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ALEISTER CROWLEY-LA BESTIA 666

Edward Alexander Crowley nació en Leamington, Warwickshire, el 12 de


octubre de 1875. Su padre era un activo evangelista al que le gustaba
mucho la bebida y que, diez años antes de que naciera su hijo, había
mandado publicar un panfleto en el que explicaba las creencias religiosas
de los Plymouth Brethren (Hermanos de Plymouth), a quienes adhería: sí
a la "tutela de la Biblia", no a "los catecismos y reglas".

Alick, como se lo apodaba de niño, creció en un ambiente casi monástico.


Los Brethren eran una secta, como los cuáqueros. El pequeño Crowley,
un niño bastante regordete, acompañaba a su padre cuando éste iba a
predicar de pueblo en pueblo. Fue educado en escuelas religiosas y
obtuvo destacadas calificaciones en religión. Pero en 1886, tras la muerte
de su padre, Alick quedó al cuidado del hermano de su madre, su tío Tom,
quien resolvió sacarlo del colegio y adjudicarle un tutor.

El tutor se llamaba Archibal Douglas y lejos estaba de ser la persona recta


y severa que el tío Tom había creído emplear. Douglas, un graduado de
Oxford que tomó el trabajo porque necesitaba dinero, desplegó ante el
joven Crowley un mundo de carreras de caballos, juegos de apuestas,
billares y mujeres. Fue, en resumidas cuentas, una de las personas más
decisivas en su vida. Con él, escribió Crowley, se acabó "el mundo de
pesadilla de la cristianidad".

Tenía Crowley unos dieciséis años cuando su madre lo invitó a pasar una
vacaciones en Escocia y descubrió el montañismo. No tardó en
convertirse en un devoto y en 1894 se transladó a los Alpes austriacos
con su querido tutor. De regreso se inscribió en Cambridge, con el
objetivo de estudiar filosofía ética, y ante la nueva vida que avizoraba
tomó la decisión de cambiarse el nombre por el de Aleister, una versión
libre de "Alaisder", es decir, Alexander en gaélico escocés.

Al montañismo enseguida sumó otras dos pasiones: el ajedrez y la


poesía. Siendo un adolescente había devorado Paradise Lost de Milton.
Su primer biógrafo, John Symonds, enumera otras lecturas importantes:
The Arabian Nights de Richard Burton, clásicos griegos y romanos,
novelas rusas y francesas. Pero su ídolo en los tiempos de Cambridge fue
Oscar Wilde, sugiere Hutchinson. "Aleister Crowley llegó pronto a la
conclusión de que su vocación era la de épater les bourgeois, y hacia
1895 nadie en Inglaterra había impactado a la burguesía más que Wilde",
afirma el biógrafo.

Aleister Crowley publicó su primer libro de poesía en 1898: Aceldama, A


Place to Bury Strangers In. Creía que estos versos, llenos de imágenes
sangrientas, alarmarían a las autoridades de Cambridge de la misma
manera que, en 1811, un texto del joven poeta Shelley (The Necessity of
Atheism) había provocado su expulsión de Oxford. Pero nada ocurrió en
Cambridge. Por lo tanto Crowley mandó imprimir deprisa otro libro, ahora
una colección de poemas pornográficos titulada White Satin, y abandonó
motu proprio la universidad, "como Byron, Shelley, Swimburne y
Tennyson". El libro puede entenderse como la crónica de un poeta que
desciende a un universo de necrofilia, bestialidad y muerte. Si Crowley
podía darse el lujo de autopublicar estas obras era porque, al cumplir los
21 años, había sido autorizado a recibir la herencia de su padre.

Perdurabo

Estamos ahora en 1899 ó 1900. Cuenta la leyenda que Aleister Crowley,


de vacaciones en Suecia, se despierta agitado en medio de una noche: ha
descubierto que tiene poderes mágicos. Pronto le revela la noticia a sus
dos grandes amigos de la época que son el montañista Oscar Eckenstein
y su ex compañero de estudios Gerald Kelly. Al primero no le interesa
"semejante basura"; a Kelly sí, pero nada sucede cuando se pone a
invocar espíritus. Así que Crowley sigue a solas con sus experimentos,
bajo la tutela de libros como The Book of Black Magic and of Pacts de
Edward Waite, The Kabbalah Unveiled de S.L. Mathers y The Cloud upon
the Sanctuary de von Eckhartshausen.

