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LA DEMOCRACIA EN NICARAGUA: LAS DEBILIDADES DE LA

REPRESENTACIÓN POLITICA

Abstract
This paper analyzes one aspect of Nicaraguan democracy: its system of political
representation. It begins with a brief conceptualization of a democratic political
system, understood here as an institutional system responsible for generating
aggregate binding decisions. The discussion focuses on two institutions of this
system: political parties and elections. Both ot these are important manifestations
of the current state of democracy in Nicaragua. In this study, the author seeks to
illustrated how the performance of these institutions is contributing to a
strengthening or weakening of the democratic system in Nicaragua and to identify
some of the factors that shape such trends.

1.Introducción

El presente texto no tiene como objetivo presentar análisis que acote el tema de la
democracia en Nicaragua. Mas bien se trata de un breve análisis de un aspecto de la
democracia nicaragüense, como es la representación política. Para ello se define a la
democracia como un sistema-institucional generador de decisiones colectivamente
vinculantes. De dicho sistema institucional se analizan dos instituciones: los partidos
políticos y los procesos electorales con el fin de brindar un breve perfil del estado de la
democracia en este país centroamericano. Los principal objetivo son discutir hasta que
punto cumplen la función que les corresponde en un régimen democrático, en que
medida contribuyen a su debilitamiento y señalar cuales son algunas de las condiciones
que repercuten en el actual desempeño.

2. Concepto de democracia

La idea aquí utilizada de democracia se deriva de una definición de la política “como la


esfera de las «decisiones colectivizadas» soberanas, coercitivamente sancionables e
ineludibles” (Sartori, 2005; 255). Es decir, la política genera las decisiones que afectan
la vida directa o indirectamente de todos los individuos pertenecientes a una sociedad
pese a que estos estén en acuerdo o desacuerdo. Por ello, la política repercute en la vida
de todas estas personas independientemente de su participación en los procesos de toma
de decisiones. Esta idea de “decisiones colectivas” esta implícita en la noción de
democracia. Siguiendo Noberto Bobbio se puede caracteriza a la democracia como “un
conjunto de reglas (primarias o fundamentales) que establecen quién está autorizado
para tomar las decisiones colectivas y bajo qué procedimientos” (Bobbio, 2000; 24). Así
podemos señalar que la democracia implica decisiones colectivas vinculantes para los
integrantes de una comunidad o sociedad, la cuales se adopta según un conjunto de
normas legales y sociales.

La distinción hecha entre normas legales y sociales no es fortuita y responde a un


presupuesto empírico y otro teórico. En primer lugar es importante no perder de vista
que en Nicaragua y en Latinoamérica en general se debe distinguir entre la realidad
legal, establecida en las constituciones y otras leyes y la realidad política conducida por
parámetros distintos y disociados de lo establecido en los documentos legales. Estos
parámetros generalmente no se encuentran escritos y obedecen a múltiples factores
propios del devenir histórico y social de cada país. Igualmente es tener en mente que
para entender el estado actual de la democracia en Nicaragua no basta con realizar un
análisis del marco institucional y su influencia sobre los actores políticos. Ello conduce
a no considerar que “las estructuras organizativas de la sociedad funcionan dentro de un
marco valorativo que es necesario hacer explicito para entender la naturaleza del poder
y la menara en que éste se organiza” (Pérez-Baltodano, 2003; 579).

En este sentido el análisis a continuación no considerara únicamente el funcionamiento


de las reglas del régimen político, sino también la cultura política nicaragüense. El
termino cultura política aquí usado se entiende como el “conjunto de actitudes, normas
y creencias compartidas en una determinada sociedad y que tienen como objeto
fenómenos políticos” (Montenegro, 2001; 31). Para ponerlo en términos weberianos lo
que nos interesa es el “«contenido de sentido» de una relación social” (Weber, 2002;
25). Este contenido de sentido son precisamente los componentes de la cultura política
antes enumerados. En otras palabras, queremos saber cuales son las “«máximas» que
pueden ser señaladas” y que orienta las acciones de los individuos en su actuar político.

