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POÉTICA DE
ESCRITORAS
DE LOS SIGLOS XVI Y XVII
:astalia ^
V
BIBLIOTECA
NSTITUTO DE LA MUJER DE ESCRITORAS
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V
It.
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in 2020 with funding from
Kahie/Austin Foundation
- f
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ANTOLOGÍA POÉTICA
DE ESCRITORAS DE
LOS SIGLOS XVI Y XVII
BIBLIOTECA DE ESCRITORAS
CONSEJO EDITOR
Elena Catana
Marina Mayoral
Amparo Soler
Matilde Vázquez
Edición
de
ANA NAVARRO
HTTORIyQ(2A^TAI .lA
u
INSTITUTO DE LA MUJER
Uí3lv^r»l»y
Copyright © Editorial Castalia. S.A. 1989
I.S.B.N. 84-7039-534-3
INTRODUCCIÓN. 7
BIBLIOGRAFÍA . 61
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SUMARIO
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«La libertad intelectual depende de las co¬
sas materiales. La poesía depende de la li¬
bertad intelectual. Y las mujeres han sido
pobres [...] desde siempre.»
Virginia Woolf
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sa en lengua castellana de nombre conocido, Florencia
Pinar.
Esta larga tradición lírica en suelo peninsular, la pree¬
minencia adquirida por el castellano y el impulso conferi¬
do a las letras y al Humanismo por los Reyes Católicos
cristalizaron en el siglo xvi provocando la irrupción de la
mujer en el mundo científico y literario y concediéndole
una dignidad intelectual de la que no había gozado ante¬
riormente.
Gracias a la humanización^ de la mujer en el Renaci¬
miento, ésta dejó de encarnar un ideal caballeresco, dejó
de ser un objeto para convertirse en un sujeto capaz de
sobresalir en la sociedad por su propia personalidad. Ello
se debió, en gran medida, a la “voluntad”^. Y la voluntad
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y viles? Sin mujeres no hay nada posible, ni arte, ni poe¬
sía, ni música, ni valor militar, ni aun religión, no se ve a
Dios sino a través de ellas”®.
En consonancia con el ideal de plenitud humana esta¬
blecido por el Humanismo, renace el concepto de virago,
mujer que destaca por su brillante personalidad, por su
virtud y fortaleza, y que se distingue por la hegemonía
que ejerce sobre sus contemporáneos. El término se
aplicó por primera vez a Catalina Sforza y los ejemplos
más genuinos que encontramos en nuestro Renacimiento
son los de Isabel la Católica, ensalzada por Castiglione
como perfecta dama, “enxemplo de verdadera bondad,
de grandeza de ánimo, de prudencia, de temor de Dios,
de honestidad, de liberalidad y de toda virtud”^; y Santa
Teresa de Jesús que inculcó a sus discípulas la idea de
mujer fuerte, varonil, perfectamente reflejado en el capí¬
tulo VII de su Camino de perfección: “... no querría yo,
hijas mías, lo fuéseis en nada, ni lo pareciéseis, sino varo¬
nes fuertes; que si ellas hacen lo que es en sí, el Señor las
hará tan varoniles que espanten a los hombres”La vi¬
rago es la consecuencia del desarrollo histórico y cultural
de una época en que el acceso, aunque minoritario, de la
mujer a los niveles educativos estaba regido en círculos
elevados por criterios igualitarios.
Frente al concepto peyorativo de cortesana, el arqueti¬
po femenino aceptado por las damas españolas fue el de la
cortesana honesta perfilado por Castiglione y que se refle¬
ja, precisamente, en el elogio que Boscán y Garcilaso hi¬
cieron de doña Jerónima de Palova de Almogávar en la
traducción al castellano de El Cortesano: “vuestro enten-
8. Ibíd.
9. //j/U, p. 256.
10. Obras completas, Madrid, Santullano, 1963, p. 312.
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13. J. Pérez de Guzmán y Gallo afirma en Bajo los Austrías. La mujer espa¬
ñola en la Minerva castellana, Madrid, Esc. Tipográfica Salesiana, 1923, p. 50,
que "la Universidad de Alcalá de Henares [le] consagró más tarde cátedra
pública de retórica en sus estudios”.
14. Recogemos la cita de J. Pérez de Guzmán y Gallo, op. cit., p. 48, que
también utiliza en parte Otis H. Green, en España y la tradición occidental. El
espíritu castellano en la literatura desde "El Cid" hasta Calderón, t, III, Madrid,
Gredos, 1969, pp. 159-60; en el breve apartado que éste dedica a la humanista
ofrece un testimonio de Pedro de Torres, rector entonces de
la Universidad de Salamanca, que confirma su vinculación como docente
a la mencionada Universidad. Véase también Thérése Oettel, “Una catedráti¬
ca en el siglo de Isabel la Católica: Luisa (Lucía) Medrano”, en Boletín de la
Academia de la Historia, 107 (1935), p. 312.
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15. Véase Cristina de Arteaga, Beatriz Galindo “La Latina’’, Madrid, Es-
pasa Calpe, 1975; Llanos y Torriglia, Una consejera de Estado: doña Beatriz
Galindo, la “Latina”, Madrid, [1925]; y F. Ximénez de Sandoval, Varia histo¬
ria de ilustres mujeres, Madrid. Epesa, 1949.
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un brillante centro humanista. En los trece años que esta
autora vivió en palacio, se dedicó con intensidad al estu¬
dio. El recuerdo del saudossísimo retiro de Cintra inspiró
más tarde el poema bucólico latino así titulado, en el que
la nostalgia y la melancolía se traducen en bellísimos y
emotivos versos. También describió la vida campestre en
el erudito Diálogo entre dos doncellas sobre la vida corte¬
sana y privada, que se inserta en una larguísima tradición
clásica. Su fama trascendió pronto a toda la Europa hu¬
manista. Sin embargo, el desengaño de sus últimos años,
sus servicios no reconocidos, la atribución de unas impú¬
dicas poesías que aparecieron en una colección de Meur-
sius'^, la penuria económica y el desamparo en que se vio
sumida, ocasionaron, al decir de sus contemporáneos, su
muerte “de sentimiento”'^.
A pesar de que no todas tas mujeres cultas de los siglos
XVI y XVII escribieron, algunas ejercieron notable in¬
fluencia sobre la literatura de la época. Tal es el caso, por
citar un ejemplo, de doña Ana Castro Egas"^, quien en
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1629 publicó “un peregrino libro histórico”, La eternidad
de Felipe III, que levantó una oleada de composiciones
encomiásticas de los nombres más preclaros de la poesía y
la nobleza de su tiempo. Otra mujer singular, digna de ser
mencionada, es Ana Girón de Rebolledo, de exquisita for¬
mación humanista y que jugó un papel importantísimo en
la evolución literaria del Renacimiento al publicar, en
1543, una de las obras más trascendentales y revoluciona¬
rias de la literatura española: Las obras de Boscán y algu¬
nas de Garcilaso de la Vega repartidas en cuatro libros.
Junto a ellas. Sor María Téllez y Francisca de los Ríos son
mujeres notables que destacaron como traductoras por sus
versiones, ya clásicas, de la Pasión de Nuestro Señor Jesu¬
cristo de Ludolfo de Chartreux, realizada por la primera, y
la de Vida de la bienaventurada Angela de Fulgino, por la
segunda cuando sólo contaba doce años de edad. También
Juliana Morell destacó por la defensa que hizo de tesis
filosóficas a los trece años y el dominio de catorce lenguas,
además de diversas materias humanísticas y musicales,
cuando todavía no había cumplido los quince.
Tampoco hay que olvidar a Isabel Rebeca Correa, una
de las numerosas escritoras y eruditas judías de los Siglos
de Oro que escribió en castellano'*^. Esta portuguesa fijó
su residencia en Amsterdam donde inició su labor poética
junto a Manuel Belmente y Miguel Barrios. Su dominio
del latín, griego, italiano y francés, su afán investigador,
su creación poética y la fidelísima traducción del poema
italiano de Bautista Gaurino “El pastor Fido”^" elevaron
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21. Sobre este tema véase: R. del Arco, La sociedad española en las obras
dramáticas de Lope de Vega. Madrid, [s.i.], 1941; ídem. La sociedad española
en las obras de Cerxantes. Madrid, Patronato IV Centenario de
Cervantes, 1951; M. Bataillon, Erasmo y España. México, F.C.E., 1966;
A. Castro, “Algunas observaciones acerca del concepto del honor en los si¬
glos XVI y xvii”, en Revista de Filología Española. 111 (1916), pp. 382-84.
