SUMARIO
Juan peron
A 60 años del 17 de Octubre
Antonio Cafiero - Félix Luna - Lorenzo Pepe - Araceli Bellotta .........................
Economía y política en el Tercer Gobierno de Perón
Carlos Leyba ......................................................................................................
Sindicalismo y peronismo
Hugo del Campo ...............................................................................................
Los antiperonistas en la Argentina peronista
Marcela García Sebastiani .................................................................................
La Democracia defraudada
Andrés Benavente Urbina y Julio Cirino ...........................................................
Juan D. Perón. Ascenso y caída
Bonifacio del Carril ............................................................................................
La Constitución Nacional de 1949: una causa nacional
Luis Alberto Terroba ..........................................................................................
I No se equivoca Chávez cuando coloca a Perón y a Evita entre los luchadores por la
Colaboraron en esta edición:
Araceli Bellotta, Andrés Cisneros, Jorge Alberto Iragui, Félix Luna,
Pablo C. Martínez, Héctor Masnatta, Lorenzo Pepe, Manuel Urriza.
INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS
Juan peron
Este Boletín es una publicación del Instituto de Altos Estudios Juan Perón, creado por disposición del
Congreso Nacional del Partido Justicialista celebrado el 26 de marzo de 2004 el que aprobó la creación de una
asociación civil sin fines de lucro que actuara como órgano de capacitación y formación del Partido Justicialista.
Aspiramos a que el Instituto de Altos Estudios Juan Perón se constituya en un ámbito dedicado a la
investigación científica y doctrinaria y a la producción, sistematización y difusión de estudios, investigaciones y
documentos destinados a profundizar y perfeccionar el sistema democrático, abordar los problemas nacionales,
afianzar la justicia y la equidad social y proyectar a la Argentina en el mundo.
Para asociarse al Instituto no es necesario ser afiliado al Justicialismo. Sólo se requiere poseer título
universitario o terciario, estudios avanzados en carreras de grado, o poseer una reconocida trayectoria en el
desarrollo de tareas de índole político, social o cultural.
Vicepresidente: Silvio Maresca Presidente: Antonio Cafiero
Para Informes e inscripciones: iaejuanperon@argentina.com
Reconquista 46 - Piso 9 - Buenos Aires - Tel.: (011) 4348-9601
INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS
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Chávez y Perón ¿un solo corazón?
El Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, aludió a Juan y a Eva Perón en varios
9 pasajes del discurso que pronunció en Mar del Plata, en la Tercera Cumbre de los Pueblos de
América. Colocó sus nombres junto a otras figuras, como Simón Bolívar, José de San
10 Martín, José Martí y Ernesto Che Guevara, luchadores todos por la unidad y la independen-
cia de América Latina.
Al mismo tiempo, en la Argentina, son varios los que creen ver en la Alternativa
12 Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA, o ALPA, Alternativa Peronista, a juzgar por
sus últimas declaraciones) una continuación de la estrategia que Perón proponía para el
continente. ¿Es efectivamente así? ¿Las ideas de Chávez van en esa misma dirección?
13 Todavía la cosa no está clara.
En uno de los párrafos más aplaudidos del encuentro, Chávez señaló que había dos
tareas por delante: enterrar el Acuerdo de Libre Comercio para América (ALCA) y parir el
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socialismo del siglo XXI. En seguida, señaló como origen de esta nueva alternativa un
acuerdo firmado en diciembre pasado entre Venezuela y Cuba que dio nacimiento al ALBA.
independencia de América Latina y por su enfrentamiento con cualquier tipo de imperialis-
mo. Una de las premisas fundamentales del movimiento político que ellos crearon fue la
Tercera Posición, un planteo estratégico para no sumarse a ninguno de los dos imperialis-
EDITORIAL
mos que en la posguerra se disputaban el manejo del mundo y que la sabiduría popular
tradujo en la consigna “Ni yankis ni marxistas, peronistas”.
El avance de la historia eliminó uno de esos polos. En 1989 cayó el Muro de Berlín y
junto con él el imperialismo soviético. Hoy en el mundo no existe la misma bipolaridad que
le tocó enfrentar a Perón. ¿Es útil entonces recrearla? ¿Se trataría de no alinearnos en el
ALCA liderado por Estados Unidos, para sí sumarnos a un ALBA inclinado hacia el polo
opuesto (de impronta “socialista”)? Además, ¿qué significaría enterrar hoy al capitalismo,
en un mundo que, con distintas variantes, ha elegido al capitalismo de mercado como
sistema económico?
Desaparecido el comunismo en la organización de los Estados, muchos de sus
partidarios mutaron a lo que hoy se conoce como socialdemocracia. Ésta cuenta en la
actualidad con diversas expresiones en Europa y América, herederas de aquel partido
político nacido en Alemania en 1869, inspirado en el pensamiento de Ferdinand Lasalle
(quien creía que el Estado debía impulsar el socialismo) y en algunos grupos formados en
las enseñanzas de Karl Marx. Proponían la evolución del capitalismo al socialismo, pero sin
utilizar la violencia como medio, sino promoviendo la transición a través de las institucio-
nes políticas del liberalismo del siglo XIX.
Sin embargo, tampoco parece ser ésta la idea de Chávez, más cerca, tal vez, de
aquellos grupos revolucionarios de los '60 de los que surgió Fidel Castro, el otro socio del
ALBA que reivindica al marxismo como filosofía y al socialismo revolucionario como praxis.
Si así fuera, la propuesta del Presidente de Venezuela estaría orientada a que América
Latina diera un giro absoluto que la llevaría al mismo punto de partida de la posguerra,
frustrando así la esperanza de una auténtica alternativa, de una tercera posición latinoa-
mericana.
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Perón y el peronismo nunca plantearon el enfrentamiento entre las clases sociales,
ni la destrucción sin más del capitalismo para abrazar el socialismo. Y le escribía a Fidel “las
revoluciones se hacen con tiempo o con sangre. Yo he preferido el tiempo”.
Ya en la década del '50 alentaba la integración económica entre Argentina, Brasil y
Chile (ABC), como paso previo a la Unión Sudamericana y posteriormente a la unidad
regional y continental. El imperialismo del norte se ocupó de frustrar ese objetivo, pero no
pudo impedir la construcción del MERCOSUR que, con la incorporación de Venezuela,

sujeto de la comunidad organizada es la per-
sona, es decir, el hombre vinculado orgánica-
mente a la comunidad, el hombre de carne y
hueso que no alcanza debida representación
cuando sólo se lo admite como “ciudadano”,
tal como sucede en la democracia liberal.
Personalmente pienso que el pano-
rama es aún peor de lo que lo pinta Ana,
pues actualmente asistimos incluso a la diso-
lución de los partidos políticos y a la forma-
ción de coaliciones circunstanciales de profe-
sionales de la política, lo cual se intenta legiti-
mar tratando de imponer un escenario políti-
co disputado por una centro-izquierda y una
centro-derecha, algo completamente ajeno a
nuestras mejores tradiciones políticas.
“La democracia social es el sistema
político que responde a nuestra concepción
de la comunidad organizada”, escribe
Colotti. Se distingue de la liberal, antes que
nada, por el papel políticamente decisivo que
cumplen en ella las organizaciones interme-
dias que permiten representar a la persona
en las diversas facetas de su vida comunitaria
y concreta. “Organizaciones libres del pue-
blo” -así las denominaba Perón- que nada tie-
nen que ver con las ONGs, como bien se sabe.
Es imposible repasar brevemente las
características que adjudica Perón a la demo-
cracia social -como hace Colotti sobre el final
de su aporte- sin que salte a la vista cuán lejos
nos encontramos de estar implementando
su concepción.
La Introducción de Oscar Castellucci,
verdadero libro que ocupa 140 páginas, cons-
tituye un ensayo francamente extraordina-
rio. Algo totalmente fuera de lo común. Es
un trabajo de investigación cuyo objeto es
dar cuenta pormenorizadamente de los ava-
tares de la redacción del Modelo Argentino y
los destinos posteriores de la obra. Pero
amén de ser un auténtico trabajo de investi-
gación histórica, que va a las fuentes, y no
una mera recopilación de una tarea ya hecha,
como lo es tanto ensayo periodístico banal
que hoy circula, está escrito en excelente esti-
lo literario, lo cual convierte a su lectura en
una experiencia apasionante que nos permi-
te recordar -y a los más jóvenes conocer- los
principales episodios de aquellos años turbu-
lentos. Porque, claro está, los caminos por los
que transitó la redacción y posterior difusión
del Modelo no fueron ajenos a las cambian-
tes y trascendentes circunstancias que afec-
taban en ese momento la vida del país. Ni a
las que les sucedieron.
Mientras el autor narra las peripecias
del texto, quiénes intervinieron en su redac-
ción, cómo lo hicieron y tantas otras cosas, con-
signa con notable objetividad los principales
acontecimientos históricos del país, a ninguno
de los cuales son ajenas aquellas peripecias. He
dicho “con notable objetividad”. Puesto que la
objetividad histórica es poco menos que impo-
sible, debería haber dicho, más acertadamen-
te, con cierta distante frialdad, que no impide
adivinar una pasión contenida.
La investigación se llevó a cabo
empleando el más amplio arsenal del que se
pudo disponer: documentos, libros, publica-
ciones periodísticas, revistas, testimonios ora-
les, etcétera. Naturalmente, la pata más floja
son siempre los testimonios orales, basados
en la memoria de los protagonistas, no sólo
debido a la obviedad de los intereses en juego
y los eventuales pactos de silencio -como
Castellucci presume en el caso de la redacción
RESEÑ AS
de La Comunidad Organizada y, en cierta
medida, también en el Modelo-, sino a lo esen-
cialmente falaz de la memoria “artista”. Bien
lo sabía Renato Descartes, uno de los funda-
dores de la filosofía moderna, cuando invoca
la garantía divina para asegurarse de que lo
alguna vez bien pensado y confiado a la
memoria vuelve a su turno sin adulteraciones.
Además, Descartes necesita a Dios, ese Gran
Otro, para garantizar que lo bien pensado, lo
pensado de acuerdo a método, tenga una rea-
lidad correspondiente fuera del pensamiento
y para que el cogito, el “pienso luego soy”,
alcance perdurabilidad en el tiempo más allá
del instante en que se formula. Pero esto es
más conocido. La memoria, en cambio, suele
ser el último refugio del Genio Maligno.
De cualquier manera, muchas veces -
por no decir siempre- es imprescindible recu-
rrir al testimonio oral, en mayor o menor pro-
porción. Pero Castellucci no se conforma con
versiones únicas; a menudo suma testimonios
sobre un mismo hecho, señalando, cuando así
se requiere, sus contradicciones, y extrayendo
sus propias conclusiones u ofreciendo sus pro-
pias conjeturas, cuando esto es posible.
Por lo demás, documentos y otras
publicaciones tampoco garantizan un reflejo
exacto de los hechos, en el límite seguramente
imposible, aun tratándose del más estricto pre-
sente. Pero dejemos esto; no es aquí el lugar
para desarrollar disquisiciones historiográficas.
Un aspecto particularmente intere-
sante del texto de Oscar Castellucci es que se
remonta a lo que podemos llamar la prehis-
toria del Modelo, a través del rastreo de la
redacción de proyectos nacionales anterio-
res, a partir de los años '60, particularmente
en el gobierno de facto de Onganía.
Castellucci muestra la influencia del gobierno
francés de De Gaulle y de las ideas del filósofo
Jean Paul Sartre como filiación plausible de la
idea de “proyecto” en la Argentina. Su reco-
rrido por esta prehistoria permite rescatar
algunas figuras olvidadas o malinterpreta-
das, como es el caso del general Carlos Jorge
Rosas o de nuestro común amigo Gustavo
Cirigliano, y depara sorpresas notables como,
por ejemplo, ciertos nombres que aparecen
colaborando en la redacción del proyecto
nacional impulsado por Onganía, como los
de José Enrique Miguens y Emilio Mignone.
Quizá la inclusión de personas como éstas
expliquen que el proyecto mencionado se
ordene “a partir de los siguientes valores y
objetivos: autonomía, relación con y a través
de América del Sur, configuración de una
sociedad integralmente desarrollada, singu-
larizada y creativa”, arriesga Castellucci. Sin
embargo, a medida que se suceden, estos
proyectos nacidos del seno de las fuerzas
armadas van descartando rápidamente estas
ideas para subordinarse cada vez más a la
Doctrina de la Seguridad Nacional.
El rescate de figuras olvidadas o
malinterpretadas, sin ningún afán estentó-
reamente reivindicativo, atraviesa todo el
ensayo de Castellucci. En este sentido, hay
que mencionar especialmente al coronel
Vicente Damasco, cuya relación cada vez 15
más estrecha con Perón en los últimos meses
de la vida del líder es cuidadosamente con-
signada. Personalmente, me hizo recordar la
gran simpatía que yo sentía por ese coronel.
Una presentación tiene por objeto
incitar a la lectura, no suplirla. Por eso, hasta
aquí llego. Espero haber logrado trasmitir
algo de mi entusiasmo.
Silvio Juan Maresca

Modelo argentino para el proyecto nacional
Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nación, 2005, 436 páginas
Se trata de un nuevo producto de la
Unidad Ejecutora de la ley 25.114, encargada
de la recopilación, clasificación y edición de la
obra de Juan Perón. Un profundo agradeci-
miento me produjo el haber frecuentado
durante algunos días la magnifica obra que
14 hoy hace su aparición en sociedad: esta edi-
ción -que trabaja sobre el texto básico con-
servado por el Coronel Damasco- registra a
pie de página todas las variantes que presen-
tan las sucesivas ediciones aparecidas entre
1976 y 2003 (dieciséis, si no conté mal).
Trabajo ímprobo y de gran nivel académico,
poco menos que inexistente en el peronismo,
por el cual hay que felicitar sin excepción a
todos los miembros de la Comisión Ejecutora,
y que evoca a la tarea realizada en lo funda-
mental por los eruditos del siglo XIX con los
textos clásicos del pensamiento occidental,
llegados a los tiempos modernos en distintas
versiones. Tanto este aspecto como otros mil
detalles, el cuidado y corrección formal de las
citas y la casi inexistencia de errores ortográfi-
cos y tipográficos, muestran con elocuencia
la excelente formación de sus autores.
Además del texto del Modelo
Argentino , la obra consta de una
Presentación, tres introducciones, el célebre
discurso de Perón del Primero de Mayo de
1974 ante la Asamblea Legislativa (también en
edición crítica) -discurso que, como bien apun-
ta Oscar Castellucci, todavía muchos confun-
den con el Modelo- y, por fin, algunos Anexos.
Los estudios introductorios son tres:
el de Ana María Aimetta de Colotti (Coordi-
nadora de la Comisión Ejecutora), el de Oscar
Castellucci (Director de la Colección JDP, Los
RESEÑAS
Juan Domingo Perón
tos y se sumergió en el Nirvana del consumo,
Perón se propuso construir una modernidad
distinta, alternativa, a partir de un diagnósti-
co preciso de las causas que habían llevado al
Viejo Continente a semejante desenlace. A
veces resulta casi increíble que los europeos
pretendan darnos lecciones sobre “derechos
humanos” -y nosotros lo consintamos-, cuan-
do apenas han pasado 60 años de sus últi-
mas masacres, sin computar las realizadas
permanentemente fuera de sus fronteras.
Pienso que europeos y estadounidenses care-
cen de la más elemental autoridad moral
para predicar sobre el tema.
Colotti insiste especialmente, por
otra parte, en la advertencia de Perón sobre
los efectos nefastos de la separación entre el
pensamiento y la acción, tema que ahonda
por su cuenta. Escindidos, tanto uno como la
otra degeneran. La acción se vuelve tecno-
crática y el pensamiento se desliza hacia la
denuncia impotente, cuyos mejores ejem-
plos son el “moralismo” y el “progresismo”.
¿Para qué referirse al dichoso “progresismo”,
término que parece haberse puesto de moda
aun en los sectores más insospechados? “Se
percibe un pensamiento anómico, sin irra-
diación posible, y surge un cuadro de confu-
sión generalizada, un desierto de escombros
o de desechos ideológicos, la imagen de un
espejo destrozada en mil pedazos, que pro-
duce el desconcierto aun en el campo de las
concepciones políticas”, dice la autora.
Yendo específicamente al Modelo,
Aimetta se detiene, siguiendo a Perón, en la
contradicción imperio (o imperialismo)-
pueblos. Pone el acento en el origen liberal de
alcanza a ser uno de los espacios econó-
micos más importantes del mundo.
Para ello no hubo necesidad de
adherir al socialismo como alternativa
latinoamericana. Más bien, como expresó
Perón en los tiempos primeros de nuestro
movimiento en La Comunidad
Organizada, nuestra visión es humanista,
integradora, de unidad nacional y de
expansión de las instituciones democráti-
cas a través de la participación popular.
“El problema del pensamiento democráti-
co futuro está en resolverse a dar cabida
en su pasaje a la comunidad… Una
comunidad donde el individuo tenga
realmente algo que ofrecer al bien
general, algo que integrar y no sólo su
presencia muda y temerosa”.
Treinta años más tarde, Perón
actualizó su doctrina y sostuvo: “Nuestro
modelo político propone el ideal no
utópico de realizar dos tareas permanen-
tes: acercar la realidad al ideal y revisar la
validez de ese ideal para mantenerlo
abierto a la realidad del futuro”.
En estos tiempos de incógnitas e
incertidumbres, de intensa interacción
con el mundo, un pensamiento como el
Justicialismo podría dar bases realmente
sólidas y novedosas a estas propuesta del
presidente Chávez. Precisamente porque
representa una verdadera alternativa
(teórica y práctica) frente a los dos
modelos que ya fracasaron en su intento
de llevar paz y prosperidad al mundo.
Las identidades y los valores
estables del peronismo son nuestros
recursos para navegar en un mundo muy
distinto de aquel en el que nació, pero
íntimamente necesitado de ellos: nuestra
vocación por el bienestar de las personas,
nuestra aspiración al desarrollo humano
de las sociedades, nuestra definición
activa como miembros de la comunidad
latinoamericana y nuestra base profunda-
mente humanista. Que es la que concibe a
cada mujer y a cada hombre como
personas que, en su paso por esta vida,
trascienden las satisfacciones inmediatas
del consumismo y el hedonismo y se
esfuerzan en construir un mundo mejor,
para ellos y para las generaciones que
vendrán. Sólo así tendrá sentido consti-
tuir una Alternativa Peronista para los
Pueblos de América.
Somos miembros de la
Comunidad Latinoamericana igual que
Chávez y el noble pueblo de Venezuela.
Quiera Dios que esta pertenencia básica
se trasunte, a la vez, en ideales y caminos
comunes dentro de la Patria Grande. Para
crear lo nuevo, no es bueno recurrir a
modelos agotados o en franca y probada
crisis. En esto lo mejor es seguir aquella
norma que imperiosamente Simón
Rodríguez le exigía a su joven alumno
Simón Bolívar: “Inventar o perecer”.
Antonio Cafiero
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trabajos y los días) y el de Juan Carlos
Saccomanno, “Una morada en la tierra”, que
por falta de espacio quedará para otra opor-
tunidad.
Ana Colotti escribe una introducción
breve pero altamente conceptual, que traslu-
ce la procedencia de su pensamiento del
campo filosófico. De allí vale la pena subra-
yar, ante todo, la relación directa y la perfecta
continuidad que establece la autora entre La
Comunidad Organizada y el Modelo
Argentino. Dígase lo que se quiera, el proyec-
to político arquitectónico de Perón fue siem-
pre el mismo, con los consiguientes cambios
de lenguaje que los gustos de cada época exi-
gían. Un proyecto político original tan irre-
ductible al fascismo como al socialismo de
cuño marxista, como muchos de un lado y de
otro, osaron (y todavía osan) presumir.
Colotti ubica acertadamente un punto clave:
la preocupación de Perón respecto al desfase
entre progreso material y espiritual en los
tiempos modernos. Distancia de Perón, por
ende, en relación al liberalismo y a los totali-
tarismos, efectos políticos de ese desajuste.
Personalmente creo que, teniendo
ante sus ojos la experiencia de una Europa
que después de devorarse atrozmente a sí
misma en una guerra absurda que arrojó la
cifra espeluznante de 50 millones de muer-
los imperialismos contemporáneos. Deja cons-
tancia -lo cual es muy importante- de que
para Perón el enfrentamiento mencionado no
implica un determinismo histórico. En efecto,
además de un proyecto político original,
Perón tenía una visión peculiar de la historia,
en la que no podemos extendernos aquí.
Baste decir que para él el desarrollo histórico
está signado por la lucha constante entre los
imperios y los pueblos, sin un final predeter-
minado, al estilo de las concepciones teleoló-
gicas. Más sencillamente: no hay ninguna
garantía de que alguna vez ganen definitiva-
mente los “buenos”; tampoco los “malos”.
Colotti nos recuerda que para Perón
“comunidad organizada” significa equilibrio
entre individuo y sociedad. Pero este equili-
brio es imposible en términos de los actores
reconocidos por la democracia liberal (indivi-
duos, partidos políticos, Estado).
Consecuencia necesaria es la pérdida de
representatividad (configuración de grupos
económicos gravitantes, corporación políti-
ca). La crisis de la representación en las demo-
cracias liberales -de la que tanto se habla y tan
poco se piensa- no se reduce pues a la mala
calidad de los políticos o al funcionamiento
deficiente de las instituciones consagradas,
sino que obedece a un vicio estructural. El

