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5 La imagen del anca; ur-mitologia ymodernismo colonial En precario equilibrio entre ciencia y aventura, los Travels in the Wilds of Ecuador de Alfred Simson tiene los atavios de una epopeya; un viaje a lo desconocido y a las fuentes salvajes dela civilizacion, si no también, del yo, el viaje €pico al coraz6n de las tinieblas, fascinante por su ej factible debido a su creciente proximicad. Pronto habia de hacerlo Mar- low, y también Casement, como antes de ellos lo hizo Charles Darwin. Como Darwin, Simson habria de escribir informes eruditos —para la Royal Anthropological Society y para la Royal Geographical Society, es tuios sobre la tribus indias y sobre la navegabilidad de tios que atra- vesaban selvasricas en quina y caucho, Como Marlow, Simson tom6 el timén de un vapor fluvial, uno de los primeros tres que se abrieron paso por el Putumayo, Esto acontecia en 1875. La expediciOn estaba auspicia ‘da por una compania colombiana ansiosa de verficar las posibilidades ‘de explotacin del caucho, la zarzaparslla y la cortza de chinchona. Uno de sus miembros era Rafael Reyes, figura destacada en el comercio de la quina. Mas tarde fue Presidente de Colombi Las selvas y sus habitantes estaban sucumbiendo al hacha de los negocios occidentales y a las ramas de la ciencia occidental, a su geo- ‘gratia, a su antropologfa y, por supuesto, asus cienciasindustriales. Desde el Congo hasta el Putumayo lo mis atrasado estaba siendo echado en has fauces de lo modemo. Con el descubrimiento de ta vuleanizacig por Goodyear, al ahadirle azufte caliente al caucho caliente para hacer Jo mis elistico y resistente, la savia que fluia de las vieja selvas tropica les podia utilizarse en correas y en ruedas de caucho para impalsar mis de prisa las miquinas del norte. Se han hecho cilculos sobre el nammero de cadaveres congoleses y del Putumayo contenidos en cada tonelada de caucho. Vuleano era en la mitologfa romana el dios del fuego. Tan to la palabra “volcin” como el nombre del procesamiento del caucho provienen de 61. Walter Benjamin sugeria que la erupcién volcinica de la produccién de mercancias en las sociedades industrializadas, desde siglo xx cerupcidn que conllevaba la reactivacién de potenciae miticar latentes concentradas ahora, por asi decirlo, en la fetichizacion de las mercancias que se presentaba en forma de imigenes “oniricas movidas por si mismas, en las realizaciones jams realizadas del ddesco erigido sobre la miseria del trabajo explotado de la nueva fuerza laboral industrializada, Vulcano era un herrero que forjaba armas para dioses y héroes. Pero en las colonias, de donde procedian las materias primas de la vuleanizacién ;qué era lo que pasaba? En las colonias el trabajo rara vez. era separable del ser del trabaja dor. El trabajo no se convertia en mercancfa como en el coraz6n indus: 131 Chamanismo, colonialismo y d hombre salvaje trial de las potencias imperiales. En Ingar de un proletariado “libre” de offecer sus servicios en el mercado laboral existfa una vasta gama de ser vidumbre desde la esclavicud hasta el peonaje por deuda y los refinamien tos del paternalismo de tipo feudal. Vulcano tenfa también trabajadores sujetos a él; gigantes de un solo ojo que cuidaban de sus horos y esi fan sus martillos. La cuestién que entonces debe plantearse es: Dentro de tales condiciones, tanto el trabajador como la mereanefa no pueden ser fetichizados por la alusién mitica a una antigiedad imaginada? ¥ de ser asf, ¢no serfa en su mayor parte una mitologia de derivaciones loca- les, creada en Ia frontera donde el indio y el colonizador se juntaban en su reciproca fabulacién, como con el tigre mojano y con el auca? “Nadie con espiritu andariego puede vivir largo tiempo en Ecuador”, comenzaba el libro de Simson, “sin acariciar el deseo cada vez més in- tenso de explorar sus partes desconocidas”. Era algo misterioso y ro- méntico, Incluso el recio anarquista B. Traven sucumbié a la manera como se combinaba lo real con lo irral, la facticidad sensorial y empi- rica con el tono que la prodacia, el misterio @ que apuntaba y por me- dio del cual quedabs iluminada. Escribiendo cincuenta