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A la dogmática jurídica le ha correspondido abordar conceptualmente el
fenómeno social que ha llegado a adquirir un elenco de denominaciones, tales
como concubinato, matrimonio de hecho, matrimonio sin registro,
matrimonio a prueba, unión matrimonial de hecho, convivencia more • •,
unión libre, unión de hecho, unión civil, unión familiar libre, unión consensual
de pareja, pareja de hecho, cohabitación de hecho, vida marital y comunidad
de vida análoga a la pareja casada, entre otras menciones, para no ser
exhaustivo en la designación onomástica.

De esta nomenclatura onomástica usada para referirse a tal fenómeno


social, el concubinato, aun cuando en nuestros días ha llegado a granjearse una
connotación peyorativa, halla su origen legítimo en el   
• •,
cuya traducción, en lengua castiza, hace alusión al acceso o ayuntamiento
carnal entre un hombre y una mujer.

En Francia, país que dio origen a nuestra legislación, vino a decantarse


por el uso del concubinato para referirse doctrinalmente a dicho fenómeno
social. Así, de entrada, cabe señalar que en la otrora nación gálica el
concubinato hubo de concitar un repudio atroz, bajo el socaire, quizás, del
aforismo napoleónico que decía que el derecho debía desatender a todos
aquellos cuyas posturas se habían situado al margen de las normas jurídicas.
El concubinato o la relación de hecho como fenómeno social ha sido
objeto de un estudio parsimonioso y de hondo calado por la doctrina
epistemológica del derecho. En procura de probar tal aserto, sólo baste a guisa
de ejemplo traer a colación el siguiente acervo de definiciones:

1) La unión de hecho consiste en la convivencia entre un hombre y una mujer


que sin haber contraído matrimonio se comportan como pareja casada.

2) El concubinato es la unión estable entre un hombre y una mujer que


comparten una vida común y que mantienen relaciones sexuales.

3) Es la unión de un hombre y una mujer que sin haber contraído matrimonio


cohabitan en condiciones análogas a la pareja casada.

4) Es la unión de un hombre y una mujer que como pareja decidió formar


familia sin casarse.

5) Es la unión de un hombre y una mujer que viven como pareja casada, pero
sin haber contraído matrimonio.

6) Es la unión de un hombre y una mujer dotada de unas características que la


asimilan al matrimonio.

7) Es la unión libre, pública y notoria entre un hombre y una mujer, cuya


relación de pareja de duración estable se funda en una afectividad comparable
con la comunidad de vida conyugal.
-) Es la convivencia entre un hombre y una muje para formar una comunidad
de vida sin estar casados.

A mayor abundamiento sobre el fenómeno social en cuestión cabe


insertar en este elenco d conceptualizaciones, a título de epílogo, el parece
doctrinal de la jurisperita de origen argentino Silvia S. García, quien define la
unión de hecho ( concubinato como la relación estable entablad) entre un
hombre y una mujer que cohabita' públicamente haciendo vida marital, sin
esta' unidos en matrimonio.

El concubinato, bajo el encuadre conceptua establecido a través de tales


definiciones, pone de resalto el marco de correlatos empíricos o fácticos qué
trae consigo el acervo de características detalladas a continuación:

a) Heterosexualidad.
b) Libertad.
c) Cohabitación.
d) Publicidad.
e) Estabilidad.

En igual carril de pensamiento se inscribe la doctrina jurisprudencial de


origen vernáculo, pues la Suprema Corte de Justicia dictó, en fecha 17 de
octubre del año 2001, una sentencia, cuya   
 sentó las
características que ha de reunir el concubinato para ser reputado como familia,
las cuales son, a saber, las siguientes:
a) Una convivencia d • , esto es, unión de hecho identificable con el
modelo familiar desarrollado por aquella comunidad de vida fundada en el
matrimonio, que se traduzca en una relación pública y notoria.

b) Unión de hecho sin formalidad legal.

c) Una comunidad de vida familiar estable y duradera, con profundos lazos de


afectividad.

d) Una unión de hecho con relación monogámica.

e) Unión familiar de hecho integrada por dos personas de distintos sexos que
vivan como marido y mujer.

