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MEDICINA FÍSICA

M. Martínez Morillo, J.M. Pastor Vega y F. Sendra Portero

CONCEPTO DE MEDICINA FÍSICA

Desde una perspectiva puramente etimológica, podría decirse que la medicina física
comprende el empleo de todos los agentes físicos disponibles en los diferentes
aspectos de la medicina —diagnóstico, terapéutico y preventivo—, incluyendo el
estudio de estos agentes como elementos patógenos. Esto conlleva que establecer un
concepto de medicina física resulte difícil, ya que, debido al amplio campo de
aplicación ya la diversidad de agentes físicos implicados, puede prestarse a diferentes
interpretaciones.

Mientras unos autores consideran que la medicina física debe abarcar aspectos
relativos tanto al diagnóstico como al tratamiento o la prevención, otros sólo plantean
su acción en el terreno terapéutico. Así, Holser la define como la «ciencia o parte de
la medicina que utiliza agentes y técnicas de naturaleza física para el diagnóstico,
tratamiento y prevención de enfermedades». En cambio, para Krussen constituye una
«rama de la medicina que utiliza agentes físicos, como la luz, el calor, el agua y la
electricidad, así como agentes mecánicos, en el tratamiento de las enfermedades».

Actualmente, no todos los agentes físicos conocidos se emplean en medicina física.


Los agentes ionizantes (p. ej., rayos X, radiación gamma...) constituyen una
importante exclusión, pues el protagonismo y el especial entorno de aplicación que
han adquirido durante la segunda mitad de este siglo han originado especialidades
diagnósticas y terapéuticas especificas (radiodiagnóstico, radioterapia y medicina
nuclear) En este sentido, como expresa Molina Ariño, puede concretarse que la
medicina física estudia ampliamente los recursos que aportan los agentes físicos no
ionizantes (mecánicos, térmicos y electromagnéticos); si bien éstos se utilizan
fundamentalmente con finalidad terapéutica, también pueden emplearse con intención
diagnóstica, coma ocurre en el caso de la electromiografía, electrocardiografía,
electroencefalografía, etc. Sin embargo, de forma similar a lo que ha ocurrido con las
radiaciones ionizantes, la utilización diagnóstica de los agentes físicos no ionizantes
ha ido haciéndose, en no pocas ocasiones, imprescindible en una especialidad médica
determinada y ha terminado por incluirse en su mismo cuerpo de doctrina. Éste es el
caso de la electrocardiografía en cardiología y la electroencefalografía en neurología.

Los agentes físicos también deben considerarse come elementos con capacidad lesiva
para el organismo. Son conocidos los accidentes que puede desencadenar la excesiva
o inadecuada exposición al calor, al frío y a formas más específicas de energía, como
la radiación ultravioleta, o los accidentes que puede originar la corriente eléctrica
(electropatología). Igualmente, el masaje o la movilización en un lugar, momento o
forma inadecuados pueden causar más daño que beneficio. Los riesgos potenciales
deben conocerse para establecer con claridad los límites de tolerancia y las
situaciones en que deba tenerse especial precaución para realizar las diferentes
aplicaciones de forma adecuada.

De acuerdo con las ideas expresadas, puede definirse la medicina física como un
cuerpo doctrinar complejo, constituido por la agrupación de conocimientos y
experiencias relativas a la naturaleza de los agentes físicos no ionizantes, a los
fenómenos derivados de su interacción con el organismo y a las aplicaciones
diagnósticas, terapéuticas y preventivas que derivan de sus efectos biológicos.

ORIGEN Y EVOLUCIÓN HISTÓRICA

La atención suficiente a la historia de las ciencias constituye uno de los postulados


doctrinales en la formación del estudiante y el científico. El conocimiento del pasado
es la clave del presente y del futuro. Consideramos de gran importancia, en virtud de
la sistematización de un concepto, admitir que el conocimiento real y reflexivo de la
medicina física no puede alcanzarse apriorísticamente: por el contrario, es preciso
revisar sus precedentes históricos.

Los primeros testimonios

El comienzo de la medicina física ha de buscarse, al igual que el de la historia del


hombre, en la prehistoria. Aunque no disponemos de ningún documento escrito que
atestigue esta idea, no resulta difícil imaginar al hombre primitivo reaccionando de
forma casi instintiva con actuaciones como el frotamiento enérgico de una zona
dolorida ola aplicación de formas de calor o frío que la naturaleza ponía a su alcance.

Los primeros testimonios escritos de la medicina física aparecen en China y datan de


más de dos mil años antes de la era cristiana. El Kong-Fou (año 2700 a.C), practicado
por los bonzos del Tao Tse, es el escrito más antiguo conocido acerca del ejercicio
terapéutico y el masaje. Está basado en una serie de posiciones y movimientos
prescritos por los sacerdotes para aliviar diferentes dolencias, bajo una concepción
magicorreligiosa (fig1.1). De igual forma, la terapéutica védica hindú es
fundamentalmente mágica; recurre, también, a la práctica de masajes y ejercicios (en
los orígenes de la doctrina del Yoga o Ayurveda, año 1800 a.C., se incluía un sistema
gimnástico) y a los poderes saludables del aire, el aguay el sol,

En el resto de civilizaciones antiguas, las actividades terapéuticas mezclaban los


aspectos religiosos con conocimientos empíricos, y empleaban con profusión el agua,
el sol, el aire y la tierra, considerados todos ellos como fuerzas primigénicas de
carácter divino.

El mundo griego
Durante el período arcaico, el tratamiento de las enfermedades continuaba siendo una
forma de purificación religiosa, dentro de una concepción tradicional de la
enfermedad como mancha o impureza. Hacia el año 900 al se comienzan a erigir
múltiples asklepia, templos dedicados a Asclepio (Esculapio para los romanos), gran
divinidad sanadora. Estos templos solían erigirse en lugares especiales, en tas
proximidades de manantiales, donde estaba el santuario; a su alrededor se disponían
las demás instalaciones, compuestas de gimnasio, teatro, baños, jardines y lugares
para la estancia, reposo y tratamiento de los pacientes. Los médicos griegos, imbuidos
aún por el gran contenido espiritual de la curación, enviaban a estos templos a
aquellos enfermos en los que habían fallado otros tratamientos. Las medidas tera-
péuticas, basadas en el ejercicio físico, la hidroterapia y el masaje, no sólo eran
utilizadas en forma higiénica o purificadora, sino también como preparación para las
competiciones atléticas (fig. 1.2).

A partir del siglo V a.C., por influencia de las ideas naturalistas de filósofos
presocráticos, la práctica médica se entenderá como un saber natural, dentro de la
idea de physis o naturaleza, que se extendió entre los hombres cultos de Grecia.

Durante la segunda mitad del siglo V y la primera del siglo IV a.C., destaca la figura
de Hipócrates de Cos (460-380 a.C.). Su concepción de la terapéutica se basaba en el
empleo de medios físicos, higiénicos y dietéticos (diaetia). De esta forma, el ejercicio
físico, la gimnasia, el masaje (anatripsis) y una correcta alimentación eran medios
adecuados para mantener y desarrollar la condición saludable del hombre. Sólo un
género de vida natural podía contribuir a perfeccionar las condiciones humanas, tanto
físicas como morales, lo que constituye el fundamento de la llamada medicina
hipocrática» (fig. 1.3).

En los escritos del Corpus Hipocraticum destaca la importancia del ambiente físico, el
clima, el sol y el agua, tanto en la salud como en la enfermedad, y se recomienda el
uso del agua fría frente a los dolores articulares de la gota y las contracturas
musculares, así como los baños marinos en el tratamiento de eccemas y de cualquier
herida no infectada, La palabra ejercicio aparece a menudo, si bien en su mayor parte
referida al aspecto higiénico. En el libro Acerca de las articulaciones, se demuestra
una profunda percepción de las relaciones entre los movimientos y los músculos. Se
enumeran pautas frente a la debilidad muscular y para la mejora de las desavenencias
mentales, se recomiendan los paseos rápidos y frecuentes, y se advierte sobre los
efectos negativos de los ejercicios extenuantes.

En definitiva, la terapéutica hipocrática se basó en un saber humanista, destinado a


conocerlos secretos de la naturaleza del hombre, de las distintas enfermedades, de los
distintos tratamientos y de la propia naturaleza.

El mundo romano

La práctica gimnástica tardó en incorporarse a la civilización romana, por


considerarse como una de las causas de la decadencia de Grecia, pero terminó siendo
aceptada por las masas y reconociéndose el valor beneficioso del ejercicio moderado,
Entre los métodos gimnásticos de la época se incluyeron el hidromasaje, los
estiramientos y los movimientos asistidos con pesos y poleas. Posteriormente, con el
cristianismo comenzaría la decadencia de la gimnasia, hasta que el emperador
Teodosio pusiera fin definitivamente a las prácticas gimnásticas populares,
suprimiendo los Juegos Olímpicos en el año 394 de nuestra era.

En los primeros tiempos de la era romana se practicaba principalmente una medicina


empírica, cuya terapéutica era casi exclusivamente medicamentosa. Frente a ésta,
destacan Asclepíades (siglo I a.C y Temisón, creadores de la escuela metódica, la
cual rechaza el empleo de medicamentos y propone la dieta, el masaje, la hidroterapia
y los ejercicios físicos —junto con la marcha y la carrera—, aunque lejos de la idea
de la capacidad sanadora natural.

