Sie sind auf Seite 1von 23

EPISTEMOLOGIA (Popper, Kuhn)

INTRODUCCIÓN: PERSPECTIVAS EN EPISTEMOLOGÍA DE LA PSICOLOGÍA


Textos de Guillermo Macbeth, Nuria Cortada de Kohan, Eugenia Razumiejczyk.

Investigar es teorizar (Díez & Moulines, 1997). Los científicos intentan construir
explicaciones capaces de trascender los límites de lo particular y concreto que caracteriza la
experiencia. En este sentido, ensayan un acceso justificable a un conocimiento general que
pueda aplicarse a situaciones particulares. No obstante, este movimiento del pensamiento
humano por diferentes niveles de generalidad que caracteriza a la investigación científica
establece una problemática, que es la que impone la distancia entre lo general y lo
particular, entre lo teórico y lo empírico. La epistemología se ha constituido como el campo
específico para la discusión de tal problemática. La tarea propia de la epistemología es el
estudio del conocimiento científico, del descubrimiento y de la justificación de sus teorías
(Bunge, 1980). La epistemología se compone de un conjunto de disciplinas que estudian el
problema del conocimiento científico desde múltiples perspectivas. El propósito de este
trabajo es revisar los aportes epistemológicos en lo referente a la evolución de la ciencia, en
general, y de la psicología (Hunt, 2005; Lovett, 2006), en particular.

Inducción y deducción en ciencia (Popper)


Hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX se consideraba que las teorías
científicas podían construirse de dos maneras: una inductiva y otra deductiva. Inducción y
deducción son términos que se refieren al movimiento del pensamiento, a su
desplazamiento por diferentes niveles de abstracción, es decir, de acercamiento y
alejamiento de lo empírico. Las inferencias inductivas parten de altos niveles de concreción
y, en su movimiento, se van haciendo más abstractas alejándose, por lo tanto, de las
restricciones espaciales y temporales que impone la experiencia. Por el contrario, una
inferencia es deductiva cuando se mueve de niveles más abstractos a niveles más concretos,
a sectores de representación más próximos a la experiencia. Destacadas figuras de autoridad
como Hans Reichenbach (1935, 1938) postulaban a la inducción como el método adecuado
para la construcción de teorías científicas. La ciencia comenzaría con la observación, de
modo que el observador científico registraría de modo fidedigno lo que ve u oye, sin ningún
tipo de prejuicios. Según esta visión de la ciencia, los investigadores deben hacer
generalizaciones a partir de la observación de casos particulares. Ésta es la postura general
de lo que, en filosofía de la ciencia, se conoce como empirismo lógico o positivismo lógico
(Popper, 1977). Popper (1934, 1959), por su parte, sostiene que el procedimiento inductivo
es erróneo. No pueden construirse teorías científicas por la generalización de observaciones
dado que no se conoce el universo de observaciones posibles. Afirma Popper con
insistencia que no importa cuántos casos se conozcan, siempre puede ocurrir que alguno de
los no conocidos sea contrario a los observados y, así, se invalide la generalización (Popper,
1959, 1963, 1972). Este autor sostiene la existencia de una asimetría entre verificación y
falsación, de modo que no importa cuántas observaciones se obtengan, la verificación es
distinta de la verdad, mientras que una falsación es igual a la falsedad. Un ejemplo
psicológico del método inductivo es la construcción de las teorías del criminólogo
Lombroso (1876). Afirmaba este estudioso que los delincuentes podían identificarse a partir
de ciertas deformidades de la cabeza y, en especial, de la cara. Llegó este autor a formular
una teoría a partir de la repetición de observaciones en las que la delincuencia se asocia a
determinadas anormalidades biológicas. Resultan ilustrativas las justificaciones que debió
sostener Lombroso para explicar los casos en que las mismas anormalidades se observaban
tanto en locos, como en genios.
Una de las críticas fundamentales al inductivismo ha sido su falta de un criterio de
falsabilidad. No obstante, el criterio de falsabilidad no es exclusivo de la postura hipotético-
deductiva. A pesar de que el inductivismo fue criticado en este sentido, López Alonso
(1984, 1992) destacó la existencia de un procedimiento inductivo-estadístico de
refutabilidad en la decisión de hipótesis científicas, que fuera sustentado por el criterio de
Neyman-Pearson.

El problema de la demarcación (Popper)


El problema de la demarcación fue introducido en epistemología por Karl R. Popper (1934,
1959). La discriminación entre ciencia y no ciencia solo puede darse a partir de una
razonable justificación de los criterios ideales de demarcación entre una y otra. Así, los
conocimientos científicos pueden identificarse por su falsabilidad, es decir, por su condición
de ser falsables, por sostener proposiciones que pueden resultar erróneas al ser puestas a
prueba en estudios empíricos (Popper, 1945). De este modo, el criterio exige que las teorías
científicas incluyan siempre una exposición al error, condición sin la cual quedan excluidas
de la ciencia. Si ningún hecho es capaz de contradecir una teoría, entonces se trata, en ese
caso, más de una ideología que de una explicación científica.
Las teorías científicas son siempre provisoras, de modo que se encuentran expuestas a ser
reemplazadas por nuevas teorías que expliquen hechos que ellas no pueden explicar. El
conocimiento científico es, de este modo, falible y abierto, en movimiento permanente. La
falsabilidad obligatoria de las proposiciones científicas implica que la ciencia empírica es
siempre conjetural o aproximada, nunca verificada definitivamente. El crecimiento del
conocimiento científico está dado por una sucesión permanente y compleja de conjeturas y
refutaciones (Popper, 1963). Si bien se postula la imposibilidad de acceder a un
conocimiento absolutamente cierto y seguro, se establece, a su vez, la posibilidad de
crecimiento y mejora del acceso humano al conocimiento de la realidad.

La psicología cognitiva (en relación con la investigación popperiana).


La investigación en psicología cognitiva es predominantemente hipotético-deductiva
(Lovett, 2006). Sus teorías y explicaciones son consideradas provisorias, falibles y
aproximativas (Henriques, 2003). Sus estudios empíricos se conducen en conformidad con
la lógica de la investigación popperiana. La lógica de sus diseños experimentales intenta
siempre ofrecer evidencia controlada que apoye la falsedad de la hipótesis nula (Nickerson,
2000), es decir, de la negación de la hipótesis inicial cuya veracidad el investigador está
intentando estimar. Sus progresos no consisten en verificar hipótesis (que son derivados
inferenciales deductivos de teorías) sino en la identificación y el refinamiento de
explicaciones posibles capaces de modelar los procesos cognitivos. La investigación
cognitiva se concreta en el rechazo o no rechazo de la hipótesis nula en estudios
experimentales. De ser rechazada, se considera que la conjetura sigue vigente; en caso
contrario, la hipótesis inicial es errónea y deben ensayarse otras explicaciones. Por lo tanto,
como la hipótesis inicial nunca puede ser definitivamente verificada, lo único que puede
hacer el investigador cognitivo es demostrar que la conjetura contraria a la suya es falsa.

El método hipotético-deductivo (Popper)


El método hipotético-deductivo es, pues, un procedimiento general de investigación que le
concede gran importancia a la teoría, como el método deductivo, pero que a la vez exige la
participación crítica de los estudios empíricos, como la contrastación experimental de las
consecuencias observacionales que se deducen de sus hipótesis (Haig, 2005). Esta
contrastación no tiene el mismo sentido que la verificación de la hipótesis en el método
inductivo. Popper insiste en el carácter crítico de esta visión a la que denomina racionalismo
crítico (Popper, 1959; Schuster, 2004). Si bien Popper sostiene su epistemología en
rigurosos estudios lógicos e históricos de la ciencia, señalan sus discípulos que no le ha
concedido a las cuestiones históricas y sociológicas el lugar preponderante que merecen.
Uno de sus discípulos, Thomas Kuhn, se interesó por el problema del progreso de la ciencia
y elaboró una teoría de las revoluciones científicas que ha tenido gran influencia en las
ciencias sociales, en general, y en la psicología, en particular. Las revoluciones científicas
Este autor (Kuhn, 1962) señala que el estudio de las revoluciones científicas lo impulsó a
una nueva concepción del desarrollo científico. Introdujo la noción de paradigma que
definió como un modelo de ciencia que plantea problemas y formas de resolución de los
mismos. Éstos surgen siempre dentro de una comunidad científica, por lo cual su
manifestación es siempre histórica (Gergen, 2001). La mayor parte de la actividad científica
está regida por los lineamientos temáticos y metodológicos que dictan los paradigmas,
sostiene Kuhn (1962). Si bien los paradigmas se van configurando mediante reglas de
diferentes niveles, no es necesario que estas reglas estén claramente definidas para que un
paradigma imponga su dominio sobre los científicos. Los paradigmas gobiernan de
cualquier manera y su desarrollo y expansión resultan por lo general tácitos. Así, la
demarcación entre lo que es ciencia y lo que no lo es viene determinada por el modelo de
ciencia que constituye el paradigma. En ese modelo se incluyen los temas que deben
investigarse y los métodos que son considerados legítimos para conducir las
investigaciones.
Uno de los factores de vigencia de los paradigmas es la conformidad de las autoridades que
componen la comunidad científica dominante en el periodo histórico, de este modo, la
epistemología de Kuhn deriva en una sociología de la ciencia más que en una filosofía o en
una normativa lógica de tipo popperiano. Sólo durante las revoluciones científicas se hace
evidente el paradigma. Las revoluciones científicas consisten en la crisis y el derrocamiento
de paradigmas que han perdido poder explicativo, con la consecuente emergencia de un
nuevo modelo de ciencia que le indique a los científicos otra vía de explicación del mismo
fenómeno estudiado, es decir, qué se debe investigar y de qué manera. Sostiene Kuhn
(1962) que los diferentes paradigmas resultan inconmensurables entre sí, es decir, que
constituyen visiones radicalmente incompatibles de la disciplina, e incluso del mundo. Por
ejemplo, una revolución como la copernicana, por la cual se abandonó el geocentrismo para
ser reemplazado por el heliocentrismo a partir de las investigaciones del astrónomo polaco
Copérnico (1473-1543), implicó una reforma radical no sólo dentro de la astronomía, sino
también en lo que respecta a la concepción general del mundo (Kuhn, 1957). Sostiene Kuhn
(1962) que este tipo de cambios de grandes alcances que afectan a los fundamentos de
nuestra representación de la realidad se pueden descubrir claramente en el estudio histórico
de cualquiera de las grandes revoluciones científicas. Señala a modo de ejemplo el
descubrimiento de los rayos X por Roentgen, el controvertido descubrimiento de la
electricidad, y sobre todo, la irrupción de la física relativista einsteiniana en el contexto de
la sólida tradición newtoniana de la física de comienzos del siglo XX (Kuhn, 1962).

