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Capítulo Primero

El contexto global y hemisférico

1. Globalización

Aproximaciones al concepto de globalización

Hay innumerables definiciones de la globalización, tal vez tantas como au-


tores. Según una publicación de la OCDE 1, el término fue utilizado por
primera vez en 1985 por Theodore Levitt 2 para referirse a un proceso de
difusión mundial de la producción, la inversión, el consumo y el comercio
de bienes y servicios, los movimientos de capital y la tecnología, proceso
que habría comenzado a desarrollarse en las dos décadas previas, marcando
profundos cambios en la economía internacional.
Walden Bello la define sucintamente como la «acelerada integración de
capital, producción y mercados, globalmente orientados por la lógica de la
rentabilidad corporativa».
Chakravarthi Ragavan afirma que el término globalización se emplea
habitualmente para referirse a la vez a la «creciente interdependencia eco-
nómica entre los países… y también en un sentido normativo, para prescri-
bir una estrategia de desarrollo basada en una rápida integración con la
economía mundial».3
Ragavan enseña que «la globalización está claramente ligada a la eco-
nomía neoliberal y de hecho se ha vuelto inseparable de ésta» y expone
agudamente los componentes ideológicos que se presentan «naturalmente»
adheridos a este concepto y que son manejados con sutileza desde las esfe-

1. Sigla de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico.


2. El trabajo de Levitt se titulaba «La globalización de los mercados».
3. Ragavan, 1997, «Dificultades y perspectivas para el Sur», documento presentado por el
autor a la Mesa Redonda organizada por la Red del Tercer Mundo y el Grupo de los 77 en
Nueva York, abril de 1997.

El contexto global y hemisférico 13


ras de poder mundial. Al mismo tiempo, subraya que la realidad guarda
–como suele ocurrir– cierta distancia con lo que prescribe la ideología: «…la
economía neoliberal, así como la libertad de comercio y de inversión que la
acompañan, está confinada a los sectores de productos y servicios (alta
tecnología, incluidos los sectores de la información) en que el Norte tiene
predominio y grandes ventajas de productividad. En otros sectores en que
es el sur quien tiene la ventaja, se habla de ‘comercio leal’ refiriéndose al
derecho de utilizar instrumentos selectivos como el antidumping o las me-
didas compensatorias o regímenes proteccionistas especiales, como en agri-
cultura, y creando monopolios globales proteccionistas a través del régi-
men de propiedad intelectual de la OMC, para impedir el surgimiento de
competencia en el Sur».4 El doble discurso es un componente sustantivo y
ya difícilmente ocultable de la prédica neoliberal, también manifiesto en el
manejo del término «globalización».
Martin Khor, a su vez explica: «La globalización económica no es algo
nuevo. En los últimos cinco siglos, las empresas de los países económica-
mente avanzados han ido extendiendo sus tentáculos, a través de activida-
des comerciales y productivas –que se intensificaron durante el período
colonial–, hacia territorios de todo el planeta. Sin embargo, la globalización
económica se aceleró hace dos o tres décadas debido a factores como el
desarrollo tecnológico y, sobre todo, a las políticas de liberalización que se
propagaron por el mundo entero».
«Los aspectos más importantes de la globalización económica son la
supresión de las barreras económicas nacionales, la propagación interna-
cional de las actividades comerciales, productivas y financieras, y el poder
creciente de las empresas transnacionales y de las organismos financieros
internacionales. Aunque se trata de un proceso muy desigual, ya que el
comercio y las inversiones involucran a unos pocos países, casi todos se
ven fuertemente afectados. Por ejemplo, la participación de una nación de
bajos ingresos en el comercio mundial puede ser mínima, pero la fluctua-
ción de precios o los cambios en la demanda de sus productos básicos de
exportación, o incluso una política de rápida reducción de sus aranceles de
importación, pueden causar un impacto social y económico muy fuerte so-
bre dicha nación. En muchos casos, el comercio mundial tiene un impacto
mayor sobre las economías con menor incidencia en el sistema multilateral
que sobre algunos países industrializados».

4. Ragavan, op. cit.

14 El ALCA, un camino hacia la anexión


«La liberalización de las economías nacionales implica suprimir obstá-
culos impuestos a las actividades de intercambio comercial con el exterior,
a raíz de lo cual se produce una mayor apertura e integración de los países
a los mercados mundiales. En la mayoría de los casos, lo que se elimina
son los obstáculos nacionales en los sectores de finanzas y mercados finan-
cieros, comercio e inversión extranjera directa (IED)».
«De los tres aspectos de la liberalización (finanzas, comercio e inver-
siones), el financiero ha sido el de cambios más pronunciados».5

Globalización e ideología

Habitualmente concebida y descripta como un proceso de integración mun-


dial empujado por la confluencia de ciertos adelantos técnicos –la informá-
tica, las telecomunicaciones, las facilidades y mejoras en el transporte inter-
nacional– revestida con las engañosas luces del «encanto de la tecnología»
y presentada como la forma contemporánea del progreso, una promesa de
abundancia y bienestar para toda la humanidad, la globalización termina siendo
calificada de inevitable, postulada como una ley ineludible de la naturaleza.
Esta concepción tiene un fuerte contenido ideológico y, como tal, encu-
bre una realidad bien diferente. Si bien se trata efectivamente de un proceso
de interconexión mundial progresivo, acelerado en las últimas décadas por
el desarrollo científico-tecnológico, es por cierto pasible de innumerables
variantes y alternativas. Tantas, por ejemplo, cuantas puedan concebirse
acerca de las formas de utilización de las nuevas tecnologías, y los fines
hacia los que éstas se orientan. Tantas, asimismo, cuantas orientaciones fi-
nales sean concebibles; tantas cuantos modelos de relacionamiento econó-
mico puedan definirse, tantas cuantas caben entre el diseño actual, inspira-
do por la «ética» del lucro, y un proyecto diametralmente opuesto, inspira-
do en la ética de la justicia.
Entonces, es fácil concluir que asistimos en verdad a la puesta en prác-
tica de una modalidad de globalización, entre otras muchas posibles. Mo-
dalidad elegida, programada e impulsada por los poderes económicos y
políticos más potentes de la historia, cuyo objetivo es el control de la econo-
mía mundial en su más amplia expresión, y se inspira en la lógica de la
acumulación incesante e interminable de capital y el ánimo de lucro.

5. Martin Khor: «La Globalización desde el Sur – Estrategias para el siglo XXI», Icaria,
Barcelona, 2001, página 15

El contexto global y hemisférico 15


La batalla por la hegemonía

Existe una comunidad de intereses básica entre los países centrales. El Gru-
po de los 7, o de los 8 según el caso; el emprendimiento de Davos, el intento
–provisionalmente frustrado– de consagrar el Acuerdo Multilateral de In-
versiones, la acción mancomunada en el desenvolvimiento del antiguo GATT,
la formación y el manejo de la Organización Mundial de Comercio, el con-
trol que ejercen sobre organismos multilaterales como el FMI y el Banco
Mundial y la dirección que dan a las políticas impulsadas desde éstos, cons-
tituyen pruebas suficientes y acumuladas que eximen de otra demostración.
El TLCAN y el ALCA integran cómodamente el elenco de pruebas a que
estamos haciendo referencia.
Pero a la vez esos países, los ricos de este mundo empobrecido, tienen
también intereses opuestos en cuanto se disputan la hegemonía mundial,
en particular en el terreno económico: la producción y comercialización
de bienes y servicios, su distribución, el control de la explotación de los
recursos básicos del planeta –la tierra, los bosques, el agua, el petróleo, los
alimentos y las materias primas y hasta la información genética atesorada
en la biodiversidad– así como el manejo y utilización del capital financiero
a nivel universal. Una rápida mirada sobre el mundo revela la existencia de
dos grandes centros de poder económico-financiero –la Unión Europea y
Estados Unidos– y un tercero en discordia, Japón, que parece haber perdi-
do terreno en los últimos años, liderando –o proyectando liderar– el con-
junto de países asiáticos de desarrollo reciente. Profundizar el control so-
bre un área preferencial escogida es parte de la estrategia de poder, y es
parte del «interés natural» de Estados Unidos el consolidar su posición en
la región americana. En esta modalidad de globalización y en esta disputa
por el poder económico universal se inscribe el proyecto del ALCA.

Las falsas promesas

La zanahoria para el desvencijado burro tercermundista es el desarrollo. La


formulación ideologizada de la propuesta es simple y conocida: en un mun-
do inevitablemente globalizado gracias a la tecnología, la respuesta que
asegura el desarrollo es la apertura de los mercados y la desregulación de
las economías nacionales; de este modo es posible entrar en contacto pleno
con el resto de la economía mundial, obtener acceso a los mercados más
ricos y poderosos, participar activa y beneficiosamente del libre comercio
internacional, captar inversiones directas, lograr transferencia de nuevas tec-

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nologías, y una larga retahíla de estimulantes etcéteras. Al cabo del camino,
el desarrollo llegará y viviremos en la abundancia, lograremos niveles de
consumo similares a los que detentan los países centrales y seremos todos
felices. Como se verá, todas estas promesas son falsas.
El libre comercio es la piedra angular de esta construcción. La base en
que se sustenta esta concepción es la presunción del absoluto y benéfico
poder regulador del mercado y la bondad de la especialización en la pro-
ducción en función de las ventajas comparativas de que cada economía na-
cional goza; la idea de que la competencia desata la innovación, eleva la
productividad y conduce al descenso de los precios; la suposición de que la
interdependencia es superior a la autonomía, la competencia mejor que la
cooperación y el consumo un ideal de vida. Para dar lugar al libre comercio
internacional, los países pobres deben abrir y desregular sus economías, es
decir, eliminar la protección del aparato productivo nacional y suprimir to-
dos los condicionamientos que traban la circulación de servicios y merca-
derías, zambulléndose –sin salvavidas– en el mercado global. El Estado
debe ceder paso al mercado y abstenerse de interferir en él.
Pero el libre comercio no existe. El mercado carece de poder regulador
y favorece la concentración de la riqueza.6 / 7
La especialización productiva conduce a la pérdida de autonomía. Los

6. Acerca de la «verdad verdadera» del mercado me parece esclarecedora esta cita de Franz
Hinkelammert: «Un sistema de mercados que no está expuesto a resistencias correctivas, se
comporta de modo fragmentario frente a los conjuntos interdependientes de la división so-
cial del trabajo y de la naturaleza. Se trata de una “tecnología fragmentarizada» (piece-
meal-tecnology) como afirma Popper. Como tal interviene sin ningún criterio de orientación
en relaciones interdependientes. Cuanto más se celebra esta tecnología fragmentaria como
la única tecnología realista, con más rapidez se destruye los sistemas interdependientes de
la división social del trabajo y de la naturaleza. Una acción orientada predominantemente
por los criterios del mercado, no puede prever ni evitar este resultado. El sistema de merca-
do resulta ser un sistema compulsivo. Si se lo deja operar según las indicaciones de su
«mano invisible», obliga a la catástrofe. Las oportunidades del mercado y su aprovecha-
miento son compulsivas, pero tienen que ser calculadas fragmentariamente. O se pierde en
la competencia, o se participa en la destrucción de los fundamentos de la vida de nuestro
planeta. Para ganar en la competencia se destruyen las fuentes de la riqueza. En el sistema
de mercado no existe sino la alternativa ahorcado o fusilado. Dado que en el mercado total
la competencia es lo único intocable, esta competencia promueve el proceso de destruc-
ción.” (Franz Hinkelammert, Cultura de la esperanza y sociedad sin exclusión, Editorial
DEI, San José de Costa Rica, 1995. pág. 216).
7. En el mismo sentido: «…el fin último de la competencia es eliminar la competencia del
mercado, logrado esto desaparece la competencia. Es decir surge el monopolio: aquello que
se buscaba evitar es lo que se obtiene finalmente». (Antonio Elizalde Hevia, ¿Es sustentable
el crecimiento capitalista? publicado en Persona y Sociedad, Volumen X Nº 2, ILADES,
Santiago, Agosto de 1996).

El contexto global y hemisférico 17


países pobres, concentrados en la producción de bienes de bajo valor agre-
gado se ven obligados a adquirir a los países ricos los productos
industrializados, de alta tecnología y elevado valor. El deterioro de los tér-
minos de intercambio, una realidad histórica unidireccional, creada y mane-
jada desde los centros de poder económico y comercial, determina que de-
ban vender cada vez más productos de precio decreciente para adquirir cada
vez menos productos de valor creciente. Las consecuencias son inevitables:
déficit endémico de la balanza comercial, endeudamiento para afrontarlo,
necesidad de exportar cada vez más –comprometiendo incluso la seguridad
alimentaria de su propia población– para, también, pagar sus deudas que
–por una vía complementaria– les dejan bajo el control de la banca interna-
cional, los grupos «buitres» de inversores, el FMI y el Banco Mundial.
La competencia se vuelve en su contra: como no es posible competir
–por razones de escala, tecnología y costos– con la producción de los países
ricos, y como son instados a especializarse en función de sus ventajas com-
parativas, los países pobres terminan compitiendo entre sí –suelen tener
ventajas comparativas similares para la producción de bienes primarios de-
terminados– cerrando de este modo el círculo de la pobreza garantida. Si la
competencia entre los países pobres provoca descenso de los precios, éste
beneficia a los países ricos y realimenta el proceso de deterioro de las rela-
ciones de intercambio.
Pero esto no es todo. Los países centrales también producen bienes pri-
marios; como disponen de recursos, subsidian la producción y también com-
piten con los países periféricos en los mercados mundiales y en sus propios
mercados locales. Practican el proteccionismo mediante barreras arancela-
rias y no arancelarias, cierran o cuotifican sus mercados, aseguran la colo-
cación de sus excedentes y continúan empujando a la pobreza al resto del
mundo. Y entre tanto, compensan sus «desventajas comparativas» en estos
rubros, a través de aquellos subsidios, aquella protección y estas barreras,
provocando una distorsión completa en el comercio mundial.
En los escenarios internacionales –GATT, luego OMC– emplean cons-
tantemente el doble discurso. Invocan el libre comercio como una religión,
pero no lo practican. Presionan a la apertura de las economías nacionales de
los países periféricos, mientras difieren incesantemente la eliminación de
los subsidios y el proteccionismo en las propias; impulsan la extensión del
concepto de «comercio» a los servicios para ampliar sus cotos de caza en
las economías nacionales de los países pobres, a los que además presionan
hacia un proceso de privatización de los servicios básicos a través de las

18 El ALCA, un camino hacia la anexión


Cartas de Intención y los Ajustes Estructurales; expanden un régimen de
absoluta libertad para el tránsito de capitales –que controlan–, así como
para las inversiones que les permiten seguir succionando recursos a través
de la libre remesa de los beneficios. Beneficios que provienen de la acumu-
lación de ganancias extraídas, una vez más, de las economías de los países
dependientes.
El comercio, entonces, es y se pretende libre para los ricos, para las
transnacionales, para los inversores. No es libre para los pobres. Una nube
de pigmeos desorganizados no puede competir razonablemente con un es-
cuadrón de gigantes perfectamente entrenados y provistos de la mejor tec-
nología, la mejor información e inagotables recursos (buena parte de ellos,
capturados a los propios pigmeos).
Los países pobres tienen razones sobradas para pretender el acceso a los
mercados de los países ricos: necesitan imperiosamente venderles su pro-
ducción –especialmente productos agrícolas y textiles– para afrontar el pago
de sus obligaciones, disponer de divisas para importar productos tecnológi-
cos y todo aquello que su especialización productiva, su falta de recursos y
su infradesarrollo les impide producir, así como para intentar mantener la
balanza comercial lo más próxima al equilibrio que les sea posible.
Pero este acceso se les otorga en forma limitada. La promesa de am-
pliarlo o aún liberarlo –esto sería estrictamente el «libre comercio»
bidireccional y pleno– nunca se cumple. Las leyes antidumping, las barre-
ras arancelarias, los cupos y las cuotas, los requerimientos en materia sani-
taria muchas veces absurdos o de cumplimiento imposible y un conjunto de
otras medidas más o menos ingeniosas, así como los subsidios y la «ayuda
interna», sirven para dilatar una y otra vez la apertura. Los países en desa-
rrollo entre tanto, «entran en el corral de ramas» y compiten entre sí por el
acceso a los mercados ricos, mostrándose ávidos de otorgar concesiones y
reciprocidades que hagan posible alcanzar la anhelada meta. Las concesio-
nes llegan, las reciprocidades continúan en sala de espera.
La promesa del desarrollo es otra promesa falsa. Ofrece como meta ilu-
soria para los países pobres el nivel de vida y bienestar que ostentan las so-
ciedades desarrolladas, lo que incluye el consumo y el despilfarro conoci-
dos. Se oculta el hecho de que el desarrollo alcanzado por los países centra-
les se obtuvo en sus orígenes y actualmente se sustenta, en buena medida, en
la explotación del mundo subdesarrollado, la sobreexplotación de los recur-
sos del planeta y la contaminación incesante. Ese desarrollo prometido es
imposible. La tierra, nuestra nave común, simplemente no lo resistiría. ¿Qué

El contexto global y hemisférico 19


ocurriría si toda la población del mundo consumiera y despilfarrara recursos
en forma similar a la práctica habitual en los países industrializados? ¿Qué
sucedería si la contaminación existente, producto de la forma de vida que
disfruta una octava parte de la población mundial se multiplicara por 8? En
ambos casos, el colapso sería la consecuencia segura. La capacidad
regenerativa y la capacidad de asimilación y absorción de nuestra biosfera ni
siquiera pueden soportar los niveles actuales de consumo y contaminación.
Entonces, no hay lugar para nuevos consumidores a la manera de las socie-
dades ricas.
Para disimular mejor esta verdad inapelable, se desarrolla el concepto
de «crecimiento sustentable». Por cierto es posible llegar a establecer un
modelo universal de crecimiento sustentable, compatible con la continui-
dad de la vida en el planeta y la renovación adecuada de sus ecosistemas.
Pero no hay ninguna posibilidad real de crecimiento sustentable sin la
reformulación justa de los sistemas universales de producción y distribu-
ción de los bienes, lo que supone necesariamente un fuerte viraje del mun-
do desarrollado hacia la frugalidad; una renuncia a buena parte de sus
«insustentables» niveles de consumo y despilfarro.8
Por otra parte, el sistema en vigor produce en forma consistente y conti-
nua concentración de riquezas y –recíprocamente–, creciente exclusión y
pobreza. La riqueza de pocos genera la pobreza de la mayoría y se alimenta
de ella. ¿A quiénes van a explotar los pobres cuando les llegue el turno de
sentarse a la mesa de la abundancia? ¿O se nos está proponiendo una carre-
ra insensata para alcanzar los últimos lugares en esa mesa de modo que
algunos pocos más puedan tener acceso a las migajas del banquete, a costa
de reforzar la miseria de los perdedores? Aceptar esta oferta inmoral impli-
ca incorporarse a esa carrera absurda y negarse a la solidaridad con los
iguales, los restantes países y pueblos hundidos en el subdesarrollo. Y tam-
bién entraña el riesgo de no llegar a tiempo, de quedar fuera de la fiesta.
Con un mínimo de realismo, por solidaridad o por egoísmo, la promesa del

8. En sus dimensiones físicas, la economía es un subsistema abierto del ecosistema terres-


tre que es finito, no creciente y materialmente cerrado. Cuando el subsistema económico
crece, incorpora una proporción cada vez mayor del ecosistema total, teniendo su límite en
el cien por cien, si no antes. Por tanto su crecimiento no es sostenible. El término «creci-
miento sostenible» aplicado a la economía, es un mal oxymoron: autocontradictorio como
prosa, y nada evocador como poesía. Herman Daly, Crecimiento sostenible: Un teorema de
la imposibilidad, en Desarrollo, Nº 20, 1991, Madrid, pág. 47. Citado por Elizalde Hevia en
op cit.

