Sie sind auf Seite 1von 119

Cofradía de Identidades

Número 2. Año I, julio-diciembre 2009


Cofradía de Identidades
Número 2. Año I, julio-diciembre de 2009 Pórtico 7

Director La antigua palabra 9


Pedro A. Palou Guillermo Jiménez Morales

Consejo Editorial Las fuentes orales en la construcción 21


Salvador Cruz M. de la historia
Gloria Tirado Villegas Gloria Tirado Villegas
Víctor Hugo Valencia
Jesús Contreras Hernández Juan Pérez de Arteaga, el conquistador
Sergio Ramos González conquistado por el náhuatl 29
J. Augusto Ramón González Salvador Cruz
Crispín Montoto Garrido
La mayordomía en las fiestas
Asesores de San Juan Techachalco 33
Jaime Mesa Crispín Montoto Garrido
Eduardo Montagner
La voz 43
Capturista César Musalem Jop
José Luis Diez de Urdanivia
La Independencia nacional y la
Revista semestral Revolución Mexicana en San Salvador
Ejemplar Gratuito el Verde 57
5 Oriente #5 Jesús Contreras Hernández
Tel.: 246.36.32
Fax: 246.36.32 El valle de Santa Isabel: un ejemplo de despojo
en la provincia de Tepeaca, en el siglo xvii 61
ISSN: En trámite Augusto Ramón González

Cofradía de Identidades Historia de Zacatlán, Horizonte preclásico 73


Número 1. Año 1, julio-diciembre de 2009 Sergio Ramos González
Impresa en los talleres de
El Errante Editor, S.A. de C.V. Exhacienda molino de Guadalupe:
Privada Emiliano Zapata 5947, un pasado de esplendor 87
San Baltasar, Campeche Lucero Maxine Haasmann Cosío
Puebla, Puebla,
La herencia patrimonial de Atlixco 93
L. Cecilia Cabrera Morales
Vivencias del Mal País en
dos décadas del siglo XX 97
Víctor Manuel Gomar Fabián

La transmisión oral de mi tata está


quedando en desuso 101
Francisco Márquez Fernández

La investigación: lente de la historia


y cinta para el documental 107
Josué Román Martínez
P órtico
Título
Autor

La continuidad es uno de los síntomas del progreso, es el antídoto contra


el estancamiento en muchas acciones de los hombres. Por eso, el Consejo
de la Crónica del Estado de Puebla presenta el segundo número de la
revista Cofradía de Identidades, publicación semestral que a inicios de
este año vio la luz.
Este espacio que pretende darle cobijo a la voz de cronistas, cofra­
des, de las muchas Pueblas que existen, sigue defendiendo las distintas
maneras de aprehender la identidad al saber que es la piedra angular
sobre la que se construyen las naciones.
Las reflexiones contenidas en este nuevo número que el lector tiene
en sus manos fomentarán el interés por lo nuestro, pero también darán
paz a la necesidad de desvanecer el sentimiento de otredad que la glo­
balización nos impone. Esta extrañeza que asalta al hombre cuando toma
conciencia de su individualidad, como pensaba Octavio Paz, perturba al
habitante que a través de los pulmones del cronista puede gritar. Al ser
esta vida y lucha una realidad plural son dignos todos los esfuerzos por
explicarnos el aquí y el ahora.
Venga, apreciados cofrades, una nueva entrega de estas páginas
Cofradía de Identidades

para que miren el reflejo que las esforzadas palabras de sus escribientes
nos entregan y se reconozcan en ellas.

7
La antigua palabra *
Título
Autor

Guillermo Jiménez Morales


P residente de la C omisión E statal del C entenario /B icentenario
“Huel ticnehmachiliz immotlahtol inic titlananquiliz, ahmo yunhquin tixolo­
pitli, ahmono yuhquin timopohuani. Inic titlahtoz, inic titlananquiliz, zan
tecpilhuetziz immotlahtol yc timahuizoloz.” (Harás tu palabra muy pruden­
te para responder, no como tonto, tampoco como soberbio. Al hablar, al
responder, que sólo caiga con nobleza tu palabra, así serás honrado).
Este es un pequeño fragmento de un Huehuehtlahtolli o “antigua
palabra”, que son los testimonios de la sabiduría de nuestros antepasados.
En éstos, se comprendía un grave acervo de discursos y enseñanzas que
eran legado de la propia cultura. Madres y padres, maestras y maestros,
trasmitían estos mensajes de sabiduría, siendo la herencia más antigua que,
en materia de educación, proviene del México indígena. El Tlamatini o “el
que sabe algo”, “el que conoce las cosas”, tenía a su cargo la preservación
y transmisión de los testimonios de la antigua palabra, así como los códices.
En ellos se conservaba el registro del saber acerca de la divinidad, los
cómputos calendáricos, los destinos humanos y las Crónicas históricas1.
Es importante comentar que, de los más de 500 códices que se co­
nocen en el mundo, los investigadores sólo identifican catorce como pre­
hispánicos: seis mixtecos, tres mayas y cinco conocidos como parte del
grupo Borgia. El Códice Colombino, escrito hace poco más de nueve
Cofradía de Identidades

siglos, es una parte de un manuscrito mixteco, que obra en la colección del


Museo Nacional de Antropología e Historia de México. Se trata del único

* Conferencia dictada en la reunión estatal del Consejo de la Crónica en 2008.


1. Huehuehtlahtolli, testimonio de Antigua Palabra. Miguel León Portilla y Librado Silva
Galeana. sep/fce. 9
L a antigua palabra

manuscrito mesoamericano de la época prehispánica que permanece en


G uillermo J iménez M orales

territorio mexicano. Trata sobre la genealogía, los matrimonios y las con­


quistas del Señor Ochoa Venado, Garra de Jaguar (1063-1115 d.C.); uno
de los protagonistas más importantes de la historia mixteca. La otra mitad
del Códice Colombino es el conocido como “Becker I” y se encuentra en
el Museo de Etnología de Viena, Austria.
Así es como en nuestro estado y en nuestro país, la inmensa riqueza
cultural indígena se ha conservado en gran medida gracias a los códices,
documentos escritos, y a los relatos que se han trasmitido de padres a hijos
y que los cronistas hábilmente recopilan. De ahí la importancia de la tradi­
ción oral, gracias a la cual se conserva viva la memoria de las comunidades
humanas.

Cuida el negro y el rojo del libro y de la escritura,


llégate a la presencia de los prudentes, de los sabios.
Códice Florentino, libro VI

In tlilli in tlapalli, “la tinta negra y roja”, es la expresión en náhuatl que


significa sabiduría y la palabra escrita. En el México prehispánico, la
palabra oral adquiría la trascendencia de lo perdurable al ser registrada
en las pinturas, que ahora llamamos códices. Se consideraba que la
palabra escrita permanecería guardada para siempre y así, en tiempos
venideros, sería im­po­sible que se perdiera y fuera olvidada. El concepto
de permanencia, inherente a la palabra escrita, no se perdió con la con­
quista española: en los códices coloniales, los tlacuilos, maestros en el
arte de escribir, continuaron pintando aspectos de la cultura y del desa­
Cofradía de Identidades

rrollo histórico de los pueblos mesoamericanos (Perla Valle, Arqueología


Mexicana. VII 38).

... para que no se pierda la palabra de los antiguos,


las pinturas que ellos nos dejaron hace tiempo…
10 Ordenanzas del Señor Cuauhtémoc
L a antigua palabra

La práctica de la crónica ya sea regional o local es absolutamente indispen­

G uillermo J iménez M orales


sable, porque tiene como objetivo compilar datos y narraciones de expe­
riencias humanas, sociales o políticas que, si no fuera por el cronista, co­
rrerían el riesgo de perderse en el tiempo, ya que la historia oficial, dedicada
principalmente a consignar hechos macrohistóricos, deja de lado, con fre­
cuencia, a aquella otra parte de la historia humana: la microhistoria y las
historias locales.
Todo cronista debe enfrentar diversos desafíos, como el hacer crónica
retrospectiva, para sacar del olvido los elementos que forman parte funda­
mental de las identidades regionales y nacionales. Asimismo, darle el justo
valor a la crónica actual, porque ésta es la que dirá a las generaciones futu­
ras lo que las pasadas nos dicen en el presente. La necesidad de hacer
crónica actual es evidente: no de otra manera rescataremos de la desme­
moria los hechos humanos, culturales y sociopolíticos de nuestro diario
acontecer.
Observar constantemente, distinguir, interpretar, investigar, identifi­
car, entrevistar, capacitarse continuamente, son sólo algunas de las tantas
obligaciones que tienen sobre sí nuestros respetables cronistas; las cuales
les permiten sortear un sin fin de dificultades a fin de legar a sus comuni­
dades específicas y a nuestra sociedad en general el acervo, el patrimonio
que a todos nos nutre conformando lo que con orgullo llamamos nuestra
identidad, eso que todos tenemos de forma natural, ese sentido de perte­
nencia y orgullo de ser poblanos, de ser mexicanos.
Con nuestra vasta riqueza cultural, ¿cómo no sentirnos orgullosos de
nuestras costumbres, lenguas, tradiciones, anécdotas, historia, valores y
símbolos patrios? Pero esa identidad se fortalece gracias al cronista muni­
Cofradía de Identidades

cipal quien rescata, preserva, publica y difunde los elementos de identidad


que personalizan a cada uno de los municipios.
Es altamente gratificante saber que el Consejo de la Crónica del Estado
de Puebla ha conseguido registrar a más de 150 cronistas, resaltando el
hecho de que Puebla es, a nivel nacional, el estado más avanzado en el
registro oficial de cronistas, lo cual nos enorgullece profundamente, además 11
L a antigua palabra

de resaltar la importancia de que en Puebla se hablan siete lenguas origina­


G uillermo J iménez M orales

rias: náhuatl, totonaco, popoloca, mixteco, otomí, mazateco y tepehua.


El destacado lingüista Leonardo Manrique (fallecido en 2003) escri­
bió que el número de lenguas de los pueblos mesoamericanos llegaba a
una centena y que pertenecían a catorce familias de idiomas, algunos tan
distintos entre sí como ocurre entre el español y el chino.
Por lo anterior, es un elevado honor para mí tener esta oportunidad
de convivir y participar con ustedes, honorables y respetados cronistas de
Puebla, con motivo de su Reunión General del 2008, que será un paso
definitorio del nuevo y trascendente rumbo de la Crónica Poblana.
Son ustedes con su talento, su autentica vocación, su entrega sin
reservas que ha reducido el tiempo que podría haberse dedicado a la sana
recreación, la convivencia familiar, la relación social y en muchos casos
hasta la propia atención personal y a la salud; lo que ha permitido consoli­
dar, en el caminar de los tiempos, a la crónica, como la causa subliminal de
sus vivencias y como el legado social y cultural, en el entreveramiento ge­
neracional poblano.
Con el signo de su probidad moral e intelectual, se ha desentrañado
la autenticidad de la relación humana y la han hecho experiencia viva. Por
estas razones, reciban el reconocimiento convencido de la Comisión Con­
memorativa en el Estado de Puebla del Bicentenario de la Independencia y
del Centenario de la Revolución Mexicana.
El cronista es un comunicador que se nutre de la narrativa oral regio­
nal y la difunde. Su origen se pierde en la noche de los tiempos. El primer
registro formal escrito que se tiene es del siglo IV, en la obra titulada
Crónica (cánones cronológicos y resumen de la historia universal), que
Cofradía de Identidades

relata los sucesos de la historia de Israel, Persia, Grecia y Roma; y tiene su


apogeo en los siglos XII y XIII en España, Inglaterra, Francia y Alemania.
En el siglo XVI destacan la Historia verdadera de la conquista de la Nueva
España, de Bernal Díaz del Castillo y la Historia de Indias, de Bartolomé
de las Casas.
12
L a antigua palabra

A finales del siglo XIX, con el desarrollo del periodismo popular, el

G uillermo J iménez M orales


de cronista, se convirtió en un oficio con pautas cada vez más claras y es­
pecíficas. En los diarios modernos es el que va en busca de las noticias y
las redacta sin aditamentos, como opiniones, análisis, párrafos valorativos.
Los diarios de mayor circulación fijaron normas para la redacción de las
crónicas. La concisión y precisión del relato fueron desde entonces reque­
rimientos básicos para la tarea del cronista.
De acuerdo con los manuales de redacción de los primeros grandes
diarios americanos y europeos, el cronista debe exponer en el primer
párrafo qué ocurrió, cuándo, dónde ocurrió, cómo ocurrió y, si es posible,
por qué ocurrió.
El resto de la crónica será una ampliación del breve relato inicial, en
orden decreciente de importancia. Los cronistas aportan el material básico
de los periódicos, pero no son por eso los periodistas menos calificados.
El trabajo del cronista es altamente valorado, por la capacidad de capta­
ción de lo más importante o novedoso en un suceso, y de los detalles que
resulten significativos o emocionalmente impactantes.
Cabe resaltar la importancia de la gran capacidad de memoria de
nuestros cronistas. La memoria es la virtud de registrar mentalmente el
tiempo y los acontecimientos con que los recordamos.
El cronista toma aquí el papel de memorioso, de registrador de su
acontecer, evocador por excelencia de los hechos pretéritos de la comuni­
dad a la que pertenece; gestor de la memoria histórica de la tribu. Los cro­
nistas deberían ser vitalicios para que ejerzan su libre criterio al cronicar.
El cronista ejerce la crítica contra el poder, contra el fuerte, porque la
desmemoria colectiva, la amnesia histórica, siempre corre en provecho del
Cofradía de Identidades

que manda.
Recordar el pasado es la evocación de un presente mejor. Y eso
hacen los cronistas.
Con eso contribuyen a la consecución de una sociedad cada vez más
democrática, basada en la valoración de nuestro pasado histórico y en la
consolidación de nuestra cultura. 13
L a antigua palabra

El maestro Pedro Ángel Palou nos dice “México tiene, ciertamente,


G uillermo J iménez M orales

muchas carencias, pero la cultura no es una de ellas, ni la historia, ni la


tradición. Tenemos diversidad, hay muchos Méxicos, muchas Pueblas, so­
ciedades multicolores (la Sierra Norte, la Mixteca, la Sierra Negra), pero
son dinámicas y permanentes y aún perdurables, eso nos aglutina en la
diversidad y nos hace partícipes de ella. Si avanzamos en este recién nacido
siglo, lo debemos hacer sin el sacrificio de nuestra tradición histórica y de
nuestra personalidad cultural”.
Como ha señalado la doctora Gloria Tirado Villegas “el cronista no
debe olvidar el registro del presente, de los acontecimientos vividos, los
fallecimientos, los descubrimientos, los rescates, los personajes, las festivi­
dades y hasta los amores y desamores, como parte de las prácticas cultu­
rales. El cronista debe dedicarse a conservar todo tipo de registro que les
diga a los jóvenes sus raíces, a los niños. Debe motivar a la población para
que comprendan esas tradiciones, costumbres, sin ser un conservador,
pues cada vez más los jóvenes requieren de ese conocimiento que se va
perdiendo con la globalización”.
“Vistas a escala de los milenios, las pasiones humanas se confunden.
El tiempo no añade ni quita a los amores y odios experimentados por los
hombres, a sus compromisos y a sus esperanzas: tanto antaño como hoy,
siempre son los mismos. Suprimir al azar diez o veinte siglos de historia,
no afectaría de manera sensible a nuestro conocimiento de la naturaleza
humana. La única pérdida irreparable sería la de sus bienes culturales que
esos siglos vieron nacer. Pues los hombres difieren o incluso existen sólo
por sus obras..., sólo ellas aportan la evidencia de que en el transcurso de
los tiempos, algo ha sucedido realmente entre los hombres”. Claude Levi-
Cofradía de Identidades

Strauss.
Una definición muy acertada es la de Juan Carlos Gil González: “La
crónica es la estampa del tiempo en letra impresa. Es la obra del dios
Cronos condensada en un espacio previamente determinado. Si la vida
está trabada por lo que no acontece en un tiempo, la crónica, sería la na­
14 rración ordenada de esos hechos en secuencias temporales”.
L a antigua palabra

Por su parte, el escritor mexicano Juan Villoro sostiene que la crónica

G uillermo J iménez M orales


es como “el ornitorrinco de la prosa”, pues utiliza elementos de siete
géneros literarios y periodísticos como son la novela, el reportaje, el
cuento, la entrevista, el teatro grecolatino, el ensayo y la autobiografía.
En la vida, el acto del recuerdo no es más que una colección de ex­
periencias. La gente se cuenta historias para dar sentido a sus vivencias y
genera una literatura de todos los días. Es razonable, darnos tiempo para
actuar, pero también es necesario darnos tiempo para entender qué signi­
fica lo que sucede.
La crónica es, en ese sentido, el género más libre y democrático:
ofrece la oportunidad de buscar no sólo a personajes y fuentes oficiales
—autoridades, celebridades, especialistas—, si no también al común de la
gente, a los que nadie les ha pedido la palabra. Los cronistas tienen el privi­
legio de contar no sólo lo que sucede, si no lo que parece que no sucede.
Un cronista responsable tiene un pacto tácito con un lector: le cuenta
una historia construida desde un punto de vista múltiple, incluyendo en
mayor o en menor medida el suyo, y el lector supone que va a leer una
historia que no es objetiva pero que intenta ser honesta.
Un cronista usa la entrevista como técnica para obtener información
y privilegia la observación social de los fenómenos, y cómo éstos afectan
la vida de cierta gente, desde un acontecimiento de masas hasta la intimi­
dad de una subcultura.
Un cronista, además, ensaya ideas y explicaciones sobre el mundo
retratado en sus textos.
Hay también un abismo invisible entre una “historia bien escrita” y
una “buena historia”. La primera puede serlo por haber sido escrita con
Cofradía de Identidades

claridad, gracia y sensualidad.


La segunda, en cambio, debe tener el mérito de descubrir todo un
mundo ignorado y ni siquiera necesita estar tan bien escrita para ser digna.
El vigor de una historia está también en esa tensión entre lo que se
sabe y se ignora, entre lo que se cuenta y lo que no se cuenta, y en cómo
un autor selecciona y usa esta información para construir una metáfora de 15
L a antigua palabra

su época. Se trata de convertir el dato en conocimiento. Más que un relato


G uillermo J iménez M orales

entretenido y bien escrito, un cronista ensaya una visión de su época, a


través de la experiencia extraordinaria de un individuo. “La noticia ha
dejado de ser objetiva para volverse individual. O mejor dicho, las noticias
mejor contadas son aquellas que revelan, a través de la experiencia de una
sola persona, todo lo que hace falta saber”. O como dice Juan Villoro, “un
modo de improvisar la eternidad”.
Más allá de los históricos José Martí, Salvador Novo, Octavio Paz y
Gabriel García Márquez, ¿hasta dónde puede conseguir una crónica ilumi­
nar el mundo que retrata? En Hispanoamérica, los cronistas aún no tienen
tiempo de explicarlo.
Ahí está José Martí, tendiendo el puente: “Dígase la verdad que se
tiene, con el mayor arte con que se pueda decirla”. “Que un periódico sea
literario, no depende de que se vierta en él mucha literatura, sino de que se
escriba literariamente todo”. Crónica es un relato con libertad de imagina­
ción, donde lo más importante, es el elemento emotivo de lo que se narra.
Rolando Pérez Betancourt comenta: “Desde hace mucho tiempo
sostengo que se puede escribir una crónica de cualquier tema: un vaso, un
río, la noche, un lápiz, una cazuela... Asuntos en los cuales muchas veces
no hay un acontecimiento noticioso y la recreación literaria es el mayor
interés... Se puede escribir una bellísima crónica sobre una cazuela, pero
¡hay que pulirla!”.
Acudo al viejo Martín Vivaldi: “El cronista no es como el fotógrafo
que reproduce un paisaje; es el pincel de pintor que interpreta la naturale­
za, prestándole un acusado matiz subjetivo”. La crónica es una pintura con
palabras, acaso con un pincel muy delicado.
Cofradía de Identidades

La crónica abre la coraza para que el suceso “penetre” y no se puede


hacer desde el aire, ni confundirse con el adorno de comentarios superfi­
ciales. Decirlo mejor, se presenta tan importante como decirlo primero. Y
decirlo mejor, es ser más intenso. La crónica es el arte de descubrir las alas
de un hecho y echarse a volar con él.
16
L a antigua palabra

Elio Constantín emite sus ideas: “la crónica por su carácter de cosa

G uillermo J iménez M orales


no inmediata, no precipitada, debe poseer más calidad literaria que la sim­
­ple información o noticia. No se puede, como en el caso del reportaje, fijar
normas estrechas para la confección de una crónica, porque su belleza o
su deficiencia irá en razón directa con la capacidad de quien escribe”.
Crónica es el relato de un hecho que cala. Y eso determina cómo es
narrado, para que siga penetrando en quien lee, escucha o ve. La crónica
es, entonces, el relato emocional de un hecho.
Para escribir una crónica, opina Amado Nervo, no se necesita más
que un asunto: lo demás es lo de menos:

“Hay en esto del periodismo mucho de maquinal. Lo más importante es


saber bordar el vacío, eso es, llenar las cuartillas de reglamento con cual­
quier cosa. Prometedme un asunto diario, y en nombre de mi conocimiento
del ‘oficio’ os prometo un artículo diario: advirtiendo que no se necesita un
gran asunto. Dénmelo ustedes medianos, grandes o pequeños, que la
crónica saldrá, aunque su importancia, es claro, estará en proporción de
tópico. Si ustedes se achican me achico, y se acrecen, me acrezco. Desplú­
mense, por curiosidad, un ave del paraíso, y véase lo que queda. Así son
exactamente muchas crónicas de esas que agradan al público, de esas opu­
lentas por su fraseología.”

Para terminar, me permito dar lectura a un extracto de la crónica que hizo


Carmen Serdán, como nos la presenta el ilustre escritor, poeta y revolucio­
nario poblano Germán List Arzubide (1898-1998):
Cofradía de Identidades

“A las siete y media de la mañana del día 18, tocaron el zaguán y Aquiles,
que se encontraba en el piso bajo de la casa, dijo a Manuel, el portero:
—Manuel, abre que toca la policía.
Manuel abrió y Cabrera se precipitó patio adentro al frente de sus
policías. Llevaba su pistola en la mano, pero se detuvo sorprendido cuando
vio a Aquiles que empuñaba una carabina. Sin cruzarse palabra, Cabrera le 17
L a antigua palabra

hizo un disparo que no le alcanzó y que mi hermano contestó, dándole


G uillermo J iménez M orales

muerte al primer tiro, pues la bala le dio en pleno corazón, según dijeron los
médicos que autopsiaron el cadáver del esbirro.
A las ocho en punto de aquella mañana, la ciudad se conmovió con
los primeros disparos, sin que el número abrumador de los hombres del
gobierno, que en un momento rodearon el lugar donde nos hallábamos,
causara miedo en nuestro ánimo.
A las nueve, el combate era ensordecedor y recibíamos un nutrido
fuego que comenzaba a diezmar nuestras raquíticas filas. A las diez, la lucha
era encarnizada, feroz y a muerte. Todavía a las diez y media los federales,
en número de mil hombres, no habían podido arrebatar un palmo de terreno
a los combatientes de la casa.
A las diez y media, Aquiles se acercó para decirme:
—Carmela, ya no han de tener parque en la azotea. ¿Quién podrá
llevarlo?
—Yo, Aquiles —respondí—, yo lo llevaré.
Abrí una caja, tomé el parque, lo puse en la falda de mi vestido blanco
y subí hasta las azoteas.
Seguimos combatiendo posesionados de las ventanas, hasta donde
no habían osado acercarse los federales. Yo lo volví a subir como a las once
y media a donde estaban nuestros amigos. Encontré a Máximo que se había
trepado por una cañería y sólo un señor de apellido Méndez, que estaba
herido, lo acompañaba. Los demás estaban muertos y creo que alguno
había logrado escapar.
Le grité a Máximo para que se bajara pero no quiso. Y mientras dis­
paraba su carabina me dijo riéndose:
Cofradía de Identidades

—No, Carmela, todavía nos podemos sostener aquí otro poco.


—No, no, bájate —le grité—. ¿No ves que te has quedado solo?
—Qué importa —respondió—, lo que debes hacer es darme parque
que me hace falta.
Y siguió combatiendo con la sonrisa en los labios.
18 Cuando volví a subir, ya los federales estaban en la azotea y me dio la
L a antigua palabra

corazonada de que Máximo había muerto. Bajé entonces y le dije a

G uillermo J iménez M orales


Aquiles:
—Ya Máximo acabó. Los federales están en la azotea.
No me olvidaré nunca de la mueca que hizo al oír esto. Dejó de dis­
parar y puso su carabina en un rincón. Se quitó el abrigo que llevaba puesto,
empuñó su pistola, se echó algunos cartuchos en las bolsas del saco, y ya se
iba cuando lo detuve para decirle:
—Hermano, es mejor morir en el combate...
De todas maneras hay que morir —me respondió— pero mi obliga­
ción es conservar, hasta lo último, el jefe a los míos y por eso me voy...
Poco después supimos cómo había muerto Aquiles.
En el frío sótano donde se escondió, apenas podía caber sentado. La
fatiga del combate lo había hecho sudar copiosamente y al quitarse el abrigo
sufrió enfriamiento, que en ese lugar se convirtió en pulmonía fulminante. Al
peso de la medida noche, no pudiendo resistir la falta de aire, comenzó a
toser y habiéndole escuchado los hombres de guardia que se encontraban
dentro del comedor, en cuyo piso se hallaba el pequeño sótano cubierto con
una alfombra: un oficial de gendarmes se acercó, levantó la tapa del agujero
y le hizo fuego a quemarropa.
Y así surgió el mártir y precursor de la Revolución. Ese fue el inicio.
Por ello, Puebla es la cuna de la Revolución Mexicana.

