Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
después
[Carlos Martínez-Cava Arenas]
INTRODUCCIÓN
Hace diez años, quizá nadie, ningún español, podía imaginar que poco tiempo después
el problema de España, la profunda pregunta sobre el ser de España, se iba a plantear
con toda su crudeza.
Estas y muchas otras preguntas nos hicieron volver a formular de nuevo aquella
lacerante pregunta: "¡Dios mío! ¿Qué es España?".
Javier Esparza escribía, hace ahora tres años, en la revista Razón Española (1), que
"nuestro problema es fundamentalmente interior: porque, hasta ahora, no se nos ha
dicho para qué estamos juntos ni qué tenemos en común. De ahí la debilidad de nuestras
estructuras sociales y culturales. Y quien crea que es posible modificar las estructuras
sociales y culturales de un país desde una simple posición política, se equivoca."
El Desastre agudiza en unos y otros la repulsa hacia el estado de cosas que lo han hecho
posible, y surge, como un torrente, un anhelo de cambio rotundo en la realidad
española. Un anhelo cuyo objetivo era dar fin a esa larga agonía, esa decadencia sentida
durante tantos años, y que, en ese momento, atenazaba a todos como un formidable
estertor de moribundo.
Podíamos hablar claramente y decir que en 1898 se produjo un colapso nacional. Decía
Toynbee (2) que el problema de los colapsos de las civilizaciones es más evidente que
el problema de su crecimiento, pero pese a esa dificultad no dudó en señalar que la
naturaleza de los colapsos de civilizaciones podía resumirse en tres puntos:
Los últimos años del siglo XIX marcan con fuego y de manera decisiva la memoria
histórica de un pueblo, el nuestro, que durante mucho tiempo había estado en
permanente conquista más allá del "Finis Terrae".
La pérdida de energías y de las últimas colonias hizo considerar, de acuerdo con las
doctrinas positivistas entonces imperantes, que la Sociedad era un ser vivo y, como tal,
susceptible de enfermar y de, hasta incluso, morir.
Esta visión de la sociedad, de acuerdo a esta concepción filosófica, vino a España traída
de manos de la clase médica, y ello canalizó de manera decisiva el que la preocupación
por la decadencia nacional de España, hubiera de tener una decisión clínica.
España, decían los positivistas, en cuanto organismo vivo, era una sociedad enferma o
degenerada; el médico positivista debía situarse con actitud científica ante el paciente y
determinar los tres momentos del análisis clínico: diagnóstico, pronóstico y terapéutica.
Es obvio decir que la aplicación correcta de la terapéutica adecuada habría de producir,
como resultado inmediato, la regeneración del país.
Desde este punto de vista, el regeneracionismo no sería sino una sucesión de recetas
médicas, lo que nos llevaría a relacionar este movimiento a la tradición española del
arbitrismo.
Laín Entralgo considera a los regeneracionistas como "la versión del arbitrismo que
corresponde a los supuestos del nacionalismo democrático" (4), a la vez que señala
como notas del regeneracionismo: la política de realidades, la fe en la revitalización de
España y la autarquía de la Nación.
Una de las figuras más representativas de este período es Joaquín Costa, al que diversos
"presuntos" historiadores de filiación marxista no dudaron en colgar el sambenito de
"prefascista".
Indudablemente Joaquín Costa pudo ser muchas cosas, aparte de un notable español,
pero no fue ni pre, ni pos-fascista, porque si bien criticó el partidismo y propugnó la
figura del "Cirujano de Hierro" (en un presidencialismo que recordaba al ejercido por
Bismarck en Alemania), siempre defendió la separación entre Gobierno y Parlamento.
La fórmula de Costa era novedosa. El mismo la definía con las siguientes palabras: "Yo
conservo un Parlamento independiente del supuesto Dictador; instauro al lado de él un
Poder Judicial más independiente que el que así se llama ahora, que no es independiente
ni es poder; acentúo la personalidad del Municipio, declarándole soberano para todo lo
suyo."
Pero es en lo Social donde Costa realiza sus declaraciones de principios más "Ibéricas",
pues ni Marx, que poco debía conocer de gastronomía española, dijo aquello de que:
"La libertad sin garbanzos no es libertad", y "el que tiene la llave del estómago, tiene la
llave de la conciencia".
