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CIUDADES INVISIBLES: LOS CAMPAMENTOS DE

REFUGIADOS SAHARAUIS DE TINDUF.


Francisco Fernández Santamaría
Departamento de Geografía y O.T.
UCLM

“A falta de una solución política del conflicto de


descolonización del Sahara Occidental, los saharauis de los
campamentos de refugiados permanecen bloqueados en la hamada
de Tinduf. Presos del espacio, aparecen hoy como víctimas de una
forma de genocidio perverso, que podríamos denominar «genocidio
del interior», ya que la única violencia aparente que les es impuesta
es la de estar encerrados en el tiempo. Condenándolos a la
inmovilidad, Marruecos utiliza el tiempo contra ellos con la
esperanza de que éste los destruya” (Sophie Caratini)

El presente artículo no pretende ser un trabajo de carácter científico en sentido


habitual, ya que resulta de una mezcla entre realidad y ficción y se aleja tanto de las
minuciosas descripciones de los geógrafos regionalistas como del rigor neopositivista. No
obstante, si quiere ser un artículo geográfico, en el sentido de que aspira a construir un cierto
sentido del lugar (identidad del lugar) a partir de las poderosas ficciones urbanas elaboradas
por Italo Calvino, de algunos hechos históricos y de las observaciones personales recogidas
sobre el terreno.
En este trabajo intentaré dar forma a una serie de reflexiones surgidas de mis
impresiones recogidas en diferentes viajes a los campamentos de refugiados saharauis de
Tinduf. (bien es cierto que muchas de estas primeras impresiones han ido cambiado su
significado con el paso del tiempo...)
Cuando se visitan por primera vez los campamentos de refugiados de Tinduf, una
vez superado el primer impacto que produce un entorno tan hostil en el visitante, se intenta

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descifrar la realidad y dar un significado a lo que nos rodea. En mi caso, una de las imágenes
que acudieron a mi mente fue las de las “Ciudades invisibles” de Italo Calvino, cuyas
parábolas urbanas parecen por momentos más reales que imaginadas. En esta conocida obra,
el autor reflexiona sobre las ciudades y su futuro construyendo una ficción en la que Marco
Polo relata sus viajes a Kublai Khan, el emperador mongol.

I
Para situar en su contexto estas ciudades sin historia es preciso, paradójicamente,
hacer un poco de historia, por más que esta sea suficientemente conocida. El extremo
occidental del Sahara fue colonizado por España en el siglo XIX, aunque la penetración
hacia el interior del territorio desértico fue mucho más tardía, coincidiendo con el
descubrimiento de las importantes minas de fosfatos de Bucraá. La metrópoli mantuvo el
dominio del territorio sahariano hasta 1975, esquivando las sucesivas resoluciones de
Naciones Unidas sobre la descolonización del mismo (llegando incluso a otorgarle el status
de provincia) y reprimiendo los primeros movimientos independentistas1. El 14 de
noviembre de 1975, tras el conocido episodio de la “Marcha Verde”, se firman los acuerdos
de Madrid por los cuales se cede el territorio de la colonia a Marruecos y Mauritania. Pocos
meses más tarde se produce la retirada efectiva de España del territorio. Es entonces cuando
una buena parte de la población saharaui huyó al exilio como consecuencia de la represión
ejercida por Hassan II. Los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, levantados en
terrenos cedidos por Argelia, nacieron de la urgencia y de la improvisación del exilio para
cobijar a quienes huían del acoso de las tropas marroquíes que acababan de ocupar el
territorio de la antigua colonia española.
A las primitivas jaimas de lona que albergaron de forma precaria a la población se
fueron sumando con el paso de los años rudimentarias construcciones de barro con un
carácter menos provisional que aquellas, a la vez que se ponía en marcha la organización de
los servicios esenciales de un estado en el exilio, formando verdaderas ciudades, que
albergan hoy un importante contingente de población, estimado en torno a 150.000
personas. Como señala Alejandro García (2001, 33), el Sahara ha sido desde siempre un
ámbito en el que las ciudades han surgido y desaparecido, a veces sin dejar apenas huellas,
unas veces tragadas por el desierto, otras destruidas por los hombres...Sin embargo, él

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“Lo que pareció un proceso “natural” de descolonización del entonces “Sahara español” se encontró sin
embargo con dificultades al ser reclamado por Marruecos como parte del amplio territorio en el que los
sultanes marroquíes mantenían históricas relaciones jurídicas con las sociedades nómadas del desierto.”
(Gimeno, J.C., 2007, 10)

