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una estrella roja

sobre el tercer mundo


una estrella roja sobre el tercer mundo
Vijay Prashad

Se autoriza la reproducción parcial o total,


siempre y cuando sea sin fines de lucro y se cite la fuente

Diseño de tapa e interior: Daniela Ruggeri


Traducción: Luján Veiga
Corrección: Walter Giacomelli y Luis Seia

Primera edición en inglés:


Red Star Over The Third World
2017 por Left Word Books, Nueva Dehli

Edición en portugués:
Estrela vermelha sobre o terceiro mundo
2019 por Editora Expressão Popular, San Pablo

Batalla de Ideas Ediciones


Uruguay 37 - C1015AAA - CABA, Argentina
editorialbatalladeideas@gmail.com

ISBN:978-987-47001-7-9

Printed in Argentina
Impreso en Argentina, agosto de 2019

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

Prashad, Vijay
Una estrella roja sobre el Tercer Mundo / Vijay Prashad. - 1a ed. -
San Telmo / Buenos Aires : Batalla de Ideas ; Ciudad Autónoma de
Buenos Aires : Tricontinental Instituto de Investigación Social,
2019.
130 p. ; 23 x 16 cm. - (Pensamiento crítico desde el Sur ; 2)

Traducción de: Luján Veiga.


ISBN 978-987-47001-7-9

1. Filosofía Política. I. Veiga, Luján, trad. II. Título.


CDD 320.01
Vijay Prashad

una estrella roja


sobre el tercer mundo

Instituto
tricontinental
Índice

Presentación 15

Prólogo 19

Prólogo a la edición en inglés 31

Tumbas orientales 37

Octubre Rojo 42

¡Sigan el camino de los rusos! 55

Los pulmones de Rusia 65

Sóviets campesinos 73

El Asia soviética 81

Enemigo del imperialismo 96

Marxismo oriental 104

Ver el amanecer 113

Fascismo colonial 123

Comunismo policéntrico 135

Memorias del comunismo 143


NguyễnÁiQuốc, más tarde HồChí Minh, en la conferencia fundacional
del Partido Comunista de Francia en Tours (diciembre de 1920).
Prólogo

Prólogo

La Revolución de Octubre brilló sobre los cinco continentes, despertando a


millones de personas oprimidas y explotadas alrededor del mundo. Nunca ha
existido una revolución semejante en la historia de la humanidad.

HồChí Minh
La Revolución Rusa desgarró la trama del tiempo.
Vijay Prashad

¿Por qué seguir publicando en pleno siglo XXI libros sobre la


Revolución Rusa? ¿Por qué indagar sobre su impacto en el Tercer
Mundo a través de la obra de un marxista oriundo de Calcuta?
Las posibles respuestas son múltiples. Desde el campo estric-
tamente académico, la labor historiográfica sigue produciendo
hallazgos y nuevas interpretaciones de la Revolución Rusa hasta
el día de hoy. Su impacto en el otrora llamado Tercer Mundo es
todavía terreno abierto a la exploración y, en estas latitudes, es
poco lo publicado por fuera de las experiencias estrictamente la-
tinoamericanas y caribeñas. En Argentina, en particular, igno-
ramos casi por completo el impacto soviético sobre Asia y África.
En nuestro caso, el lugar central lo ocupa una motivación polí-
tica, militante. Al publicar Una estrella roja sobre el Tercer Mun-
do de Vijay Prashad nos guía la convicción de que sin producción
19
Prólogo

de pensamiento crítico, sin aprendizaje histórico y teoría eman-


cipatoria no hay práctica revolucionaria posible. Nos orienta el
objetivo de aportar a la formación política y el debate de una nue-
va generación de militantes populares. Ese esfuerzo se pretende
creativo, heterodoxo, activo y abierto a nutrirse de las múltiples
experiencias que el movimiento popular ha desplegado a lo lar-
go de su historia en diversas latitudes. La Revolución Rusa y el
posterior auge del movimiento comunista internacional es una
de ellas, sin lugar a dudas.
Esta tarea suele enfrentar la doble trampa del “teoricismo”
y el “practicismo”. En una fracción significativa de nuestra iz-
quierda, el vicio enciclopedista y el culto a los textos sagrados
han hecho estragos. Durante décadas y, en algunos casos hasta
el día de hoy, se pretendió ajustar la realidad a los esquemas teó-
ricos preconcebidos y dictar sentencia sobre los procesos sociales
concretos desde el pedestal de la “verdadera” teoría marxista y el
Olimpo de lxs “verdaderxs” revolucionarixs. Por lo general, aun-
que hay excepciones, la inserción social de estos especialistas en
revoluciones es baja y su capacidad de empalmar con las luchas
reales de nuestro pueblo es nula. Es difícil pensar el cambio revo-
lucionario desde estos esquemas dogmáticos y escolásticos que
dejan a un lado el único criterio de validación posible para una
filosofía de la praxis: la unidad entre teoría y práctica, la capa-
cidad de una idea para convertirse en argamasa de una fuerza
social, en factor actuante en la lucha de las clases subalternas
contra la explotación y la opresión.
En parte en respuesta a estas concepciones y a su profunda
crisis luego del dislocamiento de los “socialismos reales”, una
porción significativa de las nuevas generaciones forjó un recha-
zo genuino a los dogmas y modelos del pasado. De ese rechazo,
surgió una fuerte reivindicación de la creatividad popular en los
procesos de transformación, un renovado esfuerzo por fortalecer
el trabajo de base y una fuerte pulsión democrática y autóno-
ma, hostil a la dinámica verticalista de las vanguardias autopro-
clamadas. Este giro fue apuntalado también por una crítica a
un pensamiento socialista que se percibió como excesivamente
racionalista y eurocentrado. No todo fue rechazo. De hecho, se

