Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Nuño, el azar
y la libertad José Ángel Leyva
se albureaba y se jugaba con las palabras, donde se daba lu - Yo asistí por primera vez cuando era un muchacho, un
gar al chisme. Yo, por cierto, no volví porque nunca he te - estudiante, al Café París donde se reunían Octavio Ba-
nido afición por los grupos. Supongo que para usted era un rrera, León Felipe, Emilio Obregón, entre otros. A Ri-
rato de esparcimiento ¿no es verdad? cardo Garibay, Jorge Hernández Campos y a mí nos
Absolutamente. Usted dice que era libre, pero no, permitían sentarnos en sus mesas a escucharlos y de vez
había una jurisdicción que prohibía hablar de literatu- en cuando a platicar con ellos. Son las únicas tertulias a
ra. Por eso es que podíamos entendernos tan bien, siem- las que yo he asistido.
pre estábamos en plan de relajo, como Dios manda.
¿Cómo nace en usted esa fascinación por el poeta lati -
Disfrutando de la cerveza... no? Tengo la impresión que leyendo El amor y la cólera,
Y de la amistad. Catulo, de alguna manera, se apoderó de su alma y quiero
saber si comparto con usted esa experiencia de posesión.
Recuerdo que la invitación de Vicente fue porque me Claro, a mí también me ocurrió. Fui lector desde
había publicado mi libro Catulo en el destierro, y como muy chico de esta clase de poemas y de más, digamos
usted es un referente fundamental de ese largo poema, pre - de Propercio y Horacio, cuyos poemas están llenos de
sente desde los epígrafes, él pensó que era bueno encontra rm e citas mitológicas e históricas que hacen prácticamente
con usted y mostrarle nuestra comunión catulinaria. Pero imposible la lectura del poema lírico. En cambio en Ca-
en verdad lo vi tan divertido y bromista que me guardé las tulo se encuentra al poeta que escribe porque le estaba
preguntas. Comprendí de inmediato el espíritu que regía fastidiando la vida una vieja a la que amaba. Así que sus
esa reunión. Vicente le hizo referencia a mi libro y usted poemas nacen de las tripas, del corazón, y no recurre a
respondió que todos los poetas jóvenes nos sentimos Catu - comparaciones ni cosas por el estilo. Habla de lo que le
los alguna vez. De cualquier modo me gustó estar allí en ordena el cuerpo, la víscera.
ese ambiente de juerga, de Goliardos que confrontan de
alguna manera la solemnidad y rigidez de los cafés, de las Destilando la pasión, el estado de ánimo.
tertulias. Exactamente. Luego yo padecí mucho por causa del
No íbamos a hacer historia, sino a platicar, a pasar amor. Ya ve como son las mujeres. En Catulo encontré
un buen rato. Hubo una cosa que echó a perder los una historia que se parecía mucho a la mía. Supongo que
encuentros de los Calacos. Cuando otros poetas se en- a usted le habrá pasado algo semejante, como a todos
teraron de las reuniones en el Rincón de la Lechuza en algún momento de la vida.
asistieron con afanes de lucimiento y de erudición. Tras-
gredieron la norma y el principio de esos encuentros, no De alguna manera así ocurrió o quizás a la inversa,
hablar de literatura. Así echaron a perder las reuniones. Catulo me condujo a esa situación. Me hizo víctima de su
Hubo hasta veinticinco mesas ocupadas por nuevos asis- fiebre, de su delirio pasional.
tentes a estos encuentros con los Calacos. Ya no se po- Lo que me apasionó también de Catulo es que era
día hablar de nada y para mantener nuestro prestigio un hombre joven que buscaba el placer como finalidad
debíamos callar ante las visitas. de la vida. Era el año de 1968 y yo vi cómo los jóvenes
estaban entregados rabiosamente a aquello en que creían,
¿Hubo algunos otros motivos que dieron al traste con las era una lucha social. Entonces me embargó la tristeza.
reuniones? Sentía tanta simpatía por ellos que, al ver que no era más
Sí, cambios de casa, trabajos de cualquier índole que un intento que iba a frustrarse innecesariamente, su
y, como ya dejaban de ser jóvenes, el afán de hallar impulso me llevó a Catulo. En el 68, precisamente junto
trabajos más serios e importantes en otras partes de a mi oficina, estaba el Consejo Nacional de Huelga. No
la ciudad. Hicimos otro intento por encontrarnos, todo, pero sí una parte fundamental de dicho consejo.
pero ya no logramos la continuidad por estos últi- Recuerdo que Pepe Revueltas estaba allí a menudo y,
mos motivo s . mientras ellos discutían en los corredores, yo traducía
a Catulo en mi máquina de escribir.