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mismo califica los campamentos de Tinduf como el fenómeno urbano más extraño surgido
en el desierto. No puede por menos que sorprendernos el hecho de que se levanten miles de
tiendas de campaña en uno de los medios más hostiles del planeta, la terrible hamada del
desierto argelino y, sobre todo, que hayan sido capaces de subsistir durante más de 30 años
en esas condiciones.
El paisaje primitivo de estos campamentos provisionales ha cambiado a lo largo de
los años, acompañando los cambios producidos en la situación política y social.
Probablemente, pocas sociedades hayan recorrido un camino tan largo en tan breve espacio
de tiempo en términos históricos: desde una sociedad nómada a una sociedad sedentarizada
por la fuerza de los hechos, pasando por una guerra y una revolución de corte socialista. La
aparición de pequeños negocios, propios de la economía informal comienza a provocar
diferencias sociales y la información que llega de fuera a través de las antenas parabólicas
ha cambiado la mentalidad de los más jóvenes...
Con el paso del tiempo, los primitivos campamentos de lonas, más parecidos
entonces a un gigantesco “frig2” beduino que a una ciudad (García, 2001), pueden
considerarse hoy en muchos aspectos, autenticas ciudades invisibles.
Las ciudades- escribe Italo Calvino- son un conjunto de muchas cosas: memorias,
deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de
historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también
trueques de palabras, de deseos, de recuerdos. (Calvino, 1972: 6)

II
Las ciudades invisibles no aparecen en los mapas. Así, el viajero que quiera dirigirse
a ellas, no encontrará mapa alguno en el que figuren y cuando crea haberlas encontrado, su
confusión será mayor por no hallarlas donde su nombre indica, sino en otro lugar diferente.
Los nombres, duplicados, de las ciudades invisibles, es decir de los campamentos del
refugio son los mismos que los de las otras ciudades que dejaron atrás quienes huían del
miedo: El Aaiún, la capital colonial española, Samara, la ciudad santa, Ausserd, Dakhla, la
antigua Villa Cisneros española….todavía permanecen en la memoria de quienes esperan
algún día regresar. Del mismo modo, cada uno de los distritos que componen el puzzle de
los campamentos lleva el nombre de alguna ciudad del Sahara Occidental. Esta “apropiación

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El frig beduino es un campamento de cierta extensión formando por la jaimas o tiendas pertenecientes a un
grupo tribal.

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semántica de la geografía” es considerada una estrategia para dotar de “significado a la
reubicación transitoria que suponía el éxodo” argelino (Gimeno, 2007: 26).

III
De este modo relata Marco Polo su reencuentro con un pastor a quien había
encontrado muchos años antes: un día caminaba entre ángulos de casas todos iguales: me
había perdido. Pregunte a un transeúnte: —Que los inmortales te protejan, ¿sabes decirme
dónde nos encontramos? — ¡En Cecilia, y así no fuera! —me respondió—. Hace tanto que
caminamos por sus calles, yo y las cabras, y no conseguimos salir... Lo reconocí, a pesar de
la larga barba blanca: era el pastor de aquella vez. Lo seguían unas pocas cabras peladas,
que ya ni siquiera hedían, tan reducidas estaban a la piel y los huesos. (Calvino, 1972: 64).
Viajando entre los campamentos, a través de la nada casi absoluta de la hamada, sin
que seamos capaces de encontrar ninguna referencia para la orientación, se tiene a veces la
sensación de estar realizando un viaje circular (como dice Paul Theroux cuando narra su
largo viaje en tren por América del Sur): el mismo paisaje en cada campamento, todos
intercambiables, las mismas casas, las mismas jaimas...

IV
Las ciudades invisibles carecen de trama urbana definida. El viajero que abre los ojos
al clarear el día en la ciudad de Smara, después de haber viajado algunas leguas hacia el este
a través de la espesa oscuridad del desierto, experimentará sin duda una sensación de
asombro y desconcierto. Poco a poco, la luz del día va dibujando perfiles en un espacio
inmenso que momentos antes parecía completamente vacío. Sin embargo, nada que nuestra
mirada pueda identificar como una ciudad, ya que carece de cualquier trama urbana
reconocible.
Un mal sueño para cualquier planificador urbano que habría trazado con lógica
impecable las líneas maestras de su crecimiento en la planicie desértica. Al fin y al cabo, la
hamada pedregosa de Tinduf debe de ser lo mas parecido a los espacios isotrópicos,
también imaginarios, en los que habrían colocado el centro y la periferia, los colegios y los
mercados, los edificios del gobierno y los de las mezquitas… Aquí todo es diferente, de tal
modo que “en cada lugar de esta ciudad se podría sucesivamente dormir, fabricar arneses,
cocinar, acumular monedas de oro, desvestirse, reinar, vender, interrogar oráculos. (...) El
viajero da vueltas y vueltas y no tiene sino dudas: como no consigue distinguir los puntos de
la ciudad, aun los puntos que están claros en su mente se le mezclan.” (Calvino, 1972: 19).