20
Prólogo

produjo un enriquecimiento teórico del pensamiento emancipa-


torio a partir del fuerte influjo del feminismo, la teoría queer y
los estudios decoloniales, para nombrar solo a los aportes más
significativos.
Sin embargo, sobre todo en ciertos ámbitos del movimiento
popular, el rechazo al dogma se ha confundido con la subestima-
ción de cualquier labor teórica y la sana desconfianza frente a los
modelos ha derivado en un desinterés por el estudio de los proce-
sos políticos y las tradiciones de izquierda que nos antecedieron.
Bajo el paraguas salvador del “inventamos o erramos”, muchas
veces se pierde de vista que la crisis de la izquierda y la ruptura de
nuestra memoria histórica constituye una de nuestras derrotas
políticas más significativas. Se olvida en la práctica, aunque se
la cite hasta el hartazgo, esa lúcida y recordada intervención de
Rodolfo Walsh:

Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los


trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no ten-
gan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo,
separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se
pierde, las lecciones se olvidan.

Estas dificultades se ven agravadas hoy en el vértigo comunica-


tivo de una sociedad donde la velocidad y el volumen de la infor-
mación circulante nos sumergen muchas veces en la desinfor-
mación y la confusión. Una sociedad en la cual parar la pelota,
pensar, reflexionar unos minutos al día parece ser un gesto de
pereza o diletantismo intelectual.
Cuando nos oponemos a la dogmática pretensión intelectual
de conocer y transformar la realidad al margen o “por arriba” de
la experiencia concreta de nuestro pueblo, damos un paso ade-
lante. Cuando nos sumergimos en el practicismo anti teórico,
que de manera simétricamente pedante subestima la lectura,
el esfuerzo conceptual y el conocimiento de nuestras luchas del
pasado, terminamos dando dos pasos atrás. Flaco favor nos ha-
cemos en el movimiento popular cuando estigmatizamos estas
tareas como si fueran inútiles lujos académicos y las contrapo-
nemos al necesario trabajo de base. Efectivamente, la labor teó-

21
Prólogo

rica separada del compromiso con el movimiento real encuentra


férreas limitaciones. Pero la esforzada labor militante que se
niega a sí misma –y por lo tanto, al conjunto del movimiento
popular en el cual interviene– el estudio y la elaboración teórica
deja en manos del enemigo de clase el monopolio de esas tareas.
Esta enorme contradicción es por demás evidente y descarna-
da cuando de lo que se trata es del estudio de nuestras propias
luchas y tradiciones históricas. El practicismo suele argumen-
tar que las respuestas a los problemas de nuestro tiempo no de-
ben buscarse en los libros, sino que emergen de las prácticas y
aprendizajes cotidianos de las clases trabajadoras y populares,
que es de allí de donde surge el conocimiento y no de manua-
les y cabezas iluminadas. Esta es una verdad a medias y, por lo
tanto, una peligrosa mentira. Efectivamente, no hay “manual”
más valioso que la experiencia que hacen las clases subalternas
en sus procesos de lucha por la liberación. Sin embargo, la ex-
periencia directa de cada protagonista individual o colectivo es
siempre demasiado limitada frente a la extraordinaria capaci-
dad reproductiva y adaptativa del orden social capitalista.
No hay vida biológica capaz de capturar los aprendizajes ne-
cesarios para la emancipación. Pero esas experiencias y conclu-
siones están muchas veces ahí, al alcance de nuestra mano o de
nuestro oído, y es posible luchar para que estén al alcance del
conjunto. Son libros, relatos, documentos históricos, síntesis
conceptuales, obras de arte o anécdotas de viejos militantes. Lo
que hoy para nosotrxs es un documento escrito, condensa de las
más variadas formas la experiencia pretérita de nuestra clase; es
decir, nuestra propia experiencia. Es la única máquina del tiem-
po (y del espacio) que conocemos hasta ahora y es un artefacto
que las clases dominantes utilizan a la perfección, pues cuen-
tan con las instituciones en las que esa experiencia histórica se
condensa, empezando por el propio Estado capitalista. Solo así
podemos trasladarnos desde La Habana de 1959 a la París de 1871
pasando por la Bakú de 1920. Solo así es posible reconstruir en
términos tanto ideales como materiales los instrumentos ne-
cesarios para trascender la barbarie capitalista y soñar con otro
mundo mejor y posible.

22
Prólogo

No pensamos que en esas constelaciones se encuentren todas


las respuestas a las preguntas del presente y el futuro. Sí que
hay aprendizajes valiosos, voces que aún nos hablan y piedras
con las que no es necesario volver a tropezar. Tal vez no estén
todas las respuestas, pero sí la posibilidad de enunciar mejores
preguntas. Sin duda, en esas múltiples condensaciones de nues-
tras experiencias pasadas hay claves interpretativas, reflexiones
y sugerencias para nuestras luchas por venir. Si esos mensajes
provienen, además, de la mayor revolución de nuestro tiempo,
tal vez conviene prestarle alguna atención.

