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Este texto fue presentado en el 34° Congreso Internacional interdisciplinario de


Filosofía el 2011, en Córdoba, Argentina

Alfred Müller-Armack. Un economista preocupado de la paz social

Eugenio Yañez
Universidad Adolfo Ibáñez
Chile

Abstract
Existe una forma de ejercer violencia contra las personas a través de la economía. Se puede
hacer de forma manifiesta o más encubiertamente. Esto sucede generalmente cuando la
economía queda librada a su lógica mercantil y economicista y reniega, por ejemplo, de la
ética. Así lo demuestran los últimos escándalos financieros. Sin embargo, existe una forma
de entender la economía como una ciencia moral capaz de combinar exitosamente el
crecimiento económico con la justicia social, respetando la dignidad humana. Es la llamada
Economía Social de Mercado
Keywords
Economía, ética, justicia social

Introducción
Si se me preguntara por dos rasgos característicos de nuestra época, respondería que son la
soledad y la violencia. Y nos hemos acostumbrado a vivir con ellas. Y como nos hemos
acostumbrado a vivir con ellas, muchas veces pasan desapercibidas, ocultan sus rostros o
los cubren con el maquillaje de la hipocresía.
2

La violencia, esa “partera de la historia”, como la llamaba Marx1, con su multitud de


rostros, unos más repugnantes que otros, se ha enquistado paulatinamente en nuestra
sociedad2, toda vez que hemos dejado libres a nuestros “demonios”, ávidos de dominio o
simplemente de agresión. Con otras palabras, hemos engendrado, para utilizar una
expresión de Juan Pablo II, una “cultura de la muerte” (Evangelium vitae N° 50), que
adquiere las formas más diversas y se proyecta en todos los ámbitos de nuestra existencia,
en lo privado y lo público, en lo político, lo económico, lo social, lo cultural, etc. y cuyas
principales víctimas son los más débiles, indefensos e inocentes.

Dentro del amplio espectro de la violencia, como las guerras, el terrorismo, el aborto,
la violencia intrafamiliar, el abuso sexual, la miseria, y un largo y fatídico etc. encontramos
otras formas menos visibles, pero no por ello menos dañinas. Me refiero a la violencia que
puede ejercer un sistema económico injusto, como por ejemplo el denominado “capitalismo
salvaje” o el “colectivismo” del cual Latinoamérica puede dar un extenso testimonio. Ejercen
violencia, pues ambos modelos pierden de vista a la persona y su dignidad. Este sesgo
antropológico los lleva a rechazar cualquier forma de regulación que no se técnica o
económica, por ejemplo, la regulación ética. Existe abundante evidencia empírica que
demuestra que la aplicación dogmática de las recetas económicas liberales genera
concentración de la riqueza, profundiza la desigualdad social, que Benedicto XVI llama el
“escándalo de las disparidades hirientes” (Caritas in veritate, 22) y excluye del bienestar
social a los más pobres. En Chile todavía existen 2,5 millones de pobres, lo que representa un
15,1% de la población. Presenta, además, uno de los índices de mayor desigualdad en el
mundo3. En Argentina la pobreza oscila entre 10 millones y 12 millones y, de ellos, serían
indigentes entre 3,5 millones y 4,4 millones4.

1
“Gewalt ist die Hebamme jeder alter Gesellschaft, die mit einer neuen Schwanger geht“ (la violencia es la
partera de toda vieja sociedad, preñada de una nueva“). La traducción es nuestra. Das Kapital. Band 1.
Siebenter Abschnitt: Der Akkumulationsprozess des Kapitals. MEW 23, S. 779, 1867. En español véase: El
Capital, Tomo 1, Volumen 3, p. 940, México, Ediciones Siglo XXI, 2002. Marx “institucionaliza” la violencia
y Nietzsche la diviniza.