afos después de ‘Simson, le explicaba acerca de México a sus editores: “Tengo que via- jar. Tengo que ver cosas, paisajes y personas antes de darles vida en mi ‘obra. Tengo que viajar a selvas y a bosques primigenios, tengo que visi- tar indios, ranchos distantes, egos y rios secretos y misteriosos™, Para Simson era la grandeza de las montafias el terror de los voleanes, la fe- cundidad del suelo y Ia interminable variedad de sus productos lo que hacfa irresistible el deseo de na mayor familiaridad. Y lo que mis esti- mulaba este deseo era, en sts propias palabras, “la casi mitica ‘Provincia del Oriente’, la provincia salvaje del oriente ecuatoriano donde se ha aban los afluentes nortefios del Amazonas”. Viajar alli era emprender la travesfa de la civilizacién al infierno mismo: “En la parte civilizada del pais”, obscrvaba, “el Oriente y el Napo son considerados ni més ni menos ‘que un infierno, donde cl que entra ‘deja atris toda esperanza”. El hombre que iba alli no era normal, “medio loco”, es lo que decia la ‘gente, con “las tribus salvajes y asesinas”, las serpientes, los jaguares y las enfermedades causadas por la fatiga, Ia mala alimentacién y la expo- sici6n constante ala humedad y a los insectos. Era, ademés, un descenso a través de los circulos de la raza, bajar por los peldaftos de la civiliza Lanota que el explorador francés Dr. Jules Crévaux inserté en el re lato de su viaje por el Putumayo y el Caquet4 en 1fi79 era extrafia pero 132 La imagen del anca; ur-mitolegia y modernismo colonial tipicamente exotica. Su canoa se acereé a dos canoas tripuladas por in dios, y una de ellas, con una mujer desnuda y un niito en una hamaca diminuta, se alej6. Los remeros indios de Crévaux informaron que ellos exan calina, término que Crévaux interprets como eomparers, es de Gir, “individuos de raza india”. Pero por qué habia huido Ia otra ca noa® Porque, fte la respuesta, la mujer acababa de dar a luz. Si el recién nacido hubiera visto a un blanco se habria enfermado y hubiera muerto inevitablemente, por mis remestios que se le aplicasen. Todos los indios de la Guayana pensaban lo mismo, le dijo su gua, un guayanés negro, y se negaban enffticamente a que blancos o negros vieran a sus hijos! Treinta aios después el viajero colombiano Joaquin Rocha decia que no habia sino dos clases de gente en el Putumayo: blaneos ¢ indios salvajes. Lo curioso es que a los blancos se les denominaba no sélo cris tianos o racionales o civilizados en la conversacién cotidiana, sino que el término “blanco” incluia también a personas que de ninguna manera eran fenotipicamente blancos: personas como negros, mulatos, mestig 208 zambos ¢ indios “de aquellos grupos incorporados ala civilizacion dlesde la época de la conquista espaiiola y que habian perdido hasta el recuerdo de sus antiguas costumibres ¢ idioma” Simson amplia parte de esta claifcacién. Nos dice que aquellos a quienes podria Hlamarse indios puros de la selva se les dividia, por parte de los blancos locales y de los indios hispanopariantes, en indias infie- les. Mientras los indios hablan quechua, comen sal y son semicistianos, los infieles, conocidos también como aueas, hablan otras lenguas, casi ‘nunca comen sal y nada saben del bautismo o de la iglesia catdlica. EL término auca “como se usa hoy en el Oriente”, anotaba (al pie), “pare ce abarcar pienamente el significado que tenia antiguamente en el Peri bajo los incas. Incluye el sentido de infe, traidor, birbaro, y suele apli carse en un sentido denigrante. En el Peri se le usaba para designar a los que se rebelaban contrast rey, y encarnaci6n de su deidad, el inca”. Varios diccionarios modernos ecuatorianos de quechua incorporan los Alverson sinilicadlos~salvaje, sedicioso, rebelde, enemigo~ yen el Put mayo colombiano hoy dia auca connota asi mismo, para mis amigos al ‘menos y con intensidades diversas, e| “otro” mundo impenitente del sal \ajismo alli en las selvas del oriente, un mundo esencialmente pagano, sin Cristo, sin palabras espaftolas ni sal, habitados por gentes desnudas, incestuosas, violentas, meigicas y monstruosas, mis birbaras quizis qu el tigre mojano animal, pero también humano, ¢ irral Incluso en el