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Ensayo final
Seminario de Investigación I
Puedo lanzar al aire una hipótesis apresurada: son realistas los personajes que no se saben
imaginados. Aquéllas ficciones que viven en el universo creado por su autor, sufren sus
veleidades y se alegran de su fortuna como nosotros lo hacemos ante nuestro destino. Estos
Demiurgo y no aspiran llegar a él, no presienten mascaradas sino que las habitan
confortablemente. De ellos renegó Macedonio Fernández: “Ser personaje es soñar ser real (…)
Lo que no quiero y veinte veces he acudido a evitarlo en mis páginas es el personaje que
En esta categoría también caen las novelas históricas. Ante la recreación minuciosa de una
realidad, los personajes se someten y actúan, aunque esta vez, a diferencia de Anna Karenina,
no lo hacen como les parece mejor sino como sombras de sus dobles. En una novela histórica
(en el sentido clásico del término), el Baccelieri de Germán Espinoza está condenado a la
ejecución, aunque sus pasos varíen, aunque vislumbre más o menos esperanza que su alter
ego histórico, el Doctor Russi. La vida de este personaje corre paralela a los sucesos que
sucedieron en la Bogotá del siglo XIX, aunque no podamos decir que sean los mismos, porque
un autor cualquiera no hace más que reconstruir con los elementos que posee.
Las novelas históricas permiten señalar dos aspectos algo más claramente que las demás. Por
un lado, la lógica interna que constituye toda narración; en Los ojos del basilisco están las
intrigas políticas entre proteccionistas y librecambistas y una galería de personajes con sus
deseos y pasiones. Estos elementos sólo cobran significado en tanto la fábula creada por el
autor, y sólo en esta interpretación es que viven y actúan los personajes. Ellos, realistas,
como la visión de su demiurgo. Esta es una lógica interna que responde a que, como dice Cros
“todo trazado ideológico que se introduce en una estructura textual parece desconectarse del
conjunto ideológico al que pertenece para entrar en una nueva combinación a la que
proteccionismo, como los viven Baccilieri o Torrealba, sólo existen como Germán Espinoza
quiso que lo entendieran, como al él interesó y pudo mostrarlos. Porque todo texto literario es
una interpretación que habla de sí misma y a sí misma; nada de lo que nombra le es ajeno;
Por otro lado, la novela histórica quiere escapar constantemente de sí misma. Con sus
referencias a la realidad, a hechos sucedidos y personajes que existieron, casi nos obliga a
mirar por fuera del libro, a buscar en las calles o en las bibliotecas rastros de la vida que narró.
Esto sucede porque, más que otro tipo de novelas, tiene dobles evidentes y comprobables.
Baccelieri es la sombra de Russi, la interpretación que Espinoza hace de él. El Simón Bolivar de
El general en su laberinto vive dentro de la obra y sus pasiones de desarrollan en ella, pero
sabemos que hubo otro Simón Bolivar, uno de carne y hueso; y también hay otros, sea en Las
Así, el librecambismo como está entendido por Germán Espinoza en Los ojos del basilisco es
una interpretación y un elemento que sólo posee lógica dentro de su juego dramático; no
podemos tomar el concepto al pie de la letra y ni siquiera suponer que su autor revela sus
nos interroga sobre cómo fue concebido en el siglo XIX y quizá también en nuestro tiempo. En
nuestra lectura, el texto adquiere un significado a partir de las vivencias y conocimientos que
Este debate se extiende hacia toda la literatura, no sólo la histórica. Por un lado, vive dentro de
su propia lógica, existe para sí misma y para su universo particular; por otro, salta
constantemente de la página hacia significados del mundo real y sus habitantes. Esto sucede
porque las novelas (¿realistas?) no inauguran realidades sino que trabaja sobre las existentes,
con palabras que alguien más ha utilizado y en lugares que son o se parecen a alguno real. Así
que la realidad en el libro con frecuencia crea familiaridad porque ni el mundo ni el lenguaje
¿Qué sucede entonces cuando las ficciones parecen tener conciencia de su carácter ficticio?
Macedonio Fernández tuvo la bondad de dar a leer sus prólogos a sus personajes (42), y acaso
Bautizados como están, les negó la entrada a nuestro mundo, los hizo extraños imposibles que
sueñan con la realidad, que entran y salen de su novela sin permiso. De la misma forma,
Macedonio deforma las palabras, utiliza neologismos como tantalia o belarte, y crea complejas
estructuras gramáticas densas y disonantes que hacen parecer que su lengua es otra, insólita,
inédita.
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*
Puedo lanzar una nueva hipótesis apresurada: la literatura de Macedonio Fernández no tiene
como objetivo insertarse en el banco de memorias del lector, parecerse a su mundo; tiene
Un primer argumento.
En El museo de la novela de la eterna afrma: “Somos un soñar sin límite y sólo soñar. No
podemos, pues, tener idea de lo que sea un no-soñar” (28). De este absurdo no se puede más
que entender que si no sabemos lo que es no-soñar, es como si soñáramos permanentemente,
que lo mismo que no soñar. Esta una paradoja circular ¿en qué cambia de nuestra visión?; deja
metafísicas, que a riego de ser simplificadas, las señala él mismo en carta a Jorge Luis Borges:
“Creo que sabes que yo niego toda Lógica, toda la discursividad o deductibilidad, axiomas,
demostración, verdades a priori o primeras, todo conocimiento innato (…) reduzco todo a
mera descripción, mostración, (no demostración) del Pasado, o sea, la imagen de la sensación”
(19). Macedonio expresa este extremo idealismo (que en buena parte heredó Borges) tanto en
su literatura como en sus tratados metafísicos, que muchas veces se cruzan hasta hacerse que
la Eterna. En esta última obra declara una constante en sus obras: “Si en cada uno de mis libros
he logrado dos o tres veces un instante de lo que llamaré en lenguaje hogareño una
el lector, todo lo que quise como medio; y como fin busco la liberación de la noción de
muerte” (36).
