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6.

2 Algunos temas teológicos particulares

6.2.1 )La fecha del fin? Hay que renunciar a saber la fecha; estar siempre preparados.

La consigna de Jesús es de una claridad meridiana en lo que respecta a la fecha o a los


detalles concretos de los acontecimientos relacionados con el final: "Pero aquel día y aquella
hora NADIE LOS CONOCE, ni los ángeles del cielo NI EL HIJO, sino sólo el Padre" (Mc
13,32). En cualquier caso, no nos toca a nosotros conocer las coordenadas del final.

Es curioso. A pesar del carácter tal claro de esta consigna, se sigue haciendo conjeturas y
predicciones con bases políticas, económicas o ecológicas. No está bien que se pretenda
apoyar tales hipótesis recurriendo a la Biblia e incluso a Jesucristo para proponer tal o cual
fecha: "Aquel día y aquella hora nadie la conoce...".

Jesús nos invita, pues, a la mayor modestia y prudencia respecto a este tipo de especulaciones.
Para él, la cuestión de la fecha del fin del mundo no es importante. He aquí la paradoja
cristiana: Es preciso saber leer los signos de los tiempos, pero sin conocer de antemano el
calendario o el programa detallado de los acontecimientos del final. Jesús relativizó la
cuestión de la fecha concediendo toda la importancia al tema de la vigilancia. Sea cual fuere
la fecha final, los cristianos deben estar SIEMPRE PREPARADOS... CRISTO ES
NUESTRA ESPERANZA.

Para quien cree sobre todo en Jesús, no existe una predicción cronológica de ningún tipo
acerca del fin del mundo. Indudablemente, este tendrá lugar, y es imprescindible aprender a
conocer sus signos.

6.2.2 )La salvación de cuántos y de quiénes ? Pero no todo se reduce a invitar a la dicha.
Es preciso, además, "contestar a todo el que os pida razón de vuestra esperanza" (1 Pe 3,15);
hay que dar motivos para esperar. El autor del Apocalipsis lo hace admirablemente bien
afirmado, en primer lugar, el hecho de la salvación. Para él, la salvación está en manos de
Dios y del Cordero. Esto constituye el núcleo de la profesión de fe de los salvados: "Salud a
nuestro Dios que se sienta sobre el trono, y al Cordero" (7, 10; idéntico estribillo en 12,10 y
19,1). Juan anuncia "un tiempo de salvación" (12,10). Más aún, se le concedió contemplar la
muchedumbre inmensa de salvados.

Si nos fijamos en 7,1-8, nos encontramos con que el número de los liberados de toda clase de
mal es evidentemente simbólico: es el resultado de multiplicar las doce tribus de Israel por
doce, y luego por mil que es la cifra de la historia de la salvación. Representa a los cristianos
que han sido marcados por el sello imborrable del bautismo y que gozan de una especialísima
protección divina.

Contrariamente a lo que se ha dado a entender con frecuencia, el Apocalipsis no habla de la


salvación de un pequeño número, sino que afirma el pleno despliegue de la salvación en
virtud del señorío universal de Cristo. La salvación que él evoca y celebra jamás es algo que
afecta sólo a un pequeño grupo; se trata siempre de un gran número, de una muchedumbre, de
una multitud: "Después de esto (es decir, de los 144.000) vi aparecer una gran multitud, que
nadie podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y lengua..." (7,9); "Después de esto oí en el
cielo la voz de una gran multitud que decía: "Aleluya! La salud, la gloria, el poder a nuestro
Dios..." (19,1); "Luego oí como la voz de una gran multitud..." (19,6).

La salvación cristiana es absolutamente universal, así lo podemos ver en 7,9-17 en donde


contemplamos la inmensa multitud que está de pie en señal de victoria. Y se nos ofrecen sus
características y sus perspectivas.

