Retrato.
Lubna Hussein
“Repartí más de
500 invitaciones
convocando a mi
flagelación.”
jeresdeAfricayMedioOriente.
Pese a su carácter dogmático,
la ley rige para todas las suda-
nesas por igual: para el 62 por
ciento de musulmanas, el 22
por ciento de animistas y el 16
por ciento de cristianas que
residen en el país. “No es la re-
ligión lo que está en cuestión,
sino la constitucionalidad de
las leyes y el respeto a los de-
rechos humanos.” Antes de la
llegada de Al Bashir al poder
en 1989, la mujer formaba
parte de las Fuerzas Armadas
en Sudán y llevaba pantalones
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como parte del uniforme. “Lo
que sucede en mi país no for-
ma parte de nuestra cultura.”
“Soy musulmana, una bue-
na musulmana, y no he en-
contrado una sola frase en el
Corán que hable de la ropa
femenina”, dice Lubna.
El día de su arresto, otras
trece sudanesas corrieron la
misma suerte. “Me sentí obli-
gada a denunciar la vulnera-
ción de derechos que sopor-
tamos –ataca Hussein–. Los
tribunales del Orden son tan
anticonstitucionales como el
artículo 152 del código penal,
introducido por Al Bashir y
que supuestamente penali-
za la impudicia.” Esta nueva
norma dice que cualquiera
que “cometa un acto indecen-
te, vista de manera contraria
a la moralidad o hiera la sensi-
bilidad pública será castigado
con 40 latigazos”. Y un acto será
contrario a la moralidad públi-
ca “cuando así lo indique la reli-
gión o las costumbres del país”.
¿Aprobaría Mahoma la actua-
ción de su Gobierno?
No sabemos qué pensaría el
profeta sobre la situación de la
mujer en Sudán. Mi denuncia
pasa por el plano de la legali-
dad, de la anticonstituciona-
lidad de esta norma, no tanto
por el costado religioso.
“Antes de que Al Bashir to-
mara el poder, las sudanesas
teníamos derecho a votar y a
ser votadas.” Hoy, cuando una
mujer es encontrada culpable
de haber cometido un hecho
vergonzoso, la opinión pú-
blica la considera una prosti-
tuta: “Sufren vejaciones, son
apaleadas, se las incomunica,
carecen de asistencia legal...”.
Al maltrato físico se suma el
psicológico, “que las estigma-
tiza delante de sus familias y
amigos”, dice. Las sudanesas
detenidas por este motivo no
reciben notificación sobre los
cargos que se les imputan.
“Pedí que se me aplicara la
ley, sin privilegios, como a cual-
quier otra sudanesa y negué mi
“Mi caso traspasó inmunidad, dimití.” Había que
las fronteras y, para explicarle al mundo lo que está
acallar las críticas, pasando en Sudán.
el Gobierno decidió ¿Volverá?
Salí de mi país para dar a
conmutar la conocer lo que allí sucede.
flagelación por una Regresaré cuando las leyes ha-
pena de dos meses yan cambiado y las asociacio-
nes de mujeres que me apoyan
de cárcel que luego (la francesa Ni putas ni sumi-
sustituyó por una sas, que preside Fadela Amara,
multa de US$200.” y la sudanesa No a la Opresión
de la Mujer) consideren que
mi voz tiene mayor utilidad en
Sudán que en Europa.