Con la incorporación del pensamiento griego a la civilización romana, se intentó


llevar el sentido común a la praxis médica, rechazándose tanto los excesos de los
empíricos como los de los metódicos. Retomando las pautas hipocráticas, se vuelve a
introducir la dieta, la hidroterapia y el ejercicio físico, para establecer razonadamente
las indicaciones y el modo de acción de esta terapéutica.

En los escritos de Galeno (129-201 d.C.), médico de origen griego al servicio de


Marco Aurelio, cuya obra trascendió hasta la Edad Media, se encuentran clasi-
ficaciones de los ejercicios y del masaje según su vigor, duración y frecuencia, así
como descripciones del empleo de aparatos diversos y de la parte del cuerpo que
interviene al utilizarlos.

El sentido utilitario de los romanos se puso pronto de manifiesto en su devoción por


la higiene, tanto individual como pública. Se difundió el empleo del agua como
práctica social, higiénica y curativa. Los romanos llegaron a superar a los griegos en
sus prácticas crenoterápicas. Los baños comunitarios existían desde los tiempos de
Catón, hacia el 200 a.C., pero los grandes establecimientos termales, que aún en la
actualidad continúan en vigencia en muchos países, proceden de la época imperial.
Las termas de Caracalla y de Diocleciano contaban con estanques de paredes de
mármol capaces de albergar entre 1.600 y 3.000 bañistas respectivamente, durante las
cinco horas que duraba la jornada diaria. Aunque sin alcanzar el esplendor de las
termas de Roma, la dominación romana en España legó múltiples instalaciones
termales, como las de Alenge y Montemayor en Extremadura, Ledesma en Castilla,
Caldes de Malavella y Caides de Montbui en Cataluña, Alhama en Aragón, Archena
en Murcia y Alhama de Granada y Santiponce en Andalucía.

Las termas solían estar constituidas por las siguientes partes: un pórtico que daba
paso al apoditerium, lugar donde los bañistas se desnudaban y vestían; el unctuarium,
donde los baneatures se aplicaban pomadas y perfumes; el baptisterium, lugar para
realizar abluciones higiénicas; el frigidarium, local con una o varias piscinas para
tomar baños fríos; el calidarium, o zona destinada a los baños calientes; el
sudatariurn o baño de vapor; el tepidarium o baño templado, donde los bañistas
permanecían cierto tiempo para evitar los cambios bruscos de temperatura, y el
plantanone o spheristeria, lugar donde se reunían los bañistas para recibir masajes por
parte de expertos masajistas (Traclatores) y pasar el tiempo conversando o realizando
ejercicios.

También tuvieron gran importancia los baños marítimos. Los romanos utilizaban el
sol, el aire y el mar y aprovechaban el clima para el tratamiento de múltiples
procesos. La talasoterapia, por tanto, fue una auténtica realidad en aquel tiempo.

A pesar de la división del Imperio Romano, la tradición hipocraticogalénica se


mantuvo en la medicina bizantina (siglos iv al vii). El médico romano Celio
Aureliano (V d.C), ardiente defensor de la luz solar como agente curativo
(helioterapia), enuncia algunos conceptos muy parecidos a los modernos acerca del
tratamiento físico, incluyendo la hidrogimnasia, la suspensionterapia y la
poleoterapía. En la época justiniana destaca Alejandro de Tralles, que continuó la
doctrina de la fuerza sanadora de la naturaleza, concediendo especial importancia al
régimen de vida para mantener la salud y prevenir las enfermedades. Empleó las
curas climáticas y la hidroterapia, y se opuso al abuso de fármacos y a las curas
drásticas.
La Edad Media

Después de la caída del Imperio Romano, el cristianismo reaccionó ante los espectáculos
gimnásticos abandonando la práctica de ejercicios físicos. La medicina estaba prácticamente en
mano de los monjes (medicina monástica). El cuidado del alma tenía predilección sobre el
cuidado del cuerpo. En esta época, tan sólo persistió la terapia farmacológica y la hidroterapia,
mientras que el ejercicio físico era practicado exclusivamente por la nobleza y los primados
eclesiásticos como diversión o para prepararse para la caza y la lucha (fig. 1.4).

Los árabes, en cambio, mantuvieron viva la medicina griega y romana por medio de traducciones
sirias y hebreas. Destacan las figuras de Avicena (980-1037), fiel seguidor de la medicina
galénica, y Albucasis (936-1013), que escribió un tratado de 30 tomos en los que se recoge el
saber médico del momento. Durante esta época, vuelve a valorarse la práctica de ejercicios
físicos y la balneoterapia, y se crean las casas de baños, lugares donde, tras las aplicaciones
hidroterápicas, se podían recibir fricciones con lodos y tierras, así como diversas atenciones
médicas. Los baños árabes, fomentados parias soberanos, se convirtieron en un factor cultural y
social de primer orden. Se tiene conocimiento de que, a mediados del siglo x, la ciudad de
Córdoba poseía más de tres mil baños públicos o hammams. Desgraciadamente, este resurgir de
la ciencia médica propiciado por los árabes quedó interrumpido cuando la peste negra irrumpió
en Europa.

El Renacimiento

La medicina renacentista inició el derrocamiento de la antropología galénica, aceptada como


verdad irrefutable durante el medievo. Con el inicio del Renacimiento, se retoma un interés
inusitado por la actividad muscular. El gran Leonardo da Vinci estuvo a la cabeza del interés por
la anatomía, que llegó a ser revolucionada por Andreas Vesalius (1515-1564), quien, basándose
en la disección de cadáveres humanos, detalla perfectamente la dinámica anatómica en su obra
De humani corporis fabrica libri septem (1543).

La influencia de Pietro Vergerio (1349-1428) sobre Vittorino da Feltra (1378-1446), profesor de


la Universidad de Padua, impulsó en gran medida la reintroducción del ejercicio físico en la
educación de la época. Así, volvió a florecer el desarrollo armónico del espíritu y del cuerpo de
la Grecia clásica. La hidroterapia, la natación y los ejercicios corporales pasaron a formar parte
del método pedagógico humanista.

La segunda mitad del siglo XV presenció una notable estimulación de la actividad intelectual,
cuyo mérito fundamental debe asignarse a la invención de la imprenta, con lo que los clásicos
griegos y romanos comenzaron a aparecer impresos; de este modo se redescubrió la terapéutica
hipocrática y galénica.

Durante el siglo XVI, el interés por la perfección física y las formas corporales produjo una
renovación de los estudios anatómicos y, en consecuencia, del ejercicio terapéutico. Cabe el
honor al médico español Cristóbal Méndez de ser el autor del primer tratado publicado sobre el
ejercicio terapéutico, Libro del Exercicio (1553), donde se establecen conceptos sobre el modo
de realizar correctamente el ejercicio corporal y se valoran las distintas modalidades deportivas
relacionadas con la edad, el sexo y la condición social del practicante (fig. 1.5). Pero el primer
tratado impreso sobre los ejercicios que obtuvo especial repercusión fue De Arte Gymnástica,
escrito en el año 1573 por Hieronymus Mercurialis (1530-1606), considerado como el eslabón
entre la educación física griega y la moderna (fig. 1.6). En esta obra se recogen observadores
sobre los ejercicios y sus efectos sobre el organismo, reconociéndose su verdadero valor
terapéutico, con sus indicaciones y contraindicaciones Consta de seis capítulos dedicados a
principios médicos, gimnasia del movimiento (lucha y saltos), especialidades como la natación,
navegación y equitación, así como los lugares, tiempos y modos de realizar los ejercicios para
que los resultados obtenidos sean óptimos, y la descripción de los efectos y cualidades que
pueden obtenerse con la práctica gimnástica.

Aunque existen referencias al empleo de las descargas eléctricas del pez torpedo en el
tratamiento de algias y especialmente de la gota, la primera aportación conocida sobre los
fenómenos eléctricos se debe a Tales de Mileto (600 a.C.). Pero no es hasta el siglo XVI cuando
William Gilbert, médico de la reina Isabel de Inglaterra, publica la obra De magnete megnetisque
corporibus donde se establece diferencias entre electricidad y magnetismo.

Es también durante esta época cuando comenzó a ponerse en práctica el método experimental, de
forma que, poco a poco, comenzaba a distinguirse entre ciencia y empirismo, esbozándose la
ciencia que conducirla de la alquimia a la química moderna y farmacéutica.

Siglo XVII

Durante el siglo XVII, bajo la influencia de la mecánica de Galileo y las teorías de Descartes,
intenta concebirse de un modo enteramente mecánico la actividad del cuerpo humano. Giovanni
Alfonso Borelli (1608-1679) en su libro De motu Animalium, intenta explicar el movimiento de
los cuerpos animales basándose en principios mecánicas, describiendo el funcionamiento
muscular mediante tensiones, fuerzas y las leyes de la palanca.

Con Thomas Sydenham (1624-1689), considerado el más notable médico de la medicina inglesa,
se recupera el hipocratismo y su fe en la naturaleza como «fuerza vital», así como en la acción
curativa de los agentes físicos naturales y remedios sencillos, reflejados en su obra Processus
integri.

Aunque el primer tratado de balneoterapia, De balneis et thermis, escrito por Giovanní Michele
Sayonarola (1452-1498), fue publicado en Ferrara en 1485, es durante el siglo xvii cuando se
establecen las bases de la moderna hidrología médica. En 1697, aparece en España la primera
obra fundamental de hidrología, Espejo cristalino de las aguas de España, escrita por Alfonso
Limón Montero, Catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares. Esta obra erudita, realizada
con la colaboración de casi medio centenar de corresponsales, médicos en su mayoría, consta de
cuatro libros que describen las propiedades de las aguas de 59 manantiales españoles, los baños
de aguas termales, y examina el valor higiénico y medicinal de los baños de «aguas simples» y
las cualidades terapéuticas de lo que el autor denomina «baños compuestos».