Amigas y amigos cronistas poblanos:


Por el profundo y trascendente valor del trabajo de todos y cada uno de
ustedes, por la gran importancia de su función, por el impacto positivo de
su tarea en la sociedad, por los elevados principios que sustentan su
Cofradía de Identidades

caminar; vamos juntos, todos unidos, a entregar nuestra capacidad y expe­


riencia en el marco de la libertad y la convicción para fortalecer y mejorar
la actualidad de Puebla; para visualizar con precisión y caminar con segu­
ridad y certeza hacia estadios superiores de vida individual y colectiva,
hacia un porvenir de mejores y mayores oportunidades a las nuevas gene­
raciones, estamos ciertos que si lo pensamos, lo podemos hacer. 19
L as fuentes orales en la construcción de la historia
Título
Autor

Gloria A. Tirado Villegas1


C oordinadora del C onsejo de la C rónica de la H. P uebla de Z aragoza
Quizá el título más adecuado para esta ponencia hubiera sido “Mis ex­
periencias con las fuentes orales”, si en estos últimos años las entrevistas
han consumido gran parte de mi tiempo. Muchas veces pienso ¿para qué
me metí en los vericuetos de la investigación cualitativa?, y otras más me
dejo llevar por el placer de escuchar, aprender y dar a conocer.
Hace varios años, sin proponérmelo, entré en contacto con muchos
jubilados ferrocarrileros. Mi investigación se centraba en la consulta del
archivo sindical que, por cierto, me llevó un buen tiempo.
Ellos quizá necesitados de tener a quién relatar sus problemas —o
quizá alguien les dio una falsa información sobre mi estancia en el
archivo— me buscaron. Lo cierto es que empecé a ver desfilar uno y
otro y otro ferrocarrilero. Me contaban múltiples problemas, de trabajo,
anímicos y hasta los familiares. Decidí grabar algunos de ellos y pensé en
utilizar sus memorias, experiencias, anécdotas de trabajo en alguna po­
nencia. Me llevaron siempre al plano de la vida cotidiana dentro y fuera
del trabajo. Uno de los ensayos, pendiente de publicación, porque lo
dejé en borrador, lo titulé “Los chorreados del Ferrocarril Interoceáni­
co”. Recrea el ambiente de trabajo de los mecánicos de la Casa de Má­
Cofradía de Identidades

quinas y del Taller, por áreas de especialidad, su cultura popular, su


lenguaje, sus dichos. En esta fascinante relación descubrí a quienes can­

1. Investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades. Presidenta del Consejo


de la Crónica de la ciudad de Puebla.
21
L as fuentes orales en la construcción de la historia

taban, a luchadores de lucha libre, a ­gana­dores de concursos de danzón,


G loria A. T irado V illegas

a declamadores, y entré a ese plano donde la franja que divide la vida del
trabajo de la privada se vuelve casi invisible.
Me prometí volver a las entrevistas. Pasaron años en que los archivos
guiaron mis investigaciones, me absorbieron y me mostraron otros caminos.
Desde luego con la tentación presente, una que otra entrevista aderezó el
trabajo de escribir, dándole sabor al texto, lo humanizó.
Perdón por esta entrada para agradecerle, una vez más, al profesor
Pedro Ángel Palou la oportunidad de comentar con ustedes mis experien­
cias en materia de historia oral, y compartirlas en esta reunión general del
Consejo de la Crónica 2008. Pese a que en pleno siglo XXI ya no debiera
preguntarse, ni dudarse de lo que las fuentes orales nos proporcionan,
existe en la “academia”, entre comillas, la duda de la veracidad de estas
fuentes, debido a su subjetividad y contraponen la objetividad de los do­
cumentos. Este mismo argumento nos es muy útil en la construcción his­
tórica, dependiendo del tema, porque lo que deseamos conocer es esa
subjetividad al incorporar muchas voces que nos trasmitan sus experien­
cias, sus emociones, sus construcciones culturales, sus miedos, sus fobias,
sus gustos y sus alegrías.
Los congresos de historia oral han nutrido con muchas más experien­
cias, teorías y métodos en constante construcción, y han enriquecido a
cada uno de los congresistas. Entre éstos podemos contar los congresos
internacionales celebrados en 2006: el II Encuentro Internacional de His­
toria Oral, en Panamá y el VII Congreso Internacional de Historia Oral, en
Guanajuato2. También recientemente se celebró el VIII Congreso en la
ciudad de Guadalajara, Jalisco. Estos encuentros nos permiten conocer
Cofradía de Identidades

2. II Encuentro Internacional de Historia Oral y el Primer Encuentro Nacional de Historia


Oral, en la ciudad de Panamá, los días 29 de enero al 2 de febrero de 2007. Y el VII
Congreso Internacional de Historia Oral, Las voces de la historia en el nuevo siglo.
Organizado por la Universidad de Guanajuato y la Asociación Mexicana de Historia
22 Oral, celebrado en Guanajuato, Guanajuato. 29 al 31 de agosto de 2007.
L as fuentes orales en la construcción de la historia

cuáles son los temas de mayor interés, como historia y memoria, teoría,

G loria A. T irado V illegas


migración, salud, las transformaciones de un barrio, una zona habitacional;
oficios, biografías, semblanzas, participación en los movimientos sociales,
vida familiar, vida cotidiana, descripciones de paisajes, recuerdos genera­
cionales (juegos infantiles), por ejemplo.
Las fuentes orales permiten reconstruir espacios, como los hace
Mario Camarena en Las transformaciones de un barrio a lo largo del siglo
XX. Retomo sus planteamientos introductorios:

Las preguntas que guían este trabajo son: ¿Cómo los habitantes se apropian
del barrio? ¿Cuáles han sido las transformaciones en su idea de barrio a lo
largo del siglo XX? El ensayo está ubicado en el barrio de la Fama de 1940
a 1970. Me interesa explicar cómo los trabajadores se apropiaron de un
espacio, construido por la fábrica pero delimitado por ellos, donde el hecho
de ser obrero y ser sindicalista le impone un uso y un significado al territorio
que habitan, a la vez que define los límites y marca las fronteras de éste, lo
que da a los trabajadores un sentido de pertenencia e identidad, que los
cohesiona y los diferencia de otros grupos. La forma en la que los habitantes
han vivido en el barrio.

Las fuentes orales nos pueden hablar de ciertas prácticas culturales,


hábitos, fiestas, de la cultura material como de la inmaterial. Se han ela­
borado trabajos monográficos recuperando las festividades y los cambios
que cada generación les ha impreso. Nos sirven para recuperar esa
cultura intangible que puede perderse: las fiestas civiles, como las del
santo patrón, o las fiestas familiares, el pedimento de la novia, el casa­
Cofradía de Identidades

miento, los entierros, o las recetas de comida.


La utilidad en la construcción de monografías es fundamental en la
microhistoria: de rancherías donde no existen documentos de archivos,
ve­re­das y atajos no registrados por la Secretaría de Comunicaciones y
Trans­portes, medios de transporte, formas de trabajo; como también his­
torias de familias, uno de los temas más recurrentes en congresos. 23
L as fuentes orales en la construcción de la historia

Mis experiencias
G loria A. T irado V illegas

En los últimos años las entrevistas han sido fuentes indispensables. Esto se
vislumbra en mi proyecto de “Historia de las mujeres”, sobre todo el
periodo de los años cincuenta a 1985. Una de las líneas de investigación
ha sido la reconstrucción de historias de vida, aplicando entrevistas abier­
tas que permitan reconstruir su historia.
A la historia de las mujeres le interesa algo más que eso: conocer sus
propias experiencias, la introyección en su imaginario y la construcción de
su identidad, y a través de ellas visibilizar a las mujeres y devolverles su
historia.
Devolvérselas para recuperar ese proceso donde la identidad se
conforma recorriendo su formación educativa, como también desde sus
años de infancia, juventud y madurez. Citando lo expresado por Nelly
Gayol, la tarea tiene dos etapas, la de reintegrar a las mujeres a la histo­
ria en primer lugar, y en segundo término la de restituir a las mujeres a
la historia.3
El recorrido individual que nos ofrecen las protagonistas de cada
historia de vida, trasciende fronteras de la vida privada y junto con ellas
conocemos un escenario que les fue ajeno a muchas otras mujeres de
una generación: la de los años cincuenta o la de los años sesenta, por
ejemplo. Así he podido configurar algunas historias de vida: una guerri­
llera, las primeras mujeres en la política, en cargos universitarios, en
cargos sindicales, empresarias de medios. Mujeres valientes que sufrie­
ron pérdidas de esposos, hijos, que rebelan los avatares que vivieron.
Otra línea de investigación ha sido la reconstrucción de la partici­
pación femenina en los movimientos sociales, el 68 es uno de éstos. Las
Cofradía de Identidades

entrevistas a profundidad han sido muy útiles. Se trató de que la entre­


vistada accediera a comentar sobre las distintas preguntas que le fuimos

3. Citada por Carmen Ramos, en “La nueva historia. El Feminismo y la mujer”, en


24 Género e historia, Instituto Mora, México, 1992, p.10.
L as fuentes orales en la construcción de la historia

haciendo. A favor de este proyecto actuó la actitud de cada protagonista,

G loria A. T irado V illegas


algunas amablemente abren las puertas de su vida privada, en tanto otras
se muestran reservadas en ciertos temas, otras más nos han dado todo
tipo de evidencias que arrojan luz sobre lo que se desea conocer, foto­
grafías, documentos. Tampoco se planteó hurgar más allá de donde la
misma entrevistada considerara conveniente y quizá con este prurito de
respetar su indisposición a abordar temas dolorosos, volvió esas entre­
vistas en amistades entrañables.
La historia oral permite adentrarnos en la subjetividad individual, y
al mismo tiempo conocer la memoria colectiva sobre ciertos hechos,
fenómenos y procesos, y es dentro de la historia oral que la entrevista se
convierte en método y técnica importante. Comparto con Aron-Sch­
napper que “las entrevistas no son por sí mismas una panacea: recogen
de manera privilegiada cierto tipo de información en ciertos medios so­
ciales y en ciertas situaciones. En particular, se emplean con el propósito
de conservar y trasmitir las historias, la descripción de los gestos de
oficio, de la vida cotidiana, y, en general, todo lo que por su carácter no
deja huella escrita o deja pocas”.4 Son las entrevistas las que he utilizado
como fuentes para la construcción de Otra historia del 68. Voces de
mujeres universitarias,5 porque precisamente no había registro de todas
las activistas, y por la entrevista resulta ser la fuente más directa para
conocer las propias experiencias y desde su subjetividad reconstruir su
historia.
Para este proyecto se cuenta con varios corpus elaborados en el
transcurso de estos años (ochenta entrevistas en profundidad). Uno de
éstos incorpora las entrevistas realizadas para el proyecto “Base de datos
Cofradía de Identidades

4. Dominique Aron-Schnapper y D. Ante. “De Herodoto a la grabadora. Fuentes y ar­


chivos orales”, en Historia oral, Jorge Aceves Lozano (compilador), Instituto Mora,
UAM, 1993, p.63.
5. Gloria Tirado Villegas, La otra historia. Voces de mujeres del 68, Puebla, 2004, 184 pp.
25
L as fuentes orales en la construcción de la historia

para Diccionario Biográfico de mujeres activistas”, iniciado en enero de


G loria A. T irado V illegas

2005.6 El objetivo principal del subproyecto que coordino es recabar


todos los datos de mujeres que hayan participado en los movimientos es­
tudiantiles de 1961 a 1975, y se hayan destacado, no sólo como líderes
políticos, si no por su contribución al desarrollo de nuestra Universidad.
Olvidé decir en orden de antigüedad que realicé también algunas
entrevistas y tomé testimonios a participantes del 68, la mayoría varones.
Los resultados fueron plasmados en el libro Vientos de la democracia.
Puebla 1968, publicado en 2001. Pese a las observaciones a estas en­
trevistas fue una grata experiencia, han servido de base para algunos
extractos con motivo de los 40 años del movimiento estudiantil.
No es ocioso agregar que el que las entrevistas en profundidad
tengan la riqueza de información necesaria en nuestro objeto de estudio,
depende no sólo de la formulación de las preguntas si no de la relación
de entrevistado y entrevistador y, aunque ningún autor de esta relación
humana, es el punto crucial para que la entrevista se desarrolle de tal
manera que el entrevistado se sienta cómodo, en confianza y se explaye
hablando.
No todos los entrevistados tienen esa memoria fresca, ni todos son
excelentes conservadores. Así que además de preparar las preguntas que
orienten la entrevista será fundamental saber cómo y cuándo realizarla.
Los métodos cualitativos, de entrevistas o testimonios, tienen muchas
ventajas y debemos aprender a usarlos a nuestro favor. Los sujetos no
siempre desean ser fotografiados, y menos que se videograbe la entre­
vista, ni en audio.
Cofradía de Identidades

6. Esta investigación se auxilió de la becaria Karol Méndez Polanco, entonces estudiante


del Colegio de Historia. A su vez forma parte de mi colaboración en el proyecto
general: Fuentes para la historia documental de los movimientos estudiantiles mexica­
nos” que desarrolla el Seminario de Movimientos Estudiantiles, de la UNAM, que
coordinó la doctora Silvia González Marín, como responsable del proyecto y directo­
ra del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma
26 de México.
L as fuentes orales en la construcción de la historia

Adaptarse incluso a la personalidad del entrevistado es la mejor

G loria A. T irado V illegas


opción. Antes de proceder a entrevistar debemos conocer el tema a
profundidad, el contexto en que se ha desenvuelto el entrevistado, entre
mayor información tengamos la utilización de ésta será más amplia.
La utilización de fuentes orales ha sido toda una experiencia que
aún no termina. Cada entrevistada o entrevistado me exige nuevos cono­
cimientos y actitudes.
A mi favor debo decir que me han dejado muy buenas amistades y
me han permitido dar a conocer esas historias de vida que ellas segura­
mente no se atreven a escribir.

Cofradía de Identidades

27
J uan P érez de A rteaga *
El conquistador conquistado por el náhuatl

Salvador Cruz
Título
Autor

Pocos soldados de las huestes de Cortés llegaron a tener la viva com­


prensión de sus contemporáneos —y después en las páginas de crónicas
e historias—, como el palentino Juan Pérez de Arteaga, a quien apoda­
ron “Malinche” por una razón eminentemente cultural.
El memorioso Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera…
lo recuerda con visible simpatía y nos ofrece la clave del sobrenombre,
que a primera vista parecería peyorativo pero que, al contrario, lo acerca
a su capitán general:

Quiero decir cómo en todos los pueblos por donde pasamos y en otros
donde tenían noticia de nosotros, llamaban a Cortés Malinche, y así lo nom­
braré de aquí en adelante, Malinche, en todas las pláticas que tuviéramos
con los indios, así de esta provincia como de la ciudad de México, y no le
nombraré Cortés sino en parte que convenga. Y la causa de haberle puesto
este nombre es que como doña Marina, nuestra lengua, estaba siempre en
su compañía, especial cuando venían embajadores o pláticas de caciques, y
ella lo declaraba en la lengua mexicana, por esta causa le llamaban a Cortés
el capitán de Marina y para más breve le llamaron Malinche...
Cofradía de Identidades

Y también se le quedó este nombre a Juan Pérez de Artiaga, vecino


de Puebla, por causa de que siempre andaba con doña Marina y con Jeró­

* Capítulo de su reciente libro Cien personajes iniciales de la Puebla de los Ángeles-


Siglo XVI.
29
J uan P érez de A rteaga : E l conquistador conquistado por el náhuatl

nimo de Aguilar aprendiendo la lengua, y a esta causa le llamaron Juan


S alvador C ruz

Pérez Malinche, que es renombre de Artiaga de obra de dos años a esta


parte lo sabemos.

Al correr del tiempo y de una historia que él vívidamente iba for­


mando, Bernal lo vuelve a recordar dentro del abigarrado conjunto de la
tropa y como hombre que alcanzó un buen éxito pecuniario al final de
sus días:

Y pasó otro soldado que se decía Juan Pérez Malinche, que después lo oí
nombrar de Artiaga, vecino de la Puebla, persona que fue rica; murió de su
muerte.

Juan Pérez de Arteaga, según propia declaración en el vocerío pe­


titorio de 1547, dijo haber nacido en Palencia, “en Castilla la Vieja”, hijo
de Antón Pérez de Arteaga, vizcaíno, natural de Astorga, y de Beatriz
Pérez, natural de Plasencia.
Se sabe que estuvo presente “en muchas conquistas de la Isla Es­
pañola” (Boyd-Bowman, 2489) pero el caso es que en 1518 ya estaba
en Cuba. Al año siguiente embarcó dentro de las huestes de Hernán
Cortés rumbo a México.
En 1520 —¿en octubre?— fue uno de los 544 soldados que firmó
la “Carta del Ejército al Emperador”, donde por cierto no aparece el
nombre de Bernal. Al año siguiente, según declaró, “se halló en la toma
de la ciudad de México”. También hizo constar que participó como con­
quistador “en las provincias comarcanas” de Tuxtepec y Coatzacoalcos
Cofradía de Identidades

—es decir, en los actuales estados de Oaxaca y Veracruz—.


Nuestro buen soldado sufrió las vicisitudes de los primeros días de
la colonización, la desigualdad en el reparto de lo ganado en la conquis­
ta. Debió ser de los primeros favorecidos con las encomiendas, pues él
mismo declaró que Hernán Cortés le otorgó “la mitad de Tecali”. Sin
30 embargo, poco después fue despojado para favorecer a Francisco de
J uan P érez de A rteaga : E l conquistador conquistado por el náhuatl

Orduña y al final se le recompensó con otra media encomienda, la de

S alvador C ruz
Cuauhtinchan —en el actual estado de Puebla—.
Según la Cartilla Vieja (1781) nuestro personaje era vecino de la
ciudad de los Ángeles en 1534, con el nombre de Juan Pérez de Palen­
cia “conquistador, casado con mujer de esta tierra”. En el mismo docu­
mento consta que, en 1543, solicita ser vecino Juan Pérez de Artiaga, el
Mozo, lo que revela el asentamiento definitivo de la familia.
En el vocerío petitorio a que hemos aludido, en 1547, el viejo
soldado afirma tener seis hijas y un hijo; dos de ellas casadas y por casar.
Agrega que la encomienda a Cuauhtinchan es “poca cosa... por lo cual,
y por tener tanta costa, está pobre y adeudado y padece necesidad”. No
olvida decir que “tiene su casa poblada de armas y caballos, y presenta
el traslado de la cédula de Cuautinchan”.
Al respecto, debemos hacer constar que han sido infructuosas
todas nuestras pesquisas por saber las granjerías de su encomienda, por
lo que nos atenemos a su dicho. Tampoco ha sido posible saber el año
probable de su fallecimiento. Sólo podemos agregar las tres notas si­
guientes:

• El 10 de septiembre de 1576, en Tepeaca, aparece como testigo


Diego Pérez de Arteaga, quien se declara estante en esa población.
Por la época, lo suponemos nieto de nuestro personaje.
• Hacia 1600, María de Carvajal, que se declaraba bisnieta de Juan
Pérez de Arteaga, contrae matrimonio con Jerónimo Pérez Salazar,
“el primero miembro de la familia Salazar que vivió en Puebla”
(Leicht). Familia que persiste hasta nuestros días con estrechos víncu­
Cofradía de Identidades

los poblanos.
• En 1605 Baltasar Dorantes de Carranza termina de escribir su obra
—publicada por primera vez en 1902 con el título de Sumaria Re­
lación de las Cosas de la Nueva España—, donde nos ofrece la
descendencia hasta ese momento conocida de nuestro personaje:
31
J uan P érez de A rteaga : E l conquistador conquistado por el náhuatl

Casa de Juan Pérez de Arteaga. Vino con Cortés. Fue conquistador


S alvador C ruz

y vecino de la Puebla.

Lucas de Carvajal nieto.


Juan de Carvajal Arteaga nieto.
Juan Martín de Goyas, por la mujer nieto.
Grabiel (sic) Juárez, por la mujer nieto.
Antonio Pacheco, por la mujer nieto.
Diego Román nieto.

Tiene los indios:

Don Francisco de Artiaga Pacheco bisnieto.


Antonio Hidalgo Artiaga bisnieto.
Alonso Hidalgo bisnieto.
Juan Hidalgo de Artiaga bisnieto.
Legítimos.

La viva comprensión y visible simpatía a que hemos aludido hacia


nuestro personaje, trascendió al Siglo de las Luces y fue así como el cro­
nista Pedro López Villaseñor le añadió una cálida apreciación vivencial:
“Juan Pérez de Arteaga, alias Malinchi, por su buena cara e inteligencia en
la lengua mexicana”.
Ya era el año de 1781, en pleno otoño del virreinato novohispano...
Cofradía de Identidades

32
La mayordomía en las fiestas de J uan T echachalco
Título
Autor

Crispín Montoto Garrido


C ronista M unicipal de X icotepec , M iembro del C onsejo de la C rónica del E stado de P uebla
C oordinación R egional S ierra N orte
Antecedentes históricos
La región llamada Sierra Norte de Puebla forma parte del antiguo Totona­
capan, ligado en la época prehispánica al señorío de Zempoala, y asiento
de una de las más importantes culturas de Mesoamérica.
Tuvo su mayor auge hacia el año 750 d.C., cuando era habi­ta­da prin­
cipalmente por totonacos. Esta región era estratégica, pues era el punto
de enlace entre dos núcleos fundamentales de la civilización mesoamerica­
na: la costa del Golfo y el Altiplano central. La sierra ha sido el centro de
atracción de múltiples migraciones de varios pueblos indígenas que se inte­
graron paulatinamente a los centros hegemónicos y que fueron configuran­
do el área pluriétnica que ahora conocemos.
A fines del siglo XV los totonacos fueron obligados por los mexicas a
desplazarse hacia la costa. Al perder su hegemonía, Totonacapan quedó
como provincia tributaria de México, dominio mexica que favoreció la ex­
pansión de la lengua náhuatl hacia la zona noroccidental de la sierra,
aunque desde antes, ya la región había tenido contacto con grupos hablan­
tes de náhuatl provenientes de otras regiones. Hacia la zona oriental fueron
los olmeca-xicalancas, asentados en el valle de Puebla, quienes difundieron
Cofradía de Identidades

la lengua náhuatl. De esta manera, se formaron dos áreas nahuas serranas


que aún subsisten en la región.
La Relación de Xocotepeque en los papeles de la Nueva España
(tomo I, p. 311) dice que: “este pueblo es de tierra muy fresca, antes ca­
liente que frío; es doblada: tiene disposición de ayar minas de plata en él:
está junto a las de Guauchinanco”. 33
La mayordomía en las fiestas de J uan T echachalco

Por cierto, que al pasar a manos de la corona, el tributo aumentó


C rispín M ontoto G arrido

considerablemente pues:

“da de tributo cada ochenta días trezientos toldillos de cuatro piernas, y


cada pierna de dos brazas de largo y dos palmos y cinco dedos en ancho, y
cincuenta nahuas y cincuenta camisas y diez xarros de miel y veinte panes
de liquidambar y cien pelotas de cera. Confina con guachinango y cactlan e
ylamatlan; tiene pocos términos: en los que tiene se dan qualesquiera plantas
de la tierra y de castilla”.
 
En lo espiritual el cuidado de los naturales quedó bajo la responsabilidad
de los frailes de San Agustín, la fabulosa cantidad de dos “el prior y un
compañero”, que ya habían fundado el monasterio de Huauchinango. El
convento fue edificado sobre las ruinas de los teocallis. Para el efecto,
fueron respetadas las plataformas prehispánicas cuyos perfiles aún pue­den
contemplarse en las calles que bajan del centro hacia el oriente.
El sincretismo de las creencias prehispánicas junto a las cristianas
dieron por resultado lo que se ha denominado cristo-paganismo. Así en
sustitución de Xochipilli quedaría san Juan Bautista.
Es indudable que La Xochipila está considerada por mucha gente,
aún de regiones lejanas, como un lugar sagrado dotado de vida propia que
resulta favorable para quienes invocan sus poderes. En el corazón de este
santuario de magia y esperanza, se esconde el poder y benevolencia de un
ser especial, que puede ser Xochipilli, Tajín, Tláloc, Tziní o Centéotl. Mo­
dificado través de una larga y enriquecida tradición, se ha convertido en el
espíritu de Juan Techachalco. 
Cofradía de Identidades

La voz Techachalco la hemos interpretado como “En el lugar donde


había el hueco a manera de boca de piedra” o simplemente “En el hueco
de la piedra”.
La mezcla de los atributos de los antiguos dioses, unidos a los del
santo precursor Bautista, dieron origen a Juanito Techachalco. El nombre
34 indígena, tomado del mismo lugar que marca el Códice Xólotl (cercano a
La mayordomía en las fiestas de J uan T echachalco

Tezcoco) nos indica que la roca y el hueco que se formó en ella fueron

C rispín M ontoto G arrido


considerados como oráculo del centro ceremonial de Xicotepec prehispá­
nico, y que su uso pudo persistir hasta nuestros días.
Generalmente son indígenas de diferentes grupos étnicos los que
acuden a este sitio sagrado. Predominan los totonacas y no faltan algunos
mestizos. Aunque en Xicotepec hay algunos cuchunú (chamanes) o tlahua­
ná (brujos de la costumbre) casi siempre los peregrinos traen los suyos.

