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Segunda edición
Por
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Capítulo XX: Concepto, ubicación y funciones de la culpabilidad 649
humana compuesta de seres no humanos, porque es tan inevitable que los seres huma-
nos sean distintos entre sí como que cada uno de ellos sea un ser siendo, que no puede
eludir su dinámica en cada constelación situacional en que realiza una acción. La
pretensión de prescindir de la culpabilidad y proveer una respuesta talional fundada en
el injusto sería inconstitucional, por un lado por ser violatoria del principio de igualdad
y, por otro, por negar frontalmente la antropología constitucional (el concepto de lo
humano que presuponen los principios constitucionales).
3. Debido a la diferencia entre los seres humanos y a la mutabilidad que es de su
esencia, el derecho penal siempre necesitó un puente entre el injusto y la pena, aunque
cada teoría legitimante del poder punitivo haya buscado este vínculo conforme a los
fines que le asignaba a la pena 3 y, en consecuencia, también lo haya ubicado en lugar
diferente. Por ello, hasta el presente pueden reconocerse dos corrientes originarias o
básicas, en las que se inscriben todas las teorías enunciadas cuando no resultan de
intentos de combinación - y a veces de la confusión- entre ellas, (a) Por un lado, pueden
reconocerse todas las que parten del idealismo deductivo o del preventivismo disuaso-
rio, tributarias de la idea de retribución, que se nutren de elementos provenientes de la
ética tradicional y construyen el puente dentro de la teoría del delito como culpabilidad,
fundada en el reproche o en la exigibilidad resultante del ámbito de autodeterminación
del sujeto. Su origen más cercano se halla en los autores liberales desde el siglo XVIII,
aunque se aparta de ellos en la medida en que pretende reprochar la personalidad, el
carácter, conductas anteriores o la propia elección existencial de la persona, hasta negar
por completo su raíz al reincidir en la confusión entre pecado y delito, moral y derecho,
al caer en un reproche de autor que la divorcia radicalmente del derecho penal de acto,
(b) Por otro lado, es posible individualizar las que, partiendo de teorías más o menos
organicistas de la sociedad, se desentienden de los problemas de la autodeterminación
o directamente los niegan, asignándole al derecho funciones transpersonales que se
traducen en una pena adecuada a éstas; tienden a construir el nexo fuera de la teoría
del delito, sea en la teoría de la pena o en un tertium llamado teoría del autor, como
consecuencia de que la pena responde a una "razón de estado" 4 , que es el objetivo
transpersonal de su particular concepción del derecho. La máxima coherencia dentro
de esta corriente correspondió al viejo positivismo italiano, con su idea de la peligro-
sidad: el delito era pura imputación sintomática y la peligrosidad constituía el puente
con el poder punitivo; el objetivo transpersonal era la defensa social. La cuestión no
varió mucho en el positivismo alemán, donde tampoco existía una culpabilidad en el
sentido de la ética tradicional, sino que se llamaba culpabilidad a la imputación
subjetiva (la teoría psicológica de la culpabilidad) 5 , aunque hiciese concesiones a la
ética tradicional al considerar a la imputabilidad como presupuesto de la imputación
subjetiva, cuando hubiese sido más coherente relegarla a un problema de consecuen-
cias 6 . Las modernas concepciones sistémicas mantienen la culpabilidad en la teoría del
delito, aunque cada vez más pletórica de consideraciones que derivan de las necesida-
des que imponen su particular teoría legitimante del poder punitivo.
•' Supra § 6.
4
El concepto en Settala, La Razón de Estado, p. 57; el clásico trabajo de Meinecke. La idea de ¡a
razón de estado en la edad moderna; también. Foucault, El origen de la tecnología del poder y la razón
de estado.
5
v. von Liszt, Liszt-Schmidt. p. 215.
6
Así lo hicieron Lilienthal (Zureehiuinqsfühigkeit, p. 1 y ss.) y el idealismo italiano, Supra § 23.
7
Cfr. Supra § 5.
652 § 43. Culpabilidad por la vulnerabilidad
5. Las versiones del formalismo eticista merecen una consideración más particula-
rizada. Es innegable que esta corriente -que es la más clásica- tiene una clara raigam-
bre humanista que comparte los méritos de las mayores conquistas del espíritu de la
modernidad. El principio de que a nadie puede cargársele con un injusto si no ha sido
resultado de su libre determinación o que no puede hacérselo en medida que supere
su ámbito de autodeterminación, es poco menos que axiomático para cualquier tenta-
tiva de construcción racional del derecho penal. No obstante, el enunciado de este
principio no es reversible: del aserto de que, como requisito de mínima racionalidad,
nadie puede ser penado si no ha obrado con cierto ámbito de autodeterminación en
el momento del hecho, y de que nunca puede serlo en mayor medida que la indicada
por este ámbito, no puede deducirse que éste proporcione la medida de la pena, o sea,
que no puede concluirse que sea el indicador de la magnitud de poder punitivo que
permite filtrar. Esta imposibilidad surge de la forma desigual en que opera el poder
punitivo en cualquier sociedad, por razones estructurales que son de su esencia y que
le restan eticidad a su ejercicio. La inevitable selectividad 8 del sistema penal le quita
fundamento ético a la pena y, por ende, estaño puede responder aun juicio de reproche
que sólo sería ético en una sociedad con total movilidad vertical y con un estado de
derecho perfecto, lo que no existe ni nunca existió y sólo sería posible imaginar
lejanamente y sin poder punitivo o con el poder punitivo reducido a márgenes muy
limitados. El planteo etizante del poder punitivo (de la pena) y, por ende, de la culpa-
bilidad como vínculo personalizado entre el injusto y el agente, sólo puede sostenerse
en el marco de un razonamiento deductivo y partiendo de un estado racional inexistente
(el estado de derecho perfecto) o bien apelando a cualquier otro recurso - o a ninguno-
para soslayar el perturbador dato de realidad de la selectividad estructural de cualquier
sistema penal. Los autores más clásicos de la tradicional concepción ética de la culpa-
bilidad como reproche no mencionan el dato de la selectividad, porque en general se
enrolan en posiciones idealistas y deductivas, y cabe imaginar que lo concebían como
un defecto coyuntural superable. La jurisprudencia norteamericana, por su parte, lo
excluye sin fundamento alguno, en base al galimatías de que la discriminación selectiva
8
Ferriani, Delincuentes astutos y afortunados, T. II. pp. 73 y 107. subraya la selectividad respecto
de ladrones y defraudadores al estado y se adelanta a algunos conceptos de Sutherland; Fernández,
Derecho penal y derechos humanos, p. 63 y ss.; Sack, Selektion muí Kriminulitcit, p. 384 y ss. Amplia-
mente Cfr. Supra § 2, II.
I. Concepto de culpabilidad 653
debe probarse en el caso 9 , lo que es imposible, pues por definición sólo es susceptible
de verificación comparativa. Precisamente por dejar en suspenso el fenómeno de la
selectividad discriminante del poder punitivo, también la tendencia etizante de la
culpabilidad puede afirmar que ésta es un reproche jurídico pero diferente al reproche
ético. El reproche de la culpabilidad normativa basada en la autodeterminación tiene
_un incuestionable cuño ético, pero no puede ser considerado un reproche de esa natu-
raleza, porque esta pretensión naufraga ante la verificación de que el reprochado puede
señalar que el poder no formula reproche alguno a otros que incurrieron en iguales y
mayores injustos. Si el reproche jurídico es diferente del ético es, justamente, porque
se le formula sólo al que se selecciona, o sea, que el estado no procede éticamente sino
qiie usa elementos formales de la ética para reprochar personalizadamente a los ,
seleccionados por el poder punitivo. J
6. Dado que el poder punitivo siempre conservará el carácter irracional que deviene de su propia
estructura, es decir, por un lado lacarencia de una utilidad confesable y por otro la inevitable falla ética
con que lo sella la selectividad, la culpabilidad no puede entenderse como un reproche que legitima
el poder punitivo que se habilita en su función, sino sólo como un límite a su irracionalidad selectiva
de vulnerables y a su consiguiente defecto ético. El requisito de deliberación de la acción delictiva
se remonta a la ética tradicionallü, pero no puede confundirse la apelación a ésta para extraer de ella
un elemento acotante, con la pretensión de que ello sanea la deficiencia ética estructural del poder
punitivo: la exigencia de autodeterminación decisoria del injusto para reprochar a su autor, en modo
alguno borra el hecho de que ese reproche sólo cae sobre unos pocos seleccionados por su mayor
vulnerabilidad. Esta apelación a la ética más tradicional como fuente inspiradora de un concepto
jurídico que. por definición, padece de un defecto ético originado en la selectividad, impone una
compensación que reduzca al mínimo posible su falla: no es saludable que los conceptos jurídicos
se encuentren reñidos frontalmente con la ética, aunque sea obvio que no son conceptos éticos. Una
culpabilidad que se limitase a tomar en cuenta el reproche personal al autor, con total indiferencia a
lacircunstancia de que éste haya sido seleccionado por su mayor vulnerabilidad (por regladirectamen-
te proporcional a su distancia del poder) implica unapalmariacontradicción con la ética más elemen-
tal. Para atenuar esta confrontación, la culpabilidad debe ser un concepto que limite el efecto del
reproche con la referencia al dato selectivo; se trata de legitimar la función reductora y no el poder
punitivo.
7. La culpabilidad como vínculo personalizado del injusto con el agente, concebida
como valoración y como capítulo de la empresa reductora o contentora del poder
punitivo, debe incorporar el dato de la selectividad estructural y procurar compensarlo
o reducirlo, como parte del cometido de imposición de un mínimo de eticidad al poder
punitivo. La confrontación del poder punitivo y la ética es tan inevitable como la
selectividad - p o r ser su expresión-, pero la reducción compensatoria de la segunda
también es paralela a la primera. La compensación que puede alcanzar una culpabi-
lidad reductora de la selectividad no legitima éticamente el poder punitivo, pero rebaja
su cuota de ilegitimidad hasta niveles menos irracionales y, sobre todo, hasta donde le
es posible. Con esto el derecho penal cumple su cometido ético, pues agota su espacio
de poder para evitar que el estado se limite sólo a usar elementos formales de la ética
para reprochar personalmente a los que su poder punitivo ha seleccionado previamente.
El saber jurídico penal, como discurso destinado a las agencias que deben decidir en
los casos previamente seleccionados por el poder punitivo, carece de poder para can-
celar la selectividad de éste, pero lo dispone en grado suficiente para incorporar el dato
de su selectividad y reducir el fenómeno excluyendo de su ejercicio sus extremos más
escandalosamente enfrentados con la ética de igualdad de trato jurídico del estado de
derecho. Debido a que no puede cancelar la selectividad, dentro de esta vertiente
9
v. "Furman v. Georgia", 408 US 238. 1972.
l0
Cfr. Kohler, p. 349; mucho antes, Bettiol. El problema penal, pp. 31 y 196 y ss.; también en Sobre
las ideas de culpabilidad en un derecho penal moderno, pp. 639-651; sobre este tema. Thorel, Contributo
ad un'etica della colpevolezza, p. 149 y ss.
654 § 43. Culpabilidad por la vulnerabilidad
l
tampoco será un juicio ético sino jurídico-penal, aunque exprese la eticidad del discur-
so jurídico-penal al agotar las posibilidades de su poder conforme a objetivos éticos
de reducción de un poder que no reconoce legitimidad.
8. La culpabilidad (entendida como el juicio que permite vincular en forma
personalizada el injusto a su autor y, en caso de operar esa vinculación, proyectarse
desde la teoría del delito como principal indicador del máximo de la magnitud de
poder punitivo que puede futrarse sobre éste), tomando en cuenta el dato de la selec-
tividad y constatando que el poder punitivo selecciona conforme a la vulnerabilidad del
sujeto y no a su autodeterminación, debe impedir que éste se ejerza en magnitud que
supere el reproche que pueda formulársele al agente del esfuerzo personal que haya
realizado para alcanzar la situación concreta de vulnerabilidad. Para ello debe tener
en cuenta los siguientes conceptos: (a) el vínculo personal del injusto con el autor se
establece teniendo en cuenta la forma en que opera la peligrosidad del sistema penal,
que puede ser definida como la mayor o menor probabilidad de criminalización secun-
daria que recae sobre una persona, (b) El grado de peligrosidad del sistema penal para
cada persona está dado, en principio, por los componentes del estado de vulnerabili-
dad de ésta al sistema penal, (c) El estado de vulnerabilidad se integra con los datos
que hacen a su status social, clase, pertenencia laboral o profesional, renta, estereotipo
que se le aplica, etc., es decir, por Suposición dentro de la escala social, (d) No obstante,
si bien por lo general la relación entre poder y vulnerabilidad al poder punitivo es
inversa, puesto que el poder opera como garantía de cobertura frente al sistema penal,
el poder punitivo no se distribuye sólo por el estado de vulnerabilidad, porque si bien
todas las personas que comparten un mismo estado de vulnerabilidad padecen pareja
frecuencia de riesgos de criminalización, el poder punitivo también selecciona entre
ellas a quienes criminaliza. Así, es posible afirmar en general que entre las personas
de mayores rentas y más cercanas al poder, el riesgo de criminalización es escaso (bajo
estado de vulnerabilidad o alta cobertura) e inversamente, entre los de menores rentas
y más lejanos al poder, el riesgo es considerable (alto estado de vulnerabilidad y baja
o nula cobertura). No obstante, algunos de los primeros son seleccionados; y entre los
últimos, si bien se selecciona con mucha mayor frecuencia, siempre se trata de una
ínfima minoría.
derecho penal reductor se encuentra ante el panorama de una población amenazada por
la peligrosidad del poder punitivo, pero no dispone de los medios para recoger a todos,
por lo que debe proceder a una contraselección. En esta emergencia es legítimo su
reproche del esfuerzo personal por alcanzar la situación de vulnerabilidad, porque ésa
es la medida del esfuerzo que la persona realiza conspirando contra el propio derecho
penal, en cuanto a su cometido pacificador y reductor de violencia. En otras palabras:
el esfuerzo por la vulnerabilidad es la contribución personal del sujeto a las preten-
siones legitimantes del poder punitivo y, por ende, contrario al esfuerzo reductor y
pacificante del derecho penal. En el naufragio, la razón indica que debe privilegiarse
a quienes han caído por mero accidente, por sobre los que se han arrojado voluntaria-
mente y los que pretenden hundir el navio.