El nombre de "generación del 98" es una etiqueta aceptada por el uso literario para
designar el grupo de autores que sufrieron un fuerte impacto histórico y psicológico
como consecuencia del llamado "desastre".
El 98 fue el movimiento que tomó el testigo abierto por los regeneracionistas, y su eje
central ideológico fue el problema nacional y sus juicios sobre España y lo español. Esa
búsqueda la realizan desde la rebeldía, con un inconformismo de base que parte tras las
raíces de la Patria, afanándose en encontrarlas en sus continuos viajes por las tierras, los
pueblos, las ciudades y sus viejos monumentos.
Todos muestran un entrañable amor a España, pero, por lo menos al principio, nadie
acepta su tradición, lo que les lleva a buscar una imagen de España distinta de la
consagrada por los tópicos. La auténtica alma de España no es, según ellos, la que se
manifestó en las grandes gestas o en los ideales de la época de los Austrias.
La Generación del 98, a través del estudio del paisaje, de la literatura y de la historia de
España, llega a un nuevo concepto del alma y de la vida patria. Y consideran esto como
un mero punto de partida. Lo importante, el destino, era lograr una fórmula que les diera
un sentido de la vida, en su acepción más universal. Así lo afirmaba Unamuno:
"Lo que el pueblo español necesita es … tener un sentimiento y un ideal propios acerca
de la vida y de su valor."
Sobre el pensamiento del 98 pesa una losa de prejuicios ideológicos que han
minusvalorado, e incluso despreciado, el mensaje de todo un renacimiento del pensar
español. Con frecuencia estas críticas han venido del campo materialista, en su vertiente
marxista. El porqué es fácil; la Generación del 98 representa una clave de regeneración
nacional en sentido idealista, y con unas bases filosóficas que chocaban abiertamente
con la concepción del mundo del entonces pujante ya marxismo.
El Profesor Francisco Javier González Martín (5) ha comentado sobre esta cuestión que
en si en la Europa de entonces triunfa la materia sobre la idea, en España triunfa la idea
sobre la materia. Y que uno de los mejores exponentes de este fenómeno es el discurso
de "El Quijote" acerca del Humanismo de las Armas y de las Letras. Poesía, mística,
aventura y una concepción caballeresca, aristocrática o de hidalguía se contraponen a
La ética protestante y al espíritu del capitalismo estudiada por Max Weber.
Todas las ideas, los sentimientos de aquella generación, sin duda alumbraron a muchos
españoles de entonces, y a su luz e influencia se intentaron, con fracasos, en algunos
casos sonados, diversas soluciones políticas.
Estoy pensando, con ello, en el período del General Primo de Rivera, (que, por cierto,
contó con la colaboración entusiasta de la U.G.T.), en el sueño republicano de 1931, y
en aquél novedoso intento poético y apasionante de la primera Falange del 33.
MITOLOGÍA DEL 98
— Azorín: Levante
— Machado: Sevilla
— Baroja: Guipúzcoa
— Valle-Inclán: Galicia
— Menéndez Pidal: La Coruña
El Héroe castellano, lo sitúa en el Cid Campeador, a quien adscriben los valores de una
ética personal e Ibérica: Valentía, Lealtad, Honradez, Entereza, Piedad, Arrogancia,
etc.
Menéndez Pidal logró restaurar la figura del Cid como símbolo de Castilla, primero, y
como expresión de la unidad Nacional, después.
Para Ganivet, D. Quijote es el Ulises español, un ser que idealiza cuanto toca y en quien
aparece personificado el individualismo español.
En todos estos autores latía un profundo españolismo, nacido desde la periferia, como
nunca desde entonces se ha vuelto a sentir en toda una generación de intelectuales. Un
españolismo que llevaba a Pío Baroja a expresar esta confesión, tan simple pero tan
anhelada hoy en muchos momentos:
Ese empeño es de gran importancia en quien desee, hoy, plantar cara al Nuevo Orden
Mundial de Clinton y el etílico Yeltsin. Sólo se producirá una fractura en el corsé
financiero e ideológico que nos han impuesto si comenzamos a tomar conciencia de qué
somos, quiénes hemos sido, y nos proyectamos hacia lo que queremos ser. Y en ese
combate es fundamental que exista lo que Mircea Eliade llamaba mito fundacional, una
estructura, una figura poético-histórico-religiosa que cumpla esa función antigua y
tradicional de "re-ligare", de unión en lo horizontal y vertical y que vertebre todo un
proyecto colectivo.