Organización social
La institución social básica entre los nahuas de la Sierra Norte de Pue­bla es
la familia nuclear y extensa. La unidad básica en don­de se conforma la
familia es el grupo doméstico. Éstos integran a todos los miembros del
grupo familiar en las actividades de subsistencia, con divisiones básicas de
trabajo según la edad y sexo. Los nahuas de esta región excluyen del ma­
trimonio a los parientes reconocidos hasta el séptimo grado. Además, pro­
híben el matrimonio entre compadres de “grado”, es decir, aquéllos ligados
por sacramentos religiosos como el bautismo, la confirmación, la primera
comunión y el matrimonio. La norma más común para establecer lazos de
parentesco es la de casarse con alguien del pueblo. Cuando alguna persona
de una comunidad tiene muchos compadres su prestigio es mayor y ad­
quiere más posibilidades de extender los lazos de reci­pro­cidad.
Los hombres practican la ayuda mutua o “mano vuelta” en las labores
de la faena. Entre las mujeres también existe la ayuda mutua, pues cuando
se va a realizar alguna fiesta o celebración se invita a las comadres, parien­
tes y amigas para que ayuden a la preparación de los platillos.
Según la ley orgánica que rige el estado de Puebla, los municipios
Cofradía de Identidades

son unidades políticas independientes, gobernados por autoridades locales


elegidas democráticamente cada tres años. Para la elección de las autori­
dades, se revisan los expedientes de los precandidatos propuestos en la
localidad, y se da el “visto bueno” a aquéllos que llenan los requisitos.
Además del presidente municipal, existen los regidores de Hacienda,
Gobernación, Comunicaciones y Obras Públicas, Fomento a la Agricultu­ 35
La mayordomía en las fiestas de J uan T echachalco

ra, Salud, Educación. También el secretario, que en algunos casos es


C rispín M ontoto G arrido

también el agente del Ministerio Público, el tesorero; así como el juez de


paz, el comandante y los policías o “topiles”. Cada regidor tiene un su­
plente. En las juntas municipales auxiliares, que son las poblaciones que
preceden en importancia a la cabecera municipal, los cargos son: presiden­
te de la junta auxiliar, un juez de paz, un tesorero, algunos regidores con
sus respectivos suplentes, un comandante de Policía y varios policías.
En la Sierra Norte de Puebla predomina el régimen de la pe­que­ña
propiedad, pues existen pocos terrenos comunales. Las autoridades ejida­
les vigilan el cumplimiento de las leyes agrarias respecto al ejido.
Los cargos tienen un carácter escalafonario. En las cabeceras munici­
pales, la división de funciones entre lo político y lo religioso es muy clara.
Los cargos religiosos recaen en aquéllos que las autoridades de las juntas
auxiliares eligen y su cumplimiento es obligatorio. Quienes cumplen con
un cargo religioso quedan excluidos del trabajo comunitario o faena.

La mayordomía
Los cargos tradicionales tienen una función religiosa y el principal es la
mayordomía. Ésta consiste en el patrocinio de la fiesta religiosa vinculada
al santo patrón y a otros santos católicos. Otros cargos de menor impor­
tancia son los de diputados, esquineros, padrinos de las imágenes, entre
otros, que ayudan en los gastos de cohetes, flores, ceras y preparación de
la comida.
La mayordomía, ejercida voluntariamente, es una forma de demostrar
la devoción hacia el santo y otorga prestigio a quien la cumple responsa­
blemente.
Cofradía de Identidades

El mayordomo es el intermediario entre el santo y el grupo y debe ser


espléndido y no escatimar gasto alguno.
Los nahuas de la sierra aún conservan muchas prácticas religiosas
producto del sincretismo, originado durante la Conquista, cuando se
fusionó la religión prehispánica y la católica. Por lo general, estas prácticas
36 se restringen a rituales de carácter doméstico y privado, y son dirigidas por
La mayordomía en las fiestas de J uan T echachalco

especialistas religiosos que actúan al margen de los sacerdotes de la reli­

C rispín M ontoto G arrido


gión católica. Éste es el caso de las mayordomías. Se consideran prácticas
religiosas tradicionales todas aquellas de carácter doméstico que tienen la
finalidad de mantener o restituir el equilibrio entre el hombre y su entorno,
como es un nacimiento, un deceso, bautizo, casamiento, construcción de
una casa y su bendición, inicio de la siembra del maíz, peticiones de lluvia
y curaciones. En todas estas prácticas intervienen el ritual oral, imágenes
católicas y a veces figurillas prehispánicas, así como flores, incienso, aguar­
diente, velas y tabaco.
La organización de las fiestas patronales tiene como eje rector a la
mayordomía, entendida como la institución tradicional para la organiza­
ción social y ceremonial del pueblo.
Una mayordomía es un cargo religioso representado casi siempre por
una pareja, por lo general unida en matrimonio, aunque hay sus excepcio­
nes. Los mayordomos tienen el deber de cumplir con las exigencias que el
cargo implica. En primer lugar, cuidar y servir al santo por un año; en
segundo lugar, organizar y financiar una fiesta en su honor, esto exige de­
dicación, tiempo, trabajo y dinero. El cargo tiene una duración de un año
y es rotativo entre las personas del pueblo.
Los mayordomos ocupan un lugar central en la estructura organiza­
tiva de la comunidad. En ellos recae la responsabilidad de cuidar, organizar
y solventar los gastos de la fiesta en honor a la imagen. Las personas que
asumen el cargo son originarias del pueblo y lo hacen motivados por un
profundo sentimiento de fe y devoción hacia la imagen. Es una manera de
agradecer los favores concedidos. La única recompensa que reciben los
mayordomos por el esfuerzo y el trabajo realizado es el respeto y el pres­
Cofradía de Identidades

tigio que el pueblo les otorga por el buen desempeño de su cargo.


Las fiestas patronales tienen una función vital en los pueblos en
general: asegurar la reproducción social y cultural de la comunidad.
Existe un estrecho vínculo emocional entre los habitantes y los santos,
que se nutre, recrea y renueva cada año en la fiesta. Los santos son los
encargados de cuidar y proteger a la comunidad de los problemas coti­ 37
La mayordomía en las fiestas de J uan T echachalco

dianos, en tanto que los habitantes corresponden con ofrendas y cere­


C rispín M ontoto G arrido

monias en su honor. La fiesta también genera en los nativos un fuerte


sentido de pertenencia, no solamente por el hecho de haber nacido en
el pueblo sino también por participar de una u otra manera en la organi­
zación de la festividad, lo cual legitima su pertenencia a la comunidad y
les da identidad.  
La fiesta de Juan Techachalco fue instituida por los frailes agustinos
en 1935 durante la evangelización de Xicotepec. Cambiaron la fiesta del
Quinto Sol que se celebraba en el equinoccio de primavera por el 24 de
junio en honor de san Juan Bautista.
Los frailes, conscientes de la religiosidad tan profunda de los indíge­
nas, fusionaron ambas celebridades bajo el rubro de “Fiesta de Juan Techa­
chalco”, como símbolo del encuentro de dos culturas.
La fiesta patronal ha venido celebrándose desde entonces conjunta­
mente con la tradición prehispánica por los mayordomos representantes
de los barrios que conformaban el pueblo.
Se acostumbraba que ocho días antes del 24 de junio, un conjunto
de cuatro hombres llamados “Tocotines” o “Nana del gato” —de los
cuales, dos tocaban teponaxtli y flauta mientras los otros bailaban portando
machetes de madera pintada de rojo— recorrían el pueblo visitando casas
y comercios donde bailaban por unas monedas para ayudar con los gastos
de la fiesta. Durante el acto pronunciaban la siguiente estrofa:

“Xochipila nocha, nocha, omguala capitana.


Xochipila nocha, nocha, omguala capitana.
Chimalli xochiuca, axantenama, axantenama.
Cofradía de Identidades

Chimeco, chimeco chute nomás.


Chimeco, chimeco chute nomás”.

En los machetes reverberaban los golpes de la madera contra la


madera dando fin al baile. Enseguida, los caseros y comerciantes daban su
38 donativo. Mientras tanto, los mayordomos se ocupaban limpiando el ado­
La mayordomía en las fiestas de J uan T echachalco

ratorio y la poza que decoraban con guirnaldas de flores, invitaban a dife­

C rispín M ontoto G arrido


rentes grupos de danzantes y músicos, y llegaban los suministros suficien­
tes para la fiesta.
Amanecía el día 24 de junio, a las once de la mañana, una selva de
cohetes y cámaras anunciaba la finalización de la procesión que partía de
la iglesia hacia la Xochipila llevando en andas la escultura de san Juan Bau­
tista. Dicho acto era encabezado por los mayordomos seguidos de dan­
zantes y el pueblo.
En la Xochipila, 20 doncellas ataviadas a la usanza prehispánica,
formadas en valla arrojaban flores al paso de los mayordomos. San Juan
Bautista era colocado frente al Teponaxtli ceremonial, reafirmando el en­
cuentro de las dos culturas.
Con el brasero ceremonial encendido, quemando incienso en lo alto
del adoratorio y un sacerdote tocando la caracola a las cuatro regiones del
mundo, el mayordomo mayor leía en voz alta y en lengua náhuatl el libro
sagrado del Tlalócan. Después y en unión de las doncellas se reunían en
torno de la poza donde invocaban al espíritu de Techachalco. De acuerdo
con la leyenda, Techachalco emergía del fondo de la poza en forma de pez
destellando mil colores, prodigio que se consideraba de buen augurio,
pues significaba abundancia de cosechas.
La legendaria aparición sólo podía ser renovada por sacerdotes xo­
chipiltecas en la fiesta del Quinto Sol.
Christensen Bodil anota que durante los años de su investigación en
la Sierra Norte de Puebla (1934- 1939), dedican la fiesta a Xochipila.
Deduce que es “una corrupción del nombre de Xochipilli” y, afirma la in­
vestigadora, que es a ese dios a quien realmente se venera aunque: “los
Cofradía de Identidades

indios no sabían quién era Xochipilli ni que era un dios”. También señala
que le mencionan que la fiesta es para Tonatiuh y el teponaztli, ambos
concebidos como deidades.
Cuando se le pregunta a los asistentes a quién o a quiénes acuden a
visitar al sitio las respuestas son: a Xochipila, a Juanito, a Juanito Techa­
chalco, a san Juanito Teponaztzintli, a san Juanito Xochipila, a san Juanito 39
La mayordomía en las fiestas de J uan T echachalco

Tecacahuatzintle, a Xochipilli. Cabe señalar que el orden en que están


C rispín M ontoto G arrido

corresponde a la frecuencia con que fueron nombrados, de mayor a


menor.
Sin lugar a dudas dos cosas hay que mencionar al respecto: el nombre
de Juanito hace referencia a san Juan Bautista. El diminutivo se debe segu­
ramente a su asociación con el dios prehispánico en su carácter de niño y
príncipe. Los apellidos que le dan son todos de origen náhuatl. Techachal­
co significa “El hueco que habla” —es posible que se refiera a la oquedad
del lugar—. Teponaztzintle tiene relación con el teponaztli —instrumento
de características prehispánicas que aún conservan en el municipio—. Te­
cacahuatzintle se refiere al maíz cacahuatzintle —alimento sagrado de los
indígenas—. También mencionan que Xochipila es lugar de flores, sin
hacer referencia alguna a Xochipilli.
En la actualidad la mayordomía de La Xochipila está integrada por
cuatro personas:

Primer mayordomo: Froylán Ibarra Díaz de 1988 a la fecha.


Segundo mayordomo: José Montesino Ortega.
Tercera mayordoma: Eloísa Melchor.
Cuarta mayordoma: Josefina Sampayo Zavala.

Estas mayordomías se van heredando. Se escoge a un elemento joven


de la familia al que se le van inculcando las prácticas ceremoniales y ritos
para que, llegado el momento, pueda continuar con la encomienda.
La misión de tocar el Teponaxtli recae ahora en el “Príncipe del
Agua”, Alfonso Montesinos Ortega, quien heredó de don Ángel Calva,
Cofradía de Identidades

escogido por los espíritus desde hace más de treinta años para realizar esa
tarea específica.
En la víspera del día 24 de junio se reúnen todos los integrantes de
las danzas asistentes de las diferentes comunidades en las casas de los
mayordomos para hacer la “Danza de las Flores”. Éste es un rito prehispá­
40 nico compuesto de 24 sones, doce al derecho y doce al revés.
La mayordomía en las fiestas de J uan T echachalco

Las principales comunidades y danzas participantes son las siguientes:

C rispín M ontoto G arrido


Comunidad Danza
San Pedro Itztla Los negritos
Nactanca Ejido Los Moros
Nactanca Grande Los Santiagueros
Nactanca Grande Los negritos
Rancho Nuevo Los Santiagueros
Tlaxcalantongo Los negritos
Ahuaxintitla Los toreadores
San Agustín Atlihuacan Los negritos
Tlapehuala Los negritos
Tepezintla Los Negritos
El Tabacal Danza Azteca
Compañía de Jesús Carballo Danza Azteca

El teponaztli
Legado de nuestros antepasados, es una figura zoomorfa. Es una
hermosísima pieza tallada y realizada en madera preciosa de
ébano, probablemente hecha por artistas locales dirigidos por
toltecas, totonacos o acolhuas que se asentaron en esa región.
Algunos peritos del Instituto Na­cio­nal de Antropología e Histo­
ria le atribuyen una antigüedad de 600 años. Esta pieza repre­
senta un mono saraguato descansando, ornamentado con oreje­
ras sacerdotales. Tenía ojos de jade que simboliza una constelación
Cofradía de Identidades

y el pedestal donde descansa tiene registros astronómicos y ca­


lendáricos. Este instrumento ritual de percusión se usaba para
acompañar al sacerdote durante las ceremonias religiosas que se
realizaban en la cúspide de La Xochipila. También fue usado en
las fiestas floridas. Con él daban la señal de alarma en caso de
alguna invasión guerrera. Se utilizaba para acompañar los ritos 41
La mayordomía en las fiestas de J uan T echachalco
C rispín M ontoto G arrido

fúnebres de algún personaje importante y además también se


usaba para hacer el llamado a la guerra para defender el territo­
rio xicotepecano.
Actualmente, cada año, el 24 de junio a las doce horas, resulta
muy emocionante escuchar el toque del teponaztli que en su
lamento nos dice “Todos los indios ya estamos aquí”. Esta reliquia
sólo es tocada por el mayordomo quien, según la tradición, fue
enseñado por los espíritus.

Se cuenta que cierta vez llega a Xicotepec de Juárez una persona


de nombre Pedro Ramírez con la intención de comprar el tepo­
naztli. Se dirigió con el papá de Gabriel López quien era el que lo
tenía en su casa, argumentando que esa pieza pertenece al pueblo.
Entonces Pedro Ramírez lo pide prestado para llevárselo a la
ciudad de México para hacer una réplica. En efecto, se lo prestan
durante un mes, pero la mencionada réplica no se pudo realizar.
Así que el señor López, en agradecimiento de que Ramírez regresó
el teponaztli, le regala los ojos que eran de jade. Ramírez a su vez
le da otros ojos que al parecer eran de canica, aunque daban la
apariencia de verdaderos ojos. En alguna ocasión el dueño del
hotel inquietud que estaba en el centro de la ciudad, realizó un
viaje a la India y de allá trajo otros ojos de jade y son los que ac­
tualmente tiene esta bellísima pieza prehispánica.
Cofradía de Identidades

42
La voz *
Título
Autor

César Musalem Jop


Salvador Allende Gossens, en un celebérrimo discurso pronunciado en la
Universidad de Guadalajara, enunciaba que llegamos tarde al reparto del
mundo, y que fuimos repartidos entre las potencias coloniales y no repar­
tidores. De ahí que la ciencia y la tecnología latinoamericana, africana y
asiática estén muy atrasadas en relación a los países que ejercieron el co­
loniaje sobre nosotros.
La arqueología, la paleontología, la botánica, la mecánica y otras cien­
cias de los países conquistadores de siglos pasados han dictado y si­guen
dictando sus conocimientos al mundo entero. Actualmente sólo un país por
cierto: socialista, y que se llama Cuba, es un competidor de todos los países
mal llamados de primer mundo, en la medicina y en la biotecnología.
“Como las cosas son como son” y no “como deben ser”, como afir­
­ma el brillante maestro en criminología Gaudencio Ruiz García, tomemos
el cuarto camino y asumamos nuestra realidad de país en desarrollo y re­
curramos íntegramente al pensamiento elaborado.
Alan Mann es profesor auxiliar de antropología en la Universidad de
Pennsilvania, allá arriba en el norte. Él afirma que el decurso de la raza
humana hasta 1980 era de 20 mil generaciones y que los primeros hombres
Cofradía de Identidades

auténticos aparecieron en el árbol genealógico de la humanidad hace un


millón 300 mil años.

* Conferencia sustentada ante el Consejo Estatal de la Crónica el 10/IX/2008 en la


Heroica Puebla de Zaragoza. 43
La voz

El homo erectus es el primer hombre existente en la tierra. Este


C ésar M usalem J op

homo erectus desciende directamente del australopitecus, ser humano


considerado como el eslabón perdido.
Después del homo erectus vendrá el homo sapiens.
¿En que época aprendió a hablar el hombre? ¿Cómo empezó? ¿A qué
se parecían los primeros sonidos articulados? Hace miles de años que los
investigadores se esfuerzan por responder a este tipo de preguntas.
En el antiguo Egipto, el faraón Psammético mandó que dos recién
nacidos fuesen criados sin oír ninguna voz humana, a fin de sustraerlos a
la influencia de los sonidos de la lengua egipcia. Con ello esperaba ver
aparecer el lenguaje humano más antiguo, pues el monarca creía que se
hallaba en la mente de los niños.
Uno de ellos pronunció finalmente una palabra que se parecía a
bekos, es decir, “pan” en frigio (Frigia era una antigua nación del centro de
Asia Menor). “He ahí —dijo triunfalmente el faraón—, la lengua frigia es
la lengua original del hombre.”
Muchos siglos después, el rey Jacobo IV de Escocia intentó una ex­
periencia similar con dos pequeños. La reseña que se hizo en aquella
época nos dice que aquellos conejillos de indias humanos hablaban un
hebreo casi correcto. Esta noticia vino a complacer a los exegetas de la
Biblia de aquella época, que pretendieron siempre que Adán y Eva habla­
ban hebreo.
Hacia finales del siglo XVII un sueco chauvinista demasiado orgulloso
de su nacionalidad resolvió la cuestión de otro modo: afirmó que en el
Paraíso Terrenal Dios hablaba en sueco, mientras que Adán se expresaba
en danés y la serpiente en francés.
Cofradía de Identidades

A lo largo del tiempo han visto la luz toda clase de teorías respecto
a los orígenes del lenguaje. En el siglo XVIII, el filósofo francés Jean-Jacques
Rousseau imaginó que en un grupo de mudos se reunía y construía en una
noche un lenguaje que ellos podían usar. ¿Por qué aquellos hombres ha­
brían sentido la necesidad de una lengua y cómo se habrían comunicado
44 entre ellos antes de inventar las palabras?
La voz

Rousseau no dice nada. Uno de sus contemporáneos, el alemán

C ésar M usalem J op
Johann Gottfried von Herder, creía que el lenguaje era un invento humano
y no un don divino, como generalmente se creía. Según él, un fenómeno
tan ideológico y tan imperfecto como el lenguaje no podía ser de origen
divino. Pero sus teorías no eran tan sencillas como las de Rousseau. Herder
consideraba que el lenguaje había surgido de la naturaleza más profunda
del hombre como respuesta a un impulso de hablar. Herder no pudo decir
de qué modo se formó el lenguaje, pero imaginó que los hombres empe­
zaron a hablar imitando al principio los gritos de los seres que les rodeaban
y que aquellas imitaciones se convirtieron posteriormente en palabras que
designaban a esos mismos animales. Esta descabellada teoría bautizada
por sus detractores como la “tesis del ua-ua”, fue seguida por una serie de
otras teorías similares: teorías del silbido, del gruñido, del din-don, etcé­
tera, que pretendían que el lenguaje procedía de exclamaciones de dolor,
de placer, de temor, de sorpresa.
Actualmente, los científicos no conocen todavía la historia completa
de los comienzos del lenguaje, pero —gracias a Darwin y a la teoría de la
evolución humana, que proporcionó un nuevo medio de abordar el proble­
ma— disponen de una idea bastante buena sobre cómo el hombre empezó
a hablar. Aún más, tienen sobrados motivos para creer que el homo erectus
fue el primer hombre que dependió del lenguaje para comunicarse. Estu­
dios realizados en los animales, particularmente en monos y antropoides,
tanto en laboratorio como en la naturaleza, nos ilustran sobre los elemen­
tos esenciales que constituyen la base del lenguaje. Esos trabajos han de­
mostrado que el hombre parlante conserva muchos más elementos del
mono de lo que se puede imaginar.
Cofradía de Identidades

Es indispensable estudiar esos elementos esenciales, pues la com­


prensión de lo que era la comunicación antes de la aparición de las pala­
bras nos ayuda a descubrir por qué y cómo se desarrolló el lenguaje, y
además subraya los tremendos cambios que ello hizo posible.
El vocablo tradición, aparecido en castellano a mediados del siglo
xvii, se deriva del latín tradere, compuesto por tra: “al otro lado, más allá” 45
La voz

y dere: “dar”. Así, el término tradición: “dar más allá”, al encerrar la idea
C ésar M usalem J op

de transmitir o entregar, contiene en sí mismo la intención de comunicar,


pero con la cualidad de hacerlo “más allá”.
En cuanto a la palabra oral, notamos que su pertenencia al castellano
se remonta al siglo pasado y su etimología nos remite, en primera instan­
cia, al latín oralis, derivado a su vez del indoeuropeo os: “boca” y el sufijo
español al: “de”, “relativo a”. Luego entonces, ligando las ideas de trans­
mitir o entregar mediante las facultades propias o perteneciente a la boca,
podríamos considerar a la tradición oral como una comunicación por la
palabra.
Conocemos como tradición oral a la forma de trasmitir desde tiempos
ahistóricos: la cultura, las vivencias, las tradiciones, y los valores de una
sociedad a través de sus relatos, cantos, oraciones, leyendas, fábulas, con­
juros, mitos, cuentos, y dichos.
La transmisión acontece de padres a hijos y de una generación pro­
cedente a otra precedente, hasta llegar a nuestros días; y tiene como
función única la de conservar la información del pasado para el presente,
y aún más: usarla para el futuro.
Desde épocas remotas en las que el hombre comenzó a comunicarse
a través del habla, la oralidad ha sido fuente de transmisión de conocimien­
tos, al ser el medio de comunicación más viable.
La oralidad es una fuente manante de gran información para el cono­
cimiento de la historia universal. Su trascendencia casi es un dogma usado
por los siglos de los siglos por los humanos que consignan los hechos más
trascendentales de su entorno social y de la naturaleza. Es una herramien­
ta de alta confiabilidad, e incluso milenariamente es la única antes de la
Cofradía de Identidades

invención gráfica para transmitir noticias.

El folklore
La palabra proviene del inglés folklore: folk, “pueblo” y lore, “conoci­
miento”. Debe estipularse como parte importante de la oralidad.
46
La voz

Si nos atenemos a Jack Lang (exministro de Cultura de Francia durante

C ésar M usalem J op
nueve años, todos ellos sujetos al escrutinio del Parlamento francés, por su
frase: “para ser más universales necesitamos ser más franceses”) él nos
dice que cultura es: “todo lo que el hombre crea”.
De ahí que el folklore (folclor, castellanizado) sea tomado en cuenta
por sociólogos y antropólogos como la suma cultural de: leyendas, litera­
tura, música, bailes, narraciones, dichos, comentarios, concepciones ex­
tralógicas y fantasiosas, costumbres y artesanías.
La concepción folclórica es un arma para conservar las tradiciones
religiosas, civiles, e incluso las sincréticas. Sin tener este conocimiento
cualquier pueblo de cualquier mundo está contribuyendo con su ignoran­
cia a la desaparición, como ha acontecido durante milenios en todos los
mundos de todas las razas.
“El término ‘folclore’ fue acuñado en 1846 por William Thoms, quien
deseaba usar un término anglosajón para lo que entonces se llamaba ‘anti­
güedades populares’. La definición más ampliamente aceptada por los inves­
tigadores actuales de la especialidad es ‘la comunicación artística en grupos
pequeños’, propuesta por el investigador de la Universidad de Pensil­vania
Dan Ben-Amos”.

Etapas
De acuerdo con la preservación de los elementos, los estudiosos identi­
fican cuatro etapas del folclor:

Muerto. El correspondiente a una cultura extinta, conservado sólo en


registros de viajeros, archivos, códices y otras fuentes escritas, o en restos
Cofradía de Identidades

arqueológicos, pinturas, etcétera.


Moribundo. Cuando la cultura a la que pertenece conserva sólo
algunos elementos de esos hechos, habiéndose perdido la mayoría. Típi­
camente, cuando por motivos demográficos sólo los ancianos del grupo lo
conservan, no así los jóvenes.
47
La voz

Vivo. Se sigue practicando en la vida cotidiana o está integrado a su


C ésar M usalem J op

cultura de origen.
Naciente. Rasgos culturales de creación reciente, que con el tiempo
se convertirán.