11. De cualquier manera, si bien el reproche del esfuerzo por la vulnerabilidad es
la esencia misma de una culpabilidad reductora que corona el sistema de filtros de la
teoría del delito, no debe pensarse que el juicio formalmente ético (o de reproche en
razón del ámbito de autodeterminación del sujeto en la constelación situacional del
hecho de culpabilidad) carece de relevancia en ella. Por el contrario: la posibilidad de
formulación de un reproche formalmente ético es un presupuesto del reproche del
esfuerzo por la vulnerabilidad. Si se prescindiese de este presupuesto, el último se
traduciría en una monstruosidad inaceptable: importaría la exigencia de abstenerse de
situaciones riesgosas para quienes están más expuestos a éstas, o sea, que la desventaja
social aumentaría la exigencia de cuidado frente a la peligrosidad del sistema penal
y al consiguiente riesgo de criminalización. Por otro lado, se intentaría medir el
esfuerzo por la vulnerabilidad de quienes por definición actúan en situaciones de tan
extrema vulnerabilidad que ésta no puede medirse por ser parte de su esencia situacional,
como los inimputables o los que se hallan en error invencible de prohibición o en estado
de necesidad exculpante. Sería la mayor de las irracionalidades pretender reprochar a
una persona en el plano jurídico lo que ni siquiera se le puede reprochar en el plano ético
conforme a los elementos tradicionales de esta forma de responsabilidad y en base a su
ámbito de autodeterminación en el momento del hecho. Ética y derecho no se confun-
den, pero no por ello deben negarse: el campo del derecho es más acotado que el de
la ética, por lo que ésta puede reprochar un mayor número de conductas e incluso
hacerlo de otro modo (excediendo el ámbito de la autodeterminación por el hecho y
extendiéndose a formas de vida, por ejemplo), pero esto no significa que el derecho
tenga libertad para formular reproches que la ética no puede hacer, porque eso
implicaría un derecho fundado en una concepción antropológica negadora de la
dignidad de la persona humana y de su conciencia. Es fundamental tener presente que
hay reproches éticos que no pueden traducirse en reproches jurídico-penales, pero
ningún reproche jurídico-penal puede formularse si no admite antes el reproche ético.
máximo de poder punitivo, dentro del que operan los correctivos que son propios de la
teoría de la responsabilidad; sistemáticamente sería incorrecto considerar a los últimos
como correctivos de un correctivo privilegiado, operando todos dentro del mismo
estadio teórico o analítico.
13. Por todo ello, en rigor, la culpabilidad por la vulnerabilidad no es una alterna-
tiva a la culpabilidad como reproche ético, sino un paso superador de ésta, que -como
todo proceso dialéctico- la conserva en su síntesis. Afirmada la culpabilidad ética
como culpabilidad pura por el hecho, conforme al ámbito de autodeterminación con
que el sujeto pudo deliberar y señalado conforme a ella un cierto grado de reproche,
la culpabilidad por el esfuerzo del sujeto para alcanzar la situación concreta de
vulnerabilidad se le opone, como atenuante de su desconsideración de la selectividad
y, en la medida que corresponda, se sintetiza en una culpabilidad normativa que puede
reducirlo pero nunca ampliarlo. La culpabilidad normativa resultante de la síntesis
traduce el esfuerzo (ético y legítimo) del saber jurídico-penal por reducir (hasta donde
su poder alcance) el resultado de la culpabilidad formalmente ética.
" Sobre este problema ha insistido Noli, en "Fest. f. Hellmuth Mayer"; Baumann, p. 369; también
Orschekowski, La culpabilidad en el derecho penal socialista; la discusión acerca de la co-culpabilidad
en el SiGB de la DDR de 1968. y bibliografía allí indicada, en Zaffaroni-Riegger, en "Bol. del Instituto
del DP Comparado". n° 4, La Plata. 1972: también, en Külilig, en Lehrbuch des Strafrechts der DDR,
Alt. Teil, pp. 409-412; Lekschas-Mürbe, Strafrecht der Deutschen Demokralischen Republik,
Lehrkommenlar. p. 84.
12
Marat, Principios de legislación penal; en francés: Plan de législalion criminelle (con notas e
introducción de Hamiche); v. también Supra § 20.
II. ¿Culpabilidad o equivalente funcional de la peligrosidad? 657
sentencias del buen juez Magnaud 13 en el siglo XIX. Con cita de Magnaud fue introducido en el
código penal por el Senado, en la fórmula del art. 41: especialmente la miseria o la dificultad para
ganarse el sustento propio necesario y el de los suyos '4.
17. Si bien esta fórmula puede servir de base a la construcción de la culpabilidad por la vulnera-
bilidad, la originaria tesis de la co-culpabilidad no dejaba de partir de presupuestos falsos: (a) perma-
necía muy vinculada a la idea de que lacriminalidad es efecto de la pobreza. Extremando la perspectiva
de Marat se llegaría a una pena talional por el injusto en una sociedad igualitaria. En versiones más
cercanas se aproxima a la idea de que. en la medida en que una sociedad reduce las diferencias sociales,
la criminalidad residual es predominante resultado de factores individuales, dentro de una perspectiva
etiológica tributaria del positivismo y que pasa por alto que la criminalidad permea todas las capas
sociales, siendodiferencia! sólo la incidencia de lacriminalización, que opera de preferencia sobre los
sectores vulnerables. Desde los años treinta y las investigaciones de Sutherland sobre el white collar
crime, estos puntos de vista son insostenibles en el planode las ciencias sociales l5. Más recientemente
se ha desmentido que ciertos delitos (maltrato familiar, abuso sexual de niños, etc.) sean patrimonio
de las clases subalternas. Se trata de un concepto que parece emparentado a la criminología progresista
o socialista de comienzos del siglo XX '6, pero que no supera el paradigma etiológicoy tiende a reducir
la criminalidad a la delincuencia registrada, (b) A este marco ideológico obedece su segundo presu-
puesto falso, que es la irrelevancia o subestimación de la selectividad criminalizante, lo que da por
aceptado el funcionamiento igualitario y hasta natural del sistema penal17. Por ello, no logró superar
el marco ético formal tradicional y, si bien dentro de éste representó un notorio progreso y una sana
bocanada de aire realista frente a las versiones idealistas puras, no puede negarse que parece contem-
plar casi exclusivamente los supuestos de conflicü vidad generada o potenciada por la pobreza y, en
especial, los delitos contra la propiedad.
18. El derecho penal reductor, al incorporar a su discurso el innegable dato de la selectividad del
poder punitívo-y, por ende, superar el etiologismo simplista del positivismocriminológíco-provoca
ladisolución del concepto de co-culpabilidad. Por un lado, dentro del mismo presupuestoético-formal
de la culpabilidadjurídico-penal normativa, en los casos que corresponda, las carencias socialmente
condicionadas disminuirán el reproche, del mismo modo que cualquier otra carencia que limite la
autodeterminación. Por otro, laconsideración del estado de vulnerabilidad como punto de partida para
Ja medición del esfuerzo reprochable es un concepto mucho más preciso y realista que el de co-
culpabilidad: simplemente, se basa en queel derecho penal no puede tolerar que el mismo poder que,
por acción u omisión, ubica a una personaen una situación concreta de vulnerabilidad, se ejerza luego
represivamente sobre ella en razón de la situación en que previamente la ubicó. En lugar de apelar
a un reparto de reproches, es mucho más claro y realista admitir que si el poder punitivo se reparte
conforme a la vulnerabilidad y noes posible cancelarlo, el derecho penal debe administrar su propio
y limitado contrapoder de contención repartiéndolo según el grado de esfuerzo personal de cada
seleccionado realizado para colocarse en la situación concreta de vulnerabilidad frente al riesgo del
poderpunitivo.
13
Leyret, Les Jugements du Presiden! Magnaud.
14
Edición Oficial, p. 249 (Zaffaroni-Amedo, T. 4, p. 331).
15
Sutherland, White-Collar Crime.
16
Bonger, Criminality and Economic Condition.
17
Aniyar de Castro, en "Capítulo Criminológico", n° 1, 1973, p. 69 y ss.
18
Cfr. Bettiol. El problema penal, p. 213.
658 § 43. Culpabilidad por la vulnerabilidad
29
Así claramente en Altavilla, p. 225.
30
Griffel, en ZStW, 1986. p. 31.
51
Por todos. Cerezo Mir. en RDP. Montevideo, II, 2000, p. 7 y ss.
660 § 44. El debate conceptual de la culpabilidad como disolución discursiva
48
Mezger, op. cit. p. 133; Leipziger Kommentar, p. 481.
49
La posición anterior en el Lehrbuch, 1931, p. 370 y ss. (igual en la ed. de 1949).
50
Así. Florian, II, p. 438.
51
En su momento la respuesta de Bettiol, p. 210.
52
La expresión "culpabilidadpor la conducción de la vida" fue empleada por Mezger en ZStW, 57,
1938. p. 689.
53
La paradoja de la imposibilidad de reprochar el carácter porque implica el reproche de la consti-
tución orgánica lo resalta Heinitz. en ZStW, 63, 1950, pp. 74-76.
54
Sobre el objeto del reproche en Aristóteles, Loenig, Die Zitrecluuingslehre des Aristóteles, p. 125.
II. El normativismo en sus versiones de autor 663
popular con la univocidad del pueblo como unidad biológico-espiritual59. En ese mismo trabajo
explica que la pena no puede ser pena por el hecho aislado, no pudiendo admitir la clásica teoría
hecho-culpabilidad-pena, sino que, por el contrario, algo tiene que ver con el ser (o esencia) del
autor (Wesen des Taters)60. Por ello, Mezger propone aquí una posición dualista, o sea la combina-
ción (Verbindung) de laculpabilidad de acto con la del autor 6I. Tan falaz es esta famosa Verbindung,
que una página antes expresaba: la culpabilidad penal del autor no es sólo la culpabilidad por el
hecho aislado individual sino también la completa Lebensführungschuld (culpabilidad por la con-
ducción de vida)62. En una versión que nada tiene que ver con el esquema ideológico de Mezger, sino
que es estrictamente etizante, puede señalarse a Bettiol 6-\ aunque la variable más claramente esco-
lástica de la habitualidad la llevó a cabo Allegra al explicarla abiertamente como un estado de pecado
penal64, con lo que cerraba directamente laequi valencia funcional con el estado peligroso positivista.
La pretensión de una amalgama (Verbindung) de culpabilidad de autor no es más que un método para
sostener la culpabilidad de autor. Prueba de ello es que Mezger nunca sostuvo la culpabilidad de autor
sino precisamente la Verbindung (combinación) de la culpabilidad de acto y de autor. En general, a
partir de Mezger casi todos los autores que apelan a la culpabilidad de autor lo hacen invocando una
combinación con la culpabilidad de acto 65. No faltan versiones que, en lugar de sostener abiertamente
la tesis de la combinación o bien para justificarla, apelan a una pretendida dificultad para distinguir
entre culpabilidad de acto y de autor66.
59
Mezger, op. cit., en ZStW, 57.1938.
60
Debe recordarse que con esa expresión inicia Wolf los argumentos de la tipicidad de autor {Von
Wesen des Taters; antes Die Typen der Tatbestandsmcissigkeit) que luego llegan hasta Klee -citado
también por Mezger- que es quien afirma que a cada tipo legal le corresponde un determinado tipo de
autor (sobre ello Mezger, op. cit, en ZStW, 57, pp. 678-679); sobre la abierta posición nacionalsocialista
de Klee, v. Supra § 23.
61
Mezger, op. cit.. p. 689.
62
ídem, p. 688.
63
Bettiol, op.cit.
64
Allegra, Dell'abitualitá crimínale; sobre ello, Nass, Wandlungen des Schuldbegriff im Laufe des
Rechtsdenkens,
65
p. 123 y ss.
Mayer, H., 1953, p. 61 (1967, p. 55); Bockclmann. p. 221; Sauer, p. 238 y ss.; Gallas, en ZStW,
67. 1955, p. 45; Jescheck-Wcigend, p. 423; Wessels, p. 112; Figueiredo Dias, en CPC, 31, 1987, p.25;
del mismo, Liberdade, culpa, direito penal; en contra de la combinación, Kaufmann, Arthur, Das
Schuldpiinzip, p. 187 y ss.; aunque aparentemente basado en razones de limitación del conocimiento,
Maurach, pp. 412 y 415.
66
Rudolphi, p. 149; Bockelmann, p. 221; Mayer, H„ 1967. p. 55.
III. Los desplazamientos hacia la "razón de estado" 665
3. Otro intento por reemplazar a la culpabilidad fue llevado a cabo por Ellscheid y Hassemer,
pretendiendo que el lugar del principio de culpabilidad lo ocupase el principio de proporcionalidad
(Verhaltnissmassigkeitsgrundsaz), que tendría igual jerarquía que el de culpabilidad y que, por
resolver satisfactoriamente las mismas cuestiones que se canalizan por éste, lo haría perfectamente
eliminable 81 . Con toda razón observó Arthur Kaufmann a esta tentativa que, al contrario del principio
de culpabilidad, que tiene carácter material, el principio de proporcionalidad como tal es sólo un
principio meramente formal, pues sólo indica proporción, relación o vinculación de un ente con otro,
pero no indica qué entes estaría relacionando 82 . La principal objeción de Ellscheid y Hassemer al
juicio de culpabilidad es que sólo sería moralmente posible si el juzgador se metiese en la persona del
juzgado, si se produjese una comunicación personal, participandoy compartiendo la culpabilidad del
otro 8 3 . Esto importa la confusión de dos planos, olvidando que la culpabilidad no es un verdadero
juicio ético, pues para no caer en la culpabilidad de autor debe limitarse a reprochar sólo las acciones
típicas y antijurídicas y únicamente en relación a la autodeterminación en el momento del hecho. Por
no ser un verdadero juicio ético, el juicio de culpabilidad coaiparte la naturaleza de todo el derecho
y, por ende, pertenece al terreno de lo inauténtico, es decir, del ser impersonal, lo que no conlleva
ninguna carga peyorativa, sino que es sólo la forma de ser en el mundo (in der Weltsein) imprescin-
dible para posibilitar la autenticidad. Desde una perspectiva diferente, en buena medida tributariadel
hegelianismo penal, Fernández Carrasquilla reestructura la teoría del delito, pero no puede decirse que
elimina o reemplaza la culpabilidad, sino que la considera como parte del injusto y aborda en su
estructura los problemas que en la teoría tradicional son considerados en la culpabilidad 84 .
IV. L a c u l p a b i l i d a d en el p r e v e n t i v i s m o funcionalista
78
Sobre ello. Niño, en CPC, 55, 1995, p. 165.
79
En este sentido lo advirtió tempranamente Jerónimo Montes, 1917, II, p. 34.
80
Bockelmann. p. 110.
81
Ellscheid-Hassemer, Strafe ohne Vonvurf, p. 27 y ss.; cercanamente a esta idea, Baurman,
Zweckrationalitat und Slrafrecht.
82
Kaufmann, Arthur, Scluddprinzip und Verhallnismassigkeitsprinzip, p. 33.
83
Ellscheid-Hassemer, op.cit.. p. 32; Hassemer. ¿Alternativas al principio de culpabilidad?, p. 233.
84
Fernández Carrasquilla, II, p. 20; del mismo, Hacia una dogmática penal sin culpabilidad, p. 954.
IV. La culpabilidad en el preventivismo funcionalista 667
injusto y pena, éste se fue construyendo sobre bases distintas a la culpabilidad, aunque
conservando su denominación, quizá por su antiguo prestigio. Con ese u otro nombre,
por vías que cada vez tienen menor vínculo con la idea de responsabilidad por la
decisión individual 85 , el lazo entre injusto y pena se fue construyendo en dependencia
de supuestas necesidades sociales (en realidad estatales) derivadas de las teorías de los
fines de la penaS6. Estas concepciones se enfrentaron en el curso de la reforma penal
alemana cuando promediaban los años sesenta 87 , donde comenzó a postularse que, más
allá de la magnitud del injusto y de la gravedad de la culpabilidad o del reproche
individual -que se rechaza por atribuirle ideas retributivas-, debe computarse la nece-
sidad preventiva de pena sobre la base de criterios teleológicos de raíz político-crimi-
nal88.
