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R E N E G U E N O N

y el mundo moderno

El análisis del mundo actual que hizo Rene Guénon, es de capital


importancia, en lo que podríamos llamar “Renacimiento Tradicional” en el
mundo occidental, al abarcar amplios estudios sobre Metafísica, Esoterismo,
Simbolismo, las religiones, La Filosofía, la Historia y las Sociedades Secretas.

La génesis del mundo y de la mentalidad moderna, su desarrollo y la


crítica del mismo desde la perspectiva de una metafísica a la que
denominaremos tradicional, la desarrolla Guénon en le conjunto de su obra,
especialmente en “La Crisis del Mundo Moderno” y “El Reino de la Cantidad
y los Signos de los Tiempos” , en los que desmitifica todos los dogmas
modernos que desde el Renacimiento ha ido estableciendo la intelectualidad
occidental. Esta nueva dogmática se vincula con un humanismo optimista y
confiado en el progreso material del hombre y su capacidad para superarse,
construyendo un universo dominado por un racionalismo unilateral y un
materialismo pragmático, donde predominarán la cantidad y el materialismo
frente a la cualidad y la espiritualidad.

Para Guénon “La civilización moderna aparece en la historia como


verdadera anomalía: de todas las que conocemos es la única que se ha
desarrollado en un sentido puramente material, la única también que no se
apoye en ningún principio de orden superior”. Guénon con estas palabras
parte de un pensamiento que hoy podríamos denominar como “arcaico o
mítico”, prefilosófico en occidente, pero subyacente en las bases doctrinales
de todas las religiones consideradas como históricas (Hinduismo, Judaísmo,
Cristianismo, etc..) conformando todas ellas una metafísica o visión interior
desde la cual se contempla de una forma moderna.

Es el hinduismo la religión que ha elaborado más ampliamente la


doctrina del devenir humano, del que Guénon seguirá su esquema,
apoyándose en los matices que le proporcionan otras elaboraciones
metafísicas, confrontando Tradición y Modernidad. Así en su obra, Guénon
defiende una visión del mundo y la creación, como expresión fenoménica de
la Realidad, siendo regidos y ordenados inexorablemente por una serie de
ciclos y periodos de evolución que predeterminarán cada momento de la
realidad última conformada en el origen de la Creación.

Cada Manvantara o Eras de Manu –de los 14 que se componen la


duración del mundo- está subdividido en 4 Yugas o edades –ciclo de la
creación-. Este ciclo de cuaternario repetitivo de los Yugas, obedece a una
comprensión universal y que posee diversas referencias en los 4 puntos
cardinales, estaciones del año, semanas del mes lunar, edades de la vida,
castas del hinduismo y cualquier civilización sagrada, etc...

El primer Yuga es el más elevado espiritualmente, y a partir del mismo,


los tres siguientes irán experimentando un oscurecimiento o degeneración
progresiva, respecto a la precedente, a medida que se alejan del centro

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primigenio, y cuyo paroxismo al final corresponde al Kali-Yuga, la era
presente.

En occidente, el mundo greco-latino, desde Heriodo


al menos, recogerá asimismo esta tradición, con la
teoría de las 4 edades: La de Oro, Plata, Bronce y
Hierro. Desde la primera, en la que los hombres y los
Dioses se confundían y vivían en armonía, habrá una
continua degradación hasta la de hierro, perdiendo los
hombres su “divinidad” hasta que sólo perviva lo más
denso del ser humano. Referencias de esta idea,
también las encontramos en la tradición judeo-
cristiana, la islámica y la budista. Para estas formas de
pensamiento, al abordar cualquier análisis del mundo
contemporáneo se hace imprescindible su
comparación con le modelo ideal y superior existente
antes de la “caída” y a cuya luz surge el contraste del cual obtener una
conclusiones.

Para Guénon el comienzo cronológico del Kali-Yuga comienza


aproximadamente hace 6000 años, aunque sea a partir del siglo VI a.c.
cuando se inicia un período, durante el cual se producen grandes
transformaciones en prácticamente todas las civilizaciones de la
humanidad, caracterizadas por la renovación de la doctrina tradicional, y
por una rápida solidificación y materialización que afectará a todos los
órdenes de la vida y la cultura; desapareciendo los últimos focos del
pensamiento mítico puro sumiéndose en el campo de la filosofía, y que
Platón comparará con su ejemplo de la caverna oscura.

