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POLÍTICA CRIMINAL: ENTRE LA P0LÍTICA DE SEGURIDAD

Y LA POLÍTICA SOCIAL

*
ALESSANDRO BARATTA

POLITICA CRIMINAL: UN CONCEPTO COMPLEJO Y


PROBLEMÁTICO

Política criminal es, en primer lugar, un concepto complejo:


mientras su finalidad es unívoca , su instru men tal resulta
indeter minable porque es definible sólo en términ os negativos, a través
de instrumen tos penales, de un lado, e instru me ntos no penales, del
otr o. Para decir que la finalidad de la política criminal es unívoca
debem os hacer una puntualización: hasta un pasado no muy lejano
ésta se entendió constan te men te como la finalidad de controla r la
criminalidad, es decir, reducir el número de infracciones delictivas. A
par tir del desarrollo de estudios victimológicos, y en particular por la
preocu pación acerca de las necesidades de la víctima, de su ambiente
social y de la sociedad, el campo de acción de la política criminal se
extiende (por lo menos potencialmente) ta mbién hacia el control de las
consecuencias del crimen , además de su prevención. 1
El instru men tal no penal de los medios utilizables para controla r las
infracciones delictivas y sus consecuencias resulta teórica mente
indeter minado . Por otra parte , en la práctica corriente de las políticas
criminales se produce una selección del núme ro de variables realmen te
examinadas en la construcción de modelos operativos de control. La
riqueza y la variabilidad del instrumen tal depende n de la posición
teó rica adopta da.
*
Instituto de Derecho y Filosofía Social, Universidad de Saarlandes, Alemania .
1
Para el control de Ias consecuencias del delito las actuales teorías prevén, sobre todo, el uso de instrumentos no
penales, en particular conciliatorios (la mediación en sus diversas formas), y restitutivos solamente en el ámbito de las
teorías de las funciones simbólicas de la pena (teoría clásica y contemporánea de la retribución, teoría actual de la
prevención general positiva o prevención-integración, y otras teorías), el instrumento principal para el control de las
consecuencias del delito es la pena.
En los niveles más bajos de la escala encontra re mos los modelos
de la criminología administrativa de impron ta etiológica, aplicables
solamente al control de la criminalidad. En niveles superior es
encontra mos los modelos de la criminología etiológica, que se
extienden al control de las consecuencias. Los niveles se elevan con
los modelos de la criminología crítica, en la medida en que ésta recoge
el para digma del "etiquetamie nto " o de la reacción social, lo mejora y lo
tor na adecuado a la aplicación práctica , mientras que al mismo tiempo
la finalidad del control se extiende hacia las consecuencias. 2
Política criminal no es solamente un concepto complejo; es también
un concepto proble mático . Si de los modelos prácticos más limitados
de la criminología administrativa salimos hacia aquellos más amplios
de la criminología crítica , la riqueza y la variabilidad del instru men tal
de un control que asume siemp re más dimensiones se aproximan a su
indeter minación teórica. En sus niveles más altos de elaboración la
política criminal, en cuanto género , es como un universo mucho más
complejo de la especie "política penal".
Sin emba rgo , en estos niveles la línea de distinción entre la política
criminal y la política en general y otras de sus especies (política social,
económica , ocupacional, urban ística , etc.), no se presenta ya de un
modo claro. Para distinguirlas debemos recurrir, no a la finalidad
objetiva o función social, sino a la finalidad subjetiva, es decir, a la
intención de los acto res que ponen en práctica; en el mejor de los
casos, podríamos apelar también a los recu rsos institucionales
escogidos por los acto res y a las partidas que señalan los capítulos
relativos en el presupuesto público.
Pongamos un ejemplo. En Francia, hoy, un comité formado por
ciudadanos, funcionarios de alcaldía, policías, párrocos, miemb ros de
asociaciones de volunta rios u otros actores -institucionales o no- puede
desar rollar un prog rama de lucha contra la criminalidad juvenil en

2
La mayor riqueza y calidad de las variables dependen también del hecho de que, en los modelos de la criminología
crítica, las finalidades del control se refieren a dos dimensiones: las infracciones delictivas y sus consecuencias; la
criminalización y sus consecuencias. Se distingue, así, entre procesos primarios y secundarios de criminalización, es decir,
entre leyes penales y sus aplicaciones y, a su vez, en la aplicación, entre el proceso y la aplicación de la pena. Las
dimensiones se multiplican ulteriormenente. Al contrario, en los modelos de la criminología administrativa de estricto
carácter etiológico se consideran sólo una o dos dimensiones del control: el control de la criminalidad o, en el mejor de los
casos, el de sus consecuencias.
función de la prevención de la delincuencia, según el modelo y con los
recu rsos públicos asignados a la nouvelle pré vention. El comité
realizará , de esta mane ra , prácticas sociales que en nada se
diferencian de las que otros actores, o quizás el propio comité, podrían
llevar a cabo, bajo un memb re te difere nte , en el ámbito institucional y
según el modelo de la política social y educacional dirigidas a jóvenes
ma rginados.
Que se trate de políticas de prevención de la criminalidad, que se
dirijan a aumen ta r la seguridad de los otros habitantes de la ciudad
fre nte a los potenciales delincuentes, o que se trate , por el contra rio,
de una política de protección de derechos fundamen tales de esos
jóvenes, dirigida a cambiar su situación de desventaja social, no
depende tanto de la finalidad objetiva o de la función que puedan tene r
las prácticas sociales cuanto de la intención subjetiva de los actores y
tam bién de la intención subjetiva de los legisladores y de los
administradores que han cread o y prepa ra do dos diversos prog ra mas y
creado , a su vez, las correspon dientes etiquetas institucionales.
Ahora bien, como vere mos más adelante, esta ambivalencia
funcional de los programas, interpretados a la luz de las intenciones y
de los me mbretes, puede crea r, desde el punto de vista constitucional y
de la política de protección de derechos, ambigüedad y contradicción
en esos prog ra mas de seguridad ciudadana inspirados en los principios
de la "nueva prevención". Entre tanto , bastará observar que ya de
suyo, desde el punto de vista epistemológico, la definición de un hecho
social, como en el caso arriba citado , resulta problemá tica cuando , en
vez de recu rri r a la función objetiva, se debe recurrir de los acto res. 3

SEGURIDAD Y POLÍTICA SOCIAL: ¿UNA FALSA ALTERNATIVA?