Ginés González García y Federico Tobar
Salud para los Argentinos
Buenos Aires, ISALUD, 2004, 496 páginas
Este libro debería ser consultado fre-
cuentemente -y muchos de sus dichos aplica-
dos- por dirigentes de toda índole. Es dema-
siado abarcativo de causales, propuestas y
4 demostraciones concretas, relacionadas con
la vida de todos los días y de todos, como
para dejarlo pasar como texto para especialis-
tas. Nos atrevemos a recomendarlo a todos
aquellos que se interesen por nuestro presen-
te, les guste afirmarse en el pasado para pren-
der mejor el futuro o puedan contribuir a
modelar caminos para la Argentina. El libro
les aportará ideas plenas, es bien conducente.
Los autores escriben con la cabeza y
con el corazón. Se evidencia una buena con-
junción entre neuronas punzantes, corazón y
sangre calientes, alma adelante. Todo el texto
está asentado en sus confianzas en el presen-
te y en el futuro. De allí que, sumado a la fran-
queza con que relatan nuestras crisis nacio-
nales que concluyen en la implosión y el
incendio socio-económico del cercano año
2002, transmiten optimismos que entusias-
man y persuaden. La convicción es un instru-
mento clave para lograr la transformación de
la realidad. Dicen ellos que, para cambiar rea-
lidades del presente, además de requerirse
conocimientos es necesario confiar en las
capacidades de las personas y las institucio-
nes, a las que hay que fortalecer.
Se pueden pensar y construir cami-
nos con voluntad y sabiduría, como simple-
mente enseña y exige la vida, y sacar fuerzas
RESEÑAS
de la debilidad, potenciar los logros y corregir
los errores. Lo bueno es que a un año de la
publicación del trabajo y con los dos previos
de preparación, hoy, con sus acciones desde
la función pública y la docencia, Ginés
González García y Federico Tobar han demos-
trado en forma concluyente que, además de
pensarlas, aplican sus recetas.
Mejorar nuestro sistema de salud es
una prioridad que está más allá de cualquier
gobierno o partido político, eso es claro
como el agua clara. Y se hace urgente en
tanto veinte años de reformas en salud en
varias partes del mundo han demostrado
que cuando el Estado (nacional, provinciales
y jurisdicciones municipales, y definiciones
supranacionales a las que nuestro país y sus
socios del MERCOSUR se obligan también en
salud y ambiente) asume un papel activo, hay
mayores probabilidades de obtener resulta-
dos sanitarios satisfactorios.
Salud para los Argentinos aporta
información acerca de las oportunidades que
existen para reformar -reconstruir, rediseñar,
reformular, redimensionar- nuestros modos
de organización y funcionamiento del siste-
ma sanitario, reconstruyendo el papel regu-
lador y compensador del Estado. Los autores
han demostrado que se pueden aplicar sus
aseveraciones: en nuestro país se están vol-
teando injusticias paso a paso (acceso a ser-
vicios de salud o descenso de la mortalidad
infantil, por ejemplo), o desarmando de un
saque inequidades históricas (frente a la
inaccesibilidad a medicamentos, ahora hay
ley de medicamentos genéricos y progra-
mas de entrega gratuita).
“Volver a la salud pública” es una de
las claves. ¿De qué modo? Pues tomando lo
de ayer, creando presente, modelando el
devenir. No sólo se debe tener en cuenta la
magnitud y la distribución de los recursos (y
de los problemas) disponibles, sino además
-y sobre todo- la definición de prioridades y
la coordinación de tareas.
La profunda crisis de los últimos
años ha dejado grietas, pero también ense-
ñanzas. Como muestra, una de las funda-
mentales: la clave para el desarrollo de nues-
tra sociedad no reside solamente en el
aprendizaje de los aspectos instrumentales
o financieros de las políticas públicas, sino
además en algo previo y elemental, que es
volver a señalar los rumbos del Estado. No es
para nada casual que durante el siglo XX
todos los proyectos políticos transformado-
res y hasta los revolucionarios tuvieran en la
transformación sanitaria un capítulo cen-
tral. Más que una mirada simple, esto mues-
tra, lamentablemente, cuántas cosas repeti-
mos durante larguísimos años (por ejemplo,
“hay que hacer”, “debería hacerse”, “hay
que cambiar esto o aquello”, etc.) y no las
hemos llevado a la práctica: políticas sanita-
rias y educativas orientadas a preservar la
salud sexual y la procreación responsable, o
regionalizar sistemas, o dar accesibilidad
digna al sistema sanitario y educativo a toda
la población, etc.
“En salud, la ineficiencia cuesta (sa-
lud y) vidas”. Se identifican en el libro los
principios que deberían regir las políticas
para aumentar su eficiencia y su calidad.
Objetivos tales como equidad, accesibili-
dad, solidaridad, pluralidad y ciudadanía
incrementan la eficiencia y la calidad, y ade-
más permiten la gestión de los valores domi-
nantes de la sociedad desde la política públi-
ca (releer, por favor, la oración final del
párrafo anterior). Retomando: en el área de
salud, donde por sobre los instrumentos pri-
man los conocimientos y los afectos, la bús-
queda de justicia social, el desarme de ine-
quidades, la eliminación lisa y llana de injus-
ticias y los consensos son necesariamente
aplicables. ¿Sueños?, ¿quimeras?, ¿sólo uto-
pías o la decisión de bregar por ellas?
Introducir valores en las políticas
exige establecer prioridades, que el princi-
pio democrático de la soberanía popular
obliga a hacer explícitas para que puedan
ser debatidas abiertamente por toda la
comunidad en diversos y múltiples ámbitos.
cionadas con, por ejemplo, el empleo del tér-
mino “clase alta” para referirse a los sectores
de mayor poder económico, o la calificación
de “muy tardío” (?) para el ingreso de nues-
tro país en la guerra que terminó en 1945.
Pero la menos feliz es, en mi opinión, el
empleo de la categoría gramsciana de “revo-
lución pasiva” para definir el período, lo cual
se parece demasiado a un “pleito-
homenaje” rendido a la “mirada estableci-
El duelo de los generales
Buenos Aires, Vergara, 2005, 298 páginas
Este libro, cuyos pasajes culminantes
se ubican en la década del '70, es parte de la
ola de literatura política que hoy incursiona en
esos años dramáticos y apasionantes de la his-
toria argentina. Buscar la clave de esos acon-
tecimientos es importante para entender la
actualidad y atisbar nuestro futuro, porque la
verdadera historia no es lo que fue, sino “lo
que ha sido, es y será”, en el sentido de las
grandes tendencias que suelen permanecer,
más allá del cambio de circunstancias en la tra-
yectoria de los pueblos protagonistas.
Si ese es el principal mérito de esta
nueva obra, escrita desde una deseada visión
integradora que aporte a la necesidad de
unión nacional, incluso con un enfoque al esti-
lo “vidas paralelas”, su texto tiene un déficit
pronunciado por su mirada sesgada. Así, pre-
valece una línea interpretativa liberal, como
lo demuestran sus referencias bibliográficas y
documentales donde escasean las de origen
justicialista. Plutarco entonces no hubiera
aprobado a Dalmazzo, aunque lo habría esti-
mulado a profundizar sus investigaciones his-
tóricas, cosa esperable por su juventud.
Sin duda hay una impronta radical -lo
que no está mal, habida cuenta del abrazo
Perón-Balbín que también se destaca-, pero
cobija una serie de términos y estereotipos que
ya no pertenecen a la consideración actualiza-
da de las viejas luchas entre peronistas y anti-
peronistas. No se puede seguir hablando de
un sector “populista y autoritario” frente a
otro “republicano y democrático”, ni llamar
“revolucionarios” a los del '55 y a los del '66,
sino golpistas. Y no se debe presentar a algu-
nos altos oficiales responsables de constituir el
partido único militar para la proscripción de la
fuerza política mayoritaria, como profesiona-
les “prolijos” preocupados únicamente por el
“cumplimiento de su deber”.
De igual manera, es vulgar la refe-
rencia insistente a la “burocracia sindical”
para reivindicar al “sindicalismo revoluciona-
rio” que, al intentar clandestinizarse, como
lo demostró la realidad, expuso irracional-
mente a sus cuadros y facilitó la represión de
la dictadura. La concepción justicialista res-
peta el carácter reivindicativo de la lucha sin-
dical combinada con la negociación, en el
RESEÑ AS
da”; afortunadamente, si es tal, éste sólo se
rinde al comienzo y al final de la obra, y no
interfiere con la descripción y el análisis reali-
zado en el resto del trabajo.
Precisamente, gracias a la lectura de
este libro es que puede concluirse que lo ocu-
rrido entre 1943 y 1946 en la Argentina fue,
efectivamente, el comienzo de una revolu-
ción. Y no precisamente “pasiva”.
Margarita Llambías
Gustavo Dalmazzo
tono clásico de toda contienda (combate y
diplomacia). Las estructuras gremiales son
de superficie, legales e institucionales, con
las posibilidades y limitaciones de la huelga
como principal herramienta táctica. Por eso
el peronismo las encuadra políticamente en
la vertebración del movimiento social y popu-
lar orientado al Proyecto Nacional como obje-
tivo estratégico. Dentro del Movimiento,
pues, prestaron un apoyo invalorable a la
resistencia y, con el inolvidable Ignacio Rucci,
fueron clave para el regreso de Perón como
líder indiscutido y el retorno de la democra-
cia sin proscripciones después de 18 años.
Otro tema tratado superficialmente
con vagas referencias al “peruanismo” por
simpatías con Velasco Alvarado, es el referido
a la llamada “rebelión de los tenientes” del
Colegio Militar que, en forma contemporá-
nea al Cordobazo, planteó la no represión al
pueblo y la normalización constitucional del
país. Es un vacío significativo en un libro cen-
trado en un supuesto duelo entre generales,
porque es el único hecho de este tipo en la his-
toria del Ejército Argentino protagonizado
por oficiales jóvenes, sin jefatura de corone-
les o tenientes coroneles. El significado elo-
cuente representó un llamado de atención a
Lanusse, ya que seguir postergando la con-
sulta electoral implicaba arriesgar la fractura
generacional de las Fuerzas Armadas ante la
ofensiva popular conducida por Perón.
Habría mucho más que decir, aun-
que bastan estas simples reflexiones que
reconocen el esfuerzo realizado, con sus
lagunas e imprecisiones, por un observador
“no peronista” que intenta no ser “antipero-
nista”. ¿Lo habrá conseguido?
En definitiva, vale la pena leer esta
narración en lenguaje periodístico de un resu-
men de acontecimientos ya tratados por otros
13
escritores, aunque falte mayor investigación y
la incorporación de elementos inéditos. Sirve de
todos modos como panorama inicial para algu-
nos lectores nuevos en estas lides, que luego
deberán profundizar su estudio, internándose
en la esencia de los hechos, para descartar algu-
nos juicios de valor de poca fundamentación en
la realidad, que es la única verdad.
Julián Licastro

Daniel Campione
Prolegómenos del peronismo
Los cambios en el Estado Nacional, 1943-1946
Buenos Aires, Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas,
Manuel Suárez, 2003, 244 páginas
Aunque este período de nuestra his- políticas innovadoras por parte del gobierno
toria ha sido objeto de diversos estudios -y es militar. Finalmente, y resuelto este primer con-
notorio cómo se siguen produciendo y flicto en las elecciones del 24 de febrero de
reproduciendo los trabajos que enfocan los 1946, se distingue la etapa que media entre
12 años del peronismo fundacional, en un esa fecha y el traspaso de mando, en la que se
intento siempre renovado por comprender- terminan de poner las bases para la transfor-
los-, éstos rara vez han superado, con honro- mación emprendida. En palabras del autor:
sas excepciones, la diatriba liviana o, en el “hubo dos oleadas de grandes reformas. La
mejor de los casos, la descripción superficial primera transcurre entre noviembre de 1943 y
y estereotipada. Felizmente, nos encontra- octubre de 1944 (lapso en el que) se crean las
mos en este caso con un intento diferente. nuevas secretarías de Trabajo y Previsión y de
En efecto, además de abordar el Industria y Comercio, que son los dos polos de
tema de los orígenes del peronismo en una
impulso de las reformas, junto con el Banco
forma original, ya que lo hace poniendo la de Crédito Industrial, el Consejo Nacional de
lupa en las modificaciones que tuvieron Posguerra y el de Racionamiento. (…) Para
lugar en el aparato estatal como expresión fines de 1944, el gobierno ya había modifica-
de las nuevas políticas que se estaban do profundamente el aparato del Estado. (…)
comenzando a implementar, Campione rea- La segunda ola de reformas es la producida
liza una investigación bastante exhaustiva y entre marzo y junio de 1946. (…) La nacionali-
rigurosa, tanto del organigrama resultante zación del Banco Central de la República
al comenzar el primer gobierno de Perón, en Argentina, con la organización del resto de los
junio de 1946, como de los diversos grupos bancos oficiales como “sistema” bajo la direc-
que aportaron en dicha reorganización esta- ción de aquél, la creación del Instituto
tal -militares técnicos como el teniente coro- Argentino para la Promoción del Intercambio,
nel Abarca; conservadores como Ramón y como organismo madre de todos los aparatos
Miguel Ángel Cárcano; disidentes radicales de regulación comercial, el dictado de norma-
como Juan I. Cooke y el futuro vicepresiden- tiva sobre sociedades mixtas, regulación de la
te, Hortensio Quijano; nacionalistas como
actividad de seguros, etc. Toda la estructura
Alberto Baldrich e Ignacio B. Anzoátegui y
comercial y financiera del país queda bajo un
personas provenientes del sindicalismo, control estatal centralizado, en el que el BCRA
como José María Freire o Atilio Bramuglia
y el IAPI son las cabezas indiscutidas, a su vez
(este último, más precisamente, abogado de fuertemente interrelacionadas entre sí y com-
sindicatos)- añadiéndose por otra parte un partiendo su dirección”.
listado que incluye a todos los funcionarios Resulta también interesante la des-
RESEÑAS
Hoy, nuevamente refutando al Fukuyama
anterior y aseverando que a la historia la
seguiremos construyendo con cada paso al
futuro y a las utopías, nuevamente puede
reafirmarse que la salud es un proyecto de
construcción colectiva. Por eso la generaliza-
ción del conocimiento al cual el libro contri-
buye es una óptima herramienta para cons-
truir una sociedad más justa.
Los gastos (y las inversiones) del sis-
tema de salud son ejecutados por el Estado
(25%), las obras sociales (29%), los seguros
privados (13%) y el desembolso directo de
los particulares (34%). Mucho gasto es inefi-
ciente, pero mírese bien este ejemplo: el
Programa Remediar del Gobierno Nacional
consiste en la entrega gratuita, en 6.000
Centros de Atención Primaria de todo el país,
de medicamentos para tratamientos com-
pletos de más del 80% de las enfermedades
comunes de nuestra población. Remediar ha
demostrado que cuando el Estado aumenta
su transparencia y su capacidad para com-
pensar las desigualdades, edifica equidad,
morigera injusticias, rompe con “esceptice-
mias” (una de las favoritas referencias del
Ministro coautor a la “epidemia de escepti-
cismo” argentino), también mejora su papel
regulador y reduce sustancialmente los pre-
cios. ¿Podemos olvidar que hasta hace
pocos años -encuesta del INDEC dixit-, los de
menores recursos brillaban por su presencia
entre los sectores que se hacían cargo con su
bolsillo de un 50% promedio del valor de sus
medicamentos? Cosas veredes, Sancho...
A las cosas: hoy el Remediar cambió
esta situación y radicalmente (perdón).
Ahora, el aumento de la inversión solidaria y
la confianza que lentamente recuperamos
desde nuestras acciones, ante nosotros mis-
mos y ante el mundo, permiten a las personas
humildes y a miles de trabajadores (alto por-
centaje de informales todavía, casi como una
constante nacional desde hace añares) gastar
mucho menos, hoy casi nada, de su bolsillo.
Aquél no era sólo uno de los gastos más ine-
quitativos, sino también de los menos efecti-
vos. Por ello: “a mayor gasto solidario, puede
esperarse más salud por el mismo dinero”.
RESEÑ AS
Humanos), persiste una enfermedad mundial
muy difícil de superar tal como están dadas
las cosas: “la imposibilidad de los países y de
los ciudadanos para pagar sus cuentas de
salud”. Más allá que, por la alta inversión en
guerras y la baja inversión en investigación en
salud y enfermedad, deducimos que habrá en
años venideros graves sorpresas por avances
y depresión por necedades.
Los sistemas de atención médica se
comen más de tres cuartas partes del gasto
en salud y tienen una muy reducida impor-
tancia a la hora de evitar enfermedades y
muertes. Los mejores resultados en los paí-
ses más desarrollados se logran por su capa-
cidad de adicionar recursos por fuera del sis-
tema de atención médica. Si se conocieran
mejor las razones por las que los argentinos
enfermamos y morimos, el gasto se orienta-
ría mucho más hacia las acciones de preven-
ción, porque “la mejor forma de mejorar la
salud es modificar los hábitos”, los estilos de
vida. Pero como la pobreza no da “estilos”,
sino “destinos” de vida, una vez más: la
estrategia de salud más eficiente es la que
pone énfasis en la equidad.
Este libro ha servido para aportar a
las Bases del Plan Federal de Salud 2004-
2007, que todas las provincias han suscrito
como el camino a ser recorrido durante los
próximos años. El mismo establece priorida-
des claras y precisas para todos los subsiste-
mas de salud. Tiene objetivos concretos y arti-
cula acciones de todas las jurisdicciones,
sumando incluso a la sociedad civil. En él se
articula un conjunto detallado de medidas
que promueven la equidad en el acceso y en
el financiamiento, el fortalecimiento de la
prevención y la ampliación de un esquema
regulado de seguros de salud, y entre otros
varios aspectos compromete a todas las pro-
vincias en torno a la Atención Primaria, que
ya es prioridad absoluta y obtiene una asig-
nación creciente de recursos.
El primer logro del Plan ha sido el de
plasmar acuerdos, de modo que no hay
dudas que lo del libro sirve, que vale leerlo.
Los múltiples actores que intervienen en el sis-