2
El ámbito filosófico no es la excepción. La palabra cuando se ocupa para descalificar al otro, también hiere y
mata. El filósofo nunca debería olvidar el viejo adagio latino: fortite in re, suaviter in modo
3
La diferencia entre los hogares del quintil más pobre y el más rico supera las 14 veces.
4
Datos entregados por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica de Argentina (UCA) el
2010
3

Por su parte el colectivismo, incurre en un “error antropológico”, “pues considera a


todo hombre como un simple elemento y una molécula del organismo social de manera que el
bien del individuo se subordina al funcionamiento del mecanismo económico –social (…). El
hombre queda así reducido a una serie de relaciones sociales, desapareciendo el concepto de
persona como sujeto autónomo de decisión moral” (Juan Pablo II, Centesimus annus, 13).
Esta visión del hombre se traduce en la práctica en una violación de los derechos del
trabajador y en un sistema, que entre otras cosas, al negar la libre iniciativa económica, se
vuelve ineficiente.

Desde hace muchos años se nos viene repitiendo que la reflexión económica sólo
concierne a los economistas, dado que ella se ha ido convirtiendo en una ciencia cada día
más compleja y especializada. Esta autarquía no ha dado buenos frutos. Precisamente una
de las nefastas consecuencias del rechazo ético, han sido los escándalos financieros
conocidos en el último tiempo como el de Enron o Madoff, o la crisis subprime. Desde esta
óptica no se necesita de ninguna ciencia o disciplina extraña, como la filosofía o más
precisamente la ética que le diga a la economía lo que debe hacer o dejar de hacer, incluso
en situaciones de crisis. Para decirlo coloquialmente, así como las penas del fútbol se pasan
con más fútbol, las crisis económicas se superan con más economía.
Sin embargo, un grupo de académicos alemanes, a comienzos de la década del 30,
conocidos como los padres de la Economía Social de Mercado (ESM) entendieron que la
ética no era un obstáculo para el progreso económico, por el contrario, era una condición de
su desarrollo, habida cuenta de que la economía es una ciencia moral Dicho de otro modo,
entendieron que opus iustitiae pax, es decir, que la paz social se alcanza no sólo con
crecimiento económico, sino también con justicia social.

I. ¿Cómo organizar la sociedad pensando en el bien del hombre?


Esta fue la pregunta que seguramente se hizo muchas veces Alfred Müller-Armack (1901-
1978), un economista que creía firmemente que existen muchas cosas más importantes que
la economía, como la familia, la religión, la comunidad, la ética, el Estado, lo estético, en
resumen, la humanidad. Todas estas grandes expresiones humanas son para él más
4

relevantes que la economía, sin embargo, no pueden existir sin ella5. Él y un grupo de
economistas, juristas, y sociólogos alemanes se preguntaron cómo ordenar política, social y
económicamente la sociedad, de modo que se respete y promueva la dignidad humana, sin
tener que sacrificar ni la libertad, ni la igualdad, obteniendo al mismo tiempo justicia social
y crecimiento económico. La pregunta era acuciante pues tenían ante sí un panorama
económico que distaba mucho de promover a la persona humana. Por un lado una suerte de
capitalismo “salvaje” que violaba la dignidad humana al considerar al hombre sólo como
un factor de producción, un homo faber, y homo economicus, hecho para producir y
consumir. Por otro lado, una economía centralmente planificada que negaba la libertad, la
iniciativa económica (emprendimiento diríamos hoy) y la propiedad privada.

Fue precisamente Müller-Armack, quien como estrecho colaborador de Ludwig


Erhard (1897-1977), no sólo acuño el término “economía social de mercado”, sino también
junto a Walter Eucken (1891-1950), Wilhelm Röpke (1899-1966), Alexander Rüstow
(1885-1963) y Franz Böhm (1895-1977) desarrolló sistemáticamente este concepto. Lo
utilizó por primera vez en su artículo “Orden Económico y Economía de Mercado”,
publicado a fines de 1946. Allí la definía como una “idea de ordenamiento político, cuya
meta es combinar, sobre la base de una economía competitiva, la libre iniciativa con el
progreso social, garantizado a su vez por la eficiencia de la economía de mercado” 6. Vale
decir, ella representa el intento de una nueva síntesis entre diferentes aspectos del proceso
económico y el esfuerzo por unir los progresos del ámbito social y económico con los
progresos de la sociedad7 En este sentido Alfred Müller-Armack afirma que valor moral de
la libertad personal y de la seguridad social no admiten duda alguna, sea cual fuere el punto
de vista desde la cual se la considere.