La contraposición entre política de seguridad y política social no es


lógica sino ideológica, y no sirve para esclarece r sino para confundir
relaciones conceptuales elemen tales, que están en la base del sistema
3
En este sentido sigue siendo válida la enseñanza fundamental de Durkheini.
de las normas y de los principios propios de las constituciones de los
estados sociales de derech o. Esto, en general, es verdad ero, pero
llega a producir efectos particularmen te graves cuando aquella
alterna tiva está aplicada a la política criminal. El concepto de política
criminal, en razón de estos efectos, además de ser complejo y
proble mático , se convierte incluso en un concepto ideológico.

Utilizo aquí la palabra "ideología" en el sentido de una construcción


discursiva de hechos sociales apta para produci r una falsa conciencia
en los acto res y en el público. 4
La ideología funciona sustituyendo los conceptos con los clichés, o
sea con los hábitos mentales, corrompiendo el cálculo clasificatorio con
operaciones ocultas y subrep ticias. Por ello su forma de operar resulta
un instrumen to principal de legitimación y repro ducción de la realidad
social.
Obse rvemos qué ocurre en nuestro caso. A propósito de la política
criminal, al sustantivo "seguridad " se agre gan, implícita o
explícitame nte , los adjetivos "nacional", "pública", "ciudadana". Se
tra ta siemp re de connotaciones colectivas, no personales, de la
seguridad ; es decir, no se trata propia mente de la se guridad de los
derechos de los sujetos individuales, cualquiera que sea su posición en
el contexto social, sino de la seguridad de la nación, de la comunidad
estatal, de la ciudad.
De la doctrina de "seguridad nacional" queda todavía el trágico
recuerdo, en América Latina, de los años setenta y ochenta, cuando la
ideología autoritaria inspirada en el principio schmitiano del amigo-
enemigo sirvió para sostener no solo un derecho penal del enemigo
-cuyas señales todavía están presentes incluso en los estados con
4
Otro sentido para "ideología" sería programa de acción en el sentido en el que lo usa Karl Mannheim. Si los hechos
sociales consisten en la definición y en la actuación de programas políticos de acción, y si tenemos en consideración, al
mismo tiempo, ambas acepciones del término, podemos decir que la ideología (en el sentido negativo) obstaculiza el
conocimiento de la implicaciones reales de ciertas políticas de parte de los actores o del público, así como la definición de
políticas alternativas de parte de otros actos. Esto vale también, en particular, para la política criminal. Mientras la política
"oficial" está constantemente condicionada por la ideología en el sentido negativo, políticas alternativas (programas
alternativos d acción en el sentido positivo del término) requieren un continuo y paciente trabajo de crítica ideológica, y
también de autocrítica por parte de los promotores juntamente con la participación activa de éstos en los procesos de
comunicación social, por medio de los cuales el "público", desde la posición de espectador, puede transformarse en actor de
la política. Crítica ideológica y participación de la sociedad civil son presupuestos necesarios para la transformación de la
política de control de las infracciones delictivas, de la criminalización y de sus consecuencias individuales y sociales desde
el modelo tecnocrático al modelo democrático, como se verá más adelante.
regímenes formalmente democráticos- sino, sobre todo, un sistema
penal ilegal, paralelo al legal y mucho más sanguinario y, efectivo que
este último: un verdadero terrorismo de Estado, como el que se,
desarrolló en las dictaduras militares del Cono Sur.
Por su parte, la doctrina de la seguridad pública marca fuertemente
la historia del derecho penal en Europa, y representa el continuo
compromiso entre la tradición liberal y la de carácter autoritario (del
Obrigkeitsstaat), entre el Estado de derecho y el Estado de policía o de
la prevención, entre la política del derecho penal y la política del orden
público.
Más prometedora, también, entre otras razones porque es más
reciente, es la concepción de la seguridad ciudadana, que atribuye a la
política criminal, por primera vez, una dimensión local, participativa,
multidisciplinaria, pluriagencial, y que representa quizás un resultado
histórico del actual movimiento de la nueva prevención.
Sin embargo en este último caso, al igual que en los otros dos, el
adjetivo estrangula, por así decirlo, al sustantivo. Desde el punto de
vista jurídico, pero asimismo desde el psicológico, podrían y deberían
estar, sobre todo, los sujetos portadores de derechos fundamentales
universales (los que no se limitan a los ciudadanos), y éstos son todas y
cada una de las personas físicas que se encuentran en el territorio de
un Estado, de una ciudad, de un barrio o de otro lugar público, de una
casa o de otro edificio o espacio privado. "Seguros", en relación con el
disfrute y la protección efectiva de aquellos derechos frente a cualquier
agresión o incumplimiento por parte de otras personas físicas que
actúan en el ámbito de competencias, poderes de derecho o de hecho
que esas personas tengan, como funcionarios o particulares, en uno de
los distintos ámbitos territoriales.
Una nación segura, una comunidad estatal segura, una comunidad
segura, son metáforas que bien pueden representar la situación de
todas las personas singulares en los diversos ámbitos territoriales; pero
no lo hacen porque son metáforas incompletas, metáforas ideológicas.
En tanto ideológicas traen consigo hábitos mentales selectivos,
largamente representados en la opinión pública al igual que en el
discurso de los juristas, cuando opinión pública y juristas utilizan el
concepto de seguridad en relación con el de política criminal o de
política tout court. En este caso, la mayor parte de los territorios de
riesgo permanecen siempre sustraídos de la economía de la seguridad.
Se habla de seguridad pública, y hoy incluso de seguridad
ciudadana, siempre y solamente en relación con los lugares públicos y
de visibilidad pública, o con un pequeño núme ro de delitos que entr an
en la así llamada criminalidad tradicional (sobre todo agresiones con
violencia física a la person a y al patrimonio), que están en el centro del
este reotipo de criminalidad existente en el sentido común y son
dominan tes en la alarma social y en el miedo a la criminalidad. En la
opinión pública y en los medios de comunicación de masas estos
delitos se caracte rizan por una regular repa rtición de papeles de la
víctima y del agresor, respectivamen te , en los grupos sociales
garan tizados y "respetables" y en aquellos marginales y "peligrosos"
(extra njeros, jóvenes, toxicodependien tes, pobres, sin familia, sin
tra bajo o sin calificación profesional).
Las situaciones de riesgo, a menudo gravísimas, que sufre n
mujeres y niños en el sector doméstico, así como las limitaciones de
los derechos económicos y sociales de los cuales son víctimas sujetos
per tenecien tes a los grupos marginales y "peligrosos" , no inciden en el
cálculo de la seguridad ciudadana. Delitos económicos, ecológicos, de
cor rupción y concusión, desviaciones criminales en órganos civiles y
militar es del Estado, así como connivencias delictuosas con la mafia,
por parte de quienes detenta n el poder político y económico , forma n
par te de la cuestión mo ral, pero no tanto de la seguridad ciudadana . El
orden público, se sabe, se detiene allí donde termina el campo de
acción de la seguridad publica, y no resulta afectado sino
indirec tamente por el desorden social e internacional, como lo que hoy
ocur re, cada día más, con el neoliberalismo y la globalización de la
econom ía .
La ambigüedad ideológica del concepto de política criminal se
destaca todavía más cuando lo relacionamos con el otro aspecto del
apare nte dilema: la política social. En este caso se produce una
especie de compensación de aquello que se le ha sustraíd o a muchos
de los portado res de derechos en el cálculo de la seguridad . Después
que se ha olvidado a una serie de sujetos vulnerables prove nientes de,
grupos ma rginales o "peligrosos" cuando estaba en juego la seguridad
de sus derechos, la política criminal los reencuentra como objetos de
política social. Objetos, pero no sujetos, porque también esta vez la
finalidad (subjetiva) de los prog ra mas de acción no es la seguridad de
sus derechos, sino la seguridad de sus potenciales víctimas. Para
pro tege r a esas respe tables perso nas, y no para propiciar a los sujetos
que se encuentra n socialmen te en desventaja respecto del real
usufructo de sus derechos civiles, econó micos y sociales, la política
social se transforma (usando un concepto de la nueva prevención ) en
prevención social de la criminalidad. Sujetos vulnerad os o vulnerables
que sufren lesiones (reales), de derech os por parte del Estado y de la
sociedad, como son las Iesiones a los derechos económicos, sociales
(de rechos débiles, como se verá mas adelante ), se tra nsfo rman en
potenciales infractores de derechos fue rtes de sujetos socialmente más
pro tegidos.
El Estado interviene , por medio de la prevención social, no tanto
para realizar su propio deber de prestación hacia los sujetos
lesionados como para cumplir (me diante acciones preven tivas no
penales que se añaden a las rep resivas) el propio deber de protección
(m ás específicamente, de prestación de protección ) respecto a sujetos
débiles considerad os ya como tra nsgresores potenciales.
Estamos en presencia, como vemos, de una superposición de la
política criminal a la política social, de una criminalización de la
política social; al mismo tiempo, empe ro , estamos frente a una
inquietante conexión funcional entre nueva prevención y nueva
penología .
La orientación de la política criminal hacia la política de seguridad o
hacia la política social es una falsa alterna tiva. No solo porqu e con la
criminalización de la política social la alte rnativa desaparece , sino
tam bién porque es un concepto estrecho y selectivo de seguridad , que
condiciona y sofoca al concepto de política social; asimismo, y sobre
todo , porque en una visión correcta de la teoría de la constitución de
los estados sociales de derecho el concepto de política social
cor respon de a una concepción integral de la protección y de la
seguridad de los derechos, y tiene la misma extensión norma tiva que el
campo de los derechos económicos, sociales y cultu rales en su
integridad . Únicamen te usando hábitos mentales y este reo tipos, sólo
en una concepción integ ral de la política social, en la cual los
destinata rios son objetos y no sujetos, resulta posible pensar la política
social como algo diferen te de la política de seguridad. Por el contrario ,
utilizando conceptos jurídicos rigurosos y entendiend o la seguridad
como seguridad de los derech os de las personas físicas, la altern ativa
tiende a desapa rece r.