Conductismo y cognitivismo [desde una perspectiva kuhniana]


El reemplazo del conductismo por el cognitivismo en psicología puede describirse desde
una perspectiva kuhniana (De Vega, 1984). La visión de la ciencia psicológica mostró en
ese momento un cambio total. Se modificaron los métodos de investigación e, incluso, se
concibió de otro modo el objeto mismo de estudio de la psicología; se abandono la
investigación del comportamiento a favor del estudio de la mente (Crowther-Heyck, 1999).
Sin embargo, otros sostienen que la psicología cognitiva no es, en realidad, una ruptura de
tipo kuhniana con la psicología conductista. Por ejemplo, en Europa, las representaciones ya
se venían estudiando desde antes de la década de 1950 sin ninguna revolución: los trabajos
de Piaget y Vigotsky son previos al cambio de paradigma en el ámbito anglosajón, donde sí
pudo observarse un episodio histórico similar a lo que Kuhn denomina revolución
científica. De este modo, la historia de la psicología no parece coincidir plenamente con la
descripción que hace Kuhn del desarrollo de las ciencias naturales, por ejemplo, la física y
la química.

Los programas de investigación científica [Continuando a Popper y Kuhn]


Imre Lakatos, otro filósofo de la ciencia, desarrolló una epistemología similar a la de Kuhn
con componentes de fuerte influencia popperiana y centrada en la noción de programa de
investigación científica. Lakatos (1978) propone un modelo que gira en torno a la noción de
programas de investigación científica que pretende explicar la evolución del conocimiento
en la historia de la ciencia. La noción de programa de investigación es heredera de la noción
kuhniana de paradigma, aunque postula diferencias radicales. Una de las discrepancias más
significativas es la posibilidad de explicar cierta continuidad compleja que suele darse entre
los paradigmas sucesivos, mientras que Kuhn considera a los paradigmas inconmensurables
cuando se registra una revolución.
Los modelos de qué y cómo debe investigarse en una disciplina en un determinado
momento histórico poseen, según Lakatos, dos niveles de organización que pueden
diferenciarse claramente. Estos niveles de los programas pueden representarse
concéntricamente, uno es central y el otro es periférico. En el centro de los programas de
investigación científica se encuentran las tesis fundamentales que convocan el esfuerzo de
los investigadores. Este nivel es jerárquico y difícil de modificar, a diferencia del nivel
periférico que funciona a modo de cinturón protector del núcleo central de los programas de
investigación. Dicho cinturón protector está compuesto por postulados metodológicos y
tesis de menor jerarquía que pueden llegar a falsarse sin obligar a desechar las tesis
nucleares. De este modo, resulta beneficioso para el desarrollo de la ciencia que el núcleo
central reciba esta salvaguarda del cinturón protector ya que son muchas las circunstancias
que pueden llevar a desechar tempranamente conjeturas centrales de valor potencial para el
futuro. Los avances significativos que se observan en la historia de las ciencias pueden
entenderse como el reemplazo de programas regresivos por programas progresivos de
investigación. Esta visión de la historia de la ciencia es más compatible con la psicología
del siglo XX que la propuesta por Kuhn. El movimiento cognitivo puede ser entendido
como un programa progresivo de investigación que vino a reemplazar al programa
regresivo del conductismo de la primera mitad del siglo XX.

Conclusiones
Con Kuhn y Lakatos la epistemología se desplazó desde un énfasis popperiano en la lógica
de la ciencia hacia la historia y la sociología de la ciencia. Con tal movimiento se
reconfiguraron las nociones fundamentales de la epistemología general y de las
epistemologías regionales (Bunge, 1980) como ocurre, por ejemplo, con la epistemología de
la psicología. Es decir, la noción misma de ciencia adquiere aspectos diversos según se la
considere desde un marco epistemológico popperiano, kuhniano o lakatosiano. Esta
situación ha sido fuertemente criticada por algunos filósofos, sobre todo por neo-positivistas
como Stove (1982, 1993), desde fuera de la epistemología, o por anarquistas como
Feyerabend (1975, 1982) desde dentro de la epistemología. Más allá de las objeciones y
contra-objeciones que constituyen el campo de investigación específico de esta disciplina
filosófica, es razonable sostener que el conocimiento científico puede ser siempre
efectivamente diferenciado de otros tipos de conocimientos (Bunge, 1969, 2003). Sin
embargo, resulta evidente que la psicología, en general, posee plena conciencia de su
fragmentación epistemológica (Ardila, 1972, 2002; Bunge & Ardila, 2002; Macbeth, 2004;
Serroni-Copello, 1989). Las cuestiones metodológicas, por ejemplo, la polémica entre lo
cuantitativo y lo cualitativo (Ardila, 2002), la histórica división acusada por Lee Cronbach
(1957) hace varias décadas entre investigadores correlacionales y experimentales (Eysenck,
1997; Stelmack, 1997) o la cada vez más consolidada perspectiva meta-analítica (Schmidt,
1992), han generado un estado creciente de fragmentación interna en la psicología (Slife &
Williams, 1997). No se trata aquí, en sentido estricto, del problema de la especialización
que habitualmente genera irremediables fragmentaciones en las ciencias empíricas más
desarrolladas. El problema en psicología es aún previo a la típica diáspora de especialistas,
y de mayor alcance. Es por ello que la crisis epistemológica de la psicología puede
entenderse mejor no sólo como una cuestión institucional, histórica o sociológica, sino
también como un problema lógico o metodológico, en el sentido de Popper (1934, 1959).
Si bien resulta deseable la superación de la fragmentación en psicología (Yanchar & Slife,
1997), su constatación no es de ninguna manera indicativa de minoría epistemológica
(Krantz, 2001). Nótese a modo de ejemplo que la física actual, modelo clásico de ciencia
avanzada, también presenta problemas de unificación. En efecto, la física está actualmente
fragmentada y en busca de una teoría unificada. La física de las grandes magnitudes es
diferente de la física de las pequeñas magnitudes y diferente, a su vez, de la física de las
magnitudes intermedias. Si bien se obtienen resultados aproximados por el empleo de
fórmulas deducidas de sistemas como el de Einstein (para las grandes magnitudes) y el de
Newton (para las magnitudes intermedias), sus postulados básicos son diferentes e
irreconciliables. Es un presupuesto newtoniano que las rectas paralelas nunca se cruzan, aún
cuando se extiendan infinitamente. Este presupuesto no se cumple en los espacios
einstenianos, donde las paralelas efectivamente se cruzan en algún punto del infinito (Nagel
& Newman, 1958). En este contexto amplio, resulta razonable señalar que la investigación
psicológica, en general, y la investigación cognitiva, en particular, poseen una identidad
claramente científica (Smedslund, 2002). Sus estudios emplean, básicamente, métodos
hipotético-deductivos que generan teorías falsables. Sus procedimientos no difieren
fundamentalmente (aunque sí en sofisticación y tecnicismo) de los empleados en las
ciencias naturales que, por lo general, se toman como modelo de ciencia, tales como la
física, la química o la biología. Sus aportes presentan todas las características que
usualmente se emplean en epistemología para categorizar a una disciplina como científica.
Señala Ardila (2002), en este contexto, que la psicología futura presentará un énfasis aún
mayor en la ciencia y una búsqueda de integración en torno a un paradigma unificador
(Yanchar & Slife, 1997), como características epistemológicas preponderantes para las
próximas décadas.
TOMAS S. KUHN

Autor: Martha Sánchez Campos

La teoría kuhniana del cambio científico ocupa un sitio estratégico en la transformación que
sufrió la filosofía de la ciencia a partir de los años sesenta. Este físico y filósofo norteamericano
introdujo en el análisis epistemológico el aporte de otras disciplinas como la historia, la
sociología y la psicología. La ciencia es presentada por Kuhn como una estructura cognoscitiva
dinámica que surge y se desarrolla dentro de un contexto histórico-social, un paradigma,
constituido por un conjunto de valores cognitivos que dependen de la comunidad científica. Esta
propuesta, casi desde su origen, se tomó como una clara confrontación a las convicciones
filosóficas del positivismo lógico y el racionalismo crítico, abriendo el debate epistemológico
que dominó la filosofía de la ciencia durante la segunda mitad del siglo XX.

El análisis metodológico kuhniano


Hasta mediados del siglo XX, la filosofía de la ciencia tenía como función central determinar
las reglas metodológicas que garantizaban la racionalidad científica. Esta perspectiva, que
guiaba todo el análisis epistemológico, era comandada por el positivismo lógico, cuyos
principios entraron en crisis en los años sesenta [Quine 1984: 49]. En estas circunstancias surgió
un grupo de filósofos que propusieron metodologías alternativas para explicar la estructura del
desarrollo científico y los cambios que se dan en él.
Dentro de este movimiento filosófico, que ha sido identificado como “nueva filosofía de la
ciencia”, se encuentra Thomas S. Kuhn, quien es uno de los más destacados defensores del
carácter revolucionario del desarrollo científico, y de la importante función que otras ciencias,
como la historia, la sociología y la psicología, cumplen en el análisis epistemológico.
Los estudios históricos de Kuhn sobre el desarrollo de la ciencia le llevaron a afirmar que el
papel de la historia en el análisis epistemológico trasciende la clásica función de fuente de
ejemplos y situaciones previamente verificadas, convirtiéndose en uno de sus aspectos
esenciales [Kuhn 1996: 1-9].
Bajo la guía de la tesis de la “nueva historiografía de la ciencia”, cuyo principal representante
es Alexander Koyré, Kuhn sostuvo que el estudio de las teorías científicas requiere una lectura
hermenéutica de los textos científicos, que permita comprenderlas dentro de la tradición en la
que fueron formuladas.
Las lecciones que aprendí leyendo Aristóteles me guiaron más tarde hacia la
lectura de científicos como Boyle y Newton, Lavoisier y Dalton o Boltzmann y
Planck. En pocas palabras, estas lecciones son dos. La primera consiste en que hay
muchas maneras de leer un texto y que las más accesibles al investigador moderno
suelen ser impropias al aplicarlas al pasado. La segunda dice que la plasticidad de
los textos no coloca en el mismo plano todas las formas de leer, pues algunas de
ellas (…) poseen una plasticidad y coherencia que falta en otras. Cuando trato de
explicarles estas lecciones a los estudiantes, les digo esta máxima: al leer las obras
de un pensador importante, busca primero los aparentes absurdos del texto y luego
pregúntate cómo pudo haberlos escrito una persona inteligente. Cuando tengas la
respuesta, prosigo, cuando estos pasajes hayan adquirido sentido encontrarás que
los pasajes primordiales, esos que ya creías haber entendido, han cambiado de
significado [Kuhn 1977: XI].
Siguiendo a Alexander Koyré, Kuhn sostenía que no es posible comprender el trabajo de
ningún científico fuera del esquema conceptual o paradigma donde se desarrolla. Pero un
estudio de este tipo requiere conocer a fondo la estructura de la comunidad científica, tarea que
supone un análisis sociológico. Estos estudios orientaron a Kuhn a descubrir la importancia del
estudio de la génesis de las teorías, propio del “contexto del descubrimiento”, para conocer su
dinámica y la del progreso de la ciencia.
La psicología también contribuyó al enriquecimiento del análisis epistemológico kuhniano.
En concreto, la teoría de Piaget se convirtió en un importante punto de referencia para el estudio
de la historia del desarrollo de los conceptos científicos dentro de las comunidades de
especialistas. Sus tesis favorecieron eficazmente el descubrimiento de la estructura evolutiva de
la ciencia, y la comprensión de la lógica del progreso de las disciplinas científicas.
Otra teoría psicológica que influyó en la epistemología de Kuhn es la psicología de
la Gestalt. Kuhn se sirvió de los cambios gestálticos explorados por la psicología perceptiva
para explicar las revoluciones científicas. Este autor encontró una importante analogía entre
ambas transformaciones y se sirvió de ella para delinear las características de los procesos
perceptivos que introducen al científico en un nuevo “mundo” después de un cambio
paradigmático [Kuhn 1996: 111-116].
Siguiendo esta metodología, Kuhn definió la ciencia como una actividad humana, un
producto social en el que interactúan factores internos y externos. Y el conocimiento como un
acto intra-paradigmático, cuyo resultado no es una representación de la realidad, sino la realidad
captada a la luz de las categorías perceptivas propias de cada tradición. Dichas categorías se
asimilan por medio de un proceso educativo, que convierte al estudiante o al científico en
miembro de una determinada comunidad de especialistas. La comunidad funciona dentro de un
esquema conceptual o marco de investigación, que no sólo condiciona la formulación de las
teorías, sino, también, la percepción de la experiencia y la clasificación de los fenómenos. Por
tanto, no hay una única forma de organizar conceptualmente los datos de experiencia, ya que
ésta siempre depende de una estructura teórica previa. Para Kuhn, ni teoría, ni experiencia, ni la
relación entre ambas puede darse al margen de un contexto histórico-social.

