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El viaje al amor de Eduard Punset

Por Daniel Sánchez Bonet, en 6 de noviembre de 2007_resumen

El divulgador científico Eduard Punset nos presenta su segunda entrega, o mejor


dicho, su segundo viaje dentro de la trilogía de felicidad, amor y poder
anunciada ya por el escritor catalán. La dedicatoria de su libro no puede ser
menos curiosa: “a las bacterias, gusanos, ratones y primates que nos han
descubierto los secretos del amor de los humanos”. Precisamente con ellas, con la
fusión de las bacterias, nació el amor hace millones de años. Punset lo tiene claro, el
viaje al amor, empezó hace 3.000 millones de años y surgió “en el momento en el
que una bacteria se preguntó si había alguien más ahí porque no podía vivir sola”.
Una cita suya lo recoge con claridad: “Cada organismo buscaba ansiosamente en
otros la energía que no tenía, la velocidad que le faltaba, la capacidad para respirar
oxígeno letal o la protección frente a la incertidumbre” frente a un entorno
cambiante y mutable.

“El amor, insiste Punset, tiene por cimientos la


fusión entre organismos acosados por las
necesidades cotidianas, como la respiración o la
replicación, empujados por la necesidad de reparar
daños irremediables en sus tejidos y sumidos en una
búsqueda frenética de protección y seguridad”. Pero,
la pregunta del millón, es ¿Cuáles son las razones de
una diferenciación tan elemental como la que existe
entre los sexos? Una de las desventajas advierte, es
“renunciar ni más ni menos que a la inmortalidad“ (la
muerte aparece cuando “de dos cuerpos sale otro
joven irrepetible y distinto“), porque tal diferenciación,
previa al amor, apareció hace 700 millones de años
para garantizar la diversidad genética y así poder
adaptarse con más facilidad a entornos
extremadamente cambiantes. “Individuos con diversas
combinaciones genéticas incrementan las
posibilidades de que, al menos uno de los
descendientes, posea el conjunto de características
necesarias para la supervivencia”, explica el autor del
libro.

Estudios posteriores y contemporáneos, demuestran que los hombres nacen con


una mayor facilidad para lidiar con sistemas como la meteorología, la caza
o las máquinas y que las mujeres tienen más facilidades para desarrollar la
empatía. Tal vez, la razón radique, en la división social que estableció, hace muchos
millones de años, que el hombre cazará y que las mujeres se dedicarán al cuidado de
los niños; lo que provocó la selección con el tiempo de los genes más apropiados de
cada sexo hasta nuestros días.

Las conclusiones pero, son numerosas y sobre todo impactantes. Según Punset, el
espacio neuronal que un hombre dedica al sexo es 2,5 veces mayor que en
una mujer; el orgasmo de la mujer requiere una inhibición casi total de su cerebro
emocional, es decir, que su cabeza esté libre de preocupaciones; a los hombres
corresponde la función de pregonar sus excelentes características
genéticas y a las mujeres la decisión de elegir buenos genes o buenos
recursos; los artistas son más empatizadores que los científicos que serían más
sistematizadores; el enamoramiento no es la condición óptima para el pensamiento
creativo porque los enamorados son herméticos y concentran su atención en un solo
asunto, como hacen los científicos; la antítesis del amor no es el odio, sino el
desprecio (la expulsión de la cueva).

Pero todavía existen más, ya que, entre las conclusiones del escritor, destacan
algunas como que el amor humano dura evolutivamente de 5 a 7 años, el
tiempo necesario que debía durar para que pudieran sobrevivir los hijos
ante su obvia indefensión. También dice Punset en su libro, que “sin memoria no
hay amor” porque el amor surge cuando al comparar algo con nuestras experiencias
anteriores es mejor, por lo que, extensivamente, la felicidad aumenta con la edad
porque disponemos de más recuerdos que contrastar ante las nuevas posibilidades
de un amor.

Otras de las cosas que Punset logra con su libro es la de mantener viva la lectura
ávida de los interesados a través de numerosas ironías que he logrado recoger y que
son, sin duda, obra también de una mente maravillosa. “!Qué extraño! ¿Cómo ha
podido sobrevivir la gente que nos ha precedido sin tener ni idea de lo que les
pasaba por dentro?”; “las excavaciones nunca mienten, tal vez porque no pueden
hablar”; “sabemos, pues, que la vida no empezó de forma tan consecuente y
sosegada, con el paraíso terrenal primero -aunque fuera ardiente- convertido más
tarde en un infierno para vagos y maleantes”; “hay animales tan curiosos como
nosotros, pero no tan chismosos”; “Como ocurre con las drogas, cada vez se
requieren dosis mayores para colmar el síndrome de abstinencia”.

La fórmula mágica del amor, la encuentra Punset, y dice así: A=(a+i+x) k. En


palabras más cotidianas sería algo como: el amor es la suma del apego personal
más la inversión parental o familiar más la sexualidad, y todas estas
variables afectadas pro el entorno. El último capítulo, a modo de resumen,
Punset nos ofrece la posibilidad de disfrutar de estas nuevas claves científicas sobre
el amor y por ello nos propone un cuestionario para descubrir nuestra capacidad de
amar. “El amor no es ciego, los ciegos éramos nosotros”.

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