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Y pues no las dotó Dios ni del ingenio que piden los negocios
mayores ni de fuerzas las que son menester para la guerra y el
campo, mídanse con lo que son y conténtense con lo que es de
su suerte, [y entiendan en su casa, y anden en ella] pues las
hizo Dios para ella sola^^.
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mujer. La Respuesta a Sor Pilotea (1693), de Sor Juana
Inés, ha sido considerada en nuestro siglo el primer mani¬
fiesto feminista; y sus redondillas donde “Arguye de in¬
consecuentes el gusto y la censura de los hombres que en
las mujeres acusan lo que causan”, en la misma línea, de¬
notan una inteligente interpretación de la conducta huma¬
na en la secular controversia sobre los sexos.
La postura de María de Zayas, considerada la gran fe¬
minista del siglo XVII y una de las autoras del período
áureo que más atención crítica ha recibido en las últimas
décadas, está siendo revisada en los últimos años. Para
Diez Borque^^’ el feminismo de la novelista radica en el
reiterado tratamiento de temas como el de la educación
femenina, también presente en Sor Juana, y el de la liber¬
tad de las jóvenes en la elección matrimonial, la nueva
aportación del siglo XVII a la “querella sobre las muje¬
res”, que son un constante leit motiv en la obra de María
de Zayas:
... Las almas ni son hombres, ni mujeres; ¿qué razón hay para
que ellos sean sabios y presuman que nosotras no podemos
serlo? Esto no tiene a mi parecer más respuesta que su impie¬
dad o tiranía en encerrarnos, y no darnos maestros; y así, la
verdadera causa de no ser mujeres doctas, no es defecto del
caudal, sino falta de la aplicación, porque si en nuestra crianza
como nos ponen el Cambray en las almohadillas y los dibuxos
en el bastidor, nos dieran libros y preceptores, fuéramos tan
aptas para los puestos y para las cátedras como los hombres, y
quizá más agudas...^'
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IP
[ I
mas remédielo yo
aquí el estudio acabó,
aquí dio fin la poesía,
libro en casa no ha de haber
de latín, que yo no alcance.
Unas horas en romance
le bastan a una mujer,
bordar, labrar y coser
sepa sólo, deja al hombre
esto, que te he de matar
si algo te escucho nombrar
que no sea por su nombre'^^^.
33. No ay burlas con el amor, J. II, p. 18. Citamos por un ejemplar sin
fecha en B. N. sig. T.4611.
34. Autora de la tragicomedia Los jardines y campos sabeos, Coimbra,
lacome Caravaio, 1624 y Lisboa, 1627. Cfs. F. Rodríguez Marín, “Nuevos
datos sobre Cristobalina Fernández de Alarcón”, en Boletín de la RAE,
VII (1920), p. 393, y F. C. Sáinz de Robles, Ensayo de un diccionario de
mujeres célebres, Madrid, Aguilar, 1959, pp. 403-404.
35. Sobre la importancia de la mujer vestida de hombre en los siglos xvi y
XVII, véase el trabajo de Carmen Bravo Villasante, La mujer vestida de
hombre en el teatro español, Madrid, SGEL, 1976; y el más reciente
de Melvenna Me. Kendrick, Woman and Society in the Spanish Drama of
the Golden Age: A Study of the Mujer Varonil, Cambridge, 1974.
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Se le atribuyen, aproximadamente, cuarenta poesías,
aunque su autoría es dudosa en buena parte de ellas. Sin
embargo, comparada su obra poética con su producción
en prosa, resulta aquélla menos vigorosa. El arrobo místi¬
co se hace, no obstante, patente en sus poesías amorosas
como la célebre “Vivo sin vivir en mí”, que destaca sobre
la mediocridad global de su producción poética.
Junto a Santa Teresa de Jesús, y dentro de la mística
pura, encontramos el ejemplo de otra escritora. Sor María
de la Antigua (1566-1617), una monja de velo blanco que
sin saber escribir expresó al dictado su inspiración divina.
Dejó, según el testimonio del Padre Pedro de San Cecilio,
“más de 1300 cuadernos de alta y sustancial doctrina”"^^. Sus
poesías, algunas de las cuales alcanzaron notable fama como
la canción que empieza “Alma que estando muerta / y en
horrores de vicios sepultada...”, fueron recogidas y ordena¬
das por el predicador y definidor de la Orden Fray Pedro de
Valbuena, y se publicaron, junto con su prosa, bajo el título
de Desengaños de religiosos y de almas que tratan de virtud^^
en 1678. Su poesía, dentro de la corriente ascética, presen¬
ta, a veces, una acertada imaginación en la creación metafó¬
rica y en la expresión conceptual.
El espíritu de conquista al que nos hemos referido al¬
canza una elevada cima en doña Luisa de Carvajal y Men¬
doza (1566-1614), contemporánea de Santa Teresa de Je¬
sús, que, como ésta, llevó el activismo religioso hasta sus
últimas consecuencias. Su espíritu independiente y su
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44. Sobre doña Luisa de Carvajal, una de las autoras de los Siglos de Oro
que dispone ya de mayor número de estudios, puede verse: Carta de Fran¬
cisco de Peralta al Padre Rodrigo de Cabredo, Provincial de Nueva España,
en que da quenta de la dichosa muerte que tuvo en Londres la Señora Luisa
de Carvajal. Sevilla, 1614; Exequias de la Venerable Doña Luisa Carvajal
por el P. Juan de Pineda, Sevilla, 1614; Pompa fúnebre con la que la ciudad
de Sevilla solemnizó la muerte de la Venerable Madre Doña Luisa de Carva¬
jal, por Don Francisco Peralta, Sevilla, 1614; Licenciado Luis Muñoz, Vida
y virtudes de la venerable virgen Doña Luisa de Carvajal y Mendoza. Su
jornada a Inglaterra y sucesos en aquel reino. Van al fin algunas poesías
espirituales suyas, parto de su devoción e ingenio, Madrid, 1632; Lady Geor¬
giana Fullerton, The Ufe of Luisa de Carvajal, Leipzig, 1881; Camilo María
Abad, “La venerable doña Luisa de Carvajal y Mendoza”, en Manresa,
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XXXV (1963), pp. 315-32 y Una misionera española en la Inglaterra del si¬
glo XVII, doña Luisa de Carvajal y Mendoza (1566-1614), Santander, Uni¬
versidad Pontificia, 1966; C. Rosell, “Doña Luisa de Carvajal y Mendoza”,
en Revista literaria de El Español, 2.'' época, 1 (1847), pp. 116-20; R. de
Courson, Quatre portraits de femmes, París, Lib. Didot, 1895, pp. 197-280;
A. Rodríguez Moñino y María Brey Marino, “Luisa de Carvajal (poetisa
y mártir). Apuntes bibliográficos seguidos de tres cartas inéditas de la vene¬
rable madre”, en Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo, X (1933),
pp. 321-43; véase también. Serrano Sanz, Apuntes..., op. cit., pp. 233-36.
La obra de esta autora puede leerse en las siguientes ediciones modernas;
Epistolario y poesías, Madrid, Atlas, 1965 (B AE, CLXXIX) y Escritos auto¬
biográficos, Barcelona, Ed. Científico-médica, 1966, e ídem. Salamanca,
Universidad Pontificia, 1966.
45. Véase Perfecta religión. Contiene tres libros. Libro 1, De la vida de la
Madre Gerónima de la Asunción, Libro 11. De su oración y exercicios. Libro
III. De la regla y constituciones que con exemplo y doctrina enseñó. Por Fray
Bartholomé de Letona, Puebla, 1662; Ginés de Ouesada, Ejemplo de todas
las virtudes y vida milagrosa de la V. M. Jerónima de la Asunción, Abadesa y
fundadora del convento de Santa Clara de la ciudad de Manila, Méjico, 1713;
ídem, Madrid, 1717.