PREVENCIÓN PENAL Y NO PENAL: LA NUEVA PREVENCIÓN

Los resultad os que ha llegado a obtene r, desde hace ya tiempo , el


análisis histórico y social de la justicia criminal, se pueden sintetizar
con la afirmación de que el sistema de justicia criminal se manifiesta
incapaz de resolver lo concerniente a sus funciones declaradas. Esto
significa que la pena, como instru men to principal de este sistema, falla
en lo que respecta a la función de prevención de la criminalidad.
Este estado de crisis se registra en todos los fren tes, ya sea el de
la prevención negativa general, es decir, de la intimidación de los
potenciales delincuentes, ya el de la prevención positiva especial, es
decir, de la reinserción social de los actuales infracto res de la ley
penal. Estos fines preventivos son, a la luz de los hechos,
simplemente inalcanzables. Por otra parte , otras funciones de
prevención que parecen ser efectivamen te realizables para el siste ma
penal, como la prevención especial negativa gene ral (la neutralización
o la intimidación específicas del criminal) y la prevención general
positiva (la afirmación simbólica de la validez de las normas que
favo recen el proceso de integ ración social), son en realidad
inadecuadas con respecto a los criterios de valor que preceden a
nuestras constituciones, a saber, a las constituciones del Estado social
de derech o.
El análisis hecho en los últimos veinte años por parte de la
criminología crítica ha descrito los términos de este fracaso recogiendo
los aspectos de disfuncionalidad de la justicia penal: desde la
fra gm entarieda d en la defensa de los intereses individuales y
gener ales, hasta la selectividad en la rep resión , se ha demostrado que
los prog ra mas de acción del sistema de la justicia criminal cumplen sus
objetivos en un porcen taje que para ser gene rosos, no supera 5%.
Existe quien, quizá más apegado a la realidad, valora la eficacia de la
acción represiva por debajo de 1%, que sería como si un sistema
sanitario en un Estado moderno funcionara para no mas de 5% de los
usuarios potenciales. Por otra parte , sabemos también que a este 5%,
o a este 1%, se lo selecciona en términ os desiguales en función de las
diferencias sociales. Esta selectividad es, a su vez, una variable
impor tan te en el man tenimien to y en la generación de la desigualdad
social.
Si todas estas irregularidad es se superaran; si el sistema de
Injusticia criminal reprimie ra sólo las violaciones más significativas, los
delitos más graves; si eludiera la selectividad de clase, incluso así la
respues ta reactiva al fenómeno de la criminalidad y al fenómeno de la
inseguridad seguiría siendo insatisfactoria .
Me limitaré a menciona r solo cuatro aspectos de esta incapacidad
del sistema penal para garan tizar las condiciones de seguridad .
En prime r lugar, el control penal puede intervenir, e interviene ,
únicamen te sobre los efectos. No puede interve nir, ni queremos que
pre tenda hacerlo , en las causas de la violencia y de la violación de
derech os; en resu men , actúa sobre los resultados, y no sobre las
causas, de los conflictos sociales.
En segundo lugar, el sistema penal actúa contra las personas y no
sobre las situaciones; además considera a los individuos, a través del
principio de culpa- que es un criterio de garan tía y de autolimitación
del sistema - como variables independientes, y no como dependientes
de situaciones.
En terce r lugar, actúa de manera reactiva y no preven tivas; en otr as
palabras , interviene cuando las consecuencias de las infracciones ya
se han producido , y no para evitarlas. Procede como la venganza,
simbólicamente hablando, ya que no puede olvidar la ofensa una vez
que ésta se ha consumado .
En fin, el sistema penal prote ge, más que a las víctimas potenciales
y reales, la validez de las normas. To das estas características definen
el sistema de justicia criminal como un sistema de respu esta simbólica,
lo que no quiere decir que la respuesta simbólica deba desvalorizars e
como una respuesta sin influencia. Hay mo mentos en los cuales las
respues tas punitivas, por simbólicas que sean, poseen un peso
histórico decisivo. Esto quiere decir, sin embarg o, que para la
realización de una función punitiva instru me ntal, a saber, de protección
real de bienes y personas, el siste ma de justicia criminal es
inadecuado.
Este conocimiento ha contribuido a que surgiese una corriente de
pensamien to que, en los últimos años, ha profundizado sobre todo en
el te ma de la alterna tiva al sistema de la justicia penal. Esta corrien te
se ha formulado las siguientes pregun tas: ¿q ué respuesta se le da a la
criminalidad por fuera del recurso del siste ma de las leyes penales?;
¿q ué medida preve ntiva se puede utilizar que no sea la ilusoria del
sistema penal?