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El sistema de normas legales de un sistema democrático se encuentra fuertemente
ligado a la institucionalidad de un sistema político, en otras palabras “a las
organizaciones, aparatos y procedimientos, destinados a la elaboración de normas y
decisiones legitimas” (PAPEP, 2007; 10). Es decir, son los procedimientos que
determina el modo en que se adoptaran las decisiones colectivamente vinculantes y a la
veces “regulan la lucha por el poder y el ejercicio del mismo” (Santiuste, 2000: 160).
De acuerdo a Robert Dahl las instituciones necesarias para una democracia son 6: “1)
cargos públicos electos, 2) elecciones libres, imparciales y frecuentes, 3) libertad de
expresión, 4) Acceso a fuentes alternativas de información, 5) Autonomía de las
asociaciones y 6) ciudadanía inclusiva” (Dahl, 1999; 100).

Todas estas instituciones se encuentran relacionadas estrechamente al ser las


condiciones fundamentales para la construcción de la legitimidad democrática mínima.
El presente análisis se ocupara con las dos primeras de ellas, que son entendidas de la
siguiente manera:
• Los cargos públicos electos implican que quienes ocupan los puestos en la
cúspide del aparato burocrático del Estado, dan las directrices político-
administrativas y formulan las leyes destinadas a regular la interacción social,
fueron elegidos por los ciudadanos.
• Las elecciones libres, imparciales y frecuentes son el principal método con el
cual los ciudadanos pueden designar quienes ocuparan los cargos públicos. Las
condiciones de ser libres, imparciales y frecuentes son esenciales para garantizar
la legitimidad democrática. Cuando se habla de libres quiere decir que los
ciudadanos pueden elegir entre varias opciones antes de designar a quien
ocupara un cargo público. La imparcialidad implica que ninguna de las opciones
políticas tiene mayor control e influencia sobre el órgano encargado de ejecutar
el proceso electoral que sus rivales. La recurrencia de las elecciones es vital para
la democracia, pues presenta la posibilidad de la alternancia política en gobierno
por medios pacíficos.

A continuación se analizara la democracia en Nicaragua a partir del funcionamiento


estas dos instituciones de Dahl y como éste se ve afectado por la cultura política
nicaragüense.

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3. La representación política: los partidos políticos

Con el concepto de “cargos públicos electos” en realidad se esta haciendo referencia al


carácter de representantes de los ciudadanos que deben tener quienes ocupan los puestos
públicos. La idea es que estos decidan por quienes los eligieron, de acuerdo a sus
principios y valores, para lograr el bienestar de toda la sociedad. No se trata de
representar interés de grupos social, de clases sociales o cualquier otro sector, sino
buscar lo mejor para todos. En este sentido se esta hablando de la representación de la
Nación y no de sus partes. Sin embargo, dado que la nación no es homogénea y no
todos los ciudadanos tienen unanimidad de criterios surgen los partidos políticos, cuyo
papel en un régimen democrático es “representar, movilizar, reclutar y seleccionar
élites, socializar y presentar opciones para los votantes, armonizar intereses, ser
vehículo de participación, proveer de políticas públicas al gobierno, asegurar la
existencia de control político y hacer operativas las instituciones del sistema
democrático” (Freidenberg, 2005; 2). A continuación veremos como la partidos
políticos nicaragüense no cumple algunas de estas tareas.

Desde la perspectiva de los ciudadanos los partidos políticos en Nicaragua son poco
representativos y no gozan de la confianza del 85% (Latinobarómetro, 2004; 44) de la
población. Para el año 2003 únicamente el 15% (ídem) de los nicaragüenses decía
confiar en los partidos y para el 2002 el 43% (PNUD, 2002; 103) no consideraba que la
política tuviera credibilidad o que la fuera a recuperar. Como plantea Luis Serra esta
crisis de legitimidad de la política y de representatividad de los partidos se basa en que
“en el imaginario social predomina una desconfianza hacia la clase política y
empresarial que se traduce en apatía y desmovilización” (2003; 10), es decir en rechazo
a la actividad política.

Las razones para explicar esta débil representación son múltiples, un primer factor es el
distanciamiento que existe entre las percepciones de la elite política y la de la
ciudadanía de la realidad del país. Así un 18.2% de los diputados nicaragüenses dice
confiar mucho en los partidos políticos y un 40.7% confía bastante. Al mismo tiempo
únicamente un 1.4% es de la opinión que existe una brecha entre los partidos políticos y
la sociedad y para un 77.3% la vinculación entre ambos es estrecha (Instituto
Interuniversitario de Iberoamerica, Online). El contraste entre las respuestas de los

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ciudadanos y los políticos muestra como las visiones de ambos son totalmente opuestas
al valorar la institucionalidad democrática. En el extremo negativo se encuentra la
valoración ciudadana y en el extremo positivo la de los políticos. Así la clase política se
encuentra disociada de las perspectivas de los ciudadanos a quienes deben representar.

