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DIALOGO EN TORNO A LA REPUBLICA

Norberto Bobbio y Mauricio Virola.


Kriteros Tusquets Editores. Rosa Rius Gatell, traductora.
1er Edición, 2002. Barcelona. 119 páginas.

En memoria de Noberto Bobbio

Lo más importante de la plática política que mantienen Bobbio y Vilori es que tiende a
involucrar activamente a los lectores en sus discusiones. En la Venezuela “quinto-revolucionaria” nos
identificamos tanto con los males de la república como con sus posibles soluciones. A esto se le llama
la magia platónico-socrática del diálogo, y que por cierto, nos recuerda la conversación que al inicio
de la “República” sostiene Sócrates con el viejo Céphalus. El viejo y consagrado Bobbio conversa con
el “nuevo Sócrates republicano” Vilori, profesor emérito de la Universidad de Pricenton.
Bobbio vivió una vida política muy activa tanto en el plano de las ideas como en el de la praxis,
pero por ninguna circunstancia se encuentra satisfecho con la situación política que amenaza al
espacio político italiano con el resurgimiento del neofascismo anticomunista del magnate de las
telecomunicaciones y profeta del neoliberalismo Silvio Berlusconi. Este líder millonario y carismático
es el símbolo de una nueva forma de organizar y ejercer el poder político que amenaza con barre las
bases de la República que se fundó en 1945. Con sus aciertos y desaciertos esta forma política tiene
sus méritos porque logró superar el trauma del fascismo y la frustración de la guerra. Berlusconi, su
maquinaria política y su idea de revivir los viejos ideales monárquicos, es el enemigo real a vencer
dentro de la realidad italiana. Pero en este ambiente lo malo es que no se encuentra ninguna alternativa
eficiente que pueda hacerle frente al peligro que acecha. En términos de Viroli sólo queda el ejemplo
histórico que la sociedad francesa le dio a una amenaza parecida cuando el ultraderechista Jean Marie
Lepen fue rechazado electoralmente por la unidad cívica de la nación francesa. Aquí, todos los
franceses sin distinciones ideológicas, sociales o políticas, se unieron cívicamente para “salvar a la
República” de la demagogia y el nacionalismo, males que acechan al resto de las democracias
europeas. Este es el hilo conductor de este polémico libro.
Por ironías de la vida intelectual, antes de morir Bobbio recibió su última lección de teoría
política. En todo momento Vilori lleva la dirección de la conversación y evita, a veces sin lograrlo,
distraerse del asunto que teóricamente más le importa, la crisis del republicanismo cívico en Italia.
Heredero de la tradición republicana atlántica (Skinner, Pocock, Petit) y la herencia maquiaveliana,
Vilori somete a Bobbio a un verdadero test intelectual, a tal fin que lo acorrala. No era tarea fácil
cercar a este veterano turinés, que una vez atrapado no le queda otra opción de apelar a su formación
intelectual y a los recuerdos de su actividad política. Reconoce que sobre el tema bajo discusión tiene
dos réplicas fundamentales: Una, que siempre ha asumido al republicanismo como una respuesta
utópica (un ideal que no existe en ninguna parte, un estado moral) y retórica (basada en la virtud de
los ciudadanos y el amor a la patria) y, por lo tanto; dos, del asunto es poco lo que realmente sabe.
Sorprendido ante tal afirmación, la respuesta y la estrategia de Vilori es clara, hacer que Bobbio acepte
la discusión como válida y necesaria. Para ello se plantea astutamente la tesis de convertir al viejo
turinés en un símbolo vivo y práctico (no teórico, a pesar de reconocer que en su formación los
republicanos han estado presente), del republicanismo. Esto va a ser una de las ideas básicas del
diálogo, unir ideológicamente las virtudes del republicanismo cívico (representado por Vilori) con el
socialismo liberal (representado por Bobbio) para “sanar” a la república como única alternativa válida
a la crisis y decadencia cívica representada por Berlusconi en Italia.
El diálogo presenta cierto equilibrio. El prólogo y los últimos apartados (7,8 y 9) guardan una
estrecha relación y se presentan como el corazón de la plática republicana en la propuesta de Vilori.
En los apartados 2,3,4,5 y 6 los temas tienen mayor contenido normativo (filosófico, jurídico y
religioso) y es donde Bobbio expresa mejor su vida política e intelectual.