Nos equivocaríamos si confundiéramos salvación de un gran número y salvación adquirida a


bajo costo. Porque los salvados han tenido que pasar por "la gran prueba" (7,14). Pero esa es
precisamente la buena nueva del Apocalipsis: Son numerosos los que han superado
victoriosamente la prueba. Las perspectivas abiertas por el Apocalipsis no pueden ser más
universales.

6.2.3 )El Séptimo sello ? En 8,1-5 encontramos este acontecimiento. El momento de abrir
el séptimo sello es tan importante, que la acción va seguida de un misterioso y significativo
silencio. Y en medio de este silencio, en sorprendente contraste, suben las oraciones del
pueblo cristiano hasta la presencia de Dios, donde son perfeccionadas por el poder divino para
intervenir de nuevo eficazmente en la historia del mundo.

Este séptimo sello no es el fin de la historia, ni del mundo, ni del libro, si bien este séptimo
sello prepara y abarca en tensión dramática todo el resto del libro hasta su final pues, según la
estructura literaria, no hay ruptura en la trama de la obra. El Séptimo sello no puede ser, por
lo tanto, algo que cause pánico y terror, como suele aparecer en los dichos populares y en el
cine.

6.2.4 )La séptima trompeta ? En 11,15-19 encontramos una especie de liturgia celestial,
una respuesta celebrativa en el cielo de lo que ha acontecido en la tierra. Esto es posible
gracias a la perspectiva del Apocalipsis, en el cual se han roto las fronteras entre el cielo y la
tierra, el cielo está ya abierto y existe una comunicación perfecta con la tierra.

Esta séptima trompeta permite prorrumpir en un himno que insiste en la grandeza de Dios y
en el dinamismo de su reino; la solemne misión del Arca de la Alianza recuerda la llegada de
los nuevos tiempos e indica que los planes de Dios sobre la historia están bien protegidos por
el poder providencial de Dios. Así se podrá comprobar en los capítulos siguientes.
6.2.5 )La mujer y el Dragón ? Una mujer de aspecto celeste, que da a luz un hijo en el
cual es necesario reconocer el Mesías, dado que en el v.5 él realiza la profecía mesiánica del
Salmo 2,9.

Mirando el conjunto del texto se descubre que tal Mujer designa a Sión (cf. Is 54; 60; Os 2,21-
25), es decir, el pueblo de Dios, que engendra al Mesías y a los creyentes. En cuanto madre
del Mesías, esta Mujer designaría a María, tal como lo pensaron numerosos Padres de la
Iglesia y toda una tradición litúrgica e iconográfica. Muchos Exégetas contemporáneos, sin
embargo, temen proponer esta identificación, incluso a nivel secundario. Otros piensan, sin
embargo, que el autor ha soñado en María en cuanto figura de la Iglesia.

El autor evoca el duro enfrentamiento entre dos misteriosos personajes -la mujer y el dragón-
a través de una acción dramática que cambia continuamente de escenario. En realidad se trata
de la historia del mundo vista de manera panorámica. La mujer simboliza al pueblo de Dios,
ahora realizado en la Iglesia, que está dando permanentemente a luz al Cristo pascual (Gal
4,19; Ef 4,13).

Cristo, a su vez, con el triunfo de su resurrección, ocasiona al diablo una derrota total. La
reacción del dragón es violenta y desesperada; La persecución arrecia, el ataque se hace cada
vez más persistente y cruel. Pero la insistencia de Dios es mucho más poderosa y la mujer y
su hijo varón escapan a las guerras del dragón dirigiéndose al desierto, que en la perspectiva
del éxodo-liberación es lugar ciertamente de prueba, pero lo es ante todo de encuentro
amoroso con Dios (Ex 16; Os 2).

6.2.6 )Las dos bestias ? )La Bestia y el Dragón ? Este delicado asunto que tanto ha
impresionado a los lectores del Apocalipsis requiere especial atención. Unas breves
indicaciones nos permitirán aproximarnos al núcleo del asunto.