La ESM aspira, según la conocida frase de Erhard a “más bienestar para todos”, que
no es primeramente un bienestar material, sino espiritual o si se quiere psicológico y luego

5
Müller-Armack escribió sobre muchos temas no económicos. Véase por ejemplo, Religión und Wirtschaft,
Haupt Verlag, Stuttgart 1981.
6
A. Müller-Armack: Soziale Marktwirtschaft. En: Erwin Beckerat (Editor), Handwörterbuch der
Sozialwissenschaften, ref.dada, Pág. 390. La traducción es nuestra.
7
A. Müller A. Müller-Armack: Der Moralist und der Ökonom, Pág. 126.
5

económico. Dicha meta sólo es posible en una sociedad organizada democráticamente, pues
para desarrollar este “bienestar”, se requiere de un amplio catálogo de medidas, a saber:
1. Creación de un orden empresarial, en el que el trabajador no sea considerado sólo como
tal, sino también como persona y, al mismo tiempo, en donde la iniciativa privada y la
responsabilidad no sea coartada.
2. Realización de un orden competitivo como una tarea pública
3. Desarrollo de una política anti-monopolio que evite el abuso en la economía.
4. Implementar una política de empleo frente a la coyuntura, que proteja al trabajador
frente a eventuales crisis.
5. Igualdad de los ingresos, tendiente a la superación de las perniciosas diferencias en los
ingresos y las posesiones.
6. Una política social con la inclusión de una política de inmigración, de vivienda social,
de ayuda comunitaria, de construcción de la seguridad social, sueldos mínimos y
seguridad de los ingresos personales.8
Siguiendo a Müller-Armack podemos decir que la libertad termina siendo un
concepto vacío, si ella no va unida a la justicia social. Ella “debe ser elevada con y al lado
de la libertad a una parte integrante de nuestro futuro orden económico”9

1. ¿Cuál es el rol del Estado?


El Estado, en cuanto agente y garante del bien común debe garantizar a todos los
ciudadanos una vida digna, incluso frente a las adversidades o infortunios de la vida, como
enfermedades, accidentes, cesantía o viudez. Este es el llamado Estado Social, que se
distingue del Estado Bienestar y del Estado Guardián. El Estado social, básicamente a
través de la seguridad social garantiza este mínimo social.
La relación entre los ciudadanos y el Estado está regulada por el principio de
subsidiariedad. Dado que los límites entre la intervención estatal y la iniciativa privada, no

8
Véase A. Müller-Armack: Die künftige Verfassung der Sozialen Marktwirtschaft (La futura constitución de
la economía social de mercado). En: Genealogie der Sozialen Marktwirtschaft , ref. dada, pág. 187ss.
9
A. Müller-Armack: Vorschläge zur Verwirklichung der Sozialen Marktwirtschaft). Propuestas para el
desarrollo de la economía social de mercado). En: Genealogie der Sozialen Marktwirtschaft, ref. dada, pág.
90.
6

siempre son muy claros, es necesario estar siempre fijando nuevos límites en virtud de
dicho principio. El Estado debe realizar aquello que el hombre por sí solo no puede hacer y
debe, al mismo tiempo, crear las condiciones para que éste pueda hacer uso pleno de su
libertad responsablemente. No debe absorber a la persona, sino apoyarla cuando ella no
pueda por sí sola, sino con ayuda de otros, llevar a cabo alguna iniciativa. Mientras que
cada hombre o cada grupo deben asumir tanta responsabilidad como sea posible, el Estado
y la sociedad, por su parte, deben asumir tanta responsabilidad como sea necesaria. De este
modo, se garantiza la libertad personal y social contra la amenaza de los sistemas
totalitarios. La intervención estatal en los ámbitos económicos y sociales, se debe llevar a
cabo sólo en la medida en que las personas o grupos de personas no puedan realizar por sí
mismos sus labores.

2. ¿Cuál es el rol del empresario?