2. La tendencia a convertir a la culpabilidad en un concepto jurídico cuyo contenido
está también jurídicamente dado por otro principio de igual naturaleza, no sólo se puso
de manifiesto por consideraciones de prevención general, sino que también se apeló al
dogma de la prevención especial. Según esta corriente, la libre voluntad no sería una
realidad sino un principio jurídico regulativo, es decir, algo así como una ficción, para
v lo cual la doctrina que sustenta esa posición remite a la famosa/jccí'ón estatal necesaria
de Kohlrausch 89 . La Constitución y el derecho en general, al considerar al humano
como libre y responsable, no tomarían partido en la cuestión antropológica, sino que
se limitarían a consagrar un principio regulativo o ficción necesaria. Por ende, las
intervenciones punitivas en caso de injusto sólo se justificarían político-criminalmen-
te, o sea, en función de una simple necesidad preventiva, donde la medida de la culpa-
bilidad sólo serviría como límite, por lo que no sería necesario que la pena alcanzase
siempre ese límite 90 .
3. Roxin -que es el más claro abanderado de esta corriente- desarrolla su concepción de la
culpabilidad derivada de su teoría de los fines de lapena. ParaRoxin laculpabilidadesel merecimiento
de pena, toda vez que cuando alguien, por cualquier razón, no puede evitar el injusto típico que
ha realizado, no tiene objeto castigarlo, lo que parece incuestionable, toda vez que en cualquier
teoría de lapena no puede pretenderse castigar una culpabilidad inexistente*1''. Esto es innegable,
pero Roxin quiere extraer de ello otras consecuencias, y así, dice que estos principios son los que rigen
en materia de estado de necesidad exculpante, en el que no falta la posibilidad de actuar de otra manera,
pues en ciertas profesiones, en que existe el deber de afrontar el riesgo, es este criterio político-penal
el que se aplica y no !a inculpabilidad por imposibilidad de otra conducta92; igualmente afirma que
la impunidad del desistimiento en la tentativa es una causa de inculpabilidad9i. El criterio expuesto
oscurece los límites entre la culpabilidad y la punibilidad94. Respondiendo a esta crítica, se sostuvo
que detrás de la teoría de los presupuestos de ¡a responsabilidad penal (a que corresponde la teoría
85
Terragni, Problemática de la culpabilidad, p. 14 y ss.; Silbernagl, // diritto pénale sensa
cotpevolezza?, p. 269 y ss.; Stratenwerth, // concetto di colpevolezza nella scienzapenalistica tedesca,
p. 217 y ss.
86
Donna, Culpabilidad y prevención, pp. 171-180; sobre la culpabilidad en el funcionalismo,
Geisler, Zur Vereinbarkeit objektiver Bedingungen der Strafbarkeit mit dem Schuldprinzip, p. 120.
87
Vgr. parágrafo 60 del Proyecto Oficial de 1962, y parágrafos 2 y 59, apartados 1 y 2 del Proyecto
Alternativo de 1966.
88
Sobre ello, Villareal Palos, Culpabilidad y pena, p. 69 y ss.; Cairoli Martínez, en "Estudos Jurídicos
em homenagem ao Professor Joao Marcello de Araujo Jr.", p. 419 y ss.
89
Kohlrausch, Sollen und Kónnen ais Grundlagen der strafrechtlichen Zurechiutng.
90
Así, Roxin, en ZStW, 1984, p. 643; del mismo.CPC, 1986, p. 692; Política criminal y estructura
del delito, p. 115; Culpabilidad y prevención en derecho penal, p. 107 y ss.; se defiende de las críticas
de Hirsch en NDP, 1996/B, p. 493.
91
Roxin, Kriminalpolitik und Strafrechtssvstem, p. 33; Roxin, pp. 807-808.
92
Roxin, p. 792.
93
Roxin, Kriminalpolitk, pp. 34-35.
94
Stratenwerth, en "MSchr. Krim.", 1972, pp. 196-197; del mismo, El futuro del principio jurídico
penal de culpabilidad, p. 102; Muñoz Conde, en el prólogo a su traducción de la primera edición del
referido trabajo de Roxin (Política criminal y sistema del derecho penal, hay una segunda edición en
castellano, Buenos Aires, 2000).
668 § 44. El debate conceptual de la culpabilidad como disolución discursiva
de la culpabilidad en el uso tradicional del lenguaje), debe hacerse visible -como interpretación
rectora de la motivación político-criminal del legislador- la teoría delfín de la pena, cuyas exigen-
cias ciertamente son complejas, pero, en cualquier caso, hacen resaltar, detrás de los problemas
delvnitativos de la pura culpabilidad, las consideraciones legislativas de prevención general o
especial95. Aqufse procura restablecer el límite con la punibilidad afirmando que las consideraciones
político-penales acerca del fin de la pena determinarían la culpabilidad, en tanto que la punibilidad
dependería de consideraciones político-sociales extrañas ala teoría del fin de la pena. Roxin traduce
sistemáticamente la presencia de ambos criterios o principios, distinguiendo entre culpabilidad y
necesidad de prevención: en base a ambos construye el concepto más amplio de responsabilidad.
Así, afirma que en el estado de necesidad exculpante el sujeto está disponible a la llamada de la norma
según su estado mental y anímico 96, por lo que hay culpabilidad, peroporrazones político-criminales
el legislador renuncia a la pena (no media necesidad preventiva) y, por ende, no existe responsabi-
lidad, pese a existir culpabilidad.
98
v. Griffel, en ZStW, 1986, pp. 29-30.
99
Ibídem.
íoo p a r e c e claro que la noción de sujeto biológicamente peligroso troca por otra donde la peligrosidad
se impone normativamente, y en ambos casos como probabilidad, Cfr. Castel, en "Materiales de socio-
logía crítica", p. 219 y ss.
101
Jakobs, p. 575; del mismo, ADPCP, 1992, p. 1070; Culpabilidad y prevención, p. 73; en sentido
próximo Neumann, en ZStW. 1987, p. 567; Haft, Allg. Teil, p. 127; como antecedente, Noli, Schuldund
Pravention unter dem Gesichtspunkt der Rationalisierung des Strafrechts; Moos, Positive
Generalpravention und Vergeltung, p. 283; en cuanto al fundamento sistémico, también Achenbach,
Imputación individual, responsabilidad, culpabilidad, p. 134; Lesch, Die Verbrechensbegrijf, p. 224.
102
Cfr. Supra§6.
103
Jakobs, p. 18; con afinidades, aunque con fundamento en la acción comunicativa de Habermas,
Kindhaüser, La fidelidad al derecho como categoría de la culpabilidad, p. 209 y ss.; en este medio,
Córdoba, en "Nuevas formulaciones en las ciencias penales. Homenaje a Claus Roxin", p. 190 y ss.
"n Jakobs, p. 587.
105
Hirsch, en NDP, 1996, p. 33.
106
Jakobs, p. 579.
670 § 44. El debate conceptual de la culpabilidad como disolución discursiva
lidad y cuántas cualidades perturbadoras del autor han de ser aceptadas por el Estado
y por la sociedad o han de ser soportadas por terceros, incluso la propia víctima l07 .
El sistema decide, en esta perspectiva, no en base al ámbito de autodeterminación del
autor, sino en base a los reductores que resuelve imputarle al autor o a terceros. Es
consecuencia de su entroncamiento con su interpretación de la tesis sistémica de
Luhmann, que le lleva a construir un puente entre injusto y pena a la medida de los
requerimientos de la prevención general positiva, o sea que sólo le preocupa el
reforzamiento de la confianza en el derecho por parte del público. La afirmación de
Jakobs, según la cual la culpabilidad es un derivado de la prevención, no se modifica
con la aclaración de que prevención general positiva significa, más bien, tomar en
cuenta las exigencias de autoestabilización de los conciudadanos, que implica la
atribución de culpabilidad al autorlos, pues siempre se tratará de una construcción
jurídica, que no toma en cuenta más dato de realidad que esa pretendida necesidad de
autoestabilización, toda vez que el derecho penal no acepta ninguna culpabilidad
antes de él, sino que la construye, según propia afirmación de Jakobs.
V. Estructuras complejas
1. Un grupo de autores distingue entre causas de inculpabilidad y de disculpa: en las primeras no
habríaculpabilidad, en las segundas se gw/ra la culpabilidad remanente " 2 . La distinción se fundaría,
con ligeras variantes, en que las causas de inculpabilidad excluyen el poder hacer otra cosa, en tanto
que en las causas disculpantes el agente puede realizar otra conducta, pese a lo cual se lo disculpa. A
la inculpabilidad pertenecerían los supuestos de inimputabilidad y error de prohibición, en tanto que
a las disculpantes corresponderían los restantes casos de inexigibilidad.
2. Maurach partía también de una distinción análoga, pero en cierto modo invirtió el planteamien-
to, entendiendo que el delito es un injusto atribuible, connotando un estrato analítico (atribuibilidad)
que definía del siguiente modo: por atribuibilidad debe entenderse que el autor, mediante la
comisión de una conducta típica, no se ha comportado conforme a las exigencias del derecho " 3
y que para determinarlo debe pasar por una doble instancia: una primera en la que se compara la
conducta del autor con lo exigible al término medio de población, pero que aún no es el reproche sino
sólo una desaprobación que llama responsabilidad por el hecho, que es la que se excluye cuando se
dan las situaciones de motivación anormal; en una segundaetapa laatribuibilidad implica un reproche
personalizado, no tomando el criterio medio sino lo que el agente en concreto pudo hacer, que es el
'" Stratenwerth, Die Zukunft des strafrechtlichen Schuldprinzip, p. 30; Kaufmann, Arthur, Schuld
und Pravention, en "Fest. f. Rudolf Wassermann", p. 899; del mismo, en Jura, 1986; Hirsch, Die
Entwicklung der Strafrechtsdogmatik nach Welzel, p. 399; Fletcher, en ZStW, 101, p. 803; Platzgumer,
Strafe, Schuld und Personlichkeitsadáquanz, p. 319; panorama bibliográfico, en Zipf, en ZStW, 89, p.
706;Jescheck,enZStW.93,p. 1 y ss.;Otto,enGA, 1981,p.481;Stübinger.en"KritischeJustiz", 1993,
p. 33; Pérez Manzano, Culpabilidad y prevención; Quintero Olivares, Locos y Culpables, p. 252; Pinto
de Albuquerque, Introdugáo á actual discussáo sobre o problema da culpa em direito penal, p. 40 y
ss.; Fornasari, // principio de inesigibilitá nel diritto pénale, p. 53 y ss.
112
Welzel, p. 178; Bockelmann, p. 124; Rudolphi, p. 150; Roxin, Culpabilidad y responsabilidad
como categorías jurídico penales, en "Problemas básicos del derecho penal", p. 210; Maurach, p. 376;
Gropp, Strafrecht, pp. 232 y 240: Wessels-Beulke. Strafrecht, p. 124; Antolisei, p. 480; no todos los
autores alemanes aceptan esta distinción; no la formulan, entre otros, Baumann, Stratenwerth, Blei, y
Otto.
113
Maurach, p. 376; lo sigue en Argentina, Donna, Teoría del delito y de la pena, p. 214; también
por una culpabilidad normativa compleja, Villalobos. Derecho Penal Mexicano, p. 274.
672 § 45. Componentes positivos de la culpabilidad
albedrío romántico que tampoco tiene nada que ver con la realidad social y humana,
sino a la autodeterminación que se reconoce en toda relación social, sea de cooperación
o de conflicto. El propio lenguaje está permanentemente condicionado por la presupo-
sición de la autodeterminación. Por ello, el derecho no puede menos que reconocer que
la autodeterminación es de la esencia de la personalidad y, por ende, no requiere prueba,
en tanto que debe ser siempre materia a probar la dimensión de su ámbito en cada
circunstancia. Esto es consecuencia ineludible del concepto antropológico que presu-
pone el derecho, es decir, de la antropología jurídica o concepto jurídico de lo humano:
la ley internacional, la Constitución y la ley nacional presuponen autonomía personal
de decisión siempre en un ámbito, tanto en el ejercicio de los derechos políticos como
en las decisiones más existenciales, y no en la forma de un indeterminismo dogmático
absoluto negador de los más elementales datos ónticos. Si la libertad de decisión fuese
admitida por el derecho como libertad decisoria absoluta, ilimitada e incondicionada,
en una suerte de radicalización romántica de la libertad, incurriría tanto en una apo-
teosis del irracionalismo como en su propia negación, pues semejante presupuesto
conduciría a la paradoja de permitir en cualquier caso concluir, con igual facilidad, en
la responsabilidad más amplia tanto como en la irresponsabilidad. Un ser absolutamen-
te libre puede ser considerado absolutamente responsable, pero también debe
reconocérsele la posibilidad de destruirse y de destruir el mundo y de reconstruirlo y
de rehacerse en forma igualmente absoluta y, por ende, de suprimir su identidad y
construir permanentemente otra. En consecuencia, como resultado de la presuposición
jurídica de la autodeterminación humana siempre con un ámbito circunstanciado,
resulta que la culpabilidad es un carácter específico del delito de naturaleza eminen-
temente graduable.
7. Los ámbitos de autodeterminación pueden ser sumamente amplios, en cuyo caso
corresponde una reprochabilidad mayor, y pueden llegar hasta grados o umbrales
mínimos en que, aún cuando no estuvieran ni se pudiera asegurar que fuesen cancela-
dos, la reprochabilidad desaparece porque todo indica que el agente debía haber rea-
lizado un esfuerzo que no le era jurídicamente exigible. En este sentido, cabe advertir
que existen ámbitos de autodeterminación tan reducidos que son despreciables a los
efectos de la reprochabilidad. No puede negarse que cualquiera, en una circunstancia
determinada, tiene la posibilidad de convertirse en héroe, pero tampoco puede exigírsele
jurídicamente que lo haga y, por ende, tampoco reprochársele jurídicamente que no lo
haga. Así como no es cierto que estos ámbitos no sean cuantificables empíricamente,
tampoco lo es que con su admisión se caiga en una esfera de arbitrariedad, porque el
derecho penal no deja librada la reprochabilidad al libre criterio judicial. Si bien
siempre es materia de apreciación, responde a criterios de valoración jurídica respecto
de los cuales el mismo orden jurídico emite pautas para establecer los umbrales míni-
mos, por debajo de los cuales la autodeterminación remanente no es relevante. Cada
vez que, conforme a estos criterios de valoración se concluya que el ámbito de autodeter-
minación no alcanza un umbral mínimo, esto significará que, en el caso, jurídicamente
no se le pudo exigir al agente una conducta diferente de la efectivamente realizada 128.
Por ello, todas las causas de inculpabilidad son supuestos de inexigibilidad de otra
conducta adecuada al derecho, pero la inexigibilidad no es una causa de inculpabilidad ,29 ,
como alguna vez se ha pretendido asignándole naturaleza supralegal, sino el común
denominador, género o naturaleza última de todas las causas de inculpabilidad.
8. Toda vez que el ámbito autodeterminable siempre existe, por el mero hecho de que
se trata de una persona, y que se valora conforme a la experiencia técnica y corriente,
128
De esta consideración se extrae luego, erróneamente, que hay una inexigibilidad supralegal (Cfr.
Henkel, Zumutbarkeit und Unzumutbarkeit ais regulatives Rechtsprinzip, p. 258).