El desarrollo teó rico anterio rmen te indicado tiene una cierta


cor respon dencia -en lo que respecta al desplazamiento del enfoque
preven tivo de la reacción penal poste rior a la infracción a formas de
prevención no penales, ante riores a la infracción- con una línea
directriz presen te en las estrategias policiales y gubern amentales en el
último decenio. Sin emba rgo , es reciente y todavía relativamen te
"abierto" lo que desde hace unos años lleva el nomb re de "nueva
prevención" (nouvelle preve ntion ).
Los elementos que caracte rizan a esta renovación en la teoría y
prác tica de la preve nción "pro activa" (pa ra distinguirla de la "reactiva" ,
propia de la pena) son sobre todo dos: por un lado, el ingreso de la
comunidad local en esta estrategia y, consecuente me nte , la pluralidad
de organismos que participan en el nivel local y nacional. Esto
significa que el liderazgo no correspon de auto má ticame nte a los
cuerpos de policía, aunque este nuevo movimien to ha surgido, en parte
desde una reflexión en el interior de aquélla. Por otro lado, la
extensión de las acciones preventivas no está limitada a las variables
situacionales y sociales de infracciones a la ley penal, sino que
tam bién se dirige, por lo menos de modo potencial, hacia conductas y
situaciones no formal mente delictivas que se pueden calificar,
utilizando un término francés, como incivilités (conductas incivilizadas) .
La función de la prevención, y la poste rior organización de un
discurso científico intern acional sobre la misma, ha estado influida por
experiencias desarrolladas ante riormen te en Estados Unidos y Gran
Bretaña , así como por el desarrollo de experiencias realizadas en
Francia en los años ochenta.
De tal mane ra se lleva a cabo una compe tencia (o converg encia)
entre dos modelos; en el primero (modelo anglosajón y también
escandinavo), la iniciativa y el liderazgo corresp onden sobre todo a la
policía y a los ministerios del Interio r; en el segundo (modelo fra ncés) ,
la iniciativa y el liderazgo corresponde n a las comunidades locales y a
las orga nizaciones de las alcaldías.
Así, en Francia el movimiento surge sobre todo de la Comission des
Maires (Comisión de Alcaldes) y después del Conseil National des
Villes (Consejo Nacional de las Ciudades). En el nivel europeo la
entrada a escena de los responsa bles de las municipalidades en la
prevención del crimen se encuen tra representada por la constitución
del For um des Colectivités Locales Europennes pour la Securité
Urbairte (Foro de las Colectividades Locales Europeas para la
Seguridad Urbana) que, conjuntamente con la Federation Canadienne
des Municipalités y con la Mayor's Confere nce of the United States,
tom ó la iniciativa de convocar la Primera Conferencia Europea y
Nortea me ricana sobre la Prevención de la Delincuencia, que se celebró
en octub re de 1989 en Mon treal. En noviemb re de 1991 se llevó a
cabo en París la segunda confe rencia intern acional, la cual se hizo
extensiva también a África y a Australia. Ésta estuvo prece dida por un
seminario de quince expertos que a finales de mayo de 1991
interca mbia ron experiencias de sus respectivos países y prepararon los
tem as para las ponencias de la confe rencia, en la cual actua ron como
comité científico. En nomb re de este comité, Philippe Robert presentó
un informe científico en la segunda conferencia, en el cual se define
que la prevención "está dirigida a reducir la frecu encia de ciertos
compo rtamien tos, criminalizados por la ley general, pero también las
incivilités, que no representan siempre un delito, pudiendo recurrir a
soluciones distintas a la sanción penal".
Hay tres niveles de prevención: el prima rio, cuando se actúa sobre
los contextos sociales y situacionales para evitar que se favorezca la
delincuencia y para procu rar condiciones favo rables a comporta mientos
legales; el secunda rio, dirigido específicamen te a evitar a que se
come tan infracciones e incivilités; el tercer nivel, cuando la prevención
se encuentra orienta da a evitar la reincidencia.
En lo concerniente a los destinata rios, se distinguen los program as
de prevención dirigidos a los infractores potenciales para que éstos se
absteng an de comete r las infracciones o, por el contra rio, a las
víctimas potenciales para procurar hacerlas menos vulnerables.
Una distinción posterio r estaría dada, por un lado, entr e
operaciones, especificas que se dirigen a disminuir la frecue ncia de
ciertos comporta mientos delictivos y, por otro, operaciones genera rles,
que estarían dirigidas hacia el contexto social, cultural y económico,
para favorece r la adopción de normas de comporta miento confo rm es
con la ley.
Combinando estas distinciones se alcanza la división funda men tal
entre (los modelos de interve nción: el modelo situacional y el modelo
social. El primero, que prevalece en Holanda y en los países
anglosajones y escandinavos, y está basado en intervenciones
especificas dirigidas principalmen te a las víctimas potenciales, a la
seguridad de los edificios v del ambien te, y tienen un ejemplo típico
en el neighbou rhood watch (vigilancia de barrio); en este modelo suele
presen ta rse una hege monía de los organismos policiales sobre los
demás . El segundo modelo , el de la prevención social, trata en
cambio de modificar con programas generales las condiciones de vida
en ambientesde te rmin ados, por ejemplo, en un barrio, de manera que
aumen ten las oportu nidades de comporta mientos confo rmes con la ley
y disminuyan las de compo rtamien tos ilegales. En este modelo, que se
nutre en especial de las experiencias francesas de los años ochenta, y
que influyen en Australia y Canadá occidental, la hegemonía en la
dirección de los prog ra mas correspo nde a organismos de la comunidad
local.
No obstan te esta distinción de los modelos ideales, resulta que para
un mejor desarrollo de la nueva prevención sería necesaria una buena
combinación de las inte rvenciones correspondien tes a ambos modelos,
a fin de evitar los dos excesos típicos de las actuales políticas de