Gottfried von Herder en Alemania se lanzó por primera vez en el mundo


occidental a registrar y preservar la tradición oral para justificar y prevale­
cer el auténtico espíritu, tradición e identidad del pueblo germano, modelo
­que fue adoptado en forma inmediata en los pueblos más desarrollados.
Para Von Herder, los campesinos de diversos rangos económicos y
sociales son depositarios, reproductores y difusores del “genio popular”,
modelado mediante el contacto de los hombres con la tierra y el clima, y
que se transmite de generación en generación oralmente, usando las epo­
peyas, los cuentos, las leyendas, y la filosofía popular nacida de las expe­
riencias exitosas o fracasadas, condensadas en los dichos y consejas.
En una visión universalista, Herder mantuvo que cada pueblo es po­
seedor de su “genio” único y singular, que aparece como fundamento por
excelencia del renacimiento cultural que debía permitir reunificar a los
pueblos germánicos.
Con el ejemplo de Herder, los hermanos Grimm se comprometieron
como pioneros con la enorme empresa de recopilar cuentos orales alema­
nes, para recuperar el carácter auténtico de una cultura nacional perdida
por las élites. Así, en 1812 publicaron la primera serie de cuentos tradi­
cionales como Kinder- und Hausmärchen (“Historias infantiles y familia­
res”).
El trabajo de los hermanos Grimm fue imitado en toda Europa (del
Cofradía de Identidades

Este y el Oeste) y en los países escandinavos, y en el siglo xix se empieza


a educar al pueblo en su propia tradición, amenazada con desaparecer
bajo los efectos de la modernidad y del iniciático desarrollo capitalista.
Las campañas de difusión de la tradición toman la forma de verdade­
ra propaganda nacionalista, procurando esencialmente hacer resaltar la
48 originalidad y singularidad propias del folclor de cada pueblo, permitiendo
La voz

distinguirlo de los vecinos y vincularlo a los que, en el contexto de instau­

C ésar M usalem J op
ración de las identidades nacionales, se designan como sus lejanos antepa­
sados.
En primera instancia el folclor se limitó a la tradición oral. Hacia la
mitad del siglo xix se amplía el ámbito del folclor, comenzando los recopi­
ladores a interesarse también por distintas producciones que emanan de
las culturas populares (creencias, medicina tradicional, trajes, artes, técni­
cas, etcétera).
No fue hasta el siglo xx cuando los etnógrafos y etnólogos empeza­
ron a intentar registrarlo sin manifestar metas políticas.
La narración de historias es un universo cultural, común por igual a
las sociedades básicas y las complejas. Incluso las formas que adoptan las
historias populares son ciertamente parecidas de una cultura a otra. Un
ejemplo es el diluvio universal como enunciado bíblico, y mencionado en
los textos mexicas y mayas, distantes a miles de años y en territorios aleja­
dos por miles de kilómetros.
Los folcloristas no admiten las interpretaciones universales de los
relatos y, analizan las versiones orales de las historias narradas apoyándose
en opiniones muchas veces automanipuladas. Un ejemplo podría ser la
cruz gamada usada en el siglo xx como un logotipo de la raza aria, y su
preexistencia en regiones del Asia Menor donde florecieron magnas civili­
zaciones.
Contemporáneamente en Occidente estamos usando a la leyenda
urbana para preservar conductas, lenguajes, y voluntades provenientes de
nuestro folclor patrio o matrio; debido al proceso de mundialización inicia­
do a raíz de los nuevos medios de comunicación, y a la venta de fuerza de
Cofradía de Identidades

trabajo, que obliga a los países pobres a emigrar a los países ricos.

Diversas formas de folclor


En otro orden de ideas existen diversas formas de folclor que nos son tan
comunes, que la mayoría de nosotros no los captamos como tales. Un
ejemplo son las rimas infantiles, los cuentos de fantasmas, aparecidos, y 49
La voz

tesoros que aparecen y desaparecen según los humores personales de


C ésar M usalem J op

los fantasmas. Actualmente también debemos considerar a la “rumoro­


logía” como fuente del discurso oral.
Cuando se habla que existen más mundos planetarios que arenas en
el desierto, crece nuestra pequeñez y nos imaginamos a los platillos vola­
dores en íntimo contacto con nosotros. Esto es parte del folclor actual,
donde la memoria oral domina a las jornadas que desarrollamos en canti­
nas, cafés o en las tertulias familiares.
Es así como los secuestrados o privados de su libertad seres humanos,
han ido a mundos donde seres telepáticos, telekinéticos y levitadores los
han atendido como reyes, como alumnos, o los han convertido en coneji­
llos de indias.
A estas informaciones algunos autores las han ubicado como actua­
les y renovadas concepciones orales de las miles de historias bíblicas. Uno
de ellos, es la aparición del “El Innombrable” ante Moisés al cual le entrega
los Diez Mandamientos, y que Moisés en forma muy personal inventa que
son mandatos de Dios. Otro es el ascenso hacia espacios superiores de
Elías, que en la Biblia dice que se elevó al cielo en un carro de fuego; y que
en México el señor esculpido en la tapa de la tumba de Palenque, es un
viajero interestelar.
A la tradición oral algunos autores la conceptualizan como la historia
de un pueblo, de una sociedad que avanza a través de sus vivencias y sus
tradiciones; para algunos es la herramienta con la cual los cronistas manejan
las emociones, las conductas, los valores, los presentes y los futuros de
una sociedad a la cual pertenecen.
Ellos son los autodepositarios del acontecer presente, y le imprimen
Cofradía de Identidades

su sello personal a las noticias que manejan. El cronista, lo he repetido


anteriormente, es un aeda, un cantor que recibe informes, que hurga en su
pasado reciente con testigos de los hechos y plasma y vuelve a plasmarlos
hasta convertirlos en materia de comunicación.

50
La voz

¿Cómo funciona la transmisión oral?

C ésar M usalem J op
Los padres narran a sus hijos sus hazañas de amor, de lucha, sus viajes,
sus éxitos, sus fracasos y los anhelos convertidos en realidades. Incluso
los más honestos no adoban la justificación de sus derrotas, y permane­
cen expectantes y cuidadosos ante la conducta diaria de sus vástagos.
Esas leyendas personales no tienen muchas veces sustento gráfico,
aunque ahora la mass-media es de gran ayuda para la transmisión de los
informes. La oralidad es en sí una historia mínima perteneciente a la gran
historia familiar.
Las versiones pueden estar apegadas a la verdad o a la fantasía, y
difieren con sinceridad de las historias oficiales, hechas sobre los lomos
y las espaldas de los vencidos.
Los cronistas no narran historias que les consten, describen los
mundos diversos en los cuales se desenvuelven familiarmente.
Hay ciencias como la herbolaria que tiene transmitiéndose centena­
res de miles de años. ¿Si no fuese así, cómo se han curado de sus males
20 mil generaciones? El manejo hidráulico tuvo su esplendor en la do­
mesticación del Nilo; y los aceptamos sin acceder al segundo piso infor­
mativo que nos dice que en el planeta hubo y hay miles de Nilos, donde
el tratamiento para la serpiente acuática también dio prosperidad y gran­
deza a naciones ahora desaparecidas. Igual caso guarda la astronomía,
las ciencias exactas y el manejo culinario.
Sin embargo, es una comunicación que tiene determinadas carac­
terísticas que la definen ante otro tipo de comunicaciones orales. Es
también verbal e inmediata, pero sus significados, a la vez que son pre­
sentes, provienen desde formas de conocimiento fraguadas en el pasado
Cofradía de Identidades

con intención de futuro. Es un puente vivo desde un más allá hacia otro
más allá. La tradición oral, como una forma verbal de la comunicación,
establece una especie de juego de permanencias en el tiempo. Es un
presente continuo donde se conjuga el pasado y el futuro.
Ahora bien, este tipo de comunicación ubicada en el devenir del
tiempo, que transmite de generación en generación y de “boca a oído” 51
La voz

(como se dice en la India) conocimientos, valores, hábitos, actitudes,


C ésar M usalem J op

quehaceres, costumbres, etcétera, es una nota fundamental de las socie­


dades ágrafas como recurso dirigido al mantenimiento de informaciones
primordiales hacia el interior de una cultura. Para que ello fuese posible,
tales sociedades desarrollaron, a partir del lenguaje manifestado por la
voz —es decir, desde las peculiaridades inherentes a la oralidad—, es­
tructuras idiomáticas que contuvieran y consolidasen las informaciones
susceptibles de ser aprendidas, conservadas, ejercitadas, pronunciadas y
transmitidas, por personas oficiantes preparadas, como lo son los orado­
res y los sacerdotes o chamanes.
El observar la tradición oral desde esta perspectiva significa consi­
derarla como un arte, como un estilo de composición. Al respecto el
poeta y novelista Carlos Montemayor, estudioso de las formas literarias
tradicionales y de la actual literatura en varias lenguas indígenas de
México, propone una manera más amplia de entender el concepto de
tradición oral:

“... en esos contextos de resistencia cultural las lenguas indígenas suponen


un uso específico que es en sí mismo un tipo de composición que se destaca
del uso coloquial en la misma medida que en cualquier otro idioma se dis­
tingue la composición artística de la expresión común... el complejo proceso
idiomático y cultural que se ha dado en llamar ‘tradición oral’ sólo puede
explicarse cabalmente a partir del arte de la lengua, pues en estricto sentido,
la tradición oral es cierto arte de composición que en las culturas indígenas
tiene funciones precisas, particularmente la de conservar conocimientos an­
cestrales a través de cantos, rezos, conjuros discursos o relatos”.
 
Cofradía de Identidades

Cerremos con algunos ejemplos de oralidad, y de transmisión de ella a


través de los siglos y de los milenios. Alfonso Sierra Partida, literato,
lingüista, polemista, Juarista y masón nos enseñaba en la Escuela Nacio­
nal de Maestros y en el Recinto Juarista del ala norte del Palacio Nacio­
52 nal, que la Biblia no era más que el compendio de 5 mil años de trans­
La voz

misión oral, de miles de pueblos ansiosos de perpetuarse a través de los

C ésar M usalem J op
tiempos.
En ese libro —equivalente al Corán del Islam, o a los Vedas del
Hinduismo— el contenido histórico es prevaleciente sobre el religioso
como en el caso del Libro de Samuel, o el Libro de Los Reyes.
En el Libro del Génesis La Voz dice:

“sea hecha la luz. Y la luz quedó hecha.


Reúnanse en un lugar las aguas que están debajo del cielo y parezca
lo árido o seco. Y así se hizo.
Produzca la tierra hierba verde, y que dé simiente, y plantas fructí­
feras que den fruto conforme a su especie, y contengan en sí mismas su
simiente sobre la tierra. Y así se hizo.
Haya lumbreras o cuerpos luminosos en el firmamento que distin­
gan el día y la noche, y señalen los tiempos o las estaciones, los días y los
años, a fin de que brillen en el firmamento del cielo y alumbren la tierra.
Y fue hecho así”.

El resto de la historia judeo-occidental-cristiana con sus diferentes


denominaciones es conocida por todos.
La palabra crea mundos. Engendra o aniquila naciones. Da o quita
prosperidad. Nos sume en la paz o en la guerra.
Arrimémonos a nuestra memoria oral sobre Hidalgo.
En el proceso inquisitorial contra él iniciado en 1800 los delatores
dijeron que Hidalgo públicamente había dicho:
Cofradía de Identidades

a). Que Dios no castiga en este mundo con penas temporales.


b). Que un papa, el que haya sido, envío a un concilio en calidad de
legados suyos a dos gañanes del campo.
c). Que el gobierno de la Iglesia está manejado por hombres igno­
rantes.
d). Que santa Teresa era una ilusa porque como se azotaba y ayunaba 53
mucho y no dormía, veía visiones.
La voz

e). Que la fornicación no era un pecado como comúnmente se creía,


C ésar M usalem J op

sino una evacuación natural.


f). Que es libertario.
g). Que no se ha graduado porque la universidad es una cuadrilla de
ignorantes.

Otras voces en el mismo proceso dicen:

a). Que es brillante.


b). Que es aventajado en Sagrada Teología.
c). Que es distinguido en los públicos concursos.

¿Cuál es la importancia de esta referencia? que ninguno de los depo­


nentes les constaba nada, lo sabían por terceras personas en simple trans­
misión oral.
De oídas se sabe que Juan Nepomuceno Almonte, hijo del generalí­
simo José María Morelos y Pavón, debía su apellido a que su abuelo y su
madre eran alertados como todo el vecindario donde vivían, cuando llega­
ban bandas diversas al vecindario. Su abuelo gritaba invariablemente: “el
niño al monte, el niño al monte”.
Y este ser engendrado por un héroe de la Independencia, va a con­
vertirse en un monárquico recalcitrante que figurará en la comisión que
solicitó a Napoleón III el envío de una figura imperial para que gobernara
en México.
Uno de los Ocaranza, pinta un cuadro donde una mujer bella y de
senos opulentos se encuentra hincada ante Juárez. Las consejas orales
Cofradía de Identidades

dicen que era la princesa de Salm Salm y que estuvo a punto de conseguir
que Juárez le perdonara la vida al archiduque Maximiliano de Habsburgo,
pero que en el momento que Juárez le iba a conceder el perdón, Lerdo de
Tejada le grita: “Ahora o nunca señor presidente”.
Cuando la señora Inés Leclerq, nacida en New York, hija de franceses
54 inmigrantes, casada con uno de los miles de príncipes que huían por deudas
La voz

de Europa, y venían buscando el “sueño americano”, llegó a la edad madura

C ésar M usalem J op
escribió sus memorias, en ellas dice: “intenté hincarme ante el presidente
indio, pero éste me tomó férreamente del brazo y me dijo: ‘Señora, si no
lo fusilo, el pueblo me fusila con él’”.
Cierro con un cuento casi leyenda del cual a mí me constan algunos
hechos consignados desde hace sesenta años por los cronistas morelenses.
Algo así como cincuenta recién llegados libaneses provenientes de la
Arabia en guerra permanente, fueron zapatistas, entre ellas María Kuri que
era una de las queridas del “jefe y cien veces jefe” Emiliano Zapata. Esta,
entre las enaguas, pasaba medicinas y municiones para los cuerpos zapa­
tistas rodeados por las tropas federales de Victoriano Huerta. María tenía
un hermano llamado Pepe, y cuando el general Zapata se enteraba que su
hermano Ufemio enloquecido por el “aguardiente”, “el limpio de caña” y
la marihuana cintareaba a la tropa con su machete cañero, lo mandaba a
traer y le decía: “Pepe, pon en orden a ese cabrón”. Con su cuerpo de oso
y sus ojos brillando de energía Pepe sometía con palabras a Ufemio y lo
llevaba fraternalmente a que descansara sobre el petate tendido en alguna
choza.
Pasan los años y un tal Jesús Sotelo Inclán crea un texto llamado:
“Raíz y razón de Zapata”. Los insurrectos ostentosos de las áreas rurales
desde México hasta el Perú, lo tenían como libro de cabecera; y cuando
Sotelo Inclán lo estaba construyendo acudió con dos o tres autobuses de
normalistas y universitarios alumnos suyos al pueblo de Anenecuilco, en
Morelos. De pronto el viejo maestro ve algo por la ventanilla y le ordena al
chofer que pare inmediatamente. Se baja con no más de cuatro o cinco de
los viajeros y se arrima a unos viejos vestidos con ropa de manta, calzados
Cofradía de Identidades

con huaraches de cintas de piel, los saluda y les pregunta a boca jarro:
¿Qué leen? uno de ellos responde: “leemos a diario las noticias de los
árabes, pues la cabrona de María Kuri se lo llevó a vivir a las Arabias y anda
por allá repartiendo la tierra”.
Esa es la fuerza, señores cronistas, de la oralidad que ustedes trans­
forman y transformarán en historia. 55
Gracias, Pedro Ángel Palou “El Viejo” por dejarme usar la voz.
L a I ndependencia nacional y la R evolución M exicana
en S an S alvador el V erde
Título
Autor

Jesús Contreras Hernández


D irector de C ultura y T urismo
C ronista R egional C holula -S an M artín ; C onsejo de la C rónica del E stado de P uebla
El municipio de San Salvador el Verde fue teatro de las operaciones
bélicas en los dos grandes movimientos armados que ha experimentado
México en su integración como nación libre y soberna. Su papel de
agente histórico en el marco de la Historia Patria le tiene asegurado un
sitio de honor en la identidad nacional, estatal y regional.
En el próximo año de 2010 la agenda conmemorativa del Bicente­
nario de la Independencia Nacional 1810-1821 y Centenario de la Re­
volución Mexicana 1910-1920 estará saturada de eventos alusivos. Los
trabajos han comenzado por el ayuntamiento 2005-2011, con la inte­
gración de la Comisión Municipal de Festejos. Las indagatorias históricas
para refrendar su trascendencia están arrojando datos sobresalientes
hasta ahora desconocidos; San Lucas El Grande y la exhacienda de
Chautla han quedado integrados en la Ruta Turística 2010; poco a poco
el ánimo jubiloso tendrá su apoteosis.
En esta ocasión adelantamos algunos datos históricos referentes a
la Independencia Nacional con sucesos acontecidos en territorio del mu­
nicipio y con la participación de personajes locales.
Cofradía de Identidades

El párroco en contra de los insurgentes


Para 1813, el cura de San Salvador el Verde estaba al frente de un
cuartel de patriotas, con un cuerpo de 38 hombres armados. Para sos­
tener su compañía recibía apoyos económicos de hacendados y comer­
ciantes; con los donativos compraba armas y equipos. 57
La independencia nacionaly la R evolución M exicana en S an S alvador el V erde

“En el pueblo de Atzala, el treinta y uno de marzo de este año, de


J esús C ontreras H ernández

mil ochocientos trece, habiendo juntado en el cuartel por citación (sic)


que hize yo D, Bernardo Maria Sánchez de Ibáñez, cura propio de esta
doctrina el gobernador de republica y de mas común de naturales de
este pueblo, y habiéndose hecho saber la estrechísima obligación que
tienen de mostrar su amor y fidelidad al Rey, como también su patriotis­
mo que de ninguna manera podrían cumplir mejor que alistándose en el
real servicio como repetidas acciones se los tengo insinuado ya en lo
publico ya en lo privado” (Archivo Histórico Parroquial de San Martín
Obispo: Correspondencia/ Libro de Gobierno).

La acción de San Salvador el Verde


Octubre de 1815, acción de San Salvador el Verde. Cuando hablamos
de la aproximación del general Morelos con el Congreso para el rumbo
de Tehuacán, dijimos que las divisiones del norte tuvieron orden de en­
tretener al enemigo por las mediciones de Puebla. Esto era para que las
tropas de esta provincia no cargaran sobre la Mixteca e impidiesen la
marcha del señor Morelos. Cumplióse puntualmente con ella, así que a
fines de octubre amenazaron los del norte a Amozoque, y pusieron a
Tepeaca y Puebla en consternación. A la sazón que se obrara de este de
modo por dichos puntos, el coronel Vicente Gómez, ducho en el modo
de hacer la guerra por los bosques de San Salvador el Verde y otros
lugares de la montaña, que conocía a palmos y donde siempre tuvo sus
guardias, hizo una numerosa reunión de partidas de Zacatlán y otros
puntos, y con ella se situó en las alturas de dicho pueblo para llamar la
atención del coronel Márquez Donallo, que conducía un convoy de
Cofradía de Identidades

platas para Veracruz con una división de 700 hombres, un obús y una
pieza de batalla. Efectivamente éste marchó a atacarlo el día 27 de
octubre de 1815 y procuró desalojarlo de la hacienda de Contla, situada
ventajosamente en una eminencia.
Retirado de allí Gómez, se empeñó de nuevo y con bastante ardor
58 a la acción en los puntos de Caracol, Soletero y Campo de San Gregorio,
La independencia nacionaly la R evolución M exicana en S an S alvador el V erde

en los que fueron alternativamente situándose los americanos y defen­

J esús C ontreras H ernández


diéndose a merced de los bosques y quiebras con notables desventajas,
pues en ellos no podía obrar la única arma que llevaban, que era la ca­
ballería. Márquez los atacó con partidas de guerrilla de infantería que les
daban muchísima ventaja. A pesar de esto y de que con el obús logró
desalojarlos de los bosques donde se emboscaron le hicieron no pocos
daños. Finalmente los americanos se situaron en un picacho cerca de una
legua donde comenzó la acción, y Márquez no osó marchar a atacarlos
con achaque de que se acercaba la noche y su tropa estaba fatigada, pero
ellos le sorprendieron en la misma noche por la retaguardia cerca del
pueblo de San Gregorio. Al día siguiente entró Márquez a San Martín
Texmelucan.
Octubre de 1815. Luego llegó al campo el coronel Márquez
Donallo, que venía de Perote con la división de su mando. Había tenido
este jefe un reencuentro bastante empeñado con los insurgentes capita­
neados por Vicente Gómez en las inmediaciones de San Salvador El
Verde, hallábase en San Martín escoltando un convoy de dinero que
conducía a Jalapa, cuando se le dio aviso de que varias partidas de Zacat­
lán y otros puntos, ocupaban las alturas cercanas a San Salvador, con lo
que salió a atacarlos el 27 de octubre con quinientos infantes y ochenta
caballos. Habiéndolas despojado de la hacienda de Contla, las fue si­
guiendo de una en otra posición hasta un picacho distante una legua de
la primera en cuyo ataque no creyó prudente empeñarse por estar fati­
gada la tropa y próxima a anochecer. Al volver a San Martín Texmelucan
fue atacada su retaguardia cerca del pueblo de San Gregorio por una
partida que lo había seguido y que fue fácilmente rechazada.
Cofradía de Identidades

59
El valle de S anta I sabel : un ejemplo de despojo
en la provincia de T epeaca , en el siglo XVII
Título
Autor

Augusto Ramón González


C ronista de T epatlaxco
La región de Tepeaca, ubicada en el altiplano poblano-tlaxcalteca, fue de
mucha importancia durante la época virreinal, principalmente durante los
siglos xvi y xvii, para la producción de granos y el desarrollo de ganado
mayor y menor. La zona del monte Matlalcueye, hoy conocido como la
Malintzi o Malinche, es muy rica en maderas y fue la única fuente de agua
para el abastecimiento de la región y principalmente para la ciudad de
Tepeaca, que gozaba de una posición privilegiada entre el resto de los
pueblos del valle. En las faldas de dicha montaña se encuentra lo que anti­
guamente se conoció como el valle de Santa Isabel. El siglo xvii, fue de
suma relevancia para la zona del valle de Santa Isabel, ya que en ese
periodo se establecieron la mayor parte de las haciendas que prevalecieron
hasta las décadas de 1920 y 1930.
Además, la zona del valle de Santa Isabel ha sido de mucha relevan­
cia para el desarrollo económico de la zona, y más aún en la época virrei­
nal, pues desde la segunda mitad del siglo xvi se construyó el camino que
comunicaba la ciudad de Puebla con la venta de Cáceres, y de ahí con el
puerto de Veracruz, en la cual los habitantes del valle tuvieron que contri­
buir con su mano de obra. Por otro lado, la zona fue una de las que más
Cofradía de Identidades

granos producía en el siglo xvi, y se le llegó a considerar como el granero


de la Nueva España en el siglo xvii, junto con el vecino del norte, el valle
de Ozumba, y el de Atilxco, en la zona poniente.
Otro punto no menos importante fueron las materias primas con que
cuenta el valle de Santa Isabel ya que, por su ubicación en las faldas del
Matlalcueye, da las condiciones necesarias para producir pinos, encinos y 61
El valle de S anta I sabel : un ejemplo de despojo
en la provincia de T epeaca , en el siglo XVII

robles, que fueron, y siguen siendo, de gran utilidad para la construcción


A ugusto R amón G onzález

de casas, carretas, y demás productos de vasto empleo comercial y domés­


tico. La explotación del maguey fue también de suma importancia en la
región, debido a la comercialización del pulque, y que en la actualidad
sigue siendo un elemento más de beneficio económico. Estos productos,
en una zona con un clima relativamente seco como es la zona de Tepeaca,
se convierten en indispensables y preciados. Cabe destacar que en el
monte del Matlalcueye se ubica el manantial que abastecía a la ciudad de
Tepeaca, para cuyo aprovechamiento los franciscanos construyeron, en la
década de 1550, un acueducto de casi treinta kilómetros de longitud, y
que los naturales del valle de Santa Isabel tenían el encargo de cuidar y
reparar por parte de las autoridades de Tepeaca.
Sin duda, el control del agua resultaba un factor primordial para el
dominio de la zona; esto, complementado con la posesión de la tierra y sus
recursos, despertó entre las distintas comunidades que poblaban el valle
un interés especial por la posesión de tales elementos, lo cual suscitó nu­
merosas disputas.