La Ilustración

Los estudios de Borelli influyeron en médicos del siglo XVIII, quienes pensaban en el
movimiento como la expresión inmediata de la vida. Entre ellos, Fridericus Hoffmann fue quien
más hizo para restablecer la importancia del ejercicio físico en la higiene, en el tratamiento y en
la vida diaria, como preconizaban los clásicos (fig. 1.7). Durante esta época comenzaron a
realizarse los primeros estudios fisiológicos serios acerca del ejercicio terapéutico. Nicolas
Andry escribió en.1723 su notable tesis con el título: ¿Es el ejercicio moderado el mejor medio
para conservar la salud?

El último cuarto del siglo XVIII presenció sorprendentes progresos en el pensamiento humano.
Se produjeron revoluciones en la política, la educación y las ciencias. En este período, aparece el
primer libro acerca del ejercicio terapéutico, de forma muy similar a como lo conocemos en la
actualidad. Joseph Clement Tissot (1750-1826) publicó Gymnastique Médicinale et Chirurgicale,
obra muy avanzada por su concepción y contenidos, que durante muchos años no vio reconocida
su importancia. Tissot rompió con la tradición de los clásicos, al recomendar la movilización en
los pacientes quirúrgicos. En esta obra, el masaje es empleado de modo reglado según las dis-
tintas afecciones, se insiste en la necesidad de conocer la anatomía al prescribir ejercicios
terapéuticos y se analizan los movimientos que intervienen en numerosas actividades tanto
manuales como artesanales.

La Física dio importantes pasos en este siglo, a los que se debe, en gran parte, la iniciación de la
revolución industrial en Inglaterra. Los nuevos conocimientos en los campos de la acústica, la
termología y los importantes estudios sobre los fenómenos eléctricos tuvieron gran influencia en
la medicina de la época. Durante el último cuarto de siglo se multiplicaron los estudios sobre la
naturaleza de la electricidad: la botella de Leyden permitió conservar la electricidad para su uso
posterior; Benjamin Franklin enunció el principio de conservación de la electricidad y descubrió
la naturaleza del relámpago; Walsh demostró la identidad entre la corriente eléctrica producida
por el pez torpedo y por la botella de Leyden, y Cavendish y Coulomb establecieron las medidas
de la fuerza entre cargas eléctricas. Pero, sin duda, los estudios más relevantes se deben a Luigi
Galvani (1737-1798) y a Alessandro Volta (1745-1827), quienes descubrieron diversas pruebas
de que la electricidad podía excitar la contracción muscular (fig. 1.8). Estos hallazgos, que
desataron una gran polémica, encauzaron la electrología en una dirección muy diferente, y dieron
a la medicina nuevas posibilidades de conocimiento y tratamiento de los fenómenos patológicos.

Las ideas naturalistas de numerosos filósofos ilustrados influyeron mucho en los médicos de la
época, que reconocieron las ventajas saludables de la vida al aire libre y del ejercicio moderado,
así corno las acciones curativas del agua. La hidroterapia, uno de los aspectos importantes de la
terapéutica hipocrática, gozó en el siglo xviii de un gran fervor en toda Europa en sus diferentes
formas. En este sentido, algunos médicos, como Floyer, Vicente Pérez y Von Hildebrandt,
dedicaron esfuerzos a resaltar las posibilidades terapéuticas de las aplicaciones de agua. En Ale-
mania destacaron Sigmund Hahn (1664-1742) y su hijo Johann S. Hahn (1696-1773) médicos de
Schweidnitz, Silesia) quienes, además de ser los primeros en administrar agua a los pacientes
febriles en contra de la opinión de la época, resaltaron la importancia de las aplicaciones de agua
fría, tanto en bebida como en aplicaciones externas. Hufeland (1762-1836), médico
neohipocrático alemán, destacó la importancia de los baños marinos y la helioterapia en el tra-
tamiento de enfermos tuberculosos. En España, Pedro Gómez de Bedoya publicó en 1764 otra de
las obras fundamentales de la hidrología medica, Historia Universal de las fuentes minerales de
España, en la que se enumeran las propiedades de 214 manantiales. En 1778, por encargo de la
Academia de Medicina de Paris, Carrere realizó una magnífica recopilación de todos los
conocimientos que hasta el momento se tenían de las aguas mineromedicinales.
Es a finales de este siglo cuando vuelve a retomarse el interés por las propiedades terapéuticas de
la luz solar, gracias a los esfuerzos de hombres como Poncet, Faure, Leretre, Leconte y Richard
Rusell. Se realizaron diversos estudios científicos sobre el tratamiento por el clima, tanto en
general, como considerando sus diversos componentes, en especial el aire y los vientos. Del aire
se estudiaron sus propiedades físicas y su relación con la aparición o persistencia de
determinadas enfermedades, así como su papel en la evolución de las heridas quirúrgicas.

Durante todo este siglo, muchos médicos enviaban a sus enfermos a los hoteles balnearios
construidos en las cercanías de los manantiales, de forma que eran numerosos los bañistas que
acudían a «tomar las aguas», para aliviar diversas dolencias o por costumbre social (fig. 1.9).

Siglo XIX

La Medicina del siglo xix vivió una serie de importantes transformaciones doctrinales, éticas y
científicas, que condujeron a un nuevo enfoque, desde una perspectiva diferente, de la utilización
de los agentes físicos.

Entre los iniciadores de la gimnasia durante la época moderna cabe citar al capitán valenciano
Francisco Amorós, cuya obra Tratado de educación, gimnástica y moral gozó de enorme éxito en
toda Europa. Una gran parte del rápido desarrollo del movimiento gimnástico acontecido durante
el siglo xix se atribuye a Per Henrik Ling (1776-1839), fundador del Instituto Gimnástico Central
de Estocolmo, cuya tesis era la «perfección física y moral» del ciudadano mediante el ejercicio
físico. Su gran aportación consistió en introducirla sistemática en el ejercicio: dosificación e
instrucciones detalladas. Ling dividió la gimnasia en cuatro ramas: pedagógica, médica, militar y
estética. Aunque no dejó obra escrita, sus trabajos fueron dados a conocer por dos de sus discípu-
los, Liedbeck y Georgii. Este último publicó en 1840 su tratado Fundamentos generales de la
gimnasia, en el que aparece el término «kinesiterapia», entendiendo como tal la noción general
de ejercicios metódicos que ejecuta el enfermo solo, por prescripción médica, el terapeuta en un
paciente pasivo o, terapeuta y paciente juntos.

El sistema de ejercicios propuesto por Ling necesitaba la continua atención personal del
terapeuta. Gustav Zander llegó a la conclusión de que con palancas, poleas y pesas
(mecanoterapia) podía ofrecer a la vez asistencia y resistencia, eliminando al terapeuta, salvo
para lograr que el paciente comenzara el tratamiento y para una supervisión periódica. Weir
Mitchell fue quien trasladó los conocimientos europeos sobre gimnasia terapéutica a Estados
Unidos, en un periodo en que se iniciaba el interés por la educación física y la cinesiterapia en
las universidades y escuelas de medicina americanas.

A raíz de los descubrimientos de Galvani y Volta, muchos autores comenzaron a publicar


comunicaciones sobre curaciones llevadas a cabo mediante el galvanismo. Tras el
descubrimiento de la inducción eléctrica por Michael Faraday en 1831, este nuevo tipo de
electricidad se incorpcró a las prácticas terapéuticas. Poco después, Duchene de Boulogne (1806-
1875) subrayó el hecho de que ciertos músculos paralizados conservaban la excitabilidad
inducida por la corriente farádica, mientras que otros la perdían. Entre los primeros figuraban los
afectados por parálisis debidas a lesiones de nervios periféricos. A partir de entonces podían
diferenciarse las parálisis de origen central de las periféricas. Sus investigaciones
electrofisiológicas condujeron a la aplicación práctica del electrodiagnóstico. A finales de siglo,
D’Arsonval comenzó a realizar aplicaciones con corrientes de alta frecuencia determinando en
ellas la importancia de la tensión y de la intensidad. Demostró la inexcitabilidad neuromuscular y
la producción de calor en profundidad con este tipo de corrientes.

El recurso a las fuerzas macrocósmicas, el aire, el agua, la tierra y la luz solar conoció muchos
partidarios en la época romántica, lo que propició la sistematización de la hidroterapia y de las
curas termales. Antón Sebastian Kneipp (1821-1897), párroco de Bad Wórishofen (Alemania),
fue uno de los grandes impulsores de la hidroterapia. Las aplicaciones más empleadas por él y
sus discípulos fueron los chorros, baños fríos y calientes (parciales o totales) a los que añadía
plantas medicinales, baños de vapor, lavados de agua fria y envolturas. Su método de tratamiento
o «cura de Kneipp» aún mantiene en nuestros días cierto prestigio. Wílhelm Winternitz (1835-
1917), médico vienés, consolidó la hidroterapia como ciencia médica, sentando sus bases
fisiológicas y estableciendo sus indicaciones, de forma que fue introducida en los planes de
enseñanza de la Facultad de Medicina de su país y, posteriormente, en el resto de Europa.