Este distanciamiento a su vez es producto de las características estructurales de los


partidos políticos en Nicaragua. Por ejemplo, para el Partido Liberal Constitucionalista
(PLC) y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se puede señalar que “son
partidos políticos con alto grado de control y autonomía respecto al ambiente en el que
se encuentran. La autonomía de estas organizaciones radica en que pueden de forma
independiente generar suficientes recursos para garantizar su funcionamiento sin tener
que recurrir a organizaciones externas” (Baldizón, 2005a; 97). Esta situación es a su vez
producto del tipo de proceso de institucionalización de ambas organizaciones que
-siguiendo a Angelo Panebianco- podría ser calificado como “imperialismo larvado”
(1995; 119).

Este proceso de institucionalización de los partidos políticos “es típico de las


organizaciones con un alto grado de autonomía respecto a su entorno y que procura
ejercer un fuerte control sobre el mismo a tal grado de amoldarlo a las propias
necesidades” (Baldizón, 2005a; 89). Una expresión de este fenómeno fueron los
acuerdos políticos entre FSLN y PLC del 2000 conocidos comúnmente como “el pacto
libero sandinista”. Con ellos ambos partidos ampliaron su influencia y predominio sobre
el entorno institucional dentro del que debían actuar, al mismo tiempo obtuvieron
mayores posibilidades de controlar los resultados finales del proceso de toma de
decisiones, lo cual les permite tener una posición ventajosa en la lucha política.

Uno de los factores explicativos de este “imperialismo larvado” es el hecho que ambos
partidos han construido su fuerza política a partir de su posicionamiento en el Estado.
Es importante no olvidar que el FSLN se constituye en partido político al llegar al poder
después de la insurrección de 1979 y desde esta posición de Estado-partido construye su
aparato partidario. En cuanto al PLC este surge como el principal rival del sandinismo y
como el único partido de derecha capaz de vencer al FSLN en los comicios electorales a
partir del gobierno municipal en la alcaldía de la capital de su máximo líder el Dr.
Arnoldo Alemán.

5
La importancia del control de la alcaldía de Managua y de sus recursos para el
desarrollo del PLC lo ilustra muy bien las siguientes palabras del ex –militante de ese
partido León Nuñez en una entrevista brindada a la Revista Envío. Nuñez dice:

“El partido seguía siendo minúsculo. Eso iba a cambiar muy pronto por la viveza
de uno de sus principales representantes, el doctor Arnoldo Alemán. Alemán fue
electo concejal por la UNO en la Alcaldía de Managua. […] y, con una serie de
maniobras indecorosas, resultó electo por el Concejo Municipal de Managua
como Alcalde de Managua. Ahí empieza el liderazgo de Alemán. Y el
crecimiento del PLC.

Alemán es un político muy vivo. Y con el dinero de la Alcaldía de Managua


empezó a recorrer toda Nicaragua […]. Es públicamente conocido por todos que
él sustraía millones de la Alcaldía para sus actividades políticas.

Con el triunfo de la revolución, miles de liberales, de media para arriba, nos


fuimos al exilio. Quienes se quedaron y no murieron o no estaban en la cárcel,
vivían en “operación cusuco”, casi clandestinos. No hablaban, trataban de
sobrevivir. Pero en 1990, con el triunfo de la UNO, regresamos todos. Unas 300
mil personas volvieron a Nicaragua. En ese ambiente, llegaba él a cualquier
pueblo y no tenía que andar haciendo ningún proselitismo político. Le bastaba
llegar y preguntar: “¿Quiénes eran aquí los directivos del Partido Liberal?” Se
iban identificando: el presidente, el vocal, el activista… El Partido Liberal tenía
mucha gente. Alemán empezó a agarrar a toda esa gente para reorganizar con ella
las directivas locales y hasta las comarcales del PLC. ¿Qué hacía en esas visitas?
Grandes comilonas, guaro, chistes, grandes abrazos, dinero… Y levantaba la
bandera de que no había que tener miedo: “¡Hay que decir que somos
orgullosamente liberales!”. A los liberales aquello les entusiasmaba.