En el espacio de pocos siglos la humanidad cambiará radicalmente con


la aparición de figuras como: Buda, Zoroastro. Lao-Tse, Confucio, Pitágoras,
Socrates y Platón; quienes dan paso a una etapa histórica, de la que surge
nuestra cultura occidental, donde la Teosofía es sustituida por la Filosofía, y
el mito por la racionalidad, disociándose esoterismo de exoterismo; proceso
que se desarrolla a lo largo de etapas históricas, tales como la Edad Media,
en las que se retorna a unos principios tradicionales más o menos conserva-
dos, y otras como el Renacimiento, en donde se hace una renuncia formal
de todo sentido tradicional.

El Occidente Moderno se remonta directamente al siglo XIV, en el cual se


gesta el Renacimiento y se comienza a descomponer el edificio medieval;
desaparece la Orden del Temple, vínculo iniciático entre Oriente y
Occidente, y se inicia el decaimiento de la masonería operativa.

Guénon, en su Introducción General al estudio de las Doctrinas Hindúes,


formula una advertencia a Occidente sobre el riesgo mortal que corre si
continúa por el camino que después de la 1 Guerra Mundial se había
trazado, y que no hacía más que acelerar el proceso anterior. Hoy el tiempo
parece darle la razón, pues aunque las esperanzas en la paz, la armonía y la
recuperación espiritual no se han perdido, estamos más cerca que nunca de
la disgregación o la aniquilación. La alternativa a esta situación, que Guénon
trazó, posee tres vertientes:

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1. Que Occidente retorne a las fuentes Metafísicas propias de su

tradición.

2. Que Occidente sea asimilado por Oriente.

3. Que Occidente desaparezca sumido en una nueva barbarie.

Hoy no sabemos cual de las tres tiene visos de imponerse. Ahora bien, el
Oriente del que habla, no es el occidentalizado, que nos invade con su
tecnología, sino el secular y metafísico, raíz en muchos aspectos del árbol
de la cultura occidental.

En toda civilización existe un equilibrio dependiente entre el


Conocimiento y lo que podríamos llamar Acción, entre logos y tecnos, entre
vida interior y exterior. Hoy hemos perdido este sentido del equilibrio y
vamos desbocados de una acción a otra, con un sentido inverso, ya que
despreciamos el conocimiento y sólo valoramos la acción por la acción
misma.

Guénon a este respecto dice: “La desviación que se ha producido


después ha consistido en tomar este grado transitorio por el fin en sí
mismo; en pretender sustituir la sabiduría por la filosofía, lo que implica el
olvido y el desconocimiento de la verdadera naturaleza de esta última. Es
así como nació lo que podemos llamar filosofía profana... ““Para que la
filosofía profana fuese definitivamente constituida como tal, era preciso que
permaneciera sólo el exoterismo y se llegara hasta la negación pura y
simple de todo esoterismo”... Una actitud especialmente moderna que
consiste no ya simplemente en ignorar, sino en negar expresamente todo lo
que es de orden suprarracional”. “El humanismo era ya una primera forma
de lo que ha llegado a ser el laicismo contemporáneo; y queriendo llevarlo
todo a la medida del hombre, tomado por un fin en sí mismo, terminó por
descender, de etapa en etapa, al nivel de lo que en él hay de más inferior,
ya por no buscar ya apenas más que la satisfacción de las necesidades
inherentes al lado material de su naturaleza, búsqueda bastante ilusoria,
por lo demás, porque ella crea siempre más necesidades artificiales de las
que pueda satisfacer.

