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ANTOLOGÍA

POÉTICA DE
ESCRITORAS
DE LOS SIGLOS XVI Y XVII

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BIBLIOTECA
NSTITUTO DE LA MUJER DE ESCRITORAS
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ANTOLOGÍA POÉTICA
DE ESCRITORAS DE
LOS SIGLOS XVI Y XVII
BIBLIOTECA DE ESCRITORAS

CONSEJO EDITOR
Elena Catana
Marina Mayoral
Amparo Soler
Matilde Vázquez

Secretaría: Cristina Enríquez de Salamanca


ANTOLOGÍA POÉTICA
DE ESCRITORAS DE
LOS SIGLOS XVI Y XVII

Edición
de
ANA NAVARRO

HTTORIyQ(2A^TAI .lA

u
INSTITUTO DE LA MUJER

Uí3lv^r»l»y
Copyright © Editorial Castalia. S.A. 1989

Zurbano, 39 - 28010 Madrid - Tels. 419 89 40 - 419 58 57

Cubierta de Víctor Sanz

Impreso en España. Printed in Spain

por Unigraf. S.A. (Móstoles) Madrid

I.S.B.N. 84-7039-534-3

Dep<>sito Legal: M. 17.466 - 1989

Queda prohibida ¡a reproducción total o parcial de este libro,


su inclusión en un sistema injormático. su transmisión en cual¬
quier forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico,
por fotocopia, registro u otros métodos, sin el permiso previo
y por escrito de los titulares del Copyright.
SUMARIO

INTRODUCCIÓN. 7
BIBLIOGRAFÍA . 61

CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN. 64


ANTOLOGÍA
Florencia Pinar . 69
Santa Teresa de Jesús . 73
Isabel de Castro y Andrade. 79
Isabel de Vega . 81
Luisa Sigea. 87
Catalina de Zúñiga . 91
Leonor de Iciz . 95
Sor Ana de San Bartolomé . 97
Sor Jerónima de la Asunción . 101
Anónima. 105
Sor Luisa de la Ascensión. 109
Luisa de Carvajal . 117
Sor María de la Antigua . 121
Clara de Barrionuevo y Carrión . 125
Hipólita de Narváez . 129
Cristobalina Fernández de Alarcón . 133
Cristobalina Enríquez . 143
Feliciana Enríquez de Guzmán . 147
Inarda de Arteaga. 151
Mariana de Vargas y Valderrama . 153
Clara María de Castro y Andrade . 155
Elena de Paz . 159
Antonia de Nevares . 163
Bernarda Ferreira de Lacerda. 167
Ana Caro Mallén de Soto. 177
Justa Sánchez del Castillo. 183
Leonor de la Cueva y Silva . 187
«Marcia Belisarda» . 197
María de Zayas y Sotomayor . 205

5
SUMARIO

Violante do Ceo. 213


Beatriz Jiménez Cerdán. 217
Sor Marcela de San Félix . 221
Catalina Clara Ramírez de Guzmán. 239
Sor Isabel de Jesús. 245
Mariana de Carvajal y Saavedra . 249
Ana Abarca de Bolea. 253
Antonia Jacinta de Barrera . 261
Isabel Correa . 263
Sor Juana Inés de la Cruz . 265
Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa. 279

ÍNDICE DE LÁMINAS. 285

6
«La libertad intelectual depende de las co¬
sas materiales. La poesía depende de la li¬
bertad intelectual. Y las mujeres han sido
pobres [...] desde siempre.»
Virginia Woolf

H a sido preciso alcanzar las últimas décadas del si¬


glo XX para que, con la inflexión de las nuevas ten¬
dencias historiográficas, se contemplen las manifestacio¬
nes intelectuales de la mujer, un sector de la sociedad tra¬
dicionalmente silenciado a pesar de su elevado peso
demográfico. La mujer es la «protagonista ausente»^ de la

1. Joan Connelly de Ullman, “La protagonista ausente. La mujer como


objeto y sujeto de la historia de España”, en La mujer en el mundo contem¬
poráneo, Madrid, Universidad Autónoma, [s.a.], pp. 12-44. El tema de la
mujer en la Historia está captando la atención de un elevado número de
intelectuales y originando la aparición de abundantes estudios en nuestra
década; L. Gómez Morán, La mujer en la Historia y en la legislación, Ma¬
drid, Edit. Reus, [s.a.]; R. Mandrou, “Les femmes dans l’histoire”, en Re-
vue historique, París, 1969, pp. 339-464; E. Ander-Egg, La mujer irrumpe
en la Historia, Madrid, Masierga, 1980; S. Rowbotham, La mujer ignorada
por la Historia, Madrid, Debate, 1980; 1. Morant, “La mujer en la Histo¬
ria”, en Debats, n.'’ 7 (marzo 1984), pp. 57-59; Seminario de Estudios de la
Mujer, La mujer en la historia de España (siglos xvt-xx) [Jornadas de Inves¬
tigación Interdisciplinaria, 11, 1982], Madrid, Universidad Autónoma, 1984;
M. Nash, Presencia y protagonismo. Aspectos de la historia de la mujer,
Barcelona, Ediciones del Serbal, 1984; Seminario de Estudios de la Mujer,
Ordenamiento jurídico y realidad social de las mujeres (siglos xvt al xx)
[Actas de las IV Jornadas de Investigación Interdisciplinaria], Madrid, Uni¬
versidad Autónoma, 1986; C. Dauphin et al., “Culture et pouvoir des femmes”.

7
w INTRODUCCIÓN

historia del mundo occidental. Su presencia en la escena


histórica ha supuesto durante siglos un hecho excepcional
protagonizado, generalmente, por un arquetipo de mujer
que, en la línea del viragoísmo clásico, ha asomado tími¬
damente al proscenio.
La inexistencia de singularidades femeninas en nuestros
manuales de Literatura o de Historia induce a dudar de
la existencia de manifestaciones literarias o artísticas de la
mujer en determinadas épocas, e incluso de su potenciali¬
dad intelectual y creadora. Si atendemos a las antologías
de nuestros Siglos de Oro (es decir, a aquellas colecciones
que con criterios cualitativos seleccionan lo mejor de un
período histórico, en este caso la época de mayor esplen¬
dor de nuestra literatura) y vemos como única supervi¬
viente del parnaso femenino la figura de Santa Teresa, sin
duda la más representativa pero que, significativamente,
simboliza los valores del cristianismo, sobre nuestro hori¬
zonte mental se abre un interrogante cuyas respuestas exi¬
girían un detenido análisis, que obviamente no correspon¬
de hacer en estas páginas.
Es posible que las manifestaciones poéticas femeninas
de determinados períodos no sean equiparables a las de
inspiración masculina, pero hay que tener en cuenta que
la creatividad de la mujer de todas las épocas ha encontra¬
do difíciles cauces de realización; es un hecho histórico
que su libertad intelectual ha sido secularmente cercena¬
da. Ello ha dado lugar a su bajo índice de representación
en la literatura de todos los tiempos y, por tanto, el núme¬
ro de figuras destacadas debe guardar la misma propor¬
ción. Pero ésta no es de uno a cien como se viene regis-

Essais d'historiographie, París, Librairie Arnaud Colin, 1986, pp. 271-293;


y La mujer en la historia de Esparta, Madrid, Instituto de la Mujer, 1988,
entre otros.

8
INTRODUCCIÓN

trando, por ejemplo, en las antologías. A pesar del


intenso esfuerzo de nuestras escritoras del siglo xix
—Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado,
Concepción Arenal, Pardo Bazán...— y la efervescencia
femenina de nuestro siglo, la representación literaria de
nuestras autoras no se ha visto notablemente incrementa¬
da en aquéllas^, así como tampoco ha emergido un mayor

2. De los, aproximadamente, 1300 nombres femeninos catalogados por


Manuel Serrano y Sanz en Apuntes para una biblioteca de escritoras espa¬
ñolas desde el año 1401 al 1833, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra,
1903-1905, alrededor de cien formaron parte de la Antología de poetisas
líricas, publicada por la RAE en la Biblioteca Selecta de Clásicos Españoles,
Madrid, 1915. Bajo el título de Poesía femenina encontramos un cuadernillo
de doce páginas, publicado en Madrid por Nuevas Gráficas en 1967, en el
que se incluye a Sor Juana Inés de la Cruz entre once poetisas, la mayoría
del siglo XX. La antología de José Luis Martín Redondo, con el mismo título
que la anterior, Madrid, Edit. Ensayos, 1953, reúne una muestra folklórica
del regionalismo poético del siglo xx. La de Carmen Conde, Poesía femeni¬
na española, Barcelona, Bruguera, 1967, se centra en el siglo xx. María
Antonia Vidal, en Cien años de poesía femenina española e hispano¬
americana, Barcelona, Edit. Olimpo, 1943, inicia su selección en el siglo xix;
Ramón Buenaventura en Las Diosas Blancas. Antología de la joven poesía
española escrita por mujeres, Madrid, Hiperión, 1985, ofrece una selección de
veintidós poetas, algunas inéditas, nacidas entre 1950 y 1966, ampliando los
límites cronológicos establecidos por Carmen Conde en Poesía femenina espa¬
ñola viviente, Madrid, Ediciones Arquero, 1954. Al margen de la edición de
Serrano Sanz, anteriormente citada, las únicas ediciones que recogen una par¬
ticular selección de textos desde la Edad Media hasta la actualidad son: Poesía
feminista del mundo hispánico, publicada por Angel y Kate Flores, México,
1984. En ella se incluyen solamente a Florencia Pinar, Sor Juana Inés de la
Cruz, “Marcia Belisarda” y la Monja de Alcalá como representantes de los
Siglos de Oro; la de Clara Janés, Las primeras poetisas en lengua castellana,
Madrid, Ed. Ayuso, 1986, que ofrece textos de 41 poetisas de los siglos xvi y
XVII; y la de Luz María Jiménez Faro, Panorama antológico de poetisas españo¬
las (siglo XV al xx), Madrid, Ed. Torremozas, 1987, que ofrece una muestra
testimonial de cuatro autoras de los Siglos de Oro —Santa Teresa, Luisa Si-
gea, Catalina Clara de Guzmán y Cristobalina Fernández de Alarcón— entre
un total de 44, la mayoría del siglo xx. Todo ello demuestra que el interés por
las autoras de los siglos xix y xx es creciente; sin embargo, todavía no ha
despertado la curiosidad por nuestras autoras clásicas. Hemos visto que son

9
INTRODUCCIÓN

número de nombres femeninos a capas más visibles de


nuestra Historia de la Literatura.
Tal vez, una de las causas que explique la penumbra en
que se encuentra sumergida esta parte de nuestra literatu¬
ra debamos encontrarla en esa falta de libertad intelec¬
tual, en las dificultades que hemos encontrado las mujeres
para acceder a los niveles educativos, reclamados desde el
Renacimiento, y que para la gran mayoría no han sido
una sólida realidad hasta nuestros días. Esto justificaría,
en parte, la escasa proporción de firmas femeninas a que
aludíamos antes frente a una gran mayoría de escritores
en todas las épocas; a ello habría que añadir el rigor de los
conceptos morales férreamente inculcados y que han pri¬
vado secularmente de libertad de expresión y de esponta¬
neidad a las manifestaciones literarias de su mundo emo¬
cional.
Aproximarse a la trayectoria histórica de la tradición
poética femenina en suelo peninsular significa remontarse
a las últimas épocas del Imperio romano, cuando el gran
desarrollo cultural alcanzado por aquella sociedad propi¬
ció la participación de la mujer en la literatura. Se conoce

apenas inexistentes las antologías femeninas que acoten cronológicamente


el período áureo y la representación de las poetisas del mismo es escasísima
en las antologías de carácter divulgativo, con la excepción de Santa Teresa
de Jesús y Sor Juan Inés de la Cruz. La de A, de Castro, Poetas líricos de los
siglos XVIy XVII, Madrid, BAE, 1923, incluye en el apartado "Floresta de varia
poesía", “De varias poetisas" una muestra representada por: Hipólita de Nar-
váez, Leonor de Iciz, Mariana de Valdera y Santander, María Horozco Zúñiga
y Vargas, Feliciana Fnríquez de Guzmán, Jacinta María de Morales, Laura
elementa, Isabel de Figueroa, Silvia Monteser, Sor Juana Inés de la Cruz y
Bernarda María. Y la del profesor José Manuel Blecua, Poesía de la Edad de
Oro, Madrid, Castalia, 1985 y 1987, incluye una representación también razo¬
nable compuesta por seis autoras: Isabel Vega, Santa Teresa de Jesús, Luisa de
Carvajal, Bernarda Ferreira de la Cerda, Sor Juana Inés de la Cruz, Catalina
Ramírez de Guzmán, María de Zayas y Leonor de la Cueva y Silva.

10
INTRODUCCIÓN

la existencia de mujeres que cultivaron la poesía en la Es¬


paña romana, y cuyos nombres, como el de Pola Argenta¬
rla o Teófila, han llegado hasta nosotros. Y así, cada vez
que la cultura ha alcanzado elevados grados de esplendor
—y de libertad intelectual— la mujer ha tomado parte
activa en la creación literaria, siendo la lírica el género
que mejor se ha adaptado a la idiosincrasia femenina has¬
ta los albores del siglo XX.
El apogeo de la cultura hispano-musulmana favoreció
el acceso de la mujer al mundo científico y literario: fue¬
ron célebres las mujeres que practicaron la medicina en la
Córdoba del siglo IX, así como las poetisas de al-Ándalus
que vertían con gran liberalidad sus sentimientos en di¬
versos géneros literarios. Entre las poetisas musulma¬
nas, los nombres de al-Abbadiyya, Hafsa al-Rumay-
Kiyya y Butayna son, por sí solos, representativos del es¬
pléndido desarrollo alcanzado por la lírica árabe en este
período'^.
En los reinos cristianos, donde las mujeres no gozaban
del privilegio de la libertad de aquéllas, el cultivo de este
género no apareció hasta los siglos Xll y xiil con el flore¬
cimiento de la literatura trovadoresca y el ejemplo de
algunas «trobairitzs» provenzales —Ermengarda de
Narbona, Azalais de Marsella, Condesa de Dia...—, que
cundió con mayor fuerza en las zonas más próximas
lingüísticamente a Occitania. No obstante, es preciso lle¬
gar a finales del siglo XV para encontrar la primera poeti-

3. Sobre las poetisas hispano-árabes y sus textos, véase Luis Gonzalvo,


“Avance para un estudio de las poetisas musulmanas en España”, en Revista
de Archivos, Bibliotecas y Museos, XIII (1905), pp. 83-96, 2(X)-214, 374-382;
Emilio García Gómez, Poemas arábigo-andaluces, Madrid, Espasa Calpe,
1946; Sobh Mahmud, Poetisas arábigo-andaluzas, Granada, Diputación Pro¬
vincial, 1985; T, Garulo, Diwan de las poetisas de al-Andalus, Madrid, Hipe-
rión, 1986; y Henri Peres, Esplendor de al-Andalus, Madrid, Hiperión, 1983.

11
INTRODUCCIÓN
UJ
sa en lengua castellana de nombre conocido, Florencia
Pinar.
Esta larga tradición lírica en suelo peninsular, la pree¬
minencia adquirida por el castellano y el impulso conferi¬
do a las letras y al Humanismo por los Reyes Católicos
cristalizaron en el siglo xvi provocando la irrupción de la
mujer en el mundo científico y literario y concediéndole
una dignidad intelectual de la que no había gozado ante¬
riormente.
Gracias a la humanización^ de la mujer en el Renaci¬
miento, ésta dejó de encarnar un ideal caballeresco, dejó
de ser un objeto para convertirse en un sujeto capaz de
sobresalir en la sociedad por su propia personalidad. Ello
se debió, en gran medida, a la “voluntad”^. Y la voluntad

4. El revivido interés por todo lo humano implicó, también, una mayor


atención hacia el universo femenino, iniciándose un período en el que la mujer
se vio dignificada y enaltecida, confiriéndosele un lugar de excepción en la
nueva sociedad renacentista. No obstante, frente al concepto simbólico de mu¬
jer de gran virtud moral que, como veremos, siguió vigente en el siglo xvi,
especialmente en España, el de cortesana, alejado de los cánones morales de la
Edad Media, se desarrolló en la sociedad renacentista vinculado al renovado
paganismo y a la concepción epicúrea de la vida. Las adherencias peyorativas
que el término cortesana adquirió hicieron que su concepto se asociara al de
hetaira griega, mujer que hacía del sexo su modas vivendi y que sintetizaba en
su persona el arte y el saber con la feminidad. La cortesana procedía de un
estrato social distinguido y su círculo de relaciones se circunscribía a las clases
elevadas. Sin embargo, este nuevo modelo de mujer difería del ideal expresado
por Castiglione en El Cortesano. Las cortegiane oneste, las gentildonne eran
enaltecidas y reverenciadas por su virtud, por sus dotes intelectuales, su gran
cultura y feminidad, y ejercieron una notable influencia en el ámbito político y
en el círculo social de la vida cortesana. Sobre estos aspectos puede verse:
Lud wig Pfandl, Cultura y costumbres del pueblo español de los siglos XVi y xvii.
Introducción al estudio del Siglo de Oro, Barcelona, Araluce, 1959; también:
Víctor Alba, Historia social de la mujer, Barcelona, Plaza Janés, 1974; Luis
Bonilla García, La mujer a través de los siglos, Madrid, Aguilar, 1959; Amaury
de Riencourt, La mujer y el poder en la Historia, Caracas, Monte Ávila, 1974;
y Romeo de Maio, Mujer y Renacimiento, Madrid, Mondadori, 1988.
5. Víctor Alba, op. cit., p. 123.

12
INTRODUCCIÓN

de la mujer se sometió, en el siglo XVI, a los cánones fe¬


meninos expuestos por Castiglione en El Cortesano. Jun¬
to al modelo de perfecto «hombre de corte», los esquemas
de donna di palazzo o gentildonna configuraron a la “per¬
fecta dama”, ideal paradigmático, sincrético, modelo de
virtudes y cuyo concepto se vinculaba al arquetipo de la
literatura amorosa del siglo XVI. Castiglione perfiló, pues,
las virtudes éticas y sociales de la mujer europea de las
cortes renacentistas.
En términos generales, las “mismas reglas que son para
el cortesano son también para la dama”^. Nobleza de lina¬
je, elegancia y naturalidad son virtudes compartidas. Sin
embargo, “en ella parece bien una delicadeza tierna y
blanda, con una dulzura mujeril en su gesto que la haga
en el andar, en el estar y en el hablar, siempre parecer
mujer”^. Los atributos intrínsecamente femeninos se sin¬
tetizan con virtudes adquiridas por una educación esme¬
rada. La belleza, que, en coincidencia con el neoplatonis¬
mo, se consideraba un reflejo de la divina, era requisito
indispensable que se unía a la cultura, la inteligencia, la
gracia y la naturalidad en la conversación, la prudencia, el
dominio de la danza, del canto, de la música...
Los esquemas amorosos a los que se sometía, así como
su función sublimadora en el pensamiento masculino, que
ennoblecido por su influencia se elevaba a esferas supe¬
riores, enlazan el nuevo concepto femenino con tas teo¬
rías trovadorescas del amor cortés. Castiglione rememo¬
raba las teorías de los trovadores; “¿Quién puede ignorar
que sin las mujeres esta vida sería grosera, privada de
toda dulzura; quién puede ignorar que sólo las mujeres
ahuyentan de nuestros corazones los pensamientos bajos

6. Baltasar de Castiglione, El Cortesano, Espasa Calpe, 1984, p. 230.


7. Ibídem, p. 232.

13
INTRODUCCIÓN
15
y viles? Sin mujeres no hay nada posible, ni arte, ni poe¬
sía, ni música, ni valor militar, ni aun religión, no se ve a
Dios sino a través de ellas”®.
En consonancia con el ideal de plenitud humana esta¬
blecido por el Humanismo, renace el concepto de virago,
mujer que destaca por su brillante personalidad, por su
virtud y fortaleza, y que se distingue por la hegemonía
que ejerce sobre sus contemporáneos. El término se
aplicó por primera vez a Catalina Sforza y los ejemplos
más genuinos que encontramos en nuestro Renacimiento
son los de Isabel la Católica, ensalzada por Castiglione
como perfecta dama, “enxemplo de verdadera bondad,
de grandeza de ánimo, de prudencia, de temor de Dios,
de honestidad, de liberalidad y de toda virtud”^; y Santa
Teresa de Jesús que inculcó a sus discípulas la idea de
mujer fuerte, varonil, perfectamente reflejado en el capí¬
tulo VII de su Camino de perfección: “... no querría yo,
hijas mías, lo fuéseis en nada, ni lo pareciéseis, sino varo¬
nes fuertes; que si ellas hacen lo que es en sí, el Señor las
hará tan varoniles que espanten a los hombres”La vi¬
rago es la consecuencia del desarrollo histórico y cultural
de una época en que el acceso, aunque minoritario, de la
mujer a los niveles educativos estaba regido en círculos
elevados por criterios igualitarios.
Frente al concepto peyorativo de cortesana, el arqueti¬
po femenino aceptado por las damas españolas fue el de la
cortesana honesta perfilado por Castiglione y que se refle¬
ja, precisamente, en el elogio que Boscán y Garcilaso hi¬
cieron de doña Jerónima de Palova de Almogávar en la
traducción al castellano de El Cortesano: “vuestro enten-

8. Ibíd.
9. //j/U, p. 256.
10. Obras completas, Madrid, Santullano, 1963, p. 312.

14
INTRODUCCIÓN

dimiento y juicio es tal que vos no os habéis de encerrar


en las estrechezas ordinarias de otras mujeres, sino que
toda cosa de saber os ha de convenir totalmente”*'. Acor¬
de con estos presupuestos, la promoción intelectual feme¬
nina fue una realidad, aunque constituyó un privilegio de
la minoría. El acceso de la mujer a los grados universita¬
rios fue posible en el siglo xvi desde que la Universidad
de Salamanca abrió sus puertas a las hijas de los nobles,
de los letrados o de los burgueses acomodados; de este
privilegio dependió su distinción social y su realización
como individuo en la España renacentista.
El interés de Isabel la Católica por los libros —de su
rica biblioteca quedan restos en la de El Escorial— y por
el estudio, heredado de su padre Juan II; y la protección a
la instrucción pública que se desprende de la ley que dictó
en 1480, favorecieron, sin duda, el prestigio de letra im¬
presa*^. Pero la afición generalizada a la lectura entre las
clases elevadas, y la creación de un ambiente proclive al
nacimiento del lectorado femenino se debe, en parte, al
ejemplo del Duque de Calabria y sus hermanas —las in¬
fantas doña Isabel y doña Catalina— que trajeron de Ita¬
lia una nutrida biblioteca en la que los libros de devoción
alternaban con los científicos y de creación. Entre éstos,
la poesía clásica y las novelas de gran difusión en la época
como El Caballero de la Rosa, el Amadís, Palmerín, Don
Leonís de Grecia, Orlando Furioso, etc. constituían la co¬
lección de las damas y su lectura servía de ejemplo a las
señoras para el perfeccionamiento de los modales cortesa¬
nos. La entrada de libros en las casas acomodadas y la
posesión de una biblioteca particular se consideró signo

11. Baltasar de Castiglione, El Cortesano, ed. cit., p. 65.


12. Véase Conde de Casa-Valencia, Discursos leídos ante la Real Academia
Española, Madrid, Fortanet, 1879, pp. 12-13.

15
INTRODUCCIÓN

externo de bienestar y prestigio social. La mujer se aficio¬


nó, pues, a la lectura y empezó tímidamente a ensayar
composiciones poéticas.
Un elevado número de ellas se sintieron atraídas por el
Humanismo —favorecido desde la corte por la política
cultural y el ejemplo personal de la reina Isabel y de sus
hijas— y se dedicaron al estudio de tas lenguas clásicas,
llegando algunas a convertirse en prestigiosas humanistas
de merecido reconocimiento en toda Europa. Las “lati¬
nas”, nombre con el que comúnmente se conocía a las
mujeres que dominaban dicha lengua, formaron en el Re¬
nacimiento un nutrido grupo que propició el florecimien¬
to de la literatura femenina en latín. Esta costumbre de
mujeres entregadas al estudio de las humanidades y dedi¬
cadas al ejercicio literario, tanto en latín como en castella¬
no, desde la época de los Reyes Católicos, inició una larga
tradición, ininterrumpida hasta nuestros días. Sin embar¬
go, su consideración en esferas sociales más amplias se
podría resumir en el célebre dicho popular “ni moza adi¬
vina, ni mujer latina” que, junto con la ridiculización de
la mujer erudita en el teatro barroco, perfila el concepto
despectivo que de ellas tenía la sociedad de la época.
Dentro del grupo de las “latinas”, son dos mujeres de
formación humanista depurada, Francisca de Nebrija y Lu¬
cía Medrano, las que representan ese momento, tan estelar
como fugaz, en la emancipación intelectual de la mujer del
siglo XVI español. El que algunas tuvieran acceso a los estu¬
dios superiores en la Universidad de Salamanca en el perío¬
do renacentista no deja de sorprendernos, sobre todo si
tenemos en cuenta que la incorporación de la mujer a los
niveles educativos superiores se puede considerar una de tas
grandes conquistas femeninas del siglo XX.
Se tiene constancia de que Clara Chitera estaba inscrita
en la Universidad de Salamanca en 1546. También es co¬


INTRODUCCIÓN

nocido el prestigio de Francisca de Nebrija que sustituyó a


su padre, el gramático Antonio de Nebrija, en la Universi¬
dad de Alcalá'^, y de otras mujeres cultas de la época entre
las que se encuentra Lucía Medrano, que ocupó un sillón en
la Universidad de Salamanca donde explicaba los autores
clásicos. Lucio Marineo Sículo, con el que aquélla mantuvo
una interesante correspondencia, ha dejado un revelador
testimonio de ésta y otras mujeres cultas:

Vimos los días pasados en la villa de Alcalá de Henares a la


doncella Isabel de Vergara, dottísima en letras latinas y grie¬
gas. La qual en toda disciplina seguía la manera y orden de
estudiar de sus hermanos, que son dottísimos como en otra
parte decimos. En Salamanca conocimos a Luisa Medrana (de
Medrano), doncella eloqüentísima. A la que oymos, no sola¬
mente hablando como un orador, más bien leyendo y decla¬
rando en el estudio de Salamanca libros latinos públicamente.
Assí mismo, en Segovia, vimos a Juana Contreras, nuestra
discípula, de muy claro ingenio y singular erudición. La qual
después me escribió cartas en latín elegante y muy dottas'^'.

Sin embargo, las dos mujeres de mayor autoridad e in¬


fluencia en el círculo intelectual de su época fueron Bea¬
triz Galindo y Luisa Sigea. La primera, que nació en Sala-

13. J. Pérez de Guzmán y Gallo afirma en Bajo los Austrías. La mujer espa¬
ñola en la Minerva castellana, Madrid, Esc. Tipográfica Salesiana, 1923, p. 50,
que "la Universidad de Alcalá de Henares [le] consagró más tarde cátedra
pública de retórica en sus estudios”.
14. Recogemos la cita de J. Pérez de Guzmán y Gallo, op. cit., p. 48, que
también utiliza en parte Otis H. Green, en España y la tradición occidental. El
espíritu castellano en la literatura desde "El Cid" hasta Calderón, t, III, Madrid,
Gredos, 1969, pp. 159-60; en el breve apartado que éste dedica a la humanista
ofrece un testimonio de Pedro de Torres, rector entonces de
la Universidad de Salamanca, que confirma su vinculación como docente
a la mencionada Universidad. Véase también Thérése Oettel, “Una catedráti¬
ca en el siglo de Isabel la Católica: Luisa (Lucía) Medrano”, en Boletín de la
Academia de la Historia, 107 (1935), p. 312.

17
INTRODUCCIÓN

manca hacia 1475, tuvo un profundo conocimiento de


la lengua latina y de la cultura clásica que le valió, por
antonomasia, el sobrenombre de “La Latina”. La histo¬
ria de su juventud es la de tantas jóvenes que en los
siglos XVI y XVII se veían destinadas por su familia a la
vida religiosa. No obstante, en el caso de Beatriz Galindo,
las aspiraciones paternas no se vieron realizadas. Por su
fama de mujer virtuosa fue nombrada camarera de Isabel
la Católica, a la que enseñó latín y aconsejó en cuestiones
de Estado. Dedicó su vida al estudio y difusión de las
ciencias, psicología, filosofía y, sobre todo, la cultura clá¬
sica. Dirigió una academia filosófica que reunió a un se¬
lecto círculo intelectual, en el que se leyeron y sometieron
a debate unos Comentarios sobre Aristóteles y Anotacio¬
nes sobre escritores clásicos antiguos^^.
También, sobre el panorama humanista se perfila níti¬
damente la figura de Luisa Sigea, que, desde su infancia,
manifestó una gran precocidad en el estudio de las len¬
guas clásicas. Es célebre la carta que, en 1546, a los dieci¬
séis años, escribió al Papa Pablo III en latín, griego, árabe
y sirio; y la elegancia de sus versos le merecieron un lugar
destacado entre los poetas latinos de su tiempo. Su padre,
Diego Sigeo, fue un hombre versado en lenguas y literatu¬
ra clásicas que influyó, no poco, en la formación humanis¬
ta de sus hijas. En 1546 trasladó la residencia familiar a
Lisboa, donde desempeñó el cargo de preceptor de don
Teodosio y del príncipe don Juan, y Luisa Sigea entró al
servicio de la infanta doña María, hija del rey don Manuel
y de doña Leonor de Austria. A imitación de las cortes
italianas, doña María procuró crear en la corte portuguesa

15. Véase Cristina de Arteaga, Beatriz Galindo “La Latina’’, Madrid, Es-
pasa Calpe, 1975; Llanos y Torriglia, Una consejera de Estado: doña Beatriz
Galindo, la “Latina”, Madrid, [1925]; y F. Ximénez de Sandoval, Varia histo¬
ria de ilustres mujeres, Madrid. Epesa, 1949.

18
INTRODUCCIÓN
w
un brillante centro humanista. En los trece años que esta
autora vivió en palacio, se dedicó con intensidad al estu¬
dio. El recuerdo del saudossísimo retiro de Cintra inspiró
más tarde el poema bucólico latino así titulado, en el que
la nostalgia y la melancolía se traducen en bellísimos y
emotivos versos. También describió la vida campestre en
el erudito Diálogo entre dos doncellas sobre la vida corte¬
sana y privada, que se inserta en una larguísima tradición
clásica. Su fama trascendió pronto a toda la Europa hu¬
manista. Sin embargo, el desengaño de sus últimos años,
sus servicios no reconocidos, la atribución de unas impú¬
dicas poesías que aparecieron en una colección de Meur-
sius'^, la penuria económica y el desamparo en que se vio
sumida, ocasionaron, al decir de sus contemporáneos, su
muerte “de sentimiento”'^.
A pesar de que no todas tas mujeres cultas de los siglos
XVI y XVII escribieron, algunas ejercieron notable in¬
fluencia sobre la literatura de la época. Tal es el caso, por
citar un ejemplo, de doña Ana Castro Egas"^, quien en

16. Aloisiae Sigeae Toletanae satyra sotadica de arcanis amorís: el venerís:


Atoysia hispanice scripsit; lalinitate donavil J. Meursius, [s.l], [s.a].
17. Sobre Luisa Sigea puede verse: Dialogue de deux jeunes füles sur la vie
de la cour el la vie de retraite (1552), (Ed. y notas de Odette Sauvage), París,
Presses Universitaires de France, 1970; García Ramila, Noticias histórico-fami-
liares, basadas en fe documental, pertenecientes a la célebre humanista Luisa
Sigea, la “Minerva" de los renacentistas. Burgos, Publicaciones de la Institución
Fernán González, 1959; M. P. Allut, Aloysia Sigea el Nicolás Chorier, Lyon,
1862; C. Coronado, La Sigea, 2 t., Madrid, 1854; y Péricaud, L. Labéet Louise
Sigée, Lyon, 1862.
18. Estuvo estrechamente relacionada con el ambiente literario del si¬
glo XVII del que recibió considerables elogios en inspiradas composiciones.
Destacaron las de sus contemporáneas Clara María de Castro, Justa Sánchez
del Castillo, Juana de Luna y Toledo y Victoria Delaibe que la elogiaron en
Eternidades del rey don Felipe ///, nuestro Señor, el Piadoso, Discurso de su
vida y santas costumbres. Al serenísimo señor el Cardenal Infante su hijo, doña
Ana de Castro y Egas, Madrid, 1629.

19
INTRODUCCIÓN
ÍU
1629 publicó “un peregrino libro histórico”, La eternidad
de Felipe III, que levantó una oleada de composiciones
encomiásticas de los nombres más preclaros de la poesía y
la nobleza de su tiempo. Otra mujer singular, digna de ser
mencionada, es Ana Girón de Rebolledo, de exquisita for¬
mación humanista y que jugó un papel importantísimo en
la evolución literaria del Renacimiento al publicar, en
1543, una de las obras más trascendentales y revoluciona¬
rias de la literatura española: Las obras de Boscán y algu¬
nas de Garcilaso de la Vega repartidas en cuatro libros.
Junto a ellas. Sor María Téllez y Francisca de los Ríos son
mujeres notables que destacaron como traductoras por sus
versiones, ya clásicas, de la Pasión de Nuestro Señor Jesu¬
cristo de Ludolfo de Chartreux, realizada por la primera, y
la de Vida de la bienaventurada Angela de Fulgino, por la
segunda cuando sólo contaba doce años de edad. También
Juliana Morell destacó por la defensa que hizo de tesis
filosóficas a los trece años y el dominio de catorce lenguas,
además de diversas materias humanísticas y musicales,
cuando todavía no había cumplido los quince.
Tampoco hay que olvidar a Isabel Rebeca Correa, una
de las numerosas escritoras y eruditas judías de los Siglos
de Oro que escribió en castellano'*^. Esta portuguesa fijó
su residencia en Amsterdam donde inició su labor poética
junto a Manuel Belmente y Miguel Barrios. Su dominio
del latín, griego, italiano y francés, su afán investigador,
su creación poética y la fidelísima traducción del poema
italiano de Bautista Gaurino “El pastor Fido”^" elevaron

19. Sobre la tradición de la literatura femenina judía en lengua castellana


puede verse: José Parada y Santín, “Mujeres judías escritoras castellanas”, en
La Ilustración Española y Americana, LXXX (1905), pp. 54-58; y José Ama¬
dor de los Ríos, “Doña Isabel de Correa”, en Estudio histórico, político y
literario sobre los judíos de España, Madrid, 1848, p. 637.
20. Amsterdam, Juan Ravenstein, 1694.