Con esa labor de hormiga, […] y con el dinero de la Alcaldía de Managua, fue
organizando un liderazgo hasta convertir al PLC en el partido más grande de
Nicaragua, el partido que lo llevó a ganar la Presidencia de la República en
1996..” (Envío, 2005; 12)

Estos antecedentes nos revelan como el dominio sobre el aparato estatal o parte de éste
les permitió constituirse al FSLN y al PLC en los partidos políticos más importantes del

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país. En este sentido ambos sea han formado y consolidado bajo la lógica del
“imperialismo larvado” a partir de su control del Estado y sus recursos.

Otra característica de los partidos políticos en Nicaragua que ha repercutido


negativamente en su capacidad de representar a los distintos sectores de la sociedad y a
la ciudadanía en general es “su vació teórico, filosófico y programático” para orientar
sus acciones políticas y la competencia con sus rivales. El resultado de esto ha sido la
imposibilidad de los partidos de plantear soluciones efectivas a los problemas
económicos, sociales y políticos del país. Como lo expresa acertadamente Andrés Pérez
Baltodano al referirse a las ofertas electorales en el 2001 del PLC y el FSLN:
“tanto sandinista como liberales articularon propuestas de gobierno carentes de
fundamentación filosófica y de valor programático y propositito. Más que
planes de gobierno para un país en crisis, las propuesta […] constituían listados
desarticulados de promesas de proyectos sociales y económicos, mezclados con
vagas declaraciones de intención para promover el progreso y establecer un
“Estado de Derecho” en Nicaragua” (2003; 714).

Sin embargo, esta debilidad no es exclusiva del PLC y el FSLN, también aplica a los
partidos disidentes de ambos, la Alianza Liberal Nicaragüense (ALN) y el Movimiento
Renovador Sandinista (MRS). Como se evidencio en la última campaña electoral donde
su principal planteamiento político fue la oposición férrea al pacto, discurso que no
pudo trascender más allá de la simple retórica. Así ambos partidos fueron incapaces de
presentarse como una alternativa político con propuesta de solución a los problemas del
país. El ALN siguió la estrategia de presentarse como el partido capaz de vencer al
FSLN apelando así al antiguo anti-sandinismo de la mayoría de los electores y el MRS
se perfilo como el único partido con la calidad moral y ética para dirigir los destinos de
la nación. Sobre éste último Pérez Baltodano escribió:
“la desnutrición ideológica y teórica del programa de la Alianza MRS fue
reconocida tácitamente por Edmundo Jarquín quien, en una entrevista a END
[El Nuevo Diario], aceptó la visión gerencial de la política que se ha
entronizado en Nicaragua: ′Los programas de gobierno se parecen todos como
una gota de agua a la otra… la diferencia está en dos cosas: primero la
credibilidad del mensajero… [y] en segudo lugar… el cómo
hacerlo...(23/0706)′ ” (2006).

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3.1. La lógica de la interacción entre los partidos políticos

En los primeros meses del actual gobierno esta debilidad programática ideológica
producto de la incapacidad teórico reflexiva de la elite política pudimos observar una
oposición limitada a reaccionar ante las medidas del gobierno. Y un gobierno sin un
rumbo fijo para dirigir al país y sin políticas publicas definidas. Esto ultimo resulta
evidente en las palabras del cooperativista rural Siforiano Caceres 1 cuando comentó la
política gubernamental para el sector rural. Caceres expresa:
“El vacío principal que sentimos es que el gobierno no tiene políticas para el
sector rural. Esto me lleva a pensar, y hasta a tener la certeza, por el nivel de
información y de conocimiento que tengo, que el FSLN no estaba preparado
para gobernar. Por eso el tan alto nivel de improvisación que vemos en el
gobierno y que, lógicamente, lo vuelve errático” (Envío, 2007).