¿Usted ya había tenido la experiencia de este tipo de reu -
niones, de tertulias con escritores e intelectuales? ¿Y qué experimentaba usted en esos momentos al ir desci -
No. Mire, primero debemos aclarar que esa no era frando, al ir trasladando del latín antiguo al español esos
una tertulia o reunión de intelectuales, sino de amigos. versos de resentimiento y de denostación, de amor sangrante?
No es piratearlos, es tomarlos prestados, son cosas di- He pensado en numerosas ocasiones que usted nos apro -
ferentes. xima a un personaje que establece una impronta en el ca -
mino de los poetas malditos. Es poseedor de ese fondo de
Su estudio me enseñó el camino del poeta y me mostró malignidad que usted refiere como requisito indispensable
al personaje, dos entidades distintas que, en el caso de Ca - para construir una gran obra.
tulo, se hallan en una sola, pero no es condición para que Bueno, mire, en principio diría que Catulo es el úni-
exista el poeta. El individuo se mueve por un lado y sufre de co poeta ve rdaderamente lírico de Roma. La lírica es
la misma manera; no necesariamente vuelve a padecer la en su origen un modo popular de escribir, porque no se
exaltación del sufrimiento, en este caso amoroso: la llaga trata de colocarse por encima de nadie, sino de meter-
de la vida. Veo al hombre que hace versos contra Julio Cé - se entre la gente. En ese sentido mundano Catulo es un
sar, su enemigo y admirador, su contraparte poseedora de poeta maldito, aunque antes existieron otros dos en la
lo que él carece, poder. Catulo el de los versos pintados con Grecia antigua. Pero seguramente entre los romanos fue
veneno en los muros de Roma, el poeta. el primero y quizás el único que manifiestó su maldad,
Es ese último término lo que importa, porque los ver- porque no me negará usted que los poemas de amor de
sos eran escritos por un hombre, por un poeta a quien Catulo están llenos de maldad.
le nacían de las entrañas las palabras. Mismas con las que
el pueblo se sentía identificado. Esos versos eran, en úl- Por supuesto, de odio, de ánimo, de destrucción, de todo
tima instancia, lo que a mí también me importaba. aquello que no posee y desea.
Exactamente, el ánimo de venganza, lo que yo llamo
¿Y la envidia?, ese sentimiento tan bien reflejado en Los el amor y la cólera. Es decir, el amor que se convierte en
idus de marzo, de T h o rnton Wi l d e r. Algo por cierto muy otro sentimiento, odio; tanto que destruye el amor y
común entre los artistas y creadores en general, el odio que sólo vive para la destrucción de todo cuanto haya podi-
nace de anhelar lo que el otro posee, lo que no se tiene, que en do erigir.
ese caso era un imperio y una mujer, Clodia Pulsh.
Claro, imagínese lo que era Julio César en aquel Me interesa mucho la figura de Lesbia, símbolo de la
momento, dueño del mundo en unos cuantos años. Ca- pasión y de la enfermedad amorosa, que también podría
tulo, que en cierta forma era de la aristocracia, debía sen- ser sólo el pretexto que busca el poeta para darle sentido
tirse muy atraído por él y simultáneamente ser presa de a la vida de alguien, del hombre cotidiano, que requiere
la cólera y la envidia. Acuérdese que en sus poemas Ca- esa energía para poder sentir la existencia, para compensar
tulo atacó mucho a Julio César, haciendo mofa de sus la ausencia de un incentivo vital. Para usted ¿qué papel
relaciones devergonzadas y de lo que había hecho de desempeña Lesbia o Clodia?
Roma aliándose con Pompeyo. Todo cambia en Catu- Ella representa el papel principal, es la causa, el mo-
lo cuando Julio César lo perdona, esa es la palabra que tor de la desgracia. Lesbia era en aquel momento una
usan los biógrafos, en ese momento, el poeta se confor- mujer muy pretendida, digamos por todos los roma-
ma con el César. nos, tal vez, inclusive por Julio César. No re c u e rdobien
ahora, pero me parece que Cicerón estaba chiflado por
¿Hay una reconciliación en ambos planos? ella. Por otro lado, en algún momento Lesbia le hace el
Hay una rendición. favor a Catulo, el favor de estar en su lecho. Él mismo
describe esa circunstancia, pero aclaremos, ella le estaba
Me refiero a que ambos se admiran, uno por poseer la haciendo el favo r, no el amor. Ella tenía otras ocupacio-
virtud de la palabra y el otro por ser dueño del poder. nes y el poeta la quería para él solo, cosa imposible, por-
Sí, le repito, los romanos de la clase social en la que que nadie en el mundo puede tener una mujer exclusi-
estaba situado Catulo pensaban de ese modo. Me ima- vamente para sí. La mujer en último término es tanto
gino que el perdón del César los incluía en el poder y o más libre que el hombre. Lesbia veía su relación con
los reconocía cerca de éste. Catulo como un accidente, como un encuentro efímero.