LA INFLUENCIA DE NIETZSCHE
Dentro del pensamiento y mitología de la Generación del 98 existe una Figura cuya
importancia e influencia ha sido de notabilísima importancia, pues introdujo su savia en
todas las plumas. Hablamos de Federico Nietzsche.
Esa corrupción administrativa que parece perseguir la historia de España fue muy
acentuada en los finales del pasado siglo; ello produjo en la Generación del 98 un
inequívoco desdén hacia la clase política que Azorín, en "La Voluntad", expuso
brillantemente:
"No hay cosa más abyecta que un político: un político es un hombre que se mueve
mecánicamente, que pronuncia inconscientemente discursos, que hace promesas sin
saber que las hace, que estrecha manos a personas a quienes no conoce, que sonríe
siempre con una estúpida sonrisa automática…"
Este desdén por la Política, que con frecuencia se extendía al mismo sistema
democrático, es en realidad un rechazo al ambiente de ramplonería y penuria espiritual
que ven a su alrededor, traducido frecuentemente en un "cambio de valores" que nos
recuerda el postulado nietzscheano de la "transmutación de los valores."
Nietzsche es, con su filosofía, la más profunda inspiración de la Generación del 98. De
él heredaron algunos de los temas que van a constituir referencias constantes y
reiteradas de su producción literaria:
— El Eterno Retorno.
— Su Moral de la Fuerza.
Pero será en Pío Baroja donde el pensamiento y la concepción del mundo del pensador
alemán arraigue con más fuerza. En 1901 le conoció personalmente, y de sus
conversaciones con él, en el Monasterio de El Paular, surgió la novela "Camino de
perfección".
De la obra de Baroja surge un torrente de Fuerza y de Vida que exalta el ánimo del
lector que queda inmerso en la luz nórdica que emanan sus pensamientos:
"En el fondo no hay más que un remedio, y un remedio individual: la acción. La acción
es todo, la vida, el placer.
"Este brío español que en sus dos impulsos, espiritual y material, dio nuestro país a la
Iglesia —institución no sólo extraña, sino contraria a nosotros—, debía intentar España
hoy en beneficio de sí misma. La obra de España debería ser el organizar el
individualismo extrarreligioso.
Somos individualistas; por eso, más que una organización democrática, federalista,
necesitamos una disciplina férrea de militares.
Planteada esa disciplina, debíamos propagarla por los países afines, sobre todo por
Africa. La democracia, la República, el Socialismo, en el fondo no tienen raíz en nuestra
tierra. Familias, pueblos, clases se pueden reunir con un pacto; hombres aislados, como
somos nosotros, no se reúnen más que por la disciplina.
Hay que atraer el rayo, si el rayo purifica; hay que atraer la guerra, el peligro, la acción,
y llevarlos a la cultura y a la vida moderna."
"La moralidad no es más que la máscara con que se disfraza la debilidad de los
instintos. Hombres y pueblos son inmorales cuando son fuertes."
Otro autor del 98 marcadamente influido por el pensador alemán es Azorín, que desde
posturas anarco-libertarias abogó por la desaparición del capitalismo. De ahí
evolucionaría a un individualismo favorable a las soluciones políticas de fortaleza
histórica.
Otro español del 98 profundamente influido por Nietzsche es Ramiro de Maeztu. Pero,
en general, en todos ellos, hay que señalar la significativa evolución que
experimentaron sus pensamientos políticos. La mayoría apuestan de inicio, por el
socialismo o por el anarquismo, en su peculiar versión ibérica. Y van evolucionando
hacia caminos de fuerte individualismo, aumentando su Fe en soluciones enérgicas,
pero sin olvidarse, en ningún momento, de la preocupación social.
Yo soy de la opinión, de que nuestra Generación del 98 fue una avanzada en el tiempo a
lo que en la Europa de entreguerras, de los años 20, significaron las conocidas
"Revoluciones Conservadoras", en sus manifestaciones culturales, y de las cuales la
Alemana tiene mayor significación europea por la profundidad de su significado y
proyección histórica.
Del mismo modo que dentro de ambas corrientes no existió la homogeneidad, al existir
diversas tendencias, la comparación entre ambas tampoco es unívoca, pero sí permite
establecer puntos de conexión en común que las une para el proyecto colectivo de la
resurrección de Europa como potencia.