El valle de Santa Isabel


Los datos sobre los límites de dicho valle no son precisos, pero puede
aproximarse a la zona comprendida por los actuales municipios de Tepat­
laxco y Acajete, este último con sus respectivas juntas auxiliares, como
son: Tepetzala, Tepulco, Tlaxco, Nenetzintla, La Magdalena y Tlacamilco,
que juntos formaron el antiguo valle de Santa Isabel; además de lo anterior
de contemplase a la ciudad de Tepeaca, debido a la importancia que tenía
sobre los procesos del valle y su papel rector sobre los pueblos.
Cofradía de Identidades

Marco general
La tenencia de la tierra, durante el periodo virreinal, era un símbolo de
poder y riqueza. Es por ello que muchos españoles se disputaron, junto
con los habitantes de los pueblos y los caciques de Tepeaca, el derecho de
62 ser beneficiarios de las tierras del valle de Santa Isabel. Por un lado, los
El valle de S anta I sabel : U n ejemplo de despojo
en la provincia de T epeaca , en el siglo XVII

españoles se justificaban por el hecho de ser peninsulares y tener el derecho

A ugusto R amón G onzález


de adjudicarse las tierras ociosas para la introducción de ganado. Por la
parte nativa existen dos vertientes: la primera se encuentra representada
por los caciques principales que, por ser poseedores de la tradición pre­
hispánica, obtuvieron de la corona respeto a su jerarquía y sus tlahtocayo;
el segundo son los naturales de los pueblos pertenecientes a los tlahtoca­
yo, que por habitar las tierras desde tiempos inmemoriales, sintieron el
derecho de disfrutar dicha posesión.
Los actores que protagonizaron dicha disputa, fueron, por una parte,
españoles que radicaban en las ciudades de Tepeaca y Puebla, y que prin­
cipalmente desempeñaban algún cargo público o eclesiástico, tales como
escribanos o presbíteros.
Por el lado de los naturales, se puede apreciar que intervinieron los
caciques de Tepeaca y los naturales del valle de Santa Isabel. Cada una de
las partes respaldaba sus alegatos con los recursos con los que contaba:
los nativos, por ejemplo, presentaban sus títulos primordiales, y los caci­
ques mostraban sus cédulas reales, otorgadas por autoridades virreinales.
En tanto, por el lado de los españoles, las pruebas se basaban en manifes­
tar que ellos habían comprado la tierra en disputa a los caciques de
Tepeaca. Es decir, cada una de las partes justificaba sus acciones por un
medio en cierto modo legal.
En este proceso cabe destacar la figura fundamental de la cacica doña
María de la Cruz, pues fue quien sustento el cacicazgo más importante de
la región y el que más influencia irradió en el valle de Santa Isabel.
Para explicar el cacicazgo de María de la Cruz, principalmente la
manera en que la autoridad se centró en dicha indígena, y cómo posterior­
Cofradía de Identidades

mente cayó en manos de un español, quien va a ser el artífice de la disgre­


gación de uno de los cacicazgos más grandes e importantes de toda la
región, es conveniente insertar la siguiente cita:

El caso mejor documentado hasta ahora es el de los bienes del cacicazgo de


don Luis de Guzmán, descendiente de Chichtli, tlahtoani que fuera de Te­ 63
El valle de S anta I sabel : un ejemplo de despojo
en la provincia de T epeaca , en el siglo XVII

peyacac a finales del siglo xiv y principios del xv. La sucesora del “cacicaz­
A ugusto R amón G onzález

go” en la segunda mitad del siglo xvi, doña Isabel de Guzmán, lo legó a su
muerte a uno de sus hijos, Francisco de Guzmán. Francisco se casó con
doña María de la Cruz, una cacica secundona1 de Tepeaca, y con ella tuvo
un solo hijo, don Sebastián de Guzmán, quien sucedió en el señorío siendo
niño. Al morir éste ab intestato, muy joven, la madre se convierte en la he­
redera; se une en matrimonio con Álvaro Pérez de Navia, español, y dos
años después, al momento de disponer su testamento, lo nombra su princi­
pal legatario. […]

En su última voluntad, Álvaro Pérez dejó por heredero universal a


Juan Alonso de Soto, su apoderado español, haciendo caso omiso de dos
hijos naturales que Maria de la Cruz había procreado después de muerto
su primer marido, y quienes nombrara en su testamento coherederos de
Pérez2.
Los dos hijos herederos de María de la Cruz fueron Pedro de la Cruz
y Juan de la Cruz; el primero de éstos, en su testamento, dejó como su
apoderado al ya mencionado Juan Alonso de Soto. Años después, en
1632, Juan de la Cruz reclamó a Alonso de Soto lo que le correspondía
de la herencia dejada por su madre, pero ésta ya estaba casi en su totalidad
disgregada, pues entre las ventas hechas cuando María de la Cruz vivía y
las realizadas por Juan Alonso de Soto, el cacicazgo se había reducido
drásticamente.

Tácticas utilizadas por los españoles para


adjudicarse las tierras
Cofradía de Identidades

Buena parte de las tierras seleccionadas por los españoles para ocupar
se encontraban despobladas, denominándose tierras baldías o tierras de

1. María de la Cruz fue hija de don Diego de la Cruz y Barbola de Aquino.


2. Hildeberto Martínez, Codiciaban la tierra: el despojo agrario en los señoríos de Teca­
64 machalco y Quecholac (Puebla, 1520-1650). México, 1994, p. 144.
El valle de S anta I sabel : U n ejemplo de despojo
en la provincia de T epeaca , en el siglo XVII

nadie, aunque el hecho de que estuvieran despobladas no significaba

A ugusto R amón G onzález


que no tuvieran dueño, pues muchas de ellas “proporcionaban a los
indios una gran variedad de recursos naturales que obtenían mediante la
recolección, la pesca y la caza, actividades que en la vida cotidiana de los
pueblos de indios tenían un enorme valor3”. Los indios, para no ser des­
pojados de sus tierras, de la noche a la mañana fundaron muchos pueblos
en las partes en que los españoles pensaban ocupar, pero éstos recurrie­
ron, entre otras medidas, a la congregación de los indios y al reparti­
miento o trabajo forzado, con el fin de controlar el tributo y de paso
evangelizar a los indios.

La congregación de Santa Isabel


Durante la segunda mitad del siglo xvi se puso en marcha el proceso de
congregación, que en líneas generales, consistía en reducir a los pueblos
de indios con el fin de poder mejorar la recaudación tributaria y a la vez
evan­gelizar dichos pueblos. Sin embargo, si se les analiza desde otra pers­
pectiva, como su nombre mismo lo indica, la reducción de los pue­blos
de indios, es decir, si en un lugar existían varios pueblos con unas cuantas
casas, ahora sólo existirá uno solo con muchas más casas, y los espacios
desalojados podrían ser considerados como tierras de nadie, libres al fin
para poder ser poseídos por los españoles; por lo tanto, el programa de
congregaciones ofrecía la oportunidad para que los colonizadores recla­
maran las tierras ocupadas por los indios con la argucia de que ni las
cultivaban ni las requerían. El tema de las congregaciones fue fundamen­
tal en el desarrollo de la propiedad de la tierra en el valle de Santa Isabel,
pues fue el pueblo de Santa Isabel Xaltelulco elegido como congrega­
Cofradía de Identidades

ción hacia finales del siglo xvi.

3. Ibidem, p. 80.
65
El valle de S anta I sabel : un ejemplo de despojo
en la provincia de T epeaca , en el siglo XVII

El repartimiento o trabajo forzado


A ugusto R amón G onzález

Tras la fundación de la ciudad de Puebla, la influencia de los comercian­


tes poblanos provocó que se construyera un ramal del camino México-
Veracruz que partía de Cáceres (actualmente Oriental), pasando por No­
palucan, y Amozoc, para de este punto dirigirse a la ciudad de Puebla.
La realización de este tipo de obras requirió una basta mano de obra,
principalmente indígena, para lo cual la autoridad colonial creó una insti­
tución llamada repartimiento o cuatequil4.
Para la construcción del camino, la participación de la mano de obra
de toda la región circunvecina fue de mucha importancia. Así lo manifiesta
los Anales de Tepeaca:

(¿1579?) Ahora, en el nombre de Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu


Santo, [a] estas tres personas, se le hace saber que se hizo la congregación
en todas partes del Anáhuac, reunidos por el juez Primero empezó en Santa
Isabel Xaltilolco, Citlaltepetl, para el camino de Castilla. Cuando el juez los
reunió levantó una horca de madera, con ella asustó a los peones para que
no regresaran sus casas; unos vinieron de San Juan, otros vinieron de Santo
San Martín, San Miguel, San Bernardino, Santa Cruz, Santa María Ne­
netzintla, San Sebastián Tepatlachico, San Rafael Quahitla, San José Cuau­
htla; todos se reunieron en Santa Isabel; y los sacerdotes eran franciscanos,
Fray Diego de Almonte maestro, y Fray Diego Cordero hizo la congrega­
ción5.

4. El cuatequil o repartimiento fue una institución laboral transitoria por la que se resta­
bleció el trabajo forzoso, pero remunerado de todos los indios a favor de un número
Cofradía de Identidades

extenso de empleadores, por tiempo limitado de una manera rotativa y bajo la super­
visión de los oficiales reales, siendo las obras públicas una de las más grandes recep­
toras de mano de obra indígena, pues desde la época prehispánica los indios estaban
acostumbrados a ser movilizados para trabajar en obras de beneficio colectivo. Vid.
Francisco R. Calderón, Historia económica de la Nueva España en tiempos de los
Austrias, México, 2005, pp. 238-239.
5. María Teresa Sepúlveda, Anales mexicanos: Puebla, Tepeaca, Cholula, colección
66 antigua 229, México, 1992, pp. 53.
El valle de S anta I sabel : U n ejemplo de despojo
en la provincia de T epeaca , en el siglo XVII

Santa Isabel resultó ser, en ese momento, un lugar de mucha impor­

A ugusto R amón G onzález


tancia para la región, pues fue ahí donde se juntó a la mayoría de los natu­
rales de la región, quienes debían prestar sus servicios en la construcción
del camino que uniría a la ciudad de Puebla con el puerto de Veracruz, e
incluso, para asegurarse de que no regresaran a sus casas, se colocó una
horca en el lugar, anunciando el posible castigo que sería aplicado a quienes
desobedecieran el mandato.

Un ejemplo de despojo de la tierra:


el caso Luis Cansino de Rioja
Los bastos recursos naturales con los que contaba el monte de la Malin­
che en el siglo xvi despertaron los intereses de muchos españoles resi­
dentes de Tepeaca o de la ciudad de Puebla6, quienes aprovecharon las
políticas existentes para apropiárselas, como en efecto lo hicieron muchos
de ellos, entre los que destaca Luis Cansino de Rioja.
Para comenzar, conviene anotar algunos puntos importantes sobre la
vida y oficio de Luis Cansino de Rioja, datos que se manifiestan en su tes­
tamento:

Yo, Luis Cansino de Rioja, escribano real público y de cabildo de esta pro­
vincia de Tepeaca, su partido y jurisdicción, por el rey nuestro señor; hijo
legítimo de Luis Cansino Iñiguez y de doña Francisca de Rioja, su mujer,
difuntos, vecinos que fueron de la ciudad de Sevilla de los reinos de Castilla,
de donde soy natural, y el dicho mi padre de la ciudad de Carmona, pobla­
dor y ganador de ella, y al presente soy vecino de esta dicha ciudad de
Tepeaca de la Nueva España7.
Cofradía de Identidades

6. La fundación de la ciudad de los Ángeles (Puebla) se realizó en el año de 1531.


Debido a su ubicación, muy cercana al monte de la Malinche, sus habitantes, españo­
les en su mayoría, buscaron establecer sus ganados y tierras de cultivo precisamente
en ese monte y sus alrededores.
7. “Testamento de Luis Cansino de Rioja”, 28 de febrero de 1656, agnp pt, paq. 11,
exp. 4, f. 27. 67
El valle de S anta I sabel : un ejemplo de despojo
en la provincia de T epeaca , en el siglo XVII

Como puede verse, la posición de Luis Cansino dentro del gobierno


A ugusto R amón G onzález

provincial de Tepeaca, donde ocupaba las plazas de escribano real y de


cabildo, le permitieron con facilidad adjudicarse una gran parte de las
tierras en el valle, para así formar la hacienda de San Sebastián, misma que
manifiesta como parte de sus bienes en su testamento.

Declaro por mis bienes una hacienda de labor nombrada San Sebastián y
valle de Santa Isabel de esta jurisdicción, con doce caballerías8 de tierra
poco más o menos. [Posee] casas de vivienda de altos y bajos, trojes, corra­
les y con setenta bueyes y cuarenta mulas de recua y arada y otros ganados
ovejunos y de cerda, que está a cargo de Pedro de Aguilar, mayordomo de
quien tengo mucha satisfacción y confianza, al cual le pido y suplico admi­
nistre la dicha hacienda como hasta aquí lo ha hecho9.

En la actualidad, se conoce lo que en esa época fue la hacienda de


Sebastián, como la exhacienda de Cansino, localizada en la parte sur del
municipio de Tepatlaxco de Hidalgo.
Doce caballerías componían la hacienda de San Sebastián, propiedad
de Luis Cansino; empero, ¿cómo adquirió dichas tierras? Para poder aclarar
este punto, debe recurrirse a los autos y diligencias que manifestó uno de
sus descendientes en el año de 1710, sobre la composición10 de la hacien­
da de San Sebastián.
Para 1710, la extensión de la hacienda había aumentado a dieciocho
caballerías, es decir, los herederos de Luis Cansino se posesionaron de seis
Cofradía de Identidades

8. El área total en hectáreas sería de: 513.543732, ya que una caballería equivale a
42.795311 hectáreas.
9. Testamento de Luis Cansino de Rioja. Loc. cit., f. 30.
10 . La composición, a grandes rasgos, era el proceso por el cual un sujeto decidía pagar
a la Corona una suma, a través de la cual “regularizaba” la posesión ejercida sobre
tierras adquiridas de modo no siempre legal.
68
El valle de S anta I sabel : U n ejemplo de despojo
en la provincia de T epeaca , en el siglo XVII

caballerías más. “Consta y parece que la hacienda nombrada San Sebastián

A ugusto R amón G onzález


en la doctrina de Acajete se compone de dieciocho caballerías de tie­
rras11.”
De las dieciocho caballerías, seis eran parte de la merced concedida
a los naturales de la ciudad de Tepeaca por el virrey conde de Monterrey
en el año de 159712, pero las vendieron a Luis Cansino de Riojas, quien
tomó posesión de ellas el 26 de octubre de 1647. Otras dos caballerías
fueron vendidas a Luis Cansino por María Jacoba, vecina de la ciudad de
Tepeaca, el 25 de junio de 1647. Por último, las diez caballerías restantes
las obtuvo Cansino a través del remate que se efectuó a las tierras de
Diego García Caballero, tras la ejecutoria emitida por la Real Audiencia de
México, debido a la demanda interpuesta por los herederos de doña María
de la Cruz, pues Juan Alonso de Soto, apoderado de Álvaro Pérez (el
segundo marido de María de la Cruz), vendió dichas diez caballerías a
Diego García el día 18 de febrero de 1632, siendo la fecha del remate el
5 de octubre de 167313. En total suman las dieciocho caballerías de
tierra.
Lo cierto es que, para el año de 1647, las dieciocho caballerías de
tierra ya se encontraban en manos de españoles; empero, lo que contrasta
es que, según refiere el testamento de Luis Cansino, fechado el 28 de
febrero de 1656, la hacienda de San Sebastián se componía de doce ca­
ballerías, aunque para esa fecha Cansino sólo había tomado posesión de
por lo menos ocho caballerías, y no de doce como manifestaba, ya que las
otras diez caballerías se incorporarían a la hacienda hasta el año de 1673,
Cofradía de Identidades

11.“Autos y diligencias sobre la manifestación de la hacienda de labor nombrada San


Sebastián”. 22 de noviembre de 1709, Biblioteca Nacional de México, Tenencia de la
Tierra de Puebla, Caja 42, exp. 1207, fs. 1v. 12. Vid., “Merced a los indios y comu­
nidad de la ciudad de Tepeaca de dos sitios de estancia”. AGNM, Mercedes, Vol. 22,
f. 313v.
13. “Autos y diligencias sobre la manifestación de la hacienda de labor nombrada San
Sebastián”. Loc. cit., fs. 2 – 2v.
69
El valle de S anta I sabel : un ejemplo de despojo
en la provincia de T epeaca , en el siglo XVII

cuando muy probablemente el testador ya había fallecido. En resumen, los


A ugusto R amón G onzález

documentos con que se intenta comprobar la posesión de las tierras que


conformaron la hacienda de San Sebastián muestran muchas incongruen­
cias14, y eso sirve para mostrar cómo los españoles hicieron uso de nume­
rosas herramientas poco honestas para justificar el despojo que habían
realizado a los pueblos indígenas, hecho que no era raro para esa época ni
mucho menos para Luis Cansino y sus descendientes: “En su tiempo Luis
Cansino de Rioja echó fama de usurpador en la zona, y a finales del siglo
XVII sus herederos querían seguir su ejemplo15.”

Otros casos de despojo


Es difícil tener la idea exacta sobre la extensión total de la posesión de
cada hacendado o naturales, debido a que la información con la que
cuento no basta para satisfacer ese objetivo, aun realizando una búsque­
da completa en los archivos tanto nacionales como municipales, además
de que este tipo de información muchas veces el interesado pone de más
o de menos al tratar de justificar sus bienes, pero creo que con la infor­
mación con la que cuento puedo dar una idea clara sobre el proceso de
la transformación de la tenencia de la tierra.
Cofradía de Identidades

14. A las cuales puede agregarse que la merced hecha a los naturales y a la comunidad
de Tepeaca se ubica en la parte en donde se encuentran los cerros del Temazcal y el
Pinal, es decir, la ubicación de las seis caballerías y la hacienda de San Sebastián son
muy distintas.
15. Hildeberto Martínez, Codiciaban la tierra, op. cit., p. 158.
70
El valle de S anta I sabel : U n ejemplo de despojo
en la provincia de T epeaca , en el siglo XVII

Bibliografía

A ugusto R amón G onzález


Calderón, Francisco R., Historia económica de la Nueva España en tiempos
de los Austrias. 3ª reimpresión, México, Fondo de Cultura Económi­
ca, 2005. (Sección de Obras de Economía, serie Economía Latinoa­
mericana.)
Martínez, Hildeberto, Codiciaban la tierra: el despojo agrario en los seño­
ríos de Tecamachalco y Quecholac (Puebla, 1520-1650). México,
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología
Social, 1994.
Sepúlveda, María Teresa, Anales mexicanos: Puebla, Tepeaca, Cholula, co­
lección antigua 229. México, Instituto Nacional de Antropología e
Historia, 1992.

Archivos consultados

Archivo General de la Nación, México (agnm), Mercedes.


Archivo General de Notarías de Puebla (agnp), Protocolo Tepeaca (pt).
Biblioteca Nacional de México (bnm), Fondo Tenencia de la Tierra de
Puebla.

Cofradía de Identidades

71
H istoria de Z acatlán
H orizonte P reclásico ( de 1800 a 100 años A. de C.)

Sergio Ramos González


C ronista oficial de la ciudad de Z acatlán
Entramos a un momento interesante en el conocimiento de nuestra historia
regional. Es aquí, precisamente, donde empezaremos a rastrear los oríge­
nes del pasado remoto de los pobladores de lo que sería más tarde lo que
hoy llamamos Zacatlán.
Saber quiénes fueron, de dónde vinieron, quiénes los empujaron a
llegar hasta aquí, qué influencias recibieron, por qué se quedaron en esta
región, cómo se desarrollaron posteriormente, son una de las metas de
es­te trabajo de investigación. Es posible que erremos en nuestras aprecia­
ciones, pero la búsqueda del conocimiento de nuestro pasado es esencial
para saber hacia dónde vamos.
Así pues, se sabe que la cultura preclásica tuvo un área de difusión
que abarcó desde el estado de Zacatecas hasta El Salvador y Honduras, sin
precisarse dónde nació, o de qué lugar partió hacia los demás puntos; o si
fueron varios los lugares en los que hizo su aparición. Otros autores dicen
que esta nueva etapa cultural de tipo aldeano se desparramó en la región
del Altiplano Central en lo que ahora son los estados de México, Morelos,
Puebla y Tlaxcala, y que sirvieron de antecedente a las grandes civilizacio­
nes clásicas que ocuparían su lugar.
Cofradía de Identidades

Dicen los especialistas en la materia que el hombre de este tiempo se


propuso mejorar sus cultivos y que lo logró a base de grandes esfuerzos
basados en la observación constante de lo que estaba haciendo. Mejora­
ron el maíz al lograr un aumento en su tamaño y acrecentar el número de
granos de la mazorca en base al cruzamiento entre los distintos tipos de
este grano. 73
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas

Ante todo esto, mejoró la producción de alimentos. Esto derivó en


S ergio R amos G onzález

una concentración de la población que aún seguía en bandas nómadas,


aprendiendo lo suficiente para vivir en sociedad y ayudarse mutuamente en
las diversas labores que iban creando.
Pero sucedía que, cuando escaseaban las zonas o tierras de cultivo
en algún lugar, los grupos, que para entonces ya habían aumentado su
población, se iban por todos los rumbos de Mesoamérica buscando tierras
fértiles para establecerse. Llevaban consigo, por supuesto, el conocimiento
de una agricultura en albores y que se basaba, como sabemos ya, en el
cultivo del maíz, del frijol, la calabaza, el chile y de otras plantas, aparte de
que conocían, claro está, la fabricación y uso de la cerámica, la construc­
ción de viviendas y el agruparse en aldeas donde había una especie de
autoridades o instituciones sociales; además del uso del telar para confec­
cionarse ropas, profesionalidad de ocupaciones y el intercambio de pro­
ductos, utilización de la piedra bajo diversas técnicas, el modelado de fi­
gurillas femeninas en arcilla, un incipiente culto a los muertos que les
permitía cierta forma de religión y que los llevaría más adelante al levanta­
miento de centros ceremoniales.
En el Preclásico llegan grandes bandas de nómadas, posiblemente de
olmecas, que invaden Zacatlán. Con ello, se encuentran que en ellas exis­
tían ya grupos en un estado aún atrasado a como se encontraban los recién
llegados. Es de suponerse que se integraron a ellos, absorbiéndolos de tal
manera que les impusieron sus costumbres. Debe creerse que ante esta
aculturación los primeros habitantes sufrieron la transformación de su
modo de vida, o que se encontraron de tal forma ya influenciados anterior­
mente que fue para ellos fácil adaptarse a los nuevos sistemas que les traían
Cofradía de Identidades

los invasores. Ante todo esto, mejoraron sus cultivos de calabaza, chile,
frijol, maíz y otras plantas, haciendo para su consumo metates y metlapiles
mejor elaborados, que ponen de manifiesto el conocimiento que tenían
sobre la agricultura.
De esta forma, completaron su alimentación con carne que obtenían
74 de diversas maneras: engordando perros domésticos o cazando venados,
conejos, aves y algunos otros, como lo hacían ya anteriormente.
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas

Aprenden también, la manera de construir chozas con barro, paja y


Título
Autor

S ergio R amos G onzález


troncos, agrupándolas en aldeas.
Se les enseña a mejorar su cerámica con diversas formas para cocinar,
comer y almacenar alimentos, desde jarras simples y toscas de paredes
gruesas hasta la forma más fina y que reservaban para enterrarla con sus
muertos: ollitas, vasijas, cajetes, platos.
Algo interesante que todo zacateco ha encontrado alguna vez en su
vida, son los pequeños objetos fabricados, resaltando las pequeñitas figuras
de barro. En el centro ceremonial de Atmatla, se hallan muchas de éstas
que representan en su gran mayoría a mujeres. La razón de que se han
encontrado principalmente en este lugar no se conoce, pero podemos
notar una diferencia. Sólo en este centro existen a lo largo y ancho, mien­
tras que en los poblados cercanos se hallan exclusivamente restos de
vasijas, ollas, platos, enterramientos, esculturas de piedra de 30 centíme­
tros de altura en adelante, nunca figurillas.
En conclusión, debe tratarse seguramente de amuletos que se utili­
zaban durante los ritos de fecundidad, pues, repetimos, se encuentran
des­parramadas por todo el campo en el centro ceremonial, considerado
como lugar sagrado por sus habitantes. Algún autor dice que puede tra­
tarse de dioses “penates” como se usaban en la antigua Roma y que se
conservaban en las chozas, siendo a veces enterradas con los muertos.
Pero debemos también saber que estas figuras no representan dioses
bien trazados, con atributos fijos, como sucedería posteriormente. Las fi­
gurillas son pequeñas, por lo regular sólidas, hechas a mano. Fueron reali­
zadas con la técnica del pastillaje, que consistía en que los rasgos y los
ornamentos se lograban por medio de tiras o bolitas de barro adicionales.
Cofradía de Identidades

Luego, con un palito, horadaban o ahondaban en la arcilla fresca para


indicar los ojos, la nariz, la boca u otro elemento. Generalmente están
desnudas, algunas llevan un collar, otras más un taparrabo o enagua.
Algunas están adornadas con pulseras y orejeras. En el museo de la Cultura
de Zacatlán, se pueden observar muchas figuritas de esta especie y no se
encuentran dos con la misma expresión en el rostro ni con tocado pareci­ 75
do. Además, hay silbatos, flautas y otros objetos de un estilo similar.
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas

En las tumbas encontradas en Cuautiliulco, Zacacingo o Eloxochitlán


S ergio R amos G onzález

recientemente observamos que los difuntos eran colocados simplemente


en fosas, sin orientación fija, ni posición determinadas. A veces están acos­
tadas boca arriba, boca abajo, de lado o con las rodillas dobladas sobre el
pecho. Les colocaban sus utensilios diarios. En las que se encontraron a su
lado estaban un metate con su rodillo, vasijas, ollas, platos, etcétera, cuyo
contenido posiblemente fue de flores o comida que el paso del tiempo
convirtió en polvo. Es posible que al muerto le acompañaran, aparte de los
objetos señalados, huesos de animales, perros y otras muchas cosas de lo
que se lamenta que no haya quedado rastro alguno para determinar lo que
fue. Dicen los especialistas que lo natural era que a los cadáveres los en­
volvieran en petates en posición extendida y fueran enterrados con ofren­
das pobres y escasas, consistentes en objetos de uso personal, figurillas de
barro y vasijas con alimentos para facilitar el viaje del muerto a la otra vida,
suponiendo que creyeran en la existencia de una segunda vida. Los cadá­
veres eran enterrados en la casa, en las inmediaciones o cerca de los
templos. En Zacacingo o Eloxochitlán se halló un esqueleto cerca de un
posible templo, ahora ya derruido, mientras que otros se encontraron en
lo que posiblemente fue una casa.
Estos detalles nos indican claramente la existencia de un rito mortuo­
rio, y por ende, la creencia en algo más allá. Este culto, así como esas fi­
gurillas de las que hemos hablado deben ser datos concretos sobre una
religión incipiente, por muy sencilla que esta fuera, y que por ende, llevara
más tarde a la construcción de un centro ceremonial. Sobre esta idea del
centro, hablaremos más adelante.
También es difícil imaginar cuál haya sido el tipo de organización fa­
Cofradía de Identidades

miliar, social o política en este horizonte, pero es probable que su vida haya
sido parecida a la de otros pueblos que en una etapa de evolución cultural
muy similar se conservaran vivos hasta le época histórica. Esta idea debe
aplicarse con prudencia.
Los antiguos habitantes zacatecos se encontraban reunidos con las
76 influencias recibidas, entonces, en pequeñísimas aldeas con una organiza­
ción muy abierta que debemos de pensar en una especie de democracia en
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas

pañales. No hay nada que indique que hubiera diferencias de clase. Sin
Título
Autor

S ergio R amos G onzález


embargo, es posible señalar un principio de división del trabajo. La cerá­
mica, por ejemplo, nos obliga a pensar en la existencia de trabajadores
especializados, pero es posible que no todo el tiempo lo ocuparan para
ello. Hay que acotar, además, que la cerámica no era fabricada por cual­
quier miembro de la comunidad, sino por algunos inclinados por aptitud
natural que ya dominaban la técnica de su elaboración, misma que apren­
diera de maestros llegados de más allá de los dominios en los cuales se
encontraban en aquel instante.
Otra explicación es que eran ceramistas profesionales errantes. Si­
guiendo esta idea, se trataba de profesionales que andaban de pueblo en
pueblo, como aún hoy en la actualidad, fabricando en cada uno la cantidad
de piezas que pudieran “colocar en el mercado”, para después irse a otra
aldea y regresar posteriormente en un círculo periódico de intercambio de
todo tipo de cosas e información.
Esto lleva a suponer la posibilidad de parte de los “compradores” de
disponer de un excedente de producción para trocarlo contra piezas de ce­
rámica manufacturadas. Por eso esa disparidad de estilos hallados tanto en
el centro ceremonial como en otros lugares de Zacatlán, donde entre toda
esta pedacería burda y tosca, se han encontrado otras de fino acabado.