129
Freudenthal, Scliuld und Vorwurfi Gropp, Strafrecht, p. 251.
1. Espacio de autodeterminación y culpabilidad de acto 675
130
Cfr. Blejer, Psicología de la conducta.
'-^Cfr. Supra§ § 2 y 13.
132
Cloward-Ohlin, Delinquency and opporlunity.
133
Lemert, Devianza, problemi sociali e forme di controllo.
134
Baratta. en "Papers, Rev. de Sociología", n° 13, 1980. p. 15 y ss.
135
La agravación como infracción al principio de culpabilidad en Jager, en MonSchrKrim, 1978, p.
297; Haffke. en GA, 1978, p. 33; Pfeiffer, Zur Sírafscharfung bei Riickfall. p. 291; Stratenwerth,
Culpabilidad por el hecho y medida de la pena, p. 60.
676 § 45. Componentes positivos de la culpabilidad
" 6 Así Bacigalupo, Lincamientos, pp. 93-94; del mismo, en NPP, 1974, p. 3 y ss. (p. 15), y en NPP,
abril-septiembre, 1976. p. 165.
137
Así, Zaffaroni, Tratado, IV, p. 102.
III. Posibilidad exigible de comprensión de la antijuridicidad 677
teoría de la coacción psicológica ,38 , pero no era necesariamente válida para cualquier
teoría del derecho penal que no se asentase sobre la prevención general. Dado que
criminalidad puede entenderse como abarcando o no los requisitos de la punibilidad
como posibilidad de imponer pena, resulta que: (a) es más limitativa del poder punitivo
la tesis que entiende que los abarca; (b) no hay obstáculo desde el principio republicano
(racionalidad) a esta interpretación, toda vez que desde una perspectiva agnóstica de
la pena no existe objeción oponíble; (c) la reducción de la exigencia de la culpabilidad
a la violación de la norma sin incluir la punibilidad, es resultado de considerar a la
norma como un dato real, cuando en realidad se trata de un recurso metódico 139; (d)
conforme a lo anterior las únicas normas reales son las propias leyes, siendo arbitrario
su recorte. Como resultado de lo expuesto, la posición correcta desde la perspectiva
acotante es la que requiere la posibilidad exigible del conocimiento de la punibilidad
como parte del conocimiento de la criminalidad.
5. Como consecuencia de lo anterior, resulta que la posibilidad de comprensión de
la criminalidad es una expresión empleada por el código penal para sintetizar el
conjunto de exigencias subjetivas del delito, en forma bastante cercana a la mens rea
del derecho anglosajón M0. Por ende, la expresión abarca: (a) el conocimiento efectivo
de los elementos del tipo objetivo necesarios para configurar el dolo; (b) la posibilidad
de comprensión de la antijuridicidad; (c) la. posibilidad de conocimiento de las circuns-
tancias que proporcionan un margen objetivo para la autodeterminación; y (d) la
posibilidad de conocimiento de los requisitos objetivos que permiten la imposición de
la pena. Como es obvio, no todos estos aspectos hacen a la culpabilidad, pues la
ausencia de estos requisitos subjetivos tienen diferentes ubicaciones sistemáticas y se
traducen también en diferentes consecuencias prácticas eximentes. En principio, es
claro que cuando falta el conocimiento efectivo de los elementos del tipo objetivo
necesarios para configurar el dolo, faltará la tipicidad (al menos dolosa) de la acción;
que este requisito está incluido en la fórmula sintética es bastante claro: quien ni
siquiera tiene el fin de realizar una tipicidad objetiva, carece de cualquier posibilidad
de comprender la criminalidad de su acción. La posibilidad de comprensión de la
antijuridicidad es claramente un componente de la culpabilidad, pues hace al ámbito
de autodeterminación del agente. La exigencia de que al agente le haya sido posible
conocer las circunstancias que determinaron su ámbito de autodeterminación en la
situación concreta es una exigencia de la culpabilidad: quien no pudo tener ese cono-
cimiento no dispuso de ese ámbito al deliberar su conducta. Por último, que al agente
le haya sido posible conocer la punibilidad (posibilidad de imposición de pena) de su
injusto es una exigencia de la culpabilidad como principio de culpabilidad: la legali-
dad del delito y de la pena se establece para que el habitante tenga la posibilidad de
conocerlas; por ende, no se satisface por completo el principio de culpabilidad con la
posibilidad de conocimiento del injusto, sino que también se exige el de su punibilidad.
141
Feuerbach, Le/irbuch, 1826, pp. 83-84; Mayen H., Grundriss, 1967, p. 128: Jescheck-Weigend,
p. 452 y ss.; Entscheidungen des BGH im Strafsachen, II, p. 194 y ss., p. 298 ; sobre el cambio de la
jurisprudencia, Maurach, pp. 457-458; Baumann, p. 418; en contra de este punto de vista similar al de
la doctrina y jurisprudencia tradicionales argentinas (v. Bacigalupo, en NNP, 1. 1972, p. 45 y ss.), Beling,
D. L v. Verbrechen. p. 180; Binding, Normen, 1918, III, p. 387; del mismo en "Gerichtssaai", LXXXVII,
1920, p. 113 y ss.; Allfeld, Lehrbuch desdeutschen Strafrechts, pp. 168-169; Dohna. en "Gerichttssaal",
LXV, 1904, pp. 304-324; este error como una excusa absolutoria, Schwarz, en NJW, pp. 526-528; lo
critica expresamente, Hartung, en JZ, 1955, p. 663; Vianden-Grüter, en NJW, 1955, p. 1057; Welzel, p.
199.
142
Núñez. Bosquejo de la culpabilidad, en la cit. trad. de Goldschmidt, p. XXVIII; sobre la teoría
de Goldschmidt. también Bacigalupo, en ED, 15-1-1975. En cierto sentido recuerda a Golschmidt la
posición de Santamaría, para quien la culpabilidad sería una forma especialmente calificada de antiju-
ridicidad, o sea una "antijuridicidad subjetiva" (así, en "Ene. del Dir", VII, p. 648 y ss.); en sentido crítico
Nuvolone, en MP, Paraná, N° 8, 1979, p. 17 y ss.
143
TC ex Alemania Federal, en NJW, 1961. p. 357; reproducido por Welzel, p. 176.
144
Así por ej. Welzel, loe. cit.; Rudolphi, pp. 41-42.
III. Posibilidad exigible de comprensión de la antijuridicidad 679
145
Sobre ello Welzel, p. i 76; Weber, en NJW, 1968, pp. 160-161; Peters, Abschliessende Bermerkungen
zu den Zeugen-Jehovas-Prozessen, pp. 68 y 489.
146
Radbruch, en "Deutscher Juristentag", 34, II, 1926, p. 35S; del mismo, en ZStW, 1924. 44, p. 43
y ss.; del mismo, Entwurfeines Allgemeinen Deutschen Strafgesetzbuches, § 71: "En lugar de prisión
estricta y prisión se aplicará prisión por igual tiempo, cuando el motivo decisivo del autor radique
en que fue obligado al hecho en razón de sus convicciones morales, religiosas o políticas". Una
fórmula parecida, reemplazando la pena privativa de libertad por una medida de seguridad de igual
duración propuso Eichholz, excluyendo sólo los delitos contra la vida (Der Gewissenstater, p. 191;
Peters, en JZ, 1966, pp. 457-461; Lang-Hinrichsen, en JZ, 1966, pp. 153-162.
147
Cfr. Infra § 49.
148
Rudolphi, p. 43.
14l)
Si bien se las conoce unitariamente como "teoría del dolo", se sigue la distinción de Maurach, p.
462, porque en realidad son dos teorías diferentes, aunque fundan una misma conclusión (la compren-
sión de la antijuridicidad pertenece al dolo); sobre esto Welzel, p. 159; Stratenwerth, p. 167; Jescheck-
Weigend, p. 461.
150
Binding, Grundriss. p. 117; Baumann, p. 371; Nagler, en "Lcipziger Kommentar", I, p. 379; Sauer,
W., en ZStW, 66, 1957, pp. 1-13; Lang-Hinrichsen, en JZ, 1953, pp. 362-367; del mismo, en JR. 1952,
pp. 302-307; Schonke-Schroder, p. 471.
151
Maurach, 460; Welzel, pp. 159-164.
152
Mezger, Rechtsirrtum und Rechtsblinheit, pp. 180-198.
153
Mezger, op. cit. pp. 197-198.
154
Así lo observó Welzel en "Suddeutsche JZ", 1948, pp. 367-372.
155
Mezger, Moderne Wege, p. 45.
156
Schmidhauser, p. 352; del mismo, Über Aktaulitat der Unrechtsbewusstseins, p. 316 y ss.
'-" Maurach, p. 464.
680 § 45. Componentes positivos de la culpabilidad
fáctico de una situación de justificación es considerado como errorde tipo158. Como toda solución de
compromiso, conlleva los inconvenientes de lo híbrido y, por lo tanto, lleva a confundir la culpa por
el error vencible con la tipicidad culposa del injusto cometido en esa situación.
5. La antijuridicidad es una valoración, traducida en un valor negativo o desvalor de
la conducta. Por ello, para comprender una valoración no basta con conocerla o tener
noticia de ella: el antropólogo cultural conoce los valores de la cultura diferenciada y
ajena que estudia, pero no por ello los comprende; los conoce y los explica, sabe el
alcance que tienen en la sociedad o en la ley que los consagra, se abstiene de violarlos
porque quiere seguir investigando y, para ello, no quiere que lo expulsen de la sociedad
que observa, pero en cuanto termina su labor profesional sigue comportándose confor-
me a los valores de su propia cultura. De allí que la comprensión no sea el mero
conocimiento de un dato de ¡a realidad sino una instancia superior de incorporación.
Se trata de una diferencia que es conocida al menos desde la filosofía medieval y la
escolástica y que se renovó en la filosofía del siglo XX, como se ve claramente en la
diferencia entre Heidegger y Dilthey, donde ambos le reconocieron un nivel mayor que
el de simple conocimiento, debatiendo sólo su alcance, que para Heidegger es mayor
que para Dilthey 159. Incluso semánticamente, en castellano comprender significa en-
tender, alcanzar, penetrar, pero también contener, incluir en sí alguna cosa, como que
deriva de la raíz indoeuropea ghend (literalmente coger, agarrar), lo que confirma el
sentido filosófico y jurídico-penal, que no se conforma con el mero conocimiento o
posibilidad de conocimiento.
158
Así, von Weber, Negative Tatbestandsmerkmale, pp. 183-192; Busch, Über die Abgrenzung von
Tátbestands- und Verbotsirrtum, ídem. p. 165; Jescheck, Menschenbild. p. 21; Schaffstein, en MDR,
15. p. 198; Maurach, p. 464; Roxin, Óffene Tarbestande, p. 120; del mismo, en ZStW, 75. 1963, pp. 541-
590; Engisch, en ZStW, 70, 1958, pp. 566-615; Dreher, en MDR, 1962, pp. 592-593; Borker. en JR,
1960, p. 168 y ss.
159
Cfr. Abbagnano, Dizionario di Filosofía; la correcta diferenciación en Spolansky. en RDP y C,
1968-1, p. 83 y ss.; sobre la comprensión ene! campo filosófico, FerraterMora, Diccionario de Filosofía,
I, pp. 133 y 314, y bibliografía indicada.
160
Sobre ello, Schmidt-Klügmann, Das Bewusstsein der Frenidexistenz ais Voraussetzmig für ein
Unreehtsbewusstsein.
III. Posibilidad exigibie de comprensión de la antijuridicidad 681
161
Cfr. Laplanche-Pontalis, Diccionario ele psicoanálisis, pp. 209-217; se alude al sentido general
que asignó Freud y que fuera introducido en psicología por Sandor Ferenczi en 1909; en un sentido menos
específico pero igualmente relevante a los efectos aquí expuestos, Drever-Frohlich, Worterbuch zur
Psychologie, p. 214.
162
Spolansky, Imputabilidad y comprensión de la criminalidad, p. 21.
163
Cabello, en LL, 123, p. 1197.
164
Cfr. Jescheck-Weigend. p. 452 y ss.: sobre laconscienciadel injusto en autores habituales, instin-
tivos y pasionales, Schwebe. Bewusstsein und Vorsatz, p. 147 y ss.
682 § 45. Componentes positivos de la culpabilidad
presuponer el conocimiento del referido desvalor, pero que ese conocimiento presu-
puesto a la comprensión o a su posibilidad no es el conocimiento formal de la ley, que
muchas veces ni siquiera lo tienen los juristas 165. Hay general coincidencia en que
basta el conocimiento del profano, técnicamente llamado conocimiento paralelo en
la esfera del lego 166, análogo al exigido para los llamados elementos normativos del
tipo objetivo 167. Es necesario precisar que la amplia exigencia del principio de cul-
pabilidad, consagrado en la ley vigente con la fórmula sintética de la posibilidad de
comprensión de la criminalidad, hace que en nuestro derecho penal no baste con el
conocimiento de la contrariedad del acto con el derecho, sino que también se requie-
re que el agente sepa que esa contrariedad está tipificada penalmente, es decir, que
se trata de antijuridicidad con relevancia penal. Por ende, no es transferible al
derecho penal nacional el criterio jurisprudencial y doctrinario alemán, que en el caso
del estudiante que tomó un libro de una librería para usarlo, creyendo que el hurto
de uso no era delito, condenó igualmente, porque conociendo que era un ilícito civil
bastaba para la culpabilidad 168.
3. Cabe advertir que esto no abre juicio alguno sobre la utilidad procesal del hecho
determinado en cuanto a las pruebas de delitos anteriores, lo que, en cualquier caso,
165
Sobre el punto de vista de Feuerbach. Rudolphi, Unreclubewusstsein, Verbotsirrtum und
Vermeidbarkeit des Verbotsirrtum, pp. 46-54.
166
Welzel, p. 171; Rudolphi, op. cit.. p. 62; Maurach, pp. 482-483.
167
Cfr. Supra § 34.
168
Welzel, p. 171; Baumann. p. 434; Rudolphi. p. 133; Kaufmann. Armin. en "Actas", p. 206 y ss.
I6
'' v. Infra § 54.
170
Ibídem.
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I. Concepto de imputabilidad 689
del sujeto para reconocer los elementos requeridos para configurar la finalidad típica,
lo que genera un error de tipo psíquicamente condicionado2; y, por último, la culpa-
bilidad exige capacidad psíquica de culpabilidad o imputabilidad, con lo que se
completa el panorama general de la capacidad psíquica de delito. Estos tres niveles son
reconocidos incluso en el lenguaje corriente, en el que sólo en sentido figurado se dice
que una persona que está inconsciente hace algo, así como se dice que no sabe lo que
hace la persona que no se da cuenta de lo que es necesario para obtener el fin que se
propuso; y también que no comprende quien no puede alcanzar la significación de su
conducta.