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(1605-1688), que tuvo la fortuna biológica de heredar el
ingenio, el encanto y las dotes literarias del Fénix. Nacida
de los amores de Lope de Vega y Camila Lucinda, Marce¬
la ingresó en el convento de las Trinitarias Descalzas de
Madrid en 1622, a la edad de dieciséis años, tal vez impul¬
sada por el deseo de acogerse a un hogar seguro. La pro¬
fesión de Marcela en presencia de su padre inspiró una de
las composiciones más estremecedoras de Lope, la epísto¬
la a don Francisco de Herrera:
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57. Aunque Kate y Ángel Flores, en la Antología..., ed. cit., p. 53, afir¬
man que “su Juego trabado [sic] logró tanta popularidad en la corte”,
no nos atrevemos a considerar el Juego trabado que hizo a la reina doña
Ysabel... {Cancionero General de 1511, pp. clxxxiij-clxxxv) de la autora, ya
que en el Cancionero solamente queda clara su autoría en aquellas cancio¬
nes que expresamente así lo especifican: “Canción de una dama que se dice
Florencia Pinar” (“Ay que ay quien mas no vive...”) (p. cxxv), “Otra can¬
ción de la misma señora a unas perdices que le enviaron vivas” (“Destas
aves su nación...”) (p. cxxv) y la “Canción de Florencia Pinar” (“Eli amor
ha tales mañas...”) (p. clxxxv) seguida de una glosa “del dicho Pinar” entre
cuyas composiciones se encuentra. Ello hace pensar que este grupo de com¬
posiciones no correspondan a Florencia Pinar, a la que por regla general se
atribuyen. Como de Pinar o “del dicho Pinar” se registran las siguientes:
“Como los que van perdidos” (p. clxxxvij), “Después de seros ausente...”
(p. clxxxvj), “Hago de lo flaco fuerte...” (p. clxxxviij), “No sé por donde
sentró...” (p. clxxxvj), “Guando con baxa escalera...” (p. clxxxviij),
“Guando vos ell alma mía...” (p. clxxxv), “Guien encendió mis
querellas...” (p. clxxxvij), “Sola mi fe consintió...” (p. clxxxvij), “Guando
mas embevescida...” (p. cxxxvj), “Guando yos quise querida...” (p. cxxxij),
“Es la voz de mi canción...” (p. cxxvj) y el “Juego trobado que hizo a la
Reina Doña Ysabel con el que se puede jugar como con dados y naypes...
De Florencia, posiblemente en este caso, Florencia Pinar, figura una “Glosa
de Florencia” al mote “Mi dicha lo desconcierta” (“Será perderos pedi¬
ros...”) (p. cxliiij). Sobre esta autora véase “Reflexiones sobre la poesía de
Pinar”, en Mester, 1 (1978), pp. 3-8.
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de la que apenas nada se sabe, alcanzaron celebridad en la
transición de los reinados de Carlos V y Felipe II.
La poesía profana femenina del siglo XVI, sobre todo
en la primera mitad, en comparación con la mística con-
trarreformista y la lírica barroca, no ofrece un elevado
número de poetisas. Sin embargo, la mujer participó del
estro literario desencadenado en el siglo xvii y consiguió
renombre en una sociedad que le brindaba ocasiones para
lucir su habilidad en un género cultivado con entusiasmo
por todas las clases sociales^^. Así, el número de mujeres
cultas dedicado al ensayo poético se incrementó notable¬
mente en España en la segunda mitad del siglo xvi y fue
muy elevado en la primera del siglo xvil. “Poetas eran a
la sazón —como afirma Juan Pérez de Guzmán y Gallo—
[...] todas las mujeres que tenían cultura en España”^^.
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en Los sermones y fiestas que la ciudad de Valencia hizo por la Beatificación del
glorioso Padre San Luys Bertrán; el “Soneto en alabanza de Felipe H” de Cita
Canerol, en Compendio de las fiestas que ha celebrado la imperial ciudad de
Qaragoqa en honor de Fray Luy Aliaga; la “Silva” de Vicencia de Mendoza y el
“Soneto a la Virgen de Cogullada” de doña Petronia de Artabia y Bolea en el
Certamen poético de Nuestra Señora de Cogullada..., por citar algunos.
63. —También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos
de sonetos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos,
damas o poetas celebérrimos [...] —Lo primero en que reparáis de los
sonetos, epigramas o elogios que os faltan para el principio, y que
sean de personas graves y de título, se puede remediar en que vos
mesmo toméis algún trabajo en hacerlos, y después los podéis bauti¬
zar y poner el nombre que quisiéredes, ahijándolos al Preste Juan de
las Indias o al Emperador de Trapisonda, de quien yo sé que hay
noticia que fueron buenos poetas.
M. de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Barcelona, Ed. Juventud,
1971, pp. 21-22.
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que Celina, Una Dama, Divina Atandra, Amarilis o Clori
identificaban a Francisca de Briviescas Arellano, duquesa
de Gandía (que también firmaba con los seudónimos Ar¬
temisa, Doria, Arsinda...), Antonia de Mendoza, María
de Córdova y Catalina Clara de Guzmán, respectivamen¬
te; sin embargo, se ignoran los verdaderos nombres que
se ocultan tras Felisarda, Leonora, Arminda, Silvia...
Una muestra de este género de dificultades en la determi¬
nación de autoría es el curioso y fascinante caso de doña
Oliva Sabuco de Nantes, “musa décima” de Lope de
Vega en la Representación moral del viaje del alma y hasta
nuestro siglo supuesta autora de la obra de su padre, Mi¬
guel Sabuco, Nueva Filosofía de la Naturaleza del hombre
(1587). Su erudición y arrogancia, aparentemente demos¬
trada en la carta en que dedicaba la obra a Felipe II, con¬
movió a la sociedad de su tiempo^.
La mayoría de los poetas de los Siglos de Oro encontra¬
ban grandes dificultades para la publicación de sus obras,
que raramente veían impresas^^. Recordemos, por ejem¬
plo, que de la mayoría de los autores importantes de la
época—Cervantes, Góngora, Espinel, Argensola...— no
existen impresos de su poesía. Junto con los pliegos suel¬
tos y manuscritos, las únicas posibilidades que tuvieron
estos autores, aparte de las ya mencionadas, son las colec¬
ciones como cancioneros, antologías, florilegios, etc., que
también admitían firmas femeninas, y que son, además de
los preliminares de las obras de autores consagrados o con
posibilidades económicas de financiación de obra impre¬
sa, los que nos ofrecen muestras, aunque desgraciada-
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tismo^^. Al hablar de Luisa Sigea hemos aludido a unos
diálogos obscenos que circularon como suyos; al hacerlo
de Florencia Pinar, nos hemos referido al erotismo que
encierran algunas de sus imágenes poéticas; también es
conocida la licencia de las novelas de María de Zayas, y es
ocioso recordar el erotismo de la lírica tradicional, lo que
indica que, a pesar de las limitaciones sociales y morales,
la sensualidad femenina se manifestó, ya sutilmente en los
casos mencionados o con la libertad que la licencia del
anonimato confería a la expresión del erotismo subterrá¬
neo. ¿Cabría, pues, preguntarse por la existencia de una
literatura culta de carácter amoroso escrita por mujeres
que, cristalizada en el caudal general de la poesía de este
género, se incorporaría a los cancioneros?
Al margen de los convencionalismos de la época, sólo
un reducido número de autoras nos desvelan, muy sutil¬
mente, sus secretos anhelos. Los poemas melancólicos de
Luisa Sigea, el platonismo sentimental que emana de la
“Canción amorosa” de Cristobalina Fernández de Alar-
cón, o las nostalgias amorosas que inspiran los versos de
dos religiosas. Sor María de Santa Isabel y Sor Juana Inés
de la Cruz, elevan su lírica sobre la mediocridad y el con¬
vencionalismo de la de sus contemporáneas y las aproxi-
67. El hecho de que tos textos de este tipo, en los que la mujer parece
manifestar libremente sus afectos más íntimos, se presenten siempre de for¬
ma anónima, podría ser una clara muestra de las inhibiciones morales a que
la sometía el orden social establecido. Sin contar con ejemplos como el
soneto “No me parió mi madre celinpuj...” que, aparentemente escrito por
una mujer, podría deber su paternidad, dado su carácter burlesco, a cual¬
quier poeta de la época, recogemos otro ejemplo, también tomado al azar,
del Cancionero Antequerano, Madrid, CSIC, 1950: Aflige el pensa¬
miento / el recordar que estuve entre tus brazos, / y de nuevo lo siento / y
invidio a la que goza tus abrazos; / dichosa la que fuere, / sin más tiempo que
yo te mereciere. / [...] / Concedí a tu ruego, / que no quise ser esquiva; /
abrasóme tu fuego, / y en él me abrasaré mientras que viva...
