inca de la
religiosidad y culto de los pueblos de Huarochirí [¿1598?].

El capítulo noveno del relato hace referencia a las danzas de los hijos de Pariacaca, deidad
emergente de Huarochirí, quien había vencido al dios huanca Huallallo Carhuincho, quien al ser
derrotado con fuego fue condenado a marchar al Anti, a los nevados del Huaytapallana. Los ayllus
de Huarochirí, hijos de Pariacaca, danzaron por esta victoria, mientras a que los de Surco, sus
vecinos, que eran marginales, los condenaron a bailar y a cantar el Huaylas. Para ellos era la danza
marginal, expresión del perdedor, la danza de los huancas.

El relato mítico es elocuente:

“Pero a los hombres de Surco les hacen cantar y bailar huayllas (…)

Cuando un hombre se casa con una mujer del pueblo de Surco, y canta y baila el huayllas,
aun cuando el hombre sea forastero, no le quitan las chacras”.

Lo que queda claro es que el huaylas está registrado como tal a fines del siglo XVI. Está asociado a
los orígenes de los huancas y de tiempos que preceden a la llegada de los españoles.

Este documento siendo el repositorio mítico, por tanto simbólico, de pueblos antes de los Incas,
nos dice, además, que dos etnias entraron en conflicto: los huanca, quienes probablemente se
habían expandido hasta los bajíos de Pachacamac, y los Huarochirí, produciéndose una tenaz
lucha, que terminó con el triunfo de los últimos, dirigido por su dios Pariacaca, quien, convertido
en agua, venció a Huallallo Carhuincho. El dios huanca fue expulsado de esos territorios. Una vez
derrotado, sus expresiones rituales como la danza, también fueron sometidas por el vencedor. Por

1
MILLONES, Luis. Presentación. Dioses y hombres de Huarochirí de Francisco de Ávila. [1598?] Universidad
Antonio Ruiz de Montoya. 2007: p.vii.
ello se dice que el huayllas era la danza de los de Surco, expresión de forasteros. Los naturales de
esas tierras “olvidando a su dios antiguo (Huallallo Carhuincho), empezaron a adorar a Pariacaca:” 2

José María Arguedas, tradujo este Manuscrito en 1966, bajo la denominación de Dioses y hombres
de Huarochirí, y al percatarse del huayllas como expresión festiva de este noveno capítulo indica a
pie de página que se trata de “Danza y canto actual de cosecha del valle del Mantaro”. Dato
elocuente que trae por tierra elucubraciones que niegan su origen y tradicionalidad huanca.

Rito a la sexualidad

El significado de esta expresión, cuya denominación varía entre Huaylas o waylarsh, como
también se escribe debido a la imposibilidad fonética del quechua huanca, requiere del auxilio de
la etnografía y a la antropología religiosa para desentrañar el misterio de su estructura.

El Huaylas, es antes que nada una expresión festiva, sin traducción literal, probablemente tenga
raíz onamatopéyica, sin embargo los datos recogidos, dicen que se refiere al desorden, a la
inversión, al exceso, a la pasión; y si se quiere, al gozo prohibido. Así dan cuenta las versiones
recogidas a propósito de un antiguo trabajo que sobre él realizáramos. 3 En muchos lados de la
zona del Canipaco, parte occidental del valle del Mantaro que agrupa a más de veintiocho
comunidades campesinas, el solo término de Huaylas, significa una incitación a la inversión y
complementaridad de género: el hombre le dice a la pareja: “Kay wata waylarsharashunchun
(¿Este año haremos Huaylas?)”, la joven le responde sonrojada y riéndose: “Imanuychra kanha (No
sé cómo será)”