2. Conforme a lo expuesto, la capacidad psíquica de delito abarca la voluntabilidad,
la capacidad psíquica de dolo y la capacidad psíquica de culpabilidad3. Esta última
es la capacidad del actor para responder a la exigencia de que comprenda la antiju-
ridicidad y de que adecué su conducta a esta comprensión. Por lo tanto, la capacidad
psíquica de culpabilidad es una condición del autor, en tanto que la imputabilidad sería
la característica que esa condición le agrega a su conducta típica y antijurídica
(injusto). Imputar significa poner a cargo y, por ende, imputabilidad es la posibilidad
que tiene la acción de ser puesta a cargo del autor4. Aunque en el lenguaje corriente
y jurídico no se respeta siempre esta precisión -ni quizá sea necesario hacerlo- estric-
tamente hablando, imputable es la conducta que sólo se puede poner a cargo del autor
cuando éste tiene capacidad psíquica para comprender su antijuridicidad y para ade-
cuar su comportamiento a esa comprensión. Pese a ello, cabe insistir que en el lenguaje
técnico corriente con frecuencia se habla de autores imputables e inimputables, lo que
-con la debida advertencia- no es incorrecto si sólo se quieren evitar innovaciones o
precisiones terminológicas que no siempre resultan imprescindibles 5 .
3. Que la imputabilidad es una característica del acto que proviene de una capacidad
del sujeto, es algo que se pone claramente de manifiesto por la circunstancia de que a
una persona puede serle imputable un injusto y no otro 6 . Un débil mental puede tener
capacidad de pensamiento abstracto para comprender la antijuridicidad de un homi-
cidio, que no demanda gran nivel de abstracción, pero no tenerla para comprender el
contenido injusto de ciertos delitos económicos que exigen, por lo general, una capa-
cidad de pensamiento abstracto de mayor alcance. Con todo, esto no autoriza a parcializar
la conciencia en los casos de delirios 7 .
4. La capacidad psíquica de culpabilidad importa la de ser sujeto del requerimiento
o exigencia de comprensión de la antijuridicidad, pero no se agota en ella, puesto que
también es necesario que el autor tenga la capacidad psíquica necesaria para adecuar
su conducta a esta comprensión. Es posible que haya una perfecta capacidad de com-
prensión de la antijuridicidad - e incluso efectiva comprensión de ella- y, no obstante,
el agente no tenga capacidad psíquica para adaptar la conducta a esa comprensión,
como sucede en los múltiples casos de fobias severas. La incapacidad para adecuar la
conducta a la comprensión de la antijuridicidad se verifica en supuestos en los que el
2
Cfr. Supra § 35.
3
Asume que carece de justificación la ciara y fuerte separación entre la capacidad de acción y la de
culpabilidad, ya que la capacidad de culpabilidad junto con la capacidad de injusto configuran la capa-
cidad de delito, Lesch, Die Verbrechensbegriff, p. 224.
4
Silvela, I, p. 104 y ss.; Carrara, Programma, I, p. 52; Rossi, p. 224; Montes, I, p. 330; Pacheco,
Estudios, pp. 72-73; Garraud, p. 160; Schaffstein, La ciencia europea del derecho penal en ¡a época
del humanismo, p. 58. En sentido restrictivo de imputabilidad (capacidad psíquica de culpabilidad),
Núñez. II, p. 24; Jescheck-Weigend, p. 433.
5
En sentido análogo, Frías Caballero, Imputabilidad penal, capacidad personal de reprochabilidad
ético-social, p. 17.
6
Fontán Balestra, Esquema de una imputabilidad jurídica.
7
Cfr. Infra § 47.
II. Ubicación sistemática de la imputabilidad en la teoría del delito 691
8
Cfr. Infra§51.
9
Sauer, pp. 188-189. Sobre las dificultades de comprensión entre lenguaje judicial y psiquiátrico,
Barbero Santos, en "Psiquiatría y derecho penal".
10
Cfr. Supra § § 23 y 25.
" Así, Oetker, Zum Schuldbegriffe, en "Gerichtssaal", pp. 72, 161 y ss.; del mismo ZStW, p. 17 y
ss.; Abegg, p. 107 y ss.; Bauer, en "Abhandlungen aus dem Strafrechte und dem Strafprozesse", I, p. 245
y ss.; Gerland, Kritische Bemerkungen zum Allg. Teil des Strafgesetzentwurfes, p. 8; Kostlin, Nene
Revisión der Gntndbegriffe des Criminalrechts, p. 21; del mismo, System des deutschen Strafrechts,
p. 120; Wachter, Lehrbuch des Rómisch Teutschen Strafrechts, pp. 118 y 131; Holtzendorff. Handbuch,
II, p. 151; también, Villey, Précis, p. 99; aunque tampoco era ajeno a la idea Binding, Grundriss, p. 97.
En derecho privado, Derngurg, Pandekten, I, p. 126 (el argumento parece estar tomado de Jhering. en
"Vermischte Schriften Juristichen Inhalts", p. 155 y ss.). Tiempo después, la teoría es sostenida por
Stammkotter, Über unbeschrankte und bechrankte Handlungsfühigkeit itn Strafrecht; Gerlich, Die
Gegner einer verminderten Zurechnungsfahigkeil in der deutschen Strafrechtswissenschaf; Uhse,
Kritk des § 330a StGB; en el nivel de teoría general, Mayer H., 1953, p. 220 y ss.; del mismo, ZStW, 50,
p. 283 y ss.; Quiroz Cuarón, en DPC, 10. 1965, p. 73 y ss.
12
Así, por ej.. Geib, Lehrbuch, II, p. 196.
13
En este sentido, Merkel, Kriminalislische Abhandlungen, p. 43 y ss.; Janka, Der strafrechtliche
Notstand, p. 36.
14
Hardwig, Die Zurechnung, p. 234 y ss.
692 § 46. Inmutabilidad
15
Sobre ellas, con detalle, Etzel. Die systematische Stellung der strafrechtlichen
Zurenchnungsfahigkeit, p. 62 y ss.
"Así, Soler. II, p. 19; Fontán Balestra, II. p. 192; Núnez, II, p. 24 (este último autor parece apartarse
de su anterior posición en Manual, p. 219).
17
Asi", Binding, Handbuch, p. 158; Gerland. Kritische Bemerkungen, p. 8; Mayer, M.E., Lehrbuch,
p. 202 y ss.
18
Würtenberger, en JZ, 1954, p. 209 y ss.
19
Cfr. Zaffaroni, en DPC, 1965.
i I. Ubicación sistemática de la imputabilidad en ia teoría del delito 693
5. Un carácter del delito que para unos fue un problema de acción, para otros un
presupuesto de la culpabilidad y para la mayor parte de los contemporáneos una cues-
tión de culpabilidad, sin que faltasen los que pretendieren considerarlo en la punibilidad,
es decir, un carácter del delito que se pretendió ubicar en todos los estratos analíticos
del delito y aun fuera de éste, bien merece el calificativo defantasma errante que le diera
Frank. A esto se agrega una dificultad que no debe subestimarse: no es verdad que los
datos en que se sustenta sean naturalísticos en el sentido neokantiano. Esos datos son
psicológicos y psiquiátricos, pero es imposible desconocer que en estas disciplinas
también tiene lugar un discurso de poder que hace al control social. El argumento de
que el derecho penal no debe tomar partido en una lucha de escuelas que le es ajena,
es válido cuando se trata de establecer los criterios para la calificación típica de las
conducta médicas, pero no cuando se trata de establecer la culpabilidad de cualquier
habitante. Es absurdo pensar que el derecho penal de garantías o de contención acepte
acríticamente conceptos que son producto del mismo marco ideológico del peligrosismo
y del biologismo (cuando no del racismo), particularmente en países donde el positi-
vismo hizo estragos con su negativa a distinguir entre imputables e inimputables,
basada en su profesión de fe determinista 25 , y donde la psiquiatría siguió en buena
medida obstinados cauces biologistas y organicistas, a lo que suele agregarse el total
desconocimiento de la materia revelado en muchas decisiones de los tribunales. Es
obvio que el control social ejercido por los discursos de los profesionales de la salud
también encubre elementos moralizantes y consideraciones peligrosistas a veces
inextricables, que necesitan ser cuidadosamente depuradas por el derecho penal. De
otro modo, el poder punitivo que el derecho penal quiere contener reingresaría a su
20
Radbruch, Handlungsbegriff, p. 97; del mismo, en ZStW, 24, p. 333 y ss.
21
Klee, en "Deutsches Strafrecht", 1943, p. 65 y ss.; similar posición Baumgarten, Aufbau, p. 264;
Kantorowicz, en "Monatschrift für Kriminalpsychologie und Strafrechtsreform", pp. 7 y 257 (luego pasa
a considerarla elemento de la culpabilidad en Tal und Schuld); Galli, en "Deutsche JZ". 1907, columnas
1352 y ss.; Oppler, en "Gerichtssaal", pp. 70, 387 y ss.
22
Antolisei. pp. 479-480. En la actualidad Donini, Teoría del reato, p. 292, plantea el interrogante
del tratamiento de la imputabilidad en la culpabilidad, o la creación de un dolo y una culpa no culpables
para los inimputables. En rigor, rcinventa el famoso dolo natural de Frank, con base en su doble ubica-
ción.
23
Sesso, Imputabilitá e sistemática del reato, p. 227, argumenta en favor de la culpabilidad de los
inimputables.
24
Ídem, p. 252. v. Supra § 23.
^ Sobre la problemática de la imputabilidad en relación a la disputa sobre el indeterminismo, Díaz
Palos. Teoría General de la inimputabilidad.
694 § 46. Imputabilidad
discurso como poder punitivo ejercido por las agencias médicas. Esto no significa caer
en una antipsiquiatría radical, sino reservar al derecho penal la potestad de depurar
el discurso que recibe de los elementos de control social represivo que arrastra, o sea,
de operar del mismo modo crítico en que lo debe hacer respecto de su propio discurso.
Es innegable que el control psiquiátrico encierra iguales o mayores riesgos que el
control punitivo 26 , dejando de lado las exageraciones psiquiatrizantes y manicomia-
lizantes de disidentes del viejo régimen soviético 27 , que alcanzaron el nivel de tristí-
simas caricaturas, no son menos graves otras que suelen practicarse sin que se nos
pongan en evidencia con igual intensidad, particularmente graves cuando abren el
espacio para un control químico de conducta, lo que torna mucho más dramático el
alcance del viejo y reiterado ejemplo de la psiquiatrización de los pacifistas en la
Primera Guerra Mundial, de las más cercanas psiquiatrizaciones de homosexuales, o
de las contemporáneas de psiquiatrizar a las sectas, peligrosamente cercanas a una
policía psiquiátrica religiosa 28 .
26
Una descripción de los problemas básicos en Manna, V' imputabilitá e i nuovi modeüi di sanzione.
27
Por todos, la exploración de Wortis, que muestra la ideologización de la psiquiatría en la URSS
defendiendo su relación con la moral (La psiquiatría soviética, p. 245).
28
La función que cumplen en tiempos de crisis, Hobsbawm, Le Rivoluzioni Borghesi, pp. 313-315.
29
Una visión de conjunto en Basaglia-Carrino-Castel-Espinosa-Pirella-Casagrande, Psiquiatría,
antipsiquiatría y orden manicomial; el donominado "disenso psiquiátrico" y la experiencia del Friul
italiano en Canosa, Storía del manicomio in Italia dall'unitá a oggi, p. 167 y ss.; Szasz, La fabricación
de la locura; Cooper, Siquiatría y antisiquiatría; Dómer, Ciudadanos y locos.
30
En este terreno, desde hace muchas décadas se hizo notar que si la niñez se distingue no precisa-
mente por su amoralidad sino por la ausencia de una moralidad consolidada, el concepto jurídico de la
imputabilidad no tiene aplicación a su respecto (v. Moreno, Niñez abandonada y delincuente, p. 38).
Frente el accionamiento de un mecanismo de control tutelar, en el desarrollo actual se destaca que la
inimputabilidad como concepto normativo convencional lleva a una despersonalización, que los sustrae
del derecho penal y de las garantías ligadas al principio de culpabilidad, v. Cantarero, Delincuencia
juvenil y sociedad en transformación, p. 129; Minahim, Direito penal da emocao. A inimputabilidade
do menor; Pastore, L'illusione correzionale; Schóne, El derecho penal juvenil de la República Federal
de Alemania y su reforma; en el orden norteamericano v. Fletcher, p. 51; ampliamente, Supra § 14.
31
V. el dramático alegato de Althusser. Una descripción de los problemas básicos del enfermo mental
y sus derechos en Szasz, Legge, Liberta e psichiatria; Ongaro-Basaglia. en "Poder y Control", n° 2,
1987, p. 67 y ss., y Rivero Hernández, en "Derechos Humanos del incapaz, del extranjero, del delincuente
y complejidad del sujeto", p. 13 y ss.
32
Así, Bustos Ramírez, p. 487; también, Bases críticas de un nuevo derecho penal, p. 105; en igual
sentido, Gómez, Culpabilidad e inculpabilidad, p. 405.
II. Ubicación sistemática de la imputabilidad en la teoría del delito 695
fique de normativo, pues conforme a éste se ha pretendido que las ciencias psicológicas
y sociales no pueden aportar nada al concepto de culpabilidad y que la inimputabilidad
no es más que la falta de competencia para cuestionar la validez de la norma 33.
Mientras el primer ensayo, consciente del poder punitivo psiquiátrico, le reconoce
carácter político al límite de imputabilidad, el segundo se encierra en su normativismo
para excluir cualquier posibilidad de discusión con las ciencias de la conducta; mien-
tras el primero las descarta porrepresivas, el segundo parece temerlas por discursivamente
contaminantes; mientras el primero pretende que el inimputable sea tratado como un
ciudadano disidente, el segundo le asigna trato de objeto 34 . Aunque la intencionalidad
constructiva y los marcos sean disímiles, no puede negarse que ambas tentativas de
construcción de la imputabilidad pasan por sobre un dato de la realidad, que es la
existencia misma de la psicopatología como realidad del mundo. Pese a que el primero
lo haga por el efecto estigmatizante y el segundo por su posible aspecto cuestionante,
ambos pasan por sobre ese dato, lo que lleva a un callejón de difícil salida, pues torna
muy sutil la diferencia entre inimputabilidad, autoría por conciencia y comportamien-
tos culturalmente condicionados por subculturas o por la pertenencia a etnias diferen-
tes 3 5 .
7. Es posible reconocer que en una futura sociedad, sin poder punitivo ejercido bajo
el manto de la psiquiatría y con un grado de espacio social o de pluralismo mucho mayor
que el actual, sería admisible un concepto político de imputabilidad, que quizá permi-
tiese reubicar a ésta en la punibilidad, con un sentido por completo diferente del que
en su época tuvo con el positivismo y el neoidealismo. No obstante, el discurso jurídico-
penal (derecho penal) debe ser construido como un instrumento de reducción del poder
punitivo para uso de las agencias jurídicas en esta sociedad y con el poder punitivo
como hecho de poder en la forma en que está configurado. Por ende, frente a un poder
punitivo altísimamente selectivo, que recae sobre los más vulnerables, se impone
excluir de su ámbito a quienes se hallan en el extremo de vulnerabilidad por su con-
dición patológica y que, de ser dejados en sus manos o seleccionados por un criterio sólo
político, su más probable destino sería la prisionización y su consiguiente aniquila-
miento físico. Para ello, el concepto de imputabilidad, si bien es político como todo
concepto penal, debe ser construido sin prescindir del límite óntico que le impone la
existencia innegable de la psicopatología como realidad del mundo. El concepto po-
lítico de imputabilidad, pues, debe ser construido con respeto al dato óntico de la
patología y de las alteraciones no patológicas de la comprensión y del comportamien-
to, aunque para ello deba hacerse cargo de la dificultad crítica que importa reconocer
y depurar los elementos represivos y controladores o punitivos del propio discurso de
las ciencias de la conducta. A este respecto debe tenerse en cuenta que: (a) El poder
punitivo no se ejerce sólo por las agencias del sistema penal ni únicamente con discurso
punitivo manifiesto, pero cualquiera sea la forma que asuma, el derecho no puede
habilitarlo ilimitadamente ni fuera de las pautas de mínima racionalidad en ningún
caso, sea sobre una persona capaz o sobre una incapaz, (b) En la realidad existen
situaciones en que las condiciones psíquicas de la persona, vinculadas o no a la
psicopatología, hacen que nadie pueda reprocharle razonablemente que no se haya
comportado conforme al derecho, (c) Esas situaciones se esclarecen con elementos
proporcionados por las ciencias de la conducta, que suelen estar cargados de compo-
nentes controladores represivos, que deben ser depurados por obra del derecho penal
" Cfr. Jakobs, p. 631; vincula la reacción frente al inimputable con la prevención genera], Lackner,
Insanity and Prevention: On Linking culpability and Prevention ¡n the concept of insanity, p. 895.