A la vez la oposición ha sido capaz de enfrentarse al gobierno sobre la base de exigir


estas políticas públicas. Esta situación hace de la acción política y del que hacer público
una disputa centrada en la conquista del poder político y de los réditos derivados. No se
tratar de vencer al adversario en el terreno de las ideas en torno y en la brusquedad de
soluciones a los problemas del país. Un ejemplo de ello es la búsqueda desenfrenada de
los liberales tras la derrota electoral por la unidad de sus partidos, basada en el cálculo
de la unidad como única posibilidad de derrotar al FSLN. De esta manera, los partidos
políticos en Nicaragua se encuentran sumergidos en la lógica de la lucha política sin
contenido y enfocada en la obtención del poder por si mismo.

Así la situación de los partidos políticos de Nicaragua hoy en día en términos de su


representatividad y de su capacidad para enfrentar los problemas del país es muy similar
a la de los años 30 del siglo pasado. Si comparamos a los liberales y conservadores de
1936 con los partidos políticos actuales veremos que la diferencia en su forma de
enfrentarse es muy poca. Esto se presenta muy claramente en la descripción del
historiador Knut Walter de las propuestas de liberales y conservadores para resolver la
crisis electoral del mismo año:

1
Sinforiano Cáceres, es el presidente de la Federación Nacional de Cooperativas, FENACOOP,
en la cual se encuentran aglutinadas a 620 cooperativas. Dichas cooperativas estan a su vez formadas por
más de 41 mil familias campesinas.

8
“el énfasis de esta propuesta es eminentemente burocrático y clientelista,
pues ni siquiera pretende diagnosticar los problemas de país o proponer
soluciones especificas a la crisis social y económica. A juicio de sus autores,
el acuerdo entre ambos partidos dejaría satisfecho a todo mundo, como si
todos los habitantes de Nicaragua eran liberales o conservadores
incondicionales. En otras palabras, entendían la política en función de la
distribución de empleos y favores y las relaciones entre caudillos y clientelas
políticas. No se perfilaba discrepancia fundamental alguna con los liberales
en términos ideológicos, menos aun cuando se trataba de algunos principios
generales con los cuales pocos estarían en desacuerdo” (Walter, 2004; 84).

La crisis entre los poderes del Estado en Nicaragua durante el 2005 fue otra buena
muestra de cómo la lucha política se centra demasiado en ganar el poder político sin que
exista detrás una agenda política. Se trata de la misma lucha en torno al control de la
burocracia estatal y los recursos del Estado de las que nos habla Walter.

Esta debilidad ideológica y programática repercute negativamente sobre la capacidad


del Estado para responder a la demandas de la sociedad y a la vez es uno de los
principales factores de la débil institucionalidad del país. Al estar los partidos políticos
enfrascados permanentemente en ganar el poder político buscan siempre la
modificación de las condiciones institucional que regula el acceso a éste para diseñarlas
a su favor y de acuerdo a las necesidades coyunturales. Así el resto de los problemas a
los que se enfrenta el país tiene un rol secundario en el conflicto político. La
preocupación principal de los partidos políticos perennemente se centra en hacer crecer
el propio poder político y evitar el crecimiento del poder del adversario.

Esta lógica corresponde a tipo de institucionalización de los partidos de control sobre el


entorno institucional. En el caso de Nicaragua ha significado la búsqueda de la
exclusión del oponente hasta donde las condiciones fuera del control del actor lo
permiten. Sin embargo, al no desear el adversario ser excluido como respuesta, ataca el
nuevo orden institucional que le excluye o no le resulta beneficioso. De allí que el
aparato institucional siempre este sujeto a ser negociado y vetado, creándose un clima
de inestabilidad política sin fin. “El pacto libero-sandinista”, el ataque al que lo han
sometido sus adversarios, para quienes no es beneficioso y la crisis política del gobierno

9
bolaños son buenos ejemplos de esto. Como resultado se tiene “la ausencia de un orden
social estable y predecible” (Pérez-Baltodano, 1998; 10).

3.2. La representación de las minorías: mujeres, jóvenes y costa Caribe


Otra característica de los partidos políticos nicaragüense que limita su capacidad para
representar a la población es la exclusión interna a la que se encuentra sometidos tanto
las mujeres y los jóvenes. A su vez las condiciones institucionales establecidas por la
ley electoral son otro factor que disminuye la capacidad del sistema de partidos para
representar a los grupos étnicos no mestizos de Nicaragua.