20 El ALCA, un camino hacia la anexión


desarrollo en los términos en que está concebida, sólo puede merecer el más
enérgico rechazo.

El ALCA como parte de la globalización

El estudio y comprensión del significado, los contenidos y las consecuen-


cias previsibles del ALCA es el objetivo propuesto de este ensayo. Descripta
la globalización y sus promesas en términos generales, será útil referir al
objeto de nuestro trabajo cada uno de los conceptos desarrollados hasta
ahora.
1. El ALCA es una expresión de la modalidad de globalización que se está
llevando adelante en el mundo, un intento de formalizar a través de un
tratado internacional un conjunto de reglas que son funcionales a aqué-
lla, injustas y perjudiciales para los países del sur.
2. El ALCA es una expresión de los intereses estratégicos de Estados Uni-
dos en la contienda por la hegemonía económica global, un gambito
para lograr una firme anexión del mercado de las tres Américas y con-
solidar así un área de dominación que involucra a 800 millones de seres
humanos y las riquezas y recursos de más de tres decenas de países.
Desde el punto de vista de los intereses norteamericanos en la batalla
por el control de la economía mundial, aparece como una jugada nece-
saria.
3. El ALCA responde a una idea tramposa del «comercio libre», que for-
ma parte de su propia denominación. La «libertad» que se busca es la
de las grandes corporaciones multinacionales y el capital financiero
internacional. En los hechos, Estados Unidos se ha negado
sistemáticamente a aceptar las exigencias de eliminar las medidas pro-
teccionistas que amparan a su economía.Para muestra, un botón: mien-
tras negocia e impulsa el ALCA, una de cuyas condiciones básicas es
la apertura de su mercado agrícola –verdadera causa del tratado para
muchos países del área– Estados Unidos aumenta pública, cuantiosa
e impúdicamente los subsidios agrícolas en un programa previsto para
una década 9.

9. La nueva ley de subsidios agrícolas norteamericana («Farm bill») fue aprobada en abril
de 2002 e incrementa en más de 100.000 millones de dólares el monto de los mismos.

El contexto global y hemisférico 21


4. Una de las promesas del ALCA es el acceso al mercado norteamerica-
no. Las experiencias realmente existentes, notoriamente el TLCAN 10
–del que el ALCA es una copia «corregida y aumentada»– , demuestran
que en los hechos –y siguiendo las pautas ya conocidas de la Organiza-
ción Mundial de Comercio– ocurre exactamente lo contrario.
5. En el discurso de los partidarios e impulsores del ALCA, éste constitu-
ye un camino ineludible para alcanzar el desarrollo. No es cierto –y lo
comprobaremos a lo largo de las páginas que siguen. Además, el mo-
delo de desarrollo que se nos ha prometido no es el nuestro –no fue
libremente elegido por los pueblos de América teniendo en cuenta sus
aspiraciones, su diversidad, sus peculiaridades. Es el mismo tipo de
desarrollo agresivo con la naturaleza, excluyente y despilfarrador que
ha llevado adelante el Norte satisfecho, cuyo modelo choca notoria-
mente con la imposibilidad física y el límite ecológico insuperable, sin
contar con las barreras éticas y una suma de riesgos que sería insen-
sato aceptar.
6. Para los países pobres de las Américas el desafío está en otra parte. Sus
intereses están objetivamente en oposición a los de los países centrales
en general, a los de Estados Unidos en particular y, también a los de las
compañías trasnacionales que han concebido e impulsan estas formas
actualizadas de reparto del mundo en la era de la globalización. Esos
desafíos tienen que ver con la integración soberana –económica, pro-
ductiva, social y cultural– de las naciones de la Patria Grande; tienen
que ver con la afirmación de uno o varios bloques regionales que asegu-
ren una inserción internacional potente, capaz de hacerse respetar en
un mundo en el que el capitalismo se reorganiza bajo sus modalidades
más salvajes; tiene que ver con la construcción de un modelo de desa-
rrollo propio, sustentable, equitativo, no excluyente, respetuoso de la
variedad cultural y étnica que constituye una parte esencial de la rique-
za del continente. Tiene que ver con la cooperación recíproca, el consu-
mo frugal y en armonía con la naturaleza, la preservación de la identi-
dad común en medio de la diversidad, el combate a la pobreza y la
marginación, la autonomía soberana, la consagración de los derechos

10. Tratado de Libre Comercio de América del Norte, acordado entre Canadá, México y
Estados Unidos y vigente desde hace diez años. También se lo conoce como «NAFTA», sigla
que corresponde a su nombre en idioma inglés: North America Free Trade Agreement.

22 El ALCA, un camino hacia la anexión


humanos –en particular los derechos económicos, sociales y culturales,
en toda su extensión– y el encuentro fraterno entre iguales. No tiene nada
que ver con el ALCA, ni éste será útil para ninguna de estas finalidades.

2. Un actor principal: Estados Unidos

El papel central que corresponde a Estados Unidos en el proceso de


reformulación del sistema mundial obliga a dirigir la mirada hacia esta po-
tencia para tratar de establecer su situación, sus intereses, el contenido de
sus políticas, los problemas y proyecciones a la que éstas responden. Tam-
bién será necesario mirar al interior de ese país y tomar cuenta de los deba-
tes que en el mismo se han suscitado, tanto en el ámbito político, cuanto en
el jurídico y el comercial.
Sería un grave error pensar que la realidad en el seno del gran país del
norte es homogénea, que las posturas que se impulsan desde el gobierno son
compartidas y respaldadas en bloque por el conjunto de la sociedad. Por el
contrario, existen fuertes intereses contrapuestos, que es preciso discernir;
existen crecientes diferencias sociales y un grado extendido de pobreza;
existen importantes debates en curso, cuya significación proviene de su
contenido, pero también de su innegable incidencia en las posturas –marchas
y contramarchas– que la administración norteamericana adopta; existen
problemas –que terminan afectando al conjunto de la sociedad global de una
u otra forma–, existen fuertes contradicciones, que siguen su proceso como
en cualquier otro escenario nacional. También existe un poder hegemónico,
cuyo perfil, rasgos definitorios, opciones ideológicas, concepción del mun-
do y del papel de Norteamérica en éste devienen definitorios y tienen enor-
me gravitación en el curso de los acontecimientos a nivel universal.
Examinar en profundidad la realidad estadounidense es un desafío que
excede las limitaciones de este trabajo. Sin embargo, analizaremos algunos
elementos que resultan altamente significativos e ilustran –con una luz dife-
rente– nuestra mirada sobre el proceso de globalización y la propuesta del
ALCA –parte inescindible de ese proceso–.

El país más endeudado del planeta

Estados Unidos afronta graves problemas como nación. Uno de los más
serios es su incontenible déficit. La política norteamericana está fuertemen-

El contexto global y hemisférico 23


te determinada por la necesidad de financiar ese déficit sin realizar ajustes
en su economía –incómodos e impopulares–. Como todo poder imperial,
utiliza su enorme capacidad económica, política y militar para lograr o in-
tentar lograr que el costo de las soluciones sea pagado por la periferia de su
imperio.
Un estudio reciente11 califica a Estados Unidos como un «país próspero,
pesadamente endeudado». Las tesis centrales del trabajo de Romilly Greenhill
y Ann Pettifor son las siguientes:

1. La fuerza que da el impulso determinante a la globalización financiera


es el creciente déficit de Estados Unidos, que comienza en la década de
los 60 y no ha cesado de incrementarse. Las autoras asignan mayor peso
en el impulso globalizador a este fenómeno, por encima de los intereses
de la élite corporativa y los últimos logros de la tecnología.

2. Para la inmensa mayoría de los países, excepto los dominantes en la


economía global, el endeudamiento y la liberalización financiera que
forma parte medular de dicha globalización han conducido a la pérdida
de autonomía y reducción de sus capacidades soberanas.

3. La deuda externa acumulada de Estados Unidos alcanza a U$S 2.200.000


millones,12 mientras que la del conjunto de los países en desarrollo, in-
cluyendo China, India y Brasil, alcanza a U$S 2.500.000 millones:13
«En otras palabras, 300 millones de personas en Estados Unidos deben
tanto como el resto del mundo, es decir tanto como las 5.000 millones
de personas que viven en los países en desarrollo».14

4. El furor consumista norteamericano ha conducido al mayor déficit de


cuenta de la historia, que alcanza a U$S 445.000 15 millones, equivalen-
tes al 4% del PBI de ese país. Este déficit viene incrementándose de

11. «The United Status as a HIPC – how the poor are financing the rich» , Informe de JUBILEE
RESEARCH, redactado por Romilly Greenhill y Ann Pettifor, publicado en abril 2002. Los
autores indican que la sigla HIPC corresponde a la expresión «heavily indebted prosperous
country».
12. 2,2 trillones en la notación angloamericana.
13. 2,5 trillones en la notación angloamericana.
14. Greenhill y Pettifor, op cit.
15. 445 billones en la notación angloamericana.

24 El ALCA, un camino hacia la anexión


manera constante en años recientes y los economistas predicen que lle-
gará a U$S 730.000 millones16 en 2006.
5. El financiamiento de ese déficit se obtiene mediante la canalización ha-
cia la economía norteamericana de cuantiosos ahorros (del más diverso
origen y legitimidad) provenientes de todas partes del mundo, y tam-
bién y notablemente por la sangría de los países pobres a través de dos
mecanismos: la fuga de capitales y la necesidad –forzada– de acumular
grandes cifras de reservas en dólares. Para mantener esas reservas los
países pobres toman prestado dinero de Estados Unidos –a tasas que
alcanzan al 18% anual– y prestan luego ese mismo dinero a Estados
Unidos al 3% anual, que es la tasa que pagan los Bonos del Tesoro nor-
teamericanos utilizados habitualmente como elementos de reserva mo-
netaria.
6. El déficit norteamericano no es sustentable. La cuestión es determinar la
forma que el necesario ajuste adoptará. Por el momento parece inevita-
ble que los países más pobres –los más débiles políticamente también–
sigan soportando los costos de cualquier corrección que implemente
Estados Unidos.
Un sistema en que los pobres financian el exceso de consumo de los
ricos es evidentemente injusto y, a la larga, insostenible. Como también
lo es la contradicción entre el hecho de que Estados Unidos dependa
cada vez más de sus acreedores extranjeros, al tiempo que practica una
política autónoma y unilateral, cada vez más sustentada en su exorbitan-
te poder militar y nada más que en éste.

El unilateralismo, opción estratégica equivocada

El proyecto global ha venido sufriendo una serie de crisis sucesivas, que


demuestran claramente que el sistema no funciona, o al menos no lo hace
adecuadamente. Las crisis condicionan y restringen, obligan a los actores a
reposicionarse y procurar nuevas formas de cumplir sus objetivos y obtener
ventajas. Entre otros factores, éste ha sido determinante de un cambio polí-
tico trascendente de parte de Estados Unidos, que –como se ha hecho evi-
dente– se inclina al unilateralismo, acentuando su perfil imperial.

16. 730 billones en la notación angloamericana.

El contexto global y hemisférico 25


Las crisis son una parte constitutiva del capitalismo, como enseña la
economía política y prueba la historia. La ruptura del pacto de Bretton
Woods17 abrió el camino a la liberación progresiva e irreversible de los mer-
cados de capitales y divisas, rompiendo el sistema de seguridad creado al
cabo de la II Guerra Mundial. La aceleración del progreso tecnológico y la
disponibilidad de medios de comunicación instantáneos, habilitaron la mo-
vilidad extrema del flujo de capitales, libertad que ha devenido factor de
alto riesgo e inestabilidad para el sistema en su conjunto. En el escenario
económico, y en breve inventario podemos señalar algunos episodios signi-
ficativos que conmovieron al mundo y se explican por la volatilidad finan-
ciera, dan cuenta del fracaso del sistema y condicionan el reposicionamiento
internacional de la potencia mayor:18
a) La crisis mexicana, conocida como «efecto Tequila», acaecida en enero
de 1994, a poco de haber entrado en vigencia el TLCAN, visualizada
como una espectacular manifestación de las consecuencias funestas que
la libertad absoluta otorgada a los especuladores podía arrojar para eco-
nomías relativamente débiles.
b) La crisis financiera asiática que comenzó en Tailandia en abril de 1997
y se expandió rápidamente a Indonesia, Malasia, Corea del Sur y Taiwan,
poniendo en evidencia que la liberalización de los mercados de capita-
les, uno de los pilares del proyecto global, tiene efectos y potencialida-

17. El 15 de agosto de 1971 el entonces presidente norteamericano Richard Nixon decidió


unilateralmente abandonar el régimen de tipos de cambio fijo y la convertibilidad del dólar.
Estas medidas –que exigieron respuestas similares y sucesivas de parte de las otras grandes
potencias económicas– rompieron el sistema de frenos y seguridades acordado en Bretton
Woods (1944), abrieron paso a la expansión creciente y descontrolada de los mercados finan-
cieros y al libre tránsito de dinero, fondos y divisas. Al mismo tiempo, establecieron las
condiciones necesarias para transformar al dólar en la moneda internacional por excelencia
–moneda de comercio y unidad de reserva– dejando fuera de control y huérfana de respaldo
la emisión ilimitada de billetes. La economía mundial se sustenta hoy en una premisa falsa:
puede confiarse en el dólar. Observando la realidad de la economía norteamericana y su
increíble déficit, puede concluirse en que esa confianza es inmerecida.
18. En su trabajo «The crisis of the WTO and the crisis of the globalist proyect», Walden
Bello inscribe este proceso dentro de un ciclo Kondratieff «largo» de signo negativo, que
habría comenzado en los años 70, acentuado en sus consecuencias por el impulso de las
políticas neoliberales a lo largo y ancho del mundo y por la multiplicación y rápida
transmisividad de sus efectos, provocada por la interconexión globalizada de las economías
en el sistema mundial. (El economista Nicolai Kondriateff desarrolló su teoría de los ciclos,
señalando que el capitalismo progresa en «ondas largas» de 50/60 años, marcadas en sus
picos más elevados por la explotación exitosa de nuevas tecnologías, para caer luego en
largos ciclos depresivos a causa del agotamiento de aquellas).

26 El ALCA, un camino hacia la anexión


des desestabilizadoras, muy difícilmente controlables y de terribles con-
secuencias. En unos pocos meses –y para subrayar solamente los aspec-
tos más visibles y dramáticos– 22 millones de personas en Indonesia se
deslizaron debajo de la línea de pobreza. Al menos 2 millones más en
Tailandia siguieron el mismo destino.
c) La crisis económico financiera en Rusia, ocurrida en 1998, estimulada
por la anterior. Contribuyó a agravar el desmantelamiento del aparato
productivo, empujó a millones de personas a la miseria, destruyó los
últimos restos del sistema de protección social heredado de la era sovié-
tica y dejó en claro el fracaso del plan de «tránsito pacífico a una econo-
mía de mercado» en un esquema neoliberal.
d) El colapso del mercado de valores estadounidense en marzo de 2001,
absurdamente hinchado en el vacío, que condujo a una recesión prolon-
gada. La estagnación de la economía real había provocado la migración
de enormes capitales hacia el sector financiero que, libre de controles,
siguió inflándose desmesuradamente y degeneró en la especulación mul-
tiforme. La distancia entre la rentabilidad en el sector financiero y la
rentabilidad en la economía real siguió creciendo, construyendo un puente
ficticio que, en el momento preciso, cayó por su propio peso.
e) La crisis argentina (2000-2002) llevó el país al borde de la quiebra –o
más allá de él, según algunos observadores– y dejó probado, una vez
más, el fracaso de los ajustes estructurales y las políticas impulsadas
desde los organismos multilaterales de crédito. El «mejor alumno» del
FMI y el Banco Mundial perdió su primer examen estrepitosamente,
quedó malherido y fue vergonzosamente abandonado por sus mentores
en el momento en que afrontaba sus mayores dificultades.
El proyecto globalizador tiene como objetivos la conservación y el de-
sarrollo del sistema económico mundial, incluyendo la necesidad de finan-
ciar el déficit norteamericano y, complementariamente, atender el interés
común de las elites capitalistas a nivel mundial, compuestas esencialmente
por las grandes corporaciones y el capital financiero internacional, que as-
pira a y necesita de la expansión constante de la economía mundial para
seguir acumulando beneficios. La teoría que inspira el proyecto es el
neoliberalismo económico, en concordancia y al servicio de aquella aspira-
ción y aquella necesidad, y se expresa en la apertura total de los mercados,
la liberalización absoluta, el acceso no mediado a todas las fuentes de nego-

El contexto global y hemisférico 27


cios y de riquezas. La libertad del mercado de capitales y de movilización
de éstos es un elemento central de esta concepción y, como hemos visto,
una necesidad inesquivable de la frágil estabilidad norteamericana. Las tec-
nologías informáticas, de transporte y telecomunicaciones, suministran las
bases materiales imprescindibles para llevar a la práctica este proyecto. Los
organismos financieros internacionales devienen agencias promotoras de
éste y utilizan todos los mecanismos a su alcance –en especial el «chantaje
de la deuda» y las necesidades financieras de los países en desarrollo– para
imponer decisiones y políticas funcionales al proyecto de globalización
corporativa a los más reticentes.
Pero las crisis señaladas y sus consecuencias, ponen en cuestión el
proyecto y debilitan gravemente a sus agentes. El FMI y el Banco Mundial
han caído en descrédito, son objeto de creciente desconfianza y han que-
dado desnudos a la vista del público en la impresentable continuidad de
sus errores, en los que muestran –además– una tozuda persistencia. El
fenómeno universal bifronte –concentración de la riqueza y expansión de
la miseria– refuerza el elenco de pruebas acerca de la inviabilidad del
proyecto globalizador en curso y profundiza una contradicción que el ca-
pitalismo contemporáneo no ha logrado resolver: los mercados se con-
traen –al compás de las políticas neoliberales «recomendadas» e impues-
tas– cuando lo que se necesita es precisamente lo contrario. El primer
resultado de la contracción de los mercados es la recesión, el crecimiento
del desempleo incluso en los países desarrollados (lo que incrementa la
constricción de los mercados), el aumento exponencial de la emigración
(que provoca aumento de los costes estatales en los países receptores), el
descenso de la producción y el desfasaje creciente entre la economía real y
la «burbuja financiera» que explota de tanto en tanto, renovando las situa-
ciones críticas.
El déficit norteamericano es, como hemos visto, un componente deter-
minante de esta situación. Su financiamiento resulta cada vez más costoso
para el sistema económico mundial. El espacio y las oportunidades para la
élite capitalista mundial se reducen y surgen entonces dos alternativas: la
reformulación del proyecto –incluyendo el indispensable ajuste de la eco-
nomía norteamericana– o la rebatiña por la posesión de aquello que aún
puede generar beneficios y –en el caso de Estados Unidos– mantener acti-
vos los sifones que permiten succionar recursos de todo el mundo para sos-
tener sus crecientes déficit sin afectar los niveles de vida y consumo de su
población.