Esta actitud generará una respuesta pragmática


frente a la realidad. Este pragmatismo sustituirá
gradualmente a la intelectualidad, y hará que el
mundo moderno sea reacio a admitir cualquier
autoridad espiritual o iniciática, pues el único valor
real se dará a la propia conciencia de uno mismo,
ya que el individualismo se ha instaurado entre
nosotros. Esta forma de materialidad lo retrata
Guénon en la dimensión científica, paradigma de la
evolución y del conocimiento moderno: “Es la
investigación por la investigación, mucho más aun
que por los resultados parciales y fragmentarios en
que desemboca; es la sucesión cada vez más

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rápida de las teorías y de las hipótesis sin fundamento, que apenas
edificadas, se derrumban para ser reemplazadas por otras que durarán
todavía menos; verdadero caos en medio del cual sería vano buscar algunos
elementos definitivamente adquiridos, si no es una monstruosa acumulación
de hechos y detalles que no puede probar ni significar nada.

Hablamos aquí, bien entendido de lo que concierne al punto de vista


especulativo, en la medida en que subsiste todavía. Por lo que se refiere a
las aplicaciones prácticas, hay por el contrario resultados incontestables, y
es algo que se comprende sin dificultad, puesto que estas aplicaciones se
refieren inmediatamente al dominio material, único dominio precisamente
en el que el hombre moderno puede jactarse de haber logrado una real
superioridad”. Esta forma de abordar lo trascendente, proyectada sobre el
área del intelecto y de lo especulativo, hace que existan dos formas
contrapuestas de ciencia: la Sagrada y la Profana; la primera es
esencialmente pura doctrina metafísica, en la que la intuición intelectual
está en el principio de todo, de una forma universalmente adaptada a cada
realidad. En la segunda se invierten estos términos y surge la
especialización, instrumento de aplicación material eminentemente
práctico, y la metafísica deriva de una física modificada en su sentido
original, y todo ello por necesidades de la realidad práctica y de los logros
científico-tecnológicos.

Mientras que para Aristóteles la Física sólo es un elemento suplente en


relación a la metafísica, la concepción moderna en cambio pretende
constituir las ciencias en independientes, negando todo aquello que las
supera, y cuyas consecuencias son hoy visibles:
Una ciencia dedicada al mundo sensible como
paradigma del Todo, y con grandes aplicaciones
tecnológicas basadas solamente en el mecanismo, y
que tiene grandes problemas éticos (energía atómica,
ingeniería genética, contaminación, etc. .)pero que
dada la complicación de los intereses de la sociedad
moderna le hace muy difícil resolver sus limitaciones.
El mundo científico, dada su complejidad se ha trans-
formado hoy en una nueva élite, cuyos arcanos y
logros son apenas inteligibles para el hombre común,
el cual aunque no entienda, siente cierta veneración
como algo sagrado, la sabiduría de esta ciencia son los nuevos dioses,
terribles, benévolos, esperanzadores, pero siempre inalcanzables. La
transformación de la Cualidad en Cantidad y de la Unidad en Uniformidad es
una de sus características significativas. Actualmente nuestra civilización
trata de uniformizar todos los elementos que la componen, desposeyéndo-
los de vida interior propia, y transformándolos en algo mecánico y funcional
y cada vez más artificial.

El Yo trascendente ha derivado en el ilusorio en el ilusorio yo de la


individualidad, lo que indica que exista palpablemente una inversión, un
vaciamiento de los valores y los términos que han configurado el núcleo
espiritual sobre el que se ha asentado nuestra cultura en los milenios
precedentes. Esta inevitable inversión, modifica la realidad en todos sus
aspectos, y Guénon hace referencia a ella numerosas veces, pues la vamos

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encontrando en todos los órdenes de la manifestación, en la que la acción
sustituye al Conocimiento, y donde no solamente se verán afectados los
elementos del llamado dominio profano, sino también la vertiente espiritual
metafísica e iniciática del llamado dominio sagrado. Guénon nos habla de un
mundo con la espiritualidad invertida, marcada sustancialmente por el
individualismo, el cual ha sustituido a la búsqueda individual y fuertemente
materializado en sus concepciones y oscuros intereses, que en su conjunto
utilizan símbolo los tradicionales, pero sutilmente invertidos.

