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Capítulo V Javier Panqueva

Tarazona

V. Proyecto educativo y currículo

1. Proyecto educativo institucional

Todo proyecto conlleva una meta que se quiere alcanzar y un camino que debe
recorrer para lograrla, lo que supone una intención, unos logros que se esperan
alcanzar lo mismo que las acciones que habrán de realizarse para su consecución.
Igualmente, implica un proceso de construcción, puesto que durante el transcurso del
su recorrido sobrevienen obstáculos y condicionantes variados que requieren nuevas
decisiones y nuevas tareas que asumir para gestionarlo y dirigirlo hacia el logro de la
meta deseada. Proyecto es una palabra latina “proyectum” que significa “lanzar hacia
delante” dando la imagen de algo que se dirige al futuro, al mundo de lo posible. En el
proyecto se involucran tres momentos que definen la cosmovisión de la realidad
sobre las que se sustentan las acciones y expectativas que se han de ubicar en el
mismo: presente, pasado y futuro.

El futuro es la tesis y el presente es la antítesis, de modo que el proyecto es la síntesis entre lo


diseñado y lo existente. El pasado constituye la génesis de las interpretaciones suscitadas por
el ejercicio histórico-hermenéutico, para aportar las explicaciones desde las cuales cobra
sentido la comprensión de lo que está siendo (Durán, 1996:25).

Como condición fundamental para la construcción y desarrollo de un proyecto global,


se requiere de la participación activa y dinámica de quienes están involucrados, ya
sea de forma directa o indirecta. El resultado será la expresión de diversas
intenciones y representaciones de lo que es deseable obtener en el proceso
formativo. El logro de los objetivos en una comunidad educativa, depende del trabajo
colectivo que involucre diferentes acciones, todas dirigidas hacia el mismo destino.
Son estas metas comunes las que generan conciencia e identidad personal y
colectiva y concitan a la búsqueda de un ideal común dándole cohesión y unidad al
grupo. No se trata de una desagregación de acciones encadenadas, sino de un
proceso de evaluación permanente del estado actual con respecto a la meta trazada
así como de la elección de las óptimas condiciones para lograrla.

Uno de los pioneros en plantear la necesidad de la formulación de proyectos en el


campo educativo fue John Dewey en su obra Mi credo Pedagógico quien sostenía
que así como toda organización requiere definir sus intenciones de manera clara y
precisa a través de la formulación de un proyecto, la institución educativa con más
razón exige por su propia naturaleza tener un proyecto formativo que le trace su
rumbo y le otorgue el sentido a sus acciones

Toda organización educativa debe clarificar su visión, su misión y sus propósitos, y


estas intencionalidades deben estar posesionadas en la mente de todas las personas
y estamentos que la conforman. Ahora bien, la institución educativa es concebida
como institución en cuanto que tiene un carácter universal que cumple claras

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funciones formativas a través de un mecanismo denominado educación. La


institución, como tal, es abstracta y universal en cuanto que puede aplicarse a todas
las entidades que se dedican a la noble función de la formación de sujetos y la
transmisión de saberes, conocimientos, experiencias, técnicas y procesos.

Pero, por otra parte, también se concibe como una organización, como la manera de
estructurar funciones, articular relaciones para lograr propósitos definidos; en este
caso objetivos formativos. Comúnmente se utilizan indistintamente los términos
institución y organización al referirse a la escuela, se habla de la institución
educativa o la organización escolar como sinónimos, aunque debe tenerse claro que
cada uno se refiere a un hecho social diferente. Institución se refiere a un conjunto
formas y estructuras sociales que normalizan las relaciones sociales siendo
anteriores al individuo mismo, como son el Estado, la iglesia, la familia. De esta
forma, instituir es una acción que concreta en nuevas formas de hacer lo instituyente,
genera cambios en lo instituido, en lo establecido y aceptado, que es la institución.
Organización define unidades sociales construidas a propósito para lograr objetivos
concretos a través de un sistema complejo de interrelación de áreas que intercambian
procesos e información. La diferencia entre éstos se resalta principalmente en que el
primero se abroga un carácter abstracto, duradero y poco modificable, mientras que
el segundo se dirige a la concreción de un hecho social de carácter contingente (Alfiz,
1997:18-19).

Para concretar la perspectiva organizacional de la institución educativa hay que


aclarar los rasgos definitorios de la organización, que según Alfiz serían:
 Se trata de una unidad social deliberadamente construida y reconstruida para
promover objetivos específicos
 Se estructura dividiendo planificadamente el trabajo y las interacciones entre
sus áreas
 Cuenta con uno o varios centros de decisión
 Permite el reemplazo de sus integrantes según las tareas asignadas
 Administra la distribución de tiempos, espacios y otros recursos para lograr sus
objetivos.