que ocuparon los niveles superiores de la
administración estatal durante el gobierno
de lo que denomina “la revolución de junio”.
Propone además el autor una intere-
sante periodización de lo ocurrido en esos tres
años, cuyos avatares delinean tanto el conte-
nido y el resultado de la pugna mantenida por
los diferentes actores, como la construcción
de poder realizada por quien va a resultar el
líder de una mayoría de los argentinos de ahí
en más, por un lado, así como la reacción de
los otros actores que se verán afectados por el
cambio de escenario que la transformación
en curso produce, por el otro. Habría así un
primer período, hasta octubre de 1943, carac-
terizado por la indefinición de las políticas y
teniendo como el aspecto más saliente el de
las acciones represivas y las prohibiciones. Va
a predominar luego la política que denota la
influencia del nacionalismo católico y tradi-
cionalista, algo que culmina en febrero de
1944, con el desplazamiento de Ramírez y la
salida de los últimos nacionalistas.
A partir de este momento, van a
comenzar a prevalecer las innovaciones de
carácter social y económico, lo que va a susci-
tar el fuerte cuestionamiento del gobierno por
parte de sectores medios, partidos de oposi-
ción y dirigencias empresarias, con lo que se
va a dar una correlativa radicalización de las
cripción detallada que realiza el autor de las
reacciones de los sectores empresariales, par-
ticularmente los nucleados en la Unión
Industrial Argentina y en la Sociedad Rural,
ya que frente a la visión estereotipada que se
suele ofrecer de las mismas, se obtiene aquí
algo más matizado y complejo, que da cuen-
ta, además, de las diferencias existentes
entre ambas organizaciones. Así, mientras
en un primer momento ambas apoyan el
golpe militar -la SRA llega a decir que “la
Nación ha visto brillar una esperanza”-, poco
a poco van a comenzar a tomar distancia,
hasta llegar a un total enfrentamiento, aun-
que en el caso de la UIA con mayores conflic-
tos, dada la contradicción existente entre su
apoyo a la política industrial y su rechazo a la
política social del gobierno.
Quedarían por realizar algunas
observaciones que, si bien no empañan el
resultado final del aporte, sí merecen ser
señaladas, dado su carácter conceptual. En
primer lugar, falta una mayor precisión teóri-
ca en relación al Estado, algo por otra parte
pendiente en las ciencias sociales en general,
en las que es común su confusión con el apa-
rato estatal, lo cual denota una carencia fuer-
te que refleja en parte lo ocurrido en las dos
últimas décadas de la historia latinoamerica-
na. Habría también otras limitaciones, rela-
La prioridad principal debe ser la
equidad y a ella se llega fundamentalmente
a través de la estrategia de Atención
Primaria. A quienes se empeñan en preservar
situaciones establecidas, se demuestra en el
libro que como consecuencia de los avances
tecnológicos y en ausencia de una clara pla-
nificación estatal, “los mayores logros en los
resultados de salud están cada vez más con-
centrados en pocas personas”.
Múltiples recursos humanos y finan-
cieros están muy desigualmente distribuidos
entre regiones de nuestro país y entre dife-
rentes grupos sociales, y es responsabilidad
de los poderes públicos revertir esa situación
(remito nuevamente al lector a la frase de las
cursivas). Otro botón de muestra: es inexpli-
cable que la Argentina presente “escasez de
médicos generalistas (aún cuando está com-
probado que pueden diagnosticar más del
90% de las causas de consulta) y gran canti-
dad de médicos especialistas”.
“Cada vez se gasta más para comprar
menos resultados”. ¡Vaya aseveración! Ginés
y Federico lo afirman y eso no es discutible: es
una realidad a manos llenas. Pero bueno, reco-
nozcamos, como un tema entre otros, que
aunque muchas pestes que diezmaban las
poblaciones de países enteros han sido derro-
tadas (persisten algunas y otras han apareci-
do -léase HIV-SIDA y otros Retrovirus
tema de salud obedecen a lógicas diversas y
los criterios enunciados y tratados demues-
tran ser útiles. Más que un conjunto de medi-
das aisladas, es un camino que deberemos
transitar entre todos. Así se recupera el papel
de rectoría del Estado, condicionando el dise-
ño de las políticas públicas al cumplimiento
de objetivos acordados con la comunidad.
Retomando el párrafo cuya lectura
pedí repetir, el de la cursiva: hemos superado
la época de las declaraciones unánimes -
¡cuántas decenas o centenas de veces infér-
tiles, o impracticadas o inaplicadas!- para
impulsar debates, acuerdos y lograr cosas
concretas. Es uno de los logros que las ideas
del libro posibilitaron “en su medida y armo-
niosamente”, aunque no pocas veces con
dura lucha, tesón y pasión, para iniciar la
mayor transformación sanitaria nacional de
las últimas décadas. Vale entonces, en alto
grado, el esfuerzo del pensamiento, la aren- 5
ga a la aplicación de las experiencias, los fun-
damentos del texto para usar el criterio y la
oportunidad política y, concluyendo, la
publicación de Salud para los Argentinos,
para impactarse con las acciones sucedidas y
bregar por las que deberán seguir sucedien-
do también, empujadas con muchas de esas
ideas hacia las decisiones y los consensos.
José Manuel Corchuelo Blasco

Nuevo país, nueva pobreza
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
Segunda edición ampliada, 2003, 160 páginas
En este ensayo la socióloga María del
Carmen Feijóo aborda la cuestión de la nueva
pobreza en la Argentina. El libro que aquí
6 comentamos está divido en dos partes: en la
primera, correspondiente a la primera edi-
ción de 2001, se describen y analizan los cam-
bios en la estructura social argentina en el
lapso que va desde mediados de los '70 hasta
el momento en el cual Cavallo es llamado a
hacerse nuevamente cargo del Ministerio de
Economía, en las postrimerías del gobierno
de De la Rúa. En la segunda (correspondiente
a la segunda edición del 2003) se incluye la
descripción, el análisis y la interpretación de
los sucesos de diciembre de 2001 y sus con-
secuencias para la cuestión social.
Hay una tesis que recorre esta obra a
manera de hilo conductor: un viejo país desa-
parece y otro nuevo comienza a constituirse.
Si bien esquematizados en dos modelos cla-
ramente diferenciados, Feijóo no deja de
aclarar que la mutación entre uno y otro no
se produjo de modo repentino y que entre
ambos hay gradientes y clivajes.
Veamos sus características. En el
viejo modelo la vida social se vertebraba en
torno al trabajo y la movilidad social ascen-
dente, cuyas redes de seguridad estaban
constituidas por la articulación entre las opor-
tunidades en el mercado laboral, la acción
del Estado, una compleja trama de relaciones
comunitarias que acudían a reforzar o susti-
RESEÑAS
tuir al mismo cuando éste mutaba su orienta-
ción social y la familia. El viejo país se basaba
en la integración social -quizás un tanto regi-
mentada y poco atenta a la consideración de
las diferencias- en torno a valores comparti-
dos: el esfuerzo personal y el sacrificio, la soli-
daridad y la caridad, valores que aseguraban
la existencia de “un mundo autoasistido, que
se producía y reproducía en el contexto de su
propio ámbito de vida”, que “no necesitaba
vínculos con los poderosos”; una sociedad,
en fin, integrada y homogénea en el interior
de cada uno de los dos (diferentes) segmen-
tos que la formaban. Esta integración se rea-
lizaba básicamente en la fábrica y en el
barrio, siendo éste último, para Feijóo, la ver-
dadera matriz de la vida comunitaria.
Este modelo comienza a resquebra-
jarse a mediados de los '70, cuando comienza
a perfilarse uno nuevo que se desarrolla en
los '80, se consolida en los '90 y eclosiona a
principios del siglo XXI. Este nuevo modelo se
caracteriza por un importante cambio en la
estructura social argentina, que surge de
varios procesos convergentes, entre otros, la
reconversión del mundo del trabajo, la distri-
bución regresiva del ingreso y el diseño de un
nuevo modelo social caracterizado por la desi-
gualdad, que se expresa en la heterogenei-
María del Carmen Feijóo
dad. Feijóo señala los distintos momentos de
clivaje en las reglas de juego económico (pla-
ta dulce, la circular 1050, la hiperinflación, la
convertibilidad), tanto como el impacto de
escenarios políticos, entre ellos y muy pro-
fundamente, el terrorismo de Estado en los
'70 y también, aunque en otro sentido y esca-
la, la Reforma del Estado y los cambios en la
legislación laboral y previsional de los '90.
¿En qué consiste este nuevo modelo
desde el punto de vista de la estructura social
y de los valores que la configuran? Feijóo sub-
raya que la diferencia fundamental reside en
que la creciente desigualdad intersectorial
característica del viejo país comienza a darse
en el interior del universo popular. En un esce-
nario de descenso social y creciente desocu-
pación aparecen nuevos pobres (de difícil
denominación) pertenecientes a los sectores
medios bajos y bajos, una nueva masa de
marginales que se suma a la de los pobres his-
tóricos, respecto de los cuales, por otra par-
te, buscan diferenciarse y a los cuales tien-
den a demonizar y a culpabilizar.
Se configura así una sociedad de
exclusión y darwinismo social, constituida
por dos sociedades cualitativamente distin-
tas, yuxtapuestas, aún emparentadas
mediante vasos comunicantes. Es por ello
que, a juicio de la autora, es importante pre-
servar y fortalecer los escasos espacios públi-
cos comunes, ya que la mayor potencialidad
de la exclusión surgirá cuanto menor resulte
la capacidad de articularse o de interactuar
con otros diferentes. “A mayor homogenei-
dad en la desigualdad, mayor capacidad de
una dinámica excluyente” es la regla de la
vida social que enuncia Feijóo, aun cuando
sin embargo confía en que los lazos todavía
existentes entre los dos grupos y la herencia
y la memoria histórica de la integración pro-
bablemente permitan superar el dualismo.
En esta situación se desarticulan los
aprendizajes sociales, se disuelven los lazos
comunitarios y la imposibilidad de dominio
sobre la variable tiempo instaura la experien-
cia de la fugacidad, empujando (especial-
mente a los jóvenes) a vivir el día a día.
A los mayores les queda aún la
memoria de los viejos tiempos. En esta situa-
ción hasta los “ganadores” son perdedores:
unos por privación y otros por el terror, y en
medio de tantas pérdidas, lo único que pare-
ce mantenerse o ascender en la Argentina es
el nivel educativo de su población.
¿Qué queda entonces del mundo
antiguo, cuando a la pérdida de la identidad
barrial se suma la de la identidad laboral?
Si en el mundo antiguo la acción
colectiva y solidaria era la clave para la reso-
lución de los problemas, en el nuevo se con-
fía solamente en el esfuerzo personal, aun
corriente de las Ciencias Sociales, desde la
cual se reivindica la validez de las creencias y
valores como elementos esenciales para la
interpretación adecuada de los procesos
políticos y sociales. Desde esta perspectiva,
el autor intenta echar luz sobre la constitu-
ción de la ideología peronista y el concomi-
tante proceso de desmantelamiento y reem-
plazo de la desprestigiada legitimidad libe-
ral imperante en nuestro país hasta el adve-
nimiento de Perón al poder.
Generalmente, el peronismo es con-
siderado -en términos de la clasificación webe-
riana- como un tipo de dominación carismáti-
ca cuya legitimidad provenía primordialmen-
te de la extendida creencia en las cualidades
extraordinarias del líder. Sin embargo, para
Segovia, la legitimidad peronista proviene de
una combinación compleja de los tres princi-
pales tipos de dominación que reconociera
Weber, es decir, el tradicional, el racional-
burocrático y, por supuesto, el carismático.
Esta conjunción, junto a otras pecu-
liares características, conduce al autor a
interpretar al peronismo como un intento
tan inédito como fallido en su afán por con-
solidar un proyecto de modernidad política
alternativa que mediante la construcción de
una “idea de destino común” fuera capaz de
superar las limitaciones y la inestabilidad
inherentes a las principales corrientes ideo-
lógicas de su tiempo.
Para poner en evidencia semejante
complejidad, el autor emprende con pru-
dencia e inteligencia crítica la ardua tarea de
reconstrucción del andamiaje conceptual
que sostendría lo que con el tiempo habría
de reconocerse como “la ideología peronis-
ta”, para lo cual recurre, fundamentalmen-
te, a los discursos y los escritos del general
Juan Domingo Perón.
El texto fue dividido por Segovia en
tres partes.
En la primera de ellas el autor pre-
tende describir con la mayor precisión posi-
ble cuál era la visión que tenía -y transmitía-
el propio Perón de su tiempo histórico, de su
época, y en virtud de lo cual consideraba a la
“revolución” y a la “necesidad de construc-
ción de una nueva política” como cuestio-
nes que el inmediato porvenir presentaba
como necesarias y a la vez ineludibles.
En la segunda parte, mediante la revi-
sión de la relación entre peronismo y nacio-
nalismo y el análisis de los conceptos de “or-
ganización” y sus vínculos con las nociones
de “pueblo”, “democracia”, “justicia social”
y “tercera posición”, Segovia postula el adve-
nimiento del “patrón moderno de la nueva
legalidad o racionalidad”, la que encuentra
su correlato en las nuevas funciones que
adopta el Estado, el rol que se le asigna a los
sindicatos y también a las fuerzas armadas.
Por último, explorando la relación
con el catolicismo, describiendo la dimen-
sión ideológica del concepto de “unidad”, el
papel asignado a la doctrina nacional y la
interpretación que Perón alguna vez ensaya-
ra del peronismo como una nueva religión;
en la tercera parte, quizás la más sugerente
y provocadora, el autor se adentra en la
etapa final de la formación ideológica del
peronismo, en la que todo el andamiaje con-
ceptual de las etapas previas “es puesto al
RESEÑ AS
servicio de una reformulación de la cultura
nacional” que “lleva al peronismo a definir-
se o comprenderse como una ideología más
allá de la política y del Estado”.
Segovia no parece escribir desde el
peronismo ni para éste. Su texto no hace
concesiones con los aspectos tal vez más cri-
ticables de su etapa fundacional y, sin
embargo, logra desprenderse del coro de
los intelectuales con prensa que continua-
mente pretenden hacernos creer que el pero-
nismo ha sido -y será- el origen de todos
nuestros males. Por tanto, este texto no
busca aduladores, cómodas complacencias
ni fáciles halagos de quienes, de uno u otro
lado, son refractarios a la crítica fundada, ni
de quienes son incapaces de reconocer que
resultaba humana y francamente imposible
no haber cometido errores en el inicio de la
inefable y aún inconclusa gesta peronista
por transformar nuestro país.
Sin embargo, aunque el autor tal
vez no se lo haya propuesto, dio a luz un
texto que a mi modo de ver, al menos para
los peronistas, dice mucho más que lo que
está escrito en él. Y esa es una de las cualida-
des fundamentales de los buenos textos. La
riqueza de su libro no está sólo en lo que
Segovia dice. También está en lo que sugie-
re. Estas cualidades le confieren a su texto
un halo de inesperada actualidad, por lo que
es virtualmente imposible recorrer sus pági-
nas y no realizar comparaciones entre aquel
peronismo fundacional y las presentes cir-
cunstancias de nuestro país. No obstante,
aunque la tentación de encontrar paralelos
entre ambas etapas pueda resultar ineludi-
ble, claro está, es una tarea para la que se
recomienda suma prudencia.
Por otra parte, el magnífico trabajo
analítico realizado sobre los conceptos ver-
tebradores del discurso y la ideología del
peronismo constituye, por sí mismo, un
esfuerzo que merece destacarse, tanto por
la evidente rigurosidad en el tratamiento de
las fuentes utilizadas, como en el equilibra-
do criterio para seleccionar citas, documen-
tos y escritos.
Finalmente, resulta sumamente pro-
vocadora y por demás sugerente la conclu-
sión a la que el autor parece arribar: el pero-
nismo, a pesar de todos sus esfuerzos y de
haber tenido plena conciencia de ello, no
logró superar los problemas de legitimidad
que presenta la moderna concepción de la
política, puesto que, al igual que “el libera-
lismo, el fascismo, el nacionalismo, el mar-
xismo, el comunismo, el democratismo,
etc.”; la experiencia histórica del primer
peronismo es una muestra más de “la impo-
sibilidad de sostener y dar estabilidad a un
régimen político en ausencia de los valores
tradicionales del sentido religioso (es decir,
trascendente) de la vida que hacen tolerable
la dominación política”.
11
Más allá de que se acuerde o no con
sus conclusiones, el libro de Segovia es sin
duda una de las obras más rigurosas, suge-
rentes y mejor documentadas que uno
pueda encontrar sobre los aspectos ideológi-
cos del peronismo fundacional y tan sólo por
ello su lectura resulta muy recomendable.
Fernando Duarte