La naturaleza del cambio científico en The Structure of Scientific Revolutions


En The Structure of Scientific Revolutions, Kuhn esbozó –mediante la aplicación de la
hermenéutica de la “nueva historiografía de la ciencia”– una nueva imagen de la ciencia, cuya
estructura es esencialmente dinámica; de allí que el tema central de esta obra sea la naturaleza
revolucionaria del cambio científico.
Este dinamismo se expresa mediante el paso de las disciplinas científicas a través de dos de
etapas que marcan su desarrollo: un período de ciencia normal, cuya actividad se concreta en la
resolución de problemas dentro de un marco teórico determinado y, generalmente, aceptado por
la comunidad científica; y un período de ciencia extraordinaria, que se abre cuando la ciencia
normal entra en conflicto por la presencia de situaciones anómalas irreversibles. En esta etapa se
da una crisis paradigmática en la que varias teorías compiten entre sí, y sólo se cierra cuando se
logra el consenso de la comunidad en torno a un nuevo paradigma y se inicia un nuevo período
de ciencia normal.

La ciencia normal
Ninguna disciplina científica surge ya como ciencia normal, sino que debe pasar por una
etapa pre-científica. Esta fase se caracteriza por la falta de un marco teórico general, un cuerpo
doctrinal sólido y consolidado —llamado “paradigma” por Kuhn— que guíe las
investigaciones. En este período no se puede hablar de trabajo científico en sentido propio. Un
ejemplo de esta etapa se puede ver el desarrollo histórico de la óptica. Las investigaciones sobre
esta disciplina se remontan a la antigüedad y sin embargo, su estudio solo llegó a configurarse
como ciencia en el siglo XVIII.
No hubo ningún período, desde la antigüedad más remota hasta fines del siglo
XVII, en que existiera una opinión única generalmente aceptada sobre la
naturaleza de la luz. En lugar de ello había numerosas escuelas y sub-escuelas
competidoras, la mayoría de las cuales aceptaban una u otra variante de la teoría
epicúrea, aristotélica o platónica. Uno de los grupos consideraba que la luz estaba
compuesta de partículas que emanan de cuerpos materiales; para otro, era una
modificación del medio existente entre el objeto y el ojo; todavía otro explicaba la
luz en términos de una interacción entre el medio y una emanación del ojo;
además había otras combinaciones y modificaciones. Cada una de las escuelas
correspondientes tomaba fuerza de su relación con alguna metafísica particular y
todas realzaban, como observaciones paradigmáticas, el conjunto particular de
fenómenos ópticos que mejor podía explicar su propia teoría [Kuhn 1996: 12-13].
Durante el período pre-paradigmático, las teorías no son capaces, por sí solas, de dar lugar a
la formación de un paradigma; requieren la ayuda de algunos factores externos a la ciencia en
cuestión, como son: la inspiración de una corriente filosófica dominante, los descubrimientos de
otra ciencia, o alguna circunstancia personal o histórica que impulse al científico a comenzar
una investigación bien delimitada que, después de un período más o menos largo de estudio, dé
lugar a un paradigma. A estos factores se unen un conjunto de creencias metodológicas y
teóricas integradas que permitan elegir, valorar, y criticar la información que se ha ido
recogiendo a lo largo del tiempo. «Para ser aceptada como paradigma, una teoría debe parecer
mejor que sus competidoras; pero no necesita explicar, y en efecto nunca lo hace, todos los
hechos que se puedan confrontar con ella» [Kuhn 1996: 17-18].
Una vez constituido el paradigma se inicia la etapa de ciencia normal, en la que la actividad
de los científicos está dirigida a ofrecer criterios para formular y seleccionar los problemas que
deben resolverse de acuerdo con las herramientas conceptuales e instrumentales de las que se
dispone. Su finalidad, por tanto, no es resolver problemas sociales apremiantes, sino permitir el
rápido progreso de la ciencia normal. Durante este período se trabaja en aquellos terrenos en los
que se supone que ya existe una solución. De modo que el reto de los científicos es encontrar el
camino para alcanzar ese resultado.
Kuhn compara la actividad de la ciencia normal con la “resolución de puzzles”. De modo
análogo a como en un puzzle se debe utilizar todas las piezas y colocarlas en el lugar correcto
siguiendo las reglas del juego, en la ciencia normal los problemas se resuelven siguiendo las
normas definidas por el paradigma, e interpretando los datos de acuerdo a este marco teórico
[Kuhn 1996: 23-42].
La ciencia normal está orientada a ampliar el ámbito de aplicación de las teorías que se
desarrollan dentro de un paradigma, a mejorar la precisión de los resultados de los
experimentos, a conseguir un mejor ajuste entre la teoría y el experimento, a eliminar conflictos
entre las distintas teorías, y a eliminar los conflictos entre las aplicaciones dentro de una misma
teoría [Kuhn 1970, 246]. Todo esto puede llevar a pensar que la ciencia normal es una actividad
rutinaria y poco creativa, sin embargo, si bien durante la ciencia normal no hay descubrimientos
inesperados, ya que todo funciona dentro de los márgenes del paradigma, los retos que enfrenta
el científico requieren tanto de un trabajo serio y esforzado del científico, como de ingenio y
creatividad.

La crisis paradigmática
La ciencia normal es una actividad altamente acumulativa que cumple sus objetivos con
éxito, extendiendo con precisión el alcance del conocimiento científico. Sin embargo, la
actividad científica no se reduce a la ciencia normal. A lo largo de la historia, la ciencia ha
enfrentado situaciones novedosas, provocadas por el descubrimiento de fenómenos inesperados,
que llevan a los investigadores a formular nuevas teorías.
De acuerdo con la teoría kuhniana, el origen de estos descubrimientos está en la percepción
de una anomalía; es decir, de un hecho que pone en tela de juicio aspectos fundamentales de la
tradición, inaugurando una etapa de crisis que puede conducir a una revolución científica. Sin
embargo, no todas las anomalías provocan graves conflictos. La mayoría de las dificultades que
enfrentan los científicos dentro de un periodo de ciencia normal son resueltas con las
herramientas y los procesos propios del paradigma.
En el caso en que, ciertamente, se detecte una anomalía que genere una crisis, ningún
paradigma será capaz de guiar las investigaciones. En este período, los científicos dedicarán sus
esfuerzos a probar distintos métodos y elaborar nuevas teorías para dar solución a la crisis,
estableciendo un nuevo paradigma.
La teoría de Newton sobre la luz y el color tuvo su origen en el descubrimiento de
que ninguna de las teorías existentes antes del paradigma explicaban la longitud
del espectro, y la teoría de las ondas que reemplazó a la de Newton surgió del
interés cada vez mayor por los problemas en relación a los efectos de difracción y
polarización [Kuhn 1996: 67].
El cambio paradigmático está, normalmente, liderado por un grupo de científicos más
geniales, o más jóvenes y por ello menos acostumbrados a la tradición, que son los primeros en
reconocer las anomalías como tales y abrirse a la transición. Pero siempre hay un grupo de
científicos que pertenecen al paradigma en crisis que se resisten al cambio, convencidos de la
que crisis se podrá resolver sin tener que abandonar su paradigma. Esta resistencia tiene una
función importante: hace posible el progreso de la ciencia en su período normal; pero aún
siendo inevitable y legítima, llega un momento en que quien se opone a la transición queda
fuera de la ciencia.
Esta comprensión previa de las dificultades debe ser una parte importante de lo
que permitió a Lavoisier ver en experimentos tales como los de Priestley, el gas
que éste había sido incapaz de ver por sí mismo. Recíprocamente, el hecho de que
fuera necesaria la revisión de un paradigma importante para ver lo que vio
Lavoisier debe ser la razón principal por la cual Priestley, hasta el final de su larga
vida, no fue capaz de verlo [Kuhn 1996: 56].