20
INTRODUCCIÓN

el prestigio de su figura en la que se sintetizan los aspectos


erudito y creativo de la mujer ilustrada de la época.
Esta constelación intelectual, formada por una minoría
femenina aristocrática, no debe hacernos olvidar que la
situación de la inmensa mayoría de las mujeres era otra.
Sujetos pasivos, su escasa participación en la vida cultural
que obedecía a una situación social regida por esquemas
ancestralmente mantenidos que han perdurado hasta el
siglo XX, impidió su vinculación al movimiento libera¬
dor de origen italiano iniciado en la primera mitad del si¬
glo XVI.
Dentro de la organización social española de los Siglos
de Oro, la mundanalidad de la mujer rica, que ejercía su
forma de señorío controlando la vida social y cultural de
la urbe, contrastaba fuertemente con la mujer de la baja
burguesía, del artesanado y del campesinado. Los precep¬
tos de El Cortesano, conforme a los cuales se organizaba
la vida de la corte, y la libertad social de la mujer privile¬
giada, que la situaban en igualdad con el hombre, son
ajenos a la evolución de los grupos sociales mencionados.
Si acaso, su repercusión en ellos se advierte en una mayor
dignificación de la condición femenina. No obstante, el fre¬
no de este espíritu emancipador lo ofrecía, a menudo, la
propia mujer, reacia a desasirse de los esquemas impuestos
durante muchos siglos por las instituciones de la Iglesia uni¬
dos a las influencias orientales heredadas de la Edad Media.
La virtu, la mujer virtuosa, encarnaba el ideal de esposa
y madre; su vida transcurría en el seno familiar y sus dis¬
tracciones, frente a las de la mujer emancipada, que go¬
zaba de gran libertad, se limitaban a los espectáculos
religiosos y taurinos. Su educación consistía, si acaso, en
el aprendizaje de las cuatro reglas aritméticas, la lectura y
escritura, pero era su formación religiosa lo que más aten¬
ción merecía. Su vida transcurría entre la iglesia y los que-

21
UJ INTRODUCCION

haceras domésticos. Este arquetipo de mujer recatada,


protegida por una sociedad conser\'adora, la de los siglos
XVI y xvii, encarnaba el ideal de la “perfecta casada” ex¬
puesto por Fray Luis de León y vigente hasta nuestros
días. La realizaeión afectiva, social y humana de este tipo
de mujeres se producía lejos de inquietudes intelectuales,
en el acomodo material que le proporcionaba la vida reli¬
giosa o la matrimonial, únicas salidas a su existencia. Por
otra parte, debemos recordar que la institución familiar
en los Siglos de Oro se vio robustecida a pesar de las con¬
tradicciones planteadas por los movimientos culturales y
religiosos de la época: Humanismo, Reforma y Contra¬
rreforma.
Frente a las teorías igualitarias y dignificadoras de
Erasmo, según las cuales la inteligencia de la humanidad
no tiene sexo, y sus esfuerzos para que la mujer fuera
educada, amplios sectores de la sociedad española consi¬
deraban que la educación femenina era perjudicial"*. Casi
todos los intelectuales se ocuparon en estos siglos del
asunto, una de las aportaciones temáticas del Renaci¬
miento que desencadenó la controversia “feminista” del
Siglo de Oro. Humanismo, Reforma y Contrarreforma
son los tres grandes movimientos ideológicos que plantea¬
ron el tema clásico de la “querella sobre la mujer”, perpe¬
tuado por la Edad Media en la discusión sobre su condi¬
ción moral, que también heredó el siglo XVI.
Frente a la postura antifemenina de Cristóbal de Casti¬
llejo en el Diálogo que habla de las condiciones de las

21. Sobre este tema véase: R. del Arco, La sociedad española en las obras
dramáticas de Lope de Vega. Madrid, [s.i.], 1941; ídem. La sociedad española
en las obras de Cerxantes. Madrid, Patronato IV Centenario de
Cervantes, 1951; M. Bataillon, Erasmo y España. México, F.C.E., 1966;
A. Castro, “Algunas observaciones acerca del concepto del honor en los si¬
glos XVI y xvii”, en Revista de Filología Española. 111 (1916), pp. 382-84.

22
INTRODUCCIÓN

mujeres y en el Sermón de amores del maestro Buen-talan-


te Fray Fidel de la Orden del Tristel, que tratan el tema
desde el punto de vista medieval, Juan de Espinosa en su
Diálogo en laude de las mujeres intitulado Ginaecepaenos
y Cristóbal de Acosta en el Tractato en loor de las mujeres
y de la Castidad, Honestidad, Constancia, Silencio y Justi¬
cia, hacen un apasionado encomio del sexo femenino^.
La obra de Luis Vives, De institutione foeminae chris-
tianae (1514), traducido en 1555 al castellano, recoge el
ideario del humanista, en la línea de las teorías erasmistas
en cuanto al tema de la inteligencia y la educación de la
mujer. El pedagogo y filósofo español reconocía sus apti¬
tudes intelectuales y reclamaba su derecho a la instruc¬
ción, que, eso sí. discretamente, debía compaginar con las
actividades femeninas; “Hay algunas doncellas que no
son hábiles para aprender letras; así también hay de los
hombres; otras tienen tan buen ingenio que parecen ha¬
ber nacido para las letras o, a lo menos, que no se les
hacen dificultosas. Las primeras no se deben apremiar a
que aprendan; las otras no se han de vedar, antes se de¬
ben halagar y atraer a ello y darles ánimo a la virtud a que
se inclinan”“^.
Con la respuesta de España ante la Reforma luterana"^,
el mundo emancipador y cosmopolita del Renacimiento

22. Véase Pilar Oñate. El feminismo en la literatura española. Madrid. Es-


pasa Calf>e. 1938, estudio que sigue siendo fundamental para aproximarse a las
polémicas feministas y su reflejo literario.
23. Luis V'ives, Instrucción de la mujer cristiana. Obras completas (Libro I.
cap. IV), Madrid, Aguilar, 1949. p. 995.
24. La situación de la mujer casada presentó un retroceso a causa de la
postura “bíblico-teutónica” de la Reforma. El retrato de mujer trazado por
Lulero distaba considerablemente del de Castiglione. reflejo del mundo contra
el que se alzaba aquélla. Véase Monique A. Piettre. La condición femenina a
través de los tiempos. .Madrid, Rialp. 1977, p. 213. Para Lulero las ideas de
Luis Vives suponían una amenaza a los ideales reformistas defensores del pa-

23
INTRODUCCIÓN

pereció en el de la Contrarreforma, ofreciendo un duro


contraste e iniciando el desarrollo de nuestro peculiar Si¬
glo de Oro. La mujer, de acuerdo con las doctrinas de
Fray Luis de León, comenzó su reclusión dando lugar a
una cultura autóctona, simbolizada en la celosía del con¬
vento o en la reja^^ del hogar español, que supuso una
regresión de las libertades conseguidas en la primera mi¬
tad del siglo XVI que se prolongó hasta el siglo XVlll:
“Han cambiado los tiempos —dirá Cervantes—, los gri¬
lletes se cierran sobre los cuerpos, pero el deseo es libre,
nada puede encerrarlo.”
El ideal de mujer virtuosa a que aspiraba la clase media
española, expuesto por Fray Luis de León en la Perfecta
casada, concordaba con la idea generalizada de que la ins¬
trucción de las jóvenes era perniciosa:

... así como a la mujer buena y honesta la naturaleza no la


hizo para el estudio de las ciencias, ni para los negocios de
dificultades, sino para un solo oficio simple y doméstico, así
les limitó el entender, y, por consiguiente, les tasó las palabras
y las razones...
[...]

triarcalismo bíblico. La vida de la mujer casada de la Reforma transcurría


recluida en el hogar, obediente y sumisa, dedicada por entero a las tareas
domésticas y cuya única distracción consistía en la asistencia a ceremonias reli¬
giosas. Para Amaury de Riencourt, en op. cit., p. 472, “la Hausfrau teutónica se
convirtió, más que nunca, en un ser encadenado por las tres «K» tradicionales;
Kinder, Küche und Kirche (niños, cocina e Iglesia), mientras que una buen
aparte del servicio religioso se realizaba en el hogar bajo la supervisión del
marido, señor y amo, sin la intervención del clero”.
25. Julio Monreal, “Costumbres del siglo xvii. Votos y rejas”, en La Ilustra¬
ción Española y Americana, t. II, 27 (1880), pp. 43-46, y 28 (1880), p. 58.
26. Fray Luis de León, La perfecta casada. Poesías, Barcelona, 1940, p. 106.

24
INTRODUCCIÓN

Y pues no las dotó Dios ni del ingenio que piden los negocios
mayores ni de fuerzas las que son menester para la guerra y el
campo, mídanse con lo que son y conténtense con lo que es de
su suerte, [y entiendan en su casa, y anden en ella] pues las
hizo Dios para ella sola^^.

Aunque el principio de la tradición reivindicativa feme¬


nina se remonta a Cristina de Pisan (1363-1431) en La
Ciudad de las Damas, la voz de la mujer en España, a
pesar de su notable participación en la literatura, no se
dejó oir hasta el siglo XVI y con mayor intensidad en el
XVII, periodo en el que las reclamaciones de la mujer supu¬
sieron un factor polémico. Si bien Santa Teresa de Jesús
consideró justo el deseo de aquélla a ser instruida, sus
palabras pueden dar lugar a interpretaciones de su doctri¬
na favorables o no a lo que hoy entendemos por feminis¬
mo^*. Sor Teresa de Cartagena en el siglo xv, y Luisa de
Padilla, Isabel de Liaño y Sor María de Santa Isabel en los
Siglos de Oro fueron algunas de nuestras escritoras que
elevaron su voz para exigir la igualdad de la mujer con el
hombre. Esta última, conforme al concepto cristiano de
igualdad espiritual diría que “... quien dio el alma a la
mujer la dio al hombre, y que no es de otra calidad que
éste aquélla, y que a muchas concedió lo que negó a mu-
chos”^*^, convirtiéndose así en un claro antecedente de
Sor Juana Inés de la Cruz y de María de Zayas. Pero fue¬
ron estas dos mujeres singulares las que repercutieron di¬
rectamente en la pausada mutación del concepto sobre la

27. Ibídem. p. 111.


28. Véanse las últimas posturas de la crítica en torno al feminismo de
Santa Teresa en Oliva Blanco, “Teresa de Ávila frente a Sor Juan Inés de la
Cruz”, en Desde el feminismo, 0, Madrid, 1985, pp. 61-62.
29. Mss. 7469, f. 2, de la BNM. Véase esta idea recogida, también, en el
texto de María de Zayas citado a continuación.

25
INTRODUCCIÓN
ÍII
mujer. La Respuesta a Sor Pilotea (1693), de Sor Juana
Inés, ha sido considerada en nuestro siglo el primer mani¬
fiesto feminista; y sus redondillas donde “Arguye de in¬
consecuentes el gusto y la censura de los hombres que en
las mujeres acusan lo que causan”, en la misma línea, de¬
notan una inteligente interpretación de la conducta huma¬
na en la secular controversia sobre los sexos.
La postura de María de Zayas, considerada la gran fe¬
minista del siglo XVII y una de las autoras del período
áureo que más atención crítica ha recibido en las últimas
décadas, está siendo revisada en los últimos años. Para
Diez Borque^^’ el feminismo de la novelista radica en el
reiterado tratamiento de temas como el de la educación
femenina, también presente en Sor Juana, y el de la liber¬
tad de las jóvenes en la elección matrimonial, la nueva
aportación del siglo XVII a la “querella sobre las muje¬
res”, que son un constante leit motiv en la obra de María
de Zayas:

... Las almas ni son hombres, ni mujeres; ¿qué razón hay para
que ellos sean sabios y presuman que nosotras no podemos
serlo? Esto no tiene a mi parecer más respuesta que su impie¬
dad o tiranía en encerrarnos, y no darnos maestros; y así, la
verdadera causa de no ser mujeres doctas, no es defecto del
caudal, sino falta de la aplicación, porque si en nuestra crianza
como nos ponen el Cambray en las almohadillas y los dibuxos
en el bastidor, nos dieran libros y preceptores, fuéramos tan
aptas para los puestos y para las cátedras como los hombres, y
quizá más agudas...^'

30. Véase J. M. Diez Borque, “El feminismo de doña María de Zayas” y


M. C. Beling de Benassy, “A manera de apéndice: Sor Juana y el problema del
derecho de las mujeres a la enseñanza”, ambos en La mujer en el teatro y la
novela del siglo xvtt, Toulouse, Université Le Mirail, 1978, pp. 63-87
y 91-93, respectivamente.
31. María de Zayas, Novelas amorosas y ejemplares, Madrid, RAE, 1948,
pp. 21-22.

26
INTRODUCCIÓN

Sin embargo, el substrato ideológico manifestado en


sus obras, en contradicción con su insistencia en los te¬
mas, ha provocado que se ponga últimamente en tela de
juicio su feminismo, hasta ahora unánimemente reconoci¬
do por la crítica.
El tema de la elección matrimonial tuvo un tratamiento
favorable en la comedia áurea, no obstante no se recono¬
ció el derecho de la mujer a la igualdad cultural. Las doc¬
trinas de Fray Luis de León siguieron difundiéndose en el
siglo XVII a través del Espejo de la perfecta casada de Fray
Alonso de Herrera y, por tanto, alimentando el analfabe¬
tismo entre las mujeres que veían con desprecio a la mi¬
noría cultiparlante y aplaudían con regocijo su caricatura
teatral. Este tipo de mujer con raíces en el Humanismo y
producto del culteranismo barroco inspiró la célebre sáti¬
ra de Quevedo La culta latiniparla, donde se atacan los
excesos culteranos a que llegaron algunas de nuestras mu¬
jeres, y fue insistentemente satirizada por Lope y Calde¬
rón como lo fueron las “preciosas” en Les Précieuses
Ridicules de Moliere en Francia. Nise en la Dama boba de
Lope de Vega y Beatriz en la eomedia calderoniana No
hay burlas con el amor, encarnan el arquetipo de mujer
cultivada cuyo lenguaje hace exclamar a don Pedro en
esta obra de Calderón:

32. Véanse sobre este aspecto: Deleito y Piñuela, La mujer, la casa y la


moda en la España del Rey Poeta, Madrid, Espasa Calpe, 1966; A. Castro
Rossi, Discurso acerca de las costumbres públicas y privadas de los españoles en
el siglo XVII, fundado en el estudio de las comedias de Calderón, Madrid, 1881;
P. W. Womli, La femme dans l'Espagne du Siécle d’Or, La Haya, Martinns
Nijhoff, 1950; y Pilar Oñate, op. cit.

27
INTRODUCCIÓN
IP
[ I
mas remédielo yo
aquí el estudio acabó,
aquí dio fin la poesía,
libro en casa no ha de haber
de latín, que yo no alcance.
Unas horas en romance
le bastan a una mujer,
bordar, labrar y coser
sepa sólo, deja al hombre
esto, que te he de matar
si algo te escucho nombrar
que no sea por su nombre'^^^.

A finales del siglo xvi el acceso de la mujer a la ense¬


ñanza universitaria dejó de ser un hecho. Las Universida¬
des nos cerraron sus puertas durante más de tres siglos. Es
famoso el caso de una joven sevillana, Feliciana —fre¬
cuentemente relacionada con Feliciana Enríquez de Guz-
mán^"^—, relatado por Lope en la Silva III del Laurel de
Apolo, que disfrazada de hombre siguió estudios en la
Universidad de Salamanca^^. Su actitud, lo mismo que la de
otras jóvenes, representa una desviación de la conducta

33. No ay burlas con el amor, J. II, p. 18. Citamos por un ejemplar sin
fecha en B. N. sig. T.4611.
34. Autora de la tragicomedia Los jardines y campos sabeos, Coimbra,
lacome Caravaio, 1624 y Lisboa, 1627. Cfs. F. Rodríguez Marín, “Nuevos
datos sobre Cristobalina Fernández de Alarcón”, en Boletín de la RAE,
VII (1920), p. 393, y F. C. Sáinz de Robles, Ensayo de un diccionario de
mujeres célebres, Madrid, Aguilar, 1959, pp. 403-404.
35. Sobre la importancia de la mujer vestida de hombre en los siglos xvi y
XVII, véase el trabajo de Carmen Bravo Villasante, La mujer vestida de
hombre en el teatro español, Madrid, SGEL, 1976; y el más reciente
de Melvenna Me. Kendrick, Woman and Society in the Spanish Drama of
the Golden Age: A Study of the Mujer Varonil, Cambridge, 1974.

28
INTRODUCCIÓN

que no deja de ser un intento de autoafirmación en la


línea del viragoísmo del Siglo de Oro.
El recato y el cumplimiento de los deberes familiares
y religiosos recluyeron, como ya hemos visto, a la mayo¬
ría de mujeres de clase media en el hogar. El influjo del
Humanismo renacentista, que había entreabierto a la mu¬
jer el camino hacia el saber, sufrió un revés en la segunda
mitad del siglo XVI que la arrastró hacia la incomuni¬
cación y sumisión a una sociedad cuyo sistema de valores
le ofrecía solamente dos alternativas dignas para su rea¬
lización emocional: el matrimonio y el convento. Los
padres eran los que decidían el “esposo/Esposo” de las
hijas^^.
En la segunda mitad del siglo XVI y principios del XVII
el espíritu de la Reforma católica impregnó el corazón
de muchas jóvenes cuya auténtica vocación las encauzó
a la vida religiosa. Sin embargo, otras se vieron obliga¬
das a aceptar una vida no deseada. Las hijas ilegítimas
de la realeza y la aristocracia o las hijas menores de cier¬
tas familias eran llevadas al claustro, lo que permitía, en
muchos casos, aliviar la economía doméstica o mejorar
la de los otros hijos, ya que la dote civil era cuantitativa¬
mente más elevada que la religiosa. Por otra parte “el
confinamiento de estas vírgenes brindaba también a la
sociedad un cómodo freno malthusiano y una ocupación
‘digna’ a las hembras ‘sobrantes’^^”. En la poesía tradi¬
cional encontramos bellas muestras del reflejo de esta
triste realidad social:

36. Cfr. Helena Sánchez Ortega, “La mujer, el amor y la religión en el


Antiguo Régimen”, en La mujer en la historia de España (siglos xvi-xx),
op. cit., p. 46.
37. Ibídem, p. 39.

29
INTRODUCCIÓN

¿Agora que sé d’amor me metéis monja?


¡Ay, Dios, qué grave cosa!
Agora que sé d’amor de caballero,
agora me metéis monja en el monasterio.
¡Ay, Dios, qué grave cosa!^*^

Así mismo, es frecuente el caso contrario, es decir, el


de la joven que sentía con fervor la llamada de Dios pero
que se veía destinada al matrimonio por intereses familia¬
res, cediendo a la presión paterna en contra de su volun¬
tad como en el caso de alguna de nuestras escritoras: Sor
María Teresa de Jesús, Luisa Manrique, Catalina de
Mendoza... La solución conventual ofrecía a la mujer la
realización emotiva y, para algunas, significaba la inde¬
pendencia intelectual que a veces no le era posible alcan¬
zar en otras esferas sociales, como en el caso de Sor Juana
Inés de la Cruz.
Para profesar en religión era indispensable la aporta¬
ción de dote. Y sólo podían llegar a ser monjas de velo
negro o madres y acceder a ciertos cargos dentro de la
comunidad las que procedían de condición social eleva¬
da. Las monjas de velo blanco, procedentes de clases hu¬
mildes, también llamadas legas o tercianas, eran las en¬
cargadas de las tareas domésticas y despreciadas por las
religiosas procedentes de las clases sociales superio¬
res que disponían en el convento de su propia servidum¬
bre^^.
Dentro de la vida conventual de los siglos XVI y XVII el
ejercicio de la lectura y escritura elevó el nivel cultural de

38. Juan Vásquez, Recopilación de sonetos y villancicos a cuatro y cinco


(Sevilla, 1560), Barcelona, CSIC, 1946, p. 30.
39. Véase A. Domínguez Ortiz, Las clases privilegiadas en la España del
Antiguo Régimen, Madrid, Istmo, 1973.

30
INTRODUCCIÓN

las religiosas por encima del resto de las mujeres. Junto a


estas ocupaciones, las manualidades y la composición lite¬
raria, aunque a veces obligada por superioras o confeso¬
res—lo que limitaba considerablemente la libertad expre¬
siva—, permitía ocupar gran parte del tiempo y evitar la
ociosidad “enemiga del alma, la cual es camino por donde
entran los vicios y pecados y llevan el alma a perdición”^*^.
Ciertas comunidades gozaban de una gran tradición lite¬
raria que se explica, como en el caso de las Trinitarias,
por la procedencia social de sus religiosas:

... todas tenían obligación de hacer versos en este día [el de la


Cruz de Mayo] [...] hemos hallado más de 200 composiciones.
¿Cómo explicar estas aficiones literarias de la Comunidad en
su origen y que aún duran hoy? Si tenemos en cuenta que casi
todas las religiosas eran hijas, hermanas o parientes cercanas
de escritores y poetas, que habían recibido una instrucción no
vulgar, fácil es adivinar el porqué de las aficiones literarias de
nuestras madres"*'.

La idea de conquista que impregnaba la sociedad espa¬


ñola de los Siglos de Oro anidó también en el alma feme¬
nina, y la retirada del mundo y el camino místico se vivían
eomo una vietoria. Esta sublimación se materializó en el
desarrollo de una originalísima creación literaria: la místi¬
ca. La elocuencia silenciosa del misticismo femenino tras-

40. Gil Ambrona, “Entre la oración y el trabajo: las ocupaciones de las


otras esposas. Siglos xvi-xvn”, en El trabajo de las mujeres: siglos xvt-xx,
Madrid, Universidad Autónoma, 1987. La cita procede de la Regla de la
Orden de la Concepción de Nuestra Señora de la Ciudad de Toledo dada por
Julio II, Roma, 1511, f. 8.
41. Anotación de la Comunidad de Trinitarias incluida en la transcrip¬
ción de las obras de Sor Marcela de San Félix, depositada con la sig. 24 en la
R.A.E. ff. 22-23.

31
INTRODUCCIÓN

pasó los gruesos muros conventuales en una proyección a


veces inusitada, como la de Santa Teresa de Jesús o Sor
María de Agreda.
La Contrarreforma supuso el triunfo del tradiciona¬
lismo frente a la tolerancia y la libertad del período
erasmista, y el diseño de nuevos esquemas morales que
afectaron profundamente a la sociedad hispana. El
considerable incremento de publicaciones religiosas que
se observa bajo el reinado de Felipe II es un claro indicio
del éxito del espíritu trentino sobre la libertad espiritual y
la influencia pagana del período precedente. La reforma
interna de las órdenes religiosas, ya iniciada por el Carde¬
nal Cisneros en 1494, favoreció, también, el florecimien¬
to de la mística española. Éste fue un peculiar fenómeno
de tardía aparición respecto al resto de Europa y de la
religiosidad peninsular, ya que la musulmana y judía se
desarrollaron en la España medieval. La renuncia al
“mundanal ruido” y la búsqueda de goces supremos supu¬
sieron en la sociedad cristiana del siglo XVI la inmarcesi¬
ble presencia de rasgos medievales que cristalizaron con
el Renacimiento dando lugar a un misticismo genuina-
mente español.
La pontífice literaria de este movimiento fue, sin duda,
Santa Teresa de Jesús. Sus conquistas, tanto en lo litera¬
rio como en la reforma del Carmelo, supusieron el triunfo
de la tradición española frente al cosmopolitismo rena¬
centista. Los escritos en que la Santa llevó a la cima la
literatura mística son los que reflejan su propia experien¬
cia extática y vital; la expresión del deliquio amoroso y su
reflejo literario ofrecen un resultado difícilmente supera¬
do por sus contemporáneos, siendo la abstracción intelec¬
tual del mismo la que la aproxima al misticismo dominico,
y la aleja del franciscanismo del resto de la mística feme¬
nina, más emotiva.

32
INTRODUCCIÓN
W
Se le atribuyen, aproximadamente, cuarenta poesías,
aunque su autoría es dudosa en buena parte de ellas. Sin
embargo, comparada su obra poética con su producción
en prosa, resulta aquélla menos vigorosa. El arrobo místi¬
co se hace, no obstante, patente en sus poesías amorosas
como la célebre “Vivo sin vivir en mí”, que destaca sobre
la mediocridad global de su producción poética.
Junto a Santa Teresa de Jesús, y dentro de la mística
pura, encontramos el ejemplo de otra escritora. Sor María
de la Antigua (1566-1617), una monja de velo blanco que
sin saber escribir expresó al dictado su inspiración divina.
Dejó, según el testimonio del Padre Pedro de San Cecilio,
“más de 1300 cuadernos de alta y sustancial doctrina”"^^. Sus
poesías, algunas de las cuales alcanzaron notable fama como
la canción que empieza “Alma que estando muerta / y en
horrores de vicios sepultada...”, fueron recogidas y ordena¬
das por el predicador y definidor de la Orden Fray Pedro de
Valbuena, y se publicaron, junto con su prosa, bajo el título
de Desengaños de religiosos y de almas que tratan de virtud^^
en 1678. Su poesía, dentro de la corriente ascética, presen¬
ta, a veces, una acertada imaginación en la creación metafó¬
rica y en la expresión conceptual.
El espíritu de conquista al que nos hemos referido al¬
canza una elevada cima en doña Luisa de Carvajal y Men¬
doza (1566-1614), contemporánea de Santa Teresa de Je¬
sús, que, como ésta, llevó el activismo religioso hasta sus
últimas consecuencias. Su espíritu independiente y su

42. Serrano Sanz. Apuntes..., op. cit., p. 42.


43. Desengaño de religiosos y de almas que tratan de virtud. Escrito por la
V. Madre Sor María de la Antigua, Religiosa profesa de velo blanco de
la esclarecida Orden de Santa Clara, en el convento de la villa de Marchena
de la santa provincia de Andaluzía, Sácale a la luz /.../ el P. Fray Pedro de
Valvuena. Sevilla, 1678. Véase Carlos Murciano, Una monja poeta del si¬
glo XVI, la R. M. María de la Antigua. Estudio de su obra y antología [ed. de
A. de Caffarena], Málaga, 1967.

33
INTRODUCCIÓN

gran personalidad la indujeron a rechazar tanto el matri¬


monio como el ingreso en la vida conventual. Huérfana
desde su infancia, su vida transcurrió junto a su tía doña
María Chacón, camarera de las infantas con las que habi¬
taba en Palacio. A la hora de tomar estado no se decidió
por ninguna de las alternativas institucionalizadas, trans¬
curriendo su vida entre la pobreza, la soledad y la castidad
de la que había hecho voto. Imbuida de profundos senti¬
mientos religiosos y dotada de un carácter apasionado, se
lanzó ardientemente a la propagación de la fe y a la bús¬
queda de martirio. Su gran caridad la llevó a donar sus
bienes para fundar un noviciado de misioneros que propa¬
gara el catolicismo en Inglaterra, a donde viajó en 1605,
cuando el hostigamiento contra los católicos se recrude¬
cía. A pesar de haber sido encarcelada, no disminuyó su
ímpetu predicador llegando a fundar en sus últimos años
una comunidad religiosa femenina en Londres. Se la con¬
sidera una de las mejores poetisas del siglo xvii, y algunas
de sus composiciones, en las que casi siempre vuelca su
pasión divina, muestran una inspiración nada común que
las convierte en piezas literarias de primerísimo orden"^.
En la línea de Santa Teresa de Jesús y de doña Luisa de
Carvajal se encuentra la producción de otra religiosa que.

44. Sobre doña Luisa de Carvajal, una de las autoras de los Siglos de Oro
que dispone ya de mayor número de estudios, puede verse: Carta de Fran¬
cisco de Peralta al Padre Rodrigo de Cabredo, Provincial de Nueva España,
en que da quenta de la dichosa muerte que tuvo en Londres la Señora Luisa
de Carvajal. Sevilla, 1614; Exequias de la Venerable Doña Luisa Carvajal
por el P. Juan de Pineda, Sevilla, 1614; Pompa fúnebre con la que la ciudad
de Sevilla solemnizó la muerte de la Venerable Madre Doña Luisa de Carva¬
jal, por Don Francisco Peralta, Sevilla, 1614; Licenciado Luis Muñoz, Vida
y virtudes de la venerable virgen Doña Luisa de Carvajal y Mendoza. Su
jornada a Inglaterra y sucesos en aquel reino. Van al fin algunas poesías
espirituales suyas, parto de su devoción e ingenio, Madrid, 1632; Lady Geor¬
giana Fullerton, The Ufe of Luisa de Carvajal, Leipzig, 1881; Camilo María
Abad, “La venerable doña Luisa de Carvajal y Mendoza”, en Manresa,

34
INTRODUCCIÓN

como ellas, consagró su vida al activismo evangelizador.


Sor Jerónima de la Asunción (1555-1630), que profesó
como clarisa en el convento de Santa Isabel de Toledo y
fundó en su senectud otro de la misma orden en Manila.
Como sus dos contemporáneas viajó —encarnando el
ideal de cruzada tan propio de la religiosidad española—,
y escribió, desarrollando la potencialidad creadora que la
libertad intelectual del claustro le proporcionaba, en la
época de estrecha delimitación de los horizontales menta¬
les femeninos con que se prolonga la frontera de los siglos
XVI y XVII. Muchas de sus obras desaparecieron como re¬
liquias. Es famoso el Soliloquio, por algunos atribuido a
Santa Teresa de Jesús, y que ha inmortalizado su nombre
en la literatura religiosa del Siglo de Oro'^^.
En el siglo xvii, el fervor místico se atempera dando
lugar a una literatura en la que el reflejo de la experien-

XXXV (1963), pp. 315-32 y Una misionera española en la Inglaterra del si¬
glo XVII, doña Luisa de Carvajal y Mendoza (1566-1614), Santander, Uni¬
versidad Pontificia, 1966; C. Rosell, “Doña Luisa de Carvajal y Mendoza”,
en Revista literaria de El Español, 2.'' época, 1 (1847), pp. 116-20; R. de
Courson, Quatre portraits de femmes, París, Lib. Didot, 1895, pp. 197-280;
A. Rodríguez Moñino y María Brey Marino, “Luisa de Carvajal (poetisa
y mártir). Apuntes bibliográficos seguidos de tres cartas inéditas de la vene¬
rable madre”, en Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo, X (1933),
pp. 321-43; véase también. Serrano Sanz, Apuntes..., op. cit., pp. 233-36.
La obra de esta autora puede leerse en las siguientes ediciones modernas;
Epistolario y poesías, Madrid, Atlas, 1965 (B AE, CLXXIX) y Escritos auto¬
biográficos, Barcelona, Ed. Científico-médica, 1966, e ídem. Salamanca,
Universidad Pontificia, 1966.
45. Véase Perfecta religión. Contiene tres libros. Libro 1, De la vida de la
Madre Gerónima de la Asunción, Libro 11. De su oración y exercicios. Libro
III. De la regla y constituciones que con exemplo y doctrina enseñó. Por Fray
Bartholomé de Letona, Puebla, 1662; Ginés de Ouesada, Ejemplo de todas
las virtudes y vida milagrosa de la V. M. Jerónima de la Asunción, Abadesa y
fundadora del convento de Santa Clara de la ciudad de Manila, Méjico, 1713;
ídem, Madrid, 1717.

35
INTRODUCCIÓN

da contemplativa se atenúa. La exaltación mística del si¬


glo XVI decrece y produce frutos menos importantes en
el XVII, desarrollándose con mayor intensidad en este siglo
lo que podríamos denominar literatura piadosa o de devo¬
ción. En este período, en que se inicia la decadencia de la
mística, es más difícil deslindar la autenticidad de los arreba¬
tos místicos del fingimiento que acompañó a este fenómeno
religioso desde su gestación. El número de “falsas místicas”,
místicas dudosas, sospechosas de herejía, ilusas o endemo¬
niadas, fue elevado. Si atendemos a las interpretaciones
psicoanalítieas, tanto la mística como la brujería, que parale¬
lamente intensificaron su desarrollo, son dos formas de reac¬
ción neurótica frente al integrismo religioso de la sociedad.
La naturaleza no racional de este fenómeno, fuertemente
cargado de emotividad, lo hace proclive a separarse del ri¬
gor dogmático, rozar la herejía o caer abiertamente en ella;
por eso la Inquisición vigiló estrechamente la ortodoxia de
los místicos. Así sucedió con la controvertida figura de Sor
Luisa de la Ascensión (1565-1684), nieta del compositor
Antonio de Cabezón y supuesta autora de poemas de eleva¬
da espiritualidad. Sus defensores y detractores la han con¬
vertido en una de las escritoras religiosas más polémicas.
Consejera de Felipe III y de otros importantes personajes
de la época, sus arrebatos extáticos la han rodeado de una
aureola de leyenda para unos, siendo para otros una histéri¬
ca, embaucadora e intrigante. El Santo Oficio la procesó en
1634 por alumbrada ilusa. Sus arrobos místicos fueron des¬
critos por don Juan Valladares de Valdelomar en la novela
autobiográfica Cavatiero venturoso:

Hablando con personas graves, si le trataban de curiosas pre¬


guntas o temporales deseos luego se quedaba arrobada por
más de media hora. Puesta (como dicho es) de rodillas, las
manos puestas y enclavijadas, tiesa como si fuera de bronce.