Se puede afirmar, entonces, que la institución educativa es una organización en la


cual cada uno de los miembros o personas relacionadas con aquella aprende formas
de relacionarse con los otros, conociendo los cambios y las permanencias, las
normas, las escalas de autoridad y su distribución, espacios y procesos de
comunicación, los objetivos, la asignación de tareas, roles y responsabilidades que se
presentan con el paso del tiempo y que son connaturales a toda organización.

La institución educativa ha sido creada para cumplir una función: la de comunicar a las nuevas
generaciones los saberes socialmente producidos, aquellos que son considerados –en un
momento histórico determinado- como válidos y relevantes. La comunicación de los contenidos
escolares – de esos aspectos del saber que han sido seleccionados como “saber a enseñar”-
da lugar a la relación didáctica, a esa relación ternaria que se establece entre el maestro, los
alumnos y el saber (Alfiz, 1997:31)

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La particularidad de la institución educativa es que se trata de una agrupación de


alumnos y docentes interactuando con el conocimiento, independientemente de la
época, espacio geográfico o cultural donde tenga lugar. El hecho de que haga parte
de un sistema mayor que regula cuidadosamente cada una de las atribuciones de la
institución educativa, también es un distintivo de la misma. La manera como se
realice esta razón de ser es lo que otorga identidad a cada institución educativa, y es
aquí donde juega un papel importante el proyecto educativo.

La identidad de las instituciones educativas está determinada por la concreción


curricular, la cual se va construyendo con lo que se hace y como se hace. Al
respecto, Fernández (1994) plantea que la identidad institucional constituye una
definición de lo que es el establecimiento la cual acoge una definición funcional
(proyecto y modelo pedagógico) y una definición histórica de la institución (su
devenir).

Alfiz (1997) define cuatro dimensiones de la organización escolar para su estudio y


análisis como son:
 Dimensión pedagógica, que incluye los conceptos de enseñanza, aprendizaje,
contenidos, metodologías y contrato didáctico.
 Dimensión organizacional, que presenta la distribución de tareas, roles,
tiempos, espacios, y canales de comunicación.
 Dimensión económica y administrativa, que define procesos trámites y gestión
de recursos.
 Dimensión socio-comunitaria, asociada con la comunidad, la participación y el
trabajo en común.

Estas mismas dimensiones pueden ser acogidas en el plan de acción de la institución


educativa, al considerarla integralmente desde cada una de sus atribuciones como
organización, demarcando en tal sentido rutas de actuación racionalmente
concebidas y planificadas de tal forma que los procesos de enseñanza y de
aprendizaje que se desarrollen tengan una justificación conocida y asumida por los
docentes.

En este sentido la organización, deberá enfatizar en la formación integral de la


persona como el primer objeto de sus preocupaciones. Para ello, se debe definir por
mandato de la ley, un Proyecto Educativo y un Modelo Pedagógico, que responda
de manera efectiva, a los retos del mundo contemporáneo, a la realidad nacional, a la
renovación educativa, pedagógica, a las exigencias normativas y a los avances
científicos y tecnológicos en los diversos campos de los saberes profesionales,
técnicos o tecnológicos.

Desde esta perspectiva el Proyecto Educativo se concibe, como el mecanismo


permanente y colectivo de construcción de la comunidad educativa en búsqueda del
sentido de la formación, es desde allí donde se definen las intencionalidades y

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fundamentos del proceso, teniendo en cuenta, los diferentes contextos, los marcos
jurídicos, los referentes conceptuales, los lineamientos y los criterios definidos por
el gobierno y la institución educativa.

El Proyecto Educativo Institucional –PEI- constituye la cultura institucional. Está


conformado por la misión, la visión, políticas, objetivos, metas, historia, costumbres y
valores de una institución. Como proyecto demanda mirar hacia delante, considerar a
futuro un plan fijado con anterioridad con el que se busca representar e imaginar el
futuro para la construcción de actos y de acontecimientos. (Cross, citado por Frigerio
1996). Es un proceso que se construye con el concurso de los diversos actores,
teniendo presente el contexto institucional, quienes buscan conseguir logros y
resultados educativos que inicialmente requieren una identidad colectiva consecuente
con la política educativa del Estado.