La imagen del empresario, ha sido representada en la opinión pública en forma ambivalente
y dividida. Por un lado, él ha sido alabado como un pionero de la economía. Por otra
parte, ha sido descrito como explotador, un ave de rapiña que sólo busca el beneficio
personal y el afán de lucro. Generalmente, su imagen permanece en la categoría de los
capitalistas, o bien respectivamente, explotadores. Wilhelm Röpke señala en este sentido,
que “afirmar que los negocios son en el fondo saquear los bolsillos ajenos no es más que
una fraseología, como lo es afirmar que los empresarios explotan siempre a sus
trabajadores.”10
El empresario tiene una responsabilidad social ineludible, o sea, tiene un rol activo
en el mantenimiento y la promoción del bien común. “El satisface con su empresa
necesidades sociales y honestamente logra beneficios, asegurando con ello puestos de
trabajo, y contribuyendo con esto al bien común. Por esta razón, la rentabilidad de su
empresa forma parte de su responsabilidad por el bien común”11.
¿Cómo puede cumplir él con su responsabilidad en una economía social de
mercado? Su primer ámbito de responsabilidad, radica en la dirección de su empresa,

10
W. Röpke: Die Lehre von der Wirtschaft, Eugen Rentsch Verlag, Erlenabch, 1956, pág. 45.
11
M. Spieker: Gewinn und Gemeinwohl (Ganancia y Bien Común). En: L. Roos/Ch. Watrin (Editores), Das
Ethos des Unternehmers (El ethos del empresario), 2. Edición, Trier 1990, pp. 106-107.
7

fábrica o industria. El tiene que asegurar la rentabilidad y la capacidad de competencia, es


decir, debe producir ganancias. Sin éstas, él no puede invertir y, por ello mismo, no puede
crear nuevos puestos de trabajo, o bien, respectivamente, asegurar los ya existentes.
Independiente de la solidaridad dentro de su empresa, él es también responsable de que ella,
en el marco de las leyes vigentes y de la ética produzca de la mejor manera. De su buena
dirección dependen no sólo él y su familia, sino también las de todos sus trabajadores. En
este sentido, el primer deber ético de un empresario es generar ganancias para que la
empresa pueda mantenerse en el tiempo, pero no puede ser el afán de lucro ni el único, ni
más importante de los fines. Él tiene además, la responsabilidad de crear puestos de
trabajo. Un empresario dinámico y dispuesto a correr riesgos, tiene que pensar en la
ampliación de su empresa, para de esta manera, contratar nuevos trabajadores. En los
últimos años, se ha ido acrecentando su responsabilidad frente al medioambiente, llamada
hoy la Responsabilidad Social Empresarial. El tiene que producir y desarrollar productos
por propia iniciativa, que no dañen el medioambiente y que reduzcan los problemas
ambientales existentes. Otro ámbito de responsabilidad, es la creación de bienestar y/ o
riqueza. El tiene una responsabilidad moral hacia fuera y hacia adentro: en el marco de la
responsabilidad moral hacia dentro se debe considerar el promover y utilizar totalmente el
potencial de rendimiento de los trabajadores. Esto será posible, si ellos se identifican con
las labores que deben realizar. Mientras mayor es la identificación y la libertad individual
de los trabajadores, en mayor medida puede cada uno de ellos experimentar que la vida
laboral es una parte de su desarrollo personal.
Dentro de la responsabilidad moral del empresario hacia fuera pertenecen la calidad,
funcionalidad y seguridad de su producto; la cooperación hacia la conservación del medio
ambiente y también ir más allá de nivel mínimo legal; mantención de una efectiva, pero
sana competencia. Dicho de modo general: no se debe subvertir el orden legal en la vida
económica, si no que se debe declarar activamente partidario de él.12
En la economía social de mercado las empresas no sucumben en el anonimato del
proceso económico. Por el contrario, son concebidas mucho más como una socia del
mercado, cuyo proceder influenciará la postura y modo de comportarse de sus socios en el