36
INTRODUCCIÓN

los ojos abiertos, sin pestañear ni resollar; unas veces con


semblante doloroso, echando lágrimas como perlas; y otras
veces alegre, con rostro risueño, según los objetos en que es¬
taba meditando cuando le cogía el éxtasis. Tenía su rostro hu¬
milde, flaco y descolorido; y aunque no era blanca y de her¬
mosas facciones, en los éxtasis alegres parecía un ángel.
Alzándole la toca la Abadesa, y en el cuello traía una argolla
de hierro, de dos dedos de anchura, clavada, con un letrero
esculpido en el hierro que decía: Esclava de mi Señor lesa
Xpo.^-'

Dejando aparte su personalidad neurótica, tan frecuen¬


te entre místicos y artistas, el “Romance de la Soledad del
alma”, que, aunque atribuido a varios autores —entre
ellos a Sor María de la Antigua—, se cree verdaderamen¬
te suyo, merece conocerse por la elevada expresión místi¬
ca y la belleza formal que sus versos encierran. El resto de
las poesías que han circulado como de la “Monja de Ca-
rrión” parecen ser plagios, imitaciones y atribuciones en
los que no merece la pena detenerse dado el carácter de
esta introducción'^^.
46. Cavaltero Venturoso con sus estrañas aventuras y prodigiosos trances,
adversos y prósperos; historia verdadera, verso y prosa admirable y gustosa.
Por luán Valladares de Valdelomar (Aventura 35), citamos por la edición de
Madrid. B. Rodríguez Serra, 1902, pp. 237-238. En las pp. 245-250 se inclu¬
ye el romance “Entra con sol soledad".
47. Teniendo en cuenta el yermo bibliográfico en este terreno, con la
excepción de Santa Teresa de Jesús y Luisa de Carvajal, Sor Luisa de la
Ascensión es una de las poetisas de los siglos xvi y xvii a quien la crítica, tal
vez por su excéntrica personalidad, ha dedicado mayor atención. Dos volú¬
menes de Fray Domingo de Axpe de la “Vida de la Madre Luisa de la
Ascensión...” se custodian en Madrid, en el Archivo Histórico Nacional
(Inquisición, leg. 37091, n." 1, piezas 1 y 2); la Relación breue de la admira¬
ble vida de la Madre Luysa de la Ascensión de Fray Antonio de Colmenares
y la Vida y otras cosas de la Madre Luisa de la Ascensión tan admirables
como verdaderas de Fray Antonio Daza se encuentran en el legajo 3704’. Se
tiene noticia de que en 1636 se publicó la Vida de ¡a Madre Luisa y satisfac¬
ciones que dio a los cargos que le han dado, recogido por el Santo Oficio. En
cuanto a los trabajos más modernos pueden verse: Padre José María de

37
INTRODUCCIÓN

A pesar de atribuirse, como la anterior, frecuentemen¬


te composiciones de otros autores, las Poesías espirituales
de Sor Isabel de Jesús, otra monja visionaria e ilusa, pre¬
sentan una naturalidad y elegancia que permiten situarla
en un lugar destacado entre los poetas líricos religiosos de
su época. Sus añoranzas amorosas juveniles y sus visiones
posteriores, no exentas de erotismo, que parecen infil¬
trarse en sus composiciones poéticas, son relatadas en el
Tesoro del Carmelo, publicado a su muerte por su confe¬
sor Fray Manuel de Paredes"^^.
Dentro de la literatura religiosa del siglo XVii, no se
puede pasar por alto la figura de Sor Marcela de San Félix

Elizondo, “Dos cartas inéditas de la Madre Luisa de la Ascensión, la Monja de


Carrión (1565-1636) y otros documentos referentes a ella. Continuación", Estu¬
dios franciscanos, t. XV, 99 (1915), pp. 120-30; Manuel Fraile Miguélez, Un
proceso inquisitorial de alumbrados de Valladolid, Imprenta de Luis N. de
Gaviría, 1890; Patrocinio García Barriúso, “El milagrismo. Sor Luisa de la
Ascensión, la Monja de Carrión, Fr. Froilán Díaz y el Inquisidor Mendoza”, en
Historia de la Inquisición en España y América, t. I, Madrid, BAC, 1985,
pp. 1089-1113; P. Andrés Ivars, “Una carta autógrafa de la Madre Sor Luisa de
la Ascensión”, en Archivo Ibero-Americano, 8 (1915), pp. 297-98. Véase la tesis
doctoral (inédita) de María Isabel Barbeito Carneiro, Escritoras madrileñas del
siglo xvti. Estudio bibliográfico-crítico, reseñada en el apartado Bibliografía.
Ahora bien, el trabajo más interesante, serio y rigurosamente documentado
sobre la autora lo ofrece la obra de Patrocinio García Barriúso, La monja de
Carrión, Sor Luisa de la Ascensión Colmenares Cabezón (Aportación documen¬
tal para una biografía), Madrid [Imp. de la Ed. Monte Casino], 1986, en laque la
aportación de datos y documentos biográficos es copiosa. El análisis de la poesía
que ha circulado secularmente como suya es desmitificador y a él se dedican los
capítulos IX, donde trata de los apócrifos e imitados, y X, donde analiza la
autenticidad y atribución del romance “Entra con sol soledad” en comparación
con otras versiones.
48. Tesoro del Carmelo, escondido en el campo de la Iglesia, hallado, y
descubierto en la muerte y vida que de sí dexó escrita, por orden de su con¬
fesor, la venerable Madre Isabel de Jesús. Beata Profesa, y Madre que fue
de la Tercera Orden de mugeres, del Orden de Nuestra Señora del Car¬
men de antigua observancia de la ciudad de Toledo. Sácale a la luz su confe¬
sor R. P. Fr. Manuel de Paredes, Predicador de dicha Orden, Madrid, 1685.

38
INTRODUCCIÓN
IJJ
(1605-1688), que tuvo la fortuna biológica de heredar el
ingenio, el encanto y las dotes literarias del Fénix. Nacida
de los amores de Lope de Vega y Camila Lucinda, Marce¬
la ingresó en el convento de las Trinitarias Descalzas de
Madrid en 1622, a la edad de dieciséis años, tal vez impul¬
sada por el deseo de acogerse a un hogar seguro. La pro¬
fesión de Marcela en presencia de su padre inspiró una de
las composiciones más estremecedoras de Lope, la epísto¬
la a don Francisco de Herrera:

Sale Marcela, y perdonad, os ruego,


si el amor se adelanta, que quien ama
juzga de las colores como ciego.
No vi en mi vida tan hermosa dama,
tal cara, tal cabello y gallardía;
mayor pareció a todos que su fama.
Ayuda a la hermosura la alegría,
al talle el brío, al cuerpo que estrenaba
los primeros chapines aquel día.
Marcela, las mejillas encendidas
y bañada la boca en risa honesta,
miróme a mí para apartar dos vidas;
y el alma a tanta vocación dispuesta
con una reverencia dio la espalda
a cuanto el mundo llama aplauso y fiesta;
y ofreciéndole al Niño la guirnalda
de casta virgen, abrazó su Esposo,
besándole los ojos de esmeralda.
Cerró la puerta el cielo a mi piadoso
pecho, y llevóme el alma que tenía...
de que no fueron mil estoy quejoso.
Bañóme un tierno llanto de alegría,
que mis pocas palabras y turbadas
con sentimiento natural rompía''^.

49. Lope de Vega, «Epístola a don Francisco de Herrera», citamos por la


edición facsímil de La Circe, con otras Rimas y Prosa, Madrid, Alonso Mar¬
tín, 1624, pp. 170-171.

39
HJ INTRODUCCIÓN

Según la nota que encabeza el manuscrito conservado


por las Trinitarias, la obra de Sor Marcela se componía de
cinco tomos. De ellos solamente se conserva el de las poe¬
sías, ya que, a instancias de su confesor, quemó los escri¬
tos autobiográficos, hecho lamentable, especialmente en
este caso por tratarse de la hija de Lope de Vega y del
interés que suscita por sí misma, pero también en el de
muchas otras cuyas biografías podrían haber sido revela¬
dores documentos históricos y humanos. Su poesía ofrece
variados temas, y es un fiel reflejo de la vida conventual y
de sus costumbres. La serenidad del jardín del convento,
bellamente evocado, la soledad del claustro y los afectos y
ansias amorosas de carácter divino se alternan y contras¬
tan con los coloquios espirituales que

escribió para las grandes solemnidades y [que] se celebraban


en la Comunidad, ya con motivo de las fiestas anuales de la
Iglesia, ya de las que son propias de la Orden Trinitaria, o
solamente conventuales, y es de advertir que estos coloquios,
verdaderas comedias sagradas, eran representadas en aquel
tiempo por nuestras reverendas y amadas madres [...] Las
Poesías y figuras tienen por objeto sucesos propios de la vida
conventual como procesiones, entradas, elecciones, porque
desde muy antiguo tuvo costumbre la Comunidad de Trinita¬
rias de celebrar con versos casi todas las festividades y suce-

50. Las obras de Sor Marcela se conservan en el convento de las Trinita¬


rias de Madrid; una copia de las mismas con el título de Poesías místicas fue
cedido por aquellas a la RAE donde se encuentra bajo la signatura 24; de
ella tomamos la cita, f. 63 [nota de la Comunidad]. Sin embargo esta trans¬
cripción no presenta la fidelidad que sería deseable; faltan fragmentos de
algunas composiciones e incluso composiciones íntegras. Un catálogo com¬
pleto lo ofrece el trabajo de Isabel Barbeito “La ingeniosa provisora Sor
Marcela de Vega”, en Cuadernos bibliográficos del CSIC, Madrid, 1982,
pp. 50-70. Sobre la autora puede consultarse, además de los estudios biográ¬
ficos de Lope de Vega, la siguiente bibliografía: Emilio Cotarelo y Mori,

40
INTRODUCCIÓN

Estos coloquios espirituales —De la muerte, del apeti¬


to, del Nacimiento, del Santísimo Sacramento...— evo¬
can los autos sacramentales de Lope de Vega por la
agilidad teatral, la viveza del diálogo y el misticismo hu¬
mano que de ellos se desprende. Siguiendo la moda de la
época, van precedidos de una Loa que Sor Marcela solía
recitar haciéndose pasar por un estudiante discípulo de
Lope de Vega^’.
La capacidad de Sor Marcela para enaltecer y elevar a
esferas superiores lo común, su inteligencia y la suavidad
de sus imágenes, en alternancia con la sátira benévola, su
gran sentido del humor, y su talante mordaz, alegre y co¬
municativo, hacen que su poesía se eleve por encima de la
de sus contemporáneas y llegue hasta nosotros con una
frescura y viveza de la que carecen los versos de otras
autoras de su época. El manejo magistral del romance y el
colorismo de sus versos, su vitalidad y apasionamiento lle¬
vados a la esfera de lo religioso evocan el nombre de
Lope, bajo el cual la magnitud de la obra de Sor Marcela
aparece desleída.
Pero el máximo protagonismo de la lírica femenina de
la Edad de Oro lo tiene una poetisa de Nueva España,

“La descendencia de Lope de Vega”, en Boletín de la RAE, 2 (1915),


pp. 137-172; Carlos E. Mesa, “Marcela Lope de Vega (1605-1688)”, en
Arco, 205 (1978), pp. 47-57; F. Rodríguez Marín, Lope de Vega y Camila
Lucinda, Madrid, RAE, 1914; F. C. Sáinz de Robles, Lope de Vega, su vida
y su época, Madrid, 1946; F. Ximénez de Sandoval, “Por los pecados del
Fénix”, en Escorial, 1949; F. C. Sáinz de Robles, Ensayo... op. cit., pp.
764-65; y Ramírez Ñuño, Sor Marcela de San Félix Lope de Vega y Lujan,
Madrid, Confederación Española de Cajas de Ahorros, 1986. Tenemos
noticia de la preparación de una edición crítica de sus obras, de próxima
aparición.
51. F. Ximénes de Sandoval, Varia historia de Ilustres mujeres, Madrid,
1949, pp. 217-224.

41
INTRODUCCIÓN

Juana Ramírez de Asbaje, Sor Juana Inés de la Cruz,


hija de padre español y madre criolla. Desde su infancia
el interés por el saber supuso para ella una obsesión.
Dotada de una naturaleza privilegiada, para Menéndez
Pelayo lo más atractivo de la décima musa mexicana “es
el rarísimo fenómeno que ofrece la persona de su autora
[...] el ejemplo de curiosidad científica, universal y ava¬
salladora que desde sus primeros años dominó a Sor Jua¬
na, y la hizo atropellar y vencer hasta el fin de sus días
cuantos obstáculos le puso delante la preocupación o la
costumbre^^”. Sus biógrafos afirman que a la edad de
ocho años compuso una loa eucarística y que adquirió un
maduro conocimiento del latín en veinte clases. Cuando
oyó hablar de la Universidad de Méjico pretendió asistir
a las clases vestida de hombre, como la joven sevillana a
la que hemos aludido anteriormente. Su fama de niña
prodigio trascendió pronto a la corte mejicana donde fue
nombrada dama de la Virreina y asombró por su erudi¬
ción y facilidad para la versificación. De gran belleza
y carácter afectuoso se ha especulado mucho sobre las
razones que impulsaron a Juana a ingresar en el claus¬
tro en 1667. Allí gozó del privilegio de recibir a sus pa¬
rientes y amigos, lo que favoreció sus contactos —al con¬
trario de lo que sucedió con otras muchas religiosas dedi¬
cadas a la literatura— con las corrientes poéticas del mo¬
mento.
De la estrecha amistad que mantuvo con los marqueses
de la Laguna surgió la publicación, a cargo de la Condesa
de Paredes, de la primera colección de poesías de Sor Jua¬
na, que hasta entonces habían circulado manuscritas. Se

52. M. Menéndez Pelayo, Antología de poetas hispano-americanos, t. I,


Madrid, RAE, 1927, p. LXVII.

42
INTRODUCCIÓN

publicó en 1689 en Madrid bajo el extraño título de Inun¬


dación Castálida^^.
Su vida transcurrió dedicada, por entero, a satisfacer la
“curiosidad científica” de la que habla Menéndez Pelayo.
Su penetrante inteligencia y su extraordinaria imagina¬
ción, puestas al servicio de la literatura, la convirtieron
pronto en la afamada poetisa admirada por muchos y en¬
vidiada por los más. La coacción espiritual ejercida por su
confesor, el padre Núñez de Miranda, para que no se de¬
dicase, después de la publicación de Inundación Castáli-
da, a la literatura profana, supuso un dique para su inspi¬
ración poética que la sumergió en una crisis de identidad y
la llevó al conformismo y a la ruptura definitiva con el
mundo. En sus últimos años vendió lo que había sido su
gran tesoro, su biblioteca, y donó el beneficio a los pobres.
Durante mucho tiempo la jerarquía eclesiástica silenció la
voz de Sor Juana Inés de la Cruz, pero su “enigma”, que,
según Octavio Paz, “es muchos enigmas” ha despertado
la apasionada curiosidad de la crítica y del público en los
últimos cincuenta años, y ha originado la publicación de
numerosos estudios sobre su vida y su obra^"*.
Con Sor Juana Inés, otras dos religiosas. Sor Gregoria

53. Inundación Castálida de la única poetisa. Musa Décima, Soror Juana


Inés de la Cruz, Religiosa profesa en el Monasterio de San Gerónimo de la
Imperial ciudad de México. Que en varios metros, idiomas y estilos, fertiliza
varios assumptos; con elegantes, sutiles, claros, ingeniosos, útiles versos:
para enseñanza, recreo y admiración. Dedícalos a la Excelentísima Señora
Doña María de Gonqaga Manrique de Lara, condesa de Paredes, Marquesa
de la Laguna, y los saca a la luz Don Juan Camacho Gayna, cavallero del
Orden de Santiago, Madrid, 1689. Existe una edición crítica actual prepara¬
da por Georgina Sabat de Rivers basada en “lo mejor y más significativo"
de aquella edición. Inundación Castálida, Madrid, Castalia, 1983, en la que
se ofrece una selecta bibliografía sobre la autora y su poesía.
54. Véase la notable y sugerente monografía de Octavio Paz, Sor Juana
Inés de la Cruz o Las trampas de la fe, Barcelona, Seix Barral, 1982.

43
INTRODUCCIÓN

de Santa Teresa y Sor María do Ceo, ponen el broche de


oro a la poesía religiosa del siglo xvii. Las dos comparten
con la “Décima Musa mejicana” la elevación espiritual y
su expresión lírica las sitúa dentro de la más genuina tra¬
dición literaria del género en el siglo xvi. Especialmente
Sor Gregoria, escasamente influida por el prosaísmo del
siglo XVIII (muere en 1736) o las técnicas conceptistas del
siglo XVII, heredó la sencillez expresiva con que sus ante¬
cesoras del siglo XVI reflejaban sus anhelos y exaltación
mística. Su ingenuidad expresiva consigue intensos efec¬
tos líricos y el ansia candorosa de gozar de la experiencia
extática concede una naturalidad a su poesía ya descono¬
cida en los escritos de este género. En los romances octo¬
sílabos es donde su expresión llega a elevadas cimas de
perfección formal. De “diáfanas, serenas, transparentes
como fanal claro que deja ver su corazón”, calificó San¬
tiago Montoto^^ las poesías de Sor Gregoria. Su inspira¬
ción hace de ella una rezagada de la mística áurea en un
período en que la devoción poco sincera hace de la litera¬
tura religiosa un yermo de superficialidad. Sus versos sen¬
cillos parecen elevarse empujados por una única fuerza, la
del amor^^.
Paralelamente al desarrollo de la literatura mística, la
poesía culta del siglo xvi se manifestó en dos tendencias,
la lírica cortesana, heredera de la tradición del siglo XV, y
que, paulatinamente, fue desapareciendo; y la lírica italia-

55. En Discursos leídos ante la R. A. Sevillana de Buenas Letras, Sevilla,


Tipografía de Gironés, 1913.
56. Su poesía fue publicada por A. Delatour; Poesías de la Venerable
Madre Gregoria Francisca de Santa Teresa, Carmelina Descalza en el con¬
vento de Sevilla, en el siglo Doña Gregoria Francisca de la Parra Queinogue,
París, 1865; y su biografía por Diego de Torres de Villarroel, Vida exemplar,
virtudes heroicas, y singulares recibos de la Venerable Madre Gregoria Fran¬
cisca de Santa Theresa, Salamanca, [1738].

44
INTRODUCCIÓN

nizante, de amplio cultivo a partir de 1526. Los Cancione¬


ros ofrecen composiciones de las dos tendencias en alter¬
nancia con la lírica popular, también presente en las com¬
posiciones cortesanas. Entre los autores del Cancionero
General figura la primera poetisa conocida en lengua cas¬
tellana, Florencia Pinar. Aunque sus composiciones no
sean “monumentos literarios” sus poesías no están exen¬
tas de cierta magia formal y velado erotismo que denotan
una espontaneidad nada convencional en las manifesta¬
ciones literarias femeninas del Siglo de Oro, y se pueden
considerar un antecedente del Barroco por las imágenes
afortunadas y el alambicamiento conceptual que ofre¬
cen^’. También las canciones de Isabel de Vega, poetisa

57. Aunque Kate y Ángel Flores, en la Antología..., ed. cit., p. 53, afir¬
man que “su Juego trabado [sic] logró tanta popularidad en la corte”,
no nos atrevemos a considerar el Juego trabado que hizo a la reina doña
Ysabel... {Cancionero General de 1511, pp. clxxxiij-clxxxv) de la autora, ya
que en el Cancionero solamente queda clara su autoría en aquellas cancio¬
nes que expresamente así lo especifican: “Canción de una dama que se dice
Florencia Pinar” (“Ay que ay quien mas no vive...”) (p. cxxv), “Otra can¬
ción de la misma señora a unas perdices que le enviaron vivas” (“Destas
aves su nación...”) (p. cxxv) y la “Canción de Florencia Pinar” (“Eli amor
ha tales mañas...”) (p. clxxxv) seguida de una glosa “del dicho Pinar” entre
cuyas composiciones se encuentra. Ello hace pensar que este grupo de com¬
posiciones no correspondan a Florencia Pinar, a la que por regla general se
atribuyen. Como de Pinar o “del dicho Pinar” se registran las siguientes:
“Como los que van perdidos” (p. clxxxvij), “Después de seros ausente...”
(p. clxxxvj), “Hago de lo flaco fuerte...” (p. clxxxviij), “No sé por donde
sentró...” (p. clxxxvj), “Guando con baxa escalera...” (p. clxxxviij),
“Guando vos ell alma mía...” (p. clxxxv), “Guien encendió mis
querellas...” (p. clxxxvij), “Sola mi fe consintió...” (p. clxxxvij), “Guando
mas embevescida...” (p. cxxxvj), “Guando yos quise querida...” (p. cxxxij),
“Es la voz de mi canción...” (p. cxxvj) y el “Juego trobado que hizo a la
Reina Doña Ysabel con el que se puede jugar como con dados y naypes...
De Florencia, posiblemente en este caso, Florencia Pinar, figura una “Glosa
de Florencia” al mote “Mi dicha lo desconcierta” (“Será perderos pedi¬
ros...”) (p. cxliiij). Sobre esta autora véase “Reflexiones sobre la poesía de
Pinar”, en Mester, 1 (1978), pp. 3-8.

45
INTRODUCCIÓN
w
de la que apenas nada se sabe, alcanzaron celebridad en la
transición de los reinados de Carlos V y Felipe II.
La poesía profana femenina del siglo XVI, sobre todo
en la primera mitad, en comparación con la mística con-
trarreformista y la lírica barroca, no ofrece un elevado
número de poetisas. Sin embargo, la mujer participó del
estro literario desencadenado en el siglo xvii y consiguió
renombre en una sociedad que le brindaba ocasiones para
lucir su habilidad en un género cultivado con entusiasmo
por todas las clases sociales^^. Así, el número de mujeres
cultas dedicado al ensayo poético se incrementó notable¬
mente en España en la segunda mitad del siglo xvi y fue
muy elevado en la primera del siglo xvil. “Poetas eran a
la sazón —como afirma Juan Pérez de Guzmán y Gallo—
[...] todas las mujeres que tenían cultura en España”^^.

La moda italiana de las academias renacentistas cundió


en la península a finales del siglo xvi —La imitatoria se creó
en Madrid en 1585— produciendo una considerable meta¬
morfosis en la sociedad. Algunos de los salones femeninos
se convirtieron en pequeñas academias literarias donde,
bajo moldes artificiales procedentes de los movimientos líri¬
cos de moda, se ejercitaba el ingenio de las damas de la
aristocracia. La Pítima contra la ociosidad, por ejemplo, fue
fundada en Zaragoza por la condesa de Eril y María de Ara¬
gón y Cardona en 1608, y aglutinó un importante número
de poetisas aragonesas que rivalizaban en las justas poéticas
con composiciones academicistas; también es conocido el
caso de Marta de Nevares, a la que Lope conoció en un
certamen poético y que reunía en su casa, junto con su her¬
mana, un interesante círculo intelectual.

58. Véase M. Defourneaux, La vida cotidiana en la España del Siglo de


Oro, Barcelona, Argos Vergara, 1983, p. 178.
59. Op. cit., p. 92. Véase también p. 106.

46
INTRODUCCIÓN

La participación de todas las clases sociales en la eufo¬


ria colectiva de la sociedad de los Austrias, que encontra¬
ba pretexto para la diversión todos los días del año, lle¬
gando en ocasiones a superar los festivos a los de labor,
estableció un dinamismo social de intensa participación
emocional colectiva en los acontecimientos de la corte y
en las solemnidades religiosas. Los natalicios reales, ma¬
trimonios, desplazamiento de los reyes, fallecimientos,
etc., eran vividos como propios y dieron lugar a la litera¬
tura de “devoción al trono”^*^, que, a imitación de la cos¬
tumbre italiana, se puso de moda en España en la segunda
mitad del siglo XVI, a la muerte de Carlos V. El nacimien¬
to de Felipe IV originó una oleada de concursos literarios
en los que Lucinda Serrana, Isabel de Figueroa y Clara de
Barrionuevo, entre otras, abrieron los certámenes públi¬
cos al concurso femenino.
El género elegiaco gozó de la preferencia del dilettantis-
mo poético de la mujer del Barroco. A la muerte de un
personaje célebre de la corte, de la Iglesia, del gobierno o
del Parnaso literario, los poderes públicos, civiles, religio¬
sos o universitarios, organizaban las pompas fúnebres. La
oleada de poesías necrológicas, que eran publicadas en
obeliscos o en coronas fúnebres, ofrece considerable inte¬
rés para nuestro estudio por el elevado índice de partici¬
pación de mujeres y las posibilidades que brindaba a éstas
para hacer públicas sus composiciones, aunque sólo fuera
dentro del género que aquellas ocasiones requerían. Era,
generalmente, una literatura de circunstancias, de limita¬
da inspiración personal y vacía de emociones sinceras,
que daba lugar al juego lingüístico y al retorcimiento con¬
ceptual y academicista. Fueron especialmente sentidas las

60. Véase M. Neiken. Las escritoras españolas, Barcelona, Labor, 1930,


p. 131.

47
■j^ INTRODUCCIÓN

muertes de Felipe IV, Juan Pérez de Montalbán y la del


príncipe Baltasar en Zaragoza que motivó justas en toda
España para inmortalizar su memoria, durante mucho
tiempo asociada a la de su madre Isabel de Borbón^^
No sólo los acontecimientos de la corte eran fuente de
inspiración literaria. Las grandes solemnidades religiosas
—canonizaciones, beatificaciones, traslados de reli¬
quias...— así como la celebración de fiesta en honor de
los santos regionales, dieron lugar a concursos literarios
que permitieron el exhibicionismo lírico de poetas y afi¬
cionados entre los que abundaban los nombres femeni¬
nos^^. Algunas de ellas como la beatificación de Santa Te¬
resa, que se celebró en 1615 en toda España, aglutinó a un

61. Entre la abundancia de publicaciones de este tipo fueron célebres: la


Pompa funeral, Honras y Exequias de Isabel de Bortón..., Honras y obse¬
quias que hizo al cathólico y Christianíssimo Rey D. Filipe Tercero la ciudad
de Murcia, Relación de los funerales y obsequias que hizo el Santo y Apostó¬
lico Tribunal de la Inquisición de los Reyes del Perú a Baltasar Carlos de
Austria... y especialmente interesantes por el alto grado de participación
femenina el Obelisco histórico i honorario que la Imperial ciudad de Zarago¬
za erigió a la inmortal memoria de Baltasar Carlos de Austria, que reunió
diez composiciones femeninas (de Jerónima de Viv, Sor Jerónima Maycas,
Josefa Arañón, Tomasina Francés, Sor Gracia Antonia Vagués, Ana de
Bolea, Beatriz Jiménez, Francisca Lanaja y Francés e Isabel Sanz); y las
Lágrimas panegíricas a la temprana muerte del gran poeta y teólogo insigne
Doctor Juan Pérez de Montalbán que incorporó veinticinco poemas escritos
por mujeres (María de Zayas, María de Aguirre y Pacheco, María de Sala-
zar Mardonés y Aguirre, Inés de Sotomayor, Brígida de Orduña, Angela de
Mendoza, Antonia Jacinta de la Barreda, Bernarda María, Juana de Alda-
na, Petronila de Ávila y Luna, Lorenza de Aguirre Pacheco, Melchora de
Garibay, Magdalena de Planeta, Bernarda Ferreira de Lacerda, María
de Baraona, Ángela de Sotomayor y María de Aguilera...).
62. Los compendios o relaciones de fiestas también son una buena fuente
para el conocimiento de las manifestaciones poéticas femeninas, así son dig¬
nas de mención: el “Soneto a la Comunión de San Ramón Nonato por mano
de Cristo”, de Francisca Abarca, presentado en el certamen poético organi¬
zado con motivo de las fiestas de traslación de la reliquia de San Ramón
Nonato; la “Canción a San Luis Bertrán” de Sor Ángela Sánchez, recogida

48
INTRODUCCIÓN

elevado número de poetisas que dedicaron a la santa sus


ofrendas Kricas; las de San Ignacio de Loyola y San Francis¬
co Javier también tuvieron una especial significación litera¬
ria y social y paralizaron la vida de Madrid en junio de 1622.
La costumbre de los autores de la época, heredada de
los humanistas, de incorporar en los preliminares de sus
publicaciones composiciones encomiásticas, enaltecedo¬
ras de su genio y personalidad, es otra de las vías principa¬
les de acceso de la mujer a la literatura de su tiempo, a la
vez que una de las fuentes más importantes para el cono¬
cimiento de sus textos. Estas manifestaciones literarias
ofrecen no pocas dificultades de autoría, ya que, al ele¬
varse el prestigio del elogio femenino, muchos autores
atribuyeron a escritoras apócrifas sus composiciones apo¬
logéticas. A esta extendida costumbre alude Cervantes,
irónicamente, en el prólogo del Quijote
También la moda de ocultar las mujeres sus nombres
bajo seudónimos, de procedencia generalmente clásica,
dificulta una atribución rigurosa de sus textos. Se sabe

en Los sermones y fiestas que la ciudad de Valencia hizo por la Beatificación del
glorioso Padre San Luys Bertrán; el “Soneto en alabanza de Felipe H” de Cita
Canerol, en Compendio de las fiestas que ha celebrado la imperial ciudad de
Qaragoqa en honor de Fray Luy Aliaga; la “Silva” de Vicencia de Mendoza y el
“Soneto a la Virgen de Cogullada” de doña Petronia de Artabia y Bolea en el
Certamen poético de Nuestra Señora de Cogullada..., por citar algunos.
63. —También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos
de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos,
damas o poetas celebérrimos [...] —Lo primero en que reparáis de los
sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que
sean de personas graves y de título, se puede remediar en que vos
mesmo toméis algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bauti¬
zar y poner el nombre que quisiéredes, ahijándolos al Preste Juan de
las Indias o al Emperador de Trapisonda, de quien yo sé que hay
noticia que fueron buenos poetas.
M. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Barcelona, Ed. Juventud,
1971, pp. 21-22.

49
INTRODUCCIÓN
HJ
que Celina, Una Dama, Divina Atandra, Amarilis o Clori
identificaban a Francisca de Briviescas Arellano, duquesa
de Gandía (que también firmaba con los seudónimos Ar¬
temisa, Doria, Arsinda...), Antonia de Mendoza, María
de Córdova y Catalina Clara de Guzmán, respectivamen¬
te; sin embargo, se ignoran los verdaderos nombres que
se ocultan tras Felisarda, Leonora, Arminda, Silvia...
Una muestra de este género de dificultades en la determi¬
nación de autoría es el curioso y fascinante caso de doña
Oliva Sabuco de Nantes, “musa décima” de Lope de
Vega en la Representación moral del viaje del alma y hasta
nuestro siglo supuesta autora de la obra de su padre, Mi¬
guel Sabuco, Nueva Filosofía de la Naturaleza del hombre
(1587). Su erudición y arrogancia, aparentemente demos¬
trada en la carta en que dedicaba la obra a Felipe II, con¬
movió a la sociedad de su tiempo^.
La mayoría de los poetas de los Siglos de Oro encontra¬
ban grandes dificultades para la publicación de sus obras,
que raramente veían impresas^^. Recordemos, por ejem¬
plo, que de la mayoría de los autores importantes de la
época—Cervantes, Góngora, Espinel, Argensola...— no
existen impresos de su poesía. Junto con los pliegos suel¬
tos y manuscritos, las únicas posibilidades que tuvieron
estos autores, aparte de las ya mencionadas, son las colec¬
ciones como cancioneros, antologías, florilegios, etc., que
también admitían firmas femeninas, y que son, además de
los preliminares de las obras de autores consagrados o con
posibilidades económicas de financiación de obra impre¬
sa, los que nos ofrecen muestras, aunque desgraciada-

64. Véase sobre este punto el riguroso estudio de Fernando Rodríguez


de la Torre, “El autor y la autoría en la obra de Sabuco” en Al-Basit, XIII,
n.° 22 (1987) pp. 191-213.
65. Véase A. Rodríguez Moñino, Construcción crítica y realidad histórica
en la poesía española de los siglos xvi y xvii, Madrid, Castalia, 1965.

50
INTRODUCCIÓN

mente muy parciales, de la lírica de nuestras mujeres. Por


otra parte, existía la creencia generalizada de que éstas no
debían publicar —recuérdese, por ejemplo, el caso de
Fernán Caballero, en el siglo XIX—, y cuando María
de Zayas dio a la imprenta sus Novelas amorosas afir¬
maba en “Al que leyere”: “habrá muchos que atribuyan a
locura esta virtuosa osadía de sacar a la luz mis borrones,
siendo mujer, que, en opinión de algunos necios, es lo
mismo que una cosa incapaz”^^. Esta cita, por sí sola, da
idea de lo excepcional que era la edición de la obra de
nuestras autoras. En este sentido, podemos considerar
verdaderamente afortunadas a las escritoras místicas, ya
que su obra, en algunos casos a título póstumo, vio la luz
pública en la vorágine de la prensa religiosa impulsada
por las exigencias de difusión de la doctrina. Frente a és¬
tas, las autoras profanas carecieron del privilegio de ver
sus obras reunidas y publicadas.
El reducido margen de libertad que los esquemas edu¬
cativos concedían a la libre expresión de la emotividad
femenina, en teoría siempre sujeta al recato, y la escasa
flexibilidad de los moldes literarios restaron espontanei¬
dad a su expresión literaria. Es difícil encontrar entre las
poetisas de la Edad de Oro manifestaciones de la inti¬
midad emocional como la expresaran las musulmanas de
la Edad Media. El pundonor exigido por la sociedad
a la mujer española la obligaba al fingimiento de una exa¬
gerada virtud, que, sin duda, no siempre tenía. Sería
interesante hacer una valoración de la literatura anó¬
nima de carácter culto que, al margen de las limitacio¬
nes impuestas por los convencionalismos sociales, per¬
mitiría la libre expresión de lo amoroso, desde lo pura¬
mente sentimental o afectivo hasta la sensualidad y el ero-

66. María de Zayas, Novelas... ed. cit., p. 21.

51
INTRODUCCIÓN
15
tismo^^. Al hablar de Luisa Sigea hemos aludido a unos
diálogos obscenos que circularon como suyos; al hacerlo
de Florencia Pinar, nos hemos referido al erotismo que
encierran algunas de sus imágenes poéticas; también es
conocida la licencia de las novelas de María de Zayas, y es
ocioso recordar el erotismo de la lírica tradicional, lo que
indica que, a pesar de las limitaciones sociales y morales,
la sensualidad femenina se manifestó, ya sutilmente en los
casos mencionados o con la libertad que la licencia del
anonimato confería a la expresión del erotismo subterrá¬
neo. ¿Cabría, pues, preguntarse por la existencia de una
literatura culta de carácter amoroso escrita por mujeres
que, cristalizada en el caudal general de la poesía de este
género, se incorporaría a los cancioneros?
Al margen de los convencionalismos de la época, sólo
un reducido número de autoras nos desvelan, muy sutil¬
mente, sus secretos anhelos. Los poemas melancólicos de
Luisa Sigea, el platonismo sentimental que emana de la
“Canción amorosa” de Cristobalina Fernández de Alar-
cón, o las nostalgias amorosas que inspiran los versos de
dos religiosas. Sor María de Santa Isabel y Sor Juana Inés
de la Cruz, elevan su lírica sobre la mediocridad y el con¬
vencionalismo de la de sus contemporáneas y las aproxi-

67. El hecho de que tos textos de este tipo, en los que la mujer parece
manifestar libremente sus afectos más íntimos, se presenten siempre de for¬
ma anónima, podría ser una clara muestra de las inhibiciones morales a que
la sometía el orden social establecido. Sin contar con ejemplos como el
soneto “No me parió mi madre celinpuj...” que, aparentemente escrito por
una mujer, podría deber su paternidad, dado su carácter burlesco, a cual¬
quier poeta de la época, recogemos otro ejemplo, también tomado al azar,
del Cancionero Antequerano, Madrid, CSIC, 1950: Aflige el pensa¬
miento / el recordar que estuve entre tus brazos, / y de nuevo lo siento / y
invidio a la que goza tus abrazos; / dichosa la que fuere, / sin más tiempo que
yo te mereciere. / [...] / Concedí a tu ruego, / que no quise ser esquiva; /
abrasóme tu fuego, / y en él me abrasaré mientras que viva...

52
INTRODUCCIÓN

man, por encima de modas literarias y gustos personales,


a la sensibilidad de todos los tiempos.
Dentro del grupo de poetas antequerano-granadino, la
figura de Pedro de Espinosa aglutinó a un interesante nú¬
mero de ellos en la primera parte de las Flores de poetas
ilustres de España (1605), entre los que se encuentran Lu¬
ciana e Hipólita de Narváez junto a la famosa “musa an-
tequerana”, Cristobalina Fernández de Alarcón^®. De de¬
purada formación humanista, en el brillante ambiente de
Antequera, centro de la mejor tradición clásica, la “sibila
de Antequera”, como llamó Lope de Vega en la “Silva III”
del Laurel de Apolo a Cristobalina Fernández de Alarcón,
gozaba de una prodigiosa facilidad para la versificación.
Sus versos delatan secretos y profundos sentimientos que
asoman en sus composiciones amenazando el recato exi¬
gido a la mujer por el estado conyugal. Es conocida la re¬
lación platónica entre la poetisa y Pedro de Espinosa; si
bien, tras el fallecimiento de su marido, las esperanzas del
poeta se vieron truncadas al contraer, aquélla, nuevas
nupcias con un estudiante. Ello entristeció tan profunda¬
mente a Pedro de Espinosa que, en un gesto de desespera¬
ción, se apartó del siglo iniciando, así, vida de ermitaño^^.