Y en su caso, ¿cómo descubre o cómo identifica la pasión Me parece que en su caso la palabra re p resenta un
como camino o en el camino de la poesía, me refiero a la símbolo femenino. Usted, como filólogo, como estudioso
pasión amorosa y a la pasión de escribir? de la lengua, rinde un culto a la palabra, es en esa tensión
No es un descubrimiento, se empieza a escribir tam- a m o rosa donde usted encuentra la imagen de la mujer
bién porque hay que escribir, porque hay que decir de misma.
alguna manera lo que le pasa a uno. Generalmente esto Posiblemente haya eso, no lo sabría decir, pero qui-
se hace con un amigo o una amiga, así, como una con- zá tenga razón y exista ese tratamiento. Ahora que usted
fidencia. Pe ro en algún momento, sin previo aviso, uno recuerda eso, hay en muchas partes de lo que escribí una
siente la posibilidad de expresarlo de otra manera, de c i e rta identificación de la mujer con la Virgen María, es
hacerlo por escrito, por ejemplo. Catulo lo hacía de este decir, una lejanía metafísica de la mujer que no se va a
modo y no de otro. Ningún poeta habló de esa pasión d e s t ruir nunca y que, entonces, se trata de borrar de al-
como lo hizo Catulo. gún modo con el instrumento de la palabra. Es decir, yo
estoy lejos de ti, pero mi palabra tal vez esté cerca de ti.
Mire lo que usted escribe en “El árbol”:
Ay, el amor. No quieres ya ni siquiera hablar de amor, Ya pasando a otra esfera de su obra. Hay un interés por
no quieres ni siquiera acordarte. la antigüedad, un marcado interés por el tiempo antiguo.
Usted es un gambusino, un explorador de la literatura de
Y más adelante dice: tiempos remotos. Sobre todo de la palabra poética de la anti -
De cólera y ternura estoy poblado, güedad europea y de la mesoamericana. Traductor del grie -
porque estás triste y solo, go y del náhuatl. ¿Qué le atrae de estas dos vertientes?
desde el fondo me quemo en contra de lo que te En ese tiempo se exalta la naturaleza del mundo.
[lleve por amor, Usted lea la Ilíada o lea los poemas líricos y verá que en
a los tres, cuatro o cinco años de edad se empieza a sufrir ¿Es una pérdida definitiva?
la carga humana alrededor de uno, los padres, los com- Y muy difícil de soportar. Mi vida ahora está limi-
pañeros, los hermanos, los maestros; luego los jefes, la tada por las sombras. Lo que me sostiene todavía es esa
p ropia familia es una carga permanente que lo determi- máquina ampliadora con la que puedo mantener acti-
na a uno, en el buen sentido, por supuesto. Entonces, va mi vocación de profesor. Sigo escribiendo cosas que
si hay carga continúa en el hombre, no puede existir la pienso pueden ser lecciones para los muchachos.
soledad, la carga es compañía necesariamente. La sole-
dad se expresa porque esa mujer me ignora, porque no Para terminar esta conversación iluminadora, le pre -
está conmigo. Esas son vaciladas. gunto, ¿usted se ha refugiado en la Universidad, pero sabe
que tiene o ha tenido la posibilidad de dominar la Repú -
Ha titulado uno de sus poemarios De otro modo lo blica de las Letras? ¿Nunca le atrajo el poder, ése que han
mismo. ¿Por qué esa idea de repetición de la vida, si aten - ejercido o anhelado los intelectuales mexicanos?
demos a perspectivas distintas según la edad y las circuns - No me interesa. El poder es una cosa que nunca me
tancias? atrajo ni despertó mi interés. Yo nunca he dado una or-
Está tomado de Ovidio, en donde narra que Ca- den, pero tampoco soporto que se me dén una. Si yo
lipso invita a Odiseo todas las tardes, durante diez quiero mantener esta libertad interior que me queda,
años, para que le cuente sus aventuras en Troya, y to- debo respetar absolutamente la decisión de los demás.
dos los días le cuenta lo mismo, pero siempre de ma- Así, la República de las Letras no me interesa en lo más
nera diferente. mínimo. A mí me interesa la Universidad como insti-
tución porque es el cerebro y el corazón de México. Si-
¿Es decir que la historia de la humanidad es el mismo go pensando que México debe existir y para ello la Un i-
acontecimiento, el mismo relato? versidad debe ser cada vez más fuerte, para sostener la
La historia es la misma. Yo como poeta digo exacta- soberanía, la nación, el país.
mente lo que ya dijeron los poetas antiguos. Cada cual
debe decir lo mismo de la manera que le está permitida,
que le posibilita la vida, el ADN.