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otro autor del siglo XVII. La temática es variada; alterna
la de carácter culto (“Liras al sepulcro de Santa Hildegun-
da”, “Décimas en loor de los Santos”...) y popular, ya
sean romances, villancicos y seguidillas en castellano o ro¬
mances dialectales de temática religiosa^^; composiciones
mitológicas (“Décima a Orfeo”) o históricas; laudatorias
o funerarias, que se insertan en la mejor tradición del si¬
glo XVII; poemas descriptivos (“Romance a una fuente”,
“Romance a Guara”...) entre los que se encuentran los
más logrados de su producción, y festivos alternan con
los de temas variados (“Liras a unas viruelas”, “A un
jazmín”, “A unos ojos de sierpe de piedra”...)^^.
En todas las épocas de decadencia, como el reinado de
Enrique IV o el período barroco, la sátira, que denota
una voluntad de cambio en la expresión del desengaño,
ejerce una función catártica que libera tanto al escritor,
que derrama con ella su acritud, como a los lectores. En el
barroco cualquier motivo fue objeto de burla. Dentro de
este género la “Sátira en ovillejo” de doña Francisca Páez
de Colindres, en ocasión de querer quitar el uso de los
guardainfantes en tiempos de Felipe IV, es una muestra
representativa de este género. El espíritu satírico, pun¬
zante, también anima la producción de Justa Sánchez del
Castillo. El desenfado y el ingenio que animan sus versos
son considerados el nexo con la novela de María de Zayas
o de Mariana de Carvajal por su liberalidad moral, análo¬
ga a la de las prosistas.
La naturaleza, que por sí misma constituye pretexto
para la creación artística, sobre todo en el siglo xvii, ofre-
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Bibliografía
A sí como las escritoras del siglo XIX cuentan con una nutrida
bibliografía, y de ellas existen ya varios catálogos, el yermo
bibliográfico de nuestras autoras clásicas es de una penuria lamen¬
table. Desde principios del presente siglo, cuando Serrano Sanz pu¬
blicó los Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, poco
más se ha hecho.
Una bibliografía general sobre el tema ofrece el tomo II, Reper¬
torio por profesiones y otras características personales, a cargo de
Miguel Rodríguez San Vicente en la Biblioteca Bibliográfica Hispá¬
nica, dirigida por Pedro Sáinz Rodríguez, Madrid, FUE, 1976, bajo
el epígrafe “Mujeres” (cap. XXIV). A esta obra y al “Estudio pre¬
liminar” de los Apuntes... —donde se hace un análisis crítico selec¬
tivo de la bibliografía publicada desde el De Academiis et Claris His-
paniae scriptoribus de García Matamoros hasta 1898, fecha de
publicación de La mujer española en la Minerva castellana de Pérez
de Guzmán— remitimos al lector interesado en la bibliografía ante¬
rior a este último trabajo. Ocioso resulta recordar la utilidad de la
Bibliografía de la Literatura Hispánica, Madrid, CSIC, 1972, de
José Simón Díaz; y el Ensayo de un Diccionario de mujeres célebres
de F. C. Sáinz de Robles, así como el trabajo de Margarita Nelken,
Las escritoras españolas, ofrecen también un interesante apéndice
bibliográfico.
A través de las notas a pie de página de nuestra introducción
hemos procurado ofrecer una pequeña guía bibliográfica sobre los
61
HJ BIBLIOGRAFÍA
62
BIBLIOGRAFÍA
63
Criterios de esta edición
64
CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN
65
CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN
66
ANTOLOGÍA
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Florencia Pinar
71
FLORENCIA PINAR
MOTE
GLOSA DE FLORENCIA
72
Santa Teresa de Jesús
(1515-1582)
UNOS VERSOS DE LA
SANTA MADRE TERESA DE JESÚS, NACIDOS
AL FUEGO DEL AMOR DE DIOS OUE EN SÍ TENÍA
GLOSA
74
ANTOLOGÍA
75
■j^ SANTA TERESA DE JESÚS
76
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LAS OBRAS
DE LA S. MADRE
TERESA DE lESVS
FVNDADORA
DE LA REFORMACION
DE LAS DESCAL^SY DESCALZOS
DE N. SEÑORA DEL CARMEN
ELdicion Segunda
PRIMERA PARTE
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EN LA EMPRENTA
PLANTINIANA
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OCTAVA
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Isabel de Castro y Andrade
(Condesa de Altamira)
(15167-1595)
80
Isabel de Vega
(Mediados del siglo XVl)
GLOSA
82
ANTOLOGÍA
83
ISABEL DE VEGA
GLOSA
84
ANTOLOGÍA
85
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Luisa Sigea
(15307-1560?)
(*) “Mi herencia son meses baldíos, me tocan en suerte noches de fatiga”
(Job, 7,3), según L. Alonso Schokel, Nueva Biblia Española, Madrid, Ed.
Cristiandad, 1975.
88
Luisa Sigea, retrato de la época.
LUISA SIGEA
IJJ
lo que entiendo de aquél no sé decillo,
pues no falta razón ni buena suerte, 15
pero falta en el mundo conocerte.
En esto no hay respuesta, ni se alcanza
razón para dejar de fatigarme,
y pues tan mal responde mi esperanza
justo es que yo responda con callarme; 20
fortuna contra mí enristró la lanza
y el medio me fuyó para estorbarme
el poder llegar yo al fin que espero,
y así me hace seguir lo que no quiero.
Por sola esta ocasión atrás me quedo, 25
y estando tan propincuo el descontento,
las tristes noches cuento, y nunca puedo
hallar cuento en el mal que en ella cuento;
ya de mí propia en esto tengo miedo
por lo que me amenaza el pensamiento; 30
mas pase así la vida, y pase presto,
pues no puede haber fin mi presupuesto. (*)
90
Catalina de Zúñiga
(Condesa de Andrade)
RESPUESTA (*)
El diligente deseo
podría ser de placer
por el dulce devaneo;
mas la fineza dél, creo
que está puesta en padecer, 5
porque aunque poder cumplille
en servicio del amado
es el bien más estimado,
lo que cuesta el diferille
hace el mérito doblado. 10
92
ANTOLOGÍA
93
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Leonor de Iciz
SONETO
A DON ALONSO DE ERCILLA
96
Sor Ana de San Bartolomé
(1549-1626)
LETRILLA
Si ves mi pastor,
háblate, Llórente;
dile mi dolor,
mira si lo siente.
Dile con cuidado, 5
y bien dicho, pastor,
que por qué ha cerrado
ansí mi corazón,
y siendo el Señor
ansí se me ausente. 10
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
Vuélveme la luz,
caro y buen amigo,
y venga la cruz 15
como seáis servido,
que ese es el camino
que pide el amor.
Dile mi dolor,
mira si lo siente. 20
La noche es oscura
98
ANTOLOGÍA
W
y da mil temores,
y los robadores
que no se conduran;
¿y entonces te escondes, 25
mi buen fiador?
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
No os mostréis tan duro,
buena está la prueba 30
y basta la hecha,
pues veis no es seguro
en tan flaca tierra
y tan sin vigor.
Dile mi dolor, 35
mira si lo siente.
¿Cómo me has metido
en tan fuerte breña,
y te has escondido
dejándome en ella 40
y en estrecha senda
sin saber dó voy?
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
Si me has entendido, 45
¿cómo no respondes
a un triste suspiro
que es cierto que le oyes?