68. En la Primera parte de las flores de poetas ilustres de España (1605),


se incluyen cuatro composiciones de doña Hipólita de Narváez, de las cuales
tres forman parte de nuestra antología (“Atended que menguadas las espa¬
das”, p. 59; “Fuese mi sol y viene la tormenta”, p. 77; “Engañó el navegan¬
te a la sirena”, p. 105 y “Leandro rompe con gallardo intento”, p. 140), dos
de doña Cristobalina [sic] (“Cansados ojos míos”, p. 137 y “Reina del cielo
que con bellas plantas”, p. 200) y una de doña Luciana de Narváez (“Donde
está el oro ilustre Magdalena”, p. 176).
69. Véase F. Rodríguez Marín, Pedro Espinosa, estudio biográfico, bi¬
bliográfico y crítico, Madrid, Tip. Revista Archivos Bibliotecas y Museos
(1907), pp. 69-79 y 196-98; y “Nuevos datos... op. cit., pp. 368-423. En
Cancionero Antequerano, 1627-1628, recogido por Ignacio de Toledo y Go-
doy y publicado por Dámaso Alonso y Rafael Ferreres, Madrid, CSIC,
1950, se incluye un breve compendio de su vida en las pp. 467-469.

53
lu INTRODUCCIÓN

Las composiciones de doña Cristobalina, vinculadas por


la luminosidad y brillantez a la escuela antequerana, han
sobrevivido por la frescura de la forma y la belleza de sus
imágenes barrocas, convirtiéndola en una figura de pri¬
mera magnitud dentro de la lírica del Siglo de Oro.
Son numerosas las poetisas que presentan en su obra
fuertes resabios gongoristas, como Ana Ataide, Sor Ma¬
ría Sallent, Gregoria Francisca de Salazar, etc. El sello
culterano también se hace visible en la obra de la extre¬
meña Catalina Clara de Guzmán que continuó, con gran
acierto, la tradición del retrato cultivado por Góngora,
Jacinto Polo, Trillo y Figueroa, Salazar y Torres o Sor
Juana Inés de la Cruz, que lo utiliza frecuentemente como
vehículo de expresión de lo filosófico, amoroso, satíri¬
co...En la obra de Catalina Clara de Guzmán es un
tema insistentemente desarrollado en múltiples composi-
ciones^^ algunas de gran ingenio como el “Retrato suyo”
que incluimos en nuestra antología.
Pero donde la emotividad, el sentimiento y la sensación
de nostalgia se manifestaron con mayor sinceridad fue en
la poesía de inspiración profana de una religiosa. Sor Ma¬
ría de Santa Isabel, que firmó sus obras con el pseudóni¬
mo de “Marcia Belisarda”, y de la que apenas se conoce

70. Véase el trabajo de Georgina Sabat de Rivers, “Sor Juana. La Tradi¬


ción clásica del retrato poético”, Actas del XX Congreso del Instituto de la
Revista Iberoamericana, Austin (Tejas), 1981.
71. “Retrato de un dama en chanza”, “Otro retrato de la misma autora,
hecho a imitación de uno que hizo un galán”, “Retrato de una hermana de
la Autora, llamada Doña Beatriz”, “Otro retrato en seguidillas de otra her¬
mana llamada Doña Ana”, “Retrato de una viuda en seguidillas”, “Retrato
de una hermana de la Autora llamada Doña Antonia”, “Soneto a un retra¬
to”, “Retrato de una dama”... Existe una edición de Joaquín Entrambasa-
guas de las Poesías de esta autora, Badajoz, 1930. Puede verse también
A. Carrasco García, La plaza Mayor de Llerena y otros estudios, [s. 1.],
Tuero, 1985.

54
INTRODUCCIÓN

más dato que la toma de velo en el Real Convento de la


Concepción de Toledo. La variedad temática de sus poe¬
sías ofrece un amplio abanico que va desde los temas reli¬
giosos a los sentimentales, mucho más inspirados, que
alientan en su “pluma osada y atrevida” —según el juicio
de doña Juana de Bayllo, monja de Santa Isabel en el
Real de Toledo— en nostálgicas composiciones como
el romance que empieza “Procurad memorias tristes...”
o el “Romance melancólico”. Su producción poética se
compone de 138 poesías —algunas, como el soneto de
tendencia gongorista “Dándome por asumpto cortarse
un dedo llegando a cortar un jazmín”, de gran belleza—
de diversidad estrófica; romances, villancicos, octavas,
décimas, ensaladas, glosas, décimas estrambotadas,
etc. La diferencia de inspiración entre los poemas reli¬
giosos y los profanos, en favor de estos últimos, permite
suponer que, libre de las limitaciones impuestas a este
tipo de obras por el claustro, al que posiblemente no llegó
por vocación, “Marcia Belisarda” hubiera sido una de
las poetisas más vehementes e interesantes de nuestro
siglo XVII.
También la lírica de Ana Abarca de Bolea, abadesa del
convento de Casbas, muestra una tendencia áulica poco
común en la literatura de las religiosas del siglo XVII. En
su poesía, las tendencias culta y popular se funden dando
lugar a un barroquismo que recuerda al grupo de Salinas y
Lastanosa con el que estuvo relacionada. Los versos que
se incluyen en Vigilia y Octavario de San Juan Bautista
(1679) ofrecen para Manuel Alvar, “todas las exquisiteces
del género”; rotundidad conseguida a base de versos fina¬
les plurimembres, versos con diseminación recolectada en
un endecasílabo final, etc. En los procedimientos técnicos
y en la estructura de sus poemas tampoco se observan
diferencias entre estas composiciones y las de cualquier

55
INTRODUCCIÓN
F
otro autor del siglo XVII. La temática es variada; alterna
la de carácter culto (“Liras al sepulcro de Santa Hildegun-
da”, “Décimas en loor de los Santos”...) y popular, ya
sean romances, villancicos y seguidillas en castellano o ro¬
mances dialectales de temática religiosa^^; composiciones
mitológicas (“Décima a Orfeo”) o históricas; laudatorias
o funerarias, que se insertan en la mejor tradición del si¬
glo XVII; poemas descriptivos (“Romance a una fuente”,
“Romance a Guara”...) entre los que se encuentran los
más logrados de su producción, y festivos alternan con
los de temas variados (“Liras a unas viruelas”, “A un
jazmín”, “A unos ojos de sierpe de piedra”...)^^.
En todas las épocas de decadencia, como el reinado de
Enrique IV o el período barroco, la sátira, que denota
una voluntad de cambio en la expresión del desengaño,
ejerce una función catártica que libera tanto al escritor,
que derrama con ella su acritud, como a los lectores. En el
barroco cualquier motivo fue objeto de burla. Dentro de
este género la “Sátira en ovillejo” de doña Francisca Páez
de Colindres, en ocasión de querer quitar el uso de los
guardainfantes en tiempos de Felipe IV, es una muestra
representativa de este género. El espíritu satírico, pun¬
zante, también anima la producción de Justa Sánchez del
Castillo. El desenfado y el ingenio que animan sus versos
son considerados el nexo con la novela de María de Zayas
o de Mariana de Carvajal por su liberalidad moral, análo¬
ga a la de las prosistas.
La naturaleza, que por sí misma constituye pretexto
para la creación artística, sobre todo en el siglo xvii, ofre-

72. Existe una edición actual de su Obra en aragonés; Altada al Naci¬


miento. Bayle pastoril al nacimiento. Romance a la procesión del Corpus,
Huesca, Consello d’a Pabla Aragonesa, 1980.
73. Véase M. Alvar, Estudios sobre el “Octavario” de Doña Ana Abarca
de Bolea, Zaragoza, Archivo de Filología Aragonesa, 1945, pp. 5-10.

56
INTRODUCCIÓN

ce bellas muestras descriptivas en las afortunadas compo¬


siciones de Bernarda Ferreira de la Cerda inspiradas en
las “Soledades de Busaco” y que han sido consideradas
prole sine mater creata’'^. La gran inteligencia y esmerada
formación de la poetisa portuguesa la rodearon de una
aureola de prestigio a la que contribuyó la dedicatoria de
la égloga Filis de Lope de Vega y El Orfeo en lengua cas¬
tellana de Pérez de Montalbán. Se le han atribuido las
novelas de caballería Palmerín de Oliva y Primaleón. Un
tratamiento poco afortunado del tema histórico lo ofrece
su poema épico La España libertada donde narra en for¬
ma rimada la invasión árabe y la Reconquista. Cultivó,
como la casi totalidad de las poetisas españolas, el género
adulatorio y elegiaco y escribió un volumen de Comedias
que incluye Cazador del cielo y La buena y mala amistad.
Gran éxito en vida tuvo, también, la autora de la come¬
dia La firmeza en el ausencia, doña Leonor de la Cueva y
Silva. Esta poetisa de Medina del Campo, seguramente
nacida a finales del siglo XVI, demostró una gran facilidad
para la poesía patente en la inspirada enumeración botá¬
nica “Liras a la hermosura y variedad de las flores de la
primavera” que presenta un donaire muy del gusto- del
siglo XVII y que, junto al tratamiento de los celos, tópico
dentro del tema amoroso, y la poesía elegiaca, la vinculan
plenamente al Barroco.
Y no podemos concluir este somero repaso de las mani¬
festaciones líricas femeninas sin citar a Mariana de Carva¬
jal y detenernos en dos figuras destacadas dentro del pa¬
norama de la literatura femenina de los Siglos de Oro: la
dramaturga Ana Caro Mallén de Soto y la novelista María
de Zayas. Las tres sobresalieron por otros géneros, pero
su inspiración poética se pone de manifiesto en las com-

74. Serrano Sanz, Antología..., op. cit., p. XXVI.

57
INTRODUCCIÓN

posiciones intercaladas en sus novelas y en la versificación


dramática.
Ana Caro Mallén, la “décima musa” sevillana, como la
llamó Vélez de Guevara en El diablo cojuelo, se dedicó al
género dramático en el que obtuvo gran celebridad en
vida. El conde Partinuplés se publicó en el Laurel de Co¬
medias de diferentes autores de 1653^^. Menor fortuna
tuvo Valor, agravio y mujer, que no llegó a publicarse en
vida de la autora y de la que tomamos los fragmentos líri¬
cos que la representan en nuestra antología^^. Entre su
producción poética destaca la Loa sacramental compuesta
para las fiestas del Corpus de 1639, que se sitúa en la línea
del Segundo coloquio de Lope de Vega entre un Portu¬
gués, y un Viscayno, un estudiante, y un mogo de muías,
publicado en 1615. Los interlocutores de la Loa de Ana
Caro son un portugués, un francés, un morisco y un negro
que dialogan en sus correspondientes jergas. El resto de
su producción poética es de tono panegírico^^. Son céle¬
bres las décimas que dedicó a María de Zayas, con quien,
al parecer, mantuvo una entrañable amistad, y que figu¬
ran al frente de las Novelas amorosas y exemplares de
ésta, publicadas en 1638.

75. Existe una edición en la BAE, en el volumen de Dramáticos posterio¬


res a Lope de Vega (T. XLIX), Madrid 1859, pp. 125-138.
76. Inédita hasta que Serrano Sanz la publicó en Apuntes... op cit.,
pp. 179-212.
77. Sobre Ana Caro puede verse: A. Lasso de la Vega, Historia de la
escuela poética sevillana, 1871, pp. 205-6; J. Sánchez Arjona, “Ana Caro de
Mallén”, en El teatro en Sevilla en los siglos xvi y xvii. Madrid, Alonso,
1887; C. Pérez Pastor, “Noticias y Documentos”, en Memorias de la Real
Academia Española, X (1911), p. 97; F. López Estrada, “La relación de las
Fiestas por los Mártires del Japón, de Doña Ana Caro Mallén de Soto (Sevi¬
lla), 1628”, Cieza, 1978 (tirada aparte del Libro-Homenaje a Antonio Pérez
Gómez, pp. 51-69) y “Loa al Stmo. Sacramento de Doña Ana Caro”, Revis¬
ta de Dialectología y Tradiciones populares, 32 (1976), pp. 263-74.

58
INTRODUCCIÓN

De la “Nueva Safo”, “Nueva Pola Argentarla” o


“Gran Sibila mantuana” como Ana Caro llamó a María
de Zayas^^, la más famosa novelista del siglo, son bien
pocos los datos biográficos que han llegado hasta noso¬
tros. Se barajan múltiples hipótesis sobre su vida sin que
ninguna pueda darse por cierta. En torno a su nacimiento,
la crítica se muestra casi unánime en afirmar que era ma¬
drileña y, por la cronología de sus novelas, sabemos que
su vida transcurrió en la primera mitad del siglo xvii.
Además de las dos colecciones de novelas breves que la
hicieron famosa —las Novelas amorosas y ejemplares y
la Parte segunda del Sarao y entretenimiento honesto— es¬
cribió la obra teatral Traición en la amistad que no llegó a
ver publicada^^. A juzgar por el testimonio de sus con¬
temporáneos, participó con éxito en certámenes poéticos.
Sus composiciones líricas salpican sus novelas, y en ellas
prueba, junto con la habilidad para la versificación de¬
mostrada en su obra dramática, que también era una ex¬
celente poetisa.
En la línea de las novelas de María Zayas, las de Maria¬
na de Carvajal también ofrecen una buena muestra poéti¬
ca. Sus Navidades de Madrid y noches entretenidas se edi¬
taron en Madrid en 1663 y 1668**^. Su desenfadado estilo

78. En las décimas “A Doña María de Zayas Sotomayor”, Novelas amo¬


rosas y ejemplares, ed. cit., pp. 10-11.
79. Serrano y Sanz, en Apuntes..., op. cit., t, II, pp. 590-620, la publicó
según un manuscrito del siglo xvii custodiado en la Biblioteca Nacional.
80. En el prólogo, Mariana de Carvajal afirma haber escrito también doce
comedias hoy desconocidas. El costumbrismo de su obra supone una buena
fuente para el conocimiento de la vida cotidiana. Ha sido estudiado por C. B.
Bourlan en “Aspectos de la vida del hogar en el siglo xvii según las novelas de
doña Mariana de Carabajal y Saavedra”, en Homenaje a Menéndez Pidal, II
(1925), pp. 331-368. Serrano Sanz, en Apuntes... ofrece algunos documentos
inéditos sobre la autora. Puede verse, también, L. P. Pfandl, Historia de la
literatura española en la Edad de Oro, Barcelona, 1933.

59
INTRODUCCIÓN

trasciende, a veces, a las poesías intercaladas en sus nove¬


las, como en la fábula “Apolo y Dafne”, incluida en La
industria vence desdenes. El tipo de novelas y el estilo de
Mariana de Carvajal recuerdan a los de María de Zayas.
Y después de esta breve aproximación a lo que fue la
vida de la mujer en los Siglos de Oro y sus manifestaeiones
líricas, dejaremos que sea el lector quien, tras el encuentro
con los textos que aquí ofrecemos, valore la importancia o
el interés que en él suscitan. Por nuestra parte, nos limi¬
taremos a concluir recordando que en la actualidad, en
uno de los momentos en que cualquier cosa es pretex¬
to de publicación, tareas más urgentes están todavía por
hacer; la de rescatar los nombres más preclaros de nuestra
historia literaria femenina del velado anonimato, del olvi¬
do secular en que han perecido sus obras, y la de recons¬
truir arquitectónicamente una parte importante y tan
poco explorada de nuestro patrimonio literario. Faltan
biografías, trabajos monográficos, eruditos o divulgati-
vos; valoraciones de conjunto; una historia de la lite¬
ratura femenina que permita incorporar a nuestras es¬
critoras de relieve a la categoría de clásicos; desenterrar,
reunir y difundir sus textos que yacen, la mayoría inéditos,
sepultados en archivos y bibliotecas; estudiar sus docu¬
mentos, analizar su vinculación a las corrientes literarias de
la época y un larguísimo etcétera donde todo cabe, porque
nada, o casi nada, hay hecho. Es preciso iluminar una zona
todavía oscura de un período en el que el desarrollo litera¬
rio llegó a su cénit; bajar el puente levadizo que nos permi¬
ta cruzar, por encima del olvido hasta la Edad de Oro e
iniciar una bellísima aventura, la de restituir a nuestras
literatas, honestamente, la individualidad que humana y
artísticamente les corresponda.

ANA NAVARRO

60
Bibliografía

A sí como las escritoras del siglo XIX cuentan con una nutrida
bibliografía, y de ellas existen ya varios catálogos, el yermo
bibliográfico de nuestras autoras clásicas es de una penuria lamen¬
table. Desde principios del presente siglo, cuando Serrano Sanz pu¬
blicó los Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, poco
más se ha hecho.
Una bibliografía general sobre el tema ofrece el tomo II, Reper¬
torio por profesiones y otras características personales, a cargo de
Miguel Rodríguez San Vicente en la Biblioteca Bibliográfica Hispá¬
nica, dirigida por Pedro Sáinz Rodríguez, Madrid, FUE, 1976, bajo
el epígrafe “Mujeres” (cap. XXIV). A esta obra y al “Estudio pre¬
liminar” de los Apuntes... —donde se hace un análisis crítico selec¬
tivo de la bibliografía publicada desde el De Academiis et Claris His-
paniae scriptoribus de García Matamoros hasta 1898, fecha de
publicación de La mujer española en la Minerva castellana de Pérez
de Guzmán— remitimos al lector interesado en la bibliografía ante¬
rior a este último trabajo. Ocioso resulta recordar la utilidad de la
Bibliografía de la Literatura Hispánica, Madrid, CSIC, 1972, de
José Simón Díaz; y el Ensayo de un Diccionario de mujeres célebres
de F. C. Sáinz de Robles, así como el trabajo de Margarita Nelken,
Las escritoras españolas, ofrecen también un interesante apéndice
bibliográfico.
A través de las notas a pie de página de nuestra introducción
hemos procurado ofrecer una pequeña guía bibliográfica sobre los

61
HJ BIBLIOGRAFÍA

temas y las autoras tratados, con excepción de Santa Teresa de Je¬


sús, Sor Juana Inés de la Cruz o María de Zayas que cuentan ya con
una importante bibliografía al alcance de todos. Aquí reseñaremos
únicamente los trabajos de conjunto más accesibles que conside¬
ramos básicos para un primer acercamiento a las autoras de los si¬
glos XVI y XVII y a su literatura;

Alcalá Galiano, Emilio: Escritoras españolas de mayor mérito y ce¬


lebridad. Madrid, Fortanet, 1879. Discurso académico leído en la
RAE. Trabajo de carácter compendioso y superficial.

Barbeito Carneiro, M.^ Isabel: Escritoras madrileñas del siglo XVII.


Tesis doctoral. Departamento de Bibliografía. Facultad de Fi¬
lología. Universidad Complutense de Madrid. Editada en ti¬
rada muy corta por la Sección de Reprografía de esta Univer¬
sidad.
Estudio biográfico crítico sobre las autoras madrileñas del siglo
XVII. Contiene información biográfica, descripción de sus obras,
fuentes documentales y estudios de numerosas escritoras, mu¬
chas de ellas desconocidas.

Conde, Carmen: Al encuentro de Santa Teresa. Murcia, [la autora],


1978.
Análisis muy personal de la mística femenina española. En la
primera parte, “Antes y después de Santa Teresa”, previo al aná¬
lisis de esta figura, la autora se detiene en Sor María de San José,
Sor Ana de San Bartolomé, Sor María de la Antigua, doña Luisa
de Carvajal y Mendoza, Sor Luisa de la Ascensión y Sor Juana
Inés de la Cruz, entre otras. Ofrece una selección de textos re¬
presentativos de las autoras tratadas.

Nelken, Margarita: Las escritoras españolas. Barcelona, Labor,


1930.
Ofrece una visión de conjunto, una síntesis de la Historia de la
literatura femenina desde la España romana hasta nuestros días.
Atendiendo a criterios cualitativos selecciona los nombres de ma¬
yor significación, ya sea por su interés literario, histórico o su
incidencia en la evolución del género cultivado. El capítulo más
importante del Siglo de Oro es el dedicado a Santa Teresa de
Jesús. Repertorio bibliográfico.

62
BIBLIOGRAFÍA

Pérez de Guzmán y Gallo, Juan: Bajo los Austrias. La mujer espa¬


ñola en la Minerva literaria castellana. Madrid, Escuela Tipográ¬
fica Salesiana, 1923.
Aunque presenta algunas inexactitudes, es interesante por el
gran acopio de noticias y acontecimientos literarios, así como de
autoras, seleccionadas con criterios más cuantitativos que cuali¬
tativos. Este trabajo parece ser el punto de partida de los Apun¬
tes de Serrano Sanz.

Sáinz de Robles, Federico Carlos: Ensayo de un Diccionario de mu¬


jeres célebres. Madrid, Aguilar, 1959.
Diccionario bio-bibliográfico universal con referencias breves so¬
bre gran número de escritoras y mujeres célebres españolas de
los siglos XVI y XVII. Contiene breve bibliografía sobre cada una
de ellas y un completo catálogo general en las pp. 1230-1270.

Serrano y Sanz, Manuel: Antología de poetisas líricas. Madrid, Tip.


de la “Revista de Arch., Bibl. y Museos”, 1915.
Obra divulgativa que incluye una abundante representación de
poetisas. En la introducción se hacen consideraciones sobre la
literatura femenina, las autoras y textos seleccionados. Los lími¬
tes cronológicos abarcan desde el siglo XV al XIX. Los textos, de
los que indica siempre la procedencia, se publican precedidos
de una biografía sobre las poetisas, basadas, salvo en contadas
ocasiones, en las publicadas en los Apuntes... Véase nota 2 de
la introducción.

—Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas desde el año


1401 al 1833. Madrid, Establecimiento Tip. “Sucesores de Riva-
deneyra”, 1903-1905. Reed. Madrid, Atlas, 1975.
Es el trabajo bio-bibliográfico más erudito, interesante y comple¬
to, y punto de partida obligado para iniciar cualquier aproxima¬
ción a las autoras de los siglos xv a XIX. En el prólogo se analizan
críticamente los trabajos sobre el tema publicados con anteriori¬
dad a 1905. Ofrece abundante documentación de gran interés
sobre las escritoras y textos inéditos hasta ese momento. Com¬
pleto catálogo descriptivo de manuscritos e impresos.

63
Criterios de esta edición

L a preparación de una antología es para el editor de textos una


tarea ingrata. Cualquiera que sea el criterio de selección de
obras y autores, siempre encontrará un lector insatisfecho, antólo-
go en potencia con una imagen apriorística de lo que debe ser tal
selección, que descubra “imperdonables lagunas”. Lo asumimos.
No obstante, expondremos brevemente cuáles han sido los criterios
que interrelacionados, aunque sujetos a un orden de prioridades,
han regido la presente edición.
En primer lugar, atendiendo al concepto tradicional y generaliza¬
do de lo que es una antología, hemos procurado escoger aquellos
textos cuya calidad literaria los hace inexcusables en una publica¬
ción de este tipo. Así, tanto en una antología específica como la
nuestra, como en otras más generales, no se pueden omitir, bajo
ningún concepto, nombres tan significativos dentro del período
acotado cronológicamente como el de Santa Teresa de Jesús o Sor
Juana Inés de la Cruz. Aunque en principio nos inclinábamos a
prescindir de las autoras místicas, que, como ya hemos visto, pudie¬
ron ver sus obras reunidas y publicadas, consideramos que sin ellas
nuestra antología no sería suficientemente representativa de lo que
fue la lírica escrita por mujeres en el Siglo de Oro. Sin embargo,
en el caso de la primera hemos restringido el número de composi¬
ciones que la representan, dada la difusión que tienen sus obras,
reservando así ese espacio a otras autoras desconocidas para la ma¬
yoría.

64
CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN

En segundo lugar, preparar una antología también supone re¬


sucitar y reconstruir histórica y literariamente una época. En este
sentido hemos dado cabida a aquellos textos que cumplen esta
doble función, los que por un lado mejor representan lo que fue
la poesía femenina en sus múltiples aspectos y, por otro, los que,
a través de su engarce cronológico, nos permiten acceder a un
conocimiento, aunque indirecto, de su momento histórico. La
poesía de cancionero, así como las tendencias conceptista y culte¬
rana y ciertos núcleos como el antequerano, aragonés, etc., están
representados en géneros muy cultivados como la poesía apologé¬
tica o laudatoria, ya inspiradas por la publicación de obras de evi¬
dente incidencia literaria como la Araucana de Ercilla, La Angélica
de Lope... o, dentro del género de “devoción al trono”, por aconte¬
cimientos importantes para la vida política del país como la muerte
de Isabel de Borbón o el nacimiento de Felipe IV. También los
grandes acontecimientos de la vida religiosa están presentes en este
volumen.
Así mismo hemos incluido una muestra testimonial de autoras
portuguesas —Bernarda Ferreira de la Cerda, Violante do Ceo—,
hispanoamericanas o judías que escribieron en castellano, siguien¬
do los criterios de La Barrera y Menéndez Pelayo, y consideran¬
do que es la lengua y no la geografía ni el origen los que marcan las
fronteras de la literatura. Las novelistas —María de ¿ayas y Maria¬
na de Carvajal—, como también la dramaturga Ana Caro, que des¬
tacaron como poetisas, ocupan, igualmente, su lugar en nuestra
edición.
Finalmente creemos innecesario recordar que esta antología,
como todas las antologías, también obedece a criterios mucho más
subjetivos que los anteriores. En definitiva, el antólogo se identifica
con determinados textos, luego es seducido por ellos, y su elección
no deja de ser, por tanto, un acto de amor. En este sentido nos
hemos dejado seducir por composiciones en las que vibra el senti¬
miento humano como la “Canción” de Luisa Sigea, la “Canción
amorosa” de Cristobalina Fernández de Alarcón, el “Romance me¬
lancólico” de “Marcia Belisarda”, la poesía amorosa de Sor Juana
Inés de la Cruz, algunas poesías místicas, el delicioso “Romance
morisco” de Cristobalina Enríquez, etc., quizá más imperfectas for¬
malmente que otras muchas de las incluidas, pero, sin duda, atem¬
porales por su sinceridad emocional.

65
CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN

Dado el carácter divulgativo de esta edición no damos variantes


textuales, pero indicamos en nota la fuente de donde procede el
texto que publicamos. Hemos procurado ser escrupulosos en la lec¬
tura y tratamiento de los mismos. Siempre que ello ha sido posible,
hemos leído la fuente original, ya sea manuscrita o impresa, y así lo
especificamos en cada caso. Cuando lo tomamos a través de una
fuente indirecta también lo hacemos constar, citando, además, el'
texto de procedencia si se conoce. Nos ha parecido oportuno, dada
la forma en que está concebida esta antología, prescindir de notas
de interpretación filológica o erudita, anotando, solamente, aque¬
llas palabras o referencias históricas que permitan una mejor com¬
prensión del texto o del período histórico en el que éste se inserta.
Han sido corregidas erratas evidentes y actualizada la puntuación.
Y no podemos terminar sin reconocer la deuda contraída con la
bibliografía manejada y expresar nuestro agradecimiento a don
Alonso Zamora Vicente por las facilidades obtenidas en la investi¬
gación realizada en la RAE. A don José Simón Díaz, que tan ama¬
blemente ha atendido nuestras consultas bibliográficas. A doña
Paloma Gracia, don Antonio del Campo, Sor Amada —abadesa
del Real Convento de Santa Clara de Carrión de los Condes—, y,
una vez más, y muy especialmente, a don Manuel Sánchez Mariana
y a don José Fernández Sánchez por su generosa e inestimable cola¬
boración en la presente edición. A todos, gracias.
A. N.

66
ANTOLOGÍA

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Florencia Pinar

Oe dice de esta autora que fue dama de la corte de Isabel


lJ la Católica y que se hizo famosa por su “Juego trota¬
do” (véase nota 57 de la Introducción). Participó en certá¬
menes literarios y juegos florales. Los escasos datos que se
repiten sobre ella parecen haber sido deducidos de las com¬
posiciones del Cancionero General que, como indicamos
en la introducción y en la nota a los poemas que siguen,
consideramos de atribución dudosa a pesar de que en pos¬
teriores reimpresiones figuren como suyas.
FLORENCIA PINAR

CANCIÓN DE UNA DAMA QUE SE DICE


FLORENCIA PINAR

¡Ay!, que hay quien más no vive


porque no hay quien d’ay se duele,
y si hay, ¡ay! que recele,
hay un ay con que s’esquive
quien sin ay vivir no suele.

Hay placeres, hay pesares,


hay glorias, hay mil dolores,
hay, donde hay penas de amores,
muy gran bien si dél gozares.
Aunque vida se cative
si hay quien tal ay consuele
no hay razón por que se cele,
aunque hay con que s’esquive
quien sin ay vivir no suele.
ANTOLOGÍA

CANCIÓN DE FLORENCIA PINAR

El amor ha tales mañas


que quien no se guarda dellas,
si se l’entra en las entrañas,
no puede salir sin ellas.
El amor es un gusano 5
bien mirada su figura,
es un cáncer de natura
que come todo lo sano.
Por sus burlas, por sus sañas,
dél se dan tales querellas 10
que si s’entra en las entrañas,
no puede salir sin ellas. (*)
(*) Generalmente, las antologías que incluyen a Florencia Pinar, siguiendo
a Serrano Sanz, reproducen solamente la primera estrofa de esta canción y
parte de la glosa. En nuestro caso preferimos la transcripción íntegra de la
canción y omitimos la glosa ya que no nos parece suficientemente clara,
como hemos indicado, la atribución de esta última a la autora. En cambio
nos atrevemos a ofrecer como suya la glosa al mote “Mi dicha lo desconcier¬
ta” ya que, aun en el caso de que no fuera de Florencia Pinar, su inclusión
estaría justificada dentro de los límites de esta antología. Recogemos
los textos de la edición facsímile, preparada por Antonio Rodríguez Moñi-
no, del Cancionero General recopilado por Hernando del Castillo
(Valencia, 1511), Madrid, RAE, 1958, pp. cxxv y clxxxv, respectivamente.

71
FLORENCIA PINAR

MOTE

“Mi dicha lo desconcierta”

GLOSA DE FLORENCIA

Será perderos pediros


esperanza qu’es incierta,
pues cuanto gano en serviros
mi dicha lo desconcierta.

Cresce cuando va más 5


un quereros que me hace
consentir, pues qu’a vos place
mis bienes queden atrás.
Mas verés con mis suspiros
la pena más descubierta, 10
pues cuanto gano en serviros
mi dicha lo desconcierta. (*)

(*) Del citado Cancionero... p. cxliiij.

72
Santa Teresa de Jesús
(1515-1582)

eresa de Cepeda y Ahumada nació en Ávila en 1515.


X. Profesó en el convento de las Carmelitas de la En¬
carnación de dicha ciudad en 1537. Fundó diez y siete con¬
ventos de la Orden del Carmelo. Intercambió abundante
correspondencia con algunos de sus contemporáneos más
insignes y se dedicó con fervor a la literatura religiosa. Su
producción poética, de menor volumen y categoría que su
obra en prosa —Libro de su vida, Las Moradas y Camino
de Perfección—, está compuesta en versos cortos siguien¬
do la tradición castellana. Murió en Alba de Formes en
1582.
SANTA TERESA DE JESÚS

UNOS VERSOS DE LA
SANTA MADRE TERESA DE JESÚS, NACIDOS
AL FUEGO DEL AMOR DE DIOS OUE EN SÍ TENÍA

Vivo sin vivir en mí,


y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

GLOSA

Aquesta divina unión


del amor con que yo vivo,
hace a Dios ser mi cautivo
y libre mi corazón.
Mas causa en mí tal pasión 5
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay! ¡Qué larga es esta vida,
qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros, 10
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero.

74
ANTOLOGÍA

que muero porque no muero.


¡Ay! ¡Qué vida tan amarga 15
do no se goza el Señor!
Y si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga;
quíteme Dios esta carga,
más pesada que de acero, 20
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir;
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza; 25
muerte, do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta; 30
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte;
venga ya la dulce muerte,
venga el morir muy ligero,
que muero porque no muero. 35
Aquella vida de arriba
es la vida verdadera;
hasta que esta vida muera
no se goza estando viva;
muerte, no me seas esquiva; 40
vivo muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida ¿qué puedo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es perderte a ti 45
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle.

75
■j^ SANTA TERESA DE JESÚS

pues a Él sólo es el que quiero,


que muero porque no muero.
Estando ausente de ti 50
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
por ser mi mal tan entero, 55
que muero porque no muero.
El pez que del agua sale
aún de alivio no carece;
a quien la muerte padece,
al fin la muerte le vale. 60
¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero?
que muero porque no muero.
Cuando me empiezo a aliviar
viéndote en el Sacramento, 65
me hace más sentimiento
el no poderte gozar;
todo es para más penar
por no verte como quiero,
que muero porque no muero. 70
Cuando me gozo. Señor,
con esperanza de verte,
viendo que puedo perderte,
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor 75
y esperando como espero,
que muero porque no muero.
Sácame de aquesta muerte,
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida 80
en este lazo tan fuerte;

76
1

LAS OBRAS
DE LA S. MADRE
TERESA DE lESVS
FVNDADORA
DE LA REFORMACION
DE LAS DESCAL^SY DESCALZOS
DE N. SEÑORA DEL CARMEN
ELdicion Segunda
PRIMERA PARTE
QVX CONTIENE

S V V 1 D. A .

r E-N ANVERES, ^
EN LA EMPRENTA
PLANTINIANA
delalthasak mo(u-:tq,
L At.DCXLlX Á

Las obras de la S. Madre Teresa de Jesús. Portada facsímil de la edición de


1630 de la famosa imprenta Plantiniana de Amberes.
SANTA TERESA DE JESÚS

mira que muero por verte,


y vivir sin ti no puedo,
que muero porque no muero.
Lloraré mi muerte ya, 85
y lamentaré mi vida,
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡Oh mi Dios! ¿Cuándo será
cuando yo diga de vero 90
que muero porque no muero?

OCTAVA

Dichoso el corazón enamorado


que en sólo Dios ha puesto el pensamiento,
por Él renuncia todo lo criado,
y en Él halla su gloria y su contento.
Aun de sí mismo vive descuidado, 5
porque en su Dios está todo su intento,
y así alegre pasa y muy gozoso
las ondas de este mar tempestuoso.(*)

(*) DeMss. 5492delaBNM, ff. 39a41.

78
Isabel de Castro y Andrade
(Condesa de Altamira)
(15167-1595)

9 se puede asegurar la fecha de su nacimiento que se


1 V sitúa hacia 1516 en Puentedeume o Monforte, en el
seno de una ilustre familia, la del Conde de Lemos. Su
vocación literaria fue precoz. Perteneció a la Academia de
Isabel Clara Eugenia en Madrid. Aunque son muy pocas
las composiciones que se conocen de esta autora, se sabe
que fue una poetisa fecunda.
ISABEL DE CASTRO Y ANDRADE

COMPETENCIA ENTRE LA ROSA Y EL SOL

Púrpura ostenta, disimula nieve,


entre malezas peregrina rosa,
que mil afectos suspendió frondosa,
que mil donaires ofendió por breve.

Madre de olores a quien ambas debe 5


lisonjas, no por prenda de la diosa,
mas porque a los aromas deliciosa
lo más sutil de los alientos bebe.

En prevenir al sol tomó licencia:


sintiólo él, que, desde un alto risco, 10
sol de las flores halla que le incita;

miróla al fin ardiente basilisco,


y, ofendido de tanta competencia,
fulminando veneno la marchita. (*)

(*) Publicado por Juan Pérez de Guzmán en el Cancionero de la rosa, 1.1,


p. 37. Lo tomamos de la Antología de poetisas líricas, Madrid, RAE, 1915,
t. II, p. 3.