La naturaleza de las revoluciones científicas


Kuhn compara el carácter revolucionario de la ciencia con las revoluciones políticas. Durante
las revoluciones políticas, la sociedad no reconoce ninguna estructura institucional como capaz
de poner fin al conflicto, y en estas circunstancias las mismas estructuras en competencia deben
acudir a la persuasión de las masas, e incluso a la fuerza para conseguir el dominio. De modo
análogo, la resolución del conflicto en las transiciones paradigmáticas no puede resolverse
mediante el recurso a la lógica y a la experimentación, como sostiene el positivismo lógico. Los
datos experimentales sobre los que se pone a prueba las teorías no son fijos ni neutros, dependen
del contexto teórico en que se encuentran.
Un nuevo paradigma sustituye al anterior sólo cuando hay tal compenetración entre la
comunidad científica, o al menos parte de ella, y el nuevo paradigma que los científicos ven la
naturaleza tal como él la presenta, de tal manera que una vez que la transición se ha completado,
los profesionales de esa disciplina habrán cambiado plenamente su visión del mundo. Según
Kuhn, los proponentes de dos paradigmas en competencia practican sus profesiones en mundos
diferentes, de modo que ven cosas diferentes cuando miran en la misma dirección desde el
mismo punto. Aunque el mundo como tal no haya cambiado, estos científicos, desde ese
momento, trabajan en un mundo diferente al mundo en que trabajan sus colegas que
permanecen ligados al paradigma anterior [Kuhn 1996: 111-112].
Es algo así como si la comunidad profesional fuera transportada repentinamente a
otro planeta, donde los objetos familiares se ven bajo una luz diferente y, además
se les unen otros objetos desconocidos. Por supuesto, no sucede nada de eso: no
hay trasplantación geográfica; fuera del laboratorio, la vida cotidiana continúa
como antes. Sin embargo, los cambios de paradigma hacen que los científicos
vean el mundo de manera diferente [Kuhn 1996: 111].
Si bien los nuevos paradigmas utilizan gran parte del vocabulario y de los instrumentos
conceptuales y experimentales del paradigma tradicional, durante la incorporación hay
modificaciones que impiden que los conceptos utilizados en una teoría puedan identificarse
plenamente con los conceptos utilizados por otras, y dan lugar a múltiples malentendidos. La
teoría copernicana, por ejemplo, entre otras cosas, transformó el modo de concebir la tierra, que
para los seguidores de la teoría tolemaica era esencialmente inmóvil [Kuhn 1996: 156-157].
Cada teoría tiene una estructura conceptual propia, y las diferencias entre unas y otras impiden
que teorías que se refieren a un mismo tema tengan el mismo poder expresivo; es decir que en
cada teoría se hace algunas afirmaciones sobre el mundo que no pueden formularse en la otra, lo
que hace imposible la comparación entre paradigmas sucesivos. Los paradigmas
son inconmensurables.
Estos cambios conceptuales provocados por la revolución científica no vienen solos, junto a
ellos se producen algunos cambios de tipo metodológico: transformaciones en los
procedimientos experimentales, cambios en la definición de los problemas, innovaciones
importantes en los criterios que determinan la legitimidad de las soluciones, etc. En definitiva,
cada paradigma contiene sus propias normas y definiciones [Kuhn 1996: 148-150].
La inconmensurabilidad también está vinculada a transformaciones ontológicas; después de
cada revolución cambia el modo de considerar la naturaleza y enfocar los problemas científicos
concretos. Por eso dos hombres que pertenecen a paradigmas diferentes, perciben la misma
situación de modo distinto y, aunque empleen el mismo vocabulario, usan las mismas palabras
de manera diferente [Kuhn 1996: 149-150].
Lo que anteriormente se entendía por espacio, era necesariamente plano y
homogéneo, isotrópico y no afectado por la presencia de la materia. De no ser así
la física de Newton no hubiera dado resultado. Para llevar a cabo la transición al
universo de Einstein, todo el conjunto conceptual cuyas ramificaciones son el
espacio, el tiempo, la materia, la fuerza, etc., tenían que cambiarse y establecerse
nuevamente sobre el conjunto de la naturaleza [Kuhn 1996: 149]
Esto da lugar a una ruptura de la comunicación entre los especialistas, cuya causa no es un
problema meramente lingüístico que pueda ser resuelto estipulando las definiciones de los
términos conflictivos. No existe un lenguaje neutro al que ambos grupos de especialistas puedan
acudir y que sea adecuado para enunciar las teorías y sus consecuencias empíricas; toda
observación está cargada de teoría, esto quiere decir que no hay una base semántica, incluso a
nivel sensorial, que sirva como garantía para la traducibilidad universal de las predicciones o
afirmaciones empíricas de las teorías.
En estas circunstancias, la elección entre paradigmas solo es posible mediante un proceso de
argumentación circular en el que cada grupo usa su propio paradigma para argumentar en su
defensa, no hay ninguna instancia superior que señale criterios de elección [Kuhn 1996: 93-94].
Esto no significa que la elección entre dos teorías rivales sea un proceso irracional, existe una
serie de argumentos objetivos como la precisión, la coherencia, la extensibilidad, la simplicidad,
la utilidad práctica; y otras tantas razones subjetivas como la ideología, la idiosincrasia, la
personalidad, las valoraciones estéticas que pesan positiva o negativamente en la decisión de los
científicos. Sin embargo, ninguno de estos argumentos es decisivo; sólo contribuyen a mejorar
la fiabilidad del candidato; lo que en última mueve a una comunidad científica a elegir una
teoría en lugar de otra, no es su capacidad para resolver problemas, sino su capacidad para guiar
investigaciones futuras. Por ello es necesario que en un principio haya un grupo de hombres que
se adhieran al paradigma por motivos difícilmente explicables. Con el tiempo el paradigma irá
ganando fuerza persuasiva, y así se sumarán a sus filas nuevos científicos interesados en su
exploración; entonces se incrementará el número de experimentos, instrumentos, artículos y
libros basados en el nuevo paradigma, hasta que sean muy pocos los científicos que continúen
poniendo resistencia [Kuhn 1996: 155-159].

El progreso de la ciencia
Como acabamos de explicar, Kuhn distingue dos modos mediante los que la ciencia puede
progresar. El primero corresponde al período de ciencia normal y el segundo al de la ciencia
extraordinaria.
Durante la ciencia normal la comunidad está libre de la necesidad de reexaminar
constantemente sus principios fundamentales. En estas circunstancias, sus miembros pueden
dedicar sus esfuerzos a estudiar algunos aspectos problemáticos de su disciplina, dando vigor y
eficacia a la investigación y produciendo un notable aumento de conocimientos. El progreso que
la ciencia experimenta en este período se debe, en parte, al aislamiento en que trabajan las
comunidades científicas maduras, que sin ser absoluto, es peculiar, ya que en ninguna otra
comunidad profesional el trabajo creativo de cada individuo está tan exclusivamente dirigido y
evaluado por los miembros de la propia profesión [Kuhn 1996: 163-164].
El segundo modo en que la ciencia progresa es por medio de los cambios paradigmáticos.
Después de una revolución el antiguo paradigma ha sido «reemplazado, completamente o en
parte, por otro nuevo e incompatible» [Kuhn 1996: 92]. Esta incompatibilidad incapacita la
“demostración” de la superioridad del nuevo respecto a los antiguos. Cada paradigma es fuente
de nuevos métodos, problemas y normas de resolución que la comunidad científica debe
aprobar en un momento dado.
En esta etapa el progreso no es acumulativo y se opone a un tipo de desarrollo científico que
se resuelve en la continua incorporación de unas teorías en otras, donde las teorías más
desarrolladas cubrirían más información empírica que sus antecesoras, por lo que podrían ser
deducibles a partir de otras teorías, o incorporables a las teorías posteriores. En el modelo
kuhniano, la concepción acumulativa del progreso científico sólo se puede aplicar al desarrollo
de la ciencia en su período normal, pero no se ajusta a la ciencia revolucionaria, en la que los
paradigmas son inconmensurables. Esta tesis requiere una nueva definición de progreso que se
ajuste a las características de la ciencia revolucionaria.
Tomando como modelo la teoría de la evolución de Darwin, Kuhn sostiene que el progreso
de la ciencia en su período revolucionario es «un proceso cuyas etapas sucesivas se caracterizan
por una comprensión cada vez más detallada y refinada de la naturaleza» [Kuhn 1996: 172-
173]. En él se da un aumento en la articulación de los conocimientos y la especialización, que es
fruto de un proceso de selección a través de la pugna entre paradigmas que buscan mejorar la
práctica de la ciencia futura, pero no tiene como meta alcanzar la verdad científica. Por tanto, de
acuerdo con la tesis de Kuhn, la verdad científica no es la meta que orienta el proceso de
desarrollo de la ciencia [Kuhn 1996: 170-173].
La posición de Kuhn encierra una importante crítica al cientificismo, que considera la ciencia
como el único medio para alcanzar la verdad definitiva acerca del mundo. Sin embargo, para
poder afirmar la incapacidad de la ciencia de alcanzar la verdad absoluta sobre el mundo real,
Kuhn elimina la natural aspiración de la ciencia a alcanzar un conocimiento objetivo del mundo,
sacrificando de esta manera el carácter teleológico y finalista del conocimiento científico. Bajo
esta perspectiva se niega a la investigación científica su carácter gnoseológico fuerte, y se la
deja en un nivel puramente instrumental o pragmático.

Kuhn después de La estructura


El pensamiento de Thomas Kuhn se puede dividir en dos etapas, la primera, que hemos
descrito en el apartado anterior, es la deThe Structure of Scientific Revolutions, la segunda, que
presentaremos en este apartado, es la que se abrió detrás de las múltiples críticas que levantó la
teoría kuhniana sobre el desarrollo científico presentada en La estructura. En esta segunda etapa
Kuhn orienta sus esfuerzos especulativos y clarificadores en dos direcciones: la noción de
paradigma y el problema de la inconmensurabilidad.

La evolución de la noción de paradigma


Desde su origen mismo, en The Structure of Scientific Revolutions, la noción de paradigma
no admite una definición unívoca. En una primera definición, el paradigma se presenta como un
conjunto de soluciones comúnmente aceptadas que sirven como modelo para resolver los
problemas concretos que se encuentran en manuales y libros de texto. Más adelante, siempre
en La estructura, se habla de textos paradigmáticos, que son aquellos que han desarrollado un
papel importante como guía para la ciencia. Y en un paso sucesivo aplica el término paradigma
a las teorías contenidas y desarrolladas en estos textos. Se puede decir que en esta obra, Kuhn
identifica el paradigma con un tipo de Weltanschauung, un modo de ver el mundo, un contexto
histórico-social dentro del que se articulan y determinan hechos, datos y teorías, y en el que
adquieren significado los términos allí empleados. En estas circunstancias el término paradigma
se aplica a todo aquello que está sujeto al consenso de una comunidad científica. Un paradigma
es lo que los miembros de una comunidad científica comparten; y a la inversa, la posesión de un
paradigma común es lo que constituye en comunidad científica a un grupo cualquiera de
hombres.
Esta diversidad de significados dio lugar a múltiples críticas [Masterman 1975: 129-
163, Shapere 1964: 383-394], que Kuhn contestó en diversos artículos, en los que reconoció la
ambigüedad de este término, e intentó clarificarlo [Kuhn 1979: 511, nota 4], distinguiendo en él
dos sentidos. El primero que toma el nombre de “matrices disciplinares” designa todos los
marcos conceptuales, o compromisos compartidos por la comunidad científica. El segundo
sentido, que es conocido como “problemas ejemplares” o simplemente “ejemplares”, tiene la
función de permitir la resolución exitosa de los problemas que se presentan, y es, propiamente,
un subconjunto del primero.
Con esta distinción entre matrices disciplinares y soluciones ejemplares, Kuhn pretendía
clarificar las características esenciales de la noción de paradigma, para poner en evidencia su
función en el conocimiento científico. Su intención era poder prescindir del término paradigma,
que había tomado “vida propia”, causando importantes confusiones, pero no del concepto que le
llevó a introducirlo [Kuhn 1979: 532-533].