prevención : de especialización y de generalidad.
Los sectores hacia los cuales se dirige principalmente la nueva
prevención son el de la delincuencia juvenil, el de la reincidencia y el
de la drog adicción. El resumen de la discusión en el seminario que
antecedió a la conferencia de París pone en evidencia, de modo
par ticular, los límites notables y las contradicciones que han
carac terizad o, hasta el momen to , el desarrollo de este movimiento.
Ante todo, se ha observa do una persisten te limitación de los prog ra mas
en los objetivos "clásicos" de la prevención (hu rto , robo, agresión
física) . Los prog ramas, entonces, como dice un texto censurado de la
introducción a la confere ncia de París, "dejan de lado la delincuencia
oculta y la delincuencia más cercana a los poderes económicos y
políticos".
Se debe considera r tam bién el problema de la perce pción de la
inseguridad ciudadana y del efecto que producen los medios de
comunicación de masas, que subraya n las distinciones que
carac terizan la imagen de la criminalidad difundida en la población, la
cual no corresp onde a los datos científicos disponibles. Por lo tan to, el
conocimiento de las actitudes, las deman das de pena y las
dimensiones del miedo a la criminalidad tienen que considerarse como
un objeto de estudio en sí mismo , y no como un índice válido de
delincuencia.
Es cierto que, hasta el presente, la nueva prevención tiene la
tendencia a converti rse en una extensión del control estatal, en lugar
de ser una sustitución parcial del sistema rep resivo de la justicia
punitiva. También es cierto que, en sus formas y sus objetivos
actuales, este movimiento rep roduce la selectividad propia del sistema
de la justicia criminal: defiende más a los ricos y controla más a los
pobres . Asimismo , la política de prevención extrapen al puede fallar,
como ha sucedido con la política penal en el desarrollo de sus
funciones instrumentales (de control real de los conflictos, de defensa
de los derechos de los individuos y de los grupos) y queda rse solo
adelantand o las funciones simbólicas, de capitalización de consenso
populista por parte de los políticos. También la nueva prevención, al
igual que la vieja justicia criminal, puede entonces desempeña r su
papel en una política como espectáculo , es decir, en la tecnocracia del
poder , en lugar de ser expresión de democracia, o sea de la
autoo rga nización de la respuesta pública a las necesidades por parte
de quienes son sus verdade ros portado res.
No obstan te , hay potencialidades de desarrollo más positivo, en el
sentido de una defensa de los más débiles contra los más fue rtes, de
un control democrá tico de las situaciones problemá ticas;
potencialidades que quizá se puedan resca tar, especialmen te si los
esfue rzos realizados en pro de una nueva prevención se orientan hacia
el modelo antes denominad o "francés" , privilegiando la prevención
social con respecto a la situacional y buscando también, y sobre todo
en la preve nción social, un alto grado de especificidad. La
especificidad no es necesariame nte exclusiva de la prevención
situacional, y la generalidad no es inevitable en la prevención social.
Se puede hablar ta mbién de prevención social en té rminos muy
específicos.
La especialización en la intervención no debe limitarse a
intervenciones dirigidas a la microcri minalidad, a la delincuencia
juvenil, a la delincuencia relacionada con la droga , como, de modo
declarado , se ha hecho en Francia.
Sostengo, por el contrario , que debe existir la posibilidad de hacer
una diferenciación entre todos los campos de la criminalidad. Pienso
que los elemen tos específicos de una prevención que no sean
me ram ente de tipo situacional se pueden experimen ta r confrontándolos
con la macrocri minalidad y con el crimen organizado y la corrupción,
más aún si se piensa que hoy esa misma microcriminalidad puede
prospe ra r insertad a en un tejido macrocri minal.
En la medida en que se aplique el método de difere nciación de las
intervenciones con respecto a la natu raleza específica de los
proble mas, por medio del análisis será posible evitar, al menos
parcialmen te, que el control local de las infracciones se convierta en
un me ro desplazamiento de éstas desde las áreas controladas hacia
otr as.
Pero, sobre todo, quisiera subraya r una hipótesis que, en parte,
alimen ta mi "pesimismo activo" en esta materia , o mejor dicho, mis
ilusiones. Si la selectividad y la desigualdad de clase, a la luz del
análisis sociológico y de la larga experiencia histórica, parecen ser
estr uctu rales en el sistema de la justicia criminal tal como lo
conocemos, en lo que se re fiere a la nueva prevención esta
selectividad que estamos observand o se puede considera r todavía
contingen te, es decir, existe pero igual podría no existir.
Esta hipótesis no se deriva de un exceso de optimismo respecto a
la situación actual del movimiento , sino que depende del hecho de
que hoy éste tiene como característica ideas y políticas que lo torn an
un movimiento aún relativamen te "abierto".
Se tra ta , en primer lugar, de la pluralidad de organismos locales y
nacionales, esta tales, comunita rios y privados, que participan y
pueden participar; en segundo lugar, se trata del importante papel que
cumplen las iniciativas locales; en tercer lugar, de la dinámica del
discurso científico dentro del movimiento mismo y sobre él.
En un pronóstico "realista" de desarrollo el peso de las diferencias
de poder y de propiedad entre los grupos sociales interesa dos en la
nueva prevención resulta demasiado elevado; sin emba rg o, esos
elementos permite n afirma r que las estructuras de este movimiento
aún no se encuentran fijas, de modo que todavía resulta posible tra tar
de imprimir otras pautas y de contrarre star ese peso por medio de una
mayo r participación democrá tica, de la energía ético-política y de las
indicaciones técnicas prove nientes del discurso científico, mientras
éste no se encuentre a merced del statu quo de la política
tecnoc rática