En términos de Durán (1996), puede entenderse como una estrategia de articulación


de los procesos propios del hecho educativo, dentro de los contextos institucional y
social, en desarrollo de las acciones pedagógico-culturales en correspondencia con lo
organizativo-administrativo, y en tanto articulador de procesos, el proyecto no es una
mera programación de actividades para lograr resultados según unos objetivos
preestablecidos sin mucha cercanía con las personas, sino que busca materializar
sueños y compromisos construidos en consenso y con relevancia social. En
consecuencia, con un proyecto no se pretende únicamente cumplir con una política o
formular soluciones a un problema determinado. La comprensión de contextos
negativos y positivos generados por las interacciones entre los diversos actores que
convergen en el proceso educativo también es un aspecto relevante de todo
proyecto, puesto que contribuye a dar sentido a las estrategias y acciones que tienen
lugar en dicho proceso con lo cual podrá destacarse su relevancia social como eje de
desarrollo humano, por encima de la eficiencia.

En este sentido, este autor formula dos propósitos que deben orientar al proyecto
educativo:
 La construcción del sentido de identidad de sus protagonistas, ya sean
individuos, grupos o instituciones.
 La cohesión de la institución como comunidad educativa, quien se puede
expresar en la conformación de grupos o equipos de trabajo con capacidad
para procesar y reinterpretar propuestas.

Por este motivo el PEI es un proyecto social en cuanto que está signado por
interrelaciones, intereses y la participación de grupos o actores involucrados. El
poder compartido permite el ejercicio de una participación estratégica alejada de
diseños normativos que posibilita a cada quien para opinar, decidir, ejecutar y evaluar
a través de una lógica sistémica que permite usar diversos puntos de vista en torno a
una problemática.

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La “puesta en escena” de los intereses y las necesidades individuales y grupales debe darse,
por supuesto, en el contexto de las interacciones de quienes estructuran el proyecto, para
delimitarlo en cuanto al objeto del cual se ocupa y estudiar el estado del arte de dicho objeto al
momento de ser abordado (Durán, 1996:21)

Igualmente, como lo plantea Fernández (1994) la identidad institucional constituye


una definición de lo que es, lo que ha sido y lo que va siendo.

Son varios los componentes que conforman la estructura de un PEI. Como proyecto
se encuentra orientado al futuro intentando articular el presente con el futuro y de
esta manera su mirada se ubica en el “Proyecto Histórico Cultural” como la
posibilidad de construir una sociedad diferente, una sociedad organizada, consciente
de sus recursos y posibilidades, justa, igualitaria y en paz. Toda pregunta por la
educación tiene que dirigirse a hacer la pregunta por las personas, la sociedad y la
cultura.

La escuela, en sus diferentes niveles, está inmersa en una cultura que le propone fuentes de
conocimientos de diverso orden, mecanismos para la supervivencia de los sujetos dentro de
dicha cultura, y demarca las prácticas individuales y sociales, imponiendo aquellas más
aceptables que tienen un uso social. En este orden, gran parte de lo que el ser humano es
depende de su entorno cultural. La escuela cumple una tarea como promotora de la cultura
vigente, pero, al mismo tiempo, propone otros saberes y conocimientos, otras prácticas que
pueden contribuir a disminuir o a mejorar la calidad de vida (Lozano y Lara, 1999:12-13).

“La educación prepara para el futuro, articulando el pasado, mirándolo con ojos del
presente". Antes de adentrarnos en la significación y responsabilidad de un proyecto
histórico pedagógico, es necesario puntualizar lo que aquí se entiende por proyecto,
como la representación (espacio-temporal) de las aspiraciones y acciones que
favorecen la conquista de una realidad que no existe. En otras palabras, proyecto
obedece a algo que hay que construir, organizar y proponer, pero que su existencia y
formulación no garantizan su alcance. Cuando nos referimos a proyecto histórico-
pedagógico, estamos pensando en la prefiguración reconstructiva que promueva una
relación dialéctica entre el deber ser de la educación y las relaciones observables o
efectivamente el hacer, en otras palabras el movimiento entre las aspiraciones y las
conquistas educativas (Álvarez, 2004).

Los fundamentos del Proyecto histórico-cultural –PHC-, se definen y se concretan en


la concepción de cultura y sociedad que sirva de orientación a práctica educativa.La
educación es para la sociedad y se da en la sociedad, esta es una premisa clara y
que no tiene dudas, por lo tanto la educación debe participar en hacer realidad las
aspiraciones de construcción y estructuración social del país. Ya desde 19004 J.
Dewey formulaba la necesidad de que la educación fuera el factor esencial en la
formación y consolidación de la conciencia e identidad cultural

En cada época histórica la sociedad ha presentado una estructura característica que


refleja el complejo de la actividad humana, sus resultados y sus valores de
inspiración. Podemos decir a manera de Guedez: “en cada época de las sociedades

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encontramos la existencia de tres tipos de variables fundamentales: las permanentes,


las novedosas y las influyentes. Las primeras reflejan los aspectos de continuidad
que superviven en los distintos momentos de la sociedad y que indican las constantes
de identidad. Las segundas representan las materializaciones de innovación que se
concretan en el tiempo y en el espacio histórico. Finalmente las terceras son las que
permiten reunir las variables permanentes y novedosas que al arraigarse permiten
conformar el perfil peculiar de la sociedad en un determinado contexto temporal”.

