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Doctrina II (El Espíritu Santo)

LECCIÓN No. 4

1. Mostrar cómo la obra del Espíritu Santo, antes de este ser


recibido, actúa en la vida del hombre y lo prepara mediante el
convencimiento de la verdad.

2. Demostrar que la obra básica del Espíritu Santo para con el no


regenerado es la de CONVICCIÓN

3. Explicar que el Espíritu Santo constantemente insiste en guiar a


todos los hombres a buscar y a conocer a Dios; ya que él obra
sobre la persona no regenerada desde afuera.

1. ¿Cómo obra el Espíritu Santo en la vida del creyente para


alcanzar la Santidad?

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2. ¿Qué diferencias encuentra en la vida de un cristiano que no ha


recibido el Espíritu Santo con uno que ya lo ha recibido y mora en
él?

Convicción al mundo de pecado

El Espíritu Santo convence a la persona de su pecado a través de


la predicación, puesto que la palabra de Dios es el Espíritu. “Es
más penetrante que toda espada de dos filos, penetra hasta partir
el alma, las coyunturas, y los tuétanos y discierne los pensamientos
y las intenciones del corazón”. No hay cosa creada que no sea
manifestada en su presencia (Hebreos 4.12).

Las razones por las cuales el Espíritu Santo llega hasta lo profundo
del hombre para hacer su obra, es por que el hombre en su estado
pecaminoso no comprende su situación y solo el Espíritu Santo
puede demostrárselo. Así la condición del hombre se hace
manifiesta, la persona aunque reconoce ser pecador hace muy
poco por cambiar su condición, y lo que hace, no es suficiente
porque proviene de deseos humanos falibles.

En otros casos el pecador se empeña en defender su pecado o


justificarlo como algo común y corriente, como es ingerir licor,
mentir, fornicar y seguir la corriente idólatra.

El razonamiento humano reconoce que existe un Dios Santo y un


hombre pecador, mas la convicción producida por el Espíritu Santo
le hace ver al hombre no solo su condición sino también el juicio de
Dios, o la espada de Dios que cuelga sobre su cabeza que lo lleva
a arrepentirse y a implorar misericordia de Dios.

Esto se ve claramente en la pregunta de la multitud en Pentecostés


que compungido clamo “¿varones hermanos que haremos?”
(Hechos 2.37), también la pregunta del carcelero de Filipos,
“Señores ¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16.30) La
convicción de pecado que el Espíritu produce en el pecador no se
limita a reconocer que es culpable de sus pecados, si NO
reconocer que el mayor y mas grande pecado es el de no creer en
el Señor Jesús “Y cuando El venga, convencerá al mundo de

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pecado de justicia y de juicio: De pecado ciertamente por que no


creen en mí (Juan 16.8-9): esto no se refiere a creer en el Cristo
histórico, sino si no en aquello que Jesucristo dijo: Yo me voy y me
buscareis, mas en vuestros pecados moriréis; a donde yo voy
vosotros no podéis venir” (Juan 8.21).Por eso os dije moriréis en
vuestros pecados: por que si no creéis que yo soy, en vuestros
pecados moriréis (Juan 8.24) esto demuestra que Jesucristo acuso
a los judíos del pecado de no creer en El como El dijo y demostró
ser.

Muchos de los que vieron y oyeron estuvieron dispuestos a


aceptarle como un profeta y ellos dijeron “Unos Juan el Bautista,
otros Elías: y otros Jeremías, o algunos de los profetas” (Mateo
16.14), Pero no le aceptaban como el gran Yo soy, Yo Soy el que
soy, y así dirás a los hijos de Israel “YO SOY ME HA ENVIADO A
VOSOTROS” (Éxodo 3.14).

La tarea del Espíritu Santo no es solo mostrarnos la inmundicia,


nuestro pecado y ver nuestra justicia como un trapo de inmundicia
(Isaías 64.6); sino también revelarnos la grandeza y majestad de
Jesucristo “Y en aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi
Padre y vosotros en mi y yo en vosotros ” (Juan 14.20).