La gran revelación

La Revolución Rusa fue el hecho político más importante del


siglo XX. Como señala Álvaro García Linera, su impacto fue si-
milar al de “una revelación religiosa entre los creyentes, a saber,
el capitalismo era finito y podía ser sustituido por otra sociedad
mejor”. La Rusia soviética era “ese punto arquimediano con el
que los revolucionarios se sentían capaces de cambiar el curso de
la historia mundial”.
Bajo la influencia del Octubre Rojo la idea de que el socialismo
era un horizonte posible involucró a millones de seres huma-
nos. Luego de la segunda posguerra, un tercio de la humanidad
habitaba en Estados-nación que reivindicaban, bajo distintas
modalidades, una organización social identificada con el socia-
lismo. Variantes revolucionarias o reformistas del socialismo or-
ganizaron movimientos de masas y llegaron al gobierno en los
cinco continentes. Por supuesto que bajo la palabra socialismo
se agruparon las más diversas experiencias y se desarrollaron las
más agrias controversias. Por momentos, ideología de Estado,
habilitante de una (y única) manera de comprender la supera-
ción del capitalismo. Por momentos, ensayo polifónico plagado
de adjetivos (socialismo nacional, socialismo árabe, socialismo
democrático, nuevo socialismo), el socialismo fue un término
tan central como escurridizo. Más aún, lo que a finales de siglo

23
Prólogo

XX era identificado como un “país socialista” por la mayor parte


de la humanidad, seguramente estaba lejos de los proyectos ini-
ciales, tanto de los fundadores del “socialismo científico”, como
de los protagonistas de la primera revolución anticapitalista
triunfante. La caída en desgracia del término va de la mano del
derrumbe de esas formaciones sociales entre 1989-1991.
Como sea, el mundo que conocemos es inseparable de la exis-
tencia de la Revolución Rusa y su impacto mundial. El keynesia-
nismo y el Estado de bienestar, los procesos de descolonización y
la geopolítica toda del siglo XX no hubieran existido o se habrían
desarrollado de manera bien distinta sin el influjo soviético.
Hasta el desenlace de la Segunda Guerra Mundial y la derrota del
nazismo, son inseparables de la existencia de la URSS. Una parte
importante del arte y la cultura contemporáneas serían irrepro-
ducibles sin aquel impacto.
Tan importante ha sido su presencia como su posterior ausen-
cia. La caída en desgracia de un proyecto alternativo de civiliza-
ción es una de las conquistas más significativas del mundo capi-
talista. Si bien no hubo fin de la historia y la lucha de los pueblos
recomenzó una y otra vez aquí y allá, produciendo nuevos y crea-
tivos procesos emancipatorios como los que vivimos en la prime-
ra década del siglo XXI en Nuestra América, la inexistencia de
alternativas reales sigue siendo un talón de Aquiles de nuestras
prácticas políticas. Por eso, es imprescindible estudiar y reivin-
dicar la Revolución Rusa. No como modelo para la actualidad,
sino como aprendizaje histórico y como expresión cabal de la
potencia avasalladora que las masas populares tienen cuando se
ponen en movimiento detrás de objetivos liberadores. También
como reflexión sobre las capacidades de reabsorción que el ca-
pitalismo muestra sobre todas las experiencias plebeyas y con-
testatarias, aún sobre las más impresionantes y en apariencia
monolíticas. Rusia fue la realidad concreta y vital de millones
de seres humanos, con esperanzas, glorias, dramas y tragedias,
pero fue también el mito movilizador de una revolución posible.
Mito fundante de una nueva sociedad, mito que es necesario re-
crear.

24
Prólogo

Tan lejos, tan cerca

Marx no es eurocéntrico. Simplemente, es un europeo del siglo


XIX, con todo el sesgo epistémico que dicha filiación puede supo-
ner. Eurocéntrica suele ser nuestra asimilación subalterna del
pensamiento marxista. En esta subalternidad, una fragilidad
destaca entre otras: nuestra gran incapacidad de mirar hacia
otros sures. Así, conocemos más sobre el impacto de la Revolu-
ción Rusa en Alemania y el frustrado alzamiento espartaquista
que sobre el Congreso de los Pueblos de Oriente de Bakú; sabe-
mos más sobre el otoño caliente italiano o la breve república de
los consejos húngaros que sobre el masivo movimiento comu-
nista que se desarrolló en el Asia Central. En este aspecto, Una
estrella roja sobre el Tercer Mundo es una obra imprescindible.
De manera sintética y accesible, Vijay Prashad nos acerca al
impacto que la Revolución Rusa tuvo como acicate de los levan-
tamientos anticoloniales posteriores a la Primera Guerra Mun-
dial y al enorme desarrollo que alcanzó el movimiento comunis-
ta en Oriente. Recorrer estas páginas es adentrarse en una terra
ignota que nos acerca a la historia del segundo Estado socialista
del mundo, nada menos que en Mongolia, a la irradiación de
Lenin sobre el propio Congreso Nacional Indio o a los tempranos
intentos de colaboración entre panislamismo y comunismo.
El llamado de Zinoviev en Bakú a la guerra santa contra los ca-
pitalistas británicos y franceses, la edición por parte de George
Padmore de El Trabajador Negro o el recorrido que llevará a Hồ
Chí Minh de la fundación del Partido Comunista Francés a la
URSS y de allí a su rol como artífice de la liberación vietnamita,
se entrelazan en estas páginas con nombres casi desconocidos
para nosotrxs, como los de Mirsaid Sultan-Galiev, Tana Malaka
o la comunista turca Naciye Hanim.
Además de acercarnos un bagaje poco común entre lxs lectorxs
de habla hispana, Vijay Prashad nos introduce en debates po-
líticos centrales y nos ayuda a romper ciertas mistificaciones
de amplia circulación. En primer lugar, rescata adecuadamen-

