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(La Grita, 24 al 28 de Mayo de 2009) SUBJETIVIDAD Y VERDAD
Como una forma de iniciar esta conversación, quisiera señalar lo siguiente: el tema del que me voy a ocupar hoy guarda relación con un tópico al que me he referido en diversas ocasiones. Ese tópico gira en torno a una pregunta muy amplia y decisiva también, a la que nuestro tiempo ha intentado responder de diversas maneras. Se trata de una pregunta que me gusta formular de esta manera: ¿Cómo es posible pensar hoy? ¿Cuáles son las condic
(La Grita, 24 al 28 de Mayo de 2009) SUBJETIVIDAD Y VERDAD
Como una forma de iniciar esta conversación, quisiera señalar lo siguiente: el tema del que me voy a ocupar hoy guarda relación con un tópico al que me he referido en diversas ocasiones. Ese tópico gira en torno a una pregunta muy amplia y decisiva también, a la que nuestro tiempo ha intentado responder de diversas maneras. Se trata de una pregunta que me gusta formular de esta manera: ¿Cómo es posible pensar hoy? ¿Cuáles son las condic
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(La Grita, 24 al 28 de Mayo de 2009) SUBJETIVIDAD Y VERDAD
Como una forma de iniciar esta conversación, quisiera señalar lo siguiente: el tema del que me voy a ocupar hoy guarda relación con un tópico al que me he referido en diversas ocasiones. Ese tópico gira en torno a una pregunta muy amplia y decisiva también, a la que nuestro tiempo ha intentado responder de diversas maneras. Se trata de una pregunta que me gusta formular de esta manera: ¿Cómo es posible pensar hoy? ¿Cuáles son las condic
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Como una forma de iniciar esta conversación, quisiera señalar
lo siguiente: el tema del que me voy a ocupar hoy guarda relación con un tópico al que me he referido en diversas ocasiones. Ese tópico gira en torno a una pregunta muy amplia y decisiva también, a la que nuestro tiempo ha intentado responder de diversas maneras. Se trata de una pregunta que me gusta formular de esta manera: ¿Cómo es posible pensar hoy? ¿Cuáles son las condiciones bajo las cuales es posible el ejercicio del pensamiento hoy? De hecho, creo que la respuesta de Edgar Morin, por ejemplo, a esta pregunta, sin ser la única ni necesariamente la más prometedora, sí es –no cabe negarlo- una de las que más ha llamado la atención de estudiosos, editores y lectores en general. Yo agregaré a esa amplia respuesta el siguiente comentario: indicar que las actuales condiciones de ejercicio del pensamiento son complejas y que demandan, consiguientemente, estrategias análogas, es también una forma de suspender, siquiera momentáneamente, el juicio acerca de nuestra capacidad actual para responderla.
Ya hace algún tiempo que dejamos atrás la ilusión iluminista
según la cual éramos libres al movernos en esa vasta región de nuestras posibilidades que representa el pensamiento, que el pensar era un acto libre y que podíamos someter a su escrutinio, sin que prevalezcan otras limitantes que las de nuestras propias capacidades, prácticamente cualquier aspecto de la vida natural o histórica. Ya sabemos que tal libertad es relativa y que pensar es una tarea de anclaje “situacional” por así decirlo, de anclaje histórico, si se quiere, para emplear una expresión algo desgastada. En fin, para decirlo de una manera más directa, no pensamos lo que queremos, y sobre todo del modo que queremos, sino más bien lo que y del modo que podemos. Todo esto ha llegado a ser muy obvio desde que tomamos consciencia del impacto devastador de la crisis de la modernidad intelectual. Este es uno de los supuestos que soporta la pertinencia de la interrogante que hemos elegido como punto de partida: ¿Cómo es posible pensar hoy?