3.2.1. Las mujeres


La participación de las mujeres en los partidos políticos, es poco significativa, ya que
tradicionalmente la actividad política ha estado consagrada predominantemente a los
hombres adultos. En el proceso electoral del 2006 se eligieron solamente 17 mujeres a
la asamblea nacional, lo cual contrasta notablemente con los 73 hombres juramentados
como diputados ante la Asamblea Nacional. Así actualmente en el parlamento
nicaragüense un 18.8% de representantes son mujeres y un 81.2% hombres. Según el
partido la participación femenina en el poder legislativo se distribuye de la siguiente
manera 2 del PLC, 12 del FSLN, 2 de ALN y 1 del MRS (Ortega, 2007 2005-219).

La situación a nivel local no es mucho mejor, para los comicios del año 2000 se
eligieron a 15 alcaldesas de un total de 153 municipios. Para las siguientes elecciones
municipales este número permaneció inalterado. Ello significa que únicamente el 9.8%
de los gobiernos municipales en Nicaragua están dirigidos por mujeres (Espinoza,
2007).

3.2.2. Los jóvenes


El tema de la inclusión de los jóvenes en los partidos políticos en relación a su
representatividad también es muy importante. En cifras porcentuales los jóvenes, -es
decir los menores de 25 años- en Nicaragua constituyen el 61% de la población
(Asensio, 2003; 7). A la vez las consecuencias de las decisiones que se toman hoy
afectaran principalmente a este segmento de la población. Por ambas razon, lo más
democrático seria una participación política de acuerdo a esta realidad. Analizando la
situación de los jóvenes en los partidos políticos se puede ver que este no es el caso.

1
De los cuatro partidos políticos actualmente presentes en el Poder Legislativo
Nicaragüense únicamente el FSLN posee una organización partidaria de jóvenes, la cual
esta incluida a los órganos de dirección desde el nivel municipal a nacional. En los otros
tres partidos se carece de este tipo de integración. En ALN de acuerdo a sus estatutos
existe una secretaria de juventud, la cual es parte de la Junta Directiva Nacional. En
dicha junta directiva se les otorga a los jóvenes una cuota de participación de 2
personas. En el 2007 el MRS estaba estructurando la organización juvenil, la cual según
los estatutos será representada únicamente en la Junta Directiva Nacional por su
presidente.

De manera sintética podemos caracterizar la participación de los jóvenes en los partidos


políticos nicaragüense es en su mayoría como instrumental. En el sentido que no
implica participación real en la toma de decisiones y en los casos de que la exista ésta se
da de manera tangencial. Existe una concepción de la capacidad de los jóvenes para
actuar en política que menos precia el valor de sus aportes. Se piensa que estos se
encuentran en una fase de aprendizaje del quehacer político y de preparación para
asumir un papel protagónico en el futuro como relevo generacional. Sin embargo, este
futuro no se delimita temporalmente y así queda abierto, lo cual pospone
recurrentemente la inclusión del joven.

3.2.3. Las minorías étnicas de la costa Caribe nicaragüense


En Nicaragua existen 6 grupos étnicos, los mestizos, los pueblos indígenas del pacifico
y centro, Creoles, Miskitus, Ramas, Mayagnas, con importantes diferencias culturales y
lingüísticas. Estas poblaciones con identidades étnicas diferenciadas habitan
predominantemente en las Regiones Autónomas Atlántico Norte y Sur (RAAN y
RAAS). De total de los 5,142,098.00 nicaragüenses el 8.6% “se auto-identifica como
perteneciente a un determinado pueblo indígena o comunidad étnica” (INEC, 2006, 40).
Como se ve en comparación a la población mestiza las comunidades indígenas y los
otros grupos étnicos son muy pequeños. Esto –entre otros factores – ha contribuido al
histórico estado de aislamiento del resto del país y de subdesarrollo y pobreza en el que
se encuentra las regiones en donde habitan en su mayoría. Hasta la fecha el mayor éxito
político que han logrado los pueblos del Caribe Nicaragüense es el Estatuto de
Autonomía que les reconoce importantes derechos culturales, y sobre su territorio.

