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“EDUCACIÓN INTEGRAL: UNA HERRAMIENTA PARA SALVAR EL

PLANETA”

La historia de la humanidad siempre ha sido una carrera hacia la

evolución; de cierta forma se puede apreciar una tendencia natural – propia
del ser humano- a optimizar su estilo de vida y alcanzar cada día, niveles
más altos de desarrollo en todos los aspectos que le competen. Muchas
veces la carrera hacia la superación de nuestras habilidades fue enfocada
desde puntos de vista específicos: la educación técnica, militar y en
humanidades.

Este enfoque en determinadas cualidades humanas, permitió la

formación de seres con capacidades para transformar la naturaleza hasta la
increíble estructura social contemporánea, sin embargo, la falta de
motivación en pro del desarrollo de una dimensión socio-ambiental integral
en todos y cada uno de los educandos tuvo un impacto negativo en cuanto a
las responsabilidades individuales por el bien mundial. El resultado una
sociedad en la que un continuo relevo de los tareas sociales y ambientales
creó un circulo vicioso que impidió apreciar un degeneramiento de estas dos
dimensiones fundamentales para el hombre.

Para cuando nos dimos cuenta de la tendencia a la que guiaban

nuestras acciones, era imposible dar marcha atrás y muchos de los efectos
que estos problemas ocasionaron dejarían secuelas para siempre tanto en la
tierra como en nosotros y por lo tanto, corregir nuestro accionar sería una
tarea difícil. Nuestra generación fue heredera entonces de un mundo
globalizado, aunque no homogéneo y con serias tendencias a volver a iniciar
el ciclo social desde la lucha por el territorio, pese a esto la formación de un
“profesional”, integro en cuanto a todas sus dimensiones fundamentales
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seguía y aún hoy en día sigue siendo la mejor herramienta para frenar esta
inclinación.

Nos conviene evaluar entonces la pregunta: ¿Será la educación

integral la solución para lograr un cambio socio-ambiental que evite la
degeneración de la sociedad humana que tanto ha costado construir?

Si bien es en la escuela donde se debe iniciar la toma de conciencia

en cuanto a lo que se debe hacer en pro de mantener nuestra existencia, sin
desechar los notables avances adquiridos; es en la universidad donde esta
conducta se moldea e inicia una real puesta en escena. Los jóvenes
empiezan a comprender las herramientas que tienen a su alcance y como
utilizarlas para sustentar su vida en base a la aplicación de estos saberes,
“En el proceso educativo cuando se acentúa el desarrollo en un solo sentido
se crean seres humanos incompletos” (Stramiello, 2005, Pág. 1). Quiere
decir esto que el “sustento de la vida” muchas veces no tiene en cuenta los
medios y el impacto que estos generarán a corto y a largo plazo en nuestro
entorno.

El cambio en esta conciencia, el paso del yo como criatura

sobreviviente, al yo como parte del mundo, ese todo al cual debe proteger,
ha sido uno de los ejes principales en los planes educativos desde hace unas
décadas. Los grandes desafíos a los que se enfrenta la educación hoy día
han conllevado a un cambio en los modelos educativos. Esta inclusión de
una responsabilidad más, ha sido extendida a todos los niveles educativos y
las universidades no han hecho oídos sordos a este llamado. Si bien la
universidad tiene un enfoque más específico en cuanto a los conocimientos
que debe adquirir un educando, se ha dado cuenta – como es natural – que
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existen áreas transversales del conocimiento que se pueden compartir entre

los diferentes programas. Valiéndose de este hecho poder integrar algunas
asignaturas de formación en áreas humanas, sociales y medio ambiental no
ha sido difícil y por lo menos se cumplen los requisitos exigidos por la ley
para adelantar un plan de formación integral.

En relación a lo anterior, podemos ver que por lo menos la intención

del gobierno y la buena voluntad de los educadores han creado una alianza
que ha dado el primer paso para lograr el cambio tan esperado en el mundo.
La otra parte que ocupa nuestro problema es acerca de los verdaderos
resultados que esta “formación integral” conlleva. Como lo afirma María Clara
Tovar: “Los estudiantes tienen diferentes conceptos sobre lo que es
formación integral; para algunos es la formación como profesionales y como
personas, para otros es saber de todo un poco, para otros es la relación
entre la teoría, la práctica y su relación con el contexto.” (Tovar, 2002, Pág.
149). Con base en esto, es en la perspectiva del educando donde esta la
tarea más difícil en la generación de este cambio actitudinal que ocupa este
texto.

Muchas veces los estudiantes asimilan los conocimientos de forma

particular, no siempre en el sentido en que se pretende por parte del
educador, una vez más viene a destacar la fenomenología de Husserl
(Ginner, Lamo de Espinos y Torres, 1998). Por tanto surge un problema
severo que tiene que ver con la misma naturaleza humana, ¿como hacer que
todos asimilen estas competencias socio-ambientales? Si bien es difícil
lograr esta empresa, muchas son las propuestas dadas por filósofos,
sociólogos, sicólogos y científicos y que son aplicadas en nuestro medio, es
de destacar que todas ellas están orientadas a la mejor opción que dicho
sea, es cambiar la forma de pensar del mayor número de personas. No es la
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perfección, pero es lo que por ahora podemos hacer sin caer en una
educación represiva o una imposición en contra de la libertad individual;
analizando esto parece entonces que la responsabilidad socio ambiental
pasa a depender solo del selecto grupo de personas- aquellos que aceptan
las políticas dictadas en los centros de enseñanza- lo cual parece llevarnos
de vuelta al mismo circulo vicioso del que hablamos desde un principio, claro
está un poco más ampliado.