12
Otto Schlecht: Grundlagen und Perspektiven der Sozialen Marktwirtschaft, Tübingen, 1990, pp. 52-53.
8

mercado y de ese modo, desarrollara una cultura económica. Esto exige especialmente de
las empresas con gran poder económico que apoyen el sistema económico de mercado y
que renuncien en su campo de acción a manipular el mercado egoístamente13
No cabe duda de que las ganancias son necesarias para el buen funcionamiento de
una empresa. No se debe pasar por alto, que una empresa que obtenga ganancias debe ser
visto como un premio por un rendimiento positivo y del cual el sistema económico no
puede prescindir. En consecuencia la posibilidad de arrojar pérdidas debe ser un castigo por
un rendimiento deficiente. Además, se debe tener en cuenta, que a través de la competencia
se dispone de un eficiente instrumento para presionar a quienes ven en las ganancias de la
empresa el único fin.14
Un buen empresario dirige su empresa con eficiencia y alcanza ganancias para su
propio provecho, para la sociedad y los consumidores. Esta tarea es, incluso, una exigencia
moral. Sin un actuar económico eficiente se desperdician los enormes medios necesarios
para un nivel aceptable de vida. Por otra parte la eficiencia económica se funda en la
aceptación de un sistema económico que presupone la seguridad social, y la justa
distribución de la riqueza15
La empresa puede unir el comportamiento económico con el social. No existe
contradicción entre ambos. Se puede completar esta exigencia sin perjudicar la eficiencia
económica. La dirección de empresas, no significa poder, sino servicio para todos. Se
debe, sin embargo, agregar, expresamente, que la exigencia en el comportamiento ético, no
sólo vale para el empresario, sino también para el trabajador.

II. Premisas antropológicas y éticas de la economía social de mercado.


No podemos saber cuál es la mejor forma de vida para el hombre, si no sabemos primero
qué es el hombre, nos enseñaba Tomás de Aquino. Del mismo modo, no podremos saber
cuál e la mejor forma de organizar la sociedad económicamente, si no sabemos que nos

13
Eduard Gaugler: Das Unternehmen im Spannungsfeld betriebswirtschaftlicher und humanitärer
Erfordernisse (la empresa en un campo de tensión entre las exigencias económicas y humanitarias). En:
Arbeit, Ihr Wert, ihre Ordnung, 1984, pág. 84.
14
Véase Wilhelm Röpke: Die Lehre von der Wirtschaft, ref. dada, pág. 237.
15
Otto Schlecht: Grundlagen und Perspektiven der Sozialen Marktwirtschaft, ref. dada, pág. 46.
9

demanda la naturaleza humana. Atendiendo a esta exigencia, la economía social de


mercado se fundamenta en sólidos principios antropológicos y éticos. Ella presupone un
ethos, orientado ante todo a la protección de la dignidad humana, pues es la persona
humana el origen, centro y fin de la economía. En consecuencia nunca puede ser
manipulada, degradada o instrumentalizada. A este propósito, señaló Erhard:
“afortunadamente estamos de acuerdo, en que los hombres, como criaturas de Dios, no son
manipulables.16

Un sistema económico como la economía social de mercado contiene principios


antropológicos y éticos, que presuponen una opción fundamental por la persona humana.
Así lo testimonian los numerosos escritos de sus fundadores. Ellos aspiran a un
“humanismo económico”, donde “la medida de la economía es el hombre (y) la medida del
hombre es su relación con Dios”17. La economía no puede obviar la dimensión espiritual,
moral y religiosa del hombre18 Apoyando esta tesis, Müller-Armack afirma que ¨el criterio
último de un tal orden, no puede ser una meta como el poder o derecho, mayoría o libertad,
democracia o dictadura, sino sólo esto: humanidad19 . El fin de la economía es el hombre y
no el capital. Como sujeto del trabajo, no es un mero instrumento, sino el centro y fin del
proceso económico.
Es precisamente la concepción del hombre lo que distingue a la ESM del
liberalismo y el colectivismo. Para los primeros el hombre es un ser egoísta por naturaleza,

16
Ludwig Erhard: Ist die Marktwirtschaft noch gesichert? (¿Está asegurada la economía de mercado?) En:
Aktionsgemeinschaft Soziale Marktwirtschaft (Editor), Ist die Marktwirtschaft noch gesichert?
Tagungsprotokoll Nr. 36, Ludwigsburg 1971, pág. 29.
17
Wilhelm Röpke: Die Lehre von der Wirtschaft, ref. dada, pág. V. Véase también: Véase W. Röpke: Civitas
Humana, Erlenbach/Zürich 1944, pág. 80.