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El visitante intenta en vano seguir una dirección, encontrar una seña reconocible y
sin embargo, como en la Pentesilea de Calvino: hace horas que avanzas y no ves claro si
estás ya en medio de la ciudad o todavía afuera... (Calvino, 1972: 65)

1.-Imagen de satélite de un campamento saharaui obtenida de Google Earth

Sin embargo, no quiere esto decir que no exista una organización espacial, solo que
esta es difícilmente reconocible para nosotros. Cada una de estas ciudades provisionales
(wilayas) está integrada por un número variable de dairas (municipalidades), separadas unas
de otras por amplios espacios vacíos, la cuales a su vez se dividen en cuatro barrios. En el
interior de cada uno de ellos se sitúan las viviendas, dispuestas de forma desordenada, según
nuestra mirada.
Podría pensarse, observando el paisaje, que estas ciudades han crecido en círculos
concéntricos, como la ciudad de Olinda, en la que las viejas murallas se dilatan, llevándose
consigo los barrios antiguos, que crecen en los confines de la ciudad, manteniendo las
proporciones en un horizonte más ancho; éstos circundan barrios un poco menos viejos,
aunque de perímetro mayor y afinados para dejar sitio a los más recientes que empujan

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desde adentro; y así hasta el corazón de la ciudad: una Olinda completamente nueva que en
sus dimensiones reducidas conserva los rasgos y el flujo de linfa de la primera Olinda y de
todas las Olindas que han brotado una de la otra. (Calvino, 1972: 56)

2.- Vista de la Wilaya de Smara (F. Fernández Santamaría)

Así, mientras que en el centro de algunos de estos barrios aparecen habitaciones


“abandonadas” y casi arruinadas, por otras partes surgen cada poco nuevas construcciones,
dispersas al principio, una jaima, un patio de adobes, un corral de chatarras…después
algunas más, luego un colegio, tal vez un dispensario. Un nuevo barrio se agrega
sigilosamente a estas ciudades al ritmo del imparable crecimiento demográfico, sin que
nuestra mirada sea capaz de establecer donde acaba uno y comienza otro ni tampoco cuál
nació antes y cuál en segundo lugar…

V
Estas ciudades invisibles carecen de historia más allá de los 30 años de exilio. Como
apunta Calvino, podemos describir una ciudad enumerando de manera detenida sus medidas,
el número de sus casas y la amplitud de sus avenidas. Si embargo, advierte, esto sería como
no decir apenas nada: el tiempo teje hilos invisibles en el espacio de la ciudad: No está
hecha de esto la ciudad, sino de relaciones entre las medidas de su espacio y los
acontecimientos de su pasado: la distancia al suelo de un farol y los pies colgantes de un
usurpador ahorcado. (Calvino, 1972: 10)

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Tal vez de manera deliberada, los habitantes de estas ciudades han evitado estas
señas de identidad para no atarse demasiado a un lugar que no les pertenece y en el que no
quieren vivir eternamente, por más que la historia y la política se empeñen en demostrarles
lo contrario.
Las ciudades saharauis de la hamada parecen así carecer de toda historia: treinta y
tantos años de exilio son muchos para la vida de quienes lo sufren, sin embargo parecen
pocos para dibujar una identidad urbana de las ciudades de gentes acostumbradas a no
detenerse nunca.
El tiempo parece haberse detenido y un día es ya igual a otro día y este a su vez al
siguiente....solo algunas fechas señaladas, las que nombran los hitos de la revolución
saharaui, parecen querer romper esta monotonía....Todas ellas son fechas que se
corresponden con la creación de un tiempo nuevo que sirviera de nuevos referentes en la
nueva vida de los saharauis. Frente al tiempo ecológico en que vivían las tribus nómadas
saharauis, “los hijos de las nubes”, (...) y al tiempo colonial al que se refería la "nueva ley"
a la que se referían los poetas de las ciudades coloniales, el tiempo de la revolución es un
tiempo hecho de conmemoraciones de los momentos fundacionales y de las vicisitudes
seguidas por la lucha revolucionaria, y supone un cambio radical con la noción anterior del
tiempo, el tiempo de las tribus. (Gimeno, 2007: 25)