28 El ALCA, un camino hacia la anexión


La economía más poderosa y más endeudada del planeta, ha elegido esta
segunda opción, que desemboca en el unilateralismo y abriga el fantasma de
las guerras. Veremos cómo, desde otro ángulo, se arriba a la misma conclusión.
La globalización no elimina la competencia y las contradicciones entre
los diferentes integrantes de las élites económicas. La competencia es parte
de la lógica del mercado y una forma de contradicción evidente que no
necesita ser probada. Otra contradicción es la que enfrenta a las corporacio-
nes cuya prosperidad, cuyos negocios y cuya supervivencia están ligadas a
los estados, y que por lo tanto tienen un perfil acentuadamente «nacionalis-
ta», con las corporaciones que integran la facción más «globalista», cuyo
interés radica exclusivamente en la expansión del mercado mundial y las
oportunidades de negocios en la escena global. Si comparamos los intereses
del complejo militar industrial norteamericano y, por ejemplo, los intereses
de los gigantes de la alimentación, podremos visualizar con claridad la dife-
rencia y contradicción que existe entre los mismos: el primero requiere gue-
rras, el segundo mercados consumidores.
Estas contradicciones se expresan inevitablemente en las políticas se-
guidas por la administración norteamericana. Si predomina la posición de
las corporaciones «más globalizadoras», el acento se pone en la expansión
de la economía mundial y en la prosperidad de la «clase capitalista glo-
bal». A mediados de la década de los 90, Bill Clinton impulsó una política
de «dólar fuerte» a fin de estimular la recuperación de la economía alema-
na y japonesa, buscando ampliar mercados para los bienes y servicios pro-
ducidos por las corporaciones norteamericanas. Esta política favorecía la
expansión de la economía global y beneficiaba al conjunto de la élite ca-
pitalista mundial. Inversamente el Departamento del Tesoro en la «era
Reagan» –y nuevamente ahora bajo la administración de George Bush
(h)– desarrolla una política de «dólar débil» que permite aumentar la
competitividad de la industria norteamericana a costa de las economías de
los restantes países centrales, en beneficio exclusivo y prioritario de las
corporaciones norteamericanas. No es necesario agregar que las guerras
constituyen un elemento más –bien que un elemento extremo– de esta lí-
nea política, y apuntan a beneficiar básicamente a un sector de la élite
corporativa norteamericana: el complejo industrial-militar, ahora amplia-
do –tal como surge del proceso de «reconstrucción» de Irak–, incorporan-
do un selecto grupo de megaempresas de la construcción y los servicios.
El viraje estadounidense desde el multilateralismo al unilateralismo en
materia internacional tiene, en última instancia, una explicación económica

El contexto global y hemisférico 29


y una justificación ideológica. Para la ultraderecha republicana –con fuertes
componentes filosóficos y aún religiosos del más profundo conservaduris-
mo– el objetivo es el poder estratégico, concebido como una combinación
perfectamente articulada de poder militar y poder económico, ambos
hegemónicos y excluyentes. La élite industrial militar que se autoatribuye
la victoria en la Guerra Fría conquistó el gobierno de Estados Unidos colo-
cando a George Bush en el sillón presidencial –un hombre de paja, un mero
actor de peor calidad aún que Ronald Reagan. Y de inmediato echó a andar
«su» propia variante hipernacionalista, reaccionaria y agresiva del proyecto
globalizador.
Para el asunto objeto de nuestro trabajo es necesario tener presente que
esa elección, esa política, agrava las contradicciones entre los intereses
nacionales de Estados Unidos y los intereses de todos los restantes países
del mundo, excepto tal vez los de su socio menor, el Reino Unido. Y
también agudiza las contradicciones verificables en el seno de la élite
capitalista mundial, generando renovadas dificultades para lograr el objeti-
vo de la expansión de la economía universal. Las negociaciones en el seno
de la OMC tienden a estancarse, la competencia por la apropiación de
espacios y mercados se hace más dura. La presión norteamericana para la
concreción del ALCA y la ofensiva simultánea en la negociación de múlti-
ples tratados bilaterales, regionales y subregionales de libre comercio, tam-
bién se explica por estas razones. Y cada día, Estados Unidos necesita más
y más dinero fresco –absorbido desde el exterior– para sostener su pan-
tagruélico déficit.19
La elección del unilateralismo es equivocada: provoca aislamiento, con-
lleva la desconfianza y distanciamiento de los aliados tradicionales, alimen-
ta la resistencia, pone de manifiesto muy claramente la ilegitimidad, invita a
una mirada cada vez más exigente y menos tolerante del déficit norteameri-
cano. En el camino, quedan reducidos a jirones algunos elementos valiosos
que tradicionalmente han sido utilizados con éxito para sostener «suave-
mente» la dominación: el «consenso pasivo» acerca de que «las cosas son
como son y no es posible cambiarlas», la cooperación de los co-beneficia-
rios tradicionales del sistema en la defensa «dispersa y difusa» de éste. Se
fortalecen los nacionalismos, se desnudan más claramente y se hacen más

19. Algunos investigadores han estimado que la succión de recursos externos por parte de la
economía norteamericana alcanza a la cifra de 4.000 millones de dólares diarios. Cfr. Greenhill
y Pettifor, op. cit.

30 El ALCA, un camino hacia la anexión


intolerables las consecuencias del neoliberalismo, se debilita el frente do-
méstico a partir de la irrupción de nuevos contradictores, también perjudica-
dos por la elección selectiva.
El sistema capitalista «posee en su naturaleza un carácter excluyente
que hace que sólo pueda ofrecer beneficios que se sustentan en el juego suma
cero: si alguien gana, es porque otro pierde».20 El método para «seguir ga-
nando» que eligió la administración republicana genera un elenco mayor de
«perdedores»: pierden los pueblos de los países del tercer mundo (que siem-
pre perdieron, pero ahora pueden resultar, además, «bombardeados y recons-
truidos»); pierden los socios de la élite capitalista global, desplazados por la
elección de fortalecer y priorizar a las corporaciones norteamericanas aso-
ciadas al proyecto de hegemonía estratégica económico-militar; pierden las
restantes corporaciones estadounidenses –aunque puedan preservar la espe-
ranza de comer del «segundo plato», y pierden enormes contingentes de
norteamericanos que, manipulados por los medios masivos de comunica-
ción hasta el hartazgo, no pueden dejar de sentir en su olla, en su mesa, en su
salud y educación, en su legión de sin techo, en sus minorías negra, indígena
e hispana y en el momento de su retiro, las consecuencias de las acciones y
determinaciones de un gobierno ultraderechista y guerrero.
La pretensión de hegemonía estratégica económico-militar de la admi-
nistración Bush se articula en torno a la «guerra contra el terrorismo». Este
artificio ideológico ha otorgado al gobierno norteamericano un argumento
«para todo uso» que le ha permitido hasta el presente mantener unificado el
frente doméstico, «justificar» la invasión colonial de Irak y desarrollar la
doctrina de la guerra preventiva, un disparate monumental que impacta en
la frente de la comunidad internacional y amenaza desde su propia base al
sistema jurídico universal.

El imperio en apuros

Pero aún así, con todo y su parafernalia de argumentos, justificaciones –que


incluyen la invocación a un Dios «americano»–, ideología remozada y vio-
lenta, aparato militar y potencia económica, el proyecto inspirado en el
unilateralismo y la estrategia de hegemonía global económico-militar, ofre-
ce serias señales de ineficacia y límites que parecen infranqueables:

20. Antonio Elizalde Hevia, “¿Es sustentable ambientalmente el crecimiento capitalista?”.


Publicado en Persona y Sociedad, Volumen X Nº 2, ILADES, Santiago, Agosto de 1996.

El contexto global y hemisférico 31


a) Hasta ahora ha sido imposible para la administración Bush constituir un
nuevo orden político en Afganistán. La hegemonía de sesgo colonial
que el plan reserva para los «rebeldes», los «terroristas» o los propieta-
rios de recursos estratégicos como el petróleo, está fracasando.
b) Tanto o más difícil aparece el proceso de «reorganización democrática»
en Irak, que demanda un alto precio en vidas humanas y absorbe cuan-
tiosos recursos, agravando los mecanismos que generan y expanden el
déficit norteamericano. Costos irracionales e inmensos, sin resultados
visibles.
c) El colapso de la Alianza Atlántica, evidenciado en la prolongada contro-
versia y el ulterior distanciamiento provocado por la guerra de Irak.
Europa aprovecha la coyuntura para tentar la reformulación de una nue-
va alianza en términos estrictamente europeos, con ejes en Alemania y
Francia, y fuerte sustento económico y aún militar.
d) El desarrollo incontenible de las identidades árabes y musulmanas, en
particular en el Medio Oriente, así como en el Sur y Sudeste de Asia,
con señalado beneficio para el fundamentalismo, y la expansión cre-
ciente de los sentimientos antinorteamericanos. Estados Unidos se
siente amenazado por el terrorismo universal, multiplica sus políticas,
medidas y gastos de seguridad, induce en la población un creciente sen-
timiento de inseguridad y hostilidad hacia los extranjeros, respira un
clima de alarma pública constante.
e) La incapacidad de Estados Unidos para eliminar la inestabilidad que
afecta a Israel, un aliado clave.
f) La rebelión de la sociedad civil en varios países de América Latina que
se expresa en la resistencia al ALCA, a las privatizaciones, a la ocupa-
ción de tierras pertenecientes a etnias indígenas, y en la emergencia re-
ciente de nuevos gobiernos opuestos claramente al neoliberalismo (Bra-
sil, Venezuela, en cierto modo Ecuador) en un proceso que también co-
mienza a manifestarse en la Argentina y promete extenderse a Uruguay.
g) La progresiva consolidación y crecimiento de un poderoso movimiento
global de la sociedad civil contra el neoliberalismo, el militarismo y
unilateralismo norteamericano y sus pretensiones hegemónicas, cuya
más reciente manifestación ha sido el movimiento global por la paz y
contra la guerra de Irak.
h) De manera convergente, la sociedad civil se organiza en el escenario
global contra un orden internacional injusto –en lo económico, lo polí-

32 El ALCA, un camino hacia la anexión


tico y lo financiero. Esa organización y una creciente interconexión de
movimientos alternativos del más diverso origen acentúa visiblemente
su desarrollo (en particular a través de los Foros Sociales Mundiales),
aplica y elabora un sistema de valores opuestos radicalmente a los que
inspiran el sistema dominante y se moviliza activamente expresando su
protesta y poniendo en práctica diversas formas de oposición, desde
Seattle hasta las recientes movilizaciones in situ desarrolladas en Cancún
(setiembre 2003) y Miami (noviembre 2003) en oposición a las nego-
ciaciones de la OMC y el ALCA respectivamente.
i) El impacto negativo del nuevo militarismo en la economía norteameri-
cana, que conduce a extremar las tendencias explicadas más arriba, en
cuanto genera mayores gastos que aumentan la presión para continuar
financiando el creciente déficit con fuentes y recursos ajenos. De este
modo se acelera el círculo vicioso que empuja la economía norteameri-
cana a un enfrentamiento total con el resto de las economías del mundo.
Bajo la apariencia de un poder enorme, la postura estratégica de Estados
Unidos, en la orientación que le ha conferido la administración en manos de
la ultraderecha republicana está minada por tremendas contradicciones y
no tardará en acentuar sus debilidades. Mantener un poder mayor requiere
mayor control y éste, mayores gastos. Gastos que la economía norteameri-
cana no está en condiciones reales de afrontar, salvo que el resto de los
países del planeta aceptara seguir financiando su hegemonía y sus aventu-
ras bélicas. Privilegiar el complejo militar industrial genera profundas
inestabilidades y nuevas contradicciones, aún en el seno de la élite capita-
lista global. Desde uno y otro ángulo, las perspectivas entonces parecen
francamente malas.
Estos elementos de contexto no pueden dejar de tenerse en cuenta a la
hora de discutir el ALCA: para explotar las debilidades y las contradiccio-
nes, para reafirmar la certeza de que es posible resistir lo que no conviene y
exigir lo que beneficia, para alentar el intento de los países en desarrollo de
la región de conformar un sujeto político internacional capaz de negociar
en condiciones de equidad con su gigantesco vecino y conducir un modelo
de desarrollo propio.

3. La estrategia de dominación. El chantaje de la deuda

Los contenidos del ALCA que podemos consultar en los borradores publi-
cados llevan a la conclusión de que se trata de un instrumento cuyos efectos

El contexto global y hemisférico 33


consistirán en favorecer abiertamente a las grandes corporaciones, el capi-
tal trasnacional y los intereses nacionales de Estados Unidos, acentuando la
dominación y habilitando una suerte de anexión económica progresiva al
«socio mayor».
El borrador guarda una relación de parentesco inmediato y –en varios
de sus capítulos– una identidad casi total con el TLCAN, por lo que resulta-
rá válido considerar los efectos y consecuencias que éste ha tenido –en par-
ticular en la economía mexicana, la más débil de ese conglomerado– luego
de 10 años de vigencia del tratado. Pero el ALCA va más allá del TLCAN 21,
al punto de que en los espacios de resistencia popular a su implantación ha
sido denominado «un TLCAN plus» o «un TLCAN con esteroides». Desti-
naremos un capítulo especial de este trabajo a examinar los impactos de ese
acuerdo sobre México, así como otras consecuencias negativas que han
golpeado incluso a Canadá y aún a los sectores más débiles dentro de Esta-
dos Unidos.22
El ALCA es un tratado de «última generación» que forma parte del des-
pliegue estratégico de los países desarrollados y las grandes corporaciones
para continuar acumulando ganancias y extrayendo recursos de las econo-
mías de los países del sur. No es, empero, el único instrumento, sino una
herramienta más de un sistema de presiones múltiples con que se ha some-
tido a los países pobres, de hecho, a un asedio multifrontal y agresivo.
El sistema económico mundial –cuyo origen se halla en los Acuerdos de
Bretton Woods– fundado al cabo de la II Guerra Mundial está en crisis. Hemos
visto que los grandes actores de la economía mundial –es decir Estados
Unidos, la Unión Europea y las potencias asiáticas, con Japón a la cabeza–
están impulsando un nuevo reparto del mundo, buscando reajustar ese siste-
ma económico mundial en su beneficio, consolidando en forma definitiva
las nuevas reglas. Seguramente, el nuevo sistema regirá la actividad econó-
mica en el planeta durante las próximas décadas, y no será sencillo cambiar-
lo.23 Todo se está negociando. Hay en el mundo actual una fiebre de negocia-

21. Este tratado cuyas sigla significan «Tratado de Libre Comercio de América del Norte»,
se conoce también como «NAFTA» , sigla que corresponde a su nombre en inglés: «North
America Free Trade Agreement».
22. Ver más adelante: «El TLCAN, un espejo cercano».
23. Esta visión general del proceso de negociaciones pertenece al Ingeniero Gonzalo Rodríguez
Gigena, y fue expuesta en una charla pronunciada en la Vertiente Artiguista, una organiza-
ción política integrante del Frente Amplio, en Uruguay.

34 El ALCA, un camino hacia la anexión


ciones, muchas de las cuales tienen carácter secreto o altamente reservado.
El libre comercio es la piedra de toque, el acceso a los mercados de los países
ricos y la promesa de inversiones y transferencias de tecnología, los cantos
de sirena con que se intenta seducir, una vez más, a los países en desarrollo.
Precisamente son estas «nuevas reglas» las que se están negociando en
diferentes ámbitos. La meta es la legalización del neoliberalismo o, mejor
aún, su consagración definitiva con la jerarquía de ley internacional en un
sistema universal al que deberán someterse todas las economías del mundo.
Quienes impulsan las negociaciones son los países desarrollados por sí y en
nombre y representación de las corporaciones trasnacionales y el capital
financiero internacional. Detrás de la telaraña de procesos de discusión está
la filosofía neoliberal. Un aire de familia puede percibirse en los rasgos
dominantes de las posturas de quienes alientan y apuran las negociaciones:
liberalización, desregulación, privatización, apertura, libre flujo de capita-
les, libertad irrestricta para las inversiones.
Cuando en 1995 fue fundada la Organización Mundial de Comercio, un
inocultable triunfalismo hizo irrupción en las esferas de decisión y coloreó
la declaración conjunta emitida por el Banco Mundial, la OMC misma y el
FMI al año siguiente en Singapore. Estas tres conspicuas instituciones afir-
maron entonces que la tarea al alcance de la mano era la de dotar de cohe-
rencia a sus políticas para crear un «marco internacional de gobernabilidad»
que aseguraría la prosperidad. Estaba a la vista un sistema mundial de co-
mercio perfectamente definido por reglas intangibles, las del neoliberalismo.
George Soros subrayó la importancia de la OMC, a la que calificó como «la
única institución global a la que Estados Unidos aceptaría subordinar sus
leyes nacionales».24
Estamos ante una variante actualizada del antiguo truco de trocar oro
y riquezas por espejitos y cuentas de colores. La diferencia es que ahora

24. Walden Bello entiende que la fundación de la OMC en 1995 es el momento de apogeo de
la segunda fase de la globalización. Para el autor filipino, la globalización es un proceso de
«acelerada integración de capital, producción y mercados orientados por la lógica de la ob-
tención de beneficios por parte de las corporaciones» en el cual distingue dos fases: la prime-
ra, abarca desde principios del S XIX hasta 1914, comienzo de la I Guerra Mundial, la segun-
da se extiende desde comienzos de la década de 1980 hasta el presente. El período interme-
dio fue marcado por la hegemonía de las economías capitalistas nacionales que exhibieron
un grado significativo de intervención estatal; en la economía internacional se registraron
importantes restricciones al flujo comercial y de capitales.
Esta segunda fase del proceso ha sido acompañada por la hegemonía de la ideología del
neoliberalismo.