Los ingleses Downen y Blunot demostraron que la radiación solar era capaz de destruir ciertas
bacterias que originaban enfermedades infecciosas, lo que proporcionó a la helioterapia un apoyo
científico. Pero el empleo de la luz solar como agente terapéutico adquirió su mayor popularidad
gracias a Rickli, quien diseñó un sanatorio en Austria con grandes salas para practicar esta
modalidad de tratamiento y obtuvo notables resultados, que impresionaron a los médicos de la
época. Los trabajos que, a principios del siguiente siglo, realizaron Eernhard y Rollier con-
tribuyeron a sustentar la helioterapia en cimientos de naturaleza científica, pese a que la
utilización de la luz solar data de épocas muy remotas.

La práctica del masaje resurgió gracias a los resultados obtenidos en Amsterdam por Johan
Georg Metzger (1838-1909), quien publicó a finales del siglo XIX los métodos de Ling
aplicados a la medicina. Su libro y técnicas, Tratado de las luxaciones del pie por medio del
masaje, tuvo en aquella época un enorme éxito. Lucas Championiere (1843-1913) introdujo el
masaje y la necesidad de la movilización precoz en el tratamiento de las fracturas y sus secuelas.
Los seguidores de Metzger, figuras destacadas de la medicina y la cirugía, adoptaron la
clasificación del masaje en cuatro variedades —fricción suave, fricción, amasamiento y
golpeteos— y contribuyeron a sistematizar el masaje en el tratamiento físico de las
incapacidades.

Durante el transcurso de la segunda mitad del siglo xix, la mentalidad de los pensadores
románticos fue dando paso a otra diferente, cuyos objetivos principales eran la ciencia y la
técnica. Los estudios científicos fueron abarcando todos los aspectos del saber y se produjeron
descubrimientos trascendentales para la ciencia. La inducción electromagnética de Faraday fue
llevada a términos matemáticos por J. C. Maxwell (1831-1879), quien enunció las ecuaciones
que rigen los fenómenos electromagnéticos y luminosos. La mecánica tradicional, edificada en
los supuestos de Galileo y Newton, llegó a ponerse en duda por las demostraciones de Hertz
(1857-1894) y Henñ Poincaré (1854-1912) sobre la propagación de las ondas electromagnéticas.
Se establecieron en esta época los principios de la termodinámica y fueron incorporándose a los
tratamientos radiaciones electromagnéticas, como la radiación ultravioleta y la infrarroja,
producidas de forma artificial.

En el terreno de la medicina, frente al positivismo científico, llevado hasta sus limites por los
máximos representantes de la denominada nueva Escuela de Viena, surgió un escepticismo
terapéutico, que supuso el renacer del hipocratismo médico, abandonado por las tendencias
positivistas de la época. Gracias a la aparición de esta nueva tendencia vitalista, opuesta al
materialismo del método científico, se retomó el interés por el termalismo, el ejercicio físico, la
helioterapia, la vida al aire libre y la dietética. Bajo esta concepción apareció el sistema de
manipulaciones vertebrales (quíropraxia), ideado por Daniel Palmer, y la doctrina de la
osteopatía de Andrew Taylor Still.

Siglo XX

El estallido de la Primera Guerra Mundial determinó que se incrementara el empleo de los


ejercidos físicos para rehabilitación en los hospitales militares de los países contendientes. En
Estados Unidos, W. G Wright desarrolló muchas técnicas cinesiterápicas, especialmente el
entrenamiento de los parapléjicos para deambular sobre muletas valiéndose de las extremidades
superiores, lo que representó uno de los mayores éxitos en la historia de la cinesiterapia. A otro
médico estadounidense, C. L. Lowman, se debe la hidrocinesiterapia, como término y como
método, tal y como se utiliza en la actualidad. En Alemania, después de la Primera Guerra
Mundial, se produjo cierto cambio de actitud hacía los ejercicios, destacándose cada vez más la
importancia de la relajación. De esta forma, se insistió en que se incluyeran ejercicios de
relajación en los programas terapéuticos.

Uno de los mayores impulsos para los ejercicios terapéuticos provino de otro médico
estadounidense, Thomas DeLorme, quien ideó un método de dosificación sistemática del
esfuerzo, al que denominó «ejercicios de resistencias progresivas», el cual obtuvo una amplia y
rápida aceptación. Pero la medida más revolucionaria en la movilización terapéutica, durante el
siglo xx, tal vez sea la movilización precoz de los pacientes después de una intervención quirúr-
gica mayor, propuesta por Leithauser.

A partir de los conceptos de inervación e inhibición recíprocas, desarrollados a finales del siglo
XIX por C. S. Sherrington, un neurofisiólogo experimental, diversos médicos contribuyeron a
introducir los reflejos normales y patológicos en la terapia con ejercicios (fig. 1.10). Pero el
principal investigador en esta línea fue otro neurofisiólogo, Herman Kabat, quien utilizó el
reflejo de extensión, flexión y tónico (entre otros), y dio a su método el nombre de «facilitación
propioceptiva».

Desde principios de siglo, mediante múltiples experiencias y publicaciones de distintas escuelas


europeas, americanas y orientales (de China y Japón, principalmente), se establecieron
definitivamente las bases actuales del masaje, y se distinguieron diversos métodos y técnicas
terapéuticas: masaje terapéutico, reflejo, sobre tejido conjuntivo, acupuntural, quiropráctico,
deportivo, automasajes, etc. Hacia el año 1952, Gertrude Beard realizó una descripción y
definición del masaje clásico en la que establece las tendencias actuales del masaje para provocar
diversos efectos sobre sistemas específicas (nervioso, musculasquelético, sanguínea, linfática) y
en toda el organismo en general.

En la primera mitad del siglo XX, al mismo tiempo que tuvieron lugar las más grandes
catástrofes bélicas de la historia de la humanidad, se produjo un gran despliegue de la ciencia y
la técnica, hasta entonces desconocido, que, en una parte no desdeñable (desarrollo del radar la
termografía, los ultrasonidos, etc.), se debió a la acción «estimulante» de las situaciones bélicas.
En 1917, Langevín construyó el primer equipo de ultrasonidos basado en la piezoelectricidad,
observando los primeros efectos biológicos de estas vibraciones de alta frecuencia. En 1936,
Dolhmann construyó el primer equipo de ultrasonidos aplicable en medicina. Se comenzó a tratar
con ultrasonidos enfermos con otosclerosis, cicatrices cutáneas y neuralgias. Por fin, en 1939,
tuvo lugar en Erlangen (Alemania) el Primer Congreso Internacional de Ultrasonidos.

El desatollo de la tecnología permitió grandes avances en el terreno de las radiaciones


electromagnéticas y su aplicación en medicina, durante los primeros decenios de este siglo.
Whitney introdujo la diatermia por onda corta en 1910 y la hipertermia en 1928. En ese mismo
año, Esau y Schliephake iniciaron la radioterapia y, en 1929, el electrodiagnóstico fue
perfeccionado por Adrian y Bronk con la aguja coaxial, base de la electromiografia actual.

El siglo XX inició su despertar destruyendo la inquebrantable fe mecanicista. El más


caracterizado protagonista de este fenómeno fue Albert Einstein, quien supo traducir en hechos
prácticos para la ciencia el ambiente que se percibía en su época, orientado hacia la elección de
un nuevo rumbo en la física y el resto de ciencias y conocimientos. En 1917, el propio Einstein
describió el fenómeno teórico de la emisión estimulada y, en 1951, Pourceil y Pound lo
realizaron experimentalmente. A partir de estos descubrimientos y de las experiencias de
científicos como Webel Gordon, Zeiger y Townes, T. H Maiman construyó en 1960 el primer
láser de rubí; de este modo la laserterapia se incorporé al campo de la terapéutica por agentes
físicos.

El notable desarrollo científico y tecnológico de este siglo ha contribuido a la aparición de


nuevas formas de tratamiento (laserterapia, magnetoterapia, corrientes interferenciales, corrientes
pulsantes de alta frecuencia, etc.) y al perfeccionamiento de las ya existentes, al profundizarse en
los mecanismos intrínsecos (físicos y biológicos) de su acción terapéutica.

PERSPECTIVA ACTUAL

La mayor parte de las aplicaciones diagnósticas de los agentes físicos han ido integrándose en
otras especialidades médicas: en unas ocasiones, por su especificidad, orientada hacia un sistema
determinado (como es el caso de la electrocardiografía}, y en otras, por tratarse de técnicas de
imagen, como la ecografía o la resonancia magnética, que se han incorporado a los recursos del
radiodiagnóstico. En cualquier caso, hay que admitir que, en el contexto actual, la medicina
física se ocupa principalmente de aspectos relativos al tratamiento de las enfermedades, lo que
recibe el nombre genérico de terapéutica. Esto crea ciertas áreas de solapamiento y, por qué no,
de confusión con otros términos conocidos, como terapéutica física y fisioterapia.

La terapéutica física puede entenderse como la parte de la terapéutica cuyos remedios son los
agentes físicos. Se originé reuniendo los agentes físicos naturales (luz, agua, calor...) y aquellos
aportados por el desarrollo de la física, lo que la dotó de suficiente autonomía como para poder
emanciparse de las diferentes modalidades terapéuticas. Así, a finales del siglo XIX y principios
del xx, se estudiaban los agentes físicos en algunos tratados de terapéutica, de forma aislada,
incluyéndolos en un amplío capítulo que genéricamente se denominó fisioterapia. El desarrollo
de los agentes físicos y de sus técnicas de aplicación llegó a ocupar un espacio tan amplio, dentro
de los estudios de medicina en España, que hubo de instaurarse un bloque independiente dentro
de la enseñanza de pregrado, para separar su estudio del de las demás terapéuticas, especialmente
la farmacológica. Con el paso del tiempo, la asignatura «Terapéutica física» fue cargándose de
contenidos, muchos de ellos diagnósticos, paradójicamente, hasta que a finales de los años
setenta, por motivos ya expuestos, pasó a denominarse «Radiología y medicina física».