de posturas tan diferentes? Su anticomunis-
mo, que provenía de su condición de sacer-
dote católico.
Tampoco es a nuestro criterio muy
convincente Halperín cuando acusa a los
hermanos Irazusta de ensañarse con los
ingleses por cuestiones ideológicas. En tal
sentido hay una fuerte crítica al libro
“Argentina y el Imperio Británico” publica-
do en 1933, el cual sostenía como tesis prin-
cipal que el gobierno argentino firmó el
Pacto Roca-Runciman porque no existía
entre la clase dirigente otros objetivos que
los suyos propios o de sector. De esta mane-
ra, al ser representante de los mismos, el
10 resultado era previsible. ¿Fue ideológico
este comentario? ¿Era un deseo de hacer
política lo que movía a los hermanos
Irazusta a decir esto? ¿Lo hacían aprove-
chando -como afirma el autor- que después
del pacto con los ingleses la situación eco-
nómica había mejorado?
Para los forjistas la acusación es más
leve. Simplemente la de apoyar la neutrali-
dad, que era la postura deseada por Hitler
para la Argentina. A pesar de que Halperín no
se puede jugar a decir que Raúl Scalabrini
Ortiz, Arturo Jauretche o Raúl Dellepiane
eran nazis, trata en todo momento de remar-
car que la neutralidad proclamada por el
grupo es incongruente, dando como prueba
los discursos de Dellepiane más antisoviéti-
cos al principio y luego menos, de acuerdo a
las alianzas de Stalin con Hitler. La realidad es
que los forjistas eran neutralistas porque
veían en esa postura una manera de mante-
ner a la Argentina fuera de dicho conflicto, ya
que cualquier otra posición significaba atarse
a compromisos presentes o futuros que no le
convenían al país. En definitiva, creían que
existía un interés nacional que se ajustaba
mejor con la neutralidad. ¿Esto era una pos-
tura hipócrita para favorecer a Hitler?
En relación a Raúl Scalabrini Ortiz,
RESEÑAS
Halperín formula críticas que tienen que ver
con su análisis histórico y sus apreciaciones
del problema ferroviario argentino. En el pri-
La Formación Ideológica del Peronismo
Perón y la legitimidad política (1943-1955)
Córdoba, Ediciones Del Copista, 2005, 294 páginas
Tanto los ya clásicos estudios etno-
gráficos realizados por Marcel Bloch o
Clifford Geertz como gran parte de los tra-
bajos politológicos o sociológicos más con-
temporáneos que analizan la dinámica y fun-
cionamiento de las modernas sociedades
occidentales coinciden en señalar la enorme
mer sentido le asiste razón en decir que recu-
rría -a veces- a la teoría conspirativa. Es posi-
ble que en ciertas oportunidades su indig-
nación por los negociados de la clase diri-
gente con los británicos lo haya hecho utili-
zar este recurso. Sin embargo, lo que
Halperín soslaya es el fondo de la cuestión:
tuvimos una clase dirigente probritánica,
dispuesta a negociar cualquier cosa y de esa
manera beneficiar a la metrópoli británica a
cambio de poco y nada. ¿Es cierta esta inter-
pretación? Halperín no contesta.
En el tema de los ferrocarriles,
Halperín le reprocha hacer una apreciación
poco realista, ya que el impuesto a la renta
que propone en su plan alternativo “dismi-
nuye los recursos fiscales”. En otras pala-
bras, Scalabrini tenía -según Halperín- un
discurso ideológico o poco realista. De vuel-
ta, el autor evita discutir el fondo de la cues-
tión para criticar los detalles. Todos sabe-
mos que Scalabrini creyó que el eje del pro-
blema argentino era la dependencia con los
británicos y que para hacer política propia
había que estatizar los ferrocarriles en fun-
ción de un futuro proyecto nacional. Si el
dinero salía de un lado u otro era una cues-
tión puramente instrumental.
Tienen mejor suerte en los análisis
de Halperín los que apoyaron a los Aliados.
A diferencia del caso anterior y muy correc-
tamente, no les adjudica a José Luis Romero
o a María Rosa Oliver un supuesto apoyo a
los norteamericanos. En el primer caso, sólo
tilda -y con razón- de ingenua la propuesta
de unión americana (sumando a Estados
Unidos) contra las acechanzas europeas.
¿Por qué esa diferencia de criterio con res-
pecto al otro bando?
En definitiva, un libro típico del pro-
gresismo argentino, que remite la crisis
argentina a las rémoras del pasado: el nacio-
nalismo nazifascista y su continuación en el
peronismo, enfermedad como diría Jorge
Luis Borges “del orden de los primates”.
Luis Fernando Beraza
Juan Fernando Segovia
relevancia de las creencias en el proceso indi-
vidual y colectivo de constitución de los cri-
terios bajo los cuales, por ejemplo, una
dominación política -o gobierno- es consi-
derada legítima.
Este excelente texto de Juan
Fernando Segovia se inscribe en esta
cuando no siempre se tenga éxito. Y en el
caso de encararse acciones colectivas, éstas
frecuentemente se limitan a garantizar la
reproducción de las condiciones de vida en
el nivel mínimo de la subsistencia.
De todos modos, Feijóo no deja de
reconocer que viejos y nuevos pobres no son
pasivos. Hay resistencias y restos de los viejos
aprendizajes y de las viejas luchas, aunque
éstas no busquen construir una sociedad
alternativa o subvertir el orden, sino pelear
por la condición de ciudadanía (el “derecho
a tener derechos” señalado por Hannah
Arendt). Piquetes, tomas de poblaciones y
acciones conjuntas entre gobierno, punte-
ros políticos y militantes sociales así lo
demuestran.
Mientras que en la primera edición
la autora advierte que una intifada se está
gestando en el Conurbano, en la segunda
señala el error de no haber reconocido que
en realidad se estaba produciendo una
gigantesca organización popular de protes-
ta y demanda social.
En cuanto a la solidaridad, para
Feijóo -y ésta es sin duda una de sus tesis
más fuertes y controversiales- se ha reducido
a un movimiento mecánico sostenido por
punteros políticos, activistas sociales, profe-
tas religiosos y ONGs, incluso cuando opera
en algunos bolsones como el último recurso
de la desesperación. Tesis tanto más contro-
versial por cuanto Feijóo sostiene (en la
segunda edición) que la vieja solidaridad
renace con los acontecimientos de 2001,
dejando al lector con la duda acerca de cuá-
les son las causas y los mecanismos por las
cuales aparecen y desaparecen con tanta
rapidez (¿y facilidad?) valores encarnados en
hábitos y prácticas sociales. Por otra parte,
pareciera que para la autora hay solidarida-
des buenas (¿la de los punteros políticos y
activistas sociales?) y otras malas (¿la de los
profetas religiosos, la tecnosolidaridad de
las ONGs, la solidaridad a distancia?).
En síntesis, Feijóo comparte con el
common sense académico que el renaci-
miento de la solidaridad y la acción colectiva
en torno al bien común en el año 2001 marca
el certificado de defunción del individualis-
mo neoliberal. En la interpretación hegemó-
nica de los sucesos del 2001 se sostiene tanto
la tesis del renacimiento de ciertos hábitos,
tradiciones y memorias, tanto como la de la
ruptura (revolucionaria) con el pasado.
Si, por un lado, esta cuestión pone en
juego una determinada interpretación de la
coyuntura y de nuestra historia, por otro, las
menciones que la autora efectúa del bien
común apuntan a cuestiones de definiciones
teóricas. Se trata del supuesto cuasi naturaliza-
do de la existencia de alguna idea del bien
común a la que podríamos apelar al sacudirnos
el lastre del neoliberalismo y retomar nuestras
viejas prácticas de acción colectiva solidaria.
Si bien la discusión crítica de estas
materias excede totalmente el objetivo y la
extensión de este ensayo, no se puede dejar
de señalar que estas cuestiones constituyen
los supuestos históricos y conceptuales
desde los cuales se ha construido el mismo.
Finalmente, y en relación a la meto-
dología de análisis requerida por la nueva
estructura social, Feijóo sostiene que no bas-
tan las estadísticas para medir la pobreza,
puesto que se trata de cambios cualitativos -
y no sólo cuantitativos- que deben ser
aprehendidos en términos de transforma-
ciones de los sujetos. Es necesario entonces
RESEÑ AS
adentrarse en la significación que los cam-
bios tienen para las personas. Hay que escu-
char las voces de los pobres y realizar des-
cripciones densas (a la manera de Clifford
Geerz) de sus condiciones de vida.
Como investigadora y funcionaria en
el área de programas sociales, Feijóo ha
implementado (desde fines de los '80 y princi-
pios y mediados de los '90) la metodología de
los grupos motivacionales (también llamados
focales), que asumen una mayor incertidum-
bre por parte del investigador y una concep-
ción más productiva del conocimiento.
¿Qué muestran los grupos focales
referidos a la experiencia de la pobreza? El
estupor de los sectores populares respecto
del agotamiento de un modelo y la desazón
por no saber cómo seguir organizando sus
vidas (hacia fines de los '80), el no saber si
esa crisis era un impasse en el modelo histó-
rico o su fin definitivo. A principios de los '90,
expresaron el temor por contagiarse de la
pobreza y, en el '96, la autora destaca que los
grupos motivacionales realizados para
SIEMPRO (Sistema de Información,
Evaluación y Monitoreo de Programas
Sociales) mostraron dificultades en la deter-
minación misma de los parámetros de iden-
tificación de los posibles participantes.
En el universo popular se había pro-
fundizado la fragmentación y ciertamente
no había consistencia entre las definiciones,
los discursos y las condiciones de vida de los
participantes. En la mayoría de los casos, la
historia colectiva se diluía en la historia per-
sonal de cada trayectoria individual. En estas
circunstancias de confusión y disgregación
del lazo social, es fundamental interrogar la
percepción que los sujetos involucrados tie-
nen de su propia situación que, en muchos
casos, se resuelve en autoculpabilización o
en culpabilizar a otros, cercanos o distantes
(políticos, inmigrantes, etc.) que, transfor-
mados en chivos emisarios de la crisis, retro-
traen a viejos autoritarismos. Feijóo incluye
en esta categoría al discurso que critica la
política, aun cuando se proponga mejorar su
calidad institucional. Por cierto que ésta debe
ser mejorada, pero lo que constituye el fondo
del problema es “la dificultad (de los políti-
cos) de entender el mundo y de encontrar los
mecanismos de representación adecuados”.
Sin duda el mayor mérito de este
ensayo es el de sintetizar las principales cues-
tiones que hacen a la nueva cuestión social
en nuestro país y de proponer interpretacio-
nes que estimulan la reflexión. El texto atra-
pa por la solidez de su exposición, por los
interrogantes que plantea y por la claridad y
amenidad de una escritura que agradecen
por igual especialistas y legos. Complementa
muy adecuadamente cada una de las partes
del libro una selección bibliográfica actuali-
zada y precisa, que orienta al lector interesa-
do en encontrar datos que avalen las tesis
sostenidas y en profundizar los temas desa-
rrollados. Tanto más importante en este 7
caso, dada la brevedad del ensayo.
Finalmente, Feijóo cumple con la
necesidad planteada en su segunda edición,
de abandonar la posición de un observador
objetivo para pasar a “dar testimonio de
nuestras propias voces”, entre las cuales se
halla sin duda, la voz científica y política-
mente comprometida de la autora.
María Cristina Reigadas

Buenos Aires, Biblos, 2003, 160 páginas
En su libro, Oscar Lamberto hace un
relato sobre el acontecimiento político, eco-
nómico y social más dificultoso que le tocó
8 vivir a la patria, cuya postal quedará por
siempre grabada en la imagen de un ex pre-
sidente yéndose de la Casa Rosada en heli-
cóptero al compás de las cacerolas de una
clase media que manifestaba su disconfor-
midad. Expone la historia desde su vivencia
personal, al hacerse cargo por cien días de la
Secretaría de Hacienda de la Nación, un
puesto que nadie podría envidiarle cuando
el Estado debió cortar drásticamente la
mayor parte de los pagos programados.
Echa luz a la raíz de la crisis que comienza a
partir de las reformas introducidas en los
años noventa, sustentadas y financiadas
con la venta de activos públicos, el endeuda-
miento externo y los déficit fiscales.
La consecuencia del estallido social
y económico ocurrido fue la “antipolítica”.
Varios comunicadores sociales vieron su
oportunidad para especular con los destinos
de un país que se encontraba en llamas y sin
rumbo. Era una etapa donde la 'política' era
una mala palabra, la actividad y la militancia
política sinónimo de culpa y cualquier
dependencia estatal era equivalente a
corrupción y quienes trabajaban en ellas
eran todos corruptos, sin admitirse prueba
en contra.
No fue hace mucho tiempo que esto
RESEÑAS
ocurrió. Era el fin del año 2001 y comienzos
del 2002. Estos sucesos de dolor y muerte
quedarán marcados en nuestra memoria por
décadas. Ocupan ya un espacio extenso en la
historia, por su gravedad y magnitud. Sin
dudas, fue la peor crisis institucional que vivió
el país desde 1983, y fue un gobierno pero-
nista quien supo pacíficamente resolverla.
La posibilidad del fracaso de la con-
vertibilidad se había manifestado a media-
dos de la década del noventa. El efecto 'te-
quila' originado en la crisis mexicana produ-
jo una recesión económica. Se enfermó
México y Argentina comenzó a incubar el
mismo padecimiento. Cayó el PBI y el índice
de desempleo creció abruptamente al 20%.
La adhesión a la convertibilidad hizo que
Carlos Menem fuera reelecto. Pero si el ex
presidente y su Ministro de Economía hubie-
ran aplicado una cuota de humildad en la
toma de decisiones de Estado y dejar de lado
resquemores personales, la Argentina
habría podido salir de la trampa de la con-
vertibilidad y de su paridad rígida.
Ya en 1997 se había consolidado la
coalición de oposición y el peronismo fue
derrocado por primera vez en elecciones par-
lamentarias estando en el gobierno. Se cons-
tituyó la Alianza, cuyo único objetivo políti-
Oscar Lamberto
Los cien peores días
El fin de la convertibilidad
co era desalojarlo del poder. En la campaña
presidencial de 1999, Fernando de la Rúa uti-
lizaba como eslogan publicitario “un peso
igual a un dólar”. Una vez en el gobierno, no
se animó a encarar las medidas de fondo
que reclamaba la crisis de la convertibilidad.
Para evitar pagar un costo político personal
insistió con el “uno a uno”. Nadie en tan
poco tiempo hizo las cosas tan mal.
El gobierno de la Alianza no tuvo
decisión para actuar en serio sobre el gasto y
encima en el camino renunció el vicepresi-
dente, desmintiendo lo único que de nuevo
parecía haber aportado. Domingo Cavallo
fue convocado a reasumir en el Ministerio
de Economía, para resolver la situación de
pavor generalizado que había generado la
fugaz experiencia de López Murphy. En
pocos meses, se cortó el crédito externo, se
colocó deuda en los bancos locales, se inten-
tó el “megacanje”… en conclusión, el país
se encontraba con un default inevitable. La
corrida bancaria llegaría al público, tarde o
temprano. El Ministro Cavallo, desconocien-
do la manera en que vivía ya gran parte de
los argentinos, prendió la mecha que haría
estallar al país cuando decidió restringir el
uso de efectivo, obligando a “bancarizar” el
sistema económico y poniéndole un corral a
los depósitos. No fue menor además el efec-
to que produjo el haber castigado por igual
a todos los bancos, afectando trayectorias
sólidas que había costado décadas en cons-
truir. Así, los que habían hecho las previsio-
nes correctas fueron igualados a los que par-
ticiparon alegremente de la fiesta.
Tras la renuncia del ex presidente
Fernando De la Rúa, pasaron por la Casa
Rosada Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez
Saá y Eduardo Camaño, hasta que finalmen-
te la Asamblea Legislativa designó como
Presidente para completar el mandato al
Senador por la provincia de Buenos Aires,
Eduardo Duhalde. El autor describe el pano-
rama en el que le tocó arribar al nuevo
gobierno: “Había estallado la peor crisis de
los últimos cien años: cuatro años de rece-
sión económica, el período más prolongado
sin crecimiento que se recuerde en el país
desde que existen registros estadísticos;
cesación de pagos de la deuda externa, los
ahorros de la gente capturados por los ban-
cos, una alta tasa de desempleo y cientos de
miles de hogares argentinos carcomidos por
el hambre”. Vale recordar las manifestacio-
nes de las más extremas corrientes ideológi-
cas y las asambleas de vecinos que indistin-
tamente cantaban “que se vayan todos”.
Desde su lugar en Hacienda,
Lamberto tuvo que afrontar diariamente
situaciones dramáticas junto con el enton-
ces Ministro de Economía, Jorge Remes
Lenicov. Había que prepararse para decir no
aun a los pedidos más urgentes. Para evitar
que la Nación se hundiera era necesario
cerrar los grifos. La sensación era que se
incendiaba el país y en vez de un equipo de
economistas parecía que se requería un cuar-
tel de bomberos.
Durante su permanencia en el car-
go, el autor se propuso lograr los siguientes
objetivos: la aprobación del presupuesto
nacional, la firma de un nuevo pacto con las
provincias para todo el año entrante y la cele-
bración de un acuerdo de emergencia con el
FMI. Lamberto logró los dos primeros, el ter-
cero se complicó, pero igualmente se firmó
tiempo después y marcaría el nacimiento de
nuevas reglas de juego.
Lo cierto es que los acontecimientos
que conmovieron a la Argentina en diciem-
bre de 2001 marcaron un punto de inflexión
en nuestra historia. El país estalló con la
caída del producto y del consumo, las altas
tasas de desempleo, el empobrecimiento de
la mayoría de los habitantes y la exclusión
social. Asimismo, hubo un gobierno que se
hizo cargo e interpretó una manera de recu-
perar lo que habíamos perdido. Los logros
para estabilizar la economía fueron impor-
La Argentina y la tormenta del mundo
Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2003, 256 páginas
El libro de Halperín Donghi tiene por
objeto dar cuenta de los principales debates
que involucraron a los sectores intelectuales
argentinos durante los años 1930-1945.
Para lograr este objetivo, el autor tiene dos
inconvenientes: uno de forma y otro de fon-
do. De forma, porque el libro está dividido
en 5 capítulos y un epílogo escritos en len-
guaje sólo apto para “halperinianos”: ora-
ciones extensísimas, sujetos poco distingui-
bles, sobreentendidos sólo entendidos por
el autor. En definitiva, un texto árido, poco
ameno y de dificultosa lectura.
En cuanto al fondo, el autor hace un
repaso de distintos textos, algunos signifi-
cativos, otros no tanto, mechados con críti-
cas (algunas pertinentes y otras con el diario
del lunes) que hacen preguntar al lector si el
pensamiento real de los autores es el que
dice el citado catedrático en dichos frag-
mentos.
El largo exordio de Halperín desem-
boca finalmente en su vieja tesis: en realidad
Perón y el peronismo no son un salto hacia
adelante o un intento de resolver la vieja cri-
RESEÑ AS
tantes, la paz social se restituyó lentamente
y se preservaron las instituciones de la
República. Se crearon nuevas condiciones
que favorecían a la producción local y el tipo
de cambio actuó como una verdadera barre-
ra arancelaria, permitiendo sustituir impor-
taciones y generar un saldo de la balanza
comercial sin precedentes. Eduardo
Duhalde se hizo cargo del gobierno en
medio de una crisis jamás vista, “hizo los
cambios necesarios, encontró el equipo y
dio vuelta el partido”, y terminó su cometido
devolviéndole al país la posibilidad de crecer.
Oscar Lamberto narra con creativi-
dad, sinceridad, humor y entusiasmo uno de
los capítulos más críticos y difíciles que le
tocó vivir a la Argentina. El libro es suma-
mente entretenido. Su lectura nos hace vol-
ver con facilidad a aquellos tiempos que hoy
parecen haber quedado tan lejos. Conocer
esos hechos y sus causas, y reconocer el
valor de quienes arriesgaron su prestigio y
hasta su integridad física para sacar al pue-
blo del incendio no es la única vía, pero sí es
una excelente herramienta para que esos
tiempos queden cada vez más lejos para
todos los argentinos.
Francisco Cafiero
Tulio Halperín Donghi
Ideas e ideologías 1930-1945
sis de representatividad producida en los
años treinta por el régimen conservador y la
decadencia de los partidos tradicionales. Es
-según él- a la inversa. El peronismo es la con-
tinuación de las polémicas producidas
durante la segunda guerra mundial. En
otras palabras, es una rémora del pasado,
una especie de continuación de viejos para-
digmas ya superados en el mundo.
Por supuesto, de todos los debates
la peor parte se la llevan los nacionalistas
católicos y los hombres de FORJA. En
muchos pasajes intenta demostrar con suer-
te variada el nazismo de muchos de ellos. La
peor parte se la llevan, entre otros, Ramón
Doll o César Pico. En verdad este aserto no
queda plenamente demostrado, puesto que 9
todos sabemos que la segunda guerra mun-
dial produjo reacciones de todo tipo, que
tenían que ver con los sentimientos, el
momento y muchas veces la política del mal
menor. Un ejemplo de eso -entre otros- fue
el siempre denostado Julio Meinvielle, quien
durante la guerra fue favorable al Eje, para
luego en la guerra fría dar su apoyo a los
Estados Unidos. ¿Cuál es el hilo conductor