El contexto global y hemisférico 35


se busca legalizar esa vieja técnica mediante instrumentos jurídicos
vinculantes y obligatorios: los tratados internacionales de «última gene-
ración» dejando el sistema global al abrigo de avatares políticos locales o
regionales. Una vez dentro, será imposible volver atrás. Hacerlo conduci-
ría a la aplicación de sanciones, al aislamiento, a una especie de «muerte
civil» en el ámbito de la producción, las finanzas y el comercio interna-
cional. Algo similar ocurrirá a quien «quede fuera». Los países en desa-
rrollo se mueven entonces a lo largo de una franja estrecha, con escasas
posibilidades de maniobra. La opción más prometedora, por el momento,
parece ser la de enlentecer las negociaciones, exigir equilibrio y justicia
en las soluciones, obligar al reconocimiento de las desigualdades y
asimetrías existentes entre unas y otras partes de las negociaciones y ce-
rrar el camino a la suposición falsa de que todos los actores son iguales;
eliminar de las mesas de diálogo y regateo los nuevos temas que los países
centrales –excitados por las grandes corporaciones– pretenden introducir,
demandar una modificación radical de las políticas de asistencia para el
desarrollo y, en fin, unirse sobre la base de los intereses y los derechos
comunes, buscando negociar desde posiciones de creciente fuerza y peso
político. Una línea de acción que abriga algunos de estos contenidos, lle-
vada adelante con firmeza por el «grupo de los 20 plus» acaba de obtener
una promisoria victoria en la fracasada Conferencia Ministerial de la OMC
en Cancún.
La estrategia de las grandes potencias económicas se lleva a la práctica
mediante un variado panel de herramientas, bajo el manto prestigioso y
civilizado de la negociación. Se negocia el ALCA, se negocia en el seno de
la Organización Mundial del Comercio, se proponen Acuerdos de Libre
Comercio con la Unión Europea y con Estados Unidos, se adelanta en la
negociación de Tratados de Libre Comercio de menor alcance (bilaterales,
regionales, subregionales e interregionales según el caso), todo ello de ma-
nera combinada y simultánea.
Los países desarrollados empujan en todas las direcciones indicadas,
buscando lo mejor para sus intereses en cada ámbito y articulando las for-
mas de acción de modo de obtener nuevos elementos de presión.
Estados Unidos apura las negociaciones del ALCA para obtener benefi-
cios que no pudo alcanzar en la OMC, a causa del juego de las contradiccio-
nes –que también existen– entre sus intereses y los de la Unión Europea y el
Japón, o por la resistencia y las dilatorias logradas por los países subde-
sarrollados.

36 El ALCA, un camino hacia la anexión


Al negociar el ALCA, a la vez que trata de lograr todo aquello que no
obtuvo en la OMC, remite o pretende remitir a las negociaciones en el seno
de ésta, las exigencias y peticiones de reciprocidad que le demandan los
otros países del hemisferio.
Y lo que no consigue en uno u otro contexto, procura obtenerlo en acuer-
dos más pequeños –regionales o bilaterales–, como en el caso del TLC en-
tre Estados Unidos y Chile, o el Acuerdo de libre Comercio de Centro Amé-
rica, CAFTA25. A su vez, utiliza cada ventaja o beneficio que logra en los
acuerdos bilaterales o subregionales, para presionar a los otros países a fin
de extenderlos al ALCA, a la OMC o a otros acuerdos bilaterales o
subregionales, conformando una complejísima red de tratados, negociacio-
nes y alternativas que, en muchos casos, simplemente desbordan la capaci-
dad de resistencia y aún de análisis de los países más pobres, que por lo
general no cuentan con el ejército de expertos y negociadores que se reque-
riría para manejar simultáneamente un conjunto tan diversificado y potente
de presiones e instancias de discusión y elaboración.
El juego se desarrolla a varias puntas, en escenarios distintos, con reglas
y posibilidades diferentes. Cuando las negociaciones se estancan en un
ámbito, son impulsadas en el otro. Cada logro en cada espacio de diálogo se
transforma de inmediato en una plataforma de lanzamiento para presionar
por el mismo logro en otro escenario.
El interés de los países subdesarrollados parece estar concentrado en
tres aspectos fundamentales: el acceso a los mercados de los países ricos, la
transferencia de tecnologías y las inversiones extranjeras.
Así como existen intereses contradictorios entre los países, y entre los
conglomerados y corporaciones de los países ricos, se verifican también
contradicciones entre los países pobres, que compiten por ganar espacios o
adelantar a sus vecinos en la carrera por obtener el ansiado acceso a los
mercados poderosos, o el redireccionamiento preferencial de las inversio-
nes hacia sus economías. En el marco de las múltiples negociaciones ac-
tualmente en trámite, ambos objetivos resultan ilusorios y abiertamente con-
traproducentes. El caso de México –que examinaremos más adelante– re-
sulta elocuente en este sentido. Pero, además, un sencillo razonamiento lo
pondrá en evidencia.

25. La sigla corresponde a su designación en inglés: «Central America Free Trade Agreement»,
y en estos días se aceleran las negociaciones estimuladas por el fracaso reciente de la reunión
ministerial de Cancún.

El contexto global y hemisférico 37


Las negociaciones –lo que se ofrece y lo que se pide a cambio– están
diseñadas para beneficiar a los países poderosos, sus corporaciones y el
capital trasnacional. No cabe duda de que todos los países del hemisferio
necesitan con urgencia de inversiones –en particular las llamadas inver-
siones extranjeras directas– para generar actividad, fuentes de trabajo y
formas de explotación de recursos o desarrollos de infraestructura que
requieren aportes masivos de capital. También para obtener transferen-
cias de tecnologías y estimular a la economía doméstica en su conjunto.
Las condiciones que el ALCA establece para las inversiones extranjeras,
sin embargo, apuntan en una dirección muy diferente: la libertad absolu-
ta del capital y las grandes corporaciones, y las mayores garantías
concebibles para sus manejos y sus emprendimientos. Libertad y garan-
tías que tienen un solo objetivo real: asegurar la acumulación de benefi-
cios y su transferencia sin restricciones a las economías matrices; liber-
tad y garantías que –por su propia naturaleza– no suponen ningún tipo
de obligación, ningún compromiso, ningún requisito de desempeño. Los
resultados –tal como se ha verificado en México– serán ruinosos para las
economías-víctimas y oscilarán entre la acción de una gigantesca bomba
de succión montada para apropiarse y transferir recursos, el control de
los sectores más lucrativos de las economías locales al margen del cir-
cuito económico doméstico y el juego libre para la especulación finan-
ciera.
En materia comercial –escenario del llamado «acceso a los mercados»–,
las grandes economías tienen en general pocos incentivos para otorgar ven-
tajas, realizar concesiones o abrir sus propios mercados en régimen de
reciprocidad.
En primer lugar, porque las asimetrías existentes determinan que salvo
en el caso de países de enormes dimensiones o en el terreno de los grandes
negocios o la privatización de servicios públicos, la pobreza de los merca-
dos domésticos de los países subdesarrollados no resulta estimulante para
los países ricos a la hora de realizar concesiones que impliquen un mínimo
de equidad.
En segundo lugar, en muchos casos no sólo no desean sino que tampoco
están en condiciones de ofrecer tal reciprocidad. Las fortísimas políticas de
subsidios que protegen e incentivan la producción agrícola en los países
desarrollados, por ejemplo, no pueden suprimirse sin graves consecuencias
domésticas a nivel político, social y aún –como ha sostenido tradicional-
mente Francia– en materia de ocupación del territorio, preservación de un

38 El ALCA, un camino hacia la anexión


aspecto de la cultura nacional y conservación de un conjunto de tradiciones,
estilos de vida y producción a los que no se quiere renunciar. Si Estados
Unidos suprimiera de un día para otro los cuantiosos subsidios que vierte en
su agricultura 26, afrontaría dos graves consecuencias imposibles de abor-
dar: la ruina inevitable de cientos de miles de agricultores que aún con gran-
des dificultades han logrado sobrevivir, más allá de la reducción drástica de
su número, influencia y nivel de ingresos a lo largo de más de una década27
–con toda la secuela de resultancias políticas, sociales y aún productivas
imaginables– y la crisis de los grandes monstruos del «agribusiness», que
constituyen un agente decisivo para el control de los mercados mundiales
de alimentos y buena parte de los commodities. La reciprocidad, entonces,
no es posible, está fuera de discusión y no se logrará. Como prueba directa
de esta afirmación, Estados Unidos –que presiona enérgicamente la apertu-
ra de las restantes economías del hemisferio e impulsa su consagración le-
gal en el ALCA– se niega a discutir su política de subsidios agrícolas en este
ámbito, argumentando que debe negociarse en el seno de la OMC, donde su
fuerza y su capacidad negociadoras se suman a las de los países de la Unión
Europea, que están –respecto de este asunto– en una postura que tiene mu-
chos puntos en común con la norteamericana –más allá de las contradiccio-
nes que también mantienen con los intereses de este país. El artificio que
hemos descrito queda aquí al desnudo, y acaba de verse en modo radiográfico
en la Conferencia de Cancún.
Es una estrategia sustentada en el doble discurso: comercio libre, aper-
tura, producción no subsidiada, desregulación, libre competencia, absten-
ción de intervenciones estatales para nuestros países; restricciones no aran-
celarias, cuotas, subsidios, fuerte intervención y apoyo estatal, regulaciones
internas no negociables, para las economías más fuertes. Bien leído, el men-
saje –que lamentablemente muchos gobiernos de los países en desarrollo
no ha logrado discernir aún– dice simplemente: «abran nomás, que noso-
tros seguiremos protegiendo».
Estas políticas se articulan con el círculo vicioso de la deuda y se refuer-
zan con la presión y los condicionamientos que el FMI y el Banco Mundial

26. Luego del último aumento en los subsidios agrícolas dispuesto por la administración
Bush, el importe de éstos alcanza la fantástica cifra de U$S 180.000 millones para un período
decenal.
27. Ver más adelante en la sección 4 de este capítulo la situación de los granjeros norteame-
ricanos y su desplazamiento progresivo a favor de los gigantes del «agribusiness».

El contexto global y hemisférico 39


imponen a los países deudores, que tienen, esencialmente, el mismo conte-
nido e finalidad concurrente.
Las Cartas Intención del Fondo Monetario Internacional y los docu-
mentos de Ajuste Estructural del Banco Mundial, presionan en la misma
dirección, desde otro ángulo y con otros argumentos. Es parte del círculo
vicioso de la deuda externa.
Lo países subdesarrollados, fuertemente endeudados –el origen y la le-
gitimidad de estas deudas es otro tema– sencillamente no pueden subsistir
sin los suministros de fondos de los organismos multilaterales de crédito.
Casualmente, éstos –controlados y financiados por los países ricos– exigen
a nuestros ministros de economía apertura, desregulación, libre flujo de
capitales, facilidades y ventajas paras los inversores, privatizaciones, nue-
vas oportunidades de negocios lucrativos.
La multiplicidad de negociaciones y ataques en el ámbito comercial a
que ya hemos hecho alusión, por una parte, y la presión permanente del
Fondo y el Banco conforman los dos brazos de la tenaza neoliberal.
Desde el FMI y el BM se imponen a los gobiernos de los países deudo-
res dos ideas que devienen dogmas y luego se expresan en políticas econó-
micas concretas: es necesario facilitar las inversiones extranjeras para ase-
gurar la entrada de capitales; es necesario aumentar los ingresos por ex-
portaciones para poder pagar las deudas. Esto se logra –casualmente, otra
vez– mediante apertura, liberalización, privatizaciones, libertad para el trán-
sito de capitales… El artificio ideológico deviene fórmula sacralizada y se
presiona su imposición. Las prioridades y necesidades domésticas deben
ser postergadas, los recursos deben aplicarse a reestructurar la economía
para «integrarse positivamente al mundo globalizado» en torno al merca-
do, los países deben ser serios y honrar sus compromisos; cualquiera sea el
costo, hay que pagar. Con paradigmática miopía –o deliberación contu-
maz– las instituciones internacionales de crédito imprimen una «receta»
única que pretenden aplicar en todos los casos, sin considerar las peculia-
ridades, las necesidades y las situaciones específicas de las sociedades y
las economías nacionales.
Los intereses de la deuda se encargan de mantener la carga en su sitio,
con lo que se cumplen dos objetivos fundamentales: se preserva el «argu-
mento» que habilita el chantaje financiero para continuar condicionando
fuertemente a las economías domésticas en la dirección deseada y, al mismo
tiempo, continúan transfiriéndose recursos, mientras el principal permanece
intacto o crece por acumulación o refinanciación de pagos e intereses.

40 El ALCA, un camino hacia la anexión


La proyección más clara de estos tratados de nueva generación –en
particular la expansión de los acuerdos de la OMC a los nuevos temas y el
ALCA–, consiste en ligar las políticas neoliberales larga y funestamente
impulsadas por el FMI el Banco Mundial y el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) a algunos beneficios comerciales de menor alcance, al
acceso al mercado de los países ricos (extraordinariamente limitado y siem-
pre controlado por éstos) y a las inversiones extranjeras, que degenerarán
rápidamente en peligrosas y desestabilizantes movilizaciones de capital
especulativo.
No es necesario profundizar en la identidad de intereses y políticas
que promueven las Instituciones Financieras Internacionales que hemos
mencionado y el Departamento de Comercio de Estados Unidos, conspi-
cuo representante de los intereses de las grandes corporaciones norteame-
ricanas.
A lo largo de una década aquéllas promovieron la implementación de
las políticas neoliberales, sometiendo a los gobiernos de la región al chanta-
je de la deuda. También tienen previsto y planificado participar de la finan-
ciación de los megaproyectos de infraestructura, concebidos para desarro-
llarse en ancas de la puesta en práctica del CAFTA y el ALCA.
Esos megaproyectos –como el plan Puebla Panamá, la Hidrovía
Paraná-Paraguay-Río de la Plata entre otros– resultan perfectamente fun-
cionales para estos cometidos: los costos, los pagan los países involu-
crados –es decir sus pueblos– profundizando la espiral de la deuda; los
beneficios, limpios y gratuitos, van a cuenta de la mayor gloria de las
corporaciones, que son quienes necesitan y aprovecharán las nuevas ca-
rreteras, vías fluviales, represas y vías férreas para sus proyectos de
extracción de recursos todavía inexplorados y la sobreexplotación de la
mano de obra barata que crece como un gigantesco «ejército de reser-
va» nutrido constantemente por las masas empobrecidas, desalojadas o
arruinadas.28

28. El Plan Puebla-Panamá cubre una zona que se extiende desde el sur de México hasta
Panamá. El proyecto prevé la ejecución de enormes obras de infraestructura funcionales a la
prolongación del TLCAN e incluye la construcción de represas hidroeléctricas, rutas y auto-
pistas, dragado y construcción de puertos de profundidad, y la creación de nidos para el
desarrollo de maquilas. El primer resultado de todo esto será la afectación brutal de varios
ecosistemas –algunos de ellos de gran fragilidad–, la invasión de territorios indígenas, la
destrucción parcial de selvas hasta ahora intactas, la expansión de la contaminación ambien-
tal en regiones vírgenes. Nada de esto interesa o beneficia a los habitantes de la región.

El contexto global y hemisférico 41


4. Debates y contradicciones en el seno
de la sociedad norteamericana

Estados Unidos no constituye un todo monolítico

Como en todas las formaciones sociales, existen fuertes contradicciones en


el seno de la sociedad norteamericana que están lejos de haber sido resuel-
tas. Las prácticas neoliberales y el estilo de globalización que se impulsa
desde la comunidad corporativa norteamericana, las agudiza y enerva. Lo
mismo ocurre con las políticas nacionales que impulsa la administración a
cargo de la derecha republicana.
Según un reciente artículo firmado por David Krieger 29, en Estados
Unidos «millones de americanos, incluyendo a los trabajadores, viven bajo
la línea de pobreza. Hay más de 40 millones de americanos sin seguro de
salud y con acceso muy limitado o nulo a la asistencia médica. Hay dece-
nas de millones de americanos sin casa, y el comprar una casa se ha trans-
formado en un sueño imposible para la mayoría de los jóvenes. Las posibi-
lidades de educación intermedia y superior están siendo limitadas para los
jóvenes americanos, en tanto los fondos destinados a la educación dismi-
nuyen continuamente. La verdad es que no existe justicia económica en este
país y que la situación está empeorando rápidamente bajo la administra-
ción Bush».30
Los presupuestos de muchos estados de la Unión están hoy en rojo, y la
solución elegida para equilibrarlos consiste en suprimir servicios públicos,
limitarlos o privarlos radicalmente de financiación. Los sectores más afec-
tados son la salud, la educación y el bienestar social. El total de fondos
retirados de los presupuestos estatales en 2002 y 2003 se aproxima a los
75.000 millones de dólares, una cifra similar a la estimada inicialmente
como el costo de la guerra de Irak, cálculo luego largamente superado por
la realidad.
A pesar de esta situación, el ejecutivo propuso recortes de impuestos
por más de 700 mil millones de dólares en el período, recortes que benefi-
cian exclusivamente a los más ricos, mientras empeora concomitantemente

29. David Krieger es presidente de la Nuclear Age Peace Foundation.


30. El artículo al que pertenece la cita fue publicado en el sitio web del Global Policy Forum
bajo el título «Economic Justice for all» y está fechado el 23 de mayo de 2003.