Igualmente, el PEI debe ser la expresión viviente del proyecto educativo nacional –
PEN- en cuanto recoge las concepciones, valoraciones y representaciones que una
sociedad tiene de su cultura, de los procesos formativos, educativos y culturales.
Todas las culturas tienen diferentes formas de entender y comprender la formación,
como se expresa en el texto de Francklin (1784) Notas acerca de los salvajes de
Norteamérica:

Durante la firma del tratado de Lancaster, en Pensilvania, el año 1744; entre el gobierno
de Virginia y las seis Naciones, los comisionados de Virginia hicieron saber a los indios que
existía en Williamsburg un colegio provisto de fondos para la educación de la juventud de la
india, y que si los jefes de las Seis Naciones enviaban cincuenta de sus hijos a ese colegio, el
gobierno se encargaría de que recibieran todo lo necesario y de que fueran instruidos en
todo el aprendizaje de la gente blanca.
El portavoz indígena respondió:”sabemos que vosotros estimáis en alto grado el tipo de
aprendizaje que se enseña en estos colegios y que el mantenimiento de nuestros jóvenes
durante el tiempo que estuvieran entre vosotros resultaría costosísimo. Nosotros estamos
convencidos por lo tanto de que mediante vuestra posición deseáis hacernos bien y os
agradecemos con todo el corazón.
Pero vosotros, sois sabios, debéis saber que naciones diferentes tiene distintos conceptos
de las cosas y por tanto no tomareis por impropio el que nuestras ideas acerca de ese tipo de
educación no sean las mismas que las vuestras. Hemos tenido una buena experiencia de
ello. Varios de nuestros jóvenes se educaron formalmente en los colegios de las provincias
norteñas se les instruyo en todas vuestras ciencias, pero cuando volvieron a nosotros eran
malos corredores ignoraban todos los medios de vivir en los bosques, eran incapaces de
soportar ya fuera el frió o el hambre, desconocían el modo de construir una choza o como
atrapar a un venado o como matar a un enemigo. Hablaban nuestra lengua con imperfección
y no estaban preparados para ser cazadores, ni guerreros, ni amantes, ni consejeros; en
definitiva que no servían absolutamente para nada. Sin embargo, n nos sentimos menos
obligados por vuestro generoso ofrecimiento, aunque declinamos aceptarlo, y para
demostraros nuestra gratitud por el mismo, si los caballeros de Virginia nos envían cincuenta
de sus hijos nosotros cuidaremos de su educaron, les instruiremos en todo cuanto sabemos y
haremos de ellos verdaderos hombres.

Como puede observarse en la anterior narración, todas las culturas y todos los
pueblos han desarrollado un mecanismo educativo para preservar, justificar, extender
y reproducir las costumbres y valores propios de la cultura, garantizando a través de
ella su conservación. Por este motivo, todo proyecto educativo debe tener en cuenta
el proyecto nacional –PEN- que le sirve como marco de referencia, el cual debe estar
contenido en las normas jurídicas vigentes y no puede apartarse de las leyes,
decretos y resoluciones y demás actos administrativos expedidos por el gobierno
nacional y las entidades estatales del orden nacional, regional y local.

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De igual manera, el PEI debe incorporar y tener en cuenta el proyecto de vida –PV-
de cada una de las personas que participan en la organización educativa. El mejor
proyecto es aquel que ha logrado incorporar los intereses, expectativas y
experiencias de los miembros que conforman la institución. El posicionamiento del
proyecto se mide por la apropiación y el compromiso que resulta de la participación
de los diferentes estamentos institucionales.

Por otra parte, el proyecto debe tener formuladas sus intencionalidades que se
expresan por la visión, del latín visĭo, -ōnis, que es un enunciado de carácter filosófico
que define la naturaleza, el rumbo y el horizonte institucional de manera permanente;
una contemplación directa e inmediata del futuro de la organización que resulta de la
representación imaginativa de posibles escenarios. La misión, del talín missĭo, -ōnis,
es la política que se expresa por la voluntad claramente definida a orientar todos los
esfuerzos, poderes y facultades para alcanzar un cometido. En cierta forma, la misión
es poner en marcha el quehacer institucional. Los propósitos, del latín proposĭtum,
son un conjunto de enunciados o proposiciones con sentido, con intenciones
formativas que privilegian determinados valores o creencias y expectativas; se
refieren al ánimo o intención de hacer o conseguir algo considerado como adecuado
y oportuno para la organización educativa (DRAE, 2005). Éstos se relaciona más con
una decisión institucional que le da un carácter único, su impronta y sello específico
de identidad; por ejemplo, una institución de carácter religioso privilegia la formación
moral y espiritual de sus miembros. Los objetivos se encuentran estrechamente
relacionados con las metas de aprendizaje que deben lograr las personas vinculadas
con los procesos formativos.