Buenos Aires, Biblos, 2003, 160 páginas
En su libro, Oscar Lamberto hace un
relato sobre el acontecimiento político, eco-
nómico y social más dificultoso que le tocó
8 vivir a la patria, cuya postal quedará por
siempre grabada en la imagen de un ex pre-
sidente yéndose de la Casa Rosada en heli-
cóptero al compás de las cacerolas de una
clase media que manifestaba su disconfor-
midad. Expone la historia desde su vivencia
personal, al hacerse cargo por cien días de la
Secretaría de Hacienda de la Nación, un
puesto que nadie podría envidiarle cuando
el Estado debió cortar drásticamente la
mayor parte de los pagos programados.
Echa luz a la raíz de la crisis que comienza a
partir de las reformas introducidas en los
años noventa, sustentadas y financiadas
con la venta de activos públicos, el endeuda-
miento externo y los déficit fiscales.
La consecuencia del estallido social
y económico ocurrido fue la “antipolítica”.
Varios comunicadores sociales vieron su
oportunidad para especular con los destinos
de un país que se encontraba en llamas y sin
rumbo. Era una etapa donde la 'política' era
una mala palabra, la actividad y la militancia
política sinónimo de culpa y cualquier
dependencia estatal era equivalente a
corrupción y quienes trabajaban en ellas
eran todos corruptos, sin admitirse prueba
en contra.
No fue hace mucho tiempo que esto
RESEÑAS
ocurrió. Era el fin del año 2001 y comienzos
del 2002. Estos sucesos de dolor y muerte
quedarán marcados en nuestra memoria por
décadas. Ocupan ya un espacio extenso en la
historia, por su gravedad y magnitud. Sin
dudas, fue la peor crisis institucional que vivió
el país desde 1983, y fue un gobierno pero-
nista quien supo pacíficamente resolverla.
La posibilidad del fracaso de la con-
vertibilidad se había manifestado a media-
dos de la década del noventa. El efecto 'te-
quila' originado en la crisis mexicana produ-
jo una recesión económica. Se enfermó
México y Argentina comenzó a incubar el
mismo padecimiento. Cayó el PBI y el índice
de desempleo creció abruptamente al 20%.
La adhesión a la convertibilidad hizo que
Carlos Menem fuera reelecto. Pero si el ex
presidente y su Ministro de Economía hubie-
ran aplicado una cuota de humildad en la
toma de decisiones de Estado y dejar de lado
resquemores personales, la Argentina
habría podido salir de la trampa de la con-
vertibilidad y de su paridad rígida.
Ya en 1997 se había consolidado la
coalición de oposición y el peronismo fue
derrocado por primera vez en elecciones par-
lamentarias estando en el gobierno. Se cons-
tituyó la Alianza, cuyo único objetivo políti-
Oscar Lamberto
Los cien peores días
El fin de la convertibilidad
co era desalojarlo del poder. En la campaña
presidencial de 1999, Fernando de la Rúa uti-
lizaba como eslogan publicitario “un peso
igual a un dólar”. Una vez en el gobierno, no
se animó a encarar las medidas de fondo
que reclamaba la crisis de la convertibilidad.
Para evitar pagar un costo político personal
insistió con el “uno a uno”. Nadie en tan
poco tiempo hizo las cosas tan mal.
El gobierno de la Alianza no tuvo
decisión para actuar en serio sobre el gasto y
encima en el camino renunció el vicepresi-
dente, desmintiendo lo único que de nuevo
parecía haber aportado. Domingo Cavallo
fue convocado a reasumir en el Ministerio
de Economía, para resolver la situación de
pavor generalizado que había generado la
fugaz experiencia de López Murphy. En
pocos meses, se cortó el crédito externo, se
colocó deuda en los bancos locales, se inten-
tó el “megacanje”… en conclusión, el país
se encontraba con un default inevitable. La
corrida bancaria llegaría al público, tarde o
temprano. El Ministro Cavallo, desconocien-
do la manera en que vivía ya gran parte de
los argentinos, prendió la mecha que haría
estallar al país cuando decidió restringir el
uso de efectivo, obligando a “bancarizar” el
sistema económico y poniéndole un corral a
los depósitos. No fue menor además el efec-
to que produjo el haber castigado por igual
a todos los bancos, afectando trayectorias
sólidas que había costado décadas en cons-
truir. Así, los que habían hecho las previsio-
nes correctas fueron igualados a los que par-
ticiparon alegremente de la fiesta.
Tras la renuncia del ex presidente
Fernando De la Rúa, pasaron por la Casa
Rosada Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez
Saá y Eduardo Camaño, hasta que finalmen-
te la Asamblea Legislativa designó como
Presidente para completar el mandato al
Senador por la provincia de Buenos Aires,
Eduardo Duhalde. El autor describe el pano-
rama en el que le tocó arribar al nuevo
gobierno: “Había estallado la peor crisis de
los últimos cien años: cuatro años de rece-
sión económica, el período más prolongado
sin crecimiento que se recuerde en el país
desde que existen registros estadísticos;
cesación de pagos de la deuda externa, los
ahorros de la gente capturados por los ban-
cos, una alta tasa de desempleo y cientos de
miles de hogares argentinos carcomidos por
el hambre”. Vale recordar las manifestacio-
nes de las más extremas corrientes ideológi-
cas y las asambleas de vecinos que indistin-
tamente cantaban “que se vayan todos”.
Desde su lugar en Hacienda,
Lamberto tuvo que afrontar diariamente
situaciones dramáticas junto con el enton-
ces Ministro de Economía, Jorge Remes
Lenicov. Había que prepararse para decir no
aun a los pedidos más urgentes. Para evitar
que la Nación se hundiera era necesario
cerrar los grifos. La sensación era que se
incendiaba el país y en vez de un equipo de
economistas parecía que se requería un cuar-
tel de bomberos.
Durante su permanencia en el car-
go, el autor se propuso lograr los siguientes
objetivos: la aprobación del presupuesto
nacional, la firma de un nuevo pacto con las
provincias para todo el año entrante y la cele-
bración de un acuerdo de emergencia con el
FMI. Lamberto logró los dos primeros, el ter-
cero se complicó, pero igualmente se firmó
tiempo después y marcaría el nacimiento de
nuevas reglas de juego.
Lo cierto es que los acontecimientos
que conmovieron a la Argentina en diciem-
bre de 2001 marcaron un punto de inflexión
en nuestra historia. El país estalló con la
caída del producto y del consumo, las altas
tasas de desempleo, el empobrecimiento de
la mayoría de los habitantes y la exclusión
social. Asimismo, hubo un gobierno que se
hizo cargo e interpretó una manera de recu-
perar lo que habíamos perdido. Los logros
para estabilizar la economía fueron impor-
La Argentina y la tormenta del mundo
Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2003, 256 páginas
El libro de Halperín Donghi tiene por
objeto dar cuenta de los principales debates
que involucraron a los sectores intelectuales
argentinos durante los años 1930-1945.
Para lograr este objetivo, el autor tiene dos
inconvenientes: uno de forma y otro de fon-
do. De forma, porque el libro está dividido
en 5 capítulos y un epílogo escritos en len-
guaje sólo apto para “halperinianos”: ora-
ciones extensísimas, sujetos poco distingui-
bles, sobreentendidos sólo entendidos por
el autor. En definitiva, un texto árido, poco
ameno y de dificultosa lectura.
En cuanto al fondo, el autor hace un
repaso de distintos textos, algunos signifi-
cativos, otros no tanto, mechados con críti-
cas (algunas pertinentes y otras con el diario
del lunes) que hacen preguntar al lector si el
pensamiento real de los autores es el que
dice el citado catedrático en dichos frag-
mentos.
El largo exordio de Halperín desem-
boca finalmente en su vieja tesis: en realidad
Perón y el peronismo no son un salto hacia
adelante o un intento de resolver la vieja cri-
RESEÑ AS
tantes, la paz social se restituyó lentamente
y se preservaron las instituciones de la
República. Se crearon nuevas condiciones
que favorecían a la producción local y el tipo
de cambio actuó como una verdadera barre-
ra arancelaria, permitiendo sustituir impor-
taciones y generar un saldo de la balanza
comercial sin precedentes. Eduardo
Duhalde se hizo cargo del gobierno en
medio de una crisis jamás vista, “hizo los
cambios necesarios, encontró el equipo y
dio vuelta el partido”, y terminó su cometido
devolviéndole al país la posibilidad de crecer.
Oscar Lamberto narra con creativi-
dad, sinceridad, humor y entusiasmo uno de
los capítulos más críticos y difíciles que le
tocó vivir a la Argentina. El libro es suma-
mente entretenido. Su lectura nos hace vol-
ver con facilidad a aquellos tiempos que hoy
parecen haber quedado tan lejos. Conocer
esos hechos y sus causas, y reconocer el
valor de quienes arriesgaron su prestigio y
hasta su integridad física para sacar al pue-
blo del incendio no es la única vía, pero sí es
una excelente herramienta para que esos
tiempos queden cada vez más lejos para
todos los argentinos.
Francisco Cafiero
Tulio Halperín Donghi
Ideas e ideologías 1930-1945
sis de representatividad producida en los
años treinta por el régimen conservador y la
decadencia de los partidos tradicionales. Es
-según él- a la inversa. El peronismo es la con-
tinuación de las polémicas producidas
durante la segunda guerra mundial. En
otras palabras, es una rémora del pasado,
una especie de continuación de viejos para-
digmas ya superados en el mundo.
Por supuesto, de todos los debates
la peor parte se la llevan los nacionalistas
católicos y los hombres de FORJA. En
muchos pasajes intenta demostrar con suer-
te variada el nazismo de muchos de ellos. La
peor parte se la llevan, entre otros, Ramón
Doll o César Pico. En verdad este aserto no
queda plenamente demostrado, puesto que 9
todos sabemos que la segunda guerra mun-
dial produjo reacciones de todo tipo, que
tenían que ver con los sentimientos, el
momento y muchas veces la política del mal
menor. Un ejemplo de eso -entre otros- fue
el siempre denostado Julio Meinvielle, quien
durante la guerra fue favorable al Eje, para
luego en la guerra fría dar su apoyo a los
Estados Unidos. ¿Cuál es el hilo conductor

de posturas tan diferentes? Su anticomunis-
mo, que provenía de su condición de sacer-
dote católico.
Tampoco es a nuestro criterio muy
convincente Halperín cuando acusa a los
hermanos Irazusta de ensañarse con los
ingleses por cuestiones ideológicas. En tal
sentido hay una fuerte crítica al libro
“Argentina y el Imperio Británico” publica-
do en 1933, el cual sostenía como tesis prin-
cipal que el gobierno argentino firmó el
Pacto Roca-Runciman porque no existía
entre la clase dirigente otros objetivos que
los suyos propios o de sector. De esta mane-
ra, al ser representante de los mismos, el
10 resultado era previsible. ¿Fue ideológico
este comentario? ¿Era un deseo de hacer
política lo que movía a los hermanos
Irazusta a decir esto? ¿Lo hacían aprove-
chando -como afirma el autor- que después
del pacto con los ingleses la situación eco-
nómica había mejorado?
Para los forjistas la acusación es más
leve. Simplemente la de apoyar la neutrali-
dad, que era la postura deseada por Hitler
para la Argentina. A pesar de que Halperín no
se puede jugar a decir que Raúl Scalabrini
Ortiz, Arturo Jauretche o Raúl Dellepiane
eran nazis, trata en todo momento de remar-
car que la neutralidad proclamada por el
grupo es incongruente, dando como prueba
los discursos de Dellepiane más antisoviéti-
cos al principio y luego menos, de acuerdo a
las alianzas de Stalin con Hitler. La realidad es
que los forjistas eran neutralistas porque
veían en esa postura una manera de mante-
ner a la Argentina fuera de dicho conflicto, ya
que cualquier otra posición significaba atarse
a compromisos presentes o futuros que no le
convenían al país. En definitiva, creían que
existía un interés nacional que se ajustaba
mejor con la neutralidad. ¿Esto era una pos-
tura hipócrita para favorecer a Hitler?
En relación a Raúl Scalabrini Ortiz,
RESEÑAS
Halperín formula críticas que tienen que ver
con su análisis histórico y sus apreciaciones
del problema ferroviario argentino. En el pri-
La Formación Ideológica del Peronismo
Perón y la legitimidad política (1943-1955)
Córdoba, Ediciones Del Copista, 2005, 294 páginas
Tanto los ya clásicos estudios etno-
gráficos realizados por Marcel Bloch o
Clifford Geertz como gran parte de los tra-
bajos politológicos o sociológicos más con-
temporáneos que analizan la dinámica y fun-
cionamiento de las modernas sociedades
occidentales coinciden en señalar la enorme
mer sentido le asiste razón en decir que recu-
rría -a veces- a la teoría conspirativa. Es posi-
ble que en ciertas oportunidades su indig-
nación por los negociados de la clase diri-
gente con los británicos lo haya hecho utili-
zar este recurso. Sin embargo, lo que
Halperín soslaya es el fondo de la cuestión:
tuvimos una clase dirigente probritánica,
dispuesta a negociar cualquier cosa y de esa
manera beneficiar a la metrópoli británica a
cambio de poco y nada. ¿Es cierta esta inter-
pretación? Halperín no contesta.
En el tema de los ferrocarriles,
Halperín le reprocha hacer una apreciación
poco realista, ya que el impuesto a la renta
que propone en su plan alternativo “dismi-
nuye los recursos fiscales”. En otras pala-
bras, Scalabrini tenía -según Halperín- un
discurso ideológico o poco realista. De vuel-
ta, el autor evita discutir el fondo de la cues-
tión para criticar los detalles. Todos sabe-
mos que Scalabrini creyó que el eje del pro-
blema argentino era la dependencia con los
británicos y que para hacer política propia
había que estatizar los ferrocarriles en fun-
ción de un futuro proyecto nacional. Si el
dinero salía de un lado u otro era una cues-
tión puramente instrumental.
Tienen mejor suerte en los análisis
de Halperín los que apoyaron a los Aliados.
A diferencia del caso anterior y muy correc-
tamente, no les adjudica a José Luis Romero
o a María Rosa Oliver un supuesto apoyo a
los norteamericanos. En el primer caso, sólo
tilda -y con razón- de ingenua la propuesta
de unión americana (sumando a Estados
Unidos) contra las acechanzas europeas.
¿Por qué esa diferencia de criterio con res-
pecto al otro bando?
En definitiva, un libro típico del pro-
gresismo argentino, que remite la crisis
argentina a las rémoras del pasado: el nacio-
nalismo nazifascista y su continuación en el
peronismo, enfermedad como diría Jorge
Luis Borges “del orden de los primates”.
Luis Fernando Beraza
Juan Fernando Segovia
relevancia de las creencias en el proceso indi-
vidual y colectivo de constitución de los cri-
terios bajo los cuales, por ejemplo, una
dominación política -o gobierno- es consi-
derada legítima.
Este excelente texto de Juan
Fernando Segovia se inscribe en esta
cuando no siempre se tenga éxito. Y en el
caso de encararse acciones colectivas, éstas
frecuentemente se limitan a garantizar la
reproducción de las condiciones de vida en
el nivel mínimo de la subsistencia.
De todos modos, Feijóo no deja de
reconocer que viejos y nuevos pobres no son
pasivos. Hay resistencias y restos de los viejos
aprendizajes y de las viejas luchas, aunque
éstas no busquen construir una sociedad
alternativa o subvertir el orden, sino pelear
por la condición de ciudadanía (el “derecho
a tener derechos” señalado por Hannah
Arendt). Piquetes, tomas de poblaciones y
acciones conjuntas entre gobierno, punte-
ros políticos y militantes sociales así lo
demuestran.
Mientras que en la primera edición
la autora advierte que una intifada se está
gestando en el Conurbano, en la segunda
señala el error de no haber reconocido que
en realidad se estaba produciendo una
gigantesca organización popular de protes-
ta y demanda social.
En cuanto a la solidaridad, para
Feijóo -y ésta es sin duda una de sus tesis
más fuertes y controversiales- se ha reducido
a un movimiento mecánico sostenido por
punteros políticos, activistas sociales, profe-
tas religiosos y ONGs, incluso cuando opera
en algunos bolsones como el último recurso
de la desesperación. Tesis tanto más contro-
versial por cuanto Feijóo sostiene (en la
segunda edición) que la vieja solidaridad
renace con los acontecimientos de 2001,
dejando al lector con la duda acerca de cuá-
les son las causas y los mecanismos por las
cuales aparecen y desaparecen con tanta
rapidez (¿y facilidad?) valores encarnados en
hábitos y prácticas sociales. Por otra parte,
pareciera que para la autora hay solidarida-
des buenas (¿la de los punteros políticos y
activistas sociales?) y otras malas (¿la de los
profetas religiosos, la tecnosolidaridad de
las ONGs, la solidaridad a distancia?).
En síntesis, Feijóo comparte con el
common sense académico que el renaci-
miento de la solidaridad y la acción colectiva
en torno al bien común en el año 2001 marca
el certificado de defunción del individualis-
mo neoliberal. En la interpretación hegemó-
nica de los sucesos del 2001 se sostiene tanto
la tesis del renacimiento de ciertos hábitos,
tradiciones y memorias, tanto como la de la
ruptura (revolucionaria) con el pasado.
Si, por un lado, esta cuestión pone en
juego una determinada interpretación de la
coyuntura y de nuestra historia, por otro, las
menciones que la autora efectúa del bien
común apuntan a cuestiones de definiciones
teóricas. Se trata del supuesto cuasi naturaliza-
do de la existencia de alguna idea del bien
común a la que podríamos apelar al sacudirnos
el lastre del neoliberalismo y retomar nuestras
viejas prácticas de acción colectiva solidaria.
Si bien la discusión crítica de estas
materias excede totalmente el objetivo y la
extensión de este ensayo, no se puede dejar
de señalar que estas cuestiones constituyen
los supuestos históricos y conceptuales
desde los cuales se ha construido el mismo.
Finalmente, y en relación a la meto-
dología de análisis requerida por la nueva
estructura social, Feijóo sostiene que no bas-
tan las estadísticas para medir la pobreza,
puesto que se trata de cambios cualitativos -
y no sólo cuantitativos- que deben ser
aprehendidos en términos de transforma-
ciones de los sujetos. Es necesario entonces
RESEÑ AS
adentrarse en la significación que los cam-
bios tienen para las personas. Hay que escu-
char las voces de los pobres y realizar des-
cripciones densas (a la manera de Clifford
Geerz) de sus condiciones de vida.
Como investigadora y funcionaria en
el área de programas sociales, Feijóo ha
implementado (desde fines de los '80 y princi-
pios y mediados de los '90) la metodología de
los grupos motivacionales (también llamados
focales), que asumen una mayor incertidum-
bre por parte del investigador y una concep-
ción más productiva del conocimiento.
¿Qué muestran los grupos focales
referidos a la experiencia de la pobreza? El
estupor de los sectores populares respecto
del agotamiento de un modelo y la desazón
por no saber cómo seguir organizando sus
vidas (hacia fines de los '80), el no saber si
esa crisis era un impasse en el modelo histó-
rico o su fin definitivo. A principios de los '90,
expresaron el temor por contagiarse de la
pobreza y, en el '96, la autora destaca que los
grupos motivacionales realizados para
SIEMPRO (Sistema de Información,
Evaluación y Monitoreo de Programas
Sociales) mostraron dificultades en la deter-
minación misma de los parámetros de iden-
tificación de los posibles participantes.
En el universo popular se había pro-
fundizado la fragmentación y ciertamente
no había consistencia entre las definiciones,
los discursos y las condiciones de vida de los
participantes. En la mayoría de los casos, la
historia colectiva se diluía en la historia per-
sonal de cada trayectoria individual. En estas
circunstancias de confusión y disgregación
del lazo social, es fundamental interrogar la
percepción que los sujetos involucrados tie-
nen de su propia situación que, en muchos
casos, se resuelve en autoculpabilización o
en culpabilizar a otros, cercanos o distantes
(políticos, inmigrantes, etc.) que, transfor-
mados en chivos emisarios de la crisis, retro-
traen a viejos autoritarismos. Feijóo incluye
en esta categoría al discurso que critica la
política, aun cuando se proponga mejorar su
calidad institucional. Por cierto que ésta debe
ser mejorada, pero lo que constituye el fondo
del problema es “la dificultad (de los políti-
cos) de entender el mundo y de encontrar los
mecanismos de representación adecuados”.
Sin duda el mayor mérito de este
ensayo es el de sintetizar las principales cues-
tiones que hacen a la nueva cuestión social
en nuestro país y de proponer interpretacio-
nes que estimulan la reflexión. El texto atra-
pa por la solidez de su exposición, por los
interrogantes que plantea y por la claridad y
amenidad de una escritura que agradecen
por igual especialistas y legos. Complementa
muy adecuadamente cada una de las partes
del libro una selección bibliográfica actuali-
zada y precisa, que orienta al lector interesa-
do en encontrar datos que avalen las tesis
sostenidas y en profundizar los temas desa-
rrollados. Tanto más importante en este 7
caso, dada la brevedad del ensayo.
Finalmente, Feijóo cumple con la
necesidad planteada en su segunda edición,
de abandonar la posición de un observador
objetivo para pasar a “dar testimonio de
nuestras propias voces”, entre las cuales se
halla sin duda, la voz científica y política-
mente comprometida de la autora.
María Cristina Reigadas