80
Isabel de Vega
(Mediados del siglo XVl)

^on escasos los datos biográficos de esta autora. Vivió


kJ mucho tiempo en Madrid en relación con un cargo en
Palacio de ella o de un pariente próximo; posiblemente era
madrileña. Se dio a conocer como poetisa en los últimos
años del reinado de Carlos V con las glosas que publica¬
mos a continuación.
ISABEL DE VEGA
ni

CANCIONCILLA CON GLOSA

Tanto puede la afición


cuando con fe persevera,
que donde premio no espera
de allí saca galardón.

GLOSA

De una herida mortal 5


que sólo amor pudo dalla
quedó mi sentido tal,
que ni vive con el mal
ni bien con el bien se halla,
y cuando más sin remedio, 10
más contento en su pasión,
entonces de compasión
el mismo amor le dio medio;
tanto puede la afición.
Tanto puede el afición 15
que en justo lugar se emplea.

82
ANTOLOGÍA

que con muy justa razón


palma sin contradicción
llevará el que así pelea;
mas guárdese de mudanza 20
el que tal victoria espera;
susténtese en su esperanza,
que cualquiera bien se alcanza,
cuando con fe persevera.
Cuando con fe persevera 25
el que en bien amar se gasta,
finge contento aunque muera,
y al fin hace de manera
que poco favor le basta,
y es tan acepto este amar, 30
que aunque sin pena pudiera,
quiere mucho más penar
que tal victoria alcanzar
donde premio no se espera.
Donde premio no se espera 35
de los servicios y amor,
un corazón de una fiera
no pienso que resistiera
el sentimiento y dolor;
mas no desmaye el penado 40
ni le venza la pasión,
que si tal es el cuidado,
de sólo haber bien amado
de allí saca galardón.

83
ISABEL DE VEGA

GLOSA DE LA MISMA A ESTE VILLANCICO

Nunca más verán mis ojos


cosas que les den placer
hasta tornaros a ver.

GLOSA

Si pudiese con la vida


recobrarse el bien perdido, 5
yo la doy por bien perdida,
que el morir no es a medida
del dolor que he padecido;
y pues veros apartar
fue causa de mis enojos, 10
pues no queda que mirar
ni lágrimas que llorar,
nunca más verán mis ojos.
¿Qué puedo ya ver, señora,
habiéndote visto en mí? 15
y el que te vido y te adora

84
ANTOLOGÍA

no puede vivir un hora


más de cuanto vive en ti;
mas pues que con mis gemidos
no puedo ya detener, 20
no se acabe el padecer,
ni suenen a mis oídos
cosas que les den placer.
Cuando me atormenta amor
con temor ausencia y muerte, 25
tengo yo por buena suerte
vivir con tanto dolor
a trueque de esperar verte;
pero porque de sufrir
no se canse el padecer, 30
finge mi mal un placer
qu’es imposible sentir
hasta tornaros a ver.(*)

{*) Del códice que, con el título de Poesías varias, se conserva en la


Biblioteca de Palacio bajo la signatura 617, ff. 328v-329.

85
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Luisa Sigea
(15307-1560?)

L a Toledana, como también se conoce a esta autora,


estuvo al servicio de la Infanta doña María hasta
1555, año en el que contrajo matrimonio con Francisco de
las Cuevas. El nombre de Luisa Sigea fue muy conocido en
toda la Europa humanista, especialmente por su dominio
del latín, griego, hebreo y caldeo, y sus conocimientos de
filosofía, literatura e historia. Entre sus obras, las más céle¬
bres son el poema latino Cintra, del que existe una bella
traducción al castellano de Menéndez Pelayo, y el Diálo-
gus de differentia vitae rusticae et urbanae, Colloquium
habitum apud villam ínter Flamminia Romanam et Blesi-
llam Senensem... Murió hacia 1560.
LUISA SIGEA

UN FIN, UNA ESPERANZA,


UN COMO, UN CUANDO

Octavas de la señora Luisa Sigea de Velaseo, declarando: Habui


menses vacuos et noeles laboriosas, el numeravi mihi (Job). (*)

Un fin, una esperanza, un como o cuando;


tras sí traen mi derecho verdadero;
los meses y los años voy pasando
en vano, y paso yo tras lo que espero;
estoy fuera de mí, y estoy mirando 5
si excede la natura lo que quiero;
y así las tristes noches velo y cuento,
mas no puedo contar lo que más siento.
En vano se me pasa cualquier punto,
mas no pierdo yo punto en el sentillo; 10
con mi sentido hablo y le pregunto
si puede haber razón para sufrido;
respóndeme: sí puede, aunque difunto;

(*) “Mi herencia son meses baldíos, me tocan en suerte noches de fatiga”
(Job, 7,3), según L. Alonso Schokel, Nueva Biblia Española, Madrid, Ed.
Cristiandad, 1975.

88
Luisa Sigea, retrato de la época.
LUISA SIGEA
IJJ
lo que entiendo de aquél no sé decillo,
pues no falta razón ni buena suerte, 15
pero falta en el mundo conocerte.
En esto no hay respuesta, ni se alcanza
razón para dejar de fatigarme,
y pues tan mal responde mi esperanza
justo es que yo responda con callarme; 20
fortuna contra mí enristró la lanza
y el medio me fuyó para estorbarme
el poder llegar yo al fin que espero,
y así me hace seguir lo que no quiero.
Por sola esta ocasión atrás me quedo, 25
y estando tan propincuo el descontento,
las tristes noches cuento, y nunca puedo
hallar cuento en el mal que en ella cuento;
ya de mí propia en esto tengo miedo
por lo que me amenaza el pensamiento; 30
mas pase así la vida, y pase presto,
pues no puede haber fin mi presupuesto. (*)

(*) De un ms. del siglo xvii, en castellano, de la Biblioteca del Excmo.


Sr. Marqués de Laurencín. Lo tomamos de la citada Antología de poeti¬
sas líricas, pp. 25-26.

90
Catalina de Zúñiga
(Condesa de Andrade)

T^ue nieta del Duque de Gandía y dama de Isabel de


JT Valois, esposa de Felipe II. Contrajo matrimonio con
Fernando de Castro, Conde de Aranda.
CATALINA DE ZÚÑIGA

RESPUESTA (*)

El diligente deseo
podría ser de placer
por el dulce devaneo;
mas la fineza dél, creo
que está puesta en padecer, 5
porque aunque poder cumplille
en servicio del amado
es el bien más estimado,
lo que cuesta el diferille
hace el mérito doblado. 10

Mayor deudo con lo feo


no siendo el negro color,
sin saber si es lo mejor
yo diría a ley de creo
que de azul el resplandor. 15

(*) Respuesta a la pregunta de don Juan de Borja, pariente de la autora.


Recuérdese que el juego de preguntas y respuestas constituyó un pasatiem¬
po poético en los salones hasta bien entrado el siglo xvi.

92
ANTOLOGÍA

Subir un hombre vencido


podrá, cuando la Vitoria
guste de echar en olvido
al que ayer favorecido
hoy borre de la memoria. 20

Mas pensar que ser amado


con el que ama tiene igual,
eso estése averiguado
por ser caso reservado
para gente de caudal. 25
Para amado, ¿quién no basta?
Para amar, ¿hay bueno alguno?
A no llamarme inoportuno
jurara que desta casta
no ha quedado ya ninguno. (*) 30

(*) Del Cancionero de Pedro de Rojas (ed. de José J. Labrador Herráiz,


Ralph A. Di Franco, María T. Cacho), Cleveland, State University, 1988,
pp. 83-84.

93
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Leonor de Iciz

péñora de la Baronía de Rafales, se sabe que su vida


kJ transcurrió en la segunda mitad del siglo XVI, la mayor
parte, seguramente, en Nápoles. Los únicos testimonios es¬
critos que de ella conocemos se reducen a dos cartas dirigi¬
das a Jerónimo de Zurita y este soneto en elogio a don
Alonso de Ercilla que figura al frente de la Araucana.
LEONOR DE ICIZ

SONETO
A DON ALONSO DE ERCILLA

Mil bronces para estatuas ya forjados,


mil lauros, de tus obras premio honroso,
te ofrece España, Ercilla generoso,
por tu pluma y tu lanza tan ganados.

Hónrese tu valor entre soldados, 5


envidie tu nobleza el valeroso,
y busque en ti el poeta más famoso
lima para sus versos más limados.

Derrame por el mundo tus loores


la fama, y eternice tu memoria, 10
porque jamás el tiempo la consuma.

Gocen ya, sin temor de que hay mayores,


tus hechos y tus libros de igual gloria,
pues la han ganado igual la espada y pluma. (*)

(*) Primera, y Segunda, y Tercera Partes de la Araucana de don Alonso de


Ercilla y Zúñiga, Madrid, Pedro Madrigal, 1590. Lo tomamos de Poetas
líricos de los siglos xvi y xvii (ed. de Adolfo de Castro), Madrid, Suc. de
Hernando, 1923, p. 544.

96
Sor Ana de San Bartolomé
(1549-1626)

'K Yació en El Almendral (Ávila) en 1549. Debido a la


1V pobreza en que vivió tras la muerte de sus padres, que
se produjo cuando aún era muy niña, se vio obligada por
exigencias familiares a realizar duros trabajos en el cam¬
po. Entró en religión en el convento de San José de Avila y
fue discípula y gran amiga de Santa Teresa. En 1603 llegó a
París donde fundó un monasterio al que siguieron los de
Pontoise, Dijon y Tours. Falleció en Amberes en 1626.
Algunas de sus poesías, así como fragmentos de su obra en
prosa, se publicaron en Historia de la vida, virtudes y mi¬
lagros de la Venerable Madre Ana de San Bartolomé
(1632).
SOR ANA DE SAN BARTOLOMÉ

LETRILLA

Si ves mi pastor,
háblate, Llórente;
dile mi dolor,
mira si lo siente.
Dile con cuidado, 5
y bien dicho, pastor,
que por qué ha cerrado
ansí mi corazón,
y siendo el Señor
ansí se me ausente. 10
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
Vuélveme la luz,
caro y buen amigo,
y venga la cruz 15
como seáis servido,
que ese es el camino
que pide el amor.
Dile mi dolor,
mira si lo siente. 20
La noche es oscura

98
ANTOLOGÍA
W
y da mil temores,
y los robadores
que no se conduran;
¿y entonces te escondes, 25
mi buen fiador?
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
No os mostréis tan duro,
buena está la prueba 30
y basta la hecha,
pues veis no es seguro
en tan flaca tierra
y tan sin vigor.
Dile mi dolor, 35
mira si lo siente.
¿Cómo me has metido
en tan fuerte breña,
y te has escondido
dejándome en ella 40
y en estrecha senda
sin saber dó voy?
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
Si me has entendido, 45
¿cómo no respondes
a un triste suspiro
que es cierto que le oyes?
Y eso más me pone
triste y con temor. 50
Dile mi dolor,
mira si lo siente.

38 breña: tierra quebrada cubierta de maleza.

99
’i^ SOR ANA DE SAN BARTOLOMÉ

Dile cuál estoy


y todas mis penas,
y con gran dolor 55
de ver sus ausencias,
y en tierras ajenas
que es más el temor.
Dile mi dolor,
mira si lo siente. 60
Dile que no tarde,
porque yo me muero
y no hallo nadie
que me dé consuelo
si yo no le veo 65
en mi corazón.
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
Dile que a qué hora
quiere que le aguarde, 70
que él mismo la escoja
y que me lo mande,
y que yo le halle
como a mi pastor.
Dile mi dolor, 75
mira si lo siente.{*)

(*) De Historia de la vida, virtudes y milagros de la Venerable Madre Ana


de San Bartolomé, Bruselas, 1632, pero lo tomamos de Serrano Sanz, Anto¬
logía..., ed. cit. pp. 157-160.

100
Sor Jerónima de la Asunción
(1555-1630)

ació en Toledo en 1555. Ingresó en el convento de


1 y Santa Isabel de esta ciudad a temprana edad. El pa¬
dre Diego de Soria, Provincial de Santo Domingo en Fili¬
pinas, le propuso fundar un convento en Manila, el de la
Concepción, empresa que llevó a cabo en 1621. Sus escri¬
tos fueron publicados por Fray Bartolomé de Tetona en
1622 con el título de Perfecta Religión.
SOR JERÓNIMA DE LA ASUNCIÓN
in

SOLILOQUIO

Vuestra soy, para vos nací;


¿qué mandáis hacer de mí?
Inaccesible grandeza,
eterna Sabiduría
y bondad del alma mía. 5
Dios, un ser, poder y alteza,
mirad la suma pobreza
de ésta que se ofrece aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón, 10
yo le pongo en vuestra palma,
mi cuerpo, mi vida y alma,
mis entrañas, mi afición;
luz, esposo y Redención,
pues por vuestra me ofrecí, 15
¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte o dadme vida,
salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz cumplida, 20
que, medrosa o atrevida.

102
ANTOLOGÍA

a todo diré que sí.


¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
dadme gusto o desconsuelo, 25
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo;
vida dulce, sol sin velo,
pues del todo me vendí.
¿Qué mandáis hacer de mí? 30
Si queréis que me esté holgando
por amor, quiérome holgar;
si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando;
decí dónde, cómo y cuando, 35
decí, dulce amor, decí,
¿qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración;
si no, dadme sequedad;
si abundancia o devoción, 40
o si no esterilidad.
Soberana Majestad,
sólo hallo paz aquí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme, pues, sabiduría, 45
o por amor ignorancia,
dadme años de abundancia
o de hambre y carestía,
tinieblas o claro día,
revolvedme aquí o allí; 50
¿qué mandáis hacer de mí?

52 Tabón monte en el que según la tradición se produjo la Transfiguración


de Jesucristo.

103
SOR JERÓNIMA DE LA ASUNCIÓN
líJ
Dadme Calvario o Tabor,
desierto o tierra lodosa;
sea Job en el dolor
o Juan que al pecho reposa, 55
sea viña fructuosa
o estéril, si cumple así;
¿qué mandáis hacer de mí?
sea Joseph en cadenas
o de Egipto Adelantado; 60
sea David sufriendo penas
o el mesmo ya coronado;
sea Jonás anegado
o libertado de allí;
¿qué mandáis hacer de mí? 65
Esté callando o hablando,
haga fruto o no le haga,
la ley me esté preguntando,
la gracia sane mi llaga;
crezca o se mengüe mi paga, 70
sólo vos vivid en mí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, para vos nací;
¿qué mandáis hacer de mí? (*)

54 Job en el dolor, se refiere a su resignación ante la pérdida de sus hijos y


bienes.
55 Juan-, San Juan Evangelista que aparece normalmente en las represen¬
taciones de la última Cena reclinado sobre el pecho de Cristo.
59 Joseph: José, hijo de Jacob, vendido por sus hermanos como esclavo.
En Egipto llegó a ser virrey y proveyó e hizo ir a su casa a toda su familia en
los siete años de escasez. (Génesis, 37 a 47.)
(*) De la citada Antología de poetisas líricas, pp. 181-183. Serrano Sanz
anota: “los versos que reproducimos han sido atribuidos por algunos a Santa
Teresa, y como tales los publicó don Vicente de la Fuente en el segundo
tomo II de Autores españoles, p. 157. Yo creo lo más probable que no son
de la Reformadora del Carmen, y, quizá, tampoco de sor Jerónima de la
Ascensión, entre cuyos papeles se halló un traslado” (op. cit. p. 183).

104
Anónima
(Fines del siglo XVl)

T^sta composición, indebidamente atribuida y publicada


íj como de don Juan de Palafox y Mendoza en 1762,
podría deber su autoría a doña Constanza de Osorio, a
Sor María de la Antigua, o, más probablemente, a una mon¬
ja anónima que la escribiría obligada por sus superiores.
El manuscrito que ha llegado hasta nosotros es una copia
de 1603.
ANÓNIMA
w

CANCIONES DE LA UNIÓN Y TRANSFORMACIÓN


DEL ALMA EN DIOS POR LA TINIEBLA DIVINA
DE PURA CONTEMPLACIÓN

Aquella tiniebla oscura


es una luz divina fuer de hermosa,
inaccesible y pura,
íntima, deleitosa,
un ver a Dios sin vista de otra cosa. 5
La cual a gozar llega
el alma que de amor está inflamada,
y viene a quedar ciega,
quedando, sin ver nada,
la ciencia trascendida y alcanzada. 10
Y cuando la conquista
del reino de sí misma es acabada,
se sale sin ser vista
de nadie, ni notada,
a buscar a su Dios dél inflamada. 15
Y en aquesta salida
que sale de sí el alma, dando un vuelo
en busca de su vida,
sube al empíreo cielo,
y a su secreto siempre quita el velo. 20
Y aunque busca al amado

106
ANTOLOGÍA
w
con la fuerza de amor toda encendida,
en sí le tiene hallado,
pues está entretenida
en gozar de su bien con él unida. 25
Está puesta en sosiego,
ya todas las imágenes perdidas
y su entender ya ciego,
las pasiones rendidas,
con fuerza las potencias suspendidas. 30
A tal gloria y ventura
subir por la escalera la convino
para venir segura,
que por modo divino
los misterios de Cristo fue el camino. 35
Y habiendo ya llegado
al deseado fin, que fue su intento,
tiene quieta en su amado
contino movimiento,
estando sosegada y muy de asiento. 40
Y cuando de contino
del Verbo eterno el alma está gozando,
su espíritu divino
mueve un aire muy blando,
que todo lo interior va regalando. 45
En la noche serena
en que goza de Dios, su vida y templo,
sin darla nada pena,
le busca bien adentro
con deseos, saliéndole al encuentro. 50
El amor la encamina
metida entre tiniebla tan oscura,
y sin otra doctrina
camina muy segura
adonde Dios la muestra su hermosura. 55

107
ANÓNIMA

Y yendo sin camino,


sin que haya entendimiento ni memoria,
la muestra el Rey divino
su virtud y su gloria
como se puede en vida transitoria. 60
¡Oh noche cristalina,
que juntaste con esa luz hermosa
en una unión divina
al esposo y la esposa,
haciendo de ambos una misma cosa! 65
Gozando dél a solas
y puesto un muro en este prado ameno,
vienen las blandas olas
de aqueste aire sereno
y todo lo de afuera lo hace ajeno. 70
Aquel rey en quien vive
la tiene con gran fuerza ya robada,
y como le recibe
de asiento en su morada
la deja de sí toda enajenada. 75
Como es tan poderosa
la fuerza de aquel bien con que está unida
y ella tan poca cosa,
con darse por vencida
pierde su ser y en él es convertida. 80
No porque jamás pueda
ser que su esencia pierda la criatura,
sino que como exceda
tanto en Dios su hechura,
toda en él se convierte y transfigura.(*) 85

(*) De Mss. 3766 de la BNM, de la Madre Cecilia del Nacimiento


(1570-1646), ff. 3-4.
Sor Luisa de la Ascensión,
“La Monja de Carrión”
(1565-1648)

unque se la conoce como la Monja de Carrión, Sor


Luisa de la Ascensión nació en Madrid en 1565. In¬
gresó a los 18 años en el convento de Santa Clara de Ca¬
rrión de los Condes, donde fue abadesa. Los múltiples
“carismas” que tuvo —penetración de espíritus, don de
profecía, bilocación, éxtasis, milagros, conversiones...—
hicieron de ella una figura polémica. Fue consejera de Feli¬
pe III y mantuvo correspondencia con el Papa Gregorio,
don Rodrigo Calderón y otros personajes encumbrados de
su época que nada pudieron hacer ante la Inquisición que
la procesó en 1634 por “alumbrada ilusa”. Los últimos
meses de su vida transcurrieron en el convento de las Agus¬
tinas Recoletas de Valladolid, donde falleció a los 71 años
de edad. Con excepción del romance que de ella ofrece¬
mos, la mayoría de sus poesías parecen ser apropiaciones o
imitaciones que atribuía al dictado o inspiración divinas en
sus extravíos místicos.
SOR LUISA DE LA ASCENCIÓN

A LA SOLEDAD INTERIOR
CON MI DULCÍSIMO JESÚS
Y DIVINO ESPOSO

Entra con sol soledad,


que aunque el sensible la daña,
otro mejor sol la baña
que es Sol de la eternidad.

Sol y Edad que con su lumbre 5


Edad tiene, sube y crece
quien dél alcanzar merece
que le bañe y que le alumbre.

Sol es que con su luz divina


puede tanto en nuestro suelo, 10
que al alma le vuelve cielo,
que el sol por cielo camina.

De aqueste sol alumbrada


pido soledad y sola
la pido por no estar sola, 15
sino bien acompañada.

lio
ANTOLOGÍA

Que, mi bien, fuera de vos


cualquiera otra compañía
soledad la llamaría;
pues algo impide de Dios. 20

Y teniendo el mar en calma


tres personas y una esencia,
siempre están en su presencia
con tres potencias y un alma.

¿Es soledad? No lo es. 25


Soledad no hay alguna,
pues hay una para una
y se hallan tres para tres.

Entre sí en la soledad
se dan estrechos abrazos; 30
y allí son los fuertes lazos
que atando den libertad.

Allí es toda el desasirse


de todo lo que es humano,
y sólo a lo soberano 35
sola en soledad unirse.

Que cuanto hay más de criatura


tanto hay menos de Criador,
y tanto dura este amor
cuanto aquel desamor dura. 40

Allí el amor unitivo


junta la parte a su todo,
y el cuerpo por cierto modo
anda sin el alma vivo.

111
SOR LUISA DE LA ASCENCIÓN

Y si alma y Dios, siendo dos, 45


son por amor una cosa,
digamos que el alma es diosa
si es una cosa con Dios.

Si en soledad la amada
con solo Dios tiene trato, 50
será en su celda un retrato
de una bienaventurada.

Ansí la celda en latín


la prestó su nombre el cielo
porque hace cielo del suelo, 55
y casi del medio fin.

Nunca está oscura jamás


cuando sola está y se cierra;
porque en sola el sol se encierra
y fuera del sol hay más. 60

Mas fuera de esta exterior


soledad, razón sería,
hacerle a Dios, alma mía,
otra celdica interior.

Un retrete inmaterial 65
sin yeso, sin piedra y lodo,
siendo de espíritu todo,
que es Dios espiritual.

65 retrete: habitación destinada al retiro.

112
ANTOLOGÍA

Donde esté siempre metida


con Dios el alma y su fuego, 70
andar la haga sin sosiego,
sosegada y encendida.

A donde vea no mirando,


a donde no mire viendo;
donde goza padeciendo 75
y a do padezca gozando.

Donde sin saber, se halle


enseñada del Amor
donde un silencio hablador
hable siempre y siempre calle. 80

Donde se escoja y se extienda


y sin turbación se ataje;
donde haya un cierto lenguaje
que le entienda y no le entienda.

Donde coma y quede hambrienta, 85


donde de sed se traspase
y cuando más de agua pase
la deje sin sed sedienta.

Donde un grande sentimiento


no la deja sentir cosa; 90
donde estando siempre ociosa
no falte entretenimiento.

Donde siendo piedra viva,


esté a Dios cual blanda cera;
donde bien viviendo se muera 95
y bien muriendo a Dios viva.
SOR LUISA DE LA ASCENCIÓN

Donde está loca y sea cuerda,


donde baja esté subida,
donde de amores perdida
más se gane y no se pierda.

Donde guste sin sabor


maná de todos sabores,
donde huela sin olores
lo que huele a todo olor.

Donde sin colores vea


lo que es sin color hermoso,
y sin aire luminoso
se descubre y colorea.

Donde lo que no es sensible


lo sienta insensiblemente,
y reciba oscuramente
una luz inteligible.

Donde el amor unitivo


al espíritu inflamado
le suba de grado en grado
al grado superlativo.

A donde enferma, sanando,


y así sana esté y enferma;
donde vele y donde duerma
y este dormir sea velando.

Donde viéndose sumida


en aquel profundo mar,
encallada con callar
toda se dé por vencida.
ANTOLOGÍA
UJ
Donde una gran devoción, 125
con una vista sencilla,
tenga poder de subilla
a mirar sin reflexión.
Donde sin hallarse mío
esté el espíritu en mí, 130
más lleno de Dios en sí
cuando de sí más vacío.
Soledad que si de Dios
la esposa es sellada fuente,
mi bien no ha de estar patente 135
sino sola a solo vos.
Soledad porque si es huerta
por todas partes cerrada,
no ha de estar aportillada,
sino sólo al solo abierta. 140
Soledad que si en desierto
hablamos al corazón,
en el desierto es razón
que esté solo muy desierto.
Soledad que si queremos 145
ver a Dios cual nuestro Elias,
es bien que noches y días
en cuevas y montes gastemos.
Soledad que si esperando
se está el esposo divino, 150
Él no tiene en torbellino
sino en aire y silbo blando. (*)
(*) Del manuscrito autógrafo conservado en el Archivo Histórico Nacio¬
nal, Inq., leg. 3704, caja 3, ff. 108-110, pero lo tomamos de Patrocinio Gar¬
cía Barriúso, La Monja de Carrión. Sor Luisa de la Ascensión Colmenares
Cabezón (Aportación documental para una biografía), Madrid [Imp. de la
Ed. Monte Casino], 1986, pp. 227-233.

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V
Luisa de Carvajal
(1566-1614)

ució en Jaraicejo, aunque su infancia transcurrió en


ly León. Hizo voto de castidad y su vida fue solitaria,
sumida en la penuria económica. Viajó a Inglaterra para
predicar la fe católica con la esperanza de encontrar el
martirio y la muerte. Donó todos sus bienes para la funda¬
ción de un noviciado que difundiese la religión católica en
las Islas Británicas, donde falleció en 1614. Su vida y su
poesía fueron publicadas en 1632 por Luis Muñoz. Se la
considera uno de los mejores poetas del siglo XVII.
LUISA DE CARVAJAL

A LA AUSENCIA DE SU DULCÍSIMO SEÑOR


EN LA SAGRADA COMUNIÓN

¡Ay, soledad amarga y enojosa,


causada de mi ausente y dulce Amado!
¡Dardo eres en el alma atravesado,
dolencia penosísima y furiosa!

Prueba de amor terrible y rigurosa, 5


y cifra del pesar más apurado,
cuidado que no sufre otro cuidado,
tormento intolerable y sed ansiosa.

Fragua, que en vivo fuego me convierte,


de los soplos de amor tan avivada, 10
que aviva mi dolor hasta la muerte.

Bravo mar, en el cual mi alma engolfada,


con tormenta camina dura y fuerte
hasta el puerto y ribera deseada.

118
ANTOLOGÍA

SONETO ESPIRITUAL DE SILVA

En el siniestro brazo recostada


de su amado Pastor, Silva dormía,
y con la diestra mano la tenía
con un estrecho abrazo a sí allegada.

Y de aquel dulce sueño recordada, 5


le dijo: “El corazón del alma mía
vela, y yo duermo; ¡ay, suma alegría,
cuál me tiene tu amor tan traspasada!

Ninfas del Paraíso soberanas,


sabed que estoy enferma y muy herida 10
de unos abrasadísimos amores.

Cercadme de odoríferas manzanas,


pues me veis como fénix encendida;
y cercadme también de amenas flores.”

119
LUISA DE CARVAJAL

AL SANTÍSIMO SACRAMENTO EN OUE HABLA EL DIVINO


VERBO INMENSO CON EL ALMA OUE LE ESTÁ
RECIBIENDO DE LAS MANOS DEL SACERDOTE

De inmenso amor aqueste abrazo estrecho


recibe, Silva, de tu dulce Amado,
y por la puerta deste diestro lado
éntrate, palomilla, acá en mi pecho.

Reposa en el florido y sacro lecho, 5


y abrásate en amor tan abrasado,
que hasta que el fuerte nudo haya apretado,
no sea posible quede satisfecho.

Mira cómo te entrego, amiga mía,


todo mi ser y alteza sublimada; 10
estima aqueste don que amor te ofrece;

tendrás en mí gloriosa compañía,


y entre mis mismos brazos regalada
gozarás lo que nadie no merece.(*)

(*) De Vida y Virtudes de la Venerable Virgen doña Luisa de Carvajal y


Mendoza. Su jornada en Inglaterra y sucesos de aquel Reino. Van al fin
algunas poesías espirituales suyas, parto de su devoción e ingenio, por el
licenciado Luis Muñoz, Madrid, Imprenta Real, 1632, p. 215.

120
Sor María de la Antigua
(1566-1617)

Jacio en Cazalla de la Sierra. Procedía de una familia


1 y muy humilde que trabajaba al servicio del convento
de Nuestra Señora de la Antigua de Utrera, donde se crió
bajo la protección de la priora. Allí tomó el hábito a los
trece años. Posteriormente se trasladó al convento de las
Mercedarias Descalzas de Lora. Sus manuscritos, de los
que se conserva una copia en el Archivo de Simancas, fue¬
ron examinados por la Inquisición. Los escritos de esta
monja visionaria vieron la luz después de su muerte en De¬
sengaños de religiosos y de almas que tratan de virtud
(1678), publicados por Fray Pedro de Valbuena.
w SOR MARIA DE LA ANTIGUA

CANCIÓN

Alma, que estando muerta


y en horrores de vicios sepultada,
Dios te llama y despierta
con una voz tan dulce y regalada,
¿qué haces, que no escuchas 5
sus amorosos ecos? ¿Con quién luchas?
¿Qué miedos te combaten?
¿Qué temores te impiden? ¿Qué recelos
hay en ti que dilaten
el logro de tus ansias y desvelos? 10
Responde a quien te llama
y no te hieles cuando Dios te inflama.
Concede al ocio justo
la piadosa atención que está pidiendo,
y con intenso gusto 15
escucharás a un cisne que muriendo
entre las ansias suyas
se acuerda así de las miserias tuyas.
—¡Pobre ovejuela! —dice—:
¿qué quieres, ignorante de tu daño, 20
malograrte, infelice?

122
ANTOLOGÍA

¿No ves que vas huyendo del rebaño


de mis mansos corderos,
a ser manjar de lobos carniceros?
De ti te compadece; 25
ten lástima de ti, que vas perdida,
y si no te parece
que es muy grande tu culpa y tu caída,
mira, fiel, con cuidado,
verás lo que me cuesta tu pecado. 30
Mira estas nobles sienes
coronadas de espinas rigurosas,
y si en tu pecho tienes
piedad, mira estas puntas dolo rosas
que el cerebro me pasan 35
y el corazón y el alma me traspasan.
Mira estos ojos bellos,
por tu culpa sangrientos y eclipsados,
y estos rubios cabellos,
en mi sangre teñidos y bañados; 40
verás al sol ponerse
y al oro entre la púrpura esconderse.
Mira aquestas mejillas
que a esmaltes de carmín fondo de nieve
daban, ya amarillas, 45
sin su beldad hermosa cuanto breve;
mira, y verás mis labios
cárdenos lirios de sufrirte agravios.
Mira estas manos santas
que ocupadas en tales ejercicios, 50
misericordias tantas
obraron, por hacerte beneficios,
y para tu remedio
las verás taladradas por el medio.
Mira ésta de rubíes 55
SOR MARIA DE LA ANTIGUA

puerta, que en mi costado generoso


con pompas carmesíes
abrió un golpe de lanza impetuoso,
verás con este hierro
pagar mi amor lo que debió tu yerro. 60
Mira estos pies divinos
que, descalzos, por una y otra parte
tan diversos caminos
anduvieron gustosos a buscarte,
y en ellos castigada 65
verás tu liviandad desenfrenada.
Mira, si acaso puedes
mirar sin compasión, todo llagado
mi cuerpo, y si no excedes
en fiereza al león y al tigre airado, 70
viendo no lo merezco,
te dolerá lo que por ti padezco.
Mira que si en el verde
leño se hace tan cruel castigo,
es para que se acuerde 75
cuál será aquel que se hará contigo,
que, dada a tus placeres,
seca de gracia y de virtudes eres.
Pero si estás tan dura
que no te mortifican mis dolores, 80
y tu vana locura
los oídos le niega a mis clamores,
alma, repara y mira
que cuanta es mi piedad, tanta es mi ira. (*)

(*) De Mss. 6674, ff. 364v-366, de la BNM.

124
Clara de Barrionuevo y Carrión

C^egún Lope de Vega, por el que fue ensalzada en el Lau-


reí de Apolo, era natural de Toledo. Las escasas poe¬
sías que conocemos de esta autora se publicaron en 1604 y
1605 en Relación de las fiestas que la Imperial ciudad de
Toledo hizo al nacimiento del Príncipe N. S. Felipe IV y
en Vida, excelencias, y muerte del glorioso Patriarca, y
esposo de N. Señora S. loseph, del maestro Valdivieso.
CLARA DE BARRIONUEVO Y CARRIÓN

EN NOMBRE DE ESPAÑA
A LA MAJESTAD DE LA REINA (*)

Deje el mar inquieto el navegante,


de congojas la cárcel y el archivo,
los temores del viento fugitivo,
el mirar a poniente y a levante;

que al pobre, al rico, al sabio, al ignorante 5


que hay ya en mí, nuevas Indias apercibo;
que del nácar de Austria las recibo,
do el sol Felipe me crió un diamante.

Vos, Margarita, habéis mi Arabia sido,


pues cambiáis en riqueza mi pobreza, 10
vos soys la oliva que mi paz promete

(*) Margarita de Austria, mujer de Felipe III. El nacimiento de su hijo, el


futuro Felipe IV, originó importantes justas poéticas.
11 o/íva: símbolo de paz.

126
ANTOLOGÍA

con el Fénix de España que ha nacido:


que espero en su valor y su grandeza
que no habrá libertad que no sujete. (*)

(*) De Relación de las fiestas que la Imperial ciudad de Toledo hizo al


nacimiento de Príncipe Nuestro Señor Felipe lili deste nombre, Madrid, Luis
Sánchez, 1605, p. 46.

127
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Hipólita de Narváez

Seguramente, hermana de Luciana de Narváez, poetisa


LJ antequerana que vivió en la primera mitad del siglo
XVII. Así como de ésta Rodríguez Marín ha publicado al¬
gunos documentos, de doña Hipólita solamente conoce¬
mos los cuatro sonetos recogidos por Pedro de Espinosa en
la Primera parte de las flores de poetas ilustres de España.
HIPÓLITA DE NARVÁEZ

Engañó el navegante a la sirena,


el dulce canto en blanda cera roto;
y ayudado del santo, su devoto,
el cautivo huyó de la cadena.

De la serpiente que en la selva suena, 5


la virgen se libró con alboroto,
y de las ondas se escapó el piloto
haciendo remo el brazo, nao la entena.

Yo, fuerte, presa tímida, constante,


venzo sirenas, sierpes, ondas, hierro, 10
y sola muero a manos de mi daño.

Virgen, piloto, esclavo, navegante,


ven, libres, que no importa a mi destierro
voto, temor, necesidad, engaño.

130
ANTOLOGÍA

II

Fuése mi sol y vino la tormenta,


que yo no espero de su ausencia menos,
y el cielo turquesado sus serenos
ojos cubrió, obligado de la afrenta.

Un acento tristísimo revienta 5


entre los vientos de tinieblas llenos;
tiemblan las nubes con los roncos truenos,
arden los campos, el temor se aumenta.