Con el tiempo, como es natural, se han hecho distingos más de forma que de contenido. Hay
denominaciones de Huaylas moderno, antiguo y de altura, amén de otras denominaciones, por
otros ejes de desarrollo; empero lo que no puede quedar duda es que se presenta en época de
carnavales, por tanto asociados a un alto grado de sexualidad, juegos pasionales, de pareja, en el
que la competencia y la muerte ritual está presente. No olvidemos que en el Huaylas la pasión da
paso al juego de la carnalidad al lado de la gran producción agrícola. De allí los cantos como: “De
esta calle derecha, dicen que juran matarme, advierto a esos valientes que se confiesen primero”.
Pelea real o ritual, en el que la tensión es parte de la pasión y dualidad opuesta. La competencia
como el Takanakuy en el valle es elocuente. Los juegos de ortiga o “ampulo” o palmada en los
glúteos a las chicas, en los pueblos de las partes altas del valle, son expresiones hasta hoy
significativas, igual que el “rapto” de la pareja que resulta de los juegos como el Yamta Huaylas, el
Huaylas de la traída de leña.

2
AVILA, Francisco. Dioses y hombres de Huarochirí. capítulo 9: “Cómo Pariacaca, cuando hubo concluido de
hacer todo, empezó a dar instrucciones para ser adorado”. Universidad Ruiz de Montoya. 2007.p.55.
3
VILCAPOMA, José Carlos. Waylarsh. Amor y violencia de carnaval. Pakarina. 1995.
En el valle del Canipaco se ha gestado con el tiempo un tipo de Huaylas de espectáculo que los
denominan como Pulun Huaylas, para referirse a una simulación laboral-festiva, en los pueblos de
Chicche, Palaco, Palmayoc, Potaca, Santa Rosa de Huacramasana, entre otros, de la parte alta del
valle del Canipaco, sabiendo que hay otros pueblos con otras expresiones del haylas en las partes
bajas del mismo Canipaco, como los de Colca o Chacapampa.

La danza tiene en su vestuario desde el cotón antiguo o las bayetas de confección, entre otros, al
lado de tonadas eminentemente rituales y acompasadas su raíz eminentemente ritual, a diferencia
de los del valle del Mantaro, en los que sobresale Viques, Huacrapuquio, Huayucachi, Huancan,
entre otros, que están más cerca del baile, de la secularidad. Es decir, en las partes altas del
Canipaco, se ha logrado establecer estructura rígida danzaría, probablemente como producto de
su vinculación con la naturalidad en que se expresa en las comunidades, así como por el papel de
los concursos locales, como también del papel de Elva y Virginia, antiguas cantantes a quienes se
debe su difusión y caracterización.

Hoy podemos ver para el Canipaco una serie de denominaciones como Trillay Huaylas, Trigo Ulay,
Chacmay Huaylas, Comun Huaylas, entre tantos, como privilegiando el eje de la representación del
Huaylas asociado a la labor agrícola. Si bien en los meses de febrero y marzo, época de carnavales,
el campo todavía requiere su atención, es más cierto que bajo esa denominación y representación
coreográfica, descansa el más agudo y profundo contenido hierogámico, de contenido metafórico
ritual de fertilidad, es decir metáfora de amor, de productividad; así como la Pachamama, que
requiere dar frutos. A ello se debe la gran fuerza de la festividad danzaría, que no pasa de moda,
se reafirma con fuerza, está más cerca del mito del eterno retorno, y siempre será vital, debido a
su recreación anual. No olvidemos que el famoso, tan bien creado e inolvidable Huaylas del 60 de
Zenobio Dagha, no se repite jamás, pese a tal calidad de composición, pues se da paso a una
creación permanente año a año, dándole vida y orgullo local, cuando se organizan los concursos
en el valle del Mantaro o en los pueblos del valle del Canipaco; y regional, cuando se trasladan a
espacios mayores.