Y eso más me pone
triste y con temor. 50
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
99
’i^ SOR ANA DE SAN BARTOLOMÉ
100
Sor Jerónima de la Asunción
(1555-1630)
SOLILOQUIO
102
ANTOLOGÍA
103
SOR JERÓNIMA DE LA ASUNCIÓN
líJ
Dadme Calvario o Tabor,
desierto o tierra lodosa;
sea Job en el dolor
o Juan que al pecho reposa, 55
sea viña fructuosa
o estéril, si cumple así;
¿qué mandáis hacer de mí?
sea Joseph en cadenas
o de Egipto Adelantado; 60
sea David sufriendo penas
o el mesmo ya coronado;
sea Jonás anegado
o libertado de allí;
¿qué mandáis hacer de mí? 65
Esté callando o hablando,
haga fruto o no le haga,
la ley me esté preguntando,
la gracia sane mi llaga;
crezca o se mengüe mi paga, 70
sólo vos vivid en mí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, para vos nací;
¿qué mandáis hacer de mí? (*)
104
Anónima
(Fines del siglo XVl)
106
ANTOLOGÍA
w
con la fuerza de amor toda encendida,
en sí le tiene hallado,
pues está entretenida
en gozar de su bien con él unida. 25
Está puesta en sosiego,
ya todas las imágenes perdidas
y su entender ya ciego,
las pasiones rendidas,
con fuerza las potencias suspendidas. 30
A tal gloria y ventura
subir por la escalera la convino
para venir segura,
que por modo divino
los misterios de Cristo fue el camino. 35
Y habiendo ya llegado
al deseado fin, que fue su intento,
tiene quieta en su amado
contino movimiento,
estando sosegada y muy de asiento. 40
Y cuando de contino
del Verbo eterno el alma está gozando,
su espíritu divino
mueve un aire muy blando,
que todo lo interior va regalando. 45
En la noche serena
en que goza de Dios, su vida y templo,
sin darla nada pena,
le busca bien adentro
con deseos, saliéndole al encuentro. 50
El amor la encamina
metida entre tiniebla tan oscura,
y sin otra doctrina
camina muy segura
adonde Dios la muestra su hermosura. 55
107
ANÓNIMA
A LA SOLEDAD INTERIOR
CON MI DULCÍSIMO JESÚS
Y DIVINO ESPOSO
lio
ANTOLOGÍA
Entre sí en la soledad
se dan estrechos abrazos; 30
y allí son los fuertes lazos
que atando den libertad.
111
SOR LUISA DE LA ASCENCIÓN
Si en soledad la amada
con solo Dios tiene trato, 50
será en su celda un retrato
de una bienaventurada.
Un retrete inmaterial 65
sin yeso, sin piedra y lodo,
siendo de espíritu todo,
que es Dios espiritual.
112
ANTOLOGÍA
115
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Luisa de Carvajal
(1566-1614)
118
ANTOLOGÍA
119
LUISA DE CARVAJAL
120
Sor María de la Antigua
(1566-1617)
CANCIÓN
122
ANTOLOGÍA
124
Clara de Barrionuevo y Carrión
EN NOMBRE DE ESPAÑA
A LA MAJESTAD DE LA REINA (*)
126
ANTOLOGÍA
127
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ANTOLOGÍA
II
131
HIPÓLITA DE NARVÁEZ
III
132
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CANCIÓN AMOROSA
19 zahareña: arisca.
134
ANTOLOGÍA
W
condición no la mueven 20
las tiernas lluvias que mis ojos llueven!
¡Sombras que en noche oscura
habitáis de la tierra el hondo centro,
decidme, ¿por ventura
iguala con mi mal el de allá dentro? 25
Mas ¡ay! que nunca encuentro,
ni aun en el mismo infierno,
tormento igual a mi tormento eterno.
¿Cuándo tendrá, alma mía,
la tenebrosa noche de tu ausencia 30
fin, y en dichoso día
saldrá el alegre sol de tu presencia?
Mas ¿quién tendrá paciencia?
que es la esperanza amarga
cuando el mal es prolijo y ella es larga. 35
¡Oh tú, sagrado Apolo,
que del alegre oriente al triste ocaso
el uno y otro polo
del cielo vas midiendo paso a paso,
¿has descubierto acaso 40
desde tu sacra cumbre
el hemisferio a quien mi sol da lumbre?
Dirásle, si lo esconde
en sus dichosas faldas el aurora,
lo mal que corresponde 45
a aquesta alma cautiva que le adora,
y cómo siempre mora
dentro del pecho mío,
tan abrasado cuanto el frío es frío.
Infierno de mis penas, 50
fiero verdugo de mis tiernos años,
que con fuertes cadenas
tienes el alma presa en tus engaños.
135
^ CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN
136
ANTOLOGÍA
137
CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN
A LA VIRGEN
(*) De Primera parte de las Flores de poetas ilustres de España, ed. cit.,
pp. 137-139 y 200-201, respectivamente.
138
ANTOLOGÍA
7 carmín de Tiro: Tiro, ninfa fenicia, tenía un perro que comió una púrpu¬
ra (molusco que en contacto con el aire se vuelve rojo oscuro) y con el
hocico manchado se acercó a ella. Fascinada por el color rojo de la concha
amenazó a Heracles con dejar de amarlo si no le conseguía un vestido del
mismo color. Heracles, que la amaba profundamente, buscó, incansable, el
tinte purpúreo, gloria de Tiro.
139
CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN
en la diestra refulgente,
que mil aromas derrama,
un dardo resplandeciente,
que lo remata la llama
de un globo de fuego ardiente; 20
batiendo en ligero vuelo
la pluma que al oro afrenta,
bajó un serafín del cielo,
y a los ojos se presenta
del serafín del Carmelo. 25
Y puesto ante la doncella,
mirando el extremo della,
dudara cualquier sentido
si él la excede en lo encendido
o ella le excede en ser bella. 30
Mas viendo tanta excelencia
como en ella puso Dios,
pudiera dar por sentencia
que en el amor de los dos
es poca la diferencia. 35
Y por dar mas perfección
a tan angélico intento,
el que bajó de Sion,
con el ardiente instrumento
la atrevesó el corazón. 40
Dejóla el dolor profundo
de aquel fuego sin segundo
con que el corazón le inflama,
y la fuerza de su llama,
viva a Dios y muerta al mundo. 45
Que para mostrar mejor
140
ANTOLOGÍA
HJ
cuánto esta prenda le agrada,
el universal Señor
la quiera tener sellada
con el sello de su amor. 50
Y que es a Francisco igual
de tan gran favor se arguya,
pues el Pastor celestial,
para que entiendan que es suya,
la marca con su señal. 55
Y así, desde allí adelante
al serafín semejante
quedó de Teresa el pecho,
y unido con lazo estrecho
al de Dios, si amada ante.(*) 60
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Cristobalina Enríquez
ROMANCE MORISCO
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MADRIGAL
148
ANTOLOGÍA
SONETO
A LAS BODAS DE MAYA Y CLARISEL
1 campos elisios: parte de los infiernos donde los hombres virtuosos y los
héroes vivían felices después de la muerte.
Himeneo: dios que preside el cortejo nupcial.
2 Juno: diosa romana protectora de las mujeres, especialmente de las ca¬
sadas.
4 Timbreo: Sobrenombre de Apolo que deriva de la ciudad de Timbrea.
5 Caliope y Euterpe: musas.
Orfeo: Hijo del rey tracio Bagro y de Caliope. Inventó la cítara o le
añadió, en honor de las musas, dos cuerdas más a las siete que ya tenía. Fue
rey de Tracia y famoso músico y poeta.
6 Elio: Helio.
Talía: una de las nueve musas, la que presidía la comedia y la poesía
festiva.
149
^ FELICIANA ENRÍQUEZ DE GUZMÁN
150
Inarda de Arteaga
SONETO
152
Mariana de Vargas y Valderrama
154
Clara María de Castro y Andrade
MADRIGAL A SU PRIMA
DOÑA ANA DE CASTRO Y EGAS
(*) De Eternidad del Rey Don Felipe tercero Nuestro Señor, el Piadoso.
Discurso de su vida y santas costumbres. Al serenísimo Señor el Cardenal
Infante su hijo, Doña Ana Castro Egas, Madrid, Vda. de Alonso Martín,
1629, [pp. 23V-24].