25
Prólogo

te el carácter temprano del anticolonialismo bolchevique y sus


intentos por saldar de manera democrática las reivindicaciones
nacionales de los pueblos antiguamente sojuzgados por el im-
perio zarista. El programa bolchevique sostenía el derecho a la
autodeterminación, incluyendo la separación en un Estado in-
dependiente, de las naciones sojuzgadas por la Rusia zarista.
Por ejemplo, en el debate sobre Ucrania, la posición de Lenin fue
clara: la unidad de los pueblos no podía ser impuesta, sino que
debía ser producto de una decisión voluntaria, solo después de
reconocido su derecho a la autodeterminación lxs ucranianxs
podían unirse por decisión propia a una lucha conjunta contra
el capitalismo imperialista.
Estos principios sufrieron, al igual que la propia democracia
soviética, la restricción creciente de la guerra civil y la invasión
imperialista, y luego la temprana desaparición física de Lenin.
No obstante, aún cuando la Internacional Comunista asumió ca-
racterísticas más rígidas y subordinó el conjunto de su accionar
a la defensa del Estado soviético, pudo funcionar todavía como
un aliado directo o indirecto de muchos procesos de descoloniza-
ción de mediados del siglo XX. Finalmente, como Vijay Prashad
nos permite identificar, las mayores resistencias y críticas a la
política de Moscú surgen tempranamente, con potencia, pero
también con la creatividad necesaria para seguir orientando a
movimientos de masas, entre el comunismo del Tercer Mundo.
La Revolución Rusa no solo incidió decisivamente en el mundo
que hoy conocemos, sino que transformó radicalmente la histo-
ria del marxismo y el socialismo. Trasladó el epicentro del mo-
vimiento revolucionario mundial desde Occidente hacia Orien-
te. Una teoría crítica forjada por Marx y Engels en los centros
de la economía metropolitana y pensada fundamentalmente
en base al desarrollo del capitalismo y de sus sepultureros en
Inglaterra alcanza su mayor éxito político en la lejana Rusia. Y
esto no será una excepción. A partir de allí, la periferia depen-
diente del sistema capitalista será la locación privilegiada para
la emergencia de grandes movimientos de masas orientados o
influenciados por los comunistas. Conocer esa rica historia, que
también es nuestra, lleva a cuestionar profundamente la idea

26
Prólogo

de que el marxismo es una doctrina racionalista, colonialista y


eurocéntrica, incapaz de servir como herramienta de transfor-
mación en el Tercer Mundo. Esa fábula, difundida largamente
en Nuestra América, no resiste la prueba de los hechos. Pueblos
de las más diversas latitudes y culturas fueron capaces de apro-
vechar el marxismo como lo que es: un método y no un rece-
tario, un llamado a que lxs oprimidxs tomen el cielo por asalto
y no un plan científicamente preconcebido para tomar el poder
bajo las mismas condiciones en todos los países del mundo. Esto
no supone negar las rigideces, burocratismos y errores del mo-
vimiento comunista. Esas dificultades existieron y fueron abor-
dadas bien o mal por distintas experiencias populares, dando a
veces respuestas mucho más creativas que las que imaginamos
o nos han contado. Una estrella roja sobre el Tercer Mundo sirve
para que abramos la cabeza. Para que nos dispongamos a asumir
que, al menos, una parte del dogmatismo y el europeísmo que
asignamos al pensamiento marxista del siglo XX reside más en
nuestras asimilaciones y lecturas efectivamente europeas que
en la enorme riqueza que desplegó el movimiento comunista in-
ternacional.
Aquí radica una lección fundamental que está ligada a aquel
debate que dio Mariátegui en su momento, enfrentándose tanto
al europeísmo como a un indigenismo exotista. Ni las recetas
universales son aplicables sin más a cualquier realidad nacional
ni nuestra especificidad es tal que nada de ocurrido en las luchas
populares a lo largo del mundo nos es de utilidad. Síntesis, diá-
logos y traducciones, entre nuestras prácticas y las pretéritas,
entre nuestras tierras y las en apariencia más remotas. Allí resi-
de el arte de la creación heroica.