Segundo argumento.
Es difícil saber la seriedad con la que Macedonio Fernández hablaba de su proyecto “Novela
salida a la calle”. La describió así en una carta a Enrique Fernández Latour: “Mi plan, partiendo
de su iniciativa es hacer ejecutar en las calles de Buenos Aires, casas y bares, etc., la novela (o
sus escenas eminentes, aunque haciendo creer al público que toda la novela se está
sus amigos e incluso los instó a que le hicieran publicidad, pero hizo lo mismo con tantos otros
como la vive. Esta novela de Macedonio no está hecha para ser pensada mientras se toma un
café, está ocurriendo en el mismo lugar donde se toma el café, está ingresando a empujones al
mundo. De esta intromisión puede esperarse que no sea un ejercicio de fantasía (porque a
estos los repudiaba), sino una autodeclarada ficción que ocurre ante los ojos del pibe que
hipótesis en la primera línea de este escrito? Es evidente que tiene una posición distinta frente
idealista que es diferente a la real. Si se acepta la segunda hipótesis, se puede pensar que su
objetivo es encerrar al mundo en su obra con propuestas que se proyectan hacia el mundo y
quieren reemplazarlo, como un Tlön borgiano. Tal vez por eso su novela es la “Primera novela
buena”.
* *
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Acaso Macedonio Fernández sea imposible, su pensamiento. Lo cierto es que más allá de su
excentricidad, demuestra una inusual relación entre la realidad y las letras, una relación que
desborda los referentes y parece extrañarse del mundo, aún cuando su objetivo sea
reconfigurarlo como un todo; en últimas, parece más una propuesta ontológica que estética,
literario oscila entre la inmanencia y la huída hacia el mundo. La lógica interna que mantiene
por su tendencia a ser autorreferencial, que corre paralela a alusiones a la realidad conocida
por el lector.
Hay muchas maneras como se puede establecer ese escape del texto al mundo; la manera más
sencilla, usada por la novela histórica, es mencionar nombres y lugares cargados de significado
para la Historia. Otra manera más indirecta es la metafórica. Un ejemplo es el cuento “La
completamente alusivo, sin nombres ni lugares, que sin embargo, dice en su epígrafe: “Se
escribió este relato en la ciudad de Bogotá, en los días finales del mes de octubre de 1949, bajo
el terror de la época” (41). Con éste, el autor da una clave para su lectura; la “sesga” con su
Otra manera de salida a la realidad en el texto son, por ejemplo, las referencias que pueda
abajo, de José María Arguedas, que incluye fragmentos de sus diarios; él lo explica así: “Esta
carta se la entregarán junto con el ‘¿Último diario?’ de los ‘Zorros’, documento que acaso
(277). ¿Cómo entender el desarrollo de la novela mediado por los diarios de su autor? Éstos
relatan circunstancias personales de Arguedas que no tienen relación directa con la historia,
así que cabe preguntarse si los diarios se convierten en novela o si son necesariamente
La obra también escapa de sí misma cuando retoma otra obra diferente por ejemplo, El mundo
alucinante de Reinaldo Arenas es una reescritura libre de las Memorias de Fray Servando
Teresa de Mier. Las referencias cruzadas entre el original y la versión de Arenas la remiten
constantemente hacia una realidad literaria ajena, y si esto no niega la autosuficiencia del
texto de Arenas, sí lo convierte en una obra de segundo grado, que tiene su germen menos en
algunos, es la sociedad la que produce las obras, o tal vez las obras son mensajes o símbolos de
la cultura que las originó. Para otros, los textos son expresiones de autores con una visión
singular del mundo. En cambio puede pensarse que los textos poseen total autonomía y es
tesis de grado es estudiar cómo se da esta relación desde los textos; encontrar cómo las obras
permanecen autónomas pero al tiempo escapan hacia rumbos diferentes, tanto en la mente
del lector como a través de formas de fuga que ella misma contiene, similares a las que cité
anteriormente.
Me parece que la idea germen sería justificar la autonomía de la obra literaria para luego
ejemplificar las maneras en las que determinados textos escapan hacia la realidad, y cómo
obras que sin duda comenzaría en el siglo XX, pero no sé sí se desarrollaría en un espacio
Por supuesto, es una idea preliminar. Nació en parte de la lectura de Macedonio Fernández y
fantástica y de las discusiones del Seminario de Investigación. Esa es la razón para introducirla
aquí, como un germen en el colofón de un texto de cierre de clase, y como una última
oportunidad de lanzar hipótesis apresuradas, intuiciones. Sobre ellas, más maduras, espero
Arguedas, José María. El zorro de arriba y el zorro de abajo. Caracas: Fundación Editorial el
Espinoza, Germán. Los ojos del basilisco. Bogotá: Altamira Ediciones, 1992.
1975.