Las diferentes dimensiones y las intencionalidades definen el deber ser institucional,


es decir, es el ideal, la utopía, lo que se espera lograr a través de las actividades y
esfuerzos personales y colectivos y siempre está ligado a una cosmovisión con
proyección al futuro. Estos aspectos (PHC, PEN, PV, visión, misión…) son los que
caracterizan la organización educativa, y le otorgan a sus miembros conciencia,
identidad y pertenencia frecuentemente condicionadas por el nivel de participación
que ellos puedan tener en la definición de tales aspectos.

La conciencia es una categoría esencial en los procesos de formación que ha sido


descuidada en la mayoría de las organizaciones educativas y no se le ha otorgado su
valor y sus alcances en los procesos educativos formales y no formales. Su formación
debe ser una preocupación de todas las organizaciones y educadores en cuanto que
abarca la totalidad del hombre y la totalidad de los hombres. Sin conciencia no puede
haber desarrollo ni personal ni colectivo.

La conciencia es un concepto que tiene trayectoria reciente en Occidente, aunque su


raíz epistemológica se remonta al latín conscientĭa, y este calcó del griego
συνείδησις, pero en este momento ocupa un lugar preeminente en los campos de la
filosofía, la psicología, y la pedagogía. La conciencia es la propiedad del espíritu

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humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones


que en sí mismo experimenta. Conlleva un conocimiento reflexivo de las cosas y un
conocimiento del bien y del mal, al que solamente puede acceder el sujeto propio
para situarse en el mundo (DRAE, 2005). Según Hegel, conciencia es la capacidad
que tienen las personas de poderse reconocer así mismas como sujetos pensantes y
poder sentirse orgullosos de lo que son y lo que hacen. En un bello texto de Eduardo
Galeano (1992), Lo propio y lo ajeno, afirma:

Somos lo que somos y lo que hacemos y especialmente lo que hacemos para cambiar lo que
somos.

Según el filósofo alemán citado, existen dos niveles de la misma: conciencia en sí,
que es una actitud pasiva de que somos, algo que se nos ha sido otorgado
gratuitamente, significa formar parte de algo que no entraña compromisos ni
responsabilidades. En términos kantianos sería la minoría de edad. Por el contrario,
la conciencia para sí supone una postura activa transformadora del sujeto; significa
tener parte y tomar parte, es decir, participar activamente, tomar partido en relación
con la realidad y con el mundo.

La identidad, no solamente supone tomar conciencia, sino que además, tiene la


capacidad de reconocer las diferencias y aceptar a los otros. Del latín identĭtas, -ātis,
se refiera a un conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que
los caracterizan frente a los demás; conciencia que una persona tiene de ser ella
misma y distinta a las demás (DRAE, 2005).

La conciencia y la identidad generan un sentido de pertenencia del sujeto, no


solamente en relación consigo mismo sino con la organización a la cual pertenece;
implica las dos anteriores. Se supone que estas categorías llevan a desarrollar en el
sujeto su autoestima, esencial en su proceso de formación.

La definición de la identidad institucional implica reflexionar sobre la institución que se


tiene y la identificación de la brecha existente entre su estado actual y su estado
deseado. Esto se logra a través de la construcción del mapa institucional que traza el
camino hacia la imagen objetivo, en el cual se establecen acuerdos de compromiso y
responsabilidades entre variados equipos de trabajo a través de códigos comunes
-identidad-, lo cual contribuye a la construcción de una caracterización institucional
que permite diferenciar qué se tiene y qué hace falta, con lo que se motivan nuevas
búsquedas, construcciones e interpretaciones.

El diagnóstico de necesidades es una forma particular de lograr que la educación sea


funcional frente a los requisitos formales de la sociedad y del sector productivo, por
una parte, determinando la diferencia entre la norma deseable y el estado actual, y
por otra, revisando las necesidades e intereses del alumno. La noción de este
diagnóstico aparece en la teoría curricular a partir del trabajo de Ralph Tyler, titulado
Principios básicos del currículo, publicado en 1949, que sintetiza dos tendencias: Una
que distingue la distancia entre una norma deseable y el estado actual y otra con la

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pretensión de estudiar las necesidades del alumno para, así, proponer los contenidos
del Plan de Estudios.