estudiado realismo de Simson, ¢s obvio quc los indios salvajes son considerados de manera tan semejante a los animales que 133 Chamanismo, colonialismo y el hombre salraje su animalidad tiene algo que ver con lo oculto, lo cual inspira una vision paranoide del mal que acecha en la selva y rodea a la sociedad. Traven transmite esto en su descripcion de un capataz que conduce a peones indios a comienzos del siglo xx por las selvas de caobos de Chiapas, en México: ‘Sin embargo, los peones, giles como gatos, y desde la niiez acos: tumbrados a marchar por terrenos similares, tomaban por atajos siem pre que les cra posible. A pesar de sus pesadas cargas se deslizaban por las rocas y brincaban sobre gigantescos érboles eaidos. El Camarén {el fa que seguir toda la totalidad del camino. Ha- capataz a caballo, t béa momentos en que se sentfa completamente solo en la trocha. Era centonces cuando sentia miedo. Y acerca de los llamados indios zapatos de la montafta ecuatoriana Simson escribié que sus percepciones visual y auditiva son perfectamente rmaravillosas y aventajan considerablemente [2s de los indios no aucas. Su conocimiento de la selva es tan perfecto, nos asegura, que viajan de noche por terrenos desconocidos. Son grandes combatientes, y detcc- tan sonidos y huellas donde los blancos no pereiben nada. Al sepuirle la hiaclla a su presa son més imperceptibles que las sombras de sit paso, con siibitos giros repetides, como si estuvieran siguiendo su olor mis ‘mo -como el mismo animal perseguido. En efecto, sis movimientos son iguales a Los de los peones de Traven, “gatunos”, y se mueven indem- nies entre la maleza y la espinas, Para comunicarse entre sf imitan gene- ralmente el silbido del tucin o de la perdiz ~y todo esto en marcado contraste con Los no aucas, los indios cvilizados “uc ls temen y ls res ‘petan, pero ls desprecian, o ingen despreciarles por inficles a espaldas yas” [el subrayado es mio}. foam fs Ane colombincs que doin sss del Putumayo, el chamn de las tirras altas con quien he estado trabajando habla de los chamanes de las tierras bajas como aucas o semejantes a aucas: entremezclamientos etéreos de animal y de humano ~presencias potentes con la magia de los cilidos bosques alli abajo. Con ellos hace su pacto espiritual porque, asf sean inferiores y subhumanos, suministran cl poder que é1 necesita para desafiar el destino, para batallar contra el mal y para curar a sus pacientes. Montaita abajo, en la laderas, mi ami- 50, l chamin ingano, Santiago Mutumbajoy, lama a su abanico de hojas de curacién waira sacha, “espiritu dela selva” 0 “plumero del viento”. Batiendo el abanico a todo lo largo de la noche, canta, El alucindgeno yagé trae las visiones. Con este abanico de hojas pone en movimiento 134 La imagen det auen; ur-mitolonia y modernise colonial la selva de envidia y de barbaric que constituye a la sociedad y asus mal sanas relaciones, y estas relaciones se curan, Es al cantar con este cru jiente abanico como prepara sus medicinas y limpia el cuerpo enfert det hechizo o de los espititus que lo han invadido. Una forma de salva jismo, la de las tiertas barbaras, combate con otra, generalmente la de la envidia, a veces la de espiritus malignos, La batalla se libra en el cur po, una forma de salvajismo acorrala a la otra, el desorden pisotea al desorden en medio de su propio desordenamiento. La cancién gita y gira, sin palabras, Hlorosa, repleta de dolor de corazones humanos, de ranas que croan en el cieno de las selvas. Sach, dice el hijo del chamin, (como en sacha genze ~gente de la selva”), y hace una pausa: “como aueas”, como si la salvaje presencia auca en las hojas de la selva que for- an el abanico suministrari la fuerza migica para expulsar a lo demo- nios, semejantes a aucas, alojados en las entraiias de los blancos que acucen a estos curanderos indios en busca de alivio -blancos que miran a estos curanderos indios en la misma forma como cien alos antes Alfred® ‘Simson decia que los aucas eran mirados por los indios eivilizados, “que Jos temen y los respetan pero los desprecian, o fingen despreciatlos por inficles a espaldas suyas”, Resulta crucial captar la dialéctica de sentimientos contenida