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Sin ánimo de estar situado en otro fuero, conviene ahora, al llegar a este
punto, traer a cuento que en la antigua época romana existieron tres formas
para adquirir la d
•, esto es, el poder jurídico-sobre la mujer, a través del
matrimonio, las cuales eran, a saber, las siguientes:

a) La  d . A través de esta forma el matrimonio era contraído sin


intervención sacerdotal.

b) El ••. Por conducto de tal modalidad de contraer nupcias el hombre


adquiría la autoridad marital o d
• sobre la mujer casada, tras cohabitar con
ella durante un año.
c) La 
  . Inmerso en esta especia cabe consignar que por intermedio
de la 
   se solía celebrar un matrimonio solemne, con intervención
sacerdotal, tras recabar los votos del consentimiento.

Tales modalidades correspondían al matrimonio cum manu, en tanto


que, en uno que otro caso, la mujer casada venía a figurar como hija adoptiva
del marido. A contrario 
•, el matrimonio sine manu, esto, es, sin potestad
marital, era una especie de concubinato tolerado, toda vez que la unión
quedaba formalizada sin la intervención del magistrado público, y para ello
sólo bastaba el d• •• 

 d d
, vale decir, la recíproca
voluntad de los contrayentes de darse y recibirse como marido y mujer.

En las postrimerías de la Era Republicana de origen romano, el


matrimonio 
d
•, que a juicio del autor de origen español, Víctor Reina
Bernáldez, consistía en una simple situación fáctica de convivencia entre un
hombre y una mujer sin vínculo jurídico alguno, llegó a ser una relación
marital socialmente honorable, cuyo requisito básico era el d• ••

•
y la   d , sin exigirse en ,tal época de antaño formalidad civil ni
religiosa.

Tanto fue así que en el decurso del tiempo la   d  vino a
adquirir equivalencia sinonímica con matrimonio. Empero, esa especie de
concubinato tolerado en la época romana daba lugar a la derivación de efectos
jurídicos/tales como la legitimidad de la descendencia, la patria potestad, la
dote y las donaciones giradas en favor de la pareja así unida, entre otros
desprendimientos legales de similar o igual relevancia.
En la época clásica del derecho romano, el concubinato como
institución familiar de   fue investida a través de la legislación justiniánea
de atributos parecidos a los del matrimonio, tras establecerse como requisitos,
la monogamia, la edad núbil y la observancia‡ de los impedimentos que versan
sobre el parentesco. Asimismo, los hijos adquirían el derecho de
reconocimiento parental, de legitimación matrimonial, de prestación
alimentaria , y de vocación sucesoral atenuada

En la patrística, a través del derecho canónico, a fuer de la costumbre


practicada en los albores del cristianismo, hubo de reconocerse el concubinato,
siempre que fuera monogámico, de duración estable y ajeno al adulterio, pero
en el año 1563 cuando tuvo lugar el Concilio de Trento se produjo un cambio
de paradigma y a partir de ,ahí vino a prohibirse el concubinato, so pena de
correr el riesgo de ser excomulgados quienes, osaren vivir como marido y
mujer sin casarse 
     , esto es, en presencia de la iglesia. A raíz
de ello se quiso aludir al connubio eclesiástico o canónico. Fue a la sazón
cuando llegó a quedar consagrado el matrimonió como sacramento y cuando
reaparece la institución del registro parroquial.

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A juicio del jurisperito español, Joan Miguel González Audicana, la


juridificación consiste en llevar un determinado fenómeno social a la
regulación o subsunción jurídica a través de la aprobación de una ley. En
nuestros días, aun a sabiendas de que el derecho suele ir a la zaga de la
evolución humana o de la convicción de la gente, nadie osa refutar
airosamente que urja legislar para instituir el encuadre jurídico del
concubinato.