Para contrastar lo anterior, invoquemos un concepto de educación

integral, Según la Conferencia Mundial Sobre los Derechos Humanos de
1933: “Se trata de una educación integral: una educación que sea capaz de
preparar hombres autónomos desde el punto de vista moral, y respetuoso de
la libertad y la dignidad del otro; he aquí el objetivo esencial. La educación
para los derechos humanos hace referencia a esta finalidad de la educación”
(Capelle, 2005, Pág. 6), a partir de este concepto parece que encontramos
un alivio para salvar la educación integral, si observamos esta como un
proceso y apuntamos al mayor número de personas, en un lapso igual a un
ciclo educativo contaremos con un numero algo reducido de personas
autónomas, supongamos ahora que estas personas autónomas crían a su
descendencia en un entorno basado en sus nuevos principios, pronto el
número crecerá y estará reforzado por un proceso continuado del que guió a
sus padres; la tendencia es entonces a crecer sin importar la razón, por que
el crecimiento poblacional así lo predice.

Con base en esto, somos parte de un proceso con retroalimentación,

las nuevas generaciones realizaran correcciones que no se pudieron realizar
con anterioridad provocando una mejora cada vez mayor en los niveles de
responsabilidad social y medio ambiental, claro está mientras las políticas de
educación integral sigan siendo un plan activo para todas las naciones y su
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proyección siempre este fundamentada en la libertad, porque no querríamos

dar vuelta atrás en todo lo que se ha logrado.

Bien pues parece ser que la educación integral que se propone desde
el siglo XX es un proceso que dará resultados en el futuro, queda por
resolver entonces un interrogante, ¿Tendrá el planeta tiempo suficiente para
esperar la formación de estas personas?, no es que quiera dar una visión
apocalíptica pero cada vez más se sienten con fuerza las alertas de una
inminente guerra entre naciones, además las sociedades pierden su
identidad de manera exponencial y es poco lo que se puede hacer por el
medio ambiente cuando se esta s sumido en vicios, extrayendo de forma no
controlada todo lo que sea de “valor” de nuestro planeta y consumiendo de
forma desmedida. La sociedad necesita reformas urgentes para darle tiempo
a la educación, afortunadamente, existen algunos que tienen un visión
integral – y están en el poder por demás decirlo - aún cuando el concepto no
era tan popular en su tiempo de tal forma que se han iniciado reformas que si
bien no son definitivas nos han dado algo de tiempo para que el numero de
seres autónomos con visión socio-ambiental crezca. Así organizaciones
como la OMS, la ONU, las mil y un ONG’s destinadas a la preservación
humana y del planeta juegan un papel protagonista en la historia actual.

Para concluir, el ser humano es un ser que está en continua evolución,

todo lo que está a nuestro alrededor es testigo de esta propiedad,
lamentablemente ese desarrollo que hemos alcanzado ha sumido al planeta
en problemas ambientales y sociales de los que es seguro quedarán
secuelas una de ellas esperamos sea no volver a repetir los mismo errores.
La educación Integral entonces nace como una solución para esta
problemática enfocada en la formación de seres autónomos, concientes de
la protección social y medio ambiental. Sin embargo esta formación impide
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poder obtener resultados instantáneos, requiere entonces de un tiempo,

como el que ha pasado en el anterior siglo, y que nos da las bases para
afirmar que en el futuro se verán los enormes beneficios que trae una
formación en todas las dimensiones fundamentales del hombre. Mientras se
logra el objetivo entidades, gubernamentales o no, trabajan a toda marcha
para frenar potenciales desastres y dar tiempo a que estos planes den sus
frutos, la invitación es a colaborar en este proyecto que tiene como fin
perpetuar la especie por la que tu y yo entregamos nuestro trabajo día a día.

Referencias

Capelle, Nicolás. (2005). Educación Integral. Editorial Hermanos de las Escuelas

Cristianas. Roma, Italia. Pp. 49

Ginner, S; Lamo de Espinos, E y Torres, C. (1998). Diccionario de Psicología. Madrid.

Alianza Editorial. Pp. 1500.

Stramiello, Clara. (2005). “Una Educación Humanista Hoy”. En revista Iberoamerica de

Educación. [en línea], disponible en http://www.rieoei.org/deloslectores/1031Stramiello.PDF,
recuperado: 1 de junio de 2010.

Tovar, María Clara. (2002). El significado de la formación integral en estudiantes de

último semestre de la Facultad de Salud de la Universidad del Valle. En Revista
COLOMBIA MÉDICA Vol 33. No 4. Calí. Pp. 149-155.