Un freno de emergencia para la historia

Estamos transitando una crisis sistémica de magnitud, que al-


gunos autores definen como una crisis civilizatoria. El optimis-
mo irrefrenable de la ideología neoliberal ha quedado atrás y el
mundo transita hoy una era de incertidumbres. Guerras regio-

27
Prólogo

nales, crisis políticas, renovadas formas de violencia, confron-


taciones nacionales e interétnicas, crecientes interrogantes so-
bre la sustentabilidad de un vínculo humano-naturaleza basado
en la creencia de la inagotabilidad de los recursos planetarios,
crisis alimentarias severas en las regiones más postergadas pue-
blan el actual mapa global.
La pérdida de legitimidad del discurso globalista y liberalizan-
te se expresa en el surgimiento de múltiples fenómenos que lo
impugnan, a veces de forma violenta, y que en algunos casos
han llegado al gobierno del Estado. La emergencia de Trump y
el descrédito del establishment político bipartidista en amplias
capas de la población pobre y trabajadora estadounidense, la cri-
sis del proyecto europeo y la proliferación de impugnaciones na-
cionalistas, el fortalecimiento de derechas autoritarias con dis-
cursos abiertamente racistas y misóginos también en América
Latina –como es el caso de Jair Bolsonaro en Brasil–, el déficit de
legitimidad que enfrentan los sistemas democrático-electorales
en muchos países son solo algunas expresiones de la crisis en
curso.
En este contexto, aún sin la presencia de una alternativa global
al capitalismo, las preguntas sobre su futuro y la formulación de
respuestas contestatarias y emancipatorias cobran nueva rele-
vancia. Frente al fracaso en múltiples dimensiones de la triada
economía de mercado, democracia representativa-delegativa y
valores occidentales modernizantes, no hay un único polo con-
trahegemónico que concentre el antagonismo, sino una prolife-
ración de alternativas diversas, muchas de ellas abiertamente
reaccionarias, otras parciales o limitadas en cuanto a su poten-
cia expansiva.
La vigencia o no del socialismo, o de algún tipo de alternati-
va poscapitalista, no es un problema de orden ideológico. Es un
problema de vida o de muerte. Es una necesidad que el propio
capitalismo nos plantea de manera desgarradora cuando se re-
afirma como un sistema donde el 1 % más rico se lleva el 82 % de
la riqueza mundial y 8500 niñxs por día mueren a causa de la
desnutrición.

28
Prólogo

La creación heroica es hoy más necesaria que nunca. La Revo-


lución Rusa y el socialismo pueden parecer temáticas perimidas
luego del derrumbe de la URSS y la casi extinción de aquel vo-
cablo. Hoy nuestros horizontes poscapitalistas son más débiles
que nunca y allí reside uno de los grandes triunfos neoliberales.
Sin embargo, los pueblos son porfiados, salen a luchar y resis-
ten, y en esas resistencias buscan y crean nuevas alternativas.
Y esas alternativas se nutren de lo que ya hemos sido capaces de
hacer. La necesidad de superar el capitalismo y el patriarcado, de
construir una sociedad más justa, igualitaria, solidaria y demo-
crática es hoy más grande que nunca. Aunque hoy nuestra falta
de horizontes sea tal que se nos hace más fácil pensar el fin del
mundo que el fin del capitalismo, estamos obligados a recrear
esa esperanza, esa convicción y esa fuerza que haga posible un
mundo diferente, un mundo mejor. En eso se nos va la vida, en
eso se juega la vida en el planeta.

Martín Ogando
Buenos Aires, agosto de 2019

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Lenin leyendo Pravda en su estudio en el Kremlin, Moscú (16 de
octubre de 1918).
Bolcheviques en Petrogrado (1917). El apoyo a los bolcheviques creció
exponencialmente entre los meses de marzo y noviembre.
¡Sigan el camino de los rusos!

Las noticias viajaban lentamente a las colonias europeas en-


tre 1917 y 1918. La India solo recibía noticias del mundo a través
del tamiz de Gran Bretaña. Sus servicios de noticias, como Re-
uters, llegaban con la visión del mundo de la Casa de la India
en Londres. Lo que los imperialistas británicos querían que se
supiera sería autorizado en la prensa. La pequeña prensa na-
cional, que contaba con unos centenares de lectores, intentaba
articular un punto de vista alternativo, pero padecía la falta de
acceso a la información sobre los acontecimientos mundiales.
Gradualmente, el mensaje llegó: el pueblo ruso, mayormente
campesino, había derrocado a la autocracia más poderosa del
mundo, el imperio zarista. No parecía cierto que hombres y
mujeres con tierra bajo sus uñas y cuerpos golpeados por las
máquinas fueran capaces de unirse y tomar el poder ¿Cómo fue
posible?
Las premoniciones de 1917 habían estado a disposición des-
de 1905 cuando los rusos intentaron su primera gran revuelta
masiva contra el zar. M.K. Gandhi, en Sudáfrica, observó el le-
vantamiento de 1905 con gran admiración. El pueblo de Rusia,
escribió en Young India, es patriota como los indios, pero con la
diferencia —sentía— que estaban dispuestos a sacrificar sus vi-
Vijay Prashad