Críticamente, Selmini, en DDDP, 2/94, para quien existe una revitalización del concepto de peligrosidad
no como medida preventiva sino directamente punitiva.
34
Jakobs, p. 636.
35
Cfr. Infra § 49.
696 § 46. Imputabilidad
al incorporarlos, del mismo modo en que éste depura su propio discurso, (d) El derecho
penal debe contener tanto el poder punitivo que ejercen las agencias del sistema penal
como el que pretenden ejercer las agencias de la salud; respecto de las primeras debe
evitar que estas personas que se hallan en el extremo de vulnerabilidad al poder punitivo
sean aniquiladas por éste; respecto de las segundas debe incorporar las mismas reglas
de mínima racionalidad a cualquier manifestación punitiva, (e) La ley penal no es un
instrumento simbólico; si bien es obvio que cumple alguna función simbólica entre
muchas otras, no se puede ejercer poder punitivo para simbolizar, porque eso estaría
violando el respeto a la persona como fin en sí mismo. Este objetivo simbólico no puede
perseguirse para señalar que al estado no le gusta que la gente consuma ciertos tóxicos
o se suicide o autolesione, pero tampoco para simbolizar que los pacientes psiquiátricos
son ciudadanos a costa de criminalizar a una legión de enfermos y encerrarlos en las
prisiones, donde el régimen ; nstitucional y el resto de los propios prisioneros acabaría
masacrándolos, (f) Existe una realidad de poder que hace que una considerable canti-
dad de personas adopte comportamientos que los hacen mucho más vulnerables que al
resto y, por ende, debe preservárselos hasta donde sea posible de un poder punitivo que
los aniquilaría, sin que esto implique someterlos a otro ilimitado o peor, o ejercer sobre
ellos tutela alguna, (g) Los pacientes psiquiátricos deben ser ampliamente escuchados
por los jueces en el proceso penal y posteriormente, en especial cada vez que sea
necesario discutir su capacidad jurídica, (h) Por muy respetable que sea el deseo de
alguien por participar en un ritual de reincorporación y por hallar cauce a la expiación
de su culpa real o satisfacción a su culpa inconsciente, no se puede asignar esa función
al sistema penal que, de ese modo, adquiriría un discurso de legitimación ya ensayado,
sino reconocer que ese objetivo debería ser alcanzado mediante una adecuada terapia
respetuosa de la dignidad, que le permita sublimar o canalizar en forma constructiva
estas necesidades y tendencias.
36
Completo estudio en Galzigna, La malatlia inórale, Alte origine delta psichiatria moderna;
también Foucault, Los anormales, p. 15 y ss.
37
En parecido sentido negativo o de ausencia parece entenderla Roxin, p. 756.
III. La estructura de la fórmula legal 697
sido interpretada por la doctrina tradicional dentro de esos cánones teóricos. Aunque
reconoce variantes menores según los autores, de cualquier modo, siempre campea esa
idea básica. Aparte de que la inconsciencia no es un supuesto de inimputabilidad, esta
interpretación es objetable también porque, en sentido semántico (a) la alteración
morbosa de las facultades no es sinónimo de alienación mental y (b) la insuficiencia
de las facultades no se agota con las oligofrenias. La identificación de la alteración
morbosa con la alienación mental es conocida con el nombre de tesis alienista y
proviene de un discurso médico que clasificaba a las personas en imputables e inim-
putables, según fuesen o no alienados mentales, lo que en la actualidad ha perdido todo
prestigio en la psiquiatría. Si bien resulta claro que toda alteración morbosa es una
enfermedad mental, no toda enfermedad mental es un caso de alienación conforme a
.la psiquiatría moderna 47 . Es complejo decir qué es lo patológico en sentido psiquiátri-
co, pero lo que resulta incuestionable es que si por alteración morbosa de las facultades
se entiende únicamente alienación mental, se restringe el concepto a la esfera intelec-
tual y, automáticamente, se pasa a afirmar la imputabilidad de las conductas de todos
los neuróticos, los psicópatas, los posencefalíticos y postraumatizados craneanos, los
esquizofrénicos residuales, los toxicómanos, los débiles mentales, los afásicos y los
preseniles, cualquiera sea la gravedad de su trastorno, el tratamiento que requieran y
el grado de auto o heteroagresividad que presenten.
47
v. San Martín, El concepto de enfermedad mental en el fuero penal, p. 59.
48
En especial de Rojas, Medicina legal, p. 387. La crítica a la fórmula de la imputabilidad del CP
en base a argumentos deterministas y peligrosistas, en Ingenieros, Las bases del derecho penal.
49
Cabello, El concepto de alienación mental, p. 1197; nuevamente en, Psiquiatría forense en el
derecho penal, p. 146.
30
Kurt Schneider pretendió que era el perito a quien correspondía la valoración (Die Beurteilung der
Zurechnungsfahigkeit). lo que en su momento replicó muy atinadamente Seelig, en "Fest. F. Mezger".
p. 213 y ss.
700 § 46. Imputabilidad
56
En el mismo senlido, Sarrullc-Caramuti. Código Penal, Parre General, p. 175.
37
Sobre este síntoma. Bleulcr. p. 39.
58
Acerca de ello, Rodrigi.cz Devesa en "Los delincuentes mentalmente anormales", p. 521 y ss.
59
Jescheck-Weigend. p. 442. El problema quedó resuelto en el SlGB vigente con la referencia a "otras
graves anomalías psíquicas".
60
Rudolphi, p. 157.
61
Rolland de Villargues. Les Cades Criminéis, p. 604.
702 § 46. Inmutabilidad
que la insuficiencia y la alteración morbosa del inc. I o del art. 34 deben entenderse
como perturbación de la conciencia, sin que interese si tiene o no origen patológico
y si es o no permanente -salvo para los efectos de la aplicación de una medida-,
reclamándose únicamente un grado de intensidad que siempre deberá ser objeto de
valoración jurídica, debiendo alcanzar un nivel tal que haga inexigible la comprensión
del contenido injusto del hecho en concreto.
V. La perturbación de la consciencia
1. Al contrario de la tesis tradicional, cuando el código se refiere a la insuficiencia
de las facultades y a la alteración morbosa, no significa con ello entidades o grupos de
entidades nosotáxicas que sean fuente de la inimputabilidad, sino que precisa sus
efectos psíquicos, que pueden sintetizarse en perturbación de la consciencia, puesto
que ninguna insuficiencia o alteración dejará de producir una perturbación de la
consciencia, como tampoco se observará una perturbación de la consciencia que no
provenga de alguna insuficiencia o alteración. A partir de que el concepto de enfer-
medad mental se separó de lo biológico, entendido como limitación a lo orgánicamente
reconocible, la enfermedad mental se diagnostica por datos clínicos de comportamien-
to y manifestaciones del paciente, y dentro de este concepto, la alteración y la insufi-
ciencia son datos clínicos del nivel o grado de perturbación de la conciencia como
función sintetizadora. Cabe aclarar que la perturbación de la consciencia opera con
un concepto de consciencia que no denota sentido religioso, metafísico, de super yo o
político alguno, sino que se refiere a un concepto clínico en sentido operacional 62 . En
este sentido, consciencia es un concepto clínico que abarca tanto la consciencia lúcida
como la consciencia discriminatoria. La primera permite percibir adecuadamente y
ubicar a la persona en tiempo y espacio; la segunda es la que permite internalizar pautas
y valores y discriminar conforme a esta internalización 63 .
3. Nunca será posible cerrar por completo el problema que plantea especialmente la
prueba de la inimputabilidad, pues, por un lado, nadie puede penetrar en el círculo
autístico de un esquizofrénico para saber qué pasa en él, en tanto que por otro nunca
se podría obligar a los jueces a tomar como verdaderos lo que no son más que errores
62
Cfr. Kelting. Probleme des strafrechtlichen Schuldvorwurfs aus arzllicher Sicht, p. 151.
63
Acerca de estos niveles, Cabello. El concepto de alienación mental, p. 1198; sobre las dificultades
de la diferenciación y caracterización de estas funciones, Bleuler. Lehrbuch der Psychiarrie, pp. 26-27;
Schneider, Klinische Psychopathologie, p. 129; Weitbrecht. Psychialrie im Grundriss, p. 49 y ss.;
Storrow, lntroduction to scientific Psychiatry, p. 17; Knight, James A., Conscience and Guilt;
Langelüddecke, Albrecht, Gerichtliche Psychiatrie, p. 21; Jaspers. Allgemeine Psychopatologie, p. 9;
Reichardt, Alígemeíite und spey'eííe Psychiatrie, p. 77 y ss.; Boor. Bewusstsein und Bewusstseinssto-
nmgen, p. 28.
VI. El momento de la inimputabilidad 703
64
Supra § 35.
65
Supra § 12.
66
Constant, Précis, p. 264, con subrayado en el original; Du Saulle Legrand, La follie devant les
íribunaux, p. 265, con cita de Farinaccio.
67
v., por ejemplo, Fontán Balestra, II, p. 337 y ss.; Núñez, II, p. 40; del mismo, Manual, p. 212; Frías
Caballero, en LL, 134 (1969), p. 1187 y ss.; De la Rúa, 1972, pp. 366-368; Terragni, Responsabilidad
penal del ebrio, p. 33 y ss.; Kraiselbud, La ebriedad en el código penal argentino; Ramos Mejía. en
JA, III, p. 356; Frías Caballero, en "Hom. ATulioChiossone",p. 351 y ss.; Caballero, en LL, 14-VI-79.
Jurisprudencialmente, el plenario "Segura" de la Cám. del Crimen de la Cap. Fed.
68
Cfr. Engelmann, Die Schuldlehre der Poslglosatoren, p. 30.
m
Aristóteles. Política, L. 2o, cap. 9. "Obras completas", p. 592.
70
Así, Gómez, I, p. 300; Ramos, II, p. 223; la vuelta a Farinaccio se produce en el citado plenario
"Segura", especialmente el voto de Frías Caballero; sobre la evolución jurisprudencial, Parma, Culpa-
bilidad, p. 201.
704 § 46. Inmutabilidad
ningún concepto del tipo, sino una extensión analógica de la tipicidad. De no admitirse
que la a.l.i.c. extiende la tipicidad a la conducta de procurarse la inculpabilidad, la
teoría queda sin base, porque no hay dolo sin tipicidad objetiva 80 . La antigua afirma-
ción, según la cual la a.l.i.c. no constituiría una desviación de los principios generales
de la imputabilidad, porque operaría de forma análoga al terrorista, cuyo artefacto
explosivo de tiempo estalla en el lugar querido cuando él se hallaba absolutamente
borracho en una taberna 81, no puede suscribirse sin confundir conceptos básicos. No
es verdad que el sujeto que se ha colocado en inculpabilidad pueda asimilarse al que
ha apretado el gatillo de un arma de fuego 82 , porque esas teorías o explicaciones
mecánicas olvidan que el sujeto inculpable realiza efectivamente una conducta, a
diferencia del que se somete a una fuerza física irresistible o del que se coloca en
situación de involuntabilidad. Los casos con que ejemplifican los que postulan la
explicación mecánica son supuestos en que el sujeto se ha procurado una ausencia de
conducta y, por cierto, allí resulta verdadera la teoría del instrumento, porque a partir
de ese estado del agente opera ya como un mero factor mecánico. La conducta de
colocarse en una situación de incapacidad de acción o conducta, por lo general, es un
acto de tentativa y, por ende, en esos casos existe tipicidad objetiva y subjetiva. Esta
argumentaciones incompatible con laqueexplicalaa.l.i.c. como autoautoría mediata 83,
pues la explica como caso de autoautoría directa.
injusto, pues siempre la culpabilidad se determina por las circunstancias (que son sus
circunstancias), de las que también forman parte sus propias condiciones físicas y
psíquicas. Cada sujeto en cierto momento tiene un particular ámbito de autodetermi-
nación, que nunca es idéntico, no sólo en relación con dos personas, sino también
respecto de la misma persona en cuanto a la realización de conductas diferentes, o
incluso de la misma acción en momentos distintos.
2. La legislación positiva había recogido la inimputabilidad disminuida en forma
expresa en el código de 1886. Este texto adoptaba el sistema español de las eximentes
incompletas en el art. 83, que consideraba atenuantes ¡as circunstancias expresadas en
el título anterior (eximentes), cuando no concurran todos los requisitos necesarios
para eximir de responsabilidad criminal en los respectivos casos. Esta disposición
pasó simplificada del art. 18 del código imperial del Brasil a la legislación española,
donde su alcance fue discutido. AI copiar el legislador argentino en 1886 el texto
español, trajo a América nuevamente el texto imperial brasileño de 1830. Esto demuestra
claramente que en la ley positiva argentina se reconoció expresamente el efecto de la
imputabilidad disminuida desde 1886 hasta 1922, sin contar que se reconocía desde
1877 en el art. 188 del código de Tejedor, que había tomado del art. 93 del código de
Baviera, y que fue fuente también para el código imperial del Brasil.
que constituye una atenuación meramente facultativa ' " , pues si no se adecúa la pena
a la culpabilidad se viola el principio de culpabilidad, por lo que debe entenderse que
si hay culpabilidad disminuida la atenuación es obligatoria" 2 .
5. En el código argentino se reconoce la imputabilidad (culpabilidad disminuida)
porque las atenuantes como eximentes incompletas del código de 1886 perduran en la
fórmula sintética del art. 41 vigente. La dificultad que se plantea es determinar si el juez
puede imponer una pena inferior al mínimo establecido para cada delito en función de
la imputabilidad disminuida. Se ha señalado que. por imperio de la Constitución y del
derecho internacional, los mínimos de las escalas penales deben considerarse siempre
indicativos " 3 , por lo que el juez, en cualquier hipótesis, debe imponer una pena que
no supere la medida indicada por la culpabilidad de acto. Esto debe ser entendido sin
perjuicio de que pueda hacerse en ocasiones por aplicación analógica in bonam partem
de la emoción violenta para el homicidio y las lesiones, porque de lo contrario se
llegaría a resoluciones de manifiesta irracionalidad cuando el bien jurídico no es la vida
o la integridad física UA. Pero también debe hacérselo fuera de esa hipótesis, en cualquier
caso en que el mínimo de la escala penal resulte excesivo en relación a la culpabilidad
de acto, pues de lo contrario se estaría imponiendo una pena inconstitucional.