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En el primer apartado, Viroli deja en claro el hilo de la discusión que se teje en torno a la idea
republicana de libertad política. Con una clara influencia de Philip Pettit, esta libertad debe
entenderse no como “ausencia de interferencias” (liberalismo) ni como sinónimo de autonomía
“darnos nuestras propias normas” (democracia) -ni negativa, ni positiva (Isaíah Berlín)-, sino como “la
ausencia de dependencia de la volunta arbitraria de una o varias personas” (republicana). Bobbio
mantiene una concepción clásica de República como simplemente una forma alternativa de gobierno
basados en tres ideales retórico y peligrosos: Virtud, amor y terror. Asumiendo que la política no es
otra cosa que la lucha por el poder, se pregunta el realista turinés: 1) “Virtud de los Ciudadanos”,
¿Son virtuosos los ciudadanos o es que acaso no se necesita el poder coactivo del Estado para
someterlos?. 2)”Amor a la patria”, o ¿es qué acaso este no era el lema favorito del fascismo (y el
jacobinismo francés) que dividió internamente a Italia y lo llevo a una guerra?. Entonces, para que
estos “ideales” se hagan realidad no se necesita el uso del terror, “la república necesita el terror”. Y sin
decirlo, Bobbio sabe que el terror implica la arbitrariedad, de allí que hable despectivamente a Viroli
de “sus republicanos”. Sin embargo, éste último no está hablando de la república como forma de
gobierno, sino del republicanismo como forma de vida1. Esto implica el derecho que tienen los
ciudadanos de vivir dignamente en la sociedad, y para ello tienen el compromiso cívico y moral de
luchar virtuosamente contra las prevaricaciones, la corrupción, la discriminación, la arrogancia y la
vulgaridad que amenaza la sociedad. Este es el sentido de la virtud cívica que esta al servicio de la
libertad en común, es decir, del sentido del ciudadano de la responsabilidad cívica para hacer el bien a
la comunidad y a sí mismo. A este ideal Bobbio no opone objeciones, por el contrario, asume el
fundamento como válido y necesario en aras de contrarrestar la dominante apatía política italiana.
En el apartado 2, Vilori se presenta como el patriota apasionado y Bobbio como el intelectual
de formación hobbesiana. Para el primero, la mejor forma de combatir el nacionalismo es a través del
sentimiento patriótico; pasión para combatir pasión. Bobbio, no se identifica con ninguno de esos dos
sentimientos, su Italia es la de la cultura (la de Verdi, Dante y Tetrarca). En el apartado 3 se deja ver
claramente a la influencia de Philip Pettit en Vilori, porque defiende a capa y espada la idea de
libertad como no dominación, es decir, como ausencia de dependencia de la voluntad arbitraria de
otros. El poder arbitrario es peligroso porque genera dependencia y miedo en los ciudadanos, no les da
ánimo, ni valor para actuar, por el contrario, los mantiene con conductas serviles, intimidatorias y
aduladoras del poder. Hay que rechazar la dependencia, que se presenta como el peor enemigo de la
libertad. En el apartado 4 Vilori insiste en el papel que juega la intransigencia en la defensa de la
República, que se debe manifestar a todos los niveles tanto estatales (en defensa de la justicia contra
los corruptos, mafiosos y criminales) como individuales (no perdonar, no olvidar con ligereza),
además de que debe ser implacable. No como en Italia donde todo se perdona, donde los agravios son
olvidados y reina la corrupción. El apartado 5 es dedicado a los “deberes” aquí Bobbio comienza a
hablar el lenguaje de los republicanos con su idea de revelarse contra la fe ciega del poder y la
autoridad del Estado total. El principal deber de los gobernantes es perseguir el bien común y no el
individual, esto es lo que diferencia al buen gobierno del malo en el sentido clásico de la política. Esto
es importante para Vilori que asume al bien común como sinónimo de libertad republicana, es decir, el
bien de los ciudadanos de vivir libres de la dependencia personal, el bien de vivir en común, sin
dominar ni ser dominados. Antes de esto, de acuerdo con Bobbio, se impone el deber moral de la
obligación política que tienen los ciudadanos de respetar a los gobernantes. La paradoja es que se
impone esta obligación como un deber ético, interno del individuo, en una sociedad donde los
principales valores sociales son transgredidos y las fuentes tradicionales de educación cívica (la
familia en lo individual, la escuela en lo social y los partidos políticos en lo público) han perdido la
autoridad moral que los caracterizaban. Es una sociedad sin ningún tipo de vergüenza ni por nada, ni
por nadie. Sostiene Vilori que la religión (apartado 6) con su justicia divina podría castigar la
corrupción y la impunidad reinante. Lo que se necesita es el castigo ejemplar, de lo contrario cada
quien podría hacer justicia con su propia mano o la entregará a la vigilancia privada y en el peor de los
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De allí que el diálogo no sea sobre la República sino en torno a la República.