- Las matrices disciplinares


Para explicar el significado de este término, Kuhn lo descompone: «“disciplinar” porque se
refiere a la posesión común de los practicantes de una disciplina particular; “matriz” porque está
compuesta de elementos ordenados de varios tipos, cada uno de los cuales requiere de una
especificación posterior» [Kuhn 1996: 182]. Estos elementos, en su mayor parte, son los
mismos que enThe Structure of Scientific Revolutions describen los paradigmas, las partes de
los paradigmas o las estructuras paradigmáticas. De entre ellos, Kuhn escoge tres que tienen
particular interés para la filosofía de la ciencia: las generalizaciones simbólicas, los modelos y
los ejemplares.
Las “generalizaciones simbólicas” constituyen los componentes formales o más fácilmente
formalizables de la matriz disciplinar, y se pueden encontrar en forma simbólica como f=ma, o
expresadas en palabras como: “la acción es igual a la reacción”. Su función es sintetizar las
relaciones conceptuales que se dan dentro de una teoría, ofreciendo un lenguaje común al que se
pueda aplicar fácilmente las reglas de la lógica y de la matemática con el objeto de resolver
problemas [Kuhn 1979: 515].
Los “modelos” corresponden al aspecto metafísico del paradigma y poseen una vertiente
heurística y una vertiente ontológica. Los científicos los utilizan para representar un campo de
estudio, pues, desde una y otra vertiente, proporcionan analogías y metáforas que facilitan la
explicación de los fenómenos. Por ejemplo, desde la vertiente heurística, «un circuito eléctrico
puede considerarse como un sistema hidrodinámico en estado estacionario» [Kuhn 1979: 513],
y bajo la vertiente ontológica se dice que «todos los fenómenos perceptibles se deben al
movimiento e interacción de átomos cualitativamente neutros en el vacío» [Kuhn 1979: 513].
En cierto sentido, los modelos actúan como una especie de dogmas compartidos por los
miembros de una comunidad.
El tercer componente de las matrices disciplinares, que coincide con el segundo sentido del
término paradigma, son los “ejemplares”.
En el Postscript, Kuhn habla de un cuarto elemento de las matrices disciplinares: los valores.
Su función dentro de la comunidad es unificar: es decir, contribuir a que la comunidad funcione
como un todo. Este papel es particularmente importante cuando hay que identificar situaciones
de crisis o elegir entre caminos incompatibles. Algunos valores son: la capacidad de predicción,
la concordancia entre las predicciones de la teoría y las observaciones, o los resultados de la
experimentación, la precisión, la exactitud, el alcance de la teoría, la coherencia lógica, la
simplicidad a la hora de dar cuenta de los diversos fenómenos, la capacidad para generar nuevas
soluciones, líneas de investigación, etc. Ahora bien, no todos los miembros de la comunidad
aplican del mismo modo los valores; pero esta variabilidad, lejos de ser problemática, tiene una
función esencial en la ciencia; gracias a ella, algunos científicos captan aspectos que otros no
logran percibir, lo que contribuye al progreso de la ciencia [Kuhn 1996: 184-185].

- Los paradigmas como soluciones ejemplares


Con el nombre de soluciones ejemplares se designa al conjunto de problemas modelo que los
estudiantes encuentran a lo largo de su educación científica, que le sirven de base para aprender
a aplicar la teoría a un nuevo conjunto de fenómenos naturales. De acuerdo con esta tesis, el
científico nunca aprende conceptos, leyes y teorías en abstracto, sino a través de la práctica de
resolución de problemas. Los científicos modelan la solución de cada nuevo problema sobre
otra que sus antecesores, dentro de la comunidad científica, utilizaron exitosamente [Kuhn
1979: 520-521].
Galileo descubrió que la bola que baja rodando por una pendiente adquiere
exactamente la velocidad necesaria para volver a la misma altura vertical en una
segunda pendiente de cualquier inclinación, y aprendió a ver tales situaciones
como un péndulo con un “punto-masa” en movimiento. Luego Huygens resolvió
el problema del centro de oscilación de un péndulo físico imaginando que el
cuerpo extenso de éste estaba compuesto de péndulos puntuales de Galileo, cuyos
lazos de unión podrían ser soltados instantáneamente en cualquier momento de
oscilación. Después de soltados los lazos, cada péndulo individual se movería
libremente pero su centro de gravedad colectivo, como el del péndulo de Galileo
se elevaría sólo a la altura desde la cual el centro de gravedad del péndulo extenso
hubiera empezado a descender [Kuhn 1979: 520].
Este ejercicio consiste en la percepción de semejanza entre un problema modelo y otro nuevo
y es, lógica y psicológicamente, anterior a las “reglas de correspondencia”, que según el
positivismo lógico eran indispensables para aprender la teoría y poder relacionarla con los datos
de experiencia. Los ejemplos paradigmáticos son el medio que nos permite poner en relación un
sistema conceptual complejo, es decir una teoría, con el mundo, sin necesidad de recurrir a un
lenguaje neutral de observación que especifique los significados de los conceptos básicos de la
teoría. Las aplicaciones paradigmáticas constituyen, entonces, la instancia concreta donde se
muestra la conexión entre teoría y experiencia [Kuhn 1996: 187-191].

La inconmensurabilidad
La tesis sobre la inconmensurabilidad que Kuhn presentó en La estructura fue interpretada en
el ambiente epistemológico de los años setenta como un atentado a la racionalidad de la ciencia,
y Kuhn fue acusado de subjetivismo y de propugnar la irracionalidad, lo que le impulsó a
revisar esta noción con el afán de explicar mejor su significado, y dejar claro cómo esta noción
no excluye la posibilidad de comparación entre teorías en competencia.
Para explicar esto se remitió al origen mismo del término:
“Inconmensurabilidad” es un término tomado de la matemática y ahí no tienen tal
implicación. La hipotenusa de un triángulo rectángulo isósceles es
inconmensurable con su lado, pero ambos pueden ser comparados con el grado de
precisión que se desee. Lo que hace falta no es la comparabilidad sino una unidad
de longitud en términos de la cual ambos puedan ser medidos directa y
exactamente [Kuhn 1976: 191].
A continuación restringió la aplicación de la inconmensurabilidad a las teorías propuestas por
paradigmas sucesivos, y más en concreto a sus léxicos o vocabularios, limitando el ámbito de
esta noción al terreno semántico. Bajo esta nueva perspectiva, dos teorías son inconmensurables
cuando están articuladas en lenguajes que no son completamente traducibles entre sí, ya que los
términos, al pasar de una teoría a otra, cambian de significado, impidiendo la traducción de
todos los enunciados. La inconmensurabilidad quedó, entonces, ligada al fracaso en la
traducción completa entre dos teorías, ya que «las lenguas cortan el mundo de formas distintas»
[Kuhn 2000: 92]. Con estos criterios, la inconmensurabilidad ya no significa incomparabilidad,
sino imposibilidad de traducción total.
En los años ochenta, Kuhn redefinió nuevamente su posición y comenzó a hablar de
“inconmensurabilidad local”. Esta reformulación supuso la elaboración de la llamada “teoría de
los tipos”, según la cual la aplicación de la inconmensurabilidad se limita a una clase concreta
de términos, los términos taxonómicos o términos tipo que incluyen tipos naturales, tipos de
artefactos, tipos sociales, entre otros.
En inglés esta clase [los términos tipo] comprende, en general, los términos que
usados singularmente o dentro de determinadas expresiones admiten artículo
indeterminado. Se trata particularmente de sustantivos que pueden contarse y de
aquellos que no pudiendo contarse se pueden combinar con sustantivos numerales
en frases que piden el artículo indeterminado (…) [Kuhn 2000: 92].
De acuerdo con esta nueva formulación, Kuhn sostiene que cada teoría científica tiene su
propia estructura léxica compuesta por conceptos o términos tipo, que están en función de ella.
El producto de cada revolución es una nueva estructura léxica, dentro de la que algunos
términos tipo tienen nuevos referentes que se superponen a los antiguos. Cada revolución
comporta una revisión de toda la taxonomía léxica, y puede provocar la inconmensurabilidad
entre dos comunidades científicas diferentes, pero como el cambio de significado se refiere sólo
a una clase muy restringida de términos: los términos tipo, y muchos otros conservan su propio
significado, hay un terreno común para la confrontación y para la elección racional de las
teorías [Gattei 2000: 336-337].
Esta tesis convierte la inconmensurabilidad en imposibilidad de traducción localizada,
provocada por las diferencias entre las taxonomías léxicas que impiden la comprensión entre
comunidades diversas. La causa de la inconmensurabilidad deja de ser la imposibilidad de
traducir conceptos simples, y pasa a ser la introducción de teorías con taxonomías léxicas
diferentes que llevan a los científicos a clasificar el mundo de modo diverso. Así que «dos
teorías son inconmensurables cuando sus estructuras taxonómicas no son homologables» [Pérez
Ransanz 1999: 108].
Sin embargo, la imposibilidad de ofrecer una traducción completa no provoca la total
interrupción de la comunicación entre dos comunidades lingüísticas diferentes. En los casos en
que no se puede traducir un término extranjero se puede acudir a la interpretación, que nos
permite aprender el significado de los términos en su propio contexto lingüístico sin necesidad
de recurrir a nuestro lenguaje. De este modo, la posibilidad de comunicación entre quienes
sostienen dos paradigmas diversos está garantizada, ya no por la traducción, sino por el
bilingüismo [Kuhn 2000, 93]. Por este camino, la variación del significado y la relativa
imposibilidad de traducción, ya no imposibilitan la confrontación entre teorías en competencia y
así se garantiza la elección racional entre teorías inconmensurables [Gattei 2000: 338-339].
Esta tesis kuhniana requiere comprender la teoría del significando en la que descansa. De
acuerdo con ésta, los conceptos son algo que las comunidades comparten ampliamente, y su
transmisión de una generación a otra cumple un papel clave en el proceso de acreditación de los
nuevos miembros. Este carácter social de todo concepto, como producto y herramienta de una
colectividad se manifiesta sobre todo en el primer aspecto del significado: «saber lo que
significa una palabra es saber cómo usarla para comunicarse con los demás miembros de la
comunidad lingüística, donde dicha palabra es común» [Kuhn 1990: 301]. Por otra parte, salvo
contadas excepciones, «las palabras no tienen significado individualmente, sino sólo a través de
sus asociaciones con otras palabras dentro de un campo semántico. Si cambia el uso de un
término, normalmente cambia el uso de los términos asociados a él» [Kuhn 1990: 301].
Una década después, Kuhn distingue un nuevo tipo de transición taxonómica: lo que en The
Structure of Scientific Revolutionsera una distinción entre desarrollo normal y desarrollo
revolucionario, se convierte en una distinción entre un desarrollo que requiere mutación
taxonómica local, y aquel que, por lo contrario, no lo requiere [Kuhn 2000: 97]. El resultado de
la transición revolucionaria produce una fragmentación en la comunidad, y no tan solo una
reagrupación. Esto implica que el grupo más conservador se queda trabajando en un dominio
cuya estructura es básicamente congruente con la de la taxonomía anterior; mientras el grupo
disidente adopta una nueva estructura taxonómica no homologable con la anterior, cuyo
dominio es más estrecho que el considerado hasta entonces, lo que da lugar a nuevas divisiones
en los campos de investigación existentes, es decir nuevas especialidades.
Cada especialidad genera un léxico propio y «no hay una lengua franca capaz de expresar por
completo el contenido de todas ellas, o siquiera de un par de ellas» [Kuhn 2000: 98]. A la luz de
esta perspectiva, el viejo ideal de la ciencia unificada que requería la construcción de un léxico
homogéneo, resulta ser no sólo un ideal inalcanzable, sino más bien amenazante para el
progreso del conocimiento.
Los últimos trabajos de Kuhn se centraron en los problemas ontológicos provenientes de la
noción de inconmensurabilidad. Según Kuhn, los conceptos no sólo permiten describir el
mundo sino que son constitutivos del mundo en el que viven los miembros de una comunidad
lingüística. Por tanto, cuando las estructuras taxonómicas de dos comunidades no son
homologables, cuando sus concepciones del mundo son inconmensurables, «algunas de las
clases que pueblan sus mundos son irreconciliablemente diferentes, y la diferencia ya no es más
entre descripciones sino entre las poblaciones que se describen» [Kuhn 1993: 319]. Esta
afirmación coincide con el planteamiento presentado por Kuhn en The Structure of Scientific
Revolutions, donde afirmaba que después de una revolución los investigadores que pertenecen a
diversas comunidades científicas «trabajan en mundos diferentes» [Kuhn 1996: 135].