Puntos de Unión:
¿QUÉ NOS QUEDA DEL 98? ¿PARA QUÉ NOS SIRVE HOY EL 98?
Muchos han sido los que, con mayor autoridad intelectual que yo, han contado en lo
literario y en lo filosófico lo que fue la Generación del 98 en España. No tratemos, pues,
de mimetizar discursos ni de dar lecciones de historia, ya que no era ésa mi intención
cuando hoy me he sentado a hablaros.
Sí puede ser interesante reflexionar sobre la herencia de esa forma de pensar la vida y de
pensar a España, y si todo ello nos puede servir para mejorar nuestra existencia ahora y
en los años venideros.
No cabe duda que muchos de los rasgos estéticos, de las afirmaciones de los autores del
98 nos suenan ya con otra música, con un ritmo que ya no es de ahora. Pero, hay que
contestar con una afirmación cuando sentimos esa nueva forma de encarar la Vida que
Baroja, Azorín, Maeztu o Unamuno nos propusieron.
Todos sabemos ya que el Mundo no se divide en dos polos irreconciliables, y que, tras
1989, un Nuevo Orden se ha ido imponiendo a lo que hubiera sido la organización de la
diversidad en otras circunstancias.
Urge, por tanto, reflexionar sobre qué nos pasa, por qué nos pasa, y cómo podríamos
evitar lo que nos pasa. En ello, el pensamiento del 98 es un acicate, un ejemplo de
análisis de la realidad desde una posición de beligerancia espiritual.
Porque hoy, lejos de haber llegado al tan discutido "Fin de la Historia", las sociedades
occidentales contemplan el enfrentamiento de concepciones del mundo muy diversas en
relación con los problemas sociales y políticos de nuestro tiempo; la polémica afecta a
los fundamentos jurídicos y filosóficos de ideales tales como la libertad, la justicia y la
igualdad.
Desde hace algunos años se discute, en distintos foros, sobre los límites del
individualismo frente a los derechos de la comunidad popular. Ha surgido desde la
misma entraña del Liberalismo Mundialista, en EE.UU. una polémica de honda
trascendencia entre liberales clásicos y comunitaristas. Estos últimos defienden la
primacía de la comunidad frente a los exacerbados derechos del individuo como sujeto
de derecho. Derechos que han llevado a primar sobre identidades colectivas y garantías
de supervivencia de culturas autóctonas.
Este discurso que en Occidente parece novedoso, por su compleja formulación jurídica,
no lo es tanto en el campo filosófico, pues viene a ofrecer un rostro posmoderno de la
antigua polémica entre nominalistas y universalistas. Polémica que tiempo después
Nietzsche convirtió en el alumbramiento de una nueva visión aristocrática de la
existencia, en detrimento de aquéllas que, bajo la excusa de ser "morales", arrasan con
la diferencia.
Nuestros pensadores del 98 son la toma de conciencia de una España decadente e injusta
y la propuesta de un futuro mejor. Fueron dignos herederos y continuadores de la
tradición regeneradora que Costa inició. Esta corriente regeneradora ha aparecido y se
ha ocultado en España, como el Guadiana.
Hace cien años se planteó una grave crisis en España: la de la idea misma de su
supervivencia. Hoy, en 1996, cercano ya ese aniversario, nuestro sistema de
convivencia respira enfermo porque España está dejando de ser la Patria que hemos
conocido. Ello nos obliga a una tarea de enorme trabajo para saber qué España vamos a
transmitir a nuestros hijos. Para Joaquín Costa, el problema de España era un problema
de educación:
"Un artículo de la Constitución declara que todo español está obligado a defender la
patria con las armas en la mano, y lo que ahora hay que decir es que todo español está
obligado a servir y defender la patria con los libros en la mano…España tiene que
encerrarse en la escuela y en la Universidad como en un nuevo claustro materno… y
no salir hasta que se haya dado una cabeza nueva."
Sabemos que nuestro trabajo es más difícil y menos lucido que el del mitinero de turno
o el poltronero de ocasión, pero en el Proyecto Aurora nos sentimos ilusionados porque
es una tarea, una Empresa, una idea, a la que merece la pena consagrar la existencia.
(1) José Javier Esparza Torres, "De la España del 78 a la del 98", Razón Española, 61,
IX-1993.
(4) Pedro Laín Entralgo, "España como problema", Madrid, 1956, p. 110.
[Conferencia]