Etimológicamente, fisioterapia equivale a terapéutica física, aunque sólo supone una parte de
ella, sí se considera que esta última incluye a todos los agentes físicos, mientras que la primera se
refiere exclusivamente a los agentes no ionizantes. Además, el concepto de fisioterapia ha
adquirido una relación más directa con la aplicación de los tratamientos.

La Confederación Mundial de Fisioterapia establece la siguiente definición de la fisioterapia: La


fisioterapia es el arte y la ciencia del tratamiento fisico, es decir el conjunto de técnicas que,
mediante la aplicación de agentes físicos, curan, previenen, recuperan y readaptan a los pacientes
susceptibles de recibir tratamiento físico.

Por su parte, el comité de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) especifica


este tratamiento físico al realizado mediante la cinesiterapia, termocrioterapia, fototerapia,
hidroterapia y electroterapia. Por fisioterapeuta se entiende el profesional sanitario paramédico
que aplica los agentes físicos no ionizantes bajo prescripción y control médico, cuya titulación
(diplomado) en España, desde 1980, se obtiene tras cursar tres años de estudios en escuelas
universitarias. El fisioterapeuta es el único profesional no médico con formación universitaria
capacitado para aplicar, en su campo de actuación, los diferentes medios y técnicas terapéuticas
con agentes físicos no ionizantes.

Recientemente, por Real Decreto 546/1995 del 7 de abril se establece la titulación de formación
profesional de Técnico en Cuidados Auxiliares de Enfermería Entre las competencias generales
de estos profesionales figura la de aplicar técnicas de tratamientos locales de termoterapia,
crioterapia, hidroterapia e hidrología médica, tanto en entidades públicas como en privadas, bajo
la figura del auxiliar de balnearios.

Lamentablemente existe un gran número de «seudoprofesionales» (masajistas, quiromasajistas,


manipuladores, naturópatas, etc.), que, sin titulación o acreditándose bajo títulos sin reconocer,
no solamente compiten con los auténticos profesionales, sino que muchas veces su actuación
agrava patologías existentes o provoca lesiones irreparables entre los incautos que caen en sus
manos.

Tanto la medicina física como la fisioterapia están muy interrelacionadas con la rehabilitación.
Sin embargo, cada una posee ciertas características que la dotan de identidad propia. Así, la
Comisión Nacional de la especialidad médica de rehabilitación establece que la rehabilitación es
«diagnóstico, evolución, prevención y tratamiento de la incapacidad, encaminados a facilitar,
mantener o devolver el mayor grado de capacidad funcional e independencia posibles». La OMS,
en su segundo informe de 19S8, define la rehabilitación como el conjunto de medios médicos,
sociales, educativos y profesionales, destinados a restituir al paciente minusválido la mayor
capacidad posible de independencia». Por tanto, si bien la medicina física se asocia generalmente
con la rehabilitación, hay que considerar a esta última de forma independiente, ya que, además
de agentes físicos, utiliza medidas sociales, profesionales, educativas, etc.

Los agentes físicos no ionizantes ven ampliado cada vez más su horizonte terapéutico, pues no
queda entroncado únicamente con el quehacer rehabilitador, ortopédico, traumatológico o
neurológico. En efecto, estos agentes y medios físicos vienen incorporándose al arsenal
terapéutico de otras especialidades. Valgan como ejemplo:

— La hipertermia mediante radiofrecuencias y microondas prostático o su utilización por


su efecto radiosensibilizador sobre tejidos normales y tumores.

— La denominada terapia fotodinámica, que utiliza diferentes tipos de láseres junto con
sustancias fotosensibilizantes para el tratamiento de neoplasias.

— El empleo de láseres de alta potencia en cirugía y dermatología.

— La aplicación de ultrasonidos en litotripsia, la estimulación eléctrica de cordones


posteriores para el control del dolor, las modernas técnicas de electroquimioterapia o la
rizolisis, entre otras muchas.

La medicina física debe basarse en el conocimiento científico de los agentes físicos, para lo cual
son fundamentales la física y otras ciencias relacionadas. Pero la anatomía, la fisiología y la
patología son igualmente esenciales, tanto para plantear y controlar adecuadamente las diferentes
aplicaciones terapéuticas, como para establecer las normas de seguridad en el manejo de los
diferentes equipos y técnicas, evitando los riesgos y accidentes derivados de su empleo.

Al considerar las acciones de los agentes físicos en el organismo, puede apreciarse que se trata
de una ciencia compleja. En efecto, la medicina física comprende una gran variedad de agentes
físicos de naturaleza diversa (movimiento, presión, electricidad, calor, frío...) y, sin embargo, en
ocasiones, tratamientos de diversa índole persiguen un efecto similar (p. ej., producir
calentamiento en una zona). Otras veces, en cambio, agentes de la misma naturaleza física actúan
produciendo diferentes acciones terapéuticas. Éste es el caso de la corriente alterna, que a baja
frecuencia presenta una acción predominantemente excitomotriz (favorece la excitación y con-
tracción muscular), mientras que a alta frecuencia pierde esta capacidad (produce calor en el
interior del organismo). Por todo ello, se hace necesario abordar el estudio de la medicina física
desde una perspectiva integradora, más aún si se tiene en cuenta que muchos tratamientos
diferentes son perfectamente complementarios.

En nuestros días, la medicina física viene experimentando un auge paralelo a los progresos de la
medicina en general. Los recientes avances tecnológicos, junto con cierta tendencia a reducir
tratamientos farmacológicos que resultan en ocasiones abusivos y muy costosos, han abierto
nuevas perspectivas para la medicina física en el ámbito terapéutico, así como en el higiénico o
preventivo. En la actualidad, la medicina física está orientada tanto en un sentido profiláctico
(prevención primaria y terapéutico (prevención secundaria), como hacia la reeducación y
reinserción profesional de los pacientes (prevención terciaria).

Las condiciones de salud en las que se vive actualmente hacen que la esperanza de vida se sitúe
en torno a los ochenta años. Esto motiva que la población de la «tercera edad« sea cada vez
mayor y que la atención médica a sus problemas específicos adquiera más trascendencia. Se
presta más atención a la necesidad de una buena forma física para mantener una calidad de vida
adecuada en todas las etapas y aspectos de la vida (laboral y del ocio). Por tanto, la medicina
física no sólo encuentra aplicación en las disciplinas y especialidades fundamentales de
rehabilitación, medicina interna y cirugía, sino también en otras, como ortopedia, traumatología,
reumatología, medicina laboral, medicina deportiva, neurología, pediatría, ginecología, geriatría
y medicina estética.

Por último, debemos recordar que muchas medidas físicas constituyen métodos preventivos y de
mantenimiento que pueden estar incluidos en un denominado «régimen de vida saludable».
Sabemos desde muy antiguo que la acción del sol, el agua, el clima y el ejercicio físico influyen
de forma acusada en la salud e incluso en el carácter del ser humano.

A pesar de la superespecialización inevitable por el aumento de conocimientos, actualmente


existe una tendencia en la praxis médica a efectuar una mirada hacia el saber humanista que no
olvida nunca el marco general de referencia sobre el que se realizan unos determinados estudios
concretos. Este retorno holístico, no exento de abusos, charlatanería e intrusismo, vuelve a
considerar la salud come un equilibrio del hombre consigo mismo y con su medio ambiente, y la
enfermedad como una ruptura de dicho equilibrio, bien por razones personales o ambientales. En
esta concepción, la terapéutica por agentes físicos (nunca alternativa, aunque sí ciertamente
olvidada en nuestras Universidades y en la praxis médica, quizá por el gran desarrollo de la in-
dustria farmacéutica y la deshumanización en la relación médico-enfermo), tecnológicamente
más desarrollada, física y biológicamente más fundamentada, está retomando la importancia de
épocas pasadas.

AGENTES FÍSICOS EN MEDICINA FÍSICA

Desde tiempos hipocráticos, los agentes terapéuticos fueron tradicionalmente divididos en


higiénicos, farmacológicos y quirúrgicos. Los higiénicos se definían como «todos los agentes
naturales que actuaban habitualmente sobre el organismo sano sosteniendo en él la vida y que, en
ocasiones, podían aliviar o curar padecimientos»; incluían elementos de origen natural, como el
agua, el sol, el calor, el frío, etc. Así pues, en un principio, los agentes físicos empleados tuvieron
un carácter telúrico. La medicina física fue una de las primeras modalidades que encontró el
hombre para aliviar sus padecimientos. A partir de los grandes descubrimientos de la física, esta
terapia de tipo «natural» pasó a incorporar agentes físicos producidos artificialmente
(electricidad estática, ultrasonidos, microondas, láser, etc).

Todo agente físico es portador de energía y su interacción con el material biológico implica la
cesión de toda o parte de ella. La energía cedida y absorbida origina una serie de efectos sobre el
material biológico: unos de tipo físico o primarios y otros de naturaleza bioquímica o
secundarios, de los que derivarán sus efectos terapéuticos o, en su caso, su acción nociva (fig.
1.11).