Salió mi sol y de dorados jaspes


vistió su oriente, y de esmeraldas finas 10
los altos montes y las llanas tierras;

bordó las vagas nubes de giraspes,


sudaron rubias mieles las encinas
y blanca leche las azules tierras.

12 giraspes: gruesos cordones de seda o de oro que utilizaban los árabes


como adorno.

131
HIPÓLITA DE NARVÁEZ

III

Leandro rompe, eon gallardo intento,


el mar confuso, que soberbio brama;
y el cielo, entre relámpagos, derrama
espesa lluvia con furor violento.

Sopla con fuerza el animoso viento, 5


triste de aquél que es desdichado y ama,
al fin al agua ríndese la llama,
y a la inclemente furia el sufrimiento.

Mas, ¡oh felice amante! pues al puerto


llegaste deseado de ti tanto, 10
aunque con cuerpo muerto y gloria incierta.

Y desdichada yo, quien mar incierto,


muriendo entre las aguas de mi llanto,
aún no espero tal bien después de muerta. (*)

(*) De Primera parte de las Flores de poetas ilustres de España, ordenada


por Pedro de Espinosa, Valladolid, Luis Sánchez, 1605, pp. 10, 77 y 140,
respectivamente.

132
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Cristobalina Fernández de Alarcón


(15767-1646)

P oetisa antequerana nacida hacia 1576. Tuvo una cuida¬


da formación humanista; aprendió latín y leía e inter¬
pretaba a los autores clásicos de los que hay reminiscencias
en sus obras. A los dieciséis años contrajo matrimonio con
el mercader malagueño Agustín de los Ríos y, a la muerte
de éste, con el estudiante Juan Francisco Correa. La rela¬
ción platónica que se cree que mantuvo con Pedro de Espi¬
nosa parece inspirar la única canción amorosa que conoce¬
mos de ella. Participó en numerosas justas poéticas y sus
obras, la mayoría de temática religiosa, se publicaron en
diversas recopilaciones.
CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN

CANCIÓN AMOROSA

Cansados ojos míos,


ayudadme a llorar el mal que siento;
hechos corrientes ríos,
daréis algún alivio a mi tormento,
y al triste pensamiento 5
que tanto me atormenta,
anegaréis con vuestra gran tormenta.
Llora el perdido gusto
que ya tuvo otro tiempo el alma mía,
y el eterno disgusto 10
en que vive muriendo noche y día;
que estando mi alegría
de vosotros ausente,
es justo que lloréis eternamente.
i Que viva yo, penando, 15
por quien tanto de amarme se desdeña!
¡Que cuando estoy llorando
haga tierna señal la dura peña,
y que a su zahareña

19 zahareña: arisca.

134
ANTOLOGÍA
W
condición no la mueven 20
las tiernas lluvias que mis ojos llueven!
¡Sombras que en noche oscura
habitáis de la tierra el hondo centro,
decidme, ¿por ventura
iguala con mi mal el de allá dentro? 25
Mas ¡ay! que nunca encuentro,
ni aun en el mismo infierno,
tormento igual a mi tormento eterno.
¿Cuándo tendrá, alma mía,
la tenebrosa noche de tu ausencia 30
fin, y en dichoso día
saldrá el alegre sol de tu presencia?
Mas ¿quién tendrá paciencia?
que es la esperanza amarga
cuando el mal es prolijo y ella es larga. 35
¡Oh tú, sagrado Apolo,
que del alegre oriente al triste ocaso
el uno y otro polo
del cielo vas midiendo paso a paso,
¿has descubierto acaso 40
desde tu sacra cumbre
el hemisferio a quien mi sol da lumbre?
Dirásle, si lo esconde
en sus dichosas faldas el aurora,
lo mal que corresponde 45
a aquesta alma cautiva que le adora,
y cómo siempre mora
dentro del pecho mío,
tan abrasado cuanto el frío es frío.
Infierno de mis penas, 50
fiero verdugo de mis tiernos años,
que con fuertes cadenas
tienes el alma presa en tus engaños.

135
^ CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN

donde los desengaños,


aunque se ven tan ciertos, 55
cuando llegan al alma llegan muertos.
Yo viviré sin verte
penando, si tú gustas que así viva,
o me daré la muerte,
si muerte pide tu crueldad esquiva; 60
bien puedes esa altiva
frente ceñir de gloria,
que amor te ofrece cierta la Vitoria.
Tuyos son mis despojos,
adorna las paredes de tu templo, 65
que tus divinos ojos
vencedores del mundo los contemplo;
ellos serán ejemplo
de ingratitud interna,
como los míos de firmeza eterna. 70
¡Ay ojos! ¡quién os viera!
que no hubiera pasión tan inhumana
que no se suspendiera
con vista tan divina y soberana.
Quedara tan ufana, 75
que el pensamiento mío
cobrara nuevas fuerzas, nuevo brío.
Si amor, que me transforma,
quitándome el pesado y triste velo,
me diera nueva forma, 80
volara, cual espíritu, a mi cielo,
y no abatiera el vuelo,
que yo rompiera entonces
de cualquier imposible duros bronces.
No estuviera seguro 85
el monte más excelso y levantado,
ni el más soberbio muro

136
ANTOLOGÍA

de ser por mis ardides escalado,


y a despecho del hado
descendiera, por verte, 90
al reino escuro de la escura muerte.
Mil veces me imagino
gozando tu presencia en dulce gloria,
y con gozo divino
renueva el alma su pasada historia; 95
que con esta memoria
se engaña el pensamiento
y en parte se suspende el mal que siento.
Mas, como luego veo
que es falsa imagen que cual sombra huye, 100
auméntase el deseo,
y ansias mortales en mi pecho influye
con que el vivir destruye;
que amor en mil maneras
me da burlando el bien, y el mal de veras. 105
Canción, de aquí no pases;
cese tu triste canto,
que se deshace el alma en triste llanto.

137
CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN

A LA VIRGEN

Reina del cielo, que con bellas plantas


sobre tapetes y alcatifas bellas,
cantando himnos y pisando estrellas,
los coros guías de doncellas santas,
de cuyas gracias tantas 5
se admiran de tu corte los galanes,
los que, en vez de brocado y tafetanes,
visten púrpura ardiente y blancas luces:
escucha mi lamento,
si mis piadosas lágrimas 10
pueden subir al reino del contento.(*)

(*) De Primera parte de las Flores de poetas ilustres de España, ed. cit.,
pp. 137-139 y 200-201, respectivamente.

138
ANTOLOGÍA

A SANTA TERESA DE JESÚS,


EN SU BEATIFICACIÓN

Engastada en rizos de oro


la bella nevada frente,
descubriendo más tesoro
que cuando sale de Oriente
Febo con mayor decoro; 5
en su rostro celestial
mezclando el carmín de Tiro
con alabastro y cristal,
en sus ojos el zafiro
y en sus labios el coral; 10
el cuerpo de nieve pura,
que excede toda blancura,
vestido del sol los rayos,
vertiendo abriles y mayos
de la blanca vestidura; 15

7 carmín de Tiro: Tiro, ninfa fenicia, tenía un perro que comió una púrpu¬
ra (molusco que en contacto con el aire se vuelve rojo oscuro) y con el
hocico manchado se acercó a ella. Fascinada por el color rojo de la concha
amenazó a Heracles con dejar de amarlo si no le conseguía un vestido del
mismo color. Heracles, que la amaba profundamente, buscó, incansable, el
tinte purpúreo, gloria de Tiro.

139
CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN

en la diestra refulgente,
que mil aromas derrama,
un dardo resplandeciente,
que lo remata la llama
de un globo de fuego ardiente; 20
batiendo en ligero vuelo
la pluma que al oro afrenta,
bajó un serafín del cielo,
y a los ojos se presenta
del serafín del Carmelo. 25
Y puesto ante la doncella,
mirando el extremo della,
dudara cualquier sentido
si él la excede en lo encendido
o ella le excede en ser bella. 30
Mas viendo tanta excelencia
como en ella puso Dios,
pudiera dar por sentencia
que en el amor de los dos
es poca la diferencia. 35
Y por dar mas perfección
a tan angélico intento,
el que bajó de Sion,
con el ardiente instrumento
la atrevesó el corazón. 40
Dejóla el dolor profundo
de aquel fuego sin segundo
con que el corazón le inflama,
y la fuerza de su llama,
viva a Dios y muerta al mundo. 45
Que para mostrar mejor

38 el que bajó de Sión: el serafín bajó de la Jerusalén celestial.

140
ANTOLOGÍA
HJ
cuánto esta prenda le agrada,
el universal Señor
la quiera tener sellada
con el sello de su amor. 50
Y que es a Francisco igual
de tan gran favor se arguya,
pues el Pastor celestial,
para que entiendan que es suya,
la marca con su señal. 55
Y así, desde allí adelante
al serafín semejante
quedó de Teresa el pecho,
y unido con lazo estrecho
al de Dios, si amada ante.(*) 60

(*) De Relación de las fiestas de Córdoba a la beatificación de Santa Tere¬


sa..., por el licenciado Pérez de Valenzuela, Córdoba, Vda. de A. Barrera,
1615; pero lo tomamos del tomo XXXV de la BAE, Romancero y Cancio¬
nero Sagrados, Colección de poesías cristianas, morales y divinas sacadas de
las obras de los mejores ingenios españoles, [ed. de Justo de Sancha], Ma¬
drid, Atlas, 1950, p. 339.

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Cristobalina Enríquez

A Jo se conocen los datos biográficos y literarios de esta


1 V poetisa, cuya única composición llegada hasta noso¬
tros es el “Romance morisco” que a continuación ofrece¬
mos y que fue publicado, sin especificar la fuente de proce¬
dencia, por Pérez de Guzmán y Gallo.
CRISTOBALINA ENRÍQUEZ
15

ROMANCE MORISCO

Las claras ondas del Tajo


el pie llegan a besar,
ya que no de Jazmelina,
de la torre donde está.
Tiénenla depositada 5
en el palacio real,
esperanzas de ser reina
y razones de ser más.
Púsose entre las almenas
la mañana de San Juan, 10
porque amaneciese al Tajo
dos horas antes que al mar.
Riéndose sale el alba
de ver escaramuzar
treinta moros de Toledo 15
en su adorado arenal.
Brocatel son las marlotas.

17 Brocatel'. Tejido adamascado de cáñamo y seda.


marlotas'. vestiduras moriscas ajustadas que cubrían todo el cuerpo.

144
lAEL

SABBA

Elogios de mujeres insignes del Viejo Testamento. Portada facsímil de la


edición de Pedro Blusón, Huesca, 1627.
CRISTOBALINA ENRÍQUEZ

de su color cada cual;


cual viste albornoz de seda;
cual bordado capellar. 20
Plumas ciñen sus bonetes,
dándole cada galán
con plumas y pensamientos
qué hacer al vendaval.
Caballos briosos montan 25
que Guadalquivir les da,
que al viento que los engendra
se dejan volando atrás.
Y en torcidos caracoles
miden el campo a compás, 30
que es de la orilla del río
el caracol natural.
Y la hermosa Jazmelina
mira y se deja mirar
de las moras, con envidia, 35
de los moros, con afán.(*)

20 capellar: manto morisco propio de la indumentaria española.


(*) J. Pérez de Guzmán Bajo los Austrias. La mujer española en la Miner¬
va literaria castellana, op. cit., pp. 108-9.
Feliciana Enríquez de Guzmán

Oe desconoce la fecha de su nacimiento, aunque éste se


kJ sitúa en el último tercio del siglo XVI en Sevilla. Gene¬
ralmente se la identifica con la joven Feliciana de la leyenda
de Lope en el Laurel de Apolo (Silva III) que asistió a la
Universidad de Salamanca disfrazada de hombre siguiendo a
su enamorado. De su producción literaria se conservan varias
composiciones poéticas y la Tragicomedia de los campos Sa¬
beos, impresa en Coimbra y Lisboa en 1624 y 1627. La obra
parece evocar la relación sentimental de su juventud; en ella,
como en el soneto que aquí ofrecemos, Maya es Feliciana, y
Clarisel Francisco de León Garavito, abogado prestigioso
con el que se casó en segundas nupcias. En el prólogo hace
una curiosa defensa de la preceptiva dramática clásica frente a
las técnicas de sus contemporáneos.
FELICIANA ENRÍQUEZ DE GUZMÁN

MADRIGAL

Dijo el Amor, sentado a las orillas


de un arroyuelo puro, manso y lento:
“Silencio, florecillas,
no retocéis con el lascivo viento;
que duerme Calatea, y si despierta, 5
tened por cosa cierta
que no habéis de ser flores
en viendo sus colores,
ni yo de hoy más Amor, si ella me mira.”
¡Tan dulces flechas de sus ojos tira! 10

5 Calatea encarna, dentro de la mitología griega, la dulzura y la delicade¬


za. Su amor por el pastor Acis desencadenó la ira de Polifemo que, al no
verse correspondido, aplastó a su rival con una roca. Calatea convirtió a su
amado en río. '

148
ANTOLOGÍA

SONETO
A LAS BODAS DE MAYA Y CLARISEL

En los campos elisios Himeneo,


Juno y Venus las bodas celebraban
de dos esposos, y las coronaban
de arrayán y del árbol de Timbreo.

Caliope y Euterpe al son que Orfeo, 5


Elio y Talía en arpas acordaban,
sus tálamos felices festajaban
de uno y otro llegados al deseo;

1 campos elisios: parte de los infiernos donde los hombres virtuosos y los
héroes vivían felices después de la muerte.
Himeneo: dios que preside el cortejo nupcial.
2 Juno: diosa romana protectora de las mujeres, especialmente de las ca¬
sadas.
4 Timbreo: Sobrenombre de Apolo que deriva de la ciudad de Timbrea.
5 Caliope y Euterpe: musas.
Orfeo: Hijo del rey tracio Bagro y de Caliope. Inventó la cítara o le
añadió, en honor de las musas, dos cuerdas más a las siete que ya tenía. Fue
rey de Tracia y famoso músico y poeta.
6 Elio: Helio.
Talía: una de las nueve musas, la que presidía la comedia y la poesía
festiva.

149
^ FELICIANA ENRÍQUEZ DE GUZMÁN

“De descanso, diciendo, largos años


les dé el divino amor, y la discordia 10
de su puerta no pase los umbrales;

entre brocados y purpúreos paños


Maya y su Clarisel, siempre leales,
gocen de felicísima concordia.” (*)

(*) Incluidos por Adolfo de Castro en “Floresta de varia poesía” de Poetas


líricos de los siglos xvi y xvii, Madrid, 1923, pp. 544 y 545 respectivamente,
de donde los tomamos. Desconocemos la fuente original de estas composi¬
ciones; el madrigal fue atribuido por Lope de Vega a la autora.

150
Inarda de Arteaga

T^esconocemos los datos biográficos de esta autora. De


la “Décima en elogio de Agustín de Rojas”, que figu¬
ró al frente de El viaje entretenido (1704), se deduce que
vivió a finales del siglo XVI y principios del XVII. Solamen¬
te conocemos de ella la referida composición y el soneto
que incluimos en esta antología.
INARDA DE ARTEAGA

SONETO

Alegres horas de memorias tristes


que, por un breve punto que durastes,
a eterna soledad me condenastes
en pago de un contento que me distes.

Decid: ¿por qué de mí, sin mí, os partistes 5


sabiendo vos, sin vos, cuál me dejastes?
Y si por do venistes os tornastes,
¿por qué no al mismo punto que vinistes?

¡Cuanto fue esta venida deseada


y cuán arrebatada esta venida! 10
Que, en fin, la mejor hora fue menguada.

No me costastes menos que una vida


la media en desear vuestra llegada
y la media en llorar vuestra partida. (*)

(*) DeMss. 3890, déla B,N.M.,f. 120.

152
Mariana de Vargas y Valderrama

A Jo disponemos de ningún dato que permita reconstruir


ly su biografía ni lo que fue la creación literaria de esta
poetisa de la que, únicamente, nos ha llegado este soneto a
Diego Hurtado de Mendoza.
MARIANA DE VARGAS Y VALDERRAMA

A DON DIEGO HURTADO


DE MENDOZA

Al tronco ilustre de donde ha salido


vuelves el bello fruto de una rama,
dándole eterno nombre y nueva fama
por tronco, rama y fruto merecido.

Digno lauro en el mundo has adquirido 5


y justamente con amor te llama
cuidadosa Amaltea, que derrama
las flores que del tiempo ha recogido.

¿Quién al gran Alejandro retratara


sino el famoso Apeles, ni le hubiera 10
otro que a su primor le aventajara?

¿Quién lo que emprendes intentar pudiera


ni al insigne don Diego nos cantara,
único cisne, si cual tú no fuera? (*)

7 Amaltea-, Nodriza de Zeus. Véase la misma referencia en el “Soneto a


don Francisco de Borja y Aragón” de Elena de Paz.
10 Apeles: pintor griego, retratista de Filipo y Alejandro. Véase el “Re¬
trato” de Catalina Clara Ramírez de Guzmán.
(*) De Juan Díaz Hidalgo, Obras del insigne Don Diego de Mendoza,
Embaxador del Emperador Carlos V en Roma, Madrid, 1610, [p. 5v].

154
Clara María de Castro y Andrade

C omo en el caso de la poetisa anterior, de Clara María


de Castro tampoco nos ha llegado noticia alguna,
salvo este madrigal que dedica a doña Ana de Castro y
Egas, prima suya.
CLARA MARIA DE CASTRO Y ANDRADE

MADRIGAL A SU PRIMA
DOÑA ANA DE CASTRO Y EGAS

Anarda, con tu aliento,


el consagrado coro de las nueve,
en sonoro concento,
por tu decoro, por tu honor se mueve.
Hoy triunfa Manzanares,
hoy por ti le veneran
el Tajo, el Tormes, el Genil y Henares.
Hoy cuantos beneméritos esperan
los laureles de Apolo,
en postrado, aunque honroso rendimiento,
el suyo no, tu plectro invocan sólo.
Hoy la más digna, la que osada intenta,
generosa ambición, silla en tu coro,
que, preferida, el número engrandeces,
de emulación exenta
opuesta a tu decoro
bien tu valor en su ignominia creces,
décimo, a su pesar, tu nombre cuenta.

3 concento: canto acordado de diversas voces.


ANTOLOGÍA

¿Qué deidad, pues, qué culto no mereces?


¡Vive ¡oh musa gallarda! 20
tu propia eternidad, divina Anarda! (*)

(*) De Eternidad del Rey Don Felipe tercero Nuestro Señor, el Piadoso.
Discurso de su vida y santas costumbres. Al serenísimo Señor el Cardenal
Infante su hijo, Doña Ana Castro Egas, Madrid, Vda. de Alonso Martín,
1629, [pp. 23V-24].

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Elena de Paz

L os escasos datos que se conocen de esta autora permi¬


ten afirmar que profesó como clarisa y que su vida, o
parte de ella, transcurrió en Salamanca. Parece ser que su
formación humanista fue notable, lo que le permitió expre¬
sarse tanto en latín como en castellano en una producción
que, aunque desconocida, se cree que fue fecunda.
ELENA DE PAZ

SONETO A
DON FRANCISCO DE BORJA Y ARAGÓN

Rizo el pelo, la vista procelosa,


con siete estrellas la cerviz luciente,
agudo el corvo alfanje de la frente,
la boca rayos fulminó espantosa.

El ceño torvo, la nariz fogosa, 5


el grueso labio espuma, acero el diente,
la copia de Amaltea floreciente,
vierte el cretense Toro rosa a rosa.

1 Francisco de Borja y Aragón fue virrey del Perú entre 1614 y 1621, A su
regreso a España desarrolló la mayor parte de su labor literaria y publicó su
obra poética. Estuvo estrechamente relacionado, durante toda su vida, con
intelectuales y artistas.
7 copia: ‘abundancia’, pero también retrato. Nótese la ironía.
Sobre la leyenda de Zeus y Amaltea existen dos versiones. Para unos auto¬
res Amaltea es la ninfa que amamantó a Zeus con leche de una cabra. Para
otros es, precisamente, el nombre de la cabra que vivía en el monte Ida de la
isla de Creta. Se la relaciona con el cuerno de la abundancia o cornucopia.
Obsérvese el juego conceptual creado por copia, Amaltea y floreciente.
8 Se refiere al Toro de Creta, animal sagrado surgido de las aguas del mar
de Creta que devastó la isla y anduvo errante hasta que Teseo lo capturó y
sacrificó.

160
ANTOLOGÍA

Otro de luces tantas despojado,


heroico a Borja ilustre fue trofeo, 10
por quien florece Apolo mejorado.

Si éste da lustre a Apolo en su museo


y Apolo a aquél de fuego ha coronado,
¿a cuál las plantas deben más su aseo? (*)

(*) De Aplauso gratulatorio de la insigne escuela de Salamanca al Ilustrísi-


mo Señor Don Francisco de Borja y Aragón, por la restauración de los votos
de los estudiantes, recogido por Manuel de Acevedo, Barcelona, [s.a.] Sebas¬
tián de Cormellas, p. 9.

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Antonia de Nevares

hermana de Marta de Nevares, la última amante de


± Lope de Vega. Apenas nada se sabe de ella. Participó
en la justa poética celebrada en 1620 con motivo de la ca¬
nonización de San Isidro Labrador, en cuyas fiestas fue
animador Lope de Vega y en las que fue premiada con Inés
de Zayas, el propio Lope, Calderón, Guillén de Castro y
otros autores célebres.
■¡^ ANTONIA DE NEVARES

A LA EXCELENTÍSIMA SEÑORA
CONDESA DE OLIVARES (*)

SONETO

Símbolo de la paz te cupo en suerte,


ave de Venus celestial, no humana,
que el verde ramo entre la viva grana
sol muestra, nubes limpias flores vierte.

En la gloria mortal templanza advierte 5


que a la vida inmortal el paso allana,
que a la virtud, que no a la pompa vana,
respeta el mármol, reino de la muerte.

Tú, pues, escucha en cítara sonante


triunfos del Pan, que vencedor derriba, 10
nuevo David, al Calidón gigante.

(*) Isabel de Velasco, dama de honor de la reina Margarita, que contrajo


matrimonio con el Conde Duque de Olivares.
3 verde ramo: el ramo de olivo que simboliza la paz.
10 Pan: dios de los pastores y rebaños, mitad hombre y mitad macho ca¬
brío. Se le representaba con la siringe, la corona de pino y el cayado de
pastor, y a veces con jabalina como cazador.
11 Calidón: jabalí de prodigioso tamaño liberado por Artemisa, encoleri¬
zada porque el rey no la había invocado en los sacrificios de la recolección.
Según las leyendas más conocidas no fue Pan quien lo mató sino Meleagro.

164
ANTOLOGÍA

Debidas glorias a tu ilustre oliva,


que con el manto militar delante
dos reyes sirve y con entrambos priva. (*)

14 Obsérvese la alusión al gran poder del Conde Duque de Olivares.


(*) De Lope de Vega, Triunfos divinos, Madrid, Vda. de Alonso Martín,
1625, [p. 6],

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Bernarda Ferreira de Lacerda
(1595-?)

TJ'scritora portuguesa nacida en Oporto en 1595. Su


1—j esmerada formación literaria le valió el elogio de sus
contemporáneos, entre los cuales Lope de Vega y Pérez de
Moltalbán le dedicaron la égloga Filis y el Orfeo en Len¬
gua castellana, respectivamente.
Dedicó su poema España libertada a Felipe ///, cuyo
deseo de que sus hijos Carlos y Fernando hubieran sido
educados por la poetisa no llegó a verse realizado. Su obra
más interesante, las Soledades de Bugaco, que contie¬
ne inspirados romances descriptivos, se publicó en Lisboa
en 1634.
BERNARDA FERREIRA DE LACERDA

SONETO AL DESIERTO DE BUgACO

Jardín cerrado, inundación de olores,


fuente sellada, cristalina y pura;
inexpugnable torre, do segura
de asaltos, goza el alma sus amores.

Intactas guardas tus hermosas flores, 5


matas la sed, destierras la secura,
ostentas majestad, y desa altura
penden trofeos siempre vencedores.

El verdor tuyo nunca el lustre pierde,


ni se enturbia el candor de tu corriente; 10
firme está tu invencible fortaleza.

Que es el jardín cerrado siempre verde,


es siempre clara la guardada fuente,
y es propia de la torre la firmeza.

168
ANTOLOGÍA

ROMANCES A LAS SOLEDADES


DE BURACO (*)

[111]

Dentro, en la cerca dichosa


de los felices descalzos
que transforman en Carmelo
la montaña de Buraco,
entre sus ásperas peñas, 5
yacen valles matizados
de alegre verde, que al tiempo
no suele ser tributario.
Exento de sus rigores,
ofrece por todo el año 10
al sol alfombras diversas,
a la tierra, hermoso manto.
A partes, las arboledas
muestran bosques tan cerrados.

(*) En el siglo xvi, los carmelitas, que buscaban un lugar de retiro, eligie¬
ron los frondosos bosques de Bugaco, célebres por la belleza y variedad de
su flora; allí edificaron un convento y numerosas ermitas y fuentes, así como
una muralla que los aislara del exterior. El bosque fue convertido en un
lugar paradisíaco por los monjes, que plantaron gran variedad de árboles y
plantas traídos de diversos lugares, incluso de ultramar.

169
BERNARDA FERREIRA DE LACERDA

que no los traspasa Febo 15


con sus rutilantes rayos.
Desde la entrada al convento,
se camina por debajo
de pabellones de plantas,
cuyos ramos forman lazos. 20
Allí se mezclan las hojas
de los plátanos copados
con los enebros y fresnos,
los robles y álamos altos.
Allí el funesto ciprés, 25
con el vitorioso lauro,
de las hayas y saúcos
están recibiendo abrazos.
Allí el árbol que, galán,
se ve primero adornado 30
de la flor que de las hojas,
crece dulce y crece amargo.
Dríades son destos bosques
virtudes que, acompañando
su soledad, enamoran 35
angélicos solitarios.
Con los codos que en la sierra
a partes van levantados,
dos veces pierde la vista
aquel monasterio santo. 40
Junto dél por un recuesto,
blandamente murmurando,
arroyo corre de plata
sobre guijas de alabastro.

33 Dríades: Ninfa de los bosques, la duración de cuya vida era igual a la de


su árbol.

170
ANTOLOGÍA

a quien sirven de cortinas 45


crecidos robles que, ufanos,
matizándole de sombras,
en él se están retratando.
Es de innumerables fuentes
todo aquel sitio regado, 50
que liberales se muestran
en las sierras y en los campos.
Cuál de la más alta peña
se viene haciendo pedazos,
por sembrar en las pizarras 55
de aljófar hermosos granos.
Cuál sale por los resquicios
de los más duros peñascos;
cuál d’ entre juncos agudos,
para poder murmurarlos; 60
cuál entre la blanca arena
brota y brinca dando saltos,
por hacer danzas y juegos
con chinillas y guijarros;
cuál cercada de espadañas, 65
con travieso y leve paso,
al verde berro y poleo,
las cabezas va mojando;
cuál calza de tersa plata
al roble y alcornoque alto, 70
a trueco de que la vistan
con sus intrincados ramos;
cuál en brazos de la zarza,
que muestra estarla sangrando
con sus agudos espinos, 75
tiende cristalinos brazos;

56 aljófar: perla pequeña e irregular, aquí gotas de agua.

171
BERNARDA FERREIRA DE LACERDA

cuál riega rosales bellos


por vestirse de encarnado
cuando el travieso Favonio
les da de súbito asalto.
Es princesa destas fuentes
la de Elias, en regalo
y salubridad del agua,
a quien cubre roble opaco.
Hija de pizarra fría,
su cualidad tomó tanto,
que siendo plata a la vista,
es nieve al gusto y al tacto.
Muchos álamos la cercan
por gozar de espejo claro,
y su corriente graciosa
para en un estanque largo.
También la de San Silvestre
nace entre fríos peñascos,
tan cubiertos de arboleda
como de gracia labrados.
En el pecho de la sierra,
donde el divino palacio
tiene su asiento, otra fuente
baja en curso apresurado.
Parece que de oprimido
el monte con peso tanto,
revienta y se desentraña
en arroyos dilatados.
La frente fría es aquesta
que, con su corriente helando
todo lo que toca, deja
de plata un valle bordado.

79 Favonio: Céfiro.
ANTOLOGÍA
líJ
Por entre juncias y trébol
también los arroyos claros, 110
con su murmuro apacible,
del viento se van quejando.
De flores y de boninas
todo el suelo está sembrado,
tapiz de varios colores, 115
telar de tapices varios.
Aquí florece el clavel
sobre los musgosos cantos;
allí las violetas blandas,
junto de espárragos bravos; 120
clavellinas con coscoja,
los alhelíes variados
y las cándidas mosquetas
entre los agrestes cardos;
la albahaca y majorana, 125
entre el heno y los carrascos;
los hongos y las ortigas,
con maravillas mezclados.
Los resquicios de las piedras,
en bien partidos espacios, 130
para servir de pensiles
alegres se están mostrando.
Dentro dellos los jazmines,
junto de los musgos pardos,
ostentan mayor belleza 135
al desdén, libres de ornato.
Unos a las altas rocas
enlazan con tiernos brazos;

109 juncias: hierbas silvestres.


113 ¿)on/nas: manzanillas locas.
121 coscoja: hojas secas de encina.

173
BERNARDA FERREIRA DE LACERDA

otros, de sauces y alisos


adornan troncos y garfios. 140
La clicie, por entre abrojos,
venera al planeta caro;
ciñen tas selvas al lirio
y al narciso enamorado;
las coloquíntidas suben 145
por los rústicos castaños,
por igualarse a su fruto,
aunque de espinos armado.
De la graciosa retama
lustra el amarillo claro 150
por encima de los montes,
entre el espinoso acanto.
Allí se mira el cerezo,
que en sus ramas, engastados,
muestra cientos de rubíes 155
cuando sopla el viento manso.
La coronada granada
descubre el pecho sangrado,
y colgado de los riscos
mil pomos de oro el naranjo. 160
La toronja, entre las cidras,
se cuelga de los collados;
de los olmos, los parrales;
de las rocas, los manzanos.
Entre bellotas y agallas, 165
dulces racimos colgados.

139 alisos: álamos.


141 clicie: girasol.
145 coloquíntidas: plantas de frutos con propiedades medicinales.
161 cidras: fruto parecido al limón.
165 agallas: escrecencias que se forman en algunos árboles.

174
ANTOLOGÍA
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parecen sartas lucidas
de vidrios negros y blancos.
Las fresas de hermoso nácar
adornan los valles bajos, 170
y corónanse las cumbres
de los cidonios dorados (*).

(*) De Soledades del Bugaco, Lisboa, Matías Rodríguez, 1634, pp. 111 y
14-19, respectivamente.
172 cidonios: ‘cidonias’, membrilleros.

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Ana Caro Mallén de Soto

cree que nació en Granada o en Sevilla. Su vida trans-


lJ currió en esta última ciudad y en Madrid. Asistió a la
Academia Literaria del conde de la Torre, presidida por
Antonio Ortiz Melgarejo. Mantuvo gran amistad con la
novelista María de Zayas, en cuya compañía, según pare¬
ce, vivió algún tiempo. Se desconoce la fecha de su muerte,
aunque se sabe que en 1645 todavía vivía. Escribió las
obras dramáticas El conde de Partinuplés, que formó par¬
te del Laurel de comedias de diferentes autores (1653), y
Valor, agravio y mujer; una Loa sacramental, descripción
de las fiestas del convento de San Miguel, de las de San
Francisco de Sevilla por los mártires del Japón, y varias
composiciones en elogio de don Francisco Salgado, María
de Zayas, Inés Jacinta Manrique de Lara, etc.
ANA CARO MALLÉN DE SOTO
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DON JUAN

Como el que ve de la aurora


la estrella o claro lucero,
de su lumbre mensajero,
cuando el horizonte dora,
que se admira y se enamora 5
de su brillante arrebol;
pero saliendo el farol
del cielo, luciente y puro,
el lucero llama obscuro
viendo tan hermoso el sol... 10
así yo, que a Leonor vi,
o de lucero o estrella,
adoré su lumbre bella
y su mariposa fui;
mas luego, mirando en ti 15
del sol lucientes ensayos,
hallé sombras y desmayos
en la vista de mi amor,
que es poca estrella Leonor
y eres sol con muchos rayos. 20

178
ANTOLOGÍA
12J
ESTELA

Como el que en la selva umbrosa


o jardín, ve de colores
una provincia de flores,
pura, fragante y hermosa,
que se aficiona a la rosa 25
por su belleza, y al fin
halla en la selva o jardín
un jazmín, y porque sabe
que es el jazmín más suave,
la deja y coge el jazmín... 30
así yo, que vi a don Juan,
rosa que a la vista agrada,
de su valor obligada,
pude admitirle galán.
Mas, siendo tu vista imán 35
de mi sentido, escogí
lo que más hermoso vi;
pues aunque la rosa admiro,
eres el jazmín, y miro
más fragante gala en ti. 40

LEONOR

El que en la Aniebla obscura


de alguna noche camina,
adora por peregrina
del lucero la luz pura;
sólo en su lumbre asegura 45
de su guía la esperanza,
y aunque ya del sol le alcanza

179
ANA CARO MALLÉN DE SOTO

el rayo, está agradecido


al lucero, porque ha sido
de su tormenta bonanza. 50
Tú, en el obscuro contraste
de la noche de tu amor,
el lucero de Leonor,
norte a tus penas, miraste;
guióte, mas olvidaste, 55
como ingrato, la centella
de su lumbre clara y bella
antes de amar mi arrebol.
¿Ves cómo sin ver el sol
aborreciste la estrella? 60

LUDOVICO

El que eligió en el jardín


el jazmín, no fue discreto,
que no tiene olor perfeto
si se marchita el jazmín.
La rosa hasta su fin, 65
porque aun su morir le alabe,
tiene olor muy dulce y grave,
fragancia más olorosa...
luego es mejor flor la rosa,
y el jazmín menos süave. 70
Tú, que rosa y jazmín ves,
admites la pompa breve
del jazmín, fragante nieve,
que un soplo al céfiro es;
mas conociendo después 75
la altiva lisonja hermosa

180
ANTOLOGÍA

de la rosa codiciosa,
la antepondrás a mi amor,
que es el jazmín poca flor,
mucha fragancia la rosa. (*) 80

(*) Del diálogo entre don Juan, Estela, Leonor y Ludovico en la jorna¬
da II de la comedia Valor, agravio y mujer. De ella se conservan dos manus¬
critos en la BNM: el Mss. 16620, de finales del siglo xvii y el 17377 del siglo
xviii, que no presentan diferencias textuales entre sí. Los fragmentos trans¬
critos se encuentran en los ff. 31 y 32 del primero y 20 y 21 del segundo. José
Manuel Blecua en Poesía de la Edad de Oro, Madrid, Castalia, 1987, p. 36,
publica esta última composición, con ligeras variantes, como de Juan de
Salinas (1555-1643), según la edición de sus Poesías, Sevilla, 1869.

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Justa Sánchez del Castillo

'KTo se conocen los puntos cardinales de su biografía.


