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La década de los 70 sacudió terriblemente las dinámicas sociales y políticas de América

Latina, muchos gobiernos se caracterizaron por la implementación sistematizada de la


represión en todas sus escalas y modalidades en contra de la población que tuviera posturas
políticas distintas a la de quienes detentaban el poder.

De naturaleza golpista como son los casos de Argentina y Chile, otros “institucionalmente”
instaurados, crearon verdaderas escuelas de terrorismo, atentando contra toda posibilidad de
desarrollo democrático e ideológico.
Comité Eureka
Las grandes injusticias y los rezagos sociales, así como el desarrollo de algunos grupos al
amparo de las instituciones, fueron variables dignas de observación por grandes pensadores
y entusiastas jóvenes que veían en otras regiones del mundo la posibilidad de aspirar a
sociedades más justas y equitativas.

El triunfo y el desarrollo de la Revolución Cubana ha sido sin duda un referente para la


mayoría de las organizaciones sociales que en la llamada Patria Grande se han
desencadenado. Se manifestó así que otras formas de estructuración nacional son posibles.

Por otro lado, en México hubo condiciones específicas que provocaron un sinnúmero de
corrientes de pensamiento y acción. Estas anhelaban cambiar los esquemas de Estado y
gobierno, aspirando a una sociedad con posibilidades de verdadera libertad y justicia social.

Aunque desde 1965 se dio en Ciudad Madera Chihuahua lo que se considera el primer
levantamiento guerrillero, se podría decir que 1968 ha sido el triste parte aguas que sacudió
la vida política de la izquierda en toda la nación. El entonces presidente de la República ,
Gustavo Díaz Ordaz, implementó una política de total represión contra una lucha social
pacífica, que crecía a la vez que puntualizaba una serie de demandas inherentes al respeto de
la vida estudiantil. El Movimiento del 68 aglutinó integrantes de todas las escuelas de la
capital del país, pero también logró extenderse a otros estados, y se expandió de tal manera
que integró una gran cantidad de personas de todos los sectores: amas de casa, obreros,
maestros, profesionistas, intelectuales, etcétera.

La noche del 2 de octubre la plaza de las 3 culturas se vio manchada de sangre, cientos de
personas murieron por las balas del ejército mexicano y el batallón Olimpia, otras muchas
fueron encarceladas y torturadas.

Tales hechos, si bien sembraron terror en algunos sectores de la población, en otros llevaron
a replantear las posibilidades de aspirar a verdaderos cambios sociales a través de la creación
de una nueva vida política e institucional en la Nación.

Ante la negación del Estado a la participación democrática, surgieron así una serie de
grupos políticos, que en mayor o menor escala utilizaron la guerrilla como un instrumento
para aspirar a sus objetivos.

A partir de esto, el gobierno a través de sus distintos aparatos y operadores, omitió toda
posibilidad de encontrar soluciones políticas, en su lugar emprendió la creación del mayor
aparato represor nunca antes visto, violando sistemáticamente el estado de derecho.

La desaparición forzada, el asesinato, la tortura, las golpizas, fueron prácticas que el


gobierno generalizó hacia los movimientos y organizaciones sociales, como lo fue en 1971
el “Jueves de Corpus”, pero también hacia toda persona sospechosa de participar en la
lucha, incluyendo a familiares de luchadores y activistas.

El 18 de abril de 1975, a manos de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), una policía


anticonstitucional que fue creada por el gobierno para reprimir, fue detenido-desaparecido
en Monterrey, Nuevo León, Jesús Piedra Ibarra, estudiante de medicina, a quien su ética y
bien cimentados criterios de justicia llevaron a buscar una formación ideológica,
integrándose así al grupo guerrillero Liga Comunista 23 de septiembre. Desde entonces su
familia, pero especialmente su madre, Rosario Ibarra de Piedra, se dio a la tarea de buscarlo y
reclamarlo a las autoridades mexicanas.

En esa búsqueda Rosario se encontró con otras madres con el mismo reclamo: la
presentación con vida de sus hijos.

Así fuimos conformando un grupo organizado, integrado por familiares de los


desaparecidos, que desde 1977 se conoce como Comité Pro-Defensa de Presos Perseguidos,
Desaparecidos y Exiliados Políticos de México, hoy Comité ¡Eureka!

En agosto de 1978, mediante una histórica huelga de hambre en la Catedral de México,


arrancamos al gobierno de José López Portillo una amnistía para los presos políticos.

Un año más tarde nació el Frente Nacional Contra la Represión (FNCR), el cual aglutinó a
54 organizaciones. Su lucha sin precedentes logró que el gobierno de José López Portillo
empezara a liberar desaparecidos.

A pesar de las amenazas e intimidaciones, muchos de los desaparecidos – encontrados


tuvieron el valor para dar sus testimonios. En ellos narraban cómo habían sido sus
detenciones, los lugares a los que habían sido recluidos, las condiciones, pero la
información que resulta invaluable se refiere a los otros desaparecidos que vieron con vida
en las cárceles clandestinas. Así, el movimiento ha tenido mayores elementos para continuar
exigiendo al gobierno la libertad de los desaparecidos.

A la fecha, gracias a esta lucha han sido liberadas 148 personas. Sin Embargo, a la fecha en
el Comité ¡Eureka! tenemos registradas 557 desapariciones, que desde 1969 han aumentado
la lista sexenio a sexenio.

Somos una organización que no busca venganza sino verdad y justicia, asumimos nuestra
lucha de manera ética, construida desde una valoración de la vida y la condición humana. Si
algún hijo de cualquiera de los represores fuera desaparecido, lo buscarían porque no somos
iguales, porque la desaparición va contra nuestros principios y el mundo al que aspiramos, y
porque queremos acabar con los crímenes de lesa humanidad. Tenemos muy clara nuestra
obligación de actuar con responsabilidad histórica.

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