Observaciones finales
La teoría del conocimiento en la que se apoya la propuesta epistemológica de Kuhn, como él
mismo ha admitido [Kuhn 2000: 104], encierra un paralelismo con la tesis kantiana. Así como
para Kant la experiencia verdaderamente objetiva es el producto de la incorporación de la
experiencia sensorial en la síntesis categorial, para Kuhn la experiencia es el producto de la
aplicación del paradigma, o de las categorías lexicales, que reemplazan, en cierto sentido, a los
paradigmas a partir de los años 80, sobre los estímulos que provienen del mundo, que se
identifica con el Ding an sich kantiano. Sin embargo, a diferencia de Kant, el paradigma cambia
con el tiempo y con el paso de una comunidad a otra. Pero, vale la pena aclarar que en otro
texto, Kuhn sostiene que sus categorías son mas afines al sentido de las categorías a
priori kantianas definido por Reichenbach, que a su sentido original.
Ambos significados —del a priori— hacen que el mundo en cierto sentido
dependa de la mente, pero el primero amenaza la objetividad insistiendo en la
absoluta fijeza de las categorías, mientras el segundo relativiza las categorías (y
con ellas el mundo de la experiencia) al tiempo, el lugar y la cultura [Kuhn 1993:
331].
Es innegable, por tanto, que para Kuhn, como para Kant, el conocimiento permanece en la
esfera de la subjetividad. Sin embargo, para Kuhn, esta subjetividad más que hacer referencia a
un sujeto hace referencia a una comunidad de especialistas, que está inmersa en un contexto
histórico-social.
Kuhn presenta la ciencia como una estructura cognoscitiva elaborada por una comunidad de
especialistas en la que interactúan teoría y experiencia dentro de un marco histórico-sociológico
amplio, en el que se forja la experiencia, a la vez que construye la ciencia. Pero este análisis se
queda en el plano socio-psicológico sin llegar a establecer un status ontológico, lo que da lugar
a que se la interprete como una especie de subjetivismo comunitario, que impide hablar de la
ciencia como de un modo de conocimiento objetivo.
La teoría kuhniana y en concreto su noción de inconmensurabilidad ha dado lugar a una serie
de preguntas, que han orientado el debate epistemológico contemporáneo, dando un nuevo
impulso a las discusiones sobre el realismo científico. Esta tesis no sólo ha obligado a repensar
los problemas metodológicos de contrastación y elección de teorías, sino que ha contribuido a
renovar la reflexión sobre la racionalidad científica, alimentando también otra gran línea de
cuestiones filosóficas sobre la ciencia: los problemas ontológicos y semánticos. De allí que la
inconmensurabilidad se haya convertido en la noción más controvertida y desafiante de la
filosofía de la ciencia actual.

Perfil biográfico de Thomas Samuel Kuhn


Este controvertido físico y filósofo norteamericano nació el 18 de julio de 1922 en Cincinnati
- Ohio. Sus padres, Samuel L. Kuhn y Minnette Stroock, eran judíos no practicantes que tenían
una posición económica acomodada. Desde su infancia recibió una esmerada educación en
diversas escuelas privadas, caracterizadas por sus métodos de enseñanza poco convencionales y
por sus ideas liberales y progresistas [Baltas, Gavroglu, Kindi 2000: 255-259].
En 1940 inició sus estudios de física en Harvard. En 1943 obtuvo su grado de bachelor y este
mismo año se enroló en la Fuerza Aérea, en la que colaboró como empleado civil de la Oficina
de Investigación Científica y Desarrollo. Su participación en la Segunda Guerra Mundial lo
marcó profundamente, llevándolo a decidir abandonar la Física. Sin embargo, una vez
terminada la Guerra volvió a Harvard para continuar sus estudios. En 1949 obtuvo el doctorado,
el tema de su tesis fue The Cohesive Energy of Monovalent Metals as a Function of Their
Atomic Quantum Defects.
Mientras realizaba sus estudios de post-grado, J. B. Conant, entonces rector de Harvard, lo
invitó a trabajar como su ayudante en un curso de formación científica general para no
científicos. Ese curso formaba parte de un programa de interés nacional conocido como General
Education Program, cuyo objetivo era introducir el estudio de la física y la biología en la
educación de todo universitario en los Estados Unidos. La preparación de esas clases le puso
frente al que sería el gran tema de sus posteriores investigaciones: el carácter contextual,
“paradigmático”, de la ciencia. Por esta puerta ingresó en la historia y la filosofía de la ciencia,
a las que, posteriormente, se dedicaría de lleno [Pardo 2001: 23-25].
De 1951 hasta 1956 fue profesor asistente del curso de General Education and History of
Science en la Universidad de Harvard. Esta época estuvo marcada por sus estudios
historiográficos y culminó en 1957 con la publicación de The Copernican Revolution. Ese
mismo año terminó su contrato en Harvard y se trasladó a Berkeley donde ocupó el puesto
de Assistant Professor de historia de la ciencia para los departamentos de historia y filosofía,
como parte de un proyecto experimental de enseñanza e investigación. En estos años se dedicó a
trabajar sobre el problema del descubrimiento científico.
Durante el curso 1958-1959 fue miembro del Center of Advanced Study in the Behavioral
Sciences de Stanford. En este período estudió el tema de la influencia de la sociología en el
desarrollo de la ciencia. Posteriormente regreso a Berkeley, donde escribió el borrador de The
Structure of Scientific Revolutions. Esta obra fue publicada en 1962, simultáneamente como un
fascículo de laInternational Encyclopedia of Unified Science, y como un libro editado por The
University of Chicago Press.
En 1964 se trasladó a Princeton donde estuvo afiliado al Institute for Advanced Study y ocupó
la cátedra M. Taylor Pine de historia y filosofía de la ciencia. Entre 1962 y 1965 publicó su obra
histórica más importante: Archive for the History of Quantum Phisics en colaboración con John
Helbron y Paul Forman.
En 1965 se llevó a cabo en Londres, en el Bedford College, el famoso debate con Karl
Popper, en el que Kuhn confrontó su teoría con el racionalismo crítico popperiano. A partir de
este momento, la tesis de Kuhn, que hasta entonces había sido acogida principalmente por
historiadores y científicos, se empezó a difundir enormemente en el ambiente filosófico,
llegando a colocarse en el centro mismo de las discusiones epistemológicas.
En 1970 publicó una segunda edición de The Structure of Scientific Revolutions, a la que
añadió una nueva sección que llamóPostscript. Su intención era aclarar la noción de paradigma,
que había sido duramente criticada por su ambigüedad. A pesar de todas las polémicas
levantadas en torno a la tesis de Kuhn, o posiblemente gracias a ellas, The Structure of
Scientific Revolutionstuvo un éxito insospechado. En la actualidad sus ventas han superado el
millón de copias en inglés, ha sido traducida a diecinueve lenguas y es considerado un clásico
de historia y filosofía de la ciencia.
Nueve años más tarde se trasladó al Massachusetts Institute of Technology (MIT), como
profesor de historia y filosofía de la ciencia. En este período se dedicó a estudiar la importancia
de los procesos cognitivos y lingüísticos para la epistemología, y el influjo del lenguaje en el
desarrollo de la ciencia. El objetivo último de estos trabajos de investigación era la redefinición
de la noción de inconmensurabilidad. En 1983 se le confirió la cátedra de filosofía Laurance S.
Rockefeller, que ocupó hasta 1991, cuando se retiró de la docencia académica.
En 1990, en una de las reuniones de la Philosophy of Science Asociation, anunció que llevaba
años trabajando en un libro en el que expondría el desarrollo de su pensamiento desde la
publicación de The Structure of Scientific Revolutions hasta ese momento, y que el argumento
principal de esta obra sería la inconmensurabilidad. Desafortunadamente, Kuhn no pudo
terminar este proyecto, murió de cáncer a la edad de 73 años en Cambridge, Massachusetts, el
17 de junio de 1996. Las dos terceras partes de esta obra fueron publicadas con el nombre
de The Road since the Structure por The University of Chicago Press [Gattei 2000: 347-349].

Bibliografía
KUHN, Th., The Cohesive Energy of Monovalent Metals as a Function of Their Atomic
Quantum Defects, Tesis Doctoral, Harvard, Cambridge 1949.
––, The Copernican Revolution. Planetary Astronomy in the Development of Western
Thought, Harvard University Press, Cambridge 1957.
––, The Structure of Scientific Revolutions, The University of Chicago Press, Chicago 1962¹,
1996³.
––, The Essential Tension. Selected Studies in Scientific Tradition and Change, The
University of Chicago Press, Chicago 1977.
––, The Road since Structure, The University of Chicago Press, Chicago 2000.
PARDO, C. G. (2001), La formación intelectual de Thomas S. Kuhn. Una aproximación
biográfica a la teoría del desarrollo científico, Eunsa, Pamplona.
QUINE, W.V.O. (1984), From a logical point of view, Harvard University Press, Cambridge
1953. Trad. cast. Desde un punto de vista lógico, Orbis, Barcelona.
SÁNCHEZ, M. (2003), La relación teoría-experiencia en la epistemología de Thomas S. Kuhn,
Thesis ad doctoratum in philosophia totaliter edita, Pontificia Università della
Sancta Croce, Roma.
Popper, Karl Raimund (1902-1994)

La contribución investigadora de Popper abarca asimismo el campo de las ciencias


sociales. Interesado principalmente por la economía, le ha preocupado también el problema del
método científico en este tipo de ciencias. Asiste, en 1961, al Congreso de Sociología de
Heidelberg, tomando parte en la llamada Methodenstreit, o disputa del positivismo, donde se
enfrentan las posturas mantenidas por el racionalismo crítico y la escuela de Francfort , y donde
Popper mantiene de forma consecuente su rechazo al principio de contradicción, al que recurren
los dialécticos alemanes, y defiende la existencia de un solo método científico para cualquier
clase de ciencia, incluidas las sociales. En 1974 publica Búsqueda sin término. Una
autobiografía intelectual, y en 1977, en colaboración con el fisiólogo y Premio Nobel, John
Eccles, a quien había conocido en su estancia en Nueva Zelanda, El yo y su cerebro, obra que
plantea el problema de la interacción entre el cuerpo y la mente.