das por su dignidad. “Los trabajadores rusos y todos los demás


siervos declararon una huelga general y pararon todo tipo de
trabajo”, escribió Gandhi. Como los trabajadores y servidores
bajaron sus herramientas, el zar tuvo que hacer algunas con-
cesiones, porque “ni siquiera del zar de Rusia tiene el poder
paraforzar a los huelguistas a rendirse a punta de bayoneta...
Porque ni el poderoso puede gobernar sin la cooperación del
gobernado”. La lección de no cooperación venía de Rusia. No
fueron las políticas de la elite ni de las áreas urbanas. Fueron
las políticas de las masas, hasta donde Gandhi entendía, inclu-
yendo al campesinado.
El año 1905 acabó en un fracaso, aunque el zar otorgó algunas
concesiones, incluyendo la Duma. En la India, el movimien-
to contemporáneo a la revolución de 1905, llamado Swadeshi
y fundado por Gandhi con perspectiva “similar al movimien-
to ruso”, fue sofocado casi por completo. Pero aun así el mo-
vimiento Swadeshi, con su epicentro en Bengala, enfrentó la
violencia colonial, profundizó y amplió las luchas contra el
gobierno británico y continuó con algunas de sus estrategias
(boicot de productos británicos, piquetes de tiendas que trans-
portaban productos británicos y confrontación directa con la
autoridad colonial). En 1908, los trabajadores de Bombay irían
a la huelga contra sus detestables condiciones de vida y traba-
jo. Lenin, prófugo de las autoridades zaristas en Finlandia y
luego en Suiza, observaba estas luchas con atención y escribió
en agosto de 1908,
En la India, los esclavos nativos de los “civilizados” capitalis-
tas británicos causaron recientemente muchos disgustos e in-
quietudes a sus amos. No hay fin a la violencia y al saqueo de
la llamada “administración británica de la India”. En ningu-
na parte del mundo hay tanta pobreza entre las masas y tan-
ta hambruna crónica entre la población. Los estadistas más
liberales y radicales en la Gran Bretaña libre se transforman,
como gobernantes de la India, en verdaderos Genghis Khan,
que son capaces de sancionar todo tipo de medidas para “paci-
ficar” a la población que tienen a su cargo, incluso flagelando a
los disidentes políticos. No existe ni la mínima duda de que el

56
Vijay Prashad

eterno saqueo de la India por los ingleses, de que la lucha pre-


sente de estos “avanzados” europeos contra las democracias de
Persia yde la India endurecerá a millones y decenas de millones
de proletarios en Asia, los endurecerá para una lucha que triunfa-
rá contra sus opresores. Los trabajadores con consciencia de cla-
se de Europa ahora tienen compañeros asiáticos cuyo número
crecerá día a día, hora a hora.

Europa, como escribió Lenin en 1913, había actuado en Asia


de la forma más “defensiva”, aliándose con las “fuerzas de la
reacción y el medievalismo” para lograr sus objetivos de saqueo
y ganancia. El atraso aquí implicó alianzas con las fuerzas del
pasado, los terratenientes y los monarcas, y no con las fuerzas
del futuro, el movimiento democrático de las masas. Esta bur-
guesía europea estaba atrasada, escribió Lenin, porque tenía
un compromiso con la defensa de la “moribunda esclavitud ca-
pitalista”. Por el otro lado, desde la India hasta Rusia y desde
China hasta Persia, Asia era desarrollada. “En todas partes de
Asia”, escribió Lenin, “un poderoso movimiento democrático
está creciendo, expandiéndose y ganando fuerza. Allí, aun la
burguesía está tomando partido por el pueblo contra la reac-
ción. Cientos de millones de personas se están despertando a
la vida, a la luz y a la libertad. ¡Qué placer está levantando este
movimiento mundial en los corazones de los trabajadores con
conciencia de clase, que saben que el sendero del colectivismo
está en la democracia! ¡Qué simpatía por la joven Asia impreg-
na a los demócratas honestos!
Lenin estaba en lo cierto al decir que los obreros con cons-
ciencia de clase de Occidente apoyaban las luchas desde Irlan-
da hasta la India. Durante el cierre patronal de Dublín de 1913,
los militantes sindicales de Inglaterra lo apoyaban como parte
de su propia ola de luchas desde 1911 a 1914. Veinte mil traba-
jadores fueron a escuchar a James Larkin hablar en Manches-
ter, mientras los trabajadores ingleses recaudaban fondos para
los compañeros irlandeses del otro lado del mar. Pero esto no
impidió que la burocracia del movimiento obrero inglés —en
el Congreso de Sindicatos— rechazara el respaldo a la huelga.
“Pedimos”, escribió James Connolly, “por el aislamiento de los

57
Vijay Prashad

capitalistas de Dublín y como respuesta los líderes del movi-


miento obrero británico procedieron serenamente a aislar a la
clase trabajadora de Dublín”. Esto es lo que Lenin quería decir
cuando escribió específicamente sobre la “consciencia de los
trabajadores”, en oposición al trabajo de los burócratas. Sofo-
cada por el imperialismo, Europa no estaba predestinada a ser
el centro de la revolución mundial. Debía hallarse el “eslabón
más débil”. Lenin y los bolcheviques lo vieron en la Rusia za-
rista. En las colonias había esperanzas de una acción revolu-
cionaria para poner en jaque al imperialismo. Estos eran los
“camaradas asiáticos” que necesitaban los “trabajadores con
consciencia de Europa”.
El año 1917 significó el triunfo. Los ejércitos campesinos del
imperio zarista, incluyendo los trabajadores y soldados, ambos
a un paso del interior del país, no pudieron ser detenidos. Si los
muzhiks pudieron hacerlo, ¿por qué no los fellahin, por qué no los
campesinos, por qué no los kisans, por qué no los nongmin?
En México, el líder revolucionario Emiliano Zapata reconoció
inmediatamente que la revolución en Rusia, una revolución de
campesinos y trabajadores, guardaba relación con la Revolu-
ción Mexicana de 1911, en gran medida una revolución cam-
pesina encabezada por líderes campesinos como él. “Mucho
ganaríamos”, escribió en 1918, “mucho ganaría la humanidad
y la justicia si todos los pueblos de América y todas las nacio-
nes de la vieja Europa comprendiesen que la causa del México
Revolucionario y la causa de Rusia son y representan la causa
de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos opri-
midos”.
Uno de los jefes militares de la Revolución Mexicana, en 1919,
hizo una conexión clara: “No sé qué es el socialismo, pero soy
un bolchevique, como todos los patriotas mexicanos. A los
yankees no le gustan los bolcheviques; ellos son nuestros enemi-
gos; por lo tanto, los bolcheviques deben ser nuestros amigos,
y debemos ser sus amigos. Somos todos bolcheviques”. Sun
Yat-sen de China debió estar de acuerdo. “Si el pueblo de China
desea ser libre”, dijo el 25 de Julio de 1919, “su único aliado y
hermano en la lucha por la libertad nacional son los trabaja-