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SONETO A
DON FRANCISCO DE BORJA Y ARAGÓN
1 Francisco de Borja y Aragón fue virrey del Perú entre 1614 y 1621, A su
regreso a España desarrolló la mayor parte de su labor literaria y publicó su
obra poética. Estuvo estrechamente relacionado, durante toda su vida, con
intelectuales y artistas.
7 copia: ‘abundancia’, pero también retrato. Nótese la ironía.
Sobre la leyenda de Zeus y Amaltea existen dos versiones. Para unos auto¬
res Amaltea es la ninfa que amamantó a Zeus con leche de una cabra. Para
otros es, precisamente, el nombre de la cabra que vivía en el monte Ida de la
isla de Creta. Se la relaciona con el cuerno de la abundancia o cornucopia.
Obsérvese el juego conceptual creado por copia, Amaltea y floreciente.
8 Se refiere al Toro de Creta, animal sagrado surgido de las aguas del mar
de Creta que devastó la isla y anduvo errante hasta que Teseo lo capturó y
sacrificó.
160
ANTOLOGÍA
161
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Antonia de Nevares
A LA EXCELENTÍSIMA SEÑORA
CONDESA DE OLIVARES (*)
SONETO
164
ANTOLOGÍA
165
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168
ANTOLOGÍA
[111]
(*) En el siglo xvi, los carmelitas, que buscaban un lugar de retiro, eligie¬
ron los frondosos bosques de Bugaco, célebres por la belleza y variedad de
su flora; allí edificaron un convento y numerosas ermitas y fuentes, así como
una muralla que los aislara del exterior. El bosque fue convertido en un
lugar paradisíaco por los monjes, que plantaron gran variedad de árboles y
plantas traídos de diversos lugares, incluso de ultramar.
169
BERNARDA FERREIRA DE LACERDA
170
ANTOLOGÍA
171
BERNARDA FERREIRA DE LACERDA
79 Favonio: Céfiro.
ANTOLOGÍA
líJ
Por entre juncias y trébol
también los arroyos claros, 110
con su murmuro apacible,
del viento se van quejando.
De flores y de boninas
todo el suelo está sembrado,
tapiz de varios colores, 115
telar de tapices varios.
Aquí florece el clavel
sobre los musgosos cantos;
allí las violetas blandas,
junto de espárragos bravos; 120
clavellinas con coscoja,
los alhelíes variados
y las cándidas mosquetas
entre los agrestes cardos;
la albahaca y majorana, 125
entre el heno y los carrascos;
los hongos y las ortigas,
con maravillas mezclados.
Los resquicios de las piedras,
en bien partidos espacios, 130
para servir de pensiles
alegres se están mostrando.
Dentro dellos los jazmines,
junto de los musgos pardos,
ostentan mayor belleza 135
al desdén, libres de ornato.
Unos a las altas rocas
enlazan con tiernos brazos;
173
BERNARDA FERREIRA DE LACERDA
174
ANTOLOGÍA
HJ
parecen sartas lucidas
de vidrios negros y blancos.
Las fresas de hermoso nácar
adornan los valles bajos, 170
y corónanse las cumbres
de los cidonios dorados (*).
(*) De Soledades del Bugaco, Lisboa, Matías Rodríguez, 1634, pp. 111 y
14-19, respectivamente.
172 cidonios: ‘cidonias’, membrilleros.
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Ana Caro Mallén de Soto
DON JUAN
178
ANTOLOGÍA
12J
ESTELA
LEONOR
179
ANA CARO MALLÉN DE SOTO
LUDOVICO
180
ANTOLOGÍA
de la rosa codiciosa,
la antepondrás a mi amor,
que es el jazmín poca flor,
mucha fragancia la rosa. (*) 80
(*) Del diálogo entre don Juan, Estela, Leonor y Ludovico en la jorna¬
da II de la comedia Valor, agravio y mujer. De ella se conservan dos manus¬
critos en la BNM: el Mss. 16620, de finales del siglo xvii y el 17377 del siglo
xviii, que no presentan diferencias textuales entre sí. Los fragmentos trans¬
critos se encuentran en los ff. 31 y 32 del primero y 20 y 21 del segundo. José
Manuel Blecua en Poesía de la Edad de Oro, Madrid, Castalia, 1987, p. 36,
publica esta última composición, con ligeras variantes, como de Juan de
Salinas (1555-1643), según la edición de sus Poesías, Sevilla, 1869.
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Justa Sánchez del Castillo
184
ANTOLOGÍA
I2J
Lástima tengo a tus labios,
que, por interés grosero,
no sabrán lo más del año
lo que son labios ajenos. 20
De tu boca me parece
que besara en el infierno,
por justo castigo, siempre
a la del rico avariento.
Con temor hablo de ti; 25
no me ejecutes por ello,
pues el tomarte en mi boca
querrás que pase por beso.
Esto cantaba un pastor
sin los escudos propuestos 30
en la orilla de su boca
por no atreverse a entrar dentro. (*)
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SONETO
188
ANTOLOGÍA
SONETO
189
LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA
SONETO A FLORIS
190
ANTOLOGÍA
LIRAS A LA HERMOSURA
Y VARIEDAD DE FLORES
DE LA PRIMAVERA
191
LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA
18 undosa: ondosa.
27 manutisas: ‘minutisas’, plantas de pequeñas flores de variados colores
del blanco al rojo.
28 espuela: ‘espuela de caballero’, planta de flores en espiga blancas, azu¬
les o rosadas.
toronjil: ‘melisa’.
30 mirabeles: planta de adorno de hojas muy pequeñas.
33 gigantas.- ‘girasoles’.
35 Cintio.- el sol.
192
ANTOLOGÍA
arroyuelos helados
que el rubio sol los grillos os desata,
adorno de los prados, 45
risa de el monte, bulliciosa plata,
y de las aves lira
por cuyo aliento cada flor respira;
puras fuentes hermosas,
espejos claros de la blanca Aurora; 50
vida, sí, de las rosas,
gloria de el campo, espíritu de Flora,
de la vista recreo,
satisfacción suave de el deseo;
jardines deleitosos 55
donde se cifran máquinas tan bellas,
amenos y espaciosos,
morada hermosa de quien son estrellas
las siempre refulgentes
hermanadas cabrillas más lucientes; 60
plantas, flores y fuentes,
invierno, abriles, mayos y arroyuelos,
árboles diferentes,
jardín ameno, estrellas de los cielos
y campos dilatados 65
[sol, aurora cándida y verdes prados,]
todos sois de el verano
y primavera galas excelentes,
librea de su mano,
que os da y reparte en tiempos diferentes 70
en mil varias colores
con que suspende el alma en sus primores.
LIRAS EN LA MUERTE DE
MI QUERIDO PADRE Y SEÑOR
194
LEONOR DE LA CUEVA Y SILVA
tíJ
mas la Parca cruel, con mil rigores,
fiera y embravecida,
cortó el hilo al estambre de su vida.
Musa, detente un poco, 25
que si de tantos males hago suma
y en él presente toco,
no es suficiente mi grosera pluma,
que pues estoy penando,
cuanto puedo decir digo callando.(*) 30
196
Sor María de Santa Isabel
“Marcia Belisarda”
(t d. 1646)
ROMANCE MELANCÓLICO
Pensamiento, si pensáis
en dar a mi mal remedio,
mal pensáis, porque es un mal
causado de pensamientos.
Pienso con ajenos gustos 5
engañar propios deseos,
y es engaño donde el alma,
penando más se halla menos.
Si en dormir busco descanso,
por ser de el morir diseño, 10
más me canso, porque lidio
con enemigos desvelos.
Siempre intento hallar alivio
y siempre queda el intento
con el logro en esperanza 15
y con la esperanza a riesgo.
O apenas alivio hallo
cuando apenas ya le pierdo,
el intento examinando
convertido en escarmiento. 20
En mi dolor no hay templanza.
198
ANTOLOGÍA
y si a la memoria apelo,
para el que tengo presente
me da pasados remedios.
En fin, peno, siento y callo 25
por no decir lo que siento,
que solo puedo quejarme
de que quejarme no puedo.