Soler, p. 976; Terán Lomas, La llamada imputabilidad disminuida, en "Rev. de Cs. Js. y Soc", p. 251;
Spolansky, Imputabilidad disminuida.
111
Así parece indicarlo el §21 del StGB; según Slratenwerth(p. 175) viola el principio de culpabilidad.
112
Rudolphi. p. 166; para Roxin (p. 773 y ss.) es casi obligatoria.
113
4
Supra§ il.
" infra§63.
115
Sobre psicopatías, Schneider, Klinische Psychopathologie; MacCord, W. - McCord, J., El psicó-
pata; Patino Rojas-Huesca Laguines, La personalidad psicopática, en DPC, 1965; Pérez de Pelintj y
Bertolomeu, El hombre, su carácter anormal y el hecho delictivo; Kallwass, Wolfgang, Der Psychopath;
Sac, Jocl. Psicopatía. I; Kolle, Kurt. Psychiatrie. p. 54; Ey-Bernard-Brisset. p. 234; Quiroz Cuarón.
Medicina Forense, p. 677; Sauri, en Vidal-Belichmar-Uzandivaras, "Enciclopedia de Psiquiatría", p.
535; Spolansky, Imputabilidad y comprensión de la criminalidad; Tozzini, El problema de la respon-
sabilidad penal de las personalidades psicopáticas, p. 178 y ss.; bibliografía por Ferracutti-Fontanesi-
Melup-Minervini, Bibliografía sui delinquenti anormalipsichici; Alberca Llórente, Rodríguez Balles-
teros y Suárez Montes en "Los delincuentes mentalmente anormales", 1962, pp. 37. 537 y 641; Alberca
Llórente en "Psiquiatría y Derecho Penal", pp. 61-62; Darracino, en JA, junio 27, 1961; López Ibor. La
responsabilidad penal del enfermo mental; Cabello, en LL, 119 (1965), p. 1255 y ss.: Parenti- Pagaui,
Psicología y delincuencia, p. 67 y ss.; Riu-Tavella, Psiquiatría forense, p. 192 y ss.; Horas Sauz de la
Garza, Trastorno mental transitorio y drogas que inciden en la imputabilidad, p. 128 y ss.; Alexander-
Staub, Der Verbrecher und seine Richter.
116
Esta tesis ya fue explicada y acertadamente criticada en su tiempo por Maudsley, El crimen y la
locura; Giles, The Criminal Law. Sobre las trágicas consecuencias de esta confusión de niveles, Zaffaroni,
en La capacidad psíquica de delito, cit.
117
Por todos. Foucault. Historia de la locura, cit.
710 § 47. Problemas particulares de ¡nimputabilidad
veces no era más que una apariencia de razonamiento normal. Cuando entre médicos
y juristas cundió el positivismo, se consideró razón a la captación de la causalidad
mecánica de los fenómenos; así se pasó a entender al loco feroz como un ser carente
de raciocinio por su incapacidad para alcanzar la explicación causal del mundo. Esta
concepción acercaba el concepto de imputabílidad a la incapacidad de instrumentar
causalmente la realidad del mundo. Si bien el ámbito de la enfermedad menta] se
amplió, lo hizo sin salir del círculo de su intelectualidad y, pese a que los médicos
habían observado que había sujetos con gravísimas perturbaciones en la esfera afectiva,
los juristas se negaban a reconocer su relevancia. En alguna medida la doctrina y la
jurisprudencia no han salido de esa etapa, como lo demuestra la tesis que identifica
comprensión con conocimiento de la criminalidad, que empalma con la tesis alienista
de la enfermedad mental. Esta posición tiene dos consecuencias directas: (a) en cualquier
caso niega relevancia a la psicopatía en cuanto a la capacidad de comprensión de la
antijuridicidad, aun cuando se la caracterice como la más grave de las anomalías de la
esfera afectiva del sujeto; (b) por otra parte, si bien algunos dentro de esta corriente
consideran posible relevarla como fuente de inimputabilidad, lo hacen por vía de la
incapacidad de adaptación de la conducta a esa comprensión.
2. El manejo laxo y equívoco de la expresión psicopatía " 8 ha contribuido a oscu-
recer el problema. Sin entrar en la complejidad de las definiciones que provienen del
área de las ciencias de la conducta, es necesario advertir que cabe concluir en la
inimputabilidad sólo si se toma como válida cualquier caracterización que participe
aproximadamente de la efectuada en uno de los más importantes trabajos publicados
sobre el tema119, según el cual la sintomatología psicopática es bien diferente de la
neurótica, puesto que el psicópata manifiesta su personalidad sin darse cuenta de su
carácter patológico ni de lo que está manifestando, con evidente agresividad y tenden-
cia a encubrir la enfermedad mediante una convincente máscara de salud: para un
observador exterior todos sus rasgos de personalidad pueden aparentar los de una
persona común 12°. Sin embargo, son irresponsables, y llama la atención su despreocu-
pación total por las consecuencias de sus actos, como si los mismos no fueran a afec-
tarlos a ellos ni a ningún otro ser humano '21. La motivación última que hay en la
conducta del psicópata es la venganza, y ello obedecería a que sustituye con la víctima
a figuras parentales que fueron frustradoras en su niñez. Este comportamiento vindicativo
también lo atribuye a los demás, por lo que entra en una relación víctima/vengador que
lo lleva a externalizar su sentimiento con una conducta concreta l22, y su falta de
previsión, su tremenda incapacidad para tolerar la frustración, y su pérdida del sentido
del tiempo, le dan una cierta incoherencia para evitar la pena, lo que lo distingue de
otros sujetos 123. Su esfera intelectual no es del todo inmune, pues padece una deficien-
cia en la simbolización, tendiendo a lo concreto, lo que hace que su inteligencia no rinda
aunque tenga una vida normal, particularmente por esta dificultad para pensar, que le
hace pensar con actos 124. Siempre según esta caracterización, desde un punto de vista
existencial o fenomenológico, puede decirse que el psicópata es un sujeto que tiene
alterado el sentido del tiempo existencial, lo que le impide ubicarse adecuadamente
como humano, como ser en el tiempo. De allí que no tempore correctamente, que no
sienta angustia porque no vivencia el temor a la muerte, que no conciba la autenticidad
118
Sobre ellos. Sauri, en "Enciclopedia de Psiquiatría", p. 535 y ss.; Seva, Psiquiatría clínica,p. 303
y ss.
" ' Zac. Psicopatía.
120
Zac, ídem. p. 297.
'-' ídem, p. 298.
'"ídem. p. 301.
123
Sobre las dificultades de tratamiento del psicópata, StUrup, en "Nuevas sendas en criminología",
p. 167 v ss.: Thompson, The psychopathic delinquent and criminal, p. 122 y ss.
124
ídem, p. 315.
I. La incapacidad de comprensión del psicópata 711
ni a los otros como personas, sino como simples entes de los que se vale su Yo, al que
los incorpora como instrumentos.
3. Si se prescinde de caracterizaciones vagas y se la conceptúa en estos términos
sintéticos (o en otros análogos), poca duda cabe de que el psicópata es un inimputable,
porque la grave distorsión que padece su actividad afectiva con repercusión en la esfera
intelectual, le priva de la capacidad de vivenciar la existencia ajena como persona y,
por consiguiente, también la propia. Como síntesis de esta caracterización, el psicópata
no puede internalizar valores ni castigos, por lo cual es absurdo que el derecho penal
pretenda exigirle que los internalice y reprocharle que no lo haya hecho. Si se relaciona
este cuadro patológico con las advertencias que se han formulado, se verá que la
consideración jurídico-penal de la psicopatía como causa de inimputabilidad penal
responde al reconocimiento del concepto moderno de enfermedad mental y a la supe-
ración del antiguo concepto positivista 125 .
123
Síntesis de la jurisprudencia de la ciudad de Buenos Aires, con certero enfoque del problema, en
Spolansky, en "Rev. de Derecho Penal y Criminología", n° 1, 1968, p. 83 y ss.; también López Bolado,
Los médicos y el código penal, p. 300.
126
Roxin.'p. 757.
127
Cfr. Maurach, p. 433.
128
Maurach, p. 436; Rudolphi, p. 159.
129
v. el enorme listado de Zac, op. cit., cap. [.
130
Esta es la conclusión de Suárez Montes, en "Los delincuentes mentalmente anormales", p. 641 y
ss., precisamente porque se maneja con un concepto mucho más amplio y nebuloso.
712 § 47. Problemas particulares de inimputabilidad
m
Cfr. Supra S 46.
'•'- La jurisprudencia capitalina ha reconocido ampliamente que el inc. I o del art. 34 da cabida al
trastorno mental transitorio (Rubianes, I. p. 117). Sobre la prueba del mismo: Maldonado, en JA, 20-111-
63; Ciafardo. Psicopatologia forense, p. 39 y ss.; Gómez López. La exclusión de culpabilidad por
trastorno mental transitorio, p. JO y ss.; Reichardt, Psiquiatría general y especial, p. 165; Williams 111-
McShane. Psychological Teslimony and t/ie Decisions of Prospective Dealh-Qualified Juwrs, en
Botim, "The Dealli Penalty in America: Current Research", p. 71 y ss.
'•'•' Bonnet, El trastorno mental transitorio, realiza una distinción en trastorno completo e incomple-
to.
" 4 De Fleury, Introduction a la Médecine de l'esprit. p. 21 y ss.
'•'3 Rotman, en "Festschrift f. Günter Biau", p. .'oí y ss.
1
*Cír. Quiroz Cuarón. Medicina Forense, p. 705; sobre trastornos mentales ligados al alcoholismo,
Garabé. Diccionario taxonómico de psiquiatría, p. 21 y ss.
1,7
Cfr. Rojas, p. 392; la misma concentración suele requerir la jurisprudencia alemana (Rudolphi. p.
157: Scbonkc-Schroder, p. 447).
III. Las perturbaciones transitorias y la emoción violenta 713
140
v. Vatel, pp. 123-124; el mismo plantea un caso especial de emoción violenta, el uxoricidio por
adulterio; v. también Peco, El uxoricidio por adulterio.
141
La tesis de los motivos éticos y de que la misma tenía origen suizo, entendida casi como interpre-
tación auténtica, partió de un trabajo de Ramos, en "Rev. Penal Argentina", 1922, p. 156 y ss.; también
en JA, 16-818. Ramos hace una casi jactanciosa referencia a los distintos idiomas de la discusión suiza
y al número de tomos de la misma, aunque, en realidad, la discusión del tema que interesa ocupa 21
páginas del texto. Contra los motivos éticos se expresa Gómez López, El delito emocional.
142
Sobre la historia de la regla en la legislación suiza, Zaffaroni, T. IV, p. 140.
H3 protokoll der Zweiten Expertenkommission, II, Luzern, 1913, p. 156. En ocasión de la primera
lectura se lahabía aceptadoen la votación final de la sesión, pero alternativamente con otras (begreiflichen
y erklarlichen; comprensible y explicable). Con posterioridad en la segunda lectura, se volvió al texto
original a este respecto; Thormann, Das schweizerische SlGB, II, p. 12 y ss.
144
Ramos, en J.A., 1925, t. 16, p. 818, formula esta afirmación porque no tuvo en cuenta la segunda
lectura (Protokoll, t. III, p. 4 y ss.).
145
Así, Hafter, Schweizerisches Strafrecht, I, pp. 17-18; Walder, en "Zweizerische Zeitschrift für
Strafrecht Revue Penal Suisse", 81 (1965), p. 24 y ss.; Schwander, Vital, Das schweizerische SlGB, pp.
236-237; Clerc, Cours elementaire, 1943, pp. 22-23; Petrzilka-Werner-Zürcher, Erlauterungen zum
Schweizerischen StGB, p. 122 y ss.
146
"La emoción debe ser excusable" (Clerc, op. cit., p. 122); "Lo disculpable debe ser emoción
violenta" (Petrzilka-Werner-Zücher, op. cit., p. 122); "No es el hecho lo que debe ser disculpable, sino
las circunstancias" (Thormann Von Overberck, op. cit., II, p. 12); la causa del privilegio es la "disculpable
emoción violenta" (Herrén, Die Gesinnug im Ralunen der vorsatziichen Totungsdelikte, insbesondere
IV. Las deficiencias mentales 715
tina 147. Ello se deduce del mero análisis exegético del texto. En el alemán entchuldbaren
sólo puede referirse a la heftingen Gemütsbewegung; en el francés excusable corres-
ponde a la emotion volente, y en italiano scusabile debe ser la violenta commozzione
dell'animo. En el texto argentino sucede lo mismo: al que matare a otro encontrándose
en un estado de emoción violenta y que las circunstancias hicieran excusable. La
afirmación de que la ley argentina deja al intérprete sin guía alguna a este respecto 148
carece de asidero frente al mero análisis exegético.
3. La emoción violenta es un estado de perturbación de la consciencia que de modo
alguno debe alcanzar la intensidad del que es causa de inimputabilidad, pues en tal caso
opera directamente el inc. I o del art. 34. No hay, por ende, pautas fijas para el mismo.
Es insostenible la afirmación en cuanto a que no se compadece con una memoria
pormenorizada 149, puesto que la intensidad de la vivencia puede dejar una huella
mnémica bien marcada. Tampoco puede afirmarse que es incompatible con la fuga del
autor, ni con su actuar posterior sereno, puesto que no se configura con un arrepenti-
miento posterior ni tiene por qué continuar un tiempo determinado. Ni siquiera puede
sostenerse que no debe haber pasado un lapso prolongado entre el motivo de la misma
y el hecho ,5 °, porque puede acontecer que el motivo haya actuado inhibitoriamente en
un comienzo y que luego haya estallado en ímpetu, o que la inhibición sufrida el día
anterior estalle en ímpetu violento al día siguiente, ante la sola presencia de quien le
dio origen. Estas son cuestiones que dependen de las circunstancias y de las caracte-
rísticas de cada sujeto, que el juez deberá valorar adecuadamente, para determinar si
realmente el sujeto sufrió una disminución de sus frenos inhibitorios que le dificultaban
la comprensión de su acto.
beim Mord, p. 51); "resulta claro que en el homicidio emocional sólo se habla de la excusabilidad de !a
emoción y no de la excusabilidad de la conducta homicida" (Walder, op. cit., p. 36); en igual sentido la
jurisprudencia suiza (Tribunal de Casación, 6-5-1955, in re "Christen gegen Staatsanwaltschaft des
Kantons ZUrrcri", en Arrets du Tribunal Federal Suisse, 81 (IV), p. 150 y ss.).
147
Así, Levene (ti.). El delito de homicidio, p. 284; Soler, III, p. 74.
148
Peña Guzmán, Los efectos del delito y el matrimonio ilegal, p. 10.
149
Al respecto. Peña Guzmán, El delito de homicidio emocional, p. 185; Gómez López, op. cit., p.
341.
150
Ibídem, pp. 249-251.
151
Cfr., por todos, Reyes, Derecho Penal Colombiano, p. 269.