A partir del rechazo de toda autoridad o jerarquía espiritual superior a uno


mismo, cuestionándose toda facultad de Conocimiento que sea superior a la
razón individual, el hombre moderno ignora todo elemento su, prahumano,
y con ello la base de toda autoridad espiritual tradicional, estableciéndose
una ruptura de fondo entre los dos niveles, el exotérico y el esotérico que
tradicionalmente se han complementado. Así en el plano religioso, el
moralismo ocupará y suplantará el lugar que le corresponde a religión
misma, la cual perderá todo sentido d Misterio para transformarse en algo
accesorio; y perdiendo todo elemento “intelectual”, configurando con ello
no ya una religión, sino una religiosidad a la que se incorporará
gradualmente un cierto pragmatismo de respuesta y de acción sobre el cual
dice Guénon: La experiencia religiosa se incorpora al pragmatismo en
nombre del cual se preconiza la idea de u Dios limitado como más ventajosa
que la de un Dios infinito, porque se pueden experimentar por El
sentimientos comparables a los que se experimentan por un hombre
superior y al mismo tiempo, por la llamada al subconsciente se haga al
espiritualismo y a todas las pseudo-religiones características de nuestra
época.

Para Guénon, en la esfera occidental sólo el Catolicismo, con todas sus la-
cras y limitaciones, representa una religión tradicional, y tal vez fuera la es-
peranza de una recuperación integral de Occidente. Pero los cambios que
en el seno de la Iglesia se han producido desde su muerte, así como la
intolerancia y rigidez de sus postulados, hacen que sea difícil asumir este
papel de recuperación espiritual: Testimonio de ello son los problemas que
tuvo el mismo Guénon durante su colaboración en la revista católica
Regnahit. Podemos observar, la existencia en la sociedad de una indudable
negación de la religión, bien a través de la decadencia de la misma debido
al fenómeno de la secularización, o de la perversión de la misma; así como
una aproximación de la esfera exotérico-religiosa e incluso esotérico-
iniciática con los postulados del materialismo, con el cual se ven obligados a
convivir. Iniciáticamente podemos hablar de una paulativa desaparición en
Occidente de todo contacto con la Tradición, reduciéndose éstos al universo
de lo secreto, pues exteriormente Guénon no encuentra instituciones de
estas características, salvo la Masonería y algunas agrupaciones iniciáticas
de otras tradiciones.

También nos habla Guénon de la pseudo-iniciación y la contra-iniciación que


al estar vinculadas al pseudo-espiritualismo invierten o parodian la au-
téntica iniciación tradicional, y que practican numerosas organizaciones
ocultistas y espiritualistas que vinculan ese espíritu “satánico” de inversión
que afecta a todo el conjunto social. Del contexto del pensamiento de Gué-
non, podemos contemplar como éste nos insinúa la idea de formar una élite

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espiritual que garantice la supervivencia de occidente, propiciando que este
vuelva a encontrarse con sus propias fuentes tradicionales, y el resurgir mas
elevado en su momento histórico adecuado. Sobre este papel, la Masonería
y el Catolicismo tienen mucho que decir; también existe la posibilidad de ser
conquistados por el Oriente Tradicional, o desaparecer sumidos en el
holocausto de la barbarie.

Todos debemos profundizar y buscar la posible respuesta. En cualquier caso


las tesis y la obra de Guénon en su conjunto no dejan de ser desconocidas
para la gran mayoría, pero son un desafío al mundo moderno en el que
vivimos, y un fuente que nos retrae a unos postulados tradicionales que he
mus dejado olvidados con los jirones de nuestro pasado. Muchos no estarán
de acuerdo con el pensamiento que él vehiculiza, otros serán sumamente
críticos, y otros le seguirán ciegamente: Pero a los ojos de la razón y del
intelecto, René Guénon será el último o el penúltimo Metafísico de
occidente.

Bibliografía:
Obras de Rene Guénon:
- Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. R. Guénon – Eudeba - Bs. As.
1976
- La Crisis del Mundo Moderno. R. Guénon – Obelisco – Barcelona 1982
- El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos. R. Guénon – Ed. Ayuso –
Madrid 1976.
- Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos. R. Guénon – Obelisco.
Otras Fuentes:
- Teogonía. Trabajos y Días. Hesiodo – Alianza Editorial – 1986.
- Revista Etudes Traditionales. Números 293 – 294 – 295.
- Revista El Taller. Números 4 – 5. Valencia

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