Al tenor de lo dicho, se tiene constancia que en Suecia, país anclado en


Europa, existe la ley del hogar común de cohabitantes extramatrimoniales,
puesta en vigor a partir del primero de enero de 19--, para juridificar el
fenómeno social de las uniones de hecho. Algo similar acontece en Bolivia,
Cuba, Panamá, Guatemala, Honduras y Perú, adonde se suele equiparar, en
cuanto a los efectos jurídicos, el concubinato con la comunidad de vida
formada por la pareja casada.

El reconocimiento legal de las uniones de hecho a través de la


juridificación ha de traer consigo la regulación de los asuntos que versan sobre
la constitución o nacimiento del concubinato, la disolución de tal comunidad
de vida, así como también lo atinente a los efectos jurídicos que han I de
desprenderse, en relación con los convivientes d •  entre sí, en cuanto
a los hijos y respecto a los terceros, tras la conclusión o fin de la sociedad de
hecho formada por tales cohabitantes unidos bajo régimen consensual de
pareja.

Sabido es que a partir del concilio trentino, acaecido en el año 1563, la


Iglesia Católica se opuso resueltamente a la institución del concubinato, lo
cual trajo aparejado el mutismo de la juridicidad codificada de antaño.
Empero, el legislador moderno tiende a poner, a través de la ley, el derecho al
servicio de la sociedad
Al socaire de ese pensamiento jurídico de nuevo cuño, el legislador de
origen patrio ha empezado a dar voto de reconocimiento legal al concubinato,
toda vez que la ley 14-94, del 22 de abril de 1994, hubo de instituir como
familia no sólo la basada en el matrimonio, sino además a aquella formada por
la unión consensual de pareja o de hecho, pero se ha obrado así para evitar el
estado de indefensión del niño, niña y adolescente, cuyo interés supremo de
garantía de vida le preserva el derecho de pertenecer a una familia.
Anteriormente, la ley 9-5, del 31 de agosto de 1945, vino a permitir la
investigación judicial de, paternidad natural cuando la procreación se haya .
suscitado en un estado familiar de concubinato notorio entre la madre y el
presunto padre.

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El concubinato como relación familiar de facto cuando hizo aparición


en la época del imperio romano, carecía de efectos jurídicos. Sin embargo, tras
ir concitado arraigo social, la unión de hecho, máxime en la legislación
justiniánea, llegó a adquirir derechos en favor de los hijos nacidos bajo
régimen consensual de pareja, tales como el reconocimiento parental, la
legitimación matrimonial, la prestación alimentaria y la vocación sucesoral
atenuada.

Incurso en la Edad Media la institución del concubinato, en cuanto a sus


efectos legales, fue perdiendo el otrora reconocimiento jurídico alcanzado en
el período clásico del derecho romano.
La jurisprudencia y la legislación de origen francés, a ultranza,
rehusaron reconocer que el concubinato, en tanto era un hecho inmoral,
pudiera crear derechos en favor de persona alguna, pero al cabo del transcurso
del tiempo la jurisdicción, a fuer de la casuística jurisprudencial, hubo de
morigerar su postura para ir dando paso a la salvaguarda de bienes protegidos
jurídicamente.

En el derecho positivo de origen vernáculo las relaciones familiares


surgidas del concubinato suelen surtir efectos jurídicos para proteger a las
personas que eventualmente pueden quedar situadas en estado de indefensión.

La ley 9-5, del 31 de agosto de 1945, da pábulo para que se pueda


demandar en investigación judicial de paternidad natural cuando haya habido
concubinato notorio entre la madre y el presunto padre en la época de la
concepción.

La ley 14-94, del 22 de abril de 1994, confiere a los hijos nacidos bajo
régimen consensual de pareja el derecho de recibir prestación alimentaria.

A través de la sentencia de fecha 17 de octubre del año 2001, dictada


por la Suprema Corte de Justicia, acaba de reconocer a la concubina como
depositaria de la acción en abonos de daños y perjuicios por el accidente que
traiga consigo la muerte del cohabitante d • , lo cual habrá de sentar
un hito en los anales históricos de la justicia dominicana, toda vez que tal
decisión jurisdiccional tiende a trastocar las posturas anquilosadas de la
jurisprudencia vernácula.

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