716 § 47. Problemas particulares de inimputabilidad
de pensamiento (80 a 90), inteligencia media (90 a 110), inteligencia superior (110 a
120), y genial (120 a 140) 163. De cualquier manera, cabe advertir que estas mediciones
no tienen un valor absoluto ni mucho menos, porque es imposible que, en alguna
medida, un test de inteligencia no sea también un test de habilidad. Se debe alertar sobre
el riesgo de estas mediciones, en especial la manipulación que de ellas se ha hecho con
claros propósitos racistas, particularmente en los Estados Unidos y en reiteradas oca-
siones a lo largo del siglo XX 164.
4. La oligofrenia, o deficiencia mental profunda o severa no suele ofrecer problemas,
puesto que la deficiencia es de tal entidad que no puede menos que imponerse la
conclusión de que se trata de casos de incapacidad de delito. Más difícil será determinar
qué incapacidad de delito se presenta en cada caso. Si sólo ha impedido la comprensión
de la criminalidad será una causa de inimputabilidad, pero si ha impedido el conoci-
miento de un elemento del tipo objetivo en tal caso habrá un error de tipo psíquicamente
condicionado. En los casos de deficiencia muy profunda, que se da cuando el sujeto no
puede aprender a hablar o lo hace muy dificultosamente l65 puede tratarse de
involuntabilidad.
melancólica 179, y exógenas, que son las producidas por distintas afecciones orgánicas
que pueden presentar una inmensa variante sintomatológica, siendo particularmente
graves algunos trastornos postencefalíticos 18 °.
2. Teniendo en cuenta la enorme amplitud del tema, sólo puede decirse que, dado
el compromiso enorme que estos cuadros importan para la personalidad, por lo regular
el diagnóstico de psicosis es determinante de situaciones de inimputabilidad, pero eso
no excluye que pueda haber culpabilidad cuando se trata de situaciones en que la
enfermedad ha remitido, aunque haya quedado alguna secuela. Tampoco cabe descar-
tar una incapacidad psíquica de dolo, particularmente cuando la psicosis se manifiesta
con alteraciones graves de la sensopercepción en forma de alucinaciones e ilusiones.
3. El síntoma que mayores problemas ha causado históricamente, aunque en buena
medida ya está despejado en el ámbito jurídico penal, ha sido el delirio, que
etimológicamente significa desviarse, salirse del surco 181. La expresión se usa en dos
sentidos: el primero, que no suele acarrear problemas de valoración jurídica, es el de
un estado confusional provocado generalmente por intoxicaciones o infecciones, tem-
peraturas altas, lesiones. El segundo sentido es el de los fenómenos que suelen carac-
terizar los cuadros de psicosis esquizofrénicas o de delirio crónico, en que el enfermo
toma una idea errónea con una certeza que no le permite someterla a crítica. El delirio
en este segundo sentido es el que generó dudas a los penalistas, porque el delirante
parece seguir un discurso coherente, aunque hay otras formas en que el delirio se
presenta con mayores componentes de confusión o de alteración de los sentidos y de
la percepción. Las formas paranoides de mayor coherencia o bien sistematizadas I82
dieron lugar a que en el siglo XIX se pensase en una locura parcial, que en el plano
penal se tradujo en la absurda consecuencia de considerar responsable al sujeto si el
hecho cometido no se vinculaba con la idea delirante 183. Esta desafortunada teoría l 8 4
fue recogida por Tejedor 185 y antes por las famosas reglas McNagthen 186 de la jurispru-
Madness, acerca de la inducción en la esquizofrenia; Scharfetter, Symbiotische Psychosen; Laing (en
relación al núcleo familiar), en Tire polilics ofthefamily and other Esssays; Weitbrecht, p. 384; Fish-
Carstairs, An outline of Psychiatry; Crowcroft, The Psychotic, p. 115; Wíeck, pp. 455 y 485; Henderson-
Gillespie, p. 247; Smythies, Psychiatrie, p. 29; Redlich-Freeman, p, 666; The etiology ofSchizophrenia,
edit. por D. Jackson; Psychopathology ofSchizophrenia, edit. por Hoch-Zubin; Ratner, Das Wesen der
schizophrenen Reaktion; Kreitler, Die weltanschauliche Orienlienmg der Schiz.ophrene; Schneider, p.
89; Bleuler, p. 411; Jaspers, p. 345; Kolle, p. 182; Ey, p. 466; León, en "Ene. de Psiquiatría", p. 187.
179
Sobre psicosis maníaco-melancólica, Langelüddecke, p. 321; Weitbrecht, p. 308; Arieti, Maniac-
Depressive Psychosis, en "American Handbook of Psychiatry", I, p. 419; Smythies, p. 55; Redlich-
Freedman, p. 760; Salomon-Patch, pp. 192-200; Lemke-Rennert, p. 415; Ferrio, II, op. cit., p. 1047;
Reichardt, p. 25; Jaspers. p. 409; Bleuler, p. 425; Kretschmer, p. 89; Kolle, p. 292; Ey, p. 250.
180
Un caso dramático en Quiroz Cuarón, op. cit., p. 850 y ss.; del mismo, Un estrangulador de
mujeres.
181
García Badaraco, en Vidal-Breichmar-Usandivaras, "Enciclopedia de Psiquiatría", p. 119.
182
Acerca del discutido concepto de "paranoia" (que muchos niegan como entidad nosotáxica autó-
noma), Kolle, p. 169; Bleuler, p. 473; Jaspers, p. 488; Reichardt, p. 291; Langelüddecke, p. 338;
Weitbrecht, p. 112;Fish-Carstalrs, p. 126; Wieck, p. 273; Henderson-Gillespie, p. 289;Cameron, enAm.
Handbook of Psychiatry, I, p. 508. Sobre delirio y derecho penal, Valenciano Gaya, en "Psiquiatría y
Derecho Penal", cit., pp. 90-120.
183
Foderé, I, pp. 162-163; Carrara, Programma, § 249, nota 2; en parecido sentido Rossi, II, pp. 43-
47.
184
Criticada incluso en el siglo XIX, v. Morel, Traite des maladies mentales; Falret, Des maladies
mentales et des asiles d'alienes.
185
Tejedor, Curso, l, p. 45.
186
Sobre las reglas McNaghten, Glueck, Law and Psychiatry. Co/d war or entente cordiale?, quien
releva el caso Daniel Me Naghtens en 1843 en Inglaterra (p. 20), y la posterior aplicación judicial de las
reglas (p. 133); Curzon, Criminal Law, p. 102; Smith y Hogan, p. 202; Turner, Russell on crime, p. 50
y ss.; Maudsley, op. cit.; Schmideberg, en "The Journal of Criminal Law, Criminology and Pólice
Science", p. 328 y ss.; Brito Alves, Crime e loucura, p. 36; sobre la reforma penal inglesa de 1948 al
respecto, Fry, en "Revue de Science Criminelle et de Droit Penal Comparé", p. 619; también, Zaffaroni.
enDPC, 31, p. 82 y ss.
720 § 47. Problemas particulares de ¡nimputabilidad
dencia inglesa, que ordenaban considerar los contenidos delirantes como fenómenos
reales, para establecer si operaba o no una eximente en el caso. Así, por ejemplo, se
decía que si bajo la influencia de delirio un individuo imaginaba que alguien intentaba
asesinarlo y, creyéndose en legítima defensa, mataba a su agresor, no había responsa-
bilidad; pero si en su delirio creía que la víctima le había difamado gravemente y le
hubiese dado muerte por venganza en razón de estos agravios delirantes, debía ser
aplicada Ja penal legal. La teoría de la parcialización de la consciencia no tiene hoy más
que valor histórico 187, pues se entiende que el delirio compromete toda la actividad
psíquica de la persona, sin perjuicio de lo cual es conveniente recordarla, pues no cabe
descartar algunos rebrotes aislados y parciales.
187
Cfr. Valenciano Gaya, op. cit., pp. 119-120.
188
Kolle, p. 84.
189
Vidal, Neurosis, en "Ene. de Psiquiatría", p. 394.
190
Laplanehe-Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, p. 247; la bibliografía sobre neurosis es inmen-
sa (porej., Jaspers, p. 481; Schneider, p. 41: Reichardt. p. 275: Salomon-Patch, p. 210; Redlich-Freedman,
p. 509; Fenichel, Teoría psicoanalítica de las neurosis; también la completa bibliografía indicada por
Vidal, op. cit., p. 407).
191
Vidal, op. cit., p. 403.
'"- Rudolphi, p. 159.
I9
" Roxin, p. 767.
194
Cfr. Jcscheck-Weigend. p. 443: Frías Caballero, p. 363; en contra, Welzel. p. 155.
VIII. La influencia del grupo sobre el individuo 721
2. A finales del siglo XIX, una vez asentada la burguesía europea en el poder,
desarrolló un verdadero delirio respecto de las multitudes o masas, en que prácticamen-
te todas las masas eran criminales en potencia, para lo cual no tenían empacho alguno
en mostrar como ejemplos los casos históricos de revueltas y revoluciones populares,
por lo general reclamando las reivindicaciones más justas, o en psiquiatrizar a los
líderes e ideólogos de movimientos políticos, desde la Revolución Francesa hasta la
Comuna de París, pasando por el anarquismo y el socialismo. Esta ideología quizá la
alimentó el propio Lombroso 2IK) , aunque se nutre con una inmensa bibliografía 201 . Se
compaginaba con la historia conservadora y restauradora de la Revolución Francesa,
que estigmatizó a Marat hasta fines del siglo XX 2 0 2 . Se llegó a considerar que en la
multitud se opera una inhibición colectiva de la función intelectual que va acompañada
por un aumento de la afectividad por sugestión, que determina un pasaje a la acción
desde el impulso 2<B . En palabras más actuales, podría decirse que esta teoría conducía
a la conclusión de que toda multitud es psicópata. Hubo opiniones mucho más modera-
19:1
Sobre ella, Weitbrecht, p. 86; Wieck. p. 348; Abse, Hysteria, en "American Handbook of Psychiatry".
1, p. 272; Salomon-Patch, p. 161; Míchaux, p. 695; Reichardt, p. 224; Jaspers, p. 322; Bleuler, p. 504;
Ey, p. 412; Kolle. p. 100. En general sobre la importancia de la personalidad para la valoración de la
imputabilidad, Arnold, Pe/son und Schuldfahigkait.
m
' Hornsiein, Histeria, en "Ene. de Psiquiatría", p. 282.
''" Una detallada descripción, en Ey, p. 413 y ss.
198
Cfr. Schiappoli, en "Ene. Pessina", T. I, p. 855
m
Cfr. Manzini, 11. p. 423.
200
Lombroso-Laschi, Le crime poütie/iie et les révolutions; Lombroso. Gli anarchici.
2l
" Garolalo, La superstizione socialista; Taine, Les origines de la Frunce comemporaine; del
mismo, Derniers Essais de critique et d'histoire; Rossi. Los sugestionadores y la muchedumbre;
Pugliese, // delitto collettivo; Ferri. Principii, p. 207; pero en especial Sigílele, / delitti delta folla studiati
secando la psicología, il diritlo e la giiirispntdenza; Le Bon, Psycologie des Joules; del mismo, La
psicología política y la defensa social; Bases científicas de una filosofía de la historia; un análisis
detallado de esta ideología en van Ginneken, Folia, psicología e política.
202
Una temprana revaloración en Jaurés, Historia Socialista; sobre la bibliografía histórica, Coquard,
Marat. O amigo do poro.
2m
Le Bon. op. cit.
722 § 47. Problemas particulares de inimputabilidad
das, como la de Tarde, muy cercana al posterior interaccionismo 204 , y la del propio
Freud respondiendo a Le Bon 205, quien entendía que se producía un regreso a la horda
primitiva. Decía que, mientras que en el enamoramiento hay una dualidad de tenden-
cias sexuales, directas las más y coartadas las otras, en la hipnosis, si bien hay una
relación del Yo y el objeto, las tendencias sexuales son siempre coartadas y, por ello, el
objeto pasa a ocupar el primer lugar del ideal del Yo. En la masa se daría el mismo
fenómeno que en la hipnosis, pero con la diferencia de que a ello se agrega la identi-
ficación con otros individuos que también colocan al objeto en el lugar de su ideal de
Yo. El mecanismo por el cual el ideal del Yo es reemplazado por el objeto (caudillo)
obedece a que hay muchos sujetos cuyo ideal de Yo no se diferencia mucho del Yo y, por
ende, les resulta bastante simple ese reemplazo que, una vez producido, mueve a los
restantes a proceder por identificación. Pero pese a estas opiniones divergentes y más
moderadas, las tendencias positivistas de patologización de las multitudes tuvieron eco
en América, tomando un peligroso matiz racista 206 , que en ocasiones llegó al panfleto
elitista y aristocratizante 207 . Esta preocupación se llevó a la legislación positiva, pu-
diendo recordarse el proyecto Ferri de 1921 (inc. 6 o del art. 22), que consideraba
atenuante haber actuado por sugestión de una multitud en tumulto, lo que pasó al
código Rocco con el sello autoritario de excluir del beneficio a los que participasen de
reuniones prohibidas, o sea que, en otra palabras, la atenuante operaba sólo para la
multitud amiga del régimen fascista.
3. Por otra parte, no siempre pueden pasarse por alto los efectos que incluso grupos
más o menos reducidos pueden tener sobre la psiquis de una persona. El fenómeno es
particularmente grave cuando el grupo determina en el sujeto creencias que se separan
notoriamente de la experiencia común. No es raro que ciertos ritos religiosos den lugar
a estos casos, aunque otro tipo de organización secular (incluso ilegales) también puede
dar lugar a fenómenos similares, donde las convicciones fanatizadas pueden afectar
gravemente la personalidad del individuo por efecto de un desarrollo patológico del
grupo, que puede desembocar en la inimputabilidad o incluso en la incapacidad psíqui-
ca para el dolo, al perderse de vista el verdadero sentido del acto que se realiza. Se trata
de fenómenos que no han sido bien estudiados y, precisamente por ello, son aun más
problemáticos. De cualquier manera, debe quedar perfectamente claro que estos epi-
sodios pueden ser tomados en cuenta, según las circunstancias, como causa de
inculpabilidad o de menor culpabilidad, pero nunca pueden legitimar la habilitación
de poder punitivo por vía de una psiquiatrización grupal (poder punitivo no manifies-
to), especialmente cuando se trate de manifestaciones religiosas, ideológicas o artísti-
cas.
204
Tarde, Laphilosophiepénale; del mismo. La logique sociale; Etudes pénales et sociales; Les lois
de l'imitation, Étude sociologique; L'opposiíion universelle, Essai d'une théorie des contraríes; Les
transfonnations du pouvoir; Etudes de psychologie sociale.
205 preu^ Psicología de las masas, en "Obras completas", I, p. 1119 y ss.
206
Puede verse, Corre. Le crime enpayscreóles, Esquisse d' ethnographie criminelle; Nina Rodrigues,
Os africanos no Brasil; Guerrero, La génesis del crimen en México, Estudio de psiquiatría social;
Bulnes. El porvenir de las naciones latinoamericanas; Bunge, Nuestra América; en la Argentina, sobre
el mismo tema. Ramos Mejía, Las multitudes argentinas; Alvarez, South America, Ensayo de psicología
política; del mismo, La herencia moral de los pueblos hispanoamericanos; Ayarragaray, La anarquía
argentina y el caudillismo; singularmente enfrentado con todas estas teorías, Bomfim, A América
Latina, Males de origem.
207
Porej., Villafañe, Chusmocracia.