Desde otro punto de vista, hemos aprendido de una manera
muy clara a desconfiar de algunas cosas principales. Hemos aprendido a desconfiar de las capacidades de nuestra propia subjetividad. Hemos respondido en términos de una más que justificada desconfianza (al menos desde Marx y Freud) la pregunta por las condiciones bajo las cuales nos interrogamos por las cosas del mundo e intentamos responder a sus desafíos con los solos recursos de nuestra subjetividad. Las posibilidades de esta última para alcanzar ese objetivo es algo que la filosofía ha puesto en duda casi desde sus inicios. Más adelante volveremos sobre los antecedentes clásicos. Pero entre tanto, vale recordar que Descartes, su Discurso del (o sobre) Método, representa el gran momento en el que la filosofía pone en duda la posibilidad en general de la subjetividad para aprehender lo verdadero y la pregunta que está allí presente es aquella que gira en torno a esta otra: ¿Qué es lo que hay de verdadero en la subjetividad? Y la respuesta de Descartes será que es muy poco o nada lo que de verdadero hay en ella; la subjetividad es el ámbito de lo contingente diríamos de manera más precisa.
Esa conciencia de lo contingente de lo subjetivo es sólo una
de las cosas que se ha afirmado de manera más enfática desde entonces; otra afirmación enfática, obviamente, aunque de factura más reciente, es la que tiene que ver con el cuestionamiento del concepto de lo verdadero. Si existe algo hoy acerca de lo cual aprendimos a desconfiar con premura, y algo acerca de lo cual aprendimos a desconfiar legítimamente como una condición determinante del “correcto pensar”, es de la idea de la existencia de una verdad objetiva y última. Pienso que hoy es relativamente fácil intuir que en la conciencia actual de las posibilidades de un conocimiento que toma distancia de las distintas formas del dogmatismo, la que más fuertemente esta colocada bajo un intenso cuestionamiento es justamente la idea de la existencia de una verdad. Pero, sin embargo, pienso también que es posible decir que, al igual que ocurre, de acuerdo con Kant, con las ideas de la Razón Pura, más allá de todo cuestionamiento la Razón no puede renunciar a pensar en ella, no puede dejar de plantearse el tema de lo verdadero, no ya, sin duda, como un “algo” capaz de medir los aciertos de nuestra capacidad de raciocinio, sino tal vez como un horizonte ubicuo hacia el cual queremos movernos y que se aleja de nosotros en la misma proporción de nuestros pasos. Planteo esta idea de un concepto fantasmagórico de lo verdadero en términos aproximativos y más próximo al sentido metafórico e intuitivo como en la estética. De manera, pues, que visto en estos términos no queda fuera de lugar volver a plantear la exigencia de pensar sobre las relaciones que se establecen necesariamente entre la subjetividad, entre las posibilidades de la subjetividad… y lo verdadero, cómo y en qué términos podemos pensar esas relaciones. Para este fin voy a tomar como punto de partida un tópico bastante conocido de Michel Foucault que es un tópico de la historia de la filosofía. Como todos Uds. saben, Foucault dirigió durante casi toda su vida académica la Cátedra de historia de los sistemas de pensamiento en la cual desarrolló un tema de particular significación que quisiera reelaborar en este momento. Se trata del tópico del “cuidado de sí”, de lo que él también denominó la inquietud de sí mismo, que a su vez guarda relación con el tópico socrático del “conócete a ti mismo”. El punto que deseo poner de relieve es cómo ese mandato eminentemente moral se edifica y extrae su posibilidad a partir de una precisa concepción de lo verdadero y de una específica relación de la subjetividad con ella.
Este tema, como hemos dicho, se desarrolla en el plano de la
historicidad de la filosofía y constituye el núcleo problemático en el que Gadamer indagó con independencia el tema del “origen de la filosofía occidental”. Como ustedes saben, Gadamer coloca el origen de la filosofía de Occidente en la problemática desarrollada por Platon en el Felón. Ustedes recuerdan el gran diálogo platónico que rememora el último día de la vida de Sócrates, el día en que Sócrates finalmente va a tomar la cicuta y se encuentra con todos los amigos y discípulos y Sócrates discute y desarrolla con ellos un tema verdaderamente determinante: qué es un filósofo y para qué vive un filósofo. Pero también, se trata del gran tema del alma y de la vida verdadera.