18
Véase Andreas Müller-Armack: Das Menschenbild der Sozialen Marktwirtschaft (La concepción de
hombre en la economía social de mercado). En: Politische Studien, Volumen 265, Tomo 3, München 1982,
pág. 464.
19
A. Müller-Armack: Zur Soziologie unserer Gegenwart (sobre la sociología de nuestro presente), Münster
1949, pág. 212.
10

que actúa siempre movido por sus propios intereses20 , para los segundos, como ya hemos
mencionado, el hombre es sólo una parte material más del sistema de producción.

La visión realista del hombre de la ESM, permite que la economía no olvide que el
individuo se deja llevar por sus propios intereses, teniendo la posibilidad de escoger entre
el bien y el mal. Como no es “ni ange ni bête” (Pascal), puede ser egoísta y por ello dirigir
sus pasos en vistas a este fin. Un sistema económico no puede evitar el egoísmo del
hombre, pero si limitarlo a través de medidas políticas y sociales. Por otro lado asume
como punto de partida la existencia de personas libres, interesadas, responsables, con
iniciativas, creadores de riqueza, que asumen esfuerzos y están dispuestos a rendir.
Tampoco desconoce que el hombre es considerado por regla general como un ser que está
naturalmente dispuesto y en situación de proporcionarse su propio sustento. Por ende,
responsable de sí mismo. El trabajador por ejemplo, desde esta óptica, es considerado en la
empresa, no como un factor de producción, sino como una persona que produce un bien o
un servicio. Es él y no el capital, el centro de la empresa, concebida principalmente como
una comunidad de personas y no sólo como una unidad productiva, orientada
exclusivamente al lucro.

En este contexto la relación entre ética y economía, que no son contradictorias, sino
que se complementan y necesitan mutuamente 21 , fue una preocupación permanente de
Müller-Armack. Un sistema económico sin un contenido ético, es desde su perspectiva,
impensable “El significado moral de un orden económico en general, el significado moral
del marco, dentro del cual, los individuos actúan en el mercado, es por lo menos, tan

Recordemos la famosa frase de Smith en La Riqueza de las Naciones: It is not from the benevolence of
the butcher the brewer, or the baker that we expect our dinner, but from their regard to their own
interest. We address ourselves, not to their humanity, but to their self-love, and never talk to them
of our own necessities, but of their advantages. (“No esperamos nuestra cena de la benevolencia del
panadero o del carnicero, no apelamos a su misericordia, sino a su interés”) Chapter 2, pág. 19.
21
Véase entre otros Röpke: Wirtschaft und Moral. In: Aktionsgmeinschaft Soziale Marktwirtachaft (Editor),
Was ist wichtiger als Wirtschaft. Tagungsprotokoll 15, Ludwigsburg 1960; Del mismo autor, Ethik und
Wirtschaftsleben (Ética y vida económica). En: K. Hohman (Editor), Grundtexte zur Sozialen
Marktwirtschaft, Tomo I, ref. dada, pág. 439s; A. Müller-Armack: Der Moralist und der Ökonom, ref. dada,
pág. 123s; Del mismo autor., Der humane Gehalt der Sozialen Marktwirtschaft, ref. dada, pág. 167s; A.
Müller-Armack/L. Erhard: Soziale Marktwirtschaft, Manifest 72, ref. dada, pág. 52s.
11