42 El ALCA, un camino hacia la anexión


la situación de los pobres. El Congreso limitó esos cortes tributarios a 330
mil millones de dólares, lo que significa que los sectores de menores ingre-
sos estarán bastante peor de lo que estaban, aunque no tan mal como esta-
rían si el pedido del señor Bush hubiera sido consentido en su totalidad.
Tres grandes mecanismos redistributivos de sentido regresivo están siendo
impulsados por la administración republicana: la rebaja de impuestos a los
más ricos que conduce a la consiguiente reducción de los servicios públi-
cos, la hegemonía creciente y concentradora de las grandes corporaciones,
que conlleva la destrucción, eliminación o absorción de los competidores
de pequeña y mediana dimensión; y la militarización –que coopera con los
dos anteriores en cuanto favorece al complejo militar industrial y absorbe
fondos retirados de la financiación de servicios públicos a nivel federal y
estadual–.
Los gastos militares de Estados Unidos superan los 400 mil millones de
dólares anuales –excluidos los gastos especiales que demandó y está de-
mandando la aventura en Irak. Krieger señala que esa cifra supone desti-
nar más de mil millones de dólares por día a un rubro que ni siquiera permi-
te asegurar razonablemente la defensa del territorio, como ha quedado pro-
bado por los atentados del 11 de setiembre de 2001. Añade que 500 mul-
timillonarios, la mayoría de ellos norteamericanos, son propietarios de acti-
vos por un valor similar al de los bienes de la mitad de la población mun-
dial; mientras 3.000 millones de personas en el mundo viven con menos de
dos dólares por día, y más de 1.000 millones lo hacen con menos de un
dólar diario; que 1.000 millones no tienen acceso a agua potable y 2.500
millones carecen prácticamente de servicios sanitarios básicos, que millo-
nes de personas mueren a diario en el planeta por hambre, falta de atención
médica, consumo de agua contaminada y enfermedades fácilmente cura-
bles; que más de 100 millones de niños no cursan educación primaria au-
mentando la legión de más de 1000 millones de analfabetos, mientras el
país más rico de la tierra destina 400 mil millones de dólares a gastos mili-
tares completamente inútiles. Una fracción de esa cantidad fantástica per-
mitiría dar solución a buena parte de los males más terribles que afectan a
nuestro mundo. En cambio, Estados Unidos ostenta el nada envidiable últi-
mo lugar entre los países industrializados por su aporte para ayuda humani-
taria y asistencia para el desarrollo, que apenas alcanza al 0,11% de su PBI
–muy distante del 0,70 % comprometido. Sobre estas bases –mirando hacia
dentro de Estados Unidos– Krieger sostiene que «el sueño americano está
siendo destrozado por un grupo de extremistas ideológicos que son a la vez

El contexto global y hemisférico 43


ávidos y miopes»; y luego –volviendo la mirada sobre el mundo– afirma
que «la justicia económica es un medio mucho más valioso que cualquier
fuerza militar para combatir el terrorismo».
Krieger termina exhortando a los estadounidenses a impulsar los cam-
bios necesarios para lograr justicia económica en su país y en el mundo, y
para ello, reemplazar definitivamente «a los líderes políticos que permane-
cen atados a los intereses de las grandes corporaciones y comprometidos
con la militarización de América».

Las posturas de Estados Unidos respecto del TLCAN, el NAFTA, la


OMC y el ALCA no tienen respaldo social

Estados Unidos ha abordado hasta ahora dos grandes experiencias en mate-


ria del libre comercio: el TLCAN y la OMC. El ALCA no otra cosa que la
misma política, como hemos dicho antes, una extensión del TLCAN que
abarca a todos los países de Norte, Centro y Sud América, excepto Cuba.
Según el economista norteamericano Mark Weisbrot, diez años atrás algu-
nos influyentes líderes políticos –ligados a las corporaciones– y éstas me-
diante su diversificada y bien aceitada política de lobby y publicidad mediática,
le vendieron al público norteamericano un cuento de hadas bajo la engañosa
denominación de «libre comercio». Dos años después la historia se repitió
con la OMC. Ambos procesos generaron rápidamente ganadores y perdedo-
res, grandes beneficiarios de la liberalización comercial y amplias masas –
en particular trabajadores y minorías étnicas–, cosecharon todos los perjui-
cios. Weisbrot señala que «Luego de todos estos años de TLCAN está claro
quién gana y quien pierde con este tipo de acuerdos de libre comercio. Al
menos para el 70% de los trabajadores norteamericanos, la liberalización
del comercio y de las inversiones… han provocado un continuo descenso de
los salarios, lo que resulta perfectamente lógico si, como consecuencia de
tales acuerdos, se empuja a los obreros norteamericanos a una competencia
cada vez más dura con millones de trabajadores que ganan salarios incom-
parablemente más bajos y gozan de derechos mínimos –si es que gozan de
alguno– y ningún tipo de protección social».31 La línea política de Estados
Unidos en pro de la liberalización comercial es la de las grandes corporacio-
nes. La contradicción entre los intereses y aspiraciones de estas y el grueso

31. Weisbrot, Mark – “Derailing Fast Track”, ZNet, 24 de junio de 2002.

44 El ALCA, un camino hacia la anexión


de la sociedad estadounidense es clara y se hará evidente en el desarrollo de
esta sección. No sólo los trabajadores norteamericanos han cuestionado se-
veramente al TLCAN, la OMC y el ALCA. También lo han hecho un conjun-
to muy diversificado de organizaciones de la sociedad civil que comprende
a los grandes grupos ambientalistas, a asociaciones de inspiración religiosa,
a los defensores de los derechos humanos, a numerosos parlamentarios
–congresistas y senadores–, a organismos de base reunidos en torno a los
más variados centros de interés y a agrupamientos de coordinación para la
defensa de la autoridad y competencia de las unidades políticas de tipo inter-
medio, como la Conferencia Nacional de Legislaturas Estaduales, la Asocia-
ción Nacional de Condados y la Liga Nacional de Ciudades.

La batalla por el fast track

Esta conjunción de oposiciones de tan diferente origen y procedencia ha


tenido uno de sus picos más altos en la batalla política desatada en torno al
llamado «fast track», o «vía rápida». De acuerdo a la Constitución de Esta-
dos Unidos, el comercio internacional es competencia del Congreso, no del
presidente. La firma de acuerdos comerciales o tratados relativos a este tema
requiere consentimiento expreso del Congreso. Este puede aprobar, recha-
zar y aún modificar los acuerdos a que haya arribado el ejecutivo. Tal es el
principio. Existe sin embargo un instituto, el «fast track» o «vía rápida» por
el cual el legislativo autolimita sus facultades constitucionales, otorgando al
presidente mayor autoridad para negociar más velozmente y en mejores
condiciones. Una vez alcanzado el acuerdo comercial internacional o cele-
brado el tratado, el Congreso puede solamente aprobarlo o rechazarlo, pero
no modificarlo. Debe adoptar resolución en un plazo de 90 días, vencido el
cual el silencio o la falta de pronunciamiento se interpreta como equivalente
a la aprobación.
El gobierno de George W. Bush solicitó esta autorización especial para
la negociación del ALCA, desatando una larga batalla que puso en acción
simultáneamente al poderoso lobby de las corporaciones y al conjunto de
fuerzas y organizaciones opuestas a la extensión del TLCAN. La mala ex-
periencia y los resultados desastrosos que éste venía arrojando para la ma-
yoría de los norteamericanos, fue un factor determinante en esta contienda.
No fue fácil para el gobierno de George W. Bush obtener la Trade
Promotion Authorization –Autoridad de Promoción Comercial– o TPA, como
se denominó en el caso concreto la «vía rápida». Los sindicatos se movili-

El contexto global y hemisférico 45


zaron y ejercieron presión continuada y potente sobre la administración
central y sobre los senadores y congresistas. Las organizaciones de la socie-
dad civil, en particular las ambientalistas y las defensoras de los derechos
humanos participaron en una campaña que fue dura, intensa y prolongada.
En abril de 2002 dio la impresión de que habían logrado su objetivo,
cuando se publicó una carta firmada por 62 senadores que manifestaban
su «firme oposición a cualquier acuerdo internacional de comercio que
implique un debilitamiento de las leyes comerciales de Estados Unidos.»
Numerosos congresistas habían asumido públicamente frente a sus elec-
tores, el compromiso de negar su voto al proyecto de ley que consagraba
el «fast track». La controversia se agudizó en medio de grandes
movilizaciones a lo largo y ancho del país, mientras se registraba un au-
mento intolerable de presiones de todo tipo sobre los senadores y los con-
gresistas, provenientes a la vez del omnipotente lobby de las corporacio-
nes y de la administración gubernamental. Bush, asistido por una gigan-
tesca campaña de engaño mediático, logró ligar la política comercial in-
ternacional a la lucha contra el terrorismo, usufructuando el clima genera-
do por los atentados del 11 de setiembre.
En medio de un proceso calificado como escandaloso, la autorización
fue aprobada por el Congreso por una mayoría de apenas 3 votos: 215 a
212. Pocas horas antes de la votación, los representantes nacionales recibie-
ron un aviso por correo electrónico indicándoles que podían consultar el
texto de 304 páginas que sería sometido a su aprobación, en un sitio web de
la administración central. La mayoría de ellos no tuvo tiempo material de
leer lo que estaba votando. El representante nacional por el estado de Was-
hington James McDermott acusó al gobierno de haber maniobrado con el
proyecto de ley hasta lograr que fuera demasiado tarde para una revisión
seria del mismo por parte de los congresistas.32
En una actitud sin precedentes George Bush concurrió personalmente al
Capitolio para presionar al Congreso. Los representantes nacionales fueron
abrumados por infinidad de llamadas telefónicas provenientes de miembros
del gobierno y agentes de las corporaciones, mientras trataban de enterarse
del texto sometido a su consideración.
Para apreciar el significado real de esta situación, debe considerarse que
la ley en cuestión implicaba limitar las facultades constitucionales del Con-

32. Recogido en The Nation, 27 de Julio 2002.

46 El ALCA, un camino hacia la anexión


greso. En la última década ningún presidente había logrado obtener tal au-
torización. Al cabo de la sesión parlamentaria, el representante por el estado
de Michigan, David Bonior declaró: «Esta noche será recordada como una
de las más grandes renuncias a la autoridad constitucional en la historia
de América».33
Por su parte, Sherrod Brown, representante por Ohio afirmó que «el fast
track implica una transferencia de poder desde las formas democráticas de
gobierno hacia las corporaciones». Agregó que la aprobación de esa ley
había constituido «la primera prioridad de las corporaciones norteameri-
canas.».34
Pocos días después –y al cabo de otro episodio también signado por
tremendas presiones–, el Senado dio su aprobación al proyecto por un
holgado 64 a 34. En el correr de los escasos de cuatro meses que separan
abril, (fecha de publicación de la carta) y principios de agosto, (fecha de la
votación) numerosos senadores cambiaron la opinión que habían difundi-
do públicamente y votaron en contra de sus propias afirmaciones y com-
promisos, lo que pone de manifiesto la intensidad de las presiones recibi-
das. Finalmente, el 6 de agosto de 2002, el presidente Bush promulgó la
ley y quedó en posesión de sus nuevas atribuciones, otorgadas por un plazo
de 5 años.
La verdad es que la administración necesitaba estos poderes extraordi-
narios porque los acuerdos comerciales que persigue no se refieren real-
mente al libre comercio y encierran un conjunto de objetivos dañinos para
la mayoría de los norteamericanos, varios de ellos de claro contenido
antidemocrático.
Sin perjuicio de lo dicho hasta el aquí, el «fast track» otorgado a George
W. Bush no tiene el mismo alcance que versiones anteriores de autorizacio-
nes similares. En un memorando preparado para la Coordinación Continen-
tal de la campaña contra el ALCA, Lori Wallach 35 señala que contiene fuer-
tes limitaciones a la capacidad de los negociadores norteamericanos para

33. The Nation, 27 de julio 2002.


34. Citado en The Nation, 27 de julio de 2002.
35. Wallach es una prominente activista norteamericana Directora de Public Citizen’s Global
Trade Watch, una organización con sede en Washington DC, que hace más de 30 años funda-
ra Ralph Nader. Wallach –y su equipo de Public Citizens en el que destaca nuestra amiga
Timi Gerson-, ha desarrollado una actividad de enorme valor y repercusión en la lucha contra
el ALCA.

El contexto global y hemisférico 47


hacer concesiones en materia de agricultura. «Uno de los nuevos límites
establecidos, requiere un voto especial del Congreso para aprobar cual-
quier corte tarifario para productos agrícolas ‘sensibles a la importación’
que sean negociados fuera del contexto de la OMC. Esta previsión suprime
la autoridad de los negociadores para prometer o negociar recortes en las
tarifas agrícolas en el contexto del ALCA… y contradice directamente la
principal exigencia de muchos países del ALCA: que Estados Unidos reali-
ce nuevas concesiones en relación a cítricos, carne de vaca y otros rubros
de producción agropecuaria».
Según Wallach, más allá del sucio proceso de presiones y maniobras –
del que hemos dado cuenta en estas páginas– el hecho de que además fuera
necesario admitir límites precisos para el «fast track» en algunas materias
especialmente críticas como la agricultura, y aún así haber obtenido en el
Congreso la aprobación por un margen mínimo, «revela la falta de consen-
so en la política comercial internacional de parte del Congreso» norteame-
ricano.
Aquellas limitaciones y estas dificultades para el consenso en el seno
del cuerpo que, precisamente, está llamado a decidir si aprueba o no los
acuerdos alcanzados por los negociadores, o si acepta o no las concesiones
que pudieran llegar a comprometerse en materia agrícola, dejan al desnu-
do el problema central de Estados Unidos a la hora de negociar los térmi-
nos concretos del ALCA: en el tema más importante de la agenda de los
países de Centro y Sud América: no puede prometer nada o prácticamente
nada, y si algo promete o compromete, nunca podrá garantizar que la
promesa o el compromiso se harán efectivos –es decir, serán aceptados por
el Congreso.
Uno de los elementos más discutidos –y a la vez uno de los que provo-
có las resistencias más enérgicas en la sociedad norteamericana y generó
debates más intensos en torno a la aprobación del «fast track»– se relacio-
na con las consecuencias de las disposiciones del capítulo 11 del TLCAN,
que se incorporan textualmente al proyecto del ALCA. Se trata del capítu-
lo de Inversiones, que otorga a los inversores derechos de una extensión
inaudita –inexistentes en la legislación norteamericana–, amplía el con-
cepto de expropiación –que ahora abarca también a la privación o dismi-
nución de ganancias esperadas– y genera enormes limitaciones en las fa-
cultades regulatorias del gobierno nacional y de las administraciones lo-
cales. Varios gobiernos estaduales y locales dentro de Estados Unidos han
tenido que afrontar a lo largo de 10 años la prepotencia de las grandes

48 El ALCA, un camino hacia la anexión


corporaciones, amparada por estos «nuevos derechos» otorgados a los
inversores por el TLCAN. Cuando se vieron afectadas por regulaciones
domésticas en materia ambiental, adoptadas en defensa de la salud públi-
ca o del interés público, las corporaciones no dudaron en demandar a los
gobiernos locales obteniendo cuantiosas indemnizaciones, pagadas en
última instancia por los contribuyentes. Cuando la justicia norteamerica-
na desestimó ese tipo de reclamaciones, llevaron los casos ante tribunales
privados amparándose en las normas del TLCAN en materia de solución
de controversias, y obtuvieron casi invariablemente la satisfacción de sus
exorbitantes intereses. La autoridad constitucional de los gobiernos loca-
les, estaduales y aún del gobierno nacional y de la justicia quedó clara-
mente comprometida. Según ha señalado Mark Weisbrot,36 existe una cre-
ciente resistencia de los norteamericanos respecto de acuerdos que bajo la
engañosa denominación de «libre comercio» subordinan su Constitución,
sus posibilidades de protección ambiental y sanitaria y sus estándares de
seguridad mediante una panoplia de disposiciones supranacionales que
terminan poniendo en manos de los abogados de las multinacionales un
conjunto de herramientas que otorga un poder intolerable a las corpora-
ciones. Las posibilidades de la gobernabilidad democrática están siendo
seriamente afectadas, y el balance de poder, dentro de Estados Unidos se
ha inclinado notablemente y en un grado muy superior al habitual, a fa-
vor del gran capital corporativo.

El papel y el poder de las corporaciones

En su «Diccionario del Diablo»37 el escritor norteamericano Ambrose Bierce,


definió a las corporaciones como «ese innoble instrumento para obtener
beneficios individuales sin responsabilidad individual». Bierce publicó esta
obra en 1911, por lo que se nos representa como un visionario genial capaz
de anticipar el futuro –o tal vez ya desde entonces la realidad sugería esa
definición, tan precisa como irónica. El hecho es que en poco menos de un
siglo las corporaciones tuvieron un desarrollo inimaginable hasta alcanzar
su actual status de cogobernantes del planeta. Se multiplicó su capacidad de

36. Weisbrot, Mark – op cit.


37. Ambrose Bierce, «El diccionario del diablo», Alianza Editorial, Barcelona, España, 1970.
La publicación original fue realizada por Neal Publishing Co. en 1911, con el título: «The
Devil’s Dictionary».

El contexto global y hemisférico 49


gestión, su influencia, su alcance; creció exponencialmente el volumen de
sus operaciones y de sus ganancias; se diversificaron sus actividades y los
sistemas de explotación del planeta y sus habitantes. Lo que no cambió fue
la idea esencial, esa que Bierce captó tan tempranamente y con tanta clari-
dad. Las medidas que las corporaciones impulsan en el terreno de los acuer-
dos internacionales relativos a liberalización comercial, privatización de
servicios e inversiones tienen como hilo conductor la aspiración a la máxi-
ma libertad para generar ganancias, sin ninguna responsabilidad ni contra-
partida.38 El gobierno de Estados Unidos, colabora política y financieramente
con este emprendimiento.
Los ejemplos que siguen, relativos a «comercio de servicios», agricultura
e inversiones, servirán para ilustrar estas políticas, el modus operandi de los
grandes conglomerados corporativos, y algunas de las consecuencias de la
puesta en práctica de los acuerdos internacionales resultantes. El ALCA –vale
recordarlo– es una pieza más de un extenso mosaico.