La discrepancia entre el ser institucional relacionado con el diagnóstico y el deber ser


que se expresa en las intencionalidades genera las necesidades educativas. La
distancia existente entre lo que se tiene –reconocimiento institucional- y lo que se
espera –imagen objetivo- es lo que algunos planificadores educativos definen como
necesidad educativa.

La planificación lineal, de carácter normativo, no es consecuente con la realidad


actual, colmada de incertidumbre, donde median una gran diversidad de intereses y
expectativas que no permiten la construcción de una sociedad homogénea. Es por
esto que la planificación concertada, abierta, participativa y democrática, se asume
como un modelo de construcción permanente del presente proyectado hacia el futuro
según se puedan identificar y concretar unos objetivos comunes para todos.

Uno de los componentes del PEI son sus fundamentos que recogen y expresan los
lineamientos y parámetros filosóficos, antropológicos, sociológicos, científicos,
tecnológicos, pedagógicos y didácticos. Algunos autores lo asimilan con el modelo
pedagógico que le da sustento y solidez a la propuesta formativa. El modelo
pedagógico se convierte en el marco conceptual que brinda los fundamentos del
proyecto educativo y desarrolla los principios, valores e intenciones formativas, define
igualmente, los conceptos relacionados con: formación, educación, pedagogía,
didáctica currículo, institución educativa, papel del maestro, papel del estudiante,
aprendizaje, enseñanza, evaluación, competencia, entre otros.

Otro de los aspectos es la contextualización del PEI el cual tiene en cuenta los
acontecimientos, hechos y experiencias que definen la realidad en la que tiene lugar
el proyecto. Es importante tener en cuenta los fenómenos de la globalización e
internacionalización económica y cultural, las interacciones regionales y locales, los
entornos locales que determinan el campo de acción y las posibilidades del mismo
proyecto. La institución educativa, en tanto que es realidad social institucionalmente
aceptada no puede estar al margen del contexto en el que se ubica, razón por la cual
siempre se encuentra un vínculo entre aquella y la realidad que la circunda, aunque
no sea dicho vínculo siempre igual en toda institución educativa, pues hay mayor o
menor cercanía entre una y otra según se establezcan lazos de relación y se
interprete el contexto referido, lo cual genera consecuencias en los logros
institucionales tanto como el la posibilidad de transformación del ámbito social donde
tiene lugar la interacción entre las dos.

Por otra parte, el currículo se constituye en el corazón del PEI en cuanto que permite
la concreción y materialización del mismo. Es un concepto instrumental que realiza y
hace posible las intenciones y fundamentos del PEI a través de un conjunto de
categorías tales como: planes de estudio, tiempos, espacios, relaciones, ambientes,
procesos, valoraciones, metodologías y otros.

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Precisamente, un currículo no es más que la concreción específica de una teoría


pedagógica para volverla efectiva y asegurar diversos aprendizajes y el desarrollo
personal y grupal teniendo en cuenta la cultura, la época y la comunidad de la que
hacen parte. Un currículo es un plan de construcción (y formación) que se inspira en
conceptos articulados y sistemáticos de la pedagogía y otras ciencias sociales afines
tales como: la psicología, la antropología, el arte y que pueden ejecutarse en un
proceso efectivo y real llamado enseñanza.

El currículo es la manera práctica de aplicar una teoría pedagógica al aula, a la


enseñanza real. El currículo es el mediador entre la teoría y la realidad de la
enseñanza, es el plan de acción específico que desarrolla el profesor con sus
alumnos en el aula, es una pauta ordenadora del proceso de enseñanza. Y cada
teoría, cada modelo pedagógico genera una propuesta de currículos diferentes. Si un
profesor no explicita la concepción pedagógica con la que está diseñando su
enseñanza, es probable que esté reproduciendo, sin saberlo, el modelo pedagógico
tradicional, mezclándolo seguramente con elementos intuitivos de manera ecléctica.

El currículo no es un plan de estudios, ni un esquema distribuitivo de disciplinas y


contenidos según grados, intensidades, niveles y prerrequisitos para normatizar la
enseñanza de los profesores. El currículo es más bien un curso de acción, “un objeto
de acción simbólico y significativo para maestros y alumnos, encarnado en palabras,
imágenes, sonidos, juegos o lo que fuere. Para Stenhouse (1984), es un proceso
educativo, una secuencia de procedimientos hipotéticos (bajo cierto enfoque
epistemológico y ciertos criterios de enseñanza) que sólo pueden comprenderse y
comprobarse en una clase. En ese sentido, el currículo es siempre hipotético cada
vez necesita ser comprobado en su contenido, en su factibilidad, no en el hecho de
repetir conceptos sino de desarrollar procesos de construcción de los mismos por
parte de profesores y estudiantes. El currículo cumple diferentes funciones en este
proceso:
 Selecciona los contenidos que van a ser enseñados
 Estructura de una manera lógica dichos contenidos, estableciendo secuencias
y tiempos
 Distribuye y socializa el conocimiento.