dentro de la denominacién auca, una dialéctica amortajada en tuna magia com puesta tanto de temor como de desprecio -similar si no idéntica al mis ticismo, odio y terror que Timerman discierne proyeetados contra él en la cdmara de tortura. En el caso de los aucas, esta proyecei6n, consciente 0 inconsciente, es inseparable de la imputacién de rebelién contra la autoridad imperial consagrada y de la imputaci6n adicional de poder mv co poseido por los habitantes de la selva coma clase y por sts oriculos, vVidentes y curandleros ~sus chamanes-en particular. Ademis, esta cons. trucci6n indigena (y muy probablemente prehispinica) del salvajismo se mezela con la figura medieval europea tardia del “salvaje” migi- ‘camente bfrbaro y semejante a un animal llevado alos Andes y al Amazo- nas por espaioles y portugueses. Hoy, en las regiones del alto Putumayo. con las que estoy familiarizado, esta mitologfa combinada colonialmente dela magia del auca y del salvaje es la base con que recurren a los chama- Aes indios los colonos blancos que buscan cura ala brajeria ya los tier. os dificiles, mientras que estos mismos colonos desprecian a los indios como salvajes. Durante la bonanza cauchera, con su necesidad de in- dios “salvajes” que recolectaran caucho y con su atmésfera igi desesperada de recelo y sospecha salvajes entre los “civilizados”, esta ‘misma ur-mitologia y magia de practicas coloniales de significacién ali 135 Chamanismo, colonialismo el hontbre salvaje mentaban la paranoia y una extrema crueldad. Acudir a los indios por su poder curativo y matarlos por su salvajismo eran cosas no muy aleja das entre sf. Estas acciones, en efecto, no sélo estin entrelazadas sino {que son codependientes -y es esta codependencia la que se vishumbra de modo tan sorprendente cuando consideramos lo sutil de la linea que separa el empleo de los indios como trabajadores, de un lado, y su uti lizacién, del otro, como objetos miticos de tortura. Elterror del Putumayo era el terror de lo delgado de esa linea a me- ida que el capitalismo internacional convertia los “excesos” de la tor tura en rituales de produccign no menos importantes que la recoleccién misma del caucho. Tortura y terror no eran simplemente medios wtili- tarios de produccién; eran una forma de vida, un modo de produccién y de muchas maneras, y para muchas gentes, incluidos los propios in- dios, su producto principal y consumador. ‘Temor a la rebelién india i declarante iba a menucl en expecciones con Normand -siem pre en busca de indios- el (Normand) macé entonces a muchos in tos. Una ver llegaron a una caa india en pais de los andokes capturaron a todos los indios dela casa habia mujeres, hombres non, algunos s6lo de meses. Los mataron a todos excepto alos pe (quctos-losdejaronvivos para que muriran all—pero mataron a as thadces, Les cor la cabeza a todos eso indios; el propio sefior Nor tnand lo hizo. ELinformante pucde jaratlo vo hacerlo. Les cort Ia Cabeza con un machete. Decte:fitas pagan por ls bans que bam inatado, Los andokesbabian matado antes unos clombiancs, [Cas sent, Parumayo Report, #38; €lsubrayado es mio. ] ‘Ademés de explicar el terror del Putumayo como causado por e ini mo de lucro, Casement consideraba la posibilidad de que el femora un aque o a una rebelién india levara a los blancos 4 comerer atrocica- des. Pero para no desentonar con el cuadro que queria pintar, de la ino- ‘eencia ydoclidad indias, expaso vigorosamente la razones por las cuales tana rebelién india era improbable. El problema, sin embargo, es que sca una cosa plausible o implausible, a menudo poco tiene que ver con sus efectos sobre la concienca y Ia historia, en este caso lade los capata- ces los fancionarios de la compaaia que vivian en las agencias cauchers. Casement decia que la rebelién indigena era poco probable porque les comunidades indias estaban desunidas, desde tiempos muy anterio 136 La imagen del anca; ur-mitolagia y modernisms colowial res ala bonanza cauchera, decfa, y mientras los empleados de la compa. fafa estaban armados y bien organizados los indios estaban armados pobremente y sus cerbatanas, arcos y lanzas les habian sido confiscados. Lo ms importante, en su