Como lo predicara también Juan el Bautista diciendo, “Aparejad el


camino del Señor; enderezad sus veredas; todo valle sea alzado y
bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece y lo áspero
se allane” (Isaías 40.3-4 Mateo 3.3) “Por que tras mi viene uno que
es mas poderoso que yo, cuyo calzado yo no soy digno de desatar”
(Mateo 3.11).

La ausencia de la obra del Espíritu Santo se revela en aquellas


personas que tienen a Jesús en lugar inferior al que la escritura le
da.

Si un predicador no tiene la unción del Espíritu Santo, La palabra


predicada no va hacer un verdadero efecto en el pecador, por lo
cual es necesario que el predicador este bajo la unción del Espíritu,
la predicación del Evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo,
no es solo la oferta de salvación, si no la demanda al
arrepentimiento, “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a
galilea predicando el Evangelio del reino de Dios, diciendo el
tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos y creed en el Evangelio” (1.14-15) “Pero Dios habiendo

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pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a


todos los hombres en todo lugar que se arrepientan” (Hechos
17.30).

El evangelio es la revelación de la justicia de Dios “En el evangelio


de Dios la justicia se revela por fé y para fé…” (Romanos 1-17).

Solo la justicia divina puede santificar al pecador y hacerlo apto


para entrar al reino de Dios. El desconocimiento del evangelio por
parte del pecador es lo que lo lleva a aferrarse a su propia justicia,
ya sea religiosa o social, no dándose cuenta que Dios ha dicho
respecto a la justicia humana “Son como trapo de inmundicia”
(Isaías 64.6); y como esta escrito “No hay justo ni aun uno”
(Romanos 3.10).

La predicación del Evangelio bajo la unción del Espíritu cumple la


promesa del Señor de convencer al mundo de la justicia de Dios,
esta justicia fue revelada en el calvario, cuando el justo y el santo
fué contado con los inicuos.

El acontecimiento descrito en Génesis 3, cuando Adán y Eva


avergonzados corrieron a esconderse y buscaron hojas de higuera
para hacerse un vestido, muestra que el hombre ante su propio
drama hecha mano de lo que encuentra a su paso para resolver su
situación.

El lector puede imaginar lo que hubiese durado ese vestido hecho


con hojas de higuera, que fue la idea del hombre. En contraste con
esta pobre solución, el relato dice que Dios hizo al hombre y a su
mujer túnicas de pieles y los vistió; este hecho revela en una forma
grandiosa la diferencia entre la solución que el hombre halla y la
solución que Dios le da.

(Las pieles son un vestido fuerte y duradero, que abriga por cuanto
es el vestido del animal) de esta manera Dios mostró lo que haría
en el curso de los siglos para justificar al hombre y cubrir la
vergüenza de su desnudez. Dios para proveer al hombre de
aquellas pieles, sacrifico uno o varios animales.

Desde aquel lejano comienzo de la humanidad, el hombre ha


seguido pecando y huyendo avergonzado y desnudo, buscando

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toda clase de vestidura como son: las ceremonias, rezos,


sacrificios, penitencias, indulgencias, etc.

Todas las cosas son inútiles, y la Biblia las llama trapos inmundos,
y también es de anotar que son abominables a los ojos de Dios.

El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová (Proverbios


15.8). En contraste con la obra del hombre; venido el cumplimiento
de los tiempos “Dios envió a su hijo nacido mujer” (Gálatas 4.4) y
este quien no era descendiente de Adán es el único que nació y no
vio pecado; el único de quien la escritura dice que “Nunca hizo
maldad ni hubiera engañado en su boca, por que al sumo pontífice
nos convenía Santo, inocente, sin mancha, apartado de los
pecadores, y hecho mas sublime que los cielos” (Hebreos 7.26).