De otro lado, la evaluación es el mecanismo a través del cual todos los componentes
del proyecto se autorregulan y se ajustan a los contextos, realidades, necesidades y
expectativas. La evaluación en cada uno de los procesos a ejecutar es un elemento
básico que contribuye a alcanzar la imagen institucional deseada, en medio de la cual
se complementan los aspectos centrales, se solucionan los problemas surgidos y se
modifican los aspectos que impiden la aproximación al logro de la misión y la visión
institucional (Ver Esquema PROYECTO EDUCATIVO Y CURRICULO).

Siguiendo a Durán (1996), se pueden definir como fases de la construcción de un


proyecto educativo, las siguientes:

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1. Caracterización, para delimitar los aspectos significativos individuales y


grupales para direccionar la intervención en los procesos educativos. Una
interpretación crítica de la cotidianidad que conduzca a la priorización y
concertación de aspectos que serán incorporados al proyecto, lo que conlleva
un análisis institucional interno y externo, respecto de los intereses,
necesidades, prácticas, paradigmas, contextos y alternativas a tener en
cuenta.

2. Formulación, que consiste en diseñar el futuro relacionando la utopía pensada


con la manera como se estructura y concreta en un modelo determinado. Es
definir el qué, el por qué y el para qué de una propuesta educativa con
coherencia interna y relevancia social.

3. Ejecución, que es una oscilación entre el saber y el hacer. Implica el


distanciamiento del modelo, el desarrollo de procesos y actividades y la
experimentación de situaciones prácticas concretas.

4. Evaluación y seguimiento, que implican un acentuado compromiso de parte de


los participantes en el proyecto educativo, cuando éste surge de procesos
participativos propiciados institucionalmente. Los consensos, las
argumentaciones y la validación crítica de las experiencias soportan un
proceso educativo permanente orientado a mejorar el desempeño institucional.

5. Gestión y administración, referidas a un proceso continúo de generación de


estrategias de logro al margen de cualquier mediación burocrática que restrinja
la fluidez de los procesos organizativos de la institución con el objeto de hacer
que el modelo de proyecto educativo coincida con la eficiencia institucional
como medida del éxito. Esta fase tiene estrecha relación con la coordinación,
programación y provisión de recursos, según se hayan definido las estrategias
y metodologías en concordancia con las necesidades identificadas en
consenso.

Aunque el autor no define una secuencialidad en este grupo de fases sí advierte la


necesidad de comprender las interacciones que deben darse entre todas éstas, en
virtud de las cuales se construye y reconstruye la coherencia interna del proyecto de
manera continua y sistemática.

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Interacciones entre las fases del proyecto y su contexto

Caracterización

rm
Fo

ac

ul

n
Marco
Evaluación y
seguimiento

PEI
Institucional

Eje
Gestión y administración cu
ció
n
CONTEXTO EXTERNO

Esta representación del proyecto educativo permite concebirlo como un sistema y


como tal, es susceptible de cambios evolutivos según las exigencias del entorno. De
igual forma, cada una de sus partes no funciona aisladamente sino que responde a
estímulos bien definidos desde su centro o eje principal. El proyecto educativo se rige
por un marco institucional (misión, visión, valores, principios…), que orienta
cotidianamente cada actividad que deba realizarse desde cada una de sus fases,
conservando su interacción interna y externa. En este sentido, el PEI adquiere vida
propia y prolonga su existencia de manera indefinida al lado de la razón de ser de la
institución; en esto radica la pertinencia social.

En el momento en que el PEI se desconecte del entorno perderá vigencia y


legitimidad, por lo que su razón de ser estará aislada del rol que socialmente tiene
predestinado. Será como un elemento de un sistema mayor, el sistema educativo,
que debe ser modificado, reorientado o reconstruido.
PROYECTO EDUCATIVO
INTITUCIONAL

UN PROCESO
PERMANENTE DE…

CONSTRUCCIÓN REFLEXION CONSTRUCCIÓN


DE Y
SENTIDO ENUNCIACION COLECTIVA
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Hay diferentes aspectos del proyecto educativo que componen cada una de las
diferentes culturas que intervienen en el espacio escolar dentro de las cuales se
define un conjunto de factores colectivos que determinan la ruta de los procesos de
enseñanza y de aprendizaje, y que se constituyen en un espacio de mediación
reflexiva que de manera permanente ejerce influencia sobre las generaciones
nuevas. En este sentido Pérez (1995) ha diferenciado y definido las siguientes:

 La cultura política: conjunto de significados que en los diferentes ámbitos del


saber y del hacer han ido acumulando los grupos humanos en el transcurso de
la historia.
 La cultura académica: selección de contenidos destilados de la cultura pública
para su trabajo en la escuela, significados y comportamientos cuyo aprendizaje
se pretende provocar en los estudiantes.
 La cultura social: conjunto de significados y comportamientos predominantes
en el contexto social global e interdependiente: valores, normas, ideas,
instituciones y comportamientos que dominan los intercambios humanos en la
sociedad.
 La cultura escolar: conjunto de significados y comportamientos que genera la
escuela como institución social: tradiciones, costumbre, rutinas, rituales e
inercias que se conservan y reproducen para reforzar valores, creencias y
expectativas sociales de la institución escolar.
 La cultura experiencial: la particular configuración de comportamientos y
significados que los estudiantes construyen de manera particular por influencia
del medio en su vida previa y paralela a la escuela a través de intercambios
espontáneos entre su medio familiar y su medio social. Es un reflejo de su
experiencia vital en comunidad.

López (1995), por su parte, se acerca a una concepción de interrelación entre cultura
y proyecto educativo institucional, a través del concepto de cultura institucional el
cual deviene con un gran potencial para comprender las fuerzas que operan en una
institución escolar que facilitan o dificultan su desarrollo. Desde esa perspectiva se
trata de comprender e interpretar los fenómenos organizativos de las instituciones
educativas, más allá de la descripción de los hechos que se consideran evidentes,
tratando de reconstruir el significado de los mismos. En consecuencia, la cultura
deviene como el marco explicativo de las acciones humanas en las instituciones
educativas que permite la realización de un análisis organizacional revelador de la
realidad por medio de interpretaciones explícitas e implícitas de los diversos
fenómenos organizacionales. Dicho análisis se iniciaría, según el autor, en procesos
inherentes al proyecto educativo institucional, considerando más adelante estructuras
tanto formales como informales, incorporando así procesos sociales de diversa
índole, siguiendo algunas prioridades como:

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Tarazona

 Prioridad de la descripción sobre la prescripción para posibilitar la reflexión


sobre los acontecimientos reales que tienen lugar en las instituciones
educativas.
 Prioridad de los aspectos sociales sobre los estructurales para analizar el
conjunto de las interacciones humanas en el marco institucional.
 Microanálisis del contexto en el que la acción organizativa se desarrolla, sin
excluir el contraste o la comparación ínter-organizacional.

Aquel concepto de análisis organizacional a través de la cultura institucional se


desagrega en cuatro categorías principales como son:
 El contenido de la cultura, teniendo en cuenta su apariencia física, pautas de
conducta, lenguaje, reglas implícitas, valores y creencias.
 Su fuerza dada por su influencia sobre la conducta y el pensamiento de sus
miembros, la cual se casa en el alcance de su ámbito de influencia, la solidez o
consistencia de sus componentes y la claridad con la que los mismos se
expresan.
 Su orientación, entendida como la forma como se logra el equilibrio entre
estabilidad y cambio, la cual puede ser retrospectiva (permanencia de sus
componentes) y prospectiva (tendencia al cambio).
 La trama social que identifica la red de interacciones sociales y de roles que
cumplen los miembros de la institución.

Actualmente están operando tensiones y cambios en relación con la autonomía


escolar, referida a la posibilidad de tomar decisiones al margen de los límites
establecidos por el sistema educativo, según lo cual el proyecto educativo podría ser
definido con una mayor independencia y creando la posibilidad de generar
integraciones en diversos ámbitos escolares, aunque queda un riesgo latente de
desarticular los fines educativos tanto como provocar la dispersión de la
responsabilidad que es connatural a cada institución educativa. La enseñanza y el
aprendizaje como procesos formativos podrían alejarse de esa relación triangular que
debe existir entre alumno, docente y objeto de conocimiento, sin la cual difícilmente
se lograría un efectivo proceso de aprendizaje en el que se ven involucrados los
conocimientos, las técnicas y las destrezas de los docentes, las posibilidades de
aprendizaje de los estudiantes, estrategias y rasgos de la personalidad de unos y
otros.

Otro problema concordante con el anterior radica en la incorporación fragmentada y


acrítica de las concepciones de aprendizaje lo que ha llevado a dejar de lado
estrategias que pueden resultar efectivas para ciertos contenidos, lo cual algunas
veces compromete la función de la enseñanza por la incoherencia entre las
concepciones de aprendizaje y de enseñanza que comúnmente se deriva de las
decisiones tomadas en ámbitos externos a la institución educativa como ministerios y
direcciones generales.

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Capítulo V Javier Panqueva
Tarazona

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