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Buenas noches a todos los oyentes. Gracias por permanecer en sintonía a las cinco de la
madrugada, insomnes y condenados a oír un nuevo programa de “Enigmas insondables
de la historia del ajedrez”. Akí, en el dial de la WCXJ43, con Tom Calzone comiendo
panchitos al micrófono mientras el camión robotizado de la basura despierta a todos los
vecinos de la zona tras hacer caer un contenedor de vidrio desde cuatro metros de altura.
¡Entramos en calor, amigos!
Bien, hoy kiero hablarles de una figura singular. Un hombre callado, diminuto, de
aspecto melancólico. Es natural del Punjab, una región del actual Pakistán k pertenece a
la India Británica cuando él nace, en 1906. Su nombre es Mir Sultan Khan y desde
muy pekeño demuestra grandes dotes para el ajedrez hindú (este tipo de ajedrez se
diferencia del occidental en ciertas reglas concernientes a los peones). A mediados de
los años veinte, Sultan Khan ya es el mejor jugador del Punjab. Su fama llega entonces
a oídos del Nawab Umar Hayat Khan, kien es un fanático del ajedrez. (Nota cultural
del día: los nawabs constituían la alta nobleza musulmana de la India. Solían ser
terratenientes k nadaban en la abundancia, y algunos de ellos gobernaban también
extensos territorios). El Nawab, impresionado por el juego de Sultan Khan, decide
tomarle a su servicio con la intención de k aprenda también la versión europea del
juego. Las lecciones aprendidas en casa del Nawab dieron pronto su fruto: Sultan
Khan gana en 1928 el Campeonato de Ajedrez de la India tras ganar ocho partidas y
hacer tablas en otra. ¡Buen trabajo, Sultan!
En la primavera de 1929, el Nawab decide emprender un viaje a Londres. ¡Ah, el hechizo irresistible
de la metrópoli! Sultan Khan acompaña a su señor y, nada más llegar a Londres, el Nawab
organiza un torneo de ajedrez con la exclusiva finalidad de foguear a su pupilo. Sin embargo, el nivel
de juego en Gran Bretaña es bastante superior al de la India, sobre todo en lo k a teoría de aperturas
se refiere. Sultan Khan acusa la falta de preparación teórica y keda clasificado en último lugar,
empatado con otro zokete. Huelga decir k al Nawab no le complace la actuación de Sultan. Decide k
ese vago tiene k sudar de verdad y contrata a dos de los mejores ajedrecistas británicos, Winter y
Yates, para k entrenen a conciencia a Sultan. ¡Disciplina británica por todo lo alto!
El objetivo es disputar el Campeonato de Gran Bretaña de ajedrez, k se celebrará en el
verano de ese mismo año. No sabemos si el Nawab amenazó a Sultan con tirarlo a un
pozo lleno de serpientes en caso de k fracasara, pero el caso es k nuestro hombre se
presenta al campeonato británico y lo gana brillantemente, para pasmo de propios y
extraños, y por delante de Winter y Yates, sus ex profesores. “¿Ven cómo yo tenía
razón?”, debió de pensar el Nawab. ¡Good work, Sultan!
Harry Golombek, un ajedrecista inglés k formó parte del ekipo encargado de descifrar
los códigos de la mákina Enigma durante la Segunda Guerra Mundial, nos explica su
primer encuentro con Sultan Khan:
Torneo de Berna, 1932. Sultan Khan aparece leyendo el boletín del torneo. Max Euwe
está a su izkierda. Alekhine está cruzado de brazos y mirando a cámara, más chulo k un
ocho. A la derecha de Alekhine, el pekeño gran hombre del ajedrez checo: Salomon
Flohr.
En estos años llega a situarse entre los diez mejores ajedrecistas del mundo. Su talento
para los finales, la fase más difícil del juego, es sólo comparable al de Capablanca,
Rubinstein y Alekhine. El primero de ellos, ex campeón mundial, llega a decir k
Sultan Khan es el mayor talento natural k ha conocido (con excepción de él mismo,
claro). Pero, a pesar de todo, nada había cambiado respecto al estado de servidumbre k
le ataba a su Nawab. Reuben Fine, integrante del ekipo estadounidense k participó en
la Olimpiada de Folkestone, Gran Bretaña, 1933, ofrecería años más tarde el siguiente
testimonio:
La pregunta k se hace cualkier aficionado al ajedrez es obvia: ¿por k no volvió a jugar
Sultan Khan tras la muerte del Nawab? Una ajedrecista hindú k le conoció durante sus
años en Londres, de nombre Miss Fatima, ofreció una respuesta tan sorprendente k
todavía causa asombro. Según ella, Sultan Khan vivió el regreso definitivo a la India
como una auténtica liberación. El húmedo clima inglés provocaba en Sultan una
continua sucesión de resfriados, gripes e infecciones de garganta k le traían por la calle
de la amargura, hasta el punto de k era frecuente verle en la sala de juego con aparatosos
vendajes en el cuello. Parece ser también k Sultan padecía alguna forma de malaria
crónica k se complicaba cada vez k aparecían las molestias anteriormente citadas. Por
último, y esto es lo más sorprendente de todo, Sultan Khan se alegró también de
regresar a la India porke estaba harto de jugar al ajedrez. A él gustaba jugar para
divertirse, para pasar el rato, no para k le sometieran a la agotadora presión de obtener
buenos resultados frente a los mejores ajedrecistas del mundo. Por decirlo de otra
manera, al Nawab le encantaba exhibirlo como su caballo de carreras y pasearlo por los
torneos más fuertes del mundo, pero Sultan había acabado hasta los mismísimos
cojones de tanto derby. “Nunca más”, debió de pensar tras la muerte del Nawab. Y así
fue como Mir Sultan Khan desapareció del mapa ajedrecístico, como el discreto
marido k baja a la calle a comprar tabaco y no vuelve a poner los pies en el hogar
conyugal. ¡Bien hecho, Sultan!