Sus apéndices a La lógica de la investigación científica, que empezó a redactar desde 1975, se
convirtieron en sus últimos escritos importantes, títulados Postscriptum: Después de veinte
años, (1983), y editados (en castellano) en tres volúmenes como Realismo y el objetivo de la
ciencia, El universo abierto y Teoría cuántica y cisma en la física; en ellos reelabora teorías
fundamentales anteriormente expuestas: indeterminismo, realismo, objetivismo y teoría de la
probabilidad, entre otros.Popper ha dado a su filosofía el nombre de racionalismo crítico. que es
tanto una actitud racional general, como una filosofía de la ciencia. Esta actitud crítica, que
adopta como método, surge de lo que él llama «el problema de Kant» -en qué condiciones
podemos decir que un enunciado es científico-, o problema del criterio de demarcación entre lo
que es ciencia y lo que no lo es, que comienza a plantearse desde los años de su juventud y que
desarrolla como una teoría sobre la naturaleza de la ciencia, denominada falsacionismo.La
incomodidad que experimenta, hacia el año 1919, con relación a las teorías de Marx, Adler y
Freud, que se presentaban como científicas, le lleva a compararlas con la actitud que -según
observa- mantiene Einstein sobre sus propias teorías físicas; Einstein, lejos de desear confirmar
a toda costa sus teorías, sostiene que bastaría un sólo fracaso en una predicción para rechazarlas,
por lo que anhela someterlas a experimentación, cosa que ocurre con ocasión del experimento
de Eddington de 1919, mientras que aquellas teorías marxistas y psicológicas se consideran
inmunes a toda prueba y se consideran verificadas en todos los casos posibles. De aquí,
contraponiendo al intento de confirmar las propias teorías el intento de refutarlas, deduce su
teoría de que lo que define el carácter científico de una teoría es su contrastabilidad, y lo que
define a ésta es la refutabilidad, y que una teoría es científica y significativa sólo si es en
principio incompatible con algunos fenómenos observables (ver cita). Para establecer la
refutabilidad como criterio de demarcación, Popper tiene que criticar el criterio de demarcación
admitido por los neopositivistas del Círculo de Viena. Sostienen éstos que el criterio para
aceptar un enunciado como científico y significativo es su verificabilidad, y que todo enunciado
no verificable no es científico y que, por lo mismo, carece de significado. Popper sostiene,
frente a este criterio empirista del significado, que el problema está en decidir qué es científico y
qué no lo es, y que no debe identificarse científico con significativo, de modo que muchos
enunciados no científicos, como por ejemplo, los metafísicos o filosóficos, son enunciados
significativos, pese a no ser científicos: el criterio del carácter científico de un enunciado reside
en su refutabilidad (ver texto ), pero no el del significado. La fundamentación de la refutabilidad
como criterio lleva al desarrollo de una nueva concepción de ciencia y de teoría científica.Las
ciencias son sistemas de teorías científicas, y éstas deben concebirse como aproximaciones a la
realidad, como «redes», dice metafóricamente, que lanzamos para comprender el mundo, «para
racionalizarlo, explicarlo y dominarlo» (ver cita), y la manera de lograr que la malla de estas
redes sea cada vez más fina es procurando eliminar todas aquellas teorías e hipótesis que no
dicen nada acerca del mundo, porque son falsas. Puesto que las teorías e hipótesis son
enunciados universales, eliminaremos de la ciencia las hipótesis falsas sometiendo sus
enunciados universales a refutación. La asimetría lógica existente entre verificación y
refutación, o confirmación y desconfirmación, cuando se habla de enunciados universales,
justifica que Popper afirme que la confirmación de hipótesis es irrelevante para establecer la
verdad de una teoría, dado que un enunciado universal no es lógicamente verificable, mientras
que la refutación cobra toda la importancia, ya que basta un solo caso de refutación para
rechazar como falso un enunciado universal. Miles de pruebas que confirman que «los cisnes
son blancos» no hacen verdadero a este enunciado; en cambio, basta un solo caso de cisne negro
para rechazarlo como falso. Del mismo modo, en la metodología científica no interesa
esforzarse por la confirmación de las teorías y de las hipótesis científicas: la teoría que afirma
que las órbitas de los planetas de todo el universo son elípticas no se demuestra de una forma
concluyente aduciendo ejemplos de órbitas planetarias elípticas, mientras que un solo caso de
órbita circular refutaría la hipótesis. Vista esta asimetría, o disparidad de características respecto
de la misma cuestión, no hay razón lógica para que, en metodología científica, se esfuerce el
científico en confirmar y salvar las propias teorías; no puede demostrarse que una teoría
científica sea verdadera, pero es posible rechazarla como falsa. Lo que importa, por tanto, es
eliminar todas las teorías falsas sometiéndolas a intentos de refutación. Esto supone un cambio
de perspectiva en la teoría de la ciencia mantenida hasta entonces (ver texto ). La concepción
heredada de la ciencia, impulsada sobre todo por los patrocinadores del Círculo de Viena y el
neopositivismo en general, sostenía una concepción de la ciencia basada en el inductivismo. La
inducción importaba tanto en el contexto de descubrimiento de las hipótesis como en el
contexto de justificación de las mismas. La ciencia -se suponía- es inductiva, y las hipótesis
proceden normalmente por generalización de los casos particulares observados. Además, una
hipótesis se justifica, esto es, se razona que es verdadera, sometiéndola a la contrastación, cuyo
resultado puede ser la confirmación o la refutación. Si la hipótesis resulta confirmada por la
prueba experimental, se la admite como verdadera o, por lo menos, como probable; este
momento de justificación es también inductivo, dado que se apoya sobre un razonamiento
inductivo, como es el esquema lógico de la confirmación de hipótesis.A esta teoría inductiva de
la ciencia, opone Popper su deductivismo. Por un lado, no es posible fundar la ciencia en un
proceso de inducción por generalización porque, tal como demostró Hume, no está lógicamente
justificado pasar de enunciados particulares a enunciados universales, y, además, la ciencia no
parte de la observación de casos concretos, sino de los problemas que suscitan teorías para
resolverlos y cualquier observación supone ya una teoría previa, que es lo que nos incita a
observar. Cómo se originan las hipótesis es sólo una cuestión subjetiva o psicológica. Lo
importante es cómo se justifican y, dada la imposibilidad de la verificación de las hipótesis, su
confirmación es irrelevante y sólo resulta relevante su posible refutación. No es posible verificar
teorías, y el proceso científico debe concebirse como una elaboración de hipótesis, a modo de
conjeturas, de las que se extraen predicciones que se contrastan con hechos que puedan
refutarlas, con el ánimo de eliminar las que resulten falsas. Éste método, llamado de conjeturas
y refutaciones, es el método propio de las ciencias empíricas y Popper considera que es, al
mismo tiempo, la solución al problema de la inducción -que llama «el problema de Hume»-, que
considera innecesaria como fundamento de la ciencia, por el hecho de que simplemente no hay
inducción (ver texto 1 y texto 2 ).Como entendía Kant, el hombre impone sus hipótesis -sus
propios puntos de vista- a la naturaleza, y las hipótesis provienen de la mente humana, no de la
naturaleza; la naturaleza, si acaso, las refuta.Según Popper, todas las ciencias, tanto las naturales
como las sociales, parten siempre de problemas, y las ciencias, igual como hace nuestro
entendimiento en otros casos, salen al paso de los problemas presentando tentativas de solución,
que no son sino un caso concreto del método general de ensayo y error. Proponemos intentos de
solución y los ponemos a prueba y eliminamos aquellas soluciones que no lo son. El esquema
general de este procedimiento es:

donde P1 es el problema inicial, TT la solución tentativa, o la hipótesis o teoría, EE la


