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Desde que se sale de Alcaraz, puerta de la sierra, se tiene la grata sensación de estar
invadiendo un territorio virgen. La sierra de Alcaraz fue una pieza clave para el avance
de la reconquista cristiana. «Llave de toda España», reza el escudo de Alcaraz. Y de
hecho, una vez conquistada aquella plaza, las huestes cristianas no tuvieron obstáculo
para llegar a la morisma de Valencia y Murcia. Ahora, casi todos los que visitan esta
zona van a Los Chorros del río Mundo. Pero para llegar allí han de degustar primero
algunos platos fuertes de esta sierra de Alcaraz.
Riópar es lo que se dice un pueblo «de veraneo». En realidad, un pueblo doble, y puede
aparecer en los mapas con dos nombres distintos: Riópar o Fábricas de San Juan de
Alcaraz. Y es que Riópar era el núcleo antiguo de población en tomo a un castillo
desdentado y una iglesia vetusta en la falda de un cerro.
El tramo hasta el calar del Mundo es, como quien dice, un paseo. Y una gran parte de
quienes se internan en la sierra de Alcaraz vienen imantados por el magnetismo de ese
enclave mágico. Una vez vista y disfrutada la magnificencia del lugar, explorados los
regatos, fotografiados los Chorros, que se desploman en caída de más de 100 metros
por el sombrío paredón vertical, al fondo del inmenso nicho sombreado por los pinos, lo
mejor después de todo eso es emprender el vuelo por la carretera que prosigue desde
Riópar hasta Elche de la Sierra, a unos 90 kilómetros.
Territorio mágico
Alcaraz es ciudad desde el siglo XV. Y en la siguiente centuria vivió la época de mayor
esplendor. Allí nació Andrés de Vandelvira, uno de los príncipes de la arquitectura
andaluza del Renacimiento. De hecho, Alcaraz está repleta de perfiles renacentistas y
clasicistas. El emblema o símbolo de la ciudad son las torres «gemelas» —en realidad,
no lo son— del Tardón y de la Trinidad. La de la Trinidad remata una iglesia de
hechuras góticas; la del Tardón es algo posterior. Se erigió como atalaya civil para
albergar el reloj y la campana. Y se adosó a la lonja de Santo Domingo, que daba
resguardo a tratantes y mercaderes. Esta no es la única lonja que adorna la plaza
Mayor; otro de los costados está ocupado por la lonja de la Regatería o del pósito —
donde se aloja el Casino, que marca el pulso de la vida local— y un tercer flanco lo
cierra la lonja del Ahorí o de la Aduana, sede del Ayuntamiento.
Dado el carácter arisco y secreto de esta sierra, nada tiene de extraño que fuera cobijo
de bandoleros. El más famoso, sin duda, «El Pernales», todo un mito. Era de origen
andaluz (de Estepa) y operaba por los andurriales de esta sierra. En mayo de 1907, la
Guardia Civil le mató a su hombre de confianza, el «Niño de la Gloria». Tres meses
después, «El Pernales», en compañía del «Niño del Arahal», merodeaba unos cortijos
por la parte de Las Momeas, cerca de Riópar. La Benemérita les sorprendió y les
acribilló a tiros. La fama y el culto popular convirtió al par de bribones en una especie
de héroes. Nunca faltaron flores frescas en el nicho de «El Pernales».