Atendiendo a un efecto primario en particular, la capacidad de producir ionizaciones en la


materia, los agentes físicos pueden clasificarse en ionizantes y no ionizantes:

1. Agentes ionizantes. Incluyen tanto radiaciones constituidas por campos de materia, clásica-
mente denominadas corpusculares (protones, electrones, partículas alfa, etc.), como radiaciones
conformadas por campos electromagnéticos, también denominadas no corpusculares (rayos X y
radiación gamma). Su interacción con la materia produce fundamentalmente la ionización de los
átomos que la componen. Estos agentes constituyen el principal interés de la física nuclear y de
la radiología.
2. Agentes no ionizantes. Son los que se emplean en medicina física. En ellos se incluyen el resto
de los agentes físicos, naturales y artificiales, cuya interacción con el material biológico no
produce ionizaciones atómicas, pues la energía que transmiten al medio es insuficiente para ello.
La casi totalidad de los agentes físicos ionizantes induce finalmente la generación de calor,
aunque no sea la consecuencia última de su mecanismo de acción.

CLASIFICACIÓN DE LOS AGENTES FISICOS NO IONIZANTES

Los agentes físicos no ionizantes pueden clasificarse, atendiendo a su naturaleza, en varios


grupos: agentes cinéticos o mecánicos, agentes térmicos, agentes eléctricos y electromagnéticos
y agentes climáticos o complejos. A continuación se expondrán las principales características de
cada uno de ellos.

Agentes cinéticos o mecánicos

Los agentes cinéticos implican la emisión y transmisión de fuerza o energía mecánica, que
conlleva el movimiento del organismo, los tejidos o las moléculas sobre los que actúan. De
acuerdo con la frecuencia de dicho movimiento, los agentes cinéticos pueden ordenarse desde el
reposo o ausencia de movimiento (frecuencia aproximadamente cero), hasta los ultrasonidos,
ondas mecánicas de frecuencia superior a 16.000 ciclos por segundo o hercios (Hz), pasando por
movimientos y manipulaciones del organismo o segmentos de éste. La aplicación médica de los
agentes cinéticos da lugar a una serie de modalidades en medicina física; que detallamos a con-
tinuación.

CINESITERAPIA (KINESITERAPIA)

En su más amplia acepción significa «tratamiento por el movimiento» (del griego kinesis:
movimiento y therapeia: curación, remedio, tratamiento), aunque algunos la han denominado
como el «tratamiento del movimiento», debido a que con frecuencia tiene como objetivo
restablecer movimientos normales. Las fuerzas aplicadas, pasiva o activamente, sobre los
diferentes segmentos corporales, así como los movimientos resultantes, producen efectos
terapéuticos. El objetivo final de la cinesiterapia consiste en ejecutar una serie de movimientos,
ejercicios graduales y sistemáticos, con una finalidad preventiva o curativa. Igualmente, la
privación intencionada de movimiento (acinesia, reposo, inmovilización) posee efectos
terapéuticos.

Incluida en la cinesiterapia se encuentra la mecanoterapia, a la que Lagrange definió como «el


arte de aplicar a la terapéutica y a la higiene ciertas máquinas destinadas a provocar movimientos
corporales metódicos, cuya fuerza, extensión y energía se han regulado de antemano». La
mecanoterapia puede considerarse como una variedad instrumental de cinesiterapia, que engloba
un conjunto de técnicas que requieren el empleo de aparatos mecánicos diversos.

MASOTERAPIA

Tratamiento mediante el masaje. Constituye una de las modalidades terapéuticas más antiguas.
La palabra masaje no tiene un origen muy claro; puede derivar de cualquiera de los siguientes
vocablos: mass (árabe: tocar con suavidad, frotar, massefri (griego: amasar, frotar), machech
(hebreo: palpar, tantear) o masser (francés: amasar, sobar). Ello conlleva que se hayan dado
muchas definiciones diferentes del masaje. Una de las más aceptables, en términos científicos,
considera el masaje como «toda técnica manual o mecánica que moviliza de forma metódica los
tejidos con fines terapéuticos, preventivos, higiénicos, estéticos o deportivos. En un principio el
masaje se hallaba más ligado a la higiene corporal; posteriormente se situó en un plano, similar
al actual, esencialmente terapéutico y preventivo. Los efectos que produce de forma local y
general lo hacen indicado en afecciones del aparato locomotor cardiorrespiratorio y circulatorio,
así como el sistema nervioso y de otras localizaciones.

ULTRASONIDOS TERAPÉUTICOS

Los ultrasonidos, al igual que los sonidos, son ondas mecánicas de tipo longitudinal, que se
propagan por las partículas del medio como un movimiento ondulatorio, a una velocidad
determinada a partir de su foco emisor. La diferencia entre ambos estriba en que los primeros no
son capaces de estimular el mecanismo de la audición. La capacidad de percepción del sonido
depende de que su intensidad supere un umbral determinado y de que su frecuencia se encuentre
entre ciertos limites. El Espectro sonoro para el ser humano comprende una zona audible, que
varía según los individuos y la edad, aunque se admite que abarca desde los 16 hasta los 20000
Hz. Existen dos zonas inaudibles: una por debajo de los 16 Hz (infrasonidos) y otra por encima
de los 16.000 o 20000 Hz (ultrasonidos). También pueden producirse ultrasonidos de muy
elevadas frecuencias, superiores a los 10V MHz, denominados hipersonidos.

La utilización diagnóstica de los ultrasonidos (ecografía) se estudia en el contexto del


diagnóstico por la imagen, junto a otras exploraciones radiológicas; la utilización terapéutica es
la que tiene interés en medicina física. Los ultrasonidos de emisión continua, aplicados a
intensidad media o baja, se emplean fundamentalmente por su efecto térmico en profundidad. A
intensidades elevadas, en cambio, predomina la acción mecánica intensa, con gran capacidad
destructiva. Este efecto mecánico se ha aprovechado para la fabricación de limpiadores ul-
trasónicos para diferentes materiales, bisturíes ultrasónicos y equipos de litotripsia para la des-
trucción de cálculos urinarios y biliares.

Agentes térmicos

La temperatura es uno de los aspectos físicos que contribuye al equilibrio en la naturaleza. Los
seres vivos, de hecho, sólo subsisten de forma óptima bajo determinadas condiciones térmicas, e
incluso han evolucionado para adaptarse a ellas. Como se ha comentado en la revisión histórica,
tal vez el aporte de calor (calentamiento) o la sustracción de éste (enfriamiento) sean los
remedios físicos que acompañan al hombre desde más antiguo.

TERMOTERAPIA

El calor produce una serie de respuestas fisiológicas en el ser humano que pueden utilizarse con
finalidad terapéutica. Los agentes termoterápicos son múltiples: abarcan desde la aplicación de
diferentes agentes a temperatura elevada —materiales sólidos calientes o termóforos (bolsas
calientes, ladrillos, envolturas, etc.) líquidos (agua), semilíquidos (peloides, parafina) o gaseosos
(aire seco, vapor de agua)— hasta la conversión en calor en el interior del organismo de otras
formas de energía —radiaciones infrarrojas, corrientes eléctricas de alta frecuencia o energía
mecánica (ultrasonidos)-. Según la profundidad de acción, los agentes termoterápicos se cla-
sifican en superficiales (cuerpos sólidos, líquidos, semilíquidos y radiación infrarroja) o
profundos (corrientes de alta frecuencia, ultrasonidos). Según el mecanismo principal de cesión
de energía térmica al organismo, la termoterapia puede realizarse por conducción, convección o
conversión de otras formas de energía en calor.

CRIOTERAPIA

En crioterapia se utiliza un conjunto de procedimientos terapéuticos basados en las respuestas


fisiológicas de la aplicación del frío sobre el organismo. Así pues, pretende substraerse energía
térmica con finalidad curativa. En la actualidad, los agentes crioterápicos empleados realizan este
enfriamiento mediante varios mecanismos: conducción (compresas y envolturas frías, bolsas de
hielo, masaje de hielo, etc.), convección (baños y duchas frías) y evaporación (empleando
agentes refrigerantes, como cloruro de etilo, nitrógeno liquido vaporizado, etc.).

Agentes electromagnéticos

Los métodos terapéuticos y diagnósticos que en medicina física utilizan la electricidad como
agente físico se estudian en la electroterapia y el electrodiagnóstico (tabla 1.1).

Tabla 1.1 Agentes electromagnéticos de utilización frecuente en medicina física


Agente Longitud de onda Utilización terapéutica

Corriente estimulante 3 x 108 – 7.5 x 103 Km Electroestimulación


(baja y media frecuencia)
Onda corta 22 m Termoterapia profunda
(Diatermia)
Microondas 11 mm Termoterapia profunda
(Diatermia)
Infrarrojo (IR)
IR distales 10.000 - 1.500 nm Termoterapia superficial
IR proximales 1.50 - 780 nm
Láser
Láser de As-Ga 909 – 910 nm (IR) Modulación del calor
Láser de He-Ne 632 nm (rojo) Acción trófica
Ultravioleta (UV)
UV-A o próximo 400 – 315 nm Acción fotoquímica,
UV-B o medio 315 – 280 nm Fotoeléctrica y
UV-C o corto 280 – 185 nm Bactericida

ELECTROTERAPIA
Por definición, la electroterapia estudia la corriente eléctrica como agente terapéutico. Las
corrientes eléctricas se han dividido clásicamente en continuas (corriente galvánica) y alternas, y
éstas a su vez en corrientes de baja (hasta 1.000 Hz), media (1.000-10.000 Hz) y alta frecuencia
(por encima de 10.000 Hz). Esta clasificación según el rango de frecuencia provoca cierta
confusión si se atiende a los efectos que se producen. Por ejemplo, las frecuencias de las co-
rrientes estimulantes neuromusculares empleadas habitualmente en medicina van de 1 a 4.000
Hz.