2
casos se la entregará a un “redentor” (¿Berlusconi?). Justicia sí, siempre y cuando respete el estado de
derecho y el imperio de la ley para evitar la arbitrariedad en el uso de la fuerza coactiva del Estado,
según Bobbio.
Los últimos tres apartados (7, 8 y 9) representan la parte fuerte del “republicanismo
antiberlusconiano” de Vilori. Berlusconi ha encontrado una nueva forma de organizar el poder a través
de su partido “Forza Italia”, que para Bobbio representa la irrupción del partido persona que vive para
y por el líder, allí radica su fortaleza pero su existencia es efímera y circunstancial. Para Bobbio, el
objetivo de Berlusconi es arraigar territorialmente su partido en Italia y convertirlo en un partido de
masa de nuevo cuño. Su táctica es utilizar una ideología antiestatista disfrazada de anticomunista como
lucha de deber moral cuando en realidad, su única intención es eliminar a la primera república. Para
cumplir su objetivo, el líder “ungido” se transforma en el profeta que proclama lo más ridículo sin
cuestionamiento alguno. Es la personificación del líder carismático en una nueva versión del
“demagogo oligárquico”, que adula y se rie del pueblo para levantar sus pasiones más innobles.
Cuenta con el dinero (que le permite comprar consenso) y una estructura comunicacional enorme (para
manipular el consenso). Este nuevo peligro (la concentración de ideología y economía) rompe con la
democracia (que se transforma en demagogia) y con la república (que se transforma en autocracia).
Aquí se ejerce el poder de forma oculta, a espalda del pueblo, sin la transparencia que exige la
democracia. La apatía política de los ciudadanos crea un ambiente propicio para la corrupción.
De acuerdo con los dialogantes, este es el grave diagnóstico de los males que acechan a la
República italiana, lo que resta es recomendar “los remedios” posibles. La situación no es tan
alarmante como para convocar a una nueva Asamblea Constituyente que cree una nueva Constitución.
Además que ello amerita la existencia de unan clase dirigente eficiente y con un profundo sentido de
compromiso cívico, y en Italia no la hay. El síntoma más grave de esta situación es la polución de una
enorme cantidad de nuevos partidos políticos. Una solución factible es generar una nueva clase
política o dirigente, y esto es un verdadero misterio politológico. Por lo tanto, la única alternativa
válida de tomar el ejemplo del partido d`Azione que superó al fascismo alternando las tradiciones del
socialismo liberal y la republicana. El primero heredó la tradición de la emancipación social
antiestatista que unida al sentido de Estado como bien público ciudadano harían la fórmula prefecta
para el renacimiento civil de Italia como bien lo puso de ejemplo el Presidente Carlo Azeglio Ciampi
opuesto a la “berlusconización” del sistema político italiano.
Necesariamente hay que hacerle algunas críticas al diálogo. En primer lugar, es una exageración
de los autores cuando consideran a Berlusconi como un nuevo Mussolini y a su partido “Forza Italia”
como un nuevo partido fascista. Esto tiene un claro sentido ideológico manipulativo, antiderechista y
pro-izquierdista. En segundo lugar, la posición de Vilori es abiertamente de venganza y castigo, y esto
no es una verdadera posición republicana. De la venganza política al terror social hay un paso muy
estrecho. En tercer lugar, el diálogo se pierde mucho en intelectualismos retóricos. Expresiones como
“tu Hobbes” “tu Maquiavelo” “tus republicanos” demuestran falta de respeto intelectual, y el principio
de la virtud es el respeto por los vivos y por los muertos.

Reseñado por:

Politólogo Abraham Enrique Andara


Profesor de Teoría Política
Universidad de Los Andes.

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