opinion, era que los ancianos habjan sido ase: sinados por el crimen de dar “malo consejos”. Lo que queria decir ese ccufemismo era, en palabras de Casement, que los ancianos habian I gado hasta “advertir a los mis erédulos 0 a los de menor experiencia en contra del esclavista blanco y a exhortar a los indios para que se fagaran 6 para que resistieran antes que trabajar el caucho para los recién liega- dos”, Esto fie lo que provocd su desgracia. *No conoc’ a ningiin indio viejo, hombre © mujer”, prosegufa Casement, *y pocos habjan pasado ala edad madura”®, En este aspecto vale la pena anotar que, segiin los capuchinos, quic res habfan bajado del valle de Sibundoy a la selva quince aitos después de la llegada de Casement, la compania “desterraba a los brujos” y los cenviaba presos a Iquitos’ En lo relativo a la amenaza de rebeli6n, el capataz barbadiano Fre~ erick Bishop suministraba una perspectiva diferente. “Esti seguro” re sumia Casement en la dltima parte de su informe, reservada para las declaraciones de los barbadianos, “de que muchos de los indios odian y temen a los ‘blancos’, y los matarfan si pudicran, pero son demasiado ‘timidlos y sumisos y carecen de armas. A veces algtin indio intenta hacer ‘esto, reunir a los otros para atacar a los blancos, y detener asi las incur: siones de los caucheros. Asi fire como mataron a Bartolomé Zumaeta, shace unos pocos meses” Bartolomé Zumaeta era nada menos que el cuitado de Arana, un andrajo siflitco y repugnante, segtin algunos de los testigos de Harden: burg", y uno de los que se decia dirigieron el ataque contra a cat David Serrano cuando la compania estaba desalojando a los caucheros colombianos del Igaraparans. En respuesta alos interrogantes de la Co: isin Especial dos aftos después de haberle presentado su informe al Ministcrio de Asuntos Exteriores, Casement dijo que, ademis de Barto- Jomé, an hermano suyo también habfa sido abaleado por los indios, en tuna ocasi6n di ‘Asi, después de seis semanas en la region, el cénsul general nos da cen su informe una ristra de razones coordinadas en causa y efecto, so ciolégicas y de apariencia racional, para demostrar lo improbable de una rebelidn indigena, Pero sabemos que dos cuitados de Arana habian sido abaleados por los indios, con resultados fatales al menos cn una ocasibn. Ademas, Bishop, que habia permanecido como capataz.en la regién herade 137 Chamanismo, colonialismo y el hombre salvaje durante seis aos por lo menos, dabaa entender que no estaba del todo seguro acerca de esa propensiGna rebelarse; pensaba que los indios oxtia ban y temfan a sus amos y los matarfan si pudieran, Para el capataz:nada de esto estaba claro, y si bien tenfa una certeza razonable sobre la situa 6n de las armas, no estaba muy seguro de la situacién de los énimos, y esen este espacio de interrogantes sobre las armas y los énimos en donde a duda se enfrenta con la fantasfa -el proximo ataque, cosas secretas, la ambigua multiplicidad de los signos- Pocos dias despues de que Casement fuera ahorcado en Londres los indios de la agencia cauchera Atenas se rebelaron y mataron, se dice, a trece de los empleados blancos de la compaaia'®. Al padre Pinell le con- ‘aron sobre un levantamiento importante en el [garaparani en 197; para sofocarlo se requirié la presencia del ejército peruano", La amenaza de la revuelta era real Hay que considerar también otros dos tipos de rebelién india. Bucelli y otros tres blancos habian sido muertos por indios, por ejemplo, y no s6lo por indios sino por muchachos, los guardas armados adiestrados por la compania y de los cuales depencia su seguridad, Es una historia sérdida, Habia incursionado en territorio colombiano, en busca de in dios fugados: a ‘esposa’ india de Bucell, quien iba con é!, madre de tes hijos, sayos -a dos de los cuales yo conoets- habia simpatizado tanto con 4! objetivo de los muchachos que no le habia contado a su marido de Ja conspiracion contra su vida aunque, me aseguran, estaba al coriente de ela. Los cuatro muchachos pelearon posteriormente entre ellos y «des murieron en esa ocasibn. Al cabo de unos meses, os dos sobre vivientes se entregaron en a agencia de Entre Rios. Los habian azo: tado