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Vijay Prashad

dores rusos y campesinos del Ejército Rojo”. El escritor liberal


chino Hu Shih escribió con espanto “ahora que los esclavos de
Confucio y ChuHsi están decayendo en número, los esclavos de
Marx y Kropotkin están tomando su lugar”. Anarquistas chi-
nos y revolucionarios de todo tipo comenzaron a leer a Marx y
Lenin y, después de la formación del Partido Comunista Chino
en 1921, comenzaron a moverse dentro de su órbita.
En diciembre de 1917, el periodista indio K. P. Khadilkar supo
de los eventos en Rusia. “En noviembre, el poder en Petrogrado
pasó a manos de aquellos socialistas que fueron liderados por
Lenin y que quieren un tratado de paz separado con Alemania”,
escribió en Chitramaya-Jagat. Khadilkar señaló cómo el partido
de Lenin había asegurado el apoyo de los soldados y cómo Ke-
rensky y su gabinete habían quedado aislados. Pero entonces,
Khadilkar, un súbdito del imperio británico, se enfocó sobre el
punto más importante desde esta posición ventajosa: “Lenin
había emitido un decreto declarando los derechos de las nacio-
nes a la autodeterminación, y había dado libertad a los Estados
bálticos y al pueblo polaco para ejercer ese derecho”. En las co-
lonias, la declaración del derecho a la autodeterminación fue
potente. Definió la revolución.
Subramania Bharati, el poeta revolucionario tamil, cantó
una oda a la “Nueva Rusia”:

La vida del pueblo como él mande.


Una ley que mejore la vida del hombre común.
Ya no hay ataduras de esclavitud.
Ya no existen los esclavos.

Algunos soldados senegaleses, luchando bajo la bandera del


imperio francés, huirían hacia el Ejército Rojo soviético cuan-
do escucharon hablar de su llegada. Boris Kornilov, el poeta
soviético, cantaría luego en su Moia Afrika sobre un soldado se-
negalés que murió liderando a los rojos contra los blancos cerca
de Voronezh “para dar un golpe a los capitalistas africanos y
la burguesía”. Cuando las noticias de la Revolución de Octubre
llegaron al continente africano, Ivon Jones del Partido Laboris-

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Vijay Prashad

ta de Sudáfrica y la Liga Internacional Socialista escribió en El


Internacional, “debemos educar al pueblo en los principios de la
Revolución Rusa”. Jones sería luego uno de los fundadores del
Partido Comunista de Sudáfrica. Claude McKay, el poeta ja-
maiquino que asistió al Cuarto Congreso de la Comintern en
1922, escribió un ensayo sobre “Rusia soviética y los negros” en
diciembre de 1923, publicado en La Crisis. McKay escribió sobre
lo que significaba la Rusia soviética para la liberación de los
pueblos de descendencia africana,
A pesar de que Europa Occidental pueda ser presentada como
bastante ignorante y apática sobre “la cuestión de los negros”
en asuntos mundiales, hay una gran nación con un brazo en
Europa que está pensando inteligentemente sobre “los negros”
como lo hace sobre todos los problemas internacionales. Cuan-
do los trabajadores rusos derrocaron su gobierno infame en 1917,
uno de los primeros actos del nuevo líder, Lenin, fue una
proclama saludando a todos los pueblos oprimidos del mundo,
exhortándolos a organizarse y unirse contra el opresor inter-
nacional en común, el Capitalismo Privado. Luego en Moscú,
Lenin mismo lidió con la pregunta sobre los negros estadouni-
denses y habló del tema ante el Segundo Congreso de la Tercera
Internacional. Consultó con John Reed, el periodista estadou-
nidense, e hizo hincapié en la necesidad urgente de propa- ganda
y trabajo organizativo entre los negros del sur. El tema no podía
abandonarse. Cuando el revolucionario veterano de Japón Sen
Katayama fue de Estados Unidos a Rusia en 1921, ubicó el
problema de los negros en primer lugar en su agenda. Y desde
entonces ha estado trabajando incesantemente y des-
interesadamente para promover entre los consejos soviéticos
de Rusia la causa de los negros estadounidenses explotados.