1 y Parece que tuvo una intensa vida amorosa, aunque
tal vez su fama de mujer libertina sea debida tanto a su
ingenio mordaz y satírico como a un epigrama del conde
de Villamediana. En él se vengaba de la poetisa por haber¬
le abandonado y conceder sus favores a don Diego de To¬
bar y Valderrama. Solamente conocemos de esta autora el
romance que transcribimos a continuación y un soneto a
Doña Ana de Castro y Egas incluido en la Eternidad del
Rey Don Felipe tercero...
JUSTA SÁNCHEZ DEL CASTILLO

ROMANCE A UNA DAMA


QUE PEDÍA TREINTA ESCUDOS POR UN BESO

Tratar del beso de Judas


y de los treinta dineros
ni es decente, ni del caso;
pasemos a otro conecto.
Di, serafín mercader, 5
que hiciste en besos tu empleo,
si tan caros los despachas
¿cuándo esperas salir dellos?
La boca de la Bocina
que reside allá en el cielo, 10
es más fácil de besar,
o más barata a lo menos.
Las premáticas me valgan
en tan excesivo precio,
que no tiene hacienda el Fúcar 15
para una noche de invierno.

9 Bocina: Osa Mayor.


13 premáticas: ‘pragmáticas’, ciertas leyes.

184
ANTOLOGÍA
I2J
Lástima tengo a tus labios,
que, por interés grosero,
no sabrán lo más del año
lo que son labios ajenos. 20
De tu boca me parece
que besara en el infierno,
por justo castigo, siempre
a la del rico avariento.
Con temor hablo de ti; 25
no me ejecutes por ello,
pues el tomarte en mi boca
querrás que pase por beso.
Esto cantaba un pastor
sin los escudos propuestos 30
en la orilla de su boca
por no atreverse a entrar dentro. (*)

(*) De un manuscrito del siglo xvii de la Biblioteca Nacional, Mss. 3773,


f. 21.

185
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Leonor de la Cueva y Silva
(t d. 1650)

A Jacio a principios del siglo XVII en Medina del Campo,


y
1 donde se cree que transcurrió su vida. Fue sobrina del
poeta y astrólogo Francisco de la Cueva y Silva. Escribió la
obra dramática La firmeza en la ausencia y numerosas
poesías líricas cuya edición se encuentra actualmente en
preparación. Estas últimas se recogen con otras de Juan
Salinas, Góngora, Lope y otros poetas, en un cancionero
manuscrito de los siglos XVI y XVII.
LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA

SONETO

Ya ha salido el invierno: ¡albricias, flores,


árboles, fuentes, prados y arroyuelos,
que de el rigor de sus helados velos
os saca el mayo derramando amores!

Ya os cantan dulcemente ruiseñores 5


llenos de gusto y libres de desvelos,
y liberales los impíreos cielos
os dan la variedad de mil colores.

Ya compone los bellos cuadros Flora,


desafiando el arte a la natura, 10
a quien vence la hermosa jardinera

que por la vista alegra y enamora,


el alma suspendiendo en la hermosura
de la verde y galante primavera.

188
ANTOLOGÍA

SONETO

Ni sé si muero ni si tengo vida,


ni estoy en mí, ni fuera puedo hallarme,
ni en tanto olvido cuido de buscarme,
que estoy de pena y de dolor vestida.

Dame pesar el verme aborrecida 5


y si me quieren, doy en disgustarme;
ninguna cosa puede contentarme,
todo me enfada y deja desabrida;

ni aborrezco, ni quiero, ni desamo;


ni desamo, ni quiero ni aborrezco, 10
ni vivo confiada ni celosa;

lo que desprecio a un tiempo adoro y amo;


vario portento en condición parezco,
pues que me cansa toda humana cosa.

189
LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA

SONETO A FLORIS

Ausente estoy de tus divinos ojos;


en fin, ausente y lleno de desvelos;
si al ausencia cruel siguen los celos,
confieso, Floris, que me dan enojos.

¡Ay! ¡Quién gozara de tus rayos rojos 5


sin tantos sobresaltos ni desvelos,
pues mientras duran los nublosos velos
he de tener la rienda a mis antojos!

¿Cuándo se ha de acabar, Floris divina,


la rigurosa pena de no verte 10
y el cobarde temor de tu mudanza?

Que aunque eres en firmeza peregrina,


vive mi amor dudoso de perderte,
aunque más le sustenta la esperanza.

190
ANTOLOGÍA

LIRAS A LA HERMOSURA
Y VARIEDAD DE FLORES
DE LA PRIMAVERA

Plantas bellas y hermosas


resucitadas de el abril ufano
que anuncia vuestras rosas,
sacándoos del rigor tan inhumano
de el cano invierno helado 5
a ser gallarda ostentación de el prado;
jacintos que primicias
sois, y violetas, de las otras flores,
que parece que albricias
pedís al mundo, provocando amores 10
de que ya el mayo hermoso
se le acerca con paso presuroso;
dorados alhelíes
bellos, blancos narcisos y mosquetas,
rosas, sí, carmesíes, 15
de la purpúrea sangre más perfetas
de la Ericina diosa.

17 Se refiere a Afrodita que, en este caso, toma el nombre de la montaña


de Erix, en Sicilia, donde existió un templo dedicado a la diosa. Sus plantas
eran la rosa y el mirto.

191
LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA

que su color os dio su planta undosa;


olorosos junquillos,
poblada madreselva, jazmín blanco, 20
de los montes tomillos,
fragante azahar, en quien el cielo franco
mostró con mil primores
más divino poder en tus olores;
campanillas moradas, 25
casta azucena y trébol oloroso,
manutisas rosadas,
azul espuela, toronjil hojoso,
encarnados claveles,
menuda albahaca y verdes mirabeles; 30
rajadas clavellinas,
lirio que haces gallardos tornasoles,
gigantas que divinas
os mostráis, pues seguís los arreboles
de Cintio celestiales, 35
que su rosa os llamamos los mortales;
árboles de mil nombres,
que viste abril de flor y mayo de hoja,
regalo de los hombres,
a quien noviembre robador despoja 40
el galano vestido,
de verdes esmeraldas guarnecido;

18 undosa: ondosa.
27 manutisas: ‘minutisas’, plantas de pequeñas flores de variados colores
del blanco al rojo.
28 espuela: ‘espuela de caballero’, planta de flores en espiga blancas, azu¬
les o rosadas.
toronjil: ‘melisa’.
30 mirabeles: planta de adorno de hojas muy pequeñas.
33 gigantas.- ‘girasoles’.
35 Cintio.- el sol.

192
ANTOLOGÍA

arroyuelos helados
que el rubio sol los grillos os desata,
adorno de los prados, 45
risa de el monte, bulliciosa plata,
y de las aves lira
por cuyo aliento cada flor respira;
puras fuentes hermosas,
espejos claros de la blanca Aurora; 50
vida, sí, de las rosas,
gloria de el campo, espíritu de Flora,
de la vista recreo,
satisfacción suave de el deseo;
jardines deleitosos 55
donde se cifran máquinas tan bellas,
amenos y espaciosos,
morada hermosa de quien son estrellas
las siempre refulgentes
hermanadas cabrillas más lucientes; 60
plantas, flores y fuentes,
invierno, abriles, mayos y arroyuelos,
árboles diferentes,
jardín ameno, estrellas de los cielos
y campos dilatados 65
[sol, aurora cándida y verdes prados,]
todos sois de el verano
y primavera galas excelentes,
librea de su mano,
que os da y reparte en tiempos diferentes 70
en mil varias colores
con que suspende el alma en sus primores.

66 Verso tachado en manuscrito.


LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA

LIRAS EN LA MUERTE DE
MI QUERIDO PADRE Y SEÑOR

Dejad, cansados ojos,


el justo llanto que os convierte en fuentes,
detened los enojos
y enjugad vuestras líquidas corrientes,
que al mal que oprime el pecho 5
el alma y el corazón le viene estrecho.
En tan terrible pena,
ni hallo descanso, gusto ni alegría;
de todo estoy ajena,
y sólo tengo la desdicha mía 10
por alivio y consuelo,
que de todo lo más me priva el cielo.
Quitóme en breves días,
airado y riguroso, un bien amado,
a las fortunas mías 15
añadiendo este golpe desdichado.
¡Oh suerte fiera y dura!
¡Llorad, ojos, llorad mi desventura!
Contenta el alma estaba
en sus trabajos, penas y dolores 20
con el bien que gozaba;

194
LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA
tíJ
mas la Parca cruel, con mil rigores,
fiera y embravecida,
cortó el hilo al estambre de su vida.
Musa, detente un poco, 25
que si de tantos males hago suma
y en él presente toco,
no es suficiente mi grosera pluma,
que pues estoy penando,
cuanto puedo decir digo callando.(*) 30

(*) De Mss. 4127 de la Biblioteca Nacional de Madrid, ff. 233, 229,


233-36, 188 y 189-190, respectivamente.

196
Sor María de Santa Isabel
“Marcia Belisarda”
(t d. 1646)

J^ecunda poetisa nacida en Toledo a principios del siglo


± xva. Firmó sus composiciones con el pseudónimo de
“Marcia Belisarda’’. De su vida se sabe poco. Fue religiosa
del convento toledano de la Concepción, pero sus versos
profanos, infinitamente más inspirados que los religiosos,
delatan que en su corazón guardaba secretos afectos mun¬
danos. Sus Poesías suman un total de 138 composiciones,
algunas de gran belleza. Desconocemos la fecha de su fa¬
llecimiento, aunque se sabe que todavía vivía en 1646. La
edición de sus obras se encuentra, en preparación.
SOR MARÍA DE SANTA ISABEL

ROMANCE MELANCÓLICO

Pensamiento, si pensáis
en dar a mi mal remedio,
mal pensáis, porque es un mal
causado de pensamientos.
Pienso con ajenos gustos 5
engañar propios deseos,
y es engaño donde el alma,
penando más se halla menos.
Si en dormir busco descanso,
por ser de el morir diseño, 10
más me canso, porque lidio
con enemigos desvelos.
Siempre intento hallar alivio
y siempre queda el intento
con el logro en esperanza 15
y con la esperanza a riesgo.
O apenas alivio hallo
cuando apenas ya le pierdo,
el intento examinando
convertido en escarmiento. 20
En mi dolor no hay templanza.

198
ANTOLOGÍA

y si a la memoria apelo,
para el que tengo presente
me da pasados remedios.
En fin, peno, siento y callo 25
por no decir lo que siento,
que solo puedo quejarme
de que quejarme no puedo.
Nacer amable es estrella,
suerte nacer con ingenio; 30
pero si falta ventura
nada es gloria y todo infierno. (*)

(*) De Mss. 7469 de la BN, f. 31/26, aunque omitimos los siguientes ver¬
sos: “Nuestra derrota sigamos/triste corazón sin miedo/por el golfo de des¬
dichas/rumbo más seguro y cierto/ Ay de mí triste/ socorro cielos / que me
anego sin agua/ en sentimientos./ Socorro cielos, socorro os pido/ dad en
llanto a mis penas/ algún alivio.”

199
SOR MARÍA DE SANTA ISABEL

ROMANCE

Procurad, memorias tristes,


divertir mi pensamiento
con penas que siempre son,
y no con gustos que fueron.
Representadme pesares, 5
dejad pasados contentos,
que son figuras de humo
en el teatro de el viento.
Muy bien entiendo las voces
de nuestro mudo silencio, 10
que mal concertadas suenan,
que acordes fueron un tiempo.
De mis muertas esperanzas
clamor parecen sus ecos,
o que se cantan endechas 15
a mi perdido sosiego.
Si con inciertos favores
olvidáis agravios ciertos,
guerra armáis al corazón,
no menos que a sangre y fuego. 20
No me déis en vaso de oro

200
ANTOLOGÍA
líJ
disimulado veneno,
creyendo así lo que dice
quien no cree lo que siento.
Memorias, dejadme ya, 25
o acabad mi vida luego,
que no hay fuerzas en el alma
para tan crueles tormentos.

201
SOR MARÍA DE SANTA ISABEL
15

DÁNDOME POR ASUNTO CORTARSE UN DEDO


LLEGANDO A CORTAR UN JAZMÍN

Filis, de amor hechizo soberano,


cortar quiso un jazmín desvanecido,
y de cinco mirándose excedido
quedó de el vencimiento más ufano.

No bien corta el jazmín, cuando tirano 5


acero, en rojo humor otro ha teñido,
mintiendo ramillete entretejido
de jazmín y clavel la hermosa mano.

Átropos bella a la tijera cede


piadosa ejecución si, inadvertida, 10
a su mano dolor ocasionando.

Que si alma con su sangre dar no puede,


en vez de muerte, dio al jazmín la vida,
de amor el dulce imperio dilatando.

9 Atropos: Parca encargada de cortar el hilo de la vida del hombre.

202
ANTOLOGÍA

SONETO

Cuando borda de perlas el aurora


tapetes que matizan bellas flores,
en lisonjas retornan los favores
con que las enriquece y enamora.

Luego la sigue el sol, que a rayos dora 5


la variedad vistosa de colores,
a quien las aves repitiendo amores
hacen salva con música sonora.

Así yo cuando vi la aurora hermosa


del sol que desterró la niebla oscura 10
de una ausencia, si ya no sol ni ave

racional, la belleza milagrosa


venero con verdad sencilla y pura,
y el premio fue un desdén severo y grave. (*)

(*) Del Libro de poesías, mss. citados, ff. 8v., 88 y 23v, respectivamente.
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María de Zayas y Sotomayor
(t d. 1660)

Jk Jacio en Madrid, tal vez en el seno de una familia no-


1V ble. Su vida transcurrió en la primera mitad del siglo
XVII. Como novelista se dio a conocer con dos colecciones
de novelas cortas, Novelas ejemplares y Parte segunda del
sarao y entretenimiento honesto, publicadas en Zaragoza
en 1637 y 1647, respectivamente. Su poesía aparece inter¬
calada en sus novelas y en su obra dramática Traición en la
amistad. También escribió poemas encomiásticos a Miguel
Botello, Juan Pérez de Montalbán, Francisco de las Cue¬
vas... y panegíricos fúnebres a Lope de Vega y Montalbán.
Se sitúa su muerte después de 1660.
MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR

En el claro cristal del desengaño


se miraba Jacinta descuidada,
contenta de no amar, ni ser amada,
viendo su bien en el ajeno daño.
Mira de los amantes el engaño, 5
la voluntad, por firme, despreciada,
y de haberla tenido escarmentada,
huye de amor el proceder extraño.
Celio, sol desta edad, casi envidioso,
de ver la libertad con que vivía, 10
exenta de ofrecer a amor despojos,
galán, discreto, amante y dadivoso,
reflejos que animaron su osadía,
dio en el espejo, y deslumbró sus ojos.
Sintió dulces enojos, 15
y apartando el cristal, dijo piadosa:
“Por no haber visto a Celio, fui animosa,
y aunque llegue a abrasarme,
no pienso de sus rayos apartarme.”

206
ANTOLOGÍA

Que muera yo, Liseo, por tus ojos,


y que gusten tus ojos de matarme;
que quiera eon tus ojos alegrarme,
y tus ojos me den cien mil enojos.

Que rinda yo a tus ojos por despojos 5


mis ojos, y ellos en lugar de amarme
pudiendo con sus rayos alumbrarme,
las flores me convierten en abrojos.

Que me maten tus ojos con desdenes,


con rigores, con celos, con tibieza, 10
cuando mis ojos por tus ojos mueren.

¡Ay, dulce ingrato! que en los ojos tienes


tan grande deslealtad como belleza,
para unos ojos que a tus ojos quieren. (*)

(*) De Traición en la amistad (edición de Alessandra Melloni), Universitá


degli Studi de Verana, Verana, 1983, p. 51.

207
MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR

Amar el día, aborrecer el día,


llamar la noche y despreciarla luego,
temer el fuego y acercarse al fuego,
tener a un tiempo pena y alegría.

Estar juntos valor y cobardía, 5


el desprecio cruel y el blando ruego,
tener valiente entendimiento ciego,
atada la razón, libre osadía.

Buscar lugar en qué aliviar los males


y no querer del mal hacer mudanza, 10
desear sin saber qué se desea.

Tener el gusto y el disgusto iguales,


y todo el bien librado en la esperanza,
si aquesto no es amor, no sé qué sea.(*)

(*) De la novela Aventurarse perdiendo, primera de las Novelas amorosas


y ejemplares, Zaragoza, Hospital Real, 1637, p. 13, de donde procede tam¬
bién el primer texto, p. 33. Esta composición también se incluye en su obra
dramática Traición en la amistad (J. II). La lectura de este texto en la
edición de Alessandra Melloni (p. 53) ofrece ligeras variantes con respecto
al texto de la misma publicado por Serrano Sanz en Apuntes... op. cit.
pp. 590-620 y no contempla las diferencias textuales del poema tal como se
publicó en la novela.

208
ANTOLOGÍA

Claras fuentecillas,
pues que murmuráis,
murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad, que vive 5
libre y descuidado,
y que mi cuidado
en el agua escribe,
que pena recibe,
si sabe mi pena; 10
que es dulce cadena
de mi libertad.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad que tiene 15
el pecho de hielo,
y que por consuelo,
penas me previene;
responde, que pene,
si favor le pido, 20
y se hace dormido.

209
MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR
12J
si pido piedad.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad que llama 25
cielos, otros ojos;
mas por darme enojos
que porque los ama,
que mi ardiente llama
paga con desdén, 30
y quererle bien,
con quererme mal.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar;
y si en cortesía 45
responde a mi amor,
nunca su favor
duró más de un día.
De la pena mía,
ríe lisonjero, 40
y aunque ve que muero,
no tiene piedad.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad, que ha días 45
tiene la firmeza,
y que con tibiezas
paga mis porfías.
Mis melancolías
le causan contento, 50
y si mudo intento,
muestra voluntad.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad que he sido 55

210
ANTOLOGÍA

Eco desdichada,
aunque despreciada,
siempre le he seguido,
y que si le pido
que escuche mi quexa, 60
desdeñoso dexa,
mis ojos llorar.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad que altivo, 65
libre y desdeñoso
vive, y sin reposo
por amarle, vivo;
que no da recibo
a mi eterno amor, 70
antes con rigor
me intenta matar.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad sus ojos 75
graves y severos,
aunque bien ligeros
para darme enojos;
que rinden despojos
a su gentileza, 80
cuya altiva alteza
no halla su igual.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.

56 Eco: Ninfa de los bosques enamorada de Narciso por el que no fue


correspondida. Al morir se transformó en eco.

211
MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR
W
Murmurad que ha dado 85
con alegre risa,
la gloria a Belisa,
que a mí me ha quitado;
no de enamorado,
sino de traidor, 90
que aunque finge amor,
miente en la mitad.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad mis celos 95
y penas rabiosas,
¡ay fuentes hermosas
a mis ojos cielos!,
y mis desconsuelos,
penas y disgustos, 100
mis perdidos gustos
fuentes murmurad,
y también a Narciso,
que no sabe amar. (*)

(*) De El castigo en la miseria. Lo tomamos de la edición de Agustín de


Amezúa de las Novelas amorosas y ejemplares. Madrid, Aldus, 1948,
pp. 130-33.

212
Violante do Ceo
(1601-1693)

T^eligiosa portuguesa que nació en Lisboa en 1601. Ma-


J\ nifestó una gran afición a los estudios lingüísticos, li¬
terarios y científicos, a los que se dedicó con interés. Se
retiró del siglo, aunque sin excesiva vocación religiosa,
profesando en el convento de la Rosa de Lisboa en 1630.
Desde el claustro siguió sus estudios y mantuvo la relación
social con parientes y amigos. Su fecunda labor poética se
compone de sonetos, canciones, glosas, romances... escri¬
tos en castellano y en portugués, entre los que alternan los
temas amorosos y religiosos. El desengaño, la pasión y los
celos animan su poesía de tema profano.
VIOLANTE DO CEO

SONETO
Sobre el sicut spina rosam, genuit Judaa Mariam(*)

No por ser entre espinas producida


de la rosa feliz, la pompa hermosa,
deja de ser la coronada rosa
reina de la república florida.

Así vos, que a la rosa parecida, 5


nacistes de una planta rigorosa,
no dejastes de ser. Virgen gloriosa,
reina de la región esclarecida.

Y pues para quedar de gracia llena,


tal flor de tal espina se levanta, 10
¿quién duda, aunque cual vos no hay flor amena,

que no suele la idea sacrosanta


en terreno vergel, selva terrena,
para escoger la flor, mirar la planta?(**)

(*) Como del espino nace la rosa, así de Judá nació María.
(**) Soneto IX del Parnaso lusitano de divinos e humanos versos compos-
tos pela Madre Soror Violante do Ceo, Lisboa, Miguel Rodríguez, 1732,
pp. 7-8.

214
ANTOLOGÍA

ROMANCE

¡Oh! Cesen ya los remedios


que para vivir me aplican,
que quien de celos se muere
no es bien que muriendo viva.
Dejen ya de importunarme 5
cansadas filosofías,
que nunca males del alma
de Esculapio necesitan.
Deponga las diligencias
quien mi vida solicita, 10
que apresurarme la muerte
es sólo darme la vida.
Con la muerte rigurosa
las desdichas se terminan,
que si no es dicha la muerte 15
es la postrera desdicha.

8 Esculapio: dios romano de la Medicina.

215
VIOLANTE DO CEO

Vivir con celos y penas


mal se puede llamar vida,
que vida con que se muere
es sólo una muerte viva. 20
Muera quien amando tanto
mereeió tan poea dieha,
que en vez de eorrespondencias
exprimenta tiranías.
Muera quien idolatrando 25
la eausa más peregrina,
adquirió sólo desdenes
con firmes idolatrías.
Muera quien, siendo eonstante,
fue tan mal eorrespondida, 30
que tributando verdades
adquirió sólo mentiras. (*)

(*) De Rimas varias de la madre soror Violante del Cielo, Roan, 1646,
p. 127.

216
Beatriz Jiménez Cerdán

esta poetisa sólo se sabe que vivió en la primera mi-


Ly tad del siglo XVII. La única composición que ha lle¬
gado hasta nosotros es este soneto a la muerte de doña Isa¬
bel de Borbón, recogido en el obelisco dedicado al príncipe
Baltasar.
BEATRIZ JIMÉNEZ CERDÁN

SONETO A LA MUERTE DE
DOÑA ISABEL DE BORBÓN (*)

De Francia marchitó la flor más bella,


del rigor más común el golpe fiero;
desdicha grande, si funesto agüero,
que a España le dejó tanta querella.

Si alfombras de cristal triunfante huella, 5


túmulo de dolor grave y austero
renueva sus memorias, tan severo
que anocheció la más lucida estrella

que atenta celebra las memorias


del sol, a quien debió luces tan claras, 10
llorando que le falten sus reflejos.

(*) Hija del rey Enrique IV de Francia y María de Médicis. Nació en Fon-
tainebleau en 1603. Contrajo matrimonio con Felipe IV en 1615 y reinó en
España entre 1621 y 1644. Tuvo dos hijos, Baltasar Carlos y la infanta María
Teresa, esposa de Luis XIV de Francia. Su influencia en la vida artística y su
participación en la vida cortesana dejaron una profunda huella entre sus
contemporáneos. Su muerte, acaecida en 1644, y la del príncipe don Balta¬
sar Carlos que falleció en 1646 en Zaragoza, a los 17 años, fueron muy
sentidas y lloradas poéticamente.

218
ANTOLOGÍA
W
Perdió su luz mi sol, perdí mis glorias;
aquí, vida veloz, tu curso paras;
quiebren a un mismo tiempo dos espejos. (*)

(*) Incluido por Juan Francisco Andrés en el Obelisco histórico y honora¬


rio que la Imperial ciudad de Zaragoza erigió a la inmortal memoria del
Serenísimo Señor Don Baltasar Carlos de Austria Príncipe de las Espadas,
Zaragoza, Hospital de Nuestra Señora de Gracia, 1646, p. 53.

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Sor Marcela de San Félix
(1605-1688)

T Tija de la actriz Micaela Luján y Lope de Vega. Nació


in. en Madrid en 1605. Aunque su educación no fue
esmerada, era una de las hijas predilectas de Lope, a quien
admiró y emuló como escritora. Desde los diez años mani¬
festó una precoz vocación literaria. A los dieciséis, ingresó
en el convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid, do¬
tada por el duque de Sessa. A la muerte de Lope, Marcela
suplicó que el cortejo fúnebre desfilase ante las rejas del
convento para darle su último adiós. El resto de su vida
transcurrió dedicada por entero a la vida religiosa, en la
que desempeñó en dos ocasiones el cargo de ministra, y a
la poesía, en la que hizo honor a la herencia paterna. Se
conservan solamente sus obras en verso, entre las que des¬
tacan varios Coloquios representables, loas, endechas, se¬
guidillas, liras, etc. Falleció en 1688, a los 83 años de edad.
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

ROMANCE A UNA SOLEDAD

En ti, soledad amada,


hallaba mi compañía;
en ti los días son glorias,
en ti las noches son días.
En ti cogí de mi amor 5
con abundancia excesiva,
fértil cosecha del alma
dulce agosto de mi vida.
En ti gocé de mi Esposo
las pretendidas caricias, 10
los halagos sin estorbos,
los regalos sin medida.
En ti vi de su belleza,
aunque en tiniebla, divina.
¡Con cuánta razón me prende, 15
con cuánta causa cautiva!
En ti me vi alguna vez
anegada y sumergida,
en el mar de dulces aguas,
y riquezas infinitas. 20
En ti con tos imposibles

222
ANTOLOGÍA

satisface mi codicia;
que con lo posible, amor
nunca llena su medida.
En ti me vi felizmente 25
muy negada y muy vacía
de criaturas y afectos,
y muy lejos de mí misma.
En ti gocé libertad
de tanto precio y estima, 30
que darlo todo por ella
no será paga cumplida.
En ti celebro, mi Esposo,
en aquel dichoso día,
en amoroso himeneo 35
las bodas de mi alegría.
En ti estuve tan gozosa,
contenta y entretenida,
que no podré encarecer
lo menos que en ti sentía. 40
En ti, con dichas tan grandes
las horas, noches y días
dulcemente se pasaban,
instantes me parecían.
En ti ¡qué corto mi sueño 45
y qué larga mi vigilia!
¡Qué penoso fue el descanso!
¡Qué gustosa la fatiga!
En ti le dije a mi amante
lo tierna que le quería, 50
lo mucho que me obligaba
lo poco que le servía.
En ti le solicitaba
con finezas y caricias
a que me diese su amor, 55

223
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

pues el mío conocía.


En ti pudo conocer
cómo le estaba rendida
mi alma, que está colgada
de su voluntad divina. 60
En ti le pedí su unión
con ansias de amor tan vivas,
c|ue no sé si le obligaron;
El lo sabe y Él lo diga.
En ti procuré entregarle 65
tan por suya el alma mía,
los sentidos y potencias,
que Él los mande y Él los rija.
En ti también le ofrecí
serle fiel y agradecida, 70
correspondiente a su amor
y por todo extremo fina.
En fin, en ti le ofrecí
todo cuanto yo tenía,
a todo lo que anhelaba, 75
todo cuanto apetecía.
En ti le di de mi amor
la posesión tan cumplida,
que ninguno me ha quedado
para nadie en esta vida. 80
En ti conocí del suyo
la gran fuerza y valentía,
lo ardiente con que me enciende,
lo activo con que me anima.
En ti le vi, liberal, 85
intentar hacerme rica;
que derramando sus dones
pudo saciar mi codicia.
Mas no me doy por contenta.

224
ANTOLOGÍA

que mi afecto a más aspira, 90


y sólo Él mismo podrá
dar satisfacción cumplida.
Así, soledad amada,
causa de todas mis dichas,
después que tú me faltaste 95
me ha faltado el alegría.
Cercóme la confusión,
el afán y las fatigas;
todo me aflige y congoja
y causa melancolía. 100
Las criaturas me estorban,
los apetitos me irritan,
los afectos me atormentan,
y las pasiones se avivan.
Tempestades se levantan, 105
brama el mar, y la barquilla
grande tormenta padece,
de las olas combatida.
¡Ay, soledad, deseada
de mi alma y pretendida! 110
cada vez que te exprimento,
tengo de ti más estima.
¡Oh, si gozara de ti
lo que durara mi vida,
a quien triste muerte llamo 115
sin tu presencia querida!
¡Quién hablará dignamente,
con lengua humana y tardía,
de tus grandes perfecciones,
agrado y soberanía! 120
¡Qué de santos engendraste!
En ti con vida divina
en frágil barro vivieron

225
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

innumerables cuadrillas.
La pureza, la oración, 125
la contemplación divina
tus hijas son, soledad;
de ti nacen, tú las crías.
¿Qué virtud no se alimenta
con tus pechos y caricias? 130
¿Quién deja de estar contento
si te busca y te codicia?
Tú causas los desengaños,
y a la verdad solicitas,
para que, usando su fuerza, 135
atropelle a la mentira.
Haces del destierro patria,
y sacas con valentía
a las almas que te aman
de la opresión de sí mismas. 140
Y por no ofenderte más
con ignorancias tan mías,
no diré en tus alabanzas
lo mucho que se ofrecía.

226
ANTOLOGÍA

ROMANCE DE UN ALMA
QUE TEMÍA DISTRAERSE
AL SALIR DE UN RETIRO

Dulce querido mío,


hechizo de mi alma,
si enamorarme intentas
ya estoy enamorada.
Si pretendes, mi Bien, 5
con amorosas trazas,
con cautelas divinas,
probar mi fe y constancia,
excesiva es la prueba,
más parece amenaza, 10
pues dice que mi amor
admitirá mudanza.
Aunque te niegues luego,
tu presencia a mi alma
estará firme en todo 15
con la misma constancia.
Aunque por tus desdenes,
desvíos y amenazas,
crezcan las aflicciones
sin término ni pausa; 20
aunque no quede en mí

227
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

señal de que me amas,


me tendrás, vida mía,
guardando tus espaldas.
Aunque me diga todo 25
que me tienes dejada
y que dejar la empresa
puedo por olvidada,
tierna te buscaré
desde la noche al alba, 30
desde el alba a la noche,
sin dar fin a mis ansias.
Es muy grande el incendio
en que yace mi alma
para que se consuma 35
aunque le cerquen aguas.
Tú, que en mi corazón
vives como en tu casa,
sabes de mis amores
los efectos y causas. 40
Sabes que es ya tan tuyo
que en Ti sólo descansa,
en Ti sólo se alegra,
y lo demás le cansa.
Sabes que por tenerte 45
mil suspiros exhala,
mil congojas padece
con infinitas ansias.
Pues hallado una vez
el bien que deseaba, 50
¿cómo le ha de olvidar
por más que le combatan?
Si con dulces violencias
tus amores me enlazan,
tus caricias me obligan. 55

228
ANTOLOGÍA

tu hermosura me mata;
si sabes que me tienes
cautiva y hechizada,
y de amor por tus ojos
ardiendo en vivas llamas, 60
y, que dejando yo
tu soledad sagrada,
y en volviendo a la aldea
mitigaré mis ansias;
que, el confuso tropel 65
de criaturas tantas,
con las ocupaciones
apagarán la llama,
y si Tú te retiras
y haces ausencias largas, 70
faltará la memoria
de finezas pasadas,
y sin ella, el afecto
es fuerza tenga pausa,
y todo el bien se acabe 75
en voluntad templada;
si yo de presumida,
con loca confianza
esperara en mis fuerzas,
sin duda me faltaran; 80
pero si pongo en Ti
todas mis esperanzas,
¿por qué ha de persuadirme
que se han de ver frustradas?
¿Tengo yo de pensar 85
que de burlas me amas?
¿que por juego acaricias?
¿por donaire regalas?
Y después. Dueño mío.

229
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

que con veras tan claras, 90


con finezas tan tuyas,
me obligas y dilatas,
no puedo yo creer
que amistad tan fundada
acabe un accidente, 95
en fin, tan leve causa,
pues en Ti presumida
y en tu amor alentada,
prometo a tu belleza
que no ha de haber mudanza. 100
Tu esposa fiel seré,
mi Bien, aunque te vayas,
y ausentes tantas veces
cuantas te doy el alma.
Y aunque tu sierva inútil, 105
tu puntual esclava,
estaré ejecutando
tu voluntad sin falta.
¿Ha de faltar tan presto
tanto amor, sin más causa 110
que volver a la aldea
a servir en tu casa?
Bien sé yo. Señor mío,
que ha de sentir el alma
el que breves instantes 115
has de comunicarla.
Y es fuerza que eche menos
las horas regaladas
que en tan dulces coloquios
en tus brazos pasaba. 120
Bien sé que he de decir
¡ay, soledad amada!
donde con tanta gloria

230
ANTOLOGÍA
ISJ
de mi Esposo gozaba,
y que con tierno llanto, 125
en memorias pasadas
pasaré de tu ausencia
noches tristes y largas;
pero aun quererlo Tú
toda fatiga para, 130
todo afecto se niega
y toda queja es vana.
No sé si a fuer de necia
estoy tan confiada,
que te he de amar ahora, 135
mi Bien, con más ventajas,
y que no ha de ser parte
toda la astucia humana
del que afecta oponerse
para entibiarme el alma. 140
Afile su agudeza
y primorosas trazas,
que armada con la fe
hollaré su arrogancia.
Con esto. Dueño mío, 145
no haya más amenazas,
no mates con temores
a quien de amores matas.

231
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

EL JARDÍN DEL CONVENTO

En estas verdes hojas


que aquesta fuente riega
con agua de mis ojos,
que suya no la lleva,
contemplo. Amado mío 5
tu grande providencia,
tu beldad soberana,
y tu hermosura inmensa.
También, por el contrario,
conozco mi vileza, 10
mi imperfección sin par,
mi descuido y tibieza,
pues las hojas y flores
que crecen tan apriesa,
con sus calladas voces 15
significan mis menguas,
y siempre que las miro
parece que me enseñan
que yo sola en el mundo
soy la que nunca medra. 20

232
ANTOLOGÍA

Miro del cinamomo


aquella copia inmensa
de su olorosa flor
que tanto nos deleita.
Parece que a porfía 25
su multitud afecta
llevarse de las flores
la palma de belleza.
En las guardadas rosas
a quien espinas cercan, 30
de tus hermosas llagas
la memoria refrescan.
Los vistosos jazmines
en su candor ostentan
lo lindo de tus manos 35
y liberal franqueza,
porque sin aguardar
que los cojan por fuerza,
ellos se dan al suelo
sin hacer resistencia. 40
Acuérdame tu olor
la fragante mosqueta,
tan noble entre las flores
y tan linda en sí mesma.
El clavel estimado 45
tu sangre representa,
y por esto merece
le traten con decencia.

21 cinamomo: árbol de flores olorosas de color violeta, cuyas cápsulas sir¬


ven para hacer cuentas de rosario.
42 mosqueta: rosal muy espinoso de flores pequeñas y blancas.

233
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

De tus hermosos labios,


del coral dulce afrenta, 50
su cárdeno color
me muestran las violetas.
Majestuosa siempre
la cándida azucena,
tu bellísimo cuello 55
venturoso semeja.
La fecunda retama,
tan rubia como bella,
de tus cabellos de oro
me da memorias tiernas 60
Muestra por abrazar
la siempre verde yedra;
a que busque tu unión
provoca mi tibieza.
Procurando ascender, 65
si presumida trepa,
humilde se aprisiona,
que de amante se precia.
Misericordia y paz
este olivo me enseña 70
que siempre las procure
por costosas que sean.
Las rojas clavellinas
y minutisas bellas,
de imitar tu color 75
parece que se precian.
Pero el bizarro lirio,
con gravedad modesta,
porque a él te comparas.