eliminación de errores, mediante la discusión crítica o la contrastación empírica de la hipótesis,
y P2 la nueva situación problemática en que nos hallamos tras el intento de solucionar un primer
problema. Es éste un esquema que puede aplicarse no sólo al método científico, sino a la
evolución de los organismos particulares y a la misma evolución de las especies. Así como toda
adaptación es un intento de solución de problemas, así también todo aumento de conocimiento
mediante la ciencia es un intento de salir de una situación problemática. La diferencia que existe
entre la evolución biológica y la científica es que ésta se lleva a cabo de un modo consciente y
que el hombre está interesado en eliminar los errores; y en esto consiste precisamente la
racionalidad humana: en recurrir voluntariamente a la crítica de las propias teorías y opiniones.
Este recurso a la crítica se lleva a cabo por medios lingüísticos, esto es, con argumentos y
contrastaciones. En ellos nos expresamos mediante enunciados que todo el mundo puede
aceptar o rechazar; son los enunciados que se someten a crítica o a contrastación y que, por lo
mismo, constituyen un saber objetivo, «tan objetivo como una catedral» construida con
constantes aportaciones a lo largo de los años: la ciencia no la constituyen pensamientos o ideas
subjetivos (en los que importaría la certeza o la verdad), sino enunciados, argumentos,
contrastaciones y eliminación de errores. Y por el hecho de que todo esto puede objetivarse en
enunciados, que pueden ser criticados y contrastados, decimos que la ciencia es un
conocimiento objetivo, que no busca la certeza del sujeto, sino el mayor acercamiento posible a
la verdad. La teoría del conocimiento objetivo le permite a Popper distinguir tres niveles de
realidad y tres clases de mundo: el mundo uno, o mundo de las cosas físicas; mundo dos, o
mundo de los estados mentales y de las certezas subjetivas, y mundo tres, o mundo del
conocimiento objetivo, formado por los «contenidos objetivos del pensamiento», sobre todo de
la ciencia y de las artes. Así, sostiene Popper, la ciencia es una institución social: un conjunto
estructurado de acciones humanas y resultado de la actividad social del hombre (ver cita). Lo
propio del método científico no es sólo comparar enunciados con sus posibles refutaciones de
los hechos, sino también comparar unas teorías con otras. Ambas cosas suponen concebir las
teorías científicas como una aproximación a la verdad. Popper distingue, como conceptos
fundamentales, la idea de verdad, la idea de contenido lógico y empírico de una teoría y la idea
de contenido de verdad de una teoría, o aproximación a la verdad, y les da la categoría de ideas
reguladoras, o pautas directivas en la práctica científica.El conocimiento científico tiende a la
verdad, aunque, «la verdad no sea el único objetivo de la ciencia», puesto que la ciencia busca
propiamente la «verdad interesante», esto es, aquella que resulta ser explicación y respuesta a
nuestros problemas. El simple hecho de eliminar los errores o las hipótesis que se consideran
refutadas es una forma de acercamiento a la verdad.El contenido de una teoría (ver texto ) es la
clase de las proposiciones que pueden deducirse de ella (contenido lógico) y la clase de
enunciados empíricos (contenido empírico) que la teoría prohíbe (ver ejemplo). Cada enunciado
que puede contradecir a una teoría es un falsador potencial de la misma y el número de posibles
falsadores de una teoría o de una hipótesis está en relación directa con la cantidad de
afirmaciones, o capacidad explicativa, de una hipótesis: cuanto más afirma una hipótesis
(capacidad explicativa), mayor es el número de posibles falsadores; cuanto mayor es su
contenido empírico (mayor número de posibles falsadores), mayor es también su refutabilidad.
Por consiguiente, cuanto más refutable es una hipótesis, mayores son su contenido lógico y su
contenido empírico y mayor su aproximación a la verdad. (En ningún caso puede decirse que
sea verdadera, pues basta con que uno de los posibles falsadores corresponda en realidad a un
hecho, para que la teoría quede empíricamente falsada;ver corroboración, verosimilitud).Que las
teorías científicas pueden estar más o menos cerca de la verdad, significa también que describen
la realidad y que hablan del mundo, porque la contrastabilidad de las hipótesis significa que
determinados hechos del mundo no pueden ocurrir (ver cita); la ciencia busca describir y
explicar la realidad (ver cita). De este modo la ciencia se concibe como un conjunto de teorías
que se aceptan provisionalmente, mientras no resultan refutadas por intentos constantes y
rigurosos de lograr que lo sean. La ciencia es saber provisional, conjetura: «no sabemos, sólo
suponemos», y su quehacer consiste propiamente en «criticar teorías». Todo conocimiento es
hipotético, conjetural, y la verdadera teoría del conocimiento consiste en el examen crítico de
las teorías; por ello, «la verdad no es el único objetivo de la ciencia», sino la «verdad
interesante», aquella que viene a ser explicación y respuesta a nuestros problemas.En La miseria
del historicismo y La sociedad abierta y sus enemigos, Popper desarrolla su filosofía social y
sobre todo su filosofía de la historia, y aplica al terreno práctico las ideas fundamentales de su
filosofía de la ciencia. Mantiene que en realidad sólo hay un tipo de ciencia, aquélla que recurre
a hipótesis falsables, y si acaso, existen distintas clases de problemas, para cuya resolución
inventamos hipótesis históricas, económicas o psicológicas, según el caso. Ahora bien, los
principios metodológicos de la ciencia natural no son directamente aplicables a las ciencias
humanas: en éstas no hay leyes tan rigurosamente definidas ni sus hipótesis son tan claramente
refutables. El método crítico de Popper, consistente en falsar teorías a través de su contacto con
los hechos, se convierte en las ciencias sociales en la actitud crítica que nos lleva a analizar
situaciones históricas o sociales concretas problemáticas, nuestros intentos de solución y las
consecuencias inesperadas de estas tentativas. Pero si en las ciencias de la naturaleza el método
crítico persigue la eliminación de las hipótesis falsas, en las ciencias sociales la actitud crítica
busca la eliminación de los males y errores sociales.Popper rechaza, junto con el historicismo
-doctrina que sostiene que el objetivo de las ciencias sociales es establecer leyes generales que
rijan la historia con igual carácter determinista que las leyes de la naturaleza, y que critica
específicamente en la primera de las obras ahora mencionadas-, aquellas interpretaciones de la
historia que la transforman en una totalidad, cuya alma son los grandes hombres, las naciones o
los períodos históricos; no existe ninguna totalidad de este tipo y no hay más curso de la historia
que el que determinan las acciones libres de los hombres que interactúan entre sí y que
libremente deciden la orientación, el sentido y la finalidad que quieren dar a sus acciones. El
futuro no está determinado por ninguna ley de tipo histórico; es libre y está abierto a la libre
aplicación de nuestros conocimientos sobre el mundo. «Ni la naturaleza ni la historia nos
pueden decir lo que tenemos que hacer».En La sociedad abierta y sus enemigos, y continuando
con la misma temática, se centra en la crítica a Platón, Hegel y Marx -enemigos de la sociedad
abierta, en cuanto filósofos que han alimentado con sus ideas y principios al historicismo- y
analiza las características de esta sociedad, que no es más que la democrática. La «sociedad
abierta», la sociedad democrática, es aquella en la que los individuos pueden ejercer libremente
sus facultades críticas y la única compatible con su idea de actitud crítica y racionalismo
crítico.Sólo hay dos sistemas de gobierno: la democracia y la dictadura, es decir, aquella forma
en la que es posible derrocar al gobierno sin derramamiento de sangre por medio de una
votación, y aquella en la que esto es imposible. Popper sustituye la antigua problemática
platónica, expuesta en la República, sobre ¿quién debe gobernar? por la pregunta ¿existen
formas de gobierno rechazables? ¿Existen formas de gobierno que pueden impedir la sustitución
de un gobierno incompetente o malo? Y hace suyas las palabras que Tucídides pone en boca de
Pericles: «Sólo unos pocos estamos capacitados para gobernar, pero todos somos capaces de
juzgar una política». Nuestro juicio de la política en la sociedad abierta ha de comprender no
sólo el esfuerzo por mantener la capacidad y la libertad de poder destituir al gobernante sin
derramamiento de sangre, sino también la lucha por el dominio de la razón, la justicia, el
derecho, la libertad y la abolición de la guerra (ver texto ). El político, por su parte, debe
limitarse a luchar contra los males concretos de la sociedad, en lugar de intentar imponer o
combatir valores superiores, como la felicidad.Libertad frente a la historia, frente al Estado, y
optimismo ante el avance de la civilización en el presente y en el futuro constituyen las
características generales fundamentales de la filosofía social y política de Popper.

Biografía

Filósofo austríaco, nacido en Viena, de familia acomodada de origen judío. Su infancia transcurre en
plena Primera Guerra Mundial y, acabada la guerra, a los 16 años decide, por aburrimiento, abandonar la
escuela y estudiar por cuenta propia. Se inscribe en la universidad como alumno libre -no se matriculará
hasta 1922- y asiste a cursos de historia, psicología, filosofía y literatura, que tampoco frecuenta
demasiado, puesto que sólo se interesa por las matemáticas y la física. En su juventud simpatiza con el
socialismo y, por espacio de dos o tres meses, se adhiere al comunismo.

El hecho de ver cómo jóvenes socialistas y comunistas han de morir en alguna de sus actividades políticas
le desencanta del marxismo y le hace dudar de su carácter científico. Del socialismo dirá más adelante
que su intento de combinar libertad e igualdad le parece sólo «un bello sueño» («Que la libertad es más
importante que la igualdad»). A la convicción del escaso carácter científico del «socialismo científico», a
la que él atribuye haberse convertido en un «falibilista», esto es, en alguien que mantiene que no es
posible conocer la verdad sino sólo detectar el error, une pronto otra convicción: la de que algunas teorías
que se presentan como científicas, como la psicología individual, de Adler, y el psicoanálisis, de Freud,
carecen de las características de la ciencia. Él mismo narra cómo le llamaron la atención, en su juventud,
los intentos de Einstein (ver ejemplo ) de someter a prueba sus propias teorías, frente a los intentos de
aquellas teorías psicológicas de tener siempre una explicación para cualquier hecho. De esta problemática
juvenil surgió su teoría sobre el criterio de demarcación entre lo que es ciencia y lo que no es ciencia.

En 1928 presenta en la universidad de Viena su tesis de doctorado titulada «Sobre el problema del
método en la psicología del pensar», que señala el punto final de su interés por la psicología, a cuyo
estudio había dedicado unos cuantos años, llevado sobre todo por la influencia de Karl Bühler. Al año
siguiente es nombrado profesor de matemáticas y física en escuelas de enseñanza media. Por esta fechas
toma contacto con miembros del Círculo de Viena, sobre todo con Victor Kraft y Herbert Feigl, con
quienes discute sobre filosofía de la ciencia, y quienes le inducen a publicar sus ideas en forma de libro.
Este libro, que debía titularse Los dos problemas fundamentales de teoría del conocimiento, pero que no
se publica hasta 1979, se convierte, tras muchas conversaciones y discusiones con otros filósofos
neopositivistas, en el núcleo de La lógica de la investigación científica (versión alemana, 1934; versión
inglesa, 1959), considerado primero como una obra de crítica al Círculo de Viena, pero que en realidad es
una obra que propone una nueva teoría sobre lo que hay que entender por «conocimiento científico»: un
conocimiento no verdadero ni probablemente verdadero, sino simplemente hipotético. Con la anexión de
Austria por Hitler, se ve obligado a abandonar Viena y tras un intento de establecerse en Inglaterra,
emigra en 1936 a Nueva Zelanda, donde acepta un cargo de profesor en el Canterbury University College,
en Christchurch. Allí aplica las ideas metodológicas de La lógica de la investigación científica a las
ciencias sociales, con el objetivo de hacer una crítica el marxismo, y el resultado es la publicación -no sin
muchas dificultades- de Miseria del historicismo (1945) y La sociedad abierta y sus enemigos (1945). El
título inicial de esta última obra era «Falsos profetas: Platón-Hegel-Marx», y el objetivo de ambos libros
era exponer cómo el historicismo había llevado al marxismo y al fascismo. Escribió estos libros como
«contribución a la guerra», suponiendo que, acabado el conflicto bélico, una de las necesidades más
urgentes sería la de defender la libertad contra toda forma de totalitarismo y autoritarismo. Estas obras
representan su principal aportación al campo de la metodología de las ciencias sociales. La postura
ideológica que manifiesta en ellas le ha valido ser considerado un decidido defensor del liberalismo
moderno. En 1946 es nombrado profesor de lógica y método científico en la School of Economics, de
Londres, cargo que mantendrá hasta su jubilación en 1969. Ésta es la época de mayor actividad intelectual
de Popper, y él la recuerda en su Autobiografía como la época feliz de su vida en que pudo dedicarse por
entero a la solución de problemas filosóficos (mantuvo una famosa discusión con Wittgenstein sobre si
existían o no verdaderos problemas filosóficos) y de la que dice que, en su transcurso, «sospecho que he
sido el filósofo más feliz que jamás haya encontrado». Muy crítico con el neopositivismo y la filosofía del
lenguaje, se opone también a diversas clases de epistemologías no realistas, como el fenomenismo, el
idealismo, el pragmatismo, etc. En 1950 viaja a América y da conferencias en Harvard y en Princeton,
donde discute con Einstein sobre determinismo e indeterminismo. En 1962 publica El desarrollo del
conocimiento científico: Conjeturas y refutaciones, obra cuyo título resume el modo como Popper
entiende el desarrollo científico: la ciencia avanza mediante conjeturas en forma de hipótesis, cuya
posible falsedad se intenta descartar sometiéndolas a una posible refutación por los hechos. Nombrado en
1969 profesor emérito de la London School of Economics, prosigue incansable su intensa actividad con
nuevas obras, artículos y conferencias. En 1972, publica Conocimiento objetivo, donde, en oposición a la
teoría del conocimiento tradicional, que considera subjetiva por fundarse en la certeza, propone su teoría
del conocimiento objetivo, o del conocimiento sin sujeto cognoscente, sosteniendo que el conocimiento
no consiste tanto en el problema de cómo fundamos la certeza o la verdad, sino más bien en cómo se
desarrolla y acrecienta la ciencia: a modo de conjeturas que, en forma de hipótesis, se presentan como
soluciones tentativas a problemas, acompañadas con argumentos críticos e intentos de someterlas a
prueba para descartar su falsedad; en esta obra presenta también su teoría de los tres mundos.

Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.

Das könnte Ihnen auch gefallen