VI
Las ciudades invisibles desparecen tragadas por las tormentas de arena. El viajero
que al atardecer ansía llegar a la ciudad para buscar el reposo sufrirá una gran decepción,
pues aunque hace tiempo que la vista cree distinguir una delgada línea que delata su
presencia, el viento del desierto lo envolverá todo en una masa gris. El viento borrará los
caminos que poco antes parecían llevar a alguna parte…y parecerá que la ciudad se aleja
más cada vez que queremos acercarnos a ella.
El siroco, el soplo caliente y seco del desierto, es una de los suplicios que se sufren
con frecuencia en los campamentos. A menudo comienza con ráfagas, cada vez más
violentas, que termina por convertirse en un vendaval constante, cargado de polvo y arena
que ciega los ojos y abrasa la piel. Entonces hay que buscar el refugio de la jaima que por
momentos parece que va a salir volando. Al final, a veces después de varios días, el viento
amaina y todo queda cubierto por una espesa capa de polvo.
No es sin embargo esta la única amenaza del tiempo atmosférico. Paradójicamente,
también la lluvia es, en ocasiones, una maldición en el desierto. Con relativa frecuencia se

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producen fuertes tormentas. En la llanura de la hamada pronto comienzan a formarse
ramblas por las que corre el agua con fuerza arrastrando a su paso las jaimas y las pequeñas
construcciones de adobe se disuelven como terrones de azúcar. Entonces, las familias
amenazadas, con la ayuda de los vecinos se afanan, a veces inútilmente, en achicar el agua
con todo aquello que tiene a mano para intentar salvar sus escasas pertenencias. A veces,
como sucedió en 2006, la fuerza de la tormenta destruyó casas, colegios y dispensarios....
A veces, también el calor parece detener la vida. En mitad del día, cuando el sol cae
a plomo, es fácil tener la sensación de estar en una ciudad deshabitada. Casi nadie se atreve
a abandonar el refugio de la jaima y los pocos que lo hacen transitan como fantasmas por las
extensas explanadas que separan un barrio de otro. Un silencio espeso se abate sobre los
campamentos y las escuálidas cabras que deambulan entre las casas se tumban, casi como si
estuvieran aplastadas contra el suelo....

3.- Siroco al atardecer en Smara (F. Fernández Santamaría)

VII
Las ciudades invisibles desaparecen también por la noche. Para el visitante es una
sensación inquietante. La noche, sobre todo en luna nueva es profundamente oscura. La
ausencia de alumbrado público y las débiles luces de la jaima hacen imposible orientarse por
el entramado de construcciones y llegar a nuestro destino sin extraviarnos. Nunca dejará de
sorprenderme la seguridad con la que camina un saharaui en la oscuridad más absoluta....

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VIII
Podría fácilmente pensarse que estas ciudades, invisibles por ignoradas, son ciudades
imaginarias, como las que Calvino describe a Kublai Khan , sin embargo existen, crecen y
se transforman como cualquier otra... Están habitadas por seres también reales y en ellas se
mezcla la melancolía que asomo en los ojos de las mujeres con la alegría más franca. Quizá
como “en Raissa, ciudad triste, corre un hilo invisible que enlaza por un instante un ser
viviente a otro y se destruye, luego vuelve a tenderse entre puntos en movimiento dibujando
nuevas, rápidas figuras de modo que a cada segundo la ciudad infeliz contiene una ciudad
feliz que ni siquiera sabe que existe”. (Calvino, 1972: 62)

IX
Termina Italo Calvino la descripción de sus ciudades invisibles con un diálogo entre
Kublai Khan y Marco Polo. El final del viaje, a mitad de camino entre las ciudades utópicas,
todavía no nacidas, y las pesadillas urbanas que amenazan el futuro es para el Khan la puerta
misma del infierno. La aparición de una economía monetaria en los campamentos ha
generado incipientes desigualdades sociales. Desde entonces se asemejan – cada vez más- a
pequeñas ciudades del Tercer Mundo, con su carga de miseria y de desigualdades
flagrantes, de arrogancia y de frustraciones (Caratini, 2006: 14).Las ciudades invisibles se
debaten entre la utopía del ideal revolucionario y la desesperanza de un futuro cada vez más
incierto. Responde Marco Polo: El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es
aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando
juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el
infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y
exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del
infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio. (Calvino, I., 1972, 68)

Bibliografía

- CALVINO, I. (1972): Las ciudades invisibles, edición digital.


Disponible en http://www.librosgratisweb.com/pdf/calvino-italo/las-ciudades-invisibles.pdf

- CARATINI, S. (2006): “La prisión del tiempo: los cambios sociales en los campamentos
de refugiados saharauis”, Cuadernos Bakeaz nº 77. Edición digital disponible en
http://www.bakeaz.org/es/publicaciones/mostrar/47-la-prision-tiemp

9
- GARCÍA, A. (2001): Historias del Sahara: el mejor y el peor de los mundos, Madrid,
Ediciones de la Catarata.

- GIMENO, J.C. (2007): “Transformaciones socioculturales de un proyecto revolucionario:


la lucha del pueblo Saharaui por la liberación”. Colección Monografías, Nº 43. CIPOST,
FACES, Universidad Central de Venezuela.
Edición digital disponible en: http://www.globalcult.org.ve/monografias.htm

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