Las corporaciones de servicios

La USCSI (U.S. Coalition of Service Industries) es el mayor grupo de em-


presas del sector servicios orientado al lobby –es decir a la gestión de sus
intereses en todos los niveles del gobierno empleando un variado elenco de
recursos que van desde el ejercicio de presiones, el suministro de asesores e
información, los donativos espléndidos para campañas políticas y toda una
serie de actividades del mismo signo, que incluyen el soborno, el otorga-
miento de regalos fabulosos, la oferta de cargos de dirección para el retiro
dorado de oficiales de gobierno y un conjunto de prácticas semejantes que
se desenvuelven a un lado y otro de la línea demarcatoria de la corrupción.
Está integrado aproximadamente por 60 grandes corporaciones y goza de
acceso privilegiado a la élite gubernamental, los senadores y los miembros
del Congreso. Esta asociación temible es un actor decisivo en el las nego-
ciaciones internacionales que presionan hacia crecientes liberalizaciones
del comercio, es un agente hiperactivo de los procesos de privatización a
nivel mundial y actúa con la complicidad del gobierno y los principales
negociadores norteamericanos, así como las esferas técnicas y directrices
del FMI y el Banco Mundial. «La USCSI es uno de los mejores ejemplos de
cómo las corporaciones se han posicionado para ejercer una pesada in-

38. Una comprensión exhaustiva de esta afirmación se obtendrá luego de la lectura de la sec-
ción destinada a las inversiones en el Capítulo III de este ensayo: «Los contenidos del ALCA»

50 El ALCA, un camino hacia la anexión


fluencia sobre la estructura de los acuerdos de comercio a través de la
formación de coaliciones de lobby que están muy bien conectadas con el
gobierno» explica Darren Puscas en un informe publicado por el Instituto
Polaris en junio de 2003.39
Representantes de al menos 20 corporaciones integrantes de esta coali-
ción forman parte de un Comité clave en el asesoramiento del gobierno de
Estados Unidos en relación a las políticas de comercio de servicios.
Las conexiones son evidentes y redundantes. En febrero de 2002 tuvo
lugar una conferencia en el Departamento de Comercio de Estados Uni-
dos, donde convergieron conspicuos burócratas de la Organización Mun-
dial de Comercio, representantes de coaliciones como la USCSI y personal
de gobierno. Los panelistas y moderadores eran, en su mayoría, gente de
las corporaciones; los relatores, oficiales del gobierno. Entre los partici-
pantes se hallaba nada menos que el Dr Supachai Panitchpakdi, Director
General de la Organización Mundial de Comercio. En su intervención
reveló el papel de las corporaciones en la reorganización de la economía
mundial y su influencia sobre los gobiernos y la propia OMC: «Con su
extensa red global y sus influencias en el mundo, (la USCSI) ha logrado
señalados éxitos en el avance y la consolidación de los intereses de sus
miembros y, más importante aún, en la definición de las políticas de Esta-
dos Unidos y en la promoción de los intereses de Estados Unidos en los
foros internacionales, a la vez que aseguraban la progresiva liberaliza-
ción del mercado global».40 El círculo de connivencia queda así completo
y en evidencia. A través de este tipo de reuniones y eventos, a través de las
múltiples conexiones con el gobierno y la élite burocrática internacional,
las corporaciones logran un grado de acceso e influencia respecto de los
círculos de poder, impensable para cualquier otro actor, incluidos la totali-
dad de los países en desarrollo; influyen directamente en el diseño y la
orientación de las políticas, establecen vínculos constantes y estrechos; sus
directores, sus ejecutivos y sus principales técnicos forman parte de una
misma cofradía.
Entre las corporaciones que integran la USCSI se encuentran algunas de
las que han cobrado notoriedad en tiempos recientes por su protagonismo
en grandes escándalos financieros y de corrupción dentro de Estados Uni-
dos como Enron, Andersen, Worldcom, Citigroup; otras, habitualmente be-
neficiadas con gigantescos contratos y privilegios de parte del gobierno

39. Puscas, Darren: «Enron-style corporate crime & privatization – A look at the USCSI»,
Polaris Institute, 19 de junio de 2003.
40. Citado por Darren Puscas en op. cit., traducción C.Abin.

El contexto global y hemisférico 51


norteamericano –como Halliburton41 (una compañía dirigida por Dick
Cheney42 antes de ser vicepresidente de la Unión), o Cigna (que se desem-
peña en el sector de servicios de salud y enfrenta varios procesos por prác-
ticas desviadas y actos de corrupción)43–.
Muchas de estas empresas ven rápidamente compensados sus esfuerzos
en pro de la liberalización del comercio mundial, la mercantilización y
privatización de servicios públicos y la apertura de las economías locales.
Los efectos del lobby llegan mucho más allá de la influencia en las esferas
de decisión para dar a los acuerdos internacionales una forma favorable a
sus intereses. Casi todas ellas terminan siendo beneficiarias de los servi-
cios privatizados, tanto dentro de Estados Unidos como en el resto del
mundo. Para cerrar el círculo, basta agregar que, además, reciben fondos
cuantiosos del gobierno norteamericano y del Banco Mundial para finan-
ciar estas actividades y proyectos. Dineros públicos –del estado norteame-
ricano o del Banco Mundial– se asignan así a la financiación de proyectos
en manos privadas que persiguen el lucro privado. Se trata de una gigantes-
ca operación que respalda y complementa las políticas de apertura. Los
países y pueblos del mundo y los contribuyentes norteamericanos son las

41. Halliburton fue objeto de una denuncia por parte del grupo ambientalista EarthRights
Internacional en relación a sus prácticas en Burma, bajo el título de «Involucramiento des-
tructivo de Halliburton: de cómo Dick Cheney y EEUU subvierten la democracia en su país
y en el extranjero». La acusación se relaciona con la construcción de un gasoducto en coope-
ración con el gobierno criminal de Burma e involucra la existencia de trabajo esclavo para
asegurar que la obra fuera terminada. Cfr. Puscas, op.cit.
42. Durante el período en que Cheney estuvo en la dirección de Halliburton, ésta recibió
1.500 millones de dólares en préstamos y subsidios estatales para servicios relacionados con
el petróleo en Angola, Argelia, Bangladesh y Rusia, y obtuvo contratos militares por 2.300
millones de dólares. Asimismo, recibió 896 millones de dólares del Banco Mundial para la
extracción de combustibles fósiles y otros proyectos. En los últimos dos años –siendo Cheney
vicepresidente–, obtuvo contratos millonarios del Pentágono para bases militares antiterroristas
alrededor del mundo. En sus dos últimos años en la compañía, Cheney –a su vez– recibió
más de 30 millones de dólares en salarios y opciones. Actualmente, estando en ejercicio de la
vicepresidencia de la nación, el activo Cheney continúa recibiendo pagos de la empresa por
concepto de «compensaciones diferidas», que alcanzan a un millón de dólares al año. Se han
adjudicado ahora a Halliburton nuevos contratos, para la limpieza de los campos petroleros
de Irak.
43. Cigna ha sido objeto de juicios promovidos por médicos y asociaciones profesionales de
médicos por incumplimiento en el pago de honorarios y salarios profesionales y tratamientos
prescriptos para pacientes. También enfrenta juicios por violación de leyes federales, acusa-
da de otorgar incentivos financieros a ciertos médicos para que éstos denegaran tratamientos
a los pacientes asociados y de esta forma disminuir costos. Esta compañía –con un record
judicial bastante impresionante– es una de las más activas promotoras de la privatización de
los servicios de salud en el marco de la OMC y el ALCA.

52 El ALCA, un camino hacia la anexión


víctimas de esta estafa de dimensión universal, el rostro real de la
globalización.

Agribusiness: los «mercaderes de la avidez»

La palabra agribusiness fue ideada para denominar el proceso de produc-


ción de alimentos que comprende la tenencia y cultivo de la tierra, la reco-
lección de las cosechas, la cría de ganado y semovientes, y que también
abarca la manufactura e industrialización, el transporte, el sistema de distri-
bución y venta, la maquinaria agrícola, los pesticidas y fertilizantes, las
semillas y las raciones, el envase de los alimentos, y aún el financiamiento
de este conjunto de actividades. Siete grandes compañías controlan la ma-
yor parte del mercado de la producción de alimentos en Estados Unidos:
ADM, Cargill Corp, ConAgra, IBP, Smithfield Foods, Tyson Foods y Chi-
quita International 44 según un informe publicado por la organización CAR-
PA en su sitio web. Todas ellas intervienen en varias –sino en todas– las
actividades relacionadas con la alimentación. Las políticas seguidas por los
sucesivos gobiernos norteamericanos favorecen, financian y prestan apoyo
a la brutal concentración que emerge como resultado de un proceso que se
acelera en las últimas dos décadas. Esas corporaciones, junto a un selecto
grupo de privilegiados acompañantes, gobiernan este sector fundamental
de la economía. Son los gigantes del agribusiness, y también se proyectan
con señalada ferocidad sobre los mercados globales.
«La comida… es nuestro más grande denominador común, pero para
los mercaderes de la avidez… no es más que un medio para enriquecerse,
mientras los pobres pasan hambre, los granjeros y sus familias son descar-
tados como ‘recursos humanos excedentes’, los trabajadores rurales y los
campesinos devienen esclavos; numerosos políticos, las agencias guberna-

44. Cargill Corp es la mayor corporación privada de EEUU y la mayor comercializadora


mundial de commodities; ADM (Archer Daniels Midland) –que produce un variado rango de
alimentos, semillas y hasta aditivos para los combustibles– está reputada como la mayor
beneficiaria individual de subsidios federales y exoneraciones tributarias; ConAgra es la
segunda manufacturadora de alimentos, detrás de la tabacalera Philip Morris. Se jacta de
controlar todo, «desde la tierra a la mesa» luego de haber puesto en práctica una estrategia de
“integración vertical” orientada a abarcar todos los aspectos del negocio; Tyson Foods con-
trola la industria del packing de la carne, mientras IBP es el mayor productor y procesador de
pollos del país; Smithfield Foods es el mayor productor y procesador de carne de cerdo en el
mundo y Chiquita Internacional –sucesora de la nefasta United Fruit Company–, domina
el negocio de la fruta y las hortalizas.

El contexto global y hemisférico 53


mentales de regulación y algunos académicos los sirven como meros
figurantes que ellos compran, alquilan y manejan a voluntad, mientras los
consumidores son condicionados por la publicidad para comportarse al
servicio de la definición corporativa de ‘libre empresa’ y ‘libre comercio’».
«Para estos mercaderes de la avidez, la comida es… un arma interna-
cional visto que los acuerdos comerciales como el TLCAN o cuerpos inter-
nacionales como la OMC han devenido no sólo simples instrumentos de
política y gobierno mediante los cuales estas corporaciones pueden
implementar su agenda económica imperialista, sino también y en reali-
dad, sus auténticas filiales o subsidiarias».45
El sistema de granjas familiares de Estados Unidos está en «el umbral de
la erradicación». A partir de los años 80, ha ido creciendo en forma constan-
te el número de bancarrotas, cierres y desalojos, con la subsecuente «cose-
cha humana de suicidios, alcoholismo, divorcios, violencia familiar, estrés
y destrucción de comunidades». El tejido social se deteriora velozmente en
las regiones agrícolas, en un proceso que se acentúa en los años 90, cuando
«el control del suministro de comida fue asumido por los mercaderes de la
avidez, cuyo propósito no es alimentar a la gente, proveer puestos de traba-
jo o preservar la tierra, sino simplemente aumentar sus ganancias y sus flu-
jos de caja y reducir el costo de sus operaciones para aplacar el ansia ob-
sesiva de seguir aumentando los beneficios que inspira a sus inversores».46
Los resultados para la sociedad y para la vida son dramáticos: un peque-
ño grupo controla la producción y distribución de alimentos en todas o casi
todas sus etapas, incrementando sus ganancias en forma inconcebible; en el
otro extremo, los productores tradicionales se empobrecen, quiebran y des-
aparecen. Con ellos, desaparecen también las comunidades rurales. Mien-
tras la agricultura que practican las familias de granjeros y campesinos ha
procurado siempre cuidar y preservar la tierra, las corporaciones del
agribusiness literalmente la destruyen y la minan, «solamente interesadas
en monetizar su riqueza natural».47 Miden la eficiencia exclusivamente en
términos de dinero y más específicamente de beneficios.
Adicionalmente, el exceso de control que ejercen sobre la producción
y distribución de alimentos deja en sus manos la determinación de la

45. Ver el informe en www.carpa.org.


46. CARPA, informe citado.
47. CARPA, informe citado.

54 El ALCA, un camino hacia la anexión


calidad, el contenido y el valor nutritivo y sanitario de los mismos. Como
el objetivo de estos gigantes alimentarios es exclusivamente el lucro, su
estrategia –también en estos aspectos– se inspira en la reducción de cos-
tos e inevitablemente afecta la calidad, contenido y valor nutritivo antedi-
chos.
Las corporaciones de la alimentación se han ocupado de «vender» a los
productores familiares y granjeros el cuento de la eficiencia. A través de
fabulosas (por su costo y su contenido) campañas mediáticas y despliegue
comercial lograron convencerlos de los beneficios y encantos de la tecnolo-
gía. Así, muchos productores y granjeros cayeron en la trampa de adquirir
maquinarias, instrumental tecnológico, fertilizantes, pesticidas, semillas y
demás insumos, endeudándose fuertemente. Sólo disponen del valor de venta
de su producción y de los subsidios estatales para afrontar el pago de esas
cuentas.
Pero –la trampa se cierra– la producción les es comprada por los mis-
mos que les vendieron los insumos –o sus colaterales o subsidiarias–, quie-
nes tienen el poder de fijar el valor de las cosechas y de sus resultados. Los
bancos cooperan eficientemente en el proceso, y el resultado es una legión
de granjeros y productores arruinados y un incremento sustancial en las
superficies cultivables o explotables absorbidas por los gigantes del
agribusiness.
Los subsidios estatales son cuantiosos, pero de una u otra forma se des-
vían hacia los cofres de las corporaciones. Sea porque se utilizan para fi-
nanciar las compras de maquinarias e insumos luego impagables, sea por-
que se emplean para financiar directamente la producción de tales maqui-
narias e insumos, o porque permiten financiar el negocio exportador que
conduce al control de los mercados mundiales de commodities. Desde esta
otra perspectiva, entonces, la trampa que está matando a los agricultores
estadounidenses ajusta sus últimos tornillos.
Esta situación lleva en su seno una carga explosiva. Las mismas corpo-
raciones, que en forma implacable asumieron el control de la producción
alimentaria norteamericana, proyectan desembarcar en nuestras costas am-
paradas en las disposiciones del ALCA. Ya están logrando destrozar la pro-
ducción de maíz en México –un cultivo tradicional, esencial para la dieta de
los mexicanos y sustentado por una tradición milenaria. Si el ALCA es apro-
bado, será con aquellos gigantes de múltiples tentáculos y poderes
sobredimensionados que tendrán que competir nuestros productores rura-
les y nuestros agricultores.

El contexto global y hemisférico 55


Inversiones: un debate revelador

¿Cuál es el origen de los exorbitantes derechos atribuidos a los inversores


en el Capítulo XI del TLCAN?
El análisis de los «nuevos derechos» de los inversores revela una expan-
sión extraordinaria y una redefinición radical del derecho de propiedad. El
tema ha sido objeto de debate en Estados Unidos, donde está fuera de discu-
sión el reconocimiento pleno de la propiedad y sus derechos accesorios y
complementarios. Pero las disposiciones del TLCAN van mucho más allá –
tanto de la legislación cuanto de la jurisprudencia norteamericanas– y tie-
nen la potencialidad, ya evidenciada en varias situaciones, de imponerse
sobre la ley y la justicia domésticas.
El debate en Estados Unidos se vincula a un intento de revisión de la
Constitución pretendido desde hace años por la derecha y cuyo eje consiste
en considerar las regulaciones públicas que afectan directa o indirectamen-
te la libertad de hacer «negocios» como «apropiaciones» o «usurpaciones»
de la propiedad privada, que deben compensarse a los titulares de éstas, de
la misma forma que ocurre con la expropiación de bienes. El blanco princi-
pal de esta postura es político, y se dirige al corazón de la potestad regulatoria
del estado y las administraciones locales. La doctrina se justifica con el
concepto de que cualquier regulación es susceptible de tener impacto eco-
nómico sobre bienes privados, y que ese impacto –naturalmente calificado
de «negativo»– debe ser indemnizado. Las regulaciones nacionales, estata-
les, municipales y locales en materia ambiental, sanitaria, de defensa y sos-
tén de derechos individuales, de bienestar social y de justicia económica,
están en el centro de la cuestión. Se trata de establecer la primacía de la
propiedad sobre la sociedad. La consagración legal de estas ideas supondría
un golpe mortal para la democracia representativa.
En un trabajo publicado por The Nation en octubre de 200148, William
Greider recuerda que la tensión que genera la polémica acerca de quien
debe tener precedencia –la propiedad o la sociedad– ha dado lugar en Esta-
dos Unidos a los conflictos más profundos, incluyendo la Guerra Civil.
En 1905, al resolver el caso Lochner, la Suprema Corte de Justicia dejó de
lado una reforma de la ley laboral del estado de Nueva York que fijaba una
jornada máxima de 10 horas y algunas mejoras en las condiciones de seguri-
dad para los trabajadores panaderos. La Corte entendió que la ley referida era
inconstitucional pues privaba a los propietarios de panaderías de sus derechos

48. Greider, William: «The Right and US Trade Law: Invalidating the 20th Century», The
Nation, 15 de octubre de 2001.

56 El ALCA, un camino hacia la anexión


de propiedad. Greider agrega que «durante las siguientes tres décadas, la
lógica del caso Lochner fue aplicada para invalidar más de 200 estatutos
estatales y federales incluyendo la progresividad de los impuestos, leyes de
salario mínimo, códigos de sanidad y seguridad laboral y derechos de orga-
nización gremial independiente». Esta situación se prolongó hasta que en
tiempos del New Deal, una mayoría liberal dominó la Suprema Corte de Jus-
ticia (1937), que –con su nueva integración– se apresuró a reconocer que las
leyes regulatorias en materia social y económica eran constitucionales. Según
esta Corte, «El gobierno tiene la obligación constitucional de proteger el
bienestar y la salud general de la sociedad y sus llamados ‘poderes de poli-
cía’ justifican la intrusión en la esfera privada, dado que este tipo de necesi-
dades públicas precede a los derechos de propiedad».
La antigua doctrina –se trata de una versión remozada del laissez-faire–
bajo la nueva máscara de la «teoría de las regulaciones usurpatorias» ha
sido desarrollada –o reformulada en términos contemporáneos– por Richard
Epstein, profesor de leyes de la Universidad de Chicago y adalid de las
posturas más conservadoras. En su libro «Usurpaciones: la propiedad y el
poder de dominio eminente» utiliza un argumento retorcido para reinterpretar
la Constitución, sosteniendo que las regulaciones deberían ser adecuada-
mente entendidas como usurpaciones conforme a la Quinta Enmienda –que
dispone que «la propiedad privada no puede ser apropiada para propósi-
tos públicos sin una justa compensación»–. En consecuencia, la autoridad
que establece la regulación debe pagar a las empresas y a las personas cuyas
propiedades se ven afectadas o disminuidas en su valor como consecuencia
de acciones públicas, aún cuando éstas hayan sido incuestionablemente es-
tablecidas para proteger un interés o un derecho de carácter general. Epstein
se defiende de las numerosas críticas que su construcción provocara afir-
mando que no pretende invalidar las leyes regulatorias ni las reglamentacio-
nes de ningún tipo, sino que solamente postula que el público beneficiado
por éstas, o el estado que las establece, deben pagar por ellas.49
Esta posición extrema no ha sido aceptada aún por la actual Corte Su-
prema, que tiene mayoría conservadora. Pero el debate está planteado, y la
tendencia ultramontana y neoconservadora radical que alienta en la nueva
administración republicana implica el riesgo cierto de que tarde o temprano

49. Cfr. Greider, op cit.

El contexto global y hemisférico 57


la doctrina adquiera el rango de interpretación oficial y, por lo tanto, valor y
fuerza de ley.
Valor y fuerza que, por otra parte, ya alcanzó en el escenario internacio-
nal. Ha sido expresamente consagrada en el capítulo XI del TLCAN y pro-
movida a la condición de norma proyectada en otros acuerdos comerciales
–concreta y notoriamente, el ALCA.
El profesor Robert Stumberg, de la universidad de Georgetown, señala
que «las protecciones otorgadas a los inversores en el TLCAN se basan en
una estrategia de largo aliento cuidadosamente pensada por las corpora-
ciones, con muchos grupos de estudio y grandes firmas de abogados
involucradas en su desarrollo y promoción». Y añade: «Esto se trata de la
limitación de la autoridad gubernamental, tal es su importancia central».50
Según William Greider «la comunidad multinacional norteamericana
inició sus primera discusiones relativas a los problemas de las inversiones
a mediados de los 80, mucho antes de que comenzaran las negociaciones
del TLCAN, pero en un momento en que comenzaba el gran movimiento de
los capitales trasnacionales de inversión, y el proceso de dispersión global
de la producción».51
El abogado Dan Price –¡vaya si ostenta un apellido apropiado para el
caso!52– fue el principal negociador del TLCAN en representación de Esta-
dos Unidos en esta materia. Los abogados de Washington –los que trabajan
al servicio del gobierno y sus dependencias, y los de las grandes firmas
legales– se transformaron en eficientes correas de transmisión de esta pos-
tura y estas ideas y se encargaron de defenderlas y promoverlas en todas las
oportunidades y en todos los foros. Vemos nuevamente en acción el círculo
de connivencia formado por las corporaciones –con todo su poder político
y económico: poder de lobby, negociación y corrupción– y las élites buro-
cráticas y profesionales de la administración estadounidense, y comproba-
mos que obtiene resultados sorprendentes. El mismo círculo de conniven-
cia, la misma asociación, con idénticos objetivos, trabaja sin pausa en la
elaboración del ALCA. Ya alcanzó un logro fundamental: el infausto Capí-
tulo XI del TLCAN forma parte –textualmente copiado– del texto proyecta-
do del ALCA.