Del Señor Jesús, hasta los demonios dieron testimonio diciendo


“Ah que tienes con nosotros Jesús Nazareno? ¿Has venido para
destruirnos?; Se quien eres, el Santo de Dios, (Marcos 1.24);
Poncio Pilato también confeso diciendo: “No hallo en El ningún
delito” (Lucas 23.24), también el Centurión que dirigía los soldados
al ver que hubo tinieblas sobre la tierra, el día de la crucifixión dijo:
“Verdaderamente este hombre era justo” (Lucas 23.47).

El Señor Jesús es el único que se levanta a lo largo de toda la


historia humana como un ser inmaculado; el patriarca Job nos dice:
“¿Cómo pues se justificara el hombre para con Dios y como será
limpio el nacido de mujer? He aquí que ni la misma luna será
resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de tus ojos,
¿Cuánto menos el hombre que es un gusano, y el hijo del hombre,
también gusano? (Job 25 4-6).

Ante la situación desastrosa del hombre, la única salvación vino de


Dios, Dios vino en Cristo al mundo en ese Cristo inmaculado, pero
que fue contado con los impíos, fue llevado a la picota pública
como un criminal y fue despojado de su justicia y santidad al ser
llevado a la muerte de maldición en medio de ladrones.

Jesús no fue desnudo solamente de su manto y vestido físico sino


que, principalmente fue desnudado de su justicia y santidad para
darnos ese vestido gratuito a los pecadores, cumpliéndose en la
cruz lo que Dios enseño en el Edén.

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El Evangelio, que son las buenas nuevas, la muerte, la sepultura y


la resurrección de Jesús de 1 de Corintios 15.1-4 son la oferta
gratuita de la justicia de Dios revelada al pecador para que la
reciba por la fe y se vista de esta justicia para ser salvo.

El apóstol Pablo nos enseña que aparte de la ley, se manifestado


la justicia de Dios (testificada por la ley y por los profetas; la justicia
de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen
en El.

Por que no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están


destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente
por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús a
quien puso como propiciación por medio de la fe en su sangre para
manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto en su
paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este
tiempo su justicia, a fin de que El sea el justo y el que justifica al
que es de la fe de Jesús, ¿Dónde pues esta la jactancia?, queda
excluida ¿por cual ley ? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de
la fe, concluimos pues, que “El hombre es justificado por fe sin
obras de la ley” (Galatas3.11; 2.21).

¿Es Dios solamente Dios de los judíos? No es también Dios de los


gentiles. Ciertamente, también de los gentiles, por que Dios es
UNO, y El justificara por la fe a los de la incircuncisión. Además de
lo anterior Pablo en el capitulo 1 de su primera Epístola a los
Corintios nos dice así: “Cristo nos ha sido hecho por Dios
justificación (verso 30) y en la segunda carta a los Corintios el
capitulo 5 verso 2 nos dice” Al que no conoció pecado, por nosotros
se hizo pecado, para que nosotros fuésemos hecho justicia de Dios
en El “también Pedro nos habla y nos dice” Cristo padeció una sola
vez por los pecados, el justo por los injustos (1 Pedro 3.18).

En 1. Corintios 6.8-10 se nos da una lista de pecados, y se nos


hace saber que la practica de ellos nos impide heredar el reino de
Dios, pero también dice; “y esto erais algunos, mas ya habéis sido
lavados y habéis sido santificados, ya habéis sido justificados, en el
Nombre de nuestro Señor Jesús y por el Espíritu de Dios”, así que
queda claro que el Evangelio revela gratuita justificación para el
hombre de parte de Dios en Cristo, y es la única alternativa de
Salvación a la que puede recurrir el pecador.