repetidamente ¢ inmediatamente antes de mi llegad hablan permanecido encadenados en la agencia cereana de Matanzas. Poco antes de mi visita a aquella estacion en octubre de sora se hablan es capado de la casa en donde estaban confinados y se habfan ido la sea con las cadenas todavia suetas a ellos. Como eran hitoros, y su faga habia tenido lugar en teritorio de los andokes, era muy pro trable que hubieran encontrado su destino a manos de aquellos indios a. quienes tan a menudo habjan maltratado" Si volvemos a Joaquin Rocha, que viajé por esa zona siete alos antes que Casement, cuando los comerciantes colombianes independientes ‘todavia estaban ali, el problema de la revuelta india no estaba claro. Por un lado, interpreta la situaci6n derivando consecuencias l6gicas de lo que 138 La imagen del anca; ur-mitolagia y modernism colonial consideraba una méxima evidente a la cual los indios del Putumayo no constitufan una excepcion: que el pacblo conguistado odiaba a sas amos, Los indios estaban conspirando continuamente contra sus amos blan os, decia, hasta que el tiénico Cris6stomo Herindez, con un salva jismo mayor que el de los indios, les enseR la inutilidad de la revuel La selva todavia era enormemente grande. El poder de Don Criséstomo debe haber sido enorme, pues no solamente pudo forzara los indios a recolectar el caucho, sino que puedo evitar que se escaparan. Tal ver tam bign deben tenerse en cuenta las historias sobre su oratora, Se decia que se reunia con los indios pot la noche alrededor del pote de tabaco y que cra tal l poder de sus historias, en el lenguaje nativo, que podia obligar a los indios a hacer su voluntad. Por otro lado, no habia mucho que temer pues los indios, segtin lo dice Rocha, eran come niftos y no po- dian guardar un secreto, condenando por anticipado cualquier levanta- mento a gram escala a las lenguas sueltas de los srvientesindios y de las concubinas. Cuando los negociantes en caucho ~en ese tiempo los ne gociantes colombianos~ ofan rumores de estos planes, acostumbraban armarse yreunirse en un sitio apropiado para su defensa, momento en cl cual los indios e retraban por su incapacidad para una lucha directa del colombiano Gi ‘& Hermanos, a quien los huitotos llamaban “Capitin General de los Racionales”, Les explicé los indios que los blancos no querian quifar {es la tierra y que la poca que empleaban para sembrar sus alimentos se les devolverfa alos indios en cuanto salicran del territorio®. Siete afios después, en Entre Rios, Casement oyé hablar de un cacique indio llamado Chingamui de quien en 1993, el ato en que Rocha viaj6 por la regién, se decia que tenfa gran influencia sobre todos los huitoros de la zona. “Habia caido en manos de un colombiano apellidado Calde én”, escribié Casement, “pero no sin haber antes herido de un tiro a su asesino™* Rocha trataba de distinguir entre levantamientos gencralesy levanta imientos parciales. Si bien los primeros habian Fracasado (“hasta ahora”, decia), no cabia duda de que se habian presentado revueltas “parciales” fatales para los blancos que dominaban el érea especifica del teatro de la rebelién"”. ‘los blancos muertos o a sus familias no debia de importarles mu cho el que Ia revuelta hubiera sido general o parcial. Para los sobrev vientes esa distincién entre general y parcial no debfa ser de mayor 139 Chamanismo, colonialismo y el bombre salvaje consueclo en medio de sus ansiedades por lo que acontecia en la mente de sus peones y en la selva ilimite que los rodeaba. Por parciales que fue ran, el efecto de las rebeliones indias en Ia conciencia de los capataces cn os campamentos selviticos no era un efecto susceptible de medi con hhechos claros y simples. Los efectos sobre la conciencia de esta atmés fera de incertidumbre obedecia a fuerzas distntas a las estad general o parcial Era un efecto que dependia dela circulacion de las historias. Traven comprendié esto en sus viajes por los bosques de caobos en Chiapas. Durante Ios veinte afios durante los cules, hasta hoy, se ha adam tado la explotacién de maderas en esta regién, slo se ha presentado tan motin serio, Este motin fue la base para muchos relatos terror cos intercambiados entre