McKay continuó la agenda de Lenin en el Cuarto Congreso de


la Comintern, donde discutió la necesidad de organizar traba-
jadores negros y campesinos, así como la importancia de lu-
char contra el racismo. En su brillante poema, Si debemos morir,
McKay había escrito sobre lo implicaba estar rodeado de “perros
hambrientos y rabiosos” que buscan brutalizar a los seres hu-

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Vijay Prashad

manos. Pero esta situación de estar “apretados al muro, mu-


riendo” no es el final de la historia. El final es simple: “¡En la
lucha!”. McKay se inspiró en la Revolución de Octubre, en el
camino directo que Lenin propuso de demandar que todos los
oprimidos sean libres y en el espíritu de lucha de los descen-
dientes africanos en Occidente para definir su optimismo.

Claude McKay en el Cuarto Congreso de la Comintern (1922)

Sin la Revolución de Octubre, ¿se habrían levantado los pue-


blos colonizados por Europa de la forma que lo hicieron? ¿Habría
estado 1919 repleto de levantamientos de los colonizados contra
los amos imperialistas, desde los levantamientos en Egipto li-
derados por Saad Zaghloul Pasha hasta el Movimiento Primero
de Marzo en Corea y el Movimiento 4 de Mayo en China? Y al
año siguiente, ¿habría sido posible la revuelta en Irak contra
el gobierno británico, y en 1921 la Revolución de Mongolia que
creó tres años después el segundo Estado socialista del mundo?
¿Obtuvieron su confianza de la Revolución de Octubre? Si no
hubiera sido por las demandas de clase de la URSS, el Congreso
Nacional Indio no habría adoptado nunca en 1919 las deman-
das del campesinado. Sin duda, es cierto que la entrada directa

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Vijay Prashad

de Gandhi en la política India con la Champaran Satyagraha


(1917) y KhedaSatyagraha (1919) como también la profunda re-
sistencia contra las Rowlatt Acts y la masacre de Jallianwallah
Bagh de 1919 endureció la postura del Congreso Nacional Indio
cuando se reunió en Amritsar en diciembre de 1919. Pero en la
reunión del Congreso, los representantes dudaron porque el rey
inglés había emitido una proclama que parecía simpática. Los
radicales del Congreso, incluido un joven Jawaharlal Nehru,
presionaron para que a los campesinos que trabajaban la tierra
se les diera el título propiedad y que los campesinos pagaran
impuestos, pero no rentas. “Aunque estamos bajo la influencia
de Gandhi, seguimos otro camino”, escribió Nehru reflexiva-
mente en su Rusia Soviética (1927), “fuimos influenciados por el
ejemplo de Lenin”.

Ghulam Rabbani Taban, un comunista y miembro de la Aso-


ciación de Escritores Progresistas de la India, recordó leer Ru-
sia Soviética de Nehru (1927) y las cartas de Rabindranath Tagore
desde Rusia mientras estaba en la universidad. Estos textos,
dijo, “me dieron una mirada hacia dentro de un mundo de ha-
das”. “Durante los últimos años de la década de 1920”, escribió,

cuando aún estaba en la escuela, a veces escuchábamos histo-


rias fragmentadas sobre Rusia que goteaban a través de la cen-
sura colonial. Las noticias de la Revolución Rusa y sus logros
nos emocionaban. No tuve percepción de una revolución, pero
el término había sido familiarizado por los gritos a pulmón lle-
no de Larga Vida a la Revolución sonando a lo largo del país.

Taban escuchó los poemas de Mohammed Iqbal sobre Lenin,


particularmente su poderoso Farman-i-khuda (Mandato de Dios),
que comienza, “utthomeridunyakegharibonkojaga do”: Levántense,
despierten los pobres de mi mundo. Y luego,

Jis khet se dehqaankomuyassirnaheinrozi,

Usskhetkeharkhosha-i-gandamkojalla do.

Encuentren el campo donde los campesinos no puedan obte-


ner su pan del día,

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Vijay Prashad

¡Y quemen cada grano de trigo de ese campo!

Aquí está la cadencia de la revolución, el enojo por el mundo como es, la


esperanza de que los fuegos de la revuelta aplasten al Estado y produzcan un nuevo
orden. Esta es la voz del pequeño granjero, el campesino sin tierra, los pobres del
campo que es- tán ansiosos de hacer temblar el mundo. Y entonces el poema de
Iqbal finaliza,
Adaab-i-junoonShair-i-Mashriqkosikha do

¡Enseñen al poeta del Este el espíritu de la inspiración!

¡Cuántos nuevos lenguajes puede aprender el artista del le- vantamiento de los
pobres!

Un joven Mao, en China, miraría con nostalgia la experiencia de Rusia. Se uniría


al movimiento luego del levantamiento de 1911 que derrocó al emperador y su
gobierno. Más tarde, des- pués de la larga guerra que llevó a los comunistas al
poder en 1949, Mao reflexionará sobre la inspiración rusa.

Muchas cosas en China eran iguales, o similares, a las de Rusia antes de la


Revolución de Octubre. Existía la misma opresión feudal. Existía un retraso
económico y cultural simi- lar. Ambos países estaban retrasados, China aún más.
En am- bos países por igual, en aras de la regeneración nacional, los progresistas
enfrentaron duras y amargas luchas en la búsque- da por la verdad revolucionaria….
La Revolución de Octubre ayudó a los progresistas de China, como alrededor del
mundo, a adoptar la perspectiva proletaria del mundo como el instru- mento para
estudiar el destino nacional y considerar nueva- mente sus propios problemas.
Sigan los pasos de los rusos.

Esa fue su conclusión.

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