La influencia olmeca
Todo esto que hemos visto anteriormente, se debió a la posible influen­
cia de ciertos grupos pertenecientes a la llamada primera civilización
mexicana: la olmeca y que se desarrolló entre el río Grijalba y el río Pa­
paloapan, entre 1500 y 88 a. C. Sus principales centros fueron La Venta,
Cofradía de Identidades

en Tabasco, Tres Zapotes y San Lorenzo en Veracruz, su influencia se


extendió por todo Mesoamérica.
En Zacatlán, tanto en el museo de la Casa de la Cultura como en
colecciones particulares, se pueden ver figurillas de tipo olmeca que indican
que hubo contacto con las aldeas de los semisedentarios que se encontra­
ban en el área de lo que es hoy la ciudad de Zacatlán. Algunos historiado­ 77
res y arqueólogos afirman que a este pueblo se le debe llamar “Cultura
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas

Madre”, ya que influyó no sólo en Mesoamérica si no que llegó hasta


S ergio R amos G onzález

América Central. En su ámbito se logró la domesticación del maíz y se


inventó el calendario. En esa cultura se conoció el sistema numeral de
puntos y barras, que fuera utilizado después por otros pueblos influencia­
dos, entre ellos el de Zacatlán. Como ejemplo, basta mencionar que un
plato hallado hace años en Jicolapa, ahora en manos de particulares, pre­
sentaba estos símbolos.
Los especialistas en la historia antigua de Mesoamérica dicen que a
los olmecas no se les debe llamar así, si no como “Cultura de la Venta”. Y
que los olmecas históricos fueron los que crearon el “estilo olmeca
antiguo”, propio del “Horizonte Preclásico”. Estos dicen, además, que el
centro de difusión del “estilo olmeca” debe buscarse en Cerro de las
Mesas, Tres Zapotes, San Lorenzo Tenochtitlan y La Venta, que compren­
de una región en parte de Veracruz y Tabasco. Sin embargo, ha sido un
problema identificar ese estilo con el pueblo llamado olmeca, y se ha pre­
ferido usar el nombre de “Cultura de la Venta”, como algo más adecuado,
y a los creadores de ese estilo se les debe llamar “olmecas arqueológicos”,
que nada tuvieron que ver con los “olmecas históricos”.
En ese entonces, en el municipio de Zacatlán el número de poblado­
res de las aldeas se iba multiplicando por la llegada de nuevos inmigrantes,
tal vez de paso por ese territorio para diseminarse por el actual estado de
Veracruz. También cabe la posibilidad de que vinieran de Veracruz para
internarse hacia el Altiplano Central, o que arribaran también grupos y que
al sentir el clima, ver los manantiales y comprobar la abundancia de anima­
les de caza menor, decidieron quedarse. Debemos tener presente que
Zacatlán, que antes no tenía este nombre, ese Zacatlán primitivo era tan
Cofradía de Identidades

distinto al que conocemos hoy en día. Antes había grandes bosques, ex­
tensos y siempre verdes y llenos de aves parlanchinas y animales. Ésta y
otras fueron condiciones que seguramente favorecieron la concentración
de bandas de personas en la región que hoy comprende la ciudad de
Zacatlán y sus barrios.
78 En estas condiciones las encontraron los olmecas que provenían de
La Venta y que se iban diseminando por los amplios panoramas naturales
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas

que formaban Mesoamérica a finales casi del Preclásico Superior. Los ha­
Título
Autor

S ergio R amos G onzález


bitantes de los alrededores del área mencionada líneas arriba llevaban una
vida tranquila, casi primitiva. El contacto con tribus errantes apenas si
había modificado su forma de vida y sus costumbres.
El trato con los olmecas, un pueblo de cultura superior, los hizo salir
de su letargo de siglos. Aprendieron cosas que desconocían o que sólo
necesitaban perfeccionar para ser más útiles como sus instrumentos de
trabajo. Como se recordará, estos grupos ya habían tenido anteriormente
contacto con otras tribus errabundas.
Al llegar los olmecas a estas tierras es más factible creer que no hayan
dejado más que leves influencias de su cultura y que fundaran, en lo que
hoy es San Pedro Atmatla, una primera colonia de avanzada. Como se ha
dicho repetidamente, al mezclarse con los nativos originales que les habían
antecedido y que no tenían mayor conocimiento de ellos, dieron nuevas
formas de organización, transformaron radicalmente sus costumbres y tra­
diciones. Al evolucionar los primeros pobladores con los colonialistas
olmecas, desarrollaron con ellos su visión y su quehacer propios.
Una de las evoluciones más marcadas se da con el cambio de sus
costumbres funerarias. Ésta transforma a las sociedades de semibárbaras a
casi civilizadas. El culto que tienen a sus muertos les permitió desarrollar
ideas de un “más allá”, de una segunda oportunidad de vida, de una forma
de religión que los llevaría a construir un centro ceremonial, claro está, bajo
las manos sabias de sus colonizadores olmecas. Éstos habían hecho algo
parecido a los conquistadores españoles: impusieron sus costumbres, tradi­
ciones e ideas religiosas. Lo anterior provocaba que a la postre fueran obli­
gados a huir por nuevas tribus nómadas que llegaban para arrasar con todo.
Cofradía de Identidades

Esto era una costumbre entre aquellas bandas o grupos de salvajes sin
orden ni concierto que sólo buscaban satisfacer sus necesidades básicas.
Este dato de un centro ceremonial es muy importante para conocer
la historia de nuestros primeros orígenes. Este lugar posiblemente surgió
con la primera influencia de los olmecas cuando las aldeas se encontraban
desparramas por aquí y por allá, sin una idea de unificación en un centro, 79
y del que, repetimos, ni siquiera un nombre tenían para identificarse.
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas

Es posible que hayan sido otomíes los primeros habitantes, pues ésta
S ergio R amos G onzález

es una de las razas, a decir de los especialistas, que habitó en toda Meso­
américa primeramente pero que no desarrolló una cultura capaz de afron­
tar las situaciones como sí lo hicieron otros grupos.
Antes de proseguir, veamos qué se entiende como centro ceremo­
nial, de acuerdo con Luis Nava que en su libro Tlaxcala prehispánica nos
dice que debe entenderse que estos sitios olmecas eran ciudades o centros
al estilo maya: un sitio donde habitaban los jefes, sacerdotes y civiles, sus
dependientes directos y algunas otras personas de “confianza”.
Ignacio Bernal en su libro Tenochtitlán en una isla nos refiere que no
se debe pensar en una ciudad como se conocen en la actualidad. Se trata,
en este caso, de un lugar de reunión durante las fiestas o los días de
mercado, y los habitantes que había en los alrededores reconocían a este
centro como su eje de actividad.
G. Barrón de Morán en su libro Historia de México, nos dice que en
el Periodo Clásico la construcción de centros ceremoniales fue planificada
y que dichas edificaciones fueron el signo distintivo de esta época.
Durante los finales del Preclásico Superior que se incrusta por un
corto tiempo en el Clásico, surgen en Zacatlán, como en otras muchas
partes de Mesoamérica, las primeras construcciones con basamentos pira­
midales, y tal vez en nuestra región. Surgieron también los templos, porque
empezaba a existir una especie de religiosidad, que tal vez incipiente, era
ya manifiesta. No sabemos, si al mismo tiempo, surgieron los magos, los
hechiceros y las máscaras a las que daban un sentido mágico, porque
creían que le conferían al portador fuerza y personalidad. Esos magos y
hechiceros presidían los actos rituales, en los que danzaban y tocaban
Cofradía de Identidades

completando una ceremonia. En Zacatlán esto se pone de manifiesto pues


en el centro ceremonial de Atmatla se hallaron flautas y silbatos de barro.
Esta nueva forma de ver las cosas, de comprender los sucesos que
acontecían a su alrededor —como los fenómenos naturales— posible­
mente se debió a la influencia de los colonizadores olmecas. Pero en
80 Zacatlán, la construcción de un eje de reconocimiento no sucedió en esta
época si no en la que seguiría: el Horizonte Clásico.
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas
Título
Autor

S ergio R amos G onzález


Zacatlán recibe fe de bautizo
de los toltecas en 580 d.C.
Cuando en su peregrinación los toltecas salieron de Quiahuiztlán con
rumbo a Zacatlán en el año de 578 (siglo iv), se encontraron con diversos
pueblos a los que iban bautizando con nuevos toponímicos. Su travesía
transcurrió aproximadamente año y medio. En Zacatlán se asentaron por
cerca de un año —el 580 d.C.— para descansar de su larga caminata que
los había traído desde el Golfo. En este lugar bautizaron a la región y a la
cabecera con un nuevo nombre impuesto arbitrariamente, quitando el ori­
ginal totonaco, para llamarla: Zacatlán: lugar de zacate.
Nunca como hasta hoy se había sabido con certeza cuándo y por qué
aconteció la fundación de Zacatlán. En enciclopedias y diccionarios, o aun
consultando Internet y Encarta, hemos encontrado bastantes lagunas en
muchos aspectos que no llenan ni satisfacen una investigación en pleno. El
día 25 de febrero de 1999, tras largas lecturas y reflexiones, los autores
de este capítulo dieron por fin con la fecha que se cree precisa. La crono­
logía en la cual nos basamos la ponemos en manos de nuestros lectores.
A continuación se revisará cómo sucedió este hecho tan importante
para nuestros lares. Es de notarse que no ocurrió como con los aztecas, o
tlaxcaltecas u otros pueblos alucinados y guiados por mitológicas ideas
preconcebidas. La gente que se asentó en Zacatlán era, si se puede decir,
normal y sana. Compartían el medio donde vivían de la manera más pací­
fica posible, intercambiaban saberes y conocimientos, nuevas técnicas de
alfarería y otros menesteres que hacen la vida agradable cuando existe
armonía en el contacto humano y más, cuando sé es de diferente etnia o
grupo poblacional. Esta manera de ver las cosas desde un punto objetivo
Cofradía de Identidades

nos lleva a creer que esta convivencia había llevado a una mezcla de ele­
mentos culturales pero en el que cada grupo seguía conservando sus cos­
tumbres y tradiciones. Esta amalgama de elementos llevó también a un
estilo u orden de vida y que desgraciadamente no podemos comprobar a
la luz de los hechos tangibles, pues no nos queda de ello ni siquiera mo­
81
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas

numentos arquitectónicos, políticos o sociales donde se pueda constar lo


S ergio R amos G onzález

que hasta aquí venimos diciendo.


Estos grupos a los cuales nos estamos refiriendo eran los otomíes y
los nahuas. Dicha penetración se había dado desde muy antiguos tiempos
en la región que dominaban los totonacos. Estos mismos grupos se asegu­
rarían de lanzarlos de casa. Al suceder esto, los elementos culturizantes de
los totonacas se fueron con ellos sin dejar algo que testificara en Zacatlán
que hubo un tiempo en el cual el dominio de aquella etnia era absoluto.
De ahí que no existan elementos lingüísticos, arquitectónicos y escultóri­
cos que den fe de su presencia. Así, se impusieron las nuevas corrientes
dominantes, los chichimecas de Mixcoátl y posteriormente las hordas de
los chichimecas bárbaros de Xólotl, para luego dar paso a la dominación
absoluta de los aztecas.
Los totonacos habían salido de Teotihuacan provocados por las pre­
siones constantes de las tribus nómadas que provenían del norte de Meso­
américa. Habían logrado su objetivo al incendiar a aquella fabulosa ciudad
que pasaría a los mitos de los nuevos pueblos que se iban asentando en la
Cuenca de México. Las etnias ahí asentadas se fueron a otras partes lleván­
dose la cultura teotihuacana. Esto dio lugar al florecimiento a otros tantos
lugares donde se fueron asentando paulatinamente. La diáspora de todos
éstos duró muchos años, provocando con el tiempo el olvido de sus pri­
meros orígenes.
Los totonacos en su nueva peregrinación habían logrado dominios
desde Acaxochitlán en los límites actuales de Puebla e Hidalgo hasta Mix­
quihuacan que comprende ahora a Ahuacatlán, y de aquí hasta Cempoala.
Entonces Zacatlán, en la época de influencia totonaca no se llamaba
Cofradía de Identidades

así, llevaba un toponímico de esta etnia, y el cual desconocemos totalmen­


te. En aquellos tiempos aquel Zacatlán totonaca estaba diseminado en
diversas aldeas que abarcaban un semicírculo en torno al centro ceremo­
nial que ya existía en Atmatla. Éste comprendía desde Tlatempa, Cuautilul­
co, Jicolapa, Atzingo, Pozcuatzingo, el área que hoy ocupa la ciudad de
82 Zacatlán y San Pedro, posiblemente también Tomatlán. Empleamos estos
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas

nombres porque tampoco sabemos cuáles haya sido los originales. La di­
Título
Autor

S ergio R amos G onzález


seminación de aldeas provocó necesariamente una gran deforestación de
toda esa área. La gran variedad de climas en el país tuvo un considerable
efecto en la distribución y la complejidad tanto social y económica de la
población humana, principalmente a través del influjo del clima sobre la
distribución de los recursos vegetales y de la fauna asociados a ellos.
También la fauna mexicana es muy variada y rica en especies. Su di­
versidad tiende a ser paralela a la de la vegetación. En las regiones cálidas
y húmedas hay un gran número de especies animales, cada una represen­
tada por pocos especímenes, en lo que respecta específicamente a los
vertebrados. En las regiones áridas el número de especies es menor, pero
con frecuencia tienden a formar grupos, a veces muy numerosos.
Estos recursos naturales se presentan en combinaciones muy varia­
das a lo largo del territorio nacional. En casi todo México los recursos
derivados de la flora y de la fauna destinados a la alimentación no se en­
cuentran suficientemente concentrados en una zona determinada o son de
carácter estacional. Así que las poblaciones con economías de apropia­
ción, los grupos de cazadores y recolectores, no podían asentarse perma­
nentemente en un sólo lugar, si no que eran nómadas. Solamente en
algunos lugares muy favorables de las costas y de las cuencas lacustres
mayores fue posible el establecimiento de pequeños grupos semisedenta­
rios o sedentarios, con economías adaptadas a estos medios. A partir del
desarrollo de economías productivas basadas en la agricultura fue posible
que el territorio mexicano, con la excepción de las porciones más áridas,
fuese ocupado por poblaciones sedentarias, entre las que se desarrollaron
las sociedades más complejas de la historia prehispánica de México, con
Cofradía de Identidades

economías elaboradas y formadas por un mayor número de individuos.


Era entonces Zacatlán un inmenso bosque de coníferas y encinares.
Los que llegaban a poblarla requerían de terrenos para dedicarlos a la
agricultura y para que fuera la base económica de una sociedad que nece­
sitaba no sólo de plantas cultivadas productivas, si no también de áreas de
cultivo. Entre la tecnología ya descubierta está el procedimiento agrícola 83
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas

de roza, que consistió en talar los bosques, quemar la madera y todas las
S ergio R amos G onzález

ramas y sembrar después entre la ceniza resultante.


Este procedimiento de la roza dio lugar a terrenos llanos y sevillanos
en lugar de bosque donde se construyeron casas. Así tenemos que todo
esto no hubiera sido posible si no se aplica esa deforestación. De esta
manera se dio el crecimiento de las poblaciones durante la etapa de las
aldeas, esto fue constante durante la llegada de nuevos grupos que venían
a asentarse, cada día era más alta la concentración de la población, y era
lógico ganar nuevas tierras para la agricultura y para levantar nuevas aldeas
o casas, de esta manera se llenaban las necesidades alimenticias de una
población en crecimiento.
Esta deforestación era siempre creciente e irregular y sin control
alguno de parte de alguna autoridad central emanada de los grupos étnicos.
El semicírculo de poblamiento posiblemente presentó a lo lejos, en los
montes adyacentes, una gran mancha de terrenos, aldeas y casas disemi­
nadas por doquier donde en todas ellas se vivía y se trabajaba constante­
mente en diversas ocupaciones para llenar las necesidades.
Así estaba Zacatlán cuando llegan los toltecas en el 578 proceden­
tes de Quiautztlan. Entre sus variadas costumbres estaba cambiar la to­
ponimia de los lugares a los cuales llegaban o descubrían. Se fijaban
principalmente en la configuración geográfica, en el medio ambiente
ecológico en que se desarrollaban aquellos sitios; o indagaban en las
tradiciones y leyendas de sus habitantes, hasta que daban con el nombre
para identificar al pueblo.
Este procedimiento es arbitrario e impositivo: cambiaban el nombre
original sin tomar en cuenta la opinión de los pobladores, la lengua o
Cofradía de Identidades

lenguas que en ella se hablaban, aunque tuvieran un nombre general con


el que se identificaban. Por eso es que se encuentran en muchos sitios de
habla totonaca nombres de raíz nahoa y que en muchos casos se conser­
van hasta hoy. Sólo en aquellos poblados donde sus habitantes se resistie­
ron al cambio de nombre se conserva la toponimia totonaca.
84
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas

Así entonces, los toltecas quizá se dieron cuenta de las situaciones


Título
Autor

S ergio R amos G onzález


que presentaba la geografía alterada de la región, donde, como dicen los
cronistas, crecían abundantes yerbazales y matorrales que dominaban en
muchos terrenos ganados a los bosques y utilizados en diversos usos como
para techos de las casas existentes. Esta observación les hizo cambiar el
nombre original totonaco, por el de “Zacatlán”, que como todos sabemos
significa “lugar de zacate”.
Por eso es que se toma a Zacatlán como un punto de referencia en
los anales de los toltecas. Ya habían pasado por esta región. Así aparece en
los diversos libros que se han escrito sobre este pueblo. Entonces, al haber
hecho las comprobaciones pertinentes al caso, y al realizarse la analogía de
los grupos que convivían en Zacatlán, vemos las causas por las cuales
recibió este nombre la región.
Esto fue seguramente el origen y fundación de aquella población to­
tonaca, por el nuevo de Zacatlán, de raíz nahoa con que sería conocida la
región hasta nuestros días en el año de 580 d.C. Con este nombre es
como aparece ya en el Códice Xólotl. Cuando los chichimecas se adueñan
de la región y mandan a ella a dos príncipes. A uno lo enviaron a Tenamitic,
y el otro al ahora llamado Zacatlán. El Zacatlán totonaca, sin mencionar a
Tenamitic, era un Estado que abarcaba hasta Ahuacatlán y a Mixquihuacan
y que fue la primera capital reconocida del Totonacapan.
Este punto de vista puede llevar a una confusión ante la pregunta de
¿cómo es posible que dentro del Totonacapan pudiera existir ya también
Tenamitic y Zacatlán y después sólo este último cuando llegan los chichi­
mecas?
La respuesta puede ser sencilla. En la época de penetración de los
Cofradía de Identidades

totonacas hacia el Golfo, Acaxochitlán y Zacatlán abarcaban una sola


región. Tenamitic y otros pueblos formaban otra región que abarcaba la
sierra. Una y otra cabeceras estaban distantes una de la otra. La frontera
natural era la barranca de Ajajalpan. Coexistían pacíficamente, tenían rela­
ciones comerciales y de otros tipos. Estas dos regiones eran bilingües o
85
H istoria de Z acatlán : H orizonte P reclásico / B autizo de los toltecas
S ergio R amos G onzález

trilingües, fenómeno que se había dado por la penetración lenta de grupos


otomíes y nahoas dentro de una población de dominio totonaca.
Cuando aparecen los problemas en todo el Totonacapan, Zacatlán
—que estaba ya dominada en aquella época por los chichimecas— se
considerada como una región perdida de aquella etnia desde hacia tiempo.
En Tenamitic aún había población totonaca igualmente mezclada con
grupos nahoas. Aquellos fueron azuzados por Xihuilpopoca representados
por los pobladores chichimecas que les habían declarado una guerra sorda,
expulsando al núcleo totonaca del área tenamiteca. Así, se apoderan de la
región por algún tiempo, siendo un señorío hasta el momento en que por
algunos intereses representados es anexado al de Zacatlán. Desaparece
entonces Tenamitic como cabeza de señorío, así nos parece decir el Códice
Xólotl, Plancha VI cuando sólo aparece el jeroglífico de Zacatlán en lo
sucesivo.
Cofradía de Identidades

86
E xhacienda M olino de G uadalupe ;
un pasado de esplendor
Título
Autor

Lucero Maxine Haasmann Cosío


C ronista auxiliar de S an M artín T exmelucan , P uebla
Las haciendas se constituyeron en una parte fundamental de la historia
de nuestro país, generadoras de historia y progreso. Algunas de apari­
ción temprana, otras se fueron conformando con el paso del tiempo, y
una gran mayoría de ellas desaparecieron con la llegada de la Revolución
Mexi­cana.
Esta es una breve e inconclusa historia de la hacienda Molino de
Guadalupe, un gigante que se niega a desaparecer y cuyos restos aún nos
recuerdan las glorias de un pasado de esplendor.
En el año de 1882, en el Valle de Texmelucan de fértiles tierras, exis­
tían 21 haciendas que se dedicaban a la agricultura y a la explotación de lo
montes, una de las principales fue la hacienda Molino de Guadalupe.
Remontando en el tiempo encontramos que el señor Alejandro Sela
junto con su esposa la señora Ana Fernández de Sela ante la circunstancia
de que sus negocios no marchaban muy bien en los últimos años del siglo
xix, se ven en la necesidad de vender algunas de sus propiedades. Según
la escritura de fecha 12 de abril de 1888, el señor Marcelino García Presno
adquiere la hacienda de Guadalupe, conformada en ese tiempo por la
antigua hacienda de Coltzingo, los ranchos y montes de Otlatla y Xicorral
Cofradía de Identidades

y el rancho de Santa Rosa o Loma de Caballero, ubicados todos ellos en lo


que hoy es el municipio de Tlahuapan, esta hacienda de Guadalupe Col­
tzingo había pertenecido a los Sela desde el año de 1873. Además se sabe
que el empresario español había sido el arrendatario de dicha hacienda
desde el año de 1870, a la cual con el paso del tiempo logra convertir en
una pequeña zona industrial. 87
E xhacienda M olino de G uadalupe ; un pasado de esplendor

Marcelino García Presno, casado con Leonarda Pérez Fuentes,


L ucero M axine H aasmann C osío

también es propietario de la hacienda de San Bartolo Granillo, cercana a


Santa María Moyotzingo en el municipio de San Martín Texmelucan.
La lejanía de algunas haciendas con la línea de ferrocarril así como la
dificultad que en esos tiempos representaba la transportación de los pro­
ductos agrícolas lleva a algunas de ellas a la quiebra, circunstancia que fue
aprovechada por el señor Presno para comprar pequeñas haciendas y
ranchos aledaños a Guadalupe, acrecentando así su propiedad.
Marcelino García Presno era una persona con una gran visión co­
mercial que logra levantar un auténtico emporio comercial e industrial en
la hacienda Molino de Guadalupe, además de librar una lucha de poder
con monseñor Eulogio Guillow, dueño de la hacienda de Chautla por
lograr la supremacía económica y territorial.
En el año de 1888, los hacendados no sólo hacen gestiones para
que el ferrocarril pasara por sus haciendas sino que lograron que la es­
tación del ferrocarril en la ciudad de Puebla quedara cerca de sus casas,
es así como Marcelino G. Presno compra una casa ubicada en la calle
Benito Juárez la cual colindaba al oeste con la estación del ferrocarril de
San Martín y por el norte con la estación del ferrocarril de México.
La ruta del ferrocarril de San Martín era de la estación en esta pobla­
ción pasando por San Cristóbal Tepatlaxco, hacienda de Chautla, pueblo
de San Lucas, cruzaba grandes extensiones de tierra de labor, pasaba cerca
de la hacienda de Guadalupe Coltzingo, Irolo en Tlaxcala terminando su
recorrido en la estación de San Lázaro en la ciudad de México.
En 1890 se construyó un ramal ferroviario que iba de la hacienda a
la estación de Atotonilco en el Estado de Tlaxcala y para 1898 ya contaba
Cofradía de Identidades

con un sistema ferroviario interno de aproximadamente 30 kilómetros de


vía que unía todas las secciones de la hacienda y la casa principal con el
ramal central, con un escape en cada edificio y pequeñas estaciones donde
había cruces de camino con cambios de vía y guardavías.
En el año de 1898 se asoció con los hermanos Juan y Manuel
88 García y fundó bajo la razón social de García Hnos. y Co., la fábrica de
E xhacienda M olino de G uadalupe ; un pasado de esplendor

hilados y tejidos San Félix, la cual contaba con 5 mil 56 husos y 154

L ucero M axine H aasmann C osío


telares.
En 1899 comenzó a construir por cuenta propia la fábrica de
hilados y tejidos La Asturiana con 4 mil 992 husos y 170 telares.
Asociado con su suegro Félix Pérez y con Pedro Segarra fundó la
fábrica de hilados y tejidos San Juan, de 2 mil 700 husos y 100 telares, por
lo que entre las tres fábricas sumaban 12 mil 748 husos y 424 telares.
En 1900 el Censo General de la República Mexicana apunta que en
la hacienda Guadalupe se contaron mil 236 habitantes y 560 en el rancho
San Luis (hoy Nuevo Tlahuapan) con un total de mil 796 habitantes, mien­
tras que la población de Santa Rita contaba con mil 380 personas.
La hacienda Molino de Guadalupe fue una de las más grandes e
importantes de la región, por su extensión de 13 mil 862.10 hectáreas,
como también por el movimiento comercial e industrial que generó en su
tiempo, pues además contaba con una fábrica de loza fina y porcelana
llamada La Asunción, fundada en sociedad con José Maria Ovando y
Fernández, además de un aserradero con el cual proveía una maderería
y una fábrica de muebles que tenía en la ciudad de Puebla; sin olvidarnos
por supuesto del molino donde se producía harina de trigo, que era el
que daba el nombre a la hacienda.
En el censo de 1910 se nota ya una disminución en el número de
habitantes, ya que Guadalupe contaba con 986, la fábrica de San Félix
con 270 y el rancho de San Luis con 350 haciendo un total de mil 606
habitantes, mientras Santa Rita Tlahuapan contaba con mil 400.
Adolfo Dollera cita en su obra de historia México al día, escrita en
1911:
Cofradía de Identidades

“La mesa del Sr. Presno era una mesa regia y notable. De forma circular, se
componía de dos partes, una fija alrededor de la cual tomaban asiento los
comensales y la otra central y movible en virtud de un mecanismo especial
movido por electricidad.
89
E xhacienda M olino de G uadalupe ; un pasado de esplendor

En esa parte movible de la mesa, a la distancia de un medio metro la una de


L ucero M axine H aasmann C osío

la otra, estaban dispuestas en bonito orden varias series de botellas de vinos


finísimos, que lentamente, junto con los platillos pasaban y volvían a pasar
para que cada uno tuviera cada cosa a su alcance.
Un minúsculo ferrocarril corría sobre sus rieles de la cocina al comedor
y viceversa llevando platos y guisos, evitando así que oídos indiscretos pu­
dieran enterarse de lo que se decía en la mesa. Tal era el esplendor con que
se vivía en la Hacienda Molino de Guadalupe”.