50. Citado por W. Greider en op cit.


51. Greider, W – op cit.
52. «Price» en inglés significa «precio».

58 El ALCA, un camino hacia la anexión


5. La lucha democrática, la resistencia

En el Capítulo 2, exploraremos los objetivos del ALCA, y en el Capítulo 3


estudiaremos sus contenidos. En esta sección daremos cuenta en forma
somera de las tareas de lucha y resistencia emprendidas por los pueblos de
América contra la implantación del tratado. Es necesario entonces anticipar
brevemente las razones de esa lucha, que luego serán ampliamente discuti-
das en los capítulos indicados de este ensayo.

Razones de una lucha

Los pueblos de América están en lucha contra el ALCA. El enfrentamiento


a esta iniciativa y la resistencia a su aprobación atraviesan el continente de
norte a sur, de este a oeste. No se trata de una batalla caprichosa. Los pueblos
de América han comprendido claramente que el ALCA es abiertamente perju-
dicial para sus intereses, que es profundamente injusto y antidemocrático.
El ALCA perjudica los intereses de las grandes masas latinoamerica-
nas en la misma medida en que beneficia a la economía norteamericana, a
sus grandes corporaciones y al capital trasnacional.
También es perjudicial en cuanto otorga estatuto de ley internacional a
los principios económicos del neoliberalismo, bloquea cualquier proyecto
de desarrollo autónomo –local, nacional o regional– y debilita las sobera-
nías, quizás en forma irreversible.
Resulta asimismo abiertamente amenazante dado que los impactos
previsibles de su aplicación –ya conocidos y verificados en la práctica a tra-
vés de la experiencia del TLCAN– afectarán hasta los más recónditos aspec-
tos de su vida social y arrojarán gravísimas consecuencias, restricciones y
condicionamientos para la vida personal de cientos de millones de personas.
El proyecto del ALCA es profundamente injusto porque a la vez que
no arroja beneficios reales y tangibles para los pueblos de América, su apli-
cación tendrá como resultado, inevitablemente, el agravamiento de las in-
justicias ya existentes y la perpetuación del subdesarrollo.
Es inaceptable y peligroso porque apunta a asegurar y consolidar jurí-
dicamente un sistema de transferencia continua e ilimitada de recursos ha-
cia Estados Unidos –contribuyendo a financiar su déficit y a sostener
ilegítimamente el nivel de vida y los hábitos irracionales de hiperconsumo
de buena parte de su población, en menoscabo de la inmensa mayoría de los
pobladores del resto de las Américas.

El contexto global y hemisférico 59


Es inmoral y doblemente perjudicial porque se orienta explícitamente
a consagrar la libertad más absoluta para los manejos y negocios de las
grandes corporaciones y el capital financiero internacional, reforzando de
esta forma los mecanismos de apropiación indebida de las riquezas del con-
tinente, cuyo destino natural es el bienestar y el desarrollo de sus pueblos y
no la acumulación irracional e infinita de ganancias por parte de la élite
capitalista norteamericana.
Es injusto y –nuevamente– inmoral, porque promueve el continuo en-
riquecimiento de unos pocos ya muy ricos y la coagulación en la pobreza de
inmensas masas de trabajadores, campesinos e indígenas, incrementando la
legión de excluidos.
Es antidemocrático porque las negociaciones se desarrollan en secreto
sin participación de la sociedad civil.
Menoscaba a algunos agentes esenciales de la democracia, porque
tales negociaciones también se realizan a espaldas de los parlamentos lati-
noamericanos, precisamente aquellos que luego serán convocados para ra-
tificar el tratado si éste resultara acordado.
Niega los fundamentos mismos de la democracia y la soberanía por
cuanto propone mecanismos concebidos para eludir los controles sociales y
políticos existentes, legalizando y profundizando el modelo neoliberal que,
por la vía democrática, sería imposible continuar poniendo en práctica en la
mayoría de los países de la región.
Cercena las posibilidades de elegir libre y democráticamente un pro-
yecto nacional de desarrollo autónomo, al limitar las posibilidades
regulatorias de los estados, municipios y autoridades locales, sometiendo
todos los aspectos de la vida económica de los países a las más crudas re-
glas del libre mercado.
Hipoteca definitivamente el papel socialmente integrador de los
estados nacionales porque está orientado a suprimir o minimizar la con-
cepción del estado como espacio de elaboración de consensos democráti-
cos e implementación de las políticas resultantes de éstos, reduciéndolos a
la función de defender y preservar la absoluta libertad del mercado y
reservándoles casi exclusivamente el rol de agentes de control y represión
social.

Reivindicaciones democráticas

Como hemos visto, las negociaciones del ALCA continúan desarrollándo-


se en secreto. Sólo se ha dado participación a un grupo selecto de empre-

60 El ALCA, un camino hacia la anexión


sarios. Los acuerdos, las objeciones, los criterios manejados no trascien-
den a la prensa, no son accesibles para la sociedad civil y tampoco para
los parlamentarios de los países involucrados. Hasta el presente sólo se
habían conocido dos versiones del texto que, si bien dan pistas ciertas
acerca de su orientación y contenido y revelan su identidad con el TLCAN,
resultan perfectamente inútiles para comprender el curso de las negocia-
ciones.
En el proceso de formación de un tratado multilateral se suele trabajar a
partir de un texto básico propuesto como borrador. Los representantes de los
futuros estados-parte negocian redacciones alternativas –es decir, contenidos
alternativos– cuestionan algunos elementos, incorporan o proponen otros. La
representación gráfica que se emplea para indicar en esos borradores todo
aquello que no ha sido aún acordado, que continúa sujeto al «tira y afloje» de
la negociación, son los corchetes. Las palabras, frases, segmentos, párrafos
que lucen «encorchetados» señalan otros tantos puntos de desacuerdo, solici-
tudes de modificaciones aún no consentidas, propuestas todavía no acepta-
das. Los borradores del ALCA que «por única vez y sin sentar precedentes»
fueron revelados ante las crecientes presiones de la sociedad civil, en una
primera oportunidad luego de la Cumbre de Québec (2001) y nuevamente
–gracias a un incremento considerable de aquella presión– en noviembre de
2002, al cabo de la Conferencia Ministerial de Quito, son un «festival de
corchetes».
Se publicó entonces el borrador, pero eliminando las referencias más
importantes: el origen de todos y cada uno de aquellos corchetes. De modo
que no es posible conocer qué posición sostienen los representantes de cada
país, qué o quién propone tal o cual modificación, quién es el autor de una
redacción alternativa o de una propuesta diferente. Se trata de una omisión
deliberada, que permite mantener en secreto la postura de cada gobierno,
ocultar qué intereses cada uno de ellos defiende y mantenerlos con las ma-
nos libres para seguir manejando las negociaciones al margen de toda vigi-
lancia y de todo control. Si algo revela el texto publicado es la voluntad de
mantenerlo en secreto.
El secreto es sospechoso. Estamos hablando de la negociación de un
tratado internacional cuyo contenido afectará inevitable y profundamente la
vida de los 800 millones de habitantes del área, su acceso al trabajo, a los
bienes básicos –tierra, salud, alimentación, vivienda, educación, servicios
esenciales– y sus posibilidades de alcanzar una vida digna. Muchos gobier-
nos en América Latina aluden al ALCA como una esperanza, un acuerdo

El contexto global y hemisférico 61


próximo a la concreción que traerá innumerables beneficios para las econo-
mías postradas de la región, una panacea que nos colocará poco más o me-
nos que a las puertas del primer mundo y nos llevará de la mano al desarro-
llo y al bienestar. ¿Qué razones pueden existir para que algo tan bueno, tan
prometedor, permanezca en las sombras, oculto en los pliegues del poder?
La sospecha despierta entonces a nuestras conciencias con toda naturalidad.
El secreto es antidemocrático. Un tratado que alberga tantas bondades
debería conocerse. Un tratado que nos concierne hondamente no puede per-
manecer encerrado en los gabinetes de negociación. La sociedad civil tiene
derecho a conocerlo, a informarse de las diversas posturas que se discuten,
a identificar a sus autores y a participar con su opinión y sus juicios. Cono-
cer el proceso de negociación es vital para comprender qué se juega en él, y
para ejercer la vigilancia y el control correspondientes sobre los gobernan-
tes. Negar estos derechos a la sociedad por la vía del sigilo y el ocultamiento
menoscaba la democracia y priva a los ciudadanos del ejercicio de algunas
libertades básicas: la de informarse, la de opinar, la de controlar al poder.
Tanto o más grave es la situación de los parlamentarios. En muchos
países de la región sino en todos, los tratados internacionales sólo entran en
vigor luego de su ratificación por el Poder Legislativo.53 El conocimiento
integral del proceso de negociación es imprescindible para que los Parla-
mentos puedan luego opinar con responsabilidad a la hora de considerar la
ratificación. También es cometido del Legislativo controlar la actividad del
Ejecutivo. ¿Cómo ejercer ese control a ciegas? ¿Cómo vigilar desde la igno-
rancia? ¿Cómo ratificar un complejo tratado cuyo contenido real, plagado
de elementos técnicos se desconoce, cuya historia –negociación, transaccio-
nes, aspiraciones nacionales, logros y fracasos– permanece en las sombras?
La sociedad civil, los representantes nacionales y los senadores deben
hacer valer sus derechos y exigir transparencia, publicidad e información.
Cuatro reivindicaciones de profundo sentido democrático se imponen:
1. Exigir el levantamiento del secreto de las negociaciones
2. Reclamar el respeto de los fueros parlamentarios.
3. Abrir el asunto a la consideración y el debate público, de modo que
todos los afectados –la sociedad en su conjunto– pueda opinar y hacer
oír su voz

53. Artículo 85 numeral 7º de la Constitución Nacional uruguaya.

62 El ALCA, un camino hacia la anexión


4. Tener en cuenta las resultancias de ese debate en cada una de nuestras
sociedades para definir las posturas que expresen en las negociaciones
la opinión democrática del conjunto de los involucrados.
Todo lo cual se resume en una enérgica exigencia de publicidad, que
incluye las actas y documentos que registran las discusiones, los acuerdos
alcanzados, los disensos pendientes, la explicitación de las posturas defen-
didas por los representantes de cada país –y los de otros países también– y
sus fundamentos, la divulgación de los textos completos, con todas las refe-
rencias imprescindibles para la interpretación de su significado. Los ciuda-
danos de América tienen derecho a saber y a opinar. Los Congresos, los
Parlamentos, los Poderes Legislativos tiene el derecho y la obligación de
saber, opinar y controlar. Y también tienen a su disposición el recurso y la
libertad de negarse a ratificar el tratado, si llega la oportunidad.54

La resistencia
Innumerables acciones y movilizaciones se han desarrollado en las tres
Américas en relación al ALCA. La Campaña Continental contra este pro-
yecto ha involucrado a una enorme variedad de organizaciones civiles de
todos los países. Al contrario de lo que ocurre con el proyecto, la campaña
incluye a Cuba.
Organizaciones de derechos humanos, ambientalistas, religiosas, de gé-
nero, de afrodescendientes, de indígenas, así como sindicatos, conglomera-
dos parlamentarios, líderes políticos y sociales de origen y condición varia-
dos han participado y continúan participando activamente en una lucha de
dimensión hemisférica.
Los pueblos y sus organizaciones han aprendido a combinar sus batallas
sectoriales o temáticas con esta confrontación central; han experimentado

54. Durante la Conferencia Ministerial de la OMC en Cancún (setiembre de 2003) tuvimos


oportunidad de entrar en contacto con varios integrantes de las delegaciones de países her-
manos: ministros, técnicos, negociadores y auxiliares. De esos intercambios nació el com-
promiso de suministrarnos los textos más recientes de los borradores del ALCA, compromi-
so al que se dio cumplimiento una semana después. Como una contribución al ejercicio de
los derechos de información, participación y opinión por parte del público, así como a la
democracia y a la transparencia, los hemos publicado. Se trata de 9 documentos, fechados
entre el 12 de agosto y el 17 de setiembre de 2003, que corresponden a cada uno de los
grupos de negociación. Pueden consultarse en www.item.org.uy. Razones que no es necesa-
rio explicar nos impiden identificar a los autores concretos del acto de solidaridad, transpa-
rencia y confianza personal que encierra esa actitud. No nos impiden, en cambio, agradecer-
lo públicamente y dejar constancia, en esta nota, del enorme servicio que tales buenos ami-
gos han prestado a los pueblos de América.

El contexto global y hemisférico 63


en profundidad, sobre la marcha y en la lucha misma el valor de la unidad en
torno a una postura que apunta a defender las soberanías nacionales, las au-
tonomías locales, los derechos de los excluidos, los trabajadores, los campe-
sinos y las minorías; han desarrollado su articulación en redes potentes y
flexibles; han aprendido a utilizar las tecnologías más actuales –Internet no-
tablemente entre ellas– y combinarlas con las formas de lucha y moviliza-
ción más antiguas o tradicionales. Se han reunido en coaliciones como la
Alianza Social Continental o «Nuestra América no está en venta», han desa-
rrollado un trabajo ciclópeo de difusión, explicación y educación contribu-
yendo a la toma de conciencia por parte de ingentes masas en todo el hemis-
ferio. Han denunciado las políticas anexionistas de Estados Unidos y las pre-
tensiones exorbitantes de las ávidas corporaciones. Han enfrentado a sus
gobiernos –muchos de ellos propensos a negociar en secreto y a espaldas de
sus pueblos– han reclamado información, transparencia, lealtad. Han logra-
do quebrar parcialmente la reserva antidemocrática de las negociaciones y
protagonizado grandes jornadas de lucha y expresión popular masiva, inclu-
yendo plebiscitos informales, como el organizado en Brasil el 7 de setiem-
bre de 2002 por una coalición multisectorial, integrada por organizaciones
religiosas, obreras, estudiantiles y campesinas, incluyendo la Conferencia
Episcopal Brasileña, el MST, (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin
Tierra), la Central Unida de Trabajadores (CUT) y otras. Diez millones de
personas se movilizaron contra el proyecto en una jornada memorable.
Esta gran ola movilizadora ha contribuido a consagrar algunos cambios
políticos significativos en el espacio continental. No es posible asegurar la
evolución de los acontecimientos en cada uno de los países que referiremos,
pero importa subrayar la presencia de una idea común –la oposición al ALCA
y al modelo neoliberal que éste propicia y la defensa de la soberanía nacio-
nal– como parte de las plataformas políticas que recibieron un señalado
respaldo popular y anuncian –digamos nada más que anuncian– nuevos
vientos y nuevas perspectivas en el subcontinente:
a) Luis Ignacio da Silva, «Lula», detractor del ALCA ganó las elecciones
presidenciales brasileñas en 2002. En su plataforma, opuesta al modelo
neoliberal, incluía su oposición a los borradores conocidos del ALCA,
enarbolando la consigna de que se trataba de una proyecto de anexión, no
de integración. La orientación que la nueva administración brasileña ha
dado a su política internacional –sea en el seno de la OMC como en las
negociaciones del ALCA– ha resultado decisiva para introducir cambios
sustantivos en los esquemas de fuerzas que operan en estas negociaciones.