importante como la pregunta del proceder individual dentro de ese marco”22 . “Si yo hablo
del lado moral de la economía –argumenta Röpke- esto no significa solamente: derecho o
no derecho, decencia o no decencia para el individuo en el proceso económico, si no que
entra mucho más en juego, es decir, las relaciones éticas, en las cuales el individuo a través
de la vida económica, a través del sistema económico, a través de la política económica
debe desarrollar, con otras palabras: el significado, que tiene el sistema económico, el orden
económico, la política económica para nuestra existencia moral-espiritual, en última
instancia para nuestra libertad”.23 El contenido ético de la economía social de mercado,
radica, según Müller-Armack, entre otros en la complementación de este orden a través de
la seguridad social, y en las ulteriores correcciones a los daños de una desenfrenada
economía de mercado, mediante las políticas sociales del Estado. Pero en concordancia
con el mercado. Desde una perspectiva ética, la construcción del sistema social no puede
hacerse a cualquier precio. La economía tiene que ponerse al servicio, en todos sus
aspectos, de valores supra económicos, sin que ello implique necesariamente sacrificar el
crecimiento económico.

III. Preocupación por la paz social como un antídoto contra la violencia económica

Como ya hemos esbozado, Müller-Armack vio en la economía social de mercado una


“fórmula irenaica”,24 es decir, la implementación de este “modelo” sería un aporte decisivo
a la paz social, tensionada por sistemas económicos que no respetan la dignidad humana.
Su preocupación no era obtener crecimiento económico a cualquier precio, sino lograr
desarrollo económico respetando la dignidad humana. En este contexto puso especial
énfasis en las relaciones Capital- Trabajo, o si se quiere en la relación entre los empresarios

22
W. Röpke: Wirtschaft und Moral, ref. dada, pág. 18.
23
W. Röpke, Ethik und Wirtschaftsleben, ref. dada, pág. 439.
24
A. Müller-Armack: Der humane Gehalt der Sozialen Marktwirtschaft (El contenido humano de la economía
social de mercado), ref. dada, pág. 173.
12

y los trabajadores. Este aspecto me parece que es de vital importancia para nuestros países,
en los cuales dicha relación históricamente ha sido muy conflictiva.
Müller-Armack no era ingenuo y sabía perfectamente que no bastaba con exhortar a
los empresarios a tratar con dignidad a sus empleados, a pagarle sueldos justos y a darles
condiciones laborales dignas, sino que eran necesarias leyes que garantizaran los derechos
laborales. En este sentido Erhard decía que se necesita más que un “masaje del alma” a los
empresarios.

1. El pacto social
Uno de los mayores desafíos de un sistema económico, consiste en la superación de la
división entre capital y trabajo. Según Müller-Armack, ni una economía centralmente
planificada, ni una liberal, ofrecen una solución para la superación de esta división. En
ambos casos se ejerce una forma de violencia en contra de los trabajadores. En una
economía social de mercado, el pacto social representa un camino para la superación de
este conflicto, pues intenta llevar a cabo una relación armónica entre capital y trabajo, lo
cual es, al mismo tiempo, un factor esencial de producción. En este sentido, se podría decir
que este pacto es una fórmula pacífica para regular las relaciones entre empresario y
trabajador. Este pacto social (Sozialparnertschaft) genera un equilibrio entra las partes, que
se traduce no sólo en una igualdad legal, sino también social. De este modo, ni los
sindicatos de trabajadores, ni las organizaciones empresariales, podrían obligar al otro o
imponer por la fuerza sus condiciones.
Sin embargo, el pacto social no es una panacea que supere mágicamente los
conflictos entre ambos sectores, pero sí representa una alternativa pacífica y racional para
su superación. Además, es un efectivo antídoto contra los egoísmos grupales en la
sociedad. Por otra parte, constituye una alternativa real contra la lucha de clases, porque
allí, donde prevalece el trabajo en conjunto y no los propios intereses, ni la dignidad
humana, ni la libertad, ni el desarrollo personal pueden verse en peligro. La negociación
colectiva y la estructura social de la empresa, como aplicación concreta del pacto social,
constituyen, junto con la competencia, pilares fundamentales de la economía social de
13

mercado. Un desequilibrio demasiado grande entre trabajadores y empresarios es una