Su curiosidad y la amistad que traba con algunos químicos interesados


en la alquimia (Julian Baker y George Cecil Jones) lo llevan a ingresar en
la orden hermética The Golden Dawn que encabeza S.L. Mathers, el
mismo autor del libro sobre la cábala. Por la fraternidad --en cierto
aspecto heredera de la Sociedad Teosófica fundada por Mme Blavatsky--
han pasado algunos miembros prestigiosos como el escritor galés Arthur
Machen (su verdadero nombre era Arthur Llewelly Jones) y el poeta
William Butler Yeats.

No bien Crowley es admitido en las filas de The Golden Dawn bajo el


nombre de Frater Perdurabo, conoce a Yeats (cuyo alias allí es Demon Est
Deus Inversus) y le hace entrega de una obra teatral que acaba de
escribir: Jephthanah. Según testimonio del propio Crowley, después de
una lectura apresurada el poeta irlandés "apenas consiguió murmurar
unos pocos elogios de compromiso". El problema, siempre según
Crowely, era que a Yeats "le hacía daño haber advertido su inferioridad".

Años más tarde, cuando la fraternidad se divida, Yeats será uno de los
grandes enemigos de Crowley, que en medio del cisma permanecerá fiel a
Mathers. En una carta dirigida a un amigo, Yeats comentará que "Crowley
ha estado haciendo imágenes de cera de todos nosotros y clavando
alfileres en ellas". A partir de allí se referirá a él lisa y llanamente como "el
loco" o "ese hombre loco".

En la cima

"Aleister Crowley mintió y exageró sin cesar durante su vida", escribe


Hutchinson en el libro The Beast Demystified, pero una cosa es cierta: en
abril de 1902 formó parte, a instancias de Oscar Eckenstein, de una
valerosa expedición pionera al segundo pico más alto del mundo después
de su vecino Everest: el monte K-2 de la India, con 8 611 metros de altura.
La expedición liderada por Eckenstein y Crowley fue el primer intento
serio de hacer cumbre en un pico hasta allí considerado como
virtualmente inalcanzable. Aún hoy se debate cuán alto llegaron Crowley
y su equipo. En los anales del montañismo se les acreditaron 6600
metros. Ellos reclamaron 6705. Más allá de la polémica, la marca fue una
absoluta hazaña, vale recordar que recién fue superada en 1938.

De las altas cumbres, Crowley viajó a París, donde descubrió que Gerald
Kelly había trabado amistad con un joven escritor inglés, todavía
principiante, llamado William Somerset Maugham. En París también
frecuentó a Marcel Schwob y al escultor Auguste Rodin, en cuyo estudio
se cuenta que llegó a trabajar fugazmente.

"Maugham ambicionaba ser un hombre de letras y su incapacidad era tan


obvia que, me temo, todos éramos muy crueles con él", escribió Crowley
años después de que Maugham publicara en 1908 su segunda novela
(The Magician) donde lo coloca como uno de los personajes centrales,
rebautizándolo Oliver Haddo. Aunque Crowley siempre declaró odiar esta
novela, se sabe que luego de su publicación le confesó a Maugham: "Casi
deseo que fueras un escritor importante".

En agosto de 1903 Crowley se casó con la hermana de su amigo Kelly,


una joven viuda llamada Rose. Viajaron de luna de miel a Francia, Ceilán y
Egipto. Cuentan los adeptos a Crowley que Rose (alguien que nunca
había manifestado conocimientos de ocultismo ni interés alguno por la
magia negra) empezó a "sufrir estados de trance" en El Cairo y a
"insistirle a su marido que el dios Horus estaba tratando de entablar
contacto con él". Para comprobar si su mujer hablaba en serio, Crowley la
condujo a un importante museo egipcio y le pidió que le señalara a Horus.
La leyenda afirma que Rose lo guió hasta un monumento funerario de
madera, ilustrado con escenas mitológicas y varios jeroglíficos; que a
Aleister le impresionó que el objeto, hoy conocido como "la estela de la
revelación", llevase el número 666 en el índice de piezas del museo, y que
los días venideros una oscura presencia le dictó a Crowley un texto
sagrado.

El episodio terminó con el anuncio del nacimiento de una nueva religión,


regida por ese texto (el Liber Legis, o "Libro de las Leyes") y liderada por
un nuevo profeta: Aleister Crowley, quién otro. Escribe Hutchinson: "En
comparación con otros textos del mundo de la religión, se trata de un
libro corto y establece una ley simple, la ley de Thelema".