Nacer amable es estrella,
suerte nacer con ingenio; 30
pero si falta ventura
nada es gloria y todo infierno. (*)
(*) De Mss. 7469 de la BN, f. 31/26, aunque omitimos los siguientes ver¬
sos: “Nuestra derrota sigamos/triste corazón sin miedo/por el golfo de des¬
dichas/rumbo más seguro y cierto/ Ay de mí triste/ socorro cielos / que me
anego sin agua/ en sentimientos./ Socorro cielos, socorro os pido/ dad en
llanto a mis penas/ algún alivio.”
199
SOR MARÍA DE SANTA ISABEL
ROMANCE
200
ANTOLOGÍA
líJ
disimulado veneno,
creyendo así lo que dice
quien no cree lo que siento.
Memorias, dejadme ya, 25
o acabad mi vida luego,
que no hay fuerzas en el alma
para tan crueles tormentos.
201
SOR MARÍA DE SANTA ISABEL
15
202
ANTOLOGÍA
SONETO
(*) Del Libro de poesías, mss. citados, ff. 8v., 88 y 23v, respectivamente.
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María de Zayas y Sotomayor
(t d. 1660)
206
ANTOLOGÍA
207
MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR
208
ANTOLOGÍA
Claras fuentecillas,
pues que murmuráis,
murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad, que vive 5
libre y descuidado,
y que mi cuidado
en el agua escribe,
que pena recibe,
si sabe mi pena; 10
que es dulce cadena
de mi libertad.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad que tiene 15
el pecho de hielo,
y que por consuelo,
penas me previene;
responde, que pene,
si favor le pido, 20
y se hace dormido.
209
MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR
12J
si pido piedad.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad que llama 25
cielos, otros ojos;
mas por darme enojos
que porque los ama,
que mi ardiente llama
paga con desdén, 30
y quererle bien,
con quererme mal.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar;
y si en cortesía 45
responde a mi amor,
nunca su favor
duró más de un día.
De la pena mía,
ríe lisonjero, 40
y aunque ve que muero,
no tiene piedad.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad, que ha días 45
tiene la firmeza,
y que con tibiezas
paga mis porfías.
Mis melancolías
le causan contento, 50
y si mudo intento,
muestra voluntad.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad que he sido 55
210
ANTOLOGÍA
Eco desdichada,
aunque despreciada,
siempre le he seguido,
y que si le pido
que escuche mi quexa, 60
desdeñoso dexa,
mis ojos llorar.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad que altivo, 65
libre y desdeñoso
vive, y sin reposo
por amarle, vivo;
que no da recibo
a mi eterno amor, 70
antes con rigor
me intenta matar.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad sus ojos 75
graves y severos,
aunque bien ligeros
para darme enojos;
que rinden despojos
a su gentileza, 80
cuya altiva alteza
no halla su igual.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
211
MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR
W
Murmurad que ha dado 85
con alegre risa,
la gloria a Belisa,
que a mí me ha quitado;
no de enamorado,
sino de traidor, 90
que aunque finge amor,
miente en la mitad.
Murmurad a Narciso,
que no sabe amar.
Murmurad mis celos 95
y penas rabiosas,
¡ay fuentes hermosas
a mis ojos cielos!,
y mis desconsuelos,
penas y disgustos, 100
mis perdidos gustos
fuentes murmurad,
y también a Narciso,
que no sabe amar. (*)
212
Violante do Ceo
(1601-1693)
SONETO
Sobre el sicut spina rosam, genuit Judaa Mariam(*)
(*) Como del espino nace la rosa, así de Judá nació María.
(**) Soneto IX del Parnaso lusitano de divinos e humanos versos compos-
tos pela Madre Soror Violante do Ceo, Lisboa, Miguel Rodríguez, 1732,
pp. 7-8.
214
ANTOLOGÍA
ROMANCE
215
VIOLANTE DO CEO
(*) De Rimas varias de la madre soror Violante del Cielo, Roan, 1646,
p. 127.
216
Beatriz Jiménez Cerdán
SONETO A LA MUERTE DE
DOÑA ISABEL DE BORBÓN (*)
(*) Hija del rey Enrique IV de Francia y María de Médicis. Nació en Fon-
tainebleau en 1603. Contrajo matrimonio con Felipe IV en 1615 y reinó en
España entre 1621 y 1644. Tuvo dos hijos, Baltasar Carlos y la infanta María
Teresa, esposa de Luis XIV de Francia. Su influencia en la vida artística y su
participación en la vida cortesana dejaron una profunda huella entre sus
contemporáneos. Su muerte, acaecida en 1644, y la del príncipe don Balta¬
sar Carlos que falleció en 1646 en Zaragoza, a los 17 años, fueron muy
sentidas y lloradas poéticamente.
218
ANTOLOGÍA
W
Perdió su luz mi sol, perdí mis glorias;
aquí, vida veloz, tu curso paras;
quiebren a un mismo tiempo dos espejos. (*)
219
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222
ANTOLOGÍA
satisface mi codicia;
que con lo posible, amor
nunca llena su medida.
En ti me vi felizmente 25
muy negada y muy vacía
de criaturas y afectos,
y muy lejos de mí misma.
En ti gocé libertad
de tanto precio y estima, 30
que darlo todo por ella
no será paga cumplida.
En ti celebro, mi Esposo,
en aquel dichoso día,
en amoroso himeneo 35
las bodas de mi alegría.
En ti estuve tan gozosa,
contenta y entretenida,
que no podré encarecer
lo menos que en ti sentía. 40
En ti, con dichas tan grandes
las horas, noches y días
dulcemente se pasaban,
instantes me parecían.
En ti ¡qué corto mi sueño 45
y qué larga mi vigilia!
¡Qué penoso fue el descanso!
¡Qué gustosa la fatiga!
En ti le dije a mi amante
lo tierna que le quería, 50
lo mucho que me obligaba
lo poco que le servía.
En ti le solicitaba
con finezas y caricias
a que me diese su amor, 55
223
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX
224
ANTOLOGÍA
225
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX
innumerables cuadrillas.
La pureza, la oración, 125
la contemplación divina
tus hijas son, soledad;
de ti nacen, tú las crías.
¿Qué virtud no se alimenta
con tus pechos y caricias? 130
¿Quién deja de estar contento
si te busca y te codicia?
Tú causas los desengaños,
y a la verdad solicitas,
para que, usando su fuerza, 135
atropelle a la mentira.
Haces del destierro patria,
y sacas con valentía
a las almas que te aman
de la opresión de sí mismas. 140
Y por no ofenderte más
con ignorancias tan mías,
no diré en tus alabanzas
lo mucho que se ofrecía.
226
ANTOLOGÍA
ROMANCE DE UN ALMA
QUE TEMÍA DISTRAERSE
AL SALIR DE UN RETIRO
227
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX
228
ANTOLOGÍA
tu hermosura me mata;
si sabes que me tienes
cautiva y hechizada,
y de amor por tus ojos
ardiendo en vivas llamas, 60
y, que dejando yo
tu soledad sagrada,
y en volviendo a la aldea
mitigaré mis ansias;
que, el confuso tropel 65
de criaturas tantas,
con las ocupaciones
apagarán la llama,
y si Tú te retiras
y haces ausencias largas, 70
faltará la memoria
de finezas pasadas,
y sin ella, el afecto
es fuerza tenga pausa,
y todo el bien se acabe 75
en voluntad templada;
si yo de presumida,
con loca confianza
esperara en mis fuerzas,
sin duda me faltaran; 80
pero si pongo en Ti
todas mis esperanzas,
¿por qué ha de persuadirme
que se han de ver frustradas?
¿Tengo yo de pensar 85
que de burlas me amas?
¿que por juego acaricias?
¿por donaire regalas?
Y después. Dueño mío.
229
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX
230
ANTOLOGÍA
ISJ
de mi Esposo gozaba,
y que con tierno llanto, 125
en memorias pasadas
pasaré de tu ausencia
noches tristes y largas;
pero aun quererlo Tú
toda fatiga para, 130
todo afecto se niega
y toda queja es vana.
No sé si a fuer de necia
estoy tan confiada,
que te he de amar ahora, 135
mi Bien, con más ventajas,
y que no ha de ser parte
toda la astucia humana
del que afecta oponerse
para entibiarme el alma. 140
Afile su agudeza
y primorosas trazas,
que armada con la fe
hollaré su arrogancia.