los comerciantes y sus agentes durante las largas veladas cuando, en sus viajes por aldeas y por fincas, se senta bban con finqucros y rancheros, después dela cena, en los corredores, para fumar y mecerseen ls mecedoras 0 en as hamacas" Para los blancos la vida en tierras de os huitoros pende de un hilo”, cxcribfa Joaquin Rocha, una pigina después de haber desechado la ame naza de una rebeliOn, y luego procedis a explicar lo que queria decir. “No hace macho” Emilio Gutiérrez navegaba por el Caqueti desde cl Brasil, en busca de indios para establecer una agencia cauchera. Al lle gar ala zona que queria conquistar, envié con mercancias ala mayor parte de sus hombres, y mientras dormia indios salvajes lo mataron aély ares de sus compaheros. Al ofr esto, otros blancos se prepararon a ver~ garse cuando les llegé la noticia de que treinta de los trabajadores de Gutiérrez, habian sido asesinados, tocos al mismo tiempo pero en dis tintas partes de la selva, Se enviaron indios al servicio de los blancos en persecucin de los rebeldes, a algunos de los cuales mataron de inme- diato, otros fueron tomados prisioneros para los blancos, y la mayoria eseaparon. Algunos fueron capturados y devorados por estos mercena rios indios®. Siete altos después, en 1910, Casement escuché el mismo episodio de un peruano, quien comenz6 su relato diciendo que los mécodos usa dos por los conquistadores colombianas “eran muy malos”. Le dijo a Casement que los indios rebeldes decapitaron a Gutiérrez junto con un rndimero no especificado de otros blancos, y que exhibieron sus calave ras en las paredes de sus malocas, les coctaron brazos y piernas y manta. vieron los troncosen agua tanto como les fue posible, para mostrirsctos 140 La imagen del anca; wr-mitolagia y modernismo colonial 2.0trosinios.Elinformador de Casementle decia que habia encontrado los cadiveres de otros doce atados a postes, y le aseguraba a Casement gue (en contraste con el relato de Rocha) nose los habian comido porque “le renfan repugnancia a comer blancos, por lo mucho que los odiaban”. Después cayeron sobre los indios represalias erribles, anota Casement” Bien sea que se le considere en sf misma, o en comparacién con el relato de Rocha, I historia que volv6 a contar Casement hace hincapié cen el hecho de que la incertidumbre que rode la posibilidad de una “tra ci6n” de los indies, aliment6 una mitologfa paranoica colonial en la que hacen muceas malignas el descuartizamiento, el canibalismo y la exhi- bicién de partes del cuerpo y de calaveras. ‘Temor al canibalismo Tres indios enormes pintados de rojo, con sus bocas llenas de coca ‘que les abultaba los cachetes, se acercaron a saludarnos,cndonos palve rmadas en la espalda a guisa de bienvenida, Sobre nosotros, suspendi- dos del techo, colgaban cuatro créneos humanos. Eran trofeos de una botalla reciente entre los nonuyas y sus vecinos los akireas. Cada cri: neo correspondla a una victima de los eanibales. No pude menos de sentir una viva emocién al vernos tan escasos en niimero, rodeados por es0s indios,ftertes y musculosos, que nos hubieran podide par= tir en pedazos en un abrir y certar de ojos desde el momento en que legamos, ‘Algunas veces se ven brazos disecados de los cuales se ha arranca do la carne, pero dejando en su sitio los tendones de las manos lige ramente dobladas. Atadosa un mango de madera siren de cucharones para la cahuana. No pude conseguir uno de es0s utensilios de cocina 4 pesar de todos mis intentos. Los huitotos guardan con gran descon- fianza sus omamentes, sus collares de dientes, de plumas, y demas. La razén por la cual los esconden es la de escapar a los deseos de los blancos que a menudo disponen de ellos contra la voluntad de sus dlucfios, sin datles nada en compensacibn (Eugenio Robucho pone, Eu e! Putumayo ysusafluentes, “edici6n oficial,” (Lit 2, 1907).) CCualquiera que sea su significaciOn para los indios, para la cultura co. lonial el canibalismo era un simbolo flexible para construir la realidad, 1 pie de foto sin el cual significantes en vuelo flotaban por el espacio, como otros tantos miembros y érganos separados de un cuerpo. El ca

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