Thelema quiere decir 'voluntad' en griego, sobre todo en el griego del


Nuevo Testamento, pero es más probable que Crowley prestara atención
a esa palabra mientras leía la novela Gargantúa (1535), en cuyos últimos
siete capítulos Rabelais narra lo ocurrido en torno a cierta Abadía de
Thélème cuyo lema es "Fais ce que voudras" (Haz lo que quieras). Una
verdadera "anti-abadía", como afirma Gérard Defaux en una edición
crítica de la obra.
Tras la publicación del Liber Legis y de un diccionario cabalístico titulado
Liber 777, Crowley tuvo una hija que falleció a los dos años y se separó
de Rose para volcarse a una vida sexualmente muy activa. Acto seguido
fundó una revista llamada The Equinox (dedicada a promocionarlo y a
anunciar la alborada de la "Crowleyan Age") y se colocó al mando de una
nueva orden: A.'A.'.

A raíz de un artículo sobre The Golden Dawn publicado en el segundo


número de The Equinox, Crowley tuvo que concurrir a tribunales,
acusado por el mismísimo cabalista S.L. Mathers de haber divulgado la
intimidad de una sociedad secreta y clandestina. La prensa se ocupó del
caso con grandes titulares: "Secretos de una sociedad mística", "Ritual
rosacruz será revelado". La revista John Bull (que con el tiempo
emprendería una auténtica cruzada contra Crowley) lo felicitó en un texto
irónico por el fallo favorable del juicio y varios periodistas se encargaron
de cubrir días más tarde The Rites of Eleusis, un evento organizado por
Crowley y su nueva pareja, la violinista australiana Leila Waddell. Los
cronistas y policías presentes acaso esperaban presenciar actos de
espiritismo o brujería en escena; en cambio debieron soportar un
espectáculio de música y poesía que incluyó a Crowley recitando obras
de Swinburne.

Equinoccio

Enfermo de bronquitis, Crowley empezó a consumir opio en 1913, el


mismo año en que dejó de editar The Equinox. Meses más tarde Gran
Bretaña le declaró la guerra a Alemania, entrando en lo que
posteriormente se llamaría Primera Guerra Mundial, y Crowley partió en
barco a los Estados Unidos,

A diferencia del patriota Somerset Maugham o de su cada vez menos


amigo Gerald Kelly, Crowley hizo propaganda pro-alemana durante la
guerra. Fue contratado por un alemán residente en Nueva York, George
Sylvester Viereck, y acabó dirigiendo sucesivamente las revistas The
Fatherland y The International. También encontró tiempo para organizar
un falso acto encabezado por falsos indepentistas irlandeses que llegó a
ser recogido en julio de 1915 por el New York Times. Y para ponerse en
contacto con un grupo gnóstico llamado O.T.O. (Ordo Templis Orientis),
liderado por cierto Theodor Reuss que lo nombró a cargo de la filial
británica y le encargó la escritura de un rito que Crowley bautizó La Misa
Gnóstica.

"La dificultad que encontraron los contemporáneos que intentaron


descifrar su comportamiento entre 1914 y 1917", afirma Hutchinson, "es
que todos ellos lo tomaron en serio, mientras que Aleister no se tomaba
nunca nada en serio, excepción hecha de su destino personal". Crowley
podía representar a un mismo tiempo sus múltiples papeles: el patriota
irlandés, el pro-alemán, el doble agente británico, etcétera. Y para colmo
los representaba con una convicción furibunda, como puede leerse en
una columna que escribiera para The Fatherland: "Inglaterra debe ser
dividida entre los poderes continentales. Debe ser una mera provincia, o
peor aún, una colonia de sus naciones vecinas, Francia y Alemania". Por
mucho menos, otros ingleses habían sido fusilados.

No obstante estas arengas, al terminar la guerra Crowley pudo regresar


sano y salvo a su país. ¿Quién lo ayudó? ¿Quién salvó su pellejo? En su
biografía, Hutchinson calcula que Gerald Kelly, involucrado todo ese
tiempo en tareas de inteligencia naval, tiene que haber sido el salvador de
Crowley. Un salvador clemente, no cómplice; un salvador convencido de
que su viejo amigo era víctima de una aguda esquizofrenia.

