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Conducta de robo y carencias tempranas

Un síntoma que se observa en los niños víctimas de abandono y


maltrato es la conducta de robo. Si las carencias padecidas son severas,
parece existir más probabilidad de que se desarrolle este síntoma. Y si el
daño se produjo en la etapa que transcurre entre los 0 y los 3 años,
también es más probable que se dé. Parece que los varones lo
presentan en mayor proporción que las mujeres, aunque esta es una
información de mi actividad clínica, no un dato proveniente de
investigaciones científicas.

Esta conducta genera, y es comprensible, alto malestar en los padres de

acogida, en los adoptivos, en los educadores de los


centros de menores… ¿Cómo puede un niño robar a los que tiene más
cerca y se ocupan de su cuidado? ¿Por qué no interioriza que eso no
está bien? También padecen elevados niveles de estrés, porque pueden
coger cosas a conocidos, a vecinos, a amigos… A veces la convivencia se
convierte en un infierno, o en un sistema casi policial, porque se llega a
situaciones que provocan gran sufrimiento en los padres pero que no
tienen más remedio que poner en marcha: guardar el dinero en sitio
seguro, restringir las salidas del niño para evitar problemas, y hasta
registrar al menor. Además, los niños o adolescentes suelen ser
especialmente hábiles para negar el robo, incluso aunque sea evidente.

Los comportamientos que han tenido un valor para la supervivencia se


mantienen en el tiempo, incluso fuera de condiciones de vida extremas;
la vía inferior del cerebro queda hiperactivada y el cerebro queda fijado

en posici ón de supervivencia de por vida. Robar comida,


por ejemplo, responde a una situación de privación anterior; el cerebro
emocional, la memoria emocional, pide acumular lo más posible porque
recuerda la carencia pasada. Harpo, el mudo de los Hermanos Marx,
comentaba en su biografía (pasó necesidades en su infancia) que un día
se compró una bolsa enorme de regaliz y se la comió entera, hasta tal
punto que se produjo un gran malestar por la excesiva ingesta y el
empacho. Ya era rico y tenía dinero, pero su cerebro recordaba la
escasez y le empujaba, con la fuerza que un ariete rompe una puerta, a
comer más y más regaliz.
El dinero se roba porque con ello el niño también trata de compensar la
carencia, sobre todo la afectiva, pues imprime sensación de valor a la
persona y ésta se reviste de la omnipotencia que socialmente otorga el
dinero (no olvidemos que en la sociedad es un Dios), de un traje que le
hace sentir alguien importante porque, en el fondo, se siente devaluado
(fue abandonado) El dinero ejerce un fuerte influjo, una alta excitación,
lo cual hace que el acto de robar sea incontenible para el niño. Pero hay
que verlo siempre como una difunción si queremos ayudar al menor a
superarlo.

Cuanto más pequeño es el niño, y más daño psicológico presenta, más


tenemos que pensar que el robo tiene un significado de compensación
de las carencias vividas. Todavía no tiene un componente antisocial
claramente definido, aunque lo puede llegar a tener con el tiempo.
Tenemos que comprender esta conducta como un deseo inconsciente
del niño de rodearse de objetos o cosas que le hagan sentirse con valor
(todo niño abandonado se siente devaluado y degradado) También hay
que saber que estos menores no han desarrollado la capacidad de
distinguir entre fantasía y realidad. No son conscientes de su propio rol
en lo que les pasa. "¿Me imagino yo que he robado o realmente lo he
hecho?"- se suelen decir al ser descubiertos. Esto puede sorprender, y
de hecho sorprende a muchos padres adoptivos y de acogida, pero suele
ocurrir en muchos casos, sobre todo en los más pequeños. En el libro de
Peter Niels Rygaard se explica cómo esto sucede en los niños que sufren
trastorno del vínculo de apego severo.

Cuando roben, hay que reaccionar con serenidad; hay mucho más que
ganar que perder con una actitud firme pero amable: mostrar empatía
haciéndoles ver que sabemos que esa conducta les ocurre porque han
sufrido mucho en la vida y ahora no saben controlarse, pero que ese
comportamiento (vamos contra la conducta, no contra la persona) no se
debe hacer. Y que nosotros le vamos a ayudar. El niño se enfadará,
rabiará, negará… y debemos manejarlo con calma. No conviene que nos
vean desbordados por su comportamiento. Nuestro mensaje tiene que
ser el que acabo de mencionar: “Puedes enfadarte si quieres, -con
firmeza y serenidad- pero vas a hacer algo para reparar el daño que tu
comportamiento ha hecho” No recomiendo los castigos (y menos
quitándole dinero de su paga) sino las acciones reparadoras que le
lleven a ser consciente de sus actos, la trascendencia que tienen y el
impacto que producen en los otros. No hay que olvidar que es posible
que no tengan interiorizadas, por su inmadurez, las relaciones de causa-
efecto.

Y hay que poner en marcha medidas que les permitan un control


externo: guardar las cosas en un lugar que no puedan entrar, no dejar
el dinero a la vista y con fácil acceso... Y hay que decirles que esto se
hace para ayudarles, hasta que desarrollen un autocontrol. “Si yo actúo
así, entonces no tienes problemas” –deben de decirle los padres. El
psicólogo que les trate debe de conocer que roba, y trabajar con el niño
explícitamente estos comportamientos, para desarrollar, a largo plazo,
autocontrol y para abordar qué le ocurre (qué piensa, siente...) cuando
comete un robo.