La hacienda Molino de Guadalupe fue de las primeras en desapa­


recer con la llegada del movimiento revolucionario. Fue de las más gol­
peadas en la región. Marcelino García Presno abandona su propiedad sin
que se conozca el motivo exacto pero se sabe que posteriormente, el 12
de noviembre de 1914 se le privó de la posesión de su finca. La hacien­
da fue destruida, su casco usado como cuartel por el Ejército del general
Domingo Arenas y gran parte de sus tierras repartidas entre los campe­
sinos.
En 1920 la fábrica San Félix trabajaba con la fábrica de hilados y
tejidos La Josefina de Tepeji del Río, en Querétaro.
El 9 de enero de 1925, los vecinos de la fábrica San Félix solicitan
la creación de su colonia siéndoles negada esta petición el día 9 de di­
ciembre de 1926 por su condición de fábrica.
Con la erección del municipio de San Matías Tlalancaleca en 1926,
se le concede la dotación de tierras a la población de Juárez Coronaco y
los cascos de la hacienda y de las fábricas de San Félix, San Juan y La
Asturiana pasaron a formar parte del mismo.
Cofradía de Identidades

En el 1933 se le retira a Marcelino G. Presno la concesión de uso


del agua del río Atoyac que se le había otorgado desde 1897 por no
haber hecho uso de ella en diez años y la hacienda ya se reportaba como
“deshabitada y en ruinas” .
En 1934, el presidente municipal de Tlahuapan, Juvencio Taboada
90 le solicita al señor Juan Presno “tenga a bien vender unos rieles para la
E xhacienda M olino de G uadalupe ; un pasado de esplendor

construcción de la escuela del lugar lo cual nos hace pensar que todavía

L ucero M axine H aasmann C osío


existía movimiento”.
Para el año de 1943, de la antes floreciente hacienda ya se había
dotado de tierras a las poblaciones de Guadalupito Las Dalias, Santa
Cruz Otlatla, Santa Cruz Moxoláhuac, Santiago Coltzingo, San Pedro
Matamoros, San Juan Cuauhtémoc, Ignacio López Rayón, Juárez Coro­
naco, San Martinito, Ignacio Manuel Altamirano y sólo le quedaba la
zona de protección al casco, ya no había tierras afectables.
En el año de 1948, Román Llano, representante de San Félix, ges­
tiona un permiso de uso de aguas del río Cotzala para implementación
de fuerza motriz de la misma fábrica, concesión que le fue otorgada el
15 de abril de 1950.
Hoy en día aún podemos admirar algunos restos que nos hablan del
esplendor de la que fuera la hacienda más grande y próspera de la región,
la hacienda Molino de Guadalupe, aún quedan la capilla abierta, la capilla
privada, la casa grande con los escudos de la familia en la arquería de la
entrada principal, algunas bodegas, las estructuras de las fábricas de La
Asturiana, San Félix y San Juan, los restos de algunos de los puentes por
donde pasaba el ferrocarril, parte de las calpanerías, las trojes y un
torreón con las iniciales “m.g.p.” con la fecha de su construcción, desde
donde —según se cuenta— Marcelino García Presno solía admirar en
toda su belleza la extensión de su hacienda.
Cofradía de Identidades

91
La herencia patrimonial de A tlixco
Título
Autor

L. Cecilia Cabrera Morales


C ronista de la ciudad de A tlixco
Atlixco mi tierra natal desde los inicios de la colonización española experi­
mentó sucesos que fueron decisivos en la transformación tanto del lugar
como de la vida material, social y espiritual de sus moradores.
Así, el espacio de la antigua Acapetlahuacan, cobró nuevo aspecto
gracias al trazo que el franciscano Alonso de Buendía hizo del primitivo
poblado de nativos, a lo que se sumó la presencia de españoles que reci­
bieron dotación de caballerías —esto es, superficies de tierra para fines
agrícolas— situadas al oriente del valle, en el sitio nombrado Val de Cristo,
donde éstos lograron con el trabajo de los indígenas insospechadas cose­
chas de trigo que les dieron gran economía y prosperidad.
Esta situación hizo posible la fundación de la Villa de Carrión, centro
urbano aprobado y reglamentado por el rey Felipe II, cimentado precisa­
mente en el espacio del pueblo aborigen, el que para esas fechas se encon­
traba deshabitado debido a las epidemias y a los trabajos forzados en las
labranzas que lo diezmaron terriblemente.
Aparejada a las exitosas labores de labranza; la evangelización y aten­
ción espiritual de los oriundos fue llevada a cabo por frailes Franciscanos,
Cofradía de Identidades

Dominicos y Agustinos; seguidos por las órdenes del Carmen, de la Merced


y las monjas Clarisas, que realizaron importante labor constructiva de sus
complejos conventuales —templos/casas— de estilos arquitectónicos de­
sarrollados en Europa.
Este monumental grupo de inmuebles religiosos y el caserío de los
acaudalados residentes de la villa española conformaron un valioso patri­ 93
La herencia patrimonial de A tlixco

monio cultural al que se sumaron edificaciones a lo largo del periodo inde­


L. C ecilia C abrera M orales

pendiente y otros de la época porfiriana.


Lamentablemente desde el siglo xix las edificaciones domésticas
fueron sometidas a modificaciones que les dieron un nuevo rostro y un
severo cambio en sus interiores. Otras fueron demolidas para dar paso a
nuevas, siguiendo modelos en boga. Esto, unido a la acción depredadora
del legado arquitectónico religioso como consecuencia a la desamortiza­
ción de los bienes de la iglesia por las leyes de reforma, causó en él una
depreciación considerable.
A pesar de ello, la ciudad de Atlixco, nombrada como tal desde
1843, mostraba cierta armonía en la primera mitad del siglo xx, ya que el
conjunto urbano conservaba la altura de las casas de uno o dos niveles
destacando las torres y cúpulas de sus templos y los espacios arbolados de
sus jardines.
Desafortunadamente, a partir de la segunda mitad de la centuria
pasada, las agresiones al patrimonio civil constructivo se han repetido,
debido al desconocimiento de su valía, tanto por los dueños de las fincas,
como de las autoridades del gobierno municipal. La última de estas afec­
taciones en el año 2007, se sitúa en la esquina formada por las calles 7
Poniente y 9 Sur y consiste en la elevación a cuatro niveles de una cons­
trucción que desentona con el paisaje urbano ya que deteriora la imagen
visual del conjunto citadino.
Un hecho que merece reconocimiento, es el rescate parcial del patri­
monio religioso y doméstico. Sobre el primero destacan importantes res­
tauraciones emprendidas inicialmente por personas altruistas de la locali­
dad, apoyadas por el gobierno estatal, municipal, el inah e instituciones
Cofradía de Identidades

privadas.
Se trata de los complejos conventuales de las órdenes franciscana y
del Carmen, que se encontraban en estado lamentable y que ahora recu­
peradas ostentan el esplendor y dignidad que las distinguía.
Sobre la herencia artística novohispana, es importante citar la colec­
94 ción al óleo del hospital de San Juan de Dios, particularmente la serie
La herencia patrimonial de A tlixco

sobre la vida de dicho santo, firmada por Luis Berrueco y Pablo Talavera,

L. C ecilia C abrera M orales


destacados pintores del siglo xviii, la que recibió servicio de limpieza y
mantenimiento salvándola de la degradación que sufría. Lo mismo ocurrió
con la pintura Patrocinio de la Virgen de la Merced, obra maestra de José
Joaquín Magón que hoy luce con majestuosidad en el templo mercedario.
Reconocemos que aún falta mucho por hacer, pero las acciones emprendi­
das al respecto son alentadoras.
Sobre la situación de las casonas que pertenecieron a los ricos te­
rratenientes del Val de Cristo y a personajes de la época de la colonia,
construidas de adobe y profusión de arquerías de medio punto, con el
paso del tiempo vinieron a menos perdiendo su valor, desapareciendo
casi por completo.
Las contadas alquerías que subsistieron en pésimas condiciones hasta
nuestros días, están recobrando su categoría gracias al interés y buena
voluntad de sus actuales dueños, que las han rescatado de la incuria, bajo
la supervisión del Instituto Nacional de Antropología e Historia, recobran­
do con esto su prestancia y plusvalía.
Un acierto plausible de las autoridades municipales fue llevar a
cabo la tarea de normar y convencer a los propietarios de establecimien­
tos comerciales para la eliminación de marquesinas, denominaciones co­
merciales y promocionales de gran tamaño que depreciaban la calidad
del rostro de las edificaciones del centro histórico particularmente en las
calles principales.
La ciudad de Atlixco es una de las localidades del estado de Puebla
mejor trazadas y dueña de una gran herencia constructiva. Sin embargo,
la sobrepoblación actual ha provocado un desarrollo desmedido de la
Cofradía de Identidades

mancha urbana al ritmo de todos los centros poblacionales de México y


del mundo, pero este crecimiento debe ser planeado, controlado y legis­
lado por las autoridades correspondientes con una visión de ordena­
miento a largo plazo.
En el caso de Atlixco, la preservación de su centro histórico requiere
la inmediata y urgente reubicación del mercado de acopio y del comercio 95
La herencia patrimonial de A tlixco

informal que invade las calles citadinas, así como una central camionera;
L. C ecilia C abrera M orales

servicios que fuera del perímetro urbano le devolverán a la comunidad la


calidad y esplendor que la caracterizaba.
Esto y la necesaria y apremiante acción en la formación de una con­
ciencia de los valores característicos de nuestro patrimonio cultural en los
ciudadanos y sus autoridades harán posible la conservación de su legado
arquitectónico artístico.
Cofradía de Identidades

96
V ivencias del M al P aís en dos décadas del siglo XX
Título
Autor

Víctor Manuel Gomar Fabián


C ronista de S an N icolás B uenos A ires
Con una población de 3 mil 81 habitantes, el siglo xx fue recibido por el
municipio de San Nicolás del Mal País que seguía acogiendo gente de
todas partes de la región y sus haciendas (para 1912 que era casi igual
a la población fija del 2009 actual en este pueblo). Entre esta gente
había intelectuales y cultos pero que no se ocuparon de escribir su his­
toria. La mayoría de esa gente desapareció y la más inculta es la que
conservó la tradición oral. Leer y escribir era atentar peligrosamente
contra los intereses del clero y los ricos hacendados. En el púlpito se
pregonaba con insistencia el fin del mundo. Se anunciaba miseria,
hambre, guerra y pestes. Esto se volvió realidad de 1913-1916. Crudas
heladas en verano y sequías obligaron a emigrar a media población.
Para 1918, cuando parecía que la tierra volvía a ser pródiga, la
gripa española casi desaparece a la ya menguada población que, entre
paso de tropas y gavillas de asaltantes, arrastraba a sus muertos a la fosa
común del campo santo. Las exigencias de dinero, caballos y alimentos
hechas por los guerrilleros de la zona que incendiaban, violaban y mata­
ban, fue al fin detenida por el general Celso Cepeda advirtiéndole a esa
gente no molestar a este pueblo muy querido por él, pues era muy
Cofradía de Identidades

devoto de san Nicolás de Tolentino y del cuadro del Señor de la Columna,


venerado en Semana Santa.
Se oye el rumor de que este general después de un tiempo de
haber atacado el tren de don Venustiano Carranza en la estancia de
aljibes, al ser perseguido por el Ejército constitucionalista, se encomen­
dó al santo y sus perseguidores vieron en el cerro El Arenal una muche­ 97
V ivencias del mal país en dos décadas del siglo XX

dumbre armada y una gran tolvanera hizo que perdiera el lugar. Por este
V íctor M anuel G omar F abián

fenómeno milagroso —cuentan los pobladores— donó a la Iglesia a


través de otras personas una gran custodia de oro macizo con incrusta­
ciones de perlas, esmeraldas y rubís.
La gente que llegó a Mal País huyendo de la persecución por haber
incurrido en actividades delictivas o violentas como no escribió los acon­
tecimientos tuvo la ventaja del anonimato. Fue muy conveniente quemar
el archivo municipal para borrar cualquier evidencia tomando como pre­
texto el estallido de la Revolución. La añeja atmósfera solidaria del siglo
anterior de ocultar y proteger al perseguido seguía viva. No denunciarse
unos a otros y guardar el secreto, eran un prestigio para este pueblo.
Hartos de tanta calamidad y violencia la gente buscó paz, pero no
era posible y ante las circunstancias también San Nicolás del Mal País
tuvo su gavilla de asaltantes encabezada por Quirino Sánchez. Para la
guerra no se sabe cuánta gente fue arrastrada a la leva. Después de las
calamidades y la peste sólo quedó en el pueblo la gente de más antigüe­
dad y arraigo a su tierra. En parte por patriotismo o necesidad, un par
de docenas de hombres se enlistaron en Chalchicomula al mando del
general “Maicon” (así lo llamaban ellos). Por ser iletrados no señalan
fechas y lugares en donde entraron en batalla, pero destacó Vicente
Osorio por su valor al arriesgar su vida para salvar de las balas enemigas
a su general que al final fue asesinado en Aguascalientes mientras se
bañaba. Al quedar sin jefe se dispersaron para unirse a otras tropas. La
mayoría de ellos ya no regresó al pueblo y no se volvió a tener noticias
de ellos. De los que regresaron o se supo algo se puede mencionar a
Juan Sánchez, Juan Crispín, Vicente Osorio, Juan Eugenio, Gonzalo
Cofradía de Identidades

Mora, Simón Crispín, Tomas hijo de Josefa, José Fabián; y tres mujeres
que se unieron a las tropas del general Celso Cepeda: Epifanía Fabián,
Teodora Fabián y Dolores Juárez.
La noche del 14 de mayo de 1920 el Mal País no durmió. Desde
la tarde civiles y soldados llegaron pidiendo ayuda, bajaban del monte
98 sucios y hambrientos ofreciendo oro en moneda a cambio de un trago de
V ivencias del mal país en dos décadas del siglo XX

agua, tortilla y ropa de civil. Habían sido guiados por conocedores del

V íctor M anuel G omar F abián


lugar nacidos en el pueblo que hasta ahí fueron llegando después de
atravesar el cerro del Brujo para dirigirse a la estación del tren en Orien­
tal. Se trataba de Tomás, el hijo de Josefa, Gonzalo Mora y Simón Crispín
de quien se dice albergó por algún tiempo a tres hombres y que uno de
ellos era el secretario de Hacienda del gobierno carrancista.
El cerro del Brujo en el Mal País es muy difícil de transitar y más de
no­che en el que se escuchaban gritos de auxilio. Quedaba mucha gente
muerta entre sus cuevas y resumideros de agua con todo y sus cargas de
oro.
Al día siguiente, el 15 de mayo de 1920, Apolinar Isidro, “El Güero”
salió al campo a dar una vuelta a sus siembras. En la encrucijada se encon­
tró con tres hombres del camino a Tecuitlapa. Destacaba la presencia
serena del hombre de barba blanca que le llamó para pedirle un favor.
Apolinar supo de quién se trataba y se apresuró a ayudar. “En qué puedo
servirle, señor presidente”, le preguntó. “Necesito provisiones. Aquí está
este dinero. Ve a tu pueblo y aquí te esperamos.”
Apolinar regresó más tarde con tortillas, pan, sardinas, queso añejo,
chiles en vinagre y refrescos.
El señor presidente don Venustiano Carranza preguntó a Apolinar
si sabia llegar a Oriental para que los guiara. Apolinar los acompañó
hasta la estación del tren. El señor presidente lo despidió y le agradeció
con cuatro monedas de oro. Cofradía de Identidades

99
La transmisión oral de mi tata está quedando en desuso
Título
Autor

Francisco Márquez Fernández


C ronista oficial R egión S an S alvador E l S eco
La madre y el padre narran a sus hijas e hijos hazañas de amor, de lucha,
viajes, éxitos, fracasos y anhelos convertidos en realidad. Son ideas a
trasmitirse, con facultades pertenecientes a su propia palabra, conside­
rando que la tradición oral es la comunicación que “mi padre me contó”,
y a él “se lo comentó mi abuelo” y así es como de generación en gene­
ración las palabras escuchadas en esta tierra, poco a poco, van quedan­
do en desuso. Así, sólo cumplen con la función de conservar el pasado,
no se usarán mucho en el presente y se extraviarán en el futuro.
Lectores de Cofradía de identidades, es indispensable conocer y
estudiar cómo se desarrolló el lenguaje, la forma de decir y darle un
nombre a cada una de las cosas; cómo era el diálogo, la comunicación y
traducción de las palabras propias de nuestros antepasados y, sobre
todo, por qué conservaban su lengua materna el náhuatl y otros dialec­
tos. Orgullosamente comparto con ustedes enunciados en desuso por
los habitantes de la tierra que me vio nacer:
Cofradía de Identidades

Alabado sea Dios


Era el canto devoto que, en las haciendas y terrenos de cultivo, solían
entonar los trabajadores al comenzar y al terminar la tarea diaria. “Alabado
sea Dios, empecemos a trabajar. “Alabado sea Dios, hemos terminado
por este día”. 101
La transmisión oral de mi tata está quedando en desuso

Vamos a tlachicar y dejar el acocote cerca del maguey


F rancisco M árquez F ernández

Aquí señalo que “tlachicar” quiere decir raspar el corazón de esta planta
que produce aguamiel. Por otro lado, “Acocote” es la calabaza agujerada
para extraer por succión el aguamiel. Entonces, el “maguey”, del género
agave, produce aguamiel del cual se hace el pulque.

Antes de irnos, arrimas los tizones a la olla para que se


cueza el nixtamal
Tizón. Palo a medio quemar, atizar a la lumbre.
Olla. Vasija de barro para cocer alimentos con dos asas o sin ellas.
Nixtamal. Maíz cosido en agua de cal para hacer tortillas después de
cosido.

También sacudes el comal porque ya tiene mucho tizne


Comal. Placa de Barro circular donde se cuecen las tortillas.
Tizne. Humo que se pega al comal porque ha estado en la lumbre.

Ocupa el soplador, bajas el tenate para guardar el maíz


y tiras los tepalcates
Soplador. También llamado “aventador”, hojas de palma entretejidas que
servían para soplar la lumbre.
Tenate. Canasto de palma fina para ir de compras o para guardar algo seco.
Tepalcate. Pedazo de vasija o recipiente de barro.

Si llueve te tapas el capisayo, cuidas el itacate


y te acuestas en el petate
Cofradía de Identidades

Capisayo. Prenda de vestir tejida en palma que se coloca sobre los


hombros.
Itacate. Provisión de comida.
Petate. Estera de palma que se usa para dormir sobre ella.

102
La transmisión oral de mi tata está quedando en desuso

Cuando regreses, traes camagua y un poco

F rancisco M árquez F ernández


tlazol para los animales
Camagua. Maíz próximo a su maduración. Con él se preparan tlaxcales.
Tlaxcales. Maza, azúcar y canela con las que se hacen tortitas semitrian­
gulares que se cuecen en el comal y se comen como postre.
Tlazol. Punta de la caña de maíz que sirve de forraje.

Amárrale bien el cencerro al cuatezón


Cencerro. Campanilla cilíndrica con chapa de hierro o de cobre que se
ata al pescuezo de la res.
Cuatezón. Animal que debiendo tener cuerno por su especie carece de
ellos.

El burro que se coma acahual y cierras el machero


Acahual. Planta de tallo aéreo. Sus hojas parecen nacer del suelo.
Machero. Lugar para los animales del sexo masculino (mulos); los
machos.

Cuentas los primales que vamos a vender para


pagarle al abonero
Primal. Res, Oveja o Cabra que tienen más de un año y no llegan a
dos.
Abonero. Comerciante callejero y ambulante que por abonos vende a la
clase popular.

En la noche metes al cacalote en el chiquigüite


Cofradía de Identidades

y lo amarras con el mecate


Cacalote. Cuervo de plumaje negro de 50 a 70 centímetros de
longitud.
Chiquiguite o chiquihuite. Cesto de mimbre, bejuco carrizo sin asas.
Mecate. Cordel de cáñamo o pita, la pita se extrae de la penca del
maguey. 103
La transmisión oral de mi tata está quedando en desuso

Encierras la totola y el guajolote que no se los


F rancisco M árquez F ernández

coma el tlacuache
Totola o pipila. Ave galliforme hembra del guajolote: pavo.
Tlacuache. Zarigüeya. Mamífero marsupial que tiene aspecto de una
rata. Es nocturno y omnívoro.

Que el nahuatlato pinte la cruz de cal para que no se


acerque el nagual
Nahuatlato. Quien hablaba la lengua náhuatl y servía de intérprete.
Cruz pintada de cal. Insignia y señal del cristianismo.
Nahual. Animal simbólico (burro, cerdo, cabra). Brujo del pueblo.

El hombre que llegó con ceñidor y jorongo es


conocido como un arriero
Ceñidor. Faja o cinta con que se ciñe el cuerpo por la cintura.
Jorongo. Sarape, manta para abrigarse.
Arriero. Persona que trajina con bestias de carga.

Prende el temascal para que te bañe la comadrona


hoy cumples la cuarentena
Temascal. Casa bajita donde se dan baños de vapor con hierbas curativas.
Comadrona. Partera tradicional.
Cuarentena. 40 días después del parto.

Le preguntas al boticario que es bueno para el empacho


y para tu hermanito que está quebrantado
Cofradía de Identidades

Boticario. Persona que prepara y expende medicinas.


Empacho. Indigestión de la comida.
Quebrantado. Dolorido. Tiene la espalda quebrantada.

Tu tata es un achacoso ya empezó a chochear.


104 Tata. Padre. Abuelo.
La transmisión oral de mi tata está quedando en desuso

Achacoso. Enfermedad habitual.

F rancisco M árquez F ernández


Chochear. Tener debilitadas las facultades mentales por efecto de la edad.

Utilizas el copal en el velorio y llevas


flores de cempasúchil
Copal. Resina que se usa para sahumar templos o casas.
Velorio. Velatorio especialmente para velar a un niño difunto.
Cempasúchil. Planta herbácea de la familia de las compuestas de color
amarillo o anaranjado de olor fuerte.

Compra un tostón de aguardiente porque vamos


al campo santo
Tostón. Nombre que se les dio a las monedas de 50 centavos.
Aguardiente. Bebida que por destilación se saca de la caña de azúcar
Campo Santo. Cementerio. Terreno destinado a enterrar cadáveres.

Te platico que yo aprendí a contar en el ábaco,


porque no había escuela
Ábaco. Cuadro de madera con diez cuerdas, cada una tiene bolas de
colores movibles, en el que se aprende rudimentariamente la arit­mética.

En la calle me encontré al huehuenche,


trae Chirimía y huehuetl para la fiesta
Huehuenche. Hombre que dirige las danzas en la fiesta del pueblo.
Chirimia. Clarinete, Instrumento musical de viento hecho de madera.
Huehuetl. Tambor de madera forrado con cuero de un lado.
Cofradía de Identidades

Picochulo ya se vistió de matachín con motivo


de las fiestas patrias
Aquí en El Seco, “picochulo” se pintaba de tizne cara, manos y pies daba
besos a las muchachas y hacía bromas a niños y adultos.
Matachín. Antiguamente hombre disfrazado ridículamente con carátula y 105
vestido de varios colores ajustado al cuerpo desde la cabeza a los pies.
Pasas a preguntar si ya compuso la fragua
don Efrén el herrero
Fragua. Fogón en que se caldean los metales para forjarlos.
Herrero. Hombre que tiene por oficio labrar el hierro.