Muchos afirman que Crowley, con los años, fue volviéndose más
democrático. Prueba de esto sería que en 1937 la Left Review llevó a cabo
una encuesta entre intelectuales británicos, preguntándoles de qué lado
estaban en la Guerra civil española, y el ex propagandista alemán votó en
contra de Franco y por los Republicanos. Otra prueba sería que al estallar
la Segunda Guerra Mundial, Crowley mandó a imprimir un panfleto
titulado Thumbs Up! ("Pulgares arriba") que empezaba diciendo:
"Inglaterra, Inglaterra, ponte de pie". Ilustraba la portada del panfleto el
dibujo inconfundible de un pene y dos testículos.

La Abadía de Thelema

Alrededor de 1920, Crowley empezó a consumir heroína por prescripción


médica. La experiencia, sumada a sus tanteos de décadas atrás con el
opio y el hashish, es reflejada en su novela Diary of a Drug Fiend,
publicada por Collins a finales de 1922.

Como la heroina era ilegal en Gran Bretaña y muy difícil de obtener por
aquellos tiempos, Crowley decidió mudarse a otro país. La idea del viaje
fue engrandeciéndose, hasta desmbocar en el proyecto de fundación de
una suerte de comunidad utópica, "arquetipo de una nueva sociedad", tal
como proclamaba en su Liber Legis. La Abadía de Thelema acabó siendo
establecida en la costa norte de Sicilia, en un promontorio muy cercano al
pueblo de Cefalu. "Sicilia era barata, confortable y bastante tolerante en
comparación con otros sitios de Europa", informa Hutchinson.

Puede que Crowley quisiera paz y tranquilidad en Italia, pero el final de la


historia fue escandaloso. El edificio (una casa de cinco habitaciones)
estaba lleno de dibujos cabalísticos y carecía de condiciones sanitarias:
nadie limpiaba, nadie barría, no existía el agua corriente. El líder la
comunidad, Master Therion (otro de los tantos alias de Crowley), curaba
sus trastornos bronquiales con una mezcla de heroína, opio, cocaína,
éter, morfina, vino, brandy y hashish.

"Las orgías de Aleister Crowley en Sicilia", tituló el diario Sunday Express


cuando algunos invitados a la Abadía relataron a su regreso la estadía. A
los tres meses el mismo diario volvió a la carga con "Nuevas revelaciones
siniestras": un hombre llamado Raoul Loveday había muerto en Thelema.
Aunque Aleister Crowley no fue responsable de la muerte de Loveday,
según estima Hutchinson, la prensa británica no se mostró dispuesta a
concederse el beneficio de la duda.

Si algo terminó con la Abadía no fue la implacable campaña de prensa


sino la política de Benito Mussolini, recién llegado al poder en Italia. "Las
actividades de Aleister preocuparon a las autoridades italianas", dice
Hitchinson en su biografía, para luego recordar el combate del joven
Mussolini contra todo tipo de sociedades secretas. "La misma represión
que, entre 1922 y 1923, llegó casi a destrozar la Mafia en Italia también se
ocupó del mundo del ocultismo. Los Grandes Maestros de varios grupos
herméticos fueron prohibidos, expulsados o condenados a exilios
internos".

Crowley intentó volver a fundar la Abadía en Túnez, pero "su momento de


gloria había pasado". Lo que sobrevino fue un lento y anunciado eclipse.
Expulsado de Francia en 1929 por tenencia y consumo de narcóticos ("mi
caso es otro caso Dreyfus", llegó a exclamar el imputado), concluyó una
vastísima autobiografía, dio a publicar su segunda novela Moonchild que
llegó a ser tildada de "curiosa" por el Times Literary Supplement y
mantuvo por los menos otras dos relaciones importantes con mujeres:
una alemana de 19 años llamada Hanni Jaeger y la nicaragüense María
Teresa Ferrari de Miramar, con quien llegó a estar casado durante doce
meses.

Cuando John Symonds fue a su encuentro, interesado en escribir la que


sería la primera biografía de Crowley, se encontró con un hombre que
"lucía bastante exhausto" y que no contaba con amigos. Prueba de esta
soledad es el hecho de que el joven Symonds, a quien Crowley no llegó a
tratar siquiera un año, fue nombrado albacea tras su muerte, el 1° de
diciembre de 1947.

La enfermera que atendió a Aleister Crowley en el lecho mortal divulgó


que sus últimas frases fueron: "A veces me odio a mí mismo". Tal vez
ocurriese, como sugiere Hutchinson, que ya no quedaba nadie más
dispuesto a odiar esa Bestia jubilada, con aspecto de abuelo inofensivo.
En tiempos de Hitler, el título de "hombre más malvado del mundo" le
quedaba indiscutiblemente holgado.

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