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Una mujer luchadora

Erase una vez una niña que vivía en una ciudad muy bonita de Colombia, llamada
Ibagué, allí pase mi niñez y una parte de mi adolescencia. Mis padres, muy
responsables siempre nos inculcaron esos valores de respeto, honestidad que de una
manera muy implícita construyeron mi personalidad y me hicieron una persona de
bien.

Mis primeros años de escuela los recuerdo, como los más maravillosos que he tenido,
junto con mis hermanitos, salíamos con muchas expectativas hacia la escuela, era el
inicio del año escolar, como niña sentía mucha expectativa, ansiedad, nervios,
significaba un nuevo año escolar, nuevos amigos.

Llegó la hora en la que el Director, había pronunciado el discurso de bienvenida e


inicio del año escolar, todo el colegio estaba allí presente. Estaba vestida en forma
impecable. Se sentía distinta, inteligente, meticulosa, muy ordenada.

A sus nueve años de edad, ingresaba a quinto grado de primaria, era un lunes
ingresaron al nuevo salón, me encontré con compañeritos del año anterior y por
supuesto vi nuevos estudiantes. Se presentó la nueva profesora, nos dijo su nombre,
su formación, sus años de experiencia. De una forma muy meticulosa nos dio la lista
de útiles escolares, como debía ser el uniforme, una serie de normas dentro y fuera
del salón, eso con el objetivo de mantener una buena convivencia social.

Transcurrieron unas semanas de clase y pude evidenciar que a la maestra le gustaba


planear actividades con el firme propósito de aplicar el aprendizaje autónomo. Nos
enseñó que la disciplina, la responsabilidad son valores que fomentan las bases para
que nosotros construyamos conocimiento nuevo. Por circunstancias de la vida, nos
toco irnos de la ciudad, dejar nuestro estudio, fue una experiencia negativa. Llegar a
otro sitio distinto, fue un cambio drástico en nuestras vidas dejamos de estudiar.

Al año siguiente mi mamá nos matriculo en una nueva escuela, en otro departamento,
Caquetá, específicamente en un pueblo llamado Cartagena del Chairá. Fue traumático
para nosotros, porque el calor, las costumbres, el agua, muchos zancudos nos tenían
azotados. Por fortuna los compañeros de clase eran amistosos, y el docente fue muy
comprensivo conmigo que era la más chica. Me llamo mucho la atención que el
maestro nos enseñaba de otra forma, nos organizaba en quipos, el decía que le
gustaba el aprendizaje colaborativo. Nos asignaba unos roles o funciones,
secretario, moderador, etc. Me parecía chévere, porque en equipos desarrollábamos
actividades que claramente se convertían en aprendizajes significativos, para toda
la vida. Nos daba actividades y materiales didácticos para que desarrolláramos
procesos de pensamiento a través de estrategias de aprendizaje con material
manipulable para trabajar problemas de aprendizaje en ciertas áreas del
conocimiento.

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