ALBA: Hola. Yo… es que… no sé cómo decirle… Vale, como quiera,
decirte. He estado buscando y éste ha sido el único número de teléfono que he encontrado. No sé si usted me puede ayudar. Es que no sé qué hacer. (Pausa) Me ha amenazado. Lo mismo no tengo que llamar aquí. (Silencio) Sí. Vale. (Pausa) Es que, perdona, (pausa) no tenía que haber llamado, supongo. (Pausa) No sé qué hacer. (Pausa.) Oye, pero esto es anónimo, ¿no? (Pausa) ¿Seguro? (Levantando la voz) ¿Está usted segura? (Pausa) Mira, él se enfadará mucho más y ahora me ha amenazado. Estoy encerrada en mi casa porque él me ha amenazado. ¿Lo entiende? (Silencio) Siento haberte gritado. Lo siento mucho. (Silencio) (Anda de un lado a otro, sin cesar) No. No se lo he contado a nadie. No pensaba que fuese a llegar a… a donde ha llegado. ¿Qué hago? Yo tengo una carrera, creía que a mí no me podría pasar. Siempre le ocurre a otras... ¿qué estoy diciendo? (Pausa) Te aseguro que antes… (Pausa) Hace tres o cuatro meses todo era distinto. Hasta nos fuimos a su pueblo una semana, al apartamento de sus padres. (Pausa) ¡Cómo iba yo a pensar que este hijo de puta…! Gracias por escucharme. (Respira profundamente) Empezamos a salir muy rápido. Nos conocimos en un chat. Ya había conocido a otros hombres de allí. (Pausa) Cartero. (Pausa) No muy alto, delgado, así, fibroso pero con algo de tripilla. Está muy acomplejado con lo de su altura. (Pausa) En su pueblo me puse tacones porque fuimos a las fiestas y se cabreó mucho. (Poco a poco suelta el teléfono en el suelo y sigue hablando) Me dijo que lo había hecho a propósito para dejarle en ridículo, que lo único que quería era resaltar que él era más bajo, que si esa era forma de querer a un novio. Yo no lo hice por eso. Te lo prometo. Sólo quería estar más guapa. ¿No lo entiendes? (Pausa larga) Medimos lo mismo. No eres más bajo. A mí gustas así. No te enfades. (Silencio) No me deja hablar por teléfono con mis amigos. Me ha borrado los números de teléfono. “Esos no son amigos, sólo quieren volver a follarte”. (Pausa) “Los cuarenta ladrones”. Así los llama para “no faltarme al respeto”. Nunca me he sentido tan humillada. “Me tratas como una puta” “¿Quién te ha llamado?” “¿De quién es ese mensajito?” “¡Qué casualidad que recibas los mensajes cuando yo no estoy!”… todos los días, todos… Esta es la cuarta vez que le dejo. Va a ser la última, ya no me da pena. (Pausa) Ahora algo ha cambiado. Antes le contestaba y eso, pero ahora, ahora,… antes de ayer cuando se lo dije fumaba compulsivamente, no dejaba de mirarme y agarrar a mi perro. (Pausa) Me iba a pegar. Nunca me ha pegado. Pero me iba a pegar, lo sé. Pero nunca me ha pegado. No gritó. Lo acariciaba y me miraba. Mi pobre perrillo. (Silencio) Tenía sus ojos clavados en los míos. “Nadie te va a querer como te quiero yo”. De repente, cambió. Tiró al perro al suelo y yo lo cogí en mi regazo. Se levantó. Encendió un cigarro. “¿Quién va aguantar a una gorda enferma? Nadie va a quererte. No sabes cuánto te equivocas al dejarme” me dijo. Tengo su mirada incrustada en mi mente. (Gritando y llorando) ¡Que no me vuelva a sujetar más! ¡Que no se acerque a mí! (Pausa) Llevo dos días sin salir de casa, mi perro se mea y se caga aquí, me da igual, lo limpio con lejía. Yo no voy a salir de casa. Sabe en dónde vivo. No puedo encontrármelo en la calle. Aquí tengo mis cosas y comida. ¿Y cuando me quede sin comida? ¿Qué puedo hacer? (Largo silencio) El día que quedamos, salió del metro, en Tribunal. En seguida nos reconocimos. Nos acercamos y me dio un beso. Me cogió de la mano y me dijo “nena, tú y yo vamos a estar juntos toda la vida. Lo presiento”. (Obscuridad absoluta) Y ahora, ¿qué hago?