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El profeta Isaías, que era un hombre culto, de real linaje y de buena


disposición para buscar a Jehová en el templo, cuando tuvo la
visión de la gloria de Dios en medio de los querubines que daban
voces el uno al otro diciendo “Santo, Santo es Jehová de los
ejércitos; toda la tierra esta llena de su gloria,” exclamo diciendo
“Ay de mi que soy muerto porque siendo hombre inmundo de labios
y habitando en medio de pueblo inmundo de labios, han visto mis
ojos al Rey Jehová de los ejércitos”.

Esta reacción demuestra que la presencia de Dios convence al


hombre de su pecaminosidad, pero también ofrece un camino de
justicia, pues Isaías también vio que el Señor tenia, además de un
carbón para purificar sus labios un vestido de salvación y un manto
de justicia “En gran manera me gozare en Jehová, mi alma se
alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación,
y me rodeó de manto de justicia, como la novia adornada con sus
joyas”. (Isaías 61.10)

Para que el pecador deponga su propia justicia, es necesario que


la predicación del evangelio le muestre al pecador la justicia de
Dios revelada en el calvario como la única provisión que satisface
la santidad divina y suple la necesidad del pecador, la mejor
manera de ayudar a los creyentes a recibir el Espíritu Santo es
haciéndoles entender por la predicación, que la justificación de la
fe, es la que nos hace aptos para recibir dicha experiencia.

“Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ya ha sido


juzgado” (Juan 16.11); “Ahora el príncipe de este mundo será
echado fuera” (Juan 12.31); “Porque viene el príncipe de este
mundo, y nada tiene él en mi” (Juan 14.30).

Al príncipe de este mundo, el padre de mentira Satanás, Jesucristo


lo venció con su muerte y no tiene ningún derecho sobre nosotros,
ya que la iglesia es el cuerpo de Cristo. El cristiano que ignora las
maquinaciones del diablo le da ocasión para atacar, pero cuando le
resiste en el Nombre de Jesús no le queda más camino que huir.
(Santiago 4.7).

Los pasajes ya mencionados muestran la condición de Satanás


después del calvario, ya que desde Adán hasta la cruz, el diablo

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había usurpado el principado del mundo, cuando arrebato a Adán


el señorío que Dios le dio sobre la creación.

Cuando Dios creo al hombre le dio el gobierno de la creación al


decirle que sojuzgara la tierra, que señoreara sobre las bestias, las
aves y los peces. Esto se corrobora en el Salmo 8 “Le has hecho
poco menor que los ángeles y lo coronaste de gloria y honra. Le
hiciste señorear sobre las obras de tus manos, todo lo pusiste
debajo de sus pies”.

Adán perdió su señorío cuando obedeció a la voz del diablo y se


convirtió en su esclavo (Romanos 6.16). Así el diablo ejerció su
principado a lo largo de la historia humana, pero en los tiempos de
Isaías surgió la pregunta ¿Será quitado el botín al valiente? ¿Será
rescatado el cautivo de un tirano? (Isaías 49.24).

La respuesta a estas dos preguntas es: “Pero así dice Jehová:


Ciertamente el cautivo será rescatado del valiente, y el botín será
arrebatado al tirano; y tu pleito yo lo defenderé y yo salvaré a tus
hijos” (Isaías 49.25).
Esta profecía estaba señalando lo que sucedería en la cruz.
(Colosenses 2.14-15).

El Señor Jesús desenmascaro las intenciones del diablo cuando


dijo: “El ladrón vino para Hurtar, matar y destruir, yo he venido para
que tengan vida y parta que la tengan en abundancia”. (Juan
10.10). La gran esperanza de salvar al hombre dependía de juzgar
y vencer al príncipe de este mundo y rescatar al hombre en toda su
plenitud. Del calvario hacia acá el diablo ya no es el príncipe de
este mundo sentado en su trono, sino el reo sentado en el
banquillo, juzgado y echado fuera sin ningún derecho sobre
aquellos que creyendo al Evangelio nos hemos acogido a su
liberación.

