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FRATERNIDAD
El vivir como hermanos y hermanas en fraternidad es la condición para que el mundo
crea en Jesús y así pueda llegar a la salvación. Dios en un Padre Bueno, todos somos
hijos e hijas, hermanos y hermanas. Si vivimos como tales, el mundo podrá salvarse, si
no, seguiremos en la ruta de la autodestrucción. No hay otra manera de vivir
auténticamente el Evangelio; es más, sólo si vivimos fraternalmente tendrá valor nuestra
fe en Dios.
La fraternidad es la manifestación libre de amor hacia nuestros semejantes, no
importando las creencias e ideologías, gustos y aficiones o posición social; nos vemos
libres de prejuicios en la búsqueda de nuestros ideales de crecimiento y desarrollo tanto
individual como grupal.
Pero el mundo de hoy sigue padeciendo de falta de amor, tolerancia, aceptación de “lo
distinto”, sinceridad, verdad, respeto a la vida… Nuestra gran vocación es al amor y a la
fraternidad, a tender puentes y crear espacios de encuentro… a ver en cada hombre y en
cada mujer a un hermano, a una hermana.
SERVICIO
Es la fe y el amor hechos vida, glorificando a Dios según el ejemplo de Jesús quien vino
a servir y no a ser servido. Cuando lavó los pies a sus discípulos, nos recordó que toda su
vida fue entrega, donación, atención a los demás: pasó haciendo el bien, curando,
sirviendo, consolando. Nunca se alió al poder y la fuerza, fue humilde y respetuoso.
La capacidad que tengamos para servir dependerá de la profundidad y madurez de
nuestra fe y de nuestro amor. El servicio es signo de madurez humana y espiritual; es la
capacidad de salir de nosotros y volcarnos, sin condiciones ni cálculos, a los necesitados.
El Espíritu de Jesús Resucitado es el motor de nuestro servicio a los demás; su fuego, su
fuerza, son fuentes de creatividad y dinamismo para descubrir las necesidades de quienes
nos rodean. No nos da recetas de cómo servir. Él toca nuestros corazones y nos lleva
hacia el servicio fraterno, de compromiso en compromiso, con profunda alegría y libertad
personal.