Nuevo país, nueva pobreza
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
Segunda edición ampliada, 2003, 160 páginas
En este ensayo la socióloga María del
Carmen Feijóo aborda la cuestión de la nueva
pobreza en la Argentina. El libro que aquí
6 comentamos está divido en dos partes: en la
primera, correspondiente a la primera edi-
ción de 2001, se describen y analizan los cam-
bios en la estructura social argentina en el
lapso que va desde mediados de los '70 hasta
el momento en el cual Cavallo es llamado a
hacerse nuevamente cargo del Ministerio de
Economía, en las postrimerías del gobierno
de De la Rúa. En la segunda (correspondiente
a la segunda edición del 2003) se incluye la
descripción, el análisis y la interpretación de
los sucesos de diciembre de 2001 y sus con-
secuencias para la cuestión social.
Hay una tesis que recorre esta obra a
manera de hilo conductor: un viejo país desa-
parece y otro nuevo comienza a constituirse.
Si bien esquematizados en dos modelos cla-
ramente diferenciados, Feijóo no deja de
aclarar que la mutación entre uno y otro no
se produjo de modo repentino y que entre
ambos hay gradientes y clivajes.
Veamos sus características. En el
viejo modelo la vida social se vertebraba en
torno al trabajo y la movilidad social ascen-
dente, cuyas redes de seguridad estaban
constituidas por la articulación entre las opor-
tunidades en el mercado laboral, la acción
del Estado, una compleja trama de relaciones
comunitarias que acudían a reforzar o susti-
RESEÑAS
tuir al mismo cuando éste mutaba su orienta-
ción social y la familia. El viejo país se basaba
en la integración social -quizás un tanto regi-
mentada y poco atenta a la consideración de
las diferencias- en torno a valores comparti-
dos: el esfuerzo personal y el sacrificio, la soli-
daridad y la caridad, valores que aseguraban
la existencia de “un mundo autoasistido, que
se producía y reproducía en el contexto de su
propio ámbito de vida”, que “no necesitaba
vínculos con los poderosos”; una sociedad,
en fin, integrada y homogénea en el interior
de cada uno de los dos (diferentes) segmen-
tos que la formaban. Esta integración se rea-
lizaba básicamente en la fábrica y en el
barrio, siendo éste último, para Feijóo, la ver-
dadera matriz de la vida comunitaria.
Este modelo comienza a resquebra-
jarse a mediados de los '70, cuando comienza
a perfilarse uno nuevo que se desarrolla en
los '80, se consolida en los '90 y eclosiona a
principios del siglo XXI. Este nuevo modelo se
caracteriza por un importante cambio en la
estructura social argentina, que surge de
varios procesos convergentes, entre otros, la
reconversión del mundo del trabajo, la distri-
bución regresiva del ingreso y el diseño de un
nuevo modelo social caracterizado por la desi-
gualdad, que se expresa en la heterogenei-
María del Carmen Feijóo
dad. Feijóo señala los distintos momentos de
clivaje en las reglas de juego económico (pla-
ta dulce, la circular 1050, la hiperinflación, la
convertibilidad), tanto como el impacto de
escenarios políticos, entre ellos y muy pro-
fundamente, el terrorismo de Estado en los
'70 y también, aunque en otro sentido y esca-
la, la Reforma del Estado y los cambios en la
legislación laboral y previsional de los '90.
¿En qué consiste este nuevo modelo
desde el punto de vista de la estructura social
y de los valores que la configuran? Feijóo sub-
raya que la diferencia fundamental reside en
que la creciente desigualdad intersectorial
característica del viejo país comienza a darse
en el interior del universo popular. En un esce-
nario de descenso social y creciente desocu-
pación aparecen nuevos pobres (de difícil
denominación) pertenecientes a los sectores
medios bajos y bajos, una nueva masa de
marginales que se suma a la de los pobres his-
tóricos, respecto de los cuales, por otra par-
te, buscan diferenciarse y a los cuales tien-
den a demonizar y a culpabilizar.
Se configura así una sociedad de
exclusión y darwinismo social, constituida
por dos sociedades cualitativamente distin-
tas, yuxtapuestas, aún emparentadas
mediante vasos comunicantes. Es por ello
que, a juicio de la autora, es importante pre-
servar y fortalecer los escasos espacios públi-
cos comunes, ya que la mayor potencialidad
de la exclusión surgirá cuanto menor resulte
la capacidad de articularse o de interactuar
con otros diferentes. “A mayor homogenei-
dad en la desigualdad, mayor capacidad de
una dinámica excluyente” es la regla de la
vida social que enuncia Feijóo, aun cuando
sin embargo confía en que los lazos todavía
existentes entre los dos grupos y la herencia
y la memoria histórica de la integración pro-
bablemente permitan superar el dualismo.
En esta situación se desarticulan los
aprendizajes sociales, se disuelven los lazos
comunitarios y la imposibilidad de dominio
sobre la variable tiempo instaura la experien-
cia de la fugacidad, empujando (especial-
mente a los jóvenes) a vivir el día a día.
A los mayores les queda aún la
memoria de los viejos tiempos. En esta situa-
ción hasta los “ganadores” son perdedores:
unos por privación y otros por el terror, y en
medio de tantas pérdidas, lo único que pare-
ce mantenerse o ascender en la Argentina es
el nivel educativo de su población.
¿Qué queda entonces del mundo
antiguo, cuando a la pérdida de la identidad
barrial se suma la de la identidad laboral?
Si en el mundo antiguo la acción
colectiva y solidaria era la clave para la reso-
lución de los problemas, en el nuevo se con-
fía solamente en el esfuerzo personal, aun
corriente de las Ciencias Sociales, desde la
cual se reivindica la validez de las creencias y
valores como elementos esenciales para la
interpretación adecuada de los procesos
políticos y sociales. Desde esta perspectiva,
el autor intenta echar luz sobre la constitu-
ción de la ideología peronista y el concomi-
tante proceso de desmantelamiento y reem-
plazo de la desprestigiada legitimidad libe-
ral imperante en nuestro país hasta el adve-
nimiento de Perón al poder.
Generalmente, el peronismo es con-
siderado -en términos de la clasificación webe-
riana- como un tipo de dominación carismáti-
ca cuya legitimidad provenía primordialmen-
te de la extendida creencia en las cualidades
extraordinarias del líder. Sin embargo, para
Segovia, la legitimidad peronista proviene de
una combinación compleja de los tres princi-
pales tipos de dominación que reconociera
Weber, es decir, el tradicional, el racional-
burocrático y, por supuesto, el carismático.
Esta conjunción, junto a otras pecu-
liares características, conduce al autor a
interpretar al peronismo como un intento
tan inédito como fallido en su afán por con-
solidar un proyecto de modernidad política
alternativa que mediante la construcción de
una “idea de destino común” fuera capaz de
superar las limitaciones y la inestabilidad
inherentes a las principales corrientes ideo-
lógicas de su tiempo.
Para poner en evidencia semejante
complejidad, el autor emprende con pru-
dencia e inteligencia crítica la ardua tarea de
reconstrucción del andamiaje conceptual
que sostendría lo que con el tiempo habría
de reconocerse como “la ideología peronis-
ta”, para lo cual recurre, fundamentalmen-
te, a los discursos y los escritos del general
Juan Domingo Perón.
El texto fue dividido por Segovia en
tres partes.
En la primera de ellas el autor pre-
tende describir con la mayor precisión posi-
ble cuál era la visión que tenía -y transmitía-
el propio Perón de su tiempo histórico, de su
época, y en virtud de lo cual consideraba a la
“revolución” y a la “necesidad de construc-
ción de una nueva política” como cuestio-
nes que el inmediato porvenir presentaba
como necesarias y a la vez ineludibles.
En la segunda parte, mediante la revi-
sión de la relación entre peronismo y nacio-
nalismo y el análisis de los conceptos de “or-
ganización” y sus vínculos con las nociones
de “pueblo”, “democracia”, “justicia social”
y “tercera posición”, Segovia postula el adve-
nimiento del “patrón moderno de la nueva
legalidad o racionalidad”, la que encuentra
su correlato en las nuevas funciones que
adopta el Estado, el rol que se le asigna a los
sindicatos y también a las fuerzas armadas.
Por último, explorando la relación
con el catolicismo, describiendo la dimen-
sión ideológica del concepto de “unidad”, el
papel asignado a la doctrina nacional y la
interpretación que Perón alguna vez ensaya-
ra del peronismo como una nueva religión;
en la tercera parte, quizás la más sugerente
y provocadora, el autor se adentra en la
etapa final de la formación ideológica del
peronismo, en la que todo el andamiaje con-
ceptual de las etapas previas “es puesto al
RESEÑ AS
servicio de una reformulación de la cultura
nacional” que “lleva al peronismo a definir-
se o comprenderse como una ideología más
allá de la política y del Estado”.
Segovia no parece escribir desde el
peronismo ni para éste. Su texto no hace
concesiones con los aspectos tal vez más cri-
ticables de su etapa fundacional y, sin
embargo, logra desprenderse del coro de
los intelectuales con prensa que continua-
mente pretenden hacernos creer que el pero-
nismo ha sido -y será- el origen de todos
nuestros males. Por tanto, este texto no
busca aduladores, cómodas complacencias
ni fáciles halagos de quienes, de uno u otro
lado, son refractarios a la crítica fundada, ni
de quienes son incapaces de reconocer que
resultaba humana y francamente imposible
no haber cometido errores en el inicio de la
inefable y aún inconclusa gesta peronista
por transformar nuestro país.
Sin embargo, aunque el autor tal
vez no se lo haya propuesto, dio a luz un
texto que a mi modo de ver, al menos para
los peronistas, dice mucho más que lo que
está escrito en él. Y esa es una de las cualida-
des fundamentales de los buenos textos. La
riqueza de su libro no está sólo en lo que
Segovia dice. También está en lo que sugie-
re. Estas cualidades le confieren a su texto
un halo de inesperada actualidad, por lo que
es virtualmente imposible recorrer sus pági-
nas y no realizar comparaciones entre aquel
peronismo fundacional y las presentes cir-
cunstancias de nuestro país. No obstante,
aunque la tentación de encontrar paralelos
entre ambas etapas pueda resultar ineludi-
ble, claro está, es una tarea para la que se
recomienda suma prudencia.
Por otra parte, el magnífico trabajo
analítico realizado sobre los conceptos ver-
tebradores del discurso y la ideología del
peronismo constituye, por sí mismo, un
esfuerzo que merece destacarse, tanto por
la evidente rigurosidad en el tratamiento de
las fuentes utilizadas, como en el equilibra-
do criterio para seleccionar citas, documen-
tos y escritos.
Finalmente, resulta sumamente pro-
vocadora y por demás sugerente la conclu-
sión a la que el autor parece arribar: el pero-
nismo, a pesar de todos sus esfuerzos y de
haber tenido plena conciencia de ello, no
logró superar los problemas de legitimidad
que presenta la moderna concepción de la
política, puesto que, al igual que “el libera-
lismo, el fascismo, el nacionalismo, el mar-
xismo, el comunismo, el democratismo,
etc.”; la experiencia histórica del primer
peronismo es una muestra más de “la impo-
sibilidad de sostener y dar estabilidad a un
régimen político en ausencia de los valores
tradicionales del sentido religioso (es decir,
trascendente) de la vida que hacen tolerable
la dominación política”.
11
Más allá de que se acuerde o no con
sus conclusiones, el libro de Segovia es sin
duda una de las obras más rigurosas, suge-
rentes y mejor documentadas que uno
pueda encontrar sobre los aspectos ideológi-
cos del peronismo fundacional y tan sólo por
ello su lectura resulta muy recomendable.
Fernando Duarte

Daniel Campione
Prolegómenos del peronismo
Los cambios en el Estado Nacional, 1943-1946
Buenos Aires, Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas,
Manuel Suárez, 2003, 244 páginas
Aunque este período de nuestra his- políticas innovadoras por parte del gobierno
toria ha sido objeto de diversos estudios -y es militar. Finalmente, y resuelto este primer con-
notorio cómo se siguen produciendo y flicto en las elecciones del 24 de febrero de
reproduciendo los trabajos que enfocan los 1946, se distingue la etapa que media entre
12 años del peronismo fundacional, en un esa fecha y el traspaso de mando, en la que se
intento siempre renovado por comprender- terminan de poner las bases para la transfor-
los-, éstos rara vez han superado, con honro- mación emprendida. En palabras del autor:
sas excepciones, la diatriba liviana o, en el “hubo dos oleadas de grandes reformas. La
mejor de los casos, la descripción superficial primera transcurre entre noviembre de 1943 y
y estereotipada. Felizmente, nos encontra- octubre de 1944 (lapso en el que) se crean las
mos en este caso con un intento diferente. nuevas secretarías de Trabajo y Previsión y de
En efecto, además de abordar el Industria y Comercio, que son los dos polos de
tema de los orígenes del peronismo en una
impulso de las reformas, junto con el Banco
forma original, ya que lo hace poniendo la de Crédito Industrial, el Consejo Nacional de
lupa en las modificaciones que tuvieron Posguerra y el de Racionamiento. (…) Para
lugar en el aparato estatal como expresión fines de 1944, el gobierno ya había modifica-
de las nuevas políticas que se estaban do profundamente el aparato del Estado. (…)
comenzando a implementar, Campione rea- La segunda ola de reformas es la producida
liza una investigación bastante exhaustiva y entre marzo y junio de 1946. (…) La nacionali-
rigurosa, tanto del organigrama resultante zación del Banco Central de la República
al comenzar el primer gobierno de Perón, en Argentina, con la organización del resto de los
junio de 1946, como de los diversos grupos bancos oficiales como “sistema” bajo la direc-
que aportaron en dicha reorganización esta- ción de aquél, la creación del Instituto
tal -militares técnicos como el teniente coro- Argentino para la Promoción del Intercambio,
nel Abarca; conservadores como Ramón y como organismo madre de todos los aparatos
Miguel Ángel Cárcano; disidentes radicales de regulación comercial, el dictado de norma-
como Juan I. Cooke y el futuro vicepresiden- tiva sobre sociedades mixtas, regulación de la
te, Hortensio Quijano; nacionalistas como
actividad de seguros, etc. Toda la estructura
Alberto Baldrich e Ignacio B. Anzoátegui y
comercial y financiera del país queda bajo un
personas provenientes del sindicalismo, control estatal centralizado, en el que el BCRA
como José María Freire o Atilio Bramuglia
y el IAPI son las cabezas indiscutidas, a su vez
(este último, más precisamente, abogado de fuertemente interrelacionadas entre sí y com-
sindicatos)- añadiéndose por otra parte un partiendo su dirección”.
listado que incluye a todos los funcionarios Resulta también interesante la des-
RESEÑAS
Hoy, nuevamente refutando al Fukuyama
anterior y aseverando que a la historia la
seguiremos construyendo con cada paso al
futuro y a las utopías, nuevamente puede
reafirmarse que la salud es un proyecto de
construcción colectiva. Por eso la generaliza-
ción del conocimiento al cual el libro contri-
buye es una óptima herramienta para cons-
truir una sociedad más justa.
Los gastos (y las inversiones) del sis-
tema de salud son ejecutados por el Estado
(25%), las obras sociales (29%), los seguros
privados (13%) y el desembolso directo de
los particulares (34%). Mucho gasto es inefi-
ciente, pero mírese bien este ejemplo: el
Programa Remediar del Gobierno Nacional
consiste en la entrega gratuita, en 6.000
Centros de Atención Primaria de todo el país,
de medicamentos para tratamientos com-
pletos de más del 80% de las enfermedades
comunes de nuestra población. Remediar ha
demostrado que cuando el Estado aumenta
su transparencia y su capacidad para com-
pensar las desigualdades, edifica equidad,
morigera injusticias, rompe con “esceptice-
mias” (una de las favoritas referencias del
Ministro coautor a la “epidemia de escepti-
cismo” argentino), también mejora su papel
regulador y reduce sustancialmente los pre-
cios. ¿Podemos olvidar que hasta hace
pocos años -encuesta del INDEC dixit-, los de
menores recursos brillaban por su presencia
entre los sectores que se hacían cargo con su
bolsillo de un 50% promedio del valor de sus
medicamentos? Cosas veredes, Sancho...
A las cosas: hoy el Remediar cambió
esta situación y radicalmente (perdón).
Ahora, el aumento de la inversión solidaria y
la confianza que lentamente recuperamos
desde nuestras acciones, ante nosotros mis-
mos y ante el mundo, permiten a las personas
humildes y a miles de trabajadores (alto por-
centaje de informales todavía, casi como una
constante nacional desde hace añares) gastar
mucho menos, hoy casi nada, de su bolsillo.
Aquél no era sólo uno de los gastos más ine-
quitativos, sino también de los menos efecti-
vos. Por ello: “a mayor gasto solidario, puede
esperarse más salud por el mismo dinero”.
RESEÑ AS
Humanos), persiste una enfermedad mundial
muy difícil de superar tal como están dadas
las cosas: “la imposibilidad de los países y de
los ciudadanos para pagar sus cuentas de
salud”. Más allá que, por la alta inversión en
guerras y la baja inversión en investigación en
salud y enfermedad, deducimos que habrá en
años venideros graves sorpresas por avances
y depresión por necedades.
Los sistemas de atención médica se
comen más de tres cuartas partes del gasto
en salud y tienen una muy reducida impor-
tancia a la hora de evitar enfermedades y
muertes. Los mejores resultados en los paí-
ses más desarrollados se logran por su capa-
cidad de adicionar recursos por fuera del sis-
tema de atención médica. Si se conocieran
mejor las razones por las que los argentinos
enfermamos y morimos, el gasto se orienta-
ría mucho más hacia las acciones de preven-
ción, porque “la mejor forma de mejorar la
salud es modificar los hábitos”, los estilos de
vida. Pero como la pobreza no da “estilos”,
sino “destinos” de vida, una vez más: la
estrategia de salud más eficiente es la que
pone énfasis en la equidad.
Este libro ha servido para aportar a
las Bases del Plan Federal de Salud 2004-
2007, que todas las provincias han suscrito
como el camino a ser recorrido durante los
próximos años. El mismo establece priorida-
des claras y precisas para todos los subsiste-
mas de salud. Tiene objetivos concretos y arti-
cula acciones de todas las jurisdicciones,
sumando incluso a la sociedad civil. En él se
articula un conjunto detallado de medidas
que promueven la equidad en el acceso y en
el financiamiento, el fortalecimiento de la
prevención y la ampliación de un esquema
regulado de seguros de salud, y entre otros
varios aspectos compromete a todas las pro-
vincias en torno a la Atención Primaria, que
ya es prioridad absoluta y obtiene una asig-
nación creciente de recursos.
El primer logro del Plan ha sido el de
plasmar acuerdos, de modo que no hay
dudas que lo del libro sirve, que vale leerlo.
Los múltiples actores que intervienen en el sis-