1
Sin embargo, en términos políticos su capacidad de incidencia es muy limitada, ya que
no existen las condiciones para que sus partidos políticos puedan tener una buena
representación parlamentaria. La Ley Electoral no les posibilita a los partidos regionales
(YATAMA y PAMUC) postular de manera autónoma candidatos a la Asamblea
Nacional. Por ello deben de entrar en alianza con los partidos de la costa pacifico para
poder ganar escaños en el poder legislativo, de lo contrario simplemente se encuentran
excluidos. De esta manera los partidos políticos de las regiones autónomas del Caribe
nicaragüense se encuentran en una posición que limita su independencia política y la
lucha por sus propios intereses a nivel nacional.

4. Los procesos electorales


De las 2 instituciones de la democracia aquí analizadas en Nicaragua hasta la fecha los
procesos electorales han tenido el mejor desempeño. En la transición a la democracia
las elecciones jugaron un papel clave al presentar las condiciones para que la voluntad
de los ciudadanos determinase el rumbo del país sin la posibilidad de que esta decisión
fuese revocada por los gobernantes, esto se dio por primera vez en las elecciones de
1990. A la vez han hecho posible el cambio de gobierno por medios pacíficos, lo cual
nunca se había dado en la historia política nacional en donde la norma constante era el
cambio de gobierno por medio de las armas. De esta manera los procesos electorales
han pasado de ser un instrumento con el cual se auto-legitimaba el poder autoritario de
los gobernantes “para convertirse en el mecanismo central para la conquista y
transmisión del poder institucional” (Baldizón, 2005b; 57).

Pese a que los procesos electorales en 1984 y 1990 tuvieron un desarrollo positivo para
la democratización política de Nicaragua, durante los años noventa se dieron
importantes reformas a la ley electoral en 1996 y en 1999 que limitaron la continuidad
de este buen desempeño. Las reformas constitucionales y a la Ley Electoral de 1996
fueron en su mayoría positivas para el pluralismo político de la competencia electoral al
facilitar la inscripción y formación de nuevo partidos políticos y al mismo tiempo
hicieron el financiamiento a las organizaciones partidarias más equitativo. Además, se
estableció un sistema de asignación de asientos parlamentarios con mayor
proporcionalidad. Al mismo tiempo se introdujo la elección popular de los alcaldes y
los miembros de los consejos municipales.

1
No obstante estos cambios positivos para la democratización de la competencia política
a la vez se introdujeron aspectos negativos al politizarse la integración de las Juntas
Receptoras de Votos. A partir de estas reformas los integrantes comenzaron a ser
elegidos a partir de listas elaboradas previamente por los partidos políticos. Esto
permitió la ocurrencia de irregularidades en el proceso de votación a como sucedió en
las elecciones de 1996, seriamente cuestionadas por observadores nacionales y muchos
de los partidos participantes, poniéndose en duda la transparencia del proceso y la
legitimidad del ente encargado de la organización el Consejo Supremo Electoral (CSE).
Como resultado el reconocimiento y prestigio adquirido en comicios anteriores por el
CSE fue severamente afectado.

El “pacto libero-sandinista” fue en ciertos aspectos una reacción del FSLN ante lo
sucedido en estas elecciones, en la que salio victorioso el PLC. Para el sandinismo esta
victoria se había logrado gracias a la complicidad de la presidenta del CSE, quien en
conjunto con la dirigencia liberal había orquestado un fraude. Dado que el FSLN no
podía influenciar las decisiones del CSE fue incapaz de evitar lo sucedido. Con los
acuerdos firmados entre el PLC y el FSLN en el 2000, esto cambiaría drásticamente. En
adelante el órgano electoral pasaría a estar controlado por estos dos partidos y se
reformaría la Ley Electoral de acuerdo a los intereses de ambos partidos. Así aunque el
pueblo fuera quien escogería al futuro gobierno del país, las opciones debían quedar
limitadas a ambos partidos. Para garantizar esto las medidas implementadas más
importante fueron:
• Establecer un dirección colegia del CSE integrada por militantes los partidos
políticos mayoritarios
• anular la suscripción popular para obligar a los candidatos a pertenecer a algún
partido político
• subir el porcentaje de votos necesarios para conservar al personería jurídica
como partido político
• establecer que la distribución del financiamiento a los partidos contendientes
según el número de votos obtenidos, siendo esto favorable para los dos partidos
grandes.