De ahí que Santiago nos diga: “los demonios creen y tiemblan” y


Pedro dice: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el
diablo, anda como león rugiente, buscando a quien devorar… ” (1
Pedro 5.8). Nótese que él dice: como león, no que sea el León,
sino que se disfraza para atemorizar a los que desconocen que el
León de la tribu de Judá, el Señor Jesús, lo derroto
estruendosamente con su muerte en el calvario, y como si fuera
poco, esta victoria está rubricada con la resurrección con la que el
señor venció la muerte.

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La autoridad dada por Cristo a sus discípulos para echar fuera


demonios y sanar los enfermos, se fundamenta en que Él recupero
el dominio y la autoridad sobre toda la creación, y nos delego esa
autoridad, para ir en su Nombre, y hacer suyos los reinos del
mundo para gloria de El, y salvación del hombre.

Debido a la predicación del evangelio por el Espíritu Santo, se


opera en el oyente la convicción de pecado, de justicia y de juicio.
Esto le da fe y mediante esa fe recibe la gracia salvadora que lo
lleva al arrepentimiento de sus pecados, y a la conversión a Cristo,
llegándose por este proceso al nuevo nacimiento que convierte al
pecador en una nueva criatura.

De aquí que el nuevo nacimiento no se deba mirar como un acto


instantáneo, sino como resultado de un proceso: concebir, formar y
nacer. Esto es lo que Pablo explica a Tito cuando dice: “Porque
nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes,
extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos,
viviendo en malicia y envidia aborrecibles y aborreciéndonos unos
a otros, pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro
Salvador y su amor para con los hombres, nos salvo…” (Tito 3.3-7).
Nótese que Pablo nos habla de la salvación como un hecho “Nos
salvo”.

¿De que nos salvo? De lo que éramos, de un estado de cosas en


que vivíamos, enumeradas en el verso 3 ¿Cómo nos salvo? Por su
misericordia, por el lavamiento de la regeneración, esto indica que
el Espíritu Santo usando la palabra produce un lavamiento de la
mente, el espíritu y el corazón del hombre, que es el lavamiento de
la regeneración. Esa renovación es la obra del Espíritu Santo. Los
hechos anteriores son los hacen a la persona apta para ser
bautizada en agua en el nombre del Señor Jesucristo para el
perdón de los pecados y recibir el don del Espíritu Santo.

EL Espíritu Santo ministra para proveer un "sentido de maldad –


pecado" a fin de que el hombre se sienta impelido a apropiarse de
la justicia de Cristo Jesús.

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Consecuentemente es solamente por medio del ministerio del


Espíritu Santo que el pecador se convierte, y nunca por el mero
esfuerzo o argumento humano. Y como "Fiscal" divino, el Espíritu
Santo obra personalmente en las vidas de los seres humanos.

Cristo lo expresó claramente en San Juan 16.7-11, donde tres


aspectos son claramente enseñados: El pecado de incredulidad, la
justicia de Cristo y el juicio de Satanás.

El Espíritu Santo hace efectiva la predicación del Evangelio. Una


buena parte del ministerio del Espíritu Santo consiste en el
testimonio de Cristo a través de las vidas de los creyentes en los
cuales ÉL mora.

"El Espíritu Santo no tiene otro medio de alcanzar a los inconversos


excepto por medio de nosotros que ya somos salvos". Hechos
5:30-32.

Con las siguientes preguntas, elabore un ensayo de cuatro páginas


planteando su punto de vista con argumentos bíblicos y versículos
que lo sustenten.

“¿Demuestra la conversión de Cornelio y su casa, que los pecados


son perdonados por la fe sola sin el bautismo? ¿La venida del
Espíritu Santo sobre Cornelio demuestra que la gente se guarda
libre de pecados antes del bautismo, o una persona debe ser
bautizada como una condición necesaria para el perdón de los
pecados? ¿Qué debe ocurrir primero: el bautismo en agua o en
Espíritu? ¿Qué enseña Jesús en su Evangelio al respecto?

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