forma de violencia25, en la medida que uno de los sectores en “pugna” puede imponer sus
términos a través de la fuerza, y no a través del dialogo.
Aunque nuestro autor no era católico reconoce el aporte de la Doctrina Social de la
Iglesia en la realización de la paz social. Si se analizan los principios que sustentan la
doctrina social de la Iglesia y la economía social de mercado es fácil advertir las
coincidencias entre ambos26. Podemos al menos mencionar tres grandes coincidencias entre
ambas. En primer lugar la crítica al liberalismo clásico y al colectivismo. En segundo lugar
la orientación antropológica y ética y por último el rol clave que juega la justicia social.
Esta última es concebida por los padres de la economía social de mercado no sólo como un
correctivo social de los resultados indeseados del mercado, si no como una meta que
pertenece de suyo al orden económico.27
Las declaraciones o documentos eclesiales son en principio compatibles con
diferentes sistemas económicos, pero nos parece que la economía social de mercado es la
que más se acerca a las directrices del Magisterio Social, en la medida en que ella pretende
armonizar eficiencia económica con justicia social Las directrices económicas de la DSI (el
rol de la libertad, la propiedad privada, la competencia, rol del empresario, la autogestión,
la importancia del trabajo) que se encuentran principalmente plasmadas en las encíclicas
sociales conducen hacia un sistema económico muy similar a la economía social de
mercado. Este aspecto ha sido particularmente claro en el magisterio de Juan Pablo II, por
ejemplo en centesimus annus (N° 19, 1991) y Benedicto XVI (Caritas in veritate, N° 21 a
25; 35 a 41).

Reflexiones finales

¿Puede Alfred Müller-Armack ser considerado como un pensador que anuncia un nuevo
amanecer? Creo que sí, y me parece que hoy más que nunca se requiere de economistas

25
Recordemos que la violencia puede ser entendida como el “uso intencional de la fuerza o poder físico (de
hecho o como amenaza) contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que causa o tenga muchas
probabilidades de causar lesiones, muertes, daños psicológicos, trastorno del desarrollo o privaciones” OMS
26
Véase A. Rauscher: Gibt es für die Soziale Marktwirtschaft eine Zukunft? In: Die Kirche und sie Welt,
Band II, Würzburg 1988, pág. 368.
27
Véase, A. Rauscher: Gibt es für die Soziale Marktwirtschaft eine Zukunft?, ref. dada, pág. 365ss.
14

como él, que piensan la economía más allá de la propia economía. Más aún, me parece que
en un continente con 190 millones de pobres (Cifra de la ONU, 2010), la ESM es una
forma digna y eficiente de superar la violencia de la pobreza y de la miseria. En parte la
reducción de la pobreza en nuestro continente se debe en parte a políticas económicas en el
espíritu de una ESM.
Como decía Pablo VI en Populorum progressio, “la paz no se reduce a la ausencia
de guerra fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día,
en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta
entre los hombres” (76). La ESM se parece mucho a ese orden querido por Dios.
Quizá la peor forma de violencia sea la indiferencia ante la violencia. Ya no nos
horrorizábamos ante ella, lo que permite que ésta se siga ejerciendo.
Una forma de evitar la violencia económica es tratar de edificar una cultura del ser y no del
tener. Esto es más grave aún cuando son muy pocos los que tienen mucho y muchos los que
tienen muy poco. Más aún aquellos pocos que poseen mucho, muchas veces son esclavos
de la posesión, es decir, atrapados en la continúa sustitución de los objetos por otros
mejores. Es el llamado consumismo. La economía social de mercado, no sólo rechaza el
consumismo, sino que además, exige de los consumidores cierta austeridad. Insistimos, la
ESM asume la necesidad del desarrollo económico, pero este está al servicio del desarrollo
de la persona, ser espiritual y material a la vez. Para decirlo con Paulo VI, de lo que se trata
es del desarrollo integral “de todo el hombre y todos los hombres” (populorum progressio,
42). Esta visión de la economía, podríamos decir que es una visión “humana” de la
economía. El desafío, entonces, que nos acerque a un nuevo amanecer, luminoso y
esperanzador, es el de humanizar la economía, es decir, recordar y poner en práctica el
verdadero sentido de la economía y de sus fines, a saber: estar al servicio del hombre.

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