Si son adolescentes y el problema está más arraigado, es cuando entra


el componente antisocial. Se ha interiorizado esta conducta y es más

difícil modificarla. Sobre todo porque puede suponer


poner fin a muchos privilegios a los que accede con el dinero. En estos
casos, estos jóvenes parecen necesitar un límite externo que les ayude
a reaccionar. No obstante, hay que proceder del mismo modo que en
párrafos anteriores y trabajarlo en la terapia. Pero, insisto, el límite
externo puede ser necesario cuando el problema está muy asentado.

Robos, mentiras y fraudes.


El robo, con o sin intimidación, suele aparecer en la primera infancia, siendo una conducta más frecuente en
los niños que en las niñas. La conducta de robo, contrariamente, al vandalismo y a la agresión física, suelen
incrementarse desde su aparición en la infancia hasta la adolescencia.
Respecto a las mentiras y los fraudes, la gran mayoría de los niños mienten sin que podamos hablar de nada
“anormal”. El 7% de los niños y el 4% de las niñas mienten con bastante frecuencia. Evolutivamente, quedan
aquellos que en la literatura se les suelen llamar “mentidores crónicos”. Se sabe que éstos son más agresivos,
hiperactivos y de temperamento oposicionista. Respecto al fraude, es una alteración conductual que se suele
presentar tardíamente en la adolescencia, ya que se necesita de una cierta capacidad de planificación y de
habilidades cognitivas.

El hurto del dinero o el robo de objetos con el fin de venderlos anticipa una
seria desadaptación. Tal comportamiento aumenta el recelo de envolverse con
grupos delincuenciales y/o abuso de substancias. Parejas delincuenciales y la
inversión en la vida permeada por el abuso de drogas conduce la transición de
impulso o robo bajo presión de sus semejantes (peer-presure) a un trastorno
de personalidad. Los niños fríos y crueles quienes son explosivos, intimidantes,
manipulativos y violentos son un gran riesgo de cristalizar un trastorno de
personalidad antisocial. Ellos frecuentemente opinan de otros con desprecio o
perciben de ellos como confianza ineptos de debilidad- herramientas para ser
manipuladas u objetos para ser utilizados, el abuso y negligencia dentro de
ambientes caóticos, violentos, abusos de drogas figura predominantemente en
ese desarrollo de los niños. La valoración de la presencia de abuso físico y -o
sexual requiere la presencia de los servicios de protección al niño. Un modelo
antisocial sugiere la necesidad de un problema de tratamiento multimodal que
incluya un día de tratamiento o cuidado residencial a largo plazo.

Los niños en vías a desarrollar un trastorno de personalidad límite son caprichosos,


irritables y explosivos también como necesitando agarrarse. Para mantener un sentido de
bienestar e identidad ellos requieren un constante flujo de provisiones: atención de otra
gente, sexo, drogas, o comida. Cuando tales provisiones no están en un futuro próximo
ellos se consternan, llegando a enfurecerse o transitoriamente psicotizarse. Su
comportamiento delictivo está frecuente asociado no sólo con esfuerzos desesperados para
asegurar sus provisiones (supplies) y contar sus sentimientos inutilidad (emptiness) pero
también con dificultades para proveerse en el consumo de drogas y su dependencia sobre
otros delincuentes. Los jóvenes de boderline con una amplia vulnerabilidad genética y
trastornos del estado del ánimo, problemas de control de impulsos y /o trastornos del
aprendizaje interactúan con un amplio conjunto de problemas del desarrollo, incluyendo la
pérdida parental temprana, abuso sexual y físico, un desaliento parental de separación y
autonomía. La presencia de signo y síntomas de un trastorno del estado del ánimo
particularmente cuando se unió con una historia familiar positiva, señala la indicación para
la medicación de la esterilización del estado del ánimo. La sintomatología del boderline, sin
embargo, requiere un tratamiento multimodal que con frecuencia involucra tratamiento
residencial.

Números estudios (Kovacs et al; 1984; Puig Antich 1982) tienen documentada la
coexistencia de trastornos de la conducta y depresión. Aún cuando ellos se sienten agotados
y deprimidos con conductas disruptivas depresivas típicamente rechazan o sabotean las
ofertas de ayuda o apoyo. Estudios genéticos (Weisman et al; 1987) dejan apoyo calificado
para manejar la transmisión genética en la etiología de trastornos depresivos en niños.
Biológicamente basados en la propensión a la irritabilidad, agresión y depresión
probablemente está unida con factores psicológicos y psicosociales estableciendo la unión
entre la depresión y el trastorno de la conducta. Freud (1916-1963) describió gente
incluyendo niños quiénes se vinculan en comportamiento criminal para mitigar su sentido
de culpabilidad y confirmar su maldad. Algunos niños, dijo Freud, cometen robo o
incendios premeditados y llegan a estar quietos y contentos sólo después de estar
castigados, evocando el castigo con el robo y otros comportamientos delictivos también
garantiza una respuesta de otra manera indiferente o cansada de los que los cuidan .
Entonces el robo y otros problemas de conducta pueden estar relacionados tan poco como
mucho lo que representan una protesta en contra de la negligencia o esfuerzo en un auto
(nurturance), o una búsqueda para el castigo, o una expresión de una predisposición
biológica basada en predisposición a la depresión o al daño. Signos y síntomas de
depresión, tales como sueño y alteraciones del apetito, comportamiento deprimido o
irritable, fatiga o pérdida de energía, e ideación suicida señalan la posible indicación para
medicación antidepresiva como un elemento en un plan de tratamiento comprensivo. La
hospitalización es indicada, de hecho cuando el riesgo suicida es substancial o no puede ser
excluido.

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