64 El ALCA, un camino hacia la anexión


b) En enero de 2003 asumió el gobierno de Ecuador Lucio Gutierrez, quien
incorporó a su campaña la afirmación de que el ALCA constituía una
amenaza para el pueblo de su país.
c) En Bolivia, Evo Morales –líder campesino y fuerte crítico del ALCA–
logró un inesperado segundo lugar en las elecciones presidenciales. El
pueblo boliviano es uno de los más activos en la movilización contra el
proyecto y la defensa de su soberanía y sus riquezas naturales, como se
ha evidenciado en los recientes episodios que culminaron con la renun-
cia del presidente-empresario.
d) El gobierno de Venezuela ha asumido una posición de principio en to-
dos los temas relacionados con el ALCA, dando prioridad «innegociable»
a la soberanía nacional, la seguridad alimentaria y el derecho de opinión
de la ciudadanía.
e) Desde Itamaraty, y desde la activa agenda presidencial, Brasil se ha trans-
formado en un operador fuerte y duro que consolida posturas muy enér-
gicas de oposición radical a las pretensiones de las corporaciones nortea-
mericanas y a la presión del gobierno de Estados Unidos para acelerar al
máximo las negociaciones.
f) El nuevo gobierno de la República Argentina converge con el brasileño
en la idea de reformulación del Mercosur, apuntando a configurar un
sujeto negociador multilateral y potente. A la vez, ha reaccionado con
energía en defensa de la soberanía nacional respecto de algunos de los
puntos más críticos del ALCA y adoptado una política independiente y
de extraordinaria firmeza en sus negociaciones con el FMI.
Los derechos se defienden ejerciéndolos. La garantía última de la lucha
de los pueblos americanos es la propia lucha. Los grandes avances –en con-
ciencia, en organización, en comprensión de la situación y sus peligros–
logrados por las organizaciones populares de las Américas se consolidarán
y progresarán en la acción. La resistencia está en marcha y también lo está
la propuesta de alternativas para una integración sobre bases enteramente
diferentes.

6. Ajustes de la estrategia de Estados Unidos en el


hemisferio. El naufragio de Cancún. La postura de Brasil

La resistencia de los pueblos de América en relación al proceso de negocia-


ción del ALCA y algunos importantes cambios políticos acaecidos en la

El contexto global y hemisférico 65


región, en especial los cambios de gobierno en Brasil y Argentina 55 –cuyos
mandatarios han expresado un firme interés en impulsar enérgicamente el
Mercosur y han manifestado con variada intensidad y matices su oposición
al ALCA–, determinaron rápidos ajustes en la estrategia norteamericana,
cuyos principales elementos son:
a) Rápida finalización de la negociación del TLC con Chile, finalmente
suscrito el 6 de junio de 2003.
b) El impulso de las negociaciones del TLC con Centro América (CAFTA),
acelerado luego del fracaso de la OMC en Cancún.
c) Las acciones de presión propagandística, entre las que destacan las de-
claraciones del Representante Comercial de Estados Unidos, Robert
Zoellick, buscando ingenuamente presionar a Brasil con la amenaza ve-
lada de excluirlo del tratado.
d) La reactivación de las negociaciones tendientes a celebrar múltiples acuer-
dos bilaterales, como forma de ir cercando a los más reticentes y condi-
cionando el contenido de un eventual tratado hemisférico.
e) La novísima «vuelta de tuerca» implementada desde el equipo negocia-
dor norteamericano en Miami, una vez asumida la imposibilidad de «do-
blar el brazo» a la postura intransigente de Brasil –secundado por Ar-
gentina y Venezuela– en relación a los temas más «críticos» o «sensi-
bles» en la negociación del ALCA.
Los objetivos que persiguen estos ajustes han consistido, en primer lugar,
en forzar tantos países como sea posible a entrar en el modelo TLCAN / ALCA,
para dividirlos y facilitar las negociaciones; en segundo lugar, predeterminar
muchos de los términos del ALCA por la vía de completar acuerdos bilate-
rales, subregionales o regionales inspirados en el TLCAN, condicionando de
este modo los contenidos del ALCA y presionando hacia la homogenización
de sus «soluciones». Si fracasa –como parece– el intento de una sola nego-
ciación global («single undertaking») como establecía el compromiso inicial,
la misma política es funcional a la conformación de un ALCA «mínimo» com-
plementado por múltiples acuerdos bilaterales o multilaterales arrancados por
separado a los diferentes países para alcanzar –por una vía más compleja pero
no menos eficaz– los mismos objetivos hegemónicos.

55. Ver más adelante, Capítulo 7, «La lucha democrática».

66 El ALCA, un camino hacia la anexión


Los dos primeros elementos de esta estrategia pueden dar resultados,
dependiendo en todo caso de la capacidad de los países de América para
comprender y luego neutralizar el gambito que les presenta la administra-
ción norteamericana.
En declaraciones formuladas a la prensa en agosto de 2003, el canciller
Brasileño Celso Amorim se encargó de colocar las cosas en su sitio. A la
vez que expresaba la voluntad del gobierno de Luis Ignacio da Silva de
continuar con las negociaciones internacionales tendientes a obtener aper-
tura de nuevos mercados y reglas comerciales justas para Brasil, Amorim
reivindicó el derecho del pueblo brasileño a seguir su propio modelo de
desarrollo, objetó el calendario excesivamente acelerado que se ha estable-
cido para el ALCA y no dejó de subrayar que el proyecto «iba mucho más
allá de lo que puede entenderse por libre comercio en sentido estricto»,
visto que incluía aspectos como las compras gubernamentales, los servi-
cios, las inversiones, la propiedad intelectual, temas que «inciden directa-
mente en la capacidad reguladora de los gobiernos.» Brasil, dijo, no puede
comprometer de ninguna manera su autonomía para diseñar y ejecutar sus
propias políticas en materia de desarrollo social, productivo y tecnológico.
El canciller brasileño señaló asimismo que no se observan perspectivas
promisorias en la apertura real del mayor mercado del hemisferio, en parti-
cular por la exclusión de las negociaciones de algunos temas prioritarios
para Brasil como las medidas antidumping y los subsidios agrícolas norte-
americanos.
Finalmente, expuso la síntesis de la postura brasileña en relación al
ALCA, la que se articula en tres puntos fundamentales:
«1) La sustancia de los temas de acceso a mercados de bienes y, en
forma limitada de servicios e inversiones, será tratada en una negociación
‘4+1’ entre el Mercosur y Estados Unidos;
2) El proceso del ALCA propiamente dicho se focalizará en algunos
elementos básicos tales como solución de controversias, tratamiento espe-
cial y diferenciado para países en desarrollo, fondos de compensación, re-
glas fitosanitarias y facilitación del comercio;
3) Los temas más sensibles y que representarían obligaciones nuevas
para Brasil como la parte normativa de la propiedad intelectual, los servi-
cios, inversiones y compras gubernamentales, serían transferidos para la
OMC, siguiendo el ejemplo de lo que pretende Estados Unidos en relación
a los temas que le son más sensibles, como los subsidios agrícolas y las
reglas antidumping.»

El contexto global y hemisférico 67


La firmeza de Brasil y sus aliados en estas posturas enmarcó –como
una camisa de fuerza– la Conferencia Ministerial de Miami (noviembre
2003) y determinó sus resultados. Estados Unidos no pudo doblegarla y se
vio obligado a abrir otra mesa de juego, tal como veremos más adelante.

El naufragio de Cancún

Algunas semanas después de estas declaraciones, tuvo lugar la Quinta Con-


ferencia Ministerial de la OMC en Cancún. Las perspectivas no eran
promisorias. En las negociaciones previas –que se desarrollaron en Gine-
bra– no se había logrado acuerdo para redactar un documento de consenso,
que oficiara de base para la Declaración Ministerial que se proponía apro-
bar en Cancún, reflejando los avances alcanzados y el diseño de las nuevas
perspectivas de negociación.
Se llegó a la Conferencia con un documento elaborado por el Presidente
del Consejo General de la OMC 56, redactado bajo su «responsabilidad per-
sonal» y con el apoyo del Director General. Ese documento –lo reconoció
expresamente su autor en una carta por separado– no reflejaba las posturas
expresadas una y otra vez por los países subdesarrollados, y exhibía un
fuerte sesgo a favor de las posiciones de los países centrales –Estados Uni-
dos, la Unión Europea y Japón, entre los más significativos.
Las deliberaciones de Cancún rápidamente pusieron en claro que los
países más poderosos volvían a maniobrar para preservar sus políticas pro-
teccionistas, especialmente en los temas relacionados con agricultura que,
recíprocamente, son los más importantes desde el punto de vista de los inte-
reses de los países no desarrollados. A la vez, los países centrales impulsa-
ban la incorporación a la agenda de negociación de los nuevos temas, tam-
bién conocidos como «temas de Singapur»57, que son los que realmente
interesan a la élite corporativa internacional.
El 13 de setiembre se conoció un nuevo borrador de Declaración Minis-
terial, que empeoraba sensiblemente la posición de los países en desarrollo,

56. Se trata del embajador uruguayo Carlos Pérez del Castillo.


57. Los temas de Singapur –así llamados por haber sido introducidos en la OMC en la Se-
gunda Conferencia Ministerial que tuvo lugar en 1996 en ese país, son: inversiones, compras
gubernamentales, facilitación del comercio y políticas de competencia. Los países centrales
han presionado constantemente –y en particular en la 4ª Conferencia Ministerial de la OMC,
Doha 2001- para que se acepte dar comienzo a las negociaciones en torno a ellos. Hasta
ahora, los países no desarrollados han logrado resistir exitosamente esas presiones.

68 El ALCA, un camino hacia la anexión


comparado con el anterior. Visiblemente, algunos de estos países, con el
liderazgo de Brasil, China, India y Sudáfrica, coordinaban sus acciones y se
las ingeniaban para resistir las presiones. Se formalizó el «Grupo de los 20»,
luego ampliado a 22 países, anclado en una cerrada negativa a hablar siquie-
ra de los temas de Singapur mientras no se diera solución a los asuntos
previos, algunos de ellos de antigua data, que implicaban concesiones de
parte de los países desarrollados: agricultura, tratamiento especial y diferen-
ciado para las economías más débiles y problemas suscitados por la aplica-
ción de las normas ya aprobadas de la OMC. El Grupo de los «20 plus»
legitimaba su acción afirmando que representaba el 51% de la población del
planeta y más de las dos terceras partes de los agricultores y productores
agrícolas del mundo.
La ceguera de los países centrales impidió todo acuerdo, y luego de
febriles gestiones y multiplicidad de reuniones, quedó claro que no sería
posible siquiera consensuar una declaración mínima. La conferencia
«colapsó» y se cerró en medio de un estrepitoso fracaso, largamente cele-
brado por miles de integrantes de diversas organizaciones de la sociedad
civil que habían acudido a Cancún, como antes lo hicieron en Seattle
(1999).
Una semana después, el «muerto» resucitaba, también con estruendo. El
22 de setiembre vio la luz pública una carta firmada por los principales
agrupamientos de lobby de las grandes corporaciones norteamericanas 58,
dirigida al Secretario de Comercio, Donald Evans y al jefe de los negociado-
res de Estados Unidos, Robert Zoellick, exigiendo se ejerciera toda la pre-
sión posible para acelerar las negociaciones del ALCA, a fin de obtener en
este ámbito todo aquello que no se había logrado en Cancún, que se calificó
como «de interés vital» para el «mundo de los negocios» estadounidense.
Era razonable esperar entonces que las presiones para la concreción del
ALCA se acentúaran, y así efectivamente ocurrió. Pero una frustración no
demasiado diferente a la de Cancún aguardaba al gobierno y a las corpora-
ciones norteamericanas, apenas un mes después, en Miami 59.

58. Los agrupamientos firmantes de la carta son: the Emergency Committee for American
Trade, the U.S. Council for International Business, the U.S. Chamber of Commerce, the
National Foreign Trade Council, the National Association of Manufacturers, the U.S. Coalition
of Services Industries and the Pharmaceutical Research and Manufacturers of America.
59. Por un análisis de lo ocurrido en la Conferencia Ministerial de Miami, veáse infra, Capí-
tulo Quinto.

El contexto global y hemisférico 69


En estas condiciones adquirirán nuevo vigor y recibirán mayor acelera-
ción los intentos de negociación de acuerdos bilaterales y subregionales en
un nuevo despliegue de la estrategia multifrontal que hemos explicado. La
identidad y los propósitos de los «principales interesados» están a la vista y
no han cambiado. Si no les es posible ingresar por la puerta programarán
múltiples asaltos a través de las ventanas.

La postura de Brasil

Bajo el liderazgo de Lula, Brasil ha ido definiendo una política exterior


cada vez más clara y firme en el terreno de las negociaciones comerciales,
a la vez que impulsa nuevas iniciativas, tan innovadoras como promisorias.
La oposición al ALCA –en la versión que surge de los borradores y que
refleja las pretensiones del gobierno norteamericano y los intereses de su
élite corporativa– fue haciéndose progresivamente más clara y enérgica a
medida que transcurría el tiempo, hasta llegar al «empate» de Miami que
arroja una reducción considerable a las perspectivas presentes de ese trata-
do. Pero mientras el ALCA se debilita como proyecto y tiende a
empantanarse, la administración brasileña desarrolla una generosa pano-
plia de nuevas acciones que convergen en una dirección totalmente opues-
ta a la que aspira –y continúa aspirando– Estados Unidos. Fue notorio el
liderazgo brasileño en Cancún, que condujo al fracaso de las negociacio-
nes en el seno de la OMC, habida cuenta de la solidez e intransigencia de
las posiciones del llamado «grupo de los 20 plus» que logró resistir todas
las acciones de chantaje y presión y desarticular todas las maniobras desti-
nadas a imponer a los países en desarrollo un conjunto de decisiones in-
aceptables. La línea divisoria quedó claramente marcada –una línea simi-
lar a la que Brasil dibujaría en el ALCA. El doble discurso de los países
desarrollado fue desnudado, su intransigencia para realizar concesiones
imprescindibles para la supervivencia y el desarrollo de las economías del
sur fue marcada a fuego, las condiciones exigidas por éstas se hicieron
transparentes y aparecieron respaldadas por un fuerte halo de justicia. Bra-
sil impulsó la conformación de ese poderoso grupo y desempeñó un papel
clave en la preservación de su cohesión interna, en la consolidación de su
capacidad operativa y en la dureza –imprescindible– de sus postulados.
Esa iniciativa y ese liderazgo no se desvanecieron luego de Cancún. A
mediados de diciembre de 2003, Brasil convocó una reunión del Grupo de
los 20 en Brasilia, y comenzó a definir un eje novedoso, diferente y cargado

70 El ALCA, un camino hacia la anexión


de posibilidades. Según el diario argentino «La Nación», en su edición del
12 de ese mes, el mandatario brasileño expresó su confianza en la posibili-
dad de «lanzar un área de libre comercio entre países del G-20, abierta a
otros países en desarrollo». También expresó que «muchos de nuestros paí-
ses ya están comprometidos individual y colectivamente en procesos de este
tipo en América del Sur, Africa y Asia», para terminar preguntándose: «¿Por
qué entonces no intentar llevar esta lógica a sus consecuencias naturales y
tratar de hacer un área de libre comercio de países del Sur?».
En otra acción que debe ser contemplada como la continuación de la
misma política, pocos días después (15 de diciembre de 2003), en la cum-
bre presidencial del Mercosur que tuvo lugar en Montevideo, se produje-
ron dos hechos significativos: la incorporación de Perú como «estado aso-
ciado» –adquiriendo de este modo el mismo status que Chile y Bolivia– y
la aprobación de un «acuerdo de convergencia» con la Comunidad Andina
de Naciones (CAN), que integran Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Ve-
nezuela. Este acuerdo fue definido por el canciller Celso Amorim como un
hecho de carácter histórico, destinado a modificar la «geografía económi-
ca de la región». Una zona de libre comercio que busca abarcar toda la
América del Sur, propia, regional, autónoma respecto de los grandes cen-
tros de poder, se abre camino velozmente. Argentina se pliega a Brasil en
este esfuerzo con entusiasmo y pisa el acelerador en dirección a esta ambi-
ciosa conjunción. En la misma reunión presidencial de Montevideo, Er-
nesto Kirchner expresó: «Desde Montevideo convoco a todos los pueblos
de América Latina, más allá del Mercosur, a integrarnos los países de
América del Sur y construir un pensamiento interbloque regional para
hablar con la Unión Europea y la potencia unipolar desde una posición
de dignidad.» Redondeó luego su pensamiento agregando: «Y esperamos
construir una integración con un marco de fortalecimiento de los derechos
humanos, la lucha contra la corrupción y el combate a la exclusión social,
y no bajar los brazos ante los más poderosos». 60
Entretanto Itamaraty no descansa y busca aprovechar todos los escena-
rios para avanzar en estas iniciativas. Ya Lula ha anunciado que insistirá en
la creación de un área de libre comercio del sur a partir del G20 en oportu-
nidad de la XI reunión de la UNCTAD que tendrá lugar en San Pablo en

60. Veneres, Caracas, 20 de diciembre de 2003. Citado por Hernán MENA Cifuentes en
«CAN-Mercosur, hacia la inclusión socioeconómica latinoamericana».

El contexto global y hemisférico 71


junio de 2004, así como en la Cumbre Presidencial que aglutinará en Brasi-
lia, el siguiente setiembre, a los mandatarios de América del Sur y los países
árabes. Este proyecto, según expresiones del titular brasileño, comprenderá
también a los países no árabes de Africa.
Washington ha quedado al margen de estos movimientos, que se reali-
zan con dignidad soberana e ignorando olímpicamente sus expresiones de
creciente irritación. Kirchner –en sintonía con la administración del PT bra-
sileño– asumió la presidencia pro tempore del Mercosur, en momentos que
planes muy ambiciosos comienzan a revolucionar el ambiente en el seno
del acuerdo subregional: se pretende, a más tardar en 2006, crear un parla-
mento del Mercosur, completar la unión aduanera y adelantar en las bases
que permitan avanzar rápidamente hacia un mercado común, definir una
agenda de integración en el terreno productivo y de desarrollo tecnológico
y dar pasos hacia la concreción de una moneda única. Simultáneamente,
quedó creada la Comisión de Representantes Permanentes del Mercosur
que preside Eduardo Duhalde, cuyos objetivos se identifican con la acelera-
ción del proceso de integración subregional y su perfeccionamiento
institucional. Venezuela hizo pública su pretensión de incorporarse al trata-
do en carácter de estado asociado, es decir en condiciones similares a Boli-
via, Chile y el recientemente admitido Perú.
El abrazo argentino-brasileño parece solidificarse. A partir del primero
de enero de 2004 Brasil integra el Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas en carácter de miembro no permanente. En la trascendente reunión
presidencial de Montevideo, Lula invitó a Kircher a «compartir la banca» 61
en el encumbrado organismo internacional, solicitándole que designara al
efecto un alto funcionario diplomático. Nuevos vientos soplan en la región
y su dirección parece clara. Tan clara como la definida en el «Consenso de
Buenos Aires», documento firmado el 16 de octubre de 2003 por los presi-
dentes de ambos países, que contiene una enérgica afirmación soberana y
un empuje político cuyas consecuencias todavía no es posible percibir, pero
que parecen suficientes para alentar renovadas esperanzas.

61. Luis Bilbao: «Suramérica tercia en la guerra comercial», Le Monde Diplomatique, enero
2004, pág 5.

72 El ALCA, un camino hacia la anexión

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