La tapia de esta casa originalmente se construyó


con adobe
Tapia. Pared o cerca construida, mezclando y apisonando tierra en una
horma.
Adobe. barro mezclado a veces con paja, moldeado en forma de ladrillo.
La investigación : lente de la historia
y cinta para el documental *
Título
Autor

Josué Román Martínez


C ronista de A catlán de O sorio
Una visión sin acción es sólo un sueño,
un sueño sin acción no tiene sentido.
Una visión con acción transforma vidas.
J. Arthur Barker

Uno de los problemas principales que plantea la docencia en cualquier


asignatura, reside en que nuestros estudiantes conciben y asimilan co­
nexiones existentes entre la teoría en que se desarrollan las asignaturas y
su inclinación práctica.
Nuestro objetivo, como formadores, debe ser la búsqueda de prácti­
cas innovadoras, de aprendizajes que permitan a nuestros alumnos com­
prender la dimensión de actividades comprobables, superando el estre­
cho marco teórico que, en distintas ocasiones, va más allá de las páginas
de sus libros de texto. Nos corresponde a los docentes ampliar los cauces
de indagación y comprensión eficiente de la realidad inmediata que nos
rodea, tal es el caso del entorno histórico, aspecto que en nuestras aulas
se presenta como un déficit.
Introducir la investigación en nuestros centros educativos es, sin
duda, un reto que persigue la educación elemental. Los niños son “ricos”
Cofradía de Identidades

en experiencias, capaces de hacer muchas cosas, conocen de lo que

* Capítulo III del texto “Producción de documentales como estrategia para el aprendi­
zaje de la historia local en tercer grado”. Licenciatura en Educación Primaria. Escuela
Normal Primaria Oficial Profesor Jesús Merino Nieto. San Juan Ixcaquixtla, Puebla. 107
La investigación : lente de la historia y cinta para el documental

experimentan, en sus juegos, en sus relaciones. Pero en algunas ocasio­


J osué R omán M artínez

nes, los padres de familia pueden percibir o especular que todo lo que
sus hijos o hijas han hecho hasta cierto momento no valga para nada, y
que las cosas importantes empiezan justo en el primer día de clases.
Se puede pensar que nuestros pequeños no saben nada de lo que
consideramos importante: saber leer, escribir, saber contar, conocer la
historia, la geografía, y posteriormente cosas, cada vez más complica­
das. Ciertos docentes, juzgan que los niños sólo se dedican a “puro
jugar”1 y, por lo tanto, “pierden el tiempo”. En estas actividades infanti­
les se puede aprender a observar, a comparar, a buscar soluciones, a
inventar historias, a representar conocimientos y emociones, formas,
sonidos; a utilizar el cuerpo con destreza o con fuerza, para comunicar
inquietudes y un sin fin de nociones. En definitiva, las actividades que
cumplen los pequeños, son esenciales para que más tarde construyan
con las guías educativas, todos los saberes que les sean posibles.
Nos corresponde estimular la colaboración del infante de manera
sistemática hacia la investigación autónoma. En ella se pueden realizar di­
versas actividades que, sin duda, tienen un carácter educativo. Estas acti­
vidades enfocadas a la investigación, constituyen un centro para la preser­
vación y fomento de ciertos rasgos históricos locales. En correspondencia
con esta idea, proponemos que los docentes tengan la responsabilidad de
fomentar en sus estudiantes la investigación colaborativa.2 Este objetivo
permite trazar un método fundamentado en el aprendizaje por descubri­

1. Estos comentarios se dan con mayor frecuencia, respecto a la asignatura de educación


Cofradía de Identidades

física, veamos el comentario de una maestra de tercer grado, que al oído me decía:
“Maestro, mire a los chamacos cómo les gusta perder el tiempo, nada más salen a
educación física y puro jugar, no fuera en el salón porque no hacen nada, pura pérdida
de tiempo”.
2. Se caracteriza por un conjunto de principios, normas y procedimientos metodológi­
cos que permiten obtener conocimientos colectivos sobre una determinada realidad
social.
108
La investigación : lente de la historia y cinta para el documental

miento, la colaboración en grupo y el desarrollo de estrategias explicativas

J osué R omán M artínez


para la interacción con la historia personal y local, que para nuestros niños
y niñas, suele concebirse de forma aislada e incoherente3, contribuyendo a
que se pierda la confianza de los niños hacia sus propias capacidades y
autoestima.
El problema se agrava si los infantes se encuentran con profesores
vencidos; “maestros” que piensan que los niños no saben nada y que por
eso son sustancialmente todos iguales, proporcionándoles un programa
gradual: desde las cosas más simples de los primeros días hasta las cosas
más complejas a las que paso a paso llegarán; desde las reglas hasta su
aplicación; desde las letras hasta las palabras; de los números a los pro­
blemas; de los circulitos al dibujo de figuras. Estos acontecimientos
vienen rápidamente confirmados por las actividades que los planes y
programas aconsejan y que, posteriormente, el libro de texto confirma,
ante esto, el docente debe proponer, ser propositivo.
Para tomar cartas en el asunto, la propuesta didáctica “Producción
de documentales como estrategia para el aprendizaje de la historia local”
tiene la responsabilidad de acercar a los estudiantes a realizar investiga­
ciones interactivas, procurando lograr mantener su interés durante las
actividades. En tal sentido, los alumnos deben tener bien definidos los
objetivos y anhelos de las acciones, para que las indagaciones no sean
vistas sólo con el fin de esparcimiento4, sino con carácter educativo, de
modo que en los niños estimule la creatividad y despierte gran curiosi­
dad por lo que no conocen.

3. Durante la jornada de práctica, he apreciado algunos rasgos de la enseñanza tradicio­


Cofradía de Identidades

nal; las actividades del aula se organizan en torno a una secuencia de contenidos que
pretende ser una selección detallada de lo que los alumnos deberían saber sobre la
asignatura; el profesor explica los temas, mientras los niños anotan por escrito la in­
formación proporcionada, para después poder preparar las evaluaciones que intenta­
rán medir su aprendizaje.
4. Al preguntarle a los niños ¿por qué les gusta investigar?, con una sonrisa un chiquillo
responde que sí le gusta, porque no hace nada y sólo platica con las personas que
entrevista. 109
La investigación : lente de la historia y cinta para el documental

La primera tarea de la investigación es determinar qué, cuándo y


J osué R omán M artínez

cómo, indagar, teniendo siempre en cuenta los intereses del grupo. Al


iniciar la secuencia didáctica, sugerimos empezar con actividades guiadas,
propiciando enseguida tareas más independientes. En la experiencia que
compartimos enseguida se adopta un proceso de investigación colabora­
tiva, en la que las niñas y niños juegan el rol de alumnos e investigadores,
así, nuestros educandos adquieren de manera colectiva sus nociones, las
sistematizan y les dan utilidad social transmitiéndolos en documentales.
A pesar de los cambios e innovaciones pedagógicas, todavía existen
profesores o licenciados en educación primaria arraigados con la educa­
ción tradicional5, de ellos escuchamos que los alumnos no saben nada,
que la escritura empieza por las sílabas y las palabras; la geografía por
el Norte; las matemáticas por operaciones abstractas; la historia por la
antigüedad. Según, en la escuela comienza totalmente una nueva vida,
en la cual el mejor alumno será el que sea capaz de seguir al “maestro”,
de oír y entender lo que expresa y repetirlo lo más lealmente posible.
Afortunadamente no siempre pasa esto, es más, y sin temor a equivocar­
me, sucede cada vez menos.
Estoy plenamente convencido, que nuestros chiquillos desde el
primer día en la escuela, son ricos en experiencias, en conocimientos y
habilidades. Por lo tanto necesitamos introducirlos a la investigación de
manera tal que las niñas y niños puedan pasar sin dificultades, sin traumas,
sin pagar precios inservibles. Dirijámoslos a un mundo más grande, a
partes inexploradas y fascinantes de su historia local, busquemos la lente
para la historia y cinta para documentar6. No obstante, para hacerlo
Cofradía de Identidades

5. La escuela de la que hablamos obliga a los alumnos a entrar con los bolsillos vacíos,
se prohíbe exponer pistas de sus experiencias extraescolares, impide que el mundo de
los niños entre en la escuela interrumpiendo el programa oficial.
6. Veamos la investigación que realiza el equipo de alumnos (9 años) Cuxijngui – Remo­
lino: “En esta ocasión, estamos entrevistando al señor Isidro, tiene 39 años de edad,
su domicilio es calle Ávila Camacho s/n. Su oficio es músico, aprendió su oficio de su
110 familia y también por la escuela, el señor trabaja con el trombón de varas…
La investigación : lente de la historia y cinta para el documental

viable y real, falta retomar algunas de las consideraciones hechas ante­

J osué R omán M artínez


riormente. Investigar significa, tomar a nuestros alumnos de la mano e
indagar con ellos, enseñarles a preguntar y a preguntarse, es reformar un
proceso de enseñanza-aprendizaje oponiéndonos a la transmisión mecá­
nica de los contenidos.
Líneas arriba mencionamos que varios padres de familia piensan que
los aprendizajes elementales de sus hijos tienen que comenzar en la
escuela, por lo tanto, esperan una escuela similar a la que ellos asistieron,
difícil, pero clara y por ello admirable. Proponemos una escuela distinta,
que en lugar del libro del texto y de los programas de estudio, parta de lo
que los niños ya conocen. Para ello, tenemos que ayudar a los padres de
familia a entenderlo. Las reuniones de padres de familia son una buena
práctica, en ellas se pueden presentar las producciones de los niños y así
descubran las capacidades que reflejan, los progresos y descubrimientos
efectuados por sus retoños; es trascendente ayudar a los padres de familia
a sorprenderse por las narraciones de una historia o por la expresión de
una emoción, que bien producen los documentales7.
A menudo decimos que los niños creen que no saben y que tendrán
que esperar la explicación del profesor para empezar a estar al tanto de
algo. Una de nuestras labores más importantes, es poner a los niños en
disposición de darse cuenta de las competencias que poseen, de sus habili­
dades, conocimientos y valores. Los docentes tenemos que ser capaces de
ayudar a cada educando a reconocerse competente. Las niñas y niños desa­
rrollan sus potencialidades por ellos mismos, sin que éstos se den cuenta.
Cofradía de Identidades

7. Recuerdo el comentario que realizó una madre de familia mientras vigilaba y esperaba
que su hijo terminara de documentar, “maestro, esta actividad es buena porque se
conserva la tradición, me acuerdo que antes mi abuelita me platicaba hartas cosas y
se me están olvidando, antes puro popoloca y ahora ya no… hay muchas cosas que
se pueden grabar. Ya mero viene la fiesta del pueblo y pura musica… ‘horita que me
acuerdo mi esposo guardó unas fotos antiguas, las encontré en la basura en un terreno
que está cerca de mi casa, parece que ya las iban a quemar, pero no sé dónde están…
se las voy a mandar a ver si les sirven”. 111
La investigación : lente de la historia y cinta para el documental

Con la orientación del profesor, los alumnos realizan el análisis de la


J osué R omán M artínez

información obtenida, la elaboración de conclusiones y, mediante exposi­


ciones grupales, se difunden a la clase los resultados de las investigaciones,
realizándose así un intercambio de experiencias y de saberes. Como cierre
del trabajo, con los alumnos se realiza una producción documental, la cual
consistente en la exposición de las nociones desarrolladas. Consideramos
importante y necesario construir conocimientos, mediante y sobre el
método de la investigación, a través de una actividad viviente, dinámica,
integrada e interactiva, con una constante relación entre pensamiento y
acción, donde el alumno experimente el proceso completo desde la iden­
tificación del problema a la reconstrucción de conocimientos. Durante la
indagación de relatos orales, se debe establecer entre la persona que se
visita y los alumnos visitantes una comunicación que los lleven a dialogar
sobre el contenido histórico, de acuerdo con los intereses y el nivel cultu­
ral de los alumno. Lograr esta comunicación es la lente para la historia, es
el objetivo principal de nuestros educandos.
Tratamos de poner a los alumnos en situaciones de decir lo que
piensan de cada situación, en el convencimiento de que cada uno se
preocupa de algo y que vale la pena que todos los escuchemos. Esto
significa tener la cinta para documentar, es dar la palabra a los escolares.
No tratamos de hacer interrogaciones colectivas en donde los más verti­
ginosos o los más “inteligentes” levanten la mano y respondan antes que
nadie. Necesitamos apoyar a cada alumno para que reconozcan que
ellos también tienen algo qué decir y que vale la pena comunicarlo a los
demás mediante documentales, porque contribuyen a reconstruir ele­
mentos de la historia de su mismo pueblo, que no es de uno sino de
Cofradía de Identidades

todos. En este momento la palabra se convierte en un derecho, un deber


y una responsabilidad.
Documentar la palabra significa ante todo ayudar a cada niño a
darse cuenta de que tiene algo que decir e instruir a todos para tener en
cuenta la aportación de cada uno. Se trata de construir seguridad, firmeza
112 y confianza en los alumnos. Necesitamos que sientan que pisan en un
La investigación : lente de la historia y cinta para el documental

terreno seguro, firme; luego será fácil convencerlos de que pueden atre­

J osué R omán M artínez


verse a avanzar, aunque sea frente a algo nuevo.
De cierta forma, nos incumbe permitir que los temas históricos
sean llevados por los alumnos, que ingresen a la escuela con ellos. Tener
cinta para el documental, simboliza invitar a los niños a traer consigo sus
propias experiencias, las huellas de su comunidad, venir con los bolsillos
llenos de cosas, de ideas, de secretos y vaciarlos en videos8. Sin duda,
temas introducidos de esta manera captan el interés de los contenidos.
Esta dinámica la hemos encontrado en nuestra experiencia. Al producir
documentales, logramos que los alumnos acometieran a los cuestiona­
mientos y a las curiosidades según fueran sus intereses9.
No todos los niños son hábiles al usar la escritura como instrumen­
to para expresarse. Para muchos de ellos, al menos al iniciar la primaria,
éste resulta un lenguaje raro, falso, aislado de sus experiencias familiares
y, por lo tanto, se complica su utilidad. Si consideramos a la escritura o
lectura como los únicos canales de comunicación o como conducciones
privilegiadas, corremos el riesgo de seleccionar a los alumnos y excluir a

8. Un ejemplo es el “texto libre”. El docente propone a los alumnos que, si les pasa algo
importante fuera de la escuela (una experiencia peculiar, una imagen insólita, una
sensación, un sueño, un encuentro...), pueden escribirlo de manera resumida, si ellos
quieren, y llevarlo a la escuela; en la escuela, se lee junto con el resto del grupo y, si
se considera oportuno se incluye en el periodo del aula o escolar. Para nuestros do­
cumentales el docente invita a los pequeños que, si escuchan, conocen o pueden in­
vestigar historias de su comunidad, las narren en el salón de clases y de acuerdo a la
veracidad de estas, se documenten en video.
9. Veamos los resultados del alumno Castillo (9 años) respecto al carnaval: “El carnaval
es una de las tradiciones de San Felipe Otlaltepec, donde bailan con máscaras, pa­
Cofradía de Identidades

liacates y el vestuario adecuado para los carnavales. En estos días a los carnavales
como recompensa les dan tamales de frijol y café, para que se calienten del frío que
hace en la noche. Los carnavales sacan a bailar, así sean hombres o mujeres. Para fi­
nalizar los bailarines de carnaval terminan en la noche o tarde de Ramos, después del
baile se queman con el fuego de antorcha. Después para jueves santo, viernes santo,
dan su faena, mano de obra, barren el atrio, calle que va al calvario y a traer ramas
para adornar en el calvario, para la muerte de Jesús. Después cargan cuna a donde
está depositado el cuerpo de Jesús, durante el tiempo de la procesión”. 27/02/08 113
La investigación : lente de la historia y cinta para el documental

una buena parte de los mismos que, por temor a equivocarse, prefieren
J osué R omán M artínez

no expresarse o defenderse utilizando sólo frases superficiales y repeti­


das, que con frecuencia copian. No tengo titubeos de que el dominio de
la escritura debe ser un objetivo importante para la escuela y de que
todos los alumnos lo logren, pero conviene ser y tener un lugar de
llegada. Lo elemental es que cada niña y niño afine su conducto preferi­
do para expresarse. El dibujo, la dramatización, la narración deben ser
tomados como formas expresivas de igual seriedad. Con frecuencia, una
frase manifiesta un pensamiento complicado y aporta una contribución
innovadora al intercambio de ideas. Nuestra tarea es saber recoger todas
estas señales y darles valor, ayudando a los autores a recuperar el pensa­
miento que estas señales esconden o revelan.
La curiosidad y el placer por descubrir cosas nuevas nos da la opor­
tunidad de pasar de la seguridad de las cosas conocidas al escalofrío de
enfrentarnos a cosas nuevas; de las estrategias cotidianas a las nuevas
estrategias, para nuevos mensajes, para nuevos destinatarios. En este
sentido, son claras las consideraciones efectuadas por Domínguez quien
dice que “enseñar los métodos de investigación histórica, equivale a
enseñar el manejo de la información, a distinguir críticamente entre dato
objetivo y juicio de valor, opinión y prejuicio, a extraer informaciones por
inferencias, y a emitir juicios ponderados sobre asuntos o cuestiones
discutibles” (Domínguez, 1989:41).
La recuperación de la historia local, forma parte de una metodología
de investigación y de enseñanza-aprendizaje que abre nuevos caminos
entre la escuela y la comunidad local. Rigoberta Menchú expresa que “hay
muchas preguntas sobre la mesa, pero no todas las debe contestar el
Cofradía de Identidades

maestro. Si sabemos leer y escribir debemos buscar las respuestas. Si fuera


su maestra les dejaría que investigaran para poder responder esas pregun­
tas” (Rojas, 1994: 47). Lo antes aludido tienen una profunda relación con
la didáctica, porque nos remite a recapacitar que la investigación es una
herramienta que nos permite la asimilación de conocimientos de la reali­
114 dad y; una estrategia de enseñanza-aprendizaje destinada a beneficiar la
La investigación : lente de la historia y cinta para el documental

retención crítica de los conocimientos. La re­cons­trucción de la historia

J osué R omán M artínez


local mediante la investigación y realización de documentales, forma parte
de una estrategia pedagógica que intenta articular estos dos aspectos, en
tal sentido, la propuesta retoma el desafío de investigar para poder respon­
der a ciertas interrogantes y a evidenciar características de la realidad.

¿Cómo abordar un documental?


Para abordar un documental necesitamos reflexionar ampliamente sobre
lo que pretendemos grabar. La idea es comunicar nociones determina­
dos en base a elementos como las imágenes y sonidos reales que previa­
mente se seleccionan y se ordenan de acuerdo al propósito planteado, en
torno a esto nuestro material va surgiendo a medida que se graba, este
estilo de conducciones son interesantes dentro de las experiencias de los
chiquillos. Es importante tener muy claras nuestras ideas y la de los
niños, ya que las posibilidades para desarrollar el tema son infinitas, así
nuestro trabajo no únicamente favorece el enfoque formativo, si no
también promovemos un enfoque informativo.
Previamente delimitamos el tema, en este caso la historia de la co­
munidad elegida principalmente para utilizarla en el campo didáctico y
para realizar la documentación de hechos que emocionalmente a los
alumnos y personas de la comunidad les interesa conservar. Sugerimos
presentar al grupo ciertas preguntas,10 con ello procuramos que los pe­
queños investiguen sobre lo que sucede o sucedió, ya sea consultando
con personas, leyendo libros o por otros medios, para empaparse de la

10. Se pueden fomentar interrogantes en relación con diversos contenidos. Por ejemplo,
Cofradía de Identidades

¿Los oficios son parte del testimonio del pasado? En este caso es importante estimular
a las niñas y niños para que piensen en alguna persona de su entorno local que realice
un trabajo de producción, es decir, alguna persona cuyo trabajo se mantenga como
testimonio del pasado. En este momento los niños piensan, planean y efectúa una
entrevista con una persona que haga algún producto; se le puede preguntar lo si­
guiente: ¿quién le enseño su oficio?, ¿cuáles herramientas usa?, ¿cómo se siente mien­
tras trabaja?...
115
La investigación : lente de la historia y cinta para el documental

realidad y asumir una actitud critica creando una pequeña historia.11 De


J osué R omán M artínez

esta reunión de datos se pude partir a narrar las opiniones y enfoques del
tema; nos valdrá también para cuidar la expresión y estructura de la
imagen. Toda la información que reúnan nuestros chiquillos es muy útil
para ordenar ideas y sobre todo cuando se va a grabar en forma directa,
no teniendo tiempo ni espacio para selecciones profundas.
Reconocemos que es casi imposible concebir un guión que abarque
el panorama general de la realización de la grabación. Por ello se diseñan
notas que permitan a las niñas y niños un trabajo controlable para el orde­
namiento posterior. Proponemos ordenar el material en tres aspectos: de
lo real a lo abstracto; de lo conocido a lo desconocido; y de lo cercano a
lo lejano. Mientras grabamos debemos buscar la síntesis de escenas, breves
pero suficientes, que encierren conceptos claros; esto posteriormente
ayuda a la edición del material. Antes de iniciar a grabar nos corresponde
pensar, en cada una de las tomas que iremos editando a medida que elija­
mos cada plano. Las tomas que hagamos deben poseer una razón de ser,
un momento verdadero que justifique su presencia en el video. Uno de
nuestros objetivos al realizar documentales es procurar que el espectador,
después de la proyección, conozca más sobre el tema de lo que sabia antes
de verlo, y al mismo tiempo hacerles pasar un rato agradable
Posteriormente se eligen los lugares estratégicos para que nuestros
alumnos documenten la información; da inicio la grabación del trabajo ya
desarrollado mediante las investigaciones y recopilación de las mismas.
Es conveniente la opinión de una persona que conozca del tema pero
que no haya participado de la grabación, así nos da su punto de vista
objetivo y precisión al trabajo.
Cofradía de Identidades

11. Historia redactada por Beatriz (9 años) “Ella se llama Senorina tiene 72 años vive en
el domicilio calle 5 de mayo su oficio es hacer artesanías de palma su mamá le enseñó
su oficio las herramientas que usa es el machete y cuchillo las materias primas que usa
es la pintura y la palma cuando trabaja se siente muy cansada, lo que piensa de su
producto es venderlo y con ese dinero comprar lo poco que le hace falta. Su trabajo
116 se utiliza en tenates para echar las tortillas y petates para sentarse.
La investigación : lente de la historia y cinta para el documental

La exhibición del documental debe realizarse frente a los alumnos,

J osué R omán M artínez


en primer lugar porque nos trae distintos beneficios además de ser ellos
los protagonistas, también es importante darlo a conocer a la comunidad
escolar y al publico en general, preparando previamente una información
general del tema, para una mejor comprensión de nuestros objetivos.
Manejar correctamente la cámara de video no nos autoriza pensar que
sabemos hacer un buen video, ya que ambas cosas son muy distintas;
aunque lo primero es sin duda complemento de lo segundo. Es innega­
ble que una experiencia sólida en la utilización de nuevas tecnologías es
un paso de avance en el camino hacia la evolución del entorno. Los do­
cumentales realizados con el mayor esfuerzo son armas de gran impacto
que nos permiten un mayor acercamiento a nuestra realidad inmediata o
lejana para un honesto análisis y una difusión de la verdad por medio del
hecho espontáneo de lo auténtico.
La superación de nuestras limitantes no será mágica, habrá un me­
joramiento gradual de la situación a medida que los documentales se
realizan y sean utilizados de la mejor manera, en el momento preciso
dentro de la escuela y en la comunidad. Hoy por hoy, cientos y cientos
de profesores en distintos lugares de México y en diversas instituciones
académicas de todos los niveles, utilizan regularmente en sus apoyos
didácticos videos de diversas características. De lo que se trata es de no
rendirnos ante los obstáculos, debemos informarnos antes de comenzar
a producir nuestro material o al utilizar algunos de ellos, para no dejar­
nos engañar por la mercadotecnia y evitar el mal gasto de los recursos
disponibles12.
Sin embargo cada vez es mayor la necesidad de que seamos los
Cofradía de Identidades

mismos docentes los productores técnicos y conceptuales de nuestros


propios videos didácticos. Por lo tanto, los que deseamos continuar por

12. Es común observar a docentes que utilizan el recurso Enciclomedia, reproducir pe­
lículas de “moda” sin sentido ni utilidad didáctica, poniendo en riesgo la eficiencia del
aprendizaje en los alumnos 117
La investigación : lente de la historia y cinta para el documental

este camino, deberemos empaparnos de la expresión en video conocien­


J osué R omán M artínez

do sus reglas, alfabetizándonos en este sentido, ya que no se trata de un


problema de técnica o manual. Actualmente, las cámaras de video cuen­
tan con numerosos dispositivos automáticos que hacen cada vez más
sencillo su uso. De manera que el problema fundamental consiste en
saber expresar con las imágenes contenidos de enseñanza-aprendizaje.
En caso de dificultad para capacitarnos, es mejor atrevernos a co­rrer
el riesgo de cometer errores de principiante. Es más peligroso no hacerlo,
porque significa recurrir a los pocos cineastas existentes orientados a la
producción de propaganda o de películas de baja calidad.
De esta manera la presente idea no pone en dificultades a nuestros
compañeros de la docencia, pues con una cámara de video y quizá con el
apoyo de un equipo de computo básico, así como con la asesoría de pro­
fesionales de la informática, quienes también son ya comunes, podrá un
profesor o profesora ser los productores y coordinadores para permitir que
los propios alumnos sean además de protagonistas, también creadores de
documentales como un excelente recurso didáctico para utilizarlo en el
favorecimiento del aprendizaje, el descubrimiento y gusto por la historia
familiar, comunitaria y regional.
Cofradía de Identidades

118

Das könnte Ihnen auch gefallen