que ocuparon los niveles superiores de la
administración estatal durante el gobierno
de lo que denomina “la revolución de junio”.
Propone además el autor una intere-
sante periodización de lo ocurrido en esos tres
años, cuyos avatares delinean tanto el conte-
nido y el resultado de la pugna mantenida por
los diferentes actores, como la construcción
de poder realizada por quien va a resultar el
líder de una mayoría de los argentinos de ahí
en más, por un lado, así como la reacción de
los otros actores que se verán afectados por el
cambio de escenario que la transformación
en curso produce, por el otro. Habría así un
primer período, hasta octubre de 1943, carac-
terizado por la indefinición de las políticas y
teniendo como el aspecto más saliente el de
las acciones represivas y las prohibiciones. Va
a predominar luego la política que denota la
influencia del nacionalismo católico y tradi-
cionalista, algo que culmina en febrero de
1944, con el desplazamiento de Ramírez y la
salida de los últimos nacionalistas.
A partir de este momento, van a
comenzar a prevalecer las innovaciones de
carácter social y económico, lo que va a susci-
tar el fuerte cuestionamiento del gobierno por
parte de sectores medios, partidos de oposi-
ción y dirigencias empresarias, con lo que se
va a dar una correlativa radicalización de las
cripción detallada que realiza el autor de las
reacciones de los sectores empresariales, par-
ticularmente los nucleados en la Unión
Industrial Argentina y en la Sociedad Rural,
ya que frente a la visión estereotipada que se
suele ofrecer de las mismas, se obtiene aquí
algo más matizado y complejo, que da cuen-
ta, además, de las diferencias existentes
entre ambas organizaciones. Así, mientras
en un primer momento ambas apoyan el
golpe militar -la SRA llega a decir que “la
Nación ha visto brillar una esperanza”-, poco
a poco van a comenzar a tomar distancia,
hasta llegar a un total enfrentamiento, aun-
que en el caso de la UIA con mayores conflic-
tos, dada la contradicción existente entre su
apoyo a la política industrial y su rechazo a la
política social del gobierno.
Quedarían por realizar algunas
observaciones que, si bien no empañan el
resultado final del aporte, sí merecen ser
señaladas, dado su carácter conceptual. En
primer lugar, falta una mayor precisión teóri-
ca en relación al Estado, algo por otra parte
pendiente en las ciencias sociales en general,
en las que es común su confusión con el apa-
rato estatal, lo cual denota una carencia fuer-
te que refleja en parte lo ocurrido en las dos
últimas décadas de la historia latinoamerica-
na. Habría también otras limitaciones, rela-
La prioridad principal debe ser la
equidad y a ella se llega fundamentalmente
a través de la estrategia de Atención
Primaria. A quienes se empeñan en preservar
situaciones establecidas, se demuestra en el
libro que como consecuencia de los avances
tecnológicos y en ausencia de una clara pla-
nificación estatal, “los mayores logros en los
resultados de salud están cada vez más con-
centrados en pocas personas”.
Múltiples recursos humanos y finan-
cieros están muy desigualmente distribuidos
entre regiones de nuestro país y entre dife-
rentes grupos sociales, y es responsabilidad
de los poderes públicos revertir esa situación
(remito nuevamente al lector a la frase de las
cursivas). Otro botón de muestra: es inexpli-
cable que la Argentina presente “escasez de
médicos generalistas (aún cuando está com-
probado que pueden diagnosticar más del
90% de las causas de consulta) y gran canti-
dad de médicos especialistas”.
“Cada vez se gasta más para comprar
menos resultados”. ¡Vaya aseveración! Ginés
y Federico lo afirman y eso no es discutible: es
una realidad a manos llenas. Pero bueno, reco-
nozcamos, como un tema entre otros, que
aunque muchas pestes que diezmaban las
poblaciones de países enteros han sido derro-
tadas (persisten algunas y otras han apareci-
do -léase HIV-SIDA y otros Retrovirus
tema de salud obedecen a lógicas diversas y
los criterios enunciados y tratados demues-
tran ser útiles. Más que un conjunto de medi-
das aisladas, es un camino que deberemos
transitar entre todos. Así se recupera el papel
de rectoría del Estado, condicionando el dise-
ño de las políticas públicas al cumplimiento
de objetivos acordados con la comunidad.
Retomando el párrafo cuya lectura
pedí repetir, el de la cursiva: hemos superado
la época de las declaraciones unánimes -
¡cuántas decenas o centenas de veces infér-
tiles, o impracticadas o inaplicadas!- para
impulsar debates, acuerdos y lograr cosas
concretas. Es uno de los logros que las ideas
del libro posibilitaron “en su medida y armo-
niosamente”, aunque no pocas veces con
dura lucha, tesón y pasión, para iniciar la
mayor transformación sanitaria nacional de
las últimas décadas. Vale entonces, en alto
grado, el esfuerzo del pensamiento, la aren- 5
ga a la aplicación de las experiencias, los fun-
damentos del texto para usar el criterio y la
oportunidad política y, concluyendo, la
publicación de Salud para los Argentinos,
para impactarse con las acciones sucedidas y
bregar por las que deberán seguir sucedien-
do también, empujadas con muchas de esas
ideas hacia las decisiones y los consensos.
José Manuel Corchuelo Blasco

Ginés González García y Federico Tobar
Salud para los Argentinos
Buenos Aires, ISALUD, 2004, 496 páginas
Este libro debería ser consultado fre-
cuentemente -y muchos de sus dichos aplica-
dos- por dirigentes de toda índole. Es dema-
siado abarcativo de causales, propuestas y
4 demostraciones concretas, relacionadas con
la vida de todos los días y de todos, como
para dejarlo pasar como texto para especialis-
tas. Nos atrevemos a recomendarlo a todos
aquellos que se interesen por nuestro presen-
te, les guste afirmarse en el pasado para pren-
der mejor el futuro o puedan contribuir a
modelar caminos para la Argentina. El libro
les aportará ideas plenas, es bien conducente.
Los autores escriben con la cabeza y
con el corazón. Se evidencia una buena con-
junción entre neuronas punzantes, corazón y
sangre calientes, alma adelante. Todo el texto
está asentado en sus confianzas en el presen-
te y en el futuro. De allí que, sumado a la fran-
queza con que relatan nuestras crisis nacio-
nales que concluyen en la implosión y el
incendio socio-económico del cercano año
2002, transmiten optimismos que entusias-
man y persuaden. La convicción es un instru-
mento clave para lograr la transformación de
la realidad. Dicen ellos que, para cambiar rea-
lidades del presente, además de requerirse
conocimientos es necesario confiar en las
capacidades de las personas y las institucio-
nes, a las que hay que fortalecer.
Se pueden pensar y construir cami-
nos con voluntad y sabiduría, como simple-
mente enseña y exige la vida, y sacar fuerzas
RESEÑAS
de la debilidad, potenciar los logros y corregir
los errores. Lo bueno es que a un año de la
publicación del trabajo y con los dos previos
de preparación, hoy, con sus acciones desde
la función pública y la docencia, Ginés
González García y Federico Tobar han demos-
trado en forma concluyente que, además de
pensarlas, aplican sus recetas.
Mejorar nuestro sistema de salud es
una prioridad que está más allá de cualquier
gobierno o partido político, eso es claro
como el agua clara. Y se hace urgente en
tanto veinte años de reformas en salud en
varias partes del mundo han demostrado
que cuando el Estado (nacional, provinciales
y jurisdicciones municipales, y definiciones
supranacionales a las que nuestro país y sus
socios del MERCOSUR se obligan también en
salud y ambiente) asume un papel activo, hay
mayores probabilidades de obtener resulta-
dos sanitarios satisfactorios.
Salud para los Argentinos aporta
información acerca de las oportunidades que
existen para reformar -reconstruir, rediseñar,
reformular, redimensionar- nuestros modos
de organización y funcionamiento del siste-
ma sanitario, reconstruyendo el papel regu-
lador y compensador del Estado. Los autores
han demostrado que se pueden aplicar sus
aseveraciones: en nuestro país se están vol-
teando injusticias paso a paso (acceso a ser-
vicios de salud o descenso de la mortalidad
infantil, por ejemplo), o desarmando de un
saque inequidades históricas (frente a la
inaccesibilidad a medicamentos, ahora hay
ley de medicamentos genéricos y progra-
mas de entrega gratuita).
“Volver a la salud pública” es una de
las claves. ¿De qué modo? Pues tomando lo
de ayer, creando presente, modelando el
devenir. No sólo se debe tener en cuenta la
magnitud y la distribución de los recursos (y
de los problemas) disponibles, sino además
-y sobre todo- la definición de prioridades y
la coordinación de tareas.
La profunda crisis de los últimos
años ha dejado grietas, pero también ense-
ñanzas. Como muestra, una de las funda-
mentales: la clave para el desarrollo de nues-
tra sociedad no reside solamente en el
aprendizaje de los aspectos instrumentales
o financieros de las políticas públicas, sino
además en algo previo y elemental, que es
volver a señalar los rumbos del Estado. No es
para nada casual que durante el siglo XX
todos los proyectos políticos transformado-
res y hasta los revolucionarios tuvieran en la
transformación sanitaria un capítulo cen-
tral. Más que una mirada simple, esto mues-
tra, lamentablemente, cuántas cosas repeti-
mos durante larguísimos años (por ejemplo,
“hay que hacer”, “debería hacerse”, “hay
que cambiar esto o aquello”, etc.) y no las
hemos llevado a la práctica: políticas sanita-
rias y educativas orientadas a preservar la
salud sexual y la procreación responsable, o
regionalizar sistemas, o dar accesibilidad
digna al sistema sanitario y educativo a toda
la población, etc.
“En salud, la ineficiencia cuesta (sa-
lud y) vidas”. Se identifican en el libro los
principios que deberían regir las políticas
para aumentar su eficiencia y su calidad.
Objetivos tales como equidad, accesibili-
dad, solidaridad, pluralidad y ciudadanía
incrementan la eficiencia y la calidad, y ade-
más permiten la gestión de los valores domi-
nantes de la sociedad desde la política públi-
ca (releer, por favor, la oración final del
párrafo anterior). Retomando: en el área de
salud, donde por sobre los instrumentos pri-
man los conocimientos y los afectos, la bús-
queda de justicia social, el desarme de ine-
quidades, la eliminación lisa y llana de injus-
ticias y los consensos son necesariamente
aplicables. ¿Sueños?, ¿quimeras?, ¿sólo uto-
pías o la decisión de bregar por ellas?
Introducir valores en las políticas
exige establecer prioridades, que el princi-
pio democrático de la soberanía popular
obliga a hacer explícitas para que puedan
ser debatidas abiertamente por toda la
comunidad en diversos y múltiples ámbitos.
cionadas con, por ejemplo, el empleo del tér-
mino “clase alta” para referirse a los sectores
de mayor poder económico, o la calificación
de “muy tardío” (?) para el ingreso de nues-
tro país en la guerra que terminó en 1945.
Pero la menos feliz es, en mi opinión, el
empleo de la categoría gramsciana de “revo-
lución pasiva” para definir el período, lo cual
se parece demasiado a un “pleito-
homenaje” rendido a la “mirada estableci-
El duelo de los generales
Buenos Aires, Vergara, 2005, 298 páginas
Este libro, cuyos pasajes culminantes
se ubican en la década del '70, es parte de la
ola de literatura política que hoy incursiona en
esos años dramáticos y apasionantes de la his-
toria argentina. Buscar la clave de esos acon-
tecimientos es importante para entender la
actualidad y atisbar nuestro futuro, porque la
verdadera historia no es lo que fue, sino “lo
que ha sido, es y será”, en el sentido de las
grandes tendencias que suelen permanecer,
más allá del cambio de circunstancias en la tra-
yectoria de los pueblos protagonistas.
Si ese es el principal mérito de esta
nueva obra, escrita desde una deseada visión
integradora que aporte a la necesidad de
unión nacional, incluso con un enfoque al esti-
lo “vidas paralelas”, su texto tiene un déficit
pronunciado por su mirada sesgada. Así, pre-
valece una línea interpretativa liberal, como
lo demuestran sus referencias bibliográficas y
documentales donde escasean las de origen
justicialista. Plutarco entonces no hubiera
aprobado a Dalmazzo, aunque lo habría esti-
mulado a profundizar sus investigaciones his-
tóricas, cosa esperable por su juventud.
Sin duda hay una impronta radical -lo
que no está mal, habida cuenta del abrazo
Perón-Balbín que también se destaca-, pero
cobija una serie de términos y estereotipos que
ya no pertenecen a la consideración actualiza-
da de las viejas luchas entre peronistas y anti-
peronistas. No se puede seguir hablando de
un sector “populista y autoritario” frente a
otro “republicano y democrático”, ni llamar
“revolucionarios” a los del '55 y a los del '66,
sino golpistas. Y no se debe presentar a algu-
nos altos oficiales responsables de constituir el
partido único militar para la proscripción de la
fuerza política mayoritaria, como profesiona-
les “prolijos” preocupados únicamente por el
“cumplimiento de su deber”.
De igual manera, es vulgar la refe-
rencia insistente a la “burocracia sindical”
para reivindicar al “sindicalismo revoluciona-
rio” que, al intentar clandestinizarse, como
lo demostró la realidad, expuso irracional-
mente a sus cuadros y facilitó la represión de
la dictadura. La concepción justicialista res-
peta el carácter reivindicativo de la lucha sin-
dical combinada con la negociación, en el
RESEÑ AS
da”; afortunadamente, si es tal, éste sólo se
rinde al comienzo y al final de la obra, y no
interfiere con la descripción y el análisis reali-
zado en el resto del trabajo.
Precisamente, gracias a la lectura de
este libro es que puede concluirse que lo ocu-
rrido entre 1943 y 1946 en la Argentina fue,
efectivamente, el comienzo de una revolu-
ción. Y no precisamente “pasiva”.
Margarita Llambías
Gustavo Dalmazzo
tono clásico de toda contienda (combate y
diplomacia). Las estructuras gremiales son
de superficie, legales e institucionales, con
las posibilidades y limitaciones de la huelga
como principal herramienta táctica. Por eso
el peronismo las encuadra políticamente en
la vertebración del movimiento social y popu-
lar orientado al Proyecto Nacional como obje-
tivo estratégico. Dentro del Movimiento,
pues, prestaron un apoyo invalorable a la
resistencia y, con el inolvidable Ignacio Rucci,
fueron clave para el regreso de Perón como
líder indiscutido y el retorno de la democra-
cia sin proscripciones después de 18 años.
Otro tema tratado superficialmente
con vagas referencias al “peruanismo” por
simpatías con Velasco Alvarado, es el referido
a la llamada “rebelión de los tenientes” del
Colegio Militar que, en forma contemporá-
nea al Cordobazo, planteó la no represión al
pueblo y la normalización constitucional del
país. Es un vacío significativo en un libro cen-
trado en un supuesto duelo entre generales,
porque es el único hecho de este tipo en la his-
toria del Ejército Argentino protagonizado
por oficiales jóvenes, sin jefatura de corone-
les o tenientes coroneles. El significado elo-
cuente representó un llamado de atención a
Lanusse, ya que seguir postergando la con-
sulta electoral implicaba arriesgar la fractura
generacional de las Fuerzas Armadas ante la
ofensiva popular conducida por Perón.
Habría mucho más que decir, aun-
que bastan estas simples reflexiones que
reconocen el esfuerzo realizado, con sus
lagunas e imprecisiones, por un observador
“no peronista” que intenta no ser “antipero-
nista”. ¿Lo habrá conseguido?
En definitiva, vale la pena leer esta
narración en lenguaje periodístico de un resu-
men de acontecimientos ya tratados por otros
13
escritores, aunque falte mayor investigación y
la incorporación de elementos inéditos. Sirve de
todos modos como panorama inicial para algu-
nos lectores nuevos en estas lides, que luego
deberán profundizar su estudio, internándose
en la esencia de los hechos, para descartar algu-
nos juicios de valor de poca fundamentación en
la realidad, que es la única verdad.
Julián Licastro