En 13,1-18 nos encontramos con cierta descripción de el mal, que es para el autor del
Apocalipsis una tremenda realidad histórica, que está aquí encarnado en tres siniestros
personajes: el gran dragón y las dos bestias. Los tres configuran una especie de diabólica
antitrinidad cuya única pretensión es combatir a la Iglesia con todos los medios posibles.

- El gran dragón representa toda la enorme vitalidad del mal en su más profunda raíz;
por su parte, las dos bestias son sus más fieles colaboradoras, las más eficaces ejecutadoras de
sus perversos proyectos. La primera bestia surge del mar oscuro y caótico (cf. Gn 1,2; Sal
88,10-11), en el que la Biblia coloca a las potencias enemigas de Dios (cf. Dn 7): representa la
concentración de todos los imperios que habían oprimido históricamente al pueblo de Dios.
La segunda bestia sube de la tierra, que es el horizonte donde se desarrolla la historia humana:
representa todo el poder de seducción y de halago, de persuasión y de propaganda engañosa
propio de los estados totalitarios.

- La cifra de la bestia: 666 Esta es la cifra más célebre y más difícil del Apocalipsis. El
autor quiere que el lector de una prueba suprema de discernimiento. En 13,18 hay una
advertencia que es una invitación a la prudencia y a la humildad ante cualquier intento de
interpretación. El autor advierte que va ha hablar de manera simbólica, lo cual significa que
está mirando a alguien a quien hay que reconocer.

)A qué personaje se refiere el autor? Ha habido especulaciones fantasiosas al buscar nombres.


Conviene señalar que la interpretación apunta inevitablemente hacia un representante del
poder imperial romano del siglo primero de nuestra fe.

El número 666 podría ser una cifra triangular (cf. Cálculos de los Pitagóricos). Sin embargo es
mucho más fuerte una línea de interpretación que va ganando terreno y que corresponde a un
simbolismo bíblico, es la que ve en el triple 6 el signo de una imperfección radical, de la
imperfección llevada a su grado extremo. Significa entonces, deficiencia, carencia,
imperfección congénita e irreversible.

Según el valor simbólico de las cifras, el número 666 equivaldría, en opinión del numerosos
intérpretes, a "Nerón Cesar", personaje representativo de la furia perseguidora estatal contra la
Iglesia. Pero el número no es 777, que sería la cifra de significado perfecto, completo; eso
quiere decir que la persecución, aunque cuenta, no es total. Aún en medio de las más duras
realidades, siempre hay, para el autor del Apocalipsis, lugar al consuelo y la esperanza,
consuelo y esperanza en Jesucristo.

De la cifra de la bestia se debe retener, al menos, lo siguiente:

- Se trata de un personaje de la época, que vivió antes o hasta el momento de la


composición del Apocalipsis, un emperador contemporáneo de Juan, alguien que vivió entre
los años 40 y 90 de nuestra era.

- Se trata, al mismo tiempo, de una cifra humana, que pertenece a nuestro mundo y no
al mundo diabólico y divino; por consiguiente, dominable. Se puede dominar a la bestia, ésta
no es invencible. Esto quedará demostrado perfectamente en los siguientes capítulos del libro
(cf. Cap 20).

6.2.7 )Las siete plagas ? Después de la señal de la Mujer y de la de El Dragón, entra en


escena una tercera señal: siete ángeles con siete plagas (15,1-8). Son las últimas plagas,
porque con ellas el furor de Dios va a llegar a su final. De hecho, este capítulo actúa como
breve introducción a la descripción detallada de las mismas, ya que el autor quiere
decididamente fortalecer la fe y la esperanza de la comunidad cristiana tras las penalidades
sufridas y las que aún se avecinan, representadas por las plagas. Este es el sentido de los
versículos 3-4, que son un precioso himno compuesto como citas de los profetas y de los
salmos, y que es presentado como canto de liberación para el antiguo pueblo (Moisés), como
para el nuevo pueblo de Dios (el Cordero = Cristo).
6.2.8 )La prostituta y la gran ramera ? (17,1-18) Se trata de un aspecto sobre el cual
otros grupos religiosos han creado muchas confusiones, con interpretaciones que no
responden ni al texto, ni a su estructura literaria, ni a su contexto.