EL FU TURO DE LA CRIMINOL OGIA Y EL MODELO INTEGRADO


DE LAS CIENCIAS PENALES

En las prime ras décadas de nuestro siglo la criminología positivista


se afirm a como teo ría etiológica del escrito y teoría tecnológica de la
política criminal, y como la más importan te de aquellas disciplinas
metajurídicas que, junto con la dogmá tica del derecho penal, concurr en
en la constitución de un "modelo integ rado de ciencia" del derecho
penal (la gesamte Strafrech tswissenschaft de Franz von Listz).

A partir de los años cuarenta en Estados Unidos y, en las décadas


sucesivas, en Gran Bretaña y después en Europa continen tal, se
comienza a contrastar el predo minio de la criminología positivista y,
más en general, del paradigma etiológico en la sociología de la
desviación, gracias a la intro ducción y el desarrollo de un para digma
alterna tivo, cuyo origen se encuentra sobre todo en el interaccionismo
simbólico y en el estudio de la etnometo dología . Como se sabe, este
paradig ma alterna tivo ( paradigma de la reacción social) ha puesto en
prime r plano, en el estudio de la desviación y de la criminalidad, los
mecanismos de definición y de etiquetamien to (institucionales e
inform ales) y, por consiguiente, el proceso de criminalización prima ria
(fo rm ación de la ley penal) y secundaria (aplicación de la ley penal).
De esta mane ra, entraba en crisis en Europa, por lo menos, a par tir
de los años sesenta, el modelo integrad o de la ciencia penalística que
había sido construido por Von Liszt. Según la "nueva" perspectiva , la
sociología criminal no es más una ciencia auxiliar de la dogmá tica
penal y de la política criminal oficial: su punto de vista deja así de ser
interno para convertirse en exte rno al sistema de la justicia criminal.
El sistema de la justicia criminal se convierte en el objeto de un saber
que se aleja cada vez mas de la criminología tradicional y se aproxima
a una teo ría y una sociología del derecho penal, ambas en el sentido
amplio de la palabra , para referi rse no sólo a los procesos
institucionales de criminalización sino ta mbién a los informales, como
las reacciones de la opinión pública y "publicada", y hacerse
extensivas, al menos potencialmen te, a la dogmá tica del derecho
penal, considera da en su papel de instancia constitu tiva del sistema .
En los años sesenta y ochenta la teo ría , la sociología y la historia
social de la justicia criminal han realizado un detenido análisis de las
diversas instancias u organismos del sistema de justicia penal (policía,
ministerio publico, jueces, funcionarios de prisiones, etc.) o de los
mecanismos de la opinión pública y publicada que constituyen el
ambiente social del sistema y que se hallan en interacción con éste. El
resultad o, si lo consideram os de acuerdo con "Ias pro mesas de la
mode rnidad" , fue en esencia habe r destacado el déficit del sistema en
compa ración con tales pro mesas.
El modelo integrad o de la ciencia penal que resulta del concurso de
dogmá tica, teo ría y sociología del derecho penal, citando el
compon ente criminológico no correspo nde más al paradigma etiológico
sino al paradigma de la reacción social, es diferente del modelo de Von
Liszt de la gesamte Strafrech tswissenschaft, porque el punto de vista
de la nueva criminología ya no es intern o del siste ma, y en este sentido
auxiliar, sino exte rno a él. Lo ante rior significa que las definiciones del
compo rtamien to criminal elaboradas por las instancias del sistem a
(legislación, dogmá tica, jurispru dencia, policía y sentido común), no se
tom an como punto de partida sino como problema y objeto de
averiguación, y se las estudia en el contexto más general de la teor ía,
de la historia y de análisis contemporáneo de la estructura social.
Ta mbién en este caso, aunque considerando las notables
diferencias epistemológicas debidas al cambio de paradig ma en la
teo ría y la sociología del derecho penal, el discurso científico que
resulta del empleo del modelo integ rado corresponde a un canon de
interdisciplinaridad que, de acuerdo con los fines del presen te
discurso, esta definido como canon de interdisciplinaridad "interna" .
Defino como interna la interdisciplinaridad que se lleva a cabo cuando
una disciplina acadé mica o un complejo integrad o de disciplinas
académicas concurre n sobre un único objeto (en nuestro caso el
derech o penal), y seleccionan y organizan dentro del propio discurso
resultad os provenien tes de otras disciplinas académicas, man teniendo
la autono mía estraté gica y la hegemon ía del propio saber específico
en compa ración con aquéllas.
Se tra ta de una interdisciplinaridad tal que realice un modelo
integra do de ciencia del derech o penal, como el que aquí planteam os,
que utilice los necesa rios conocimientos de teo ría , historia de la
sociedad, psicología social, politología, teoría de la argumen tación,
ética social, cte. La connotación y los contenidos de ese discurso
interdisciplinario se encuentran determinados también por la
intervención , en el núcleo de partida del discurso (un saber jurídico -
penal integrado ) de la criminología "crítica" en la dimensión hasta aquí
considerada : la dimensión de la definición o de la reacción social.
El discurso científico que resulta de la interdisciplinaridad interna
hace posible un control que también denomina ré "interno " al sistema de
justicia criminal. Se tra ta de un control formal y jurídico sobre la
cor respon dencia entre los principios de igualdad, de libertad y de
legalidad, y otros principios del derecho penal "liberal", por medio de
los cuales se ha traducido la "pro mesa" de la modernidad . Por otro
lado, deno mino "exte rno " el control basado en crite rios de justicia
material y políticos, que se refie ren a los efectos externos al sistema ,
es decir, la selección y la defensa de los bienes jurídicos mediante el
control de compo rtamien tos y de situaciones problemá ticas: la relación
entre beneficios costos sociales de su intervención .
El discurso científico que puede asumir la función de control
"exte rno" del sistema de la justicia criminal no prese nta un objeto
homog éneo como ocurre en el caso del control intern o. Las
situaciones gestadas por el sistema de justicia criminal constituyen un
universo de eventos hete rogé neos y con límites móviles. Su único
elemento común es el de ser previstos, en un determinado tiempo y en
una determinada sociedad, como objetos de la interve nción del
sistema. La negatividad social de las situaciones y la posibilidad de
relacionarlas, por medio de mecanismos sociales de atribución, a la
acción de un sujeto individual (como lo ha demostrado Hart) no pueden
considera rse como elemen tos discriminantes, ya que se han producido
muchos casos de intervención del sistema de justicia criminal en los
cuales la negatividad social o su imputabilidad a las acciones
criminalizadas fueron puestas en discusión por amplios sectores de la