74 minutisa: véase 27 de Leonor de la Cueva y Silva

234
ANTOLOGÍA
W
más ufano campea. 80
Y la suave albahaca,
símbolo de pureza,
su verdor apacible
nuestra esperanza alienta.
Clavelones, adorno 85
de las últimas fiestas,
enseñan que la muerte,
como terrible, es cierta.
Recuerdo de humildad
es la hierba doncella, 90
aunque vistosa y grave
no sale de la tierra.
Los amargos ajenjos
me enseñan a que tenga
mortificado el gusto 95
y al apetito venza.
El robusto alhelí
que el invierno no seca,
me fuerza que haga rostro
a toda la aspereza. 100
El funesto ciprés,
aunque árbol de tristeza,
provoca a devoción
y soledad enseña;
y la del nombre dulce, 105
felicísima hierba
que de Santa María
nos acuerda y recrea.

90 hierba doncella: planta de flores azules un poco mayores que las


violetas.
107 hierba de Santa María: ‘atanasia’, planta olorosa con propiedades me¬
dicinales cultivada en jardines.

235
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX

Las ásperas ortigas


intratables y fieras, 110
en igualar mi agrado
presumen competencia.
Entre todas las flores,
puede la gigantea
pretender por amante 115
que alaben tus finezas.
Del sol enamorada
siempre mirarle intenta,
y por vueltas que da
de seguirle no cesa. 120
¡Oh cómo reprehende
el descuido y tibieza
con que busco. Dios mío,
a tu amable presencia!
Los árboles copados 125
alegres manifiestan
los sazonados frutos
que el justo le presenta.
Las abundantes parras,
alegres manifiestan 130
que a tu sangre Real
accidentes le prestan.
Mis años mal gastados
me acuerda aquesta higuera,
pues ha crecido tanto, 135
y yo estoy tan pequeña.
Y habiéndonos plantado
en esta santa tierra,
casi en un mismo tiempo
mil ventajas me lleva. 140

114 gigantea:'girasoV.

236
ANTOLOGÍA
tu
El riguroso invierno
con su mucha aspereza,
os quita los vestidos
y deja en gran probreza;
tolerando rigores, 145
y sufriendo inclemencias,
me enseñáis, apacibles,
a que tenga paciencia.
Con suave agasajo
la alegre primavera 150
siempre os sirve gustosa
de madre y camarera.
De la Resurrección
parece nos da nuevas,
cuando sin menoscabo 155
nos tornen nuestra tierra.
Los árboles y plantas,
las flores y las hierbas,
publican tu hermosura
y dicen tu grandeza. 160
Todas, Señor, me animan,
me enseñan y me fuerzan
a que te sirva y ame,
te alabe y te engrandezca. (*)

(*) Del manuscrito autógrafo de Sor Marcela conservado por las Trinita¬
rias Descalzas de Madrid, ff. 321-327, 386-392 y 371-377, respectivamente.
Hemos consultado el microfilm n." 32 de la Biblioteca Nacional.

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jr4:

& él
Catalina Clara Ramírez de Guzmán
(1611-d. 1670?)

jrpecunda poetisa que nació a finales del siglo XVI en Lle-


Jl rena (Badajoz), donde posiblemente transcurrió su
vida. Algunas de sus poesías, como el autorretrato humo¬
rístico que intercambió con otro de Atanasio Pantaleón de
Rivera, ofrecen rasgos conceptistas que recuerdan la poesía
de Quevedo.
CATALINA CLARA RAMÍREZ DE GUZMÁN

RETRATO DE LA [AUTORA]
HABIÉNDOSELE PEDIDO
UN GALÁN SUYO (*)

Un retrato me has pedido,


y aunque es alhaja costosa
a mi recato,
por lograrte agradecido,
si he dicho que soy hermosa, 5
me retrato.
El carecer de belleza
con paciencia lo he llevado;
mas repara
en que ya a cansarme empieza 10
y aunque lo niegue mi agrado,
me da en cara.

(*) En el manuscrito, 'autora' y ‘hermano’ aparecen tachados del título.


‘Hermano’ es sustituido por ‘galán’. Rodríguez Marín en su edición de Poe¬
sías de la autora, Badajoz, Centro de Estudios Extremeños, 1930, p. 251,
corrige ‘galán’ por ‘hermano’ y aduce que este error es patente existiendo la
poesía LlI (“Habiendo enviado un retrato en verso a su hermano, que le
escribió se le enviase’’).
6 Nótese el doble sentido de ‘retrato’ y ‘retracto’.

240
ANTOLOGÍA
tu
Pero, pues precepto ha sido,
va a un retrato reducida
mi figura, 15
y porque sea parecido
ha de ser cosa perdida
la pintura.
No siendo largo ni rizo,
a todos parece bien 20
mi cabello,
porque tiene tal hechizo,
que dicen cuantos lo ven
que es rebello.
Si es de azucena o de rosa 25
mi frente, no comprehendo,
ni el color,
y será dificultosa
de imitar, pues no le entiendo
yo, la flor. 30
Y aunque las cejas en frente
viven de quien las mormura
sin recelo,
andan en traje indecente,
pues siempre está su hermosura 35
de mal pelo.
Los ojos se me han hundido,
y callar sus maravillas
me da enojos.
Pero tengo dos neguillas 40
cuyo agrado me ha servido
muy de ojos.

40 neguillas: manchas negras de la dentadura de las caballerías que permi¬


ten determinar su edad.

241
CATALINA CLARA RAMÍREZ DE GUZMÁN

Mis mejillas desmayadas,


nunca se ve su candor,
y esto ha sido
porque están tan espantadas
las tales, que hasta el color
han perdido.
De mi nariz he pensado
que algún azar ha tenido,
o son antojos;
pero a ello me persuado
porque siempre la he traído
entre los ojos.
Viéndola siempre a caballo,
mi malicia me previene
que lo doma,
y en buena sazón lo hallo,
pues aunque lengua no tiene
se va a Roma.
No hallaré falta a mi boca
aunque modesto el desdén
me lo mande,
porque el creerlo me toca,
y dicen cuantos la ven
cosa es grande.
Pero aunque es tan acabada,
confieso que le hace agravio
un azar,
pues a el que mejor le agrada
dije que tiene en el labio
un lunar.
Mi garganta es pasadera,
y aunque no es larga, no estoy
disgustada,
pues en viéndome cualquiera
ANTOLOGÍA
W
ha de confesar que soy
descollada.
Tiene el que llega a mi mano,
aunque ella misma lo niega, 80
gran ventura,
pues llegue tarde o temprano
a sus dedos, siempre llega
a coyuntura.
Con todo, tan poco valen 85
aunque alegan con querellas
no ser mancas,
que cuando mejores salen
nunca hallo quien sobre ellas
dé dos blancas. 90
Porque nada desperdicia
dicen que es corto mi talle,
y he observado
que no es talle de codicia,
pues nadie puede negalle 95
que es delgado.
Que el mundo le viene estrecho
su vanidad ha llegado
a presumir,
y viendo su mal deshecho 100
más de cuatro le han cortado
de vestir.
Pues no merece mi brío
quedarse para después,
ni el donaire, 105
no encaresco por ser mío;
sólo digo que no es
cosa de aire.
A ser célebres sospecho
que caminan mis pinceles 110

243
CATALINA CLARA RAMÍREZ DE GUZMÁN

cuando copio,
pues el retrato que he hecho
sé que no lo hiciera Apeles
tan al propio.
Sin haberte obedecido, 115
el trabajo a mi despecho
ha sido vano,
pues tú cabal lo has pedido,
y todo el retrato he hecho
de mi mano. 120
Y que tiene, es infalible, ^
algún misterio escondido,
y yo peno
por saber cómo es posible
que estando tan parecido, 125
no esté bueno.
Tal cual allá va esa copia,
y si me deseas ver,
yo bien creo
según ha salido propia 130
que te ha de hacer perder
el deseo.
Y si aqueste efecto hace,
temo que pareceré
confiada, 135
que aunque no me satisface
mi trabajo, quedaré
muy pagada. (*)

113 Apeles: Pintor griego, retratista de Filipo y Alejandro.


(*) Mss. 3884, f. 231, de la BNM.

244
Sor Isabel de Jesús
(1611-1681)

M onja ilusa nacida en Toledo en 1611. Sus numerosas


visiones, así como sus recuerdos juveniles, los relata
ella misma en el Tesoro del Carmelo. Ingresó en el con¬
vento de la Tercera Orden del Carmen. Se atribuyó poesías
ajenas.
SOR ISABEL DE JESÚS

DEL ALMA ENAMORADA A SU ESPOSO

Hermosos ojos serenos,


laberintos del amor
en cuyas luces dichosa
se pierde el que los miró.
En la guerra de la ausencia 5
prisionera vuestra soy,
adonde vivo contenta,
dichosa con mi dolor.
Vuestra divina hermosura
es la causa de mi amor, 10
que amar lo perfecto es dicha
y amar lo imperfecto no.

246
ANTOLOGÍA

[LETRA DEL ALMA A SU DIOS]


PORQUE SE RETIRA DE ELLA

Entre los cándidos velos


de aquel incendio de nieve
donde amor disfraza al alma
entre lo blanco lo ardiente,
un amante se me esconde, 5
y por ciertos accidentes
yo sé que se ha escondido
por más de lo que parece.
Por mí dice que se esconde,
y amor por satisfacerle 10
ardientes suspiros lanza
y tiernas lágrimas vierte.
Con lágrimas y suspiros
saber el alma pretende
de estos retiros la causa 15
si la causa lo consiente.
Mi amor ha dado en buscarle,
él ha dado en esconderse;
yo le busco porque quiero
y él se esconde porque quiere. 20
Escóndase o no se esconda
■UJ SOR ISABEL DE JESÚS

yo tengo de amarle siempre


y con el alma y la vida
buscarle para tenerle.
De no ofenderle en mi vida 25
yo propongo firmemente,
que buscarle así es hallarle,
no buscarle así es perderle. (*)

(*) Tesoro del Carmelo, Madrid, Julián de Paredes, 1685, pp. 631 y
632-33, respectivamente.

248
Mariana de Carvajal y Saavedra

tienen escasas noticias biográficas de esta novelista,


LJ última representante, según Pfandl, de la novela ro¬
mántica del siglo XVII. De la portada de sus novelas se
deduce que era natural de Granada, aunque al parecer na¬
ció en Jaén a principios del siglo XVII. Siendo niña se tras¬
ladó a aquella ciudad donde contrajo matrimonio con Bal¬
tasar Velázquez en 1636 y, posteriormente, al ser éste
nombrado del Consejo de Hacienda, fijó su residencia en
la corte. Sus novelas se publicaron en Madrid en 1663 con
el título de Navidades de Madrid y noches entretenidas.
Desconocemos la fecha de su muerte.
MARIANA DE CARVAJAL Y SAAVEDRA

AL INVIERNO

En la parte del año más helada,


cuando la sombra en el Imperio excede
al claro sol, y en nieblas sepultada,
la menos luz al aire se concede,
hace tan corta el día su jornada 5
y tan presto la noche le sucede,
que, en la estación ya lóbrega y sombría,
primero acaba que comienza el día.
El pastor, temeroso y encogido,
a estrecho albergue sus ovejas llama, 10
porque no las sepulte en el ejido
de helada nieve la reciente eama;
y el aire a voces, eon igual ruido,
gime en las selvas y en los montes brama;
y con ellos, cuando enero empieza, 15
cristal los pies, y plata la cabeza.
Las aves no despiertan el aurora,
como acostumbran dulces y süaves,
que en tiempos tales, cuando el campo llora,
comer, y no cantar quieren las aves; 20
y cuando la inclemencia vencedora
retira al puerto las soberbias naves,
resisten en árboles más altos,
del viento en paja, y pluma los asaltos.

250
ANTOLOGÍA
w
Cuanto se mira son montes de nieve 25
que los traslada el viento por instantes;
como otras veces con violencia mueve
de Lybia las arenas inconstantes:
ya el pasajero a caminar se atreve,
ya parecen los árboles gigantes; 30
no ve la industria de librarse modo,
si es todo nieves y peligros todo.
En techos de cristal viven los ríos,
quejosos, aunque callan, del invierno,
moviendo por los cóncavos sombríos, 35
el lento paso de su curso eterno.
La furia temen de los meses fríos,
mas con industria, y natural gobierno,
ahora callan, para dar con ella
al tribunal de mayo su querella. 40
Los tristes campos, que vistieron flores,
y escarcha y nieve temerosos visten,
si de julio sufrieron los ardores,
al frío enero en vano se resisten.
Si el aire, el sol, los hielos y calores, 45
en deslucirlos sin piedad insisten,
padezca alegre, quien lograr espera
venganzas de la fértil primavera.
El sol se templa, ablándanse los hielos,
las flores vuelve el mismo que las lleva, 50
risueños muestran su piedad los cielos,
nace en octubre una esperanza nueva;
desátanse los muchos arroyuelos,
todo lo muda el tiempo, y lo renueva;
y para sí, con su poder alcanza, 55
que siendo el mismo, es otra la mudanza. (*)
(*) De Amar sin saber a quién, novela octava de Navidades de Madrid y
noches entretenidas, Madrid, Domingo García Morras, 1663, pp. 170-72.

251
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Ana Abarca de Bolea
(¿1623/1624?-fines XVII)

A Jacio en Casbas, en el seno de una noble familia, en


1V 1623 ó 1624. A los 3 años ingresó en el monasterio de
su lugar, donde profesó como religiosa bernarda y del que
fue abadesa entre 1672 y 1676. Desde su retiro mantuvo
relación amistosa y literaria con personas de su rango
como don Andrés de Ustarroz —comentarista de la obra
de Góngora—, con el que intercambió una interesante co¬
rrespondencia literaria, o Vicencio Lastanosa. Su novela
religioso-pastoril Vigilia y Octavario de San Juan Bautista
es su obra más conocida. En ella se intercalan composicio¬
nes poéticas, un apólogo de La ventura en la desdicha y la
novela Fin bueno en el mal principio. Otras obras suyas
son Vida de la gloriosa Santa Susana, Vidas de algunas
Santas del Orden del Císter, Historia del aparecimiento y
milagros de Nuestra Señora de Gloria y algunas composi¬
ciones sueltas.
ANA ABARCA DE BOLEA

LIRAS A UNAS VIRUELAS

Su nombre perdió el mal, Clorinda hermosa,


pues se muestra con vos tan cortesano
que a vuestra blanca mano
no se atreve a llegar, y es justa cosa
que, de su mano aleve, 5
la vuestra no se manche, que es de nieve.
Mostróse a los principios atrevido,
probó a rendiros con mostrarse fuerte,
amenazó con muerte,
mas quedó, conociéndoos, tan rendido, 10
que en ver vuestra belleza
huye, teme, y olvida su fiereza.
Vuestros dos, descansando, hermosos soles,
sin duda de matar cuantos miraron,
el calor retiraron; 15
y sus bellos y alegres arreboles,
en flechas convertidos,
hieren su mismo dueño inadvertidos.
Del humor que se exhala de la tierra
se hace la nube condensada y, luego, 20
con arrogancia, el fuego

254
ANTOLOGÍA

al contrario elemento le hace guerra


y en vez de darle abrazos,
con rayos a la nube hace pedazos.
Esas que en vos, Clarinda, eran centellas, 25
si olvido por pasados sus rigores,
ocultos resplandores
entre celajes muestran ya de estrellas,
y aunque lo oculta el velo,
en vuestro cuerpo están como en su cielo. 30
A vuestro cuerpo de marfil nevado
de lisonja le sirve y hermosea,
si bien a otros afea,
pues es marfil de mármol taraceado
que el rosicler vistoso 35
de las viruelas le hace más hermoso.
No se atrevieron aunque tan osadas
a vuestro rostro por no darle enojos,
que de esos bellos ojos
temieron con rigor ser castigadas, 40
y porque a esa hermosura
pretendella afear, fuera locura.

25 Clarinda: Sic en Octavario


35 rosicler: color rosado suave de la aurora.
ANA ABARCA DE BOLEA
IS

ROMANCE A UNA FUENTE

Fuente que en círculo breve


presumes de gran raudal,
si tus principios observas
no te precipitarás.
Considera que mendiga 5
en diverso mineral,
con anhelos de grandiosa
te nos quieres ostentar.
Rica de bienes ajenos
todos nos dicen que estás, 10
que usurpas, cual poderoso,
a los pobres el caudal.
De ambiciosa te calumnian,
mas tú te puedes quejar,
pues ves, no te agradecemos 15
el gran susto que nos das.
Recién nacida se ofrece
a clausura tu humildad,
no son acciones de niña,
aunque sean en agraz. 20
20 en agraz: precozmente.

256
ANTOLOGÍA

Parecímonos las dos,


mas en proseguir está
la fineza, fuente amiga,
no des pasos hada atrás.
Dicen que envidias te quieren 25
de esta huerta desterrar,
que hasta en raudales ofende
lo claro de la verdad.
Que eres en todo sabrosa
no hay quien lo pueda dudar, 30
que fuente en huerta de monjas
quién duda que tendrá sal.
Aunque estás puesta en la pila
no te quieren bautizar
con nombre, mas, desde hoy 35
eres fuente del peral.
Uno guarda tus espaldas,
pero aunque te haga amistad,
es imposible que tú
le dejes de mormurar. 40
Mas de cosario a cosario
muy poco perdido habrá,
que te la juran sus hojas
con desquite general.
En mí has visto, claramente, 45
que te trato la verdad,
siendo más clara que tú,
que no es poco ponderar.
Quédate, adiós que ya es tiempo
de comer y de almorzar, 50
donde probaré tus aguas
brindando a todo zagal.

41 cosario: murmurador, chismoso.

257
ANA ABARCA DE BOLEA

DÉCIMA A UN JAZMÍN

Estrella entre verdes hojas


naciste radiante y bella,
errante en tu misma estrella
pues te ocasiona congojas.
De los alientos que arrojas 5
por ese candor nevado,
a presumir he llegado
que hurtó tu mano sutil
si la blancura al marfil,
la fragancia a todo el prado. (*) 10

(*) De Vigilia y Octavario de San Juan Bautista... Doña Ana Francisca


Abarca de Bolea Mur y Castro, Zaragoza, Pascual Bueno, 1679, pp.
103-105, 75-76 y 123, respectivamente.

258
ANTOLOGÍA

SONETO A LA MUERTE DEL


PRÍNCIPE DON BALTASAR

Lapidario sagaz, duro diamante


labra, resiste firme al golpe fiero,
tíñelo en sangre y pierde aquel primero
rigor a la labor menos constante.

Contra Carlos el mal no era bastante, 5


que queda al golpe cual diamante entero,
tíñelo en sangre amor, y el mal severo,
sujeta con amor a un hijo amante.

El mal lo agrava y el amor lo aflige,


aquél pide remedio, éste no tiene, 10
y quien conoce aquél a éste no alcanza.

No rige el mal, que amor de madre rige,


y Carlos por amor a perder viene
la vida en flor, y España la esperanza. (*)

(*) Del citado Obelisco histórico, i honorario que la Imperial ciudad de


Zaragoza erigió a la inmortal memoria del Sereníssimo Señor Don Baltha-
sar... p. 53.

259
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Antonia Jacinta de Barreda

L as dos únicas composiciones conocidas de esta autora,


unas décimas a Juan Pérez de Montalbán y este sone¬
to a su padre, don Alonso, con motivo de la muerte del
poeta, fueron recogidas y publicadas por Pedro Grande de
Tena en 1639.
ANTONIA JACINTA DE BARREDA

A ALONSO PÉREZ DE MONTALBÁN,


EN LA MUERTE DEL DOCTOR
JUAN PÉREZ DE MONTALBÁN, SU HIJO

No cubra el rostro, venerable anciano,


el diluvio de lágrimas que viertes,
que serán con tu lástima dos muertes
que enternezcan el pecho más tirano.

Ya no te obliga sentimiento humano 5


si a tanto extremo prodigioso adviertes,
porque llorando el mundo de mil suertes
tu llanto suple el cielo soberano.

Mas ¡ay! que no es consuelo suficiente


al dolor que te oprime, tan proUjo, 10
aunque a la piedad mía más le cuadre.

Porque, aunque llore el mundo amargamente,


no hay quien a un padre llore como un hijo
ni quien a un hijo llore como un padre. (*)

(*) Pedro Grande de Tena, Lágrimas panegíricas a la temprana muerte del


gran poeta, y teólogo insigne Doctor Juan Pérez de Montalbán... Madrid,
Impr. del Reino, 1639, p. 75.

262
Isabel Correa

P oetisa judía nacida, probablemente, en Lisboa. Fue


muy elogiada en su época por su gran erudición, sus
conocimientos de filosofía, arte y literatura, y el dominio
del latín, italiano, inglés, francés, alemán y griego. Tradu¬
jo magistralmente el drama pastoral de Guarino El pastor
Pido publicado en 1694 en Amsterdam, donde transcurrió
la mayor parte de su vida. Perteneció a la academia poética
de Manuel Belmonte. Al Coro de las Musas (1672) de Mi¬
guel de Barros, dedica la composición que aquí incluimos.
ISABEL CORREA
15

No sólo un vital aliento


te exalta, sublima y dora;
divino influjo mejora
tu cándido entendimiento.
Con el alto lucimiento 5
de tu ingenio superior,
das al Pindó más verdor,
cualquiera musa es más bella,
cada renglón una estrella,
y cada letra, una flor. 10
Sale, con gracias difusas,
de tu método profundo,
al gran teatro del mundo
todo el Coro de las Musas.
Por las líneas que andar usas, 15
igualándose a ti sólo,
vuelas al ursario polo
desde el hispánico nido,
entre las Gracias, Cupido,
y entre las Musas, Apolo.(*) 20

7 Pindó: Montaña de Grecia consagrada, en la Antigüedad, a Apolo, las


musas y la poesía.
17 ursario polo: polo norte, señalado por la Osa Menor.
(*) De Miguel Barros, Coro de las Musas, Bruselas, Baltasar Vivien, 1672,
[p. 7).

264
Sor Juana Inés de la Cruz
(1651-1695)

^or Juana Inés de la Cruz, en el siglo Juana de Asbaje y


k3 Ramírez de Cantillana, nació en San Miguel de Ne-
panthla, localidad cercana a Méjico, en 1651. A los doce
años ya componía versos y a los quince gozaba de gran
prestigio por su cultura. Desde temprana edad vivió en el
palacio del marqués de Mancera, Virrey de Méjico, y, pos¬
teriormente, se retiró al claustro como monja jerónima por
causas que nos son desconocidas. Su primer libro dentro
de este género. Inundación Castálida (1689), presenta en el
título el mismo barroquismo que anima las décimas, sone¬
tos, silvas, etc. que en él se incluyen. Aunque también des¬
tacó por su obra en prosa —Carta atenagórica y la Res¬
puesta a sor Pilotea de la Cruz—, su obra poética la sitúa
por la belleza, musicalidad y delicadeza de sus versos
como la “Primera poetisa de Méjico” y una de las mejores
en lengua castellana de todos los tiempos.
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
15

PROCURA DESMENTIR LOS ELOGIOS


OUE A UN RETRATO DE LA POETISA
INSCRIBIÓ LA VERDAD, OUE LLAMA PASIÓN

Éste que ves, engaño colorido,


que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

éste, en quien la lisonja ha pretendido 5


excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,


es una flor al viento delicada, 10
es un resguardo inútil para el hado,

es una necia diligencia errada,


es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

14 Recuérdese el último verso del soneto de Góngora “Mientras por com¬


petir con tu cabello”: “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada...”

266
ANTOLOGÍA

EN QUE DA MORAL CENSURA A UNA ROSA,


Y EN ELLA A SUS SEMEJANTES

Rosa divina que en gentil cultura


eres, con tu fragante sutileza,
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura, 5


ejemplo de la vana gentileza,
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida,


soberbia, el riesgo de morir desdeñas, 10
y luego desmayada y encogida

de tu caduco ser das mustias señas,


con que con docta muerte y necia vida,
viviendo engañas y muriendo enseñas!

267
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

EN QUE SATISFACE UN RECELO


CON LA RETÓRICA DEL LLANTO

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,


como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba, 5


venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste;


no te atormenten más celos tiranos, 10
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,


pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

2 vía: veía.

268
ANTOLOGÍA

OUE CONTIENE UNA FANTASÍA CONTENTA


CON AMOR DECENTE

Detente, sombra de mi bien esquivo,


imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo, 5


sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,


de que triunfa de mí tu tiranía 10
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,


poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

lazo estrecho: brazos y pecho.

269
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

PROSIGUE EL MISMO ASUNTO, (*)


Y DETERMINA QUE PREVALEZCA
LA RAZÓN CONTRA EL GUSTO

Al que ingrato me deja, busco amante;


al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante, 5


y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;


si ruego a aquél, mi pundonor enojo: 10
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo,


de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere, vil despojo.

(*) Trata el mismo asunto que el soneto donde “Resuelve la cuestión de


cuál sea pesar más molesto en encontradas correspondencias, amar o abo¬
rrecer” (166 según el orden de Méndez Planearte). Desarrolla el tema de las
“encontradas correspondencias”.
5-6 diamante: durísimo.
9 reconvengo: convenzo.

270
ANTOLOGÍA

LIRAS QUE EXPRESAN


SENTIMIENTOS DE AUSENTE

Amado dueño mío,


escucha un rato mis cansadas quejas,
pues del viento las fío,
que breve las conduzca a tus orejas,
si no se desvanece el triste acento 5
como mis esperanzas en el viento.
Óyeme con los ojos,
ya que están distantes los oídos,
y de ausentes enojos
en ecos, de mi pluma mis gemidos; 10
y ya que a ti no llega mi voz ruda,
óyeme sordo, pues me quejo muda.
Si del campo te agradas,
goza de sus frescuras venturosas,
sin que aquestas cansadas 15
lágrimas te detengan, enfadosas;
que en él verás, si atento te entretienes,
ejemplos de mis males y mis bienes.
Si al arroyo parlero
ves, galán de las flores en el prado, 20
que, amante y lisonjero.
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

a cuantas mira intima su cuidado,


en su corriente mi dolor te avisa
que a costa de mi llanto tiene risa.
Si ves que triste llora 25
su esperanza marchita, en ramo verde,
tórtola gemidora,
en él y en ella mi dolor te acuerde,
que imitan, con verdor y con lamento,
él mi esperanza y ella mi tormento. 30
Si la flor delicada,
si la peña, que altiva no consiste
del tiempo ser hollada,
ambas me imitan, aunque variamente,
ya con fragilidad, ya con dureza, 35
mi dicha aquélla y ésta mi firmeza.
Si ves el ciervo herido
que baja por el monte, acelerado,
buscando, dolorido
alivio al mal en un arroyo helado, 40
y sediento al cristal se precipita,
no en el alivio, en el dolor me imita.
Si la liebre encogida
huye medrosa de los galgos fieros,
y por salvar la vida 45
no deja estampa de los pies ligeros,
tal mi esperanza, en dudas y recelos,
se ve acosada de villanos celos.
Si ves el cielo claro,
tal es la sencillez del alma mía; 50
y si, de luz avaro,
de tinieblas se emboza el claro día.

31 Elipsis de la estrofa anterior; “si ves la flor delicada / si ves la peña.

272
ANTOLOGÍA
tíJ
es con su obscuridad y su inclemencia,
imagen de mi vida en esta ausencia.
Así que, Fabio amado, 55
saber puedes mis males sin costarte
la noticia cuidado,
pues puedes de los campos informarte;
y pues yo a todo mi dolor ajusto,
saber mi pena sin dejar tu gusto. 60
Mas ¿cuándo, ¡ay gloria mía!,
mereceré gozar tu luz serena?
¿Cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?
¿Cuándo veré tus ojos, dulce encanto, 65
y de los míos quitarás el llanto?
¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos, delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada, 70
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?
¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de gloria mis sentidos?
¿Y cuándo yo, dichosa, 75
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi llanto,
que tanto ha de penar quien goza tanto?
¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante afable, 80
y aquel bien indecible
a toda humana pluma inexplicable,
que mal se ceñirá a lo definido
lo que no cabe en todo lo sentido?
Ven, pues, mi prenda amada: 85
que ya fallece mi cansada vida

273
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

de esta ausencia pesada;


ven, pues: que mientras tarda tu venida,
aunque me cueste su verdor enojos,
regaré mi esperanza con mis ojos. 90

274
ANTOLOGÍA

ARGUYE DE INCONSECUENTES EL GUSTO Y LA CENSURA


DE LOS HOMBRES QUE EN LAS MUJERES
ACUSAN LO QUE CAUSAN

Hombres necios que acusáis


a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual 5
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego,con gravedad, 10
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco 15
y luego le tiene miedo.

7 por qué: cómo.


13 Parecer: Parecerse.

275
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

Queréis, con presunción necia,


hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia. 20
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén 25
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Qpinión ninguna gana,
pues la que más se recata, 30
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por crüel 35
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada? 40
Más, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere.

19 Thais: Célebre cortesana griega de gran belleza, amiga de Alejandro


Magno, Menandro y Ptolomeo.
20 Lucrecia. Esposa de Colatino (510 a. C.) que simboliza la fidelidad
conyugal. Deshonrada por Sexto, hijo de Tarquino el Soberbio, en el que
había despertado una gran pasión, se suicidó en presencia de su padre y de
su esposo. Su muerte originó la sublevación del pueblo contra los Tarquinos
y el establecimiento de la República de Roma.

276
Sor Juana Inés de la Cruz. Museo de América, Madrid.
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

bien haya la que no os quiere


y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas 45
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada, 50
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga,
la que peca por la paga, 55
o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis. 60
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo 65
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo. (*)

(*) De la ed. de A. Méndez Planearte, Obras Completas, T. I, México,


Fondo de Cultura Económica, 1957, pp. 277, 278, 286, 286-87, 289, 313-15 y
228-29, respectivamente.
Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa
(1653-1736)

G regaria Francisca de la Parra Queinoge nació en Sevi¬


lla en 1653. Entró en religión a los 15 años en el con¬
vento de las Madres Carmelitas Descalzas, fundado por
Santa Teresa de Jesús, donde fue Priora y maestra de novi¬
cias. En 1706 fundó un monasterio de su orden en la Puen¬
te de Don Gonzalo. Torres Villarroel publicó su biografía
en 1738 donde se encuentran intercaladas sus poesías.
SOR GREGORIA FRANCISCA DE SANTA TERESA

EL PAJARILLO

Celos me da un pajarillo,
que remontándose al cielo,
tanto en sí mismo se excede,
que deja burlado el viento.

Enamorado del sol, 5


sus plumas bate ligero,
y escalando el aire bajo,
toca la región del fuego.

¡Oh, quién imitar pudiera,


juguete hermoso del viento, 10
de tu natural impulso
el acelerado vuelo!

Mi amor ansioso te sigue


con impacientes afectos,
que es dura prisión del alma 15
la cárcel triste del cuerpo.

280
ANTOLOGÍA

Del Sol más supremo soy


mariposa, en cuyo incendio
deseo abrasarme cuando
sus luces, amante, bebo. 20

Avecilla soy en jaula,


que al ver del sol los reflejos,
son sus gorjeos endechas,
son sus trinados lamentos.

Envidio tu libertad, 25
y abrasándome tus celos,
quisiera ser salamandra,
para vivir en su fuego.

Los rayos del Sol Divino


hieren en mi amante pecho, 30
siendo halago en la prisión
lo que en la prisión tormento.

Vuelas feliz, parajillo,


cuando yo presa me quedo;
y viendo que al cielo subes, 35
me llevas el alma al cielo.

Por amante, y por cautiva,


dos veces presa, padezco.
¡Oh, quién quebrantar pudiera
de las cadenas el hierro! 40

¡Quién de aqueste lazo débil


deshiciera el nudo estrecho,
y con más ardiente impulso
te excediera en el empeño!

281
SOR GREGORIA FRANCISCA DE SANTA TERESA

Ese luminar celeste, 45


es de tu amor el objeto,
que simplemente te eleva,
negado el conocimiento.

Mas yo, que conozco y amo


sol de mayor hemisferio, 50
formo de mis ansias plumas,
y de mis suspiros, vuelos.

En lo inmenso de sus luces,


cuanto más miro, me anego,
que en golfos de claridad 55
se absorbe el entendimiento.

Sus lucientes resplandores


me excitan rápido vuelo;
y detiéneme la liga
del vital unido aliento. 60

¡Oh tú, que con blandas plumas,


giras el vago elemento!
Sube más alto, si puedes,
y serás mi mensajero.

Darás de mis tristes penas 65


un amoroso recuerdo
a la luz inaccesible
de Sol de Justicia Eterno.

Dile que sus resplandores


me tienen de amor muriendo, 70
porque a la luz de mi fe
descubro sus rayos bellos.

282
ANTOLOGÍA

Que en ellos me engolfo tanto


cuanto en ellos más me ciego;
que es gloria quedar vencida 75
del imposible a que anhelo.

Dile que de mí se duela,


que rompa el vital aliento,
que desate las prisiones
de tan dilatado tiempo. 80

Que el mirarle por resquicios


es del amor más tormento,
pues al herirme sus rayos,
más me abraso, y más me quemo.

Que del todo los descubra, 85


corriendo el cándido velo,
para que le goce el alma
del todo, y al descubierto.

Pajarillo, si de amor
has gustado los efectos, 90
lastímate de mis ansias,
duélete de mis tormentos.

Mi libertad solicita
con mi dulce Amante Dueño;
y de tus alas me presta 95
plumas, que vuelen al centro.

Salga de esta dura cárcel,


de este largo cautiverio,
donde triste gimo, y lloro
mi prolongado destierro. 100
SOR GREGORIA FRANCISCA DE SANTA TERESA

Donde, advirtiendo tu dicha,


tan infeliz me contemplo
cuanto es mi amor impaciente,
y más divino mi objeto.(*)

(*) De Poesías de la Venerable Madre Gregoria Francisca de Santa Teresa,


Carmelita Descalza en el Convento de Sevilla, en el siglo Doña Gregoria
Francisca de la Parra Queinogue, París, Librería de Garnier Hermanos,
1865, pp. 21-27.

284
índice de ilustraciones

Portada facsímil de las obras de Santa Teresa (Amberes, 1630) .. 77


Retrato de Luisa Sigea. 89
Portada facsímil de Elogios de Mujeres insignes (1627) . 145
Autógrafo de doña Leonor de la Cueva . 195
Sor Juana Inés de la Cruz . 277
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“Es preciso iluminar una zona todavía oscura de un período
en el que el desarrollo literario llegó a su cénit; bajar el puente
levadizo que nos permita cruzar, por encima del olvido hasta
la Edad de Oro e iniciar una bellísima aventura, la de restituir
a nuestras literatas, honestamente, la individualidad c|tie
humana y artísticamente les corresponda.” |
De la Introducción de Ana Navarro J

Ana Navarro, Licenciada en Filología Hispánica por la j


Universidad de Barcelona. Es Profesora Agregada de |
Lengua y Literatura en el I.B. Maragall de Barcelona. Ha j
publicado ediciones de obras clásicas antiguas y modernas y '
es habitual colaboradora en revistas especializadas.

SBN 84-7039-55A-3 /

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