La gran prostituta, la bestia y la orgullosa Babilonia, vienen a representar una misma cosa.
Se trata de la enemistad demoníaca contra Dios y la Iglesia, que se expresa a través de
diversos términos bíblicos. Su realidad profunda se comprende ante el contraste que
representa la esposa, el Cordero y la Nueva Jerusalén. Los símbolos son abundantes y casi
todos se refieren a Roma -como gobierno sede del gobierno imperial y no como la sede de
Pedro y menos aún como el Papa mismo- y a su persecución contra la Iglesia de Jesucristo - la
Esposa del Cordero degollado- (Ap 5,6.9.12;13,8).

En el fondo se trata del poder del mal que se manifiesta tremendamente agresivo y eficaz.
Pero la comunidad cristiana no debe acobardarse; el poder del mal es pasajero, los agentes del
mal se destruirán mutuamente, y la victoria final será del Cordero a quien la comunidad debe
reconocer como Rey de reyes y Señor de señores.

6.2.9 )Los mil años ? (Ap 20) Es uno de los temas más célebres -mucho más en este final
de milenio- pero de los más difíciles del Apocalipsis a la hora de interpretarlo.

Este reino de los mil años: * ´)será un período definido numéricamente de mil años exactos?
Si así fuera, * )cual es el punto que señala el comienzo? * )la resurrección de Cristo? * )el
tiempo en que Juan escribe el Apocalipsis * )un tiempo que está todavía por venir y que
marcaría el comienzo de los acontecimientos del final? Más aún, * )se trata de un reino
terrestre? * )O hay que interpretar este pasaje de manera simbólica, como designación, por
ejemplo, del tiempo de la Iglesia, aunque éste sobrepase los mil años, como sucede ya?.

Hay que ser prudentes en la interpretación: Mejor es ver que dice el texto? y qué quiere decir
el texto?

** En lo que el texto nos dice (20,2.3.4.5.6.7) se percibe que el acento no recae tanto
sobre el reino de los justos como en la victoria sobre Satanás. Cuatro de las seis veces se
refiere a la impotencia de Satanás. Si miramos el contexto literario vemos que antes y
después del libro proclama la victoria del Mesías sobre Satanás. hay que tener en cuenta
que el autor es muy poco explícito sobre la naturaleza del reino en el que participarán los
justos; lo único que dice es que los justos serán asociados al señorío de Cristo, pero ni
siquiera dice que ese reino tendrá lugar sobre la tierra.

Considerando lo que quiere decir el texto, hay que tener en cuenta el simbolismo de los
números, cuya interpretación nos permite afirmar que este número encierra la indicación
global de un período prolongado en el que aparecerá de manera más palpable la victoria
de Cristo sobre Satanás. El autor no ofrece más explicaciones, por eso no se debe insistir en
una u otra opción.
Este período de "Mil años", en sentido simbólico, hay que entenderlo en la línea de el día del
Señor, que será "el día octavo" de la creación, día de la nueva creación.

En 20,1-10 se describe, por tanto, la derrota definitiva del dragón, enemigo número uno y
principal artífice del mal. Su derrota se describe en dos fases sucesivas: La primera es el
período de mil años en que permanece encadenado y en el que, por tanto, su actividad
maléfica es muy restringida; esta enigmática cifra de los mil años ha sido diversamente
interpretada, dando lugar a los conocidos movimientos milenaristas de diverso tipo; hoy
caso nadie pone en duda que debe ser entendida simbólicamente: es el tiempo de Dios y de la
Iglesia (cf. Sal 89,4;2Pe3,8). En la segunda fase, hará un esfuerzo desesperado por desarrollar
su fuerza destructiva, pero todo será en vano; su ataque final fracasará y será borrado
definitivamente de la historia.

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