doctrina y de la sociedad, y porq ue estas dos características son
verificables en situaciones y comporta mientos objeto de intervención
de otr os sistemas de control social.
Si no seguimos la teo ría del "delito natu ral", es decir, la que se
refie re a la existencia de la criminalidad como una cualidad ontológica
de comporta mientos o de sujetos, independiente de los mecanismos
sociales de definición y de atribución, resultará evidente la movilidad
de los límites y la heterogeneidad del universo de los comporta mientos
criminalizados. Chapman ha observad o que para casi todos los
compo rtamien tos definidos como criminales existen compo rtamien tos
sociales análogos que no son objeto de tales definiciones. Por otro
lado, debe mos toma r en consideración que para casi todas las áreas
proble máticas que presen tan "relevancia" penal el siste ma de justicia
criminal no es exclusivo, sino que, en general, concurre con otros
sistemas de control -preventivo o reactivo - creados por instituciones
del Estado o de la sociedad civil. Mientras normalmen te la
compe tencia multiagencial puede considerarse como una indicación
opor tuna de política social, la exclusividad o la prioridad de un siste ma
de intervención en comparación con otros no puede jamás deducirse,
como una indicación necesaria, de la "naturaleza" de las diversas
situaciones proble máticas.
Ahora bien, si ponemos atención al propósito de evaluar las
políticas existentes y de elaborar nuevas políticas de control de las
situaciones proble máticas o socialmente negativas (así definidas según
el punto de vista de los sujetos implicados, o según criterios de justicia
material basados en teorías consistentes de las necesidades, los
bienes jurídicos y el control social), la refe re ncia al actual sistema de
la justicia criminal no permite ni siquiera una definición científica men te
utilizable del universo de las situaciones y de los compo rtamien tos
"criminales". En efecto , esta re ferencia no resulta exclusiva ni
tam poco necesaria desde el punto de vista ontológico.
Este tipo de dificultades condicionan, directa o indirectamente, el
actual debate sobre el "futu ro" de la criminología y han hecho surgir
graves problemas epistemológicos, todavía sin respuesta , que están en
el centro de una crisis (¿se rá ésta , sin embargo, una crisis de
desar rollo?) de la criminología crítica. Esta crisis se manifiesta
cuando, a partir de la dimensión de la definición, pasamos a considera r
la dimensión compo rtamen tal. En el prime r caso el objeto de su
discurso es el sistema de justicia criminal. En el papel de una teoría y
sociología del derecho penal, la criminología crítica concurre, en la
dimensión de la definición, en la realización del modelo integrado de
ciencia jurídico -penal, entendida en su función de control "interno" del
sistema de justicia criminal. En su dimensión comporta me ntal, en
cambio, el objeto del discurso, de la criminología critica es el
"re fer ente material" de las definiciones de criminalidad -actuales o
potenciales- ; más en general, las situaciones problemáticas
relacionables con el compo rtamie nto de sujetos individuales.
A difere ncia de lo que ocurre en el caso de la dimensión de la
definición, en el caso de la dimensión comporta me ntal el universo de
los hechos objeto de la criminología, tanto de la tradicional como de la
crítica, no presen ta límites estables ni tampoco existe homoge neidad.
Homogeneidad puede haber entre áreas problemá ticas, como las
lesiones patrimoniales, las físicas y aquellas que afecten el honor ,
cor respon dientes a la criminología tra dicional, y fenome nologías
específicas de la sociedad posindustrial, tales como los daños
ecológicos, el crimen organizado , la corru pción administra tiva, los
riesgos tecnológicos, el trá fico de drogas, la inseguridad en el tránsito
y la transmisión del SIDA. Es decir, entre las fo rmas singulares de
criminalidad tradicional y las diversas formas de la "nueva"
criminalidad.
En el caso de la dimensión de la definición, la teoría y la sociología
del derecho penal y el discurso integrad o de la ciencia jurídico-penal,
en el cual éste se inserta , poseen un objeto que justifica
epistemológica mente su autonomía y su compe tencia para seleccionar
y organiza r, en el interior del propio discurso, elemen tos de saber
específicos diferen tes (inte rdisciplinaridad interna ).
El caso de la dimensión compo rtamen tal resulta diferen te , ya que
cuando la criminología y el discurso integra do de la ciencia jurídico-
penal se dirigen a las situaciones problemá ticas cumpliendo la función
de control "exte rno" del sistema, la re ferida autono mía y compe tencia
dejan de existir. En este caso, cada una de las áreas problemáticas
diferenciables en el universo de hechos objeto del discurso necesita,
más que nada, la contribución convergen te de disciplinas académicas y
de conocimientos especializados distintos para cada área, sin que
ninguno de ellos pueda por principio, ejerce r una función hege mónica o
una sobre la compe tencia de los otros. A esta fo rma de convergencia
compe tencia, entre disciplinas académicas y conocimientos específicos
con compe tencia paritética la denomino "interdisciplinaridad exte rna" .
Se trata de una agre gación que no varía seriame nte en función de la
natu raleza de los problemas que se deben controlar científica men te,
sino también de la dinámica de las áreas disciplinarias y de la
percepción de los proble mas por parte de los actores sociales
políticame nte responsables en la determinación de las estrategias y de
las tácticas de control.
La concepción de esta forma de interdisciplinaridad, su empleo para
el control científico de las situaciones socialmente proble máticas
relacionables con las acciones de sujetos individuales, así como para
el control exte rno del sistema de la justicia criminal, presup onen
teo rías sobre la división y la organización del académico y sobre la
interr elación entre el tra bajo acadé mico, la políticas y la sociedad civil,
que se refie ren a la función de la ciencia en el proceso de interacción
con la sociedad, de acuerdo con el modelo democrá tico. En este
contex to la hipótesis que me permito sostene r es que el control
"exte rno" del sistema de justicia criminal y una política consistente de
control de las situaciones socialmente problemá ticas relacionables con
el compo rtamie nto de sujetos individuales requieren la participación de
la ciencia integrada del derecho penal en un tejido de redes de
converg encia de conocimientos -redes diferenciadas y móviles- en
concord ancia con los cánones de la interdisciplinariedad "extern a".
Sostengo que no existe futu ro por una disciplina -una
"criminología "- que preten da cerrar dentro su propia gramática todas
las dimensiones comporta rmen tales de la cuestión criminal, es decir,
todas las situaciones de violencia y de violaciones de los derechos, de
proble mas y conflictos sociales que se refiere n a ésta .