Paradoja de la voragine global, es la migración internacional, que ha hecho que los peruanos en
otras latitudes le hayan encontrado en el Huaylas, una expresión de identidad y estrategia de
sobrevivencia. Basta un ejemplo para comprobar lo dicho: en Madrid, una ciudad que vive la crisis
mundial europea, los peruanos agrupados en más de cuarenta grupos de Huaylas han encontrado
en sus concurridas representaciones una salida a la crisis y sus avisos en plena Gran Vía rezan:
“Huaylas, danza de alegría, para vencer la crisis”. Lo hacen en locales cerrados, como en
explanadas abiertas. Muchos españoles creen que es la mejor terapia que ”ayuda a olvidar la crisis
y devuelve la fe en uno mismo”.
Recuerdos del ayer

A continuación presento una página escrita hace 18 años sobre el Huaylas, para que a la luz del
tiempo juzguemos qué es lo que ha cambiado en torno a nuestro siempre querido, vivido y
denominado “viril Huaylas” (¿no es una danza de pareja?), para ver otro tipo de expresión
citadina, si se quiere comercial y de escenarios, en los que las constantes también se mantienen,
de acuerdo a nuestro modesto entender:

“Se habla de Techno- Huaylas. Ayer, fue Eusebio “Chato” Grados, quien en un programa televisivo,
formó su acompañamiento con un grupo de chicas que al estilo de las “Chicas del can”, con pasos
“chicha” danzaban y se movían al compás del “Pío-pío”. El programa se llamaba “El mañanero”. El
tiempo pasó y las populares bailarinas se animaron a cantar. Se pusieron el sugestivo y sensual
nombre, las “Chicas mañaneras”. Cantaban el Huaylas y su acompañamiento musical incorporó lo
avanzado de la tecnología electrónica. No faltaron empresarios y comerciantes quienes las
lanzaron a la fama. Compusieron cantos. Bastaron algunas festividades para que sus propios
bailarines cantaran “El Huaylas papá”. Todos bailaban. Como dice el propio canto en honor al
Huaylas, que las Mañaneras compusieron:

Hasta los pitucos, hasta los rockeros,

ahora prefieren bailar mi huaylash.

Ya no habrá más techno,

ya no habrá más salsa.

Solo bailaremos nuestro huaylash.

Oiga pituquito, oiga rockerito,

tú eres bien peruano, igual que yo.

Somos provincianas, chicas mañaneras,

no te equivoques mi cholito,
mira lo que tengo, mira lo que llevo,

mi manta y mi sombrero de vicuña.

Sin embargo a la par que cantan estas letras, parecen asimilar más al contrario ritmo acelerado de
instrumento como el teclado. Sus pasos incluyen alguna coreografía de “rock”, “reage”, o
simplemente de la “chicha”.

Ahora hay quienes las defienden y las critican. Sin entrar a debates el denominado “huaylash
techno” es un éxito discográfico de EGR Producciones. Su propietario, el propio “Chato” Grados se
ensaliva los labios de gozo, al igual que los espectadores al ver a Sonia Morales, una de las
mañaneras, “La Amparo Brambilla” del folkclore, como la llaman. El recuerdo del Canipaco, Colca,
su tierra natal, la “fortalece” a Angélica Gómez, otra integrante. El waylarsh de la zona alta del
Canipaco, ha sido modificado e instrumentalizado por este grupo que ha inaugurado una etapa de
controversias y moda. A la vez, una lucha por espacios en una Lima y un Perú migrante y
cambiante, en plena etapa de violencia.

Surge un dilema, a la luz de la antropología y de Ruth Benedict, con su “configuración de la


cultura”. ¿Son los individuos los que generan patrones de comportamiento cultural? o ¿son los
pueblos los que determinan la aparición de estos individuos y de la moda? En este caso parece
que la influencia viene de los medios de comunicación que al haber recogido la necesaria
actualización y modernización del Huaylas, ha logrado que se impregne en una juventud que busca
prestigio. Muchos hablarán de “distorsión”, “moda” o “evolución” del Huaylas. Por ahora
podemos decir simplemente que la cultura (la danza lo es) tiene una gran movilidad social.

Estamos seguros, que esta expresión ha “pegado” en un sector joven migrante andino en una Lima
más “cholificada”, constituyéndose en una forma de cohesión y de valor que enfrenta los patrones
ajenos que los tipificó como “marginales”. 4

4
VILCAPOMA, José Carlos. Presentación. Huaylas. CFAV. 1995. P.11.

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