Las corrientes eléctricas se utilizan esencialmente para obtener efectos electroquímicos por la
producción de movimiento neto de iones, modular el dolor y producir contracciones musculares
(efecto excito-motor). Sin embargo, aunque los impulsos eléctricos pueden ejercer acción
terapéutica directa, la energía eléctrica puede transformarse en calor (electrotermoterapia), lo que
constituye una modalidad de termoterapia esencialmente profunda, la diatermia («por medio del
calor»). Las corrientes como la onda corta y las microondas, que por su elevada frecuencia
pierden la capacidad excitomotora, pero producen calor en profundidad al atravesar el organismo
y ser absorbidas por los tejidos, son consideradas diatermias.

La onda corta y las microondas se transmiten en forma de ondas electromagnéticas. En


electroterapia se incluyen también otras modalidades de energía, que se transmiten en forma de
ondas electromagnéticas, obtenidas por medios artificiales, como los rayos infrarrojos, láser y
campos magnéticos fijos o variables. Incluso hay autores que incluyen los ultrasonidos, ya que se
necesita energía eléctrica para su producción.

La corriente eléctrica variable o una partícula cargada dotada de movimiento acelerado producen
en cada punto del espacio campos eléctricos y magnéticos, que varían con el tiempo y se
transmiten en forma de movimiento ondulatorio: onda electromagnética. Toda onda
electromagnética supone una propagación de energía a través del espacio y, por tanto, una
transmisión de energía desde un sistema que la produce hasta el sistema que la recibe, sin
contacto inmediato entre ambos.

La radiación es un proceso en el cual las diferentes formas de energía viajan a través del espacio.
Así, la radiación puede ser tanto un mecanismo de transferencia de calor, por el que se adquiere
o cede energía térmica, como el proceso de emisión de energía en forma de ondas
electromagnéticas desde una fuente productora. Las diferentes radiaciones electromagnéticas
presentan varias características comunes:

1.Se producen cuando se aplican fuerzas eléctricas o químicas suficientemente intensas a un


material.

2.Se transmiten por el vacío a igual velocidad.

3.Se propagan en línea recta.

4.Se pueden reflejar refractar, transmitir o absorber según el medio con el que interaccionen.

El origen de las radiaciones electromagnéticas es diverso. Algunos cuerpos las emiten


espontáneamente, sin aporte externo de energía, por procesos de desintegración nuclear (isótopos
radiactivos). Otros cuerpos las emiten sí se les suministra energía térmica, luminosa, etc.
(infrarrojos, ultravioletas, láser). Otro mecanismo de producción se basa en aceleraciones y
frenado de electrones (rayos X, microondas). Por último, otras radiaciones electromagnéticas se
producen en osciladores electrónicos por corrientes variables que generan campos
electromagnéticos (onda corta).

A diferencia de las vibraciones mecánicas, las radiaciones electromagnéticas pueden transmitirse


en el vacío, al considerarse éste como un medio no disipativo de energía. La velocidad de
propagación en el vacío de todas las radiaciones electromagnéticas, conocida como velocidad de
la luz en el vacío (c), es una de las constantes fundamentales de la naturaleza, cuyo valor muy
aproximado es 3 x 108 m/s-1

A partir de la teoría de Maxwell se desprende que las diferentes radiaciones electromagnéticas,


incluyendo las luminosas, poseen una naturaleza común, por lo que es lógico representarlas en
forma de escala única. Cada radiación se caracteriza por su frecuencia o su longitud de onda. El
conjunto de todas las ondas electromagnéticas constituye un espectro continuo de gran amplitud:
espectro electromagnético.

FOTOTERAPIA

Consiste en la utilización terapéutica de la luz. En medicina queda limitada a la utilización


terapéutica de la radiación infrarroja, ultravioleta y radiación solar (helioterapia); la luz visible
tiene menos importancia. El empleo terapéutico de la luz láser (laserterapia) constituye un
apartado especial de la fototerapia.

ELECTRODIAGNÓSTICO

Consiste en explorar y registrar las respuestas de los sistemas orgánicos a estímulos eléctricos, o
las corrientes producidas por éstos de forma espontánea. El término electrodiagnóstico queda
reservado a la exploración de la función neuromuscular, pues otras técnicas diagnósticas —como
electrocardiografía, electroencefalografía, etc.- han pasado a formar parte del bagaje diagnóstico
específico de diferentes especialidades médicas. En la actualidad, bajo el nombre genérico de
electromiografía, se incluyen una serie de técnicas diagnósticas neurofisiológicas que se
complementan entre sí.

Agentes climáticos o complejos

En este grupo se incluyen técnicas o métodos complejos, porque frecuentemente intervienen


varios agentes, de forma simultánea, en la producción de respuestas fisiológicas. Dentro de este
grupo quedan incluidos la mayoría de los agentes físicos de tipo natural, como formas de
termoterapia y crioterapia, el empleo de las radiaciones solares (helioterapia), el agua
(hidroterapia, hidrología médica) y el clima en su conjunto (climatoterapia).

La palabra hidroterapia procede del griego (Hidros: agua y therapeia: curación). Así pues, puede
definirse como el empleo del agua con fines terapéuticos. Sin embargo, sus efectos terapéuticos
no residen en el agua en sí, sino en el resultado de aplicar sobre el cuerpo una serie de estímulos
de tipo térmico (calor, frío), mecánico (mayor o menor presión) y químico (sales minerales,
preparados medicinales activos). Gracias a la acción térmica del agua, la hidroterapia puede
considerarse como una modalidad de termoterapia o crioterapia, según se emplee el agua a dife-
rentes temperaturas.

En inmersión, la presión hidrostática y la resistencia hidrodinámica permiten que el equilibrio, la


marcha y la coordinación de movimientos puedan ser reeducados antes incluso de que se haya
conseguido la recuperación de la fuerza muscular. La realización de ejercicios dentro del agua
constituye la hidrocinesiterapia o cinebalneoterapia, de enorme interés en rehabilitación.

Las acciones terapéuticas del agua en hidroterapia derivan, por tanto, de sus aplicaciones
externas. La hidrología médica, por contra, estudia la acción terapéutica de las aguas
mineromedicinales, aprovechando además las condiciones climáticas del entorno. Relacionada
con la hidroterapia e hidrología médica se encuentra la talasoterapia o aprovechamiento del mar
con fines terapéuticos. la talasoterapia ha resurgido después de la Segunda Guerra Mundial, con
la creación de numerosas instalaciones modernas, en las que el agua del mar se utiliza en forma
de baños calientes en bañeras y piscinas adaptadas para hidrocinesiterapia, duchas submarinas,
baños de burbujas, etc. También se emplean baños de lodos marinos, algas y aguas estancadas de
las salinas y los baños fríos de mar. En la cura talasoterápica interviene la acción terapéutica de
todo lo que existe en tomo al mar (aire, sol, arena, etc.).

La hidrología médica o balneoterapia son denominaciones que recibe la terapéutica basada en la


utilización de aguas mineromedicinales con fines preventivos o curativos. Se encuentra
relacionada con la hidroterapia y la climatoterapia, ya que la acción terapéutica se realiza en
localidades determinadas, en las que a la acción curativa de las aguas se añade la de los factores
climáticos ambientales. La cura balnearia incluye un conjunto de métodos terapéuticos,
higiénicos, hoteleros, hospitalarios y sociales, que intervienen en la utilización de las aguas
mineromedicinales en los manantiales de los cuales emergen (crenoterapia). Estas curas deben
realizarse por prescripción médica y deben estar controladas por un médico especialista
(hidrólogo médico); incluyen tanto tratamientos externos (baños, duchas, etc.) como internos
(bebidas, inhalaciones, etc.).

La climatoterapia es la acción beneficiosa de los diferentes climas y ha sido utilizada desde


antiguo por civilizaciones diversas, para tratar afecciones respiratorias, reumatológicas, etc. Los
factores climáticos, como la temperatura, la humedad y la presión, determinados por la altitud, la
pluviosidad, los vientos, etc., perfilan la indicación de cada tipo de clima para los diferentes
procesos. El sol puede ser sólo una parte del conjunto de elementos climatoterápicos, contribu-
yendo al efecto térmico del clima y a la luminosidad del ambiente, o puede tener un
protagonismo especial, en cuyo caso se convierte en elemento terapéutico primordial para la
helioterapia. Además, hay que tener en cuenta que la acción de estos agentes climáticos sobre el
organismo y el efecto que crean el clima y el régimen de vida sobre la mente actúan conjunta-
mente de forma indisoluble.

CARACTERISTICAS BIOLÓGICAS GENERALES DE LOS AGENTES FISICOS


NO IONIZANTES. NORMAS GENERALES DE APLICACIÓN

Todos aquellos agentes físicos o fisicoquímicos, capaces de producir una modificación en los
procesos fisiológicos vitales, desde un nivel celular hasta el organismo en su conjunto, se
consideran estímulos, y la respuesta del organismo frente a un estímulo se denomina reacción.
Los diferentes agentes físicos, al interaccionar con el material biológico, ceden total o
parcialmente su energía; sólo constituye un estimulo eficaz aquella energía que se absorbe. Por
ejemplo, el ser humano está protegido de multitud de radiaciones electromagnéticas, como las
ondas de radio, que al no absorberse significativamente no producen efectos biológicos.
Secundariamente a los procesos de absorción se producen fenómenos físicos, químicos y
biológicos, característicos de cada agente físico, que serán la base de su acción terapéutica.