Dentro de su gra mática particular, la criminología sólo puede


ofr ecer una representación artificialmente sistemática -frag me nta ria, de
hecho- de las variables de las situaciones y de su contexto, mientr as
que para la construcción de respuestas sociales coordinadas y
cohere ntes -adecuadas a la complejidad de la realidad- sería necesario
considera r, simultáne amente, el mayor número de variables, una ta rea
no adecuada a las posibilidades heurísticas y hermené uticas de una
disciplina singular.
La criminología , como cada una de las disciplinas jurídica ,
sociológica, psicológica y política consideradas de mane ra aislada,
puede favo rece r sólo respuestas aisladas y contribuir, en el recíproco
aislamiento de las correspondien tes comunidades científicas, a la
institucionalización del aislamiento, también recíproco, de los
diferen tes organismos del Estado y de la sociedad civil, que en
realidad actúan sobre frag men tos de los diversos problemas sociales,
cada uno en un momen to distinto de la secuencia tempo ral que le es
típica.
En relación con la denominada dimensión comporta men tal de la
cuestión criminal, epistemológica y "políticamente" legíti ma, puede ser
sólo un nuevo discurso que sea transve rsal a la división académica del
tra bajo científico , un discurso cuyo portado r sea un sujeto colectivo
que resulte de la participación de actores provenientes de comunidad es
científicas distintas. Sólo un discurso tal y un sujeto tal pueden
produci r un saber social orientado al modelo democrá tico de la
interacción entre ciencia y sociedad y, por lo tan to, a las necesidades
reales de los ciudadanos.
Al poner en práctica el principio de la interdisciplinaridad (o
multidisciplinariedad) "exte rna ", este nuevo saber podrá , al mismo
tiempo , administra r la contribución de las diversas disciplinas y
contribuir, tanto dentro como fue ra del medio científico, a la
rep resen tación política de aquellas necesidades. Superando la
"cuestión criminológica" por medio de la negación de la criminología
como ciencia natu ral de compo rtamien tos y de individuos infracto res ,
este nuevo saber, cuya potencialidad ya se puede advertir hoy
(piénsese tan sólo en los aspectos más avanzados de la "nueva
prevención" y las políticas integradas que se están experimen tan do en
proyec tos comunales y regionales de seguridad urbana ), puede ofrecer
una respu esta novedosa a la "cuestión criminal; una respu esta que no
sólo produzca una política criminal alternativa dentro del universo de
las ciencias penales y del sistema de justicia criminal, sino también -y
sobre todo- que pueda movilizar una política multiagencial alternativa a
la política criminal misma .
De esta forma es posible restituir a la respuesta punitiva el espacio
residual y el papel frag men ta rio que le pertenecen, de acuerdo con los
principios constitucionales del Estado social de derech o, sin descuidar
la tutela de ninguna de las necesidades reales de los ciudadanos.

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