Con esto. Dueño mío, 145
no haya más amenazas,
no mates con temores
a quien de amores matas.
231
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX
232
ANTOLOGÍA
233
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX
234
ANTOLOGÍA
W
más ufano campea. 80
Y la suave albahaca,
símbolo de pureza,
su verdor apacible
nuestra esperanza alienta.
Clavelones, adorno 85
de las últimas fiestas,
enseñan que la muerte,
como terrible, es cierta.
Recuerdo de humildad
es la hierba doncella, 90
aunque vistosa y grave
no sale de la tierra.
Los amargos ajenjos
me enseñan a que tenga
mortificado el gusto 95
y al apetito venza.
El robusto alhelí
que el invierno no seca,
me fuerza que haga rostro
a toda la aspereza. 100
El funesto ciprés,
aunque árbol de tristeza,
provoca a devoción
y soledad enseña;
y la del nombre dulce, 105
felicísima hierba
que de Santa María
nos acuerda y recrea.
235
SOR MARCELA DE SAN FÉLIX
114 gigantea:'girasoV.
236
ANTOLOGÍA
tu
El riguroso invierno
con su mucha aspereza,
os quita los vestidos
y deja en gran probreza;
tolerando rigores, 145
y sufriendo inclemencias,
me enseñáis, apacibles,
a que tenga paciencia.
Con suave agasajo
la alegre primavera 150
siempre os sirve gustosa
de madre y camarera.
De la Resurrección
parece nos da nuevas,
cuando sin menoscabo 155
nos tornen nuestra tierra.
Los árboles y plantas,
las flores y las hierbas,
publican tu hermosura
y dicen tu grandeza. 160
Todas, Señor, me animan,
me enseñan y me fuerzan
a que te sirva y ame,
te alabe y te engrandezca. (*)
(*) Del manuscrito autógrafo de Sor Marcela conservado por las Trinita¬
rias Descalzas de Madrid, ff. 321-327, 386-392 y 371-377, respectivamente.
Hemos consultado el microfilm n." 32 de la Biblioteca Nacional.
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Catalina Clara Ramírez de Guzmán
(1611-d. 1670?)
RETRATO DE LA [AUTORA]
HABIÉNDOSELE PEDIDO
UN GALÁN SUYO (*)
240
ANTOLOGÍA
tu
Pero, pues precepto ha sido,
va a un retrato reducida
mi figura, 15
y porque sea parecido
ha de ser cosa perdida
la pintura.
No siendo largo ni rizo,
a todos parece bien 20
mi cabello,
porque tiene tal hechizo,
que dicen cuantos lo ven
que es rebello.
Si es de azucena o de rosa 25
mi frente, no comprehendo,
ni el color,
y será dificultosa
de imitar, pues no le entiendo
yo, la flor. 30
Y aunque las cejas en frente
viven de quien las mormura
sin recelo,
andan en traje indecente,
pues siempre está su hermosura 35
de mal pelo.
Los ojos se me han hundido,
y callar sus maravillas
me da enojos.
Pero tengo dos neguillas 40
cuyo agrado me ha servido
muy de ojos.
241
CATALINA CLARA RAMÍREZ DE GUZMÁN
243
CATALINA CLARA RAMÍREZ DE GUZMÁN
cuando copio,
pues el retrato que he hecho
sé que no lo hiciera Apeles
tan al propio.
Sin haberte obedecido, 115
el trabajo a mi despecho
ha sido vano,
pues tú cabal lo has pedido,
y todo el retrato he hecho
de mi mano. 120
Y que tiene, es infalible, ^
algún misterio escondido,
y yo peno
por saber cómo es posible
que estando tan parecido, 125
no esté bueno.
Tal cual allá va esa copia,
y si me deseas ver,
yo bien creo
según ha salido propia 130
que te ha de hacer perder
el deseo.
Y si aqueste efecto hace,
temo que pareceré
confiada, 135
que aunque no me satisface
mi trabajo, quedaré
muy pagada. (*)
244
Sor Isabel de Jesús
(1611-1681)
246
ANTOLOGÍA
(*) Tesoro del Carmelo, Madrid, Julián de Paredes, 1685, pp. 631 y
632-33, respectivamente.
248
Mariana de Carvajal y Saavedra
AL INVIERNO
250
ANTOLOGÍA
w
Cuanto se mira son montes de nieve 25
que los traslada el viento por instantes;
como otras veces con violencia mueve
de Lybia las arenas inconstantes:
ya el pasajero a caminar se atreve,
ya parecen los árboles gigantes; 30
no ve la industria de librarse modo,
si es todo nieves y peligros todo.
En techos de cristal viven los ríos,
quejosos, aunque callan, del invierno,
moviendo por los cóncavos sombríos, 35
el lento paso de su curso eterno.
La furia temen de los meses fríos,
mas con industria, y natural gobierno,
ahora callan, para dar con ella
al tribunal de mayo su querella. 40
Los tristes campos, que vistieron flores,
y escarcha y nieve temerosos visten,
si de julio sufrieron los ardores,
al frío enero en vano se resisten.
Si el aire, el sol, los hielos y calores, 45
en deslucirlos sin piedad insisten,
padezca alegre, quien lograr espera
venganzas de la fértil primavera.
El sol se templa, ablándanse los hielos,
las flores vuelve el mismo que las lleva, 50
risueños muestran su piedad los cielos,
nace en octubre una esperanza nueva;
desátanse los muchos arroyuelos,
todo lo muda el tiempo, y lo renueva;
y para sí, con su poder alcanza, 55
que siendo el mismo, es otra la mudanza. (*)
(*) De Amar sin saber a quién, novela octava de Navidades de Madrid y
noches entretenidas, Madrid, Domingo García Morras, 1663, pp. 170-72.
251
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(¿1623/1624?-fines XVII)
254
ANTOLOGÍA
256
ANTOLOGÍA
257
ANA ABARCA DE BOLEA
DÉCIMA A UN JAZMÍN
258
ANTOLOGÍA
259
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262
Isabel Correa
264
Sor Juana Inés de la Cruz
(1651-1695)
266
ANTOLOGÍA
267
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
2 vía: veía.
268
ANTOLOGÍA
269
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
270
ANTOLOGÍA
272
ANTOLOGÍA
tíJ
es con su obscuridad y su inclemencia,
imagen de mi vida en esta ausencia.
Así que, Fabio amado, 55
saber puedes mis males sin costarte
la noticia cuidado,
pues puedes de los campos informarte;
y pues yo a todo mi dolor ajusto,
saber mi pena sin dejar tu gusto. 60
Mas ¿cuándo, ¡ay gloria mía!,
mereceré gozar tu luz serena?
¿Cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?
¿Cuándo veré tus ojos, dulce encanto, 65
y de los míos quitarás el llanto?
¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos, delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada, 70
a recibirte con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?
¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de gloria mis sentidos?
¿Y cuándo yo, dichosa, 75
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi llanto,
que tanto ha de penar quien goza tanto?
¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante afable, 80
y aquel bien indecible
a toda humana pluma inexplicable,
que mal se ceñirá a lo definido
lo que no cabe en todo lo sentido?
Ven, pues, mi prenda amada: 85
que ya fallece mi cansada vida
273
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
274
ANTOLOGÍA
275
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
276
Sor Juana Inés de la Cruz. Museo de América, Madrid.
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
EL PAJARILLO
Celos me da un pajarillo,
que remontándose al cielo,
tanto en sí mismo se excede,
que deja burlado el viento.
280
ANTOLOGÍA
Envidio tu libertad, 25
y abrasándome tus celos,
quisiera ser salamandra,
para vivir en su fuego.
281
SOR GREGORIA FRANCISCA DE SANTA TERESA
282
ANTOLOGÍA
Pajarillo, si de amor
has gustado los efectos, 90
lastímate de mis ansias,
duélete de mis tormentos.
Mi libertad solicita
con mi dulce Amante Dueño;
y de tus alas me presta 95
plumas, que vuelen al centro.
284
índice de ilustraciones
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EL DlA 20 DE ABRIL DE 1989
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SBN 84-7039-55A-3 /