En general, y como se ha expresado anteriormente, los agentes empleados en medicina física van
a provocar una reacción, por lo que constituyen una terapia de «reacción», «reactivación» o
«estimulación» de los procesos fisiológicos normales que realiza un tejido u órgano concreto.
Además de provocar el desencadenamiento inmediato de una reacción determinada, la mayoría
de las modalidades terapéuticas constituyen un apoyo general de los mecanismos fisiológicos de
adaptación, reparación y defensa.

Otra de las peculiaridades que hay que tener en cuenta es que un mismo agente físico puede
influir de diferentes modos en los procesos biológicos. Por ejemplo, las corrientes variables
utilizadas a alta frecuencia producen un efecto térmico predominante, mientras que a baja
frecuencia poseen una acción predominantemente estimuladora o excitomotriz, por lo que
producen efectos mecánicos. Además, la corriente eléctrica dispone de un componente de
actividad química, por la alteración del medio iónico que tiene lugar al paso de corriente
(corriente directa o galvánica). Hechos similares se producen con las aplicaciones ile otros
agentes físicos, como hidroterapia, fototerapia, etc.

Algunas modalidades se emplean para facilitar la penetración en el organismo de diversas


sustancias medicamentosas. Este es el caso de la iontoforesis y de la fonoforesis, que utilizan la
corriente galvánica y los ultrasonidos, respectivamente, para este fin. También se presenta una
acción combinada, físico-medicamentosa, en aquellos procedimientos hidroterápicos y
balneoterápicos en los que se utilizan aguas con propiedades mineromedicinales o se añaden
sustancias medicinales al agua.

Quizá la reacción más característica de muchos de los métodos empleados en medicina física sea
la producción de vasodilatación, con el consiguiente aumento del flujo sanguíneo o hiperemia.
De acuerdo con Klare y Scholz, pueden distinguirse diferentes formas de hiperemia:

— Hiperemia por frío, considerada la forma más pura de hiperemia arterial.

— Hiperemia por calor, en la que participa más el sistema venoso.

— Hiperemia mecánica, provocada por masajes, fricciones, chorros de agua a presión, etc.

— Hiperemia actínica, efecto sobre todo de la luz ultravioleta.

— Hiperemia por estímulo químico, producida por medicamentos.


La hiperemia reactiva contribuye a mejorar la nutrición tisular, al aumentar el aporte de oxígeno
y de sustancias nutritivas y defensivas, y a acelerar la descarga de productos de desecho
derivados del metabolismo.

Aunque, evidentemente, existen diferencias acusadas en los mecanismos de producción de


determinados efectos biológicos, otra de las características de los agentes físicos es la existencia
de mecanismos comunes de acción biológica (ley de Holzer), que explica la presencia de
patrones comunes de respuestas biológicas, fruto de la interacción de dichos agentes físicos.

En raras ocasiones, las modalidades terapéuticas presentan una indicación aislada y específica,
por lo que se emplean de forma complementaria con otras medidas de tipo físico, farmacológico
o quirúrgico, en el seno de un programa terapéutico. Aunque no constituyen un tratamiento
etiológico, su eficacia para combatirla sintomatología de diversos procesos contribuye a que se
reduzcan considerablemente las dosis de medicamentos e incluso a que éstos sean sustituidos, lo
que resulta especialmente beneficioso en procesos crónicos que afectan a individuos de edad
avanzada. La inespecificidad de las medidas terapéuticas en medicina física dificulta su selección
para las diferentes indicaciones, ya que muchas veces puede alcanzarse un mismo efecto de
modos muy diferentes. Por otro lado, hay que considerar que, aun siendo su acción
esencialmente inespecífica, los diversos procedimientos terapéuticos no son indiferentes ni
inocuos y su empleo inadecuado puede provocar daños considerables.

Muchas aplicaciones necesitan de un soporte tecnológico avanzado, y su empleo sólo puede


realizarse por indicación de especialistas en cada rama de la medicina. La prescripción y
vigilancia facultativa es indispensable, pues la utilización abusiva e intempestiva de agentes,
incluso tan « naturales » como el sol, el calor o el frío, puede tener consecuencias desastrosas en
algunas enfermedades, y aun en personas sanas.

En muchas ocasiones resulta difícil prever con toda seguridad cuáles van a ser los efectos
obtenidos con la aplicación de algunos agentes físicos. Por tanto, debe seguirse de cerca la
evolución del tratamiento, observando las reacciones de los pacientes, distintas en función de los
procesos patológicos (agudos o crónicos), y ajustando el tratamiento a dichas reacciones. Para
descartar en lo posible consecuencias nocivas, es una buena medida comenzar la aplicación de
aquellos estímulos muy energéticos con dosis bajas, para ir elevándolas poco a poco, al compro-
bar su buena tolerancia.

Existen factores individuales que condicionan la respuesta a los estímulos aplicados. Estos
factores están muy bien estudiados en hidroterapia. Así, los individuos con el tipo constitucional
Ade Larnbert (hábito asténico) suelen reaccionar de forma poco ostensible ante estímulos físicos
externos, por lo que precisan de estímulos más fuertes que los individuos de tipo B (pícnicos),
los cuales poseen una rápida capacidad de reacción.

Otro factor que hay que considerar es el momento del día en que se realiza el tratamiento.
Durante las mañanas, después del descanso nocturno y hasta el mediodía, existe un predominio
vagotónico, mientras que por la tarde se produce un predominio simpaticotónico. Así, al
mediodía y por la tarde tiene lugar un aumento de la reactividad, mientras que durante el sueño
nocturno y en las horas que siguen por la mañana hasta el mediodía se produce una disminución
de reactividad. También existen variaciones en la reaccionabilidad durante el transcurso del año.
Especialmente durante la primavera, se presenta una mayor capacidad de reactividad del sistema
nervioso autónomo frente a los agentes físicos externos.

El principio de Schultz-Arnodt, aunque ofrece una base algo imprecisa respecto a la


correspondencia entre estímulo (dosis) y reacción (respuesta), establece que no se producen
reacciones o cambios en los tejidos si la energía absorbida es insuficiente para estimular los
tejidos absorbentes. Por el contrario, un exceso de energía absorbido durante un período de
tiempo determinado puede alterar la función tisular normal e, incluso, puede llegar a provocar
daños considerables. De este principio se desprende el hecho, incomprensible a primera vista, de
que un mismo agente produzca acciones totalmente opuestas, según se emplee a dosis bajas o
elevadas. Por tanto, clínicamente el objetivo principal deberá ser la administración de la energía
suficiente y necesaria para estimular la función normal de tejidos y órganos concretos.

Otra norma biológica de interés es el principio del Valor inicial de Wilder, el cual establece que
«cuanto más fuerte sea la excitación de los nervios vegetativos o el grado de actividad de un
árgano vegetativo, menor será su excitabilidad frente a estímulos positivos y mayor frente a
estímulos negativos». Esta norma viene a decir que el mecanismo de acción de los métodos
terapéuticos físicos se caracteriza frecuentemente porque, según el estado inicial del enfermo o
de la función tisular estudiada (umbral de origen), un mismo método puede activar en unos casos
o deprimir en otros, por lo que tiende a normalizar las funciones alteradas. La regla de Wilder
también establece que, si el estado de excitación o de función en el momento anterior a la
aplicación de un estímulo alcanza un nivel elevado, la reacción producida podría hacerse
paradójica, por existir sistemas antagónicos, de modo que se obtendría una reacción contraria.

Otro concepto de notable importancia es el de índice terapéutico. Por ejemplo, en las


aplicaciones termoterápicas y fototerápicas, existe un margen de dosis en el que la reacción
producida es terapéutica-mente efectiva (índice terapéutico o rango biológico). Por debajo de
este margen no se observan reacciones, mientras que si se supera el umbral superior las re-
acciones provocan inevitablemente la aparición de efectos dañinos o destructivos (fig. 1.12). Por
ello, con frecuencia resulta mucho más importante elegir la dosis correcta que plantearse cuál es
el mejor procedimiento entre varios equiparables para cada caso en concreto.

En las aplicaciones terapéuticas hay que tener en cuenta que la mayoría de las veces la respuesta
biológica no es inmediata, sino que existe un periodo de latencia entre la aplicación del agente y
la aparición de los efectos. También hay que considerar que los efectos se presentan tanto de
forma local (en la zona de aplicación) como general. A veces esto se debe a la puesta en marcha
de mecanismos fisicoquímicos. Así, por ejemplo, al aplicar radiación ultravioleta, la aparición de
eritema representa el efecto local y la acción antirraquítica (síntesis de vitamina D), el efecto
general. En otras ocasiones el efecto general obedece a mecanismos nerviosos de tipo reflejo. De
esta forma, la vasodilatación local obtenida por una aplicación termoterápica puede dar lugar a
una vasodilatación, menos intensa, a distancia de la zona (reacción consensual).

De todas las consideraciones que se han expuesto hasta ahora se deduce la importancia que posee
un contacto estrecho con el paciente y una evaluación de forma continua de las reacciones
logradas, según las cuales habrá que mantener, aumentar o incluso reducir las dosis sucesivas, o,
en su caso, suprimir el tratamiento.

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