1
La lógica de este diseño institucional electoral es crear una competencia política que
limite el surgimiento de tercer contendiente, cuya presencia pueda poner el peligro el
poder político del FSLN y el PLC. No obstante, se pacta para garantizar el poder
adquirido hasta el momento pero buscando la exclusión del adversario. Por ello, son
capaces de los disidentes de ambos partidos de implantarse en el escenario político, ya
que significan el debilitamiento del enemigo político. Así en las ultimas elecciones el
FSLN facilita la participación de ALN y el PLC la del MRS. De esta forma las
elecciones sirven para medir fuerzas, mejorar el posicionamiento político dentro de los
poderes del estado y como consecuencia debilitar al rival.

Si analizamos las dos ultimas elecciones presidenciales en Nicaragua de acuerdo a los


criterios establecidos en nuestra definición de la institucionalidad democrática se puede
afirmar que son libres, y frecuentes. Efectivamente desde 1984 hasta el 2006 en el país
se han celebrado periódicamente las elecciones, lo cual implica que la cláusula de
frecuente si se ha da. Igualmente estas han sido libres, en el sentido que la escogencia
de los ciudadanos no puede ser condicionada por los contendientes o el gobierno de
turno. Sin embargo, respecto a la imparcialidad ésta resulta limitada y ha sido la
principal debilidad en los últimos procesos electorales. De hecho el CSE no puede ser
considerado un órgano imparcial al estar dirigido por militantes del PLC y el FSLN. No
obstante las elecciones no pueden ser tildadas de no democráticas, ya que existe la
posibilidad para el elector de elegir entre más de un partido y para realizar esta
escogencia se presentan todas la condiciones de libertad necesaria. El problema esta en
establecer sin lugar a dudas cual fue la opción del electorado.

En los últimos comicios esta fue una pregunta cuya respuesta quedo en duda, debido a
que durante los días y meses siguientes a la fecha de votación el CSE no público el
100% de los resultados electorales, lo cual les permitió a los tres partidos de oposición
(PLC, ALN y MRS) cuestionar seriamente su desempeño como organo rector del
proceso. El retraso de la publicación final de los resultados electorales oficiales reflejó
la falta de transparencia con la que opera el CSE y dio pie a denuncias sobre
manipulación de los resultados de la elección parlamentaria.

Al valorar los procesos electorales se puede decir que en gran medida son democráticos,
aunque necesita mejorar aspectos claves como la imparcialidad del ente organizador y

1
las condiciones jurídicas que limitan la posibilidad de participara de los partidos
pequeños, pues ambos factores limitan significativamente el carácter competitivo de los
comicios. De lo contrario cada votación estará acompañada de un clima de
incertidumbre y cuestionamiento político, lo cual a su vez puede conducir a una crisis
política si se continúa deteriorando la confianza de los distintos actores políticos y de la
población en general en el CSE.

Conclusión

Como se puede ver los partidos políticos en Nicaragua como instituciones de


representación política han cumplido su papel de manera deficiente, ya que se
caracterizan por estar distanciados de la población, en lo cual ejercen una significativa
influencia dos factores: 1) sus características estructurales y 2) su debilidad ideológica y
programática. Dentro de estas características estructurales es importante mencionar que
son organizaciones con un alto grado de autonomía de a su entorno y de control sobre el
mismo. Ello se traduce en una baja capacidad de la población de influenciarlos y por
ende en un bajo grado de representatividad de los partidos políticos. Al mismo tiempo la
debilidad ideológica programática repercute de igual modo negativamente sobre la
representación política, ya que torna el quehacer político en una lucha centrada
principalmente en la lucha por la conquista y preservación del poder. Así el debate
sobre la superación efectiva de los problemas de subdesarrollo del país no ocupa el
lugar que amerita y se encuentra en un segundo plano.

Por su parte los procesos electorales han resultado al contrario más positivo para la
democracia, primer por su importancia en la transición y por ser en la actualidad el
único medio legitimo para ganar el poder político institucional. Fenómeno que en la
historia de Nicaragua es muy reciente. Sin embargo, pese a este papel fundamental para
la democratización del sistema político nicaragüense, el reciente desarrollo de los
procesos electorales ha presentado algunas deficiencias que no han permitido hacer de
las elecciones un proceso no dramático. Esto debido a que la incluso de todos los
actores políticos no esta garantizada principalmente por el carácter no neutral del órgano
recto de las elecciones.

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