Modelo argentino para el proyecto nacional
Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nación, 2005, 436 páginas
Se trata de un nuevo producto de la
Unidad Ejecutora de la ley 25.114, encargada
de la recopilación, clasificación y edición de la
obra de Juan Perón. Un profundo agradeci-
miento me produjo el haber frecuentado
durante algunos días la magnifica obra que
14 hoy hace su aparición en sociedad: esta edi-
ción -que trabaja sobre el texto básico con-
servado por el Coronel Damasco- registra a
pie de página todas las variantes que presen-
tan las sucesivas ediciones aparecidas entre
1976 y 2003 (dieciséis, si no conté mal).
Trabajo ímprobo y de gran nivel académico,
poco menos que inexistente en el peronismo,
por el cual hay que felicitar sin excepción a
todos los miembros de la Comisión Ejecutora,
y que evoca a la tarea realizada en lo funda-
mental por los eruditos del siglo XIX con los
textos clásicos del pensamiento occidental,
llegados a los tiempos modernos en distintas
versiones. Tanto este aspecto como otros mil
detalles, el cuidado y corrección formal de las
citas y la casi inexistencia de errores ortográfi-
cos y tipográficos, muestran con elocuencia
la excelente formación de sus autores.
Además del texto del Modelo
Argentino , la obra consta de una
Presentación, tres introducciones, el célebre
discurso de Perón del Primero de Mayo de
1974 ante la Asamblea Legislativa (también en
edición crítica) -discurso que, como bien apun-
ta Oscar Castellucci, todavía muchos confun-
den con el Modelo- y, por fin, algunos Anexos.
Los estudios introductorios son tres:
el de Ana María Aimetta de Colotti (Coordi-
nadora de la Comisión Ejecutora), el de Oscar
Castellucci (Director de la Colección JDP, Los
RESEÑAS
Juan Domingo Perón
tos y se sumergió en el Nirvana del consumo,
Perón se propuso construir una modernidad
distinta, alternativa, a partir de un diagnósti-
co preciso de las causas que habían llevado al
Viejo Continente a semejante desenlace. A
veces resulta casi increíble que los europeos
pretendan darnos lecciones sobre “derechos
humanos” -y nosotros lo consintamos-, cuan-
do apenas han pasado 60 años de sus últi-
mas masacres, sin computar las realizadas
permanentemente fuera de sus fronteras.
Pienso que europeos y estadounidenses care-
cen de la más elemental autoridad moral
para predicar sobre el tema.
Colotti insiste especialmente, por
otra parte, en la advertencia de Perón sobre
los efectos nefastos de la separación entre el
pensamiento y la acción, tema que ahonda
por su cuenta. Escindidos, tanto uno como la
otra degeneran. La acción se vuelve tecno-
crática y el pensamiento se desliza hacia la
denuncia impotente, cuyos mejores ejem-
plos son el “moralismo” y el “progresismo”.
¿Para qué referirse al dichoso “progresismo”,
término que parece haberse puesto de moda
aun en los sectores más insospechados? “Se
percibe un pensamiento anómico, sin irra-
diación posible, y surge un cuadro de confu-
sión generalizada, un desierto de escombros
o de desechos ideológicos, la imagen de un
espejo destrozada en mil pedazos, que pro-
duce el desconcierto aun en el campo de las
concepciones políticas”, dice la autora.
Yendo específicamente al Modelo,
Aimetta se detiene, siguiendo a Perón, en la
contradicción imperio (o imperialismo)-
pueblos. Pone el acento en el origen liberal de
alcanza a ser uno de los espacios econó-
micos más importantes del mundo.
Para ello no hubo necesidad de
adherir al socialismo como alternativa
latinoamericana. Más bien, como expresó
Perón en los tiempos primeros de nuestro
movimiento en La Comunidad
Organizada, nuestra visión es humanista,
integradora, de unidad nacional y de
expansión de las instituciones democráti-
cas a través de la participación popular.
“El problema del pensamiento democráti-
co futuro está en resolverse a dar cabida
en su pasaje a la comunidad… Una
comunidad donde el individuo tenga
realmente algo que ofrecer al bien
general, algo que integrar y no sólo su
presencia muda y temerosa”.
Treinta años más tarde, Perón
actualizó su doctrina y sostuvo: “Nuestro
modelo político propone el ideal no
utópico de realizar dos tareas permanen-
tes: acercar la realidad al ideal y revisar la
validez de ese ideal para mantenerlo
abierto a la realidad del futuro”.
En estos tiempos de incógnitas e
incertidumbres, de intensa interacción
con el mundo, un pensamiento como el
Justicialismo podría dar bases realmente
sólidas y novedosas a estas propuesta del
presidente Chávez. Precisamente porque
representa una verdadera alternativa
(teórica y práctica) frente a los dos
modelos que ya fracasaron en su intento
de llevar paz y prosperidad al mundo.
Las identidades y los valores
estables del peronismo son nuestros
recursos para navegar en un mundo muy
distinto de aquel en el que nació, pero
íntimamente necesitado de ellos: nuestra
vocación por el bienestar de las personas,
nuestra aspiración al desarrollo humano
de las sociedades, nuestra definición
activa como miembros de la comunidad
latinoamericana y nuestra base profunda-
mente humanista. Que es la que concibe a
cada mujer y a cada hombre como
personas que, en su paso por esta vida,
trascienden las satisfacciones inmediatas
del consumismo y el hedonismo y se
esfuerzan en construir un mundo mejor,
para ellos y para las generaciones que
vendrán. Sólo así tendrá sentido consti-
tuir una Alternativa Peronista para los
Pueblos de América.
Somos miembros de la
Comunidad Latinoamericana igual que
Chávez y el noble pueblo de Venezuela.
Quiera Dios que esta pertenencia básica
se trasunte, a la vez, en ideales y caminos
comunes dentro de la Patria Grande. Para
crear lo nuevo, no es bueno recurrir a
modelos agotados o en franca y probada
crisis. En esto lo mejor es seguir aquella
norma que imperiosamente Simón
Rodríguez le exigía a su joven alumno
Simón Bolívar: “Inventar o perecer”.
Antonio Cafiero
3

trabajos y los días) y el de Juan Carlos
Saccomanno, “Una morada en la tierra”, que
por falta de espacio quedará para otra opor-
tunidad.
Ana Colotti escribe una introducción
breve pero altamente conceptual, que traslu-
ce la procedencia de su pensamiento del
campo filosófico. De allí vale la pena subra-
yar, ante todo, la relación directa y la perfecta
continuidad que establece la autora entre La
Comunidad Organizada y el Modelo
Argentino. Dígase lo que se quiera, el proyec-
to político arquitectónico de Perón fue siem-
pre el mismo, con los consiguientes cambios
de lenguaje que los gustos de cada época exi-
gían. Un proyecto político original tan irre-
ductible al fascismo como al socialismo de
cuño marxista, como muchos de un lado y de
otro, osaron (y todavía osan) presumir.
Colotti ubica acertadamente un punto clave:
la preocupación de Perón respecto al desfase
entre progreso material y espiritual en los
tiempos modernos. Distancia de Perón, por
ende, en relación al liberalismo y a los totali-
tarismos, efectos políticos de ese desajuste.
Personalmente creo que, teniendo
ante sus ojos la experiencia de una Europa
que después de devorarse atrozmente a sí
misma en una guerra absurda que arrojó la
cifra espeluznante de 50 millones de muer-
los imperialismos contemporáneos. Deja cons-
tancia -lo cual es muy importante- de que
para Perón el enfrentamiento mencionado no
implica un determinismo histórico. En efecto,
además de un proyecto político original,
Perón tenía una visión peculiar de la historia,
en la que no podemos extendernos aquí.
Baste decir que para él el desarrollo histórico
está signado por la lucha constante entre los
imperios y los pueblos, sin un final predeter-
minado, al estilo de las concepciones teleoló-
gicas. Más sencillamente: no hay ninguna
garantía de que alguna vez ganen definitiva-
mente los “buenos”; tampoco los “malos”.
Colotti nos recuerda que para Perón
“comunidad organizada” significa equilibrio
entre individuo y sociedad. Pero este equili-
brio es imposible en términos de los actores
reconocidos por la democracia liberal (indivi-
duos, partidos políticos, Estado).
Consecuencia necesaria es la pérdida de
representatividad (configuración de grupos
económicos gravitantes, corporación políti-
ca). La crisis de la representación en las demo-
cracias liberales -de la que tanto se habla y tan
poco se piensa- no se reduce pues a la mala
calidad de los políticos o al funcionamiento
deficiente de las instituciones consagradas,
sino que obedece a un vicio estructural. El

sujeto de la comunidad organizada es la per-
sona, es decir, el hombre vinculado orgánica-
mente a la comunidad, el hombre de carne y
hueso que no alcanza debida representación
cuando sólo se lo admite como “ciudadano”,
tal como sucede en la democracia liberal.
Personalmente pienso que el pano-
rama es aún peor de lo que lo pinta Ana,
pues actualmente asistimos incluso a la diso-
lución de los partidos políticos y a la forma-
ción de coaliciones circunstanciales de profe-
sionales de la política, lo cual se intenta legiti-
mar tratando de imponer un escenario políti-
co disputado por una centro-izquierda y una
centro-derecha, algo completamente ajeno a
nuestras mejores tradiciones políticas.
“La democracia social es el sistema
político que responde a nuestra concepción
de la comunidad organizada”, escribe
Colotti. Se distingue de la liberal, antes que
nada, por el papel políticamente decisivo que
cumplen en ella las organizaciones interme-
dias que permiten representar a la persona
en las diversas facetas de su vida comunitaria
y concreta. “Organizaciones libres del pue-
blo” -así las denominaba Perón- que nada tie-
nen que ver con las ONGs, como bien se sabe.
Es imposible repasar brevemente las
características que adjudica Perón a la demo-
cracia social -como hace Colotti sobre el final
de su aporte- sin que salte a la vista cuán lejos
nos encontramos de estar implementando
su concepción.
La Introducción de Oscar Castellucci,
verdadero libro que ocupa 140 páginas, cons-
tituye un ensayo francamente extraordina-
rio. Algo totalmente fuera de lo común. Es
un trabajo de investigación cuyo objeto es
dar cuenta pormenorizadamente de los ava-
tares de la redacción del Modelo Argentino y
los destinos posteriores de la obra. Pero
amén de ser un auténtico trabajo de investi-
gación histórica, que va a las fuentes, y no
una mera recopilación de una tarea ya hecha,
como lo es tanto ensayo periodístico banal
que hoy circula, está escrito en excelente esti-
lo literario, lo cual convierte a su lectura en
una experiencia apasionante que nos permi-
te recordar -y a los más jóvenes conocer- los
principales episodios de aquellos años turbu-
lentos. Porque, claro está, los caminos por los
que transitó la redacción y posterior difusión
del Modelo no fueron ajenos a las cambian-
tes y trascendentes circunstancias que afec-
taban en ese momento la vida del país. Ni a
las que les sucedieron.
Mientras el autor narra las peripecias
del texto, quiénes intervinieron en su redac-
ción, cómo lo hicieron y tantas otras cosas, con-
signa con notable objetividad los principales
acontecimientos históricos del país, a ninguno
de los cuales son ajenas aquellas peripecias. He
dicho “con notable objetividad”. Puesto que la
objetividad histórica es poco menos que impo-
sible, debería haber dicho, más acertadamen-
te, con cierta distante frialdad, que no impide
adivinar una pasión contenida.
La investigación se llevó a cabo
empleando el más amplio arsenal del que se
pudo disponer: documentos, libros, publica-
ciones periodísticas, revistas, testimonios ora-
les, etcétera. Naturalmente, la pata más floja
son siempre los testimonios orales, basados
en la memoria de los protagonistas, no sólo
debido a la obviedad de los intereses en juego
y los eventuales pactos de silencio -como
Castellucci presume en el caso de la redacción
RESEÑ AS
de La Comunidad Organizada y, en cierta
medida, también en el Modelo-, sino a lo esen-
cialmente falaz de la memoria “artista”. Bien
lo sabía Renato Descartes, uno de los funda-
dores de la filosofía moderna, cuando invoca
la garantía divina para asegurarse de que lo
alguna vez bien pensado y confiado a la
memoria vuelve a su turno sin adulteraciones.
Además, Descartes necesita a Dios, ese Gran
Otro, para garantizar que lo bien pensado, lo
pensado de acuerdo a método, tenga una rea-
lidad correspondiente fuera del pensamiento
y para que el cogito, el “pienso luego soy”,
alcance perdurabilidad en el tiempo más allá
del instante en que se formula. Pero esto es
más conocido. La memoria, en cambio, suele
ser el último refugio del Genio Maligno.
De cualquier manera, muchas veces -
por no decir siempre- es imprescindible recu-
rrir al testimonio oral, en mayor o menor pro-
porción. Pero Castellucci no se conforma con
versiones únicas; a menudo suma testimonios
sobre un mismo hecho, señalando, cuando así
se requiere, sus contradicciones, y extrayendo
sus propias conclusiones u ofreciendo sus pro-
pias conjeturas, cuando esto es posible.
Por lo demás, documentos y otras
publicaciones tampoco garantizan un reflejo
exacto de los hechos, en el límite seguramente
imposible, aun tratándose del más estricto pre-
sente. Pero dejemos esto; no es aquí el lugar
para desarrollar disquisiciones historiográficas.
Un aspecto particularmente intere-
sante del texto de Oscar Castellucci es que se
remonta a lo que podemos llamar la prehis-
toria del Modelo, a través del rastreo de la
redacción de proyectos nacionales anterio-
res, a partir de los años '60, particularmente
en el gobierno de facto de Onganía.
Castellucci muestra la influencia del gobierno
francés de De Gaulle y de las ideas del filósofo
Jean Paul Sartre como filiación plausible de la
idea de “proyecto” en la Argentina. Su reco-
rrido por esta prehistoria permite rescatar
algunas figuras olvidadas o malinterpreta-
das, como es el caso del general Carlos Jorge
Rosas o de nuestro común amigo Gustavo
Cirigliano, y depara sorpresas notables como,
por ejemplo, ciertos nombres que aparecen
colaborando en la redacción del proyecto
nacional impulsado por Onganía, como los
de José Enrique Miguens y Emilio Mignone.
Quizá la inclusión de personas como éstas
expliquen que el proyecto mencionado se
ordene “a partir de los siguientes valores y
objetivos: autonomía, relación con y a través
de América del Sur, configuración de una
sociedad integralmente desarrollada, singu-
larizada y creativa”, arriesga Castellucci. Sin
embargo, a medida que se suceden, estos
proyectos nacidos del seno de las fuerzas
armadas van descartando rápidamente estas
ideas para subordinarse cada vez más a la
Doctrina de la Seguridad Nacional.
El rescate de figuras olvidadas o
malinterpretadas, sin ningún afán estentó-
reamente reivindicativo, atraviesa todo el
ensayo de Castellucci. En este sentido, hay
que mencionar especialmente al coronel
Vicente Damasco, cuya relación cada vez 15
más estrecha con Perón en los últimos meses
de la vida del líder es cuidadosamente con-
signada. Personalmente, me hizo recordar la
gran simpatía que yo sentía por ese coronel.
Una presentación tiene por objeto
incitar a la lectura, no suplirla. Por eso, hasta
aquí llego. Espero haber logrado trasmitir
algo de mi entusiasmo.
Silvio Juan Maresca
SUMARIO
A 60 años del 17 de Octubre
Antonio Cafiero - Félix Luna - Lorenzo Pepe - Araceli Bellotta .........................
Economía y política en el Tercer Gobierno de Perón
Carlos Leyba ......................................................................................................
Sindicalismo y peronismo
Hugo del Campo ...............................................................................................
Los antiperonistas en la Argentina peronista
Marcela García Sebastiani .................................................................................
La Democracia defraudada
Andrés Benavente Urbina y Julio Cirino ...........................................................
Juan D. Perón. Ascenso y caída
Bonifacio del Carril ............................................................................................
La Constitución Nacional de 1949: una causa nacional
Luis Alberto Terroba ..........................................................................................
I No se equivoca Chávez cuando coloca a Perón y a Evita entre los luchadores por la
Colaboraron en esta edición:
Araceli Bellotta, Andrés Cisneros, Jorge Alberto Iragui, Félix Luna,
Pablo C. Martínez, Héctor Masnatta, Lorenzo Pepe, Manuel Urriza.
INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS
Juan peron
Este Boletín es una publicación del Instituto de Altos Estudios Juan Perón, creado por disposición del
Congreso Nacional del Partido Justicialista celebrado el 26 de marzo de 2004 el que aprobó la creación de una
asociación civil sin fines de lucro que actuara como órgano de capacitación y formación del Partido Justicialista.
Aspiramos a que el Instituto de Altos Estudios Juan Perón se constituya en un ámbito dedicado a la
investigación científica y doctrinaria y a la producción, sistematización y difusión de estudios, investigaciones y
documentos destinados a profundizar y perfeccionar el sistema democrático, abordar los problemas nacionales,
afianzar la justicia y la equidad social y proyectar a la Argentina en el mundo.
Para asociarse al Instituto no es necesario ser afiliado al Justicialismo. Sólo se requiere poseer título
universitario o terciario, estudios avanzados en carreras de grado, o poseer una reconocida trayectoria en el
desarrollo de tareas de índole político, social o cultural.
Vicepresidente: Silvio Maresca Presidente: Antonio Cafiero
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INSTITUTO DE ALTOS ESTUDIOS
Juan peron
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Chávez y Perón ¿un solo corazón?
El Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, aludió a Juan y a Eva Perón en varios
9 pasajes del discurso que pronunció en Mar del Plata, en la Tercera Cumbre de los Pueblos de
América. Colocó sus nombres junto a otras figuras, como Simón Bolívar, José de San
10 Martín, José Martí y Ernesto Che Guevara, luchadores todos por la unidad y la independen-
cia de América Latina.
Al mismo tiempo, en la Argentina, son varios los que creen ver en la Alternativa
12 Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA, o ALPA, Alternativa Peronista, a juzgar por
sus últimas declaraciones) una continuación de la estrategia que Perón proponía para el
continente. ¿Es efectivamente así? ¿Las ideas de Chávez van en esa misma dirección?
13 Todavía la cosa no está clara.
En uno de los párrafos más aplaudidos del encuentro, Chávez señaló que había dos
tareas por delante: enterrar el Acuerdo de Libre Comercio para América (ALCA) y parir el
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socialismo del siglo XXI. En seguida, señaló como origen de esta nueva alternativa un
acuerdo firmado en diciembre pasado entre Venezuela y Cuba que dio nacimiento al ALBA.
independencia de América Latina y por su enfrentamiento con cualquier tipo de imperialis-
mo. Una de las premisas fundamentales del movimiento político que ellos crearon fue la
Tercera Posición, un planteo estratégico para no sumarse a ninguno de los dos imperialis-
EDITORIAL
mos que en la posguerra se disputaban el manejo del mundo y que la sabiduría popular
tradujo en la consigna “Ni yankis ni marxistas, peronistas”.
El avance de la historia eliminó uno de esos polos. En 1989 cayó el Muro de Berlín y
junto con él el imperialismo soviético. Hoy en el mundo no existe la misma bipolaridad que
le tocó enfrentar a Perón. ¿Es útil entonces recrearla? ¿Se trataría de no alinearnos en el
ALCA liderado por Estados Unidos, para sí sumarnos a un ALBA inclinado hacia el polo
opuesto (de impronta “socialista”)? Además, ¿qué significaría enterrar hoy al capitalismo,
en un mundo que, con distintas variantes, ha elegido al capitalismo de mercado como
sistema económico?
Desaparecido el comunismo en la organización de los Estados, muchos de sus
partidarios mutaron a lo que hoy se conoce como socialdemocracia. Ésta cuenta en la
actualidad con diversas expresiones en Europa y América, herederas de aquel partido
político nacido en Alemania en 1869, inspirado en el pensamiento de Ferdinand Lasalle
(quien creía que el Estado debía impulsar el socialismo) y en algunos grupos formados en
las enseñanzas de Karl Marx. Proponían la evolución del capitalismo al socialismo, pero sin
utilizar la violencia como medio, sino promoviendo la transición a través de las institucio-
nes políticas del liberalismo del siglo XIX.
Sin embargo, tampoco parece ser ésta la idea de Chávez, más cerca, tal vez, de
aquellos grupos revolucionarios de los '60 de los que surgió Fidel Castro, el otro socio del
ALBA que reivindica al marxismo como filosofía y al socialismo revolucionario como praxis.
Si así fuera, la propuesta del Presidente de Venezuela estaría orientada a que América
Latina diera un giro absoluto que la llevaría al mismo punto de partida de la posguerra,
frustrando así la esperanza de una auténtica alternativa, de una tercera posición latinoa-
mericana.
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Perón y el peronismo nunca plantearon el enfrentamiento entre las clases sociales,
ni la destrucción sin más del capitalismo para abrazar el socialismo. Y le escribía a Fidel “las
revoluciones se hacen con tiempo o con sangre. Yo he preferido el tiempo”.
Ya en la década del '50 alentaba la integración económica entre Argentina, Brasil y
Chile (ABC), como paso previo a la Unión Sudamericana y posteriormente a la unidad
regional y continental. El imperialismo del norte se ocupó de frustrar ese objetivo, pero no
pudo impedir la construcción del MERCOSUR que, con la incorporación de Venezuela,